El Celo Piadoso y Los Celos Destructivos N°76
El Celo Piadoso y Los Celos Destructivos N°76
El Celo Piadoso y Los Celos Destructivos N°76
w95 15/9 pág. 3 Sabe usted ¿QUÉ son los celos? Una emoción intensa que puede causar angustia,
tristeza o enojo al que la posee. Tal vez sintamos celos cuando alguien parece lograr más que
nosotros en determinada tarea o cuando un amigo recibe más elogios que nosotros.
Puede que una persona celosa no le desee ningún mal a otra. Tal vez lo que le moleste sea
sencillamente el éxito de su compañero y no tener las mismas cualidades o no estar en las mismas
circunstancias. Por otro lado, la envidia es un tipo de celos particularmente negativo. La persona
envidiosa quizá retenga secretamente el bien de la que es objeto de su envidia y le desee algún
mal. A veces, el envidioso no puede esconder sus sentimientos.
Un ejemplo lo encontramos en el rey Saúl del antiguo Israel. Al principio amaba a su escudero,
David, e incluso lo puso a la cabeza del ejército. (1 Samuel 16:21; 18:5.) Pero cierto día el rey Saúl oyó
a las mujeres alabar a David con estas palabras: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus
decenas de miles”. (1 Samuel 18:7.) Saúl no debió haber permitido que estos elogios afectaran su
buena relación con David. Sin embargo, se ofendió. “Saúl estuvo mirando a David de continuo con
sospecha desde aquel día en adelante.” (1 Samuel 18:9.)
Ahora bien‘Pero yo no soy celoso’, quizá diga usted. Efectivamente, puede ser que los celos no
controlen su vida. Pero a todos nos afectan los celos hasta cierto grado: los nuestros y los de otras
personas. Aunque no tardamos en ver los celos de los demás, tal vez nos cueste ver los nuestros.
Ø Jehová, un Dios celoso it-1 págs. 455-457 Todos los adoradores verdaderos de Dios han
tenido celo por su servicio y han sido celosos por su nombre. El profeta Elías ejecutó obras
poderosas al hacer volver a muchos israelitas de la adoración falsa a la adoración de Jehová,
y dijo: “He estado absolutamente celoso por Jehová el Dios de los ejércitos”. (1Re 19:10, 14.)
Finehás demostró una devoción que agradaba a Dios y salvó a Israel del exterminio por su
celo cuando mató a un principal de Israel que había contaminado el campamento
introduciendo la adoración fálica de Baal. Como israelita y sacerdote, Finehás “no
[toleraba] ninguna rivalidad” para con Jehová. (Nú 25:11; compárese con 2Re 10:16.)
La congregación cristiana ha de ejercer la misma vigilancia celosa a fin de que nada inmundo brote
como “raíz venenosa” para causar perturbación y contaminar a muchos. (Heb 12:15.) Si cualquier
persona corrupta se introduce e intenta contaminar a otros, la congregación debe ‘demostrar solicitud,
librándose de culpa ante Jehová con indignación y celo’. Deben ‘remover al hombre inicuo de entre
ellos mismos’. (1Co 5:4, 5, 13; 2Co 7:11, 12.)
En la congregación corintia del primer siglo habían entrado hombres ambiciosos, que atraían la
atención a sí mismos, se jactaban en hombres y causaban contiendas en la congregación. La
congregación estaba dividida en facciones que atendían, exaltaban y seguían celosamente a hombres.
Pablo denunció la naturaleza carnal, no espiritual, de estos celos. (1Co 3:3; 2Co 12:20.)
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Explicó que el amor piadoso no es celoso de una manera indebida, más bien, confía y espera,
actuando siempre a favor de los intereses de los demás. (1Co 13:4, 5, 7.)
Los celos que existían en la congregación corintia, contra los que habló Pablo, no se correspondían
con la justicia. No estaban a favor de la devoción exclusiva a Jehová. Eran, más bien, una forma de
idolatría, de origen demoniaco y engendraban envidia y contienda. ver bosquejo
Ejemplos que nos ayudan a evitar los celos y sus consecuencias Destructivas
Prescindiendo de cuál sea la causa, los celos de la clase incorrecta tienen poder destructivo.
Pueden quitar a uno el sueño, causarle angustia y ser responsables de trastornos mentales y
estomacales. También pueden engendrar cólera y odio, y hasta pueden llevar a la comisión de un
delito grave. ¡Caín permitió que los celos, o la envidia, lo llevaran a asesinar a su hermano Abel!
Entonces, ¿cómo podemos dominar la envidia, o los celos? Bueno, cuando a Caín le dio envidia
del éxito de su hermano Abel, Dios dijo a Caín: ‘Dirígete a hacer lo bueno [...] Pero si no te diriges a
hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte,
¿lograrás el dominio sobre él?’ (Génesis 4:7). La envidia no se puede dominar si no se hace lo
bueno. Caín se negó a hacer lo bueno. No prestó atención al consejo de Dios. Asesinó a su hermano.
Cuando nos dé envidia, ¿escucharemos el consejo sano de Dios: ‘Dirígete a hacer lo bueno’?
En tiempos bíblicos también fue así. El patriarca Jacob (Israel) “amaba a José más que a
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todos sus otros hijos”. Sus hermanos se resintieron por ello, especialmente cuando Jacob “mandó
hacerle una prenda de vestir parecida a camisa, larga y rayada”, prenda que probablemente era
como las que llevaban las personas de rango. (Génesis 37:3.) Con el tiempo, sus celos se
convirtieron en un odio asesino. De igual manera, tú puedes sentirte dolido si te parece que tus padres
favorecen más a tus hermanos que a ti. ¡Pero algunos hacen pagar por sus sentimientos heridos a sus
propios hermanos!
it-2 pág. 401 Míriam Se
queja de Moisés. Mientras los israelitas estaban en el desierto, Míriam y Aarón
se pusieron a hablar mal de Moisés debido a su esposa cusita. Es posible que la posición de
prominencia e influencia que tenía Moisés entre el pueblo despertara en Míriam y Aarón un deseo de
mayor autoridad debido a los celos, de manera que dijeron: “¿Es simplemente por Moisés solo por
quien Jehová ha hablado? ¿No ha hablado también por nosotros?”. Pero Jehová estaba
escuchando, y de repente les dijo a Moisés, Míriam y Aarón que fuesen a la tienda de reunión. Una
vez allí, Dios les recordó a los murmuradores que su hermano Moisés era Su siervo, aquel con quien
hablaba, no de manera indirecta, sino “boca a boca”. Jehová después preguntó a Míriam y Aarón:
“¿Por qué, pues, no temieron hablar contra mi siervo, contra Moisés?”. La cólera de Jehová ardió
contra ellos y cuando se apartó la nube de sobre la tienda, “Míriam estaba herida de lepra tan blanca
como la nieve”. Aarón suplicó misericordia y Moisés intercedió por ella. Jehová permitió que Míriam
regresase al campamento después de una humillante cuarentena de siete días. (Nú 12:1-15.)
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Pero ¿qué hay si un buen amigo suyo tiene una falta grave que requiere atención inmediata? El
amigo leal no se retrae de decir la verdad por temor a cómo reaccionará la otra persona. “Las heridas
infligidas por uno que ama son fieles”, dice la Biblia (Proverbios 27:6). Esto, por supuesto, no
significa que usted debería ser áspero o brusco. En cierta ocasión los cristianos de la antigua Galacia
necesitaron que se les corrigiera de manera franca. Pero note lo hábilmente que el apóstol Pablo trató
la situación, y entonces preguntó: “Pues, entonces, ¿me he hecho su enemigo porque les digo la
verdad?” (Gálatas 4:16). El verdadero amigo lo amará a usted porque usted ‘dice la verdad’,
aunque se trate de un consejo que se dé a manera de corrección. (Proverbios 9:8.)
MUJERES DE FILIPOS Y SU PROBLEMA
Evodia y Síntique 7 Está claro que había algún problema entre estas dos mujeres;
evidentemente no había unión mental entre ellas. Ahora bien, la Biblia no nos dice en qué consistía la
dificultad, ni qué había llevado al problema entre ellas. Quizás existían celos entre ellas de alguna
manera. Quizás las dos hayan sido de personalidad fuerte, y es probable que sencillamente se
hubieran irritado una a la otra a tal grado de que ya no se hablaban. Pero, prescindiendo del
problema, había alguna fricción envuelta en aquella situación, porque no eran “de la misma mente en
el Señor.” Y Pablo supo de ello a centenares de kilómetros de distancia, en Roma, desde donde
estaba escribiendo, lo cual indica que la dificultad ya era de larga duración y era bastante
conocida entre los hermanos.
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Sin embargo, al mismo tiempo, éstas eran básicamente cristianas buenas. Ambas servían a
Jehová Dios con sus hermanos y hermanas. Pues Pablo pasa a escribir a la congregación: ‘Sigue
prestando ayuda a estas mujeres que se han esforzado lado a lado conmigo en las buenas nuevas.’
(Fili. 4:3) Por consiguiente Evodia y Síntique habían sido cristianas por algún tiempo, pues habían
trabajado antes con Pablo para dar adelanto a la obra de predicar. Pero ahora tenían un problema. Por
eso, pues, si dificultades como ésta existieron en la congregación del primer siglo, ¿debería
preocuparnos excesivamente el que hoy ocurrieran dificultades similares?