Seré Testigo

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SERE TESTIGO

Monseñor Jesús Emilio Jaramillo mxy


Obispo de Arauca

“En nuestro siglo han vuelto los mártires


con frecuencia casi desconocidos
casi “militares anónimos” de la gran causa de Dios,
es preciso que las Iglesias locales
hagan todo lo posible por no perder el recuerdo
de quienes han sufrido el martirio”
Tertio Millenio Adveniente 371

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CONTENIDO

Pág.
1. ANTES DE EMPEZAR.
2. LA TIERRA DE DON TOMÁS.
3. EL HOGAR.
18. EN EL SEMINARIO.
24. SE PREPARA AL SACERDOCIO.
24. A. Curso filosófico.
31 B. Novicio.
38 C. Estudios Teológicos.
41. DIOS, UNICO OBJETO DE MIS AMBICIONES INTELECTUALES.
45. LA PERFECTA ALEGRIA.
52. ESCUELA DE ESPIRITUALIDAD.
60. HOMO DEI.
66. EL MINISTERIO PASTORAL.
67. El primer ministerio: Estrenando celo.
68. Capellán del Penal.
71. Segundo ministerio: Formador de Misioneros.
76. Maestro de Novicios.
78. Rector del Seminario de Misiones.
94. NUEVAMENTE EN EL SURCO: 1956-1959.
97. CAPITULO GENERAL DE 1959.
102. SUPERIOR GENERAL.
104. “IN NOMINE DOMINI”.
112. VAYAN, PUES, A TODAS LAS NACIONES.
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116. UN NUEVO CAPITULO GENERAL.


118. LA ANTESALA.
121. EL SERVICIO EPISCOPAL: La Heredad.
127. OBISPO DE LA IGLESIA CATOLICA.
136. LA NUEVA DIOCESIS: De Strumniza a Arauca
141. YO CREO EN LA IGLESIA
146. INFORME PARA LA VISITA “AD LIMINA”.1989.
171. EL HOMBRE.
176. REDE RATIONEM VILLICATIONIS.
181. ESE DOS DE OCTUBRE.
184. El Secuestro.
191. Otras circunstancias acerca de la muerte del Señor Obispo.
191. Hora de la muerte.
192. Razones para matar.
197. LOS MOTIVOS DEL LOBO.
199. CARTA ABIERTA AL PUEBLO ARAUCANO.
201. ¿Y QUE ES LA VERDAD?
205. SALMO 21.
211. HACELDAMA: Precio de sangre.
215. SEMILLA DE PAZ.
225. LA VOZ DEL MÁS ALLA.
228. COMO QUIERES TU CRISTO.
230. ANEXOS:
“Liberación”. N.28.ELN.
235. Carta Abierta al Frente D. Laín.
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ANTES DE EMPEZAR...

Es imposible definir las cosas simples; ellas mismas son su definición, su imagen
inconfundible: ¿cómo describir el agua pura, el aire incontaminado, el ampo de
luz? Sólo se perciben, se admiran, se identifican en el alma y en la conciencia del
bien y de lo bello.

Igual sucede con las personas. Ser persona es la más simple, la única definición
del ser racional: No hay que definirla sino contemplarla: procurar describirla y
explicarla es ensombrecer su esencia: la fuente y origen de la persona, es la
Persona por esencia: Dios, que se autodefinió “el que Es” sin adjetivos ni
explicativos ni calificativos.
La perfección de SER es la simplicidad, en la unidad de las perfecciones: bonum,
verum et unum sunt idem, nos enseño la filosofía antigua y siempre nueva,
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo fue un ser simple con simplicidad Franciscana; y
esa transparencia no excluye sus limitaciones humanas ni menos sus defectos
propios de ser humano. Vivir cerca de él era casi aspirar su realidad humana,
intelectual, espiritual.
Cuanto cabía dentro de su persona, cuanto brillo y riqueza le concedió Dios, él lo
vivía espontáneamente, sin esfuerzo alguno, sin ninguna ambición, sin
argumentos: se captaba de un solo golpe. Se tendría que ser muy capcioso para
intuir en él dobleces psicológicos o escondrijos íntimos.
Por ello es una osadía pretender describir su vida: la mejor biografía ya está
escrita en su cátedra de Teología, en su acertada dirección de almas, en sus
oraciones sagradas, en sus cartas, en su palabra docta y eficaz, en su cercanía de
amigo de pocas palabras pero de admirables e incisivos efectos espirituales, en su
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humilde anatomía que llevaba por el mundo sin alardes. Al paso, a cualquiera
parecería toparse con uno de esos innominados clérigos que vemos a diario.

Con su extraordinaria sencillez, como proyecto de vida, mostró su admirable


personalidad: la humildad de su cuna la llevó uncida a su alma inmensa como el
supremo argumento de los dones con que el Señor enriqueció su pobreza
evangélica. Monseñor Jaramillo no necesita biógrafos.

Es necesario aclarar: se escribe esta reseña histórica de Monseñor Jesús Emilio


Jaramillo procurando honestamente ser lo más objetivo posible. Los hechos y
acontecimientos no pueden desfigurarse: son realidades intangibles. Se han
tenido ante los ojos documentos de archivo, artículos de revistas y periódicos que
relatan situaciones del momento, escritos de Monseñor Jaramillo conservados
unos impresos y otros en cintas magnetofónicas. Además se obtuvieron relatos
de testigos presenciales de la vida del Señor Obispo: paisanos, compañeros de la
escuela primaria y en el Seminario, aún sobrevivientes: unas versiones orales y
otras escritas. Además algunas obras de buenos autores que tienen relación con
el pueblo natal, Santo Domingo, el primer hábitat de nuestro biografiado, que
influyó notablemente en la configuración de su personalidad. Y tuvimos además la
grata oportunidad de visitar, recorrer y admirar ese pueblo pintoresco. “nido de
águilas” y cuna de varios personajes notables de nuestra historia regional y
nacional.
No es posible, ante realidades como éstas, evitar conceptos personales, nacidos
sí de la admiración, agradecimiento y veneración, pero tamizados por el deber de
ser absolutamente honestos y de rechazar cualquier exageración laudatoria. El
momento cuando se escriben estos recuerdos es demasiado sagrado y exige tal
responsabilidad que urge en conciencia a ser sencillos relatores de la verdad.
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No puedo negar su influencia sobre mí pero ello no me exige maquillar una figura
de farándula de quien toda su vida y en todos sus actos sólo buscó y encontró la
verdad.
Con humildad y reverencia absolutamente sinceras asumo el atrevimiento de
escribir unas notas biográficas de este admirable prelado. Pero tampoco puedo
negar, ni siquiera disimular, el íntimo placer estético y espiritual que me produce
recorrer su historia como un camino de luz.
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LA TIERRA DE DON TOMÁS

La colonización antioqueña, tuvo los mismos rasgos del heroísmo y la bravura, de


suicida aventura y arrojo de los protagonistas del descubrimiento y de la conquista
del nuevo mundo, allá en las postrimerías del siglo XV y todo el XVI.
Fue un enfrentar a brazo partido la naturaleza incógnita, salvaje, trenzada en
breñas inexpugnables, simas abismales e inalcanzables cumbres; al encuentro de
fieras salvajes de toda especie y seres inimaginados que fueron declarados
humanos porque andaban erectos, pero tratados como a fieras. Ni los mismos
“indios” imaginaron a los españoles y menos caballeros en bestias desconocidas,
ni los invasores imaginaron seres de esa especie, solo descritos en las
narraciones de la creación, Tal fue su confusión que ni supieron a dónde habían
llegado y por denominarlos de alguna manera los llamaron “indios”, juzgando que
habían tocado las legendarias Indias orientales.

No se explican de otro modo los inconcebibles asentamientos de los primeros


pobladores “civilizados” en los riscos más empinados, sobre el vértigo de
empinadas crestas y cañadas profundas en este territorio de leyenda que se
llamó, sin saberse a ciencia cierta por qué, Antioquia.
Es notable que muchos de esos poblados llevaran y conserven el nombre de
santos fundadores y patriarcas de la espiritualidad europea. Misioneros llegaron al
nuevo mundo durante el descubrimiento y la conquista: además de algunos
clérigos seglares: fueron los religiosos Franciscanos, Dominicos, Agustinos,
Jesuitas, en los siglos 16 y 17: ellos encomendaron a sus santos fundadores su
ministerio y las nacientes comunidades. Además la misma religiosidad de los
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conquistadores encomendó a sus santos de devoción las peligrosísimas aventuras


de sus ambiciones políticas, donde siempre juntaron la cruz con la espada.

Una de esas fundaciones se llamó Santo Domingo de Guzmán, al centro oriente


del territorio antioqueño. Un poblado recostado con molicie en estas breñas
escabrosas, surgió de la fe campesina de los primeros pobladores allá en la
segunda mitad del siglo XVIII. Plantado sobre un subsuelo rocoso peculiar de la
zona que los vecinos llaman aun hoy el Batolito, fue una región minera; se
explotaba oro de veta y de aluvión en las minas de “Playas” y las Animas
laborando de lunes a sábado entre profundos socavones para acarrear hasta la
superficie el material aurífero que trituraban con molinos de seis pisones
construidos artesanalmente por mineros especializados. Suelo suficientemente
fecundo para producir lo de pan comer y algo más para el mercadeo local: plátano,
yuca, maíz, café, fríjol, caña de azúcar, base de la alimentación campesina.
Además algunos frutales.

Es una historia digna de recordarse: a unos cinco kilómetros de la actual cabecera


municipal, en el sitio llamado “Playas” don Gregorio Duque explotaba una minería
con la ayuda de obreros contratados en los pueblos vecinos. Allí hizo levantar una
capilla: gente aquella piadosa y trabajadora. Para los años 1778 con la
autorización del obispo de Popayán don Jerónimo Antonio Obregón, (1758 – 1785)
bajo cuyo cayado se regía Antioquia la grande, esa primera capilla se trasladó al
lugar donde hoy está el templo parroquial. El caserío de Santo Domingo, en lo
eclesiástico, dependía de la Parroquia de Copacabana, en el sitio denominado
San Juan de la Tasajera y en lo civil de la ciudad de Rionegro, entonces ilustre
entre otros títulos, por la célebre Convención que allí promulgó la nefanda
Constitución de Rionegro el año 1863, obra del General Presidente don Tomás
Cipriano de Mosquera, verdugo de la Jerarquía católica.
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En 1784, el gobernador del Estado de Antioquia don Francisco Baraya, de


acuerdo con la legislación de entonces, concedió el permiso para construir un
templo en Santo Domingo, para lo cual el señor José Agudelo, vecino acaudalado
del lugar obsequió los terrenos para el templo, para la plaza y para construir
algunas casas.

Ya en 1798 el Gobernador don Víctor Salcedo en uso del Patronato real, concedió
el permiso para la erección de la parroquia. La creación canónica de la misma fue
decretada en el mes de octubre por el obispo de Popayán don Ángel Velarde y
Bustamante, (1788 – 1809) y la encomendó al presbítero Gervasio Villegas, a
quien le había correspondido trasladar y bendecir la antigua capilla de Playas. En
1799 fue nombrado párroco en propiedad el presbítero José Antonio Naranjo. El
primer libro de bautismos se abre en 1792.
Una serie de ilustres levitas ha dirigido desde entonces los destinos de la
parroquia de Santo Domingo de Guzmán, empeñados a cual más en el
crecimiento cívico, religioso y espiritual de la creciente comunidad cristiana.

Entre ellos, por sus más destacadas obras es justo recordar al presbítero Ramón
María Soluaga, que inició el actual templo parroquial. Los sucesores lo dotaron y
embellecieron y permanentemente restauraron sus averías, entre ellas la
reconstrucción de las originales y bellas torres. Crearon obras educacionales de
servicio caritativo, entidades cívicas para mejoramiento de la población en sus
calles y en el parque principal. En ello son de especial recordación los presbíteros
Sabino Giraldo, Ángel María Gómez, Alejandro Correa, Antonio de J. Gómez quien
fue el párroco para la época de la infancia de Monseñor Jaramillo y durante largo
periodo hasta verlo ordenado sacerdote a quien llamó “el Padre de mi
sacerdocio”2.

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Kurt L. Levy en su obra “Mi deuda con Antioquia” 3, nos describe su visita al solar
nativo del Maestro Tomás Carrasquilla: “se llegaba por tren desde Medellín y
luego por carreteable desde Santiago. Paisaje pintoresco, región minera a 1770
metros sobre el nivel del mar. Carrasquilla lo apodó el “pueblo de las tres efes: feo,
frío y faldudo”; tal vez arrepentido lo exaltó como “nido de águilas”. Pueblo culto
que decía poseer la Biblioteca del tercer piso, donde sólo hay casas de dos
plantas. Santo Domingo es una cantera humana para Antioquia y para Colombia,
de familias cristianísimas, cuna de hombres ilustres en ciencias, letras y política,
académicos, Ministros del Despacho, Magistrados de las altas Cortes, oradores de
fama nacional, profesionales en diversas disciplinas, comerciantes e industriales
pioneros de la economía nacional. Escritores los más ilustres como don Tomás
Carrasquilla y Francisco de Paula Rendón, glorias de las letras patrias. Cuna de
un notable número de sacerdotes que le merecieron el titulo de “ciudad levítica”
con otros pueblos antioqueños; y entre ellos dos Obispos destacados por su vida y
obra en la historia eclesiástica de Colombia: el Obispo Gerardo Valencia y
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo. Y con toda esa teoría de ilustres hijos, como
pocos pueblos pueden contar, es un municipio subdesarrollado y con ningún o
muy discreto culto de sus propias glorias.

Hoy mismo el pueblo mantiene un delicioso ambiente de las primeras aldeas


antioqueñas: se llega aun hoy por un carreteable digno sucesor del primitivo
camino de herradura: treinta kilómetros de sendero de piedra y tierra, víctima de
las lluvias y los derrumbes de sus montañas deleznables; las viviendas humildes
bordean el sendero adornadas magníficamente con macetas florecidas sobre el
corredor que hace de frente a la casa y una paradisíaca vegetación florecida en
tonos multicolores donde predomina el sietecueros de bella floración morada.
Mientras se domina la empinada cuesta puede admirarse el majestuoso cañón del
río Porce que se desliza profundo hacia su vertedero en el Nechí Se llega a la
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plaza principal, encuadrada en lindísimos balcones de madera con balaustradas


de macana que reviven ese ambiente eglógico de la vieja Antioquia. El poblado,
de un trazado perfecto sobre la falda de la montaña en manzanas
geométricamente delineadas, de manera que su vista panorámica desde la parte
inferior muestra un modelo muy armonioso de construcción urbanística. Desde
media ladera, domina la plaza y todo el conjunto la artística iglesia parroquial, de
torres enhiestas, reemplazo de las primitivas destruidas, de bella arquitectura con
pórtico de columnas dóricas de ladrillo crudo como los muros externos: una
espectacular muestra de la arquitectura innata de los “maestros de obra”, sencillos
obreros de mampostería que sabían utilizar los materiales autóctonos para obras
imperecederas: la piedra sillar, el barro pisado de sus montañas, la tierra arenisca
para sus viviendas. Si el mármol de Carrara inmortalizó a Miguel Ángel, también
en estos despeñaderos el barro humilde fue noble materia para monumentos
cristianos. Los primeros Párrocos, y entre ellos los presbíteros Sabino Giraldo,
Marco A. Botero y Ángel María Gómez, fueron los artífices de esta magnifica
fábrica de cúpula románica y torres cuadradas de exquisita arquitectura románico
-árabe del siglo XVIII que sobresalían cuatro cuerpos sobre el techo de la Iglesia,
remembranza lejana de la famosa Giralda de Sevilla. El terremoto de 1969 las
averió de tal manera que obligó a derruirlas y fueron suplantadas por las actuales
de forma piramidal, que aunque muy esbeltas, los parroquianos aun lamentan ese
momento y extrañan la belleza y señoría de sus viejas torres como la fisonomía
propia de su bellísimo templo parroquial. Y a ese templo del noble y olvidado
caserío le cantó nuestro Obispo biografiado: “El Espíritu tiene historia para mi...
Pentecostés y ese Pentecostés me llegó a mí, niño pequeño y desvalido, en este
santo templo: aquí está la pila de mi bautismo, la pila de mi grandeza; San Juan
Crisóstomo compara la pila bautismal con la entraña materna... un día bajo mi
viejo cura párroco, ese espíritu me estremeció: era una vocación que nacía: fui al
seminario. Pasados doce años se me impusieron las manos y fui sacerdote y vine
a mi parroquia y cantaron las campanas y mi viejo cura Párroco, el Padre de mi
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sacerdocio, me acompañó en su mesa Eucarística y frugal. En mi pueblo natal me


ungieron de Jesús por la primera vez y yo fui saturado en mi miseria, en mi barro y
en mi madera del Óleo Señor, del Óleo Dios. Como el poeta cantó que en la giba
llevaban los camellos concatenizadas las pirámides de Egipto, hermanos míos, yo
llevo sobre mi mitra como concatenizadas las torres de mi pueblo. Lo que soy lo
soy por mi pueblo, por mi templo y por mi madre 4. Y la magnifica oración en el
centenario de su coterráneo don Tomás Carrasquilla: “Santo Domingo,
ciertamente no eres el más pequeño de los pueblos de estos riscos porque de ti
salió El cantor de Antioquia la agreste soberana. Salve insignificante pueblo
inmortal”5.

Tal fue la tierra natal de don Tomás Carrasquilla, “El Cervantes colombiano”, así
llamado con toda justicia; y de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, quien la enalteció
con sus dotes superiores de pastor, con sus virtudes y como testigo auténtico de
la fe de sus mayores.

EL HOGAR

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A unos 200 metros del templo parroquial, aun se conserva la casa natal de
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, ahora modificada en su interior, señalada con
una losa de mármol: “Aquí nació Jesús Emilio Jaramillo Obispo de Arauca”. Está
situada en la esquina que forma el cruce de la calle Ayacucho con la calle Zea.
“Vivía en una casita en la calle de el Hoyo que linda con el rastrojo. Sus Padres
eran muy pobres”6. En esta casa vivieron con la familia hasta su muerte.
Calle de por medio encontramos en la misma esquina la casa donde nació otro
obispo, también misionero de Yarumal y también Superior General de su Instituto;
y también célebre por su actividad en los movimientos pastorales del post –
concilio en América: el obispo Gerardo Valencia Cano.
Del matrimonio de don Alberto Antonio Jaramillo y la señora María Cecilia
Monsalve, contraído “in facie ecclesiæ” el 9 de noviembre de 1912, nacieron dos
hijos: Jesús Emilio, el mayor, el 14 de febrero de 1916 y María Rosa el 11 de
febrero de 1923. Padres e hijos todos nacieron en Santo Domingo: don Alberto
Antonio el 12 de julio de 1871 y fueron sus padres Pantaleón Jaramillo y Gertrudis
Jaramillo, bautizado por el presbítero Antonio Isaza. Doña María Cecilia nació el
20 de noviembre de 1881, hija de don Waldo Monsalve y doña Martiniana
Restrepo, bautizada por el presbítero Ángel María Gómez.
Allí mismo murieron sus padres fortalecidos por los últimos sacramentos. Ya Jesús
Emilio había sido ordenado sacerdote, que fue el gozo y el honor más grande de
sus vidas.
Don Alberto fue un sencillo artesano que ganaba honestamente el sustento del
hogar con ventas ambulantes de enseres de uso doméstico en el pueblo y en las
poblaciones vecinas. Murió el 14 de enero de 1942. La señora Cecilia, a quien
llamaban los vecinos cariñosamente “Cecilita”, fue una mujer muy laboriosa en los
trabajos de modistería y prestaba servicios domésticos a varias familias del
vecindario en el arreglo de ropas. Así entre los dos atendían las urgencias
indispensables del hogar. Sobrevivió a su esposo en una digna viudez durante 15
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años: ella fue el más puro amor de su hijo sacerdote. Mujer simple, sencilla y
piadosa frecuentaba el templo para su misa diaria y para la visita al Santísimo
Sacramento. Por su bondad y su ejemplar vida cristiana fueron siempre muy
apreciados por los lugareños.
Cuenta una testigo, que pudo verificarlo personalmente, cómo ocurrió la muerte de
doña Cecilia el jueves 5 de diciembre de 1957: Apenas salía de la casa con su hija
María Rosa para la misa mañanera, cuando sufrió un desvanecimiento, se sentó
en el umbral de la puerta y pidió a la hija un poco de alcohol para frotarse la frente.
Cuando María Rosa llegó con el remedio su madre ya había fallecido. Volaron los
vecinos por el sacerdote que le administró la absolución y la Unción de los
enfermos7.
Jesús Emilio recibió el Sacramento del Bautismo al día siguiente de nacido de
manos de su Párroco don Alejandro Correa. Siempre guardó sincera veneración
por esa fecha y por el bautisterio, recordando a San Juan Crisóstomo que
comparó a la pila bautismal con la entraña materna. Fueron sus padrinos don
Pedro Giraldo y Gertrudis Jaramillo, su abuela paterna.
Oigamos su meditación sobre el bautismo: “una vez nacidos, manchado el cráneo
del pecado de origen, fuimos regenerados en las aguas lustrales, fecundadas por
las alas del Espíritu Santo como las aguas primigenias. Fue nuestro primer
contacto con Cristo. Su mano nos quitó la escoria del seno materno que recordaba
la de los leprosos; hundió sus dedos, fuentes del ser, en nuestras orejas para que
por ellas, sin obstáculo, pasaran las ráfagas de la nueva vida y los celestes
reclamos; nos desató la lengua para ser instrumentos del Verbo y puso en ella la
sal de la sabiduría que nos saturó de cielo; ungiéndonos pecho y espalda con
bálsamo vivificador, nos dio su carácter que había de perfeccionarse por el
sacerdocio; y desde entonces nuestros labios fueron destinados para la cátedra de
la Verdad y nuestros oídos dispuestos a escuchar el “Ite et docete omnes gentes”,
y nuestras manos para sentir correr, desde el pecho, el bálsamo que las
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consagraría y penetraría de eternas fragancias, hechas cuna del Dios con


nosotros”8.
Apenas cumplía Jesús Emilio año y medio de vida, cuando recibió el Sacramento
de la Confirmación durante la visita Pastoral que entre el 7 y 9 de agosto de 1917
practicó el muy ilustre arzobispo de Medellín Doctor Manuel José Caicedo. Fue su
padrino un piadoso amigo de la familia don Benjamín Cano.

Cumplidos los 5 años recibió la primera comunión y servía de acólito a su párroco,


con la piedad y asiduidad de niño educado por tan cristianos padres.
Todos ellos llevaron la monótona y sencilla vida pueblerina de los hogares
antioqueños. El suyo brillaba por la bondad, la honestidad y la penuria, acogido
siempre a la Providencia divina y que nunca alardeó de nada ni desesperó de su
pobreza: se creyeron muy bien pagados cuando el hijo mayor manifestó su
vocación, apenas de doce años, sin reparar que fuera el único hijo varón y la
esperanza de una posterior ayuda en las necesidades domésticas.
Una religiosa veneración guardó Monseñor Jaramillo durante toda su vida por sus
padres, de quienes heredó con la humildad de su cuna las más apreciadas
virtudes que practicó siempre: la sencillez, el intimo e intenso amor a Dios y la
oración confiada; el amor a la pobreza, a ser pobre sin ambicionar nada más allá
de lo indispensable para la honestidad y dignidad de una persona. Sus padres
fueron su gloria y su corona. Así lo proclamó cuando ya Obispo estuvo en su
Santo Domingo natal para apretar más los vínculos de su mitra con su cuna y al
visitar las tumbas de sus padres en el cementerio parroquial: “aquí soy pobre de
solemnidad: en estos cofres se guardan los tesoros más grandes que tenía, aquí
esta mi Santo Domingo: aquí veo en cada bóveda los nombres de las gentes que
conocí y que me conocieron”10.

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Ya lo había dicho, con el más puro afecto, en la liturgia de su consagración


episcopal, evocando como un arúspice sagrado la memoria de sus progenitores
en emocionada plegaria: “Dios mío y embeleso mío, te pido por mis padres en la
carne: mi episcopado es una flor morada que acaba de germinar sobre su tumba,
alimentada por el abono de sus sagradas cenizas” 11.

María Rosa, la única hermana carnal de Monseñor Jaramillo nos cuenta


ingenuamente rasgos de la infancia de su ilustre hermano. María Rosa nació siete
años después de Jesús Emilio y cumplía seis al ingreso de éste al seminario; tenía
17 años al tiempo de la ordenación sacerdotal. Los dos hermanos compartieron la
primera infancia al cuidado de sus padres; luego, solamente durante las
vacaciones escolares de fin de año. Después de su ordenación, ya las visitas
familiares de Jesús Emilio eran poco frecuentes.

Asistió a la escuela urbana que dirigían los señores Rafael Giraldo y Jesús López,
maestros exigentes y de toda la confianza para las familias. Allí cursó Jesús Emilio
los grados de la enseñanza primaria con notable aprovechamiento, sin ningún
alarde de suficiencia ni orgullo.
De la vida de Jesús Emilio en los primeros años de su infancia y durante las
vacaciones escolares en su pueblo natal, ya seminarista, nos dice su hermana que
no hay situaciones de especial mención: como los niños de su época y en una
sociedad tan reducida y aislada como la parroquia, se comportó como un niño
normal, estudioso y aplicado a sus deberes, obediente a sus padres, respetuoso
de sus maestros, de muy sanas costumbres, y colaborador en la parroquia y en
los menesteres domésticos.
Ayudaba a su padre en la mercadería entre los vecinos. También los señores del
pueblo ocupaban los muchachos, fuera de la jornada escolar, en labores de
encierro de vacas de ordeño por una pequeña recompensa en dinero. Y para las
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necesidades del hogar, llevaba agua y leña de las fuentes y montes vecinos. Así
nos lo recuerdan varios señores contemporáneos y condiscípulos de Jesús Emilio.
Uno de ellos fue su compañero de escuela y luego en el Seminario, Abraham
Builes, quien según consejas pueblerinas, era un muchacho vivaracho y un tanto
travieso, líder de un grupo de sus amigos; cierto día durante una tempestad, cayó
un rayo cerca de él y fue tal el susto que cambió enseguida de conducta. Después
invitaba a sus compañeros a rezar en la Iglesia los 15 minutos a Jesús
Sacramentado, terminadas las clases de la escuela.
“Cuando a medio día nos reuníamos en las escalas del atrio, muchos estudiantes
compraban caramelos; a él yo lo veía solo, sentado a las puertas de la iglesia. Los
días libres no salía a jugar sino que se quedaba estudiando en casa. Nunca le
conocí amigos especiales”

Con el correr del tiempo estos compañeros pudieron admirar las dotes
intelectuales y oratorias de su antiguo condiscípulo. Relata don Lisandro Moreno,
que trabajando en pueblos distantes, venía a Santo Domingo a escuchar los
sermones del Padre Jaramillo, que eran extraordinarios.

El párroco de Santo Domingo fue durante muchos años el presbítero Antonio J.


Gómez, ilustre eclesiástico de la arquidiócesis de Medellín autor de interesantes
obras de historia eclesiástica. No parece que fuera muy allegado a la familia
Jaramillo en los primeros años. Pero hay constancia, por su correspondencia con
el Seminario de Yarumal, de su preocupación por esa familia en los tiempos de las
mayores estrecheces económicas que siempre soportaron; interés a que el
Seminario atendió en lo posible.
Hay que notar que el Padre Jaramillo durante su seminario, nunca se quejó o
siquiera manifestó esas estrecheces domésticas, convencido de que la
Providencia divina no abandonaría a sus padres al no estar el único hijo a su lado
por atender a su vocación. Todos lo sobrellevaron con gran sentido cristiano: su
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clara conciencia de la vocación misionera como un llamado de Dios, le indicaba


cual era su posición y su deber y fue fiel al llamado; la Providencia nunca les faltó
con lo necesario, como a la viuda de Sarepta cuya alcuza nunca agotó el aceite,
ni su tinaja la harina. Así era la fe, confianza y abandono en Dios desde su
juventud y durante toda su vida, lección aprendida de sus dos grandes ejemplos:
el Fundador y el Padre Aníbal Muñoz. Es de admirar la humildad con que el Padre
Jesús Emilio aceptó la limitada ayuda del Seminario para su madre viuda y sola,
llegando hasta mostrarse como un mendigo que agradece de corazón una limosna
que no merece (Carta a su superior de 7 de abril de 1942). Y ya Obispo dedicó
sus escasos recursos a la ayuda de sus pocos y necesitados familiares para
conseguir un techo digno, sin dejar nada para si.
Su única hermana, que acompañó a su madre hasta la muerte, consiguió trabajo
en la oficina de telégrafos en el pueblo vecino de Alejandría; venciendo muchas
dificultades logró ser trasladada a Santo Domingo y así también acompañar y
socorrer a su madre viuda y sola. (Archivo IMEY). Al morir doña Cecilia, María
Rosa contrajo matrimonio y procreó cuatro hijos y pudo apenas sobrellevar una
vida difícil, por lo vendió la casa paterna y se ausentó de su pueblo: Luego con la
ayuda de su hermano Obispo pudo adquirir una casa digna en Bogotá, donde
nunca le faltó la caridad y el amor fraterno de Monseñor: Ella y sus hijos fueron su
única familia.12
Se sabe, por declaración de testigos, que al ser elegido Obispo y sin recursos
personales, aceptó de algunos amigos objetos de valor para confeccionar su cruz
Pectoral, aunque supiera que el Instituto le suministraría lo necesario, pero no
quería ser una carga más pesada, pues su pobreza religiosa no le permitía exigirle
nada a la Comunidad así él hubiera ocupado cargos tan relevantes en el gobierno.
Para su anillo pastoral, nos dice su hermana, utilizó las argollas matrimoniales de
sus difuntos padres, que ella guardaba religiosamente.

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Todo lo anterior nos hace comprender la venal equivocación de quienes en su


muerte lo acusaron de haberse aprovechado en su favor, de dineros destinados a
otros fines.
Para 1928 ya Jesús Emilio había terminado su ciclo de instrucción primaria y por
conversaciones con el Padre Juan J. Arroyave, ya conocía la reciente fundación
del Seminario para Misiones Extranjeras que en Yarumal había fundado hacia
apenas un año y medio el joven Obispo Miguel Ángel Builes, quien llegó después
a ser proclamado como el Obispo Misionero de Colombia. El Padre Arroyave fue
uno de los cuatro primeros sacerdotes diocesanos que ayudaron a Monseñor
Builes en la instalación y primer desarrollo del Seminario, que para ese entonces
tenia 33 alumnos de varias parroquias del país; un hombre de Dios que dejó en
los sacerdotes y seminaristas la más cálida impresión de bondad y de ejemplar
vida sacerdotal.
Jesús Emilio, entonces, atendiendo a la invitación del Padre Arroyave que
despertó en su alma un impulso íntimo de ser sacerdote misionero, comunicó a
sus padres sus deseos de ingresar ese año al seminario. A pesar de ser el único
hijo varón y el mayor, sus buenos padres aprobaron el propósito: era entonces un
honor familiar la esperanza de tener un hijo sacerdote.
Corrió desde entonces entre los coterráneos la siguiente anécdota: Por esas
mismas calendas llegó al pueblo un circo de titiriteros y saltimbanquis que hacía
las delicias de chicos y grandes y rompía la monotonía lugareña: bajo grandes
carpas los circenses ejecutaban increíbles acrobacias de saltos al vacío,
columpios y equilibrio. El niño Jesús Emilio quedó admirado. Conocedor de sus
energías y posibilidades físicas pensó que inscribiéndose en esa tropa de audaces
muchachos podría inclusive cooperar en algo a la desprovista despensa familiar,
aunque ya había por intermedio del Párroco, enviado carta de solicitud a Yarumal
para ingresar al Seminario en el año escolar de 1929. los correos de entonces
eran lentos e inseguros, encomendados a “carteros”, campesinos responsables de
20

hacer llegar a sus destinos cartas y paquetes recorriendo a pie o a caballo largos y
accidentados caminos montañeros.
A la hora del circo de marras aun no llegaba las respuesta de Yarumal, que
además debía traer la promesa de un rebaja en la pensión mensual. Entre la
admiración que le producía el circo, la situación familiar y la incipiente frustración
que le punzaba el corazón por el retraso de la respuesta de Yarumal, decidió
contratarse con el grupo de maromeros que viajaban de pueblo en pueblo. Al
momento de incorporarse a su nueva actividad, cuando ya se doblaban las carpas
y se cargaban las mulas con los mágicos bártulos del circo, le llega de improviso
un mensajero del Señor Cura: “Ya llegó la respuesta de Yarumal con la promesa
del auxilio para una beca de estudio. “Las infantiles ilusiones de malabarismos se
vienen abajo y surge nuevamente el entusiasmo del primer ideal: empacaría sus
pertenencias para irse a Yarumal. Ya no se balancearía en la cuerda floja para
estremecimiento de los ingenuos pueblerinos sino que se afincaría en la seguridad
de su servicio a todos los hombres de la tierra para estremecimientos de la
belleza, la bondad y el infinito amor de Dios. Sería sacerdote misionero, también
de pueblo en pueblo, y no volatinero13.
El anuncio y el mensajero fueron para el niño como el llamado profético del
14
pequeño Samuel De una vez por todas determinó que atendería el llamado al
sacerdocio misionero mientras el mismo Señor no le indicara con igual claridad,
que su divina voluntad era otra. Así lo declaró, cuando ya novicio, pedía su
aceptación oficial al Seminario.
No obstante las limitaciones familiares, organizado ya el exiguo ajuar y con el
auxilio que para sus estudios le proporcionaba el Seminario, con la bendición
paterna se fue a Yarumal para iniciar estudios secundarios con 33 compañeros
entre ellos varios paisanos suyos. Era el 1 de Febrero de 1929.

1
21

Desde entonces sólo estaría con los suyos durante las vacaciones escolares de fin
de año, pues no había otras en el reglamento y aún éstas se pensó suprimirlas
para evitar a los alumnos los peligros de las diversiones mundanas de la navidad;
pero las dificultades económicas de un seminario en ciernes no permitieron tomar
tal determinación y más bien recomendar a Dios y a la Virgen resguardar el
entusiasmo y la vocación del ideal misionero. En los informes sobre el
comportamiento del seminarista Jaramillo, el Párroco siempre lo califica de
ejemplar, circunspecto en sus relaciones, piadoso y colaborador. Algunas veces
se desplazaba a parroquias vecinas para solemnizar las festividades navideñas
con sus buenas aptitudes para el canto y su sentido artístico musical.
También con sus compañeros seminaristas de Santo Domingo, ya notables en
número, verificaba colectas en favor del Seminario por medio de la cruzada del
Peso Anual, creada por el Fundador, con la que promovió a nivel nacional no sólo
una ayuda pecuniaria, sino que llamó la atención del país sobre el compromiso de
las diócesis y de los bautizados a favor de las misiones universales: era echar las
bases de lo que muchos años después los Romanos Pontífices declararon: la
Iglesia es misionera por naturaleza: es misionera o no es la Iglesia católica 15
Así los seminaristas pasaban esos días de descanso para reiniciar los estudios de
curso siguiente.

EN EL SEMINARIO

La vida sencilla de los dos primeros años del Seminario de Misiones se desarrolló
en la pobreza y en la oración intensa, animada con el entusiasmo por el lejano
ideal misionero y el ejemplo y fervor del Fundador. Era un grupo de apenas unos
60 niños y cinco sacerdotes.
1
22

Monseñor Heriberto Correa, compañero de estudio y amigo muy cercano de Jesús


Emilio Jaramillo nos cuenta sobre el impacto que pudo haber golpeado a los
pequeños el cambio del hogar al Seminario en condiciones tan rudimentarias:
“Realmente el ambiente del Seminario de pobreza y sencillez, que
insensiblemente nos preparaba para la futura vida misionera, no podía causar en
nosotros mayor impacto ni desadaptación, aunque indudablemente, para nosotros
los más pobres las condiciones de vida del Seminario siempre eran mejores que
en nuestras casas. El cambio del hogar paterno al internado del Seminario no
dejaría de causar impacto a no pocos de los novatos, pero providencialmente en el
equipo de formadores no faltaron unos sacerdotes que fueron para nosotros
verdaderas madres”16.
Es el momento de recordar a la inolvidable “Señorita Julia”: fue ella una dama
yarumaleña, de dignísima alcurnia; era la presidenta de la Asociación de Hijas de
María. Leemos en nuestras crónicas: “de ilustre abolengo y elevada posición
social quien desde el primer día de la apertura del Seminario se constituyó más
que proveedora en verdadera madre de los misioneros. Puede y debe estimarse
como bienhechora insigne del Seminario y su nombre será recordado y
bendecido”17. Posteriormente conformó el grupo de las señoritas fundadoras de la
congregación de Misioneras Teresitas y fue su primera Superiora General.
Continúa Monseñor Correa el relato de sus memorias: “Ya he mencionado el
comportamiento ejemplar y la inteligencia brillante de mi amigo y hermano Jesús
Emilio. Los superiores no podían disimular ni ocultar el aprecio que tenían de
aquel alumno sobresaliente”18.
Desde este primer año comienza también una serie de coincidencias
providenciales que se repetirían a lo largo de su vida, que se evidenciaron en el
encuentro y empatía con las personas más destacadas en la historia del Instituto.
Volvemos a las memorias de Mons. Correa: “Anotaría al Padre Juan J. Arroyave,
1
1

1
23

que fue quien lo trajo al Seminario; el Padre Francisco Gallego Pérez, maestro de
canto y música y director de teatro, no podía no colocar en primera línea aquella
estrella; el Padre Miguel Ángel Gallego con especiales dotes como educador” 19:
Precisamente ese año de 1929 el Obispo Fundador llamó a colaborar en la
formación al Padre Miguel Ángel maestro - sacerdote: así lo manifestó con
entusiasmada alegría al aceptar el nombramiento: “Gustosísimo empiezo mayo
Seminario de Misiones. Así alcanzo mi más bello ideal: maestro – sacerdote” 20.

Dejó profunda huella en sus alumnos durante los 15 años que estuvo en el
Seminario, hasta el día de su muerte el 10 de agosto de 1945, siendo Maestro de
Novicios: hombre de acertada psicología, profundo conocimiento de las personas
y de exquisita y práctica espiritualidad, descubrió desde el primer día en las
cualidades del seminarista Jaramillo todos los valores que fueron brillando con
modesta expresión.

Al nuevo candidato a misionero no le pasó por alto la personalidad, el empeño, la


fidelidad a la inspiración misionera del Fundador, y la dignidad ejemplar del Padre
Abigail Restrepo, cofundador del Seminario. Con qué profunda admiración se
expresaba de él cuando aludía a los primeros formadores exaltando sus
innegables virtudes: “Padre Abigail, corazón de santas audacias, el primero que
sembró las semillas abriéndose campo por entre la tupida maraña de las
incomprensiones”.
Calladamente, sin ninguna ostentación de sus muy bien adquiridos méritos se
ausentó definitivamente, el que fue piedra angular del Seminario de Misiones de
Yarumal. Sin él, posiblemente los sueños del Fundador no se hubieran realizado,
al menos en tan corto tiempo. Esa adusta figura, ese entusiasmo por la obra, ese
ir y venir de puerta en puerta para obtener el pan diario de sus hijos, esa

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24

reciedumbre de carácter, esa dignísima vida sacerdotal, impresionaron desde el


primer día de manera especial a este alumno con intuiciones peculiares sobre
cuantas situaciones vivía a diario en consecución de su ideal sacerdotal; y ello
durante los seis últimos años de la Rectoría del Padre Abigail.
No debemos olvidar que a la fecha del ingreso de Jesús Emilio al Seminario de
Yarumal, esta Institución que pretendía tener un carácter especifico según las
inspiraciones del Fundador y apenas con 18 meses de iniciada, tenía ya
claramente indicadas las orientaciones para la formación de sus alumnos.
Lo leemos en el Reglamento compilado en 1931 y revisado personalmente por el
Fundador, con exquisitas anotaciones de su puño y letra.
Es necesario conocer algunas para tener una idea clara de lo que debían ser los
futuros misioneros y quiénes serian sus formadores: no son decisiones tomadas al
vuelo sobre la marcha, son el cuadro de referencia desde el origen para evitar que
en adelante se desvíe y tome orientaciones paralelas o diferentes. En este clima
espiritual e intelectual se formaban los misioneros:
FIN: “El Seminario de Misiones tiene por fin preparar los jóvenes que deseen
consagrarse al servicio de las misiones entre infieles y semisalvajes y misionar los
campos de Colombia y la América meridional, primero, según la voluntad de N.
Santísimo Padre Pío XI al aprobar la Institución; y donde quiera la S. Sede,
después.
No se admiten en el Seminario alumnos que vengan con el fin único de
educarse en él o con ánimo de hacerse sacerdotes seculares.
No. 16. Siendo el ejemplo el mejor maestro de disciplina, los Padres se ceñirán
más estrictamente que los alumnos a las reglas que garantizan el orden y la buena
marcha del Seminario.
Harán la meditación y asistirán al examen particular y a la oración de la noche con
los alumnos.
Cada Padre está obligado a dar cuenta al Prefecto de disciplina de las faltas que
note en los alumnos. En caso de falta grave avisará inmediatamente.
25

N. 54. “Fortiter et suaviter”: es el alma de una perfecta disciplina que forma la


voluntad sin condescender con sus caprichos. Los superiores deben portarse con
los alumnos como Padres para con sus hijos.
N. 104. El profesor baje hasta la inteligencia del alumno sin pretender que el
alumno suba de una vez a la del profesor.
N. 110. Jamás se pondrá a los alumnos ninguna lección, en ninguna materia, sin
que se la haya explicado antes el Profesor.
N. 172. Los destinos del sacerdote misionero presuponen en él dos cualidades
que ha de poseer en grado sumo: ciencia y santidad.
El campo del saber es ilimitado y en la perfección espiritual jamás podemos decir:
“basta”.
N. 193 y siguiente: A imitación de S. Pablo que se gloriaba de ganarse el pan con
el trabajo de sus manos, ningún arte debe ser extraño al misionero ya que éste
será un gran medio para ganar almas.
Habrá clases de agricultura y artes y oficios: carpintería, peluquería;
construcciones y cantería; dentistería, encuadernación, construcciones y
tipografía: con teoría pero se dará preferencia a la práctica. Y artes liberales:
escritura, música, pintura, fotografía. Todos los días habrá clase de canto y teoría
musical, (gregoriano y figurado). Las veladas literarias que pueden contribuir
poderosamente al cultivo del espíritu y son un solaz para el mismo.”
A propósito, el 3 de julio de 1931, el Padre Francisco Gallego Pérez, Prefecto
general, creó e inauguró la Academia Literaria Santa Teresita (posteriormente
llamada San Francisco Javier) que fue sin duda la actividad que impulsó y
desarrolló felizmente el cultivo de las bellas letras y de la música clásica y popular
entre los Misioneros de Yarumal y produjo obras y piezas literarias y musicales de
verdadero valor artístico.
Y estas cuatro normas imposibles de omitir en esta memoria.
N. 204. No es suficiente estudiar durante el tiempo del Seminario. Es preciso ante
todo cobrar amor al estudio y adquirir el hábito de estudiar.
26

N. 215. Se señala el Pensum de cada año de humanidades. Y nos trae una


preciosa anotación: Nuestra vocación de misioneros nos obliga a tener un
conocimiento profundo y práctico de la Geografía e Historia actuales. Hemos de
conocer a los hombres, sus costumbres, sus gustos y donde habitan para ir a
buscarlos y poderlos ganar para la causa de Dios. Las estudiaremos con interés
mayor, si es posible, que las demás materias secundarias.
Daremos también grandísima importancia a las lenguas extranjeras en especial
del inglés y del francés, y el latín. Es obligación hablarlas y escribirlas: en la clase
se hablará y escribirá siempre en la lengua que se estudia 21.

El nuevo alumno se distinguió por la dedicación al estudio y la oración y por su


responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes, cualidades que cultivó durante
toda su vida. No exageramos al declarar que destacó entre sus compañeros
siempre por lo serio de sus reflexiones; lector empedernido de buenos autores que
analizaba agudamente. Los artículos literarios que escribía ya desde el Seminario
Menor, en desarrollo de sus tareas escolares parecen de una persona mucho más
avanzada en el buen decir: de aquí que fuera el pequeño orador en las
festividades y en las faenas académicas, con lucidez y deliciosa sencillez. Ya
empezó a mostrar el amor entrañable por la admirable obra Misionera que fue su
Seminario, uno de sus grandes amores y al que se consagró sin condiciones. Y
así, sin buscarlo, alcanzó a ser una de las más puras glorias del Instituto
Misionero.
En los aciagos años primeros de la existencia del Seminario de Misiones de
Yarumal, lo único que no escaseaba eran las necesidades y la penuria: en ese
crisol purificador que encendía la humildad, la fe, la pobreza, el trabajo, se
formaron desde niños estos primeros misioneros: trabajo, oración y amor
integrados al ideal, lejano en el tiempo, pero ya vivido en el alma.

2
27

Los seminaristas eran los obreros, ¿qué más se podría hacer? Y el seminarista
Jaramillo con su menuda humanidad y su caminar siempre acelerado, iba y venia
alegre con todos atrás de su carretilla como el mejor obrero, sin demostración de
flojera ni desánimo: construía su casa, la casa de su ideal movido por el amor a su
Señor: “Si el señor ni construye la casa, en vano se fatigan los obreros” 22.

Nos relata el Padre Abraham Builes recordando esos años: “Yo había formado
una comunidad llamada de la Santísima Trinidad para bregar a ser mejores y dar
ejemplo bueno. Nos reuníamos en los paseos de día entero: El era uno de la
comunidad y así fue devoto de la Santísima Trinidad. En los recreos era uno de
23
los que más corría y por eso los otros jugadores le tenían miedo”.
Su descanso preferido fue sin duda la oración y la lectura de los mejores autores
cristianos. Nunca abandonó esa costumbre descollante: siempre la oración en la
boca, la alabanza en su alma, un rosario en la mano y un libro ante sus ojos del
cual hacía destilar lo mejor, cada vez que enseñaba.

Eran los años maravillosos del nacimiento del Seminario de Yarumal. Y ese
ambiente rural donde se aspiraba el olor del campo y se contemplaban los
espléndidos horizontes montañeros, saturó sin duda el alma de este hombre, de
verdad predestinado, siempre fiel a los dones de Dios que tuvo la fortuna y la
gracia sobrenatural de comprender, cultivar y asimilar en su espíritu: parece que
fue grande desde pequeño.

2
28

SE PREPARA AL SACERDOCIO

Comienza ahora la etapa definitiva de sus decisiones vocacionales. Los estudios


superiores en los Seminarios, más que un Pensum escolar, eran sobre todo
directivas para la profundización de un proyecto de vida que mira totalmente a la
integridad sacerdotal: la perfección de la vida cristiana que lleve a la santidad y
sirva así al ejercicio de la evangelización. Y tratándose de un Seminario de
Misiones “ad gentes” incluía necesariamente una fuerte decisión de entrega,
trabajo y disponibilidad, además de una claridad meridiana sobre la finalidad y
carisma del Instituto. Esta preparación incluye 3 momentos indispensables e
29

insustituibles: los estudios filosóficos, el Noviciado y el estudio de las Ciencias


Sagradas: Dogma, Moral, Derecho Canónico, Pastoral y Sagrada Escritura.

A. Curso filosófico
Al iniciar los estudios de Filosofía los alumnos vestían la sotana clerical, en una
sencilla liturgia de inducción a sus nuevos compromisos: la debían llevar siempre.
Y como un distintivo de Misioneros de Yarumal portaban sobre el pecho un
crucifijo de cruz trebolada, que se impuso desde 1935, con ocasión de celebrarse
en Medellín el II Congreso Eucarístico Nacional, acontecimiento que hizo época en
las crónicas eclesiásticas de ese tiempo: así se institucionalizó el hábito propio de
los Misioneros Javerianos y ello exigía un especial comportamiento clerical: los
seminaristas lo llevaban con orgullo por expresar que se sentían llamados al
servicio misionero.
Para 1934 determinaron los Superiores que el año de Noviciado se realizara
después de los estudios de Filosofía, seguramente para lograr una mejor madurez
sicológica en los Aspirantes. Por tal motivo, los alumnos del último año de
secundaria y tercer grupo que ingresara al Seminario debieron revisar sus
aspiraciones: no irían al Noviciado como sus compañeros de los dos grupos
anteriores: con estos, recién profesos, cursarían dos años de Filosofía, antes de
dedicarse como novicios a una profunda reflexión sobre los compromisos
misioneros.

Para comienzo de este año escolar 1934, ocurren algunas novedades que
influirían decisivamente en la personalidad que iba perfilándose en Jesús Emilio
Jaramillo. El Cofundador y recio baluarte del nuevo Seminario, el Padre Abigail
Restrepo, después de ocho años de infatigables trabajos para consolidar la gran
obra y suprema aspiración de su Obispo, renunció a su cargo de Superior y se fue
a la Parroquia de Remedios.
30

En su reemplazo ocupó la Rectoría, que en esos años equivalía a ser el Superior


de la Comunidad, representante directo del Obispo Fundador, el Padre Francisco
Gallego Pérez hombre intuitivo, virtuoso de las buenas letras, emprendedor y
práctico como buen antioqueño: fue sin duda un mecenas, ejemplo y maestro de
una generación de literatos que proliferaron en el Instituto a partir de la fundación,
aun en los albores del Seminario, de la Academia Literaria: “quien nos dio en las
venas del espíritu su incomparable optimismo” (Discurso de gratitud el 3 de abril
de 1952). Ya cuando Jesús Emilio ingresó en 1929, el Padre Gallego fue su
Prefecto de disciplina.
Leyendo el admirable discurso del Padre Jaramillo, cuando el Padre Gallego fue
creado Obispo el año 1953, entendemos en qué fragua se labró el espíritu y desde
cuándo, de este alumno atento siempre a seleccionar lo mejor para realizar su
proyecto de vida: “Tomad a cualquiera de los Misioneros aquí formados: el cerebro
inculto se pobló de ideas como un desierto que reverdeciera; la lengua amarrada
por la ignorancia se desató en cascadas de divina sapiencia. ¿Lo veis? Es vuestra
obra. En todas partes se habla de Vos con voz vital. ¿Vale ese misionero por su
ideal? ¿Y quién sino Vos prendió en asocio de preclaros varones esta antorcha en
el espíritu para iluminar la vida? Porque nadie olvidará que os asimilasteis las
ideas del Fundador iluminado y que llevasteis el Seminario cosido al ser hasta la
casi física identificación. ¿Vale por el acopio de conocimientos y los esfuerzos por
decir la verdad en cláusulas menos ingratas al oído? ¿Y quien sino vos le dio el
gusto de los períodos clásicos bebidos en las fontanas frescas y transparentes de
los mejores autores latinos y españoles que saben decir las mejores cosas en el
mayor equilibrio de las facultades estéticas, de manera que recuerdan la reposada
consonancia de los atributos divinos?
¿Tiene amor al Seminario? ¿Y no fuisteis, acaso, maestro consumado de tal
asignatura hasta crear en los alumnos el afán proselitista que multiplicó las voces
bajo estos techos providentes? ¿Tiene amor al Seminarista? No lo aprendería de
31

Vos que cuidasteis de los niños de ayer con cálido amor materno, nutristeis sus
almas, vestisteis sus cuerpos, jugasteis con ellos y hasta llevasteis la bendición de
vuestras manos rotas como las de un crucifijo, a sus humildes hogares invirtiendo
hasta los escasos estipendios de las misas? ¿Es optimista en las luchas de la
naturaleza y de los hombres? No se animará con el recuerdo vuestro que os
llamasteis timonero de una nave cargada de esperanzas navegando por mares
inciertos, fija la pupila en la brújula de la Divina Providencia y llenando el aire ocre
de sal con cánticos de juvenil y porfiada alegría? ¿Sabe florecer y perfumar
siempre bajo las peores inclemencias? ¿No lo aprendería de Vos que os
llamasteis una vez limonero cargado perennemente de azahares?
Por todo ello necesitamos decir muy alto nuestro agradecimiento. Bien está, por
tanto, Excelentísimo Señor, que la mitra ciña vuestra frente en la que ha vivido el
ideal del Seminario; que la cruz escondida del corazón se haya salido al exterior
convertida en diamantes y que el báculo os sustente, Pastor de almas, que
apoyasteis un día la briosa niñez de este Instituto “ 24
Retirado el Padre Abigail y constituído Rector el Padre Gallego, ya el Fundador
había escogido, con ojo escrutador y certero quién llenara el inmenso vacío en la
orientación de su obra. Un sacerdote que dos meses antes había ordenado: el
Padre Aníbal Muñoz Duque, sería a partir de enero de 1934, el Prefecto de
disciplina como quien dice el tercero en esta humilde “jerarquía” que moldeaba
una obra de inconcebibles proyecciones. Ni su juventud, ni su inexperiencia de
neosacerdote tuvieron tiempo de hacer escuela: llegaba a un puesto de comando
que no permitía dilaciones y el Padre Aníbal lo asume con decisión, la misma que
demostró, seguro de la Providencia Divina que todo lo dirige para el bien. Cuando
apenas ordenado, su Obispo le pregunta: Padre Aníbal: ¿quiere ir a una parroquia
o al Seminario de Misiones? Y la respuesta es tajante: “Yo no me ordené para
escoger puesto, Ilustrísimo Señor, sino para ir a donde su Señoría me mande”. Tal
fue la verticalidad de su persona toda la vida. Y se fue a Yarumal. El Padre Aníbal
2
32

al poco tiempo de retirarse del Seminario el año 1950, fue promovido al


Episcopado, luego arzobispo Primado y tercer cardenal de Colombia.
Como el Padre Gallego, el Padre Aníbal tuvo una profunda ingerencia en la
formación del seminarista Jaramillo. Su correspondencia a partir de la ordenación
del Padre Jaramillo, nos permite intuir una delicada relación con quien además de
ser su superior en el Seminario y luego en el ministerio, fue su guía y confidente
espiritual.
¿Cuál fue la influencia del Padre Aníbal en el Seminario? Oigamos dos conceptos
los más autorizados sobre él. Al ser preconizado Obispo, su gran amigo y
compañero de trabajo en el seminario, Padre Francisco Gallego Pérez decía: “Mal
puedo callar ahora: Poco fuerais vos, Señor, sin la grandeza de vuestro corazón
que deja entre nosotros el zumo dulce y cargado de lo que puede dar el alma: la
amistad, la capacidad de afectos y consagración devota, el hábito de servicio, el
deseo de hacer el bien, la lealtad sin eclipses, el don de consejo, el afán solícito.
No fue, acaso, todo ello lo que entregasteis con vuestra juventud y vuestra vida en
la gigantesca realidad de vuestro y nuestro Seminario de Misiones, cifra de
vuestro celo, definición de vuestra personalidad apostólica, acariciada verdad de
vuestros sueños, sello de vuestro espíritu y huella clavada en la piedra de vuestros
sacrificios? Cerebro y corazón, acción y afectos, pausado pensar y voluntad de
hacer el bien, metódico rumiar interior y sentido fogoso del laborar incesante: qué
bella conjugación de una vida”25.

Estos dos hombres que ahora responderían del Seminario, fueron hombres de
alma e inteligencia superior, amigos en el más noble sentido de la palabra, que
asumieron de una vez por todas la obra misionera de Monseñor Builes en toda su
trascendental dimensión.
Y Monseñor Roberto Giraldo, también formador en Yarumal, amigo muy cercano
del Padre Aníbal y Vicario General de la Diócesis, dijo en la misma oportunidad:
2
33

“Con paciencia, con abnegación, con hondo espíritu sobrenatural el Padre Aníbal
toma las almas de los seminaristas, cada alma, como si fuera el sólo campo y el
objetivo de su misión y realiza en ella con pasmoso éxito la obra de San Pablo,
“Formar a Cristo”26.
Eso es lo que recibe y asimila, como centro y fundamento de su proyecto vital, el
seminarista Jesús Emilio Jaramillo, en este importante momento de su formación
sacerdotal, la etapa de sus estudios filosóficos.
Que no olvidó esa bendita influencia de sus Rectores lo manifiesta en su
correspondencia posterior al Padre Aníbal. “Padre mío, reciba un abrazo que le
envío y no olvide: fui su hijo espiritual, ¿lo recuerda? Su Reverencia conoce mi
alma: no me la deje sola por aquí sino dígnese alimentarla con los consejos de
otros tiempos.27 Y el mismo Padre Aníbal en la comunicación del primer
nombramiento, luego de la ordenación sacerdotal:” En una palabra: sea santo por
sobre toda consideración, siga considerándome como su padre, aunque su unción
sacerdotal lo haya hecho ya nuestro hermano. Es imposible, mi querido Padre,
olvidar estos vínculos de paternidad que Dios ha fundado entre ambos. Con gran
cariño recuerdo que en un tiempo pude conocer su alma y encaminarla a Dios. Mis
deseos son los mismos de ayer y espero no quedar defraudado en las esperanzas
que Dios tiene respecto a usted: Santo y mil veces santo. “ 28

Tal era el ambiente que se respiraba en la naciente Comunidad del Seminario de


Misiones: tal el líquido vital donde se gestaba la nueva generación, tal la matriz
fecunda en genes de santidad; tal el cálido amor materno que encendió el celo
misionero heredado de tales padres.

Estas manifestaciones se leen con íntimo fervor: son las mismas expresiones de
los grandes Fundadores y Padres de la Iglesia. Más que las lecciones de filosofa
2
2

2
34

y teología, ellas crearon una generación misionera que debía crear a su vez
auténticas familias y comunidades de verdaderos hijos de Dios.

Desde entonces esas tres almas se fundieron en una singular empatía,


sencillamente porque descubrieron mutuamente sus íntimos valores humanos y
sacerdotales: los formadores encontraron en el seminarista la persona superior
que ya despertaba en una prematura eclosión y siempre lo tuvieron como el
mejor. Sería necesario conocer la biografía de estos dos sacerdotes, su
personalidad y su paso por la historia eclesiástica de Colombia para comprender
lo que pueda significar el aprecio por su alumno Jesús Emilio Jaramillo y a su vez,
por qué éste comprendió que había descubierto un filón riquísimo para todo lo que
necesitaba su vocación misionera.

De estos dos años de estudios filosóficos, dice, su compañero Monseñor Correa,


“El brillante estudiante de humanidades del quinquenio 1929 – 1933, no aflojó un
ápice al iniciarse en el seminario mayor y seguían a la par el rendimiento
académico y el progreso en la madurez vocacional y la autenticidad de la virtud” 29.
La filosofía escolástica era de obligatorio estudio y el tomismo la norma filosófico –
teológica de la Iglesia. No es por tanto de extrañar que una mente tan abierta a la
lógica; a desentrañar los misterios del saber, a la búsqueda de la verdad y de la
necesaria relación entre fe y razón, se sintiera absorta ante la obra de Santo
Tomás de Aquino, el Angélico Doctor, en la cual bebió la sabiduría greco- latina,
las enseñanzas de los Padres y doctores de la Iglesia y la recta dialéctica para
hacer relucir las verdades de la Revelación cristiana; y consolidó así en definitiva
su pensamiento filosófico.
Cuando leemos su tesis doctoral, sobre el espinoso tema de la libertad de Nuestro
Señor Jesucristo según la doctrina de Santo Tomás” además de lo original de su

2
35

pensamiento, nos encontramos con un heredero verdaderamente aventajado del


sistema, la clara visión y la profundidad del discurso del Aquinate.

Cada día escaló posiciones mejores entre sus compañeros y superiores, sin nunca
perder su innata sencillez y su determinación de permanecer oculto sin ocultar sus
capacidades. Sus dotes de escritor y orador eran innegables; sus estudios y
ensayos literarios ciertamente deslumbraban, la seriedad de su pensamiento y su
consagración a los estudios más serios y profundos fue de todos reconocida.
Monseñor Heriberto Correa ya varias veces citado aquí como testigo de mayor
excepción, nos cuenta que para el II Congreso Eucarístico Nacional el año 1935,
celebrado en Medellín, en un solemne acto académico convocado en el Seminario
Conciliar se asignó a los Misioneros de Yarumal un trabajo filosófico sobre la
Eucaristía; los superiores no dudaron en encomendarlo a Jesús Emilio, apenas
estudiante del segundo curso de Filosofía. La profundidad de su disertación y la
lucidez de su estilo hizo que nuestro Seminario, que por primera vez se
presentaba ante el país en un evento de esa altura, quedará tan bien calificado, si
30
no por encima, sí a la par de los mejores”
Juzgo que este bienio filosófico fue sin duda el fundamento de su personalidad
intelectual y espiritual. Su natural inclinación al estudio e investigación, no superó
sino que reforzó su intención primaria de dar una base sólida a su formación
sacerdotal y misionera. Sus clases y conocimientos filosóficos, siendo como
fueron tan atractivos para él, lo fueron más los ejemplos, orientaciones y la
cercanía espiritual con los sacerdotes formadores. Y ello fue sin duda el manantial
del que sorbió su identidad sacerdotal.

B. Novicio

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Por las nuevas normas del Seminario, a partir de 1934, los aspirantes ingresarían
al Noviciado una vez aprobado el ciclo de dos años de Filosofía: era necesario una
formación más sólida y un mejor conocimiento de la Comunidad, que por entonces
se le llamaba Seminario de Misiones, Pía Unión o Consociación de Misioneros de
María Inmaculada y san Francisco Javier. Desde la primera experiencia de
Noviciado en 1932 y durante muchos años posteriores, el de los Misioneros de
Yarumal no se diferenció del Noviciado canónico de los religiosos. En las
Constituciones se aclaraba que aunque la Institución no fuera en su naturaleza
canónica una Congregación religiosa, los misioneros vivían “ad instar
religiosorum”: como si fueran religiosos. Era una respuesta al consejo del Papa
Pío XI, al Fundador: “que si no son religiosos al menos que vivan en comunidad”.
Era pues claro que no serían del clero diocesano, sino de connotaciones
claramente comprendidas y asumidas en lo que respectara a su formación, su
espiritualidad y su ministerio misionero, bastante exigente por su misma
naturaleza.
Un año completo de profundización espiritual en la escuela de San Ignacio de
Loyola: es innegable que el Fundador de los Misioneros de Yarumal, veía en san
Ignacio y en sus religiosos, uno de ellos el titular, patrono y ejemplo de sus
misioneros, una norma de vida consecuente con su inspiración misionera. Los
famosos Ejercicios de San Ignacio se hacían sin omitir las directrices del gran
Fundador de la Compañía de Jesús, durante cuatro semanas, con acentuado
énfasis en la elección de estado y una obediencia sin condiciones expresada en la
disponibilidad permanente para el servicio misionero: en cualquier parte del mundo
a voluntad de la Santa Sede. Para ello se tendría que asumir a fondo la naturaleza
misionera del Seminario y sus exigencias.
Ya desde los primeros Reglamentos, exigidos y revisados personalmente por el
Fundador, se aclaraba que los alumnos que ingresaran, debían tener muy claro
37

que el Seminario será para las Misiones; y que si otra razón tenía su ingreso,
31
debían buscar otro Seminario

Año de total aislamiento de los demás seminaristas y de la familia. Silencio,


oración y penitencia crearán el espacio suficiente para conocer y aceptar el
Instituto: las constituciones, la historia y persona del Fundador, la historia del
Instituto que ellos mismos estaban escribiendo y legando a posteriores
generaciones, la Misión y la razón de ser de los misioneros de Yarumal al que se
entregarían el día de su “Profesión”: la emisión de la Promesa jurada de
obediencia, que los constituía miembros activos del Instituto.

El 6 de enero de 1936, cruza Jesús Emilio el umbral de la casa Noviciado, en la


nueva edificación levantada en el viejo asentamiento de “Contento”, cuna del
Instituto. Y al entrar se topa nada menos que con el Padre Alfonso Restrepo, aquel
sacerdote a quien correspondió recibir los cinco primeros aspirantes el 3 de julio
de 1927, día de la inauguración del Seminario de Yarumal y que había sido el
maestro de Novicios de los dos primeros grupos en 1932 y 1933.
De una espiritualidad proverbial entre el clero diocesano y quien echó las bases de
la fe en la Providencia y de la necesidad de la santidad personal en los misioneros
del nuevo Instituto, el Padre Alfonso es un personaje único en nuestra historia.
Allí en el Noviciado para vivir un año entero de la espiritualidad del profundo, para
desentrañar el filón del celo apostólico del Obispo Fundador, para solazarse en las
místicas intimidades de Dios, supremamente amado y deseado, se encontrarán
esas dos almas: la era fértil y el sembrador afanoso, “el celoso guardián de la
heredad” (Mat. 25,21). La espiritualidad de Monseñor Builes es filón riquísimo de
un maestro de espiritualidad y de un patriarca y padre de la Escuela para santos
misioneros, mandato que recibió del Santo Padre Pío XI cuando le pidió su

3
38

bendición para su naciente seminario: “Hágame misioneros santos o no me haga


nada” 32
Porque para llevar el Reino de Dios a los infieles se necesitan santos más que
expedicionarios. Y esto ya empezaba a dilucidarlo el recién novicio y en él,
empezaba a descubrirlo el Maestro.

Con el Padre Alfonso, aconteció a Jesús Emilio, algo muy semejante a su


encuentro con los otros sacerdotes que al fin se constituyeron el modelo de su
proyecto sacerdotal y espiritual.
Dos almas de marcada inclinación a la contemplación del amor de Dios, única
razón de su vocación a la obra salvífica del hombre. Al Padre Alfonso lo describe
así su condiscípulo y además ilustrísimo Vicario General de la Diócesis, Monseñor
Jesús María Urrea: “Tú naciste, Padre Alfonso, predestinado al Altar, ¡qué
vocación la tuya tan cierta! ¡Qué dignidad en el porte, qué señorío sin afectación,
qué humildad sin bajeza! ¡Qué convicción la tuya de portarse siempre como
“hombre de Dios”, “dispensador de sus misterios”! Bebiste la verdad divina en las
claras fuentes del gran teólogo y santo varón, Padre José Tressel… Y vino
después el ministerio edificante: ¿Cuándo te tentó la ambición del dinero? Jamás.
Fuiste un inconsciente de tus grandes dotes. Qué delicadeza de conciencia. Y qué
amable con todos. Nunca te oí murmurar. Tu obediencia nunca tuvo crisis. El
Nechí, surcado en frágiles canoas y sus aguas hasta el remoto Guamocó, fueron
tus caminos; y chozas primitivas con abundantes alimañas y asediadas de
serpientes te sirvieron de habitación y Templo. Pero nunca ni una queja salió de tu
boca, ni se vio un esguince que indicara el deseo de ser promovido. Y luego
Remedios y Segovia con los vicios y valores propios de pueblos calentanos y
mineros. Entre tanto se operaban en tu alma espirituales ascensos y con el
estudio y la oración llenabas largos y ardorosos días…. Maestro de Novicios del
que había llegado a ser el floreciente Seminario de Misiones Extrajeras de
3
39

Yarumal, de tu escuela salieron celosos Prelados, prudentes Superiores


Generales, y una brillante teoría de sacrificados misioneros…. En Barranquilla,
lejos de tu familia. de tus “libres montañas”, el 5 de agosto de 1964 voló tu alma al
seno de Dios: tu entierro fue sencillo como toda tu vida en el cementerio de los
33
pobres. Tus haberes eran unos apuntes y tres o cuatro libros”.

Leyendo este impresionante retrato del Padre Maestro pincelado por su amigo
entrañable y condiscípulo Monseñor Urrea, es imposible no ver trasmitidas, como
por ósmosis, en el discípulo, las mismas virtudes y una compenetración profunda
de espíritus. Pero además, deja claro que el Fundador no escogió para formar sus
primeros misioneros, así fueran escasos, sino a sacerdotes con segura
experiencia pastoral y de ejemplar vida sacerdotal.
Tal era la Escuela de Misioneros que le inspiraba su carisma.
El seminarista Jaramillo había alimentado su inicial vida espiritual impulsada
desde el hogar y el ejemplo de sus Párrocos en sus estudios tanto de
humanidades como los de la filosofía Aristotélica y Tomista: no alimentaba una
devoción de simple cristiano observante; arraigó todo su complejo espiritual en las
sólidas bases de la razón y de la búsqueda de la verdad, la gran verdad que es
Dios: la patrística, la analítica tomista, la lógica aristotélica constituyen un plinto
inconmovible que lo proyectó a profundidades espirituales. La teología Ascética y
Mística apoyada en la espiritualidad francesa del siglo XVIII que su Maestro
aprendió en la Escuela de San Juan Eudes y del Oratorio del Cardenal de Bèrule y
ponía en sus manos y en su corazón las elevaciones de San Juan de la Cruz y de
Santa Teresa de Ávila (que además de su doctrina embelesaban con los mejores
pasajes clásicos de la literatura española), hicieron las delicias del Novicio que
adoleció de un irresistible ímpetu por todo lo que transmitiera la belleza y la
verdad. Todo el bagaje intelectual que había allegado en sus años anteriores y
aprendido de sus formadores, ahora lo complementaba este amplio espacio de
3
40

contemplación en el Noviciado. Es notable que en todas las determinaciones de su


vida espiritual y sacerdotal, exprese que se basan en convencimiento “de mi
mundo racional y espiritual”.

Fue un Noviciado vivido con íntimo gozo y con excepcional responsabilidad. Al


principio de este año Noviciado, escribe al Padre Fundador:
“Yarumal 30 de abril de 1936
Excelentísimo Señor,
En presencia de la Beatísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, declaro: que
habiendo comprendido, en cuanto mi miseria ha sido capaz, el amor infinito de
Dios para conmigo, deseo pagárselo del modo más perfecto. Y como la manera
más perfecta consiste en mi mayor santidad; y estando esta en mi mayor
semejanza con Cristo; y siendo el estado religioso, sacerdotal, misionero el que
más me asemejará al Verbo hecho carne, deseo abrazar la comunidad de S.
Javier y María Inmaculada para publicar las maravillas de Dios. Por tanto, quiero
fielmente, confiado en las tres Divinas Personas que inspiran mi deseo, cumplir las
Promesas de esta Pía unión.
Declaro ser mi determinación firme, estudiada a las luces de la fe y la razón. Por
eso, como deseo hacer la voluntad de Dios, seguiré otro estado, si en el futuro, su
Divina Majestad se sirve mostrarme otro camino. Hermano, Jesús E Jaramillo
M.”34

Esta solicitud de admisión como misionero del Instituto delata la profunda reflexión
con que compromete su vida y cómo esa vida va iluminándose con las más claras
luces de la Teología ascética y mística, que desde ya constituyen el centro de su
espiritualidad cristiana: el misterio profundo y embelesador de la Santísima
Trinidad, misterio insondable de Dios y de su Verbo Encarnado que será el
distintivo del Novicio, del estudiante de Teología, del sacerdote y del obispo.
3
41

No hubo en adelante otro tema tan obsesionante ni en su meditación, ni en sus


estudios y cátedra de Dogma como su interioridad con Dios, que no por ser tan
humilde y cuidadoso de conservarla oculta, destilaba en todas las actitudes de su
vida y brillaba como luz sobre el candelero, ardorosa y crepitante.

No dejó notas personales escritas. Nunca lo quiso hacer. Solamente en octubre


de 1972 inició un manuscrito que contiene 35 cortas meditaciones con esta
introducción: “Dios y Señor mío. Hoy 20 de octubre de 1972, empiezo a escribir los
pensamientos y sentimientos que broten de mi alma bajo el soplo de tu
inspiración. No escribo por vanidad ni por el deseo de dejar algo para que a mi
muerte, pueda ser publicado. Esta es la peor vanidad póstuma. Nunca en mi vida
he sido amigo de escribir el diario de mi vida”. La última la escribió el 11 de Junio
de 1987: “El hombre frente a Dios”.
El 3 de diciembre fiesta litúrgica de San Francisco Javier, gran misionero y
Patrono, cuyo nombre nos distingue como Misioneros Javerianos de Yarumal, ha
sido, en nuestra historia el día clásico para la emisión de la Promesa Jurada de
obediencia, que nos incorpora canónicamente al Instituto.
Muy bien podríamos descubrir sin temor a equivocarnos, habiendo sido testigos de
su vida, y a la distancia de más de 70 años, la emoción, los sentimientos, la
seriedad, responsabilidad y entrega en este momento solemne de su compromiso,
del hasta entonces novicio Jesús Emilio Jaramillo. Me viene espontáneamente a la
memoria el pensamiento que alguna vez leí y nunca olvidé: “El amor no tiene sino
una única palabra que diciéndola siempre no la repite jamás”.
Era el 3 de diciembre de 1936.
En ese momento no había mucho qué decir y nada qué agregar a la fórmula del
compromiso: una vida religiosa en comunidad y la decisión de entregarse “ad
vitam” al servicio misionero que debe brillar por el “celo de la salvación de las
almas, ardentísimo hasta el sacrificio” como distintivo del Instituto 35. En un
3
42

precioso Manual escrito por orden del Fundador por el primer Rector Padre Abigail
Restrepo ya en el año de 1931, en el no. 237, leemos: “El misionero no es suyo,
es a ejemplo de San Pablo, “todo para todos”. Para él no debe haber distinción de
climas, ni circunstancias de tiempo, ni estaciones, ni día, ni noche. Su única
preocupación ha de ser salvar las almas, cueste lo que cueste” 36

Esta fue la fórmula de su Profesión como Misionero: Oh Jesús de mi alma, yo


Jesús Emilio Jaramillo, aunque indigno hijo vuestro, apoyado en vuestra infinita
bondad y bajo el amparo de María Inmaculada, San Francisco Javier y Santa
Teresita del Niño Jesús, y animado del más vivo deseo de santificarme, propagar
vuestra gloria y salvar las almas, me consagro enteramente a Vos y formulo a
vuestros pies la Promesa jurada de obediencia según las Constituciones del
Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal, al cual quiero pertenecer y cuyas
37
obligaciones me propongo cumplir fielmente”.

Los dos, el misionero y el Señor, lo sabían en todos sus detalles y no había más
que hablar. Ya sabían que allí empezaba la eternidad del mutuo amor, que lo que
no es eterno no es nada y que la vida vale en cuanto se entrega sin condiciones al
Amado. Eso lo aprendió Jesús Emilio de sus maestros espirituales, eso lo heredó
del Santo Fundador con quienes se sintió identificado. Tal era el resultado de sus
meditaciones y de su resuelta voluntad de no desertar del amor y de la amorosa
voluntad de Dios. Así, en el cenit de su vida, ya obispo, pudo escribir como un
místico colofón de sus aspiraciones. “En mi vida personal, Cristo ha sido mi única
opción. El ha sido mi única actitud. Mis grandes decisiones se han tomado por El.
En este ocaso vital El es mi esperanza.
Lo fundamental de mi vida es Cristo, lo otro es accidental: trabajar aquí o allá, con
estas o con aquellas personas, en este puesto de categoría inferior o superior

3
43

según el criterio humano. Lo importante, lo definitivo, lo absorbente es El. He


aprendido por mi intensa experiencia interior que ser cristiano no es un estado que
se realiza en un instante, es una tensión de toda la vida. Nunca se estará
satisfecho de ser lo que se es. Ser cristiano es llevar en el alma una sed
incansable de superación. Sólo seré el cristiano que ambiciono cuando termine mi
peregrinaje y cuando pueda ver a mi Dios y a su Hijo “como son”. Entonces ya
quedaré radicado por eternidades”. 38

C. Estudios teológicos

La tercera etapa de su formación sacerdotal en el Seminario la constituyen cuatro


años de intenso estudio de la Sagrada Teología: Dogma, Patrística, Sagrada
Escritura, Derecho canónico, Teología Moral. Ahora no sólo era la filosofía
escolástica y las disquisiciones de Santo Tomás y Aristóteles, ahora era la
insondable profundidad de los santos Padres, la teología de San Pablo, los
doctores de la Iglesia como auténticos intérpretes del contenido salvífico del
Evangelio: allí está el fundamento inconmovible de la Iglesia, edificada en la Roca
de la verdad, inmune a las tempestades de sus enemigos y a la que debe
entregarse el sacerdote para enseñar y combatir las batallas de la fe.

Durante este periodo de estudios destacó como expositor y orador sobre temas de
teología por sus exposiciones académicas en acontecimientos importantes del
Seminario. Será inútil repetir que año tras año del periodo escolar siempre fue
para sus condiscípulos el más aventajado, pero siempre modesto, servicial y
fraternal. Es claro de toda evidencia que la preparación a su ordenación sacerdotal
y al servicio apostólico la constituyó el cuatrienio teológico y posteriormente sus
estudios universitarios para el doctorado. Todo confluía en enriquecer y ansiar con
3
44

creciente entusiasmo su esperanza de hacerse sacerdote misionero, convencido


ya de que éste era el camino que Dios le mostraba y de la absoluta entrega que le
exigía.

No podemos olvidar quienes fuimos testigos de su enseñanza en el ministerio


apostólico, la fuerza de convicción con que traía permanentemente las inspiradas
enseñanzas de los Padres Apostólicos, San Policarpo, San Ireneo, San Ignacio de
Antioquía, herederos inmediatos de los Apóstoles, y de los santos doctores
griegos y latinos: San Gregorio, San Agustín, San Ambrosio, Santo Tomás… Y si
juzgamos por la exquisita claridad y convicción con que exponía sus cátedras, es
evidente que sus estudios no fueron únicamente un ejercicio académico sino
una verdadera fuente de espiritualidad sacerdotal.
A propósito, es oportuno traer aquí, pasajes de sus cartas mientras adelantaba
estudios para el doctorado, muy recién ordenado: Al Padre Rector, Marzo 1 de
1942: “En cátedra estoy viendo los tratados de Revelatione y de Ecclesia Christi.
¿Los profesores? Magníficos, santísimos. El Padre Juan María no parece tener
otro fin que santificarnos teológicamente. Nos ha hecho comprender que como la
Teología tiene por fundamento la fe, no se puede ser verdadero teólogo sin esta
virtud, base de la santificación. Que Dios debe ser para nosotros no un concepto
metafísico sino la gran realidad que vivifica nuestro ser, toda nuestra entidad; que
Cristo es el centro de la historia, de todos los sentimientos y de todos los
corazones y de todos los espíritus. En una palabra nos ha enseñado que la
teología se diferencia de todas las demás ciencias en cuanto que es, como el
cristianismo, una vida”39.

Y al Padre Fundador “Todo sus consejos son de santidad. Yo sé que ella me


obliga como que soy criatura y cristiano y sacerdote. Ahora hay un motivo más: el
de oficio, que en el presente no es sino estudiar a Dios. Sé que la Sagrada
3
45

Teología es a base de fe, por lo que no puede ser un buen teólogo el que de
aquella virtud, fundamento de la santificación, carece. También sé la
bienaventuranza: Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios”. ¿Seré lo suficientemente limpio para ver la cara de mi Señor, que me
acecha detrás de las hojas de mi Dogma? Entiendo esta limpieza en el sentido de
desapego de todo lo terreno; pero por otra parte conozco que el corazón humano
es esencialmente traicionero. Hay muchas cosas en mi oficio que pueden
desviarme del fin supremo y son: la fama, el deseo egoísta de perfección
intelectual, de complacer a los superiores, el temor, de mala ley, de no salir airoso
en los empeños, etc. Con todo quiero ver la faz de Dios con la ingenua naturalidad
del niño que sin nubes en los ojos contempla un amanecer. Seguramente triunfará
en mí la gracia. La pido y la conseguiré seguramente si Su Excelencia, mi padre,
ora por mí”40.

Y eso deberían ser hoy los cursos de teología en los Seminarios y no un acerbo
de opiniones de típico sabor cientista y poco proyectado a la adquisición de las
virtudes sacerdotales y para encender el celo apostólico.

4
46

DIOS ÚNICO OBJETO DE MIS AMBICIONES INTELECTUALES

Concluidos los cursos teológicos ordinarios, los Superiores decidieron que el


Padre Jesús Emilio y su compañero Padre Francisco Javier Gil fueran a Roma
para una especialización en Teología Dogmática y Filosofía, respectivamente.
Ellos fueron los escogidos en su grupo de seis. El Seminario ya exigía profesores
propios suficientemente preparados para la formación de los futuros misioneros,
que además de sus capacidades intelectuales hubieran adquirido el espíritu y una
clara conciencia sacerdotal, espiritual y misionera, de tal manera que los estudios
superiores fueran toda una fuente de espiritualidad y de comprensión del carisma
que trasmitía el Obispo Fundador.
Se les anticipó la fecha de Ordenación sacerdotal para poder viajar a Roma e
iniciar oportunamente el año académico.

Un hecho histórico que queremos dejar consignado aquí, porque demuestra qué
ideal de sacerdotes santos y sabios deseó el Fundador para su Seminario, es el
siguiente:
para la Visita “Ad limina” de 1939, Monseñor Builes se hizo acompañar del Padre
Francisco Gallego. Al regreso comunicó la grata noticia de haber obtenido en
Roma becas de estudios para cuatro estudiantes de Teología que debían ingresar
47

a los cursos académicos del otoño de ese año. Fueron escogidos los diáconos
Heriberto Correa, para estudiar Derecho Canónico y Gustavo Posada, para
Misionología; y dos Minoristas: Jesús Emilio Jaramillo, para Teología Dogmática y
Francisco Javier Gil para Filosofía. Ocurrió que el primero de septiembre de 1939
estallo la segunda guerra mundial. Los diáconos, que desde medio año antes
habían interrumpido los estudios en el Seminario para preparar el viaje en
septiembre, ante las serias dificultades del crucero transoceánico, hubieron de
desistir por el momento y entregarse a completar el pensum del cuarto año de
Teología para ordenarse con sus condiscípulos el 12 de noviembre de 1939 y
marchar a las misiones de la Costa Atlántica en espera de mejores tiempos. Los
dos minoristas, que tampoco viajaron, continuaron sus estudios en Yarumal. De
improviso, el año 1940 pareció que fuera posible viajar a Roma para el curso de
1941 y se les adelantó la Ordenación sacerdotal al primero de septiembre, pues
debían viajar enseguida. Nuevamente el recrudecimiento de la guerra se interpuso
y ninguno pudo viajar. Y así fue como se decidió acudir a la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, pero únicamente los padres Jaramillo y Gil que esperarían el
curso académico de 1942. el padre Gil se fue a Lorica y el Padre Jaramillo a
Sabanalarga, solamente por cuatro meses y regresó a Yarumal para dictar la
cátedra de Dogma41.
Estamos en el primer día de septiembre de 1940. Desafortunadamente había
estallado la segunda guerra mundial provocada por Alemania, en ese momento
bajo la dictadura de Adolfo Hitler, exactamente un año antes, el 1 de septiembre
de 1939 y las fuerzas nazis avanzaban victoriosas como un alud devastador.
Cada vez era más difícil cruzar el Atlántico infestado de submarinos y acorazados
de guerra…
No había más opción que cambiar los planes académicos y los dos recién
ordenados irían a la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, un año después
para los cursos académicos de 1942.
4
48

Los estudios universitarios fueron para el Padre Jaramillo como el culmen de sus
aspiraciones espirituales más que intelectuales y complementan admirablemente
cuanto en el Seminario alcanzó a vislumbrar de las realidades sobrenaturales de
la santidad, de la vocación sacerdotal y de la misión de su vida configurada con el
Cristo Redentor.
Ya hemos visto cómo intuyó que su oficio de “estudiar a Dios”, constituirá todo su
proceso vital. Y se entregó de lleno a sus estudios con embeleso como lo confesó
el día de su episcopado, cuando su corazón explotó en esa magnifica expresión
de su contemplación: “Dios mío, embeleso mío”42

Allí completó todas las asignaturas exigidas para la laurea doctoral en Sagrada
Teología dogmática: Dogma, Patrística, Sagrada Escritura y complementó con el
estudio de lenguas bíblicas: Griego y Hebreo.
Admira enterarse del comportamiento como estudiante en la Facultad de Teología:
como un sencillo escolar, sumergido sin otras preocupaciones en busca de la
mejor comprensión de las ciencias sagradas. Los superiores de su Casa de
hospedaje, los Padres Eudistas de Bogotá, son unánimes en asegurar la tenaz
autodisciplina que se impuso el Padre Jaramillo. No todo fue fácil: había escasez
de textos de consulta y otras penurias, pero su tenacidad venció cada obstáculo.
Cuenta él mismo en cartas muy filiales al Rector de Yarumal, cómo el Padre
Rochereau, ilustre sacerdote eudista, científico, misionero entre las tribus tunebas,
héroe de Francia condecorado con la Cruz de Honor, le prestaba sus libros y
apuntes personales de lenguas bíblicas; y el Padre Leonidas Lopera, el gran
mecenas de Monseñor Builes desde niño hasta verlo Obispo, le facilitaba los
textos que no podría obtener en otra parte. Es que el Padre Jaramillo tuvo
siempre la pasión del estudio y de la lectura que conservó viva toda su vida.

4
49

Cuando enseñaba o predicaba, cualquier oyente avisado entendía que el maestro


y orador tenía en sus manos el último libro serio sobre temas eclesiales y sociales:
fue siempre un lector asiduo de los mejores autores.
De este tiempo existe una serie de cartas cruzadas con su Rector de Yarumal, el
Padre Aníbal Muñoz, y con del Fundador del Seminario de Misiones Monseñor
Builes, que edifican por su estilo filial, su sometimiento religioso, su humildad al
agradecer un beneficio o pedir permiso o una ayuda. De su lectura podemos
deducir el espíritu con que asumió sus estudios teológicos para el doctorado.
Sus capacidades intelectuales no fueron en ningún momento suficientes para
hacerle perder su sencillez. Los informes de los Superiores en Bogotá,
manifiestan con feliz coincidencia, lo que también se dijera de su Maestro de
Novicios, el Padre Alfonso Restrepo: “Sería bueno encomendarle, aún por
obediencia, que escribiera ciertas cosas, pues tiene una gran profundidad de
pensamiento y un estilo macizo, con lo cual llegaría a hacer una labor increíble; él
de cuenta propia no hará nada pues es tímido, sencillo en extremo al punto de que
me parece que no se da cuenta de lo que vale”. 43

Para 1945, regresó a Yarumal como Profesor; fue el primer doctorado de nuestro
Instituto. Solamente para cumplir los requisitos universitarios, el 9 de julio de 1947
defendió su Tesis doctoral sobre el delicado tema “La libertad de Nuestro Señor
Jesucristo según Santo Tomás”, tema que toca directamente con las
profundidades del efecto salvífico de la muerte redentora de Jesús. En el Acta XIII
de la Facultad de Teología, de fecha 9 de Julio de 1947, se lee; “Terminado el
tiempo de la sustentación, lo examinadores le propusieron los asuntos para
controvertir en cuya defensa demostró un notable conocimiento de esta ciencia; y
resueltas las objeciones los examinadores aceptaron la Tesis y en vista de lo
anterior le asignaron la nota de diez (10), o sea “ Magna cum Laude”.44

4
50

Nunca más se preocupó de su Diploma doctoral: entregó a la Universidad los


ejemplares exigidos por el Reglamento, pero no reclamó ningún título.
Leer la tesis doctoral del Padre Jaramillo es volver a saborear el estilo único de
Santo Tomás: allí utiliza el sistema tomista de pruebas y contrapruebas y se
encuentra la estrecha urdimbre de todos los argumentos de principio a fin de la
disertación. Ella es la prueba maestra de cómo su espíritu investigador, pero
sobre todo su fe y amor a Cristo y a su misterio salvífico lo acercaron a la
espiritualidad del Aquinate. En su precioso librito “ HE AHÍ AL HOMBRE”, el Padre
Jaramillo, analiza así la doctrina y el valor espiritual y santificador de la doctrina
tomista expresada en la suma Teológica: “Un fruto exquisito delata la fecundidad
de la tierra que lo produce. Muy cristiano tuvo que ser el ambiente que hizo
posible la Suma en la que está comprendido el pensamiento de la cristiandad. El
ser es mirado en todos sus aspectos pero siempre de cara a la divinidad, la
filosofía no aparece opuesta a la divina sabiduría sino que le sirve de portada regia
y espaciosa. La cadena de las cosas se anuda en Dios por ambos extremos y la fe
arde en las páginas, cuestiones y distinciones. ¿Cuál es el hilo escondido que ata
la serie indefinida de silogismos? Una sola palabra: Jesucristo. Él es la piedra
angular de la Suma. Suprimido, vendríase abajo ese andamiaje de conceptos,
reducido a pavesas”45

Los estudios doctorales coronaron el espacio de su preparación escolar. Pero


nunca desmayó en su afán de estudio y del crecimiento intelectual, deber
fundamental de sus compromisos ministeriales. Y así lo aconsejó a sus
sacerdotes y religiosos desde sus responsabilidades de Superior religioso y de
Obispo.

4
51

LA PERFECTA ALEGRIA

El ciclo teológico no lo compone sólo el estudio. Durante él se van sucediendo


acontecimientos que afirman cada día su vocación misionera.
A partir de la Primera Profesión que cierra con broche de oro el año de Noviciado,
cada año se renueva el Juramento de la Promesa. Y cumpliendo los intersticios
canónicos, los superiores, atentos cada día al proceso formativo estudian a fondo
las cualidades que harán posible el acceso a la clericatura y a las sagradas
Órdenes. Y en esto consiste el oficio más delicado y la responsabilidad más
sagrada de los formadores. En ello va en juego la eficacia salvadora de la Iglesia y
solamente una aceptación mayoritaria de todo el Consejo Directivo, hace posible
el paso para escalar el sacerdocio, siempre que libre y conscientemente el
candidato solicite la admisión.

La aplicación al estudio, las reflexiones y ensayos sobre asuntos profundos de la


teología, las consideraciones y tomas de decisión ante la recepción de las órdenes
menores y mayores bajo la conducción de los formadores, todo confluía a
enriquecer y a intensificar con creciente entusiasmo su esperanza de ser
sacerdote y misionero, convencido ya que éste era el camino que Dios le
mostraba y la absoluta entrega que le exigía.
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Ahora ya parece que no hay preocupación de que el Señor cambie de opinión:


desde la Tonsura hasta el Presbiterado hay una idea fija como hilo conductor que
lo lleva sin dudas a su consagración sacerdotal “ad vitam”.
Si de la abundancia del corazón hablan las obras, tendremos que atenernos al
concepto que en su pueblo Santo Domingo, tanto sacerdotes como paisanos,
manifestaron sobre el comportamiento del entonces seminarista y estudiante de
teología, durante el tiempo que permanecía en la Parroquia. Son los años de
1937 a 1940.
En este período los superiores del Seminario eran especialmente exigentes en los
informes que del pueblo y de los Párrocos podían obtener. Existen los
cuestionarios y las respuestas sobre Jesús Emilio: “La opinión pública es
inmejorable. No hay duda sobre la vocación de este seminarista y su conducta
está calificada como óptima e inmejorable. A todos edifica y se muestra
46
irreprensible y motivo de edificación”
El informe canónico de la Parroquia para la ordenación sacerdotal el 7 de febrero
de 1940, no puede ser más elocuente: (su Párroco lo conocía desde la fecha de la
Confirmación en 1917, cuando asumió la Parroquia) “Como en otras ocasiones, le
informo que la conducta de Jesús E. Jaramillo fue óptima. Mucho y fundadamente
espera la Iglesia y la Patria de este joven de tan marcada vocación de misionero y
de tan aquilatadas virtudes”. (Fdo) Antonio J. Gómez, Cura. 47
”Para formarnos una idea más clara de cómo entendía y deseaba el Padre
Jaramillo su sacerdocio misionero, y por tanto con qué sentimientos de convicción
y amor a Dios se preparó a él durante su formación, no será superfluo releer sus
cartas de petición al Señor Obispo para las Ordenes Sagradas, en donde campea
una sola idea central: la santificación para alabanza de la Trinidad Santísima; y
clara conciencia de su responsabilidad al comprometer su vida en tan sagrado
ministerio.

4
53

Para ser admitido a la Clericatura por la recepción de la Tonsura:


“Respetuosamente pido me admitáis a la recepción de la Sagrada Tonsura, si me
juzgáis digno. Esta petición es inspirada en el deseo de llegar pronto al
sacerdocio para ser más hábil instrumento, primeramente de Dios y después
48
vuestro, en la tarea de salvar las almas”
Para las Ordenes menores: “Quiero hacer la voluntad divina y pido al Señor
manifieste su querer por medio de su Excelencia. Hago esta petición libremente
animado del deseo de salvar las almas y por el medio más apto para ello cual es
el sacerdocio” 49
Al Subdiaconado, que era el momento de decidir la opción fundamental de la vida:
“Apoyado en la gracia de Dios lo podré todo. Por eso, confiado en la misericordia
divina que me ayudará a cumplir las graves cargas que trae consigo el
Subdiaconado, que bien conozco, me atrevo a pedir a Su Excelencia me confiera
esa Orden, si me juzga digno”50
Y no menos sinceras son las peticiones para emitir la Promesa Jurada de
Obediencia, promesa que configura nuestra pertenencia al Seminario de Misiones
como ejecutores de su fin exclusivo misional. Al terminar el Noviciado se emite la
primera vez: “Os pido que me admitáis por la Profesión en vuestra Pía Unión de
Misioneros para en ella procurar la gloria de la Trinidad por los corazones de
Jesús y de María. Este es mi ardiente deseo que apoyo en argumentos de fe y de
51
razón.” Y al renovar la Promesa, insiste: “Animado del deseo de seguir
perteneciendo a la Comunidad para procurar mi santificación personal y dar la
mayor gloria que sea posible a la Santísima Trinidad”.
Las reflexiones que posteriormente manifestó sobre el sacerdocio completan la
claridad que iluminó su vida desde el principio para darla sin contemplaciones a su
servicio apostólico: “No sé amar con esa generosidad, con ese martirio, con esa

4
4
5

5
54

locura, con esa virginidad de los evangelizadores. Cuando llegue a santificar tanto
mi amor que me de totalmente sin esperar recibir nada, absolutamente nada, tal
como suena, ni siquiera el amor de los que reciban la poquedad de mis beneficios,
entonces sí ejerceré con toda la eficacia que Dios quiere y manda el papel de
misionero”52
“Señor Jesucristo, que permanezca siempre fresca la vara de Aarón en nuestras
manos y ejerzamos tal atracción en las almas que ellas mismas nos busquen
como las abejas rumorosas persiguen la miel de las flores; que todo el que nos
trate se vuelva repitiendo: “Apparuit benignitas salvatoris”…; que no haya en
nuestra conducta falsía y que todo nuestro interior se delate en la mirada; que nos
alegre más dar que recibir y que a trueque de nuestros trabajos no creamos tener
derecho ni al amor de nuestros propios hijos; que en tus manos, desposeídos de
propia voluntad, seamos indiferentes como las semillas, dispuestas a ser arrojadas
en cualquier surco en que continuaremos, con tu gracia, el afán de la generación;
y que nuestra acción, empero, sea eficaz como la vida”. 53
Sobre la grandeza del sacerdocio, escribe: “Medita sobre tu grandeza. Medítala
por tu responsabilidad semejante a la de Cristo: “Ya no te llamaré mi siervo sino mi
amigo”54 y puesto que la amistad supone la igualdad o la hace, tú eres una misma
cosa con Cristo Jesús. Por ende, si Cristo tiene la responsabilidad de la
paternidad de Adán, Tú eres Padre: Pórtate con la majestad y la responsabilidad
de un padre. Dichosa tu paternidad que no es florescencia de la carne deleznable
sino la prolongación de su espíritu. Cristo es Rey: tú eres rey: pórtate con la
majestad real, altas tus miras, muy elevadas sobre las mezquindades de los
sentidos. Nuestro Señor es juez, tú eres juez: ante ti los hombres llegarán, te
abrirán el corazón como solamente se lo abren a Dios: pórtate con la majestad
severa de un juez: esa es tu responsabilidad. La imagen más perfecta y
consumada del Señor es un Crucifijo. ¡Ahí tu imagen! Debes aparecer a las
5
5

5
55

multitudes siempre en cruz, el papel de redentor, con el corazón abierto para


simbolizar que ya no hay ningún afecto humano y que en tu alma encuentran
albergue todas las lágrimas del hombre. Es tu papel de redentor y es tu grande
responsabilidad.”
Y termina sentando cuatro principios necesarios para responder al compromiso
sacerdotal: “ser siempre sacerdote: “guarda siempre la gracia que has recibido
55
por la imposición de las manos del presbiterio” : que nunca se denigre tu
sacerdocio. Ser hombre de oración: en esta cruenta lucha hacen más que vanos
discursos y humana prudencia, unas rodillas dobladas sobre el altar. Ser casto:
sé puro, te lo pide tu ministerio para que puedas predicar al mundo la verdad y
enrostrarle sus vicios. Ser mortificado: “el que quiera venir en pos de mi,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”: no olvides que eres misionero: la
mortificación de someterse a un pan de tribulación, la mortificación del cuerpo, que
debe ser santo, y entregarse en banquete al mosquito goloso, para colocar tu
cabeza sobre el arenal de la playa y dormir; para ir por los caminos imposibles a la
casa del pobre pecador: solamente así estarás a la altura de tu responsabilidad y
de tu excelsa grandeza” 56
Tal era y fue la mente, la convicción con que Monseñor Jaramillo vivió la vocación
misionera y la consagración sacerdotal, que a lo largo de su formación fue
asimilando hasta convertirla en la única opción posible de su vida. La gran lección
aprendida de sus formadores y alimentada con el ejercicio de sus virtudes
personales. Y así en la plenitud de su gozo espiritual pidió a sus superiores la
gracia de la ordenación sacerdotal: “por la presente pido humildemente a su
Excelencia se digne concederme la sagrada orden del Presbiterado. Conozco la
enorme responsabilidad que carga sobre mis hombros, pero espero en la gracia
de Dios. No tengo otro móvil para hacer tal petición sino un deseo muy grande,

5
56

ardiente, como de volcán, de dilatar la gloria de mi Santísima Trinidad. Ella ve lo


57
sincero de mis pensamientos… ella los inspira. Jesús Emilio Jaramillo mxy.”
Y así llegó la mañana del domingo 1 de septiembre de 1940. Esa mañana
luminosa las manos patriarcales del Padre Fundador, con su característica actitud
de infundir y trasmitir la gracia del Espíritu Santo, que todos sentimos cuando al
imponerlas hacía una presión que casi sensiblemente infundía el carisma
sacramental, trasformaron al seminarista en sacerdote, al escogido en enviado, y
con él igualmente a su compañero el Padre Francisco Javier Gil, en la humilde
capillita del Seminario dedicada a la Inmaculada Concepción de María.
Así describe el mismo Padre Jaramillo aquel momento: “Todavía sonríe la
Inmaculada mientras recoge en el pecho el manto azul, inclinada la cabeza
armoniosa para ver surgir del polvo, como la visión de los huesos de Ezequiel, a
los hombres nuevos, creados en justicia y santidad; destellan aún en el ambiente
los reflejos de Pentecostés por la presencia invisible del Espíritu Santo; flota en el
aire la fragancia de los óleos derramados y se percibe el rumor de las alas de los
ángeles al enjugar calladas lágrimas sobre surcadas mejillas maternales” 58. A su
lado pudo tener a sus padres y a su hermana, su única familia.
Mañana saturada del profundo gozo que produce la sensación del Dios cercano,
esa misma que sintió San Juan cuando pudo participarnos lo que sus manos
tocaron del Verbo y los estremecimientos que produjo en su alma de amigo de
Jesús.
Cualquiera que sepa leer en los rostros las íntimas emociones del hombre podría
adivinar el misterio de la trasformación de un hombre en reflejo del Verbo y
emisario del Mesías. Fue este un momento largamente esperado y codiciado
como lo es el momento de alcanzar la meta después de la incertidumbre del
desafío.

5
57

Concluída la solemne Liturgia Pontifical, en el Seminario se brindó un agasajo


fraternal a los neosacerdotes que estaban destinados, los primeros, para irse a
Roma, donde alcanzarían doctorados en Teología y Filosofía. Por lo mismo, irían
unos días a su pueblo natal para cantar Misa. Esa primera Misa, con sus gentes,
su familia y amigos, es un misterio gozoso familiar: se había alcanzado como
regalo de Dios a la fe humilde de la aldea y de sus padres, un sacerdote de entre
los suyos. Fiesta familiar inolvidable: alegría conmovedora de sus padres, orgullo
fraternal de su hermana María Rosa y de sus paisanos: el supremo honor de una
familia antioqueña era tener un hijo sacerdote.
Para el 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María, el Párroco
Antonio J Gómez, organizó una solemnidad pocas veces vista en la parroquia; no
en vano el neosacerdote que hoy presentaba a su feligresía era el mismo niño
cuya trayectoria siguió desde sus primeros años y con expresión visionaria
presentó para las Ordenes Sagradas como “De quien mucho y fundadamente
espera la Iglesia y la patria”.59
Colmadas las naves del querido templo parroquial, el Padre Juan J Arroyave, su
promotor vocacional y formador durante todo el Seminario, predicó el sermón de
ocasión con la satisfacción de ver realizadas sus esperanzas sobre aquel
muchacho que conoció doce años atrás y vislumbró en él y que ahora veía subir al
altar y participar de su misma gracia sacerdotal.
No olvidó el Padre Jaramillo en medio del alborozo de su exaltación, a su Rector,
profesores y compañeros; los hizo participantes de su solemne sacrificio con
especial sentimiento filial, manifestado en sendos mensajes telegráficos.
Por todo lo anterior escribió para sus seminaristas: “para nosotros, pequeñísimos
60
seres de la casa de Dios, la perfecta alegría está en ser sacerdotes”

6
58

Pocos días después regresó a Yarumal para recibir su primera obediencia, que el
Rector le indicaría con paternales recomendaciones; la carta es del 11 de
septiembre apenas a tres días de su primera Misa cantada.

ESCUELA DE ESPIRITUALIDAD

“Haurietis aquas cum gaudio de fontibus Salvatoris” (Is. 12,3)


Terminados los estudios eclesiásticos y apenas mediando el tiempo suficiente
para cantar Misa y compartir con su familia y sus paisanos las alegrías de su
Ordenación, el Padre Jaramillo inicia su ministerio sacerdotal.
Antes de narrar las múltiples circunstancias de su servicio evangelizador y
conociendo ya cómo vivió todo el proceso de formación, es inevitable detenernos
a recordar y al menos intentar describir cuál fue la escuela espiritual donde formó
su personalidad y en qué fuente de vida bebió esas limpias aguas que vivificaron
su vocación desde la infusión bautismal del Espíritu Santo hasta la suprema
entrega en testimonio de su amor a Dios, a la Iglesia y a sus hermanos.
Y así entramos con temor y temblor a su santuario interior siquiera para atisbar a
distancia y con discreta veneración esas profundidades del corazón.

El espectro luminoso de la identidad espiritual de Monseñor Jaramillo resulta de la


integración de todos los factores que desde su primer brote del uso de la razón
59

concurrieron a conformar su clarísimo perfil del “Homo Dei” que he suspirado ser
desde el estreno de mi mocedad”61.
No es fácil entrar a desintegrar, para analizarlo, ese fanal de luz que como un don
particular le fue concedido desde entonces. Sin embargo es interesante intentarlo.

Ve la luz del mundo, como primera gracia, en un sencillo hogar de arraigada fe en


Dios a quien se adoró y a cuya Providencia se acogió como sombra bienhechora:
de padres cuya conmovedora piedad trasmitieron a sus hijos, única herencia que
querían y que podían testarles. Por ello los veneró su hijo Obispo como la era
fecunda donde creció su vocación como una flor, a la fuerza vital de sus cenizas
benditas. Y les reconoció públicamente lo que llegaron a ser: “En estos cofres se
guardan los tesoros más grandes que tenía” 62. Es evidente que su sencillez y su
pobreza, amada como una bienaventuranza, la sorbió con la leche materna y su
seguridad en la Providencia la leyó, la tocó con sus manos y la hizo hontanar de
su paz interior por el cultivo con que sus padres cuidaron de su hijo primogénito
como quien vive aquello del Evangelio: “Para que como yo hice así hagáis también
vosotros” 63
Después, en el Seminario aprendería que su Fundador, el día de la primera
Comunión, hizo voto de ser pobre toda la vida; entonces fortaleció su congénito
amor a la pobreza. Y tal vez, pero con tímida veneración, se sintió en esto un
alma gemela con el alma gigante de Monseñor Builes.
En esta inicial etapa de su realidad cristiana germinaron ya las primeras
manifestaciones de su espiritualidad: Amor inmenso e ingenuo a Dios Nuestro
Señor: humildad y comprensión de que nada tenia sino lo recibido del Señor
Providente; la pobreza real, con la satisfacción de ser y mantenerse siempre
pobre. Con Dios como Padre, ¿qué inquietud podría alterar la paz del alma u
obnubilar el claro horizonte de su ideal al sacerdocio y a la santidad? En algunas
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6

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60

reflexiones asumía el ejemplo maravilloso se Santa Teresita del Niño Jesús, santa
que ha sido asombro para el nefasto “siglo de las luces”, por la doctrina de la
Infancia espiritual con la que mereció ser declarada Doctora de la Iglesia: “Si viera
su Reverencia qué consuelos tan nunca sentidos tuve en la fiesta de Santa
Teresita. Creo que el Seminario tiene obligación en conciencia de poner en
práctica la doctrina de la Infancia espiritual… Por mi parte quiero ser uno de los
más asiduos propagadores de tan excelente doctrina; casi quisiera consagrarme
como el sacerdote de Teresita”64
Y no solamente su hogar: el pueblo y la parroquia en su fe de carbonero y su
espontánea piedad fue el mejor ambiente para fortalecer su vida espiritual con el
ejemplo de los mayores y la honestidad de los maestros de la Escuela. Según los
relatos de sus condiscípulos, de regreso a casa cada día, entraban a la Iglesia a
visitar al Santísimo Sacramento y alabar con la devoción de los 15 minutos a
Jesús Sacramentado: de esa devoción y del ejemplo de los venerables sacerdotes
adquirió su amor a la Divina Eucaristía y fortaleció su vocación sacerdotal. En las
feligresías de entonces el culto eucarístico fue el centro y atractivo de la vida
parroquial con la Adoración Perpetua y Reparadora, la exposición semanal y las
40 horas; la permanente preocupación porque el altar del Santísimo estuviera
siempre engalanado con blanquísimos manteles de lino, con flores frescas,
muchas ceras encendidas y un silencio sagrado que invitaba a las elevaciones del
alma. A todo ello daba vida el ejemplo y el celo apostólico del Párroco.
Sacerdotes muy destacados entre el presbiterio arquidiocesano formaron esa
comunidad parroquial, cuya memoria se venera aún entre la feligresía y a quienes
Monseñor Jaramillo guardó especial afecto como a padres de su fe en el Bautismo
y el Sacerdocio: el querido templo parroquial, la pila Bautismal y las manos
sacerdotales que lo ungieron y le dieron la primera comunión y no menos sus
servicios en el culto como monaguillo, fueron para él un lugar teológico para
vigorizar su fe activa y testimonial.
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61

Las experiencias sobrenaturales de su infancia aprendidas en la escuela


santificadora de su hogar y su comunidad parroquial, seguramente fueron campo
abonado a la semilla de su vocación: ella se desarrolló en la nueva era feraz del
Seminario, donde arraigó hondo y sorbió ansioso el juego vital con que lo nutría
esa pléyade de sacerdotes que la Providencia entregó al naciente Seminario de
Misiones. Cada uno tuvo las suficientes virtudes y la fuerza generadora para
hacer del seminarista Jaramillo, a todo lo largo de su carrera eclesiástica, el
sacerdote que idealizaron.
Y éste tendría abundancia de savia y de ejemplos por seguir. Y a eso se dedicó
como opción fundamental: una vez resuelto que el Señor lo llamaba y le indicaba
tan claros caminos y directores, fue construyendo su castillo interior sobre piedras
sillares: las virtudes, el testimonio, la tenacidad, la fidelidad; la contagiosa alegría
con que veía a sus formadores amar a Dios y dedicarse a cumplir sus designios
salvíficos, escogencia que ellos consideraron su mayor recompensa. Todo eso lo
veía, lo meditaba, lo tocaba, lo sentía infiltrarse en sus propios tejidos corporales y
penetrar “hasta las fronteras del alma y del espíritu, hasta las junturas y médulas y
65
escrutar los sentimientos y pensamientos del corazón.”
Los 16 Padres formadores, cada uno, dejó en el Seminario la huella de su
personal convicción sobre la altísima dignidad del sacerdocio y de su respuesta
incondicional al servicio a que los llamó el Señor: aportar su vida, para dar vida a
la gran obra misionera.
Pero entre ellos es indudable que algunos, de los cuales ya se hizo mención,
impactaron particularmente a Monseñor Jaramillo y de ellos asumió las virtudes
que distinguieron su identidad sacerdotal.
Y ante todo el Fundador, por quien guardó especial veneración a medida que iba
comprendiendo el sentido, la proyección y la fuerza para sumarse a los apóstoles
de la salvación del hombre y del hombre más necesitado: de él aprendió el celo, el
amor intenso y tierno a Jesús salvador, el sentido de la iglesia, mediadora de
6
62

salvación; el fervoroso y enternecedor amor a la Virgen María Madre del Redentor;


la fe profunda y la oración de alabanza a la Sagrada Eucaristía; la excelsitud del
sacerdocio. Entre su alma y la del Fundador se creó un clima de compenetración e
intimidad de padre a hijo, de maestro a discípulo. Monseñor Builes abunda en
manifestaciones de admiración por su discípulo predilecto en quien siempre tuvo
la seguridad de entregar la formación espiritual de sus misioneros. Teniéndolo
como Rector, como Maestro de Novicios, como Director Espiritual, como Superior
General, el Fundador confiaba totalmente en el acierto del magisterio del Padre
Jaramillo. Todo ello es evidente en su correspondencia y en cuantas ocasiones se
refirió Monseñor Builes a él.
El otro gran maestro de espiritualidad fue el Padre Aníbal, como familiarmente se
le nombraba al más ilustre de los Rectores del Seminario. A él quiso el Padre
Jaramillo entregar la dirección espiritual de su vida desde el Seminario, desde que
el Padre Aníbal Muñoz llegó a Yarumal, apenas ordenado, como Prefecto y luego
Rector y Vicesuperior General. La identificación del Padre Aníbal con la obra
misionera de Monseñor Builes, su fidelidad incondicional, su capacidad de trabajo
múltiple y sin descanso, la verticalidad de sus actuaciones, las convicciones sobre
la dignidad sacerdotal, el amor y la configuración con la persona adorable de
Nuestro Señor Jesucristo, expresión que siempre usaba al tratar cualquier tema
relativo al Señor, su intenso y varonil amor a la Inmaculada, el sentido de la
responsabilidad, verdaderamente admirable, cautivaron el alma del seminarista y
luego del sacerdote y del Obispo que llegó a ser.
También es evidente la empatía profunda de esas dos almas, dos hombres que
mutuamente se admiraban y emulaban en vivir siempre a la altura de su vocación
de administradores de los misterios de Dios, según aquello de que “lo que se pide
al administrador es que sea fiel”.66 Y no fallaron en la palabra empeñada.
Cualquier comentario se queda corto al querer siquiera describir la
compenetración de estos tres hombres que asumieron de una vez y por todas la
6
63

responsabilidad de garantizar, hasta con su vida, fidelidad a la gracia sacerdotal y


al compromiso del servicio apostólico que les fue encomendado. La Providencia
los llevó por parecidos caminos desde la cuna hasta la cumbre del episcopado y
los tres dejaron como herencia a sus hijos un ejemplo imponderable.
En esta escuela de santidad encontró Jesús Emilio Jaramillo al Padre Abigail
Restrepo, Cofundador, apoyo necesario para la realización del Seminario; de un
tesón admirable, de frente a la verdad, convencido de que sólo el cumplimiento del
deber y la grandeza del momento y de la obra a que Dios lo había llamado, no
exigían, ni de él esperaba cosa distinta de la seguridad de su total entrega a Dios
y a la Iglesia para la cual estaba creando con el ilustre Fundador este primer
Seminario de Misiones Extranjeras. Por ello, el día que lo creyó conveniente
desapareció simplemente del panorama (no de la historia ni de los agradecidos
hijos) sin desear aceptar ninguna manifestación de gratitud ni alabanza a sus bien
logrados méritos como piedra angular de la obra.
Como este primer Rector, su sucesor, el Padre Francisco Gallego Pérez, dejó
impronta indeleble en el Padre Jaramillo: no sólo sus virtudes sacerdotales sino
igualmente las otras notables cualidades con que lo adornó Dios: clara
inteligencia, consagración a la formación de sus pequeños hijos hasta llevarlos al
altar, sus brillantes dotes intelectuales con lo que llegó a ser un verdadero maestro
de bellas letras y de la oratoria y finalmente guía y maestro en la actividad
apostólica de los siete primeros misioneros: no sólo los formó como padre desde
su ingreso al Seminario sino que los llevó de la mano en su primer campo de
apostolado en la Costa Atlántica y les dejó escrito el primer Manual de vida
apostólica del Instituto. Solamente entonces pudo decirle a su Obispo: He
concluido la obra que me encomendó. Todo ello lo asumió el seminarista y lo hizo
suyo en la vida.
Los dos Maestros de Novicios, Padres Alfonso Restrepo y Miguel Ángel Gallego:
al mencionarlos entramos en lo más sensible del alma de Monseñor Jaramillo: de
ellos no sólo fue discípulo sino también heredero y sucesor en ese delicado cargo
64

del Noviciado; fueron sus maestros, fueron su ejemplo y fuente de las ocultas
virtudes, esas que sólo se viven en lo más íntimo del ser y que constituyen el
manantial nunca agotado y siempre vivificador.
Además de sus formadores y de los ejemplos de su juventud encontramos en la
escuela espiritual de Monseñor Jaramillo otra fuente de vida sobrenatural
especialmente interesante y ejemplarizante sobre todo en el momento actual
secularista y cientista: sus estudios de Teología. Lo importante para él no fue el
acumular principios, criterios y revelaciones dogmáticas; razonamientos y lógica
sobre el misterio de Cristo Salvador, convencimiento de la historicidad de las
Escrituras Sagradas. No. El va directamente a encontrar la persona real de
Jesucristo, que es la Palabra pero es el Ser Divino:”La Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros67 No ha tomado el sustantivo “Palabra” como expresión de
la voluntad de Dios, del pensamiento de Dios, para él llegó la clara evidencia de
que la “Palabra es el mismo Señor; que “Palabra” es un sustantivo propio y no un
modo de expresar la divina voluntad salvífica sino Dios en persona: ”El Padre y
Yo somos uno mismo ”68 Eso se lo enseñaron muy claro sus profesores y eso fue
lo que creó en él la pasión indomable de su amor teológico: estudiar a Dios como
su “oficio propio” como su deber de estado, y conocerlo, “in quantum humana
fragilitas”, amarlo, desearlo y alcanzarlo, para lo cual y por lo cual tiene que ser
santo. Es su tema recurrente en la correspondencia durante sus estudios
doctorales. Y asumido de tal manera y sostenido como opción fundamental, fue
su vida.
En carta a Monseñor Builes del 25 de Julio de 1942, dice: “Mientras tanto, estudiar
para ver de conocer todos esos secretos de Dios que son plenitud a fin de no
69
buscar mi saciedad en “cisternas disipadas” esos secretos de Dios que son paz,

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gozo cumplido, amor pacífico y sustancial, a fin de que alejen de mí mis alborotos,
mis agonías y mi amor accidental, deleznable “como vaso de alfarero” 70.
Y no podría ser menos cuando durante toda su vida el tema más apetecido de sus
enseñanzas como profesor, Superior, consejero, predicador y Obispo fue el de la
santidad personal como obsequio racional al Redentor amado y buscado y objeto
único de su vida mortal y sobrenatural. Así lo expresa en su libro “He ahí al
Hombre” Jesucristo satisface mis necesidades como hombre, es principio y fin de
mi cuerpo y de mi alma; es mi sabiduría, mi felicidad; sacia mis necesidades de
cristiano y de sacerdote. Necesito de Cristo como mi sangre necesita del aire y
del sol; como los moribundos de la vida. Sin El mi vida sería un enigma, un paso
en el vacío. Mejor dicho: regresaría literalmente a la nada” · 71
Y el día de su Ordenación episcopal, hizo suya, porque así lo vivía ya, la magnífica
expresión del Cardenal Newmann: “Quiero ser un hombre devorado por la llama
de tu existencia. Esta certeza se ha convertido en parte de mi estructura racional;
en torno a la idea de tu ser, como la llave devuelta, se ha construido la vida de mi
espíritu: sin ella todo saltaría en pedazos”
Cómo se añora ese estilo de formación de los viejos maestros de Teología que
llegó al Seminario a través de la escuela de San Juan Eudes en la que se
formaron los que fueron “las columnas” del Seminario de Yarumal. La santidad
sacerdotal fue el único objetivo de las ciencias eclesiásticas, pues para ellos,
como ahora, es ineficaz el sacerdocio, el ministerio sin un amor muy creciente y
encendido al Salvador, sin la santidad que exige el Evangelio: “Sed perfectos
como vuestro Padre Celestial”72 Si vuestra justicia no es mayor que la de los
73
escribas y fariseos” , frases martilladas como sobre el yunque a diario, en los
años del Seminario y que aun se recuerdan hasta con el peculiar timbre de voz del

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Padre Fundador y del Padre Aníbal, quienes sin descanso exigían amor y
fidelidad “a la Persona adorable de nuestro Señor Jesucristo”.
No era la Academia sino el testimonio de su convicción y su voluntad de ser
auténticos sacerdotes, el objeto de la formación.

HOMO DEI

De esta inspirada palabra en la historia del Profeta Elías (4Reg. 1,10) hizo
Monseñor Jaramillo la expresión programática de su proyecto de vida: alcanzar
la santidad a que estaba llamado como bautizado y como sacerdote (carta
Abr.2.1943), ideal que empezó a vislumbrar y a buscar “para crear el Homo Dei
74
que he suspirado ser desde mi mocedad ya lejana” . Y así definió su perfil
cristiano.
Si alcanzamos a encontrar la Escuela de su espiritualidad, podremos
contemplar los rasgos de su ser íntimo manifestado en expresiones externas
animadas por el Espíritu.

La filosofía escolástica llegó a la dicotomía materia-espíritu, cuerpo- alma


como un apoyo pedagógico para mejor analizar ese complejo ser que es la
persona humana, toda vez que en los individuos del reino animal subsiste un
elemento inmaterial operando sobre todo el material, ambos indispensables
recíprocamente: dos elementos esenciales que no pueden subsistir por
separado en un único individuo.

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De ahí que podamos intentar una descripción de la espiritualidad del hombre


expresada en su materialidad. O por decirlo de otra manera: la acción del
espíritu a través de los sentidos y potencias corporales. Ya el Evangelio lo
expresó: “De la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del
buen tesoro saca cosas buenas; el hombre malo del tesoro malo saca obras
malas”.75
Aunque lo espiritual es todo lo intelectual expresado por los sentidos, hablando
de ascética entendemos normalmente por “espiritualidad” la vivencia de las
virtudes teologales y morales como la relación personal de un hombre con Dios
en cuanto Ser supremo, sumamente amado, fuente de todo bien y objeto
último de la criatura y sólo en cuya posesión alcanza la plena realización de su
ser. En ello consiste la verdadera felicidad.
Partiendo de este principio intentamos delinear el perfil intelectual de
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo en una escala de prioridades, pero que todas
ellas conforman la identidad ascética.
“Dios mío y embeleso mío”, es su máxima expresión mística, la luz y el hálito
que saturó toda la vida y definió el proyecto de su peregrinación terrena desde
el Bautismo hasta la entrega de la vida en testimonio de su fidelidad sin
claudicaciones.

a) Domina lógicamente en su pensamiento la Fe: fe teologal asumida desde la


contemplación y estudio: su oficio fue estudiar a Dios, lo decía en la
Universidad. Fe en Dios, el abismo Trinitario, esencia de su Ser: en el
Padre, como plenitud de paternidad y misericordia. En el Hijo como
Salvador, encarnado para ser participado por el hombre, el Crucificado,
muerto y resucitado, el Eucarístico para estar presente con nosotros hasta

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el fin de los tiempos, de cuya resurrección será testigo. “Ese Jesús que
76
sacia mis necesidades de cristiano y de sacerdote”
b) En el Espíritu Santo, que infunde luz, valor y verdad, por lo que se debe
entregar todo: el efecto de su inspiración es pensar, desear y amar como
Dios.
“El Padre y Yo somos uno solo 77 Y” el Espíritu Santo tomará de lo mío y os lo
enseñará”78. Se llama Santificador, la causa frontal de la santidad deseada y
buscada “con locura” por monseñor Jaramillo, como se deduce de sus
expresiones, de su doctrina permanente, del cumplimiento de sus deberes de
formador y de pastor por hacer que todos los que se le encomendaron las
comprendan y las alcancen, y de su testimonio final.
b) De esa plenitud, de la que todos recibimos gracia por gracia (Jn. 1,16)
toman sentido todas sus vivencias espirituales apoyadas por sus ejemplares
modelos de entrega y amor a Dios, con la inspiración específica cada una:
La Inmaculada, Virgen Purísima, Madre del Verbo Encarnado: “Quisiera
hacerte Virgen Purísima un monumento formado con todos los corazones
inocentes desde Adán hasta la consumación del tiempo. Virginidad en que
quiero abrasarme, consumirme hasta mis riñones, mis huesos, los yacimientos
ocultos del “fomex peccati”, hasta aniquilarme como gota de agua entre tantos
y tan castos ardores dulcísimos”. 79
Santa Teresita, con la simpleza sublime de su Infancia espiritual: “Quisiera
consagrarme como el sacerdote de Teresita”.
El celo misionero de San Francisco Javier, lo motivó siempre en la
contemplación de su vocación misionera, comprendiendo por qué es el Patrono
de su Seminario. Ese hombre que lo dejó todo en la plenitud de su juventud y
de sus ideales intelectuales ante la pasión de salvar a los infieles.

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Sus contemplaciones teológicas las inspiró en San Agustín y Santo Tomás de


Aquino: aprendió de estos maestros a pasar de la inquisición científica a la
adoración amorosa y a la necesidad de santidad.

En ese venero riquísimo encontró cuales fueron las exigencias del Señor para
su realización como persona, como cristiano y como sacerdote:
Amor y fidelidad a la Santa Iglesia, Madre y maestra, depositaria de la
verdad que es Cristo el Señor, obra suprema del Redentor, su presencia
80
prometida hasta la consumación de los tiempos, presente en la verdad y la
realidad eucarística y sacrificial: “Esto es mi Cuerpo que será entregado para el
81
perdón de los pecados” y es depositaria de las promesas de la Redención y
de la misión de anunciar el Evangelio y trasmitir la gracia santificante por los
Sacramentos. De esa Iglesia él es sacerdote y obispo con el deber
fundamental de serle fiel. Igualmente al Romano Pontífice puesto por Dios
como Padre y pastor de nuestras almas que la rige en la caridad: “Episcopus
animarum vestrarum” 82
Aceptación de su vocación al sacerdocio redentor con Cristo: el sacerdote lo
es para los demás y no para sí mismo, lo aprendió del Magisterio; lo que
supone al hombre que debe ser redimido. Esa redención que transmite está
vivificada por el amor a Jesús, fuente y razón del “celo por la salvación de las
almas ardentísimo hasta el sacrificio”83, celo activo, insomne, porque sin la
salvación no se da gloria a Dios y cuya razón es su identificación con Cristo,
como se lo enseñó Santo Tomás:”El amor es unitario y concretivo hace que el
amante quiera los bienes del amado con la misma fuerza que éste, porque la

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unidad del ser produce la unidad de la operación y ésta participa de la


naturaleza de aquella”. 84
El destinatario de la obra redentora es el Hombre. El pecador y el justo, que
debe recobrar la vida que Dios le concedió:”Yo vine para que tengan vida y la
tengan abundante” 85Por tanto: “Tened cuidado de la grey en la cual os puso el
Espíritu Santo como pastores para regir la Iglesia de Dios, la que adquirió con
su sangre” 86
Amor y fidelidad al Instituto y a su Fundador, hombre providencial, iluminado
para reunir la comunidad misionera, campo y ambiente el más propicio para su
vocación evangelizadora: “Me entrego libremente al servicio del Seminario de
Misiones para compartir sus dolores y sus triunfos. (en su Profesión Perpetua)
y “Agradecimiento al Instituto al que debo cuanto soy y cuanto tengo en el
87
orden natural, intelectual y espiritual”
La proyección espiritual era demasiado exigente y excedía la normal
generosidad de un hombre rodeado por un mundo social y espiritualmente
contaminado de indiferencia y en buena parte de rechazo al exigente mensaje
evangélico. Ante tal realidad inocultable vivió del convencimiento de que para
cumplir su compromiso vocacional, el primero y fundamental deber era asumir
el trabajo intenso de alcanzar la santidad. Fue una idea torturante esa de
“llegar a ser el Homo Dei que he deseado desde mi mocedad ya lejana” 88: la
identidad con Cristo Redentor en alabanza a la Trinidad Santísima, es la piedra
angular de su edificio espiritual. No le importa repetir lo de la “locura por la
santidad”, como el ímpetu y la voluntad resuelta por alcanzarla y sus
desilusiones íntimas por sentirse aun lejos de su alcance. Los pasajes, en sus

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escritos sobre este tema son persistentes: en la correspondencia, en la


predicación, en la constante conserjería espiritual que se le pedía a diario.
Se hizo patente este “alpinismo espiritual”, en el ejercicio ejemplar de las
virtudes evangélicas: la oración de profunda contemplación, alabanza y
adoración: muchos momentos ante el Santísimo Sacramento, devoción
cultivada desde la infancia; en la celebración de la santa Misa, centro y cumbre
del ministerio sacerdotal; y la Alabanza a la Virgen con el santo Rosario, que
llevó en su mano hasta el último momento. El valor y la entereza al ser
testigo de la verdad: su palabra empeñada de ser fiel hasta la muerte. “La
pastoral llega a la cubre cuando da la vida por los caminos. La pastoral es
hasta derramar la sangre en el surco”.

La integridad y pureza de su vida y de su sacerdocio, exigencia permanente


también para sus alumnos y misioneros, pureza de la cual pudo decir su
confesor: “Nunca encontré en él pecados graves, sólo imperfecciones que aún
89
los grandes santos han tenido. “Un sacerdocio inmaculado para poder
mostrar la cara y la santidad de Dios del que será testigo”. 90

La responsabilidad cuidadosa en el cumplimiento de sus deberes en la


Iglesia, que fue herencia muy querida del Fundador y de sus formadores, y que
exigirá otras virtudes para ser testimonial y eficaz: Laboriosidad sin descanso,
rectitud, honestidad y transparencia en todas las acciones; disponibilidad sin
objeciones para cumplir “la santa voluntad de Dios” que le trasmitía la
obediencia; el orden y la autodisciplina para alcanzar la eficacia de la labor
evangelizadora. Y todo ello aromado y fecundado por el ambiente de su
pobreza evangélica y despego de comodidades y bienes materiales, con la
humildad que destilaba de toda su persona y que conscientemente controló y

9
72

rechazó la vanidad: no lo tentaron ni los títulos, ni los cargos de mando, ni


otras posibilidades: sólo fue lo que se propuso y pidió ser: un simple misionero,
ojalá en el último puesto. De ahí su gratitud manifestada continuamente con las
expresiones más delicadas hacia sus benefactores, sus formadores y al
Instituto.

Un oportuno colofón del anterior perfil espiritual de Monseñor Jaramillo, bien


puede ser esta elevación personal de su meditación: “Santidad sacerdotal,
viva, hasta el tuétano de los huesos, tan indeleble como el carácter de mi
sacerdocio, tan providente como el Padre, tan ardiente como el Espíritu y tan
mortificada y redentora como el Verbo encarnado y muerto en la cruz; santidad
virginal como María Virgen; santidad fecunda como la Inmaculada que es la
Virginidad hecha Madre de Dios” 91

9
73

EL MINISTERIO PASTORAL

“Veni ut vitam habeant et abundantius habeant. 92


Vine a darles la vida y que la tengan abundante.
Esa fue la respuesta del Salvador al responder por el objetivo de su misión en la
tierra.
A un cuestionario de rutina en el Seminario, a la pregunta: ¿Cómo nació su
vocación? Monseñor Jaramillo responde ingenuamente”: Ni yo mismo lo se.
Pero una vez en Yarumal ante la visión del fervor y el irresistible atractivo
carismático de Monseñor Builes y de los sacerdotes que engendraban apenas esa
maravillosa obra misionera de proyecciones universales y cuyo cimiento
inconmovible fue aliarse con Cristo Salvador para ganarle almas, su decisión de
hacerse sacerdote y misionero ya no aceptó ninguna razón en su contra. Dos
ideas estaban definitivamente claras y absorbentes: su amor a la Eucaristía le
exigía el sacerdocio y su pasión por el Señor que vino a salvar a los hombres, le
exigía su entrega incondicional. Lo dijo muy claro: Mi petición es inspirada en el
deseo que me anima de llegar pronto al sacerdocio para ser más hábil instrumento
93
en la tarea de salvar las almas” Y en 1938: “Hago esta petición libremente,
animado del deseo de salvar las almas por el medio más apto para ello; cual es el

9
74

sacerdocio”. Y al emitir la Promesa Jurada Perpetua de Obediencia en 1946: “Así


quedaré ligado de por vida a la bella causa de las misiones católicas y me entrego
libremente al servicio del Seminario de Misiones para compartir sus dolores y sus
triunfos”94.
En su vida sacerdotal de 49 años encontramos tres momentos, a cual de todos
más interesante: los 3 años de especialización teológica, que ya conocemos; la
formación de sacerdotes en el Seminario con las mayores responsabilidades a su
cargo; y el servicio pastoral.

El Primer Ministerio: Estrenando Celo

El proyecto de estudios en la Universidad Gregoriana de Roma se vino abajo a


causa del recrudecimiento de la segunda guerra mundial. Mientras se definía otra
alternativa, los Superiores decidieron que durante el final de 1940 y el año 1941,
los dos nuevos sacerdotes fueran para una experiencia pastoral a una de las
parroquias a cargo del Seminario en la Costa Atlántica, y a la docencia en
Yarumal, como buen entrenamiento al ejercicio de su ministerio, lo que resultó un
saludable y oportuno aprestamiento al servicio de formadores que se les señalaría
posteriormente. De hecho ambos llegaron muy pronto a ser supremos rectores del
Instituto. Así, tres días apenas después de su primera Misa en el pueblo natal,
recibía una paternal carta del Padre Rector: iría a Sabanalarga, en el
departamento del Atlántico, donde ya era Párroco su amigo de infancia, ordenado
un año antes, el Padre Heriberto Correa. Y se le aconsejaba dar la mayor atención
a la administración parroquial bajo la dirección del Padre Correa. Diez días
después ya escribía a sus Superiores las primeras experiencias misionales como
un despertar a realidades antes no previstas, en medio de una población de
costumbres poco cristianas, menos practicantes e influenciados por sectas
9
75

acatólicas. Nos cuenta el Padre Abraham Builes, compañero en la Parroquia; “Ya


sacerdote estuvo en Sabanalarga conmigo. Como era gran orador no le daba
miedo hablar en las esquinas de ciertas calles contra unos herejes que estaban
dañando el pueblo”. 95
Ese primer contacto con el trabajo apostólico impresionó fuertemente al novato
misionero que se entregó con toda la fuerza de su celo pastoral que recién
estrenaba: Catequesis, predicación, asistencia a veredas, administración
parroquial. Cuenta en su correspondencia que colmaba todo su tiempo con la
satisfacción de hacer algún bien, no sin soslayar con ojo avizor la problemática
espiritual que prosperaba en un catolicismo desprotegido, poco ilustrado y víctima
de costumbres complacientes. Era el mundo nuevo que descubría, que palpaba.
En el Seminario, lo decía él, sólo había tenido una noción especulativa de las
realidades que vivía el hombre al que se había comprometido a llevar a Dios. Al
analizar su visión del primer campo de apostolado, es consolador comprobar que
esa primera experiencia de apenas cuatro meses y la compañía de sus
condiscípulos del Seminario y ahora sus orientadores en pastoral, tuvo la mejor
repercusión en su alma y encendió su celo apostólico. Y de verdad que tomó a
pechos su servicio evangelizador que fue, además, importante escuela en sus
primeros pinitos pastorales. Allí vio personalmente la diversidad de los criterios
aún entre los que eran distinguidos como gentes que todavía se dicen cristianos.
El 19 de septiembre de 1940; tres semanas después de Ordenado, escribía a su
Rector, el Padre Aníbal Muñoz: “Creo que ahora es más capaz mi espíritu de
apreciar la grandeza de mi vocación misionera: me siento tan Cristo. Siento en mis
entrañas cómo nace en ellas el amor enorme a mis ovejas. Por fin mi óleo
amasará los trigos de Dios”.96
Y poco tiempo después: “La brega de las almas va modelando en uno las
facciones de un hombre conciente de grandes responsabilidades. El sacerdocio

9
76

requiere capacidad enorme para surgir, una entrega de ánimo descomunal, un


corazón de fiera, una independencia santa de carácter, un despego de todo. La
gracia de Dios da fuerza para llevar con fruto la enorme grandeza que se oculta en
el alma de un Ungido”.
Las cartas de este breve período son bastante elocuentes, nacidas de los
primeros ardores de su sacerdocio.

Capellán del Penal


El año de 1942 se fue a la Universidad en Bogotá. Además de sus deberes
académicos se ocupó de la Capellanía del Buen Pastor, en la Cárcel de Mujeres,
durante los tres años de su especialización. Este período es uno de los más
interesantes en la vida del Padre Jaramillo: no había cumplido aún dos años de
Ordenado y ya se veía enfrentado a las situaciones sociales más abyectas y
además despreciadas por la sociedad, que como siempre profesa una doble
moral: arroja a una persona al fango y luego la califica como un desecho social y
se lava las manos en el mismo lodo. La mujer en la prostitución pública ha sido
situada en el más bajo y despreciable nivel social. Allí se encontró el Padre
Jaramillo con ese mundo aun no comprendido: prostitución, abuso sexual,
asesinato, robo, drogadicción. En el penal purgaban los “crímenes” con que
habían sido señaladas más de noventa mujeres desde jóvenes de 14 años hasta
mujeres endurecidas en el delito por más de 30 años. Cualquiera diría que un
sacerdote tan joven no es el consejero para esas realidades. Afortunadamente la
dirección del personal carcelario estaba al cuidado de las Religiosas del Buen
Pastor, cuyo carisma es precisamente el apostolado de la mujer caída en el mal. Y
el Padre Jaramillo era además Capellán, confesor y consejero de las Religiosas.
De ellas escribe él mismo reconociendo verdaderos hechos de tal caridad y
comprensión que las califica de santas.
77

Cómo consideraron las Religiosas del Buen Pastor directoras del penal de Las
Aguas a su capellán. Leemos en sus registros históricos: “En frecuentes
oportunidades se dio a conocer su intervención en el desarrollo y vida de la
Congregación en Colombia y más específicamente en la Provincia de Bogotá.
Según las crónicas su vinculación a la comunidad se realizó a través de su
ministerio sacerdotal como Capellán (1942); así lo describen: “ Empezamos el mes
de enero de 1942 con una gran pérdida para toda la casa... nuestro digno capellán
Eduardo Trujillo... creíamos en el momento irreparable pérdida... Pero había
llegado la hora en la cual la Divina Providencia, derrocharía el tesoro infinito de
sus misericordias... en efecto días después, Monseñor Rafael Afanador Cadena,
nos enviaba al padre Jesús Emilio Jaramillo, misionero javeriano de Yarumal,
Antioquia. Llegó a Bogotá en los primeros días de enero para continuar con sus
estudios de teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Al ver su figura de
aparente seminarista, pues tan solo contaba 26 años, fue grande nuestro afán
pensando en el personal que tendría a su cargo. Pero no; el joven misionero
reunía todas las dotes y cualidades propias para orientar nuestras jóvenes según
el espíritu de Buen Pastor... pronto se conquistó el respeto y la confianza de
nuestras asiladas de manera que pudo llegar al corazón de las más difíciles y
volverlas al buen camino.
Su predicación y su espiritualidad tenían como sello característico el amor a la
Santísima Trinidad y a la Santísima Virgen; prueba de ello, se plasma aquí una de
sus ardientes inspiraciones pronunciadas en el Oratorio del Convento del Buen
Pastor en Las Aguas (Junio 1943): Job, el patriarca de Idumea decía en su
desolación: sé que mi redentor vive y con mis ojos lo veré en mi último día. Como
él yo también creo que mi Dios – Trinidad vive; lo siento dentro de mí, en mí
palpita, su vivir es mi vida; morir para mí, no es sino abrir mis ojos a la luz; en mi
último día se romperá mi pecho, veré a mi Dios, a mi salvador y me perderé en la
inmensidad de un Dios Trinidad.
78

Pasaron tres años de fecunda siembra, los frutos los recogería el Dueño de Mies y
que no fueron pocos. Su presencia entre las prisioneras fue la del mismo Cristo en
busca de la oveja extraviada de la Casa de Israel. Finalizaba el año de 1944 y con
él terminaba el cargo para el que había sido destinado.
Así lo cuentan los anales: Partida del Señor Capellán. Grande y muy grande era la
prueba que Nuestro Señor nos tenía reservada para el fin del año. Sólo las que
miramos de cerca el bien que hizo en nuestra casa durante tres años este insigne
sacerdote, las que tuvimos el privilegio de disfrutar de sus dotes excepcionales
como Ministro de Cristo, podemos apreciar los caudales de gracias que el Buen
Pastor derramó sobre nuestro Monasterio por su conducto y el valor que
representa ésta pérdida tan irreparable. Sin embargo un “fiat“ pleno de su misión a
los divinos quereres, salió de todos los labios en la mañana del 8 de noviembre al
recibir su última bendición.
Continuó su vinculación con el Buen Pastor; Medellín y Bogotá se beneficiaron de
su profunda y clara doctrina. En Bogotá, acudía a la Comunidad con plena
confianza, la que consideraba para su vida personal como su hogar. Con su
amistad sincera y paternal orientó las religiosas, quienes guardan de él el más
sano y dulce recuerdo. Su simpatía y admiración por el carisma de la
Congregación le ganó la voluntad hasta el punto de solicitar durante muchos años
la presencia de las Religiosas para su Diócesis. A pesar de la distancia la
vinculación a la comunidad siempre se hizo posible para bien de las obras
apostólicas. La estrecha amistad con la Hermana María del Agnus Dei fue un
eslabón en la realización de la fundación araucana.
Al cumplirse su gran anhelo de plantar el cayado del Buen Pastor en su diócesis,
se constituyo en su protector, maestro, guía y padre espiritual. Cuánto gozaba con
la presencia de las misioneras allí; cuánto admiraba su acción evangelizadora.
Cómo comprendía sus limitaciones y cómo animaba al grupo en sus momentos de
angustia ante la impotencia para solucionar el problema a quienes a ellas acudía.
Cuánto admiraba los testimonios recibidos de la comunidad en su tiempo de
79

capellanía. Interrogado alguna vez sobre sus apreciaciones por el Buen Pastor
respondió: Lo que más me impactó y marco huella en mi vida de joven sacerdote,
a los 26 años fue la labor pastoral que me confió la comunidad en la cárcel de
mujeres de Las Aguas y el espíritu religioso de celo por la salvación de las
prisioneras que vi en las religiosas; con esto, mi vocación sacerdotal se afianzó
para el futuro.
Refiriéndose hacia las hermanas con quienes compartió en ese tiempo, manifestó:
admiraba su espíritu de observancia llevada hasta el detalle y la vivencia del
carisma de Santa Maria Eufrasia totalmente orientado hacia la salvación de las
personas caídas en desgracia.97
Leer la correspondencia del Capellán con sus Superiores; el rector y Monseñor
Builes, es comprobar los efectos de una acción directa de Dios en la santificación
personal, es palpar el éxito de la formación y ejemplos del Seminario y es admirar
la voluntad indefectible de ser el apóstol que su vocación le exigía. Y nos hace
comprender el gozo con que descubre cada día el sentido de su sacerdocio, que
expresaba con la connatural ingenuidad de su alma: “En esta Capellanía, escribe
el Rector del Seminario, tengo un inmenso campo de apostolado: imagine que se
trata de las mujeres más degradadas de la sociedad. Parece que me quieren
mucho, que mis catecismos les son consuelo. Yo también las quiero con todo el
corazón y le pido a su Reverencia oraciones especiales por ellas”. 98
A Monseñor Builes le hace esta confidencia: “Esta Semana Santa estuvimos muy
ocupados sus misioneros. Creo que Dios hizo mucho bien por mi medio a las
prisioneras de Las Aguas y lo digo sin ningún orgullo: sería irracional. Comprendo
que yo nada valgo, que lo que hice lo puede hacer otro con más eficacia, pero sé
que Dios pone a cualquiera en determinadas circunstancias que lo obligan a obrar
de determinada manera según los planes eternos. Creo que también por evitar un
solo pecado mortal estaría pagado suficientemente mi ministerio”. Una alegría

9
80

explosiva, totalmente sobrenatural, manifiesta en el proceso de acercamiento a


Dios que percibe en “sus presas”, acción purificadora que proviene únicamente de
la gracia de Dios, que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva
y de la intervención de La Inmaculada: con motivo de las confesiones en la fiesta
de la Virgen del Carmen: “ofrecidas a la Virgen, a ella le pertenecían
99
absolutamente pues las había cosechado”, Los relatos sobre celebraciones de
Semana Santa, sobre confesiones de casi todo el personal, sobre casos
enternecedores de niñas apenas llegadas a la pubertad regeneradas o refugiadas
en el Buen Pastor para huir de los acosos criminales de su sociedad; de grupos de
Cruzada Eucarística en el penal y de adoración reparadora ante el Santísimo
Sacramento; de sufragios para agradecer a Dios el sacerdocio del Rector por ser
el formador de su Capellán; de verdaderas demostraciones de muy limpio amor
por este Consejero y Director; y la ingenua y transparente confesión del Capellán
que ama a “sus presas” y siente la mayor alegría por esos momentos en que ellas
han tenido un contacto, así sea temporal, con el Señor en una Confesión y
Comunión pascual: todo ello es verdaderamente conmovedor. “Promesas, no me
hago ilusiones. Me hago este cargo: todos los hombres tienen que tender a Dios
en cada instante de su vida: estas pobrecitas han sido de Dios algún momento por
lo menos. Así el dominio de Dios ha sido reconocido siquiera transitoriamente. Por
experiencia propia he comprendido que la actividad por las almas aumenta la
caridad interior”. 100
De ello deducimos que un equipo de pastoral como éste: Capellán y Religiosas,
vibrando en el mismo entusiasmo y ardido en el mismo celo de llevar las almas a
Dios, es lo que tiene que ser el servicio salvífico de la Iglesia. Es una prueba de
ello que desde entonces las Religiosas del Buen Pastor sostuvieron la veneración
y pidieron la consejería al Padre Jaramillo hasta su muerte: allá en Arauca también
compartieron su actividad evangelizadora.

1
81

Para estos años verdaderamente felices del Padre Jaramillo, entregado a sus
mayores aficiones: estudio de la Teología y el apostolado del Buen Pastor, hay
que agregar su servicio como Predicador y Director de Retiros espirituales en lo
que se distinguió siempre. Fueron muy famosos sus sermones en las grandes
solemnidades litúrgicas de Semana Santa. Y no lo fue menos la Consejería y la
Dirección espiritual a Religiosas y Seminaristas, con su profundidad y sencillez
características.
Cumplidas las exigencias académicas de la Universidad, el Padre Jaramillo
redactó su tesis doctoral y recibió la orden de irse a Yarumal como Profesor de
Dogma y Sagrada Escritura y allí permaneció en diversos cargos directivos
durante 22 años. Y sólo volverá a la actividad pastoral cuando haya cumplido su
período constitucional como Superior General del Instituto, en 1966.

Segundo ministerio. Formador de misioneros.

El Fundador de los Misioneros de Yarumal, Monseñor Miguel Ángel Builes, con


justicia llamado El Obispo Misionero de Colombia, definió el fin exclusivo del
Seminario, el año de 1938, ante Monseñor Juan de Unzalu, Visitador Apostólico a
nombre de la Congregación de Propaganda Fide: “El plantel es propiamente un
Seminario de Misiones Extranjeras, pues tiende a la formación, de misioneros con
la mirada extendida hacia el mundo pagano, hacia esos mil millones de hombres
que no conocen a Dios. Y según ese ideal se ha procurado formarlos”.
Y esa visión clarísima y definida del Fundador, fue una de las razones en que el
Padre Jaramillo fundamentó su vocación: para ser misionero.
Por el momento tendrá como compromiso inmediato formar los misioneros que
debían realizar los sueños y esperanzas del eximio Fundador sobre su visión
cósmica de la divina Redención.
Esperaremos que hayan transcurrido todos esos años, para conocer el segundo
tiempo en el campo de la siega.
82

El oficio de formador en el Seminario lo inició al año siguiente de su ordenación


sacerdotal en enero de 1941. La experiencia pastoral en Sabanalarga sólo duró
cuatro meses, vividos con ejemplar entrega a los fieles de la parroquia. Sus
Superiores juzgaron oportuno que un sacerdote tan distinguido en los estudios y
con las mejores garantías espirituales, viniera a colaborar en el Seminario de
Yarumal. Sin olvidar el proyecto de estudios universitarios, le encomendaron la
cátedra de Sagrada Teología dogmática: el primer javeriano Profesor de Dogma
en la historia del Seminario.
Por supuesto que no obstante su entusiasmo por la acción pastoral volvía a
encontrarse sumergido en el ambiente de la Teología, su gran pasión y ya no
solamente para disfrutar como intelectual, sino para enseñar y contagiar a sus
discípulos, que un año antes fueron sus condiscípulos, todo ese fervor y esa
relación con Dios que se necesita para ser verdadero teólogo.
Fue un solo año de magisterio, también óptima preparación al doctorado, que ya
conocemos con cuánta intensidad acometió.
De este corto lapso no hay especiales circunstancias para relatar; sí está claro que
obtenido el ingreso a la Universidad y culminado el ciclo doctoral, no cabría duda
de que sería el más indicado para regir la cátedra de Teología en el Seminario.
Ya en enero de 1945 lo encontramos en Yarumal: Dogma, Sagrada Escritura,
lenguas bíblicas, fueron el tema de su cátedra.
Quienes tuvimos la fortuna de ser sus discípulos, no dudamos en calificarlo como
profesor estrella, por la claridad de su pensamiento, por la profundidad de su
reflexión y por el convencimiento de sus fundamentos sacerdotales: no era su
cátedra una clara exposición de principios, argumentos y textos de los mejores
teólogos de la Iglesia con Preferencia de los Padres Apostólicos, como enclave
directo de la Tradición Apostólica; era ante todo un conductor en lo que debe ser
una vida sacerdotal y misionera, formada en el conocimiento, el amor y la
seguridad de la Persona de Dios y su voluntad salvífica: santificar enseñando a
83

Dios, como lo experimentó con sus propios maestros en el Seminario y en la


Universidad: santificar con el estudio de Dios.
Leamos dos párrafos de su correspondencia: “Excelentísimo Señor, todos sus
consejos son de santidad. Yo sé que ella me obliga como que soy criatura y
cristiano y sacerdote. Ahora hay un motivo más: el de oficio, que en el presente no
es sino estudiar a Dios. Sé que la Sagrada Teología es a base de fe, por lo que no
puede ser buen teólogo el que de aquella virtud, fundamento de la santificación,
carece”. (Carta a Mons. Builes. Marzo 3 1942. Archivo IMEY).
Y al Padre Aníbal Muñoz el 1 de marzo de 1942. “El Padre Juan María (Juan
María Restrepo, ilustre teólogo jesuita), no parece tener otro fin que santificarnos
teológicamente. Nos ha hecho comprender que Dios debe ser para nosotros no un
concepto metafísico sino la gran realidad que vivifica nuestro ser, toda nuestra
entidad. Nos ha enseñado que la Teología se diferencia de las demás ciencias en
cuanto, que es, como el cristianismo, una vida.” Y no olvidó ante su cátedra el
gran principio que el Padre Miguel Ángel Gallego, uno de nuestros más
recordados formadores: al recibir la obediencia de ir al incipiente Seminario de
Misiones como profesor y formador, la respuesta a su Obispo fue: “Gustosísimo
empiezo mayo Seminario de Misiones. Así alcanzo mi más bello ideal: maestro
sacerdote. Páguele Dios impagable beneficio”.
Este fue el modelo de Maestro que se impuso, una herencia que nunca dilapidó.
Seguramente para muchos de nosotros la realidad de nuestro sacerdocio en y
para la Iglesia, realidad sustentada durante toda la vida, encuentra su fundamento
en esas cátedras de Dogma y Sagrada Escritura. Cuántos ambicionamos llegar a
ser un día tan claros y tan convencidos.
De ese modelo de maestro, su ideal de formador, su conciencia de la
responsabilidad ante la Iglesia y el Instituto que pusieron en sus manos el futuro
sacerdotal y misionero de sus hermanos, encontró el paradigma durante su
contemplación del misterio salvífico de Cristo y de su Santísima Madre. Son
84

particularmente elocuentes los siguientes apartes de sus escritos en los que se


refiere a su compromiso como formador en el Seminario.

La persona de Cristo.
“Cuando el hombre está en la presencia de una belleza de la naturaleza que llega
hasta el sublime extático o dinámico, se siente atraído irresistiblemente por ella y
entra casi en el éxtasis. Eso es apenas un símbolo inerte de lo que sucede a los
que han visto, por una vez siquiera a Jesucristo: los pescadores, los de Emaús,
San Pablo. Yo también, a pesar de mi pequeñez, después de haber meditado
superficialmente sobre El, he sentido la fascinación de su abismo en que quiero
precipitarme en cada momento más y más. Yo también quiero ver a Cristo en todo
y quiero ver a todos los seres en su luz como los polvitos que flotan en el rayo de
sol de mi ventana. Ahora me siento forzosamente apóstol, mensajero. Llevo una
buena nueva a mi pueblo sentado en sombras de muerte, llevo el solo nombre que
ahora salva. Diré a los ciegos: llegó la luz. Diré a los muertos: llegó la
resurrección: a los equivocados, la verdad; a los cautivos: la libertad; a los
combatientes: la paz. (He ahí al Hombre. Pág. 227).

La santidad.
“Ahora más que nunca se revela a mi espíritu la eficacia de la santidad: sólo ella,
porque es prolongación de Jesucristo, puede salvar el mundo. Por ella el diminuto
Pablo se abrió paso entre las filas abigarradas de hombres bestiales, de ídolos
impuros, de sombras de muerte. Señor Jesucristo, es la hora amarga del
paganismo: pero ¿dónde está la santidad de tus doce apóstoles?... Es la hora
fúnebre del Dios desconocido, pero ¿dónde están los sacerdotes que de veras te
conocen para darte en comunión de Verdad a las almas?... Es la hora del apego
sórdido a las riquezas y comodidades, pero ¿dónde están los sacerdotes
85

verdaderos pobres de espíritu?... El peligro sobre el mundo es ahora el


comunismo enemigo de toda riqueza. Lo más grave es que el sacerdote moderno
no se le podrá enfrentar porque está ocupado contando monedas. Por lo visto las
primeras cabezas que rodarán serán las de los consagrados”. (Carta a MAB.
Septiembre 10. 44 Archivo Imey).
Sacerdocio eficaz.
“Ante la terrible crisis espiritual de fe que invade el catolicismo colombiano, la
eficacia del sacerdocio ha resultado ineficaz por nuestra propia culpa, de los que
siendo sacerdotes no hemos elevado nuestras vidas a la altura infinita de nuestro
carácter de mensajeros de la Verdad encarnada”.

“Me parece que todos los Javerianos deberíamos decir unos de otros las palabras
de Nuestro Señor Jesucristo en la última cena: “et pro eis ego sanctifico me
ipsum”. Yo sé que la santidad tiene una fuerza colectiva: con cinco justos se
hubiera salvado Pentápolis. El Seminario necesita esos cinco justos para no
defraudar las esperanzas de la Iglesia, de los abnegados bienhechores, de los
dolores del Fundador. En los cimientos de algunos templos paganos se
encuentran huesos humanos como para significar que el altar no puede levantarse
sino sobre la sangre de corazones generosos. El Seminario de Misiones necesita
esa sangre y esos huesos en los cimientos para poder permanecer sobre las
contingencias humanas, como el altar de Nuestro Señor Jesucristo”. (Carta a
MAB noviembre 27.46).

La Santísima Virgen.
“Después de alabarte torpemente, déjame invocarte Virgen Pura y Limpia:
enséñale a los llamados al sacerdocio a sacrificar su cuerpo en la mortificación
sensual como la mejor víctima, el cordero que quita los pecados de muchos. Dales
a entender que la castidad es un acto de fe práctica en lo espiritual y lo
sobrenatural y condición de los salvadores de almas; que ella no se opone a la
86

vida pues tú eres Virgen y Madre; que hay necesidad de que algunos sean castos
para salvar la especie; enséñales a llevar la castidad sin dolor, no con simple
resignación sino con alegría colmada, como la de los que ven en ella el privilegio
supremo de la vida, un anticipo de la resurrección; que hagan de ella un poema
que deleite a los ángeles y que sus manos sean límpidas como tus entrañas, para
que puedan concebir la Eucaristía”. (Circular a los seminaristas).

Hoy día añoramos este tipo de formación sacerdotal desde la cátedra, ante la
desviación de una teología puramente científica, en busca inútil de otros
argumentos frente a la sagrada tradición de los mayores, teología para laicos sin
visión de santidad, inquietudes cientistas de los nuevos Maestros de Teología
regionales de tipo más étnico – social que salvífico.
Ante estas realidades, viene espontáneamente a la mente la solemne declaración
de San Pablo a los Corintios: “Aunque hayáis tenido diez mil maestros en Cristo,
no habéis tenido muchos padres. Yo os he engendrado en Cristo por el Evangelio
(I Cor. 4,15).

Maestro de novicios
De enero a agosto de 1945 fue además el Director Espiritual de Seminario Mayor.
El 10 de agosto de 1945 ocurrió la muerte inesperada del Padre Miguel Ángel
Gallego, Maestro de novicios desde 1937, de los más ilustres y queridos
formadores, columna del Seminario de Misiones, miembro del clero diocesano de
Santa Rosa de Osos, sacerdote que desde el principio adivinó y admiró las dotes
del Padre Jaramillo.
La muerte del Padre Maestro de Novicios, conmovió profundamente a la
Comunidad entera, que desde 1929 había recibido de él la más sólida formación
87

sacerdotal en los diversos oficios de Profesor, Prefecto de Disciplina, Maestro de


Novicios y Asistente del Rector. Su ausencia de tan delicado cargo exigía un
reemplazo con especiales cualidades. Los Superiores no dudaron en designar
enseguida al Padre Jaramillo. Llegaba así a un oficio, por esos tiempos el más
delicado en la conformación del Instituto, muy joven aún, apenas a sus 29 años de
edad, profundo teólogo y espiritualista y con algunos años de experiencia pastoral.
Sin embargo demostraba ya delineada su fisonomía espiritual, intelectual y
misionera.
Sus dos antecesores fueron sacerdotes de alta espiritualidad y figuras cimeras en
nuestra historia. También sucedió al Padre Gallego en su oficio de Asistente del
Rector. Y continuó sus clases de Teología en el Seminario Mayor.
En su oficio de Maestro de Novicios, responsable de infundir en los aspirantes a
Misioneros de Yarumal las enseñanzas del Fundador, las exigencias de la Iglesia
para un nuevo género de vida y la doctrina y experiencia ascética y mística de los
Patronos y de los grandes Doctores de la Iglesia, el Padre Jaramillo se encontró
en su ambiente propio como alma de oración, de elevadas contemplaciones de
misterio Trinitario y Redentor, de la misión de la Iglesia, Sacramento universal de
salvación: es Dios infinito, perfectísimo quien llena todas las aspiraciones
racionales del hombre.
A él debían llegarse sus novicios en la búsqueda de la perfección exigida por
ejercicio del ministerio sacerdotal y de la manifestación de Jesús, el Salvador,
porque evangelizar es hablar de Jesucristo. Tal vocación y mandato no se realiza
sin la santidad personal. Además era el reto que proponía el Fundador y los
Superiores confiados en la evidente vida interior que manifestaba el nuevo
Maestro de Novicios. Eso lo adivinaba el Padre Jaramillo y con humildad, con
temor y temblor, aceptó la nueva obediencia. El informe que entregó a Monseñor
Builes, pasados los primeros meses de su experiencia en el Noviciado, traza ya un
derrotero muy sólido para la espiritualidad javeriana.
88

Al considerar este momento del magisterio de Monseñor Jaramillo me viene casi


instintivamente al recuerdo la frase que muchas veces le oímos cuando en sus
charlas espirituales a sus alumnos insistía en la rectitud y honestidad que exige
nuestra determinación de responder a la vocación sacerdotal y al servicio
misionero: “Si revera quaeras Deum”: Si de veras buscas a Dios, haciendo
referencia a la pregunta con que el Abad, en los Monasterios de la Edad media
recibía a los aspirantes al monacato antes de permitirles ingresar al Claustro. Y la
solemnidad de su expresión y el convencimiento que al decirlo dejaba adivinar, fue
también todo un reto para sus discípulos: Dios Trinitario y Personal tenía que ser
el exclusivo objetivo en la vida cristiana y máxime sacerdotal.
En esa línea, enriquecida con la herencia espiritual del Fundador, el ejemplo y
veneración de los santos patronos y las enseñanzas del Magisterio sobre la misión
universal en favor del hombre necesitado de regresar a Dios y realizar su identidad
primigenia, fue durante cinco años el incansable insistir del Maestro de Novicios, a
quien abrumaba la responsabilidad de entregar al Instituto y a la Iglesia candidatos
con la calidad espiritual que se exigía.

Por esta misma época, figuró entre los ilustres predicadores al lado de los ya
eminentes que se nombraban en el país. Y aunque debemos respetar su singular
modestia, no podría callar el siguiente episodio. El año de 1949 predicó en la
Basílica de la Candelaria de Medellín, el novenario de la Patrona. Los efectos de
esta predicación los podemos apreciar en la siguiente Carta que el Párroco, ilustre
sacerdote de Medellín, Padre Germán Montoya Arbeláez, envía al Rector del
Seminario: “Me congratulo con su Reverencia por los bellos triunfos en esta ciudad
de un hijo de ese Seminario. Cantó preciosamente las glorias de María y enalteció
a su gran Padre Misionero y a la obra fecunda que su Reverencia dirige. Le doy mi
ferviente agradecimiento por haber permitido su venida a esta iglesia donde tanto
bien hizo a las almas… Los fieles en distintas formas, especialmente los hombres,
me piden con insistencia que traiga al Padre Jaramillo para la predicación de la
89

Semana Santa. Yo juzgo que el fruto que se cosecharía en los ejercicios para
caballeros sería opimo… Considere el punto determinadamente mirando el
inmenso bien que el Padre puede sacar aquí de su óptima y maciza predicación…
Afectísimo, Padre Germán Montoya Arbeláez”.
El año de 1945, la Santa Sede aprobó algunas reformas en las Constituciones del
Instituto; una de ellas fue adelantar la Promesa Perpetua a tres años después de
emitida la Primera Promesa, pues hasta entonces se exigían 10 años. Por lo tanto
los misioneros que ya la habían renovado más de tres años, debían hacerla
Perpetua enseguida. Así el Padre Jaramillo emitió su Promesa de Consagración
perpetua el año de 1946, durante su cargo de Maestro de novicios.
Es fácil comprender con qué fervor misionero asumiría su compromiso: “Así
quedaré ligado de por vida a la bella causa de las misiones católicas y me entrego
libremente al servicio del Seminario de Misiones” (Archivo IMEY).
El 9 de Julio de 1949, cinco años después de haber cursado sus estudios de
especialización en la Universidad Javeriana, al fin se presentó a defender su tesis
doctoral, que ya había redactado y entregado al finalizar los estudios superiores.
Ya sabemos que la defensa de su Tesis sobre la Libertad de Jesucristo, causó
admiración en los claustros universitarios; los Directores enviaron al Superior
General un mensaje de felicitación. Fue realmente un acto de obediencia, pues
nunca se preocupó de títulos ni birretas doctorales. Ni siquiera solicitó el Diploma
de Doctor en Sagrada Teología.
Es lamentable que de este período de su vida no hayan quedado noticias de su
gestión. Solamente conocemos el reconocimiento de sus valores de formador en
un cargo tan importante como el de preparar los jóvenes que finalmente
conformarían la Comunidad, ya que el Noviciado culminaba con la Promesa
Jurada de Obediencia, que los constituía Misioneros de Yarumal. Quienes fueron
sus Novicios guardarán siempre su doctrina, su ejemplo y la clara memoria de su
transparente vida sacerdotal.
90

Fue Maestro de Novicios hasta el año de 1950. Entre enero y abril de 1950 fue el
Prefecto del Seminario Mayor.

Rector del Seminario de Misiones.

El Instituto de Misiones de Yarumal llegaba a un punto histórico de su vida.


Tocando casi los 25 años de existencia comenzaba a exigir la consolidación
institucional con sus propios misioneros. Para 1950 eran 55 sacerdotes, un
notable número de Hermanos y casi 350 alumnos en los dos Seminarios.
Hasta ahora la dirección y formación estuvo a cargo de beneméritos sacerdotes
del presbiterio de Santa Rosa de Osos, que con orgullo y veneración llamamos
“Los Padres Fundadores”: 16 sacerdotes que prestaron al Obispo Fundador su
colaboración en la creación y estabilización de su magna Obra: hombres
ejemplares, escogidos entre lo más distinguido del clero, que nos dejaron rica e
imperecedera herencia.
Después de la ordenación de los siete primeros javerianos, el Padre Fundador y el
nuevo Rector y Vicesuperior General, Padre Aníbal Muñoz, fueron designando
algunos misioneros para conformar el equipo de Formadores y poco a poco los
diocesanos regresaron al servicio parroquial. Todo ello pedía una reconsideración
aún de la Dirección General. Con motivo de esto se convocó el Primer Capítulo
General del Instituto para el 19 de marzo de 1950. Convocado el Capítulo por el
Superior General fue preparado minuciosamente por el Rector del Seminario,
entonces el único sacerdote de los diocesanos que permanecía en la Suprema
dirección de la Comunidad.
De sus deliberaciones resultó la permanencia del Fundador, Monseñor Builes
como Superior General y un Consejo de tres sacerdotes javerianos. El Padre
Aníbal entregó al Capítulo toda la organización del Instituto en un magnífico
informe que es verdadero testamento espiritual: era el fruto de su servicio
inigualable durante 17 años, que fueron su íntegra vida sacerdotal. Y el Capítulo lo
91

consagró como “el Mayor Benefactor y el más fiel intérprete del espíritu y del
corazón de nuestro Padre Fundador” (Cfr. Actas I Capitulo General).
El Seminario iniciaba así una nueva etapa de su historia, cuya responsabilidad, en
adelante, descansaría toda en los Misioneros del Instituto.
El Padre Jaramillo fue elegido segundo Asistente del General y nombrado además
Rector del Seminario, en reemplazo del Padre Aníbal.
En su momento, cuando se destacó como una persona eminente por su sabiduría,
su elocuencia, sus dotes pedagógicas y su integridad de vida y se debía elegir el
reemplazo del más ilustre director del Seminario, el Padre Jaramillo fue recibido
como Rector con total aceptación. Fue el primer cargo administrativo, sólo 9 años
después de su ordenación, cuando ya había sido durante casi cinco años Maestro
de Novicios.
Realmente era la Rectoría el tercer cargo en la Jerarquía del Instituto con la
responsabilidad de formar los misioneros, tantos los sacerdotes como los
Hermanos Coadjutores, con sus normas especiales. Y continuó las clases de
Teología.
Su Rectoría se distinguió por la insistente y profunda espiritualidad, dedicándose
de lleno a una formación sacerdotal integral, centrada en el misterio de Dios
Trinidad, de Jesús Sacerdote y Salvador, y de María Inmaculada; por un celo
insomne y un cultivo incesante de las virtudes sacerdotales y del ideal de santidad
y por la orientación espiritual semanal, las Circulares a sus alumnos en las fechas
más significativas, sus sermones ardientes y su perpetua oración ante el Sagrario
por sus seminaristas; todo ello fue su vida como formador. En sus relaciones: un
alegre Rector que patinaba y montaba bicicleta; una risa abierta y cordial, una
conversación llena de agudos chispazos, un acercarse siempre y no eludir
situaciones difíciles, un consejo comprensivo y acertado, un amor de padre a sus
hijos futuros misioneros.
92

Al entrar en oración: un rostro sereno, una expresión de fe y adoración sin


afectación y un sentimiento de intimidad. Esta fue siempre la imagen de nuestro
Rector.

Fue así el primer Maestro de Novicios y el primer Rector misionero javeriano:


como quien dice, quien recibió en vivo la herencia de espiritualidad y organización
que nos dejaron los primeros formadores.
Llegaba a ese puesto de comando, no sólo con la aceptación sino además con la
complacencia del Fundador y del muy ilustre Rector saliente y Vicesuperior
General, la personalidad más destacada en toda la historia del Seminario de
Yarumal, después del Fundador.
Un nombramiento que se imponía a todas luces para el ordenamiento de un
Seminario que empezaba a ser numeroso, que acababa de irrumpir en su
auténtico carisma misionero con la asignación de dos Misiones Apostólicas entre
indígenas y que exigía una fuerte dosis de formación sacerdotal, religiosa y
misionera.
Su acción rectoral fue verdaderamente significativa por la consagración a formar el
alma sacerdotal y misionera de los alumnos, desde los más pequeños estudiantes
en la sección de secundaria que vivían el lapso de la niñez a la pubertad, hasta los
jóvenes estudiantes de Filosofía y Teología y los nuevos sacerdotes que
generalmente pasaban enseguida al servicio pastoral en regiones muy difíciles del
país.
Por tanto, no sólo se exigía una doctrina espiritual, un conocimiento de la Iglesia,
su historia y la del Instituto, su misión, una fidelidad a toda prueba a la misma y el
ejercicio de las más autenticas virtudes sacerdotales, sino que estaba en juego la
supervivencia misma del Seminario en una época crucial de su vida, a partir del
Primer Capítulo General, una vez ya confirmado como Instituto Pontificio para las
Misiones Extranjeras, bajo la dependencia inmediata de la Santa Sede desde la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos o de Propaganda Fide,
93

encargada de suministrar los misioneros a los pueblos sin el conocimiento de


Dios, de Jesús y de su salvación.

Basta apreciar la marcha del Seminario durante la Rectoría del Padre Jaramillo
con su equipo de trabajo en la formación: más de diez sacerdotes, ya todos
misioneros del Instituto, encargados de diferentes oficios: profesores, directores
espirituales, ecónomos. El desvelo permanente por una auténtica espiritualidad
sacerdotal, la cuidadosa selección de los candidatos a las órdenes sagradas; el
bienestar y la salud de los Padres y alumnos; la supervisión del correcto manejo
de los bienes del Seminario y de los fondos creados gracias a la generosidad de
los bienhechores; las exigidas relaciones cordiales con las personas que en
mucho o en poco aportaban un auxilio para el sustento de la Obra. Es notable la
correspondencia permanente con toda persona que incluía en las listas de
benefactores y la expresión de gratitud por su generosidad, prometiéndoles
integrarlas como medios providenciales para la vida de los misioneros y
participándoles de todos los méritos de la acción apostólica, correspondencia
ininterrumpida a pesar de múltiples quehaceres, pues para el Padre Jaramillo esa
relación de gratitud fue siempre primordial. Por lo demás fue una herencia del
Padre Fundador acogida con suma piedad a manera de acción de gracias a la
Divina Providencia que a lo largo de nuestra historia nunca nos ha faltado: nada
de suntuoso, todo al momento y en la necesidad sentida. Esa idea de responder
religiosamente la bondad y asistencia divina espoleó siempre al Padre Rector:
cómo son de conmovedoras sus expresiones en cartas y discursos para esos
queridos e inolvidables bienhechores. (Cfr. Cartas y Recomendaciones Archivo
Imey).
Como rector insistió particularmente en la constante e intensa preocupación y
acción en la vida espiritual y en el cultivo de la vocación sacerdotal y misionera.
Fue sin duda la edad de oro del Seminario en este campo, con extraordinaria
fidelidad a los ejemplos y deseos del Fundador y de los primeros formadores.
94

Su Don de Consejo, sus profundas reflexiones en conferencias, Circulares y


orientaciones personales, saturadas de evangelio, de la doctrina de los Santos
Padres de la Iglesia, de las enseñanzas de los Sumos Pontífices, constituyen una
fuente supremamente elocuente de virtudes sacerdotales y apostólicas.

Su gran preocupación fue siempre que sus seminaristas nutrieran su espíritu en


los mejores autores de la teología y la eclesiología. Pero su mayor énfasis lo puso
en la formación sacerdotal de sus seminaristas: Para ellos escribió una serie de
cartas con que pretendía componer un lindo tratado epistolar que llamaría
SAMUEL, de animación y formación vocacional misionera. Las escribió con motivo
de fechas especiales: día del Seminarista, mes de Mayo, tiempo de vacaciones,
etc. Por su maravilloso estilo epistolar se resuma la más auténtica ascética
sacerdotal y desborda los sentimientos propios de la paternidad espiritual en la
que desnuda su alma de formador y misionero, no menos que su fervor por el
Instituto, uno de sus grandes amores.
Sin embargo todo ello no se puede apreciar sino leyendo con fruición ese pequeño
tratado de formador y padre de aspirantes al sacerdocio: allí encontramos un alma
sacerdotal, un amor ardiente y divinamente expresivo al Sumo Sacerdote, a su
misma vocación como la suprema gracia recibida de Dios, a María, la Madre
sacerdotal en cuyo honor deja escapar lo más elevado de su estilo de escritor,
especialmente cuando describe su belleza humana y espiritual que embelesa:
cualquiera de los maestros de la literatura universal no sería tan sublime e
inspirado. Y encontramos, en fin, la auténtica descripción de su paternidad
espiritual.
Leamos con alma contemplativa algunos apartes de este precioso tratado
sacerdotal.

Para las vacaciones de fin de año 1950:


95

“Su vocación: ámela como a usted mismo hasta el punto de que la medida de su
cariño por ella sea la del amor que usted mismo se tiene. No piense sino en ella
noche y día, defiéndala de todo ataque explícito o implícito, no haga nada que la
comprometa; hágase su propagandista por medio de una vida irreprochable y de
una palabra apostólica. Sea mártir y confesor de su ideal misionero javeriano.
Su conducta: que sea irreprochable y delate a todos los vientos su cualidad de
futuro sacerdote… En el fondo del hogar vuélvase paz, el premio de los esfuerzos
pertinaces de sus padres y el mejor aguinaldo de Navidad.
La Oración: sea un hombre de perseverante oración; el pensamiento de mi Dios
sea constante en usted como las respiraciones de su corazón.
Sus padres: sean ellos la tutela de su vocación, el ojo que avizore los peligros y la
roca inconmovible de su defensa.
Sus superiores: no olvide que nos hemos empeñado en tallar en su sustancia la
imagen de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote…Prometemos no olvidarlo y lo
llevaremos grabado en el pecho como el sumo sacerdote del viejo Testamento
llevaba escritos en el efod los nombres de las doce tribus; y nuestras manos serán
un cirio como una súplica cabe el silencio del altar”.
La Pureza: (Vacaciones intermedias de 1951).
“Sea puro, más que un rayo de sol, que un corporal, que el fondo luminoso del
cáliz de la Misa, que los mismos accidentes impolutos que velan, en inefable
arcano, la Sustancia de Jesucristo. Sea puro como el Eterno Sacerdote que un día
hará de usted una humanidad “suplementaria” en que se prolongará su
Redención; que en los ojos suyos, cielo barrido perennemente de nubes de
malicia, luzca indeficiente el “Candor de la luz eterna”.
“Santifícalos, Madre. El día del Seminarista: 31 de Mayo de 1952.
“Encargado por insondables designios de la santificación sacerdotal de los
seminaristas misioneros, me he angustiado profundamente a la vista de mis
limitaciones.
96

No queriendo ser infiel al divino llamamiento, he buscado un punto de apoyo “en el


cielo, en la tierra y en lo profundo de los abismos” y he creído encontrarlo en Ti, la
toda Santa, la hermosura que sedujo “con uno solo de sus cabellos” el corazón de
Dios. He fortificado mi ánimo en la súplica, al compararme contigo en loca
audacia, oh Santa Madre de Dios… porque si yo amo a estos seminaristas hasta
desearles todos los bienes de la santidad sin medida, aún a trueque de mi propia
vida, qué no les desearás Tú, La Inmaculada, que eres Sede de la Sabiduría!
Cuídalos, Madre fecunda, Virgen sacerdote, con el mismo empeño con que
cuidaste al Sumo y Eterno Sacerdote. Para El solamente, fuiste la virgen de Isaías
y para El tejiste con laboriosos dedos la túnica inconsútil… Sé la Virgen para mis
seminaristas, teje la túnica inconsútil de su castidad sacerdotal; que estén
dispuestos a sufrir los martirios del cuerpo con tal de conservarla y ser por eso
engendradores de Jesucristo que no nace de voluntad de carne sino bajo las alas
del Espíritu en pechos incontaminados. Dales la sabiduría de Dios en tu regazo…
Huye con ellos en brazos a Egipto cuando las concupiscencias los amenacen de
espantosa muerte; regresa a Nazaret y enséñales el valor de la vida oculta porque
es interior; que a tu lado aprendan la laboriosidad de las abejas, sean pobres de
espíritu como Tú; obedezcan siempre como Tú, Madre que obedeció hasta el frío
punzante de los clavos de la cruz. Santa Madre Sacerdote, que así como fuiste
para Cristo ojos, lengua, corazón, carne, sangre, huesos y transfundiste en Él, el
misterio de tu gloriosa Maternidad, así ellos sean todo para el Verbo humanado…
hasta transformarse en El por el sacerdocio que es la imagen perfecta de tu divina
maternidad”.
El 3 de Julio de 1953, entronizó la imagen del Niño Jesús entre los grupos de
Cruzada Eucarística y del Apostolado de la Oración que serían en el Seminario
como ambiente e instrumento en el proceso sacerdotal de los alumnos. En una
bellísima Alocución – Oración al Divino Niño, el Padre Rector hace gala del estilo,
propio de su sensibilidad artística y de su profundo espíritu de Padre espiritual y
97

formador de sacerdotes. Una pieza literaria digna de los mejores autores


castellanos y una elevada plegaria sacerdotal que puede enfilar entre los místicos:
“Para nosotros, pequeñísimos seres de la Casa de Dios, la perfecta alegría está
en ser sacerdote. Llamados dichosos, sí, porque somos sacerdotes. Eso si, en
verdad supera el gozo de las pasiones y es mayor riqueza que el becerro de oro.
Ser sacerdote y nada más En esto está la perfecta alegría”. (en el 13º
aniversario de su Ordenación a sus seminaristas).
Su amor a María Santísima (13 de mayo de 1954).
“Señora inmortal, animado del verídico amor que te profeso y que es uno de los
más exquisitos dones que Tú me has otorgado, pues nadie te ama si Tú no se lo
concedes, Medianera infatigable de todas las gracias. Así te canto y así te imploro:
Salve, Señora, principio de mi salud, alma de mis alegrías, “cima fúlgida en que
arde mi ideal hecho carne que es el Verbo humanado, santuario en que mis pies
encontraron a la muy Santa Trinidad; bondad derretida de mi Dios para mi”.
Y el 31 de mayo de 1955, primera fiesta litúrgica de María Reina, escribió para sus
seminaristas otra Oración: ambas comparables con la Elevación a María del
inolvidable Monseñor Juan Manuel González.

“La grandeza del Seminarista. El seminarista es un misterio de fe. Cuando


pienso en su persona mi espíritu se eleva por un santo instinto a cuanto hay de
más noble y sublime en el cielo y en la tierra, en el tiempo y en la eternidad. Sería
agradable poder llenar esa mente de verdades renovadoras y llenar su corazón sin
fondo de amor de Dios y del prójimo, amor eterno que sepa darse sin medida.
Sería deleitoso poder decir, parodiando a San Pablo: El Seminarista. He ahí mi
cruz amable, mi corona y mi anhelado galardón. El seminarista es nuestra
pequeña hostia. El hace que sigamos anunciando la muerte del Señor hasta que
venga”.
Y el 1 de septiembre, 15º aniversario de su ordenación, escribe:
98

“Paternidad. Por bondad del Señor soy sacerdote, es decir, padre por
antonomasia y me ha sido dado ejercer esa paternidad trascendente sobre mis
seminaristas, retoños del sacerdocio de Cristo, hijos predilectos. A su lado ha
madurado mi existencia sazonada por el sol de su radiante juventud. No he
conocido más frutos que ellos, ni me ha sido dado otro campo de apostolado. Lo
poco que soy lo soy por ellos y para ellos. No he sentido la fruición de las espigas
sino el reverbero de la fragua. Y el Sol eterno que otros han visto apuntar sobre
los campos ilimites de mieses lo he visto yo reflejarse sobre las lunas de las hoces
y el chisporroteo vivaz de la hornaza encendida de divino amor. Para estar a la
altura de mi deber, quiero vivir a cabalidad mi paternidad.
Haré por conocerlos tanto como a mi alma y a mi Dios… Quiero ser santo para
infundirles seguridad y puedan acercarse como a mi Dios, seguros de que mis
manos están atadas para el mal y abiertas de par en par para el bien”.

Su misma actitud, su piedad edificante, su sencillez espontánea, su ejemplo


sacerdotal fueron seguramente el elemento más impactante de su gestión de
Rector. De tal manera que todos sus alumnos pudimos descubrir, sin que él nos lo
dijera, cuáles fueron las fuentes de su espiritualidad expresada en su devoción a
la Trinidad Beatífica, a la persona adorable de Nuestro Señor Jesucristo, Redentor
y Salvador, a la Teotokos y a la Santa Iglesia.
Y ello no es una suposición infundada: en una situación crítica del Seminario ya
siendo él obispo recién consagrado, un grupo de sacerdotes javerianos,
responsables de la formación, le escriben una interesante carta pidiéndole ayuda y
consejos. Y él responde porque sigue siendo para el Seminario un apoyo firme en
la formación de los misioneros.
Varios años después el Superior General, Padre Antonio Bayter, su alumno desde
la infancia, como para iniciar su gobierno escribía: “el ejemplo de su vida
sacerdotal íntegra, su amor a la Iglesia, a la persona adorable de Cristo y a la
Augusta Trinidad, su episcopado tan dignamente vivido, constituyen para mí un
99

estímulo en los momentos de angustia: si hay motivos de preocupación y de dolor,


los hay también de optimismo y de acción de gracias. Siga usted, Monseñor,
dándonos a mí y a los misioneros del Instituto el testimonio de su vida y el ejemplo
de su virtud: más de uno de nosotros intentará seguirlo.” (Carta del P. Bayter a
Monseñor Jaramillo. Archivo IMEY).

Ahora, al recordar su historia, sabemos y confirmamos que desde el principio de


su proyecto de vida, cuando empieza a incursionar en la Teología dogmática y
mística, impulsó a diario “las ascensiones del corazón: “Ascensiones in corde suo
disposuit in valle lacrymarum in loco quem posuit” (Ps. 83, 6 – 7).
Durante dos periodos constitucionales ocupó la Rectoría del Seminario de
Misiones.
Así no fuera él personalmente un economista, por la misma honestidad de su
persona y su claro concepto de la responsabilidad de su cargo, encomendó la
administración de bienes a ecónomos calificados como suficientemente idóneos,
asesorado también en su escogencia y necesaria supervisión por personas de
toda confiabilidad. En la vida de comunidad, la responsabilidad y oficio del
economato llega a ser uno de los encargos que más suspicacias genera. De ahí
que la Junta de Economía, creada entonces, fue para el Padre Rector un factor de
ecuanimidad y eficiencia necesario desde todo punto de vista en su gestión de
supremo responsable de los bienes del Seminario con exigencia de transparencia,
moderación y sentido de pobreza en las erogaciones, esmerada administración de
los ahorros y efectividad en el servicio y bienestar de la comunidad del Seminario.
Es notable la delicadeza de conciencia con que administra las donaciones de
Becas de estudio, la exactitud en la contabilidad y en su relación con los donantes;
en la destinación de esos dineros que tenían diversos fines estudiados a
conciencia con una junta administrativa, como incremento vocacional, escuela de
educación técnica para indígenas de nuestras misiones, casa de salud para
misioneros enfermos, dotación didáctica para la formación y especialización de los
100

Profesos. Fue en su época cuando se enriqueció la biblioteca con los mejores


autores en ciencias eclesiásticas.

Sucesos muy destacados en la historia del Instituto ocurrieron durante la Rectoría


del Padre Jaramillo, para cuya celebración desbordó todo su entusiasmo y
devoción.
La ausencia definitiva del Padre Aníbal y de todos los sacerdotes diocesanos,
primeros formadores y maestros, creó un inocultable vacío: él mismo entraba a ser
el reemplazo de quien fuera columna sillar de la Comunidad.
Hasta entonces el Rector era prácticamente el Superior de la Comunidad; ahora
se iniciaría un nuevo sistema de administración con el Capítulo general de 1950.
El Padre Jaramillo fue el primer javeriano que debía colocarse al frente de la
formación de los misioneros; él directamente. Eso sí, con la plena complacencia
del Padre Fundador, quien vio en él el mejor sucesor de quien durante los últimos
12 años condujo magistralmente la Institución.
- El mismo año de la iniciación como Rector, celebrábamos el Jubileo del Año
Santo, lo que no podía pasar inadvertido para quien hizo de su vida sacerdotal el
mejor obsequio a la Santa Iglesia, sacramento de salvación. Los Jubileos
cristianos tienen un hondo significado de reconciliación y están enriquecidos con
especiales gracias espirituales con toda la carga teológica de la Revelación.
Un teólogo y espiritualista como el Padre Jaramillo, y más ahora cuando asumía la
ponderosa responsabilidad de educar y formar almas sacerdotales, y para más,
misioneras del Verbo Redentor, no podría desaprovechar este tiempo de gracia.
Saturó el Seminario con el ambiente propio del Jubileo, insistiendo
permanentemente ante sus seminaristas para alcanzar por la oración, la reflexión,
la corrección personal, el auténtico sentido redentor de su vocación misionera:
nada puede estar más cerca de ella, nada le es más semejante que un jubileo de
redención. Conferencias, meditaciones, acciones litúrgicas, disertaciones
101

académicas, ensayos literarios, todo para la saturación espiritual, hizo de la


celebración jubilar de 1950 en el Seminario, un espacio intensamente santificador.
- La solemnísima y conmovedora culminación del Año Santo fue la declaración del
Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma a los cielos, por
Pío XII, el primero de noviembre de 1950.
A quiénes más pudiera entusiasmar este hecho que a los Misioneros de Yarumal,
con su Fundador y su Rector a la cabeza, educados desde la infancia en el amor a
la Inmaculada como la más preciada herencia, a la que con tanto amor se había
erigido una hermosa Capilla y un trono para presidir nuestra vida y nuestra
historia!.
Por lo tanto, la preparación a esa fecha inolvidable rompió todos los límites de la
devoción y el entusiasmo. El Padre Rector desbordó en elocuencia y fervor.
Directores y alumnos emularon en sus alabanzas a la Reina Inmaculada: fue uno
de esos días luminosos que nunca pierde su esplendor de sol radiante. Y como
memoria perpetua, el destacado artista antioqueño, gloria de las artes patrias, don
Salvador Arango, pintó en uno de los muros de la Capilla de la Inmaculada, al
óleo, la representación de la resurrección y Asunción de María Santísima, rodeada
del colegio apostólico y una legión de ángeles que transportan a su Reina al trono
celestial.
En honor a la Virgen, Reina y Madre, estableció que el 31 de Mayo, fiesta litúrgica
de María Reina, se celebrara El Día del Seminarista: toda una fiesta espiritual y de
deliciosa fraternidad que hiciera vibrar por el ideal misionero. Quería proyectar en
sus seminaristas los sentimientos propios de una preparación al sacerdocio.
- Importantes acontecimientos enmarcaron con su necesaria relación este año
jubilar: el 27 de mayo de 1951, el Padre Aníbal Muñoz Duque, ya varias veces
recordado en esta historia, fue consagrado Obispo para la diócesis de Socorro y
San Gil. Lo hemos dicho ya que el Padre Aníbal fue junto al Padre Fundador, el
gran orientador del Instituto de Yarumal durante 17 años. Nombrado Vicesuperior
General de la Comunidad y Rector del seminario en 1938 y 1939. su íntegra vida
102

sacerdotal desde su ordenación, está cosida a la del Instituto misionero: él señaló


normas de vida, lo estabilizó como entidad eclesial.
Al retirarse, Monseñor Builes, su obispo diocesano y Fundador del Seminario de
Misiones, elevó ante Su Santidad Pío XII la súplica de llamarlo al servicio
episcopal, por las eximias cualidades que demostró en la regencia del Seminario.
Ese episcopado era, además, una exaltación de la obra misionera del Señor
Builes y necesariamente fue una fecha señalada con piedra blanca en nuestra
historia.
- Nuestros misioneros tenían a su cargo no sólo dos Prefecturas Apostólicas sino
también algunas regiones en circunscripciones diocesanas con especiales
dificultades para la atención pastoral por situaciones de marginalidad, escasez de
clero y la complicada situación de orden público creada por grupos de
bandolerismo.
Una de ellas era la región de Vélez en el departamento de Santander y ahora bajo
la administración de Monseñor Aníbal Muñoz. Posteriormente esa misma región
fue constituida Diócesis. Allí, durante un viaje en territorio de su parroquia, el
Padre Libardo Aguirre, misionero de Yarumal, pereció en un accidente de tránsito
el 14 de septiembre de 1951. Era el primer sacerdote javeriano muerto y por lo
tanto no fue poca la conmoción que causó en la Comunidad.
- El año 1952 se cumplían las Bodas de Plata de Fundación de los Misioneros de
Yarumal y lógicamente el Rector del Seminario fue protagonista en este
acontecimiento. La última semana del mes de junio y como acto principal de esta
conmemoración, se celebró en las mismas instalaciones del Seminario de Yarumal
la Primera Semana de Orientación Misionera. Nada mejor hubiera podido hacerse
para conmemorar esta fecha, ya notable en la historia de la Iglesia
latinoamericana, como lo manifestó el Nuncio Apostólico en el mensaje final.
Convocada por la Unión Misional del Clero, fue organizada por la Dirección
Nacional de las Pontificias Obras Misionales a cargo del inolvidable y ejecutivo
103

monseñor Felipe Álvarez del Pino, excelente amigo y admirador de la obra


misionera de Monseñor Builes.
Con una interesante serie de Conferencias misionales a cargo de diferentes
Prelados del país que en número de más de 15 se hicieron presentes; con
solemnísimas celebraciones de Misas Pontificales; con la presencia de notable
número de sacerdotes diocesanos, los Seminarios de Santa Rosa y Yarumal y los
Misioneros javerianos. Durante esos días se vivió en Yarumal, con proyección a
todo el país, un cálido ambiente misionero cuyas crónicas y estudios se conservan
con particular devoción. La Liturgia de Pontifical, las actividades académicas y de
teatro, la presencia conmovedora de los sacerdotes diocesanos sobrevivientes
que echaron con el Fundador los cimientos de este Instituto, todo ello fue
admirable y resaltado por el Rector en una de sus magníficas exposiciones
literarias.
Una placa de mármol, como un exvoto de agradecimiento al Padre Dador de todo
don perfecto, erigida en la Capilla, marca para la historia esta fecha gloriosa.
No habría de faltar una nota dolorosa en medio del alborozo jubilar: aún
resonaban los cánticos de júbilo, cuando en nuestra misión del Vaupés, el Padre
Alfonso Villegas, de un año solamente de ordenado, moría arrollado por las
corrientes impetuosas del río Vaupés: era el 15 de Julio y era nuestro primer
misionero que entregaba su vida en su territorio de misión; fue nuestro holocausto
de alabanza y gratitud a Dios nuestro Señor.
El Seminario de Yarumal seguía siendo el centro y corazón del Instituto y por lo
tanto cada acontecimiento hacía siempre referencia a él y a sus directores.
- No es ajeno por consiguiente a la historia del Rector, la exaltación de uno de sus
antecesores, el Padre Francisco Gallego Pérez, de feliz memoria entre nosotros,
segundo Rector y director de nuestro primeros misioneros en la Costa Atlántica,
como Obispo de Barranquilla y su consagración el 19 de marzo 1953 en la iglesia
parroquial de Yarumal, donde era el Párroco,
104

Y dos meses después, la Santa Sede erigía, los dos Vicariatos Apostólicos de Mitú
e Istmina y los encomendó al Seminario de Yarumal. Dos de nuestros misioneros
fueron consagrados Obispos – Vicarios Apostólicos, también en Yarumal: los
Padres Gustavo Posada y Gerardo Valencia. Y era de ver la plenitud de gozo del
Padre Fundador al consagrarlos, rodeado ya de seis Prelados escogidos entre los
sacerdotes surgidos de estos claustros misioneros. Era el 24 de mayo de 1953.
- 1954, fue declarado Año Santo Mariano, por el Papa Pío XII, para conmemorar el
centenario del Dogma de la Inmaculada Concepción. El Seminario preparó los
mejores homenajes a la amada Madre y Patrona. El Rector acogió y protagonizó
las iniciativas que el amor de la Comunidad ideó para una celebración inolvidable:
Concursos artísticos literarios, de poesías, de música: todos querían dar lo mejor.
Y se pidió al Santo Padre que concedieran la Coronación Canónica a la Imagen de
la Inmaculada que desde la fundación preside nuestra Capilla, puesto que su
protección ha hecho posible la vida y progreso del Seminario de Misiones. Todos
se dieron a idear la Corona y a obtener oro y joyas para confeccionarla
admirablemente. Los benefactores aportaron joyas y dinero suficiente. Se le
encargó su fabricación al artista en orfebrería José Minami; una preciosa corona
real de oro y pedrería. Todo ello se obtuvo a nombre y por la autoridad del Santo
Padre Pío XII, por el Breve pontificio Quæ Primæ Labis refrendado “Sub Annulo
Piscatoris” el quince de julio de 1954 y el Señor Nuncio Monseñor Pablo Bértoli, la
coronó entre la jubilosa explosión de entusiasmo y amor de una multitud de
devotos. Las lágrimas de amor y gozo del Fundador conmovieron a todos en ese
momento de gloria.
A ello le hizo excepcional ambiente la Exposición Mariana, organizada con lujo de
detalles y el mejor estilo didáctico para estos acontecimientos, por los seminaristas
del Seminario Mayor.
- Como recuerdo especial de esta fecha el Rector fundó el Centro Mariano en el
Seminario, para estudio y promoción de la Mariología entre sus alumnos y
misioneros, Centro que prosperó notablemente.
105

En los años 1954 a 1959 se realizó la visita Apostólica del Padre Hilario María
Albers. O.P. ordenada por la Santa Sede y que tuvo una importancia excepcional
para la organización del Instituto.
En los años 1954 y 1955 se construyeron los primeros cuerpos y se pusieron en
servicio, del Seminario Menor, obra proyectada por el Fundador dentro de su
ambiciosa visión de un muy numeroso Seminario Menor. Se logró construir tres
plantas del pabellón norte, dos del pabellón central y el cuerpo para dependencias
de servicios varios.
Fue realmente rica en la formación y en acontecimientos notables la Rectoría del
Padre Jaramillo.
En Enero de 1956, al cumplir el segundo período reglamentario de su Rectoría,
dejó el cargo y continuó como Profesor de Teología y se le encomendó la
dirección espiritual del Seminario Mayor.

NUEVAMENTE EN EL SURCO: 1956- 1959

Terminado el periodo constitucional del Gobierno general, por mandato de las


Constituciones, debía reunirse el Capítulo y nombrar nuevos Superiores, además
de revisar el texto de las Constituciones y proponer a la Santa Sede las
enmiendas oportunas.
Las situaciones internas del Instituto y sus nuevos compromisos apostólicos con
cuatro Jurisdicciones misionales a su cargo y cuando empezaban a escasear las
vocaciones al ministerio misionero, hacían prever cambios sustanciales en la
dirección general. La Santa Sede creyó necesario dar la Dirección a sacerdotes
del mismo Instituto y exonerar al Fundador de su responsabilidad de Superior
General, ciertamente sin que Monseñor Builes ni lo solicitara ni lo considerara
necesario.
106

El Capitulo General, que debía reunirse en marzo de 1956, por razones indicadas
por la Nunciatura Apostólica, y aun estando bajo la autoridad del Visitador
Apostólico, por fin se reunió el 21 de octubre. La Santa Sede intervino
directamente nombrando Superior General a Monseñor Gerardo Valencia Cano,
Prelado javeriano, Vicario Apostólico de Buenaventura, conservando ambas
responsabilidades: el Vicariato Apostólico y el ejercicio del Superiorato General de
los Misioneros de Yarumal.
Por lo tanto el Capitulo solamente elegiría el Consejo General que acompañaría al
nuevo Superior. Esta vez fueron nombrados cuatro Asistentes Generales y entre
ellos al Padre Jesús Emilio Jaramillo. Dejada la Rectoría ocuparía su cargo en el
Consejo y continuaría su docencia.
Sin embargo, la situación pastoral del Vicariato de Buenaventura exigía una mayor
presencia del Prelado, ahora con la acumulación de cargos y sus
correspondientes exigencias. Se hacía necesario nombrar un Vicario Delegado
poseedor de serias cualidades de gobierno, para la atención a su oficio pastoral en
Buenaventura. Y la persona escogida fue el Padre Jaramillo.
La figura canónica del Vicario Delegado y Pro – Vicario en una circunscripción
misional, equivale en todo a la del Vicario General diocesano con poderes más
amplios si se puede y con la responsabilidad de asumir el cargo de Vicario
Apostólico totalmente durante una posible “sede vacante”. Y además fue el
párroco de la Catedral.
Así después de su fecunda acción de educador como Rector, volvía al ejercicio
pastoral entre nuevas gentes y en un ambiente hasta ahora bastante ajeno a sus
experiencias anteriores.
Durante dos años fue Vicario Delegado en Buenaventura, cargo y dignidad que
ejerció con plena responsabilidad sin crear con ello una incómoda situación de
interinidad pero con la modestia natural de quien comprende que su servicio sería
supletorio y en muchas ocasiones supeditado al ordenamiento del obispo titular.
107

Al tomar posesión de su cargo, su disponibilidad no puede ser mejor y con mayor


sentido de obediencia y servicio a las gentes del Litoral, como lo podemos leer en
la carta que envía a su nuevo Superior:
“Excelentísimo señor, ya estoy en el buen campo de Padre de Familias. Con todo
mi corazón y muy con el alma he besado el suelo santificado con los sudores y las
lágrimas de V. E. Aquí quiero hacer la santa voluntad de mi Dios, por todo el
tiempo que Él lo quiera y lo bendeciré siempre por ser tan bueno conmigo, pues
me ha concedido trabajar en terreno roturado por otros esfuerzos y santificado por
las huellas de otros pies. Bien dijo Él en el Santo Evangelio que otros siembran
con lágrimas y otros recogen y se adentran por los campos que no labraron.
Tengo así la seguridad de que asistiré a una espléndida cosecha y tengo la
seguridad de que cuando así sea todos sabrán que eso se debe, después de Dios,
al esfuerzo de otros brazos.
Yo no puedo agradecerle a V. E. el haber pensado en mí para tal puesto. Esta
bondad me tiene confundido. Esta bondad crea en mi ánimo una tremenda
responsabilidad: la de no defraudar sus esperanzas y la de corresponder a su
cariño que me honra inmensamente y me estimula. Quiero ser aquí la sombra de
V. E. quiero ser el eco de su voz. Quiero prolongarlo entre sus hijos, hechos a su
imagen y semejanza. Ojalá me fuera dado amarlos con su mismo corazón. Le
suplico Excelentísimo Señor, mandarme como al último de sus hijos, orientarme
por los caminos del apostolado, fecundar mis labores con sus ruegos… dígnese
bendecirme. Afectísimo hijo Jesús Emilio Jaramillo mxy.”.

Su paso, pues, por Buenaventura, no fue una nube pasajera sino un gobierno
pastoral asumido con la mayor responsabilidad, consagrado de lleno a sus gentes
del Litoral con la claridad de que ese pueblo cada día reclamaba la presencia de
Monseñor Valencia, quien se ganó la veneración y el recuerdo eterno de los
porteños, por su innegable entrega con amor efectivo por ellos.
108

La acción pastoral del Vicario Delegado la podemos apreciar en los documentos


administrativos y en sus actividades pastorales: visitas, predicaciones, atención en
el despacho episcopal. Aun hoy, a muchos años de distancia y de su misma
muerte, muchos de sus feligreses de entonces en Buenaventura, lo recuerdan y lo
veneran.

CAPITULO GENERAL DE 1959


109

Año de 1959. No obstante la presencia y acción del Padre Jaramillo en el


despacho episcopal de Buenaventura, en Visitas Pastorales, en la formación
cristiana de su feligresía con la elocuente sencillez que le fue proverbial, tanto en
el Instituto como en el Vicariato Apostólico surgieron las dificultades que era de
esperarse debido a las graves responsabilidades que muy a pesar suyo recaían
en último término sobre la persona de Monseñor Gerardo Valencia: ser Superior
General de un Instituto y a la vez Prelado de una circunscripción eclesiástica de
las características de la Costa Pacífica y con apenas seis años de existencia.

A ello se agregaban las situaciones que comenzaban a presentarse en América


Latina, especialmente para los territorios marginados, tanto en el aspecto pastoral
como en el social, cuando surgía un fuerte movimiento de reclamaciones que
dieron origen, entre otras ideologías, a la Teología de la Liberación, impulsada por
connotados teólogos y obispos con el objeto de reivindicar justicias sociales
conculcadas frente a lo cual la Iglesia Latinoamericana no podría permanecer
impasible. Un fenómeno propio de la Iglesia en América, resultado en parte de las
luchas sociales por la dominación de los pueblos. Un fenómeno que concernía de
manera especial a la pastoral misionera del continente. Eran tiempos muy difíciles
para la Iglesia porque los apóstoles de la liberación de los pobres, en un momento
dado aparecieron como orientadores de un socialismo cristiano al margen de las
doctrinas tradicionales de la Iglesia, no tanto en lo fundamental de los conceptos
sino en las metodologías, que darían margen, luego, a movimientos de violencia.
Muchos miembros de la Iglesia intervinieron de buena fe, y convencidos de lo
necesario de una revolución pacifica en favor de los pobres y marginados. Otros,
extremistas que inclusive se unieron a grupos políticos violentos, de los cuales aun
quedan agrupaciones que con el correr de los tiempos han perdido la orientación
original y cayeron en el fatídico error de la violencia y el terrorismo y que
arrastraron un número considerable del clero y grupos religiosos.
110

De entonces fue el célebre grupo llamado Golconda, compuesto por sacerdotes,


obispos y laicos comprometidos en las reivindicaciones sociales.
No pocas dificultades surgieron aún en medio de la Iglesia colombiana y entre el
mismo Episcopado, en busca de una mediación aceptable.
Por ese entonces monseñor Gerardo Valencia, alma inmensamente sensible a las
lamentables situaciones que vivió en sus dos jurisdicciones: el Vaupés y la Costa
Pacífica: (en el Vaupés, la esclavitud de los indígenas en manos de los
caucheros; en el Pacifico, la humillante marginación de la población negra, a pesar
de la gran riqueza del puerto de Buenaventura), no podía ser indiferente en ese
momento histórico. Además toda esa situación hacía parte de su compromiso
misionero y como obispo de la Iglesia católica en América. Sus convicciones no
compartieron nunca la violencia pero tampoco la injusticia social contra la cual la
Iglesia siempre ha elevado su voz, principalmente desde León XIII. El celo, el
arrojo y la sinceridad que le fueron distintivos lo hicieron terciar en ese movimiento
de liberación cristiana. Y ese mismo arrojo lo colocó en puesto distinguido entre el
grupo que lideraba el movimiento.

Posteriormente y frente al panorama que se oscurecía en América y con la nueva


visión que el Episcopado Latinoamericano había adquirido y que exigía una
responsabilidad conjunta, la asumió creando el CELAM: Conferencia Episcopal
Latinoamericana. Siendo miembro de ella, monseñor Valencia se impuso un serio
compromiso de compartir y luchar por mejorar tales situaciones. Promovió y logró
la creación del Departamento de Misiones del CELAM (Demis), y fue su primer
Presidente. Entonces sus compromisos pastorales desbordaron los límites no sólo
de su jurisdicción en Buenaventura sino aun más los que tenía como Superior
General de los Misioneros de Yarumal.
Esta situación no pasó inadvertida y se pidió a la Santa Sede una solución
oportuna: liberar a Monseñor Valencia de esa doble responsabilidad para no
perjudicar ni al Vicariato ni al Instituto.
111

Ante esta perspectiva el mismo Monseñor Valencia presentó renuncia de su cargo


de Superior General del Instituto y permanecería en Buenaventura. La Santa Sede
vio con agrado esta solución y la aceptó el 13 de febrero de 1959. Monseñor
Valencia comunicó la decisión a la Comunidad y pidió la reunión del Capitulo
General para elegir su sucesor.
En esta coyuntura el Padre Jaramillo fue llamado a integrarse de tiempo completo
al Consejo General a partir del mes de enero de 1959, dejando su cargo en
Buenaventura. En espera de la reunión del Capitulo volvió a sus clases de teología
y tomó la Prefectura del Seminario Mayor.

Mientras tanto el Instituto de acuerdo a las Constituciones, quedó bajo la dirección


del Vicario General, Padre Miguel Ángel Zapata, quien convocó el Capítulo que
finalmente se reunió el 7 de Junio de 1959 y en el cual resultó elegido
canónicamente como Superior General del Instituto de Misiones Extranjeras de
Yarumal el Padre Jesús Emilio Jaramillo, para un período de diez años, con plena
y gozosa aceptación del Fundador y de sus antecesores en el cargo.
El nuevo Superior daba todas las garantías para una correcta dirección del
Instituto y especialmente para la formación sacerdotal y apostólica de los ya
numerosos seminaristas en el Seminario Menor y en el Mayor. Y también la
dirección de todos los misioneros en acción ya en cuatro Circunscripciones
misionales y en varias parroquias diocesanas, más el grupo de sacerdotes
formadores en el seminario.

Es una idea muy generalizada la de que la administración es el uso de los bienes


materiales: dinero, propiedades, mantenimiento, discreción en el ordenamiento de
prioridades, rentas, inversiones, con base en el necesario bienestar humano de la
comunidad. Pero lo es también la ecuanimidad y oportunidad para dirigir e
impulsar la vida de la comunidad, designación de cargos de acuerdo a las
cualidades de las personas y el interés e importancia del oficio. Lo que exige una
112

buena dosis de intuición, valoración de las personas, talento y sentido común.


Administración más difícil, si se quiere, que la de los bienes materiales por la
visión de futuro y la responsabilidad del éxito.
Son virtudes necesarias además: Prudencia, osadía, conocimiento de la
oportunidad y necesidad de las obras y amabilidad hasta empeñar todos los
valores personales en su realización. Y sobre todo la responsabilidad. Y oigamos
su análisis de la responsabilidad
“Qué es la responsabilidad. Consecuencia lógica e inevitable de nuestra
capacidad personal de pensar. Por ella el hombre se constituye dueño de sus
actos; conoce por la visión del futuro y experiencia del pasado las consecuencias
de ellos y las asume con absoluta libertad; por ella ejercita su personalidad y sabe
que ésta, como estigma de gloria o de ignominia, se imprimirá en las obras que se
perpetúan sobre el movimiento de las horas; por ella se manifiesta superior al
bruto ya que conoce sus obligaciones con la gloria y la inmortalidad; por ella sabe
que comparecerá ante el tribunal de la historia, frecuentemente sujeto a error, y
ante otro tribunal, ahora invisible, pero después de las sombras de la muerte,
visible con majestad aterradora y ante un juez en quien se juntan las notas de
creador y redentor, principio y fin, verdad y luz implacable que se hundirá en todas
sus energías, que comparará con los frutos para hacernos responder de la
floración o esterilidad de las semillas que en nuestra sustancia enterró con la
fuerza de sus manos infinitas el Sembrador de la eternidad. La responsabilidad
crece en razón del papel social que nos toque desempeñar”. (Homilía Primera
Misa en Santa Teresita Archivo IMEY).
“Al administrador lo que se le pide es que sea fiel”. (I. Cor. 4,2).
Para muchas personas Monseñor Jaramillo no fue un hombre de comando sino
que su singular temperamento lo inducía a la contemplación, al estudio, al análisis
teológico, saturado de una instintiva credibilidad que lo exponía a tener que
enfrentar errores de otras personas más perspicaces y audaces.
113

Es cierto que “padecía” de un innato respeto por la persona humana. Que


reconocía no ser de su competencia todos los campos del saber y del conocer, lo
que lo llevaba a confiar simplemente en las gentes de su equipo de trabajo.
También, conociendo las limitaciones humanas, sabía que los errores hacen parte
del estudio de factibilidad de los proyectos. Pero no poseía la “prudencia” de creer
que se debe dudar, por principio, de la honestidad de las personas. Si así fuera se
vendría abajo todo el edificio de una sana convivencia.
Lo que si es cierto a todas luces, es que no era su inclinación, ni poco ni mucho, el
poseer bienes, ni tampoco administrarlos. Eso nunca lo preocupó y aún se puede
asegurar que era uno de los principios radicales de su personalidad humana y
espiritual. Y no solamente como lastre de su pobreza familiar sino por el
convencimiento adquirido en el luminoso comportamiento del Fundador de su
Instituto y su impresionante y milagroso abandono en la Providencia. Ah, entonces
ya la pobreza real y sus consecuencias sociales no serían ningún estigma: serían
el signo profético del abandono en el Padre que da alimento a los pájaros,
esplendoroso vestido a las flores y una cueva de refugio a las raposas… “Y
vosotros valéis más que los gorriones”. (Mat. 10,31).
Hace parte del fundamento teológico de su espiritualidad: cada circunstancia de su
vida cristiana y sacerdotal es un lugar teológico, momento de experiencia y
revelación para un hombre que vivía de la visión de la “Parusía”, expresión que
saboreaba con pasión de sediento, del caminante que al fin de un largo y fatigoso
andar, atisba en el horizonte su lugar de reposo definitivo.
Pero de ahí a que fuese un incompetente para tratar los naturales asuntos que
implica el anuncio del Reino y su servicio pastoral, que fuese lerdo para obrar e
imprudentemente arriesgado al error, hay mucha diferencia.

SUPERIOR GENERAL
“Præcessor sicut ministrator”. (Lc. 22,26).
114

Instalado el Capítulo, su primer acto fue la elección del nuevo Superior General y
su Consejo. El acta de elección del Padre Jaramillo es de fecha 7 de junio de
1959. Para su Consejo se eligieron los mismos del gobierno anterior, pero su
lugar allí lo llenaría el Padre Absalón Martínez, entonces Rector del seminario.
El Padre Jaramillo aportaba ante todo el conocimiento personal y directo de las
realidades internas y apostólicas del seminario.
No obstante su juventud, había estado al lado del Fundador y del Padre Aníbal
Muñoz como Asistente, participando en el gobierno general desde su regreso de la
universidad y en servicios distinguidos no sólo en la docencia y formación sino
también en el gobierno. Había vivido la historia toda de la Comunidad desde su
ingreso en 1929; siempre estuvo en el Seminario y lo conoció por oficio como
asistente y confidente desde 1945. Era por lo tanto consciente de la difícil
situación al momento de su elección, después del transitorio gobierno de
Monseñor Valencia; sabía del ambiente adverso a su persona y a todo el sistema
anterior del cual se le consideraba la encarnación, por su admiración y fidelidad a
la personalidad del Fundador y del Padre Aníbal, hombre fundamental en la
historia del Seminario; más aún sabia de las reticencias y desconfianza de
algunos. Pero también holgaba de los éxitos del Seminario en el trabajo
evangelizador en misiones y parroquias que ya era notable en el país y aun en
Roma; por fuera se percibía el mejor concepto de la Jerarquía y los fieles sobre el
Instituto: Los bienhechores amabilísimos, la seguridad que le brindaba el
Fundador y los Obispos, sus antecesores en la Rectoría, la admiración, respeto y
aceptación del alumnado como profesor excelente, ejemplo religioso sin sombras,
consejero acertado; admiración por sus conocimientos y dotes intelectuales fueron
elementos que con toda simplicidad tuvo seguramente presentes en este
momento de especial repercusión en su vida.
115

Pocos javerianos habían tenido acceso a esas interioridades de la vida y del


proceso de consolidación de una comunidad con luces y sombras pero sobre todo
con el espíritu sobrenatural y providencialista de una fe sin titubeos; pocos habrán
sentido el amor a Dios, a la misma Institución y a su único objetivo de la
evangelización que aprendió directamente del Fundador.

Por su convencimiento providencialista y su arraigado amor a la Divina Voluntad,


como el mayor acto de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima, comprendió
que Dios le pedía este servicio, que era su misión. Además era su predilección:
ser maestro y formador de Sacerdotes. No se creyó el único, ni siquiera el mejor,
pero si lo aceptó porque con su honestidad natural juzgó cumplir bien la
propuesta, con la gracia de Dios. Es que nunca fue narcisista, nunca negó sus
limitaciones, nunca hizo nada por relucir. No podía negar sus dotes: Eran un don
de Dios y para Dios. No se puede siquiera imaginar al Padre Jaramillo alardear
tontamente de lo que era o hacía. Pequeño en estatura, muy pequeña para su
alma tan grande; pero su humildad sí cubría su pequeñez toda entera.
Simplemente hizo lo que creyó ser el cumplimiento de “Su santa voluntad”,
significada por quienes en ese momento debían señalársela: Fue la ley de su vida.

Ostentaba entonces la mayor dignidad del Instituto, pero lo espoleaba el afán de


ser el sucesor del Padre Fundador y del Padre Aníbal: Cómo conocía las historias,
las intervenciones providenciales de Dios, la profundidad de aquellas dos almas,
“Duæ olivæ et duæ candelabra” (Apon. 11,4) como bien se les atribuyó este texto
bíblico, plinto espiritual y material de la comunidad que ahora se apoyaba en sus
espaldas. Por ello su primer impulso fue la imitación de sus virtudes: Su fe en la
Providencia y su amor al Instituto que ya empezaba a ser la esperanza misionera
de América y ya era mirado por Roma como el mejor puesto de avanzada en
América Latina para el mundo misionero; cuántos obispos ya habían solicitado
116

desde la primera ordenación sacerdotal en 1938 la presencia de Yarumal en sus


Diócesis de Colombia, en América y más allá del mar.
Una ponderosa carga se le imponía: Fuera cruz o fuera gloria, no iba a negarse:
servir allí era su vida y su realización misionera.

No deja de ser interesante traer en este momento la carta con que Monseñor
Gerardo Valencia congratuló a su inmediato sucesor en el Superiorato general,
con el típico estilo familiar y epistolar del señor Valencia.
“Superior neq. nimis sapiens”,
“ “ sanus”,
“ “ sanctus”.
Lo que escribí arriba lo escuché en Quito del secretario de la Nunciatura. Creo
que tenga razón y que el texto es un humano comentario del divino: “qui condolere
possit iis qui ignorant et errant”. Tu nombramiento me sorprendió profunda y
gratamente. Pensé que tendrías un voto y resultaste con todos. Estoy seguro que
nadie te hizo propaganda. Buen augurio de aceptación divina. Te bendice tu
siempre afectísimo en Cristo. Gerardo Valencia Cano, Vic. Ap. de Buenaventura”.
(Archivo IMEY).

“In nomine Domini”


Enseguida comenzó el empalme de los gobiernos saliente y entrante y a definir las
reglas de comportamiento del nuevo Gobierno: todo asunto se definirá con el
consentimiento de todo el Consejo que no deberá demostrar divisiones ante la
comunidad y deberá ser un ejemplo de unidad, responsabilidad y amor al Instituto
para todos los misioneros, en todos los campos.
Para la administración de bienes se constituye una comisión de misioneros
distinguidos en administración; tal comisión se tendrá en cuenta para toda
negociación como garantía de ecuanimidad y de acierto.
117

Apenas iniciado el gobierno, el Superior General realizó una exhaustiva visita a


todas las dependencias del Seminario, sin premura de tiempo. Del Acta de visita
resultó un magnifico Manual de procedimiento que se entregó a los misioneros
responsables de la formación y de los estudios en ambos seminarios; mayor y
menor.
Durante el período de gobierno del Padre Jaramillo se vivían en el Instituto
situaciones muy delicadas. Prácticamente ahora se percibe la inquietud y el
forcejeo por un nuevo sistema en el mando, sin querer echar por la borda las
normas del Fundador en los primeros treinta años de vida, sostenidas por los
rectores anteriores, ni menos su escuela espiritual y su carisma.
Comenzaba a irrumpir entre muchos un sacudimiento de los métodos y exigencias
de aquellos a quienes hasta ahora el Fundador encomendó su obra maestra, en
busca de un ambiente más amplio para dejar entrar aires nuevos, de tal modo que
cualquier intervención de personas anteriores, así hubieran sido sillares del
edificio, comenzara a calificarse de “intervención de extraños”: lamentablemente
ya se colocaba la segur en la raíz del árbol y era necesario evitar un
cercenamiento matricida.
Pero es que al buscar el modo y lo que es necesario enmendar, no es fácil llegar a
una solución oportuna, cuando los que llegan no han asimilado totalmente las
convicciones espirituales del Fundador.
Por otra parte estamos en lo más vivo de la confrontación surgida en la Iglesia a
partir del Vaticano II, desde las motivaciones que lo venían promoviendo hasta las
interpretaciones que se dieron con una libertad de criterios preocupante. Fue la
dura experiencia de los tiempos de Juan XXIII y Pablo VI y que aún hoy persisten.
Consciente el nuevo gobierno de tales realidades las enfrentó con decisión: se
habían experimentado y se veían venir dolorosos casos de éxodo de misioneros
por motivo de una visión recortada del exclusivo fin misionero del Instituto y por las
normas necesarias para su realización. Por lo tanto la formación será la prioridad:
formación de la voluntad, espiritualidad del carisma, perfeccionamiento de la
118

preparación intelectual desde el bachillerato hasta impulsar la formación


permanente para todos los misioneros.
Todo ello exigía equipo ejecutivo de propaganda y financiación; fortalecimiento de
la espiritualidad en el Noviciado; experiencia pastoral en un año especial de
estudio y trabajo en misiones; irrumpir decididamente en los colegios de varones y
aún tener un colegio propio para adelantarse a la opción de vida de los jóvenes y
despertar el espíritu misionero en alumnos y familias; además en previsión de
futuro se presentó el proyecto de trasladar el Seminario mayor a Medellín para los
estudios de Filosofía y Teología en las Universidades; de hecho el teologado
había funcionado ya en Bogotá y posteriormente se trasladó a Medellín donde
también se instaló la Filosofía.
El bachillerato se niveló con el pensum oficial del país con notable provecho de los
estudiantes y facilidades para el ingreso a la Universidad.
En este campo de la formación sacerdotal fue especialmente exigente para la
selección de sacerdotes formadores en el Seminario.
De ahí que la primera acción y prioritaria se orientó a la formación de los
seminarios, como se hizo en la rectoría del hoy Superior General, y la solicitud por
los misioneros en sus labores apostólicas y en su formación permanente, según el
Concilio, con serios estudios superiores; no menos que la atención a las
vocaciones sacerdotales misioneras que escasearon paulatinamente. Varios
sacerdotes fueron a Roma para estudios superiores y otros continuaron su
formación permanente en el país. En este sentido, un hecho notable fue la
adquisición de la Patrología de J.P. Migne, que consta de 221 volúmenes para los
Padres latinos y 161 para los Padres griegos, “la colección más importante de los
escritos de los Padres” (Cfr. B. Altener. Patrolgía. Introducción. p. 61). Muy pocos
Seminarios del país poseen esta colección en su biblioteca que es un precioso
tesoro de la más auténtica teología y hermenéutica cristianas.
Promovió la propaganda vocacional en los colegios y llevó a efecto en 1964 la
fundación de un colegio propio del Instituto con fines vocacionales que llamó
119

Contardo Ferrini, un laico beatificado por Pío XII, como ejemplo para la juventud
cristiana. La Santa Sede había concedido permiso para su creación con fines
vocacionales. Posteriormente con el cambio de situaciones, se extinguió.

Tiempos difíciles aquellos aún para la perseverancia en los compromisos


misioneros: un número considerable prefirió otro campo de acción sacerdotal, lo
que unido a la escasez de vocaciones creaba un ambiente particularmente
delicado. El Superior realizó sus visitas a todas las misiones encomendadas a los
javerianos para conocer en el propio terreno la situación, las dificultades y la tarea
apostólica de cada uno; fueron visitas de varias semanas sin escatimar tiempo ni
dificultades, compartiendo fraternalmente con todos, dando orientaciones
oportunas y estudiando posteriormente con el equipo de gobierno soluciones que
a decir verdad no eran fáciles de hallar: soledad, estrechez de condiciones de
vida, aislamiento, integración al grupo evangelizado, diferencia de criterios,
relaciones con los Ordinarios.
Una de tales visitas quiso el Padre Jaramillo programarla dentro de las fechas de
sus Bodas de Plata Sacerdotales en 1965 y se fue de visita larga a las misiones
de Arauca y el Sarare. Quería evitar festejos y celebrar su jubileo en una misión,
como lo expresó en la homilía de la misa. Algo logró, pero el día jubilar el Prelado
y los misioneros de Arauca lo sorprendieron con una animada celebración “a la
llanera” en una población en mitad de la llanura. Fue todo muy emotivo y conoció
cómo los llaneros valoraban el trabajo misionero de sus javerianos.
Estas situaciones, no obstante que puedan catalogarse de normales en una vida
misionera, para los superiores son del mayor interés pues en ello va el empuje, la
solidaridad y el celo del misionero.
Todo ello causó impactos serios en el Instituto. Sin embargo el Superior General
estuvo al frente para acompañar en la toma de decisiones, incluso en algún
momento drásticas.
120

El servicio del Padre Jesús Emilio Jaramillo como Superior lo podríamos analizar
desde diversos tópicos, todos ellos de fundamental interés para el Instituto que
entra en su mayoría de edad de 32 años y 4 misiones apostólicas, suelto ya de la
mano de sus ayos, al emprender su camino de realización misionera con la
responsabilidad de no perder de vista el blanco, de acertar siempre y de una
fidelidad inquebrantable al carisma y a la espiritualidad del Fundador, hasta
entonces fielmente conservados. Estamos en un momento crítico de
alumbramiento o del paso de la infancia a una juventud ya cercana a la madurez
de adultos.
Fue providencial que en ese momento apareciera una persona como el Padre
Jaramillo, heredero legítimo de la historia y depositario seguro de los ideales del
Fundador.

La reforma de las Constituciones de 1956, aprobada por la Santa Sede, amplió el


período de gobierno de seis a diez años con el fin de abrir un espacio más amplio
para el desarrollo de los proyectos de acción pastoral.
En esa perspectiva el Padre Jaramillo y su equipo planearon su acción de
gobierno. Para ello se promulgó un código de Economía y un detallado reglamento
para el Seminario. El propósito era instalar un gobierno asiduo, personal, atento a
cada detalle, dirigido permanentemente por el Consejo General en todos los
asuntos y asesorado por diversos organismos de participación. Para 1963, el
Gobierno General que hasta ahora tenía su sede en la Casa Madre de Yarumal,
empezó a dirigir desde Medellín por razones de mejores y más rápidas
comunicaciones con todos los misioneros, los Ordinarios de Misiones y las
entidades de gobierno eclesiásticas y civiles.
Se dio especial interés a que toda determinación gubernamental constara
claramente en las actas, y que sería tomada por consentimiento del Consejo en
pleno.
121

Las dificultades no tardaron en aparecer: relaciones entre misioneros y el


Ordinario en la difícil misión del Pacífico chocoano, por razones de aislamiento y
pocos recursos para una vida con bastantes exigencias, por diferencias notables
de temperamento y de criterios pastorales. Y no podía dejar de influir el hecho de
que el clero local empezaba a ser suficiente y formado en el Seminario que el
Señor Obispo abrió en la capital del Vicariato. Estas situaciones exigieron la
intervención de la Nunciatura Apostólica y por supuesto el Gobierno del Instituto
tenía la necesidad de intervenir en busca de soluciones oportunas, entre ellas una
posible división del territorio, suspender el envío de misioneros e incluso se acudió
a una Visita Apostólica. Se llegó finalmente a un acuerdo y la misión continuó
hasta la erección del Vicariato en Diócesis, con lo cual cesó el compromiso del
Instituto en ese territorio.

La Nunciatura intervino para una inspección de la marcha del Instituto y comprobar


qué efectos había tenido la anterior Visita Apostólica de 1954. Una comunicación
enviada por la Santa Sede fue dada a conocer por el Superior General a todos los
Misioneros, a la vez que se enviaba a Roma un completo informe de la situación
interna de la comunidad, pues algunos misioneros manifestaron que había
divisiones internas. Con la transparencia de su persona en todos los actos, el
Padre Jaramillo autorizó a los miembros de su Consejo enviar individualmente su
propio informe a Roma.

También en el Vicariato de Buenaventura surgieron situaciones graves; con


motivo de las ideas socialistas, por aquellos días en efervescencia; entusiasmo
que contagiaba a Clérigos y Obispos y que señalaba a Monseñor Valencia entre
los abanderados en América.
En la misión del Gran Vaupés, donde vivió emociones íntimas al recorrer aquel
territorio de típicas situaciones, de tribus numerosas, dialectos propios y de una
agresiva geografía, vió con satisfacción cómo se iba abriendo a nuevos
122

horizontes: Organización de equipos itinerantes para largas correrías por selva y


ríos; instalación de radioteléfonos que consiguió mantener una comunicación
permanente entre todos los puestos de misión; la experiencia de misioneros que
aprendían dialectos locales y aun escribían “en lengua nativa” pequeños
catecismos y versiones bíblicas; todo ello fruto de un esfuerzo de inculturación del
evangelio con ejemplar entrega a esos hermanos, los más pobres entre los
pobres, víctimas de inmigrantes desalmados que esclavizaban a los indígenas tras
las riquezas naturales de la región.

El Sarare y la acción admirable de Monseñor Luís Eduardo García, primer Prelado


javeriano en una Misión Apostólica, es un caso típico de la encarnación en un
grupo humano por el celo, la constancia y la obra apostólica del Prelado y sus
misioneros. Los Tunebos son sin lugar a dudas un grupo humano en las más
difíciles condiciones de vida y con una identidad muy definida. Monseñor García y
su grupo lograron penetrar en el alma misteriosa de estas gentes que los
consideraron integrantes de su tribu (hoy son conocidos como O´WAS).
Al Prelado lo llamaron afectuosamente “Papá Señor” (abuelo), a uno de los
misioneros lo consideraron como Kareka, personaje el más influyente de la tribu; a
otros terminaron queriéndolos como necesarios protectores. El trabajo apostólico
entre ellos es bien difícil por su cultura, sus arraigadas tradiciones tribales y por
influencias extrañas: en muchas ocasiones acusaron a los misioneros de “robarles
a los niños”, porque los llevaban a los internados indígenas, único sistema de
poderlos atender en la salud, seguridad e instrucción. Otra vez estas situaciones
repercuten en los compromisos del gobierno de un Instituto misionero. Allí también
los Superiores salen al paso para compartir, aconsejar y comprender las
realidades evangelizadoras que exigen al misionero muchas intervenciones
incomprendidas. Seguramente por todo ello cuando correspondió al Superior
general asumir la sucesión de Monseñor García, su primera mirada fue la obra
123

evangelizadora entre lo Tunebos del Sarare y promover ante todo la conformación


de un equipo especial que llamó “El equipo del Indio”.

En su momento, él personalmente sorteó las dificultades internas que ocasionaron


deserciones del Instituto, por motivos personales, comprensibles en una vida tan
exigente como es la del misionero. Y como estrategia para atender estas
situaciones, después de cada retiro espiritual anual convoca a los misioneros de
cada circunscripción a debatir en mesa redonda todas las situaciones pastorales,
comunitarias y espirituales y así llegar a un mejor sistema de convivencia y
cooperación en el trabajo evangelizador. Finalmente renovó todos los convenios
de cooperación pastoral con los Vicarios y Prefectos Apostólicos.

El bienestar de los misioneros fue aspecto de especial interés en este gobierno:


Logró realizar el viejo proyecto de la casa de Medellín para la acogida y atención a
los javerianos enfermos y para instalar allí la sede del Gobierno General: Allí
estarían más a mano los recursos necesarios y sería mejor la relación y entrevista
con los misioneros. La Casa Madre quedaría desde entonces como Casa de
Formación y conservaría ese carácter sacral de ser la cuna del Instituto.

También se retomó la posibilidad de una Casa en Roma y el nombramiento de un


Procurador residente allá, como lo pedía la Santa Sede, pero no se llegó a
realizar.

En este tema de la atención al mejor estar de la comunidad podríamos apuntar la


devoción y delicadeza con que administró las donaciones de los bienhechores
haciendo lo posible porque esos fondos, que consideró sagrados, se invirtieran
debidamente: En muchas ocasiones fue este un tema de especial importancia en
las sesiones del Consejo con los Padres ecónomos: Todo con un ejemplar sentido
124

de gratitud, de respeto a la voluntad de los donantes y de acción de gracia a la


Divina Providencia.

“VAYAN PUES A TODAS LAS NACIONES” (MATT. 28,17)


125

“Tenía el alma oprimida pensando en la miseria espiritual de todas esas gentes y


las de todo el Sinú y de todo el Atlántico y de todo el Magdalena y del Amazonas y
del mundo entero”. Eran las angustias pastorales de Monseñor Builes, de las que
nació el Seminario de Misiones.

Hemos visto que desde niño, pero especialmente desde que tomó la clara
conciencia del fin misional del Seminario, en el Padre Jaramillo fue creciendo
permanentemente esa misma angustia, hasta crear en su alma un auténtico celo
por la gloria de Dios y la salvación de los hombres.
No parecía que así fuera a quienes no miraban más allá de su apariencia de
profesor y consejero. El fuego ardía bajo un rescoldo engañador: Lo más profundo
de su teología era el misterio redentor de un Cristo que con plena voluntad asumía
todo, aun lo más inconcebible, como que un Dios verdadero se encarnara en un
verdadero hombre, única y exclusivamente porque era la voluntad de su Padre: “A
eso vine al mundo a dar mi vida por el rescate de muchos. Yo doy mi vida por las
ovejas y nadie me quita la vida sino que yo la doy libremente” (Jn.10.18)

Además del conocimiento que como Superior tenía de las misiones, se fue a todos
los lugares donde el Instituto estaba comprometido para apersonarse de cada
situación y calibrar todo el trabajo apostólico, como realización de los ideales del
Fundador y compartir con sus hermanos al menos temporalmente todo “el peso
del día y del calor”.

El año de 1962, Monseñor Builes lo invitó para acompañarlo en su viaje a Roma


para las sesiones del Concilio Vaticano II y tratar asuntos importantes en la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos, de la cual depende
directamente el Instituto. Gratísima sorpresa se llevó cuando allí mismo le abrieron
las puertas para nuestra primera misión en ultramar.
126

Muchas solicitudes reposaban en su portafolio y no había sido posible atenderlas;


apenas podía cubrir las necesidades del Seminario y de cuatro territorios
misioneros de Colombia. Pero ahora la Santa Sede le pedía un equipo misionero
para el África, con preferencia a lugares más cercanos. Era la plenitud de los
sueños del Fundador: No habría otra respuesta que un SÍ incondicional: El Congo,
la diócesis de Mahagi y su obispo Monseñor Thomas Kuba lo esperaban. Iríamos
al Congo. Con entusiasmo contagioso trajo la noticia y el compromiso. En el
primer equipo irían los voluntarios; para esta excepcional experiencia el Superior
no quería imponer su autoridad; la inscripción llenó las expectativas y Colombia
supo que tendría otro puesto de avanzada católica en África. Lamentablemente
surgieron graves inconvenientes en esa región: Expulsión de los extranjeros,
persecución religiosa; y hubo necesidad de posponer el proyecto. Pero quedó
abierta una ventana que nunca se cerró: A medida de las posibilidades los
misioneros de Yarumal fueron saliendo a países de América, como preludio del
servicio al tercer mundo. Muchos años después, apenas se dieron las condiciones
de una y otra parte, se realizó aquel sueño y hoy están evangelizando en seis
países de África y dos de Asia. A Monseñor Jaramillo le correspondió un momento
glorioso de este devenir: El SI inicial para llegar a esos mundos que el Fundador
añoró desde antes de la fundación de su Instituto misionero.

El Superior General, con la plenitud de su autoridad, hace sentir a todo el Instituto


la trascendencia del momento, al comunicar la noticia:
“Durante mi permanencia en Roma se me hicieron diversas peticiones de
misioneros: para Bolivia, Venezuela, Guatemala y Congo Belga. Era necesario
echar suertes y dejé la elección a la Congregación de Propaganda, como era
natural.
Nunca olvidaré la mañana del 17 de noviembre de 1962. El teléfono había sonado
varias veces en mi residencia de Vía Cassia. Era necesario que yo me presentara
127

a Propaganda para la gran elección: dónde será el futuro campo de apostolado de


los misioneros de Yarumal? ¿Colombia? ¿Venezuela? ¿Bolivia? Todo está muy
cercano. Duc in altum!
Por exclusión no ha quedado sobre el tapete sino el Congo Belga. Alea jacta est!!
Sentí bullir en el corazón la sangre ardiente del Fundador… En nombre de todos
ellos, en el mío propio, en el de Colombia empeñé mi palabra: Aceptamos.
No era un reto lo que nos habían ofrecido, era una predestinación, era una
invitación de honor al heroísmo. La decisión era grave y el Secretario de
Propaganda, Monseñor Sigismondi, se apresuró a ponerlo de manifiesto: “Esto
tiene sus riesgos”.
Las palabras del Secretario me punzaban más y más. Recordé los trágicos
sucesos de sangre de 1962, las torturas de los misioneros Belgas… la estampa
del Beato Carlos Lwanga rodeado de llamas… sin embargo, mi Instituto, por mis
labios, ratificó su SI; como los hijos de Zebedeo, dijimos: podemos beber ese
cáliz, con la gracia del Señor. Abrazamos arrodillados cuanto implique este SI,
inclusive la muerte.
Desde ese momento estamos pensando en el primer contingente misionero que
trabajará en el Congo a órdenes de Monseñor Thomas Kuba.
La fecha del 17 de noviembre de 1962 es de tal importancia para nosotros que
sólo pude comparársela con la del 3 de julio de 1927, día de la Fundación y con la
del 29 de octubre de 1939 cuando la Sagrada Congregación de Propaganda Fide
nos tomó bajo su dependencia, con la exclusiva finalidad de las Misiones
Extranjeras. Llegó el momento de nuestra mayor edad y de que vivamos el artículo
de nuestras Constituciones: “El fin especial de esta Sociedad es entregarse a la
obra de las misiones en cualquier parte del mundo, según la voluntad de la
Sagrada Congregación de Propaganda Fide… ¿No nos regalará Dios, algún día,
la gloria de un museo de mártires? ¿No habrá entre nosotros quien, como San
Ignacio de Antioquía desee ser molido como trigo de Dios por las muelas de los
128

leones? El 17 de noviembre de 1962 el Instituto de Yarumal recibió el espaldarazo


que lo capacitó para caballero de la Redención.”

Dos acontecimientos importantes en la vida interna del Instituto cabe destacar en


este período de Gobierno: En 1961 ocurre la inesperada muerte del Padre José de
Jesús Ríos, sacerdote de apenas cinco años de ordenado, en las aguas del
Océano Pacifico. ¿Accidente o mano criminal? Nunca se supo a ciencia cierta. El
Padre Ríos se distinguió desde los primeros años del Seminario por sus virtudes
que cultivó con esmero y las vivió en su breve sacerdocio: De voluntad siempre
disponible, piedad sincera y testimonial, celo misionero y gran aprecio y
admiración de sus superiores y compañeros. Precisamente viajaba desde
Buenaventura a su misión chocoana de Nuquí-Panguí, a donde nunca llegó y su
cadáver se perdió en las profundidades del océano. Esta muerte impactó
hondamente en toda la comunidad del Instituto.

En agosto de 1964 se celebraron, solemnemente, y no era para menos, las Bodas


de Oro sacerdotales del Padre Fundador Monseñor Miguel Ángel Builes. El
Superior General, como hijo predilecto y gran admirador del obispo misionero de
Colombia, motivó las solemnidades promovidas por la Curia diocesana y el
Seminario de Misiones, porque las fechas principales de la vida del Fundador son
piedras blancas que señalan nuestra historia: Su figura y su personalidad se
relievan cada día ante sus hijos como herederos de su sacerdocio, su carisma y
su celo pastoral.

No por este recuento sucinto el Gobierno General entre 1959 y 1966, que pudiera
parecer bastante elogioso, podemos ocultar los descontentos y descalificaciones
que sufrió silenciosamente el Superior General: No era la persona buscada por los
sectores reformistas que llegaron a calificarlo de inhábil para gobernar por
conservador de las tradiciones ahora llamadas preconciliares, por sus
129

capacidades sólo intelectuales y nada pragmáticas. Todo ello él bien lo sabía y


presentía las sonrisas subrepticias de sus regocijados opositores. Nunca el Padre
Jaramillo negó sus limitaciones pero igualmente nunca ocultó su honestidad ni
recordó su responsabilidad. Y ante todo mostró su humildad sin resentimientos.
Sin dejar tampoco la severidad necesaria quiso un gobierno más fraternal que
impositivo. Al lapso de gobierno del Padre Jaramillo correspondió una época difícil
en la vida del Instituto y de la Iglesia: Son apenas comprensibles los altibajos que
debió enfrentar.

UN NUEVO CAPITULO GENERAL


130

El 8 de diciembre de 1965 el papa Pablo VI por su Breve pontificio “In Spiritu


Sancto”, ordenaba concluir el Concilio Vaticano II: de ahí en adelante se iniciaba el
largo y difícil camino del llamado post-Concilio para la aplicación de todo lo
determinado por el magisterio del modo más solemne como lo es un Concilio
Ecuménico, todo ello bajo la dirección y responsabilidad de Pablo VI, época
señalada por dificultades, criterios, exigencias, interpretaciones tantas veces
superficiales y salidas del contexto y aun deserciones de toda clase en la
comunidad eclesial, que el Papa con extraordinaria lucidez y con la seguridad que
exigían las circunstancias sorteó durante sus quince años de pontificado.

Entre las disposiciones conciliares una bastante importante y necesaria fue la


revisión y puesta al día de las Ordenes, Congregaciones e Institutos religiosos.
El Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal ahora matriculado en la nueva
estructura eclesial como Instituto de Vida Apostólica, emprendió enseguida el
proceso de lo que en el momento se llamo “aggiornamento”. Para ello se exigía
una convocatoria a Capítulo General Extraordinario, con todos los requisitos
legales ya que debían someterse a renovación las Constituciones.

El Padre Jaramillo y su Consejo más que nadie comprendieron las necesidades


internas del Instituto en este momento y se convocó a Capitulo General para
diciembre de 1966. En vista de que el periodo constitucional para el que había
sido elegido el actual gobierno era de diez años y para 1966 sólo habían corrido
siete años y medio; que las deliberaciones del Capitulo con sus preámbulos y
consecuencias durarían al menos un año, para luego en 1968 convocar
nuevamente otro Capitulo General Ordinario con fines de elección de nuevos
superiores. Y del momento que vivía el Instituto, solicitó, de acuerdo con su
Consejo, que este Capitulo Extraordinario tuviera la facultad de renovar el Consejo
General, para lo cual, él y sus Consejeros presentarían la renuncia a sus cargos.
131

La Santa Sede consideró bien fundadas las razones y aceptó la propuesta. Así, en
diciembre de 1966 terminaba el gobierno del Padre Jaramillo como Superior
General del Instituto. El Capitulo se reunió el 7 de diciembre y eligió como nuevos
superiores a Monseñor Heriberto Correa Yepes, hasta entonces Prefecto
Apostólico de Mitú, como Superior General y sus cuatro consejeros.
Con un informe muy claro sobre el estado de las misiones a cargo del Instituto y
de todo el personal misionero y de los Seminarios presentado personalmente al
nuevo Consejo General en la sesión del 11 de diciembre de 1966, el Padre
Jaramillo concluyó su servicio y enseguida se puso a disposición de sus nuevos
superiores para el oficio que a bien tuvieran. Ya no volvería a sus cátedras de
teología y se reintegraría a la acción pastoral.

El auténtico espíritu de su obediencia y disponibilidad está patente en la carta que


dirigió al nuevo Superior: “Padre General, de ninguna manera quiero ser yo una
molestia para su gobierno, sobre todo en las circunstancias actuales. Mi deber es
servirlo. Con todo, con el mayor acatamiento y una total sinceridad le suplico
disponer de mi persona únicamente para cargos de poca importancia. Tengo
razones de conciencia para ello. No puedo ni quiero negarle mis servicios al
Instituto pero creo que mi mejor cooperación sea el marginarme. Las razones son
muchas: Cuando en el pasado Capitulo dije no querer cargos en la comunidad me
refería no sólo a cargos dentro del nuevo Consejo como miembro, sino todo cargo
en la Comunidad. Hace más de 20 años he ocupado los puestos directivos del
Instituto. Es natural darle estas oportunidades a otros. Hay que formar a otros para
ello. Lo contrario se entendería como monopolio. Además mis años me
desadaptan para entender las nuevas modalidades de la comunidad. Además
esto crearía nuevos sinsabores a vuestra Reverencia. Conozco su temple de
espíritu y sé que está dispuesto a pasar por sobre todas las críticas. Pero no hay
que olvidar que el bien común, la paz para todos, priman sobre todo. La
veneración que tengo por su reverencia me lleva a pensar que le sirvo mejor en un
132

puesto humilde. Para mi sería una bendición de Dios un puesto de cooperador en


cualquier parte. Esto fomentaría mucho mi paz. Esto no implicaría para mi ningún
sacrificio. Mi sacrificio sería ocupar de nuevo alguna responsabilidad. Padre
General: le abro el corazón con la seguridad de que me entiende. Con
sentimientos de mi mayor cariño y consideración me suscribo como su afectísimo,
Jesús Emilio Jaramillo, mxy”.
Es esta carta, por su amistad sincera, y por haber compartido el gobierno, una
carta íntima entre dos personas unidas desde la infancia, a cual de las dos más
espontáneas y experimentadas. Aunque se traten de superior a súbdito, no
pueden dejar de ser amigos y darle a sus confidencias esos sabores agridulces
que llegan espontáneamente desde las situaciones por ambos vividas y
compartidas. Y donde dejan entrever las situaciones del momento con la
transparencia casi ingenua que alimenta la sinceridad y la honestidad.

La Antesala

El año de 1967 fue de una actividad pastoral muy intensa en Colombia: se


preparaba la celebración de la segunda Conferencia General del CELAM que se
reuniría en Medellín en agosto de 1968; el Congreso Eucarístico Internacional, en
Bogotá y la visita por primera vez de un Sumo Pontífice al país, con su
intervención en ambos trascendentales acontecimientos eclesiales. Las tres
circunstancias eran únicas en Colombia: La presencia de Pablo VI, primer Papa
que pisara tierra Colombiana, la Conferencia de Medellín (CELAM) de especial
repercusión en el continente por su nueva y específica visión de la pastoral
Latinoamericana y el Congreso Eucarístico Internacional en Bogotá, privilegio y
responsabilidad que se conceden a pocas ciudades del mundo.
Por ello la iglesia colombiana desplegó sus mejores actividades para lograr
efectos renovadores entre sus fieles.
133

En ese momento, y ya sin responsabilidades de gobierno en el Instituto, el Padre


Jaramillo fue llamado para dirigir el Subsecretariado de la Pastoral de Laicos, por
un período de tres años. Además fue miembro de la Comisión especial para
preparar las estructuras que exigiría el documento de Medellín, fruto de la II
Conferencia del CELAM. A ello se dedicó con toda consagración. Sus resultados
los podemos deducir de la siguiente comunicación del arzobispo de Bogotá y
Presidente de la Conferencia Episcopal al Superior general de los Javerianos
cuando el Padre Jaramillo termina su servicio el 13 de junio de 1969: “Darle los
más sinceros agradecimientos por haberme concedido que el Padre Jesús Emilio
Jaramillo hubiera podido atender la dirección del Subsecretariado. La preparación
intelectual del Padre Jaramillo, sus virtudes sacerdotales, su adhesión a la
Jerarquía además de su consagración al trabajo constituyen la base sólida de todo
el trabajo realizado. Arzobispo Aníbal Muñoz Duque, Presidente de la Conferencia
Episcopal”. (Archivo IMEY).

Mientras residía en Bogotá atendió la dirección espiritual del Teologado Javeriano,


cuya comunidad residía en la parroquia de Jesús Nazareno en el barrio Puente
Aranda.
Cuando hizo entrega de su oficina en la Conferencia Episcopal, los superiores le
pidieron reintegrarse a la comisión post- Capitular doctrinal del Instituto, creada
por el Capitulo de 1966.
Los líderes del movimiento laical y la dirección del Movimiento por un Mundo Mejor
insistieron ante el Gobierno del Instituto para que el Padre Jaramillo se integrara
como director; a lo que no accedió el Superior por la urgencia de terminar con los
compromisos del Capítulo. Ya en Medellín, durante el año de 1970, asumió
además la dirección espiritual del Colegio Ferrini.
La pastoral de movimientos laicales era particularmente difícil por la época que se
vivía y porque las estructuras de tal pastoral aún no estaban muy sólidas, además
134

de pocos recursos humanos y materiales; él mismo lo dice a su Superior al


comunicarle su retiro de la Comisión Episcopal: “mi vida en el Secretariado sigue
la misma: se hace muy poco ante las necesidades de la iglesia. Es muy difícil este
trabajo con laicos. P. Jaramillo” (Carta Oct. 30 de 1968)”.
Fueron cuatro años de contacto directo con la problemática pastoral del país,
específicamente con los laicos, campo que la iglesia quiere atender
prioritariamente para fortalecer la comunidad eclesial en un momento cuando
comienzan a ser muy vulnerables dentro de la sociedad civil y cuando el Concilio
llama la atención sobre la necesidad de que el laicado se integre al proceso
evangelizador de la Iglesia. Y promueve precisamente movimientos y ministerios
laicales. De ahí que los Superiores del Instituto le encomendaran presidir una
comisión al interior de la comunidad que señalara normas claras y específicas
para la formación de los misioneros en esa línea.

EL SERVICIO EPISCOPAL
135

La Heredad: “Mi heredad me llena de gozo” (Ps 15,6)

El 8 de enero de 1970 había fallecido Monseñor Luís Eduardo García, mxy, el


primer Prelado del Instituto, después de 25 años de intensa y ejemplar labor
pastoral entre los indígenas tunebos, primero, y luego también con los llaneros de
Arauca. La Santa Sede suprimió la Prefectura Apostólica de Labateca, agregó el
territorio de las tribus tunebas a la entonces Prefectura Apostólica de Arauca y
trasladó allí a Monseñor García, quien, como había entregado su vida entera a
estos grupos indígenas, quiso morir y ser sepultado entre ellos.

A su muerte gobernó la Prefectura, en calidad de Pro-Prefecto, el Padre Alfonso


Giraldo, mxy., durante un interregno de un año. El 11 de noviembre de 1970, por
Bula Pontificia de Pablo VI, se elevó a la categoría de Vicariato Apostólico la
Prefectura de Arauca, encomendándolo a los Misioneros javerianos de Yarumal, y
el Padre Jesús Emilio Jaramillo, fue nombrado su primer Vicario Apostólico, al
mismo tiempo que lo elegía Obispo del Titulo de la Iglesia Strumnizza. La Bula fue
publicada el 5 de febrero de 1971.

El servicio pastoral que a Monseñor Jaramillo le señaló la Santa Sede, además de


ser Obispo de la Iglesia Universal (Ch.D.4), debería prestarlo en las selvas de
Sarare y en el territorio de los Llanos Orientales de Colombia, en las Sabanas y el
Pie de Monte de Arauca: Dos sectores geográfica, social y pastoralmente muy
diferentes y que exigen, orientación específica: grupos de “primer anuncio”, el
Sarare, y de maduración en la fe, la comunidad llanera.
En la región del Sarare, sector casi inexpugnable de la selva colombiana, llevan su
vida primitiva los indios Tunebo (O’WAS), dispersos en varias tribus o familias, con
su dialecto particular y su rechazo atávico, como ningún otro, a la irrupción y más
a la comunicación de los colonizadores: “el blanco”, como dicen, es un ser vitando
136

para su cultura y nunca será bienvenido ni aceptado. Aún hoy, los grupos más
auténticos quieren vivir en paz, aislados en su propio territorio que exigen ser
respetado como inviolable.

La evangelización del Sarare se retomó con más brío en la primera década del
siglo XX con la llegada del benemérito Padre eudista francés Henri Rochereau y
las religiosas de la Beata Madre Laura Montoya quienes penetraron hasta lo más
lejano de la Tunebia.

Por decisión de su Fundadora, estas religiosas se retiraron de la Misión, una vez


creada la Prefectura Apostólica. Enseguida Monseñor García llamó a tomar su
lugar a las Misioneras de Santa Teresita, fundadas en 1929 por Monseñor Builes.
Con celo ejemplar, digno de su Fundador, y de sus predecesoras, se integraron a
los grupos Tunebo, en todo su territorio. Abrieron la Normal de Señoritas en
Labateca, asumieron la dirección de los internados indígenas y recorrieron esos
increíbles caminos de la selva sarareña al lado de sus hermanos los Misioneros
Javerianos. Su obra y su presencia aún permanecen en esta misión.
También allí hay grupos indígenas en las estribaciones de la Cordillera Oriental.

La sección del Llano fue evangelizada por varios misioneros ya desde la


colonización española: Jesuitas y Agustinos entre otros.
En el Llano colombiano vive una comunidad activa, evangelizada, de precaria
asistencia espiritual dada las distancias en esa llanura ilímite y con pocos centros
urbanos. A la evangelización se procedía por correrías misionales desde Arauca,
la capital eclesiástica y civil desde 1915, año de la creación de la Prefectura
Apostólica encomendada a los celosos Padres Vicentinos quienes la cultivaron
durante 40 años.
En 1956 la Congregación de Propaganda Fide fundió en una sola Circunscripción
esas regiones y las encomendó a los misioneros de Yarumal con Monseñor Luís
137

Eduardo García al frente, al retirarse los Padres Vicentinos después de un muy


meritorio y eficaz servicio pastoral.

Conviene detenernos para considerar mejor los antecedentes del nuevo Vicariato
Apostólico, que ya el Prelado bien conocía por sus experiencias de antiguo
Superior General de los Misioneros de Yarumal.
Por el año de 1913, el Padre Henri Rochereau, sacerdote eudista, sabio y valeroso
misionero francés, era profesor en el Seminario de Pamplona (N. de S). Fue uno
de los primeros Padres eudistas llegados al país para la formación del clero en los
Seminarios de Colombia.
En honor de este hombre excepcional, pionero de la evangelización del Sarare,
merece dejar aquí, para la historia de nuestras misiones, una brevisima reseña de
su vida: el 28 de junio de 1914 estalló la primera guerra mundial entre Alemania y
otros países de Europa Central y Oriental. Francia llamó a filas a todos sus
ciudadanos dentro y fuera del país, para tomar parte en la defensa de la patria.
Por lo tanto el Padre Rochereau viajó a enrolarse en el ejercito francés y allí
estuvo hasta el final del conflicto Tratado de Versalles el año de 1919. El heróico
comportamiento de Rochereau le mereció la altísima distinción de Caballero de la
Legión de Honor; y por sus valores científicos el gobierno francés le otorgó el
Botón de la Instrucción. Pero todo no fue guerra: este auténtico discípulos de San
Juan Eudes organizó en plena guerra un Seminario de cautivos, bajo el amparo de
la Virgen María. De allí salieron varios sacerdotes y tres de ellos fueron obispos. A
su regreso a Colombia tuvo conocimiento de los indígenas que habitaban en el
vasto y agreste territorio del Sarare desde el nevado de Guicán hasta las sabanas
de Arauca y los límites con Venezuela.

Estudioso de las etnias primitivas tomó contacto con los tunebos y promovió una
misión diocesana católica entre ellos al amparo del obispado de Nueva Pamplona.
Para su apostolado en 1927 pudo incorporar a la Madre Laura Montoya intrépida
138

misionera que pocos años antes había fundado una comunidad femenina
dedicada a la evangelización de los indígenas y ya tenía buenas experiencias
entre los indios Embera - Katío del Urabá Antioqueño. Las misioneras
construyeron su casa en la población de Toledo y el centro de catequización de
indígenas en un sitio limítrofe con la selva sarareña llamado Santa Librada: Todo
ello en el departamento del Norte de Santander (Colombia). El Padre Rochereau
fue el jefe de la misión que visitaba periódicamente y conducía la labor de las
misioneras. Santa Librada tiene el honor histórico de ser el sitio donde la hoy
Beata Madre Laura emitió sus votos religiosos perpetuos en su propia
Congregación. Fue un trabajo apostólico muy meritorio que se continúa hasta
ahora. El Padre Rochereau se trasladó a Bogotá dejando la misión a cargo de las
misioneras pero acariciando la idea de crear una Misión Apostólica entre los
tunebos y esa idea la participó con el Obispo y la Curia de Pamplona, quienes
señalarían una parte del territorio diocesano en el Sarare para crear la misión. El
Padre Samuel Ramírez, sacerdote diocesano ofreció la finca Santa Librada, de su
propiedad para fundar allí el centro misional. Por los años de 1942 ya Monseñor
Builes había alcanzado a ordenar 32 sacerdotes en su Seminario de Yarumal y
tanto el Padre Rochereau como Monseñor Rafael Afanador, Obispo de Pamplona,
se habían dirigido a él para considerar la posibilidad de asumir esta misión. En
carta el Padre Jaramillo comunicaba a Monseñor Builes las aspiraciones de la
Curia de Pamplona.

“El .R.P. Rochereau recibió una carta de un Padre de Santander y me pidió le


transcribiera a su excelencia lo siguiente: “Sé que nuestro Prelado le propone al
Señor Builes una visita o inspección personal, o por medio de un comisionado, a
esta diócesis para resolver el asunto y determinar entre Labateca y La Concepción
la población que se juzgue mejor para la sede de la Prefectura, estando dispuesto
el Señor Afanador a aceptar lo que más sea conveniente. De modo que si su
reverencia quiere dirigirse a Monseñor Builes bien podría hacerlo para animarlo a
139

apresurar la aceptación de la misión del Sarare y hacer una visita personal. Y bien
haría su reverencia de prepararse para ser compañero de viaje del Señor Builes.
Juan N. Gelves” (Archivo IMEY).

Finalmente en junio de 1945 se publica la Bula Apostólica de creación de la


Prefectura Apostólica de Labateca para la evangelización de los grupos indígenas
del Sarare, se señalan los límites de la Circunscripción y se encomienda a los
Misioneros javerianos de Yarumal y al Padre Luis Eduardo García como Prefecto
Apostólico. Es la primera Misión Apostólica encomendada a los misioneros de
Yarumal precisamente en una zona indígena de primer anuncio y el Padre García
será el primer Prelado del Instituto, un joven sacerdote de apenas siete años de
ordenado. Allí estuvo hasta su muerte el 10 de enero de 1970, después de
veinticinco años de intensa y ejemplar consagración a este grupo indígena. El
fundador de los misioneros Monseñor Builes realizó en 1949 una larga visita
pastoral al Sarare, de lo cual nos queda una preciosa acta como documento muy
valioso y testimonial de la misión.

En el año de 1956 la Santa Sede integró la región del Sarare a la Prefectura


Apostólica de Arauca, de la cual dependía una amplia zona de tribus tunebas y
hasta entonces encomendada a los misioneros Vicentinos. Suprimió la Prefectura
Apostólica de Labateca, reintegró a la diócesis de Pamplona la parte septentrional
de la extinguida Prefectura y trasladó a Monseñor García como Prefecto
Apostólico de Arauca.
Durante los 11 años de la Prefectura de Labateca, el Señor García con su equipo
de misioneros Javerianos y misioneras Teresitas continuó y llevó adelante la obra
iniciada por el Padre Rochereau y las misioneras Lauritas: estableció puestos de
avanzada en lo más profundo de la selva, enseñó a los indígenas a cultivar y
procesar la caña de azúcar, promovió la agricultura y la ganadería entre indígenas
y colonos, y creó grandes internados en Santa Librada y San Luís de Chuscal para
140

la educación y atención a la salud de los indígenas y colonos. Ahora desde


Arauca no abandonaría su obra preferida sino que le agregó el servicio pastoral de
maduración en la fe en la población llanera de Arauca que ya habían cultivado los
misioneros anteriores.
No fue fácil este trabajo en el Sarare, pero las dificultades mayores no provinieron
de la rancia cultura de los diversos grupos tunebos, sino en gran parte de los
colonos, de las políticas de invasión del Incora, la Caja Agraria y los ejecutores de
la llamada “carretera al llano” que atravesaría el territorio selvático del Sarare.
Obras y proyectos llamados a engrandecer la región, sus ejecutores no estuvieron
a la altura de su cometido y no tuvieron la menor consideración con los naturales
del lugar, que en muchas ocasiones se convirtieron en adversarios de la acción
evangelizadora y cultural de la misión, siempre alimentando esa creencia perversa
de que el indio es inferior, es esclavo y no puede reclamar derechos de ciudadano.
Es una triste experiencia que todos los misioneros comprometidos con grupos que
“los civilizados” siguen llamando salvajes, han tenido que soportar y muchas veces
enfrentar.
Posteriormente a ellos se agregó la inmigración de los desplazados por la
violencia de las guerrillas, “los bandoleros” del interior del país y que huyendo se
establecieron en esta región del departamento de Santander. Y no menos la
proliferación de grupos seudo-religiosos y protestantes. Tal situación en más de
una vez provocó serias confrontaciones con la acción civilizadora de la iglesia.
De la labor de monseñor García en Arauca de 1956 a 1969 queda una rica
herencia a su sucesor: los primeros sacerdotes del propio clero, la educación
secundaria en todo el departamento de Arauca y la imagen más positiva sobre la
misión de los Javerianos que hoy todos reconocen; las parroquias de Arauca,
Tame, Arauquita, Chita, Puerto Rondón, y Cravo Norte, Cubará y Saravena
además de varios puestos de misión y la necesaria y fecunda acción apostólica de
las Hermanas Vicentinas y las Misioneras Teresitas.
141

Era esta la herencia que recibió monseñor Jaramillo al llegar como Pastor al recién
creado Vicariato nacido de una semilla fecunda. Así lo dejó grabado en el mármol
de su epitafio, monseñor Jaramillo: “Monseñor Luis Eduardo García muerto el 8 de
enero de 1970, de sus huesos nació el Vicariato: esta es la ley de la pascua. Del
grano de trigo muerto, nació la feraz espiga”.

OBISPO DE LA IGLESIA CATÓLICA


142

“No te avergüences de dar testimonio de Nuestro Señor: Con la fuerza de Dios


acepta tu parte en los sufrimientos que vienen por causa del Evangelio.” (2 Tim.
1,8).

El 10 de enero de 1971, en la capilla del Colegio La Inmaculada de Medellín, de


las religiosas Terciarias Capuchinas, el Padre Jesús Emilio Jaramillo fue ordenado
Obispo por el Nuncio Apostólico Monseñor Angelo Palmas acompañado de los
Obispos Aníbal Muñoz, Joaquín García, Gustavo Posada y Gerardo Valencia,
todos ellos unidos visceralmente a los misioneros de Yarumal.
Su incorporación al Colegio Episcopal en la plenitud del sacerdocio, asumido
desde la profunda espiritualidad sacerdotal, su fidelidad irreductible a la santa
Iglesia y el conocimiento teológico, fundamento de sus principios espirituales le
inspiró una de sus mejores páginas de doctrina espiritual y de sus místicas
elevaciones:
“Sé que el episcopado es un llamamiento divino, el último quizás, impetuoso e
irresistible a mi conversión, la cual transformará como lo espero, hasta los
yacimientos de mi inconsciente para crear el hombre de Dios que he suspirado
ser, sin alcanzarlo, desde el estreno de mi mocedad ya lejana… En el báculo veo
un retoño de la cruz y un signo escatológico para caminar delante de los fieles
hasta golpear con su extremidad las puertas del corazón de Dios cuando la noche
definitiva cierre los caminos del peregrinar”…
El 21 de enero siguiente tomó posesión como primer Vicario Apostólico de Arauca.
También allí su voz vibrante anunció su entrega con corazón y mirada abiertos, la
llegada de un nuevo servidor sin condiciones, sin limitaciones como el confín de la
llanura y como hermano de sus hermanos: “Éramos hermanos desde mi bautismo
y no nos conocíamos”, fue su saludo de presentación.
Ahora ya, elevado el territorio al rango de Vicariato Apostólico lo recibe monseñor
Jaramillo con iluminada conciencia y edificante entrega como cualquiera puede
entenderlo al leer la alocución del día de su posesión, donde describe el perfil de
143

Obispo y su entrega de evangelizador “Es verdad que como Obispo no se puede


ser indiferente a vuestra suerte terrena: problemas de vivienda, educación, pan y
afecto. Sé que la Encarnación asumió la naturaleza humana sin desvirtuarla. Pero
no quiero que se me identifique como líder político o social. Como Pedro y Juan yo
no tengo más riqueza que el nombre del Señor Jesús; quiero poseeros en la
misma medida en que me deje poseer de vosotros. San Agustín usaba una
palabra atrevida: “Uti Deo”, usar a Dios. Eso quiero, que me uséis. En mi misa diré
siempre: Tomad y comed: esto es mi cuerpo. ”Que será entregado por vosotros”.
Expresión atrevida, pensamos; pero que al final fue profética en su martirio.

Y luego: “No vengo, amados hijos, a desposeeros de vuestros bienes naturales:


Llanura interminable y semovientes, ni de vuestras mujeres, ni de vuestras
libertades y conciencia, ni de vuestras personas ante las que me inclino
reverente. Cuando sea removida mi lámpara del candelero quiero poder repetir las
palabras de San Pablo en su despedida a los fieles de Mileto: “Yo de nadie codicié
plata, oro o vestidos” (Hech. 20,33). Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18, 36)
(Homilía En, 21.71).

Dicen los entendidos en heráldica que en el Escudo de Armas los caballeros y


señores medievales describían gráficamente los ideales de conquista y por lo
tanto el escudo era la identificación de su persona que mira de frente al que lo
contempla: Es el rostro de su dueño. En las costumbres eclesiásticas se introdujo
este signo, tal vez por el prestigio y poder que entonces tenían los Obispos.
Posteriormente perdió el sentido de soberanía pero conservó el de compromiso y
promulgación de su empeño pastoral; de ahí que siga teniendo serio valor
apostólico como un pregón de las responsabilidades asumidas y la clara visión de
su personalidad como pastor y guía de su grey.
144

Monseñor Jaramillo quiso hacer patente en su escudo episcopal su ideal de


Obispo de la Iglesia en la comunidad particular. Ante todo su espiritualidad
trinitaria, su oficio de obrero de la redención de Cristo, su deber fundamental de
anunciar la llegada del Salvador y el amor y entrega a su iglesia particular de
Arauca. Se lee así: Predomina en toda la estructura el número Tres del misterio
trinitario: Tres bandas, tres besantes y tres montes. En la banda Superior (Jefe)
aparecen sobre gules, como signo de la redención, tres besantes, monedas con
que se rescataban los cristianos cautivos de los moros en la época de las
Cruzadas; en la banda central, sobre azur, tres montes superpuestos, los de las
tres principales teofanías o revelaciones de Yahvé: El Moria, el Sinaí y el Calvario
y desde esos altos lugares pregonaría el Obispo el mensaje de salvación: La
llegada del Reino, cuya expresión favorita siempre fue la “parusía”, la última
venida de Cristo: “Ved que ya llega el Señor” como grito supremo de esperanza; y
finalmente en la banda inferior (en punta), la llanura y la selva verdes e ilímites,
simboliza su iglesia local que el Obispo recibe como su esposa mística según lo
expresa la misma liturgia de la ordenación episcopal y él lo proclamó al
posesionarse. Los colores manifiestan las virtudes que acompañan
preferencialmente su mensaje: El rojo, del celo y el amor; el azur de la integridad y
claridad de doctrina; el verde de la esperanza de salvación.

Un episodio muy personal podría demostrar cómo eran de transparentes las


convicciones sacerdotales del Padre Jaramillo, que, sin intentarlo, dejaba leerlas
de una sola ojeada a quienes observaban a diario su actuar consecuente con su
doctrina.
Cuando se publicó, el 5 de diciembre de 1970, su nombramiento como Vicario
Apostólico de Arauca, naturalmente se comenzaron los preparativos de su
Ordenación Episcopal, señalada para el 10 de enero siguiente, todo ello a cargo
del Seminario, mientras el nuevo Obispo “encajaba el golpe” y entraba en un
tiempo de preparación espiritual, no exento de algunas inquietudes por detalles
145

para su investidura. En un momento dado comentó a uno de los misioneros más


allegados: “como se usa que los Obispos tengan un escudo, ¿por qué usted no
me hace el mío?”. Y la respuesta: Monseñor, es necesario conocer cuál es su
pensamiento y programa pastoral ahora, ya que el escudo es a la manera de una
descripción gráfica del programa de acción y de los ideales que lo sustentan. Y el
Padre Jaramillo responde: Usted sabe bien como debe hacerlo. Y no se habló
más.
Con esmerada devoción el interpelado dedicó toda su atención a analizar lo que
veía en el alma del Prelado y, en un trasfondo, la visión del llano y la selva
sarareña, que también conocía. Se diseñó el Escudo, se le dieron las
explicaciones del caso sobre las piezas, colores y normas heráldicas para que
opinara, corrigiera o desechara. Y sin más hablar dijo, con íntima alegría del
diseñador: Eso es lo que yo quiero. Y el mensaje de su escudo resumido en el
lema, fue tema de su evangelización, en el cual hizo hincapié desde el discurso de
posesión hasta el último mensaje mesiánico, la víspera de su muerte: “Ved que
llega el Señor”. Realmente Monseñor Jaramillo tenía una personalidad diáfana.

Al entregarle su heredad el nombre del Sumo Pontífice le advertía el Nuncio


Apostólico: “El mundo contemporáneo, embebido como está en preocupaciones
terrenas, ignora sin embargo y no quiere ver el inmenso y silencioso trabajo de la
iglesia misionera. Por eso no son raras las críticas que se hacen: críticas falsas e
injustas que nosotros perdonamos en nombre de Cristo, pero que rechazamos en
nombre de la verdad”.

De ahí la declaración explicita de Monseñor Jaramillo como garantía de su


decidida voluntad de ser campeón de la verdad que la iglesia le encomienda para
que la conserve incólume:
“El Vicario habla en nombre del que lo envía y no puede desfigurar su mensaje.
Este Vicariato es del Papa: No puedo desfigurar su mensaje como él no puede
146

desfigurar el Evangelio. Quiero poder decir como Cristo: Mi doctrina no es mía


sino de Aquel que me envió.” (Jn. 7, 16). (Homilía 21 En.1971).

Su homilía en el día de ordenación es programática y enfoca todas las situaciones


objeto de su acción pastoral: el hombre en su totalidad. Sin reticencias abre de
una vez su corazón. Y termina su presentación al pueblo con esta bella
imprecación: muy propia de su personalidad: “Concédeme, Señor, el don
inmerecido de no defraudar las esperanzas de tantos que confían en la poquedad
de mis fuerzas, las cuales, como espero, puedan volverse irresistibles como la
honda de David, sostenidas por la potencia maravillosa de tu gracia” (Homilía
En.10.71)
Al releer sus escritos llama poderosamente la atención la claridad de su
conciencia sobre lo que debe ser el Obispo, aprendido y asumido en la escuela de
Santo Tomás de Aquino, ya cuando nos encontramos ante la realidad de su
servicio episcopal y de su vida entregada en cumplimiento de su deber de obispo
y pastor.
El 1 de agosto de 1949, con ocasión de las Bodas de Plata Episcopales de
Monseñor Miguel Angel Builes, Fundador de su Instituto así habló en la Homilía:
“Al Obispo de le exige más santidad que al religioso, porque si a éste se le pide
dejar el oro, los halagos sensuales y las exigencias del egoísmo a él se le pide
como deber de su cargo, obligatorio en conciencia, dar la vida por la ovejas. A
uno se le piden las ramas y el fruto, al otro las raíces mismas del árbol. (Santo
Tomás. De perfectione viíta spiritualis) Esta entrega de la vida es el secreto del
triunfo del episcopado a través de la historia universal. Hay que esperarlo todo de
hombres que están resueltos a morir, ya que los obispos, como dice el gran
Hilario, no pueden temer sino tres cosas: los peligros de la Iglesia, el crimen del
silencio y el juicio de Dios. Que los maten, pero sus huesos se convertirán en
antorchas inextinguibles de la verdad religiosa y sus cabezas, al caer tronchadas,
minarán los tronos en que dominan los bárbaros” (Archivo Imey)
147

¿Es todo ello premonitorio de su propia vocación, de su vida y de su muerte?


¡Cómo es de elocuente la historia!

Sería prolijo describir las situaciones sociales y culturales que se fueron


presentando y que crearon serias dificultades a la labor evangelizadora. Ante ellas
Monseñor Jaramillo, garante como se había hecho del espíritu apostólico de su
inmediato antecesor, comenzó por reforzar su equipo de trabajo en el cual fue
siempre el pionero y el ejemplo de constancia, entereza y decisión: siempre quiso
ser, y lo fue, uno más entre los misioneros, lejos, muy lejos de querer ser más
obispo que hermano.

A los misioneros y a las obras que encontró pudo agregar, para cubrir
necesidades graves de asistencia y evangelización, los Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios, religiosas Salesianas, Carmelitas Misioneras, Hermanas del
Buen Pastor, Hermanas de María Mediadora y Hermanas Siervas de la Iglesia. A
su llegada ya trabajaban en Arauca los Misioneros de Yarumal, los sacerdotes
diocesanos en número considerable, las Religiosa Vicentinas, las Misioneras
Teresitas y las Hijas de Nuestra Señora de Las Misericordias, además de un buen
número de maestros dependientes de la Educación Contratada que dirige la
Iglesia. Hizo los ajustes en sus cuadros apostólicos y empezó con entusiasmo su
proyecto pastoral, en el cual nunca cejó.

No fueron fáciles estos años. Volvía la violencia, dura experiencia soportada por
los araucanos, y ahora con particular pujanza, disfrazada de patriotismo y de
exigencias de progreso. Comenzó el poder de los rebeldes alzados en armas,
convertidos en amos y señores, dueños de vidas y haciendas. Se vio patente la
impotencia del Estado y la intransigencia de sus contrarios.
148

Aun hoy son tiempos muy difíciles como consecuencia de la colonización


incontrolada, de los nuevos elementos contestatarios, de la proliferación de las
sectas y la aparición de los grupos subversivos con su guerra abierta a la
intervención extranjera en las políticas económicas del país, lo que desembocó en
la guerrilla más cruel y radical de toda la historia colombiana.

No lo fueron menos las actitudes contestatarias aun entre el clero, a partir del
Vaticano II: el desbordado apetito de reformas sociales cuyos principales efectos
fueron el rechazo a la organización jerárquica de la Iglesia y a sus mismos
obispos. Se intensificó el criterio socialista y comunista. Aparecieron los
sacerdotes guerrilleros en un afán común de sacar al país de un caos por medios
violentos. Tales grupos siempre han estado parapetados en las regiones
marginales selváticas y más subdesarrolladas del territorio patrio, con avanzadas
de inteligencia secreta infiltradas en la sociedad urbana.

Era evidente la descristianización que entonces se inició y que cada vez sufre más
Colombia en todos sus niveles sociales. Para la lúcida inteligencia de Monseñor
Jaramillo, todo ese panorama socio-espiritual estuvo muy claro y fue la razón de
sus proyectos apostólicos: proteger la vida y la dignidad de la persona que en sus
fieles vio perseguida y violada inmisericordemente. Del Obispo, al que se le tildaba
de tímido, se desencadenó su verbo profético hasta ofrecer su propia sangre y la
de su clero, si ello fuere necesario. Durante 18 años lo enfrentó todo con valor,
con dignidad, cercano siempre a su rebaño y también a sus enemigos, que se
declararon tales por la posición clara y vertical del Padre y Obispo que denunció la
injusticia, que defendió a los suyos ante los grupos subversivos que aún hoy,
controlan totalmente la vida ciudadana de la región haciendo apología de su
posición antieclesial, particularmente contra la jerarquía católica declarada por
ellos burguesa, imperialista y enemiga de los pobres y de los débiles y exaltando
la iglesia del pueblo.
149

Es oportuno apuntar al respecto dos casos típicos que muestran la sensatez y


responsabilidad con que Monseñor Jaramillo enfrentó situaciones tan difíciles:
Apenas ordenado Obispo, un su hermano en el episcopado, prototipo en América
de una pastoral social – política, le escribió con sutil intención: “Hoy tenemos un
nuevo obispo antioqueño. Baluarte de la tradición o pionero del cambio”.
Y Monseñor Jaramillo le responde:
“En su querida carta hay una interrogación: ¿Hoy tenemos un nuevo obispo
antioqueño. Baluarte de la tradición o pionero del cambio?. Quiero darle con toda
franqueza mi opinión: No quiero oponer tradición y cambio. Debo trabajar con los
dos. Razón : Soy Obispo de una Iglesia apostólica. Mi deber es guardar el “bonum
depositum”. Desde este punto de vista, la tradición es esencia de la Iglesia. De lo
contrario se trataría de una Iglesia nueva. Pero tengo que abrirme al cambio
porque mi Iglesia es una iglesia viva, de encarnación, que quiere y debe salvar al
hombre integral.
No dejo de comprender con el Papa Paulo VI que hay exageraciones y peligros en
ambas posiciones. Hay un tradicionalismo a ultranza que es anquilosamiento y
amenaza de muerte. Pero hay también un afán de cambio sin metas, sin ideología,
sin planes, entregado a un profetismo que puede ser individualismo con marcada
tendencia a destacar, antes que todo, el aspecto de la ciudad secular”.

El segundo caso: Al tiempo de la designación del primer Vicario Apostólico de


Arauca, en la zona especifica del Sarare, colaboraban en expediciones
evangelizadoras algunos “equipos Misioneros” de juventudes católicas, dirigidos
por sacerdotes comprometidos en la asistencia a las gentes del Sarare.
Lógicamente presentaron al nuevo Obispo un folleto donde expresaron su ideario
pastoral para aplicarlo en ese medio convulsionado del Sarare. Monseñor
Jaramillo hace enseguida las siguientes anotaciones, pedidas por los mismos
misioneros:
150

“su mucha bondad me hace escribir lo siguiente:


el eje del Folleto es el tema de la Liberación social. No encuentro en estas páginas
nada contra la ortodoxia. Ahí hay una base evangélica. Se insiste sobre el
testimonio personal, el compromiso, la comunidad. El tema es a todas luces
actual.
Es la última moda. Por lo tanto un tema juvenil. ¿Qué joven no vibra con el tema
de la liberación? Por eso mismo puede ser un tema vocacional que haga ver a los
muchachos que en el sacerdocio pueden realizar su vocación de amor al hombre.
Con todo el ánimo de orientar, yo haría estas observaciones:
A) El tema de la Liberación es un capítulo de la llamada Teología Política. Rahner
dice: “si por Teología Política se entiende simplemente el hecho de hacer valer de
modo expreso la relevancia (influencia) social de todos los enunciados teológicos,
es evidente que tendrá que haber una Teología Política. Pero del mismo modo
que no hay que interpretar la Teología Política como simple disciplina parcial, sería
igualmente exagerado ver en la Teología Política simplemente la Teología Futura.
Es que el hombre no se identifica adecuadamente ni en forma social tangible con
lo que él mismo es en la sociedad, ni con lo que de él es visto en la sociedad y
para ella”. (Citado por Mos. Jaramillo en la carta que se transcribe).
Es decir, la meta del hombre es la trascendencia.
De la misma manera la liberación social hace parte del mensaje: es un tema actual
de la catequesis. Pero no es el mensaje ni es la catequesis. Esta estará siempre
puesta en la trascendencia. Por lo mismo el tema de la liberación no es el motivo
vocacional definitivo, sino uno de los motivos que no puede oscurecer los demás,
inspirados en la trascendencia.

B) además, el tema de la Liberación es muy delicado en su manifestación, sobre


todo por elementos juveniles, inexpertos, imprudentes, sin una madura
151

fundamentación teológica. Ahí están los excesos de ciertos universitarios


legionarios cuando la Ordenación de los Auxiliares de Bogotá.

C) finalmente este tema no debe predicarse indistintamente en todas partes.


Pongo el ejemplo de este Vicariato: en algunas zonas como Chita y el Llano, las
gentes no sienten la necesidad de este tópico. ¿ Para qué inquietarlos? ¿por qué
no hablarles más bien de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia, de los Sacramentos?
La única parte donde el tema tendría vigencia sería en el Sarare. Pero juzgo que
en esta zona, de suyo inflamable, constituida por gentes venidas de la violencia,
sin papeles de identificación, en conflictos permanentes con el ejército, con
INCORA, etc. Es delicado este tema de predicación, sobre todo hecho por
personas no expertas, con profunda teología, etc. Yo mismo me siento incapaz de
avocar este tópico en esa región. Temería ser mal comprendido y temería dar pié
para equívocos y confusiones entre la gente, toda vez que esta tierra está llena de
líderes marxistas, de revolucionarios, etc”.
Pudo haber sido calificado el Señor Obispo en este momento de pusilámine o de
poco aguerrido para enfrentar estas situaciones. Tal vez por ello se interrumpieron
esas excursiones pastorales y se crearon cisuras en las relaciones con el Obispo.
Sin embargo, por el mismo tono y contenido del análisis nadie podrá decir que el
Obispo era ignorante o simplista del momento social, sin haberlo profundizado.
Recordemos, por lo menos, que fue durante tres años el Director del Secretariado
de Laicos en la Conferencia Episcopal y alabada su actuación, pues de sus
conocimientos teológicos y eclesiales nadie se atreve a dudar.

Es necesario reconocer que estas realidades de revolución política y de receso


espiritual y religioso del que en parte son causa aquellas, son el principal escollo
para la evangelización por la mentalización permanente y por el temor que
infunden los métodos bárbaros de su inclemencia y de su justicia guerrillera.
152

La iglesia de Arauca se hizo presente en los nuevos campos de acción que


aparecían por la colonización, sobre todo en la zona del Sarare y con la
explotación de los yacimientos petrolíferos.
Era apenas lógico que un obispo con los criterios teológicos y la espiritualidad
sacerdotal como los de Monseñor Jaramillo, constituyera como prioridad
indiscutible de sus deberes la atención a su clero y el fomento de las vocaciones
sacerdotales, elementos indispensables para la evangelización y para la plena
realización del sacerdote. Un Obispo tan cercano a su clero que la gente no
acostumbrada a verlo no lo distinguía de los demás, su absoluta indiferencia ante
títulos y alamares y su única preocupación por la misión pastoral, lo hicieron
sencillo y fraternal.

A la atención espiritual para alcanzar una inconfundible identidad sacerdotal, juntó


la preocupación por la formación permanente: su estructura espiritual no concebía
un sacerdocio ignorante o superficialmente preparado ante la urgente necesidad
de una clara y conveniente transmisión del mensaje. Sin dejar de lado el bienestar
personal, la asistencia social y lo que exigiera la dignidad sacerdotal.
El afán y cariño por sus seminaristas, expresados en la permanente atención y
seguimiento, fue siempre igual desde su experiencia de formador en Yarumal y de
ello dan fe los rectores del seminario.

En las siguientes muestras de su actividad pastoral, podemos adivinar todo lo


interesante y promisorio de su servicio Episcopal:
Ante todo un plan de pastoral muy estudiado y participado que da lineamientos
básicos para muchos años en tales y tantas circunstancias.

La escuela de líderes de la Esmeralda, importantísima estrategia para quien había


dirigido el Consejo de laicos de la Conferencia Episcopal, que posteriormente
sirvió para sede de los Hogares juveniles campesinos de monseñor Iván Cadavid
153

bien conocido en Colombia, la obra social de asistencia, consejería y defensa de


sus fieles.
Además el imponente hospital Ricardo Pampuri, en la Esmeralda. Construido y
dotado con donaciones del gobierno italiano, a solicitud de la Congregación de
San Juan de Dios, a la cuál llamó Monseñor Jaramillo para realizarlo y dirigirlo a
favor de todos los habitantes de la región del Sarare que crecía aceleradamente y
era víctima de las enfermedades tropicales. Por lo mismo se constituyó en Centro
de estudio de enfermedades tropicales. Posteriormente fue entregado al gobierno
de Colombia. Ha sido el blanco de la violencia guerrillera que lo consideró una
muestra de la obra social de la Iglesia y por lo tanto en contraste con sus
actividades en contra de la población rural, lo que les restaba autoridad y acogida
por esos pueblos dominados a la fuerza. Es lamentable que obra tan importante y
beneficiosa esté hoy desmantelada y al borde de la clausura. Los religiosos de
San Juan de Dios tuvieron por la fuerza que retirarse del hospital. Posiblemente
fue la obra social – cristiana de mayor interés que promovió Monseñor Jaramillo.

Desde el comienzo de su servicio en Arauca trabajó y realizó el llamado “Equipo


del indio”, organización pastoral especializada en la evangelización de los
indígenas del Sarare y de la sabana, en la zona occidental de su territorio por el
pie de monte y toda la Tunebia, con centro en Tame y Saravena, sin abandonar el
antiguo internado del Chuscal, epicentro de la convivencia de monseñor Luís
Eduardo García con los tunebos, donde reposó su cuerpo como testimonio de su
consagración a esa etnia. Allí monseñor Jaramillo le erigió un monumento que lo
declara grano de trigo sembrado y fecundo para la evangelización del Vicariato.

Seguramente que la pastoral por la paz y la vida absorbió los más importantes
momentos de su vida en los últimos años, dada la problemática política de Arauca:
allí también estaba su puesto y su pueblo y él respondió sin temores a esta
interpelación de Dios y de su grey. Allí estuvo en todas partes, en todas las
154

veredas, en cualquier tiempo y en cualquier circunstancia, a ciencia y conciencia


de lo que pudiera ocurrirle.

Fue una acción sin descanso. Grupos apostólicos del interior del país apoyaron
muchas veces este servicio pastoral, trabajo humilde, silencioso, producto de una
fe sencilla y en la visión de la esperanza cristiana, es el común denominador de
esta iglesia que peregrina en Arauca.
Otros quehaceres administrativos los delegó, pero nunca su responsabilidad
personal de estar del lado del que lo necesitaba. Como siempre obró de buena fe
y confiado en la Providencia, no temió ni siquiera lo que pudieran otros llamar
fracaso.

Es innegable que todo el sentido de su vida y de su misión episcopal se concentró


en el amor a Dios Trinidad, a la persona adorable de Nuestro Señor Jesucristo,
Salvador; en el entrañable amor filial a la Inmaculada y en un extraordinario amor
a la iglesia en la cual él, como Obispo, es testigo y maestro. De su mentor
espiritual, el cardenal Aníbal Muñoz Duque, aprendió ese amor que consignó en
sus notas espirituales: “un amor profundo a la Iglesia hasta que desaparezca de
mis intenciones cualquier otra finalidad” (Notas personales inéditas:
“Providenciales”. Archivo Imey).

LA NUEVA DIOCESIS
De Strumnizza a Arauca
155

El 19 de julio de 1984 la Santa Sede en vista del progreso evangelizador en el


territorio misional de Arauca y con la aceptación de la Conferencia Episcopal
Colombiana, lo elevó a la categoría de Diócesis y a monseñor Jaramillo lo nombró
primer Obispo Residencial. Roma venía considerando de tiempo atrás y sobre
todo después de la revisión del Concordato en los años 70, la situación de la
iglesia Colombiana considerada entre las de América Latina como poseedora de
un ejemplar testimonio católico: su organización jerárquica, su liderazgo desde el
CELAM cuya sede continental está en Bogotá, el considerable número de
vocaciones sacerdotales y religiosas y un colegio episcopal muy significativo cuya
Conferencia fue la primera en América en asumir colegialmente la acción pastoral
del país.
No faltaron razones de tipo político, por aquella tendencia vieja en el mundo, de
beneficiarse cuanto sea posible de las ventajas que la evangelización católica
pueda reportar a los intereses gubernamentales. Y no propiamente por la efectiva
administración y aceptación de los criterios católicos, pues en repetidas ocasiones
la verticalidad del Evangelio fue piedra de tropiezos para intereses inconfesables,
muchos abiertamente impuestos para dar cabida a otros principios menos
exigentes o a poderes arbitrarios sin tener en cuenta ese principio elemental de la
democracia que tanto se predica: el valor, la fuerza y la exigencia de las mayorías,
ya que se dice que Colombia y Latinoamérica son la Iglesia de la esperanza, con
un porcentaje arrollador de mayoría católica.

También jugó papel importante el orgullo nacional al figurar en pleno siglo XX con
veinte territorios misionales. El Estado, pidió en su momento que la Santa Sede
que elevara lo antes posible esos territorios a una categoría mejor: ser diócesis de
derecho común.
Para monseñor Jaramillo ese acontecimiento de ninguna manera cumplía un
simple acto administrativo del Vaticano. Su profunda espiritualidad eclesial
comprendía y aceptaba cuanto en el misterio de la iglesia, sacramento universal
156

de salvación, significaba la vida de la iglesia local, sus deberes y sus poderes de


Obispo Residencial con la totalidad de su identidad por derecho divino propio y no
delegado o vicarial. La plenitud del orden sacerdotal conferido con el episcopado,
ahora potenciaba su deber de santificar y gobernar esta comunidad que se le
confiaba en pleno.
Todo ello significaba que emergía de un estado en formación a la adultez de la
comunidad santificadora, perfecta imagen y realidad de la Iglesia universal. Por lo
tanto es apenas lógico que el Santo Padre le nombre y declare Padre y Pastor en
propiedad, que desaparezca el estado canónico de Vicariato del Papa (Vicariato
Apostólico) y emerja la nueva iglesia local independiente como ente eclesial, de la
cual debe tomar posesión en su nueva condición de pastor propio y perpetuo.
El 21 de septiembre de 1984 ante el Representante Pontificio en Colombia, sus
hermanos de la Conferencia Episcopal y todo el pueblo Araucano, monseñor
Jaramillo asume como primer obispo residencial de la diócesis de Arauca en la
tradicional y venerada iglesia de Santa Bárbara, ahora erigida en Iglesia Catedral.
Y así pasó de ser Vicario Apostólico, Obispo titular de la antigua y extinguida
Diócesis de Strumnizza, a ser el Obispo y Pastor de su propia y personal Diócesis
de Arauca, que de ahora en adelante ingresa a la ilustre teoría de las
comunidades apostólicas testigos y responsables de la sagrada tradición católica.

La comunidad de Arauca recibió con alborozo la noticia y se preparó, clero y fieles,


para la inauguración de la nueva Diócesis; además celebró el seguir bajo el
cayado del mismo pastor que durante los últimos trece años se había identificado
tanto con su pueblo.

Fue un luminoso día de fiesta: la ciudad se engalanó como en sus mejores


celebraciones: autoridades, centros educativos, los personajes más
representativos desfilaron ante la tribuna levantada en la plaza principal donde el
Obispo, ya conocido y apreciado, pero ahora consagrado como Pastor propio era
157

entronizado en su familia diocesana, rodeado de las primeras autoridades y de un


selecto grupo de Jerarcas de la Iglesia católica y otros eclesiásticos
representantes de la organización central de la Iglesia que compartían este
momento histórico para la Iglesia y para el oriente colombiano: la primera diócesis
en esos lejanos Llanos Orientales. Para la historia y por su significación los
nombramos acá: El Señor Nuncio Apostólico, quien le da posesión en nombre del
Santo Padre, el Cardenal Aníbal Muñoz Duque, los arzobispos: Mario Revollo
Bravo, Primado de Colombia, Héctor Rueda, Metropolitano de Bucaramanga, José
J. Pimiento, de Manizales, José Joaquín Flórez, de Ibagué. Los Obispos Bernardo
Arango, de Barrancabermeja, Alberto Giraldo, de Cúcuta, Arcadio Bernal, de
Sibundoy, Heriberto Correa, de Buenaventura, Leonardo Gómez, de Bertrania,
Belarmino Correa, de Mitú, Aurelio Rozo, del Vichada. El Padre Antonio Bayter,
Superior General de los Misioneros de Yarumal, Padre Guillermo Melguizo,
Secretario General de la Conferencia Episcopal, Padre Manuel Agudelo, Director
Nacional de las Pontificias Obras Misionales, Padre Joaquín Castro, director del
Comité de Obispos Misioneros, Padre Abraham Builes, el más veterano misionero
del Sarare, el clero local y varios sacerdotes amigos del Obispo de Arauca. El
pueblo araucano, exultante de gozo se congregó en la plaza y en la catedral:
nunca antes había celebrado un acontecimiento tan solemne: estaba orgulloso de
que su ciudad y su tierra llanera hubieran alcanzado este honor por el cual
presentía un mejor porvenir.

Quince años después del acontecimiento de su muerte sus sacerdotes mantienen


bien clara la obra, el testimonio y la doctrina de su Obispo sacrificado y que les
sigue hablando desde su tumba.
Su testimonio puede ser una síntesis de este Capitulo. Coinciden en su afecto y la
apreciación del servicio episcopal de Monseñor Jaramillo durante los 19 años de
servicio en el nacimiento y la dirección de la Diócesis.
158

Los sacerdotes José María Bolívar y Álvaro Hernández, hoy altos dignatarios de la
Curia araucana, y seguramente en nombre de todos sus colegas del Presbiterio,
nos ofrecen un cuadro muy consolador de la obra pastoral del primer Obispo de
Arauca.
Actividad pastoral: Visitas permanentes a todas las parroquias y veredas con
una muy cercana y paternal atención y preocupación por todos, colaboradores y
gentes, sin acepción de personas.
Pionero en la campaña de atención y formación a los colonos campesinos.
Permanente actividad y preocupación por los indígenas.
Intermediario celoso para que a todos ellos les lleguen los beneficios de la
explotación petrolera y a quienes estuvo muy cercano, no importando las graves
dificultades que su intervención en este asunto le acarreaban.
Asequible a todos, sin esquivar dificultades ni peligros.
Siempre estuvo pendiente de la difícil situación del territorio, por ello fue muy
apreciado por todos sus feligreses.
Sencillo en su porte y su comunicación sin exigencias viajaba como cualquier
pasajero en carro, a caballo o a pié; muchos ni siquiera lo distinguían entre sus
acompañantes.
Celo especial por los enfermos y moribundos.
Atención distinguida por los jóvenes en sus encuentros en parroquias y colegios.
Exigió que la Iglesia estuviera presente en todas las situaciones; es su deber y su
testimonio.
No tuvo en cuenta los peligros que le acechaban y aunque los sabia a nadie los
comentó.
Con su Clero: Los seminaristas fueron el objeto de su mejor atención.
Con los sacerdotes: Muy buenas relaciones, trabajo codo a codo con ellos,
comprensivo, preocupado por cada uno, amigo y confidente; atento a la formación
permanente. Un verdadero Padre y Pastor.
159

Las Obras: Su Presbiterio que llegó a 25 sacerdotes. El Seminario fue la niña de


sus ojos. Su mayor satisfacción fue haber Ordenado la mayoría de sus
sacerdotes.
Los Colegios: La Frontera, el Oriental de TAME, Simón Bolívar y los
establecimientos de la Educación Contratada, no obstante los graves obstáculos
que tuvo que superar.
El Equipo del Indio, para la pastoral específica en el Sarare y en Betoyes: Tres
centros.
El Instituto San José Obrero, en Saravena, para colonos campesinos.
Centro Emaús, de Arauca, para la formación de jóvenes. Planeó otro semejante
en Tame.
Hogares Juveniles de Monseñor Cadavid.
La asistencia a las jóvenes a cargo de las religiosas del Buen Pastor.
Acción constante ante el Gobierno y las compañías petroleras a favor de colonos e
indígenas.
COFAVI: Cooperativa Familiar de Vivienda, creada y adelantada a favor de los
campesinos del Sarare por el Padre Oscar Osorio, mxy.
Centros de Catequesis con la Religiosas, trabajo de salud y educación.
Dejó, en fin, estabilizada la Diócesis que nació bajo su gobierno.
Es alentadora y conmovedora esta síntesis que significa el sentir, el afecto, la
gratitud y el compromiso de responsabilidad del Clero y los fieles. Allí está su
sepulcro entre ellos gritándoles su último alerta: ¡Coraje Precursores! Nuestro
clamor es: Llega el Señor”
160

“YO CREO EN LA IGLESIA”

Así tituló su elocuente homilía, con el más puro sabor y contenido patrístico, para
el día de su posesión.
161

Baste leer con corazón eclesial y evangélico este conmovedor “Credo” de


Monseñor Jaramillo para entrar en su alma de místico - teólogo y comprender su
identidad espiritual (Cfr. Archivo diocesano. Arauca).

El Misterio de la Iglesia. Si preguntamos al Vaticano II por la naturaleza de la


Iglesia, nos responde que es un misterio que arranca de la Trinidad. En ella están
sus orígenes eternos, su forma ejemplar y su finalidad. La Iglesia es la eternidad
en la historia, que nos entrega ese arcano por su palabra, por la gracia del Espíritu
Santo difundida en los Sacramentos, por la Presencia de Cristo en la Eucaristía y
por su encarnación en las realidades temporales.
Su misterio está en que es simultáneamente eterna y temporal, visible e invisible,
santa y pecadora, lejana o inmanente, de tal modo que sólo podemos llegar a su
esencia atemporal a través de su humanidad limitada e imperfecta, concretizada
en el momento histórico que vivimos, amenazados por el ángel de la muerte.
Vamos a Cristo y a la Trinidad augusta por la Iglesia. Vamos a la Iglesia
trascendente por la inmanente, a la eterna por la temporal, a la santa por la
pecadora y a la que fulge en las alturas por la que baja hasta el pozo en que
tomamos el agua.

Acto de Fe en la Iglesia Particular. La Iglesia es un misterio al que sólo se llega


por la fe. Con todo, es fuerza confesar que no es demasiado difícil creer en algo
lejano, demasiado abstracto o universal. Lo difícil es creer en algo cotidiano,
manoseable, vulgarizado. El acto de fe en la Iglesia Universal no es verdadero, si
no es, al mismo tiempo un acto de fe en lo particular. Por eso creemos en nuestra
Iglesia local de Arauca, que hoy es alumbrada y me es entregada. Creemos que
es el camino por donde viene a nosotros la Santa Trinidad. Creemos que la
Eucaristía celebrada en sus templos y capillas la hace “Cuerpo Místico” de Cristo;
que la gracia sigue haciendo de esos hombres los templos vivientes del Espíritu;
que la comunidad de pecadores participa de la Comunión de los Santos; creemos
162

que la teoría de albas manos de los seminaristas, se van transubstanciando en


Viriles sensitivos de la Hostia, sobre las cordilleras arrodilladas. Con el Cardenal
De Lubac, decimos: “El misterio de esta Iglesia particular es nuestro propio
misterio. Nos abraza por completo. Nos rodea por todas partes, ya que Dios nos
ve y nos ama en esta Iglesia; ya que en ella es donde también nosotros nos
adherimos a El y donde El nos hace felices.

Nuestra Iglesia Particular. La Iglesia ecuménica, puente al más allá, vocación del
hombre y pedagoga de Dios, esta aquí en Arauca y en este momento. No hay que
peregrinar en busca de sus toldas. Esta aquí, identificada con nuestras montañas
dentadas del nevado de Chita, con sus raíces hundidas en los yacimientos
oscuros de los hidrocarburos, embelesada con la policromía millonaria de nuestra
fauna, arrullada por el mugido de sus ganados. Se encarnó en nuestra geografía,
asumió nuestros caminos, enantes imposibles, nuestros aires tormentosos y los
volvió vías ágiles del Verbo inflamado. Asimiló nuestros grupos humanos,
indígenas guahivos, tunebos, etc., que aun esperan en las serranías gélidas del
Sarare la llegada de Sira en el juicio final; colonos venidos de toda Colombia,
huestes pálidas del hambre, y llaneros que acompañaron al Libertador sobre
potros de penachos tormentosos y que deliran con sus riñas de gallos heroicos y
sus joropos cadenciosos de llanura y viento.
Todos estos metales se han fundido en la hornaza de nuestras montañas para
tallar la imagen de la Iglesia, la anciana de los días de las visiones del Pastor de
Hermas. La Iglesia de los sacramentos esta aquí, en los bautisterios de
poblaciones y veredas, en los altares improvisados de iglesias y capillas, en los
matrimonios que santifican las fuentes de la vida y en las manos del Obispo que
consagra su presbiterio joven, para que siga anunciando la Parusía. La Iglesia
pecadora está aquí, con las vestes tintas en sangre de violencia, y sus enormes
ojeras dilatadas por el horror, la penitencia y la esperanza. La Iglesia escatológica
esta aquí, siempre peregrina con el traje de colono, que ahora levanta una tienda
163

de beduino aquí, mañana allá, en busca de ciudad permanente mientras arrastra


la trahila de sus perros enflaquecidos como los de Anarkos del Maestro Valencia.
Y para que nada faltara a nuestra Iglesia particular para manifestarse como
sucesora de las comunidades apostólicas hoy llega al ápice con la erección de la
Diócesis. Esto no es triunfalismo. Es crecimiento, es mayoría de edad. Dejamos
de ser una Iglesia que vive de prestado, porque debe y puede vivir de si misma.
De evangelizada pasa a ser evangelizadora, de pasiva a activa. Y el Obispo
adquiere toda su capacidad de gobierno. En adelante, deja de ser Vicario del
Papa, honor abrumador, y pasa a ser hermano del Papa con un poder que no es
participación del suyo, sino que, subordinado intrínsecamente al suyo, viene de
Jesucristo y pertenece a la constitución divina de la Iglesia. El Obispo, en toda la
plenitud de sucesor de los Apóstoles, ya no está al frente de la Diócesis muerta de
Strumnizza, ubicada en Bulgaria, sino de Arauca, que sale del anonimato y entra
en carne viva en la galería de las Iglesias que gobernaron los Doce. En este
marco grandioso, debemos meditar la teología de la diócesis, al tenor del canon
369: “La diócesis es una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se
encomienda al Obispo con la colaboración del presbiterio, de manera que, unida a
su Pastor y consagrada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la
Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está
presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica”.

Acto de Amor. Como Obispo debo amar a la Iglesia. En esto esta mi identidad.
Pero sería ilusorio este amor si no empezara por mi Diócesis. Yo la amo con sus
montañas y llanuras, su aire cristalino e inflamado, sus aguas y sus raíces, con
sus gentes olorosas a pobreza, con sus esperanzas, problemas y pecados. No la
idealizo sino que la amo como es. Canto sus glorias como Chateaubriand cantó
las de la Iglesia Universal. Y sin hipérboles, apoyado en mi fe, recito para ella la
Antología compilada por el Cardenal De Lubac, en huertos bíblicos y patrísticos:
Mi Diócesis es “estandarte levantado” que convoca a todas sus gentes a la paz.
164

“Montaña” visible desde todos los puntos cardinales, en que amanece el sol de la
justicia. “La luz sobre el candelero” para iluminar a todos, aun a los indígenas,
sentados en sombra de muerte. “Edificio de cedro y de ciprés incorruptible”, cuya
solidez es la única que inspira confianza. “Es un milagro” continuado, que supera
las fuerzas humanas y económicas, y que no cesa de anunciar a los hombres la
venida del salvador. Es la Iglesia del tercer milenio, que marcha hacia la Parusía,
enarbolando el Escudo adviental del Obispo: “Ecce Dominus Veniet”

La Apoteosis de la Misa. Es un principio teológico decir que la Iglesia hace la


Eucaristía y ésta hace la Iglesia. Así fue desde el principio y lo será hasta el Juicio
Universal. La primera Comunidad se inició en la última Cena. “La fracción del pan”
de los Hechos congregó las primitivas Asambleas. A medida que la Iglesia
misionera invadía los meridianos, dejaba como bandera de conquista un Altar y un
Sagrario.
Así ha pasado entre nosotros. La Hostia llegó a estas tierras del indio, del colono y
del llanero. La misa recorrió nuestros caminos y ríos. Toldaba contigua a las
hamacas de la arriería, sobre los pupitres desvencijados de las escuelas, en las
encrucijadas de los caminos, al rumor de las sierras que derribaban la montaña. Y
fue avanzado y conquistando todo, desde la capilla privada del Obispo y los
puestos de misión, y cuando menos lo esperábamos, la Misa había arrastrado en
su misterio, geografía, historia, naturaleza y hombres. Todo se hizo Misa. Esta es
la Misa Cósmica de Theilard de Chardin. ¿No celebramos hoy su apoteosis? Por
eso la concelebramos los Obispos, en signo de Colegialidad y el Presbiterio, en
signo de Comunión con su Obispo. De este modo somos instrumentos del
alumbramiento de la Diócesis niña, “Cuerpo Místico” del Señor.
Como primer Obispo Residencial, recibo la Diócesis de Arauca, con plena libertad,
como mi esposa, simbolizada en el Anillo adornado con la Inmaculada, en cuya
entraña de alabastro se celebraron las nupcias del Verbo y de la carne. Al
consagrar el pan, haré este acto de Fe: Este pan, es el Cuerpo de Cristo. Esta
165

Diócesis es al mismo tiempo, mi cuerpo que se entrega por la salvación de


muchos. La Misa, ha llegado a su apoteosis. El Presbiterio de Arauca, llevando la
Hostia entre sus manos, seguirá anunciando de cara a los luceros, la muerte del
Señor hasta que vuelva. Amen. Aleluya”.
Ya San Agustín se había hecho eco de esta exigencia de manera elocuente
cuando al recordar las palabras del Apóstol: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo y
sus miembros, cada uno por su parte” (1ª. Cor.12, 27) observaba: “Si vosotros sois
el cuerpo de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros
mismos y recibís el misterio que sois vosotros.” (Sermón 272. PL.28, 1247).

INFORME PARA LA VISITA “AD LIMINA”. 1989

En capítulos anteriores hemos señalado la obra pastoral de Monseñor Jaramillo en


su diócesis. No deja de ser interesante y como documento de primera mano,
conocer el informe Quinquenal que dejó escrito para la Visita “ad limina” de 1989 y
166

que no pudo presentarlo a la Santa Sede por causa de su muerte dos meses
antes de su audiencia con el Papa para darle cuenta de sus últimos cinco años
como Pastor de la Iglesia Araucana. (Archivo Diócesis de Arauca).
Los apartes del Informe que siguen muestran la realidad pastoral de la diócesis a
la fecha de su muerte.
Empieza su primer capítulo describiendo los aspectos geográfico y humano de su
territorio con la introducción que sitúa su Iglesia Local en la exacta dirección de su
acción salvífica: “Descripción general de la Diócesis con un aspecto relievante: la
violencia y su incidencia en la pastoral; la estructura orgánica y la acción de la
iglesia diocesana “que ilumina con la luz del Evangelio la realidad del hombre
araucano para la gloria de Dios”.

Habitantes: Grupos Étnicos


La diócesis de Arauca está conformada por cuatro grupos étnicos: Los Andinos,
los colonos, los llaneros y los indígenas. Todos ellos suman hoy 220.000
habitantes.
1. Andino
Este grupo está ubicado en la cordillera oriental de Colombia. El clima es frío, a
veces llega a bajo cero. A este grupo pertenecen las parroquias de Chita, La
Salina y Sácama. Son campesinos minifundistas, marginados del progreso
nacional, trabajados ideológicamente por la guerrilla. En la actualidad muchos de
ellos militan en la revolución armada.

2. Colonos: Región del Sarare


Constituyen la mayor parte de la población de la diócesis. Están ubicados en la
zona geográfica conocida como el Sarare: Región llana y montañosa que va
desde el Alto de Sararito, en Norte de Santander hasta el municipio de Arauquita.
La población más importante del Sarare es Saravena, centro social, económico y
político de la región, también epicentro de todos los conflictos sociales.
167

Algunas Características del Sarare son:


A. Es Zona de Colonización: Gente del interior del país con el ánimo de buscar
solución a su pobreza.
B. Las Principales Fuentes de Riqueza son: El petróleo, la ganadería y la
agricultura. En menor renglón la pesca.
C. La religión predominante es la católica pero existen muchas sectas
protestantes con templos de culto en la mayoría de las poblaciones y
veredas.
D. La Violencia: El Sarare es uno de los focos guerrilleros más fuertes de
Colombia.

3. Llaneros
Ocupan la llamada “Sabana de Arauca”, inmensa extensión del territorio
Araucano. Arauca, cabeza de la Diócesis, es el centro social, económico y político
de la Sabana. El clima es ardiente, a veces sube hasta los 38 grados bajo
sombra. Su riqueza es el petróleo, pero tradicionalmente sus gentes han vivido de
la ganadería y el comercio con Venezuela. Aún así, Arauca ha sido un pueblo
muy abandonado por el Gobierno. Hasta hace muy poco, con la ayuda de las
regalías petroleras, Arauca le ha visto de cara al progreso pero en medio de
muchas intrigas de carácter político, lo cual ha generado violencia.
Los llaneros son creyentes en su mayoría y muy fieles a la Iglesia Católica aunque
no son sólidos practicantes.

4. Indígenas
Constituyen el grupo más marginado de la diócesis. Hay dos grandes grupos
indígenas: Los tunebos, y los guahibos.
168

A. Los Tunebos
B. Están situados en las zonas montañosas de Boyacá, Norte de Santander y
Pié de Monte Llanero. Habitaban las actuales poblaciones de Güicán y
Cocuy pero de allí fueron desplazados por los blancos teniendo que ir a
refugiarse en los territorios inhóspitos que hoy ocupan. Hay
aproximadamente unos 3.000, todos en proceso de aculturación.
C. La Iglesia de Arauca ha tenido como renglón prioritario de evangelización el
cuidado a los indígenas Tunebos. Para ellos ha construido dos centros de
pastoral: San Luís del Chuscal y El Zulia.

1. Internado Indígena “San Luís del Chuscal”


Es el centro piloto de atención a los Tunebos.
Desde su fundación ha sido atendido por los Misioneros de Yarumal y las
Religiosas Teresitas Misioneras; dos comunidades colombianas.
El internado ha sido objeto de controversias y ha pasado por una serie de
problemas delicados que han dificultado la evangelización: ingerencia de la
guerrilla y ataques ideológicos de algunos enemigos de la iglesia que juzgan a los
internados como medios inadecuados para el recto trato de los indígenas.
También falta de recursos económicos para proyectar obras de mayor
envergadura. De todas maneras la Iglesia, a pesar de tantos problemas, sigue
manteniéndose allí. Ha educado a muchos niños, vela por la salud de los
indígenas, les da elementos de progreso y vela por la salvación de todos ellos
mediante una adecuada instrucción religiosa.

2. Internado Indígena de “El Zulia”


Está ubicado en el territorio de Norte de Santander, a 6 horas de camino a pie del
internado del Chuscal. Es atendido por las comunidades anteriormente
nombradas. Allí hay servicio de educación primaria bilingüe y un pequeño puesto
169

de primeros auxilios. Es una zona muy apartada de los centros urbanos y


totalmente habitada por Tunebos.

B. Los Guahibos
Su procedencia no está precisada por los antropólogos. Habitan la región de
Betoyes en Tame, zona de gran movimiento guerrillero; otros habitan las sabanas
de Arauca en la región de la Rubiera; un pequeño reducto está situado en la
región de Arauquita. Su número no sobrepasa los 2.000.
Los Guahibos están divididos en tribus: Cuivas, Macaguanes, Betoyes, Eles,
Parreros, Genareros. Los Misioneros han tenido serios problemas para su
evangelización a causa de la violencia. En Betoyes, epicentro de acción
indigenista por parte de la Iglesia, la casa tuvo que ser cerrada después de que la
guerrilla hizo tres tomas del caserío dejando un saldo considerable de policías
muertos. Los misioneros se trasladaron a la vecina población de Tame.
En el Vigía, vecindad de Arauquita, había un centro de promoción integral para los
Guahibos. A causa de la violencia la Iglesia vio conveniente dejar ese proyecto en
manos del Incora, Instituto Colombiano de la Reforma Agraria. Este Instituto se
comprometió a cuidar de los indígenas y a continuar el proyecto iniciado por la
Iglesia pero no fue capaz. Hoy estos indígenas apenas tienen atención pastoral
por parte del párroco de Arauquita que los visita de vez en cuando.

C. Administración Civil
La capital de la Intendencia de Arauca es la ciudad de Arauca, situada en límites
con Venezuela. Su jefe civil es un Intendente nombrado directamente por el señor
Presidente de la República. Algunas veces, tal como sucede en la actualidad, el
Intendente ha sido un militar debido a la difícil situación socio-política por la cual
atraviesa la intendencia.
La Intendencia sólo tiene 6 municipios: Arauca, Saravena, Tame, Arauquita,
Puerto Rondón y Cravo Norte. Estos son gobernados por alcaldes elegidos
170

democráticamente. Los demás pueblos son denominados Corregimientos o


Inspecciones de policía y están gobernados por Corregidores e Inspectores
respectivamente. Poblaciones prósperas son: Fortul, La Esmeralda, Puerto
Nariño, Puerto Nidia, Panamá de Arauca, Los Chorros, Aguachica, Puerto Jordán,
Caranal. Todos estos pueblos son trabajados fuertemente por la guerrilla.

D. Situación Religiosa
A continuación se detallarán algunos aspectos de la religiosidad en los distintos
grupos étnicos y se presentarán algunos datos estadísticos.

1. Religiosidad En Los Distintos Grupos Étnicos


A. La Región Andina
Son profundamente religiosos. Con gran adhesión a la Iglesia Católica. Allí la fe
tiene muchos elementos tradicionales: Procesiones, capillas veredales,
peregrinaciones, moral coherente con los principios cristianos. La parroquia de
Chita es la máxima expresión de esta fe grande y radical. Chita fue centro
eclesiástico cuando Arauca era Prefectura Apostólica, y allí está ubicado el
Seminario Menor de la Diócesis.

B. La Zona de Colonización: El Sarare


Esta región está abierta a la religión. La pastoral allí es fuerte y la diócesis tiene
sus esperanzas de crecimiento en esa zona. Sin embargo, como se anotará más
adelante, la actividad pastoral se ha visto entorpecida por la actual situación de
violencia.
En el Sarare tienen mucha acogida las festividades católicas de Semana Santa y
Navidad. Los feligreses llenan los templos y en las veredas se efectúan jornadas
misionales. Los sacerdotes son apreciados por la generalidad de los fieles, son
acogidos favorablemente en las veredas y son consultados en los momentos de
dificultad.
171

La mayoría de los Sarareños son católicos pero en su casi totalidad se han visto
obligados a militar en alguno de los grupos guerrilleros. Por eso se puede decir
que no hay coherencia entre vida y fe cristiana.

C. Los Llaneros
Son creyentes, fieles a la Iglesia católica, pero viven la fe un poco a su medida.
Algunas características de su religiosidad son: Fe absoluta en el bautismo como
necesario para la salvación. Fe en los sacramentales, sobre todo en el Agua
Bendita a la que atribuyen poder de sanción material y espiritual: La Vigilia
Pascual es una de las más concurridas en la ciudad de Arauca a causa del “Agua
Bendita”. Fe en las imágenes de los Santos y en los escapularios: Estos son
llevados en distintas partes del cuerpo como protección. Fe en la Santísima
Virgen: Podría decirse que con mayor afecto que a Jesucristo. Gran devoción por
los muertos y con todo lo relacionado con mortajas, flores y sufragios. Acerca de
los muertos hay poemas, leyendas, mitos, costumbres raras y muchas
supersticiones. Indiferencia por la Eucaristía: El llanero es respetuoso por los
actos sagrados pero es perezoso para ir a misa, aunque sabe que es un acto
religioso de gran valor. Respeto por el Obispo, los sacerdotes y religiosas. Poca
atención a la moral sexual y familiar: Hay mucho concubinato, adulterios oficiales,
relaciones extramatrimoniales y prematrimoniales; los llaneros dicen que el
ejercicio de la sexualidad es algo tan natural como comer y dormir y por esa razón
no admiten restricciones en ese sentido. Celibato y virginidad son realidad que
ellos difícilmente entienden.

D. Indígenas
Su religiosidad es una amalgama de sus propias creencias y de las que han
recibido de la Iglesia Católica. Los que mejor se han incorporado a la Iglesia son
los Tunebos. En su mayoría son bautizados y participan de la liturgia. Los demás
172

indígenas se han mantenido en sus propias creencias aunque algunos de ellos


han perdido sus tradiciones.
Los habitantes de la Diócesis en su mayoría son católicos, un 90%: de ellos 60%
son practicantes y un 30% son “católicos de acción”, presentes sólo en algunas
circunstancias: celebraciones sacramentales, Navidad, día de difuntos.
Los protestantes son una pequeña minoría, un 6%. Están presentes en todas las
poblaciones y caseríos. Se multiplican las sectas o grupos en pequeño número
con ayuda extranjera, sobre todo de Estados Unidos. Las sectas más numerosas
son Evangélicos, Cuadrangulares, Adventistas y Pentecostales.
El resto de la población se puede calificar como “Indiferentes”, apáticos aunque se
consideran católicos; creen en brujerías, hechicerías, magia, espiritismo,
promovidos por personas que se declaran hechiceros y que realmente embaucan
a los ignorantes.

Incidencia de la Violencia en la Pastoral de la Diócesis

En el presente capítulo se expondrán algunos aspectos relacionados con la


violencia en Arauca y su incidencia en la pastoral. Se expondrán los siguientes
temas: breve reseña histórica de la guerrilla en Arauca, las causas de la violencia,
los distintos grupos guerrilleros que hay en la Diócesis, la militarización de la
Diócesis y las consecuencias de la violencia en Arauca; finalmente, las incidencia
de la violencia en la actividad pastoral de la Diócesis.

A. Breve Reseña Histórica


Arauca gozaba de paz hasta los últimos años de la década del 70. La violencia de
los años 50 había quedado atrás.
173

La zona del Sarare fue vista por muchos pobres del interior del país como un sitio
de redención económica. Estimulados por el Incora llegaron al Sarare. El Sarare
se pobló y nacieron caseríos y poblaciones prósperas. Ciertamente había pobreza
pero también había paz. Por ningún lado, a excepción de muertes violentas
aisladas, se oía hablar de guerrilla, ni de tomas de pueblos, ni de masacres.
El comienzo de la década del 80 marcó una nueva época en la vida de la Diócesis.
La violencia fue tomando una fuerza impresionante, a tal punto que se puede decir
que hoy Arauca es uno de los territorios más violentos del país. Muchas son las
causas por las cuales el territorio Araucano se volvió violento.

B. Causas de la Violencia en Arauca


1. La Colonización
Buena parte de los colonos eran refugiados de la antigua violencia política de
Colombia. Llegaron al Sarare con la esperanza de que allí nadie los encontraría.
Sin embargo, en ellos había una predisposición mental y sicológica para la
violencia.

2. La Pobreza
Aunque el Incora dio apoyo a los colonos éste no fue suficiente para eliminar la
pobreza. En el Sarare no había: escuelas, hospitales, vías de comunicación, agua
potable, luz, alcantarillado. El abandono absoluto por parte del gobierno era
evidente. La conciencia del abandono hizo germinar la semilla del inconformismo.

3. El Proselitismo Guerrillero
La pobreza del Sarare fue terreno excelentemente abonado para que la guerrilla
hiciera sus primeros pasos de adoctrinamiento. Esta les ofreció a los colonos la
posibilidad de la reivindicación absoluta de sus derechos mediante la
concientización, el movimiento de masas y la gran revolución. Estos pasos se
174

venían dando incipientemente desde 1972 cuando se realizó el “Primer paro


cívico” del Sarare con la Participación de todo el pueblo Sarareño.
La situación se hizo difícil cuando el año 1980 un comando guerrillero de las
FARC se tomó la población de Fortul dando muerte a varios policías y arengando
a sus pobladores a quienes obligó a salir de sus casas. De aquí en adelante la
guerrilla se fue consolidando progresivamente en la región del Sarare.

4. El Narcotráfico
También el narcotráfico, en parte apoyado por la guerrilla, ha tenido fuerza en
Arauca. Existen amplios cultivos de marihuana y cocaína. Este fenómeno ha
incrementado la violencia en la Diócesis.

5. La Riqueza Petrolera
La explotación del petróleo comenzó en 1980. La compañía Manessman de
Alemania construyó el oleoducto Caño Limón - Coveñas en el año de 1985.
Llegaron extranjeros en cantidades y el Sarare se pobló de gentes de todas partes
del país que venían a buscar fortuna en las empresas petroleras. Hubo una re-
población del Sarare.
La guerrilla tomó medidas con respecto a la explotación del petróleo. Puso
condiciones para dejar hacer el oleoducto y para dejar trasportar el crudo,
secuestró ingenieros, cobró derechos de guerra en dólares, por millones; se
enriqueció, proliferó y dominó.
El petróleo, que parecía ser la fórmula de salvación para el Sarare y Arauca, se
convirtió en una espada de doble filo para todos sus habitantes.
La ingerencia de la guerrilla con respecto a la explotación del petróleo ha hecho
que la violencia aumente en toda la Intendencia de Arauca.
Un problema conexo con el petróleo ha sido el de la repartición de las regalías. La
no repartición o mala repartición de las mismas ha sido causa de numerosos
conflictos, paros y marchas en contra del gobierno. También ha generado muchas
175

muertes y tensiones de carácter político que han desestabilizado completamente


el territorio araucano.

C. Características de la Guerrilla en Arauca


La guerrilla en Arauca tiene una fuerza impresionante, fuerza desconocida o no
suficientemente valorada por el gobierno colombiano. Esta guerrilla tiene dos
vértices que, aunque divergentes en ideología, están unificadas en su objetivo:
tomarse el poder por la fuerza de las armas. Los dos grandes grupos guerrilleros
que operan en Arauca son: el movimiento Camilista E.L.N y las F.A.R.C.

1. El E.L.N.
Significa “Ejercito de Liberación Nacional”. Es de línea comunista pro- castrista.
Es un grupo radical, su lema es N.U.PA.L.O.M., sigla que significa: “Ni un paso
atrás, liberación o muerte”. Es una amalgama de comunismo y cristianismo. Fue
el sacerdote Camilo Torres quien le dio a este movimiento unas bases ideológicas
sólidas. Sus militantes creen que no hay contradicción entre ser cristiano y ser
comunista; el Padre Camilo enseñó que “El deber del cristiano es hacer la
revolución”. Actualmente el E.L.N. tiene como jefe máximo al ex - sacerdote
español Manuel Pérez, un “Místico de la revolución” armada. Otros ideólogos del
movimiento han sido los sacerdotes Domingo Laín. Diego Cristóbal Uribe, y
Alfredo Lafuente.
El E.L.N. es experto en movilizar masas. El ha estado presente, apoyando o
dirigiendo, los cuatro paros cívicos del Sarare. Se hacen obedecer por la fuerza. A
quienes no obedecen o no participan en sus acciones sencillamente los eliminan.
El terror, el asesinato, el secuestro, el boleteo, el chantaje, la vacuna ganadera, el
narcotráfico y el amedrantamiento han sido los medios de los cuales se ha valido
la organización para imponer sus arbitrariedades y tener definitivamente
doblegado al pueblo.
176

En el Sarare el E.L.N. es sólido, tiene bases fuertes, cuenta con millares de


adeptos armados y auxiliares. Entre ellos hay profesores, estudiantes, amas de
casa, comerciantes, empleados, parceleros y muchos niños que llevan armas en
nombre de la revolución.
El objetivo del E.L.N. es claro: tomarse el poder. Su punto central de reclamo al
gobierno es la nacionalización del petróleo y demás recursos naturales; por eso,
cada vez que quieren, dinamitan el oleoducto. Todas estas medidas son tomadas,
según ellos, contra el gringo explotador que se roba descaradamente las riquezas
del país.
El E.L.N. es el único grupo guerrillero que no ha querido dialogar con el gobierno y
dice que jamás lo hará, obedeciendo a su consigna NUPALOM. Eso significa que
la Diócesis de Arauca deberá contar por muchos años, quien sabe hasta cuando,
con la presencia de este irreductible grupo guerrillero.

2. Las F.A.R.C.
Significa “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”. Es de línea comunista
pro- Moscú. Este grupo es aparentemente menos radical que el anterior pero es
igual de cruel y despiadado. Ellos se reconocen abiertamente comunistas. Creen
que el cambio vendrá con la revolución armada. Aunque reciben ayuda de Moscú
sin embargo utilizan el boleteo, el narcotráfico, el secuestro, la vacuna ganadera y
el asesinato para financiarse e imponer su ideología. Fieles a Marx enseñan el
ateísmo y la inutilidad de la religión para el progreso de los pueblos.
Los principales animadores y fundadores de las F.A.R.C. son Manuel Marulanda
Vélez, alias Tirofijo, y Jacobo Arenas; dos convencidos de la revolución armada.
En el Sarare sus representantes son anónimos pero hay una buena cantidad de
ellos; ocupan extensos territorios de Arauca e incluso tienen comunas.
Este grupo ha sido muy astuto. Varias veces ha hecho la tregua con el gobierno
pero más bien con el ánimo de organizarse, expandirse y volverse más fuerte. Ha
sido este el grupo que más bajas le ha ocasionado al ejército y a la policía. En los
177

últimos años fundó un movimiento político llamado U.P., sigla que significa Unión
Patriótica. Los militantes de la U.P. afirman que no hay ningún nexo entre este
movimiento y las F.A.R.C. pero la relación entre las dos organizaciones es tan
evidente que es imposible negarlo. Precisamente la U.P. tiene en su poder las
alcaldías de Tame y Arauquita con alcaldes elegidos democráticamente. Eso
significa que una extensa parte del territorio Araucano está gobernado por las
F.A.R.C., que pretenden tomarse el poder.
Sin embargo en la actualidad están unilateralmente en tregua diciendo que
quieren dialogar con el gobierno teniendo como testigo oficial a la Iglesia ya que,
según ellos, la Iglesia es la única institución en la cual se puede confiar hoy. Ante
esto surgen las siguientes preguntas: ¿Están verdaderamente interesadas las
F.A.R.C. en el proceso de paz? ¿Renunciarán las F.A.R.C. en su propósito de
tomarse el poder?

D. Militarización del Territorio Araucano


Para frenar la subversión el Gobierno central dispuso la creación de un batallón de
ejército para Arauca: “El grupo Aerotransportado Rebeiz Pizarro” que tiene su
sede en Saravena y bases en todos los pueblos y caseríos de la Intendencia.
Además tiene grupos de soldados contraguerrilleros y un sofisticado servicio de
inteligencia llamado B-2.
Existe también un Departamento de Policía, cada día mejor equipado y
amaestrado para luchar contra la subversión.
Colaboran en esta actividad de salvaguardar el orden el DAS (Departamento
Administrativo de Seguridad) y el F-2 (Servicio de Inteligencia de la Policía).
Estas entidades, en su labor de mantener el orden, han hecho mucho bien al
territorio Araucano, han sido víctimas de numerosos atentados, muchos han
perdido la vida en el cumplimiento de su deber y algunos han sido torturados y
martirizados por el narcotráfico o la guerrilla. Sin embargo han sido varios los
abusos que las entidades militares y policiales han cometido, asesinando,
178

torturando y desapareciendo a gente inocente. Muchos miembros de la policía y


del ejército tienen cuentas pendientes con la Procuraduría General de la Nación.
Algunos de ellos ya se encuentran pagando sus condenas en las cárceles del
país.
Las autoridades, algunas veces y sin ninguna razón, han llegado a dudar de la
Iglesia suponiendo que está apoyando la guerrilla ya que no la denuncia
abiertamente y porque la totalidad de los sacerdotes y el mismo Obispo ejercen su
ministerios en veredas, donde se sabe que hay guerrilla, sin nunca pedir el auxilio
de escoltas.

E. Consecuencias de la Violencia en Arauca


1. Miles de muertos entre campesinos, guerrilleros y militares. La Diócesis de
Arauca tiene el dolor de contar entre las víctimas de la violencia al sacerdote Raúl
de Jesús Cuervo Arias, asesinado en la parroquia de Fortul, en el comedor de la
casa cural, en acciones completamente confusas y por móviles absolutamente
desconocidos, el 21 de octubre de 1985. Este sacerdote se hallaba cumpliendo
fielmente su ministerio sacerdotal, trabajando a favor de los campesinos y
empeñado en la construcción del templo parroquial.

2. Abandono de fincas y propiedades.


3. Pérdida de regalías petroleras.
4. Contaminación ambiental por el derrame del petróleo.
5. Consolidación de la guerrilla. El territorio Araucano es un territorio
independiente donde domina y gobierna la guerrilla.
6. Crecimiento del pié de fuerza por parte del Gobierno y por lo mismo
recrudecimiento progresivo de la violencia.
F. Incidencia del Problema de la Violencia en la Pastoral de la Diócesis de
Arauca
179

Todo el panorama anterior hace que la acción pastoral se vea entorpecida entre
otros por los siguientes aspectos:
1. El Obispo y los sacerdotes tienen que hacer inmensos esfuerzos para
guardar el conveniente equilibrio sin parcializarse con ninguno de los
grupos en pugna. Tanto la guerrilla como el gobierno quieren que la Iglesia
se incline en su favor, con menosprecio de los demás.
2. Algunas veces la guerrilla ha acusado al Obispo y al Clero de ser
gobiernistas. Otras veces el gobierno ha acusado a la Iglesia de
parcializarse con la guerrilla. Pero siempre han sido conjeturas rebuscadas
y tácticas porque la Iglesia ha mantenido el equilibrio que le corresponde.
3. Con frecuencia hay que abandonar acciones pastorales eficaces como
visitas a las veredas, asambleas familiares, formación de líderes, animación
social, a causa de la mala interpretación que se suele hacer de esos
proyectos.
4. La guerrilla ha asumido prácticamente la dirección de la juventud
campesina; les da cursos de adoctrinamiento, les enseña el ateísmo y el
menosprecio por la jerarquía eclesiástica de la cual dicen que es la aliada
del poder y retardataria del progreso. Les enseñan que el camino del
diálogo y de la democracia es inútil para la consolidación de la paz en
Colombia.
5. La manipulación que la guerrilla ejerce sobre el campesinado ha
entorpecido la labor pastoral en las veredas. Los campesinos valoran al
sacerdote, lo quieren y lo atienten pero también le temen a la guerrilla. Los
campesinos saben que no es bueno seguir a la guerrilla pero, según ellos,
les toca que hacerlo para sobrevivir. Muchos líderes campesinos formados
por la Iglesia para evangelizar han sido obligados a militar en la guerrilla
contra su voluntad.
6. Ingerencia de la guerrilla en los asuntos eclesiales, aún en los más triviales.
Algunos sacerdotes han sido citados por la guerrilla para dirigir paros o para
180

colaborar ideológicamente con ellos. La posición de los sacerdotes ha sido


equilibrada al respecto.

Estructura Administrativa y Pastoral de la Diócesis

El señor Obispo, Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, “que tomó posesión el 24 de


enero de 1971 y que rigió con sabia prudencia iluminándola con su mística palabra
evangelizadora”.
Un Vicario General y un Consejo Presbiteral; el Presbiterio diocesano: 19
sacerdotes diocesanos, casi todos formados en el Seminario de la Diócesis, dos
sacerdotes extradiocesanos y cinco Misioneros Javerianos de Yarumal, 120
seminaristas en el Seminario Menor y 21 en el Seminario Mayor.
Dieciséis parroquias y tres centros de misión con sacerdote estable para los
grupos indígenas, con la colaboración de las religiosas. Nueve centros que
necesitan sacerdote residente: en todos ellos el sacerdote es bien recibido.
Ocho comunidades de religiosas y los Hermanos Hospitalarios de San Juan de
Dios. Todos ellos en servicio pastoral, catequístico y de educación.
Las relaciones entre el Obispo, su clero y los religiosos “son de armonía y
ferviente oración”, en frecuentes visitas pastorales y en los encuentros de oración
y planeación pastoral.
“La frecuente comunicación con el señor Obispo ha sido muy positiva: la asidua
asistencia a sus sacerdotes, a las comunidades religiosas y el conocimiento de los
fieles cristianos ha mantenido la cohesión sólida de la fe católica en todos los
poblados y aldeas, a pesar del dominio bélico que ejerce la guerrilla con sus
constantes campañas de marxismo”.

El llamamiento del Santo Padre a ser el Pastor de su Iglesia particular fue


indudablemente la brújula que condujo todo su oficio pastoral: siempre se sintió al
frente y con plena responsabilidad de cuanto en la diócesis acontecía y se
181

ejecutaba en función de una evangelización que debía conformar, construir y


sostener una comunidad católica de fe y caridad.
Sus visitas a todos los lugares del territorio sin detenerse en consideraciones
humanas de distancias, incomodidades ni peligros, hicieron que su pueblo sintiera
presente a su Obispo; todos pudimos comprender y apreciar su bondad, la
claridad de su doctrina y su compromiso como Padre y Pastor. De ahí la
organización del trabajo pastoral con todos sus colaboradores, clérigos, religiosos
y laicos trabajando codo a codo con ellos: se dice que en sus correrías no se
distinguía de los demás sacerdotes por su sencillez y participación en el trabajo. Y
esta es la primera nota que debe tenerse en cuenta al relacionar su programación
pastoral: a la vez que los diversos organismos o “secretariados” fueron un buen
sistema de participación, no se marginó nunca de su acción, ni de su seguimiento
en busca de la eficacia.

Los organismos pastorales o “Secretariados”


De pastoral social: Enfrenta problemas de minifundio que desintegran la familia
por emigraciones en busca de trabajo; el proceso de colonización, auspiciado por
el Estado: familias inmigrantes, desamparadas, en busca de una humilde vivienda
y carentes de todo servicio social; la explotación del petróleo marca
profundamente las carencias sociales entre una población pobre en busca de un
mejor nivel de vida y la ostentación del poder y opulencia de las empresas
petroleras que ignoran la situación del pueblo que las rodea. El factor geográfico,
propenso a inundaciones que arrasan cultivos y viviendas. Los grupos indígenas,
desprotegidos e ignorados por el Gobierno, que se debaten en un vertiginoso
cambio social.

De Pastoral Juvenil: Juventud y niñez son el objeto principal de las campañas


ideológicas de la guerrilla de inspiración marxista y víctimas del secuestro. Y
también del proselitismo protestante.
182

Pastoral catequética: Coordina toda actividad catequética del territorio diocesano


con los maestros y los laicos de cada parroquia en cursos de capacitación,
metodología y contenido de la catequesis. Dicta cursillos anuales a cerca de 350
maestros urbanos, 150 rurales y 340 catequistas.

Pastoral familiar: Orienta a nivel diocesano todo lo relacionado con la vigencia de


Cristo en la familias. Encuentros y cursillos prematrimoniales. Con atención
especial a la lucha contra el aborto y la información sobre el control natal.

Además un énfasis especial en el grave problema, ya consuetudinario de la unión


libre y las uniones adúlteras. Da especial importancia a las Asambleas familiares y
visita “per domos”. Realiza anualmente 160 Asambleas para unas 1.600 parejas.
Encuentros matrimoniales dos veces al año para unas 120 parejas en las distintas
parroquias.

Pastoral indígena: Con tres centros: El Chuscal, El Zulia y Betoyes, para todo lo
concerniente a la evangelización especial de estos grupos: Promoción humana,
salud, habitación, caminos y la formación cristiana. Asunto muy delicado y difícil es
el de la propiedad ancestral de las tribus, pues los colonos pretenden desalojarlos
de ella. Y este asunto se agrava cada día con la conservación de los Resguardos,
a pesar de las determinaciones en su favor en la Constitución Nacional. Y no
menos graves son los abusos de los “Blancos” con los indígenas en aspecto
sexual, comercial y moral.

Los indígenas son cerca de 5.000 en el territorio diocesano.


Pastoral vocacional: Dirige toda la campaña vocacional en las parroquias de la
Diócesis y en los colegios. Subsiste el Seminario Menor en Chita. Hay un proyecto
183

de crear el Seminario Mayor de Arauca: Actualmente los estudiantes de filosofía y


teología se forman en el Seminario Mayor de Cúcuta.
En este aspecto hay que hacer notar que el sucesor de Monseñor Jaramillo,
Monseñor Arcadio Bernal, abrió el Seminario Mayor en Saravena a cargo de los
Padres Vicentinos.
La perspectiva para 1990 es de 40 aspirantes al Seminario Mayor y diez con
serias posibilidades de ingreso.

Pastoral Sacramental: 8.000 niños bautizados al año; 6.400 confirmaciones, con


sus catequesis previas.
La Eucaristía, diaria y dominical, con buena asistencia y participación. La
comunión en muchas parroquias es notable. Hay cuidadosa preparación para la
Primera Comunión. La comunión a los enfermos se ofrece cada quince días y la
fiesta del Corpus Christi reviste especial importancia en todas las parroquias. Es
frecuente entre los fieles las visitas y adoración particular al Santísimo
Sacramento.
El sacramento de la Confesión es poco frecuentado: ha entrado en ese ambiente
de desinterés por este sacramento que se siente en las comunidades cristianas de
un tiempo acá. Las confesiones se atienden dentro y fuera de las celebraciones
litúrgicas.
La Unción de los Enfermo: es esmerado el interés por asistir a los enfermos con
los sacramentos en sus domicilios y en los hospitales. Lamentablemente las
muertes violentas son la mayoría debido a la situación de orden público que en
Arauca tiene especial intensidad.
El Matrimonio: la familia adolece de especiales dificultades por la causa anotada
de la inseguridad. La unión libre está muy generalizada e igualmente la
separación de parejas. El matrimonio civil, a partir de su legalización en Colombia
tomó auge con las nuevas normas constitucionales. Cada parroquia dirige
184

cursillos prematrimoniales y visitas familiares. Al año se celebran cerca de 400


matrimonios canónicos en la diócesis.
La infidelidad parece ser un mal atávico en la cultura local.

Orden sacerdotal: hay suficiente número de sacerdotes. Pocos son de origen


araucano. Los niños y los jóvenes y sus familias no conocen los Seminarios. Las
vocaciones, la disponibilidad y apoyo de los sacerdotes posibilitan la creación del
Seminario Mayor en la capital de la Diócesis, lo que estimulará en alto grado el
seguimiento de vocaciones locales. Sólo dos sacerdotes son oriundos del
territorio.

Servicios Sociales
A continuación se mencionarán algunos aspectos de carácter social en los cuales
la Iglesia ha tenido ingerencia directa o indirecta.

A. Educación
Hay en la Diócesis 24 centros de educación secundaria con unos 11.500 alumnos.
11 de ellos son dirigidos por sacerdotes o religiosas. 7 de ellos son administrados
directamente por la Diócesis bajo las condiciones de Educación Contratada. Por
el incumplimiento persistente en el pago de maestros por parte del Gobierno
nacional, la Educación Contratada en Arauca se ha convertido en un problema
para la pastoral. La Asociación de educadores de Arauca, ASEDAR, culpa a la
Iglesia de todos los males del magisterio. Esto suscita cierta resistencia a la
catequesis y a la predicación.
La diócesis también tiene bajo su responsabilidad directa 61 escuelas rurales en
las que trabajan 341 profesores.
La Educación Contratada ha sido marginada de los beneficios de las regalías
petroleras y de los auxilios oficiales.
B. Hospitales
185

La Diócesis ha apoyado a los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios para


la fundación y funcionamiento del Hospital San Ricardo Pampuri en la parroquia
de La Esmeralda. Tiene capacidad para hospitalizar 60 enfermos. Casi todos los
servicios que allí se hacen son de caridad debido a la pobreza de la gente.
Muchas religiosas trabajan como enfermeras en los hospitales y dispensarios que
hay en la Intendencia.

C. Medios de comunicación
La Iglesia utiliza los medios de comunicación existentes en la Intendencia,
especialmente la radio, pero no con la frecuencia con que debiera hacerlo. Hace
falta un sacerdote o un laico que, especializado en medios de comunicación, le dé
a este renglón toda la importancia que tiene.

CONCLUSIÓN

Al terminar este informe se puede concluir lo siguiente:


Satisfacción porque la Iglesia de Dios sigue creciendo y extendiéndose en el
inmenso territorio Araucano de tal manera que en pocos años, con el decidido
apoyo de la Santa Sede, ha llegado a la condición de Diócesis.
Preocupación por la actual situación de violencia que cobija todo el territorio
Araucano y que entorpece enormemente la acción pastoral.
Optimismo porque, a pesar de las dificultades mencionadas en el informe, se
respira entre los fieles cristianos y el pueblo en general un aire de confianza en la
Iglesia como la única institución digna de credibilidad porque toma en serio al
hombre, en forma desinteresada y sin parcializaciones.

Jesús Emilio Jaramillo M Cristo Blanco García. Pbro.


Obispo de Arauca Vicario General
186

La Visita “Ad limina” que debió practicar Monseñor Jaramillo al finalizar el año
1989, a causa de su muerte a manos de la guerrilla el 2 de octubre, correspondió
hacerla a Monseñor Alberto Giraldo, entonces Obispo de Cúcuta y nombrado por
la Santa Sede Administrador Apostólico con poderes de Obispo residencial el 6 de
octubre, durante la Sede vacante que duró hasta el mes de junio de 1990, con la
posesión del nuevo Obispo Monseñor Arcadio Bernal.
El Administrador Apostólico juzgó importante acentuar algunos puntos del Informe.
El anexo de Monseñor Giraldo es el siguiente: (Archivo Diócesis de Arauca)
“Desde un comienzo se ha comprendido esta misión como un servicio de
presencia pastoral; se puede comprender perfectamente el estado de abatimiento
de los sacerdotes, las religiosas y los seminaristas. Durante estos dos mese el
esfuerzo del Administrador ha sido acompañar a los sacerdotes y religiosas,
dialogar con ellos, escuchar sus necesidades y, ante todo, rezar con ellos.
Me parece que hay tres puntos importantes que se deben agregar al informe.
1. La violencia
La gravedad de la escalada guerrillera ante todo por parte del E.L.N. se puede
medir por el asesinato del Obispo. Uno de los comunicados posteriores,
entregado en Saravena el mismo día de mi visita a esta población, insiste en que
Monseñor fue ajusticiado “por delitos contra la revolución”. Estos delitos tienen
como un denominador común: Monseñor no contribuyó a acelerar el proceso
revolucionario y la lucha contra el poder en el territorio de Arauca.
Desde el punto de vista doctrinal hay dos cosas graves: en primer lugar la
proclama abierta entre la guerrilla a favor de una Iglesia popular opuesta a la
Iglesia jerárquica, anquilosada y retrógrada.
Además, el presentar la labor evangelizadora como una acción que debe
obedecer a los parámetros subversivos y revolucionarios que ellos proponen.
Como dice el informe de Monseñor Jaramillo, la guerrilla se ha posesionado de
todo el territorio; aunque la muerte violenta del Obispo significa un golpe de
187

opinión adverso a la guerrilla, sin embargo todos los habitantes están ahora llenos
de temor porque bien saben que la guerrilla criminal no perdonará a ninguno.
Es de anotar que en el comunicado mencionado hay párrafos muy duros en los
que amenazan con las armas también a los pastores protestantes.
A mi modo de ver se exige de parte de los sacerdotes de la Diócesis definiciones
doctrinales y pastorales muy claras. Será importante también poder contar con la
solidaridad de todo el episcopado colombiano para tener un ambiente en que se
hagan denuncias claras ante todo el país para desenmascarar hasta el fondo las
intenciones últimas, sobre todo, del E.L.N.
Me parece, por último, importante anotar que el estilo de la redacción del
comunicado y los testimonios que se oyen de muchas personas muestran que hay
ex - seminaristas, ex - sacerdotes muy comprometidos con el E.L.N.; por otra
parte, me parece que se da cierta complicidad por parte de algunos sacerdotes
que vienen de fuera de la Diócesis, hacen reuniones, alimentan la inconformidad
de muchos y contribuyen al fortalecimiento de la guerrilla.
2. El problema de la Educación Contratada
La historia que se escucha en Arauca muestra que la Educación Contratada
siempre ha sido considerada como “pariente pobre” en la educación de la
Intendencia. Por una parte, los presupuestos del Ministerio de Educación
Nacional son cortos y no dan dinero suficiente para los útiles y los elementos que
necesitan los educadores ni se preocupan por la conservación y mejoramiento de
las plantas físicas; además hasta hace más o menos un año el mismo Gobierno
Intendencial decía siempre que “los curas” tenían mucho dinero y que ellos
podrían resolver todos los problemas; esto creó una imagen muy difícil a
Monseñor Jaramillo y una situación muy adversa de parte de los educadores.

Otro problema entre los maestros ha sido la infiltración de la guerrilla:


quedándonos sólo en el campo de la Educación Contratada puedo afirmar que hay
educadores acusados de participación muy directa en actividades guerrilleras. A
188

raíz de la muerte de Monseñor algún sacerdote denunció este hecho públicamente


y, se puede comprender, la situación con los maestros ha sido tensa. El suscrito
Administrador ha procurado reunirse con los maestros en Arauca, Saravena,
Tame y Chita.
Realmente se ha podido comprobar que las denuncias contra algunos no son
infundadas y que se necesita más presencia en medio de los maestros y, al mismo
tiempo, mayor colaboración del Gobierno Nacional para que la Educación
Contratada cumpla la tarea a que está llamada a realizar.
Hay una gran corriente impulsada desde muchos sectores para que esta
Educación Contratada pase definitivamente a manos del gobierno.
Me atrevo a pensar que estamos en un buen momento para hacer esta entrega:
la parte económica está ahora clara, se ha logrado tener el apoyo de un buen
sector de la población y se vería que la entrega se hace no precisamente como un
abandono de algo que no se pudo manejar.

3. Los sacerdotes.

A raíz de la muerte de Monseñor Jesús Emilio la situación para algunos


sacerdotes se ha tornado sumamente difícil. Hay muchos comentarios, ha habido
amenazas telefónicas. Esto hace que para este final de año cinco (5) de los
sacerdotes salgan de la Diócesis, lo cual va crear una situación pastoral muy
difícil. El 2 de diciembre se ordena solamente un presbítero para Arauca;
necesitamos la colaboración de Iglesias Hermanas para responder, al menos en
algo, a esta problemática sacerdotal
Me parece que se hace necesario una acción de acompañamiento a los
sacerdotes para que ninguno se quede solo; todos han de contar con la compañía
o bien de otros sacerdote, de religiosas o al menos de seminaristas para poder
permanecer fieles en este momento difícil.
189

4. Luces de esperanza.

Ciertamente la presencia viva de Cristo Resucitado se siente también en la


Diócesis: es ejemplar la actitud de las religiosas en este momento; todas han
actuado con gran sentido eclesial y todas han contado con el apoyo de sus
Superioras Mayores para este momento difícil. Hemos tenido signos de solidaridad
de muchas Iglesias en Colombia y en el extranjero, particularmente ha sido notoria
la comunión de la Diócesis de Aquisgrán. Los jóvenes que he podido visitar en los
colegios muestran signos de querer seguir adelante con fidelidad; la pastoral
juvenil y la presencia de los sacerdotes en los colegios debe ser un propósito
prioritario en el trabajo futuro de la Diócesis de Arauca.

Estoy seguro que Monseñor Jaramillo acompaña a su Diócesis desde el cielo y


repite, con la misma fe de siempre, lo que escribió en último editorial del boletín
diocesano la víspera de su último viaje: “Sólo Jesucristo es la actualidad
contemporánea de todos los tiempos. Su nombre es PRESENTE. Por eso dijo
Pablo: Cristo ayer, hoy y por los siglos…por eso mismo el Papa nos prepara para
el tercer milenio con la profecía infalible del retorno del Señor.
Nuestra Diócesis de Arauca quiere preparar a los fieles para esta llegada
fulgurante. Toda nuestra catequesis tiene que ser, por lo tanto, mesiánica”.
Alberto Giraldo Jaramillo. Administrador Apostólico”

Es importante anotar que de sus 49 años de sacerdocio, Monseñor Jaramillo


consagró, siempre por testimonial obediencia religiosa, 26 a estudios superiores y
como formador y Superior en el Instituto y 23 al servicio pastoral, de los cuales 19
como Obispo de Arauca, dejando consolidada la Diócesis en cuyo crecimiento le
correspondió el papel protagónico entre graves dificultades, frente a lo cual
presentó su fe inconmovible, su posición vertical ante la violencia y la valoración
de los derechos humanos, su entrega incondicional y el testimonio de su íntegra
190

vida sacerdotal, principios a los que fue fiel hasta su muerte y muerte en el
martirio.
Enfrentado a la más atroz violencia que ha visto América, él no se arredró: Salió a
la palestra en de defensa del respeto por la persona, de su derecho a la vida y a
su dignidad; de los derechos de la Iglesia, Madre y Maestra y del imperio de la
verdad. Sus últimas declaraciones suenan a trenos de Jeremías: Conjugó sus
angustias con lágrimas de viudas y huérfanos; mojó sus manos en la sangre de
su sacerdote y de otros hermanos masacrados; su sagrado compromiso no le
permitió quedarse en casa cuando en el campo había acechanzas. Seguramente
por ese talante de hombre convencido y servicial, su pueblo lo quiso y lo admiró.
Su recuerdo para el pueblo fiel es tan luminoso como lo fue para sus alumnos y
misioneros de Yarumal.

Por elocuente, no se puede omitir el siguiente concepto del médico Alfonso


Medina Delgado, testigo presencial de toda la acción pastoral por 19 años de
Monseñor Jaramillo y además muy cercano a los misioneros y a los prelados de
Arauca: “ La vida de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, para el tiempo y el lugar en
que desarrollo su actividad diocesana, fue heroica en alto grado por su entrega y
ascetismo”.

EL HOMBRE
191

“Sé que la Encarnación asumió la naturaleza humana sin desvirtuarla”.


Al presentarse a su pueblo como un hermano más, quiso dejar claro que no
presumía de excelencias ni aspiraba a ser tenido por lejano e intangible, y menos
por perfecto. Con esa confesión humilde interpretó y asumió lo que la Carta a los
Hebreos nos revela de nuestro nuevo Pontífice y Pastor: “Non enim habemus
Pontificem qui non possit compati infirmitatibus nostris” (Hebr, 4,16): Nuestro
Pastor no es un hombre que no pueda compartir nuestras debilidades pues es
susceptible a nuestras mismas tentaciones…
Es la economía de la salvación en la cual estuvo inmerso el Obispo de Arauca. No
era necesario que otros quisieran resaltar sus debilidades y deficiencias e inútil
preocuparse por ocultarlas resaltando las virtudes humanas con que Dios lo
enriqueció, pues él mismo nunca lo ocultó.
Es de común ocurrencia en alguna literatura con fines de comercialización, en
escritores de ensayos biográficos y periodísticos, engolosinarse en sacar al aire
consejas y anécdotas disimuladas con supuestos estudios serios, para
“desenmascarar” errores y pecados de personajes distinguidos en la sociedad o
en la historia. Ejemplos tenemos a diario. Y a pesar de violar derechos humanos
elementales, la superpoderosa ley de la libertad de expresión cubre cualquier
desfachatez que cínicamente les endilgan tales escritores.

Intentemos una somera descripción de la personalidad humana de Monseñor


Jaramillo.
Vemos a lo largo de su historia que desde niño dio muestras de una despierta y
clara inteligencia que lo colocó en primera línea ante sus condiscípulos; que sus
formadores, cuidando ante todo preservar sus virtudes hogareñas de sencillez y
humildad, le encomendaron trabajos distinguidos cuando de representar al
Seminario se trataba, no sólo en las discusiones de aula sino en los
acontecimientos más solemnes, ya desde el Seminario Menor.
192

Ya hemos contemplado dentro del eglógico paisaje de su terruño natal, en la


encantadora sencillez pueblerina de su entorno familiar y social, los primeros
rasgos de su infancia que se constituyeron en fundamento sólido y en crecimiento
progresivo hasta lograr una clara definición de su persona en madurez que, para
ser justos, se pudo observar desde años muy tempranos.
La figura física nos muestra su humanidad de mediana estatura, rostro apacible,
unas manos pequeñas siempre recogidas; un estado físico que no da muestras de
especial vigor. Camina a pasos más acelerados que lentos; fuerte y resistente en
el deporte durante los juegos reglamentarios, fundamentales en la formación
clerical: largas caminatas por senderos y collados de las abruptas montañas
paisas; buen patinador en aquellos patines de cuatro ruedas, ahora muestras de
museo. Cuando inició su apostolado en la Costa atlántica, él lo confiesa, aprendió
el manejo de la bicicleta para recorrer los caminos hacia las “agregaciones” o
veredas de la parroquia en jornadas pastorales: así se hizo un buen ciclista. desde
entonces conservo siempre el buen estado físico para poder soportar las
exigencias de su vida pastoral. Una boca mediana: no ríe a carcajadas, pero
cuando celebra dichos, circunstancias u obras de arte, demuestra una amplia
sonrisa de satisfacción, incentivada con apuntes agudos e inteligentes. Su mirada
es escrutadora, sin dejarlo nunca notar, lo que se comprende cuando hace
alusiones a detalles de ordinaria ocurrencia desapercibidos por la mayoría, detrás
de unos lentes engastados en moldura sencilla, que usó ya en su mayor edad. De
voz melodiosa, suave en el trato común, de un timbre admirado en el canto, la
oratoria y la declamación. No grita ni gusta hablar en tono altanero, pero es firme,
sin ofender y sin tapujos al decir la verdad; igualmente seguro en la enseñanza y
la disertación. Viste el traje acostumbrado de los clérigos sin ninguna ostentación
con espontánea sencillez. Gusta de lo mejor en la contemplación de las artes,
como que fue educado en el estudio y análisis de los clásicos en letras y música,
en la magnificencia de la pintura y escultura y de los monumentos inmortales de
los genios que iluminaron y perpetuaron la historia universal.
193

Gozó de un temperamento apacible.


Un aspecto humano muy interesante fue su autodisciplina, siempre al ritmo de un
horario y de la selección de prioridades para no desperdiciar el tiempo, sistema
heredado de sus formadores desde el Seminario y conservado hasta el fin. Nos
cuenta el Padre Builes su compañero desde niño hasta la muerte y finalmente su
confesor con su simpleza peculiar, hablando de los gustos de Monseñor Jaramillo:
“Otra de las cosas era tener un reloj que marcara bien las horas. A él no le
interesaba que fuera de oro o de plata: la hora precisa”.
Y hablando de los gustos agrega el Padre Builes:” había tres cosas que le
gustaban mucho a el: Oír música clásica, por ejemplo Beethoven decía que eso lo
llevaba al cielo. Cómo sería Dios si esa música era tan hermosa. Otra que le
gustaba era que en la cruz del pectoral la imagen del Crucificado fuera de oro por
ser la figura de Jesucristo que todo lo merecía”.
interesado sólo en asuntos de verdadera importancia, no empleando tiempo en
temas sin trascendencia, sin que ello afectara la sencillez y cercanía con las
gentes que siempre manifestó en la expresión de su aspecto cortés, humano y
acequible.
Ni fue inmune a las enfermedades: desde sus tiempos de estudiante en la
Universidad sufrió serias dolencias; y luego pocas veces alguno se percató de sus
dificultades físicas, por ejemplo, cuando hubo de emitir su Profesión de
Obediencia desde su lecho de enfermo el 5 de diciembre de 1945, en casa de la
familia Muñoz Duque, que lo había acogido.
Hombre de pocas amistades pero totalmente fiel como buen conocedor de las
personas; de una afectividad intima, sincera y emotiva. Fue notable la nobleza de
su gratitud y su admiración para con quienes él llamó los formadores de su
personalidad y las manos de la Providencia para alcanzar superar cuanto hubiera
podido interponerse en la realización de sus ideales. Con la altura de sus
expresiones llegó hasta la ternura cuando de agradecer se trataba a sus
formadores, a su Instituto, a su Fundador y, claro de toda evidencia, a sus padres
194

don Alberto y doña Cecilia: su gran homenaje a ellos fue permanecer siempre en
la semioscuridad de su sencilla humildad.
Sin el menor asomo de suficiencia o vanidad, ajeno por convicción de todo orgullo,
esquivo a las adulaciones y aplausos: en esto mismo manifestó el grado de su
madurez sicológica y de su alto nivel intelectual.

De agudeza inteligente en su conversación informal con apuntes oportunos de


malicia agradable y para algunos hirientes, pero nunca mal intencionados, y un
semblante alegre y fraternal. Severo y directo cuando se trata de corregir y por ello
muchos tal vez conservan recuerdos y resentimientos poco gratos de su trato
como Superior.
En esa humanidad tan bien dotada por el Señor y consagrada con toda claridad y
generosidad al servicio de Dios desde la infancia, animaba el sentido de lo
elevado y espiritual con rara precocidad que ya discernía desde los cinco años: a
esa edad dice que fue aprobado para recibir la primera Comunión. Desde
entonces rumiaba en su interior las posibilidades de su porvenir, las situaciones
íntimas del hogar, su responsabilidad como hijo mayor y único varón de sus
humildes progenitores en limitadísimas condiciones sociales. Realmente primó en
su personalidad lo intelectual y espiritual sobre sus habilidades físicas. Tuvo la
escasa virtud de interiorizar los más elevados conceptos que adquiría en sus
insomnes lecturas y sesiones de estudio, tanto en el Seminario y la Universidad
como ya en su ministerio sacerdotal. Las disertaciones académicas y catequísticas
admiran por las oportunas, frecuentes y bien aplicadas citas de los grandes
pensadores de la Iglesia y de la Academia. No menos que las exquisitas
descripciones de sus experiencias durante viajes por misiones y sitios interesantes
del mundo. Demuestra una envidiable memoria de cuanto lee y observa en la
síntesis y análisis de acontecimientos y personas. Todo ello fruto seguramente de
su amplia erudición como impenitente lector. No es extraño entonces, la pureza y
195

el encanto de su estilo como orador y escritor y la fama que gozó donde quiera
que se le conocía.
Su profunda espiritualidad no lo hizo extraño a los avatares políticos y religiosos
del país, por lo cual experimentó verdaderas angustias. Su correspondencia nos
muestra cómo vivió situaciones como las antieclesiales determinaciones del
Gobierno por los años 1940 a 1945; o el doloroso acontecimiento de las religiosas
Deificadoras, fundadas por Monseñor Juan Manuel González; o las confidencias
del fundador de su Instituto, Monseñor Builes, en los trágicos días a partir de 1948.
Cuán equivocados están los críticos de Monseñor Jaramillo al calificarlo como un
simple espiritualista bueno sólo para sermones bonitos!
Como torrente en crecida aumentó esa corriente espiritual que le hizo colocar en
la exacta dimensión las experiencias y exigencias de sus relaciones con Dios
enfrente de todo otro compromiso terrenal.
Destacó como escritor muy castigado y orador sagrado de primer orden en el país.
Su frase castiza de bellos periodos oratorios, su originalidad en el análisis de
acontecimientos y personas, su oratoria admirable sin ditirambos y con un muy
propio timbre de voz que engalanaba la entonación y magnificaba su elocuencia.
Los pocos escritos que dejó sobre diversos temas, religiosos y profanos, lo
colocan en un puesto muy distinguido entre escritores de la época. Estudioso y
lector empedernido de los mejores autores eclesiásticos y de la literatura
universal, siempre tuvo a mano obras de escritores antiguos y contemporáneos
que trataran temas de valor. Fue por ello un teólogo profundo y un analista
acertado, pero nunca hizo alarde de ello.
Llaman la atención sus oportunas y originales exégesis y aplicaciones al momento
actual de los textos sagrados y de la filosofía de la historia. Entre muchos, lo
confesó, su mayor preferencia fue por Santo Tomás y San Agustín y más acá, el
eminente teólogo Romano Guardini y los documentos pontificios. Además los
mejores autores de las letras españolas y latinoamericanas.
196

Merece de verdad un análisis serio de su intelectualidad sobre las escasas obras


que nos dejó, porque nunca acarició la vanidad de dejar escritos suyos. Lo dejó
dicho en un esfuerzo trunco de intentar lo que hubiera sido un precioso libro de
espiritualidad que tituló: “Itinerario espiritual”: ochenta cortas páginas de
intimidades. Dice: “Dios y Señor mío, no escribo por vanidad ni por deseo de dejar
algo para que a mi muerte pueda ser publicado. Esta es la peor vanidad póstuma.
Nunca en mi vida he sido amigo de escribir el diario de mi vida aunque admiro las
confidencias de los grandes escritores que han desnudado el alma ante la
posteridad. Ni escribo por hacer un ensayo de pensador psicológico. ¿Por qué lo
hago, pues? Porque necesito desahogarme y confiarle a alguien mi intimidad. Así
lo hicieron San Agustín y el gran Newman. No quiero desahogarme sino en Ti”
Fueron solo 36 momentos, escritos como al paso entre el 24 de octubre de 1972 y
el 11 de junio de 1978. Luego calló. Fue una verdadera lástima porque dan ganas
de leerlos y profundizarlos y nunca acabar.
Por insinuación de algunos de sus alumnos, cuando era Superior General del
Instituto en 1962, recogió para dos volúmenes, sus meditaciones sobre Cristo y su
Santísima Madre que tituló: “He ahí el Hombre” y “Apareció una mujer”. En su
estilo y con su personalidad inconfundibles.
La claridad de sus ideas y el convencimiento que expresaba hicieron de él un
Consejero y predicador notable: Orientador de sacerdotes y religiosas con su
estilo casi elemental al alcance de todo auditorio. De ello nos quedan algunas
conferencias en cintas magnetofónicas.

Supo asimilar sus dolores íntimos: Las situaciones de la Iglesia y los tiempos
críticos del Instituto; los criterios, consejas, rechazos de muchos de sus hermanos
en religión y los que se creyeron víctimas de su incomprensión y exagerada
exigencia, sin oírsele reclamo. Sólo con su oración confiada y su admirable
entereza de carácter supo sobrellevarlo todo. En cualquier momento en su
correspondencia íntima con las personas más allegadas descorría un poco el velo
197

de sus desilusiones. Ya lo vemos en sus últimos años: Ante la imposible situación


en Arauca, jamás dejó entrever las amenazas en contra de su vida, soportó las
profundas angustias del asesinato del Padre Raúl Cuervo, párroco de Fortul, el 21
de octubre de 1985, de las víctimas de la violencia, anuncio de un largo calvario
para su clero y los equipos de pastoral que causó la deserción de varios
sacerdotes. No menos que las actitudes amenazantes e injustas de maestros
dependientes de la diócesis. Siempre quiso comprender las situaciones así no las
compartiera…
Otra vez el Padre Abrahán Builes nos refiere: “Como su consejero nunca me dijo
que ya lo habían amenazado de muerte. Puede que de pronto el Espíritu Santo lo
hubiera inspirado para que no dijera porque le hubiera aconsejado no moverse de
Arauca. El siempre iba a esos lugares peligrosos a confirmar y a dar el mensaje de
salvación. Por último fue a Fortul y a Caranal a cumplir su ministerio sacerdotal y
episcopal”

No ambicionó lugares ni oficios superiores, ni dignidades humanas. Pero tampoco


puso resistencia cuando comprendía que se le pedía un servicio para la Iglesia.
No en vano, su gran orientador y superior durante todo el Seminario le enseñó que
“los servicios a Dios no se renuncian”.
A pesar de haber escalado, únicamente por sus valores personales, las más altas
dignidades en el Instituto y con el ministerio episcopal, nunca cambió en sus
costumbres, en su silencio interior, en su elemental simpleza: más bien celebró
cuando pudo sentirse libre de puestos de comando y pidió a sus superiores un
lugar de misión “lejos del mundanal ruido”, conservando la incondicional voluntad
de servir. Y sólo eso lo obligó a aceptar el episcopado para ejercerlo en una zona
convulsionada por las más difíciles situaciones sociales y eclesiales, bien
conocidas. Desde entonces se hizo un claro proyecto para su vida: consagrarse
hasta las últimas consecuencias a su deber por sobre toda otra pretensión y por
encima de otros criterios humanos: ad vitam y por supuesto: ad mortem.
198

Al dejar las mayores responsabilidades en su Instituto y unos años después


cuando fue llamado al episcopado, hizo “mutis por el foro” en un comportamiento
de prudente alejamiento de los asuntos gubernamentales de la Comunidad,
comprendiendo que su cercanía crearía inconvenientes para los gobiernos
posteriores, cosas que son de común ocurrencia en el relevo generacional de
nuestro temperamento tropical: los primitivos, las sociedades clásicas de griegos y
orientales y aún las culturas tribales, veneraron a sus ancianos como fuentes de
sabiduría; hoy no es lo mismo; el vértigo del snobismo y del aggiornamento
deslumbran la juventud y la hacen saltar a un futuro dislocado de las herencias
aun genéticas.

“REDE RATIONEM VILLICATIONIS TUAE”


199

Rinde cuenta de tu administración (Lc. 16,2)

Tenia el Padre Jaramillo dotes de gobierno? Su personalidad más de intelectual


que de administrador lo aconsejaban para desempeñar un puesto de mando? Su
personal e íntima convicción de sencillez, de pobreza, de discreta marginación,
además de su reconocimiento de no ser el fuerte de sus capacidades, para
muchos de sus allegados lo descalificaban para una gestión administrativa. Lo
cierto es que estuvo al frente de la Comunidad en tales cargos, en el Seminario
desde 1945 a 1966 y al frente de su Diócesis como Obispo durante 19 años. Su
desempeño como Rector y Superior y como Obispo, ya se ha descrito antes. No lo
vemos en las complicadas negociaciones de la bolsa de valores, ni tras los
vaivenes del mercado accionista, ni en la compraventa de bienes. Cuando ello se
necesitó, con un sentido muy honesto de la responsabilidad se acogió a personas
entendidas en tales asuntos. La capacidad de administración la demostró en el
cuidado con que supervisó los asuntos económicos y su manejo; en hacerse
responsable de los resultados favorables o adversos; en la selección de los
colaboradores para oficios administrativos y pastorales de la comunidad; en las
exigencias por una gestión transparente. Todo ello lo vemos en sus intervenciones
como Rector o Superior (Cfr. Actas. Archivo IMEY). Y luego como Obispo en su
diócesis: ubicación del personal de acuerdo a las posibilidades de personas y de
oficios: el mismo hecho de los nombramientos de sacerdotes, de asignación de
oficios, de supervisión y evaluación de programas, son actos administrativos de
ocurrencia permanente, en lo que va comprometido el éxito de la acción pastoral.
La calificación de acertados o equivocados es muy versátil y va de acuerdo con
los criterios individuales y las aspiraciones y autosuficiencia de sus críticos.
Verdadero es que hubo en su administración errores de selección y de manejo y
que posiblemente no se oyeron todas las voces que quisieron aportar en un
momento dado. Y es igualmente verdadero que las personas comprometidas no
200

fueron llamadas a sabiendas de la deficiencia que luego demostraron. Personas


que se reconocen así mismas como peritos de gran acierto en estos temas
lamentaron y propalaron las fallas de acuerdo a sus puntos de vista.
Los grandes defectos, que se le endilgaron finalmente, se refieren sobre todo a su
supuesta complicidad o al menos culpabilidad en asuntos de administración
económica. De ello ya hemos tratado antes. Su delicada conciencia no admite
sombra en asuntos de procederes dudosos.
No fue ni quiso ser administrador de bienes materiales, ni siquiera poseerlos. Sin
embargo su situación de Obispo le exigió tomar parte decisiva en ello. Sin dejar la
supervisión, delegó en personas que creyó competentes, y en algún caso no
resultaron como se esperaba. Y Monseñor muy a su pesar intervino ante
autoridades competentes para remediar los daños. Hubo correcciones y
satisfacciones.
Están ya suficientemente aclaradas las acusaciones perversas sobre connivencia
con multinacionales petroleras para buscar el provecho personal sobre las
regalías; y no sólo las acusaciones de la guerrilla del E.L.N. con las cuales
pretendió justificar el asesinato del obispo sino también las dudas y comentarios
sobre la inequidad por parte de miembros de su presbiterio: situaciones conocidas
por Monseñor y sufridas calladamente esperando la justicia de la historia.

Mas de lo necesario se ha dicho y escrito sobre las realidades que se vivieron y se


siguen viviendo en el Sarare y que necesariamente tocaron la persona y la labor
pastoral de Monseñor Jaramillo. Comentarios y juicios con claro énfasis en una
campaña de descrédito. Y una de ellas ha sido la pastoral social que él impulsó
en esa zona de especiales y delicadas connotaciones socio – políticas,
recrudecidas por la infiltración de las guerrillas y que de la paz de los primeros
años llegó a la más cruel, injusta y sangrienta retaliación que, quisiéramos o no,
puso en medio de dos fuegos a los indígenas y los inmigrantes campesinos que
vieron frustradas sus esperanzas.
201

En ese ambiente se vieron obligados los misioneros a trabajar como elementos de


paz y de justicia. Algún autor contemporáneo los llamó acertadamente los
misioneros de la guerra. Sus parroquias fueron refugios para victimas acosadas
por la guerra, muchas veces recogieron los cuerpos acribillados con la sentencia
de muerte escrita en un papel cosido a sus ropas, evitaron linchamientos,
consolaron huérfanos que vieron ajusticiar a su madre a sangre fría, atendieron
enfermos y parturientas ante la imposibilidad de trasladarlos a centros de atención,
alfabetizaron hijos de la coca y la violencia. En medio del abandono estatal y la
indiferencia de la gente, tal vez por temor a represalias fatales, la gente se moría
de fiebre, de gripe, de toda clase de enfermedades tropicales.
Eran los años de la década de los 80. con la llegada del Obispo algunas cosas
empezaron a cambiar. En 1980 Monseñor Jaramillo pidió a la comunidad de
Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, con Casa General en Italia, su
colaboración para una obra social en favor de las gentes, en plena selva del
Sarare: “¿No habrá, decía, llegado el momento de Dios para que los Hermanos de
San Juan de Dios tengan una obra de beneficencia en un país de misiones como
Colombia? En el Sarare ustedes llegarán como a su casa. Seremos solidarios con
ustedes en la atención a los enfermos. Ustedes serían uno de los más grandes
regalos de Dios a nosotros” (Archivo Curia de Arauca).
El 11 de septiembre de 1980 llegaron al Sarare dos Hermanos de la Comunidad y
estudiaron el proyecto. El 26 de julio de 1982, el Centro Piloto de Salud inició
labores con dos médicos, dos enfermeras y dos religiosos: como quien dice, la
primera piedra del futuro Hospital San Ricardo Pampuri.
Por esos meses apareció la guerrilla del ELN y asentó sus reales en el Sarare.
Una de sus actividades fue el secuestro de cuatro ciudadanos alemanes. Llegaron
las investigaciones, la presencia de intermediarios para el rescate que finalmente
se logró. ¿A costa de qué? Todo como de costumbre se trata en la sombra entre
guerrilla y los gobiernos de turno colombiano y alemán. Fue celebre
posteriormente el tratado de puerta del cielo.
202

Por entonces se traía entre manos la construcción del oleoducto Arauca – Cúcuta.
Para 1984 la Compañía multinacional alemana manessman aceptó el contrato a la
Occidental. El ELN sufría continuo asedio del ejército nacional y la construcción
del oleoducto resultó ser una fuente de recursos para el sostenimiento de sus
hombres, del que se lograron jugosos ingresos y aún se logran: vinieron los
ataques al oleoducto, los secuestros y la mentalización subversiva contra la Iglesia
y el Estado.
La Manessman aportó recursos para crear en la zona escuelas, centros de salud y
recreación con el Programa de Ayuda social a Colombia, PASCOL. Entonces
intervino Monseñor Jaramillo para que se beneficiaran las comunidades entorno al
Oleoducto. Manessman lo integró al Programa Pascol, lo que agradeció aclarando
que el único mérito era haber compartido con su pueblo tantas privaciones y
sufrimientos, haber enterrado a sus muertos y bautizado a sus hijos; y ser el
vocero, con su clero, de los que no tienen voz. Pero nunca aceptó administración
de dineros: sólo quería obras en favor de los desfavorecidos.
El gobierno italiano hizo posible la organización del Hospital San Ricardo Pampuri,
con una excelente dotación en camas y recursos, con médicos traídos de Bogotá:
un hospital a la altura de muchos del interior del país. Ya no era necesario que los
habitantes del Sarare tuvieran que acudir a hospitales del interior del país o hacer
largo recorridos hasta otros centros del departamento. Ofreció también el gobierno
italiano organizar otros servicios sociales. La comunidad de San Juan de Dios
dirigió el hospital mientras fue posible sostener situaciones graves: finalmente el
centro se entregó al gobierno nacional.
La guerrilla la emprendió contra esta obra y exigió que se cerrara por haber sido
construida con dineros extranjeros y señalada como enemigo peligroso para sus
programas políticos. Inclusive en algún momento el ejercito vio con desconfianza
la participación en ella de los misioneros, por cuanto se atendía allí a todas las
personas sin tener en cuenta partido político, raza y religión.
203

Finalmente aceptó que se trataba de una oportunidad de vida para todos los
habitantes del Sarare.
Monseñor, además, levantó la voz contra el reclutamiento de indígenas y jóvenes
campesinos por parte de la guerrilla: podemos luchar por un mundo mejor sin
tomar las armas. Aun apoyó movimientos cívicos en rechazo de la violencia,
venga de donde viniere: guerrilla o ejército. Todo ello desató la furia del ELN, que
por fin asesino al señor obispo. Y antes y después ha asesinado a cuatro
sacerdotes de la diócesis. Y muchos del clero han tenido que retirarse para
salvaguardar sus vidas.
Con sobrada razón Antonio Caballero, en el epílogo del libro “ El Cura Guerrillero”,
de Walter J. Broderick, escribió “ Es quizás en el movimiento guerrillero donde la
acción y las ideas de Camilo Torres resultaron más espectacularmente inútiles”.
Traigo a colación estos relatos como un ejemplo del tiempo y del ambiente en que
Monseñor Jaramillo tuvo que cumplir con su deber de Obispo de la Iglesia durante
19 años de su episcopado.
Este aspecto humano del Señor Obispo es necesario resaltarlo: no se pretende
angelizarlo sino ver la realidad de un hombre con sus luces y sus sombras,
escogido por Dios para vivir una época muy interesante del nacimiento de una
iglesia particular.
De verdad que fue un Pastor no ajeno a las debilidades humanas y tampoco ajeno
a los dolorosos o alegres momentos de sus hermanos.
Es importante conocer el análisis que sobre la administración económica nos da
Monseñor Alberto Giraldo, testigo mayor de toda excepción y quien tomó el mando
de la diócesis apenas asesinado el Señor Obispo Jaramillo.
De su declaración, tomamos los siguientes apartes:
“Quienes conocimos de cerca a Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve
podemos señalar las causas de sus sufrimientos y, seguramente, las que, en
definitiva, fueron ocasión de persecución para él.
204

En primer lugar nos referimos a la administración económica. Dos aspectos se


deben considerar: El primero es toda la vida económica de la Diócesis y el
segundo el manejo de la Educación Contratada. Nos parece necesario afirmar que
Monseñor Jaramillo fue un administrador con limitaciones. Un hombre espiritual,
estudioso, comprensivo, no miró la Diócesis como una empresa. Sin embargo se
preocupó por asegurarle recursos para su funcionamiento. Yo mismo al recibir la
administración diocesana después de su muerte pude encontrar que tenía en el
banco recursos para la marcha de la Diócesis. Sí trataba él de atender las
necesidades de los sacerdotes y de los fieles.
Además, en el difícil manejo de la Educación Contratada, fue víctima de las
deficiencias en la entrega de los dineros por parte de Gobierno Nacional. Creo que
de su bondad se aprovecharon algunas personas que estaban cercanas a él y que
abusaron de la confianza que les tenía. Después de su muerte los maestros de la
Educación Contratada tuvieron un movimiento de protesta; me reuní con distintos
grupos y me pude dar cuenta que la gran dificultad era la falta de puntualidad del
Ministerio de Educación para la entrega mensual de los dineros.

Otro punto que causó mucho sufrimiento a Monseñor Jaramillo fue el de los
dineros entregados por la Manessman para beneficio de las diversas
comunidades. Con una actitud muy generosa Monseñor Jaramillo quiso beneficiar
no solamente a los párrocos de Arauca sino de las otras diócesis por las cuales
debería pasar el oleoducto Caño Limón-Coveñas. Fui testigo de la forma sencilla
como se presentaron los proyectos de las comunidades y cómo Monseñor fue
generoso. No creo yo que haya tenido provecho personal en esta materia.
En síntesis, sin ser una persona especializada y técnica en administración,
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, fue un hombre generoso, responsable,
cuidadoso. Las dificultades que se presentaron surgieron más de las fallas de las
personas que lo rodearon que de él mismo.
205

Las acusaciones que en materia económica quiso levantarle el E.L.N., surgen de


un grupo que ciertamente se aprovechó de dineros de la misma compañía
constructora del oleoducto. Por el radicalismo ideológico de este movimiento
quiso, antes y después de la muerte de Monseñor; rebajar su imagen ante los
mismos fieles de la comunidad diocesana. El comunicado número 28, no es el
único momento en el que el E.L.N. se haya pronunciado contra Monseñor. Creo
todavía más, que después de su muerte hubo una campaña de desprestigio, a la
que tratamos de responder difundiendo la fotografía de Monseñor Jaramillo con
unos textos claros que reflejaban su actitud y servicio imparcial y sacrificado.

No podemos dejar que el E.L.N. siembre sombras de dudas sobre Monseñor


Jesús Emilio Jaramillo. Creo personalmente que estamos frente a un pastor santo,
a un hombre de Dios y a un verdadero mártir, víctima de estas desviaciones
absurdas que cunden hoy en el país. Me parece que la causa de canonización de
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo es una respuesta a todo este inmenso número
de personas que, bajo un supuesto compromiso cristiano siembran la violencia y la
muerte en el país”. (Carta Oct. 20 1999. Archivo IMEY).

Se han cuestionado con insistencia las relaciones de Monseñor Jaramillo con la


Caja Vocacional. Esta institución surgió en la iglesia colombiana con la aceptación
de la Conferencia Episcopal con un objetivo claro: obtener y administrar fondos a
favor de las vocaciones sacerdotales y religiosas, con el apoyo también de las
diócesis. De hecho varias de ellas participaron en el movimiento administrativo de
la Caja con inversiones productivas a favor de la misma diócesis. También la
diócesis de Arauca participó. No hay que ocultar que en un momento dado no
todos los obispos apoyaron el sistema. Posteriormente la Caja Vocacional debió
afrontar juicios acusatorios en relación con administración interna, que ya han sido
resueltos. De ello Monseñor Jaramillo no tiene responsabilidad y en su momento
solucionó lo que en ese aspecto pudiera ocasionar daño a la diócesis. Lo que si no
206

se oculta, porque en lugar de ser denigrante es caballerosidad, es la amistad que


se creó entre el Señor Obispo y el Director de la Caja Monseñor Abraham Gaitán
Mahecha, quien lo admira con veneración y conserva esa cercanía espiritual.

ESE DOS DE OCTUBRE


207

Visita pastoral a Fortul, anunció el Señor Obispo la semana anterior.


Itinerario: partida el sábado 30 de septiembre de 1989 de Arauca a La Esmeralda
y pernoctar allí. El domingo primero de octubre partir hacia Fortul para visitar
también las veredas. En Fortul se les reuniría el resto del equipo convocado para
la misión. Estaremos de regreso el jueves cinco de octubre.
Todo ya listo emprendieron el viaje, a la una y media de la tarde, en bus
intermunicipal de Arauca a La Esmeralda, Monseñor Jaramillo y el Padre Helmer
Muñoz.
En Fortul había sido asesinado el párroco, Padre Raúl Cuervo, el 21 de octubre de
1985, en su propia casa, crimen que nunca fue aclarado pero sí amparado por la
impunidad. En aquel caos unos a otros se atribuyen la culpa: la guerrilla a la
policía y ésta a la guerrilla. En ese momento el Señor Obispo había intervenido
condenando esos asesinatos cometidos indiscriminadamente contra reales o
supuestos contradictores. Fue entonces cuando Monseñor proclamó abierta y
solemnemente su posición y la de su clero frente a la acción criminal de la
revolución: “El Sarare está lleno de sangre, no hay lugar que no esté de luto. Sólo
hacía falta la sangre de un sacerdote para que la copa se llenara. Pero si hace
falta más sangre, aquí está mi clero con su Obispo a la cabeza”. (Homilía. Octubre
22. 1985).
Las guerrillas dominaron política y militarmente el territorio Araucano,
particularmente la zona limítrofe con el Sarare y el pié de monte desde el
Casanare hasta Saravena, población que vino a ser centro de sus operaciones. El
territorio de Fortul está en el corazón del conflicto.
Posteriormente a los acontecimientos que narramos se conocieron situaciones
gravemente adversas a la acción del Obispo que de alguna manera llegaron a su
conocimiento. El señor Germán Piracoca, declara: “Quiero agregar que antes de
que nosotros fuéramos allá (a Caño Seco) el E.L.N. había expedido un
208

comunicado donde trataban a la Iglesia de parásito, es decir, que esa gente le


tiene rabia a la Iglesia. (Archivo Curia Arauca)”.
Y el Padre Rubin Rodríguez, declara hablando del Señor Obispo: “Siempre me
manifestaba que si yo corría peligro allá y lógicamente que si no serían peligrosos
para él. Yo le decía que por mí podía suceder algo pero que era necesario que yo
permaneciera allá para bien de los católicos; para Monseñor, me imaginaba que
tendrían más respeto” (Ibidem)
Testimonios depuestos ante el poder Judicial: “Se conoció que en vista del
liderazgo y la buena imagen alcanzada por Monseñor Jaramillo Monsalve, tras las
obras efectuadas en el área de la Intendencia, más correctamente en el sector del
oleoducto Caño Limón- Coveñas, se viene relegando al E.L.N. Frente Domingo
Laín Sanz, operante en esa jurisdicción. Optaron por montar una campaña de
difamación en contra del alto Prelado, responsabilizándolo infundadamente de mal
manejo de dineros donados por la compañía francesa (sic) Manessman, dineros
éstos que nunca tuvieron su manejo directo; debido a lo anterior determinaron el
ajusticiamiento del Obispo Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, apoyados en los
siguientes motivos: Monseñor Jaramillo hacía parte del sector más reaccionario
de la Jerarquía eclesiástica colombiana…defensor, apoyador e impulsador de los
programas del Estado y de su acción contra los grupos alzados en armas”.
“Armel Augusto Robles le comunicó que cambiara de actitud por los sermones
hostiles al proceso revolucionario y malos gastos de fondos, causa de su
ejecución”.Robles está señalado como guerrillero, (Testigo bajo reserva. Proceso
0061).
“Mi informante afirma que el juicio del E.L.N. en el que se condenó a muerte a
Monseñor Jaramillo ocurrió hace como seis meses y que de ese jurado hacía
parte el profesor Rafael Enrique Pertuz Ariza y otra funcionaria de ASEDAR”
(Asociación de Educadores de Arauca). (Juzgado 11 de Instrucción criminal. oct.
10. 1989).
209

El Señor Intendente de Arauca entonces Coronel Fernando González Muñoz, la


mayor autoridad civil y militar del territorio y por lo tanto testigo de mayor
excepción, afirmó que Monseñor normalmente debía estar informado de todo
cuanto acontecía y de las amenazas en contra de su persona pero nunca quiso
confiarlo a nadie y continuaba su obra pastoral permanente.

No obstante todo lo anterior, y sólo en cumplimiento de su deber como Obispo, de


atender a todos los fieles en cualquier situación en que ahora vivían, Monseñor
Jaramillo emprendió esta Visita pastoral con el mismo entusiasmo de siempre. De
las diferentes declaraciones de los testigos que lo acompañaron desde su
despedida en Arauca, podemos reconstruir todos los acontecimientos paso a
paso.
El sábado treinta de septiembre Monseñor y el Padre Helmer pernoctaron en La
Esmeralda y muy temprano el domingo, a las siete de la mañana, se trasladaron a
Fortul por la vía de La Primavera en el vehículo de la parroquia, un Campero
Toyota que el Padre Rubin les había enviado.
Monseñor presidió la Santa Misa y administró la Confirmación y Primera
Comunión a un grupo de niños; terminada esta ceremonia se administró el
Bautismo de los niños y en horas de la tarde en una muy alegre reunión se hizo la
Consagración de los Niños de la Infancia Misionera, asociación muy querida del
Señor Obispo. Esa noche pernoctaron en Fortul. Aquí se integró el equipo de
Pastoral que trabajaría en ayuda del Obispo durante los días de la visita pastoral:
el Padre Pastor León Sarabanda, Párroco de Puerto Rondón, el Padre Rubin
Rodríguez, Párroco de Fortul, el seminarista Jaime Germán Piracoca y la señorita
Claudia Patricia Rodríguez, secretaria de la parroquia de Fortul: seis personas en
total. El día lunes dos de octubre, partieron todos hacia Puerto Nidia, vereda
distante una hora y media de camino. Celebraron la Santa misa a eso de las once
y media y luego Bautismos, Confirmaciones, y varios Matrimonios, ceremonia que
terminó cerca de las dos y treinta minutos de la tarde, hora de tomar el almuerzo.
210

Pocos días antes en Puerto Nidia se había instalado una estación telefónica para
comunicación con todo el país, cosa que admiró Monseñor, pues no es común en
aquellas lejanías gozar de tales medios de comunicación y quiso utilizarlo para
comunicarse con sus familiares en Bogotá. Lo mismo hizo el Padre Helmer con
los suyos, en Manizales.
Después de almorzar todo el grupo se regresó de Puerto Nidia a Fortul, muy
contentos comentando los acontecimientos del día.

El secuestro

A eso de las 3:30 de la tarde al cruzar el puente de madera sobre el Caño


Caranal, tres hombres armados los interceptaron: dos estaban sobre la vía y un
tercero salió del monte. Dos relativamente jóvenes, el otro de más edad. Uno
rubio de cabellos largos y lisos, delgado, de regular estatura; un segundo, el de
más edad, moreno, robusto, fornido; y el tercero de unos 1.68 de estatura, barba
espesa y de color blanco.
Todos portaban armas largas. Dos de ellos, además, pistola, machete y uno un
cuchillo grande; muchas balas en los cintos. Eran personas ciertamente incultas
según la manera de expresarse; a las preguntas, respondían con frases
aprendidas, con ideas fijas; sabían poco de gramática. Vestían de paisano, uno
con pantalón verde y ropa oscura.
Hicieron detener el carro donde iban las seis personas del equipo pastoral.
Entonces preguntaron:
- Quién es Jesús Emilio Jaramillo?
Monseñor: Yo soy, a sus órdenes.
Secuestradores: Señor, apague el carro y que se bajen todos. Y luego: Quién
sabe conducir?
Los Padres Rubin y Helmer respondieron que ellos podían hacerlo.
211

Luego dijeron a Monseñor: Queda secuestrado!


Los sacerdotes dijeron: El es el Obispo; para qué lo necesitan?
Respondieron: Pertenecemos al Ejército de Liberación Nacional y necesitamos
a Jesús Emilio Jaramillo; es que él tiene mucha influencia y necesitamos que
lleve un comunicado que tenemos preparado para el Gobierno, para el señor
Intendente.
El Padre Helmer les dijo que Monseñor era una persona buena que no le hacía
mal a nadie; que no se lo llevaran.
El Padre Rubin quiso irse con ellos, pero el Padre Helmer dijo que se iba con
Monseñor y que no lo dejaría solo. Y lo hicieron subir al carro para conducir. A
los demás les dijeron:
- Ustedes se quedan aquí; por aquí pasan muchos carros; digan que
nosotros los secuestramos a ellos y que en dos horas regresamos.
Al señor Obispo lo hicieron subir al asiento trasero en medio de dos
secuestradores. El tercero subió adelante a la derecha del conductor. El Padre
Helmer les pidió a sus compañeros antes de partir: Pídanle mucho a Dios por
nosotros.

Iniciaron su camino: la ruta que recorrieron fue: tomar la carretera que antes de
Fortul conduce a Palmarito y hacia La Paz. Uno de los secuestradores vio que
estaba escasa la gasolina y adelante de Palmarito compraron una pimpina y
tanquearon el motor.
- El Padre Helmer: Para dónde nos llevan?
Respuesta: Siga adelante.
En el tramo de Palmarito a La Paz comentaban Monseñor y el Padre Helmer
sobre lo buena que había quedado la vía. Al pasar por La Paz encontraron el
pueblo solo. Los que conocían a Monseñor y a los misioneros trataban de
saludarlos pero al ver a los guerrilleros armados volvían la cabeza fingiendo no
conocerlos.
212

Los secuestradores seguían insistiendo: Conduzca más rápido. Después del


sitio Los Chorros, por el mal estado de la carretera hubo de conducir más
despacio. Tomaron la carretera central que conduce de La Esmeralda a
Panamá de Arauca.
Al pasar por Aguachica Monseñor preguntaba y le respondían con
monosílabos.
- El Padre Helmer: Ustedes creen en Dios?
Uno de ellos respondió: mi dios es esto que tengo en mis manos (el fusil).
Monseñor: Nosotros queremos es el bien de todos; las armas no son la
solución de los problemas, pero sí puedo servir de mediador y lo hago porque
es mi deber.
Padre Helmer: Llevamos ya mucho tiempo de recorrido: a dónde nos llevan?
Secuestradores: Siga adelante!
Cuando pasaron por El Oasis un carro adelante no cedía la vía, entonces el
secuestrador que iba en el puesto de adelante le gritó con el fusil en la mano y
enseguida dió vía.
Al llegar a Brisas del Caranal; Monseñor apuntó que ese lugar lo llamaban el
Gusanero; le pareció muy feo y por ello él mismo le cambió el nombre por
Brisas del Caranal; y admiró la edificación de la Concentración escolar y el
Tanque para agua que habían construido.
Continuaron por la carretera central. Ya estaba oscureciendo.
- Padre Helmer: A dónde nos llevan? Miren que es una entrevista: a qué hora
vamos a regresar? Si tenemos que caminar déjenos comprar una linterna.
Secuestradores: No necesitan nada de eso.
- Monseñor: Entonces por qué no hablamos?
Secuestradores: Somos mandados por los jefes y con ellos deberá hablar.
Monseñor les preguntaba quiénes eran pues no los habían visto y
respondieron que no eran de por aquí.
- Padre Helmer: Entonces qué es lo que pretenden?. No responden
213

Por el espejo retrovisor el Padre Helmer vio que Monseñor llevaba el rosario en
las manos e iba rezando. Continuaron en silencio y al cabo de un rato dijeron:
Con nosotros nunca van a acabar porque somos muchos.
Monseñor: Cómo sabían que nosotros estábamos por aquí?
El secuestrador más viejo: Nosotros tenemos quien nos informe.
- Monseñor: Si aparece una patrulla del ejército, qué harían?
- Secuestradores: No, esa gente no está por aquí; lo tenemos todo
controlado
Entonces empezaron a preocuparse seriamente. Pasaron por Santa Isabel y
un poco más adelante dieron orden de detener el carro:
- Apague el carro y bájense! Tomaron las llaves del carro.
Monseñor bajó del carro y les dijo: Yo soy un anciano, yo ya estoy en las
manos de Dios. No le vayan a hacer nada a él (por el Padre Helmer). Yo ya
no veo bien para caminar de noche.
Les respondieron: No tiene que caminar mucho.
Dos secuestradores se retiraron un poco para hablar a solas mientras el otro
montaba guardia. Entonces Monseñor Jaramillo y el Padre Helmer
aprovecharon el momento para hacer una oración y se absolvieron
mutuamente.
Devolvieron las llaves al Padre y le ordenaron regresarse por donde habían
venido. Y el Padre respondió:
- Yo no me voy sin Monseñor: me quedo con él.
Los secuestradores le respondieron: Usted se va! Discutieron y finalmente
amenazaron al Padre.
El señor Obispo entonces le pidió: Por obediencia, váyase para que no
compliquemos las cosas. Pongámonos en la presencia de Dios y que se haga
su Voluntad.
El Padre Helmer insistió: Yo me quedo por acá cerca mientras ustedes hablan
con él. Me avisan y regreso a recogerlos. Pues tenía la esperanza de que
214

sólo iban a hablar con Monseñor como lo hacían con los sacerdotes cuando
salían a las veredas para celebrar la Santa Misa: así le había acontecido a él
mismo.
Nuevamente le ordenaron subir al carro y regresar después. Cuando ya tenía
el motor encendido les repitió: Hermanos, por Dios, ustedes no le vayan a
hacer nada a Monseñor, él es un santo, él no le hace mal a nadie.
Un secuestrador: Nosotros vamos a hablar con él. Y agregó: Mientras vienen
los que estamos esperando, se demora. Váyase a La Esmeralda y mañana a
las ocho viene a recogerlo. No se preocupe, señor, que a él no le va a pasar
nada.
Empezaba la noche: serían las seis de la tarde.

El Padre Helmer se regresó despacio; en Santa Isabel no vio a nadie; en


Brisas del Caranal estaba solo el pueblo. Se detuvo allí. En este sitio no hay
lugares de hospedaje sino en la zona de tolerancia y lógicamente no iba a
quedarse allí.
Llamó en casa de unos amigos del Padre Carlos Leal y como no había ningún
medio de comunicación esperó impacientemente que amaneciera para pedir al
Padre Carlos que por el radioteléfono desde La Esmeralda llamara a la Curia
de Arauca.
No pudiendo conciliar el sueño oró al Señor, y se dedicó a leer pasajes de la
Biblia que traía en el carro. Un niño que lo reconoció se acercó para conversar
un poco.
Amaneció. Preguntó si alguno había visto por ahí a Monseñor, pero nadie
respondía. Y comenzó el recorrido de regreso hacia a donde había dejado a
Monseñor con los secuestradores. Tuvo la precaución de colocar con un trapo
la señal en el carro, como le habían pedido, dizque para reconocerlo al
regreso.
215

Hizo despacio el recorrido esperando ver alguna persona en el camino: nadie


había por ahí. Al llegar al sitio indicado, comenzó a buscar al señor Obispo.
Había caminado un poco adelante, cuando de lejos vio un bulto en la carretera:
corrió y encontró a Monseñor Jaramillo, tirado en el suelo, a la orilla derecha de
la carretera en posición boca arriba, con los brazos extendidos en cruz,
totalmente desfigurado y las manos destrozadas. Ya estaba completamente
frío. Vio también las vainillas de las balas disparadas. Estaba como a un
kilómetro de donde se separó de él.
Se arrodilló y rezó. Quiso levantarlo para llevarlo al carro pero recordó que era
necesario un levantamiento legal del cadáver. Con el “poncho” que tenía
puesto le tapó la cara desfigurada.
Eran las ocho de la mañana del 3 de octubre.
Regresó a Brisas del Caranal en busca del Inspector de policía: no estaba.
Avisó a los vecinos pero no lo creían. Pasó a Aguachica y tampoco estaba el
Inspector.
Encontró a un señor muy cristiano que colaboraba en la parroquia y le pidió
que avisara al Padre Carlos Leal.
Regresó a Caranal y suplicó a la gente que le acompañaran a traerlo pero
tenían miedo. Al fin los integrantes de la Junta Comunal aceptaron: se hizo el
levantamiento del cadáver y se escribió el acta que luego se entregó al
Intendente Nacional.
Al levantarlo, la masa encefálica se derramó en el suelo: había sido explotada
por un disparo. Allí mismo la enterró. El cadáver fue colocado en la parte
trasera de la camioneta, sobre las albas de celebrar la Santa Misa y se cubrió
con ramas para evitar la acción del sol y el calor. El Padre recogió las pocas
pertenencias que llevaba Monseñor: No apareció ni el anillo pastoral, ni el
rosario que traía en sus manos, ni el reloj.
216

Por las señales que mostraba se deducía que había sido asesinado unas horas
antes, allí donde se encontró. Además la sangre y las vainillas cerca del
cadáver y la masa encefálica que se derramó al levantarlo, eran señales
patentes.

Partieron hacia La Esmeralda. En Brisas de Caranal encontraron la


ambulancia del hospital y el ataúd que había enviado el Padre Carlos. Ya en el
ataúd, lo trasladaron hasta el hospital Ricardo Pampuri para que lo prepararan
y trasladarlo a Arauca. Ya el señor Intendente había llegado. Las autoridades
efectuaron el levantamiento oficial del cadáver y se escribió el acta respectiva.
Enseguida fue trasladado el cuerpo de Monseñor Jaramillo a la ciudad de
Arauca, donde los médicos legistas procederían a la diligencia de la necropsia.
217

OTRA CIRCUNSTANCIA ACERCA DE LA MUERTE DEL SEÑOR OBISPO

Hora de la muerte
Según el Acta de Defunción la muerte de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo
ocurrió a las siete de la noche del día dos de octubre de mil novecientos
ochenta y nueve, aunque en la diligencia de necropsia, realizada el día
siguiente, por la situación en que de hallaba entonces el cadáver, el médico
forense juzgó que la muerte había ocurrido a las diez horas de la noche.
En las diligencias de la unidad investigativa DIJIN – DAS de fecha 20 de
octubre siguiente, se relata la declaración de un testigo interrogado en la
Vereda Santa Isabel: “Que él estaba en su casa la noche del dos de octubre y
a las siete de la noche oyó cinco disparos; salió a la esquina del corral y vio
que un carro prendió las luces y se regresó por la vía por donde vino, que va
hacia La Esmeralda. También oyó una persona que se quejaba y luego
escuchó un disparo, luego otro y luego los otros tres. El vehículo era un
Samurai. Al día siguiente fue hasta el sitio donde se encontraba el cadáver, en
compañía de un vecino, y luego por radio se enteró que se trataba del señor
Obispo. El vehículo que vio antes y después de los disparos fue el mismo que
regresó hacia La Esmeralda y permaneció unos diez minutos entre su llegada y
su regreso, enseguida de los disparos. El testigo llevó a las autoridades al sitio
del crimen y describió la forma como fue encontrado el cadáver. De ello hay
fotografías en el proceso investigativo. Este sitio es un lugar abierto, en la
carretera y no hay zona boscosa a sus alrededores. Se encuentra a unos 60
metros de la vivienda del testigo interrogado.”
218

Razones para Matar


Preguntado el Padre Helmer Muñoz si sabía o presumía los motivos por los
que fue asesinado Monseñor, respondió ante el juez: “Realmente no sabemos
nada: esa era la pregunta que nos hacíamos todos los sacerdotes. Por
experiencia propia sé que la guerrilla siempre dejaba un panfleto y como nadie
hacía el levantamiento, nos correspondía a los sacerdotes. Siempre
encontrábamos un comunicado, pero a Monseñor no le encontré nada: busqué
cuidadosamente. Yo no encontré absolutamente nada ahí, ni sé los motivos.”
En informes oficiales aparece: (Oct. 10. 1989) “El E.L.N. que por entonces
comenzaba a hacer su aparición en Arauca y las FARC vieron en la acción de
la Iglesia una amenaza contra el dominio que ejercían sobre el campesinado y
para contrarrestar el espacio que iba creando la Iglesia decidieron montar una
campaña de difamación. Así se hizo y por medio de ASEDAR (Asociación de
Educadores de Arauca), se difundió la especie de que a la Curia la
Manessman le había dado una exagerada suma de dólares. Dinero que los
curas se habían robado.
ASEDAR llegó a organizar una manifestación de estudiantes y Padres de
familia en la que se le gritó a los sacerdotes que se habían robado la plata.”
Otro informante relata: “A manera de antecedente, hace aproximadamente
cuatro años varios integrantes de ASEDAR con educandos de la localidad le
cantaron a Monseñor cuando reposaba en su aposento en la Curia el siguiente
estribillo: Ahí están, esos son los que venden la nación” (Octubre 11. 1989)
El informante afirma que el juicio del E.L.N. en el que se condenó a muerte a
Monseñor Jaramillo ocurrió hace como seis meses y que de ese juicio hicieron
parte funcionarios de ASEDAR.
Y en otro informe del Ejército (Oct. 18. 1989) se afirma: De acuerdo a la fuente
se conoció que N. N. se reconoce como activista de izquierda en compañía de
otros encartados en el asunto, que tuvo enfrentamientos verbales con el señor
Obispo por manejo de empresas comunitarias creadas por el INCORA, que es
219

de religión adventista y rector de un colegio y que conceptuó la muerte del


Obispo de Arauca como positiva y fundamental para la Intendencia y para la
misma Nación, pues la Iglesia se había robado una cuantiosa suma de dinero a
la compañía Manessman.

Finalmente por declaraciones públicas del E.L.N. se conoció: “El


intervensionismo obstinado del Obispo de Arauca Jesús Emilio Jaramillo en los
asuntos internos del Frente han sido la causa de su ajusticiamiento: sus
intenciones de mediar ante el gobierno y la clase dominante no eran más que
una patraña montada con la oligarquía al servicio del imperialismo
norteamericano en un intento de impedir que la organización continúe
desarrollando la lucha por la defensa de los recursos naturales. Así como el
Obispo de Arauca Jesús Emilio Jaramillo hay muchos que es preciso detener
con las armas. No negociamos; nuestra respuesta es la lucha hacía el objeto
último de la construcción del socialismo en nuestra patria” (Documento Archivo
Arauca. P. 124)
Y el boletín 28 del E.L.N. Oct. 1989: “Se destaca la Iglesia como símbolo de
explotación y alienación ideológica por medio de la cual ha sometido a todo el
pueblo colombiano a través de los siglos y desde la llegada de los españoles
cuando evangelizaban a los indígenas a punta de espada, lanza y escopeta…
Acogemos y respetamos la participación de la Iglesia Popular en la lucha
contra el hambre, la miseria y la opresión… Luchamos contra el Estado
Capitalista y la Iglesia reaccionaria… Determinamos el ajusticiamiento del
Obispo Jesús Emilio Jaramillo por delitos contra la revolución … Hace parte del
sector más reaccionario de la jerarquía… ”
Están así claros los motivos del asesinato de Monseñor Jaramillo, determinado
con bastante anticipación por el E.L.N. premeditado y programado
minuciosamente y en convivencia con otras personas.
220

Del informe del DAS oct. 11. 1989: “Igualmente se conoció que hace
aproximadamente seis meses el E.L.N. sometió a juicio revolucionario a
Monseñor Jesús Emilio Jaramillo concluyendo con la sentencia de muerte pero
acordando hacerla efectiva en el sector rural aprovechando sus
desplazamientos en misiones pastorales. Sobre la campaña en su contra
Monseñor tenía conocimiento. La sentencia fue encomendada a ejecutar al
comando que opera en el área de La Esmeralda, Los Chorros, La Paz, entre
otras localidades el cual es liderado por un sujeto residente en el caserío de
Cuatro Esquinas, cerca de La Paz”.

El señor Obispo estuvo al frente de su pueblo reclamando contra la injusticia


de los asesinatos, secuestros y atropellos. Asistiéndolo personalmente en sus
pueblos y veredas, llevándoles el consuelo y la ayuda espiritual, interviniendo
siempre que su presencia y su palabra podrían contribuir a alguna solución
justiciera, como su deber de pastor se lo exigía. Sin parcializarse con ningún
grupo armado ni encubriendo errores posibles del Gobierno.
Sabía claramente el peligro que corría su vida y no esquivó ninguna
circunstancia que se interpusiera en su deber de Obispo. Predicó la paz y la
convivencia y llegó a no sólo ofrecer su vida, si ello fiera necesario, sino que de
hecho la entregó con toda le entereza de su fe y de su amor a Dios y a sus
hermanos. Su misma convicción personal lo aislaba de cualquier motivo
político o económico: Todas sus intervenciones son prueba de ello. Como
Obispo debía acatar el gobierno legítimo sin justificar los posibles errores en
medio de esta lucha a muerte con grupos abiertamente socialistas de corte
marxista - leninista “con un claro objetivo: construir el socialismo en nuestra
patria”.

Al cumplirse el primer año de la muerte de Monseñor Jaramillo el Movimiento


de la No Violencia publicó un boletín especial y en él una Carta- Respuesta al
221

boletín Nº. 28 del E.L.N. En uno de sus apartes dice así: “De ahí se deduce
que ustedes asesinaron a un amigo del pueblo, a alguien que acompañó todas
las etapas del proceso histórico del Sarare, del Llano y demás zonas de esta
martirizada diócesis. Defendió a su clero, a sus fieles de grupos paramilitares
como el MAS, mediante sus denuncias y trámites. Tampoco se dejó presionar
por las brigadas del nororiente y con sus colegas de Provincia se negó a firmar
documentos condenatorios, ya que su lealtad al Papa fue hasta la muerte;
como prueba de ello están sus famosas pastorales donde fija su posición de
imparcialidad.” (Texto completo en el Apéndice Nº 1)
También la comisión Intercongregacional de los Religiosos de Colombia
publicó el Boletín Informativo. Volumen 2, Nº 4. Oct- Dic. 1989, bajo el título:
“El cadáver de un pastor en el laberinto de las Violencias”. Allí condena la
acción criminal injustificada del Frente Domingo Laín, que acepta estar en
abierta oposición a la dirección del UC- E.L.N. , y sin dejar de analizar algunos
aspectos que aunque no justifiquen el hecho de una “justicia revolucionaria”
cuyo proceder es la negación de la misma justicia, presenta “interrogantes”
sobre “algunos rasgos de la racionalidad de la violencia” que nos envuelve, que
no podrían identificarse con las convicciones de Camilo Torres y Domingo
Laín, quienes habían hecho “Opciones militares inspiradas en el Evangelio”. Y
refriéndose a Monseñor Jaramillo: Quizás los rasgos problemáticos de su
personalidad como hombre de gobierno eran consecuencias casi naturales de
estas casualidades. En efecto, en el mundo turbio del dinero y de los intereses
políticos se desenvolvió con ingenuidad, quizás confiado demasiado en la
bondad de los hombres que lo rodearon y pudo ser, por ello, fácil presa de
manipulaciones. Ciertamente este no era su mundo, pero obligadamente debía
tomar decisiones que tocaban el campo económico y tomar partido explícita o
implícitamente, por alguna de las fuerzas que se disputaban a muerte los
campos que afectaban la vida económica, social, política e ideológica de la
región. Vivir en medio de tanta lucha es estar por ello expuesto a la
222

incomprensión o a la excomunión de unos u otros. Una situación como ésta


deja gravitar grandes interrogantes sobre la conciencia de los evangelizadores.
En referencia a las razones esgrimidas por el E.L.N. para la condena a muerte,
“Si el documento que nos ha llegado no es apócrifo”, se anota: “No es este el
medio para entrar a discutir la validez o la invalidez de alguna de estas
acusaciones, que en ningún momento o medida podrían legitimar el horrendo
crimen. Nos faltan muchos elementos para evaluar dichas acusaciones
algunas de las cuales podrían explicarse por la ingenuidad, la desinformación o
aun la repulsa con que este hombre, no formado para una espiritualidad para el
conflicto, entra a ser víctima de presiones de todo orden, en campos que en
gran medida le son ajenos.
Siguen varias consideraciones sobre la posición de muchos cristianos frente al
Estado. Y finalmente: “ Hemos tratado de leer desde diversos ángulos el
crimen del que fue víctima Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, sin entrar de
ningún modo a hacer juicios sobre su conciencia. De ella sólo Dios juzga.
Objetivamente su muerte se nos presenta como inserta en el laberinto de
violencias que nos envuelven. Para terminar con un texto de Monseñor
Jaramillo que proclama de manera impresionante su fe pascual:
“Quiero que mi muerte realice, por fin, mi incorporación con Cristo y sea una
reproducción de su dolor y una expiación de mis pecados y de los ajenos;
quiero a pesar de mi naturaleza frágil, divinizar mi agonía, uniéndome al terror
del Cristo de la agonía. Sobre todo dejo constancia de mi fe en la resurrección,
que me será participada por su misericordia. En mi pecho tengo la certeza de
que me incorporaré de nuevo un día, después del tiempo y de la historia,
después del olvido la soledad y la podredumbre”. (He ahí al Hombre. pág. 172.)
(Texto completo en el Apéndice Nº 2)
223

Los Motivos del Lobo


No dejan de ser interesantes las siguientes declaraciones acerca de los
guerrilleros culpables de la muerte violenta de Monseñor Jaramillo y que
demuestran además el desconcierto, nunca reconocido, que se creó dentro de
la misma organización y que persiste después de más de una década de
ocurrida.

1. En la Carta del 20 de Octubre de 1999, Monseñor Alberto Giraldo declaró:


“Es muy importante ver cómo ahora, después de diez años de la muerte de
Monseñor, el E.L.N. se siente muy mal cuando en la Diócesis se quiso
organizar la peregrinación el dos de octubre”. La guerrilla impide con
amenazas graves que los fieles visiten el lugar del asesinato y que se haga
cualquier tipo de celebraciones allí. (Archivo IMEY).
2. Manuel Pérez, sacerdote guerrillero creador del E.L.N., en entrevista a una
periodista española, el 11 de septiembre de 1990, respondió así:
“Una de las críticas más fuertes contra ustedes tuvo lugar a raíz del
asesinato del Obispo de Arauca Jesús Jaramillo.
Respuesta: En cuanto a la ejecución del Obispo de Arauca… fue un error.
Asumimos la crítica. No porque el Obispo fuera un santo. Nosotros
tenemos incluso cartas en las que prácticamente Monseñor Jaramillo se
arrodillaba ante la OXI, en el sentido de hacer homilías en las que bendecía
las bondades de la empresa petrolera norteamericana y las riquezas que
estaban extrayendo del país.
Incluso sabemos que recibía dineros que utilizaba para sus beneficios
particulares o de los pudientes, cuando enfrente se daban una serie de
luchas para que la población más desfavorecida pudiera participar de esos
beneficios que por derecho le pertenecen. Ahora bien nosotros, la dirección
del E.L.N. somos claros que en ningún momento ni estuvimos de acuerdo
en que se hiciera esa ejecución y criticamos a nuestros compañeros”.
224

Este testimonio lo trascribe el Boletín especial publicado por el movimiento


de la No Violencia. A.A. 41914, que además lo califica de “calumnia”
(Archivo Curia Arauca).
3. Entrega del Anillo Episcopal
Los días 28 y 29 de marzo de 1990, un grupo del E.L.N. comandado por Alias
“Compa Francisco”, (a quien las autoridades creen identificar con el ex
sacerdote Rafael Cadena Collazos ingresado a la guerrilla), secuestró a las
siguientes personas: Presbíteros Víctor Gil, Alfonso León, Luís María Aldana;
al Hermano David Bravo; a los doctores Ricardo Ulises, Carlos Delgado y
Liana Vásquez, que trabajaban en la parroquia de Saravena y en el Hospital
Ricardo Pampuri; al señor Pinto Consejero intendencial y dos periodistas de la
Revista Semana, todos ellos interceptados en diversos sitios y llevados con
engaño por el Señor Gerardo Ariza, presidente de la ANUC, (Organización
guerrillera). Fueron llevados hasta el campamento del comando, situado a la
orilla del río Banadía. El camino de Saravena a Río Chiquito fue en carro y de
allí al campamento a pie, unos 45 minutos por terreno montañoso. “Compa
Francisco” explicó el motivo de la “reunión”: quería aclarar que no había
persecución contra la Iglesia ni contra la religión; que el caso de Monseñor era
asunto aparte por las razones publicadas en el Boletín “Liberación” No.28 (Y
confesó en voz baja a uno de lo médicos: esa muerte fue un error político); que
las opiniones de persecución a sacerdotes era un mal ambiente creado por el
Servicio de Inteligencia para quitar el prestigio al E.L.N. (Posteriormente han
asesinado a otros tres sacerdotes y más de ocho han tenido que salir del
territorio para salvar sus vidas). Que entregaba el anillo que a Monseñor le
habían quitado al asesinarlo en prueba de que no estaba en contra de la obra
de los Padres y del Hospital: que podían seguir trabajando tranquilos, pero no
aceptaban tantos cambios de párrocos porque la información se desfiguraba.
Entregó personalmente al Padre Alfonso León el Anillo episcopal “en un acto
225

de respeto al Obispo y porque consideraba que esa insignia no la deberían de


tener ellos”.
Después del medio día les permitieron regresar a Saravena.
Los anteriores datos están tomados de la declaración judicial del Padre Alfonso
León ante la Unidad de la Policía Judicial DAS, en Cravo Norte el 21 de agosto
de 1992. (Archivo Curia Arauca. Copia fotostática).

Como un brillante tallado primorosamente, la persona de Monseñor Jaramillo,


en su vida y en su muerte, despide luz en mil direcciones, y cada una según la
luz a que se exponga. Esa es la lección que nos deja la consideración de todo
lo que se ha analizado y por muy diversos criterios.

Podemos ahora recordar, muy a propósito, la advertencia postrera de Jesús a


quienes irán por el mundo como testigos de su verdad: “Os expulsarán de las
Sinagogas e incluso llegará la hora en que el que os mate piense que da culto
a Dios. Y lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os digo esto
para que cuando llegue la hora os acordéis de que yo os lo había dicho” (Jn.
16,2)
Y esta fue “La Hora” de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo.

Carta abierta al pueblo araucano. Oct. 03 del 89


En una de sus parábolas dijo el Señor: “La hierba mala ha de ser cortada y
tirada al fuego”.
Cuando los hombres pierden la fe y el respeto al Todopoderoso, esos hombres
se han convertido en la hierba mala de una comunidad. Los miserables
asesinos de su reverencia Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve
(q.e.p.d.) no son otra cosa que la hierba mala que ha nacido en la tierra
araucana, y es a los propios araucanos a quienes corresponde cortar esa clase
de hierba y tirarla al fuego. Lo hacemos ahora o nunca, porque si no actuamos
226

en estos momentos de dolor nunca podremos saber cuál será nuestro, pues
antes de llegar a él habremos perecido bajo las balas asesinas de los malos
hijos de esta tierra.

¿Quién era su excelencia Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve?...


Era ante todo un apóstol, un apóstol nacido en Antioquia que lo había dejado
todo para servir a Dios y a la comunidad. Un apóstol de Dios Nuestro Señor
que hace 20 años llegó a estas tierras trayendo el mensaje del Divino
Salvador, trayendo educación para nosotros y para nuestros hijos, un apóstol
que recorrió nuestra Intendencia predicando la paz y la justicia, un santo que
siempre estuvo dispuesto a rechazar con energía la violencia y la injusticia aun
a costa de su propia vida; vida que hoy entregó al Todopoderoso defendiendo
sus ideas y defendiendo a su pueblo. Un grupo de malhechores que sólo
practican el mal en forma por lo demás sanguinaria y despiadada cortaron su
existencia. Hoy estamos huérfanos, pero en su honor y a su memoria y en
nombre del Señor los araucanos no podemos permitir que este horrendo
crimen quede impune. Debemos descubrir a sus asesinos y entregarlos a la
justicia.
Por favor araucano, hoy su colaboración es urgente e indispensable, no le
niegue a su región el derecho de ser libre.
Denuncie ante la Iglesia o ante las autoridades este atroz crimen, para que se
haga justicia.
Araucano, ahora o nunca. El E.L.N. debe salir de nuestra Intendencia.
Saquémoslo entre todos.
227

Y QUÉ ES LA VERDAD?

Fue esta la gran incógnita de Pilatos cuando el Cristo difamado le aclara quién
era y cuál era su misión.
Ahora, Monseñor Jaramillo, con antelación también a un juicio de condenación
ya definido aclara cuál es la realidad de sus gentes y cuál su posición ante la
injusticia y la inescrupulosa vejación de la persona humana.
Con motivo del aleve asesinato del sacerdote Raúl Cuervo, Párroco de Fortul
en 1985, cuatro años antes de su propio asesinato, clamó valientemente con
todo el fuego inspirador del Evangelio en la siguiente Circular a los fieles de su
Diócesis.
Su sola lectura nos exime de cualquier comentario

1) “Todos conocemos el crimen cobarde de Fortul, perpetrado en la persona


buena e indefensa del Padre Raúl Cuervo. Es algo que golpea la faz de la
Iglesia, es decir, nos golpea a todos los bautizados. No protestar seria
cobardía. El Clero, los Religiosos, los buenos cristianos y el Obispo,
hacemos público nuestro dolor y nuestro repudio. Protestamos por la
abominable acción y la denunciamos ante nuestra Nación, ante todos los
estamentos de la Iglesia, y a la faz del universo. Se ha dado un golpe
mortal a los Derechos Humanos, se ha profanado sacrílegamente el
nombre Cristiano.

2) Con este crimen se ha colmado la copa de la violencia en el Sarare. Hace


años vivimos en un desangre permanente. Los campos, los caminos, están
manchados de asesinatos. Osarios de huesos calcinados, mojonan las
sendas de los colonos. Los ríos han incrementado su caudal con las
lágrimas de las madres, las esposas y los niños abandonados. Las parcelas
228

y las humildes viviendas han quedado solas. Pero algo faltaba para que la
hecatombe fuera completa. No era suficiente que las manos de los
sacerdotes estuvieran salpicadas con la sangre de los cadáveres que han
enterrado. Era necesario que por las heridas de Raúl mezclaran la suya
propia consagrada a la de las víctimas anónimas “Todo está consumado”,
decimos como Cristo en la Cruz.

3) Todos conocemos las estructuras de miseria en que han vivido los colonos:
carencia de caminos, de instrumentos para el trabajo, de asistencia
sanitaria, de escuelas, etc. Esta es la explicación de los dos paros cívicos
que hemos visto y en los cuales la Iglesia tuvo un papel decisivo, apoyando
los justos reclamos del pueblo. Pero en vista de que, a pesar de todo, las
situaciones de injusticia continúan, se han agudizado en el Sarare dos
fuerzas: la violencia y la Iglesia. Es necesario que los habitantes de la
Diócesis hagan su opción entre estas dos.

4) Creen ustedes, colonos desilusionados, que la violencia, matando, produce


la vida? Que es bienhechora de los campesinos, destruyendo los vínculos
del corazón, cuando hace derramar tantas lágrimas? Que haciendo
abandonar las parcelas produce progreso? ¿Que es vocera del pueblo
inmolando al pueblo? Que asesinando colonos hace patria? Que hace
justicia matando sacerdotes? La violencia va contra los Derechos Humanos
y contradice el Evangelio. Es imposible justificarla de cara a uní, víctima de
las injusticias, y que muere perdonando a sus verdugos y prohibiéndonos
matar.

5) Por su parte la Iglesia propone su doctrina de paz: el diálogo, la


convivencia pacífica, el perdón, la participación democrática, la
comunicación de los bienes, las obras en pro de los pobres. En el Sarare
229

nuestra Iglesia local demuestra su contribución a la paz con las palabras y


con obras como el Instituto San José Obrero, Hospital Ricardo Pampuri,
Hogares Campesinos, etc.
Por eso hacemos nuestro el reclamo de Cristo cuando fue abofeteado: “Si
he hecho el mal dime en qué, y si no por qué me hieres?”
6) La única razón para matarnos o sentenciarnos es, quizás, nuestra
imparcialidad, nuestra neutralidad. No nos comprometemos con ninguno de
los grupos en armas, ni con la policía, ni con el ejército, aunque admiramos
el sacrificio de estos hombres heroicos, únicos baluartes de la paz
perseguida. Pero hemos denunciado sus excesos inexplicables, ante los
altos mandos y les hemos pedido cambiar sus tácticas. En tres ocasiones el
ejército ha querido condecorar al Obispo; y en tres ocasiones hemos
rechazado tal honor, para no comprometer la neutralidad de la Iglesia y el
Ejército en gesto gallardo lo ha aceptado como contribución a la paz.

Nuestra Iglesia no está comprometida con el Gobierno, con los políticos,


con los petroleros. Ni se deja instrumentalizar por ninguno de ellos. Su
compromiso sacrificado es con el hombre, visto en el prisma de Cristo. Por
eso hemos dicho en varias ocasiones: apoyamos al gobierno en la medida
en que busquen soluciones a los problemas de los cristianos; apoyamos a
los políticos, en la medida que dejando de lado sus intereses personales,
busquen los de la comunidad; apoyamos a las petroleras, en la medida en
que hagan programas sociales y no busquen únicamente su
enriquecimiento. En la medida en que devuelvan un porcentaje mínimo a
los pobres que viven en las márgenes de los yacimientos del petróleo que
los enriquece. Por esto se nos sentencia y mata?

7) Mostramos en la Diócesis el rostro demacrado y ensangrentado de Raúl


para que todos veamos los estragos de la violencia y no sigamos sus
230

caminos tétricos. Para que a través de él veamos las necesidades de los


pobres y nos abramos a las obras de promoción social: autoridades,
políticos, ejército, policía, compañías petroleras, etc, antes de que sea muy
tarde y quedemos todos envueltos en la ola de sangre. Raúl Cuervo,
muerto, es una clarinada escalofriante sobre un horizonte de gente
torpemente desprevenida y dormida. (Fdo. Jesús Emilio Jaramillo
Monsalve. Oct. 30. 1985).
231

SALMO 21

Antes de entrar a relatar el doloroso espectáculo del asesinato de Monseñor


Jesús Emilio Jaramillo, acto de rabia, de sevicia y de repulsa imposible siquiera
de imaginar, me viene a la memoria la sapiente exégesis del Salmo 21 que en
las clases de la Sagrada Escritura, allá por los años de 1952 nos exponía
sobre este salmo mesiánico: fue el primer taller de hermenéutica. Entonces
empezamos a vislumbrar lo que ese hombre sentía frente al misterio del
Redentor ya anunciado por Isaías y David, textos paralelos de infinita ternura,
de infinito amor redentor, de irresistible atractivo y compromiso para quien, por
su vocación de sacerdote sería inmediato colaborador del Mesías-Redentor en
la economía de la salvación.
Ahora, al cabo de años y ante el cuerpo sacrificado de Monseñor Jaramillo es
imposible ignorar o siquiera desconocer una estremecedora semejanza, tanto
de la victima como de los victimarios. Y no casual, originada por el devenir,
sino asumida con la clara intencionalidad de una semejanza con Cristo,
siempre deseada, buscada y manifestada a lo largo de la vida. “Estoy resuelto
a predicarlo hasta con peligro de la vida? .Hoy no se trata de palabras sino de
obras. A males reales corresponden reales remedios “(He ahí al Hombre. P 46)

Como punto de referencia entonces, transcribo aquí, en su lugar, los textos


mesiánicos del Siervo de Yahvé en Isaías (50,6-53,2) y de David (Ps.21,7-17)
en su visión del Cristo paciente.
De Isaías: Canto del Siervo de Yahvé: ”El Señor Yahvé me ha dado lengua de
discípulo para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Y yo no me
resistí ni me eché atrás. Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis
232

mejillas a los que mesaban mi barba; no hurté mi rostro a insultos y salivazos.


Pues Yahvé me habría de ayudar para que no fuese confundido. Por eso puse
mi cara como el pedernal a sabiendas de que no quedaría avergonzado. Cerca
está el que me justifica. Quién disputará conmigo?
Quién dio crédito a nuestra noticia. Creció como un retoño delante de nosotros,
como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; le vimos y no tenía
aspecto que pudiéramos estimar… Despreciable y desecho de hombres, varón
de dolores y sabedor de dolencias como uno a quien se oculta el rostro;
despreciable y no le tuvimos en cuenta”.
De David: Visión del Mesías Redentor: “Yo soy un gusano y no un hombre,
vergüenza de lo humano y asco del pueblo; todos los que me ven se mofan de
mí, tuercen los labios y menean la cabeza. Una banda de malvados me
acomete; atan mis manos y mis pies; cuentan todos mis huesos. Me observan
y me miran. Mas, Tú, Yahvé, no estás. Corre en mi ayuda, oh fuerza mía!”
(Versión Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. Ed.1966)

También el mismo Monseñor Jaramillo había vislumbrado un posible final de su


vida, aunque nunca se creyó sujeto ni digno de dar su testimonio final.
“resistiendo hasta la sangre en la lucha contra el pecado. (Hebr.12,4), pero sí
vivió su celo hasta el sacrificio, fundamento de su compromiso personal y
sacerdotal con Cristo. Así lo expresó repetidas veces:
“Asumo la heróica responsabilidad de la fe…Recibo el episcopado en la
festividad del Bautismo de Jesús para inaugurar, bajo el signo de la Santa
Trinidad, el ministerio de mi vida pública que implica la subida a Jerusalem
para ser befado y escupido, pero también la gloriosa resurrección de la que
seré testigo.”(Homilía. Misa de su Consagración. Enero 10.1971)

Recorremos con Monseñor Jaramillo este camino de tres horas hasta el lugar
de su sacrificio, tomado un poco atrás todo cuanto implicó este fatal desenlace.
233

Con anticipación de seis meses había sido sometido a “un juicio revolucionario”
determinando su condena de muerte, indicando el Comando que ejecutaría la
sentencia y señalando la zona solitaria donde habría de cumplirse con
circunstancias bien definidas. No en Arauca sino en una de sus misiones
pastorales por la zona donde maniobraba el comando designado; información
exacta de sus cuerpos secretos de inteligencia sobre el itinerario y tiempo de la
visita; certeza de la ausencia de la fuerza publica en la zona; señalamiento del
lugar y hora de la ejecución para que los sicarios puedan escapar sin riesgo
enseguida del ajusticiamiento, en el tiempo record para estar allí el vehiculo en
que escaparían. El Señor Obispo debía quedar totalmente solo en manos de
los sicarios y éstos exigir un espacio de tiempo prudente para estar lejos al
momento del rescate del cadáver; y además no debía quedar duda de su
fallecimiento, lo que se deduce de la sevicia del procedimiento.
Las razones que se darían para su secuestro serían los engaños ya muy
utilizados, aprovechando la conocida disponibilidad de Monseñor para una
intermediación: lo demás, silencio e imponer órdenes. Llegar al sitio ya de
noche con la seguridad de que en los poblados aledaños no habría gente
merodeando, pues ya los habían amedrentado y los Inspectores Locales de
Policía no estarían presentes. Todo fríamente calculado para poder cumplir sin
sobresaltos su macabra función a sangre fría y a resguardo de cualquier
imprevisto.
Las circunstancias se les presentaron propicias. Era la media tarde del dos de
octubre. Secuestrado esa hora y comandando la marcha, llegarían ya entrada
la noche a la zona del sacrificio. Fueron tres horas de incertidumbre para
Monseñor y su acompañante, durante las cuales, en sus silencios mortales, ya
no sólo previendo sino seguro de lo que acontecería, él entró en oración, se
encomendó a la Santísima Virgen mediante el rezo del Rosario cuando
marchaba entre dos sicarios amenazantes: portaba el anillo pastoral adornado
con la imagen de La Inmaculada, el mismo que usó el día de su posesión y lo
234

reconocía como la alianza del compromiso esponsal con su diócesis a la que


había entregado su vida. Renovó su entrega en manos de Dios aceptando
expresamente el cumplimiento de su santa Voluntad.
Aunque por momentos pretendía entablar diálogos con los sicarios o con el
Padre Helmer, en el vehiculo se respiraba un denso ambiente de incertidumbre
y de muerte que los mismos sicarios querían abreviar exigiendo acelerar la
marcha para llegar pronto a la cita tenebrosa… Eran gentes con el alma ya
entenebrecida por el adoctrinamiento marxista y no menos por el temor de
pagar con su propia vida cualquier falla en el cumplimiento de su diabólica
misión. Horas verdaderamente de un camino de la amargura para el Señor
Obispo, pero sostenido por su fe y la esperanza en su amado Jesús, por quien
daría la vida para cumplir en su cuerpo lo que debía sumar a la pasión del
Redentor para la salvación de sus hermanos. No en vano lo había meditado
toda la vida y más desde que tuvo conciencia de que su vida mortal ya estaba
feriada por sus gratuitos enemigos.
También seguramente repetiría como primer impulso, la palabra redentora del
Cristo moribundo; “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”
(Lc.23,24)
Cómo podemos entrar en las profundidades de un alma que buscó siempre su
identificación con Cristo en la vida y en la misma agonía que quería divinizar al
unirla al Cristo paciente. Un vislumbro de ello nos lo dan sus últimas
palabra:”Yo ya estoy en las manos de Dios pero a mi sacerdote no le vayan a
hacer nada”: una conmovedora entrega como víctima, como quien no quiso
“defraudar las esperanzas de tantos que confían en la poquedad de mis
fuerzas” (Homilía Enero 10.1971).
Al fin, cerca de las seis y treinta minutos de la noche, “llegaron al lugar”. Orden
de dejarlo solo con sus verdugos “porque a lo mejor, los que esperamos se
demoran”: regrese a las ocho de la mañana: el tiempo prudencial para escapar
235

seguros. Urgía estar solos, ya oscuro, pues “los que esperaban” que vendrían
en un carro para huir, estaban por llegar.
Entre las seis y treinta y las siete de la noche fue la antesala de la muerte:
media hora interminable. Silencio? Improperios? El Obispo preparado para la
muerte frente al pelotón de fusilamiento!, en lo más intimo de su oración final
recordaría la plegaría de San Ignacio de Antioquía, uno de los Padres
Apostólicos más querido y admirado por él y a quien citaba con frecuencia,
también en la antesala del martirio:”Lo único que para mí habéis de pedir es
que tenga fortaleza interior y exterior para que no sólo hable sino que esté
también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre
sino también de hecho. Lo que necesita el cristiano cuando es odiado por el
mundo, no son palabras persuasivas sino grandeza de alma”. (Carta a los
Romanos.3.1-3).
Qué solemne momento ante el cual lo mejor es callar, adorar y contemplar “la
hora” señalada por el Padre para el encuentro definitivo. Al fin, llegó.
Un toyota Samurai pasó vertiginoso; venía del lado de La Esmeralda: llegado al
sitio donde lo esperaban los sicarios con Monseñor, apagó las luces y estuvo
allí durante unos diez minutos, durante los cuales se oyeron los disparos del
ajusticiamiento. Luego encendió las luces y regresó por donde había venido.
El Señor Obispo quedó tendido en el suelo a la orilla de la carretera: los
asesinos lo colocaron en posición boca arriba (decúbito dorsal) y con las
manos extendidas en forma de cruz después de haberlo masacrado; tomaron
el reloj y el anillo pastoral y lo abandonaron a la intemperie. Abordaron el carro
y huyeron rápidamente.
Los vecinos más cercanos que vivían a unos 60 metros de donde mataron a
Monseñor, al oír los disparos salieron al corral de su vivienda y observaron
cuando el Samurai pasó, se detuvo, apagó las luces, esperó unos diez
minutos, prendió nuevamente las luces y regresó.
Oyeron los disparos y antes el gemido de una persona que se quejaba.
236

El rito macabro del magnicidio apenas se podría reconstruir con la imaginación


porque no fue la muerte de Monseñor Jaramillo con un tiro de gracia: antes se
le hizo sufrir hasta proferir un grito de angustia y luego, de frente y a
quemarropa le propiciaron los disparos. (El testigo dijo haber oído cinco; sin
embargo la diligencia de necropsia describe la trayectoria de seis proyectiles,
en la cabeza, en el cuerpo y en las manos.
El aspecto que presentaba el cadáver acribillado muestra claramente la
sevicia, la fría criminalidad y la barbarie de los verdugos, atizada seguramente
por las órdenes recibidas de los corifeos de su comando guerrillero. No sólo se
trataba de quitar de en medio a un Obispo de la Iglesia Católica “del sector
más reaccionario de la Jerarquía”, sino saciar en su persona toda la rabia
contra quien, por su obra pastoral en defensa de los indígenas y colonos
pobres estaba haciendo sombra a las actividades proselitistas de los grupos
subversivos. Los que fueron testigos más de dieciocho años de la vida y obra
de Monseñor, descalificaron las causas del “ajusticiamiento” y ni siquiera
imaginaron este espectáculo irracional que pudiera protagonizar la guerrilla
colombiana, con total ausencia de fe, de respeto por la persona humana, de
aprecio por las comunidades pobres que dice defender y de sentido de
humanidad. Todavía un asesinato “común” como los que hace a diario, hubiera
sido más comprendido; pero nunca, ni en este caso ni en ningún otro,
supusieron tal complacencia al descargar toda su insania en una persona
indefensa, llevada por engaño a una situación insuperable, débil y además
digna del mayor respeto como lo es un Obispo.
237

HACELDAMA
“Es Precio de Sangre” ( Mat. 27,8)

Cómo fue la ejecución de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo?


La diligencia de necropsia realizada en la ciudad de Arauca el día tres de
octubre de 1989 por el médico legista Oscar Cely Moreno, por solicitud del
Juez 11 de Instrucción criminal certifica lo siguiente:
Monseñor Jaramillo fue asesinado con seis disparos de arma de fuego,
(proyectiles de carabina calibre 30, según las vainillas encontradas cerca del
cadáver).
1. En la mejilla derecha que le destrozó el maxilar superior, le explotó el ojo
derecho, destrozó y derramó el lóbulo izquierdo (masa encefálica) con
fractura del hueso frontal y parietal izquierdos. Atravesó la cabeza de
derecha a izquierda.
2. Desde encima de la cabeza hacia abajo en el occipital izquierdo que
destrozó el hueso occipital y lóbulos, el cerebelo, base del cráneo y región
mandibular izquierda.
3. Por el costado izquierdo bajo la cuarta costilla que causó fractura de dos
costillas izquierdas, atravesó los dos pulmones y fractura del húmero
derecho. Disparo desde el medio costado izquierdo hacia el hombro
derecho
4. Por el costado izquierdo desde el abdomen, que causó destrozos del
pulmón izquierdo y derecho, fractura de tres vértebras hasta debajo de la
clavícula derecha.
5. Fractura del antebrazo derecho: disparo hecho de frente.
6. Fractura de huesos y músculos del metacarpo derecho.
238

Los disparos fueron hechos por sicarios situados a derecha e izquierda del cuerpo
de Monseñor, allí en el mismo sitio donde fue hallado el cadáver, y atravesaron de
parte a parte el cuerpo.
Por la trayectoria de las balas, descrita en la necropsia, Monseñor ya estaba
tendido en el suelo, pues no es fácil, y con premura de tiempo, disparar de abajo
hacia arriba, de la mitad del cuerpo hacia los hombros a una persona en pie; la
masa encefálica se encontró regada junto a la cabeza al levantar el cadáver,
además la sangre y las vainillas encontradas cerca del cadáver. Cuatro de los
disparos fueron mortales y el cuerpo debía caer por lo menos al primero. La
posición en que se encontró el cadáver en decúbito dorsal y los brazos en cruz,
fue una acción intencional de los asesinos que indica burla o perversa
satisfacción.
Otro detalle imprescindible de narrar fue el tiempo record en que hicieron los
disparos tan premeditados: diez minutos, según el testigo citado. Monseñor
Jaramillo fue rematado en situación de indefensión, echado en el suelo hasta
comprobar su muerte y después de despojado de sus pertenencias, abandonado.
La anterior descripción, no por cruel y macabra, podría quedar desconocida.

Estamos en un caso típico de martirio por causa de la verdad predicada, sostenida


y defendida por un obispo de la Iglesia católica a favor de la dignidad y los
derechos del hombre, después de haber luchado largos años por evitar la
injusticia, con la intención de hacerlo aún a costa de su propia vida, y con la
conciencia clara de que ese era su deber si quería responder a la voluntad de Dios
sobre su persona, si quería demostrar la verdadera identidad de la Iglesia y si
quería de veras alcanzar la identificación con Cristo, muerto y resucitado.
Puede la muerte de Monseñor Jaramillo considerarse simplemente “Como inserta
en el laberinto de las violencias que nos envuelven?”.
Objetivamente sí ocurre en el tiempo y en las circunstancias en que vive Colombia
desde tiempos atrás; sin embargo, al recorrer esta historia de persecución
239

personal, de juicio condenatorio, de análisis previos al asesinato, de razones nada


convincentes, de interpretaciones torcidas por la malicia o por intereses
inconfesables, por la incomprensión e intolerancia de los verdugos intelectuales y
finalmente por la auténtica barbarie en la ejecución, tenemos que admitir que
estamos ante un caso trágico- sublime.
Los violentos alzados en armas, específicamente quienes han declarado su
rechazo a la Iglesia, así lo nieguen cínicamente, la hayan abandonado y hayan
catalogado su posición como “evangélica”, han sacrificado miles de personas en el
país, y entre ellas Obispos y Sacerdotes a mansalva, obra de francotiradores que
salen a los caminos.
Pero a Monseñor Jaramillo lo secuestran, lo mantienen tres horas en el martirio de
una incertidumbre cruel, no de si le perdonarían la vida, sino de cómo sería el
momento de su aniquilación, de la cual ya estaba seguro. Lo someten a tortura y
de frente, a quemarropa lo asesinan y se encarnizan en su cuerpo con bárbara
sevicia. No era suficiente un tiro de gracia. Para eso, no habrían gastado todo el
día en el acecho de la víctima y en los riesgos; ni tampoco vendarlo o volverlo de
espaldas para aliviar su angustia. El no pretendía una explicación, ni tampoco un
“arreglo” ni retractación de sus procederes. Acaso no había obrado a conciencia
toda su vida y no estaba cumpliendo su juramento como pastor de su Iglesia
particular?. “Yo ya estoy en las manos de Dios” es la respuesta a cuanto sus
verdugos quieran endilgarle… “Que se haga la Voluntad de Dios”.
Tal posición apostólica de amor a la Iglesia, “Esa es mi identidad como Obispo”
(Homilía Sep 21. 1984), la tuvo como norte y brújula hasta la muerte “Y en el
mismo instante de la muerte” como exige la Santa Iglesia a sus mártires. No pide
tregua, no intenta connivencias indignas de su compromiso: “No esquivé el rostro
a los que me herían”.
Así cumplía su enérgica voluntad de ir hasta el fin: “El Sarare está lleno de sangre.
Si hace falta más sangre, aquí está mi clero con su Obispo a la cabeza”.
240

Eso es dar la vida por los que se ama, en versión del Evangelio (Jn. 17,19) “Y yo
por ellos me hago sacrificio a mi mismo”

SEMILLA DE PAZ

“Del grano de trigo muerto nació la feraz espiga: esta es la ley del Evangelio”.
Así escribió Monseñor Jaramillo sobre la losa sepulcral de su venerado
antecesor Monseñor Luís Eduardo García. Ahora él mismo cae al surco como
una semilla de esperanza y de paz.

Al mediodía del martes 3 de octubre, cumplidas las diligencias legales en el


Hospital de Saravena fue trasladado el cadáver de Monseñor Jaramillo, en el
helicóptero del Gobierno intendencial a la ciudad de Arauca, capital de la
Diócesis. Lo acompañaron el Señor Intendente Nacional y su comitiva; los
demás, clérigos y fieles, viajaron por vía terrestre. La conmoción en la capital
fue indescriptible: apenas si podían creer lo sucedido y comprendían que todo
ello era un campanazo de alerta para todo el pueblo araucano y para el Sarare
sobre las intenciones del E.L.N. de la eliminación sin contemplaciones de sus
opositores. Si la habían emprendido contra su Obispo, muy querido y acogido
por todos, cuya acción pastoral a favor del pueblo reconocían, si ya había sido
asesinado un misionero, si las amenazas e incursiones contra la ciudadanía
eran cada vez peores, era necesario encontrar algún refugio o ingeniarse
maneras de no estar al alcance de sus intenciones.
El cadáver fue sometido a los procedimientos legales de necropsia y
embalsamamiento para la Cámara ardiente de los días siguientes
241

A las 19.00 horas de la tarde se expuso el cuerpo del Señor Obispo, vestido
con los ornamentos pontificales, frente al altar mayor de la Catedral de Santa
Bárbara.
En el ábside lucía el escudo episcopal que recordaba y recordará siempre su
voz de Pastor y Profeta: “Mirad que llega el Señor”.
Todo el pueblo Araucano y de los municipios vecinos se congregó alrededor de
su amado Pastor: rezos, lágrimas, expresiones de angustia, de estupor, amor y
reverencia manifestaban los sentimientos sinceros del pueblo.
Durante la noche, la Cámara ardiente estuvo visitada. Los sacerdotes
celebraron sucesivamente la Santa Misa.
El miércoles 4 de octubre se hicieron presentes el Excmo. Señor Nuncio
Apostólico, los Cardenales Alfonso López, Presidente de la Conferencia
episcopal y Mario Revollo, Arzobispo Primado de Colombia, otros quince
Obispos, el Superior General del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal,
al cual pertenecía Monseñor Jaramillo, todo el clero de Arauca, sacerdotes y
religiosos de varias diócesis del país, para participar en la velación y en la
Liturgia exequial. Igualmente las autoridades locales, representantes de la
Presidencia de la República y de otras entidades religiosas y civiles.
El jueves cinco de octubre, hacia las 11.00 horas de la mañana se inició la
solemne Liturgia Exequial concelebrada por todos los Obispos y sacerdotes
presentes. La Catedral estaba totalmente colmada de fieles y un número
notable participaba desde los alrededores del templo. Presidió la celebración
el Cardenal Alfonso López Trujillo, quien pronunció una sentida Homilía,
destacando la muerte martirial del Obispo sacrificado, sus claras virtudes
sacerdotales y su obra apostólica. Llamó la atención sobre la difícil situación
por la que atraviesa la Patria e hizo un llamado a la fidelidad en la fe y en la
esperanza cristianas. Recordó finalmente la amonestación de la liturgia de
Ordenación sacerdotal: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a
Dios y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”: nuestro querido
242

hermano en el episcopado grabó esta consigna en su corazón hasta volverla


realidad. En un cálido amor por el rebaño encomendado no ahorró sacrificios,
ni siquiera el supremo de ofrendar la vida. Y terminó: “En las entrañas de la
tierra sembramos la semilla y depositamos el grano de trigo que cae para que
dé mucho fruto: el de la salvación de Colombia”.

El Señor Nuncio al final del solemne rito, dijo: Como buen Pastor no ha huído
sino que ha dado la vida…Que la gente de Arauca y de Colombia no olvide
jamás que la tierra de una nación, todavía sin paz, ha sido bañada con la
sangre de un Obispo”.
El Santo Padre Juan Pablo II, envió el siguiente mensaje con su paternal
condolencia: “Profundamente apesadumbrado al recibir triste noticia asesinato
Monseñor Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, Santo Padre compartiendo
dolor Episcopado Colombiano, clero y fieles Diócesis Arauca así como entera
Iglesia Colombiana, ofrece sufragios Altísimo por eterno descanso alma
ejemplar y abnegado pastor, que dedicó su vida al servicio Pueblo de Dios
predicando reconciliación y amor cristiano stop Sumo Pontífice ante esta nueva
víctima injustificable violencia, expresa una vez más enérgica reprobación
acciones contra la vida y dignidad de las personas, especialmente tratándose
pastor Iglesia entregado a obra evangelizadora y asistencia a más necesitados
stop. Mientras encomienda en sus oraciones a la amada Nación Colombiana
ante repetidos ataques a pacífica convivencia y tradición cristiana de su pueblo
Su Santidad pide al Todopoderoso consuelo en esta dolorosa prueba para
familiares benemérito Obispo, comunidad eclesial Arauca y de toda Colombia,
a quienes hace llegar más sentido pésame impartiendo, prenda constante
asistencia divina, confortadora Bendición Apostólica. Cardenal Casaroli”.

Terminada la liturgia Eucarística se inició el traslado del cadáver llevado en


manos de los sacerdotes hasta el sepulcro preparado en la nave derecha de la
243

Catedral, frente a la Capilla del Santísimo Sacramento. El cardenal López rezó


las preces del Ritual para ese momento. Llegados al lugar de la sepultura, se
rezó la última oración, se asperjó el cuerpo con el agua bendita y se depositó
en el sepulcro, que fue luego cubierto con una losa. Posteriormente se colocó
una lápida funeraria en la que está el Escudo de Monseñor Jaramillo, las
fechas de nacimiento y muerte y la trascripción de sus mensajes pastorales:

“La Pastoral llega a la cumbre


cuando se da la vida por los caminos”
JESÚS EMILIO JARAMILLO MONSALVE
Primer Obispo de Arauca
En. 20/71
Profeta y Mártir de la paz
En. 14/16- Oct.2/89
“Aquí resuena la voz del más allá, la voz inmolada cobardemente, la voz
del que no se defendió, la voz del campesino inmenso, su sepulcro es un
grito, ese grito condena la violencia y por esa voz debe llegarnos como
un atisbo divino la santa paz”

Desde el primer momento de conocerse la muerte del Señor Obispo y sus


circunstancias, comenzó y va creciendo cada día más la fama de su muerte como
mártir de la paz y de su compromiso como Pastor y Obispo de la Iglesia católica.
Así lo manifiestan los Obispos, autoridades civiles y militares, el Clero diocesano y
de varias otras diócesis del país, los fieles católicos, y cuantos han conocido esta
historia y saben de la ideología del grupo guerrillero que cometió el asesinato por
razones evidentemente violatorias de la concepción cristiana de la persona
humana y de los derechos y deberes de los pastores de la Iglesia.
244

Su tumba permanece rodeada de la devoción, afecto y fe de los devotos en la


intercesión del Obispo que entregó la vida en defensa de sus feligreses con el
valor de un auténtico testigo de la verdad.

Después de haber sido testigos de la vida y la acción pastoral de Monseñor


Jaramillo, no obstante la admiración que siempre nos causó, de verdad no
esperábamos, ni imaginamos siquiera el dramático fin de su terrena peregrinación.
Sin embargo cuantos también hemos vivido el desvarío de los protagonistas en
nuestras últimas décadas de luchas políticas e ideológicas que tocan directamente
con la doctrina católica, así traten de disimularlo con ropaje de libertades
individuales y prerrogativas del Estado y del “pueblo”, y después de la conmoción
de su muerte, hemos encontrado lógica la lucha de la verdad contra la falsía, del
bien contra el mal.
Qué le quiso hacer pagar con la vida a Monseñor Jaramillo el E.L.N.? Es ese el
camino de la “restauración nacional” y de la justicia social que ellos proponen? Es
poca la diferencia, si la hay, con aquellos tiempos aciagos de la guerra española y
la lucha religiosa promovida por el socialismo y el comunismo que dejó tantos
mártires en los años 1934-1936 en España y en otros países.
No por ser estremecedor el caso del Obispo de Arauca, deja de ser hoy,
lamentablemente, un hecho corriente en los procederes de los alzados en armas
con la ilusión de alzarse también con el país, para hacerlo un pueblo sin libertad,
sin familia y sin fe.
Lo que empezó como una batalla ideológica, terminó en el extermino. Ante esa
realidad se va presentando la Iglesia, Madre y Maestra de la verdad y de la vida. Y
la Iglesia que da la cara son los Obispos y los hombres de fe. Tan cruda realidad
nos hace meditar profundamente y comprobar con dolor, pero sobre todo con el
gozo del triunfo final, lo que Juan Pablo II nos recuerda en su Carta “Tertio millenio
adveniente” y que hemos podido verificar ya en América Latina, honor apocalíptico
que Dios Nuestro Señor no negó a Colombia:
245

“La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires: “Sangre de
mártires, semilla de cristianos”. Al término de segundo milenio la Iglesia ha vuelto
a ser de nuevo Iglesia de mártires. Las persecuciones de creyentes, sacerdotes,
religiosos y laicos, han supuesto una gran siembra de mártires en varias partes del
mundo. El testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre, se ha
hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes como
lo revela ya Pablo VI en la homilía de la canonización de los mártires ugandeses.
Es un testimonio que no hay que olvidar. La Iglesia de los primeros siglos, aun
encontrando notables dificultades organizativas, se dedicó a fijar en martirologios
el testimonio de los mártires. Tales martirologios han sido constantemente
actualizados a través de los siglos y, en el libro de santos y beatos de la Iglesia,
han entrado no sólo aquellos que vertieron su sangre por Cristo, sino también
maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbíteros, vírgenes,
cónyuges, viudas y niños.
En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi
“militantes anónimos” de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no
deben perderse en la Iglesia sus testimonios. Como se ha sugerido en el
Consistorio es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder
el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la
documentación necesaria. Esto ha de tener sentido y una elocuencia ecuménica.
El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez la más convincente.
Será tarea de la Sede Apostólica con vista al año dos mil actualizar los
martirologios de la Iglesia universal prestando gran atención a la santidad de
quienes también en nuestro tiempo han vivido plenamente la verdad de Cristo.”

Cuando conozcamos los escritos completos de Monseñor Jaramillo, vamos a


trasegar en una espiritualidad sacrificial: entregarse todo cuanto es, lo que el
Señor le dio para poder realizar el único sentido de su vida: Dios, el Señor, cuya
venida redentora fue el oficio de su existencia: “Ya viene el Señor”
246

En su áureo librito “He ahí al Hombre”, Monseñor Jaramillo nos dejó estas
reflexiones:
“¿Dónde encontramos dechado más perfecto que nos enseñe la amarga lección
experimental del morir en Cristo Jesús? ¿Qué tiene que ver junto al Crucificado
Sócrates para quien la filosofía se resume en el arte de aprender a morir? Con
razón los artistas eternizaron en el lienzo, la escultura o la música la agonía del
Señor como estímulo, meta y consuelo de los que vamos a morir.
Yo quiero expresar aquí, en la presencia de Dios que me ha de juzgar muy pronto,
los sentimientos de mi alma. Quiero que la muerte realice, por fin, mi incorporación
con Cristo y sea una reproducción de su dolor y una expiación de mis pecados y
de los ajenos. Quiero, a pesar de mi naturaleza frágil, divinizar mi agonía, mi
miedo, uniéndome al terror del Cristo de la agonía.
Sobre todo dejo constancia de mi fe en la resurrección de Cristo que me será
participada por su misericordia. En mi pecho tengo la certeza de que me
incorporaré de nuevo un día, después del tiempo y de la historia, después del
olvido, de la soledad y la podredumbre. Entonces la inmortalidad vestirá mi
mortalidad y la vida se absorberá en mi propia muerte. El grano de trigo podrido
surgirá hecho colino de perenne verdor y el cuerpo tendrá la luz de las estrellas”.
(He ahí al Hombre. Ed. 1962. p 172).
También estoy convencido, con muchas otras personas que vivieron cercanas al
Señor Obispo, que una nota esencial de su espiritualidad sacerdotal fue desear la
gracia de dar la vida con una expresión irrebatible, en testimonio de la verdad y del
amor de Dios. Los maestros de la vida espiritual no se atrevieron a manifestarlo
por creerse indignos de tal gracia: el ejemplo de San Ignacio de Antioquia es una
boca que habló por muchos.

Y aquél que parecía tímido, aquél a quien creyeron excesivamente prudente para
expresar los compromisos, aquél de quien tantos pensaron que su magnífica
247

expresión oratoria no era suficiente testimonio, esos tuvieron que ver a este
hombre de cara beatifica como un titán frente a la confrontación de la verdad.
Su prueba definitiva no fue la oportunidad inesperada, ni menos esquivada.
Estaba seguro de la rectitud de sus actos, del peligro que le acechaba en cada
vuelta del camino y nunca evitó los caminos. Estaba seguro, y lo había prometido
también el día de su episcopado, que su vocación de Obispo de la Iglesia era dar
testimonio de la verdad, él el primero. Y no gritó pidiendo clemencia y no dio la
espalda en el momento del tiro de gracia.

Calificar su muerte de un simple y vulgar asesinato, resultado de la situación


política nacional, es una ingenuidad. Seguramente que en el instante supremo
recordaba a Jesús sudoroso de sangre ante los esbirros del traidor: “Yo soy”
Dos veces lo dijo en el mismo tono y sin titubeos. Y luego también: si me
necesitan a mi no le hagan daño a mis sacerdotes. ¿No hay un espeluznante
paralelo entre esta entrega y la de Jesús: “Yo soy. Si me queráis a mi, dejad ir a
estos”?
A nadie puede caberle duda de la conciencia y clarividencia que tuvo de lo que
estaba sucediendo. Y ese Dios a quien estudió como teólogo, amó y se entregó
como asceta, y meditó como contemplativo, le concedió la gracia, inmerecida por
un mortal, de dar con su vida el testimonio de la verdad, la verdad de Dios y del
hombre. Fue sacrificado porque habló con claridad, de frente a todos, en defensa
de la vida, de los pobres subyugados por el terror de los esbirros de la violencia,
de un pueblo esclavizado por la impotencia ante la fuerza bruta.

Con Monseñor Jaramillo, como con otros testigos de la fe en América, el Papa


Juan Pablo II sentirá hasta la conmoción de sus entrañas de Padre y pastor
universal, la respuesta a su primera palabra como Sumo Pontífice: “No tengáis
miedo”. Fue una repuesta como la exigía un pensador cristiano: “Yo no creo sino
a testigos que se dejan matar”.
248

A propósito viene la siguiente declaración de Monseñor Jaramillo:


“La sangre no edifica, la sangre no resuelve el problema; la sangre es un
argumento viejo y gastado, viene desde Caín, la sangre no construye sino
cementerios.
“Yo tomo mi corazón y hago de él un inmenso cáliz donde quepa toda la sangre
derramada en el Sarare. Tomo esa sangre, la uno a la de Cristo y la derramo
sobre el Sarare sitibundo para que unida a la de Cristo sea el germen de la paz
tan añorada”.
“Todas las víctimas son hijos de la Iglesia, por eso: si muere un soldado la Iglesia
lo recoge y lo entierra, si muere uno de la guerrilla, la Iglesia lo recoge y lo
entierra.” (Archivo Diócesis Arauca).
Durante dieciocho años, ocho meses y veintidós días de ejercicio pastoral, este
Obispo no tuvo sino una única palabra: la que llevara al amor de Dios y al
testimonio cristiano a una comunidad con serias dificultades de darlo por la
creciente ignorancia religiosa y por las situaciones políticas de su Iglesia local:
indígenas y llaneros, cada cual en su nivel, soportan apenas ese inaudito sistema
de vida porque de alguna manera hay que sobrevivir.

Con bastante anticipación al día de su muerte, le llegaron las amenazas y las


“advertencias” de los grupos subversivos de clara tendencia anticlerical,
animados aun por el ejemplo de sacerdotes incorporados a la guerrilla y por otras
personas críticas de las determinaciones y opiniones del Señor Obispo, que dieron
pie a los responsables para pensar que no eran los únicos descontentos: esos de
que habla el Evangelio:“Llegará la hora en que todo el que os mate piense que da
culto a Dios y lo harán porque no han conocido al Padre ni a mí” (Jn. 16,2-3).
Muchas cosas sabía él solo y no quiso comunicarlas para no intranquilizar a sus
fieles. El testimonio de quienes vivieron junto a su persona los últimos años,
muestra un hombre persistente en su compromiso, que incrementó sus largas
249

oraciones, que estuvo siempre al frente donde creía ver el peligro para los suyos,
dando ánimo y ejemplo.
Y los relatos del funesto dos de octubre dejan ver con claridad meridiana que lo
tomaron de sorpresa, que ese momento llegaría en cualquier encrucijada del
camino y que no podía disimular su realidad de persona y de Obispo: por eso en el
momento decisivo ordenó que se retiraran sus compañeros para que no sufrieran
algo peor, pues los captores lo querían sólo a él. Pide la absolución al sacerdote
acompañante y la imparte al mismo tiempo: era la clara conciencia del momento
final del testimonio. Y el hecho mismo de haber sido asesinado de frente, a
quemarropa, después de torturas y con el engaño de que iba a ser emisario ante
el gobierno, no deja duda de la conciencia y generosidad de su entrega, ya
manifestada desde su ordenación episcopal. Estamos completando el martirologio
de la Santa Iglesia, siempre antigua y siempre nueva, y contra la cual no
prevalecerán las puertas del Infierno.

Juan Pablo II al introducir la publicación de los Testimonios de la fe en el siglo XX,


invitó a escuchar y a recordar, para que no se borre de nuestra memoria, el
testimonio valiente de su fe y de su amor.
Apartes tomados de la Homilía del Santo Padre en el Coliseo Romano el 7 de
mayo del año 2000, tercer domingo de pascua:
“La experiencia de la segunda guerra mundial y de los años siguientes me ha
movido a considerar con grata atención el ejemplo luminoso de cuantos, desde
inicios del siglo XX hasta su fin, experimentaron la persecución, la violencia y la
muerte a causa de su fe y de su conducta inspirada en la verdad de Cristo.
Los nombres de algunos fueron manchados por su perseguidores que añadieron
al martirio la ignominia. Algunos murieron porque siguiendo el ejemplo del Buen
Pastor, quisieron permanecer junto a sus fieles a pesar de las amenazas. Hubo
quien prefirió dejarse matar antes que resignar a su misión.
250

Pero los testigos de la fe que también esta tarde nos hablan con su ejemplo, no
consideraron su interés persona, su bienestar o la propia supervivencia como
valores más grandes que la fidelidad al Evangelio. Incluso en su debilidad ellos
opusieron firme resistencia al mal. En su fragilidad resplandeció la fuerza de la fe y
de la gracia del Señor”.

“Los séptimos fueron los de aquellos que han dado la vida por amor a Cristo y a
sus hermanos en América...el de Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve,
Obispo del Vicariato Apostólico de Arauca, asesinado por un grupo de guerrilleros,
después de haber sido torturado, el 2 de octubre de 1989”.

El Acto concluyó con la oración del Santo Padre y la invitación a mantener vivo el
recuerdo de los Testigos de la Fe.
(Tomado de Osservatore Romano. N. 19. Mayo 12.2000. p. 238 – 239).

Creemos que a favor de la fama de Martirio del Siervo de Dios, es muy claro el
testimonio del propio Sumo Pontífice al incluirlo entre los Testigos de la Fe en el
siglo XX y que su testimonio fue el de la entrega de su propia vida. En el caso de
Monseñor Jaramillo se cumplen literalmente las causas de Testimonio de la Fe
que el Santo Padre señaló expresamente.

LA VOZ DEL MÁS ALLÁ


251

Así clamó el Obispo de Arauca ante la tumba de su sacerdote asesinado: Aquí


resuena la voz del más allá; su sepulcro es un grito y ese grito condena la
violencia y por esa voz del muerto debe llegarnos como un atisbo divino la santa
paz.”
Y qué clama desde más allá el sepulcro y el cuerpo masacrado del Obispo
sacrificado por proclamar la dignidad del hombre y de la vida, la injusticia de la
violencia y del terrorismo, por ofrecerse como mediador para la paz y la
fraternidad, por permanecer impertérrito hasta la muerte, fiel a su compromiso de
Padre y de Pastor? Esa voz de quien todos aclaman mártir de la paz y de la
dignidad del hombre?
No es coincidencia, sino identidad de doctrina lo que oímos en la última Pascua
celebrada en el Circo Romano el Viernes Santo de 2005, interpretación leal del
pensamiento de Juan Pablo II, en la contemplación del Cristo Condenado y
Crucificado: “Los mártires han rechazado radicalmente la violencia, el atropello, la
injusticia. El martirio es el signo de la mayor humanidad. A donde no llega la
inteligencia, llega la esperanza.”
“En la burla emerge cruelmente la verdad. Cuántas veces los signos del poder
ostentados por los poderosos de este mundo son un insulto a la verdad, a la
justicia y a la dignidad del hombre”. (Osservatore Romano. 1.4.05. Pág.10 y 12)
Expresiones ciertamente nacidas de la terrible experiencia de la Iglesia, “experta
en humanidad”, ante la enloquecida carrera del terrorismo, ausente y contrario a
todo principio cristiano.
Es lógico, pues, que espontáneamente la comunidad araucana y el país aclame
como mártir a su Obispo desde el momento de su muerte, por las mismas
características de su asesinato. Y también la sociedad colombiana lo proclama.
Como reconocimiento a su testimonio le fue otorgado el Premio Nacional de
Solidaridad en su 12ª versión, entregado por le diario El Colombiano el 11 de
agosto de 1998. El Acta respectiva dice así en la parte pertinente: “El Jurado llegó
252

por unanimidad a conceder el Primer puesto en la categoría de persona al Obispo


desaparecido Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, mártir por la causa de la paz. Este
premio tiene hoy más que nunca una connotación de esperanza por cuanto el país
está a la búsqueda de los caminos que conduzcan a la concordia, encontrando el
Jurado en el Obispo sacrificado el símbolo de la reconciliación entre los hermanos
separados.” (Archivo de El Colombiano).

El testamento de Monseñor Jaramillo es el auténtico espejo de su alma simple,


unida al misterio adorable de Dios y desprendida de todo lo terreno, sólo
necesitada de la misericordia del Señor. Testamento dado y registrado en 9 de
octubre de 1979, diez años antes de su muerte y que nunca se preocupó por
enmendarlo:
“He nacido, crecido y envejecido en el seno de la Iglesia católica, apostólica y
romana en la cual quiero morir. Mis devociones han sido la Santísima Trinidad, la
Persona adorable de Jesucristo, sobre todo en el Santísimo Sacramento del Altar
y la Virgen Inmaculada, mi esperanza. He cometido errores y pecados en mi vida
personal y en mis obligaciones pastorales que no disculpo sino que acepto en
presencia de la eterna misericordia de Dios y la compresión de mis hermanos. Mi
única recomendación a mi familia, sacerdotes, religiosas y fieles del Vicariato
Apostólico de Arauca es que sean fieles a Jesucristo Dios y hombre verdadero y
que vivan su identidad cristiana, religiosa y sacerdotal. Mi último recuerdo es para
los indígenas de la Jurisdicción, los más pobres del Reino.
Hago distribución de mis bienes en la siguiente forma: 1º) Para el Vicariato
Apostólico de Arauca dejo mis dineros que posea a la hora de mi muerte
representados en papeles de Bolsa o propiedades de acuerdo a mi declaración de
Renta. El Vicariato los invertirá por iguales partes en sostenimiento del clero y
ayuda a los pobres, sobre todo en los indígenas. La Biblioteca de mi estudio de
Arauca; los muebles, el teléfono y la máquina de escribir IBM son propiedad del
Vicariato. Para el Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal el anillo episcopal
253

que era propiedad del excelentísimo Señor Miguel Ángel Builes, en poder de mi
hermana. A Dios, luz perdonadora, dejo mí conciencia y me abandono en su
misericordia, no confiado en mis méritos sino en su bondad que me hizo el regalo
de su Unigénito como mi perdón y mi justicia, con la firma esperanza de mi
resurrección.”
Bien pudiéramos condensar toda esta historia de gracia y de presencia de Dios en
la vida de la Iglesia en Colombia y en la comunidad Araucana con la profética y
programática definición de su identidad como Obispo de la Iglesia católica.

Dios mío y embeleso mío!


Inauguro el ministerio de mi vida pública bajo
el signo de la Santa Trinidad.
Asumo la heróica responsabilidad de la fe.
El Episcopado es una vocación heróica al servicio de la Iglesia.
El llamamiento divino para ser el Homo Dei.
Implica la subida a Jerusalén para ser befado y escupido.
Y también la gloriosa resurrección de que seré testigo.
Trocaste mi noche en luz,
mi muerte en vida,
en palabra mi mudez
y en audacia mi cobardía.
(Homilía Enero 10/71)

¿CÓMO QUIERES TU CRISTO?


Jesús Emilio Jaramillo m.x.y.
254

¿Cómo quieres tú Cristo, vivo o muerto?


Preguntó el escultor.
Y yo le respondí: muerto, bien muerto,
que no sienta dolor.

Para verlo sufrir agonizante


basta la humanidad:
es el Señor que sufre en cada hermano:
un Cristo de verdad.

Más, para contemplarlo en los momentos


de dulce intimidad,
prefiero ver que, libre de tormentos,
acaba de expirar,

Lo quiero con las puertas del costado


Libres, de par en par,
bien abiertas las manos, porque todo
lo acaba de entregar.

Entreabiertos los labios que exhalaron


el “consummatum est”
Y cerrados los ojos que perdonan
y olvidan de una vez.

No quiero contemplarlo entre tormentos.


¿Comprendes, escultor?
De mis pecados me habla su agonía
255

muerto, me habla su amor.

ANEXOS

“LIBERACIÓN” FRENTE DOMINGO LAÍN, Nº 28 EJERCITO DE LIBERACIÓN


NACIONAL OCTUBRE/89
256

“Como Ejército de Liberación Nacional (E.L.N.) frente Domingo Laín Sanz,


clarificamos ante nuestro pueblo la posición adquirida históricamente frente a los
cristianos y frente a su participación en la revolución colombiana.
El E.L.N. siempre ha respetado el sentido y creencias religiosas de la clase
trabajadora y, dentro de ese marco revolucionario, precisamos los siguientes
aspectos.
1. Nuestra lucha por una patria libre y soberana es la lucha de todo el
pueblo… Nuestro objetivo por una sociedad socialista donde impere la paz,
la igualdad y la justicia entre los hombres, es el mismo objetivo de todo un
pueblo… Es por lo tanto necesidad de todos los trabajadores, participar
activamente en la conquista de su propia liberación y entre ellos los
cristianos revolucionarios tienen el deber histórico de profundizar su
conciencia social de explotados y juntos hombro a hombro con la clase
obrera y todo el pueblo, ser solidarios en la trinchera, en el combate, en la
lucha por transformaciones políticas, económicas y sociales para la
sociedad en su conjunto nacional.
2. Los cristianos revolucionarios tienen su puesto histórico para que en la
práctica revolucionaria asuman el ejemplo de Camilo, de Laín y de tantos
otros que, con las armas en la mano, se decidieron a luchar contra toda
forma de explotación social, económica e ideológica, es decir a combatir
contra la burguesía, el imperialismo y todas sus estructuras de dominación,
dentro de la cual se destaca la Iglesia como símbolo de explotación y
alienación ideológica por medio de la cual ha sometido la oligarquía a todo
el pueblo colombiano a través de los siglos y desde la llegada de los
españoles cuando evangelizaron nuestros indígenas a punta de espada,
lanza y escopeta.
3. Como E.L.N. concientes del papel de la religión como expresión social,
cultural y espiritual de las sociedades divididas entre explotadores y
257

explotados, como la sociedad colombiana, acogemos y respetamos la


participación de la Iglesia popular en la lucha contra el hambre, la miseria y
la opresión.
Al perseguir esos objetivos sociales los cristianos revolucionarios deben
enfocar su lucha contra el estado capitalista y la Iglesia reaccionaria, contra la
Iglesia de la oligarquía, contra los cristianos que hacen parte de esa oligarquía
y que defienden sus intereses ideológicos, económicos y sociales que no están
interesados que en Colombia haya una transformación revolucionaria que
acabe con la injusticia y la desigualdad.
Entre esta Iglesia y esos cristianos burgueses está la jerarquía eclesiástica
colombiana con los Cardenales López Trujillo y Revollo Bravo a la cabeza de
los Obispos y Sacerdotes que han elegido la opción y la defensa de la clase
capitalista y acallan la voz de quienes han elegido la opción por los pobres de
Colombia.
En la Iglesia, como en todos los niveles de la sociedad colombiana, existen
miembros de la clase explotadora: la jerarquía eclesiástica; y miembros de la
clase explotada, la Iglesia popular y su expresión en los cristianos
revolucionarios, siendo por lo tanto su deber y su derecho participar en la
guerra popular por derrocar la esclavitud burguesa y construir una nueva
sociedad de respeto, justicia y fraternidad.
De acuerdo a lo anterior y asumiendo la confrontación ideológica con el Estado
determinamos el ajusticiamiento del Obispo Jesús Emilio Jaramillo por delitos
contra la revolución apoyados en los siguientes motivos:
Monseñor Jaramillo hacía parte del sector más reaccionario de la jerarquía
eclesiástica colombiana y como tal fue defensor, amigo, apoyador e impulsor
directo de los programas ideológicos del Estado, materializados a través del
enfoque del PNR y de su acción contra insurgente en Arauca, hechos
manifiestos en su abierta amistad y relación personal y política con el
Intendente militarote Fernando González Muñoz; su actividad de penetración
258

ideológica con los programas de Educación Contratada y los últimos cambios


en coordinación con el Intendente militar, su acción político-ideológica personal
frente a comunidades y dirigentes populares en las que camuflada o
abiertamente rabiaba y exponía contra la organización, contra la revolución y
contra el comunismo, en la forma más reaccionaria; y últimamente su altiva y
descarada utilización de su investidura e influencia ideológica en la defensa de
los militares y su apoyo público a la acción de aniquilamiento y política de tierra
arrasada desarrollada por las asesinas fuerzas armadas de Arauca.
Así mismo Monseñor Jaramillo fue claro defensor de los supuestos beneficios
que deja para nuestro país la presencia saqueadora de las multinacionales
norteamericana Occidental y la Shell (Holandesa), apoyando sus programas y
de paso recibiendo beneficios económicos de las mismas para que cumpliera
fielmente su papel de guía espiritual de Arauca respaldando la presencia de la
Oxi-Shell y vociferando contra el llamado terrorismo del E.L.N. al dinamitar
oleoductos.
Manifestaba Monseñor Jaramillo en una de sus sermones su honda tristeza al
ver los catafalcos llevando los cadáveres de soldados y policías, exaltaba
hondamente su valor en la defensa de la patria, etc. Pero nunca se pronunció
Monseñor frente a los bombardeos, desapariciones, torturas, asesinatos
ejecutados por el ejército contra el campesinado en las operaciones militares
de junio, julio y agosto pasado… Nunca dijo nada Monseñor ante los crímenes
atroces y salvajes contra cinco campesinos en la vereda de San José (Fortul)
en los que el ejército torturó, fracturó, degolló y ahorcó a cinco propietarios de
parcelas que hicieron aparecer como guerrilleros del E.L.N. muertos en
combate el dieciséis de agosto de 1989 y entre los que se encontraba Joel
Sierra conocido líder y dirigente campesino de la región. No se dijo nada a
pesar del levantamiento legal, resultado de medicina legal y la visita ocular de
las autoridades municipales. No ha pasado nada en Arauca.
259

Igualmente de toda la población araucana en general es conocido el manejo


económico en beneficio personal que hizo con algunas relaciones que mantuvo
con compañías como la Manessman y la Occidental en las cuales canalizó
grandes sumas de dineros de la comunidad y como supuesto vocero espiritual
de los intereses de la región captó dineros en representación de los pobladores
araucanos ante dichas compañías.
Algunos de estos fondos se manejaron en Pasco (Programa de Acción Social
para la Comunidad) después transformados hábilmente en Pascol, programa
financiado a través del “honesto” Monseñor Gaitán Mahecha en Bogotá, el
“honesto” sacerdote Genaro Yépez en Saravena y el “honesto” Obispo
Jaramillo en Arauca. Igualmente y pasando a otro aspecto en lo referente a la
religión en la región y el aprovechamiento deshonesto que se hace de la
religiosidad del pueblo, observamos la proliferación de iglesias Evangélicas,
Adventistas, Testigos de Jehová, etc.,que diversas corrientes evangélicas,
sectas y grupos vienen desarrollando en Arauca. Es nuestro interés político
llamar al campesinado y pobladores ha no dejarse engañar de falsos
predicadores y explotadores que tienen como objetivo central desarrollar la
acción de inteligencia informativa para el ejército y de tipo ideológico para
colocar al pueblo contra la guerrilla, contra los intereses políticos y sociales de
la clase trabajadora y por lo tanto atentar contra los objetivos de la revolución.
Estos pastores de las mencionadas corrientes evangélicas, que predican entre
la población que hay que destruir y no impulsar más, todas las formas
organizativas del campesinado y sectores populares (Como las Juntas de
acción comunal, Cooperativas, Organizaciones campesinas, sindicales,
gremiales y comunitarias en general) quedarán a disposición de la justicia
revolucionaria en cualquier momento.
Sólo permitiremos la acción evangelizadora de quienes respeten las formas
organizativas de la región y se amolden a las condiciones revolucionarias de
Arauca y su nivel de lucha.
260

Finalmente ratificamos la posición política asumida en nuestro comunicado Nº.


27 en cuanto a nuestro rechazo a participar en la farsa electorera, nuestro
repudio a todos los que digan participar supuestamente “ en nombre del
pueblo” en el juego podrido de la elección de “alcaldes populares” y de
Presidente de la República.
Reafirmamos nuestra posición de considerar la participación electorera como
no revolucionaria y continuaremos incansables en el fortalecimiento de la lucha
armada, del desarrollo de la guerra de guerrillas y de elevar los niveles de
conciencia política, ideológica y organizativa del pueblo en la mira estratégica
de la toma del poder político, la liberación nacional y la construcción del
socialismo en nuestra patria.
Por la liberación nacional y la construcción del socialismo… Ni un pasó atrás,
Liberación o muerte. Frente Domingo Laín Sanz E.L.N.”

CARTA ABIERTA AL FRENTE D. LAIN

Señores “Elenos”. En respuesta a su boletín 28 les manifestamos:


261

Monseñor Jaramillo no pertenecía al sector “más reaccionario” (ni ninguno de


sus sacerdotes) de la Jerarquía, porque ante todo era misionero de Yarumal,
humilde y pobre y su voz, aunque muy elocuente no era muy tenida en cuenta
en las conferencias episcopales, por provenir de un simple “territorio de Misión”
y la prueba está en que compañeros Obispos no han desmentido las
acusaciones hechas por ustedes, pero que a nosotros cristianos del montón, si
nos duelen, porque decimos: matan un árbitro y se para el campeonato de
fútbol, matan a un político como a Galán y figura como la noticia de la década,
pero matan a un pobre Obispo Misionero y nada pasa, todo sigue normal…
Ustedes lo saben muy bien, que Monseñor Jaramillo conocía como nadie la
cruel realidad del Sarare y su abandono por parte del Gobierno y que él apoyo
a través de sus Párrocos los movimientos cívicos de 1971 y de 1982, que
ustedes hacen figurar en sus libros “como de gran envergadura”… y de donde
nació su “famoso” frente. Monseñor, ayudó en la etapa más difícil: la
negociación, para no quedarse sólo en la movilización y la represión absurda.
De ahí se deduce que ustedes asesinaron un amigo del pueblo, a alguien que
acompañó todas las etapas del proceso histórico del Sarare, del Llano y demás
zonas de esta martirizada Diócesis. Defendió a su clero y a sus fieles de
grupos paramilitares como el MAS, mediante sus denuncias y trámites.
Tampoco se dejó presionar por las brigadas de Nororiente y con sus colegas
de provincia se negó a firmar documentos condenatorios del comunismo, etc.
ya que su lealtad al Papa, fue hasta la muerte; como prueba de ello están sus
famosas cartas pastorales donde fija su posición de imparcialidad, como
escribió en Abril de 1987:
“La Iglesia no puede parcializarse ni ser utilizada… no está hecha para los
privilegiados… es la confidente de todos… y aceptada por todos tiene que ser
imparcial como el pan que no tiene sabor político… no puede ubicarse en
determinado sector… (y con mucha razón, decía): Cómo podría un guerrillero
pedirle el bautismo o la primera comunión para sus hijos, si la supiera
262

confidente y cómplice del ejército?... Ella es como una Madre que ama a todos
sus hijos… (y concluye): esta posición no es cobardía, no- compromiso. Al
contrario, es una posición heróica, es un sacrificio cruento, a favor del hombre.”
En este mismo sentido, de la lucha por un humanismo cristiano, dijo en su
sermón de Semana Santa en Saravena: “La Iglesia (nosotros) es amiga de la
guerrilla, pero no de sus métodos” con lo cual se acarreó críticas del Gobierno
y del Ejército, pero quería indicar que era amigo del hombre Sarareño,
guerrillero o campesino, pero no de sus métodos, como dinamitar oleoductos,
lo cual todo mundo seguirá criticando por su inutilidad y locura.
Por eso, les decimos a los integrantes de los grupos del E.L.N. , que su acción
sangrienta contra la Iglesia y sus pastores es terriblemente inhumana y esa
falta de humanismo es gravísimo error, como se lo irá a hacer conocer Juan
Pablo II al presidente de Rusia y al de Cuba en su próximo viaje. De ahí que el
pueblo sarareño esté ahora en contra de ustedes, por su crueldad en seguir
asesinando Obispos, gerentes de Incora, humildes madres de familia y mucha
otra gente que sirve a las comunidades y quiere el progreso, porque la miseria
no se puede aceptar.
Conocida su línea de “centro”, no se le puede acusar de buscar una “amistad”
con el Intendente Militar, sino como cosas de su oficio al recibirlo y darle a
conocer sus experiencias como experto en la elaboración de proyectos de
desarrollo de la Intendencia y evitar que los politiqueros se siguieran robando
las regalías petroleras y aunque ustedes no lo crean, con todo el peso de su
autoridad episcopal exigió la suspensión de los bombardeos contra la
población civil y además intervino para que a los colonos concentrados en
Puerto Nydia y que huían de las bombas y de la guerra, se les dieran alimentos
y medicinas y sabía además que en el Hospital de La Esmeralda, fruto del
esfuerzo de la Iglesia, se podrían atender heridos.
También es falso que haya usufructuado a su favor, dineros de las Compañías
Multinacionales, ya que el auxilio conocido de la Manessman, fue administrado
263

por un Comité, con mayoría de laicos o civiles y lo pueden atestiguar los


beneficiados con los servicios de agua y alcantarillado en Saravena y de
escuelas y colegios en Cubará, etc.… para eso fue PASCO, para ayudar a las
comunidades.
El proyecto PASCOL, o plan de ayuda social para Colombia, en la práctica
nunca funcionó, ya que el presidente de la OXIDENTAL, el judío Mr: HAMMER
y toda su estructura de Imperio archivó el proyecto.

También es de todos los gremios conocidos la imparcialidad política del


Obispo, su respeto al fuero sindical de los Maestros y su paciencia con la
Administración de una Educación que le había sido impuesta por el Nuncio
Apostólico pero que se iba a entregar pronto, como era su objetivo.
De ahí que, solicitamos que este error evidente sea manifiesto de alguna
manera, para que al menos allá en el cielo y en su tumba haya paz para su
espíritu de poeta y orador.

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