Sir Charles Sherrington, PDF
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y la naturaleza de lo mental
RESUMEN
La figura del británico Sir Charles Scott Sherrington (1857-1952) ocupa un lugar privilegiado
en la historia de la neurofisiología. Su principal contribución estriba en su descubrimiento de la
«función integradora del sistema nervioso», en cuyo desarrollo se compendian sus importantes
aportaciones al estudio de la diferenciación entre acciones inhibidoras y acciones excitadoras.
Menos conocida resulta, sin embargo, su intensa pasión por la filosofía, por la historia (consa-
gró una biografía al médico francés del siglo XVI Jean Fernel) y por la literatura (en especial,
por la poesía de Goethe; él mismo compuso numerosos versos, publicados en obras como The
Assaying of Brabantius and other Verse, de 1925). Sus amplias inquietudes filosóficas se plas-
maron en el libro Man on His Nature, cristalización de las Gifford Lectures que impartió en
la Universidad de Edimburgo entre mayo de 1937 y junio de 1938. Su profundidad conceptual
y sus implicaciones para el debate contemporáneo en torno al problema mente-cerebro son
insoslayables. En este trabajo nos detendremos, precisamente, en el análisis de la propuesta
filosófica de Sherrington sobre la naturaleza de la mente humana.
PALABRAS CLAVE
SHERRINGTON, PROBLEMA MENTE-CEREBRO, CONCIENCIA,
DUALISMO, PAMPSIQUISMO
ABSTRACT
Sir Charles Sherrington (1857-1952) has played a privileged role in the history of Neurophys-
iology. His main contribution is based on his discovery of the «integrative function of the
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XIX-Nº2 (2014), pp. 207-227. ISSN: 1136-4076
Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
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nervous system», the development of which synthesizes some of his important experimental
results concerning the study of inhibitory and excitatory actions. However, it is less known that
Sherrington cultivated a deep passion for philosophy, history (he wrote a biography of the 16th
century French physician Jean Fernel), and literature (especially, Goethe’s poetry; Sherrington
himself composed numerous verses, published in works like The Assaying of Brabantius and
other Verse, de 1925). His broad philosophical interests were condensed in Man on His Nature,
which contains his Gifford Lectures, given at the University of Edinburgh between May 1947
and June 1938. Its conceptual scope and its implications for the contemporary debate on the
mind-body problem are analyzed in this paper, which aims to examine Sherrington’s ideas
about the nature of the human mind.
KEY WORDS
SHERRINGTON, MIND-BODY PROBLEM, CONSCIOUSNESS,
DUALISM, PAMSYCHISM
I. Sherrington, el científico
Los hallazgos del neuroanatomista español Santiago Ramón y Cajal
(1852-1934) sobre la estructura del sistema nervioso habían abierto un nuevo
y brillante horizonte para el estudio científico del cerebro. Sir Charles Scott
Sherrington1 protagonizaría la etapa «ulterior», caracterizada por el progresivo
esclarecimiento de la fisiología de las células nerviosas. A él le debemos apor-
taciones pioneras a este campo, así como el término «sinapsis» (acuñado en
1897 a partir del griego sinapsis, «cerrar») para denominar el punto específico
donde se comunican dos neuronas entre sí.
Sherrington, educado como médico en Londres, Edimburgo y Cambridge,
se inclinó por el estudio de la fisiología después de leer las investigaciones de
David Ferrier (1843-1928) sobre el córtex cerebral. En su etapa en Cambridge,
Sherrington coincidió con Sir Michael Foster (1836-1907), autor de un influ-
yente manual (A Textbook of Physiology; la primera edición data de 1877), y
a la sazón director del departamento de fisiología de esta universidad. Foster
había fundado la prestigiosa revista Journal of Physiology, en cuyas páginas
se publicarían algunos de los artículos más importantes de la neurofisiología
del siglo XX. Sherrington trabajó como ayudante de John Newport Langley
(1852-1925), con quien editó algunos de sus primeros artículos.2 Posteriormente,
nuestro hombre se trasladó como médico residente al «St. Thomas’ Hospital»
de Londres, para más tarde desplazarse hasta Bonn, donde estudió con Edouard
Pflüger, renombrado experto en la acción refleja, y a Estrasburgo, donde co-
1 Para una biografía detallada de Sherrington, véase J.C. Eccles – W.C. Gibson, Sher-
rington: His Life and Thought.
2 J.N. Langley – Ch. S. Sherrington, «Secondary degeneration of nerve tracts following
removal of the cortex of the cerebrum in the dog», 59-65.
3 Cf. W. Erb, «Über Sehenreflexe bei Gesunden und Rückenmarkskranken», 792. Sobre
las contribuciones de Erb a la neurociencia, cf. L. Sarikcioglu – R. Y. Arican, «Wilhelm Heinrich
Erb (1840-1921) and his contributions to neuroscience», 732.
4 Ch. S. Sherrington, «Note on the knee-jerk», 145-147; «Note toward the localization
of the knee-jerk», 545-654.
5 Ch. S. Sherrington, «The muscular sense», en E.A. Schäfer (ed.), Textbook of Physiol-
ogy, vol. II, 1002-1025.
6 Ch. S. Sherrington, «Note on the arrangement of some motor fibres in the lumbosacral
plexus», 621-772.
7 Ch. Bell, «On the nerves of the orbit», 289-703.
8 M. Hall, Synopsis of the Diastaltic Nervous System, de 1850.
9 Ch. S. Sherrington, «Decerebrate rigidity, and reflex coordination of movements»,
319-332.
10 Sobre este importante trabajo de Sherrington, cf. J.P. Swazey, «Sherrington’s concept
of integrative action», 57-89; D.N. Levine, «Sherrington’s The Integrative Action of the Nervous
System: A centennial appraisal», 1-6.
11 Véase, sobre este concepto, E.R. Kandel - J.H. Schwartz - Th. M. Jessell, Principios
de Neurociencia, 207-228.
12 R. Levi-Montalcini, La Galaxia Mente, 36.
13 A. Ferrús, «La sinapsis, una unión necesaria entre Cajal y Sherrington», en A. Gamundí
– A. Ferrús (eds.), Santiago Ramón y Cajal Cien Años Después, 176-177.
14 Véase J.C. Eccles, The Neurophysiological Basis of Mind. The Principles of Neuro-
physiology; y, del mismo autor, The Physiology of Synapses.
15 Para una síntesis de los escritos filosóficos de Sherrington, véase A. Zeman,
«Sherrington’s philosophical writings. A ‘zest for life’», 1984-1987.
16 Ch. S. Sherrington, The Brain and Its Mechanism.
17 Palabras citadas por J.C. Eccles – W.C. Gibson, Sherrington. His Life and Thought, 106.
18 Sobre las divergencias entre Sherrington y Pavlov en torno a la naturaleza de la mente,
véase L. Volicer, «Relationship between physiological research and philosophy in the work of
Pavlov and Sherrington», 381-392; R. Granit, «Interactions between Pavlov and Sherrington»,
182-186.
19 Palabras citadas por J.C. Eccles – W.C. Gibson, Sherrington. His Life and Thought, 106.
20 Sir John Eccles, además de sus importantes contribuciones a la ciencia (elucidó el
mecanismo iónico de la inhibición postsináptica), desarrolló una profunda reflexión filosófica
sobre el problema mente-cerebro, cristalizada, en gran medida, en el libro que escribió conjun-
tamente con el filósofo de la ciencia Sir Karl Popper, The Self and Its Brain. En él aboga por una
perspectiva que recuerda bastante al dualismo interaccionista (la mente y el cuerpo como dos
entidades independientes que interaccionan; cf. op. cit., 361-365) y, en ocasiones, al «trialismo»
de Popper (la doctrina de los tres mundos: el mundo de los cuerpos físicos, el mundo mental o
psicológico, y el mundo que comprende los productos de la vida humana; para un compendio
de esta postura, véase K.R. Popper, Objective Knowledge). Sobre una síntesis de las ideas fi-
losóficas de Sir John Eccles, remitimos a sus Gifford Lectures: The Human Mystery. Para una
exposición de su propuesta de solución al problema mente-cerebro, consúltese J.C. Eccles, «A
unitary hypothesis of mind-brain interaction in the cerebral cortex», 433-451, en la que formula
una tesis netamente dualista (cuyas dificultades de cara a su aceptación científica son patentes):
la interacción entre unidades neurales («dendrones», esto es, conjuntos de dendritas apicales de
las células piramidales de las láminas V y III-II como unidades receptoras básicas) y unidades
mentales (denominadas por Eccles «psicones»). Cada psicón (el cual contendría experiencias
mentales características) se uniría de modo único a un dendrón. Esta tesis presenta dos problemas
fundamentales: en primer lugar, resulta, por su propia naturaleza, incontrastable (con la misma
legitimidad podríamos postular un psicón por cada dendrón que un único psicón que conden-
sase todo el mundo mental); en segundo lugar, «hipostasia» lo mental como una sustancia en
paralelo, para cuyo acceso sólo cabría un método introspectivo difícilmente verificable. Pese
a ello, es de destacar que un neurofisiólogo de la altura de Sir John Eccles dedicase grandes
esfuerzos a reflexionar (y a argumentar hipótesis más o menos discutibles, pero propuestas razo-
nadas, al fin y al cabo) sobre una temática tan acuciante y de tan hondo calado en la historia del
pensamiento filosófico y científico como la del problema mente-cerebro. Basten, en cualquier
caso, las siguientes citas para poner de relieve la posición de Eccles en defensa de la autonomía
«sustancial» del orden mental: «I maintain that the human mystery is incredibly demeaned by
scientific reductionism, with its claim in promissory materialism to account eventually for all
of the spiritual world in terms of patterns of neuronal activity. This belief must be classed as
a superstition. . . . we have to recognize that we are spiritual beings with souls existing in a
spiritual world as well as material beings with bodies and brains existing in a material world»
(Evolution of the Brain: Creation of the Self, 241); «since materialist solutions fail to account
for our experienced uniqueness, I am constrained to attribute the uniqueness of the Self or Soul
to a supernatural spiritual creation. To give the explanation in theological terms: each Soul is a
new Divine creation which is implanted into the growing foetus at some time between conception
and birth». (op. cit., 237); «we can regard the death of the body and brain as dissolution of our
dualist existence. Hopefully, the liberated soul will find another future of even deeper meaning
and more entrancing experiences, perhaps in some renewed embodied existence . . . in accord
with traditional Christian teaching». (op. cit., 242).
21 G. Ryle, The Concept of Mind, 11-24.
22 J.C. Eccles – W.C. Gibson, Sherrington. His Life and Thought, 111.
26 La cercanía de Sherrington con la posición que adoptará, décadas más tarde, Thomas
Nagel es patente (véase Th. Nagel, «What is it like to be a bat?», 435-450).
27 Cf. Ch. S. Sherrington, Man on His Nature, 209.
28 Op. cit., 166-172.
38 A.R. Wallace, Natural Selection and Tropical Nature, 209. Es interesante observar que,
de acuerdo con el argumento de Wallace, tampoco cabría explicar, científicamente, la capacidad
de auto-movimiento que poseen los seres «animados»: si un átomo o una molécula carecen de
esta propiedad, cuesta creer que, por la simple adición de más elementos materiales, emerjan
características como la motilidad o la sensibilidad. Sin embargo, la ciencia ha logrado dar razón
de éstas y de otras muchas propiedades desde su fundamento físico-químico. Subsiste, es cier-
to, el profundo misterio de la conciencia, pero escudarse en la ausencia de esta facultad en los
elementos materiales no basta para atribuirle un carácter entitativo «de suyo».
Ese hipotético yo, ¿cómo ejerce su acción integradora sobre el cerebro? ¿La
aplica a una estructura cortical en particular, u opera simultáneamente sobre
diversas regiones? Y, de nuevo, si el yo no se localiza espacialmente, pero
estriba en una convergencia temporal (como una especie de «sentido interno»
kantiano), ¿por qué atribuirle inmaterialidad, si lo temporal posee carácter
material, «dimensionalizado»?
Por otra parte, ¿cabe hablar de una postura funcionalista en Sherrington?
Parece que si por funcionalismo39 nos referimos a la «hipostatización» de
los estados mentales como funciones de una estructura cerebral, al modo de
un software instalado en un hardware, la tesis de Sherrington dista entonces
considerablemente de este planteamiento. El funcionalismo, al menos en sus
versiones más difundidas, no implica (quizás sí en la práctica, pero desde luego
no en la teoría) una cosmovisión dualista, que remita a la inconmensurabilidad
entre el orden de lo mental y la esfera de lo físico. La mente, en el funcionalismo,
no constituye una entidad sui generis e inmaterial, mientras que los eventos
mentales, para Sherrington, difieren cualitativamente de los procesos regidos
por intercambios de energía (esto es, del dinamismo de la naturaleza, en el
sentido más laxo). Lo mental no puede explicarse como una forma de materia-
energía. Esta convicción es tan profunda en Sherrington que nuestro autor llega
a sostener que la fisiología cerebral poco tiene que ofrecerle a la psiquiatría,
pues «lo mental no se puede examinar como una forma de energía. Ésta es,
en resumen, la brecha que divide la psiquiatría de la fisiología».40 Sorprende,
en cualquier caso, que en sus Gifford Lectures Sherrington acuse a Sigmund
Freud de no haber prestado, en la elaboración de sus teorías psicoanalíticas, la
suficiente atención a la anatomía,41 cuando él mismo admite que esta disciplina
poco coadyuvará al estudio de la mente, ya que subsiste un hiato invencible
entre lo mental y lo material.
Sherrington apuesta por un nítido dualismo mente-cerebro,42 que
postula una evolución paralela, y perfectamente sincronizada, de lo mental
con lo corporal. La categoría de «simultaneidad» adquiere gran importancia
en su modelo, no sólo en lo que respecta al «acoplamiento» de ambos proce-
sos evolutivos, sino a la explicación de la concurrencia de mente y cerebro en
toda actividad en cuyo decurso ambos sean partícipes. La convergencia de lo
mental y de lo cerebral no posee naturaleza espacial, sino temporal. La mente
«no se halla en ningún sitio». Resulta inasequible a toda tentativa de localiza-
epilépticos, lo condujeron a adoptar la hipótesis de que «nuestro ser consta de dos elementos
fundamentales [mente y materia]». (Op. cit., 80).
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Línea de investigación
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y Hans Jonas (Ideas y Valores (2013), 129-141)
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