R.N. 1073 2019 LP

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA CORTE

SUPREMA - Sistema de Notificaciones Electronicas


SINOE
SEDE PALACIO DE JUSTICIA,
Secretario De Sala - Suprema:SALAS CAMPOS Pilar
Roxana FAU 20159981216 soft
CORTE SUPREMA SALA PENAL PERMANENTE
Fecha: 03/03/2020 15:22:51,Razón: RESOLUCIÓN
JUDICIAL,D.Judicial: CORTE SUPREMA /
DE JUSTICIA RECURSO DE NULIDAD N.° 1073-2019
LIMA,FIRMA DIGITAL - CERTIFICACIÓN DEL
CONTENIDO
DE LA REPÚBLICA LIMA

Suficiencia de pruebas
En el caso materia de examen, las
pruebas incorporadas en el curso del
proceso, en el que se respetaron los
principios que regulan la actividad
probatoria, otorgan convicción y
certeza a este Supremo Colegiado
respecto a la responsabilidad de los
procesados.

Lima, treinta de octubre de dos mil diecinueve

VISTOS: los recursos de nulidad


interpuestos contra la sentencia del veintiséis de diciembre de dos mil
dieciocho por:
i) Juan Genaro Salazar Gamero, en el extremo en el que lo
condenó por la comisión de los delitos contra el patrimonio-
estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la Cruz y
otros; contra la tranquilidad pública-asociación ilícita para
delinquir, en perjuicio del Estado, y contra la confianza y buena fe
en los negocios-libramiento indebido, en perjuicio de Gregorio
Yauris Huarcaya, a diecisiete años de pena privativa de la libertad
y fijó la reparación civil solidaria en S/ 2 000 000 (dos millones de soles)
para los agraviados por el delito de estafa (sin perjuicio de devolverles
el monto apropiado) y en S/ 100 000 (cien mil soles) a favor del Estado.
ii) César Martín Chávez Slee, Juan Pedro García Vásquez y Juan de
la Cruz López Capuñay en el extremo en el que los condenó por
los delitos contra el patrimonio-estafa, en perjuicio de Ártico
Francisco Clemente de la Cruz y otros, y contra la tranquilidad
pública-asociación ilícita para delinquir, en perjuicio del Estado, a
los dos primeros a doce y al último a diez años de pena privativa
de la libertad y fijó la reparación civil solidaria en S/ 2 000 000 (dos
millones de soles) para los agraviados por el delito de estafa (sin

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perjuicio de devolverles el monto apropiado) y en S/ 100 000 (cien mil soles)


a favor del Estado.
iii) Ruth Yris Rodríguez Barrantes y Yan Carlos Vivanco Moreno, en el
extremo en el que los condenó por el delito contra el patrimonio-
estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la Cruz y
otros, a la primera a cuatro años de pena privativa de la libertad
suspendida condicionalmente por el periodo de tres años y al
segundo a tres años de pena privativa de la libertad suspendida
condicionalmente por el periodo dos años, y fijó la reparación civil
solidaria en S/ 2 000 000 (dos millones de soles) para los agraviados
por el delito de estafa (sin perjuicio de devolverles el monto apropiado) y
en S/ 100 000 (cien mil soles) a favor del Estado.
De conformidad con lo opinado por el señor fiscal supremo en lo Penal.
Intervino como ponente el señor juez supremo Príncipe Trujillo.

CONSIDERANDO

§ I. De la pretensión impugnativa

Primero. El recurrente Salazar Gamero, al desarrollar su recurso (foja 15


993), denunció una deficiente valoración probatoria y la vulneración de
la motivación de las resoluciones judiciales. Al respecto señaló que:
1.1. No se tomó en cuenta que las imputaciones en su contra datan
de fechas posteriores a su detención en diciembre de dos mil
once.
1.2. Ninguno de los agraviados lo sindicó o reconoció como una de
las personas que intervinieron en los contratos preparatorios y
otros documentos en el dos mil doce.
1.3. El hecho de que su nombre aparezca en estos documentos no
implica su participación directa, puesto que dejó varios firmados

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porque siempre viajaba, los que fueron indebidamente utilizados


por “Carlos Ibarra”, a quien traspasó la empresa, pero ello no
pudo formalizarse precisamente por ser detenido. En ese sentido,
no se valoró el contrato de traspaso que para tales fines nunca
fue tachado.
1.4. Su empresa fue constituida legalmente en el dos mil siete, por lo
que no puede atribuírsele el delito de asociación ilícita
únicamente por ser gerente general o dueño de aquella;
además, no se cumplieron sus requisitos típicos (organización, objeto
criminal y permanencia).

1.5. Debió tomarse en cuenta que en todo negocio no toda persona


puede satisfacer su adquisición, pero ello no constituye delito;
más aún si quedó detenido antes de las denuncias en su contra.
1.6. La estafa no puede ser un delito incorporado a la asociación
ilícita porque no causa afectación a la tranquilidad pública.
1.7. En juicio oral no se debatió el delito de libramiento indebido;
además, ello tampoco puede serle atribuido porque, cuando se
emitieron los cheques el veintisiete de abril de dos mil doce (para
ser cobrados el veintisiete de abril, el treinta de mayo, el veintinueve de junio y

el treinta de julio), ya se encontraba recluido. En todo caso, habrían


utilizado cheques en blanco firmados sin su conocimiento.
1.8. Se estableció indebidamente como inicio del cómputo de la
condena la fecha de la lectura de sentencia, cuando el
recurrente fue comprendido como reo en cárcel tras su escrito
de apersonamiento del veintisiete de diciembre de dos mil
doce, que debió ser la real fecha de inicio de la sentencia.
1.9. Articuló una excepción de cosa juzgada por el delito de
asociación ilícita, pues ya había sido condenado el catorce de
agosto de dos mil diecisiete por el mismo delito.

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Segundo. A su turno, los procesados César Martín Chávez Slee y Juan


Pedro García Vásquez coincidieron en señalar en sus recursos (fojas 15
983 y 15 988, respectivamente) que:
2.1. Se afectó el debido proceso, en virtud de que no se valoraron
todas las pruebas, con lo cual se demuestra su inocencia.
2.2. Existe suspicacia por el hecho de que, faltando sesiones para
emitirse sentencia, se dicte mandato de prisión preventiva por
quince días, por lo que existió un evidente adelanto de opinión.
2.3. No se tomó en cuenta que solo eran vendedores por corto
tiempo y no existe ninguna prueba que los vincule con el
propietario de la empresa, por lo que no existen los elementos
para la configuración del delito de estafa ni mucho menos de
asociación ilícita.
2.4. Las valoraciones hechas sobre sus conductas hacia los
agraviados (violentas o intimidantes) implicaron un sesgo subjetivo
en su perjuicio. Además, los agraviados no acreditaron sus
aseveraciones, pues ninguno los denunció personalmente o
presentaron garantías contra su vida, por lo que solo serían
resentimientos derivados del incumplimiento de la entrega de los
carros (incluso ninguno presentó su reclamo en el libro de reclamaciones).
2.5. No se tomó en cuenta que cualquier dinero que hayan recibido
de los agraviados se lo entregaron inmediatamente a
administración.

Tercero. Respecto de Juan de la Cruz López Capuñay, este señaló (foja


16 009) que:

3.1. No se tomó en cuenta que su labor solo fue la de vendedor por


comisión, y vendió de ocho a diez autos cuya entrega estaba a
cargo del administrador de la empresa y no de su persona.

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3.2. Nunca advirtió que vinieran personas al local para quejarse por
incumplimientos contractuales; por el contrario, observó que sí se
entregaban los vehículos vendidos.
3.3. La Sala Superior involucró a todos los agraviados sin determinar
específicamente cómo fue que cada uno de ellos resultó
afectado por su conducta.
3.4. En ninguno de los documentos incautados existe vinculación de
su persona con los hechos materia de autos; además, ninguno
de los agraviados señaló que los haya inducido a error.
3.5. Por lo tanto, no se configuran los elementos de la estafa ni los del
delito de asociación ilícita para delinquir. Del mismo modo, no se
cumplen los requisitos del Acuerdo Plenario número 02-2005
respecto a la declaración de los agraviados, pues no se apreció
la existencia de incredibilidad subjetiva.

Cuarto. Sobre la procesada Ruth Rodríguez Barrantes, esta formalizó su


recurso impugnatorio (foja 15 971), en el que sostuvo lo siguiente:
4.1. A pesar de que Irma Adela Huayana León la señaló como la
persona que la acompañó al banco a depositar su dinero, esta
misma agraviada reconoció a Milagros Maribel Marcela
Gamero Rojas como la verdadera persona que la acompañó.
4.2. No pudo haber atendido a los agraviados Mauro Timoteo
Orihuela Méjico, Fortunato Corrales Unperi y Héctor Fernando
Tune Condori porque ella solo trabajó un día en la empresa, que
coincidió con la fecha de la intervención policial.
4.3. Respecto al dinero recibido de Ángel Ricra Vega (USD 9000 –nueve
mil dólares americanos–), el día de la intervención, por intermedio de
la procesada Milagros Eloísa Pedraza Morante, se tiene que su
presencia se debió a que recién laboraba desde un día antes;

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más bien, la existencia del dinero se acreditó con el voucher de


foja 284, por lo que nunca se quedó con el dinero.

Quinto. El imputado Yan Carlos Vivanco Moreno, en su escrito de


nulidad (foja 16 033), únicamente cuestionó el quantum de la pena,
debido a que se había acogido a los beneficios de la conclusión
anticipada y ello debió verse reflejado en la sanción final, así como en
la fijación de la reparación civil.

§ II. De los hechos objeto del proceso penal

Sexto. Según la acusación fiscal (foja 12 165):


6.1. Producto de la interposición de diversas denuncias, se estableció
la existencia de una empresa denominada Jusaga E. I. R. L. (en
adelante, Jusaga), de propiedad del procesado Juan Genaro
Salazar Gamero, conformada por una organización de personas
(los demás recurrentes, entre ellos) que se dedicarían a estafar a
personas que se constituyeron a sus locales ubicados en la
avenida La Marina 440 y la avenida Bolívar 952, ambos en el
distrito de Pueblo Libre, mediante ventas ficticias de vehículos
automotores de importación.
6.2. Para ello, convencían a las ocasionales víctimas para que
efectuaran pagos totales o parciales del precio ofertado de los
vehículos que deseaban comprar y, tras ello, se les informaba
que estos les serían entregados luego del cumplimiento de
distintos trámites administrativos, pero que al final nunca se
llegaban a perfeccionar.
6.3. En mérito del cúmulo significativo de denuncias, el Juzgado
Penal de Turno Permanente de Lima autorizó la diligencia de
allanamiento de los locales donde funcionaba la empresa en

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mención, en la que los procesados Ruth Yris Rodríguez Barrantes,


César Martín Chávez Slee, Juan Pedro García Vásquez y Juan de
la Cruz López Capuñay laboraban debidamente instruidos y
preparados para atraer a las víctimas, ofrecer precios muy por
debajo del mercado, conseguir la firma de documentación
contractual y depositar el dinero recibido a las cuentas de la
empresa o vinculadas a esta (entre las que se encontró la facilitada por
Yan Carlos Vivanco Moreno), tras lo cual exponían diversas
justificaciones para postergar la entrega del vehículo
previamente “vendido”, pese a los constantes reclamos de los
agraviados.
6.4. De este modo, con la documentación recabada en la diligencia
de allanamiento a los locales de la empresa y las sindicaciones
realizadas por los agraviados, se estableció no solo la
configuración del delito de estafa, sino también la conformación
de una organización dedicada a cometer precisamente dicho
delito contra el patrimonio que databa de años previos, siempre
liderada por Juan Salazar Gamero.
6.5. Precisamente dicho representante legal de la empresa Jusaga
–Salazar Gamero– emitió cheques a nombre del agraviado
Gregorio Yauris Huarcaya, quien al intentar cobrarlos notó que
las cuentas de procedencia no tenían fondos por haber sido
canceladas previamente.

§ III. De la absolución en grado

Séptimo. En primer lugar, se debe señalar que el colectivo de


denuncias contra los acusados ameritó una diligencia judicial
debidamente motivada, en la que se recabó:

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7.1. El acta de allanamiento, descerraje e incautación (foja 125) en el


local de la avenida Bolívar 952, en el distrito de Pueblo Libre,
donde se intervino a Milagros Eloísa Pedraza Morante, Álvaro
Alexander Meza Rimachi, Jeremy Fernando Flores Montes, César
Martín Chávez Slee, Juan Pedro García Vásquez, José Luis
Ramírez Cadenas y Ruth Yris Rodríguez Barrantes con un
contingente de documentaciones referidas a los contratos y los
pagos efectuados por los agraviados; adicionalmente, se
encontraron cuatro camionetas y dos automóviles en exhibición.
7.2. El acta de registro domiciliario e incautación de documentos (foja
129) del local ubicado en la avenida La Marina 440, en el distrito
de Pueblo Libre, donde se incautó una significativa cantidad de
documentos relacionados a contratos y pagos efectuados por los
agraviados (recibos de ingresos –fojas 164 a 180–, transacciones judiciales –
fojas 181 a 194–, cartas de compromiso –fojas 195 a 212–, contratos
preparatorios –fojas 213 a 249–, solicitudes de crédito –fojas 254 a 266–, vouchers
de depósito en cuentas bancarias –fojas 277 a 294–, cartas notariales –fojas 295

a 311–, solicitudes de conciliación –fojas 321 a 327–, entre otros).

7.3. El acta de situación vehicular e inventario (foja 153) respecto a


once vehículos incautados en el local de la avenida Bolívar 952,
en el distrito de Pueblo Libre.

Octavo. De este modo, se tiene que el cúmulo de denuncias (de las que
en este punto se hacen referencia de forma genérica y global para, posteriormente,

detallarlas respecto a cada recurrente) dan cuenta de que:


8.1. Estos acudían a las tiendas de la empresa Jusaga en busca de
adquirir vehículos.
8.2. Al llegar eran atendidos por vendedores de dicha empresa,
quienes les informaban de los beneficios y precios por debajo
del mercado automotor. Asimismo, estos les indicaban los

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documentos que debían llenar y el trámite a seguir


dependiendo de la modalidad de pago (total o parcial).
8.3. Una vez que los agraviados llenaban los documentos indicados y
efectuaban los pagos correspondientes (directamente en efectivo o
mediante depósitos a cuentas bancarias), se les indicaban las fechas
en las que se les entregarían los vehículos adquiridos.
8.4. Sin embargo, llegada la fecha de entrega, esta no se
efectuaba, y los recurrentes brindaban distintas justificaciones
para ello y reprogramaban la fecha para otra oportunidad.
8.5. Ello se suscitó en numerosas oportunidades, en que a las víctimas
se les hacían firmar diversa documentación reprogramando la
entrega e, incluso, comprometiéndose a la devolución en partes
del dinero entregado.
8.6. Empero, dada la gran cantidad de víctimas que fueron
afectada por las acciones de la empresa y los recurrentes, se
dirigieron ante las autoridades para denunciar haber sido
estafadas.

Noveno. Ahora bien, adicionalmente a la aceptación de cargos


efectuada por el procesado Yan Carlos Vivanco Moreno respecto a su
participación en los hechos materia de autos, este Colegiado Supremo
considera necesario hacer hincapié en la participación del procesado
Frank Espinoza Reynoso, pues este no recurrió en nulidad contra la
sentencia materia de autos, en la que también se le condenó. Ello
resulta esencial para el tema de discusión, pues fue sindicado por los
agraviados como el administrador de la empresa con quien eran
delegados por los vendedores cuando acudían a reclamar por la
demora en la entrega de los carros (además de reconocerlo plenamente en
todos los casos por su particular cabellera). Así, se aprecia que Manuel
Gonzales Rodríguez, Félix Arce Sosa, Lenner Hernández Morales, Jonny

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Julio Mora Rodríguez, Zenón Ojeda Salas, Yener Andrés Rosales, María
Delmira Méndez Daza, Pedro Jiménez Liendo, Irma Adela Huayana
León y Griceldo Núñez Cevallos fueron algunas de las víctimas que
directamente lo señalaron y refirieron su comportamiento como
esencial para la materialización del despojo de su dinero y evitar la
entrega de los vehículos. Esta mención contra el procesado Espinoza
Reynoso resulta significativa, pues al no haber impugnado la presente
sentencia manifiesta una evidente conformidad con los cargos
imputados y coadyuva a demostrar no solo la teoría fiscal, sino la
propia materialidad de los hechos. Esta misma situación también debe
destacarse respecto a los procesados condenados Fernando Raphael
Panduro Apéstegui, Jorge Juniors Espinoza Reynoso, Óscar Martín
Campos Utia, Emmanuel Emilio Oliver Domínguez Francisco, Manuel
Ángel Pumahuacre Mendoza, Jeremy Fernando Flores Montes y Félix
Wilfredo Mere Guerrero (quienes tampoco recurrieron la presente sentencia en
su calidad de vendedores).

Décimo. Ahora bien, también debemos señalar que, después de haber


analizado con más detalle las declaraciones de los agraviados e
incluso las de los propios acusados, se puede llegar a las siguientes
conclusiones:
10.1. Para la recolección del dinero de los agraviados, se usaron
cuentas bancarias de personal de limpieza o terceros, y no solo
de la propia empresa o del dueño de esta. Uno de ellos fue el
procesado Yan Carlos Vivanco Moreno, quien indicó que lo hizo
directamente a pedido del procesado Salazar Gamero.
10.2. Todos los procesados indicaron que entregaron el dinero a “una
secretaria” de quien no recordaban el nombre completo y a
quien solo conocían como “Marita”.

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10.3. También indicaron que el administrador y encargado del


negocio sería un tal “Carlos Ibarra”, persona que se encargaría
de entregar los carros vendidos, y a quien Salazar Gamero
señaló haber transferido su empresa después de su detención en
diciembre de dos mil once. Sin embargo, nuevamente Yan
Carlos Vivanco Moreno refirió que el abogado de Salazar
Gamero le indicó que el señalamiento del nombre de tal
persona solo fue una estrategia de defensa.
10.4. En las tiendas que finalmente fueron allanadas se encontraron
vehículos en exhibición que incluso eran ofrecidos para entrega
inmediata (lo que se condice con la apariencia de formalidad del local y la
estrategia desarrollada para generar confianza y lograr el despojo

patrimonial).

10.5. Los procesados refirieron que nunca recibieron dinero en


efectivo, sino que este era inmediatamente derivado a la
secretaria o era depositado a sus cuentas; sin embargo, varios
de los agraviados señalaron lo contrario.
10.6. Los encausados refirieron que nunca advirtieron que personas se
presentaran a la tienda para quejarse por algún problema, lo
cual también fue desmentido por los agraviados.
10.7. Según las víctimas, el encargado de la entrega de los vehículos y
los reclamos era Frank Espinoza Reynoso (los vendedores las
derivaban a él).

10.8. Existían sintomáticas respuestas para evitar entregar los vehículos:


demoras de la importación, trámites de aduanas o de la tarjeta
de propiedad; asimismo, se expedían compromisos simples y
notariales para la entrega de los vehículos y hasta se celebraban
transacciones extrajudiciales con devoluciones parciales del
dinero recabado.

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10.9. Según los agraviados, en algunos casos los procesados se


identificaron con nombres que no se correspondían con los reales.

Undécimo. Debe apreciarse que los principales argumentos de los


recurrentes coinciden en que los hechos materia de autos no cumplen
los requisitos para la configuración del delito de estafa, sino que se
trataría de simples incumplimientos contractuales.
En mérito de ello, consideramos pertinente hacer las siguientes
precisiones doctrinarias (PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de derecho penal. Parte
especial II-A. Lima: Ediciones Jurídicas, 1995, pp, 271-295):

11.1. Es necesario enfatizar que la esencia de la estafa es el engaño. El término de


engaño debe entenderse en su significación común como “falta de verdad
en lo que se piensa o se hace creer” con la finalidad de producir error e
inducir al acto de disposición patrimonial.
11.2. Ardid es un medio empleado hábil y mañosamente para el logro de algún
intento; astucia es la habilidad, carácter mañoso y audaz con que se
procede para conseguir un provecho ilícito creando error en la víctima; y,
finalmente, engaño indica la falta de verdad en lo que se dice, cree, peina o
discurre. El engaño debe ser suficiente, bastante para hacer incurrir en error.
Lo que se trata de determinar sobre la idoneidad del engaño es si el error ha
sido consecuencia del engaño, o, por el contrario, consecuencia de alguna
actitud negligente reprochable a la víctima.
11.3. El otro extremo del engaño es el error, necesario para que la persona
engañada haga la disposición patrimonial. El error es un conocimiento
viciado de la realidad, una falsa representación de la realidad, consecuencia
del engaño que motiva el acto dispositivo. Es un vicio en el que incurre el
sujeto pasivo, quien adquiere nociones e ideas deformadas sobre una cosa,
sobre un proceso cualquiera, de modo que una es la verdad y la otra su
apariencia. La regla contiene una innovación al indicar que no es suficiente
inducir a error, sino que también inducir a mantener el error en el que ya se
encuentra la persona.
11.4. La víctima a consecuencia del error realiza una disposición patrimonial. En
efecto, debe existir un acto voluntario, aunque con vicio de consentimiento a
causa del engaño y el error. La disposición patrimonial es lo esencial, porque

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aunque haya engaño, error o perjuicio, si no hay disposición no hay estafa y


es justamente aquí donde la estafa se diferencia de los delitos de
apoderamiento, cuando el sujeto pasivo voluntariamente dispone del bien,
aunque con voluntad viciada.
11.5. El perjuicio lo entendemos como el daño real que padece el engañado o un
tercero, a consecuencia de la disposición patrimonial, merced al error d que
es objeto. El perjuicio debe ser real, no basta el mero peligro o la amenaza de
sufrirlo.

Duodécimo. En el presente caso, y de las pruebas analizadas que


fueron debidamente incorporadas, se observa que:
12.1. La empresa Jusaga funcionaba en el rubro de importación y
venta de automóviles de segunda mano a precios por debajo
del mercado (pese a que se demostró que en la fecha de los hechos no
había realizado alguna importación de vehículos).

12.2. Los tratos que realizaban los trabajadores de la empresa se


fundamentaban en la promesa de la entrega inmediata o
próxima de los vehículos ofertados.
12.3. Incluso existían modelos en exhibición, los que también eran
ofrecidos para su venta y entrega instantánea (lo que generaba la
confianza de los compradores, quienes se mantenían en error ante la

apariencia de una realidad falsa).

12.4. Se llevaba a cabo una serie de llenados de documentos


tendientes a dar apariencia de formalidad a los contratos de
compra directa o en parte.
12.5. Con todos los hechos precedentes, se convencía a los
agraviados para que entregaran el dinero por el bien ofertado
de forma directa a los vendedores o a través de depósitos en
cuentas bancarias propias o indirectamente vinculadas a la
empresa.

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12.6. Los vehículos no eran entregados en las fechas prometidas y se


iniciaba un nuevo procedimiento tendiente a dilatar o
reprogramar la entrega del vehículo que finalmente, en ningún
caso, se materializó.
De este modo, resulta evidente que el sistema empleado por los
recurrentes no solamente significó una falta de cumplimiento
contractual, pues las condiciones precedentes en que se celebraron
los compromisos y contratos con las víctimas no fueron claras e, incluso,
aparentaron circunstancias ajenas a la realidad, lo cual conllevó que
el desprendimiento voluntario de dinero de los agraviados se
encontrara viciado, el que (por demás) se mantuvo durante un periodo
prolongado de tiempo hasta que fue materia de denuncia.

Decimotercero. Ahora bien, respecto a la vinculación y


responsabilidad de los procesados con los hechos materia de autos, se
demostró que los procesados César Martín Chávez Slee (directamente
señalado por los agraviados Sergio Calle García, Fernando Manuel Valverde Mori,
Mirella Ailin Castillo Pérez, Zenón Ojeda Salas, María Delmira Méndez Daza, Pedro
Jiménez Liendo, Irma Adela Huayana León, Víctor Torres Gutiérrez, Erick Milton
Vasconsuelos, Mario Germán Gallo Calderón, José Manuel Barúa Araya, Vicky
Casaya Puma, Eufracio Hilario Javier Arapa, Mario Guillermo Delgado Ticona, Héctor

Tune Condori, Fortunato Corrales Unperi y Daniel Victoriano Puntillo Mishti), Juan de
la Cruz López Capuñay (directamente señalado por los agraviados Sergio Calle
García, Hugo Efraín Araníbar Castro, Ricardo Manuel Suárez Jacay, Eliseo Quilla
Gonzales, Mario Germán Gallo Calderón, Griceldo Núñez Cevallos, Alejandro
Huarcaya de la Cruz, Eleuterio Tomaylla Cuenca, Manuel Enrique Ortiz Boza, Félix
Dagoberto Gutiérrez Pacheco, Rosa Elvira Dalguerre Paiva, Amanda Carrea Torres,

Luz Melina Limas Argumedo y Julio César Moreno Vallejos) y Juan Pedro García
Vásquez (directamente señalado por los agraviados Sergio Calle García, Mario
Germán Gallo Calderón, Ángel Ricra Vega y José Emilio Venero Cabrera)

desplegaron las siguientes acciones: i) atendieron a los agraviados, les

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mostraron vehículos y hasta les dijeron que podían llevárselos


inmediatamente; ii) fueron las personas a quienes les entregaron el
dinero para la compra de los vehículos; iii) los atendían cuando iban a
reclamarles por el incumplimiento por la falta de entrega de los carros
con respuestas evasivas y hasta con actitudes “matonescas”
colindantes con la agresión (adicionalmente, respecto a Chávez Slee, vieron
cómo retiraba las baterías de los vehículos de exhibición para evitar que alguien se

los llevara; y siempre estaba junto con el “administrador” Frank Espinoza Reynoso).

Decimocuarto. De este modo, se aprecia que los argumentos


defensivos de los procesados antes señalados también coinciden en el
hecho de no tener ninguna responsabilidad penal debido a que solo
actuaron como simples vendedores, sin conocimiento de lo que
realmente sucedía. Ello, pues, se relaciona con la conducta neutral y el
principio de confianza por el cual sus conductas quedarían relevadas
de responsabilidad, pues aquellos solo se limitaron a su rol sin advertir
los hechos realizados por el dueño de la empresa y sus administradores.
Al respecto, se debe precisar que el principio de confianza, como
parte del instituto de la imputación objetiva, es un criterio que tiene su
fundamento normativo en el principio de la autorresponsabilidad, es
decir, se tiene la expectativa normativa de que otros actuarán
correctamente en sus roles. Esa expectativa (confianza) permite que ya
no estemos pendientes de los actos que realicen los otros ciudadanos
y, en consecuencia, posibilita que nos avoquemos a nuestras
conductas, por lo que puede colegirse que se origina sobre la base de
la división del trabajo, en que la especialización hace que cada
trabajador confíe en su superior o inferior respecto al trabajo
(función/labor) que desempeña.

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Decimoquinto. Del mismo modo, debe recordarse que para una


adecuada aplicación del principio de confianza ha de establecerse,
sin lugar a dudas, que el sujeto imputado cumplió todas las
obligaciones y deberes inherentes a su rol. Además del
establecimiento de mecanismos adecuados de control y supervisión
que permitieran excluirlos de los hechos que finalmente sucedieron.
Sin embargo, en el caso de autos no se tiene definido un rol de simple
vendedor en los imputados que los excluya de responsabilidad, pues
de las declaraciones de los agraviados, las pruebas incorporadas en
autos, la propia conformidad del procesado Frank Espinoza Reynoso y
la de los también vendedores Panduro Apéstegui, Campos Utia,
Domínguez Francisco, Pumahuacre Mendoza, Rodríguez Barrantes,
Flores Montes y Mere Guerrero (quienes no recurrieron las condenas en su
contra), se puede concluir que estos tenían pleno conocimiento de las
acciones en las que participaban, y tenían como meta obtener la
mayor cantidad de clientes posibles, para lo cual brindaron
información no ajustada a la realidad para lograr que las víctimas
entregaran o depositaran su dinero a favor de la empresa; y,
finalmente, darles excusas para no entregar los vehículos
supuestamente vendidos, a pesar de saber que estos no existían y que
nunca serían entregados (más aún que, dada la pluralidad de víctimas que
señalaron haberse constituido constantemente a realizar reclamos, no resultan

creíbles sus afirmaciones de que nunca advirtieron su presencia).

Decimosexto. Respecto a los agravios de los recurrentes referidos a


que se emitió en su contra mandato de prisión preventiva quince días
antes de la sentencia materia de autos, se advierte que ello se realizó
en mérito del pedido fiscal durante juicio oral para garantizar su
presencia hasta el final de este; y ello se materializó con la resolución
del trece de diciembre de dos mil dieciocho (foja 15 771), todo ello

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dentro del trámite correspondiente sin que importara algún sesgo


subjetivo o tendencia premeditada contra sus intereses, pues para la
prolongación de la prisión preventiva se requiere, adicionalmente al
alto grado de sospecha, la constatación del peligro procesal, lo cual
dista de un pronunciamiento de fondo, como la sentencia recurrida.

Decimoséptimo. Sobre la participación del procesado Salazar Gamero,


este se vincula en mérito de:
17.1. Es el representante y dueño de la empresa Jusaga.
17.2. Era el titular de las cuentas del Banco Continental número 122-
302457509-9 y del Banco Interbank número 0011-0118-79-
0100014841 (Representaciones Juan Genaro Salazar).
17.3. Fue señalado por el propio acusado Yan Carlos Vivanco Moreno
como quien le refirió que abriera a su nombre la cuenta del
Banco Interbank número 122-304865167-5, para que se realizaran
unos depósitos a nombre de la empresa antes referida.
17.4. Fue sindicado por:
a) Juan Alberto Berrocal Tenorio, quien señaló que fue atendido
directamente por este el quince de diciembre de dos mil
once, y depositó su dinero a las cuentas de la empresa y del
propio recurrente.
b) Manuel Gonzales Rodríguez, quien tenía pleno conocimiento
de que el dueño de la empresa era este procesado.
c) Lenner Hernández Morales, quien indicó que fue con este
procesado con quien llegó a un acuerdo extrajudicial para
que no lo denunciara (lo cual guarda relación con la transacción de
foja 183 y la carta notarial de foja 296).

d) Jonny Julio Mora Rodríguez, quien dijo que habló


telefónicamente con este recurrente y le refirió que le

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devolvería su dinero, lo cual no se concretó por haber sido


detenido.
e) Ricardo Manuel Suárez Jacay, quien dijo que el procesado le
refirió inicialmente que no le podría entregar el carro que
compró porque no instalaron el sistema de gas, y luego
porque tenía problemas con la tarjeta de propiedad.
f) Yener Andrés Rosales, quien indicó que le entregó S/ 8000
(ocho mil soles) directamente a este imputado, con quien
suscribió el contrato de compraventa, y este mismo le daba
excusas por la demora de la entrega del vehículo (lo cual
guarda relación con el recibo de ingresos de foja 179 y con el contrato

preparatorio de foja 232).

g) José Clever López Montalván, quien señaló haber depositado


USD 8000 (ocho mil dólares americanos) a la cuenta de este
recurrente.
h) José Emilio Venero Cabrera, quien refirió que firmó el contrato
de compraventa con el encausado en mención.

Decimoctavo. Por tanto, se debe precisar que, aunque este recurrente


señaló que fue detenido en diciembre de dos mil once y ya no tenía la
administración del negocio, existen sindicaciones anteriores, como las
de Juan Alberto Berrocal Tenorio y Sergio Bladimir Calle García, que
señalan su participación.
Igualmente, llama la atención que, aun estando privado de su libertad,
continuó dando órdenes; pues, aunque presentó una copia de un
contrato de traspaso de empresa con “Carlos Ibarra” (a la que los demás
procesados señalaron como verdadero “dueño y administrador” de la empresa tras su

detención y de quien, por el contrario, no se tiene certeza de su existencia), no lo hizo

así con el original, lo cual no puede servir de sustento idóneo para

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demostrar un hecho que a todas luces solo resulta un argumento


defensivo tendiente a evitar su responsabilidad penal.

Decimonoveno. En cuanto al argumento referido al supuesto cómputo


indebido que debió considerarse a favor de Salazar Gamero desde
que fue comprendido como reo en cárcel el veintisiete de diciembre
de dos mil doce, debe señalarse que su detención ocurrió en mérito
de otro proceso distinto al de autos (Expediente número 3948-2007), por lo
que no lo vincula ni es determinante para el inicio de la pena impuesta
en la presente sentencia recurrida.

Vigésimo. Ahora bien, respecto al delito de asociación ilícita para


delinquir, se debe recordar que, conforme al Acuerdo Plenario número
04-2006, se señaló en su fundamento jurídico 12 que:

Así queda claro que el indicado tipo legal sanciona el sólo hecho de
formar parte de la agrupación –a través de sus notas esenciales, que le
otorgan una sustantividad propia, de (a) relativa organización, (b)
permanencia o estabilidad y (c) número mínimo de personas– sin que se
materialice sus planes delictivos. En tal virtud, el delito de asociación ilícita
para delinquir se consuma desde que se busca una finalidad ya
inicialmente delictiva, no cuando en el desenvolvimiento societario se
cometen determinadas infracciones; ni siquiera se requiere que se haya

iniciado la fase ejecutiva del mismo.

En ese sentido, este Colegiado Supremo se encuentra convencido de


que los procesados recurrentes conformaron una organización
delictiva con un reparto de roles y funciones (cabeza, administradores,
vendedores principales y secundarios, cajeras, entre otros), que mantuvieron una
permanencia y estabilidad en el tiempo (incluso cuando su cabeza fue
detenida, sin que ello afecte sus operaciones) con la finalidad de cometer
estafas a la mayor cantidad de víctimas posibles, y desarrollaron

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(incluso) un modo de operación particular tendiente a atraer a sus


agraviados, convencerlos de que entreguen su dinero bajo falsas
promesas y, finalmente, mantenerlos en error al reprogramar
constantemente las fechas para el cumplimiento de sus expectativas.

Vigesimoprimero. Así, respecto a los agravios referidos a que el delito


de estafa no se encuentra contemplado como uno que pueda
configurar la asociación ilícita, debe recordarse que los hechos
tomaron lugar entre los años dos mil once y dos mil doce, en que se
encontraba vigente el artículo 317 del Código Penal (modificado por el
Decreto Legislativo número 982), en cuyo primer párrafo no se hizo
referencia alguna a delitos en particular. Sin embargo, ello sí se hizo en
su segundo párrafo como un numerus clausus de tipos penales que
agravarían la pena respecto al primero párrafo. De este modo, tanto
el titular de la acción penal como la Sala Superior, en la sentencia
recurrida, encuadraron los hechos imputados dentro del primer párrafo
del artículo en mención, por lo que no resulta cierto que bajo dicho
supuesto no pueda mantenerse la configuración del delito de
asociación ilícita para delinquir, ya que en este párrafo se contempla
un numerus apertus de conductas criminales en las que sí resulta su
adecuación para el delito de estafa.

Vigesimosegundo. En cuanto a la excepción de cosa juzgada para


este delito, el recurrente Salazar Gamero fue condenado el catorce
de agosto de dos mil diecisiete por la comisión del delito de estafa por
hechos ocurridos en perjuicio de José César Morán Rivera, con fecha
tres de abril de dos mil nueve, proceso en el que se sometió a la
conclusión anticipada (foja 16 000). De este modo, resulta evidente que
entre aquel caso y el presente no existe identidad fáctica que siquiera

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lleve a considerar posible el argumento referido, por lo que se deberá


descartar dicho agravio.

Vigesimotercero. En cuanto al delito de libramiento indebido, se


aprecia que no es objeto de cuestionamiento que Gregorio Yauris
Huarcaya –uno de los agraviados que se vio estafado por la asociación delictiva
de los recurrentes liderada por el procesado Salazar Gamero–, luego de un
trámite engorroso, logró firmar una transacción extrajudicial (foja 12 594)
con Salazar Gamero, en la que se comprometió a la devolución de
USD 20 230 (veinte mil doscientos treinta dólares americanos) en cuatro cuotas
en cheques (USD 4000 –cuatro mil dólares americanos– para el veintiséis de abril de
dos mil doce, USD 2743 –dos mil setecientos cuarenta y tres dólares americanos– para
el treinta de mayo de dos mil doce, USD 6743 –seis mil setecientos cuarenta y tres
dólares americanos– para el veintinueve de junio de dos mil doce y USD 6744 –seis mil
setecientos cuarenta y cuatro dólares americanos– para el treinta de julio de dos mil

doce). Sin embargo, este agraviado solo cobró el primer cheque, pues
los tres que quedaban pendientes perdieron sus fondos por haberse
cancelado la cuenta de procedencia (cancelación realizada por Salazar
Gamero el diez de mayo de dos mil doce). Al respecto, el acusado volvió a
señalar que en la fecha de cancelación de su cuenta ya se
encontraba recluido, por lo que no pudo actuar con dolo al no tener
conocimiento de ello. Sin embargo, no puede dejarse de lado el
hecho de que solo el titular de una cuenta bancaria es la única
persona posible en cancelarla o dejarla desprovista de fondos, por lo
que, al no existir o haberse presentado algún documento que
demuestre que se suplantó su identidad para dicho trámite, este
resulta válido y comprueba su responsabilidad penal por este hecho,
que contrariamente a lo afirmado por su defensa sí fue materia de
juzgamiento.

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Vigesimocuarto. Por último, este Colegiado Supremo advierte que en los


fundamentos de la sentencia recurrida para la determinación de la pena
se hizo mención al segundo párrafo del artículo 317 del Código Penal (que
sanciona dicha conducta con una pena no menor de ocho ni mayor de quince años de

privación de la libertad), con lo cual daría la apariencia de que esta figura


específica fue la utilizada para determinar las sanciones penales contra
los recurrentes. Sin embargo, de una lectura integral de la resolución
impugnada y tras analizar la sumatoria de penas impuestas, resulta claro
que el tipo penal al que se subsumió la conducta de los recurrentes fue el
contenido en el primer párrafo del artículo antes referido y no el segundo,
por lo que dicha referencia solamente obedece a un error material que
no vicia la decisión de la Sala Superior.

Vigesimoquinto. Hasta este punto, la Sala Suprema considera que el


juicio de condena de los recurrentes antes señalados fue
debidamente motivado con las pruebas actuadas en el curso del
proceso; se realizó una descripción detallada de los hechos sindicados
y se subsumieron conforme a los tipos legales imputados; se efectuó
una compulsa individual y conjunta de cada elemento de cargo y de
descargo; se absolvieron sus cuestionamientos, y se explicó de forma
lógica cómo se llegó a la conclusión de su responsabilidad penal. Por
tales fundamentos, este Supremo Tribunal considera que dichos
extremos de la sentencia recurrida se encuentran debidamente
motivados en ley y derecho, y deben ratificarse.

Vigesimosexto. De otro lado, respecto al recurso del procesado Yan


Carlos Vivanco Moreno, debe dejarse expresa constancia de que la
Sala Superior no emitió ninguna sentencia conformada contra alguno
de los procesados juzgados (ni siquiera contra este), pues debido a la
significativa pluralidad de comprendidos ello no resultó de aplicación
al caso de autos. Empero, dada su aceptación al caso de autos y su

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colaboración con la justicia, se creyó por conveniente imponerle una


sanción ubicada en el extremo mínimo del delito imputado de estafa
(tres años), e incluso se le benefició con la suspensión condicional de su
ejecución. Al respecto, no existe en autos ninguna justificación
adicional que conlleve rebajar la pena, más aún por debajo del
mínimo, por lo que esta también deberá ser ratificada, al igual que la
reparación civil fijada, más todavía si la última no resulta de entero
compromiso del recurrente, sino que deberá ser abonada de forma
solidaria no solo con todos los condenados, sino también con el
tercero civilmente responsable.

Vigesimoséptimo. Por último, respecto a la procesada Ruth Yris


Rodríguez Barrantes, se tiene que en autos no se encuentra
corroborada de forma objetiva su responsabilidad penal, pues las
declaraciones con las que se sustentó su condena no fueron
debidamente ratificadas durante los debates orales (no la

reconocieron, a diferencia de sus coprocesados). Además, tampoco se


cuestionó el hecho de que dicha procesada trabajó en la empresa
materia de autos desde un día antes de la intervención policial, de
modo tal que no pudo tener una participación suficiente ni activa
para los intereses de la organización delictiva ni para la concreción
de las estafas planeadas, pues su incipiente vinculación aún no
revestía de fuerza para que tomara conocimiento pleno y
voluntario de las acciones que se llevaban a cabo en perjuicio de
terceros.
Por estos motivos, se habrá de reformar dicho extremo para absolverla
de la acusación fiscal, y deberá ordenarse la cancelación de los
antecedentes penales y judiciales generados con motivo de la presente
causa.

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DECISIÓN

Por estos fundamentos, los jueces integrantes de la Sala Penal


Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República
DECLARARON:

I. NO HABER NULIDAD en la sentencia del veintiséis de diciembre de


dos mil dieciocho, en el extremo en el que condenó a Juan
Genaro Salazar Gamero por la comisión de los delitos contra el
patrimonio-estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la
Cruz y otros; contra la tranquilidad pública-asociación ilícita para
delinquir, en perjuicio del Estado, y contra la confianza y buena fe
en los negocios-libramiento indebido, en perjuicio de Gregorio
Yauris Huarcaya, a diecisiete años de pena privativa de la libertad
y fijó la reparación civil solidaria en S/ 2 000 000 (dos millones de soles)
para los agraviados por el delito de estafa (sin perjuicio de devolverles
el monto apropiado) y en S/ 100 000 (cien mil soles) a favor del Estado.

II. NO HABER NULIDAD en la misma sentencia, en el extremo en el


que condenó a César Martín Chávez Slee, Juan Pedro García
Vásquez y Juan de la Cruz López Capuñay por los delitos contra el
patrimonio-estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la
Cruz y otros, y contra la tranquilidad pública-asociación ilícita
para delinquir, en perjuicio del Estado, a los dos primeros a doce y
al último a diez años de pena privativa de la libertad y fijó la
reparación civil solidaria en S/ 2 000 000 (dos millones de soles) para
los agraviados por el delito de estafa (sin perjuicio de devolverles el
monto apropiado) y en S/ 100 000 (cien mil soles) a favor del Estado.

III. NO HABER NULIDAD en la misma sentencia, en el extremo en el


que condenó a Yan Carlos Vivanco Moreno por el delito contra el
patrimonio-estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la

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Cruz y otros, a tres años de pena privativa de la libertad


suspendida condicionalmente por el periodo dos años y fijó la
reparación civil solidaria en S/ 2 000 000 (dos millones de soles) para
los agraviados por el delito de estafa (sin perjuicio de devolverles el
monto apropiado) y en S/ 100 000 (cien mil soles) a favor del Estado.

IV. HABER NULIDAD en la misma sentencia, en el extremo en el que


condenó a Ruth Yris Rodríguez Barrantes por el delito contra el
patrimonio-estafa, en perjuicio de Ártico Francisco Clemente de la
Cruz y otros; y, REFORMÁNDOLA, la absolvieron de la acusación
fiscal en su contra, por lo que deberá ordenarse la cancelación
de los antecedentes penales y judiciales generados con motivo
de la presente causa. Y los devolvieron.

S. S.

SAN MARTÍN CASTRO

FIGUEROA NAVARRO

PRÍNCIPE TRUJILLO

SEQUEIROS VARGAS

CHÁVEZ MELLA

PT/ran

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