Prueba Ilícita y Prueba Prohibida

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1. Diferencia entre prueba Ilícita y Prueba prohibida.

Existen diferencias entre prueba ilícita y prueba irregular. Para comprender


a plenitud las diferentes teorías sobre la ilicitud de la prueba, es necesario
distinguir entre obtención de la prueba (fuente) e incorporación de la
prueba (medio de prueba). La primera se da cuando en la obtención de la
fuente de prueba se transgrede un derecho fundamental del imputado. La
segunda, se produce cuando se viola una norma de carácter procesal al
momento de la incorporación de una prueba al proceso.
Toda prueba obtenida con violación constitucional, debe ser excluida de la
valoración por el Juez. Es decir, está prohibido valorar dicha prueba. Aquí
nos encontramos ante el caso de las pruebas directas, obtenidas con
violación de algún derecho constitucional (fundamental o procesal). El
efecto inmediato es excluirlo del proceso y su valoración. Sin embargo,
esta regla absoluta al inicio, generó fuertes cuestionamientos, destacándose
como “…el factor negativo más señalado a la pérdida de prueba relevante y
el favorecimiento de los culpables de haber cometido el delito….”.
Además, de los costos administrativos que generan los cuestionamientos
probatorios, la dilación procesal y el entorpecimiento del funcionamiento
del sistema de justicia. Y, si bien estas reglas en su momento fueron
absolutas, actualmente se reconocen una serie de excepciones, las mismas
que se han venido incorporando a través de la jurisprudencia americana y
europea, como lo son, para el caso de la prueba originariamente obtenida
con violación constitucional: la obtención de buena fe y el efecto de la
prueba ilícita para terceros, entre otras doctrinas. Y para el caso de la
prueba derivada se reconocen como excepciones: la fuente independiente,
el hallazgo inevitable y el nexo causal atenuado. Pero la gran parte de estas
excepciones y otras que seguramente se desarrollarán en el futuro, deben
ser consideradas como verdaderas excepciones, que estas excepciones no
se generalicen, sino que con ellas se fortalezca la vigencia de la prohibición
de valorar la prueba obtenida con violación a la Constitución.

2. Teoría de los frutos del árbol envenenado.


La teoría de "los frutos del árbol envenenado" es una doctrina que hace
referencia a las pruebas de un delito obtenidas de manera ilícita, las cuales
impedirán posteriormente en el proceso judicial que puedan ser utilizadas
en contra de cualquier persona, en el sentido de que cualquier prueba que
directa o indirectamente y por cualquier nexo esté viciada, debe ser prueba
nula.
Un ejemplo podría ser la obtención de una prueba sin respetar el control de
legalidad originando que se convierta en ilegítima, y por tanto, ello
significaría su radical nulidad, conllevando que todas aquellas otras
pruebas directamente relacionadas y derivadas en el procedimiento seguido
sean también nulas de pleno derecho
Igualmente, podríamos citar otros ejemplos, como es el caso en los
supuestos de obtención de pruebas con vulneración del derecho a la
intimidad, el secreto de las comunicaciones o la inviolabilidad del
domicilio, esta última regulada en el art. 18 de nuestra Carta Magna.
Todo árbol que dé fruto envenenado, habría que cortarlo de raíz,
consiguiendo así evitar la fuente que ha envenenado el árbol para que dé el
fruto malo,
“Así todo árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No
puede el buen árbol dar malos frutos ni el árbol malo dar frutos buenos.
Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así
que por su fruto lo conoceréis”. Mateo 7:17-20
Esta teoría es una figura jurídica originada en el caso Silverthorne Lumber
Company contra Estados Unidos; tras un registro, los agentes del Gobierno
entraron con allanamiento en las oficinas de W. Silverthorne y fue detenido
por los libros de contabilidad hallados en dicho registro. Posteriormente
apeló en el juicio, acogiéndose a la cuarta enmienda de su Constitución,
declarándose ilegales todas las pruebas obtenidas.
Su símil es hacer uso de una prueba ilegal (árbol) que conlleva a un
descubrimiento ilícito (fruto). La prueba sería declarada nula al no respetar
un control de legalidad –vulneración de derechos constitucionales–. La
doctrina del "fruto del árbol envenenado" se ejemplariza en la entrada en el
domicilio de un agresor sin autorización judicial, y se obtienen vídeos en el
que se gravan situaciones de agresiones. El árbol (entrar en el domicilio
vulnerando el derecho de inviolabilidad del mismo) y el fruto (vídeos
obtenidos vulnerando el derecho a la intimidad). El resultado probatorio es
ilegítimo y su nulidad insubsanable, y arrastrará a todas aquellas otras
pruebas relacionadas y derivadas.
Otro supuesto ejemplarizante se puede dar cuando los agentes de la policía
entran en una casa sin orden judicial para hacer un registro, vulnerando el
derecho a la intimidad y la inviolabilidad del domicilio, pues en este
supuesto si los agentes de la autoridad encuentran pruebas de culpabilidad
que puedan incriminar a una persona por la comisión de un delito de
asesinato u homicidio, como puede ser, por ejemplo, un hacha, una navaja
con sangre, etc…, según la doctrina, impedirá que la prueba de esos
instrumentos utilizados para perpetrar el crimen pueda ser utilizada contra
el sujeto activo por las circunstancias en las que el registro se ha llevado a
cabo, vulnerando derechos fundamentales.
Se deben destacar materias excepcionales y analizables en dicha doctrina.

3. Jurisprudencia de los tribunales de justicia norteamericana.

. MARBURY VS. MADISON (1803)

Conocido a menudo como la decisión más importante en la historia de la


Corte Suprema, el caso Marbury vs. Madison estableció el principio de
revisión judicial y la facultad de la Corte para juzgar la constitucionalidad
de las acciones de las ramas legislativa y ejecutiva.

El caso surgió de una disputa política en la secuela de la elección


presidencial de 1800, en la cual Thomas Jefferson, un demócrata-
republicano, se impuso al presidente en el cargo, John Adams, que era
federalista. En los días postreros de la administración de Adams, el
Congreso dominado por los federalistas creó cierto número de puestos
judiciales, entre ellos los de 42 jueces de paz para el distrito de Columbia.
El Senado ratificó los nombramientos, el presidente los firmó y al
secretario de estado le fue asignada la responsabilidad de sellar y enviar los
nombramientos correspondientes. A causa de la premura de las actividades
de último minuto, el secretario de Estado saliente se olvidó de enviar los
nombramientos a cuatro de los nuevos jueces de paz, uno de los cuales
era William Marbury.
El nuevo secretario de Estado del presidente Jefferson, James Madison, se
negó a entregar los nombramientos porque la nueva administración se
sentía indignada al saber que los federalistas habían tratado de perpetuar a
los jueces de su propio partido en el aparato judicial. Entonces Marbury
presentó una demanda en la Corte Suprema para obligar a Madison a que le
entregara su notificación.
Si la Corte fallaba a favor de Marbury, Madison se habría podido seguir
negando a entregar el nombramiento y la Corte no habría tenido recurso
alguno para obligarlo a obedecer la orden. Si la Corte fallaba contra
Marbury, se arriesgaba a entregar el poder judicial a los jeffersonianos al
permitirles negar a Marbury el puesto al cual tenía derecho legal. El
presidente de la Corte Suprema John Marshall resolvió el problema
declarando que ese tribunal no tenía autoridad para fallar en ese caso.
Marshall declaró que la Sección 13 de la Ley Judicial, que le confería al
Tribunal ese poder, era inconstitucional porque ampliaba la jurisdicción
original de la Corte con respecto a la jurisdicción definida por la propia
Constitución. Al decidir que no emitiría decisión alguna en este caso, la
Corte Suprema aseguró su posición como el árbitro supremo de la ley.

GIBBONS VS. OGDEN (1824)

La debilidad del primer gobierno de los Estados Unidos bajo los Artículos
de la Confederación se debía, en parte, a que carecía de poder para regular
la economía de la nueva nación e incluso el flujo del comercio interestatal.
La Constitución confirió al Congreso de los EE.UU. la facultad de “regular
el comercio… entre los distintos estados…”, pero esa autoridad era
impugnada con frecuencia por los estados que deseaban conservar el
control de sus respectivos asuntos económicos.

A principios de la década de 1800, el estado de Nueva York aprobó una ley


por la cual los operadores de barcos de vapor que viajaban entre Nueva
York y Nueva Jersey tenían que contar con una licencia de Nueva York.
Aaron Ogden disponía de dicha licencia, pero Thomas Gibbons carecía de
ella. Cuando Ogden se dio cuenta de que Gibbons competía contra él y no
contaba con el permiso de Nueva York, demandó a Gibbons para tratar de
impedir sus operaciones.

Gibbons tenía una licencia federal para navegar en aguas litorales


amparado por la Ley de Transporte Costero de 1793, pero las cortes del
estado de Nueva York estaban de acuerdo con Ogden en que Gibbons había
violado la ley porque aún no contaba con la licencia expedida por dicho
estado. Sin embargo, cuando Gibbons expuso su caso en la Corte Suprema,
los jueces echaron por tierra la ley de Nueva York declarando que era
inconstitucional porque disputaba el poder del Congreso de los EE.UU.
para regular el comercio. “La expresión ‘para regular’ implica, por su
propia naturaleza, el poder total sobre las cosas que serán reguladas”,
declaró la Corte. Por lo tanto, “excluye necesariamente la acción de todas
las demás [autoridades] que pudieran realizar la misma acción sobre la
misma cosa”.

DRED SCOTT VS. SANDFORD (1857)

Dred Scott era un esclavo cuyo dueño, John Emerson, lo llevó del estado de
Missouri, en el cual se permitía la esclavitud, al de Illinois donde la
esclavitud estaba prohibida. Al cabo de algunos años, Scott regresó a
Missouri junto con Emerson. Sin embargo, Scott pensó que por el hecho de
haber vivido en un estado libre, ya no debería ser considerado como
esclavo

Emerson murió en 1843 y, tres años después, Scott solicitó su libertad a la


viuda de aquél. Scott ganó el litigio en una corte de Missouri en 1850, pero
en 1852, la Corte Suprema del estado revocó la decisión del tribunal
menor. Mientras tanto, la Sra. Emerson volvió a casarse y Scott se convirtió
en propiedad legal del hermano de ella, John Sanford (escrito
incorrectamente como Sandford en los registros del juzgado). Scott
demandó a Sanford en la corte federal, exigiendo su libertad, y la corte
falló contra Scott en 1854.
Cuando el caso fue sometido a la Corte Suprema, los jueces dictaminaron
que Scott no había adquirido la condición de hombre libre por el hecho de
haber vivido en un estado libre y que, siendo negro, Scott no era ciudadano
y, por lo tanto, no tenía derecho a presentar demanda alguna en una corte
de justicia. Esta decisión fue muy criticada e influyó en la elección de
Abraham Lincoln —quien se oponía a la esclavitud— a la presidencia en
1860 y apresuró el estallido de la Guerra Civil en 1861. Dred Scott vs.
Sandford fue invalidado por la Decimotercera Enmienda de la
Constitución, que abolió la esclavitud en 1865, y por la Decimocuarta
Enmienda, que reconoció la ciudadanía de los ex esclavos en 1868.

JUNTA NACIONAL DE RELACIONES LABORALES (NLRB) VS.


JONES & LAUGHLIN STEEL CORP. (1937)

De la misma manera que el caso Gibbons vs. Ogden estableció la


supremacía del Congreso en la regulación del comercio interestatal, el caso
NLRB vs. Jones & Laughlin amplió la autoridad del Congreso, de la
regulación del comercio mismo a la regulación de las prácticas de negocios
de las industrias que se dedican al comercio interestatal.
Jones & Laughlin, uno de los más grandes productores de acero en el país,
transgredió la Ley Nacional de Relaciones Laborales de 1935 al cesar a 10
empleados por el hecho de que habían participado en actividades
sindicales. La ley prohibía una serie de prácticas laborales injustas y
protegía los derechos de los trabajadores para formar sindicatos y realizar
negociaciones en forma colectiva. La compañía se negó a obedecer una
orden de la NLRB que la conminaba a reinstalar a los trabajadores. Un
Tribunal de Apelaciones de Circuito no se hizo cargo de imponer el
cumplimiento de la orden de la junta y la Corte Suprema revisó el caso.

El meollo de este caso era si el Congreso tenía o no autoridad para regular


las actividades “locales” de las compañías que participaban en el comercio
interestatal, es decir, las actividades que se llevan a cabo dentro de un
estado. Jones & Laughlin sostenían que las condiciones imperantes en su
fábrica no afectaban el comercio interestatal y que, por lo tanto, no estaban
bajo la jurisdicción reglamentaria del Congreso. La Corte Suprema no era
de la misma opinión y sostenía que “la suspensión de esas operaciones [de
manufactura] a causa de esa pugna industrial tendría un efecto muy grave
sobre el comercio interestatal…. La experiencia ha demostrado una y otra
vez que el reconocimiento del derecho de los empleados a organizarse por
sí mismos y a contar con representantes de su propia elección para la
negociación colectiva es, a menudo, una condición esencial para la paz
industrial”. Al defender la constitucionalidad de la Ley Nacional de
Relaciones Laborales, la Corte Suprema concedió la victoria a los
trabajadores organizados y preparó el terreno para que el gobierno federal
introdujera una regulación de más largo alcance sobre la industria.

BROWN VS. JUNTA DE EDUCACIÓN (1954)

Antes de este caso histórico, muchos estados y el Distrito de Columbia


tenían sistemas escolares segregados, desde el punto de vista racial,
amparados en la autoridad de la decisión de la Corte Suprema en el caso
Plessy vs. Ferguson de 1896, la cual permitía la segregación siempre que
las instalaciones fueran iguales para todos. Oliver Brown, de Topeka,
Kansas, impugnó esa doctrina de “separados pero iguales” en 1951, cuando
demandó a la junta escolar de la ciudad en nombre de su hija de ocho años
de edad. Brown deseaba que su hija asistiera a la escuela de blancos, que
estaba a cinco calles de su hogar, en lugar de ir a la escuela para niños
negros que se encontraba a 21 calles de distancia. Después de comprobar
que ambas escuelas eran iguales en lo esencial, un tribunal federal falló en
contra de Brown.

Mientras tanto, los padres de otros niños negros presentaron ese mismo tipo
de demandas en Carolina del Sur, Virginia, y Delaware. La corte de
Delaware descubrió que las escuelas para negros eran inferiores a las de sus
homólogos blancos y ordenó que los niños negros fueran transferidos a
escuelas para blancos. Sin embargo, los funcionarios escolares apelaron la
decisión y llevaron el caso a la Corte Suprema.

La Corte escuchó los argumentos de todos esos casos al mismo tiempo. Los
alegatos presentados por los litigantes negros se complementaron con datos
y testimonios de psicólogos y científicos sociales, que explicaban las
razones por las cuales afirmaban que la segregación era perjudicial para los
niños negros. En 1954, la Corte Suprema opinó en forma unánime que “…
en la esfera de la educación, la doctrina de ‘separados pero iguales’ está
fuera de lugar” y falló que la segregación en las escuelas públicas les niega
a los niños negros “la igualdad de la protección bajo las leyes, que es una
de las garantías consagradas en la Decimocuarta Enmienda”.

GIDEON VS.WAINWRIGHT (1963); MIRANDA VS. ARIZONA


(1966)

Dos decisiones de la Corte Suprema en la década de 1960 brindaron apoyo


a los derechos de las personas acusadas de cometer delitos.

Clarence Earl Gideon fue arrestado en 1961 por el allanamiento de un salón


de billar en Florida. Cuando el acusado pidió que el tribunal le asignara un
abogado defensor, el juez se negó a complacerlo, aduciendo que la ley
estatal sólo disponía la asignación de un abogado en los casos importantes,
es decir, aquéllos en los que hubiera muerto una persona o los que se
sancionan con la pena de muerte. Gideon se defendió a sí mismo y fue
declarado culpable. Ya en la cárcel, pasó horas enteras en la biblioteca
estudiando libros de derecho y envió una petición manuscrita a la Corte
Suprema para que ésta conociera su caso. La Corte decidió que a Gideon se
le había negado el derecho a un juicio justo y dictaminó que todos los
estados deben proveer asesoría legal a las personas acusadas de delitos que
no pudieran contratar un abogado defensor por su cuenta. Cuando Gideon
fue sometido a un nuevo juicio, ya con la ayuda de un abogado defensor,
fue declarado inocente.

Tres años más tarde, la Corte Suprema decidió que el acusado debía tener
derecho a un asesor legal desde mucho tiempo antes de comparecer en el
tribunal. Ernesto Miranda fue declarado culpable de rapto y violación, por
una corte estatal de Arizona. Su convicción se basó en la confesión que
hizo Miranda a los oficiales de policía al cabo de dos horas de
interrogatorio, sin que antes se le hubiera informado que tenía derecho de
contar con la presencia de un abogado. En su veredicto, la Corte Suprema
dispuso que los oficiales de policía, al llevar a cabo un arresto, tienen el
deber de informar lo que hoy se conoce como las advertencias Miranda, es
decir, que el sospechoso tiene derecho de guardar silencio, que cualquier
cosa que diga podrá ser usada en su contra, que puede contar con la
presencia de un abogado durante el interrogatorio y que se le asignará un
abogado si no puede pagar uno por sus propios medios.

La decisión del caso Miranda vs. Arizona es uno de los veredictos más
conocidos de la Corte Suprema porque las advertencias Miranda se repiten
muy a menudo en el cine y en los programas de televisión de los EE.UU.
Sin embargo, en 1999 un tribunal federal de apelaciones impugnó esa
decisión en el caso de Dickerson vs. los Estados Unidos, en el cual un
ladrón de bancos convicto alegó que no se le habían leído en forma correcta
sus derechos. En junio del año 2000, la Corte Suprema invalidó la decisión
del caso Dickerson y, por votación de 7 a 2, dispuso de modo enfático la
reafirmación de las advertencias Miranda.

7. NEW YORK TIMES CO. VS. SULLIVAN (1964)

La Primera Enmienda a la Constitución de los EE.UU. garantiza la libertad


de prensa, pero por varios años la Corte Suprema rechazó la aplicación de
la Primera Enmienda para proteger a los medios contra las demandas por
difamación, o sea, las que se basan en la publicación de información falsa
que daña la reputación de una persona. El veredicto de la Corte Suprema en
el caso New York Times Co. vs. Sullivan revolucionó la ley de difamación
en los Estados Unidos, al sostener que los funcionarios públicos no podrán
presentar con éxito una demanda por difamación con el simple expediente
de probar que la información publicada es falsa. La Corte dispuso que el
demandante tiene que probar además que los reporteros o editores actuaron
con “verdadera mala intención” y que la información fue publicada “con un
precipitado desinterés por averiguar si ésta era falsa o no”.

El caso se produjo a raíz de un anuncio publicado en toda una página, en el


New York Times, por la Conferencia del Liderazgo Cristiano del Sur para
recaudar fondos destinados a la defensa legal del líder de los derechos
civiles Martin Luther King, Jr., quien había sido aprehendido en Alabama
en 1960. L.B. Sullivan, un comisario municipal de Montgomery, Alabama,
que estaba a cargo del departamento de policía, alegó que él había sido
difamado por quien publicó la descripción de las acciones de la fuerza
policial de la ciudad. Sullivan demandó a los cuatro clérigos que habían
sido responsables de la publicación del anuncio y también al New York
Times, aduciendo que éste no había verificado la veracidad de dicho
anuncio.

El anuncio contenía varias inexactitudes, y un jurado le adjudicó a Sullivan


una indemnización de US$500.000. El Times y los líderes de los derechos
civiles apelaron entonces el fallo ante la Corte Suprema y ésta decidió en
forma unánime a favor de aquéllos. La Corte dictaminó que las leyes contra
la difamación no pueden ser invocadas “para imponer sanciones a causa de
la expresión de críticas a la conducta oficial de los funcionarios públicos” y
que el hecho de exigir a los críticos que garanticen la precisión de sus
comentarios daría lugar a la autocensura. La Corte no encontró evidencia
alguna de que el Times o los clérigos hubieran obrado con mala intención
al publicar el anuncio.

4. Teorías surgidas con posterioridad que salvan la prueba ilícita 


Teoría de la fuente independiente
Como consecuencia del costo social que causó la doctrina del fruto del
árbol venenoso, en la sociedad estadounidense, se comienza a introducir
por parte de la Suprema Corte, algunas atenuantes a la regla surgiendo, así
la excepción de la fuente independiente, que consiste en que si la fiscalía
logra demostrar que la evidencia alegada como contaminada
fue producto de una fuente independiente (obtenidas de otros medios
distintos a los ilegales) la evidencia será admisible. Así en el caso EU vrs
Crews, la Suprema Corte declaró que un reconocimiento judicial de un
imputado no era fruto del árbol envenenado de su arresto ilegal, sino al
momento del arresto, la policía ya tenía suficiente información sobre las
identidades tanto del testigo como del imputado y el reconocimiento llenó
las formalidades legales. También se podría entender esta excepción, en un
caso en que el imputado mediante una confesión policial efectuada
mediante engaño, le indique a la policía donde se encuentra el botín, pero a
su vez la policía tenga un testigo que también les indique donde están los
objetos robados por el acusado, de tal manera que aun cuando la evidencia
lograda mediante la declaración policial obtenida mediante engaño es nula,
se podría introducir al proceso por existir una fuente independiente,
mediante la cual se obtuvo la evidencia. (Pereira et al, op.cit, p.8). Se
define la teoría de la fuente independiente como la existencia de un cauce
investigativo diferente que permite obtener pruebas por una vía distinta de
la empleada para colectar los elementos de prueba considerados ilegales.
La fuente independiente hace surgir el interrogante sobre si la prueba
autónoma debe existir concretamente o basta con la mera posibilidad de su
obtención. Para responder a la anterior interrogante se presentan dos
alternativas: por un lado puede considerarse que basta con la simple
“posibilidad” de lograr esa prueba autónoma a través de una vía diferente a
la que se reputa ilegal, por otro, puede interpretarse que debe existir
concretamente en la causa la vía independiente que permita obtener la
prueba, distinta de la lograda ilegalmente. La segunda posición es la que
mejor conduce con la filosofía que inspira en la prueba ilegal y a la
existencia de una excepción a la misma; llevaría a un peligroso camino
considerar solamente la mera posibilidad de adquirir la prueba
independiente; para con ello solo bastaría sólo excepcionar al principio de
prueba ilegal; no puede depender de una mera hipótesis, sino que debe
existir una constancia explícita en la causa de las diligencias autónomas
practicadas por el investigador que conduzcan al mismo
Se trata de una fuente autónoma, es decir, una vía distinta de adquisición de
la prueba, que aquella que se considera ilícita; la autonomía implica la
existencia de otras vías de investigación que permiten llegar a la obtención
de medios de prueba que acrediten la existencia del hecho delictivo.
La finalidad que persigue la prueba ilegal indudablemente radica en
suprimir aquella prueba que fue obtenida en quebrantamiento de garantías
establecidas en la Carta Magna. Sin embargo se plantea el interrogante, de
sí el principio de la prueba ilegal con sus modalidades pueden admitir
algún tipo de excepción; es decir si a pesar de haberse obtenido una prueba
violentando una garantía constitucional, por ejemplo de un
estupefaciente allanando un domicilio sin la pertinente orden judicial, el
procedimiento igualmente puede ser válido, si puede ser acreditado la
materialidad de ese delito a través de otras pruebas independientes de ese
procedimiento ilegítimo. Fuente independiente de adquisición del material
probatorio que viene a operar con una excepción al principio de prueba
ilegal; efectivamente debe contemplarse la existencia de un cauce de
investigación distinto que permita obtener pruebas independientes de
aquellas obtenidas ilegalmente a través de la violación de una garantía
constitucional. Esta fuente independiente se convierte en una verdadera
excepción a la prueba ilegal, ya que en virtud de ella debe declararse
inválida la prueba lograda ilícitamente, no obstante puede existir un cauce
investigativo diferente que aporte otras pruebas que igualmente acrediten el
delito.

La teoría del descubrimiento inevitable Consiste en que si se demuestra que


la evidencia excluida por derivar de un quebrantamiento constitucional, se
habría descubierto en forma casi inevitable de acuerdo con las
investigaciones que ya se estaban llevando a cabo por parte de la policía, la
evidencia es válida. La Suprema Corte de los Estados Unidos admitió esta
excepción en el caso Nix vs Williams. En esta caso la condena de Williams
por homicidio, se basó en la evidencia recogida del cadáver de una mujer,
localizado luego de que el imputado aparentemente influenciado por un
detective, quién le prometió que no sería interrogado por ningún abogado;
le indicó, dónde estaba el cuerpo. La Corte Suprema anuló el fallo la
primera vez por considerar que se violaba la Cuarta Enmienda, al extraer el
detective la información sin contar el acusado con un defensor. La Corte
hizo notar que la evidencia sobre el lugar donde se encontraba el cuerpo y
su condición, hubiera sido admisible, si el cuerpo se hubiera podido
localizar de todos modos, aun cuando no se hubieran extraído las
declaraciones de Williams. Posteriormente Williams es nuevamente
condenado al demostrarse que al momento en que daba sus declaraciones,
ya una cuadrilla de la policía buscaba el cuerpo a sólo dos millas media
del lugar dónde se encontró y procederían a revisar esa zona en las
próximas horas, de tal manera que el cuerpo sería localizado de todas
maneras y en las mismas condiciones. Admitió la Corte Suprema por
votación de 7 a 2, que incluso no se requería la probar la buena fe de los
policías en sus actuaciones, ya que el policía nunca estará en posición de
calcular si la evidencia buscada será inevitablemente descubierta.
tanto; tomando en cuenta el enorme costo asociado como la exclusión, no
debe operar la regla para excluir la evidencia en juicio. Dicha atenuante de
la regla de exclusión parte del principio de que la finalidad de la regla
resulta inútil en estos casos, por cuanto la exclusión de la evidencia no hará
que el policía en el futuro varíe su conducta, ya que actúo creyendo que
cumplía con su deber
La teoría de la supresión hipotética Utilizando este instrumento de
valoración de la prueba se puede en cada caso, brindar una solución a la
exclusión o no del material probatorio, obtenido aparentemente con
vulneración de garantías constitucionales. Para que la nulidad del acto
ilícito prospere debe existir una dependencia jurídicoprocesal y ésta existe
cuando entre el acto nulo y el que es su consecuencia, existe una mera
dependencia cronológica o circunstancial, o a pesar de que existe una
derivación causal fáctica. La solución pretende atemperar la doctrina de los
frutos del árbol envenenado, por lo menos pretende evitar algunos casos
límite que se han conocido en los Estados Unidos.

La excepción de la buena fe Consiste en que cuando en un registro o


secuestro ilegal se comete sin que la policía sepa que se está violando la
cuarta enmienda, la regla de la exclusión no tendrá ningún efecto
descorazonamiento y por lo tanto; tomando en cuenta el enorme costo
asociado como la exclusión, no debe operar la regla para excluir la
evidencia en juicio. Dicha atenuante de la regla de exclusión parte del
principio de que la finalidad de la regla resulta inútil en estos casos, por
cuanto la exclusión de la evidencia no hará que el policía en el futuro varíe
su conducta, ya que actúo creyendo que cumplía con su deber. Es
precisamente en el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el
caso de Michigan contra De Fillipo de 1978, en el cual se reconoce esta
atenuante. De Fillipo fue arrestado luego de incumplir la ordenanza
“deténgase e identifíquese” conforme a la cual un oficial de Policía podrá
detener a interrogar a un sujeto si existió causa razonable para creer que el
comportamiento del sujeto justificaba una mayor investigación de una
posible actividad criminal. De Fillipo se encontraba drogado y al negarse a
identificarse fue detenido y al ser requisado se encontraron drogas en su
poder, por lo que fue acusado de posesión de estupefacientes. Ante una
apelación de un acusado, la Corte de Apelaciones de Michigan declaró
inconstitucional la ordenanza “Deténgase e identifíquese” e invalidó el
arresto y secuestro de la droga, pues habían sido obtenidos por la aplicación
de la ordenanza. Al ser replanteado el asunto ante la Suprema Corte, ésta
consideró que no había razón para que los oficiales debieran saber que la
ordenanza iba a ser declarada inconstitucional. Al no existir ningún
precedente anterior, la ordenanza se presumía válida y los oficiales
actuaron de buena fe.

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