Hora Santa en Getsemani

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Hora Santa
Tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus Discípulos
diciendo; este es Mi cuerpo, que será entregado por vosotros.
Del mismo modo Tomo el Cáliz, lo bendijo y lo paso a sus
Discipulos diciendo: esta es Mi sangre, sangre de la alianza
nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por
muchos, para el perdón de los pecados.
Haced esto en memoria Mia.
Señor Mio y Dios Mio, has que te ame cada día un poco más.

VENGO AQUI, MI SEÑOR

1. Vengo aquí, mi Señor, 3. Vengo aquí, mi Señor,


a olvidar las prisas de mi vida. a pedir que me enseñes tu
Ahora sólo para, mí importas Tú. proyecto.
Dale tu paz a mi alma. Ahora sólo para mí, importas Tú.
Dale tu paz a mi alma.
2. Vengo aquí, mi Señor,
a que en mí lo transformes todo lo 4. Vengo aquí, mi Señor,
viejo en nuevo. a adentrarme en tu paz que me
Ahora sólo para mí, importas Tú. serena.
Dale tu paz a mi alma. Ahora sólo para mí, importas Tú.
Dale tu paz a mi alma.

Esta noche vamos a contemplar a Jesús y toda su vida como el Gran


Sacramento del Amor que Dios ha entregado a los hombres, a su Iglesia, a
cada uno de nosotros, para que aprendamos: a vivir con sentido, a realizar
en nosotros la voluntad del Padre, a ser personas eucarísticas que siguen los
pasos del Maestro Eucarístico, “Jesús”.

Él, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo
dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, pues esto es mi
cuerpo...” el que ha de ser entregado por vosotros. Contemplamos su vida
“tomada, elegida, profundamente amada por el Padre. En Él, nosotros somos
amados. Contemplamos su vida bendecida por el Padre. En Él, nosotros
nos hacemos bendecidos. Contemplamos su vida partida como el pan en la
mesa del mundo, rota por la traición de un amigo y por la conjura de los
poderosos. En Él, nuestras rupturas pueden traernos salvación.
Contemplamos su vida dada y entregada para que todos tengamos Vida
abundante. En Él, nuestra entrega es siempre fecunda y portadora de vida y
alegría para otros.
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QUEDAOS AQUÍ, Y VELAD CONMIGO, EN ESTA ÚLTIMA HORA

Señor Jesús, tus discípulos venimos aquí, junto a Ti, esta noche, para velar
contigo, para acompañarte, para recibir del Padre la fuerza y la esperanza
para lo que vendrá mañana día de tu muerte. Acepta nuestra pobre
compañía, en esta noche de Getsemaní. Queremos orar contigo, Maestro y
Señor nuestro, y aprender de Ti a ser compasivos, piadosos, sinceros, a
ser como tú, a ser como un pan bendecido, partido y entregado para que
todos coman de nosotros hasta saciarse.

Quedaos aquí, y velad conmigo, en esta última hora

Hace pocas horas, hemos participado en tu Cena, Señor. Hemos


escuchado, una vez más, tus palabras llenas de amor hacia toda la
humanidad perdida: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros”.
Te hemos visto arrodillado, Lavando y besando los pies de tus discípulos.
Queremos volver a recordar lo que hemos visto y oído, lo que hemos
contemplado y han tocado nuestras manos: a Ti, Señor Eucarístico, hecho
nuestro alimento, nuestro servidor, nuestro esclavo, para que todos
tengamos vida, vida abundante y vida eterna.

QUEDAOS AQUÍ Y VELAD CONMIGO, EN ESTA ÚLTIMA HORA

Maestro y Señor, velamos contigo porque deseamos parecernos a Ti, ser


una sola cosa contigo, y aprender de Ti a pensar, sentir, obrar y amar como
el Padre quiere, como a Él le parece bien. Sí, Maestro, envuélvenos como
nos envuelve la noche, y llénanos de Ti; cambia nuestra noche en Luz, y
enséñanos el difícil abandono en la voluntad del Padre, sin reservas.

VEN Y LLÉNANOS; CRISTO, OH CRISTO, LLÉNANOS DE TI.

Jesús “tomado” por el Padre

Te adoramos, Señor Jesús, como el Hijo Amado del Padre


Te adoramos, Señor Jesús, como el Hijo Amado del Padre

El pan, entre tus santas y venerables manos, nos recuerda tu vida y tú


persona entre las santas manos del Padre: una vida predilecta. Queremos
aprender a sentirnos mirados, elegidos y amados como Tú.

“DIOS NUESTRO SEÑOR ALABA A TU UNICO HIJO “JESUS”

Mirad a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he


puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. Yo, el Señor, te
he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho
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alianza de un pueblo, luz de las naciones. para que abras los ojos de los
ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que
habitan en las tinieblas.

Yo quiero ser tu servidor

1. Con lo que soy vengo ante Ti, mi vida está en tus manos, tómala. Tú
sabes bien, Señor, que soy obstáculo en tu obra, sin méritos ni fuerzas.

Pero Tú me has querido asociar por amor a tu labor, y tenerme siempre


junto a Ti, siempre juntos, Tú y yo, Señor.

Yo quiero ser tu servidor, Esclavo que no sabe Lo que hacer sin su señor.
Yo quiero ser tu servidor, Vivir tan sólo de tu amor, Sentir la sed de almas
Que me infunde tu calor. “Jesús” “bendecido” por el Padre.

Te adoramos Jesús, como al Hijo Bendecido del Padre.

El pan bendecido nos recuerda que Tú has sido hecho por el Padre, para
nosotros, bendición. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes
espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear
el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él
nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus
hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha
concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por
su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro
de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche de Amor para con
nosotros.

Gracias quiero darte, por amarte, Gracias quiero darte, yo a ti, Señor. Hoy
soy feliz porque te conocí. Gracias por amarte a mí también. Yo quiero ser,
Señor, amado, Como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida, hazla de
nuevo. Yo quiero ser un vaso nuevo.

Jesús, muere por amor a nosotros

Te adoramos Jesús, Maestro bueno, por tu cuerpo azotado y maltratado por


amor a nosotros El pan partido entre tus manos nos recuerda tu alma
desgarrada en Getsemaní, tu angustia, la noche de tu pasión, tu cuerpo
atravesado por los clavos y la lanza del soldado, el dolor ante la traición de tu
amigo... Y nos recuerda, sobre todo, que la fe y la confianza vencen la
desesperación el miedo. ¡Bendito seas, Señor!
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Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los olivos, y lo siguieron
sus discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: Orad, para no caer en la
tentación. Él se apartó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra, y,
arrodillado, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz.
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel
del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más
insistencia. Y l bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el
suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los
encontró dormidos por la pena, y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos
y orad, para no caer en la tentación

Alma de Cristo, santifícame.


Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.


Oh, buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.

Del enemigo, defiéndeme.


En la hora de mi muerte, llámame
Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe
Por los siglos de los siglos. Amén.

Jesús, “entregado” para la Salvación del mundo

Te adoramos Jesús, Maestro bueno, por tu cuerpo entregado y repartido


para la vida de todos, Todos: Te adoramos Jesús, Maestro bueno, por tu
cuerpo entregado y repartido para la vida de todos

Tu entrega, Señor, no comenzó los últimos días de tu vida, en Jerusalén. Tu


entrega comenzó desde el mismo momento de la Encarnación. En tu vida
pública todos te buscaban, todos se agolpaban en torno a ti, todos querían
tocarte para ser curados, todos querían escuchar el evangelio salido de tus
labios... Y tú nos les despedías, aunque a veces no tenías tiempo ni para
comer, sino que te compadecías de todos, porque andaban como oveja sin
pastor, y te ponías a enseñar y a curar largamente...
Contemplamos tu vida hermosa, de la que todos comían y bebían hasta
quedar saciados. ¡Bendito seas, Señor, ¡por esa entrega hasta el extremo!

En aquel tiempo, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas
revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
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Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así
como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré vuestras Cargas con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es
suave y mi carga es ligera".

Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y


endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó
a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos
demonios. Padre, me pongo en tus manos Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que tú quieras. Padre, me pongo en tu regazo, como un niño
débil y frágil, soy tu pequeño. Padre, tuya es mi vida, dame a conocer tus
sendas. Padre, necesito darme con todo el amor de que soy capaz. Padre, te
confío mis días, quiero cumplir tu voluntad.

Oh Padre Mio, aún no hago más, ¡oh hijos! Desciendo de este altar y os
salgo al encuentro. Heme aquí que me asomo al umbral de estas casas
mías, en las que demasiados pocos son los que entran y menos aun los que
entran con fe segura. Heme aquí que, figura de paz, me asomo a vuestros
caminos por los que pasáis abatidos, amargados, abrasados por el dolor, por
los intereses, por el odio. Heme aquí, que os tiendo las manos, porque os
veo vacilar cansados bajo el peso de enormes piedras que os habéis
impuesto y que han usurpado el lugar de aquella cruz que había puesto en
vuestras manos para que fuera vuestro apoyo, como lo es el cayado para el
peregrino. Os digo: “Entra. Descansa. Bebe”, porque os veo exhaustos,
sedientos.

Pero vosotros no me veis. Pasáis junto a Mí, me empujáis, a veces por mala
voluntad, otras porque vuestra vista espiritual está ofuscada, a veces me
miráis. Pero sabéis que estáis sucios y no osáis acercaros a mi candor de
Hostia divina. Mas este Candor sabe compadeceros. Conocedme, hombres,
que desconfiáis de Mí porque no me conocéis.

Oremos.

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