Alvarez Carrasco

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Revista Numismática HÉCATE Nº 6 ÁLVAREZ CARRASCO, R. I.

Superintendentes administradores, ensayadores y grabadores…

SUPERINTENDENTES ADMINISTRADORES, ENSAYADORES


Y GRABADORES EN LAS CECAS DEL PERÚ
VIRREINAL (1800-1826)
Ricardo Iván ÁLVAREZ CARRASCO*1
Fecha de recepción: 25/10/2019
Fecha de aceptación: 09/11/2019
Resumen

Las investigaciones sobre las cecas peruanas en el período colonial, han privilegiado
los aspectos operativos, administrativos y monetarios, dejando en segundo plano a los oficiales
que formaban parte de la enmarañada trama burocrática y que hicieron posible la actividad de
tales establecimientos. Este artículo tiene por finalidad introducirnos en la biografía, obra y
relaciones sociales de los superintendentes administradores, ensayadores y grabadores de las
Casas de Moneda que funcionaron en el territorio del virreinato del Perú durante el siglo XIX.

PALABRAS CLAVE: Casa de Moneda, superintendentes, ensayadores, grabadores, Perú

Abstract

The research on colonial Peruvian mints has privileged the operational, administrative
and monetary aspects, leaving in the background the officers who were part of the tangled
bureaucratic system that made possible the activity of such establishments. This article aims to
introduce us into the biography, work and social relations of the administrative superintendents,
assayers and engravers of the mints that worked in the territory of the viceroyalty of Peru during
the 19th century.

KEYWORDS: Mint, superintendents, assayers, engravers, Peru

U na forma poco explorada de entender el funcionamiento de la Real Casa de la


Moneda de Lima y otras cecas peruanas coloniales, consiste en desentrañar la
mentalidad de su organización, cuya raíz residía en el lugar de nacimiento, la
idiosincrasia, la interrelación y la clase social de su personal, otro factor era la
naturaleza del trabajo, así hasta la primera mitad del siglo XVIII, la labor de los
oficiales de talla era menos apreciada que la de los ensayadores - cuyas iniciales
figuraban en la impronta de las monedas -, ya que estos últimos tenían la importante
tarea de garantizar su contenido en metales preciosos, actividad consideraba
fundamental para el régimen monetario español, pues el valor intrínseco del circulante
era medular respecto a la estabilidad económica y financiera del Estado.
Esa preeminencia se hizo aún mayor al dictarse las reducciones secretas en las
leyes de las monedas de oro y plata en España y sus colonias, la primera en 1771
(Moscoso 2017:23; Murray 2016:26) y la segunda en 1786 (Murray 2016:28). La era de
los superintendentes administradores, que reemplazó la de los superintendentes oidores,
recién comenzó en el Perú en 1748, cuando la Real Casa de Moneda de Lima pasó a
manos de la Corona (Camprubí 1981:90).

*1Asociación de Historia de la Medicina Peruana y Parques Conmemorativos. Academia


Panamericana de Historia de la Medicina. E-mail: [email protected]

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La Real Casa de Moneda de Lima hasta mediados del siglo XVIII


El 21 de agosto de 1565 (Camprubí 1981:97), Felipe II dictó en Segovia, la Real
Cédula que fundó la Real Casa de Moneda de Lima (De Aliaga 1952:19), la primera en
Sudamérica, que inició sus actividades en marzo de 1568 (Camprubí 1981:98,99). Su
primer talla fue Antonio de Bobadilla, quien grabó monedas en cuya impronta aparece
la letra R, que corresponde al primer ensayador Alonso de Rincón, quien anteriormente
había laborado como grabador en la ceca de México y posteriormente sería el primer
ensayador y tallador en la de Potosí (Dargent 2018:75-77,92).
En 1572 el virrey Francisco de Toledo trasladó parte de la maquinaria de Lima a
la ciudad de La Plata, hoy Sucre, Bolivia, y después a Potosí (Mendiburu 1878:103),
donde estaba la mina de plata más importante del continente, cuya ingente producción
provocó, en 1574, la suspensión de la acuñación en Lima, reiniciada en 1577 y
nuevamente interrumpida en 1592 (Callirgos 2015:5). La ceca de Potosí fue escenario
de escandalosos fraudes (Fernández 2006-2007:49), que convencieron a Carlos II para
que emitiera, en 1683, la Real Cédula que ordenó la reapertura definitiva de la Real
Casa de Moneda de Lima (Camprubi 1981:100).
El establecimiento limeño sufrió el grave deterioro de su infraestructura a causa
del terremoto del viernes 28 de octubre de 1746, y dos años después fue incorporada a
la Corona española (Garland 1908:25). En 1751 llegó desde España el volante llamado
de San Andrés Apóstol (Salazar-Bondy 1981:125), que puso fin a la fabricación de
monedas a martillo –macuquinas–, iniciándose la producción del tipo columnario hasta
1772, en que se le reemplazó por el tipo busto que perduró hasta el final de la colonia
(Mendiburu 1874:227; Serrera 2015:1976). Dicho volante se utilizó por 99 años hasta
1850 (Moneda del coloniaje y de la República 1935:4).
La Real Casa de Moneda de Lima bajo la Corona española y los superintendentes
administradores que la dirigieron (1748-1821)
En 1746, dos años antes de la incorporación de la ceca limeña a la Corona, el rey
Felipe V ordenó al consejero andaluz Andrés Morales y de los Ríos Ramírez de
Arellano (n.1696-m.1775), caballero veinticuatro de la ciudad de Córdova y del
Consejo de Su Majestad en el de Real Hacienda (García 2018:209), se trasladara a la
ciudad de México para reconocer el sistema que regía en su casa de moneda y luego de
ello, se asentara en Lima, a la que llegó el 25 de mayo de 1748 (Mendiburu 1885a:357),
convirtiéndose en el primer superintendente administrador de su ceca (Bedoya
1952:23).
Dicha incorporación a la Corona supuso cambios radicales en la administración
y las relaciones laborales, los cuales fueron recogidos en las Ordenanzas de la Real Casa
de Moneda de Lima, aprobadas por la Real Cedula del 11 de noviembre de 1755, que
implicó la creación y transformación de nuevos oficios que derivaron en un largo
proceso de reclamaciones y compensaciones (Haro 2014:28).
Durante la gestión de Morales, los empleados de la Casa de Moneda fueron
elegidos por el virrey previa consulta con el superintendente (García 2018:209), así el 5
de julio de 1748 se designó a José Rodríguez de Carassa y Rodríguez de Carassa -
identificado por la letra J en el anverso - como ensayador mayor, adjudicándole un
sueldo anual de 1,900 pesos (Tauro 1983-1984:141), luego entre 1754 y 1755 lo
acompañó en esa labor el vizcaíno Domingo de Eyzaguirre y Escutasolo (n.1726-
m.1800), - reconocidos por sus iniciales JD en el anverso -.
Eyzaguirre había trabajado en la ceca de México, luego llegó a Lima, siendo
nombrado juez de balanza el 5 de junio de 1748, designación confirmada en la Real

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Cédula del 30 de agosto de 1751, en la que se le asignó un sueldo de 2,400 pesos


(Eyzaguirre 1930:17), ejerciendo el cargo hasta el 2 de noviembre de 1753, en que se le
eligió ensayador supernumerario, dos años después partiría a Chile donde ejerció como
ensayador mayor en su Casa de Moneda, allí contraería matrimonio con María Rosa de
Arechavala y Alday, con la que engendró doce hijos (Thayer 1989:51-52). En Lima,
Eyzaguirre había sido reemplazado por Manuel Iglesia Abarca, quien ensayó junto a
Rodríguez de Carassa entre 1755 y 1773 (JM en el anverso).
En 1751 se inició la acuñación de la moneda de cordoncillo (Garland 1908:24;
Haro 2014:29; Mendiburu 1885a:357), y en 1760 se culminó el nuevo edificio del
establecimiento, doce años después de la colocación de la primera piedra, el 2 de
noviembre de 1748 (Camprubí 1981:103), cuyos planos los diseñó el maestro de
arquitectura zaragozano Salvador de Villa (Vargas 1968:473). El 28 de julio de 1774 el
virrey Amat informaba del mal estado de salud del superintendente, proponiendo su
jubilación con el goce de sueldo completo por sus méritos, crecida familia y haber sido
el fundador de la Casa de Moneda de Lima bajo la Corona, menos de un año después, el
20 de junio de 1775, dicho virrey comunicaba el fallecimiento de Morales a Julián
Manuel de Arriaga y Ribera (n.1700-m.1776), secretario de Marina e Indias (García
2018:210); Morales ejerció la superintendencia por veintisiete años, desde 1748 hasta
1775.
El virrey propuso como reemplazo a Estanislao Francisco Javier Antonio de
Landázuri y de Bolívar (n.1727-m.1792), en segundo término a Pedro Pascual Vásquez
de Velasco y Quirós, primer conde San Antonio de Vista Alegre –título conferido por
Carlos III, el 30 de octubre de 1773– y director de las temporalidades del Cuzco, y por
último al vizcaíno Miguel de Arriaga, administrador general de derechos de alcabala y
almojarifazgo (García 2018:210,211; Gonzales-Doria 2000:220; Vargas 1942:296),
siendo electo el primero de los nombrados como el segundo superintendente
administrador de la Real Casa de Moneda de Lima (Cárdenas 1995:197; Casa Nacional
de Moneda 1902:8).
Landázuri era originario de Bilbao, Vizcaya, fue el primero que trajo este
apellido al Perú en 1750 (Rodríguez 2011:21), caballero de la orden de Santiago, cuya
labor en la ceca merecería la pública felicitación del Supremo Consejo de Hacienda
(Bedoya 1952:24). Se quiso jubilarlo por su frágil salud, pero el virrey consideró que
era útil en tal empleo (García 2018:213), que ocupó por diecisiete años, desde 1775
hasta su muerte ocurrida en Lima, el 17 de septiembre de 1792 (Cárdenas 1995:1692).
El tercer superintendente fue José de la Riva Agüero y Basso della Rovere
(n.1742-m.1809), nacido en Cartagena del Levante, Murcia, miembro de una familia
noble de Savona, Italia, y caballero supernumerario de la orden de Carlos III –23 de
abril de 1780–, se desempeñaba en México como director de los ramos estancados,
cuando en 1780 se le asignó para organizar en Lima los estancos del tabaco, naipes,
papel, breas y pólvora (Mendiburu 1887:89,90).
El 7 de julio de 1780 se casó con la limeña María Josefa Catalina Sánchez
Boquete y Román de Aulestia (n.1748-m.?) (Huerto 2018:72; Mendiburu 1887:90), con
la que tuvo a Josefa Gregoria y José Mariano de la Cruz (n.1783-m.1858), este último
fue el primer jefe de Estado peruano titulado presidente de la República. Ejerció la
superintendencia desde 1792, cargo que confirmó Carlos IV el 24 de marzo de 1793,
con un sueldo de 6,000 pesos, y lo ocupó hasta su muerte el 20 de julio de 1809 “sin
dejar ni aun lo necesario para ser sepultado y sin otro caudal para su hijo único varón,
hija y viuda que la memoria de sus virtudes cristianas y el renombre de un Ministro
sabio y justificado” (Huerto 2018:33,73).

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En 1793, en un claro acto de nepotismo, nada extraño para la época, el referido


hijo del superintendente Riva Agüero comenzó a laborar en la ceca que dirigía su padre,
desempeñando diversas funciones, entre ellas la de guarda de cuños, que se le concedió
interinamente el 3 de enero de 1800 y que ejerció por tres años, luego se le designó vista
de la fundición, que le fue adjudicada en propiedad el 6 de julio de 1804 (Deustua
1953:210-212), y finalmente juez de balanza, el 19 de mayo de 1809 (Huerto 2018:34),
apenas dos meses antes de la muerte de su progenitor.
A raíz de la muerte del superintendente Riva Agüero, el virrey Abascal designó
para sustituirlo interinamente a Eugenio Fernández de Valdivieso y Pérez de Villarroel
(Bedoya 1952:24), antiguo contador de la ceca limeña, quien ostentaba dicha plaza
gracias al título expedido el 21 de setiembre de 1787 (Guarda 1956:630), que lo
oficializó como sucesor del fallecido Juan Felipe Orueta (Haro 2014:67), designación
derivada de su matrimonio con Rosa Orueta y Eslava, hija del difunto (Mendiburu
1876:96). Durante dicho interinato, entre 1809 y 1811 (García 2018:214), empezaron a
circular las monedas con el busto nativo de Fernando VII.
El cuarto superintendente fue el guipuzcoano Juan Bautista de Oyarzábal y
Olavide (n.1749-m.?), antiguo funcionario que se inició en el Tribunal de Cuentas de
Lima como oficial entretenido - 10 de julio de 1771 -, luego ascendió a contador
entretenido y contador ordenador; desde el 1 de agosto de 1787 ejerció como tesorero
general del Ejército y Hacienda y el 27 de abril de 1789 fue nombrado contador mayor
del Tribunal de Cuentas de Chile (García 2018:214). En 1811 retornó a Lima, siendo
nombrado superintendente el 7 de enero de aquel año (García 2018:214), que ejerció
hasta 1818 (Mendiburu 1885b:219).
El 25 de setiembre de 1818, Carlos Lagomarsino, un comerciante español
asentado en Chota –Cajamarca– y luego en el puerto de Guayaquil –audiencia de
Quito–, quien se presentaba como hijo primogénito ilegítimo de Carlos IV, solicitó ante
Fernando VII, su supuesto medio hermano, el nombramiento de superintendente de la
ceca limeña, señalando “que la relación de sus servicios llenaría una resma de papel, y
que ellos se comprobaban con las proclamas descritas, “impresas y circuladas a su
costa en todas las provincias de América, con aceptación general y de todos los jefes”
(Medina 1904:85; Paniagua 1999:98,99).
Finalmente se designó como quinto y último superintendente al limeño Pablo
Terón y Prieto, funcionario de larga data, cuya familia mereció la protección del virrey
Abascal, primero se desempeñó como contador ordenador del Tribunal de Cuentas de
Lima (1792), luego ascendió a contador de segunda clase (1807), y finalmente de
primera (1814) (Mendiburu 1890:18,19), se le designó superintendente en 12 de julio de
1819 que ejerció hasta agosto de 1821 (Camprubí 1981:105; Casa Nacional de Moneda
1902:8; García 2018: 208; Miro Quesada 1934:30; Miro Quesada 1937:15), cuando fue
subrogado por el general San Martín, que eliminó dicho cargo y lo sustituyó por el de
director. La impronta realista de los Terón se confirmó cuando su hermano José fue
fusilado por los patriotas, en 1826, acusado de alta traición (Mendiburu 1890:19).

Situación política de España y su influjo en el circulante peruano (1808-1814)


En 1808 Napoleón pergeñaba el plan de hegemonía francesa en Europa, que
requería el aislamiento de Inglaterra y la marcha a través del territorio español para
invadir Portugal, ello desencadenó el motín de Aranjuez, el 17 de marzo de 1808 (Calvo
2011:173-174), y la renuncia de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII (Vargas
1966a:189,190), trastocando los planes de Napoleón que convocó a ambos y logró que
renunciaran al trono (Lafuente1863:181,182; Ruíz 2011:133), entregándolo el 6 de
junio a su hermano José (Restrepo 1827:100).
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Ese cambio dinástico había provocado la sublevación de Madrid, el 2 de mayo


de 1808, y la firma de la alianza con Inglaterra (Ruíz 2011:133), así se inició la Guerra
de la Independencia de España que concluyó en 1814 con el triunfo hispano, Fernando
VII fue devuelto al trono convirtiéndose en el monarca más amado y odiado de la
historia moderna española (Moreno 2001:17,19).
Esa guerra detonó la insurrección en las colonias españolas de América, que
concluyó en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, dejando una honda
huella en el régimen monetario de la metrópoli y las colonias americanas, primero fue la
falta de troqueles con la efigie de Fernando VII, que obligó a ordenar, el 10 de abril de
1808, el uso de los de Carlos IV con el nombre del nuevo monarca, disposición que se
cumplió en Guatemala, Bogotá, Popayán y México (Murray 2016:193), en otras cecas
se fabricaron cuños locales de Fernando VII (Ruíz 2011:136,137), como en Lima,
México y Santiago de Chile (Serrera 2014:1). Luego durante la guerra emancipadora
algunas cecas fueron ocupadas abrupta y alternativamente por ambos bandos, que en un
mismo año acuñaron monedas a nombre del rey y el bando patriota (Ruíz
2011:136,137).
Los grabadores de Lima en los últimos años de la colonia (1800-1824)
El plano secundario de los tallas posibilitó que, a diferencia de los
superintendentes y ensayadores, dicho cargo siempre lo ejerciera un español americano,
el cambio tecnológico, a mediados del siglo XVIII, hizo que su rol cobrara mayor
importancia, más aún cuando se inició el labrado de medallas, en particular para
recordar la jura de fidelidad a los nuevos monarcas. Sin embargo Lima, la capital del
virreinato más importante de la América meridional, careció de una escuela de bellas
artes por lo que el arte del grabado en su ceca tuvo una gran influencia mexicana
(Tamayo 1980:3).
El artista azteca José Rivero de Zúñiga ocupó el cargo de talla mayor de la Real
Casa de Moneda de Lima desde 1748 (Tamayo 1980:3), cuando llegó en compañía del
superintendente Morales, siendo el autor de las medallas por la jura de fidelidad de
Carlos III en la ciudad de Lima (1760) y de Carlos IV en Lima (1789), Tarma (1789) y
Huancavelica (1790) (Dargent 2018:157,159,192).
La medalla de Tarma tuvo un tiraje de 200 ejemplares por encargo del coronel
Juan María de Gálvez y Montes de Oca (n.1747-m.1820), primer intendente de Tarma –
1784 a 1791–, caballero de la orden de Carlos III y casado con Josefa Gregoria de la
Riva Agüero y Sánchez Boquete, hija del que tres años después sería el tercer
superintendente de la ceca de Lima (Arellano 1996:39; Fisher 1981:264; Fuentes
1988:69; Huerto 2018:27). Gálvez fue representado por Gregorio Guido quien
compareció ante el superintendente limeño, el 12 de diciembre de 1789 (Guido 1789:1-
8), gestión que se perennizó en el reverso de la medalla donde se grabó el apellido
“Gálvez”.
En diciembre de 1796, el talla mexicano Manuel Pérez de Ávila se embarcó en
Acapulco rumbo a Lima, para trabajar en su ceca (Riva Agüero 1797:10-14), en 1800
reemplazó como talla mayor a su compatriota Rivero de Zúñiga (Tamayo 1980:3).
Pérez de Ávila se formó bajo la dirección del grabador español Jerónimo Antonio Gil
(Tamayo 1980:3), fundador de una Escuela de Grabado al interior de la ceca de México,
que luego se convirtió en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos (Donahue-
Wallace 2004:50), y en Lima adiestró a los artífices José María Fernández de Soto
(Tamayo 1980:3) y Atanasio Dávalos Ojeda (Dargent 2018:197), ambos de futura gran
labor artística.

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Dávalos nació en 1787, era hijo legítimo de Andrés Dávalos y Ángela Ojeda, el
19 de mayo de 1800 fue contratado como aprendiz de talla en la ceca limeña, llegando a
talla mayor el 29 de julio de 1825, con un sueldo de 1,400 pesos (Dávalos 1827:1-6), así
inició una dinastía familiar que siguió su hijo Pedro Dávalos Montes (n.1817-m.?),
quien en 1850 era talla mayor (Leonardini 2003:36), y su nieto Florencio Timoteo
Dávalos Lisson (n.1853-m.?), hijo del anterior y de María Mercedes Lisson y Maza,
quien laboró en aquel establecimiento entre 1877 y 1887 (Goepfert 2015:11). En 1813,
Atanasio había contraído nupcias con Carmen Montes (Dávalos 1814:1-6).
El 27 de diciembre de 1805 se nombró a Félix Barreto como talla interino de la
ceca limeña, aparentemente por ausencia del Pérez de Ávila, adjudicándole un sueldo
anual de 1,100 pesos (Tamayo 1980:4), luego obtendría el empleo de talla mayor
(Continúan los donativos del Perú 1812:24), que ejerció hasta 1815, en que fue
reemplazado por Ramón Montaño.
El busto nativo limeño en las monedas de Fernando VII (1808-1811)
Todos los reyes de la Casa de Borbón, excepto Fernando VI y Luis I, tuvieron un
solo retrato en las monedas de sus reinados (Sabau 1952:49), la guerra franco española
(1808-1814), impidió la remisión de los punzones y matrices con la efigie de Fernando
VII a las colonias americanas. El 23 de marzo de 1808, los franceses ocuparon la ceca
de Madrid (Franco 2016:11), situada en el barrio de la Puerta de Segovia (Martínez
1800:111, Lámina 9), la acuñación española se trasladó a Sevilla, que también fue
tomada el 1 de febrero de 1810 hasta el 27 de agosto de 1812, las máquinas y cuños de
la ceca sevillana se reubicaron en Cádiz, uno de los últimos reductos hispánicos, donde
se instaló una ceca que funcionó de 1810 a 1815 (Serrera 2014:2).
El 10 de abril de 1808, se expidió la Real Provisión, que “respecto de que así en
esa Casa de Moneda de esos mis dominios, se ha de labrar y acuñar de ahora en
adelante toda la nueva moneda con mi real nombre y sin otra alteración alguna, he
resuelto que mientras no se reciban las matrices, se continúen las acuñaciones como
hasta aquí: con el real busto y nombre de mi augusto padre, sin variaciones de año,
cuidando de hacer, después con el nuevo cuño algunas acuñaciones con mi busto y
nombre, y año de mil ochocientos ocho, para acreditar por este medio que he reinado
en él…” (Escortell 1969:106,197; Revello 2015:4).
En el Perú, el virrey Abascal abrazó la causa de Fernando VII, ordenando que el
23 de setiembre de 1808 se publicara el bando que anunciaba la abdicación de Carlos IV
y la exaltación de su hijo, siendo la única colonia española de la América meridional en
que no se formó una junta de gobierno, y dicho virrey el más firme obstáculo para la
emancipación de este virreinato y de la Sudamérica española en su conjunto (Díaz
1948:24-27; Leguía 1973:336,337).
Habiendo trascurrido casi dos años desde el ascenso al trono de Fernando VII,
las autoridades de la América española carecían de los cuños para troquelar el
numerario con su efigie, ello incitó a que se ordenara la fabricación de punzones y
matrices propios que dieron origen a los llamados bustos nativos, el “indio” del
virreinato del Perú (fig. 1), el “imaginario” de la Nueva España (México), y el
“almirante” de la Capitanía General de Chile (Serrera 2014:1).
En 1809, el superintendente interino Eugenio Fernández de Valdivieso le ordenó
a Fernández de Soto, por entonces segundo oficial de talla, labrar la efigie de Fernando
VII que se acuñaría en las monedas de oro y plata, diseños que luego serían conocidos
como los bustos limeños, ello le demandó más de dos meses de trabajo en los que grabó
los cuños de 1808 y 1809 (Tamayo 1980:6-8), en un total de nueve matrices (Tierno
2012:241), cinco para las de plata y cuatro para las de oro (Murray 2016:194),

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habiéndose identificado hasta ocho variantes (Revello 2015:9), cuya calidad artística es
evidentemente inferior a los diseños imaginarios realizados en México y en Santiago de
Chile, en esta última lo elaboró Ignacio Fernández Arrabal, talla mayor de aquella ceca.
El historiador argentino Humberto Burzio reunió las piezas del busto limeño de
plata en dos grupos: el A tiene el busto a la romana coronado de laureles, moño y
cabello corto con rizos hacia adelante, con la leyenda FERDND VII. DEI. GRATIA,
fechadas en 1808 y 1809; el B aparece entre 1809 y 1811, se caracteriza por presentar
una cabeza más pequeña, un peinado menos pronunciado y la leyenda FERDIN VII.
DEI. GRATIA (Tamayo 1980:8).

Fig. 1. Anverso y reverso de 8 reales 1810.Tipo B del busto limeño de plata, con moño largo.
Ensayadores Juan Martínez de Roxas y Pablo Cano Melgarejo (JP). Colección personal.

En 1808 Fernández de Soto labró la medalla por la jura a Fernando VII en Lima,
que contrató el cabildo de la ciudad presidido por Gaspar de Cevallos y Calderón, tercer
marqués de Casa Calderón (Tamayo 1980:6), tardando siete días para elaborar tres
punzones con el busto del rey (Fernández De Soto, JM. 1821:1-5), en cuya base grabó
el apellido SOTO, en el reverso talló el escudo de Lima, debajo del cual aparece el
apellido del virrey Abascal y la fecha de la ceremonia –13.OCTOB.1808–.
También grabó la medalla de dicha jura en Tarma (Forrer 1930:212; Tamayo
1980:6-8), fabricada por encargo del capitán vizcaíno Ramón de Urrutia y las Casas
(n.1742-m.1812), gobernador intendente de Tarma (1796-1809); en cuyo anverso figura
el busto del monarca y el apellido SOTO en su base, en el reverso se yergue un león
rampante, característico de la heráldica hispana, debajo del cual está el apellido
URRUTIA y la fecha de la ceremonia NOVIEMBRE 18. DE 1808.
Fernández de Soto nació en Lima (Dávalos 1814:6), en 1773, ingresó a la ceca
limeña como meritorio el 5 de abril de 1791, ascendió a oficial de talla en 1800,
figuraba como oficial segundo de talla el 27 de noviembre de 1805 y en marzo de 1820
ascendió a talla mayor, habría fallecido en el Cuzco o camino a esta ciudad, entre 1823
y 1824 (Tamayo 1980:3,4,8,13,14).
Los cuños y matrices con el busto estándar de Fernando VII (1811-1824)
En la Casa de Moneda de Cádiz laboró el talla Félix Sagau y Dalmau de
Galcerán (n.1786-m.1850), artista barcelonés que en 1809, hallándose en Madrid, fue

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forzado a grabar las matrices de las monedas de José I Bonaparte, trabajo que dejó
inconcluso al huir a Sevilla donde se puso a órdenes de la Suprema Junta Gubernativa
del Reino, que “le confió la urgentísima ejecución de las matrices originales para la
moneda del nuevo reinado del Señor Don Fernando VII, cuyas obras efectuó con la
mayor celeridad” (Serrera 2014:6,7). El 23 de agosto de 1811, el Consejo de Regencia
lo designó “grabador general de estos Reinos” (Serrera 2014:7).
En 1811 se le encargó hacer los cuños del “tipo general de los distintos valores
de las monedas indianas”, este busto de Fernando VII era muy parecido al de la
medalla que grabó para conmemorar la Constitución de 1812 (Serrera 2014:7-9,11),
tales cuños se remitieron a las cecas americanas desde fines de 1811, que así pudieron
fabricar el nuevo numerario que empezó a circular en 1812 (Serrera 2014:2,14).
La Real Casa de Moneda de Lima fabricó numerario de plata con los bustos
diseñados por Sagau entre 1811 y 1824 (fig. 2), y de oro entre 1811 y 1821 (Murray
2016:198,204), no obstante que dicha ceca estuvo en manos del bando patriota, con
algunos períodos de interrupción, entre 1821 y 1824.
En 1815, Ramón Montaño, que laboraba como oficial primero de talla, fue
promovido a talla mayor que ejerció hasta su muerte en marzo de 1820, lo sustituyó
Fernández de Soto, que el día 17 de aquel mes pidió el ascenso de Atanasio Dávalos a
segundo de talla, de José Patricio Cañoli como tercero, y Vicente Herrera como
aprendiz (Tamayo 1980:8).

Fig. 2. Anverso y reverso de 8 reales 1819. Busto estándar. Ceca de Lima. Ensayadores Juan
Martínez de Roxas y Pablo Cano Melgarejo (JP). Colección personal.

Dávalos había demostrado su destreza al grabar poco tiempo antes la magnífica


medalla que celebró la defensa del Callao contra las incursiones de los insurgentes, en
marzo y octubre de 1819, en cuyo anverso se aprecia una imagen del enfrentamiento
naval y el apellido DAVALOS en el exergo, el reverso sólo tiene una inscripción
alusiva.
Existen monedas limeñas fechadas en 1824, desde ¼ de real hasta 8 reales,
ensayadas por Juan Martínez de Roxas y Manuel Rodríguez de Carassa y Rivas (JM en
el reverso), en esta última denominación exhiben un busto del rey diferente a los
anteriores; Murray cree que se acuñaron en el lapso en que los españoles retomaron
Lima (Murray 2016:198). En efecto, el brigadier español Juan Antonio Monet,
aprovechando la ausencia de Bolívar, tomó la ciudad el 27 de febrero de 1824,
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permaneciendo hasta el 18 de marzo (Vargas 1966b:310,317), pero no se conoce ningún


reporte del mencionado oficial que confirme el aserto de Murray.

Los ensayadores de Lima en los últimos años de la colonia (1800-1824)


Entre 1787 y 1803 los ensayadores de la ceca limeña fueron Ignacio Zenón
Gálvez y Juan Martínez de Roxas (IJ en el reverso), luego lo hicieron Juan Martínez de
Roxas y Pablo Cano Melgarejo (JP en el reverso), entre 1803 y 1824 (Murray
2016:198,204), y en 1824 efectuaron esa labor Juan Martínez de Roxas y Manuel
Rodríguez de Carassa y Rivas (JM en el reverso).
Gálvez, que antes había sido ensayador junto a Manuel Iglesia Abarca y sus
monedas presentaban las marcas MI en el reverso, falleció el 1 de julio de 1803
(Gutiérrez 2014:650,652). La emisión de oro en 1803 comenzó el 1 de agosto de aquel
año, lo que significa que el primer grupo de monedas con las marcas IJ, se acuñaron
luego de su muerte, es probable que los cuños con tales iniciales estuvieran dispuestos
desde antes y se utilizaran hasta el nombramiento del nuevo ensayador (Gutiérrez
2014:652).
Martínez de Roxas era natural de las Montañas de Santander, Cantabria, ejercía
de ensayador primero desde el 27 de junio de 1803, aunque recién el 6 de agosto el
virrey Gabriel de Avilés informaba la vacancia de ese cargo a Miguel Cayetano Soler,
ministro de Hacienda, que aquel mismo día se le otorgó formalmente, gracias a la
propuesta del superintendente Riva Agüero, mereciendo la ulterior Real confirmación y
un sueldo de 3,000 pesos (García 2018:215,216).
La foja de servicios de Martínez de Roxas se iniciaba el 22 de febrero de 1771
como portero de la calle con 400 pesos de sueldo, dieciséis años después, el 14 de
septiembre de 1787 fue ascendido a ensayador segundo, con Real confirmación, y un
sueldo de 1,500 pesos; además desde el 21 de noviembre de 1774 fue subteniente
reformado del Regimiento de Milicias, el 7 de septiembre del año siguiente se le
ascendió a teniente, y el 16 de octubre de 1798 se le concedió el retiro con el grado de
capitán (García 2018:215).
Cano Melgarejo nació en Lima, el 2 de enero de 1780 empezó como guarda vista
de la fielatura, en el que había servido su padre Juan José Cano Melgarejo por cuarenta
años, sin dejar dicho empleo fue nombrado teniente beneficiador de tierras el 21 de
febrero de 1781 y perito beneficiador interino el 13 de mayo de 1787, encomendándole
el examen y exposición de las azoteas altas de la ceca limeña, para aprovechar los
metales que se volatilizaban por sus chimeneas (García 2018:215).
El 2 de noviembre de 1816, el virrey Joaquín de Pezuela escribió a Manuel
López Araujo, secretario de Estado en el despacho de Hacienda, comunicándole que
Cano Melgarejo había solicitado honores de ministro de la Real Hacienda de las Cajas
Matrices de Lima, aduciendo sus más de treinta y seis años de servicios en la Real Casa
de Moneda y sus varios donativos para sostener las tropas contra los pueblos
sublevados; al año siguiente fue nombrado ministro honorario de Hacienda en Indias
(García 2018:216,217).
El 23 de diciembre de 1797, por disposición del superintendente Riva Agüero, se
le destinó para instruirse de ensayador, el 23 de marzo de 1799 obtuvo el título del
Superior Gobierno para ejercer dicho oficio previo examen del ensayador mayor del
Reino, y el 27 de junio de 1814 fue nombrado ensayador segundo, luego confirmado
por el rey; ejerció además la alcaldía del cuartel primero, barrio segundo de Lima, entre
1790 y 1791(García 2018:216,217).
García Vega se pregunta ¿por qué después de 16 años de servir como portero de
dicha casa, Juan Martínez de Roxas fue nombrado ensayador primero? En cambio Pablo
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Cano Melgarejo, que pasó por un proceso un tanto más largo y fue comisionado para
instruirse en la profesión de ensayador y validado para ejercerla con título del superior
gobierno, recibió el título de ensayador segundo.
Martínez de Rozas era español y Pablo Cano Melgarejo peruano, ¿sería acaso la
paisanía la razón de tales designaciones o una graduación de méritos y servicios poco
idóneas? (García 2018:216). Por entonces la meritocracia no solía ser usual, por encima
de ella estaban la nacionalidad, la pertenencia a una clase social, y el parentesco de
sangre o político
Manuel Rodríguez de Carassa y Rivas ingresó a la ceca limeña por intercesión
de su tío José Rodríguez de Carassa y Rodríguez de Carassa, quien fue el primer
ensayador mayor luego de su incorporación a la Corona, que así tuvo “la íntima
satisfacción de auspiciar la iniciación de su carrera al servicio de la Real Casa de
Moneda, tal como veinte años antes la iniciara él mismo bajo la protección de su tío
Juan Joseph Rodríguez de Carassa y Soldevilla” (Tauro 1983-1984:141).
La guerra de la independencia y su impacto sobre el circulante (1821-1824)
El volumen de acuñación colonial fue más o menos estable hasta la llegada del
ejército de San Martín, que se posesionó de Lima en julio de 1821(Murray 2016:199),
entonces se produjo una significativa reducción debido a que los españoles, antes de
abandonar la ciudad, tomaron los metales y las herramientas de la ceca, y destruyeron
parcialmente sus instalaciones, y además se dificultó el acopio de metales preciosos
porque las minas quedaron en los territorios dominados por los hispanos (Anna
2003:234; Yábar 2001:49).
El domingo 15 de julio se inició la firma del acta de la independencia y el
sábado 28 se le proclamó, finalizada la ceremonia, que se efectuó en la plaza mayor y
otras tres más, se lanzaron al público medallas que en su anverso rezaban “Lima juro
libre su independencia en 28 de julio de 1821” (Mendiburu 1890:369).
Se fabricaron 4,384 piezas y sus cuños fueron grabados por Fernández de Soto
(Álvarez 2001:16), existen dos diseños, ambos en plata, uno del módulo de 2 reales,
más común, en cuyo anverso el sol radiante tiene rostro humano, y otro de 8 reales,
donde la esfera del astro es plana (Goepfert 2015:15), y tiene una mejor calidad de
grabado.
El 23 julio el gobierno había oficiado a Pablo Terón, superintendente de la Casa
de Moneda de Lima, ordenándole “que al día siguiente de la proclamación y después
del solemne Te Deum en la Catedral, procediera a tomar juramento a la Independencia
a todos los trabajadores de esa institución” (Bákula 2005:40). Tal juramento se efectuó
el domingo 29 de julio en el salón de libranza bajo la fórmula indicada a Terón, siendo
notariado por el escribano Ignacio Ayllón, quien levantó el acta firmada por los
presentes, entre ellos Fernández de Soto, Dávalos, Cañoli, Herrera, Chacón y Gordillo
por la oficina de talla (Álvarez 2001:16; Tamayo 1980:11).
El 3 de agosto de 1821 San Martín asumió el título de Protector del Perú
(Álvarez 2001:17), cinco días después dictó el Estatuto Provisional, en cuyo sétimo
artículo de la sección segunda se dispuso que era potestad del Protector establecer:“…el
cuño provisional del Estado, pero se alterará el peso y ley, que ha tenido hasta el
presente la moneda del Perú…”, ello suponía mantener la denominación de las
monedas y el sistema bimetálico (Yábar 2001:43).
El 17 de agosto el gobierno notificó a Terón su cese como superintendente,
designando como director de la ceca a José de Boqui, el primero que ocupó dicha plaza
(Álvarez 2001:17); este fue un personaje novelesco y misterioso, nacido en Parma
(Italia), que actuó en Lima como agente encubierto de los patriotas durante los

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gobiernos de los virreyes Abascal y Pezuela, por ello muchos se extrañaron de aquel
nombramiento, ya que ignoraban sus estrechos vínculos con los insurgentes argentinos
(Álvarez 2001:9,10,11,16). Menos de un mes después, el 11 de septiembre, se nombró a
Cayetano Vidaurre, antiguo asentista de cobres de la ceca, como segundo director
(Yábar 2001:81).
Como se carecía de los cuños con los símbolos del bando independiente, se
continuó acuñando numerario con la efigie de Fernando VII, para remediar esta
paradoja Boqui y el ministro de Hacienda José Hipólito Unanue (n.1755-m.1833),
establecieron un Banco de Rescate al interior de la Casa de Moneda, con el fin de
adquirir metales de los particulares, pero este empeño se vio contrariado el 15 de
septiembre de 1821, cuando el vicealmirante Thomas Cochrane tomó los valores de la
ceca limeña, llevados a la caleta de Ancón para preservarlos de un probable
contraataque realista (Álvarez 2001:17-19).
El problema se remontaba a la campaña por la independencia de Chile, en que
los sueldos de la escuadra libertadora sufrieron grandes atrasos, San Martín se
comprometió a cancelar las deudas y los premios en cuanto se tomara Lima,
ofrecimiento que no honró (Cochrane 1863:147,148,188), el británico no creyó en las
explicaciones del gobierno patriota, que afirmaba que las arcas públicas se hallaron
vacías, y apenas se enteró del traslado de los valores con destino a Ancón, fue tras ellos,
comprobando que había casi 300,000 pesos, parte de ellos acopiados por el Banco de
Rescate (Álvarez 2001:19). Cochrane, sin contar con testigos del gobierno, los cuales
solicitó sin resultado, pagó los sueldos adeudados y luego devolvió los valores de los
particulares, pero ello no evitó que San Martín dictara su expulsión (Álvarez 2018:75).
San Martín decidió apelar al crédito público, pero no en la forma de empréstitos
forzosos tan abusados por el virrey Abascal, sino mediante la imposición de signos
circulantes no convertibles (Leguía 1973:330); el 14 de diciembre de 1821 se creó el
Banco Auxiliar de Papel Moneda, conocido como el Banco de la Emancipación, cuyo
propósito era la emisión de billetes, los primeros que circularon en el Perú (Salinas
2006:15; Yábar 2001:49,50).
El 1 de febrero de 1822 comenzaron a circular los billetes de 1 y 10 pesos y 2 y
4 reales (Yábar 2001:50-52), siendo declarados de uso obligatorio e imponiendo multas
a los que los rechazaran hasta por diez veces el valor rehusado (Dargent 1979:16). La
situación se hizo insostenible cuando apareció papel moneda falsificado a causa de la
simpleza de su fabricación (Yábar 2001:50-52), ninguna medida gubernamental sirvió
de revulsivo y el 13 de agosto de 1822 se ordenó su progresiva supresión (Salinas
2006:24).
Entonces se dispuso la acuñación de moneda feble para sustituir los billetes, ya
que su fabricación más compleja oponía mayor resistencia a la reproducción
fraudulenta, y permitiría las transacciones de baja denominación; el 18 de febrero de
1822, el marqués de Torre Tagle, supremo delegado en ausencia de San Martín, quien
alistaba su viaje rumbo a Guayaquil para entrevistarse con Simón Bolívar, decretó el
sellado de piezas de ¼ de real:“cuyo tamaño sea el de medio real de plata, que por una
cara tenga gravado un sol, y por la opuesta en el centro su valor en esta cifra ¼ que
denota un cuartillo: alrededor con el año en que se ha acuñado esta inscripción
Provisional” (Yábar 2001:52).
El autor del grabado fue Dávalos, empezando a circular en marzo de 1822,
fabricándose hasta la primera quincena de enero de 1823 (Yábar 2001:51,54,56-58),
siendo la primera moneda del Perú independiente (Álvarez 2018:77). Sobre la cantidad
total acuñada sólo existen datos parciales, sin embargo Yábar señala que se troquelaron
1’480,614 monedas (Yábar 2001:58).

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El 15 de julio de 1822, se publicó el decreto que anunciaba que al día siguiente


entrarían a circular las primeras monedas de 8 reales con el escudo del Perú, en este
caso el emblema provisional diseñado durante el régimen de San Martín (Álvarez
2001:23); grabados por Fernández de Soto (Yábar 2001:56,57), hoy se conocen como
los pesos del Perú Libre por el lema de su anverso (Álvarez 2018:77) (fig. 3).
En 1973, el numismático norteamericano Henry Christensen reportó una rara
prueba del anverso de esta moneda, tenía el módulo de 2 reales, con un diámetro de 27
mm y 6.725 gramos de peso, presentaba la leyenda REPÚBLICA PERUANA en vez de
PERÚ LIBRE (Christensen 1973:4).

Fig. 3. Anverso y reverso de 8 reales 1823. Tipo Perú Libre. Ceca de Lima. Ensayadores Juan
Martínez de Roxas y Pablo Cano Melgarejo (JP). Colección personal.

El 18 de noviembre de 1822, el congreso aprobó el decreto para fabricar piezas


de cobre de ¼ y 1/8 de peso, equivalentes a 1 y 2 reales, con el mismo diámetro y el
doble de grosor que las de plata del mismo valor (Dargent 1984:10). Al día siguiente lo
promulgó el ejecutivo y se publicó en La Gaceta del Gobierno, siendo su propósito el
mismo argüido para las de ¼ de real (Yábar 2001:59,64); esto posibilitó la clausura del
Banco de la Emancipación, decretada el 1 de agosto de 1823 (Dargent 1979:17). Sobre
la autoría de sus grabados existe una controversia, Dargent cree que corresponden al
buril de Fernández de Soto (Dargent 1984:10) y Yábar asevera que eran obra de
Dávalos (Yábar 2001:56,57).
El 4 de enero de 1823, Francisco de Paula Valdivieso y Prada (n.1773-m.1828),
ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, remitió un oficio al director de la ceca
limeña indicándole las modificaciones que debían efectuarse a las pruebas remitidas,
según el parecer del Congreso; estas pruebas presentaban la denominación en números
quebrados y la leyenda REP.PERUANA, que ahora debían expresarse en letras y
mostrar la inscripción REPÚBLICA PERUANA; además en el reverso se debía destacar
con mayor nitidez “la gorra de Tell” (Dargent 1984:10; Valdivieso 1823:1,2).
Es probable que el doctor José Hipólito Unanue, el médico e intelectual peruano
más brillante de la época, fuera el inspirador de los diseños de los billetes y las monedas
de cobre, en el inventario de sus bienes había una caja con monedas y medallas de
diferentes metales, y un libro sobre medallas antiguas escrito en latín, lo que indica
“que es muy probable que Unanue conociera de numismática e iconografía lo

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suficiente como para diseñar monedas y comprender lo importante que son como
elemento trasmisor de ideas” (Yábar 2001:54).
El 14 de enero de 1823 se inició la fabricación de las piezas de ¼ y 1/8 de peso, a
cargo de Manuel Rodríguez de Carassas y Rivas, guardia de materiales de la ceca, las de
¼ de real se dejaron de acuñar el día anterior (Yábar 2001:57,70); el 16 se contaba con
10,000 pesos en estas monedas y el 31 se anunció que al día siguiente se iniciaría su
circulación (Dargent 1984:10), a fines de febrero eran difícilmente aceptadas en el
comercio (Yábar 2001:70,76) y el 30 de setiembre el gobierno decretó su progresivo
retiro de la circulación (Gianelloni 1973b:17). En ambas denominaciones existen
ejemplares que tienen o carecen de la letra V, que corresponde a Cayetano Vidaurre,
asentista quien supervisó su fabricación.
En julio de 1921, con motivo del primer centenario de la proclamación de la
independencia, el gobierno de Augusto B. Leguía autorizó el sellado de las tres piezas
de cobre empleando los cuños originales, no existiendo una manera plenamente fiable
para diferenciar las antiguas de las modernas, sin embargo, las troqueladas en el siglo
XX sólo sirvieron como obsequio, por ende no circularon, manteniendo la mayoría el
brillo de fabricación, aunque es notorio que se hicieron con cuños desgastados.
Los realistas encabezados por el general José de Canterac (n.1787-m.1835),
ocuparon Lima entre el 18 de junio y el 15 de julio de 1823 (Álvarez 2018:80),
acuñando monedas de ¼, 1, 2 y 8 reales por un monto total de 200,000 reales (Murray
2016:198), todas fechadas en 1823. Un número indeterminado de estos 8 reales
emplearon como cospeles las monedas del Perú Libre (Bischoff 2016:12) y otras tantas
fueron contramarcados con una Corona Real (Gianelloni 1973a:9), al retirarse
desarmaron las máquinas de la ceca, que llevaron al Cuzco, y la incendiaron para
impedir la acuñación de dinero del bando enemigo (Álvarez 2001:29).
Casa de Moneda del Cuzco (1824)
Además del instrumental y maquinarias de la ceca limeña, Canterac llevó
consigo al superintendente Pablo Terón y Prieto, el ensayador y contador Tomás Panizo
y Talamantes, el guarda cuños Fernando Gonzales de Varea, el contador de moneda
Domingo Arriaga, el portero marcador de la sala de libranzas José Zapata y el guarda
vista de la fundición Antonio Imperial Cárcamo (Tamayo 1980:13). El 23 de julio de
1823, Cayetano Vidaurre, director de la ceca limeña por la huida de Boqui (Camprubí
1981:109), remitió al gobierno patriota el informe Razón de los empleados de esta Casa
de Moneda que han seguido la marcha del exército enemigo, dando por no habidos al
superintendente Terón, los tallas Fernández de Soto y Dávalos, y el ensayador Cano
Melgarejo, el mismo día informó sobre los empleados que permanecieron en Lima,
entre ellos el ensayador Martínez de Roxas, y los tallas Manuel Villavicencio y José
Patricio Cañoli (Tamayo 1980:13).
Cuando los españoles llegaron a Huancayo, los elementos materiales y el
personal de la ceca limeña fueron encargados al teniente coronel Antonio de Vigíl,
siendo trasladados al Cuzco, la nueva capital colonial del Perú, donde arribaron el 19 de
diciembre. El virrey había ordenado el 28 de noviembre de 1823, que Manuel Solares,
tesorero de la Casa de Moneda de Potosí, se trasladase al Cuzco para organizar la nueva
ceca (Ruíz 2011:137), aquel arribó con el contador Juan Bautista de la Roca y el
ensayador Gregorio Carril, instalando la ceca cuzqueña en un edificio por entonces
abandonado, que era la antigua sede del convento y hospital de San Juan de Dios
(Mendiburu 1887:305), que fue adecuado por Solares quien recibió para el efecto tres
mil pesos, entre el 26 de enero y el 27 de febrero de 1824 (Villanueva 1973:37-39).

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El superintendente de la ceca fue Pablo Terón y Prieto, el mismo que ejerció


dicho cargo en la de Lima entre 1819 y 1821 (Tamayo 1980:18). Existe evidencia
documentaria que en los primeros años de la República Terón retornó a su ciudad natal,
laborando en la Casa de Moneda por varios lustros (Necochea 1837:1).

Fig. 4. Anverso y reverso de 8 reales 1824. Tipo Busto estándar de Fernando VII. Ceca del
Cuzco. Ensayador Tomás Panizo y Talamantes (T). Colección personal.

El diseño de las monedas acuñadas en el Cuzco fue el mismo que las de Lima,
sólo se diferenciaban por la marca de la ceca CUZ en el reverso (Gianelloni 1974:6)
(fig. 4), por lo que es seguro que emplearon los mismos punzones remitidos desde
España, troquelando monedas de 1, 2 y 8 reales (De La Puente 2017:47), siendo el talla
de la ceca un oficial de apellido Herrera ¿tal vez Vicente Herrera? y el ensayador Tomás
Panizo y Talamantes (n.1796-m.1848), identificado con la letra T en el reverso, quien
ganaba más de 100 pesos mensuales, que equiparaba su cargo con el de guardacuños;
luego de la independencia, dicho ensayador regresó a Lima ocupando la misma plaza,
desde 1835 hasta su muerte en junio de 1848.
Panizo nació en Lima, en 1796, siendo hijo de Juan Manuel Panizo y Ortiz de
Foronda, y María de los Dolores de Talamantes y Baeza, contrajo matrimonio con
Lorenza de Zárate y Manrique de Lara, con la que tuvo cuatro hijos Francisco, Manuel,
María Concepción y Carmen. Panizo demuestra que esta era una época de veleidades y
lealtades endebles, ya que tres años antes, el 15 de julio de 1821, figuró entre los
firmantes del acta de la independencia (Santos 1831:7), y su hermano Juan José, un
aguerrido oficial de marina, está considerado entre los fundadores de la independencia
nacional.
En el libro Manual principal de la administración del tesoro público del Cusco
se consignan doce partidas de metal introducidas en la ceca entre el 10 de mayo y el 11
de diciembre de 1824, de las cuales solo una era de oro (El Sol del Cuzco 1825:2), y
aunque este listado no es necesariamente completo, se deduce una acuñación de 65,663
pesos y 2 reales de plata.
El 16 de diciembre de 1824 el brigadier Antonio María Álvarez, encargado del
gobierno del Cuzco, recibió una carta del virrey comunicándole la derrota en Ayacucho,
el 9 de ese mes, la cual acompañaba de una copia de la Capitulación firmada por La
Serna (Villanueva 1973:41), entonces se presentó el 19 ante el cabildo e informó estos
hechos, al día siguiente entregó su renuncia ante una junta de notables.

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El 25 de diciembre ingresaba al Cuzco el general Agustín Gamarra, gobernador


de la ciudad y director de su Casa de Moneda, quien debió continuar la amonedación
con el busto de Fernando VII, ya que no se contaba con los cuños del nuevo régimen, tal
situación perduró hasta principios de 1826, en que se comenzó a sellar monedas con las
armas de la República (De La Puente 2017:47).
Gamarra confirmó al talla Herrera y al ensayador Gregorio Carril, que habían
trabajado con los españoles, acuñando monedas de 8 reales y 8 escudos con el busto de
Fernando VII, fechadas en 1824, con la letra G o la variante G sobre T en el reverso,
que las diferencian de las fabricadas por los españoles (Bischoff 2016:12).
Las piezas de 8 escudos sólo se acuñaron durante la administración de Gamarra,
a pesar que los españoles habían colectado el oro y preparado los troqueles (El Sol del
Cuzco 1825:2). El 16 de enero de 1825, cuando la dominación española había concluido
en la práctica, Fernando VII aprobó la fundación de la Real Casa de Moneda del Cuzco
(Ruíz 2011:137), ese mismo día Juan Bautista de la Roca, contador de la ceca,
informaba a las autoridades patriotas la acuñación de circulante los días 4, 12 y 15 de
aquel mes, utilizando troqueles españoles.
La ceca en la fortaleza del Real Felipe, Callao (1826)
La fortaleza del Real Felipe en el Callao tenía un gran valor estratégico para
ambos bandos, durante la guerra paso sucesivamente de una mano a otra, a fines de
1823 estaba en poder de los patriotas, una parte eran tropas argentinas que participaron
en la campaña de Argentina y Chile, ahora relegadas a la retaguardia y sin gobierno
alguno, la división de los Andes era un cuerpo desestructurado y desmoralizado
(Rodríguez 2017:78).
El 4 de febrero de 1824, una cuadrilla dirigida por los sargentos argentinos
Dámaso Moyano y Francisco Oliva sublevaron la guarnición del castillo de la
Independencia, demandando regresar a su país, pero al no llegar a ningún acuerdo con el
gobierno patriota, recurrieron al coronel español José María Cesariego, prisionero en la
fortaleza del Real Felipe, que los convenció que se pusieran a disposición del general
Canterac, que ordenó al coronel José Ramón Rodil, comandante general de la división
central de Pisco, enrumbara al Callao y tomara posesión de la fortaleza, como hizo la
noche del 16 de febrero (Rodríguez 2017:79,81-83,91-92).
En las ordenes que le hizo llegar Canterac le decía “La Casa de Moneda, si le
parece a V. S., puede trasladarse al Castillo, al que también hará V. S. llevar una
imprenta corriente para hacer de ella el uso necesario” (Rodil 1955:153). El 16 de
agosto de 1824, el virrey José de La Serna rubricaba el oficio en el que le informaba
sobre la derrota en las pampas de Junín, ordenándole “por lo tanto tomará V. S. todas
las medidas enérgicas y ejecutivas que exije el servicio de S. M. para encerrar en el
Callao todos los útiles e instrumentos de esa Real Casa de Moneda, inutilizando los que
no puedan transportarse, para que por motivo alguno puedan sellar los enemigos las
platas que tengan” (Rodil 1955:191,192).
Se dice que Rodil instaló una improvisada ceca al interior de la fortaleza del
Real Felipe, resellando los 8 reales del Perú Libre con una corona semejante a la que
utilizó Canterac en 1823, pero consignando el año 1824; dicha contramarca se aplicó
indistintamente sobre el anverso y reverso. Lo que genera una gran controversia es la
presunta fabricación de 2 reales con el busto estándar de Fernando VII, fechados en
1826, con el monograma de la ceca de Lima, y las iniciales IR de los ensayadores; no
hemos hallado la identidad del posible grabador, pero existe la hipótesis que las
iniciales de los ensayadores corresponderían a Javier Francisco de Izcue (I) y José
Ramón Rodil (R).

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Izcue era un rico comerciante navarro naturalizado peruano, inmerso en la


vorágine de la guerra de la independencia y sus graves problemas económicos, desde
1820 continuó con su comercio oceánico, pero en vez de hacerlo con apoderados
españoles y desde Cádiz, lo hizo desde Gibraltar y con apoderados ingleses como James
Giró y Carlos G. Suett (Ruíz 2015:77), en 1824 quedó al interior del Real Felipe, donde
Rodil le encargó las cuentas de la Real Hacienda, por lo que sus bienes fueron
incautados por los patriotas (Cornelio 2015:151), al culminar el sitio de la fortaleza se
supo de su fallecimiento víctima del escorbuto, el 19 de enero de 1826, apenas cuatro
días antes de la rendición (Ruíz 2016:712), y la grave enfermedad de su hijo Juan
Francisco, rescatado de aquellas mazmorras donde estaba preso (Ruíz 2015:83).

Fig. 5. Anverso y reverso de 2 reales 1826. Fernando VII. Presunta ceca del Callao.
Ensayadores supuestos Francisco Javier de Izcue y José Ramón Rodil (IJ). Colección de
Rodrigo Franco Rosas.

Hasta la fecha sólo se conoce un ejemplar de estos 2 reales, que es propiedad de


un coleccionista peruano y cuya impronta nítida se publica por primera vez en este
artículo (fig. 5), su acabado es más crudo que el de sus pares limeños, está fabricado
sobre un cospel de plata, el busto de Fernando VII tiene más semejanza al de las piezas
acuñadas en la península, en particular en las cecas de Madrid y Sevilla, y su peso es de
5.6 gramos, que no corresponde al establecido en la norma vigente.
No existe evidencia del traslado al interior del Real Felipe de la maquinaria para
fabricar los cospeles y efectuar la acuñación, Rodil sólo contaba con algunas
herramientas provenientes de la Real Casa de Moneda de Lima, como señaló en su
capitulación (Ruíz 2015:83), las cuales no eran suficientes para tal labor, finalmente
dicho oficial no menciona estas monedas en sus memorias, algo inexplicable para un
logro técnico de esta magnitud y en esas condiciones.
La mayoría de estudiosos cree que es una fantasía o una falsificación de la
época, pero no existe un consenso al respecto, si finalmente se comprobara que es
genuina sería la última moneda acuñada a nombre de Fernando VII en la América
meridional española, independientemente de ello, la gran polémica alrededor de dicho
ejemplar lo ha convertido en uno de los principales enigmas de la numismática peruana.
En las páginas 102 y 103 del libro Las monedas obsidionales Hispano-
Americanas del chileno José Toribio Medina - Santiago de Chile, 1919 -, se presenta
una imagen probablemente de esta misma pieza, lamentablemente de muy mala calidad,

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bajo la siguiente descripción (Medina 1919:102,103): “Bajo el número 231 de las


monedas obsidionales Hispano-Americanas catalogué un real de a dos, cuyo diseño
repito aquí, de acuñación relativamente tosca, y que, más que eso, ofrece la
particularidad de llevar la fecha de 1826, pudiendo pensarse por esto que ha debido de
ser, probablemente, una de las pocas que se acuñaron en el Callao, con los utensilios
llevados de Lima por el jefe realista don Ramón Rodil; en todo caso, antes del 21 de
enero de dicho año, día en que se firmó la capitulación que entregó aquella plaza a las
fuerzas patriotas. Si tal hipótesis resultara acertada, habría que clasificar esa monedas
entre las obsidionales”. Esta es la única referencia bibliográfica sobre la moneda, no
existe otro documento al respecto (Tierno 2012:270).
El 22 de enero de 1826, Bartolomé Salom, general en jefe de las tropas que
sitiaron el Callao, remitía al general Juan Salazar, ministro de Guerra y Marina, los 31
puntos de la capitulación redactada por Rodil, en cuyo punto 20 proponía entregar “de
buena fe las municiones, obuses, armas, cañones, morteros, útiles de la casa de
moneda, imprenta de gobierno, archivos, talleres, almacenes , cuerpos de guardia, y
cuanto ecsiste en San Miguel, arsenal y baterías esteriores y esta plaza, al tiempo de la
capitulación, sin mojar Ia pólvora, corromperlos comestibles v pozos, maltratarlas
armas, dejar yesca o mecha encendida en los almacenes y hornillos, ni, baceroi.ro
fraude, entendiéndole e1 tiempo de la capitulación, el acto de su ratificación”; los
patriotas aceptaron aquel punto “conforme a las leyes de la guerra y buena fe,
entendida en toda capitulación” (Salom 1826:38-39; Rodil 1955:326).
Epílogo
La organización de la Real Casa de Moneda de Lima bajo la Corona española
(1748-1824), tuvo una clara influencia de su par mexicana, tanto en lo administrativo
como en lo artístico, el nombramiento de sus empleados, como en el resto de las cecas
coloniales hispanas (Bonnett 2013:103,110,113-118,141; Castro 2016:124-179; Omiste
1893:25-28), se relacionó, salvo excepciones, con criterios distintos a los méritos, se
priorizaron la nacionalidad española, la pertenencia a una clase social, y el parentesco
de sangre o político, a decir verdad ello fue una regla general para acceder a una plaza
importante en cualquier institución de la sociedad virreinal, constituyendo uno de los
factores del resentimiento de los criollos, que se sintieron injustamente desplazados por
los españoles, no obstante este sistema continuó en la República, con leves
modificaciones, hasta la aprobación del código civil y el código de enjuiciamiento civil
en 1852 (García 2018:10).
Otro elemento concurrente fue que la administración indiana, a partir del siglo
XVII, tuvo una clara preferencia por los navarros y vascongados, designándolos en los
puestos que requerían mayor confianza y preparación técnica; su presencia creció
ostensiblemente en los virreinatos del Perú y México, además de otras colonias donde
esa presencia era minoritaria como en el virreinato del Río de la Plata, y las Capitanías
Generales de Chile y Venezuela (Vásquez 1991:135).
En ese contexto el trabajo de los superintendentes administradores, ensayadores
y tallas de aquel establecimiento, se desarrolló con pocos sobresaltos hasta que
sobrevinieron los avatares de la guerra, primero la franco hispana (1808-1814) y luego
por la independencia (1821-1824).
La ceca del Cuzco (1824) y la presunta del Callao (1826) tuvieron como origen
común la coyuntura del segundo conflicto bélico, en el que el suministro de
herramientas y metales, a la par del reclutamiento del personal, estuvo dominado por las
graves dificultades y carencias derivadas de la situación política y militar, aunque la
cuzqueña trató de asemejarse a las establecidas en los dominios españoles, enlistando

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oficiales y operarios provenientes de la de Lima, concurrentes de grado o fuerza, y de la


de Potosí.
Las cecas de Lima y Cuzco, a pesar de sus grandes diferencias, en general
llevaron a efecto sus funciones dentro de estándares aceptables, mientras fue
materialmente posible, en gran medida por el celo de sus oficiales y/o por la estrecha
colaboración de los funcionarios de segundo orden, que habían hecho carrera en las
cecas formalmente establecidas, los cuales coadyuvaron al buen fin de tales actividades.
Sobre la del Callao sólo hay certidumbre del resellado de las monedas de 8 reales del
Perú Libre, el resto se pierde en la espesa bruma de la especulación y hasta de la ilusión
numismática.
Si este artículo logra estimular a los estudiosos para desarrollar investigaciones
más amplias que desentrañen las interrogantes que aún subsisten en el enmarañado
sistema de la empleocracia de las cecas coloniales peruanas, sólo entonces sentiremos
que hemos cumplido con el objetivo que nos trazamos.

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