Estilo Ayestarán

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EL ESTILO

Consideraciones generales.

Henos aquí ante la forma lírica más noble y más so­


cializada en el ambiente rural uruguayo. Al Estilo se le
llama también esporádicamente Décima o Triste y goza
de una fragante lozanía aún en los tiempos que corren.
Con respecto a esta última acepción, corresponde hacer
una aclaración fundamental: la ausencia~'de documentos
de notación nos impide filiarlo con el Triste peruano de
que hablan los viajeros del 1800. El nombre se repite en
Chile, Perú, Argentina y "Uruguay, aunque posiblemente
sea una cristalización anterior al Estilo nuestro actual,
aun cuando éste no tenga hoy puntos de contacto estric­
tamente sonoros con los vetustos cancioneros llamados
coloniales ni, desde luego, con los aborígenes tales como
el Tritónico o el Penta tónico.
Musicalmente hablando, el Estilo pertenece al Can­
cionero Criollo Occidental fijado por Carlos Vega en ¡su
fundamental “Panorama de la Música Popular Argenti­
na”, cuya área de extensión abarca el Uruguay, las pro­
vincias argentinas de Buenos Aires, Corrientes, Entre
Ríos, Santa Fe, Córdoba, La Pampa, San Luis, La Rioja,
Mendoza y Neuquén, y el centro de Chile. Tres países
compartimos hoy de él. El folklore, habíamos dicho, ca­
balga sobre la geografía.
En su aspecto total, es un cancionero que ha per­
dido la “cuarta aumentada” que definía el “Ternario
Colonial” del cual parece ser un matiz más moderno. Se
presenta siempre en el sistema “m ayor-m enor, pero con
apariciones bi-modales en algunos ejemplos.
Su sistema rítmico se presenta sobre la base de pies

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ternarios, de pies binarios o bien combinados entre sí en
la misma melodía. Tal nuestro Estilo cuya área de ex­
tensión como especie, desde luego más reducida que la
do) vasto cancionero al que pertenece, se extiende hacia
el Este con clara decisión.
No es aventurado afirmar que estamos asistiendo a
la segunda vida del Estilo o Triste y que su vigencia ac­
tual se debe, entre otros factores, al Circo, como ocurrió
con el Pericón. En su libro de memorias “Medio siglo
de farándula”, Pepe Podestá asegura que entre 1884 y
1886 —cuando interpretaba con su trashumante conjun­
to, la primitiva pantomima de “Juan Moréira”, antes de
la versión hablada de Gutiérrez— obtuvo un resonante
éxito con la inclusión de un Estilo: “Todo se expresaba
con mímica, acompañada de música apropiada; splo el
Gato con relaciones y el Estilo q u e .cantaba Moreira en
una fiesta campestre, interrumpían el mutismo de los ac­
tores. Por primera vez lo concurrencia oía cantaj un Es­
tilo en una obra y el entusiasmo se apoderó de ella, que
no cesaba de aplaudir”.
La última generación payadoresca —Juan de Nava,
Gabino de Ezeiza, Orlando Landívar o Pablo Vázquez—
diole también al Estilo alrededor del 1900, una fuerte
irradiación. Del primero de ellos, un músico popular
ciego nos cantó en Paysandú un Estilo de bellísima con­
textura que transcribimos en el presente artículo. Desde
luego que se trataba de la letra, porque la música como
en casi toda la de la canción popular no es privativa
de un texto literario determinado.
Hemos recogido cerca de cien Estilos en el interior
de nuestra República y puede decirse que no hay guita­
rrero o cantor de más de cuarenta años que no recuerde
tres o cuatro melodías de Estilo con los cuales entona
a veces decenas de letras diversas. Estos textos literarios
muchas veces han sido recibidos por tradición oral y

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otros tomados de los viejos “cuadernos de versos” manus­
critos que corren de mano en mano, de las revistas tra-
dicionalistas de fin de siglo —“El Fogón” de Montevi­
deo o “El Criollo” de Minas— o de las hojas sueltas que
recuerdan en clásicos “compuestos” un crimen memora­
ble o las patriadas revolucionarias de 1897 o de 1904 vis­
tas desde ambos bandos contendientes.

Su forma estrófica.
El estilo se canta siempre sobre la base literaria de
la Décima o “espinela”, nota contra sílaba y esta orde­
nación métrica es la que va a dictar su morfología mu­
sical. Como toda canción popular, es estrófica; vale de­
cir, que con un mismo período musical se entonan todoS
los pies de que consta la poesía.
Acompañado obligatoriamente por la guitarra que
ejecuta siempre el mismo cantor, se inicia con un prelu­
dio instrumental que llaman “punteo” de fórmula común,
-y dpi cual hemos recogido seis o siete variantes. El canto
de cada estrofa se divide en tres secciones: Tema o Es­
tilo propiamente dicho, Cielito y Final.
Acerquémonos a su complejo y rico mundo interior.
1) Tema. Abarca los cuatro primeros versos de
la Décima. Por lo general la melodía consta de dos fra­
ses musicales de ocho notas cada una (las ocho sílabas
de la décim a), que se repiten textualmente una vez, re­
corriendo por lo tanto cuatro versos. Más claro aún: la
melodía de los dos primeros versos es igual a la de los
dos segundos. Se presenta comúnmente en una dipodia
binaria cuya fórmula básica es la siguiente, precedida
o no por una anacrusa:

m r 73, j j |
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La frase musical tiene un alto vuelo lírico, de ca­
rácter a veces desgarrante.
Al terminar el cuarto verso, la guitarra inicia sobre
la ultima nota la siguiente fórmula de acompañamiento
antes de entrar en el Cielito:

I
2) Cielito. Abarca los otros cuatro versos. El tiem­
po se acelera un poco y, por lo general, cambia el ritmo
formándose una dipodia ternaria o bien una tripodia bi­
naria de estas dos maneras:

Igual que en el Tema, las frases son dos y se repiten


una vez para cubrir los cuatro versos.
El Cielito ha sido definido en la Argentina con el
nombre peruano de “Kimba”, palabra desde luego extra­
ña a nuestro ambiente. Nuestro paisano le llama a ve­
ces “Cielito”, aunque quizás no convenga confundirlo
con los perdidos Cielitos de la época de Bartolomé Hi-
4algo (1812).
Hay un punto todavía no dilucidado con esta sec­
ción del Estilo. He oído llamar “cielito” o “alégre” tan­
to al preludio instrumental como a esta parte móvida del
Estilo. Hemos grabado reportajes a viejos paisanos con
informaciones contradictorias al respecto. Con todo, los
más viejos y en porcentaje mayor, insisten en llamarle
Cielito. Optamos, pues, por denominar así a esta parte
intermedia.
3) Final. . Abarca los dos versos finales de la décima
y repite textualmente la melodía de las dos frases inicia­
les en un evidente “da capo”. Excepcionalmente este fi­
nal se convierte en una frase conclusiva, extraída sin
embargo de la célula melódica del Tema.

Tres ejemplos de Estilo.

Veamos ahora cómo esta teoría ciertamente rica y


compleja, se arma en la realidad folklórica uruguaya.
Tres ejemplos queremos traer a colación, representativo
cada uno de ellos, de distintas ordenaciones internas. De
los cien Estilos que hemos recogido, predominan estas
tres fórmulas y hemos podido anotar otras cuatro que no
obstante no alcanzan a ser tan vastamente socializadas
como las que hoy exponemos.
Estilo (1 ). Lleva el número 97 de la colección de
grabaciones del Instituto de Estudios Superiores y fue
tomada en Minas al cantor popular profesional Ramón
Alonso. La letra, según el ejecutante, es del conocido
payador Juan Pedro López, fallecido hace unos pocos
años y cuya décima “La Leyenda del Mojón” le diera
vasto renombre. Ramón Alonso es un juglar típico de
nuestra campaña d^l Este. Nacido en las puntas del San
Francisco, en la 2da. Sección de Lavalleja, recorre des­
de hace años las ferias, pencas, cafés y pulperías de los
departamentos de Rocha, Lavalleja y Maldonado.
La melodía de su Estilo es uña de las tantas que
corren anónimamente, aplicada a distintas letras. Se mue­
ve en un ámbito reducido que abarca una “sexta” y lleva
alterados algunos grados. Está en modo menor y su fór-'
muía rítmica es la siguiente:

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* \ m m u j i

1j i

fr * * i u i f

Estilo (2). Lleva el número 167 de la colección


y nos fue registrada en Minas también, por el músico
popular Juan F. García (a) “El cieguito Juan”, oriundo
de Aiguá, cuya afinación e intensa expresividad en esta
página, la convierten en una de las mejores grabaciones
que hemos obtenido. Melódicamente abarca el ámbito
de una “octava” y se inicia con una perfecta escala me­
nor melódica. El Cielito se halla concebido sobre la ba­
se d** una dipodia ternaria y su fórmula total es la si­
guiente:

» /* Z.

?<>«*

1 J i J- 3 l J* Y*

¡ {

Estilo (3 ). Lleva el número 106 y fue recogido en


Paysandú, de Bonifacio Fleitas. Casi ciego de nacimien­
to, sólo distingue la Juz de la oscuridad. Se le propuso
por un médico de la Policlínica de Paysandú una opera­
ción para restituirle la vista'. Negándose a ello contestó
simplemente: “¿Y si resulta pa pior lo que viá ver?”
Nos registró, entre otras, una décima cantada “por
milonga”, suerte de “génesis criolla” donde relataba la
creación del mundo, de una fantasía alucinante. La le­
tra de este Estilo pertenece al célebre payádor del 1890
Juan de Nava y fue oída por Fleitas hace unos 40
años en la 7^ Sección de Durazno al payador árgentino
Casimiro Pérez. La música tiene en su vasto ámbito de
‘undécima”, una real belleza melódica.
Su combinación estrófica es la más completa de las
tres porque el Tema consta de tres frases musicales que
se repiten una .vez. Esa anormal tercera frase del Tenia,
corresponde a una repetición del segundo y cuarto ver­
sos de la letra, detalle que vuelve a reproducirse en el
Final. Desde el puntó de vista -de su rítmica el Cielito
no presenta cambio alguno con respecto al Tema, ha­
llándose sus tres partes concebidas de acuerdo con la
siguiente fórmula madre:

F o*M »k. 3

i
/

35
E stilo (1 )

H a y u n p ed a zo e n 'e l m undo
D e tie r r a q u e y o n o o lv id o
E s p a r a m i t a n q u e r id o
T a n sa g r a d o y ta n p r o fu n d o
C u a n d o e n m i m e m o r ia h u n d o
M is tr is te z a s d e c a n to r
H a g o v e r s o s d e l d o lo r
Q u e m i c o r a z ó n e n c ie r r a
Y s e l o s v u e l c o a m i t ie r r a
Q u e f u e m i n id o d e a m o r , e t c .

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rw w r w ,w ,'w m & t ¡^ # « r m « B » m ^
^ « ftJ N k /M U K l ^ f & ■ * & .* » áSm M T m
Memorias a Artigas. Estilo (2)

La aurora empieza a brillar


Y a alum brar el S o l.d e Mayo
A este patriota uruguayo
Q ue aquí pretende cantar.
Hoy empieza a m urm urar
El Uruguay caudaloso
Y entre el concierto armonioso
D e flores, aves y espigas,
R esuena el nombre de Artigas
Como un eco armonioso.
Lamentos. Estilo (3)

Tiene en la naturaleza
Perfume el jardín ameno
Maravillas en su seno
Y el cielo la azul belleza
Y el cielo la azul belleza.
L a m ar tiene su riqueza
Su estación la golondrina
Mi lira notas divinas
Y el firmam ento tersura
Sólo yo tengo am arguras
Y el alma llena de espinas,
Y el alma llena de espinas, etc.

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LA M E D IA CAÑA

Antecedentes históricos.

En la primera mitad del siglo XIX, el Uruguay dis­


pone, entre otras, de tres grandes especies nacionales en
el orden de la danza popular: el Pericón, el Cielito y la
Media Caña. Estas dos últimas se dan también como
formas vocales, ya independientes, ya unidas a la acción
coreográfica en una antigua suerte de “canción danza­
d a”. Del Cielito nos quedan las letras de Bartolomé Hi-'
dalgo y los textos patrióticos por donde respira la nacio­
nalidad durante la dominación luso-brasileña; de la Me­
dia Caña, innumerables ejemplos que proliferan sobre
todo en el período de la Guerra Grande. Vamos a de­
mostrarlo.
Alejandro Magariños Cervantes asegura que en 1820
la Media Caña ya se practicaba en los salones montevi­
deanos. En su novela de 1848, “Caramurú”, cuya acción
transcurre en la época de la dominación brasileña, al
describir a su protagonista, Lía Nisser, dicé que “ella
sabía todos los bailes antiguos y modernos, y los bailaba
con una gracia particular. En la sociedad escogida, con­
tradanzas, rigodones, gavotas, minuets, valses: en los de
menos etiqueta, o mejor dicho en los muy íntimos, entre
sus deudos, o amigas por extravagancia, boleras, cielitos,
mediacañas, y algunos otros inventados por el genio ale­
gre de los americanos”.
En la década 1820-1830, la Media Caña ya había su­
bido al escenario de la vetusta Casa de Comedias den-
tTO de la representación del célebre sainete criollo de

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