Josafat y Las Amistades Peligrosas
Josafat y Las Amistades Peligrosas
Josafat y Las Amistades Peligrosas
Introducción
La Palabra de Dios siempre nos reserva sorpresas. Quizás usted lee la
Biblia desde hace muchos años y conoce la mayoría de sus historias.
Quizás sepa los nombres de cada uno de los personajes y recuerde los
episodios más famosos. ¿Qué interés puede presentar un libro que ya
ha sido leído tantas veces, en un mundo que ha cambiado tanto?
Cada mañana, leemos con interés las noticias de los periódicos, pero
poco después, quizá esa misma tarde, la información leída ha perdido
vigencia. No es extraño que, hacia la noche, las páginas de ese
periódico terminen arrugadas en algún rincón, si es que no son
utilizadas para envolver la basura que se junta al fin del día en la casa.
Los siglos han pasado, pero la humanidad sigue sin resolver sus
principales problemas. Los interrogantes espirituales continúan siendo
los mismos. El hombre aún necesita la luz del evangelio porque vive en
oscuridad a plena luz del día.
Al inicio de cada capítulo, usted encontrará las citas bíblicas en las que
se basa cada estudio. El propósito de estas citas es que usted lea
previamente el texto bíblico. Al final de cada capítulo, encontrará una
lista de temas afines que pueden ser útiles para la predicación o la
meditación en grupos de estudio bíblico. Asimismo, encontrará
preguntas que le servirán para la reflexión personal o grupal.
Nuestro Dios hace maravillas. El mundo ha cambiado y seguirá
cambiando, pero nosotros podemos decir junto al profeta Isaías: "La
hierba se seca, y la flor se marchita; pero la palabra de nuestro Dios
permanece para siempre" (Is 40:8).
— ¡Viva!
Todo empezó con una boda real. Tiempo atrás, el príncipe heredero de
Judá se casó con la princesa del reino vecino de Israel. Hasta el
momento, todo parece una novela romántica. Pero poco después, el rey
Josafat hace una visita oficial a su suegro, el rey de Israel. Este rey,
llamado Acab, ofrece una gran fiesta en honor de su yerno Josafat.
Pero lo que Josafat no sabe es que el precio de aquella fiesta va a ser
muy alto, y que será él quien tendrá que pagar la cuenta con creces. En
medio de las festividades, el rey impío de Israel le hace una sugerencia
al rey Josafat, y éste cae en una trampa que le va a poner en tremendas
dificultades.
Todos los cortesanos dirigen sus miradas hacia el rey de Judá. Josafat
ha sido tomado por sorpresa y en ese instante comprende que está en
una situación comprometida. Pero en vez de retroceder, cede y dice:
— Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo y mis caballos como tus
caballos.
— ¿No hay aquí algún profeta del SEÑOR, para que consultemos por
medio de él?
— ¡Por supuesto! — responde Acab — ¡Faltaba más! Aquí tenemos
nada menos que cuatrocientos profetas.
— Por favor, señor profeta, sea "positivo" como los otros profetas.
Diga lo mismo que los otros, así el rey se queda contento y le retribuirá
con un lindo obsequio.
Micaías mira al sirviente con tristeza. Piensa cómo es posible que sea
tan atrevido como para indicarle al profeta de Dios lo que tenía que
decir. Micaías responde y dice:
— He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no
tienen pastor, y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno
a su casa.
Una y otra vez Josafat se pregunta y dice: ¿Por qué vine a ver a Acab?
¿Por qué me comprometí a ir a la batalla? ¿Por qué me callé y no
defendí al varón de Dios?
Josafat no sabe qué hacer. Allí están los capitanes de los dos ejércitos.
El no quiere aparentar que tiene miedo. Pero se da cuenta que ha caído
en una trampa que le ha tendido su propio suegro. Los dos reyes se
separan y entran al campo de batalla. El rey de Siria ha dado la orden
de concentrar la lucha contra el rey de Israel.
A distancia desde una colina, Acab observa la escena y se ríe para sí:
Mientras tanto Josafat ya no puede escapar. Acab se ríe cada vez más.
— ¡Yo no soy el que ustedes creen que soy! ¡Yo no soy el rey de Israel!
Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel,
se apartaron de él.
Los términos son muy serios. El rey que "se había vendido a hacer lo
malo" y que había derramado la sangre inocente del creyente Nabot (1
R 21:20) había sido juzgado (Ga 6:7).
Josafat sabe que Dios no está contento con lo que él ha hecho. El Señor,
en su misericordia, le escuchó y le salvó, pero las cuentas no están
todavía arregladas. Antes de llegar a Jerusalén le sale al encuentro el
vidente Jehú quien le da un mensaje de parte del Señor:
En quinto lugar, hay un hecho extraordinario que tiene que ver con la
limpieza del carro de Acab después de su muerte. Esta parte de la
profecía es muy gráfica y la leemos con temor reverencial. La sentencia
de que en el mismo lugar en el que se derramó la sangre del justo
Nabot iba a ser derramada la sangre del injusto Acab, se cumple
fielmente (1 R 21:19). El relato que muestra a los perros lamiendo la
sangre del rey presenta una imagen cruenta y solemne acerca de un
Dios que, en su infinita justicia, ha decidido vengar la muerte de su fiel
siervo Nabot.
El texto que leemos en (2 Cr 18:22) no es fácil de entender: "Jehová ha
puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas". Por
supuesto que el Señor no crea el mal. El concepto aquí es que el Señor
ha permitido que esos profetas profetizaran de acuerdo a sus propios
deseos malvados. "Dios puso espíritu de mentira" es una manera de
decir que no estorbó que esto sucediera. Algo similar va a suceder en
relación con el anticristo tal como leemos en (2 Ts 2:11-12): "Dios les
envía un poder engañoso, para que crean la mentira a fin de que sean
condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se
complacieron en la injusticia".