5 Takarai Kikaku
5 Takarai Kikaku
5 Takarai Kikaku
Vida
En la larga tradición de poetas del haiku, hubo muchos que dejaron escuelas y
discípulos. Matsuo Basho fue uno de los primeros. Entre los discípulo que tuvo el
maestro encontramos a Takarai Kikaku. Estuvo al lado del viejo haijin en sus últimos
días, atendiéndolo, cuidándolo.
Kikaku nace en el año 1661 en Edo, antigua ciudad de Tokyo. Su verdadero nombre fue
Enomoto Kikaku. Su padre era médico y recibió una educación bastante buena y
completa, además se formó con grandes maestros de la época, tanto en su formación en
ciencias, que ya venía inmediatamente del lado paterno, y su formación literaria. Por
esta última tuvo especial predilección y terminaría predominando en el joven estudiante
Kikaku. Al cumplir los quince años de edad ingresa a la escuela de Basho, y más tarde
sería parte del famoso grupo denominado <<los diez filósofos>>, quienes era discípulo
directos de Matsuo Basho.
Takarai Kikaku como parte de su formación recibió las enseñanzas confucionistas por
parte del maestro Kansai, también medicina de Kusagaria. En el marco de la poesía
estudió al poeta chino Oshō, y en la rama de la pintura siguió las enseñanzas de Itchō.
Por lo visto hasta el momento, Kikaku gozó de una excelsa educación.
Hay algunas anécdotas que se cuentan del llamado <<aprendiz reprendido>> de Basho.
Una de ellas es con respecto al haiku que escribe Kikaku:
Con su voz ronca, el mono
deja ver blancos dientes.
Luna en las cumbres.
Libélulas rojas:
quítales las alas
y serán vainas de pimientas.
A este haiku, Basho responde que de ese modo está matando a las libélulas y escribe:
Vainas de pimienta:
añádeles alas
¡Y serán libélulas!
kono kido ya
joo no sasarete
fuyu no tsuki
Este portillo
con su cerrojo echado:
luna de invierno.
(En un paseo por campo abierto, puede resultar chocante ver una puerta rústica con un
candado o cerrojo echado. <<Prohibido el paso>>, se nos transmite sin palabras. La
luna invernal cobija la escena, incluido el haijin mismo, quien da fe en su haiku de la
contrariedad encontrada.)
koe karete
saru no ha shiroshi
mine no tsuki
(El mono, ubicado en su ambiente silvestre, abre su bocaza, para emitir un rugido. Voz
bronca, blancos dientes: es lo que oímos y vemos. La luna domina sobre esos riscos que
constituyen el hábitat del animal. Con tal abanico de sensaciones, Kikaku traza su
haiku.)
hatsu yuki ni
kono shooben wa
nani yatsu zo
En la primera nieve,
¿qué tipejo habrá sido
quien echó esta meada?
(Un lugar llano cubierto de nieve puede parecerle al poeta como revestido de una pureza
que le viniera de lo alto. Sin más vuelos de transcendencia, resulta triste profanada esa
superficie blanquísima por un agujero de orina humana. ¿Quién habrá sido el
<<gracioso>>?, se pregunta el haijin.)
uguisu no
akatsuki samushi
kirigirisu
Fría es la aurora
del ruiseñor. Se siente
bullir a un saltamontes.
(Al romper el alba se produce la impresión de que resurge la vida, y no solo la humana:
también el ruiseñor canta a pesar del frío, también un saltamontes inicia su trajín diario.
La naturaleza todo parece despertar.)
koojusan
inu ga nebutte
kumo no mine
Un perro lame
el refrescante fármaco.
Cumbre de nubes.
asagiri ni
ichi no torii ya
nami no oto
(Es un haiku enteramente compuesto en estilo nominal japonés, sin requerir la ayuda de
verbo alguno. Por ello es también más descriptivo que narrativo. Se ve una playa —que
es la de Yuigahama— visitada por Kikaku, con un solo torii o pórtico de madera, anejo
a un santuario sintoísta (y, en este caso, enclavado sobre el rompeolas), mientras se
escucha el rumor del oleaje. Es una típica estampa, visual y sonora.)
sumu tsuki ya
hige wo tatetaru
kirigirisu
La clara luna;
y un cigarrón que empina
tieso el bigote.
(La escena es nocturna, aunque <<la clara luna>> la dota de una preciada y mansa luz.
¿Qué vemos en tal ambiente? Nada menos que un saltamontes o cigarrón que con todo
orgullo se atusa los bigotes. Un espectáculo muy digno bajo la luna.)
hatobeya no
yuuhi shizukeshi
toshi no kure
Ante el palomar
se aquieta el sol de tarde.
Declina el año.
(Haiku para despedir un año, dejando atrás tantos recuerdos, y abriendo la mente a
nuevas esperanzas del año nuevo. El haijin se sitúa junto a un palomar, ese albergue de
posibles mensajeras. Por lo demás, declina el sol en su curso, y atardece el año viejo.)
yakagura ya
hanaiki shiroki
men no ura
Nocturna danza
sagrada. Y ese aliento
blanco desde las máscaras.
(Curiosa aquí la elección de nuestro haijin. En un festival religioso que incluye danzas
sagradas, existen muchos puntos que llamarían la atención de cualquiera: la vestimenta
de los danzantes, sus pasos de baile, la música, es aspecto sacro del espectáculo…
Kikaku prefiere concentrar su atención en el hálito blanquecino que exhalan los
danzantes a través de sus máscaras en plena noche. Bella instantánea, cargada de
humanismo.)
yogi wo kite
aruite mitari
dayoohoshi
En bata de dormir
va avanzando unos pasos;
oreo de ropa
El haijin se asoma incluso a momentos que cualquiera preferiría dejar olvidados, como
es aquí ese tímido paseo nocturno en atuendo de dormitorio, para echar un vistazo a la
posible <<ropa seca>> que tal vez va alguien a ponerse mañana. Pero nada es ocioso si
se trata con cariño, como aquí hace Kikaku.
hana wo en
shisha no yomichi ni
tsuki wo kana
(El ojo del haiku no solo describe la realidad como una cámara fotográfica, sino en
ocasiones formula deseos y entrevé futuras sensaciones. Tal es el caso de este haiku,
donde se desea que al portador de flores en servicio nocturno le brille la luna, para
iluminar sus pasos.)
shirunabe ni
kasa no shizuku ya
sanaetori
Plantadora de arroz:
les gotean sus sombreros
sobre la sopa.
(Las plantadoras de arroz se han tomado un breve receso para comer en medio de la
lluvia; y aunque se protegen con sus sombreros de bambú o ciprés trenzado, desde estos
las gotas de lluvia chorrean lamentablemente sobre la sopa que ellas se van sirviendo en
sus cuencos, sacándola de una olla. Por más que la circunstancia sea desfavorable, el
haiku da fe de ella.)
sennin ga
te wo rankan ya
hashisuzumi
kusa no to ni
ware wa tade kuu
hotaru kana
(No es frecuente que el autor de haiku protagonice a las claras el discurso poético;
aunque, como excepción, puede darse el caso. Aquí aparece un pronombre de primera
persona ware, para dar peso a dicho protagonismo. Kikaku empieza describiendo el
escenario kusa no to ni <<en un chozo de ramas>>.)
meigetsu ya
tatami no ue ni
matsu no kage
Plenilunio de otoño:
sobre el tatami arroja
sombra de pinos.
kaerazu ni
kano nakitama no
yuube kana
(Kikaku escribió este haiku queriendo rememorar un hecho triste y glorioso, para él
contemporáneo: el seppuku o harakiri colectivo de los famosos cuarenta y siete rōnin en
acto de fidelidad. Sus palabras son sumamente dignas para con la solemnidad del
homenaje. El verso final, que alude al momento presente de escribirse el haiku, suma
coherencia y simbolismo con lo antes expresado.)
karabitaru
mii no nyoo ya
fuyu kodachi
(Los reyes Deva, de memoria secular desde la mitología india como guardianes de los
templos budistas, alzan sus figuras aguerridas en la entrada del templo Mii, donde
Kikaku los ha visto. Aunque acusan el desgaste propio de su permanencia a la
intemperie, su gesto es inolvidable, y hace olvidar el álgido clima invernal.)
kojiki kana
tenchi wo kitaru
natsugoromo
Ese mendigo,
¡vistiendo cielo y tierra
por ropa de verano!
(La mirada del haijin se posa con afecto con quien se ha cruzado. El pobre hombre viste
una ropa tan raída y desastrosa que se diría que va desnudo. El sentido de compasión
transporta al haijin a una perspectiva superior, y así ve al mendigo <<vestido de cielo y
tierra>> por toda indumentaria; expresión esta claramente hiperbólica, aunque bien
significativa.)
sono hito no
ibiki sae nashi
aki no semi
De esta persona
ni suenan ya ronquidos.
Cantan cigarras.
(Kikaku escribió este haiku en homenaje póstumo a Kosai, quien había sido compañero
suyo como discípulo también de Basho. El sueño de Kosai no es ya de esta vida, ni es
de esperar que él emita ronquidos. En contraste, las cigarras de otoño le dedican su
canto fúnebre.)
neko ni kuwareshi wo
koorogi no tsuma wa
sudakuran
(Mala suerte tuvo la esposa del grillo al toparse con un gato hambriento, el cual sin duda
atusaría sus bigotes pensando en su inmediato bocado. La <<señora>> grillo, por su
parte, no ve más recurso que la resignación, y así lanzar un canto coral —como suele ser
el de los grillos—, tal vez advirtiendo a sus posibles congéneres del peligro.)
fumi wa ato ni
ume sashidasu
tsukai kana
El mensajero entrega
rama en flor de un ciruelo;
luego, una carta.
(Este mensajero japonés de hace más de tres siglos, supera la imagen que podemos tener
de un cartero o agente de Correos. En su misión entran también regalos a él confiados y
sin envoltorio especial, como aquí es el caso. Sin duda, alguien le encomendó la entrega
de una rama florida de ciruelo, acompañada de cierta misiva. Todo un detalle.)
yuudachi ni
hitori soto miru
onna kana
Un chaparrón de estío;
la mujer, solitaria,
mira hacia fuera.
Podría ser el inicio de una novela de misterio, pero es un haiku, que deja tras de sí
muchas interrogantes. ¿Quién es esa mujer? ¿Por qué está sola? ¿Qué piensa mientras
mira al exterior? ¿Se le ha frustrado algo en quehacer diario a causa de la lluvia? El
haiku nos la hace cercana, pero la incertidumbre ante muchas circunstancias, perdura.
tsuki yuki no
naka ya inochi no
sutedokoro
(La nevada en plena noche puede convertirse en el más grave contratiempo para el
caminante que se la encuentra. Su ánimo puede venirse abajo, hasta el punto de
considerar su vida amenazada. Tal vez Kikaku se viera en circunstancias similares, o tal
vez fingió la escena. El hecho es que aquí hizo una proclama de solidaridad con muchas
personas que pasan por semejantes trances.)
Referencias
Kikaku, T. (2018). Una estrella fugaz. (F. Rodríguez-Izquierdo Gavala, Trad.) España: Satori
Ediciones.