Catic 1285-1321

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EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

1285 Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el


conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser
salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este
sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal (Cf. OCf, Praenotanda
1). En efecto, a los bautizados "el sacramento de la confirmación los une más
íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo.
De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a
extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG 11; Cf. OCf, Praenotanda
2):

I LA CONFIRMACIÓN EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor
reposaría sobre el Mesías esperado (Cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (Cf. Lc
4,16-22; Is 61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan
fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn
1,33- 34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su
misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin
medida" (Jn 3,34).

1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (Cf. Ez 36,25-27; Jl
3,1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (Cf. Lc 12,12;
Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua
(Jn 20,22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (Cf. Hch 2,1-4).
Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios"
(Hch 2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (Cf. Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se
hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (Cf. Hch 2,38).

1288 "Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo,


comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu
Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (Cf. Hch 8,15-17; 19,5-6). Esto
explica por qué en la Carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de
la formación cristiana, la doctrina del bautismo y de la imposición de las manos (Cf. Hb
6,2). Es esta imposición de las manos la ha sido con toda razón considerada por la
tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual
perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, const.
apost. "Divinae consortium naturae").

1289 Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la
imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra
el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de
Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este rito de la unción
existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se
llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa
"crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al
mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.

Dos tradiciones: Oriente y Occidente


1290 En los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única
celebración con el Bautismo, y forma con éste, según la expresión de S. Cipriano, un
"sacramento doble. Entre otras razones, la multiplicación de los bautismos de niños,
durante todo el tiempo del año, y la multiplicación de las parroquias (rurales), que
agrandaron las diócesis, ya no permite la presencia del obispo en todas las
celebraciones bautismales. En Occidente, por el deseo de reservar al obispo el acto de
conferir la plenitud al Bautismo, se establece la separación temporal de ambos
sacramentos. El Oriente ha conservado unidos los dos sacramentos, de modo que la
Confirmación es dada por el presbítero que bautiza. Este, sin embargo, sólo puede
hacerlo con el "myron" consagrado por un obispo (Cf. CCEO, can. 695,1; 696,1).

1291 Una costumbre de la Iglesia de Roma facilitó el desarrollo de la práctica


occidental; había una doble unción con el santo crisma después del Bautismo:
realizada ya una por el presbítero al neófito al salir del baño bautismal, es completada
por una segunda unción hecha por el obispo en la frente de cada uno de los recién
bautizados (véase S. Hipólito de Roma, Trad. Ap. 21). La primera unción con el santo
crisma, la que daba el sacerdote, quedó unida al rito bautismal; significa la
participación del bautizado en las funciones profética, sacerdotal y real de Cristo. Si el
Bautismo es conferido a un adulto, sólo hay una unción postbautismal: la de la
Confirmación.

1292 La práctica de las Iglesias de Oriente destaca más la unidad de la iniciación


cristiana. La de la Iglesia latina expresa más netamente la comunión del nuevo
cristiano con su obispo, garante y servidor de la unidad de su Iglesia, de su catolicidad
y su apostolicidad, y por ello, el vínculo con los orígenes apostólicos de la Iglesia de
Cristo.

II LOS SIGNOS Y EL RITO DE LA CONFIRMACIÓN

1293 En el rito de este sacramento conviene considerar el signo de la unción y lo que


la unción designa e imprime: el sello espiritual.
La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el
aceite es signo de abundancia (Cf. Dt 11,14, etc.) y de alegría (Cf. Sal 23,5; 104,15);
purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de
los luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (Cf. Is
1, 6; Lc 10, 34) y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.

1294 Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida


sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa
purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y el consuelo. La
unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación,
es el signo de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que
son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del
Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda "el buen olor de
Cristo" (Cf. 2 Co 2,15).

1295 Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu
Santo. El sello es el símbolo de la persona (Cf. Gn 38, 18; Ct 8, 9), signo de su
autoridad (Cf. Gn 41,42), de su propiedad sobre un objeto (Cf. Dt 32,34) -por eso se
marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor -;
autentifica un acto jurídico (Cf. 1 R 21,8) o un documento (Cf. Jr 32,10) y lo hace, si
es preciso, secreto (Cf. Is 29,11).
1296 Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (Cf. Jn 6,27). El
cristiano también está marcado con un sello: "Y es Dios el que nos conforta
juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello
y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Co 1,22; Cf. Ef 1,13; 4,30).
Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio
para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran
prueba escatológica (Cf. Ap 7, 2-3; 9, 4; Ez 9, 4-6).

La celebración de la Confirmación

1297 Un momento importante que precede a la celebración de la Confirmación, pero


que, en cierta manera forma parte de ella, es la consagración del santo crisma. Es el
obispo quien, el Jueves Santo, en el transcurso de la Misa crismal, consagra el santo
crisma para toda su Diócesis. En las Iglesias de Oriente, esta consagración está
reservada al Patriarca:

La liturgia de Antioquía expresa así la epíclesis de la consagración del santo crisma (myron): " (Padre... envía tu
Espíritu Santo) sobre nosotros y sobre este aceite que está delante de nosotros y conságralo, de modo que sea para
todos los que sean ungidos y marcados con él, myron santo, myron sacerdotal, myron real, unción de alegría,
vestidura de la luz, manto de salvación, don espiritual, santificación de las almas y de los cuerpos, dicha
imperecedera, sello indeleble, escudo de la fe y casco terrible contra todas las obras del Adversario".

1298 Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el caso


en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las
promesas del Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece
claramente que la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo (Cf. SC 71).
Cuando es bautizado un adulto, recibe inmediatamente la Confirmación y participa en
la Eucaristía (Cf. CIC can.866).

1299 En el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos,
gesto que, desde el tiempo de los apóstoles, es el signo del don del Espíritu. Y el
obispo invoca así la efusión del Espíritu:

Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos
siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito;
llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de
piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor.

1300 Sigue el rito esencial del sacramento. En el rito latino, "el sacramento de la
confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha
imponiendo la mano, y con estas palabras: "Recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo" (Pablo VI, Const. Ap. Divinae consortium naturae). En las Iglesias orientales, la
unción del myron se hace después de una oración de epíclesis, sobre las partes más
significativas del cuerpo: la frente, los ojos, la nariz, los oídos, los labios, el pecho, la
espalda, las manos y los pies, y cada unción va acompañada de la fórmula: "Sello del
don que es el Espíritu Santo".

1301 El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la
comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles (Cf. S. Hipólito, Trad. ap. 21).

III LOS EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN

1302 De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión especial


del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de
Pentecostés.
1303 Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia
bautismal:

 nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir
"Abbá, Padre" (Rm 8,15).;
 nos une más firmemente a Cristo;
 aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
 hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (Cf. LG 11);
 nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe
mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para
confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza
de la cruz (Cf. DS 1319; LG 11,12):
Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de
consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que
has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu
corazón la prenda del Espíritu (S. Ambrosio, Myst. 7,42).

1304 La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La
Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el
"carácter" (Cf. DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con
el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (Cf.
Lc 24,48-49).

1305 El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el


Bautismo, y "el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y
como en virtud de un cargo (quasi ex officio)" (S. Tomás de A., s. th. 3, 72,5, ad 2).

IV QUIÉN PUEDE RECIBIR ESTE SACRAMENTO

1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la


Confirmación (Cf. CIC can. 889, 1). Puesto que Bautismo, Confirmación y Eucaristía
forman una unidad, de ahí se sigue que "los fieles tienen la obligación de recibir este
sacramento en tiempo oportuno" (CIC, can. 890), porque sin la Confirmación y la
Eucaristía el sacramento del Bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación
cristiana queda incompleta.

1307 La costumbre latina, desde hace siglos, indica "la edad del uso de razón", como
punto de referencia para recibir la Confirmación. Sin embargo, en peligro de muerte,
se debe confirmar a los niños incluso si no han alcanzado todavía la edad del uso de
razón (Cf. CIC can. 891; 893,3).

1308 Si a veces se habla de la Confirmación como del "sacramento de la madurez


cristiana", es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad
adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de
elección gratuita e inmerecida que no necesita una "ratificación" para hacerse efectiva.
Santo Tomás lo recuerda:

La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la
perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4,8): `la vejez honorable no es la que dan los muchos
días, no se mide por el número de los años". Así numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían
recibido, lucharon valientemente y hasta la sangre por Cristo (s. th. 3, 72,8,ad 2).

1309 La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano
a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo,
su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades
apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzará
por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia
universal como a la comunidad parroquial. Esta última tiene una responsabilidad
particular en la preparación de los confirmandos (Cf. OCf, Praenotanda 3).

1310 Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene


recurrir al sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del
Espíritu Santo. Hay que prepararse con una oración más intensa para recibir con
docilidad y disponibilidad la fuerza y las gracias del Espíritu Santo (Cf. Hch 1,14).

1311 Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos
busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el
mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (Cf.
OCf, Praenotanda 5.6; CIC can. 893, 1.2).

V EL MINISTRO DE LA CONFIRMACIÓN

1312 El ministro originario de la Confirmación es el obispo (LG 26).


En Oriente es ordinariamente el presbítero que bautiza quien da también
inmediatamente la Confirmación en una sola celebración. Sin embargo, lo hace con el
santo crisma consagrado por el patriarca o el obispo, lo cual expresa la unidad
apostólica de la Iglesia cuyos vínculos son reforzados por el sacramento de la
Confirmación. En la Iglesia latina se aplica la misma disciplina en los bautismos de
adultos y cuando es admitido a la plena comunión con la Iglesia un bautizado de otra
comunidad cristiana que no ha recibido válidamente el sacramento de la Confirmación
(Cf. CIC can 883,2).

1313 En el rito latino, el ministro ordinario de la Conformación es el obispo (CIC can.


882). Aunque el obispo puede, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la
facultad de administrar el sacramento de la Confirmación (CIC can. 884,2), conviene
que lo confiera él mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración de la
Confirmación fue temporalmente separada del Bautismo. Los obispos son los sucesores
de los apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento del orden. Por esta razón, la
administración de este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la
Confirmación tiene como efecto unir a los que la reciben más estrechamente a la
Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo.

1314 Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero puede darle la


Confirmación (Cf. CIC can. 883,3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus
hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado
por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo.

RESUMEN

1315 "Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había
aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por
ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre
ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo" (Hch 8,14-17).

1316 La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el


Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina,
incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la
Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe
cristiana por la palabra acompañada de las obras.

1317 La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo


espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez
en la vida.

1318 En Oriente, este sacramento es administrado inmediatamente después del


Bautismo y es seguido de la participación en la Eucaristía, tradición que pone de
relieve la unidad de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. En la Iglesia latina
se administra este sacramento cuando se ha alcanzado el uso de razón, y su
celebración se reserva ordinariamente al obispo, significando así que este sacramento
robustece el vínculo eclesial.

1319 El candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón debe


profesar la fe, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y
estar preparado para asumir su papel de discípulo y de testigo de Cristo, en la
comunidad eclesial y en los asuntos temporales.

1320 El rito esencial de la Confirmación es la unción con el Santo Crisma en la frente


del bautizado (y en Oriente, también en los otros órganos de los sentidos), con la
imposición de la mano del ministro y las palabras: "Accipe signaculum doni Spiritus
Sancti" ("Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo"), en el rito romano;
"Signaculum doni Spiritus Sancti" ("Sello del don del Espíritu Santo"), en el rito
bizantino.

1321 Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, su conexión


con el Bautismo se expresa entre otras cosas por la renovación de los compromisos
bautismales. La celebración de la Confirmación dentro de la Eucaristía contribuye a
subrayar la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana.

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