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Predicación Orante

de la Palabra
Tiempo Ordinario I – Pentecostés 2021 1

SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Enero 17 de 2021

Primera Lectura: 1S 3,3b-10.19


Salmo: 40(39),2+4ab.7. 8-9.10 (R. cf. 8a.9a)
Segunda Lectura: 1Co 6,13c-15a. 17-20
Evangelio: Jn 1,35-42

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios de este domingo nos presenta:

A Dios quien, a lo largo de la historia, siempre ha llamado a personas concretas


para que cooperen en su misión de salvar a la humanidad.

1
Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y otros colaboradores; coordina-
do por el Dpto. de Liturgia. (2020-2021). Predicación Orante de la Palabra, I. Adviento a Pentecostés, Ciclo B.

Predicación Orante de la Palabra


El hombre responde al llamado de Dios a través de la obediencia a su Palabra.
Cuando Dios llama, prepara a su elegido y lo envía en su nombre, a predicar
el Evangelio.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

La Palabra de Dios afirma que Dios, a largo de la historia, llama a personas concretas
para que le colaboren en su proyecto de salvación universal. Es el caso del llamado
de Dios a Samuel en la primera lectura, y del llamado de Jesús a Juan y Andrés, en
el relato del Evangelio.

Samuel es ayudado por el sacerdote Elí, que le enseñó cómo responder al Señor.
Juan y Andrés eran discípulos de Juan el Bautista, él les muestra al Cordero de Dios.
De lo anterior, podemos deducir que la experiencia de la vocación, viene mediada
por personas, que el mismo Dios pone en el camino, para que indiquen el camino
que lleva hacia Él.

La Palabra de Dios también nos muestra que para que la vocación llegue a buen
término es necesario estar atentos a la voz de Dios para corresponderle con pronti-
tud. Sólo quien escucha a Dios puede responderle debidamente.

Al final de la primera lectura la Palabra nos dice que Samuel crecía y que el Señor
estaba con él. También al final del relato del Evangelio se nos muestra que los dos
discípulos fueron con Jesús, vieron dónde vivía y se quedaron con Él. Todos estos
detalles van estrechamente unidos en la experiencia vocacional de cada persona.

Además, la Palabra confirma la alegría que sienten aquellos que son llamados por
Dios. Es un gozo profundo que llega al corazón y que no se olvida, marca la vida y la
divide en dos etapas: el antes del llamado de Dios y el a partir del llamado de Dios.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La Palabra de Dios, propuesta para hoy, nos dice que Dios nos llama con nombre
propio para algo grande. Cada persona es llamada continuamente por Dios. El
primer y permanente llamado es siempre a estar con Jesús, a ser sus amigos, a
disfrutar de su compañía, a conocerle y amarle cada vez más.

La Palabra pide un corazón dócil y humilde como el de Samuel, para poder experi-
mentar profundamente el llamado de Dios. Juan y Andrés también seguían con rec-
titud de corazón a Juan Bautista, estaban fascinados por el ejemplo de su santidad,
austeridad y veracidad, ellos, como Samuel, experimentaron la llamada divina en
sus vidas.
Samuel dijo a Dios: Habla Señor que tu siervo escucha. Juan y Andrés dijeron al
Señor: ¿Maestro dónde vives? Esto indica que a Dios se le responde con sinceridad.
Es necesario escuchar a Dios y obedecerlo.

Todos tenemos vocación, todos somos llamados por Dios a vivir con Él y para Él.
Quien escucha el llamado de Dios y lo sigue goza de la compañía de Dios y crece en
gracia y sabiduría. Es lo que dice la primera lectura cuando afirma que “Samuel
crecía, y el Señor estaba con él”.

La experiencia personal de ser llamado por Dios marca definitivamente el corazón,


la persona es sellada profundamente por el amor de Dios, es algo que no se olvida y
que se recuerda con detalles y con fascinación. Así lo vivieron Juan y Andrés. Al res-
pecto el evangelista nos dice que “fueron con Él, vieron dónde vivía y pasaron aquel
día con él. Eran como las cuatro de la tarde”.

Cuando se recuerdan con fuerza los detalles, por ejemplo, la hora en que Juan y
Andrés estuvieron con Jesús en su casa, cuando el corazón y la memoria retienen
con fuerza natural estas cosas, es porque esa experiencia ha tocado el alma y la ha
transformado, sucedió algo grande que cambió la vida, que le dio sentido, que la
llenó de gozo, los ojos del alma son iluminados con el resplandor de la verdad y ya
no se tiene miedo ni duda alguna. Se ve claro por dónde ir, a quién seguir.

La Palabra nos recuerda que Dios ha llamado a muchas personas a colaborar en su


misión. La vocación es el llamado de Dios a su servicio. El Concilio Vaticano II afirma
que todos somos llamados a la santidad, esta es la vocación fundamental que brota
del bautismo. San Juan Pablo II nos dijo que todos estamos llamados a la santidad y
a la misión, que “el verdadero misionero es el santo” (RM 90).

El Papa Francisco nos pide con insistencia ser “callejeros de la fe”, ser una Iglesia en
salida misionera. Para lograrlo es necesario dejarse “captar” por Jesús, dejarse cauti-
var por Él, abrirle espacio en nuestra vida, dejarnos amar, perdonar y transformar por
su misericordia infinita. Es indispensable seguirlo y estar con Él. Son maravillosas las
palabras de EG 120 que nos animan a ser auténticos misioneros desde el encuentro
sencillo y profundo con Jesús: «Todo cristiano es misionero en la medida en que se
ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos “discí-
pulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos misioneros”. Si no nos
convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente des-
pués de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: “¡Hemos encon-
trado al Mesías!” (Jn 1,41)». Jesús nos pide abrir el corazón para escucharlo.

Samuel estaba en el Templo. Es necesario ir al Templo al encuentro con Dios, visitar-


lo y adorarlo en el Sagrario, participar fructuosamente de la Eucaristía que es la
fuente y la meta de toda la vida cristiana; es Cristo mismo quien nos alimenta con su
propio Cuerpo y Sangre. No nos dejemos robar la alegría de encontrarnos con Cristo
en la Eucaristía, no nos dejemos robar la alegría de escuchar a Cristo en la lectura
orante de la Palabra, tanto de modo personal como comunitario.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Todo encuentro con Jesucristo transforma la vida, es un encuentro espiritual que


orienta totalmente la vida hacia Dios y hacia el servicio a los demás.

La misión es la consecuencia lógica que brota del encuentro con Cristo. La escucha
atenta de la Palabra de Dios, siempre genera un compromiso misionero. El Papa
Francisco nos dice que tenemos que ser cristianos que salimos a la calle, que aban-
donemos el confort y las propias seguridades para comunicar a los demás el amor
de Cristo que hemos recibido.

El corazón del espíritu misionero es el amor a Jesucristo. Para amar a Cristo es nece-
sario habituarse a estar en su presencia para escucharlo, seguirlo y obedecerlo. En
todas las circunstancias y etapas de la vida necesitamos escuchar a Dios, nunca
dejemos de ser discípulos, de lo contrario no seremos misioneros del Señor.

Cristo pide familias que sean escuelas de santidad, a ejemplo de la familia de santa
Teresita del Niño Jesús. Siempre debemos promover una atención pastoral de cali-
dad para los niños. De allí lo fundamental que es acompañar y animar a los padres
de familia a ser los primeros y constantes catequistas de sus hijos.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Nos encontramos unidos para vivir el encuentro con el Señor Jesús, el Cordero de
Dios, para reconocerlo, escucharlo y anunciarlo con voz de júbilo.

Dispongámonos a celebrar con fe y esperanza.

Monición a la Liturgia de la Palabra

En los pasajes de la Palabra que vamos a escuchar encontraremos cómo nuestra


relación con Dios es profunda, él nos llama, nos recuerda que somos su templo y
que nos invita a buscarlo y reconocerlo como el Cordero de Dios que nos motiva a ir
y ver dónde mora. Escuchemos con atención y recogimiento.
Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Reunidos para celebrar el Día del Señor, plenitud de la revelación del
amor de Dios Padre, presentamos nuestras oraciones, diciendo:

R. Señor Jesús, escucha y ten piedad

1. Oremos por nuestra Iglesia colombiana y por la Iglesia universal, para que,
unida al Papa Francisco en la caridad, siga comunicando con valentía la presen-
cia de Jesús que nos llama a seguirlo y ser sembradores de esperanza, justicia y
paz. Roguemos al Señor
2. Oremos por nuestros pastores, obispos, sacerdotes, diáconos e integrantes de
las comunidades de vida apostólica y vida religiosa para que, imitando la pru-
dencia, la mansedumbre y la bondad de Jesús, hagan crecer en la fe, la caridad
y la esperanza a cuantos les han sido encomendados. Roguemos al Señor.
3. Oremos por los gobernantes de las naciones y las autoridades civiles y milita-
res, para que, movidos por el espíritu de servicio, construyan con sabiduría y
honestidad caminos de unidad y de reconciliación. Roguemos al Señor
4. Oremos por las familias, para que, con caridad, modestia y castidad, perma-
nezcan unidas en el gozo de la fe y alienten el entusiasmo por una vida de amor
a Dios y amor entre esposos y hermanos. Roguemos al Señor.
5. Oremos por los enfermos, presos y secuestrados, para que Cristo los sane, les
conceda la libertad, los colme de esperanza de vida, y premie y glorifique a quie-
nes han muerto en su misericordia. Roguemos al Señor.

Oración conclusiva

Señor,
acoge las oraciones que confiados te presentamos
por mediación de Jesucristo,
quien vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Enero 24 de 2021

Primera Lectura: Jon 3,1-5.10


Salmo: 25(24),4-5ab.6+7bc.8-9 (R. cf. 18)
Segunda Lectura: 1Co 7,29-31
Evangelio: Mc 1,14-20

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios, en este domingo, nos invita a la reflexionar y profundizar sobre:

Somos llamados a la conversión universal que traspasa las fronteras. El profeta


Jonás, en efecto, se resiste a obedecer a Dios, quien lo envía a un pueblo pagano
a predicar la conversión de sus pecados e idolatrías, un pueblo que no es judío,
por lo tanto, diferente a su cultura, religiosidad y costumbres.
La invitación al desapego a los bienes materiales y a asumir una actitud de indi-
ferencia hacia los antivalores que presenta el mundo temporal.
El llamado que Jesucristo hace a los primeros apóstoles a seguirlo, dejándolo todo.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El profeta Jonás, después de atravesar la etapa de discernimiento y resistencia de su


vocación, acepta la misión que Dios le encomienda: predicar la conversión a un
pueblo pagano. El profeta obedece en contra de su voluntad. El autor sagrado pone al
Señor en ¨actitud de arrepentimiento¨, frente a la reacción del pueblo, que escucha,

Predicación Orante de la Palabra


obedece y se convierte. El pueblo ninivita asume gestos propios de conversión: escu-
cha, ayuna, deja de obrar el mal, se viste de saco; son señales de arrepentimiento.

El Apóstol San Pablo, frente a la inminente llegada del Señor y la brevedad del
tiempo, recomienda unas actitudes de desapego y relativización hacía los valores de
este mundo que son pasajeros: los que tienen mujer, los que lloran, los que están
alegres y los que disfrutan la vida, les recomienda vivir en una actitud de indiferen-
cia, frente a los sentimientos, sufrimientos y alegrías del mundo.

El Evangelista san Marcos, en continuidad con el llamado a la conversión del pueblo


ninivita en el primer testamento, muestra a Jesús quien invita all arrepentimiento
de los pecados y a caminar en la presencia de Dios. Sin embargo, el Evangelio obser-
va un plus, que modifica y cualifica el esquema anterior del profetismo veterotesta-
mentario. En efecto, en Jesucristo, Dios cualifica y altera el resultado de la conver-
sión a través del llamado y elección de los primeros apóstoles, es decir, haciendo
presente la vocación y el Reino de Dios no solo en el pueblo ninivita, sino dentro de
cada uno; no solo en los pecadores y humildes de manera genérica, sino en la perso-
na de cada apóstol o discípulo que decide dejarlo todo para comenzar una nueva
vida en el Señor. Así, la vocación del apóstol y el discípulo se convierte en sí misma,
en un llamado de conversión.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La Palabra pone al ministro que es un discípulo de Jesucristo, a reflexionar sobre la


misión y el llamado a la conversión, mediante el testimonio de su vida. Cuando se
leen estos tres testimonios de Jonás, san Pablo y el de nuestro Señor Jesucristo, inte-
rroga el mismo testimonio sacerdotal. El profeta anuncia y denuncia la Palabra de
Dios en la vida personal, comunitaria, en la Iglesia y en el mundo actual. Invita a la
conversión mediante la confesión y reparación de los pecados propios y del pueblo,
y empuja a ofrecer, como miembro de la Iglesia, el perdón, el amor y la reconcilia-
ción de Dios consigo mismo, con los hermanos, con la comunidad y con la creación
entera.

La Palabra de Dios sugiere revisar el contenido de la predicación, el mensaje de


salvación, las injusticias que se ven y, que quizá, se omiten por temor a sufrir las con-
secuencias de un anuncio profético. Pone a pensar, cómo la Palabra que se anuncia
y se denuncia, se convierte para el sacerdote mismo, no solo en palabra externa, sino
en tarea y compromiso de vivir con convicción, siendo testigo de una realidad que
involucra y no deja pasar indiferente al ministro que la proclama. Finalmente, la
Palaba entusiasma a ser testigo, discípulo amado, que, con la palabra y el testimonio
de conversión, ayuda a construir el Reino de Dios.
Como pueblo de Dios, y comunidad en formación, la Palabra sugiere considerar tres
dimensiones: 1. Nuestra vocación de hijos de Dios, a través del Sacramento del Bau-
tismo, nos constituye en sacerdotes, profetas y reyes. Esta vocación profética hace
que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón, anuncie y denuncie lo que hay
que cambiar en nuestra vida personal, para generar dinámicas de conversión que
partan desde nuestra realidad. 2. El contenido del mensaje profético es el Reino de
Dios manifestado en Jesucristo. Dios que se encarna para nuestra salvación y cuyo
Reino se inaugura cuando nos abrimos a la conversión, nos pide despojándonos de
todo aquello que no nos ayuda a caminar en la presencia del Señor. 3. Dios manifes-
tado en Jesucristo, nos elige para ser un pueblo santo, que inicia a caminar desde el
llamado a la conversión personal para seguirlo en el cuerpo que es la Iglesia; nos
invita a desprendernos de todo aquello que no nos ayuda a construir el Reino de
Dios en nuestras vidas. Dios que es Padre, lleno de ternura y misericordia, lento a la
ira y rico en clemencia para los que lo invocan, nos motiva a reconocer con humildad
que siendo pecadores, podemos caminar en su presencia para ser acompañados y
ayudados en nuestro diario acontecer

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El encuentro con Jesucristo cambia y transforma nuestra existencia de una condi-


ción pecadora a una renovación permanente de nuestra vida. Jesús nos llama, nos
convierte, nos convoca, nos elige para le sirvamos y caminemos en su presencia,
para hacernos discípulos misioneros que llevemos su palabra por doquier y nos
envía a dejarlo todo para seguirlo y hacer comunidad saliendo al

encuentro de todas las personas que Él pone en el camino de nuestra existencia. El


encuentro con Jesucristo vivo nos convierte en testigos de su amor.

Las palabras del Papa Francisco en su visita a Colombia nos ayudan a reflexionar en
este camino de conversión. En efecto, nos animó no solo a dar el primer paso para la
paz y la reconciliación, sino a seguir caminando y dando pasos de verdadera conver-
sión con la verdad, la justicia el amor y la reconciliación: “La palabra de Jesús tiene
algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir
corazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra probada en la acción, no es
una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por
eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragili-
dad del mar”. (Homilía, Parque Simón Bolívar, Bogotá, 7 de septiembre 2017).
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Bienvenidos hermanos a nuestra Eucaristía, encuentro con Jesús en el Pan de la


Palabra que nos orienta y exhorta, y el Pan del cuerpo y la sangre de Jesucristo, ban-
quete de Amor que nos alimenta y fortalece. Para que nuestra vida sea coherente
con la propuesta de Jesús es necesario abrir nuestro corazón para tener comporta-
mientos y actitudes de conversión de mentalidad y de conducta, siempre en res-
puesta a la Palabra que hemos recibido. Con la alegría de participar en esta celebra-
ción y puestos en pie, iniciemos cantando.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios en este domingo nos muestra que, tanto para el profeta, como
para Jesús, la conversión de vida es fundamental para alcanzar el Reino de Dios.
Urge la conversión de la mente y del corazón para que pueda haber un cambio de
vida. Debemos reconocer que existe pecado y que tenemos que alcanzar el arre-
pentimiento para lograr el perdón de Dios. Estemos siempre dispuestos a responder
al llamado de Cristo. Escuchemos con atención.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Animados por el mismo Espíritu de Jesús, presentemos al Padre mise-


ricordioso las peticiones y necesidades de nuestro mundo, convertidas en plega-
rias. Unámonos diciendo:

R. Muéstranos Señor, tus caminos

1. Oremos por el Papa Francisco, la Iglesia, sacerdotes, diáconos y laicos compro-


metidos, para que sean portadores y den testimonio de la Buena Nueva a todos
los pueblos.
2. Oremos por nuestros gobernantes, para que, fortalecidos por el Padre e ilumi-
nados por el Espíritu Santo, administren con justicia y equidad los bienes pues-
tos para el servicio de todos y logren la unidad y la paz para sus pueblos.
3. Oremos por los que sufren hambre, miseria, los enfermos y desempleados, los
presos, los abandonados, especialmente de nuestra comunidad parroquial, para
que puedan sentir la misericordia, el perdón y el amor sanador de Dios que los
acompaña.
4. Oremos por los jóvenes de Colombia para que, perseverando en la fe, puedan
encontrar nuevos caminos que les permitan ser anunciadores de la Buena
Nueva a través de sus vidas.
5. Oremos por los que estamos celebrando esta Eucaristía y nuestras familias
para que sintamos la necesidad de conversión en nuestras vidas y actuemos de
acuerdo con el Evangelio.

Oración conclusiva

Padre bueno y misericordioso,


Escucha las oraciones
que tus hijos te dirigen con fe y esperanza,
te las presentamos por Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.
CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Enero 31 de 2021

Primera Lectura: Dt 18,15-20


Salmo: 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9
Segunda Lectura: 1Co 7,32-35
Evangelio: Mc 1,21-28

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, sugiere tres temas que
pueden orientar la reflexión:

La elección del profeta que comunica la Palabra de Dios, aparece libre de conta-
minarse con otros dioses e ideas que confunden y desvían al pueblo.
El hombre y mujer que se consagran a Dios pueden hacerlo en la libertad de
dedicarse tiempo completo al servicio del Señor, o de sentirse divididos frente a
los deberes con el mundo.
La autoridad de Jesús quien, con gestos y palabras, expulsa al demonio inmundo
que se encuentra dentro de la sinagoga y que lo reconoce como el santo de Dios.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

En la primera lectura del Libro del Deuteronomio, Yahveh Dios habla al pueblo de
Israel a través de Moisés sobre las disposiciones de quienes han de ejercer la voca-
ción profética. Dios pondrá sus palabras en la boca del profeta y le comunicará sus
mandatos. Dios juzgará al profeta por su obediencia en la comunicación de su pala-

Predicación Orante de la Palabra


bra al pueblo, pero si el profeta no es fiel a sus palabras y se desvía hablando en
nombre de otros dioses, será reo de muerte.

El apóstol San Pablo recomienda y forma a la comunidad de Corinto en la libertad


de preocupaciones del mundo para servir al Señor en santidad de cuerpo y espíritu,
procurando el trato digno y asiduo con el Señor, sin división. Distingue entre el
hombre y la mujer casados o no casados, pues, quien está casado está dividido, ya
que se preocupa de las cosas del mundo; mientras, quien no está casado es más
libre de estas preocupaciones para servir al Señor. Todo bautizado es un profeta que,
discerniendo su vocación, dedica su tiempo al servicio del Señor sin ataduras, ni
compromisos con las cosas del mundo que lo dividen, distraen y le quitan tiempo
para dedicarse a las cosas del Señor.

En el Evangelio, Jesús llega a Cafarnaúm con los apóstoles y comienza a enseñar el


sábado. En la sinagoga hay un hombre de espíritu inmundo que lo reconoce como
el Santo de Dios. Cuando Jesús expulsa el espíritu inmundo del hombre, la gente
estupefacta y sorprendida percibe en Él una doctrina nueva, expuesta con autori-
dad; en efecto, manda los espíritus inmundos y le obedecen. Jesucristo, el Profeta
por antonomasia, sorprende porque su autoridad es totalmente coherente entre lo
que dice (palabras) y lo que hace (gestos).

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La Palabra de Dios interroga nuestra vocación como sacerdotes, profetas, religiosos,


religiosas, laicos, esposos, esposas y laicos en la misión de anunciar y denunciar la
verdad a nuestro pueblo. Advierte sobre la necesidad de no acomodarnos a la Pala-
bra de Dios por nuestra condición o elección que hayamos hecho. Igualmente, la
Palabra nos advierte sobre las doctrinas atractivas y mundanas que nos pueden
confundir y alejar de la recta doctrina. Hay que permanecer fiel al Dios único y ver-
dadero, manifestado en su Hijo Jesucristo.

La autoridad con que nosotros hablamos debe proceder de la humildad y caridad


en el servicio a los demás, las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. La
autoridad, es la coherencia de una vida que testimonia a Jesucristo, más que con
nuestras palabras, con la vida ofrecida en servicio a los demás, especialmente a los
enfermos, pobres y más vulnerables de nuestra sociedad.

No todo quien va al templo tiene garantizada la salvación, pues los espíritus inmun-
dos también acuden a las celebraciones litúrgicas, van a misa, comulgan y recono-
cen a Dios. Cuidado con sentirnos seguros de nosotros mismos; pretender medir
nuestra conversión por los actos externos, el número de obras de caridad o creer
que la gracia de Dios la podemos adquirir o comprar mediante la fuerza del mérito
propio. Hay que evitar el espíritu mundano que nos lleva a caer en la falsedad, la
hipocresía y la doblez de corazón, creyéndonos justificados.

Igualmente, la Palabra invita a renovar nuestro compromiso profético adquirido en


el bautismo, que nos advierte sobre el cuidado de no emigrar hacia dioses falsos
que engañan y nos separan de la recta doctrina de la salvación. La sociedad moder-
na está llena de sutiles y variadas formas de espíritus inmundos, de ofertas esotéri-
cas, sectas y nuevos movimientos religiosos, que tergiversan la recta enseñanza de
la Iglesia y nos pueden desviar hacia caminos tortuosos de engaño y perdición. Hay
que cultivar nuestra formación en la fe, mediante la catequesis, la fe, el amor y el ser-
vicio en nuestros grupos y comunidades parroquiales.

La Palabra de Dios de este domingo, nos invita a vivir al servicio de la palabra de Dios
y de la Iglesia de acuerdo con la vocación a la que hemos sido llamados, ejerciendo
todos la dimensión real, profética y sacerdotal que hemos recibido en el bautismo.

En las palabras que el Papa Francisco dirigió, en su visita a Colombia, durante el


encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus
familias, resaltamos algunas ideas que explicitan la temática que nos invita a
reflexionar la Palabra de Dios en este domingo: “Conocer a Jesús es el mejor regalo
que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que
nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro
gozo, el gozo de evangelizar”… “Las vocaciones de especial consagración mueren
cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda
de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es
¨subir de categoría¨, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la
torpeza del afán de lucro” ... “Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor
a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del
pecado y el anuncio del Evangelio… ¿cuántas veces escuchamos hombres y muje-
res consagrados que parece que, en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento,
vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose de las desgracias de
este mundo? Es la esterilidad, de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de
Jesús”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados seminaristas y sus fami-
lias, Coliseo La Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

La presencia de Jesucristo en la sinagoga sorprende por la autoridad con que ejerce


su palabra y la coherencia con que actúa. Al paso de Jesucristo por nuestras vidas,
no debemos ser indiferentes, sino que nos debe ayudar a construir el mundo, dando
la prioridad a Él, y creciendo en el servicio a los demás de acuerdo con nuestra voca-
ción de consagrados.

El encuentro con Jesucristo vivo, hace que sus gestos y palabras estimulen nuestra
misión y el servicio a los demás con caridad y verdad, para ayudar en la sanación de
tantas formas inadecuadas de fe que nos pueden perder y confundir en el camino
que conducen a la auténtica salvación, aun estando dentro de la Iglesia.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Bienvenidos hermanos a esta celebración Eucarística dominical, donde nos encon-


tramos reunidos alrededor del altar, convocados por el amor de Dios y la autoridad
de Jesús, quien nos llama a hacer real la voluntad de Dios en nuestras vidas, Pidá-
mosle al Señor que podamos vivir su Palabra conforme él nos la presenta. Iniciemos
esta celebración con mucha alegría de encontrarnos como hijos de Dios.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra que Dios nos dirige hoy, en principio, lo hace a través de los profetas,
quienes son los portadores de ella, pero en el Evangelio vemos que ya es Jesús
quien, con autoridad amorosa, se hace Palabra y se muestra como el Mesías espera-
do. Escuchemos

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Invoquemos a Jesús, para que el Padre misericordioso escuche las


peticiones y necesidades de nuestro mundo, convertidas en plegarias. Digamos:

R. Muéstranos Señor, tus caminos

1. Por la santa Iglesia reunida aquí en el nombre del Señor y extendida por todo
el mundo, para que sus obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos tengan la valen-
tía de predicar el Evangelio en todo tiempo y lugar. Oremos
2. Por los jefes de las naciones, para que su autoridad no sea respuesta a deseos
personales, sino que esté al servicio de los más necesitados y sus obras logren el
bienestar de los pueblos. Oremos
3. Por los padres de familia para que, a través de su autoridad en el hogar, recibi-
da a través del sacramento del matrimonio, se dediquen a amar y ser amados a
ejemplo de Cristo. Oremos
4. Por nuestra comunidad parroquial, para que la Palabra de Dios pueda ser
vivida y testimoniada por todos los que hagan parte de ella. Oremos
5. Por todos nosotros presentes en esta Eucaristía, para que cada día la Palabra
de Dios ilumine y oriente nuestra vida. Oremos

Oración conclusiva

Dios nuestro,
Escucha las peticiones
que estos tus hijos te dirigen con fe y esperanza.
Por Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.
QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Febrero 7 de 2021

Primera Lectura: Jb 7,1-4.6-7


Salmo: 147(146),1-2.3-4. 5-6 (R. cf. 3)
Segunda Lectura: 1Co 9,16-19.22-23
Evangelio: Mc 1,29-39

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Desde las lecturas que se nos ofrecen para este domingo, tres temas emergen para
nuestra reflexión:

El sentido y la brevedad de la vida humana sometida al trabajo y a la enfermedad.


Los oficios desarrollados por el hombre y su respectiva recompensa, donde
entra la dimensión infrahumana y trascendente del valor del trabajo y su “paga”.
El sentido que Jesús (su mensaje en acción: la evangelización) da a la vida
humana. Este tema es el que abordaremos a continuación.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El texto de la primera lectura forma parte del primer ciclo de conversaciones entre
Job y sus amigos (cap. 3-14); Job ha exteriorizado su confusión y desahogo por la
situación, más que difícil, que está viviendo; sus amigos han intentado ayudarlo
condenando injustamente a Job en una pretendida defensa de Dios, donde “Dios
premia a los buenos y castiga a los malos”. Job responde a su amigo Elifaz (6,1 - 7,21)
reiterando su confesión de inocencia, al tiempo que describe los grandes sufrimien-

Predicación Orante de la Palabra


tos, y concluye haciendo una lectura sobre el sentido de la vida humana, donde el
principio de premio y castigo de buenos y malos es insuficiente para comprenderla,
porque la vida desde la experiencia vivida no es vista más que como un “servicio”, un
“jornal”, “una sombra”, “un soplo”, un “consumirse sin esperanza”, una “fatiga” que se
alarga inexplicablemente. El tema dominante de la primera lectura es un desgarra-
dor lamento sobre la fugacidad de la vida humana que se muestra frágil, sufriente.

¿Qué puede cambiar este desgarrador sentido de la vida humana? El salmo 147
(146) es una primera respuesta. Es un himno de alabanza a Dios, estructurado en
tres secciones mediante claras invitaciones a la alabanza (vv. 1.7.12); la primera sec-
ción que es la que se ha proclamado, invita a alabar al Señor porque es el protector
de los humildes; se celebra el poder y la bondad de Dios que es grande y poderoso,
y que muestra su poder con las acciones que realiza, pues después de la tragedia de
la deportación reconstruye la ciudad y la vida destrozada del pueblo.

La narración del evangelio presenta las curaciones en la jornada de Cafarnaúm y una


síntesis del recorrido de Jesús por Galilea. Tres partes: 1. La curación de la suegra de
Pedro, en su casa, destacando la presencia de los discípulos que han sido llamados -
Pedro, Andrés, Santiago y Juan (vv. 29-31); 2. Un resumen de la actividad de Jesús:
curaciones y exorcismos (vv. 32-34) 3. Otras acciones de Jesús: Oración y predicación.

Pero, el evangelio nos dice algo más que el mero recuerdo histórico. Aquí aparece la
irrupción de Jesús en la historia concreta del hombre, pues él “salió” para prestar su
servicio a la vida humana. El texto se estructura a partir del verbo “salir” y las accio-
nes complementarías de este salir; esta insistencia debe notar que Jesús salió del
Padre y vino al mundo para dar sentido a esta existencia. “Salió” de la sinagoga para
“acercarse” y entrar en “contacto” con los necesitados, con el hombre sumido en la
enfermedad y la realidad que le hace experimentar la existencia humana como des-
garradora; Jesús se “levantó” y “salió” para entrar en relación con Dios, salió para
“hacer oración”; definitivamente, la acción de Jesús se resume en que él “salió” para
“recorrer” y “predicar”, es decir, llevar la Buena Nueva; y ésta se realiza con gestos
concretos sirviendo al hombre sumido en su lamento, él salió para “curar” y “expul-
sar a los demonios”. Así, el mensaje del evangelio, Jesús Hijo de Dios, es la respuesta
definitiva al desgarrador lamento sobre la fugacidad de la vida humana.

Pablo, en la segunda lectura, bien que el texto pertenece a la reflexión sobre los
derechos de los apóstoles o de quienes anuncian el evangelio, se encuadra en el
sentido de la vida. Pablo proclama el evangelio sin buscar salario alguno, porque su
gozo, ganancia, paga, es haberse encontrado con el Resucitado; su paga es “precisa-
mente dar a conocer el Evangelio”, él tiene claro por qé hace las cosas que hace,
“hago todo esto por el Evangelio, para participar de sus bienes”. El Evangelio es
Jesús, su mensaje, y por él hace todo. Predicar es un encargo u oficio que lo exige
todo y da sentido a todo.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la
comunidad?

Jesús da sentido a la vida humana.

El hombre afligido conoce su miseria; la reflexión de Job es solidaria de la humani-


dad entera que sufre, que se resigna a morir, pero que en medio de su angustia per-
cibe que la existencia humana tiene una misión, un servicio que realizar.

La dimensión trascendente confiere a la vida del ser humano un sentido de gran


valor. Encontrarse con Jesús y su mensaje todo se transforma; Jesús no deja las
cosas iguales. Esta no es una idea o frase de cajón, sino que es la inexplicable res-
puesta que Dios ha dado a la humanidad. Nada más provechoso que abrir el cora-
zón y conocer a Jesús. Les pasó a los discípulos que él llamó a su caminar, a Pablo, a
la suegra de Pedro que se levanta y se pone a servirles; les pasó a ellos, y les ha
pasado a millones de personas a lo largo y ancho del mundo y de la historia. Y hoy
pasa aquí contigo y conmigo.

La apertura de corazón para alabar a Dios introduce una dinámica nueva en la exis-
tencia, la oración crea un espacio de confianza e intimidad transformante, solo
debemos repetir el gesto de Jesús, “salir e ir a un lugar solitario” para encontrarnos
con Dios en la oración. El lugar solitario es cualquier lugar, mejor aún, el lugar solita-
rio es el corazón, en ese ambiente debe nacer la oración. La vida mirada desde la
oración adquiere valor, vista desde la mera condición humana no es más que
lamento desgarrador.

Jesús “salió” del Padre y vino a nuestro encuentro para dar sentido a nuestra exis-
tencia; su acción transforma las realidades que desgarran la vida humana; la
muerte, el mal, el sufrimiento, el dolor, los mismos amarres del demonio son nada
ante el Señor. Como él mismo le responde a Pedro, “para esto he salido”; él ha salido,
es decir, se ha encarnado, para ser la respuesta última y completa a la realidad del
ser humano.

La humanidad tiene necesidad de conocer a Jesús, y Jesús tiene deseos de ir al


encuentro de toda la humanidad; lo expresaba Pedro en el evangelio “todo el
mundo te busca”; ojalá esta sea la realidad de hoy. Para que este encuentro entre
Jesús y la humanidad acontezca, hoy, se necesitan hombres y mujeres que, como la
suegra de Pedro, Pablo y los otros discípulos, entiendan que después de conocer al
Señor solo hay una respuesta: ¡Servirlo!, “se puso a servirles” o como lo entiende
Pablo, predicar, evangelizar, “es que me han encargado este oficio”.

Jesús nos enseña a vivir la “cultura del encuentro”. Él salió del lugar del culto (sina-
goga) y entró en el lugar de la existencia cotidiana (casa), y en sus actitudes se vive
la cultura del encuentro, pues “se acercó” y “tocó”. Hoy corresponde a sus seguidores
seguir repitiendo estas actitudes; ir al encuentro del otro, especialmente del enfer-
mo y los marginados, como dice el Papa Francisco, ir y tocar la carne de Cristo en los
enfermos. Se necesitan evangelizadores convencidos del poder y amor de Dios.
Evangelizadores que hagan todo por el Evangelio.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Señor, que nuestra oración sea una alabanza por todo el amor que tú nos has mani-
festado; que cada momento vivido sepamos usarlo para tener un mayor e íntimo
encuentro contigo, encuentro que transforme nuestra vida y nuestra manera de ver
la vida, encuentro que nos lleva a ser evangelizadores, a darlo todo con entrega total
por el Evangelio. Que el mundo te conozca y te sirva, no de palabras sino de obras
concretas en bien de los más necesitados.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hermanos el Señor nos convoca, una vez más en su glorioso día, para vivir este
encuentro intimo con él, y nos invita a dejar en sus manos el sentido de nuestra vida,
especialmente abandonar en su amor los dolores y sufrimientos que aquejan nues-
tra existencia; pero al mismo tiempo confiar a él nuestro compromiso evangelizador
que da sentido a nuestra existencia y que, transforma la vida de los demás. Trayen-
do, pues, nuestras tristezas y alegrías participemos con fe en esta celebración.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Las realidades que a diario vivimos nos cuestionan sobre el sentido de la vida
humana, nos preguntamos ¿qué da sentido a esta fugacidad de la existencia
humana? Las lecturas nos mostrarán que este interrogante se ha planteado desde
muy antiguo, y que muchos creyentes, en la vivencia de su fe, y en la búsqueda de
sentido, han encontrado respuestas sorprendentes. Escuchemos con fe.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Elevemos hermanos nuestra oración a Dios, para que con su gracia
acoja nuestras súplicas, dé sentido a nuestra existencia y nos ayude a servirlo con
santidad y justicia todos los días de nuestra vida.
R. Santifica a tu pueblo Señor

1. Oh Dios, custodia a tu Iglesia, protege al Papa Francisco y asiste a los Obispos


de la Conferencia Episcopal de Colombia para que, viviendo el encuentro con
Cristo, ayuden a su rebaño a vivir las dinámicas de la Nueva Evangelización.
2. Oh Dios, ilumina a los legisladores y gobernadores para que, viviendo el encuen-
tro con Cristo, tomen decisiones y acciones que busquen siempre el bien común.
3. Oh Dios, socorre y consuela a tu pueblo conservándolo en la paz y concede la
gracia del encuentro con Cristo, para que cada uno sea un verdadero evangeli-
zador para los demás, haciendo todo por el Evangelio.
4. Oh Dios, esta asamblea te alaba y te bendice al reconocer que solo tú con tu
providente amor das sentido a nuestra existencia, acoge favorablemente nues-
tra humilde oración y concédenos un ferviente espíritu evangelizador.

En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Acoge, Padre bueno


las plegarias que tus hijos
te han presentado con fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Febrero 14 de 2021

Primera Lectura: Lv 13,1-2.44-46


Salmo: 32(31),1-2.5.11 (R. 7b)
Segunda Lectura: 1Co 10,31 - 11,1
Evangelio: Mc 1,40-45

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Las lecturas están fuertemente relacionas con el tema central de la pureza e impu-
reza, no obstante, se podrían abordar en perspectivas diversas: La impureza ritual en
la Biblia; la purificación del creyente; o imitar el ejemplo: “seguid mi ejemplo, como
yo sigo el de Cristo” (1 Co 11,1). Este último tema es el que aquí se presentará.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El texto de la primera lectura forma parte de la sección sobre la pureza e impureza


(cap. 11-16) que va unida a la sección de la ley de la santidad (cap. 17-26). Aquí encon-
tramos los aspectos negativos y positivos de la exigencia divina; así se hace de las
leyes de pureza e impureza unas exigencias de santidad. Las reglas de la impureza
se basan en prohibiciones muy antiguas, se considera puro lo que permite acercar-
se a Dios, e impuro es aquello que impide la realización del culto o excluye de él. En
este sentido se habla de pureza ritual, aunque no es la única que conoció Israel, pues
los profetas insistirán en la pureza de corazón.

Predicación Orante de la Palabra


La impureza se manifiesta en diversas formas, pero una manera típica de hablar de
la impureza era la “lepra”; ella manifiesta la condición de impureza. El término
hebreo que se usa para lepra posee un significado amplio, se aplica a diversas enfer-
medades de la piel y al enmohecimiento de las ropas y paredes; pero siempre en el
contexto de impureza. Aunque hay que señalar que la impureza de suyo no señala
una clasificación moral sino un estado de aptitud o ineptitud para participar del
culto y de la vida comunitaria.

La impureza involucra al hombre en su totalidad, afecta la parte física por ello se ma-
nifiesta como enfermedad, también influye en la esfera espiritual o religiosa, por tal
motivo es el sacerdote del Antiguo Testamento, quien juega un rol importante en
declarar tanto la “enfermedad” como la “curación y los sacrificios o medios de purifi-
cación”; todo ello toca indudablemente la dimensión social, el “enfermo” o “leproso”
queda excluido de la convivencia comunitaria, debe “andar harapiento, despeinado,
con la barba tapada y gritando: ¡Impuro! ¡Impuro!”.

Puesto que la impureza tiene relación con la santidad, y reconociendo que la santi-
dad pasa por el perdón que Dios da, este tema viene soportado por el salmo 31, uno
de los siete salmos penitenciales (Cf. Sal 6; 31; 38; 51;102; 130; y 143); es una pieza de
enseñanza que muestra la felicidad de quien ha sido perdonado por Dios; el sufri-
miento del pecado, de la impureza y sus afecciones en lo físico, lo espiritual y social,
desaparecen para dar lugar a una explosión de sentimientos positivos. Es una
lección de sabiduría para la comunidad; reconocer el pecado y “confesar al Señor la
culpa” es el camino al perdón, a la alegría. Paragonando algunas expresiones de
Jesús, se diría que hay más gozo en el perdón que el declarar impuro algo.

El evangelio inserta la curación de este leproso en la correría de Jesús por Galilea,


“vamos a otra parte, a los poblados vecinos, para predicar también allí, para esto he
venido” (Mc 1,38), después de narrar este milagro, Marcos informa que “después de
algunos días, Jesús regresó a Cafarnaúm” (Mc 2,1). El marco es la situación de margi-
nación que vive un leproso en la connotación de impureza propio de la concepción
del Antiguo Testamento. Se esperaría el grito: ¡Impuro! ¡Impuro! pero, al contrario,
quizás por lo que ha oído este hombre de Jesús, la voz que resuena es: “Si quieres,
puedes purificarme”. El texto centra su atención en la acción de “limpiar”, pues bien,
en tan corto pasaje se encuentra cuatro veces la raíz del verbo griego khatarizō -
“purificar”. Aparecería aquí el proceso de la novedad que involucra las acciones del
“impuro” y de quien purifica, Jesús: El necesitado debe “acercarse”, “suplicar” y cum-
plir con lo que prescribe la Ley; que se complementa después con el testimonio que
da. De parte de Jesús tenemos que él siente lástima o compasión, el termino griego
es el famoso splagchnizomai, “compadecerse o tener misericordia”; se trata de un
amor que conmueve desde la profundidad de las vísceras, lo que permite que Jesús
se acerque, “extendió la mano y lo tocó”; Jesús rompe el esquema de marginación y
exclusión del “impuro”, con sus gestos denuncia el formalismo de las practicas ritua-
les, colocando el acento en la integralidad de la persona, en la transformación del
corazón y la creación de una nueva relacionalidad comunitaria.

El pasaje de la segunda lectura es la conclusión de la sección concerniente a lo


inmolado a los ídolos (1 Co 8 – 11,1). Los cristianos de Corinto se hallan en el dilema si
pueden comer la carne sacrificada a los ídolos sin caer en idolatría. Pablo responde
con el principio que el cristiano es libre, pero la caridad le exige respetar la opinión o
conciencia de los otros y no provocar escándalo. Concluye con soluciones prácticas,
no siempre vale el principio “todo me está permitido” (1 Co 10,23). Para proceder
correctamente hay que imitar a Pablo como él imita a Cristo; en concreto, no ha de
buscar su propio interés (v.24), sino que todo sea para la gloria de Dios (v. 31) y bus-
cando el bien de la mayoría a fin de que se salven (v. 33). La Gloria de Dios y la salva-
ción de los demás imponen renuncias y comportamientos al cristiano de manera
que estos fines se realicen.

La llamada imitatio Pauli, consiste en que él se presenta ente sus comunidades


como ejemplo a imitar, no solo en este texto sino en muchos otros; aquí su imitación
conduce a la imitatio Christi que llevará a una especie de sistema jerárquico de imi-
tación: Dios – Cristo – Pablo – comunidades cristianas – Otras comunidades. Pablo se
muestra ejemplar ante la libertad cristiana, esta libertad no debe ser escandalo para
nadie, sino que su uso es para la gloria de Dios. Esta actitud de libertad es reflejo de
la libertad con que Jesús asumió su vida y su entrega en provecho o salvación de los
demás y la Gloria de Dios.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Imitatio Pauli, Imitatio Christi:


“seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo”

El cristiano está llamado a ser novedad en medio del mundo, a ser “sal y luz” del
mundo. El paradigma es imitar a Cristo, y para hacerlo posible hay un sin número de
hombres y mujeres que bajo la acción del Espíritu Santo han encontrado formas
elocuentes y del todo novedosas de imitar a Cristo. Un Pablo que vive su vida cristia-
na con libertad, pero sumo respeto en la caridad hacia todos, un evangelizador
incansable como Jesús, pastor que siempre se conmovía por sus ovejas. Pienso en
una Madre Teresa de Calcuta, mujer que rompió paradigmas y extendía su mano
para tocar todo tipo de enfermos, más que con su mano en verdad con su amor cris-
tiano. Un Francisco, Papa de la radicalidad del encuentro con Jesús y la vivencia del
evangelio, no teme encontrarse, saludar, escuchar incluso a los que la sociedad hoy
rotula como “impuros”; dirá “¿Quién soy yo para condenarlos?” Y con su gesto de lo
que él ha llamado cultura del encuentro produce más gozo y conversión que los
rótulos que descalifican y excluyen a aquellas ovejas que Jesús ha venido a buscar;
pues él fue claro: “No necesitan medico los que están sanos, sino los que están mal.
No he venido a llamar a la conversión a justos sino a los pecadores” (Mt 5,32).

Imitar a Jesús implica tener la audacia que él tuvo para dar Gloria a Dios y buscar la
salvación de los demás, no su interés sino el bien de la mayoría. Hay que salir del
rigorismo que excluye y margina la persona humana, no podemos seguir colocando
rótulos de “impuro y puro”, hay que vivir como Jesús sin miedo a romper esquemas
de exclusión y con un verdadero sentimiento de amor hacia el otro incorporarlo en
la dimensión de la comunidad que se siente perdonada por Dios y vive la experien-
cia de ser Pueblo de Dios.

La nueva lepra de hoy se manifiesta de mil formas, sin querer ser exhaustivos,
pienso en las condiciones sexuales, en las enfermedades desconocidas que no
entran bajo el control absoluto del hombre, la lepra de hoy es la exclusión social por
color político o económico que polariza la comunidad. La lepra de hoy es la corrup-
ción generalizada que condena a la vida harapienta a la inmensa mayoría, porque
unos pocos solo piensan en su propio interés y no en los demás.

La pandemia y sus efectos son una lepra. El coronavirus ha tocado la persona


humana y quienes son tocados por este “mal leproso” han vivido y viven en carne
propia lo que es ser tildado de “impuro”, sienten en su vida como los afecta en su
condición física, espiritual y social. Son excluidos de toda relación, condenados a la
soledad y a la miseria de “no seres humanos”; su enfermedad y muerte son “una
desgracia” que con decisiones antihumanas hay que deshacerse de cualquier
evidencia. Los excluimos de cualquier relación humana, aunque siguen en medio
de nosotros, son marginados, los hacemos vivir solos y excluidos como si “moraran
fuera del campamento”.

Imitar a Cristo, sentir amor auténtico por el otro, no tener miedo de tocar, querer el
bien para quienes han sido afectados, recuperar valientemente nuestras relaciones
de comunidad humana y cristiana. Nuestra vida va más allá del temor, vivimos y
morimo vivir la imitación de Cristo, recuperar la dimensión religiosa y social por
encima de prohibiciones absurdas como si se fuera dueño y señor de la vida. Que
nuestra fe no se quede en un intimismo que aísla y encapsula en un ambiente
egoísta y exclusivamente personal. Aquí hay que dar testimonio, ser ejemplo e
imitar a Cristo.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Señor que nuestra vivencia cristiana sea autentica como tu vida, que no tengamos
miedo de vivir el encuentro con los más excluidos de la sociedad e integrarlos en
esta historia de salvación. Que cada uno sepa acercarse, suplicar, vivir lo mandado
por tu Ley y dar vivo testimonio del encuentro íntimo contigo. Míranos, Señor, siente
tu conmovedor amor, tiende tu mano, tócanos, limpia nuestra impureza y haz que
seamos imitadores de tu gran amor.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hermanos esta es nuestra casa, con frecuencia somos invitados a vivir nuestra vida
en estos espacios, pero puede darse que no nos sintamos en nuestro ambiente; así
que recordemos que en la casa de Dios no somos extraños como en tierra extranje-
ra; aquí en verdad somos ciudadanos del Reino, estamos en nuestra propiedad.
Construyamos comunidad, acerquémonos a Jesús, vivamos un profundo encuentro
con él, dejémonos tocar por amor, y como respuesta en todas las dimensiones de
nuestra vida: Imitemos a Cristo.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Hermanos vamos a escuchar la Palabra de Dios, ella siempre nos sorprende con la
novedad, pero hoy, de manera especial, nos invita a abrir nuestros oídos y escuchar
lo que ha vivido el pueblo de Dios, para que aprendamos a Imitar al Señor y no nos
quedemos en nuestros estrechos esquemas de condenación.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Señor Dios, que has dispuesto la historia de la salvación para que el
hombre aprenda a hacerlo todo para Gloria de Dios y salvación de la humanidad,
escucha la oración de tus hijos que imploran tu bendición. Diciendo:

R. Bendice a tu pueblo Señor

1. Padre Bueno, te pedimos por tu Iglesia, especialmente por nuestros pastores


y nuestro párroco para que en sus enseñanzas nos muestren el verdadero
camino para Imitar a Cristo el Salvador.
2. Padre Generoso, te suplicamos por quienes tienen el poder de autoridad en
nuestra comunidad para que sepan interpretar los signos de los tiempos, y con
sus decisiones den Gloria a Dios y busquen siempre la salvación de la humanidad.
3. Padre Misericordioso, te pedimos por la humanidad rotulada como “impura”,
mírala con tu misericordia, absuélvela de su culpa y reintégrala a la vida espiri-
tual y social.
4. Padre amoroso, te pedimos por los enfermos y por todos los que sufren para
que vivan unidos a ti y ofrezcan su fidelidad, sufrimientos y oraciones por la
evangelización del mundo.
5. Padre Buen Pastor, te pedimos por esta asamblea que es tu rebaño, tiene
necesidad de tus cuidados amorosos, líbranos de caer en el escándalo, más bien
enséñanos y danos la gracia de aprender en todo a Imitar a Cristo el Señor.

En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Oh Dios, acoge favorablemente las súplicas


que te hemos presentado, e incluso aquellas que han
quedado en el secreto del corazón,
y concedeos vernos beneficiados de tu bendición.
Por Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.
MIÉRCOLES DE CENIZA
Febrero 17 de 2021

Primera Lectura: Jl 2,12-18


Salmo: 51(50),3-4.5-6a.12-13.14+17 (R. cf. 3a)
Segunda Lectura: 2Co 5,20 - 6,2
Evangelio: Mt 6,1-6. 16-18

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Iniciar un camino de preparación, de carácter espiritual, está directamente vincula-


do con el símbolo que representa el cuarenta como evocación a un tiempo de
disposición a una vida en el Espíritu. Este miércoles de ceniza le recuerda a la comu-
nidad creyente, la importancia de preparar la vida a un encuentro con Cristo resuci-
tado. De tal forma que las lecturas de la Palabra de esta jornada incitan al corazón
del creyente a tres actitudes: la conversión, la aceptación de la gracia divina y la
coherencia entre lo que se cree y aquello que se vive.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

En la profecía de Joel el tema de la conversión sigue el mismo sentido de otras pro-


fecías en las que se utiliza el término μετανοεν, que tendrá varios significados, entre
ellos: «cambiar de camino», «volverse a Dios» o en una acepción más auténtica del
término se referirá a «cambiar el modo de sentir». De tal modo que convertirse
implicará una preparación mediada por el ayuno, el llanto (arrepentimiento) y el luto
como símbolo externo que revela el estado de cambio que el converso quiere
seguir.

Predicación Orante de la Palabra


La proclamación del salmo 50 o más conocido como el miserere, en este contexto
de cuaresma, denota la súplica del salmista en singular. Esta oración contiene las
rogativas que están acordes con un tiempo de cambio en el que el primer paso para
lograr la conversión es el reconocimiento de la fragilidad y el pecado personal. Así
que, quien recita esta plegaria está dispuesto a dejar a Dios obrar en su corazón para
que la misericordia sea el estandarte en el camino de su santidad.

Pablo en su segunda carta a los Corintios, le recuerda a la comunidad, la importan-


cia de la reconciliación como gesto de salvación. El texto de esta lectura está redac-
tado con el carácter exhortativo, propio de las cuarentenas espirituales que tienen
como meta disponer, preparar y allanar, es decir quitar los obstáculos del camino,
para configurarse con el Señor. De modo que el tiempo favorable del que habla el
apóstol de los gentiles, no es otro que el kairos de la salvación.

El evangelio de Mateo, proclamado en este inicio de la cuaresma, es un relato que


está inserto en el primer gran discurso de la narración mateana de la Buena Nueva.
Esta unidad literaria presenta todo un itinerario de prácticas propias de la cuaresma,
de allí que todo confluye a la obtención de la recompensa que proviene de Dios,
quien ve en lo secreto, en lo más profundo del corazón y la mente del ser humano,
su creatura más excelsa. Por tanto, en una sinfonía de recomendaciones Jesús le
presenta a la muchedumbre, aquellas virtudes que enaltecen al hombre frente a
Dios, quien mira el corazón de sus creaturas, no las apariencias.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La predicación de Jesús sobre el reinado de Dios está arraigada en una llamada per-
manente a la conversión. Él no ha venido a llamar a los justos, buenos, santos, sino a
los pecadores y desviados del camino. En consonancia con el anuncio del Reino, la
invitación a la conversión implica un arrepentimiento como muestra del interés por
realizar un cambio de sentir, pensar y hacer. Por esto, convertirse es un don de Dios
para todo el que acepta seguir el camino de su Salvador.

Las palabras de Jesús en el sermón de la montaña en el evangelio de Mateo son un


itinerario en donde el Señor por medio de ejemplos propios de su ambiente cultural
y religioso, presenta aquello a lo que desde el antiguo Testamento un judío estaba
llamado a vivir y ser: hombres y mujeres agradables a los ojos de Dios. Pero, Jesús
denuncia un sinnúmero de prácticas que han desviado el corazón y la vida de quie-
nes quieren agradar al Señor. La hipocresía es un mal síntoma de la obsoleta que
puede ser la práctica de una religión basada en normas y desviada del amor a Dios
por medio del amor al prójimo.
La apariencia no es observada por Dios, lo que él valora y recompensa es el espacio
que se le abra en el corazón, pues de allí es de donde salen todas las cosas que digni-
fican al hombre y la mujer. La insistencia de Jesús es a una vida en el Espíritu, en
donde el acento está puesto en las diversas sentencias a vivir una conversión perso-
nal con consecuencias comunitarias. De allí que Mateo subraye en el discurso de
Jesús el singular «Tú en cambio». La bina «acción – recompensa» puede llegar a ser
una relación interesada del ser humano que espera el pago de Dios por su buen
comportamiento, esto puede ser un reduccionismo de aquello que Jesús quiere en
verdad y es que las obras muestren la fe en él y creyendo la comunidad salga de la
hipocresía del templo y el discípulo se concentre más en la honestidad y coherencia
entre los actos y la fe.

En consonancia con el mensaje del evangelio para este miércoles de ceniza, el pro-
feta Joel y al apóstol Pablo, les hablan a sus comunidades sobre la gracia que viene
de Dios por medio de la conversión y la reconciliación. Las actitudes propias de la
cuaresma iluminadas por el mensaje de la Palabra de Dios son el alimento espiritual
del caminante cuaresmal. De modo que, al ayuno, la oración y la limosna, tanto el
profeta como el apóstol le proponen al creyente un camino lleno de la bondad,
misericordia y justicia divina en este tiempo denominado «favorable» para procurar-
se un paso más en el peldaño de la escalera a la santidad.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El papa Francisco insiste de múltiples formas en el valor que significa la conversión


pastoral, como una actitud propia de una Iglesia samaritana y en salida. Por esta
razón la súplica que engrandece al ser humano debe estar en el camino de discernir
qué es lo bueno y lo que le agrada al Señor. Por ello la oración de esta celebración
del miércoles de ceniza es una plegaria unánime: «que todos encuentren en ti Señor
la luz en el camino de su conversión».

En el encuentro con Cristo, una de las características más auténticas del ser cristia-
no es el vivir en constante camino. Los apóstoles fueron los primeros testigos de las
huellas que Jesús les trazó, por ello uno de los primeros adjetivos atribuidos a los
seguidores del Maestro fue el de «seguidores del camino». De aquí se puede deducir
que el cristiano para mantenerse vivo está en permanente camino. La Palabra de
Dios en esta conmemoración del miércoles de ceniza anima, impulsa y presenta el
itinerario que Dios ha preparado para sus hijos. Este se realiza por medio de una idea
clara que se convierte en vida, siempre y cuando, se quiera realizar el camino de la
conversión. Por ello la ruta a la que esta cuaresma incita es a dejar a Dios entrar en
lo más profundo de nuestro ser, para que sea él quien transforme la dureza del cora-
zón, en acciones de bondad, misericordia y compasión como se canta en el salmo
del miserere.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

La cuaresma es época de crecimiento en la fe desde una vida de oración, penitencia


y limosna. Con el singo de la imposición de la ceniza, iniciemos este tiempo de
gracia que nos dispone a la celebración de las fiestas pascuales que nos recuerdan
que nuestra fe nos llena del amor y la misericordia de Dios. Participemos con cora-
zón humilde u contrito en esta celebración.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios que va a ser proclamada nos recuerda la importancia de «recon-


ciliarnos con Dios» para vivir en la plenitud de su amor y tener una nueva vida. Escu-
chemos atentamente este mensaje de salvación.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Al iniciar este camino cuaresmal, roguemos al Señor y presentémosle


nuestras intenciones y necesidades. Oremos juntos diciendo:

R. Convierte Señor nuestro corazón

1. Oremos por la Iglesia que inicia este camino de cuaresma, para que encon-
trando en la oración la luz de Cristo, se ilumine el sendero de quienes se encuen-
tran desorientados del amor a Dios. Oremos al Señor.
2. Oremos por el papa Francisco, para que siga siendo un testigo de los dones de
la misericordia, y así, toda la Iglesia busque el camino del encuentro con Cristo
en la cruz de nuestra redención. Oremos al Señor.
3. Oremos por los gobernantes de nuestras naciones, para que depongan sus
intereses individuales y se preocupen por trabajar en pro del bien común como
meta de la dignificación de los seres humanos. Oremos al Señor.
4. Oremos por nuestra comunidad de fe para que entre todos seamos sensibles
ante el dolor y sufrimiento de aquellos que en nuestro entorno claman por la
justicia, la paz y la reconciliación. Oremos al Señor.
5. Oremos por todos los que al iniciar este camino cuaresmal se han propuesto
vivir un itinerario espiritual ayudados por la oración, el ayuno y la limosna, para
que en este tiempo de gracia encuentren el sendero del amor a Dios en sus her-
manos. Oremos al Señor.
Oración conclusiva

Escucha, Dios de amor y misericordia,


las súplicas de tu pueblo en camino cuaresmal.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
Febrero 21 de 2021

Primera Lectura: Gn 9,8-15


Salmo: 25(24),4-5ab.6+7bc. 8-9 (R. cf. 10a)
Segunda Lectura: 1P 3,18-22
Evangelio: Mc 1,12-15

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

De la Palabra divina que se nos ofrece para nuestra oración podemos entresacar los
siguientes temas:

Dios bendice de nuevo a la humanidad por medio de la figura de Noé y su descen-


dencia, el símbolo que usa el texto del Génesis para representar esa alianza es el
arcoíris, con él se va a prefigurar el pacto entre Dios y la tierra por toda la eternidad.
La alianza sellada por Dios en el Bautismo nos hace herederos de la gracia divina.
La evocación del desierto es importante porque ha sido allí donde Dios ha
guiado a su pueblo, de tal manera que cuando el evangelio de Marcos subraya
que es el Espíritu el que conduce a Jesús al desierto, quiere indicar que, de
nuevo, en el Hijo de Dios, se establece esa novedad de caminar hacia la libertad.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

La obra más excelsa de la creación es el ser humano, al insuflar Dios su aliento de


vida en Adán se abre un capítulo que nada, ni nadie, podrá borrar del libro de la vida.
Ese capítulo se podría llamar «el testamento de amor de Dios por la humanidad».

Predicación Orante de la Palabra


Esta puede ser la idea central del texto de la primera lectura, tomada del libro del
Génesis. En este relato Dios pacta una alianza con la humanidad, representada en
Noé y sus hijos, para que no vuelva un diluvio de agua sobre la tierra. Esta promesa
se extiende sobre todo aquello que la humanidad cree y realice, pues Dios no olvida
de dónde ha salido su obra, su creación. El texto del Génesis es un relato que, por
medio de la alianza, todo lo que sale del arca va a tener un privilegio en la creación.
De allí que, el mismo texto lo recalque aseverando que «la señal de la alianza es con
todo ser que pise la tierra».

El apóstol Pedro en su primera carta hace eco al texto del Génesis referido al diluvio.
Sin embargo, Pedro anuncia que la renovación de la alianza se da por medio del
bautismo, como una gracia abundante representada en la salvación. De esta forma
el apóstol recuerda la importancia de considerar cómo Cristo es quien ha venido a
salvar al ser humano, por medio de una nueva y definitiva alianza sellada en el bau-
tismo. En la cruz Cristo redime al mundo, y en el bautismo él incorpora por medio
del Espíritu Santo al bautizado en una nueva vida. Así la prefiguración del diluvio le
abre las puertas al creyente a una salvación definitiva que lo convierte en otro Cristo.

El relato del evangelio de Marcos en este contexto de cuaresma contiene tres ele-
mentos que se convierten en un itinerario completo de preparación a una vida en el
espíritu. El primero elemento fundamental en la preparación a una vida más plena
en Dios es el ser empujado al desierto. Para toda la tradición judeo/cristiana la evo-
cación del desierto es importante porque ha sido allí donde Dios ha guiado a su
pueblo, de tal manera que cuando el evangelio de Marcos subraya que es el Espíritu
el que conduce a Jesús al desierto, quiere indicar que, de nuevo, en el Hijo de Dios,
se establece esa novedad de caminar hacia la libertad.

De tal modo que como Dios acompaña a su pueblo en la travesía del desierto, en
Jesús el cristiano encuentra un ejemplo en la salida de la esclavitud, del pecado, a la
liberación que el mismo Cristo es. El desierto no es más un lugar hostil, en el Nuevo
Testamento, es el espacio de encuentro con la debilidad que solo puede ser fortale-
cida en Cristo que vence todos los obstáculos presentes en la aridez, rudeza e incle-
mencia del desierto, por ello este, es ahora camino de prueba y resistencia para el
cristiano.

El segundo elemento presente en el texto del evangelio de este domingo está


representado por las tentaciones a las que fue sometido Jesús. En el contexto del
Nuevo Testamento las tentaciones son reveses, persecuciones o pruebas para deter-
minar la medida de fidelidad a Dios del que es tentado. Por tanto, cuando Jesús
sobrepasa la prueba en el desierto, durante cuarenta días, demuestra la fidelidad
más grande a su Padre, y al mismo tiempo, presenta el itinerario para que sus discí-
pulos sigan el camino, en medio de las dificultades.
En el contexto de los evangelios, el tentador es Satanás y él se aprovecha de las
situaciones de peligro (vivía entre los animales salvajes Mc 1,13b.) y necesidades para
hacer su obra; de tal forma que alejarse del tentador es no sucumbir ante las debili-
dades humanas, es así como quien cae en la tentación por el pecado, no es fiel a su
Señor y por tanto abandona a Cristo. Los relatos de las tentaciones en los evangelios
de Mateo 4,1-11. Y Lucas 4, 1-13, describen de forma detallada las tentaciones a Jesús,
mientras que Marcos no se detiene en los detalles, solo remarca que Jesús es tenta-
do más no describe el cómo. Al parecer es por el interés del evangelista de hablar de
la importancia del discipulado, tal y como lo reseña en la perícopa que se está leyen-
do en este domingo.

El tercer elemento de reflexión sugerido en el evangelio, en este contexto de la Pala-


bra, es el detalle que narra Marcos de presentar a los ángeles al servicio de Jesús en
medio de las tentaciones. Este gesto se repite en la narración de Jesús cuando es
tentado en el desierto de Mateo 4, 11. Remarcando que esta experiencia, de las ten-
taciones, ha limpiado el camino de aquello que Jesús realizará reflejando en la
humanidad el amor del Padre; el sendero ya está preparado y lo único que le queda
al Hijo de Dios, es mostrar su gloria en la tierra, entre los suyos. Por ello, tan pronto
regresa del desierto Jesús inicia su misión de proclamar la Buena Nueva de Dios.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La mayordomía encomendada por Dios a los seres humanos es renovada en la


figura de Noé el protector y custodio de la tierra, esta puede ser la evocación más
importante del texto del Génesis, porque en ella nos recuerda el gran compromiso
de cuidar y proteger. Por ello hoy de nuevo el creyente está llamado a custodiar y
preservar aquello que Dios le ha encomendado. Todos, por tanto, somos mayordo-
mos de esta tierra y por más que queramos ser ajenos al deterioro del planeta, nada
puede desviar el interés que los seres humanos tienen de administrar estos bienes
en pro de la vida.

Por tanto, la palabra del Señor en este domingo invita a todos los creyentes a dispo-
nerse a entrar en el desierto de la cuaresma por cuarenta días. Para ello el cristiano
debe prepararse para la prueba y la mejor forma de hacerlo es cultivando una vida
en el espíritu que se logra por medio de la oración, la penitencia y la caridad. Sin em-
bargo, los ambientes social y cultural nos pueden tender trampas, tales como el
consumismo, “y las apariencias de lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo
superficial, lo provisorio (EG 62)”. De modo que somos tentados a que lo “real le ceda
el lugar a la apariencia”, advierte el papa Francisco.

La cuaresma es un tiempo propicio para discernir y aprender a diferenciar aquello


que distrae nuestra mirada de la cruz de Cristo. Dios se sigue revelando en nuestra
vida e historia y nos invita en su Hijo a vencer las tentaciones de las apariencias y de
lo superfluo. Al respecto nos dice el papa Francisco: “La vida cristiana es un combate
permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y
anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada
vez que el Señor vence en nuestra vida”, (Gaudate et exultate 158).

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Cuaresma es una experiencia de hacer camino en el desierto al lado de Jesús. Por


ello, su amor, misericordia y justicia, son nuestra compañía en la aridez de la indife-
rencia, exclusión y marginación. Así a ejemplo de tantos hombres y mujeres que han
crecido en santidad caminando en comunidad, todos estamos llamados a reconocer
a Dios en la vida y los actos de amor de aquellos que van a nuestro lado. Que el Señor
de nuevo nos lleve al desierto y nos hable al corazón, nos llene de su paz y nos haga
constructores de nuevas sociedades transformadas en el amor que todo lo puede.

Que cada día sea una oportunidad de renovar la vida en el amor. Para ello, la oración
sigue siendo un instrumento de comunicación directa con Dios, en donde las pala-
bras sean acalladas por el silencio de Dios hablando a los corazones contritos. Que la
penitencia siga siendo un ejercicio permanente de renuncia a todo aquello que
distrae las miradas de lo fundamental, y así se reconozca en el dolor y sufrimiento
humano, la presencia de Dios redimiendo el sufrimiento de

sus hijos amados. Y que la caridad sea la caricia de Dios para con los más vulnerables
de nuestra sociedad, los enfermos, presos, hambrientos, sedientos, migrantes, y
toda aquella carne que clama.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

En este primer domingo de la cuaresma de nuevo Dios quiere renovar su alianza de


amor con todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. Dispongamos nuestra
vida para que la celebración de la eucaristía nos renueve en el amor de Dios y así
salgamos a construir nuestras vidas, venciendo las tentaciones que nos alejan del
amor de Dios en nuestros hermanos. Participemos don fe y esperanza.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Las lecturas de este domingo nos proponen un horizonte en el camino de la cuares-


ma; en efecto, el centro de nuestra vida es Cristo quien renueva nuestra existencia
en el bautismo, a través del cual Jesús nos ayuda a vencer las tentaciones para
seguir buscando la santidad. Escuchemos con el corazón dispuesto.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Aclamemos con fe al Señor y juntos presentémosle nuestras intencio-


nes confiados en que él siempre nos acompaña y acoge nuestras necesidades.

R. Ilumina Señor, nuestro sendero

1. Oremos por la Iglesia, para que, al inicio de esta cuaresma, nos dispongamos a
caminar por el desierto espiritual, confiados en la compañía del Señor que ha
vencido las tentaciones. Oremos al Señor.
2. Oremos por el Papa Francisco, para que su testimonio de amor al Señor sea un
referente de crecimiento en la santidad de todos los que amamos a Dios en
nuestros hermanos. Oremos al Señor.
3. Oremos por nuestros gobernantes, para que la sabiduría de Dios los acompa-
ñe en las decisiones que toman en pro de la construcción de la justicia y el bien
común. Oremos al Señor.
4. Oremos por nuestra comunidad, para que todos nos fortalezcamos unos a
otros en este tiempo de gracia que Dios nos concede, y así, venzamos juntos las
tentaciones que no nos dejan reconocer al Señor en los más necesitados y vul-
nerables. Oremos al Señor.
5. Oremos por todas las mujeres y hombres que trabajan por la construcción de
la paz, para que las tentaciones de la violencia no les hagan desistir de su noble
propósito. Oremos al Señor.

Oración conclusiva

Dios de amor,
escucha estas plegarias que te dirigimos,
y aquellas que tenemos en el corazón.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
Febrero 28 de 2021

Primera Lectura: Gn 22,1-2.9a.10-13.15-18


Salmo: 116(115),10+15.16-17.18-19 (R. cf. 9)
Segunda Lectura: Rm 8,31b-35a
Evangelio: Mc 9,2-10

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios propuesta para nuestra reflexión y oración nos propone:

Encontrarnos con Dios para escucharlo y obedecerlo.


En la entrega del hijo amado, contemplamos la plenitud de la ley y los profetas.
Vemos la gloria del Hijo que aún no comprendemos en plenitud, porque el
Padre no se lo reservó para él.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Abraham, mantiene un permanente encuentro con Dios, quien ahora le pide un


paso definitivo en la prueba de su fidelidad: sacrificar a su hijo amado, el de la pro-
mesa; nada extraño para él, por el contexto de sacrificios de los demás pueblos a sus
divinidades. Era una prueba que lo formaba, que quizás no la entendía, pero sí la
obedecía, permanecía en su fe a pesar de su desgracia (cf. Sl. 115, 10-19). Dispuesto a
entregar su hijo para probar su fe en la obediencia, sobre el monte que el Señor le
indicaba.

Predicación Orante de la Palabra


Dios Padre, no perdonó su propio Hijo, a su Unigénito, para dárnoslo todo en él sin
reserva ninguna, por amor a nosotros.

Después de Pedro confesar su fe, a los 6 días, Jesús llevó consigo a tres de sus discí-
pulos (Pedro, Santiago y Juan), como testigos según la ley (Dt. 19-15) a la montaña
escogida por él para dejar ver su gloria, que aún no era comprendida por los apósto-
les. Todo el acontecimiento desarrollado dentro del marco de una teofanía: resplan-
dor y blancura en su vestido como ninguna otra, personajes importantísimos para
Israel (Moisés y Elías), la nube que los envuelve, voz del Padre que invita a escuchar
al Hijo amado, miedo de los testigos y conversación con desatino por el mismo
temor. Los discípulos iniciaron la experiencia con Jesús y, al finalizar de ver y presen-
ciar todo el acontecimiento, vuelven a quedarse solos, y allí el Maestro les pide tener
silencio como principio de su pedagogía en este aprendizaje del sacrificio y la gloria.
Se quedan sin entender nada. Es necesario que todo esto sea explicado por la acción
del Espíritu Santo, en el corazón de los discípulos, todo se comprenderá en la pascua
de Jesús.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

En la escuela del discipulado cristiano debemos aprender a escuchar la voz de Dios


en el Hijo amado del Padre, que nos invita a seguirle sin ningún temor y bajo ningún
condicionamiento. Sólo él sabe qué hacemos su santa voluntad, bien como Abra-
ham marchando al monte Moriab, para hacer entrega de lo que más amaba, bien
sabiendo colocar toda su esperanza en el Señor su Dios en ese duro momento. “La
transfiguración ayuda a los discípulos y también a nosotros, a comprender que la
pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero, sobre todo, un regalo de amor
infinito por parte de Jesús” (papa Francisco. Ángelus febrero 25, 2218).

Igualmente, invitados por Jesús subamos al monte de la transfiguración para que


allí él se nos revele, bien como la plenitud de toda esperanza, bien como plenitud de
la Ley y de los Profetas. No hay en otro tal certeza puesto que sólo en él está el
esplendor de la verdad.

En el crecimiento de la fe se nos hace necesario comprender el evento de la transfi-


guración para poder vivir el acontecimiento pascual. El evento protagonizado por
Jesús, que se transfigura sobre el monte, “nos hace comprender mejor también su
resurrección. Si antes de la Pasión no se nos hubiera mostrado la transfiguración
con la declaración por parte de Dios, ‘Este es mi Hijo amado’, la Resurrección y el
misterio pascual de Jesús no habría sido fácilmente comprensible en toda su pro-
fundidad”. (papa Francisco febrero 25, 2218).
Es imprescindible escuchar la voz del Maestro, obedecer, subir a la montaña de la
cruz y contemplar su gloria de Resucitado. Hoy en medio de las diversas circunstan-
cias en que se vive es necesario, solo desde la transfiguración de Jesús, comprender
los sufrimientos de hoy y afianzar nuestra esperanza de salvación.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Padre Celestial, gracias porque en Abraham, vemos la total confianza de la entrega,


en Ti se hace realidad el infinito amor por el hombre y no hubo quien te detuviera en
el sacrificio de tu Hijo. Fuiste hasta el final, pero antes les demostraste y enseñaste a
sus discípulos quién era verdaderamente Jesús, el portador del esplendor de la
verdad, al que había que escuchar porque es la plenitud de la ley, el esperado de los
profetas.

Si Moisés, débil y tartamudo, luchó contra el Faraón y Elías contra Ajab y Jesabel,
siendo un humilde hombre que profetizaba por mandato de Dios. Jesús, el Hijo del
Padre, lucha contra el demonio príncipe de este mundo, cumpliendo así la voluntad
del Padre, para rescatar a los hombres del poder de las tinieblas, por el poder de su
resurrección.

Subamos ahora al Gólgota, como los tres testigos, para afirmar el hecho, y contem-
plemos la gloria del Crucificado que es nuestra salvación. José de Arimatea prestó,
en la tarde de aquel viernes, un sepulcro vacío y en la mañana del domingo quedó
nuevamente con un sepulcro vacío.

Hoy ya los discípulos de Jesús entienden y no pueden callar el anuncio al mundo


entero que Jesús vive. Esta es la misión del bautizado y discípulo, proclamar al
mundo nuestra salvación por la resurrección, del que se transfiguró en la montaña y
se entregó en la cruz.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hemos iniciado, hace pocos días, el camino cuaresmal y, hoy, somos invitados, como
Abraham y los tres discípulos, a subir a la montaña, para que desde allí el Señor nos
muestre su Gloria, manifestada en la entrega de su Hijo y en cada Eucaristía. Cele-
bremos con gozo nuestra fe.
Monición a la Liturgia de la Palabra

Escuchemos la voz del Señor que nos invita a confiar en Él, a contemplar su gloria,
en su muy Hijo amado, que ni Él mismo se reservó, al contrario, lo ofreció hasta el
sacrificio de la cruz. Escuchemos con atención y recogimiento.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: queridos hermanos, oremos a Dios Padre, que tanto nos ama y nos dio
a su único Hijo, para nuestra salvación. Digamos con fe:

R. Escúchanos Padre, que tanto nos amas

1. Por la Iglesia: que, en sus ministros, el papa, los obispos, presbíteros y diáconos,
muestre en sus actividades pastorales el amor del Padre que tanto nos ama y
nos salva. Oremos.
2. Por todas las naciones de la tierra: para que los gobernantes de los pueblos
más ricos y poderosos se comprometan y garanticen el respeto de los más
pobres y débiles, creando conciencia en el valor de los derechos humanos.
Oremos.
3. Por todos los que se encuentran cerrados a la verdad del evangelio: no quieren
o no pueden crecer en la fe, por no aceptar a Jesús como la luz, el camino, la
verdad y la vida. Oremos.
4. Por los pobres, marginados, enfermos y desamparados que no tienen ni pan
ni techo ni con que abrigarse, para que compartamos con ellos lo que tenemos,
no lo que nos sobra. Oremos.
5. Por esta asamblea litúrgica que marcha camino a la Pascua durante esta cua-
resma, para que descubra la presencia de Jesús en la Palabra que escucha y en
la fracción del pan de la Eucaristía. Oremos.

Oración conclusiva

Padre,
Porque tenemos la certeza de que tú siempre nos escuchas,
te confiamos nuestros deseos.
Por Jesucristo nuestro señor.

R. Amén.
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
Marzo 7 de 2021

Primera Lectura: Éx 20,1-17 (forma larga) o Éx 20,1-3. 7-8.12-17 (forma breve)


Salmo: 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68c)
Segunda Lectura: 1Co 1,22-25
Evangelio: Jn 2,13-25

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Los textos bíblicos a nuestra consideración, en este domingo, nos invitan a conside-
rar con fe para discernir con esperanza:

Los mandamientos de la ley de Dios, dados por Moisés, a los hijos de Israel, nos
coloca en relación armoniosa con Dios y con los hermanos, por ello son una ley
perfecta.
A Jesús no se le predica ni con signos ni con los razonamientos del mundo, sino
con la sabiduría de la cruz.
Jesús, es celoso en cumplir la voluntad del Padre en Él, como única víctima, ver-
dadera ofrenda y único templo.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Al enunciar en el libro del Éxodo los diez mandamientos, hay tres que están en rela-
ción perfecta con Dios y los otro siete en relación con los semejantes; todo ello para
enseñarnos a caminar en armonía con Dios y con los hermanos.

Predicación Orante de la Palabra


Esos mandatos son perfectos y alegran el alma del creyente, le proporcionan des-
canso, le iluminan los ojos, y son de gran valor como el oro y la miel.

El apóstol no predica a Jesús ni con signos para los judíos, ni con razonamientos filo-
sóficos para los griegos; a Jesús lo anuncia con la sabiduría de la cruz, que es nece-
dad y escandalo para unos, pero salvación para los creyentes.

En la proximidad de la pascua judía, Jesús se proclama como verdadera víctima que


no se compra y ofrenda al Padre insustituible, por ello desaloja del templo a los ven-
dedores, también expulsa a bueyes y palomas, al igual que a cambistas de mone-
das. Enseñándonos, así, que Él es el nuevo y verdadero templo por la resurrección;
de esta misma manera lo comprendieron sus discípulos cuando Él resucitó de entre
los muertos.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Hoy en la presencia de Dios entendemos que cada vez es más urgente valorar el
decálogo, el cual iluminado por el mandamiento nuevo (Cfr. Jn 13, 34), nos hace
posible vivir en la armonía y la paz cristiana que Jesús nos ha enseñado durante su
ministerio público, comprendiendo así que estas leyes son palabras de vida eterna
que hacen dulce y amable la existencia de todos los que creemos (Cfr. Sl 18, 11).

La cruz continúa siendo hoy un signo de contrariedad y disgusto para el pensamien-


to racionalista. Es una locura que no se admite, por lo que se han creado leyes que
piden quitar los crucifijos en los lugares públicos, pues a muchos hoy les “traumati-
za” ver el Crucificado, y por ello hay campañas en su contra; pero para los que cree-
mos en la Cruz, encontramos en ella sabiduría y fuerza de Dios que nos salva. Jesu-
cristo crucificado es la verdadera víctima, ya no hay cordero ni bueyes ni palomas, Él
es la verdadera ofrenda al Padre, Él es el verdadero templo que por la resurrección
se convierte en el único punto de referencia válido para el encuentro de Dios con los
hombres, y de los hombres con Dios. Nosotros también somos templos donde no se
puede ya tener ninguna clase de negocio. Al respecto nos decía el Papa Francisco:

“Es muy feo cuando la iglesia se “resbala” en este comportamiento y hace de la casa
de Dios un mercado, estas palabras nos ayudan a rechazar el peligro de hacer de
nuestra alma, que es la morada de Dios, un lugar de mercado, viviendo en la bús-
queda continua del propio beneficio, en lugar de buscar un amor generoso y solida-
rio. Esta enseñanza de Jesús es siempre actual, no solo para las comunidades ecle-
siales, sino también para los individuos, las comunidades civiles y toda la sociedad”
(Ángelus, domingo III de cuaresma 2018).
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Jesús, ven ahora a nuestro corazón, haznos comprender la gracia de tu ley en esta
cuaresma, ven a nuestras comunidades y danos la humildad, la comprensión y la
capacidad de sacrificio de unos por otros.

Junto contigo somos el templo del Padre Celestial, que debemos cuidar y nadie
puede destruir, porque tu Padre es un Dios celoso que cuida de nosotros (Cfr. 1Cor
3, 17) por ello hemos de cuidar este templo, y no alejarnos del Padre, porque si él nos
deja, de inmediato se nos acercará el engañador. Padre, tú nos has hecho tu templo
y habitas en nosotros, no permitas que hagamos de este un lugar de negocio, per-
mítenos realizar siempre tu voluntad por la gracia de nuestro bautismo (Cfr. Cesareo
de Arles, discurso 229, 2: CCL 109, 905-907).

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Avanzamos en el camino cuaresmal y no estamos solos, Jesús es la cabeza de este


templo al cual pertenecemos y nos acompaña al hacerse presente en la mesa de la
Palabra y de la Eucaristía. Que en nuestros ayunos y penitencias vivamos el manda-
miento del amor, y que esta celebración nos ilumine en el desierto espiritual de
nuestra vida. Dispongámonos a participar con ánimo confiado.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios sigue siendo hoy la que nos ilumina, la cruz la que nos fortalece
en el verdadero templo de nuestra fe. Escuchemos con atención y recogimiento.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Confiando en tu palabra que nos fortalece, en tu cruz que nos redime,
ofrezcamos fervientemente a Dios nuestras súplicas y digámosle:

R. Fortalece nuestra fe, Señor de la vida

1. Para que la iglesia, en su tarea evangelizadora, sea signo de Dios y no comer-


cialice con la fe, roguemos al Señor.
2. Para que los gobernantes, en su tarea de legislar, defiendan los derechos
humanos, busquen el bien común y acompañen a los más débiles, roguemos al
Señor.
3. Para que los que sufren persecuciones a causa de la cruz, víctimas de las injus-
ticias humanas, encuentren en la Iglesia un apoyo para sus tristezas y angustias,
roguemos al Señor.
4. Para que en nuestro caminar en esta Cuaresma hacia la Pascua del Señor,
descubramos en los mandamientos el sentido del amor, teniendo como eje cen-
tral la cruz y siendo conscientes que somos templo del Espíritu, roguemos al
señor.

En silencio pueden hacerse otras intenciones personales

Oración conclusiva

Padre de amor,
que nos entregaste en tu Hijo al verdadero templo
y que desde Él elevamos nuestras súplicas,
atiende nuestras oraciones que presentamos con fe.
Por Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
«Laetare» Marzo 14 de 2021

Primera Lectura: 2Cro 36,14-16.19-23


Salmo: 137(136), 1-2.3.4-5.6 (R. 6a)
Segunda Lectura: Ef 2,4-10
Evangelio: Jn 3,14-21

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

De la Palabra de Dios ofrecida en consideración para nuestra oración en este


domingo, podemos entresacar los siguientes temas:

La alianza de Dios con los hombres


Contemplar a Cristo en la Cruz
La muerte y la resurrección como glorificación y como muestra suprema del
amor que Dios tiene por el mundo

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El nexo de las lecturas de este cuarto domingo de cuaresma lo podemos encontrar


a partir de la frase: “Tanto amó Dios al mundo...”: este es el mensaje que la Iglesia nos
transmite mediante los textos litúrgicos. Ese amor infinito de Dios ha recorrido un
largo camino en la historia de la salvación, antes de llegar a expresarse en forma
definitiva y última en Jesucristo (Evangelio). La lectura del segundo libro de Cróni-
cas nos muestra en acción el amor de Dios de un modo sorprendente, como ira y
castigo, para así suscitar en el pueblo el arrepentimiento y la conversión (primera

Predicación Orante de la Palabra


lectura). La carta de san Pablo a los Efesios resalta, por una parte, nuestra falta de
amor que causa la muerte, y el amor de Dios que nos hace retornar a la vida junto
con Jesucristo (segunda lectura). En todo y por encima de todo, el amor de Dios en
Cristo Jesús.

El autor del libro de las Crónicas interpreta el gran desastre de la cautividad del
pueblo en Babilonia como castigo de sus pecados. Empezando por las clases diri-
gentes, los israelitas "multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abomi-
nables de los gentiles". Aunque Dios "tenía compasión de su pueblo" y les envió pro-
fetas que les avisaran, no les hicieron caso.

La dramática destrucción de Jerusalén y de su Templo y el destierro fueron la


corrección que Dios aplicó al pueblo por su infidelidad a la Alianza. Pero Dios nunca
cierra todas las puertas: una vez cumplido el tiempo debido, suscitó a un pagano,
Ciro, rey de Persia, que permitió que volvieran a Jerusalén los que quisieran.

El salmo 136 expresa muy bien los sentimientos que debieron tener, en tierra extran-
jera, los que todavía se "acordaban de Jerusalén" y de la Ley de Dios, de la Alianza.
Ahora, "junto a los canales de Babilonia", echan de menos los cantos de Sion y piden
a Dios que termine con sus enemigos.

San Pablo, consciente del pecado al que todos somos propensos, destaca la fuerza
del amor de Dios que supera nuestro pecado y nos salva: "por el gran amor con que
nos amó", "nos ha hecho vivir con Cristo".

Para expresar lo que nos sucede a los que nos incorporamos a Cristo, Pablo tiene
que inventar neologismos: "con-vivir, con-resucitar, con-sentarse a la derecha de
Dios" junto con Cristo.

Todo es don gratuito de Dios, que espera de nosotros fe y buenas obras. Así, la lectu-
ra de Pablo nos prepara para escuchar el evangelio, que también insiste en este
amor gratuito de Dios para con nosotros pecadores.

En el evangelio de san Juan leemos hoy la segunda parte del diálogo de Jesús con
Nicodemo, que ya no es tanto diálogo, sino monólogo teológico en labios de Jesús.

Después de haber hecho las afirmaciones que apuntan a la "iniciación" en el Reino


y la fe en Cristo Jesús, que nos hace nacer de nuevo "por el agua y el Espíritu", Jesús
recuerda la imagen de la serpiente que Moisés levantó en el desierto y que, para los
que la miraban con fe, producía la curación.
Se centra todo el discurso -la catequesis- del Maestro en el amor que Dios tiene a la
humanidad, y que se ha mostrado sobre todo al enviarles a su propio Hijo, para que
se salven todos los que creen en él.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Ya a mitad de la Cuaresma nuestro camino de conversión ha venido avanzando y,


aunque débiles y vulnerables como los israelitas, estamos decididos a continuar expe-
rimentando el amor de Dios que acompaña, fortalece y nos invita a cambiar de vida.

La primera lectura hace una descripción que puede ser también la nuestra. A pesar
de la elección y de los dones de Dios, y de los profetas que sigue enviando para ense-
ñanza nuestra, y, sobre todo, a pesar de habernos dado como Maestro y Salvador a
su propio Hijo, seguimos claramente en déficit respecto a la Nueva Alianza que él
nos ha ofrecido. Parece que nosotros hemos hecho una elección por las tinieblas y
no por la luz, porque no alcanzamos a admitir en nuestra existencia la luz de Cristo
y seguimos inclinados por lo efímero, superficial y por una mentalidad de pecado
que ejerce sobre nosotros una fuerza avasalladora.

El tiempo litúrgico de la Cuaresma es tiempo de evaluación, de camino espiritual, de


autocrítica sincera, de conversión. A la luz de ese Cristo que camina hacia su entrega
total en la cruz, sus seguidores nos tenemos que plantear si nuestra vida va respon-
diendo a ese amor de Dios ma

en una inercia espiritual que hace peligrar que la Pascua de este año 2021 sea una
Pascua provechosa para nuestro crecimiento en la fe.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Esta frase de Jesús, que se
puede considerar como centro y síntesis del evangelio de Juan nos da la clave para
hacer las opciones que debemos hacer en esta Cuaresma: no al pecado, si a la gracia
de Dios; no a la vida de oscuridad, si a la vida eterna; no a la esclavitud, si al amor de
Dios que libera.

Sobre todo, es en el NT cuando experimentamos este amor de una manera más pro-
funda. San Pablo nos dice que "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que
nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo".

Este amor de Dios es totalmente gratuito, no lo habíamos merecido: "por pura


gracia estamos salvados", "así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de
su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús", "no se debe a ustedes, sino
que es un don de Dios".
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

En Cuaresma somos invitados a confiar en la misericordia de Dios y a reconciliarnos


con él. Como a Israel, se nos presenta el camino para volver del pecado a la Alianza y
reedificar los valores que habíamos perdido. Cada uno sabrá qué tiene que reedificar
en su vida, de qué pecados tiene que convertirse, qué valores tiene que recuperar.

Por eso hemos depositado hoy nuestra atención en la frase: “Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único”. Esta palabra, que es el núcleo del Evangelio,
produce una fuerte sacudida en nuestro interior. Desafía a nuestra tristeza indivi-
dualista que pretende guardar la vida para salvarla, olvidando que guardar es perder
y entregar es ganar. Invita a gozar de la dulce alegría de su amor; de su fuente nacen
las alegrías más verdaderas. La entrega de Jesús nos hace palpitar por el deseo de
hacer el bien, nos empuja a correr el riesgo de compartir gratuitamente esta alegría.
La mirada contemplativa al amor entregado de Jesús nos lleva a superar la exclu-
sión; los demás no son una amenaza a nuestra alegría, sino su fuente. ¡Qué alegría
saber que muchos dan la vida por amor, y que lo hacen inspirados por la presencia
de Jesús! En cada persona que se entrega resuena para nosotros el primer anuncio:
‘Jesús te ama, dio la vida para salvarte, para iluminarte, para fortalecer.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Queridos hermanos nos estamos acercando a la gran fiesta de la Pascua, y por eso
la Iglesia reflexiona en el gran amor que Dios nos tiene. Él amó al mundo hasta el
extremo de entregar a su Hijo Único, con el fin que todos nos salváramos. Respon-
damos con fe, con entrega y oración al celebrar este gran acto de amor, la Eucaristía:
sacrificio y banquete. Bienvenidos.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios nos hace conscientes de que todos somos propensos al pecado
y nos invita de manera especial a destacar la fuerza del amor de Dios que es capaz
de superar nuestra condición de fragilidad. Atentos escuchemos este mensaje.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Oremos a Dios Padre. Él es rico en misericordia y nos muestra su amor


en Cristo Jesús. Digamos:
R. Escúchanos, Dios de amor

1. Por la Iglesia, en su avance por el desierto de la Cuaresma hacia la luz de la


Pascua. Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes para sean reflejo del amor de Dios. Roguemos al Señor.
3. Por los que se alejan del amor de Cristo a causa del mal ejemplo de sus her-
manos cristianos. Roguemos al Señor.
4. Por los que, sin fe, presumen salvarse por sí mismos con sus obras. Roguemos
al Señor.
5. Por nosotros, que fijamos nuestros ojos en Cristo, luz del mundo, y queremos
realizar la verdad con nuestras obras, hechas según Dios. Roguemos al Señor.

Oración conclusiva

Señor, Dios nuestro,


que no quieres que nadie perezca,
sino que todos se conviertan
y tengan vida eterna;
escucha nuestras súplicas.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
Marzo 21 de 2021

Primera Lectura: Jr 31,31-34


Salmo: 51(50),3-4.12-13.14-15 (R. 12a)
Segunda Lectura: Hb 5,7-9
Evangelio: Jn 12,20-33

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Estas son algunas ideas que emergen de los textos en consideración:

La vida que brota a partir de la muerte.


Una nueva alianza que nos anuncia el profeta Jeremías
El dolor y el sufrimiento.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Hoy las lecturas se relacionan de manera muy especial. Mientras que para los hom-
bres el orden habitual de los conceptos es vida-muerte, en Jesucristo es al revés:
muerte-vida. De estas dos realidades y de su relación nos habla la liturgia. Es necesa-
rio que el grano de trigo muera para que reviva y dé fruto, es necesario perder la vida
para vivir eternamente (Evangelio). Jesús, sometiéndose en obediencia filial a la
muerte vive ahora como Sumo Sacerdote que intercede por nosotros ante Dios
(segunda lectura). En la muerte de Jesús que torna a la vida y da la vida al hombre
se realiza la nueva alianza, ya no sellada con sangre de animales sino escrita en el
corazón, y, por lo tanto, espiritual y eterna (primera lectura).

Predicación Orante de la Palabra


Estamos a escasas dos semanas de celebrar el corazón de la vida cristiana: La
pascua. Por eso las lecturas de hoy nos ayudan a recordar la muerte y resurrección
de Cristo Jesús.

Bien interesante que la oración colecta de hoy pide a Dios “que vivamos siempre de
aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del
mundo”. Nosotros como discípulos del Señor, queremos unirnos a él en ese camino
hacia la hora de su glorificación, que incluye la cruz y la nueva vida.

¿Cuál es la alianza nueva de la que nos habla el profeta Jeremías? Es una alianza pro-
funda e interior. Aquí el profeta resume toda la experiencia de su vida íntima y toda
la enseñanza de la historia: “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”.

Tres expresiones del salmo 51(50) ayudan a entender la nueva alianza de la cual nos
habla el profeta: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”, renuévame por dentro”, “de-
vuélveme la alegría de tu salvación”.

El autor de la carta a los Hebreos nos presenta un Mediador, un Sacerdote que sabe
lo que es dolor y el sufrimiento: "a gritos y con lágrimas presentó oraciones y súpli-
cas al que podía salvarlo de la muerte". Y por su obediencia, "se convirtió en autor de
salvación eterna".

En el evangelio de San Juan Jesús nos va dando las claves para entender su muerte
y resurrección y lo hace con una metáfora de la vida del campo: “si el grano de trigo
no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Estamos ya próximos a vivir la Semana Santa y hoy las lecturas nos presentan a
Jesús que camina con admirable fortaleza a vivir su “hora” decisiva, en la que por
solidaridad con los hombres se dispone a cumplir el proyecto salvador de Dios.

Esta es la hora de Jesús y los evangelistas nos hablan de sus momentos de tristeza y
miedo en el Huerto. También el evangelio de hoy se puede decir que refleja otro mo-
mento, anterior al de Getsemaní, en que Jesús confiesa con emoción: "mi alma está
agitada", y nos dice que lo primero que se le ocurre pedir es: "Padre, líbrame de esta
hora". Aunque en seguida triunfa su obediencia: "pero si por eso he venido, para esta
hora: Padre, glorifica tu nombre". Ya sabemos qué significa para Jesús esa "hora" y
esa "glorificación".
Esta es la hora de Jesús porque Jesús no caminó hacia la muerte como un héroe o
un superhombre, con la mirada iluminada e impasible, sino que "a gritos y con lágri-
mas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte". Y añade la sor-
prendente observación de que "en su angustia fue escuchado", y que "a pesar de ser
Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer". Por eso fue constituido salvador de la huma-
nidad. Fue escuchado, no porque Dios le liberó de la muerte "antes" de sufrirla, sino
"después", con la resurrección.

Esta es la hora de Jesús porque asumió con seriedad su papel de redentor. Tenemos
un Sumo Sacerdote que ha experimentado en su propia carne toda la debilidad y el
dolor del camino pascual. Eso nos da la convicción de que el dolor o el sufrimiento o
la muerte no son la última palabra. El amor total, hasta la muerte, de Cristo, fue enor-
memente fecundo, como la muerte del grano de trigo en tierra.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

En cada Eucaristía, cuando celebramos el memorial de la muerte salvadora de Cristo,


participamos de la fuerza salvadora de la Nueva Alianza que él selló entre Dios y la
humanidad en su cruz: "esta es la Sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada
por ustedes y por todos".

En estos días vamos a seguir muy de cerca al Señor en su pasión. No nos podemos
extrañar que también nuestro camino incluya a veces momentos de dolor y de
miedo. De ahí la necesidad de elevar súplicas con gritos y con lágrimas a Dios, para
que nos ayude en nuestros momentos de crisis. Lo que sí es seguro que tenemos
experiencia de que ser buenos cristianos, y seguir las huellas de Cristo con el estilo de
vida que nos enseñó, no es nada fácil.

A todos nos apetece más la salud, el triunfo, el éxito y los honores que la renuncia o
el sacrificio o el fracaso. Cristo nos ha enseñado que el mundo se salva no con alardes
de poder, sino por medio de la cruz, que en este mundo nuestro no tiene ciertamen-
te buena prensa ni popularidad.

El mundo de hoy nos ofrece otros caminos, que son más apetecibles, pero que no
conducen a la salvación. Nuestra vocación cristiana nos ofrece muchos momentos
de lucha contra el mal, el mal dentro de nosotros y el mal del mundo. El mejor fruto
que podemos anhelar de próxima Pascua es que Dios nos conceda eso que pedía-
mos en el salmo: "Oh Dios, crea en mí un corazón nuevo", para que nos comprometa-
mos con un estilo de vida coherente, alejados de la rutina, el formalismo y podamos
seguir con autenticidad las palabras del Señor.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hoy celebramos el Quinto Domingo de Cuaresma. En los días previos se nos ha invi-
tado a la conversión, camino a un encuentro con Cristo. El tiempo apremia; ya esta-
mos en la antesala de la Semana Santa y el Señor hoy nos exhorta a que meditemos
detenidamente en su promesa de ofrecerte una vida nueva más allá de esta vida
temporal. Bienvenidos a la celebración eucarística.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Las lecturas de hoy nos recuerdan la inminencia de esa celebración central: la


muerte y la resurrección de Cristo Jesús. Abramos nuestro corazón y entendimiento
para que esta Palabra produzca frutos abundantes en nuestra comunidad.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Oremos a Dios Padre, por Jesucristo su Hijo, autor de salvación eterna.
Unámonos con fe diciendo:

R. Señor de la vida, escúchanos

1. Por la Iglesia, que ha recibido la misión de anunciar al que es la resurrección y


la vida. Roguemos al Señor.
2. Por los que viven su vida disminuida, en condiciones deplorables: los que care-
cen de lo necesario, los enfermos, los drogadictos; los presos y
condenados a trabajos forzados; los que son víctimas del odio, del miedo y la
represión; los que están desesperados. Roguemos al Señor.
3. Por los responsables de tantos crímenes; por los que, llevados del odio y la ven-
ganza, dan muerte en su corazón al prójimo. Roguemos al Señor.
4. Por los médicos y todos los hombres de ciencia que trabajan por prolongar la
vida. Roguemos al Señor.
5. Por los que entregan su vida por amor a los demás. Roguemos al Señor.

Oración conclusiva

Dios, Padre nuestro,


que salvaste a tu Hijo de la muerte,
escucha la oración que te presentamos,
como él, en los días de nuestra vida mortal.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Marzo 28 de 2021

Primera Lectura: Is 50,4-7


Salmo: 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a)
Segunda Lectura: Flp 2,6-11
Evangelio: Mc 14,1 - 15,47 (forma larga) o Mc 15,1-39 (forma breve)

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Este Domingo de Ramos, domingo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo haga-


mos tres contemplaciones mediante tres figuras que brotan de la Palabra:

Contemplar a Jesucristo, discípulo. El Profeta Isaías presenta la figura del discí-


pulo, en algunas traducciones la del iniciado; es decir, la persona que obedece,
sigue y aprende la voluntad de Dios en su vida, y en el seguimiento se convierte
en testigo fiel.
Contemplar a Jesucristo, esclavo. El apóstol san Pablo en la carta a los filipenses
muestra la figura del esclavo con estas connotaciones: tomó la condición de
esclavo, pasó por uno de tantos, como un hombre cualquiera, se rebajó a una
muerte de cruz, se convierte en testigo de humildad.
Contemplar a Jesucristo, su cuerpo crucificado. El profeta Isaías, el salmista y el
relato del Evangelio según san Marcos van describiendo las partes del cuerpo de
una persona que se entrega, y en el abandono de las partes de su cuerpo, traspa-
sa los sentidos para que, a través de ellos, contemplemos al Hombre, ser de la
tierra que es glorificado en la resurrección, adquiriendo un cuerpo de luz, un
cuerpo glorificado, mostrando así, que el destino del hombre no es la sepultura
sino la Gloria de la vida eterna.

Predicación Orante de la Palabra


1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El profeta Isaías hablando de la misión del hombre que presenta destaca las partes
del cuerpo como el oído, la lengua, el rostro, la barba, la espalda y la mejilla; mientras
que el salmista resalta la cabeza, las manos, los pies y los huesos; mientras que san
Pablo orienta la mirada a la contemplación del hombre en su humanidad, y mencio-
nando la rodilla y la lengua como instrumentos para glorificar a Dios.

En la Pasión según san Marcos se va progresivamente describiendo el Misterio de la


Pasión, Muerte y Crucifixión de Nuestro señor Jesucristo, evidenciando las partes de
su cuerpo que fueron objeto de humillación y escarnio, pero que han servido a la
propia humanidad para contemplarse y reflejarse como esa imagen y semejanza
sufrida, doliente y escarnecida, como una humanidad que peregrina en el espacio y
el tiempo y como una solo cuerpo que va buscando superar los dolores y sufrimien-
tos hasta llegar a contemplar al Cristo crucificado y resucitado que por sus heridas
en su cuerpo lacerado nos ha redimido, nos ha salvado.

Detengámonos en oración y contemplación, en aquellas partes del cuerpo que


resalta el autor sagrado, para que, mirando nuestra propia humanidad, meditemos
en el cuerpo de tantas personas que hoy día sufren las vejaciones y el maltrato en
tantas formas sutiles de martirio, crucifixión y muerte.

En la narración del evangelista San Marcos se destaca el frasco de nardo que derra-
ma una mujer en la cabeza de Jesús, junto a la corona de espinas y los golpes que le
daban en su cabeza; al igual que su rostro escupido, abofeteado por los soldados
romanos. Jesús mismo alude a su cuerpo embalsamado para la sepultura, pero soli-
citado por José de Arimatea para para poderlo enterrar; al mismo tiempo que en el
momento de la última cena, alude al cuerpo de la Eucaristía: esto es mi Cuerpo y a
la sangre, como sangre de la alianza. Se encuentran en el texto evangélico otras
partes del cuerpo que no se refieren directamente a Jesús como los labios que lo
besan, la oreja del criado que es cercenada y el muchacho que huye desnudo des-
pués que apresasen a Jesús.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Todo ser humano posee un cuerpo que constituido por su naturaleza por muchas
partes que unidas forman un todo.

El cuerpo de Cristo humano, trascienda la naturaleza humana en un cuerpo divino


resucitado; este mismo cuerpo va a trascender y a permanecer en el cuerpo de la
Eucaristía; pero este mismo cuerpo va a constituirse en el cuerpo de la Iglesia, que
somos todos los bautizados, cuya cabeza es Cristo.
La Iglesia como cuerpo de Cristo cuya cabeza es Cristo, sufre en sus partes cuando
un miembro de su comunidad sufre, pero está llamado a que todo su cuerpo junto
con sus miembros resucite trascendiendo la humanidad frágil y débil de la carne,
para que el alma arropada de la inmortalidad resucite.

Toda la creación (humanidad), dice el apóstol san pablo (Cfr. Rom 8, 18-25), gime
como con dolores de parto, hasta que alcance a liberarse de la esclavitud de la
corrupción para entrar en la libertad gloriosa de la salvación de los hijos de Dios.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Suplicamos al Señor que contemplando su pasión, Muerte y resurrección en este


domingo de Ramos podamos sentir compasión de tantos hermanos y hermanas
que sufren en el cuerpo y en el alma; tanto enfermos, ancianos desahuciados, niños,
niñas, adolescentes abusados, maltratados,

explotados, que usa sus cuerpo para el comercio y tráfico de órganos, son asesina-
dos, explotados y abusado sexualmente, vendidos usados como herramientas de
comercialización, sin contemplar los dolores y sufrimientos de su humanidad y sin
sentido trascendental de sus almas. Tantas víctimas de la violencia de la pandemia,
fallecidos sin que sus cuerpos hayan tenido cristiana sepultura. También el cuerpo
de la Iglesia sufre cuando uno de sus hijos y de sus partes no son honradas y respe-
tados en su dignidad debidamente. En tantos seres humanos, Cristo sigue siendo
maltratado y crucificado en su cuerpo.

Contemplemos en el cuerpo de la Iglesia cuya cabeza es Cristo, el rostro de la huma-


nidad doliente y sufrientes; también en la Eucaristía el cuerpo de Cristo que entra en
nuestro cuerpo para configurarnos con él, y el cuerpo de tantos hermanos y herma-
nos que son abandonados y olvidados, para que desde el cuerpo de la Iglesia y de la
Eucaristía oremos por sus vidas y por su salvación.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Queridos hermanos, con el Domingo de Ramos, que recuerda la entrada de Jesús


en Jerusalén para vivir la Pascua, la Iglesia inicia esta semana santa que nos invita a
cada uno, como hijos de Dios en el bautismo, a vivir estas celebraciones litúrgicas
como un solo cuerpo que es la Iglesia, llamada a transformar el dolor y los sufrimien-
tos de nuestros propios cuerpos, el cuerpo de la Iglesia y de la humanidad en un
cuerpo pascual que a través la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesucristo sirva de
instrumento de salvación para la humanidad que peregrina hacia la Resurrección.
Participemos con alegría.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios nos invita a disponer nuestros sentidos, ojos y oídos para que
contemplemos y escuchemos los misterios de la redención sucedidos en el cuerpo
de Jesucristo, por quien hemos sido salvados en nuestro cuerpo y en nuestra alma
como cuerpo místico que es la Iglesia. Escuchemos con atención para vivamos con
compromiso.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Supliquemos al Dios de la vida que, en la entrega de su Hijo, nos


demuestra la abundancia de su amor para con la humanidad, y dirijamos nues-
tras oraciones a Él como fuente de vida y digamos con humildad:

R. Escucha Señor nuestra oración

1. Por el cuerpo de la Iglesia: el papa, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos,


religiosas, seminaristas y laicos; para que como miembros del cuerpo místico de
la Iglesia formemos una unidad que peregrine hacia la redención en la vida
eterna. Roguemos al Señor.
2. Por el cuerpo de gobernantes: presidente, gobernadores, alcaldes, militares,
servidores públicos; para que en el ejercicio de sus funcione sirvan a los demás
protegiendo la vida de todos los ciudadanos. Roguemos al Señor.
3. Por el cuerpo de salud: médicos, enfermeras, servidores en hospitales y clíni-
cas; para cuiden el cuerpo de Cristo en los enfermos, vulnerables y olvidados de
la sociedad. Roguemos al Señor.
4. Por el cuerpo docente: rectores, profesores, estudiantes y personal adminis-
trativos para que formen en los valores éticos, morales y espirituales los niños y
jóvenes profesionales para que ayuden y protejan a los más vulnerables de la
sociedad. Roguemos al Señor.
5. Por el cuerpo legislativo y administrativo: magistrados, doctores, abogados,
profesionales, administrativos y servidores públicos, para que propendan leyes
justas que protejan y defiendan la vida y dignidad de todos los seres humanos,
especialmente de los abandonados y olvidados. Roguemos al Señor.
6. Por el cuerpo de los agonizantes, desahuciados y fallecidos, para que les brin-
demos cristiana sepultura, y honremos su memoria como parte de la Iglesia que
peregrina hacia la vida eterna. Roguemos al Señor.
Oración conclusiva

Dios Padre Misericordioso,


que en Cristo cabeza del Cuerpo de la Iglesia,
nos has dado la Eucaristía, atiende benigno todas estas súplicas.
Por Jesucristo Señor nuestro.

R. Amén.
JUEVES SANTO
(Misa vespertina) Abril 1° de 2021

Primera Lectura: Éx 12,1-8.11-14


Salmo: 116(115),12-13. 15+16bc.17-18
Segunda Lectura: 1Co 11,23-26
Evangelio: Jn 13,1-15

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

Las lecturas de este jueves santo nos llevan a contemplar a Jesús en la triple dimen-
sión del alimento que nos sacia y nos prepara para la vida eterna en tres figuras:

Jesús, alimento de vida, a través del cordero pascual.


Jesús, alimento de vida, a través del pan y la bebida de su sangre en la Eucaristía.
Jesús, alimento de vida, que se dona en servicio a los demás por amor.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Jesús es el alimento que se dona en servicio a los demás por amor, nos invita a con-
templar a Nuestro señor Jesucristo a través de la narración del acontecimiento pas-
cual que nos regala el evangelista San Juan en la última cena: se levanta de la mesa,
se quita el manto, toma una toalla y se la ciñe, llena la jarra de agua, se agacha y
comienza a lavarle y a secarle los pies a sus discípulos.

No es un baño de purificación, lo deja claro en el diálogo con Pedro, no se trata de


los ritos de ablución que tenían los judíos; es más un rito y un gesto del esclavo que

Predicación Orante de la Palabra


limpia los pies a su señor; se trata de contemplar como el Verbo de Dios, hecho
carne, se hace comida más allá de un cordero pascual ofrecido de manera sacrificial,
o un pan y una bebida que sacian el hambre corporal, se trata de un Dios que se
humilla, se abaja hasta a condición de esclavo para rescatar al siervo, que lo ha dado
todo y lo hace todo por amor, e invita a sus apóstoles y discípulos a convertirse en un
alimento que trabaja para servir, pero a la vez para ser testigo de amor en el mundo
a través de la liturgia perenne y conmemorativa de una Eucaristía donde sus minis-
tros se inclinan para servir a sus fieles por amor.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

En la imagen de Jesucristo, Dios que se hace hombre, que se inclina(agacha) para


lavar los pies a sus discípulos, inspira el gesto del Padre que se agacha ante sus hijo
para ponerle los zapatos y amarrarle los cordones; pero el acontecimiento pascual
que narra San Juan trasciende cualquier gesto, porque es el Dios que se humilla,
que se hace siervo, esclavo, que abaja (sinkátabasis) hasta el punto de pasar por uno
de tantos, como un hombre cualquiera, que se humilla en la cruz, que es capaz de
bajar hasta el infierno para rescatar al ser humano y salvarlo por amor.

Escribe el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, que la humanidad después de


esta pandemia, si ha de recomenzar de nuevo, tiene que ser desde los últimos,
desde los descartados, de los pobres, olvidados, abandonados, despreciados y no
tenidos en cuenta por la sociedad.

Después de haberles lavado los pies, el Señor dialoga con los apóstoles y los discípu-
los, y les enseña, que el ministerio ya sea episcopal, sacerdotal o diaconal, superior o
superiora entre los religiosos, ha de ser de servicio, abajamiento, humillación frente
a los poderes del mundo, y ha de ser desde la caridad fraterna, ayudándose los unos
a los otros.

Inclinarse a lavar los pies a los demás, implica dar ejemplo, pero también significa
trabajar por los demás, para que con nuestro servicio y trabajo ayudemos a saciar el
hambre de la humanidad manifestado en carencias física, psicológicas, espirituales
de una humanidad que no debe olvidar que su Dios no se cansa de trabajar y de
saciar todas clase de necesidad por amor.

Jesús, alimento de vida, que se dona en servicio a los demás por amor, invita a la
comunidad cristiana a poner sus talentos, profesiones al servicio para ayudar a la
humanidad a superar las necesidades del cuerpo y del alma. Nos recuerda que
nadie es tan autosuficiente que no dependa en algo de los demás, ni tan falto de
talento, que no pueda poner al servicio algún servicio para ayudar a los demás.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

En la acción de Jesucristo que lava los pies a sus discípulos, oremos para que la
humanidad no olvide a Dios que lo ha hecho todo por amor, y que en este ejemplo
de vida se anime con una nueva esperanza a servir a los demás empezando por los
más vulnerables.

Pidamos la Gracia de no caer en el orgullo y la autosuficiencia de usar a los demás


como herramientas para el propio beneficio egoísta, sino que mediante los talentes
y profesiones podamos trabajar por un mundo más humano y justo que aliente a los
más desfavorecidos, venciendo barreras de inequidad o desigualdad.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Queridos hermanos, la Eucaristía, es acción de Gracias por excelencia, nos muestra


a un Dios que se humilla, y se humaniza por amor, para salvar a la humanidad. Dios
en Jesucristo se inclina ante el hombre, y asume el papel del siervo para servirlo y
rescatarlo del pecado y de la muerte por amor.

Vivamos esta celebración de Acción de Gracias considerando en nuestras vidas las


veces que Dios se ha inclinado tantísimas veces y de maneras diversas ante nosotros
solo por amor para salvarnos, y constituyámonos ministros de su amor salvando,
sirviendo y alimentando a tantos hermanos que carecen en sus necesitadas físicas
y espirituales. Participemos con alegría y entusiasmo.

Monición a la Liturgia de la Palabra

En el lavatorio de los pies contemplemos a Dios que se inclina como un padre ante
sus hijos para servirles por amor. Contemplemos nuestros pies, soporte de nuestro
cuerpo y de nuestra humanidad, ayudando a sostener la dignidad y la existencia de
tantos hermanos que carecen en sus necesidades, siendo ministros servidores por
amor. Escuchemos la Palabra de Dios en actitud de servir a los demás.

Monición al lavatorio de los pies

Renovamos el lavatorio de los pies para reconocer, en expresión sacramental, el


único modo posible de ser discípulos del Maestro. El Señor nos ha dicho “no he
venido a ser servido, sino a servir”; hoy es la fiesta de los servidores en la Iglesia. El
camino a Dios pasa necesariamente por el servicio a los demás.
Monición a la preparación de los dones

Las ofrendas de hoy adquieren un significado profundo: el testimonio cristiano de la


caridad nace del ejemplo de Cristo que se entregó totalmente por todos. Lo que
somos y lo que tenemos se haga siempre ofrenda agradable al Padre, por el Hijo en
el Espíritu.

Monición a la procesión del Santísimo Sacramento

En esta procesión con Jesús eucaristía y la posterior adoración, la Iglesia orante


expresa su deseo vivo de velar con Él en la hora decisiva de su existencia. En esta
hora difícil de la humanidad, de tanta violencia, de tanto desorden moral, de tanta
corrupción, de tanta desintegración familiar, de tanto menosprecio de la vida, per-
manezcamos unidos en oración con el Maestro para que el Padre derrame abun-
dantes gracias, y que la celebración de este Misterio Pascual obre el milagro de la
conversión personal de todos.

Vayamos procesionalmente en actitud orante y piadosa.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Presentemos a Dios Padre nuestras intenciones a través de su Hijo


Jesucristo, que se encarnó para nuestra salvación, haciéndose uno de tantos,
menos en el pecado y supliquémosle diciendo:

R. Fortalece nuestra fe, Señor de la vida

1. Por el Papa, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, fieles laicos y ministros


de la Iglesia, para que en el ejercicio de su misión sirvan por amor a los herma-
nos que Dios les ha confiado. Roguemos al señor.
2. Por los gobernantes de las naciones para que, inclinándose a las necesidades
de los pueblos, sirvan con transparencia e inviertan sus recursos en superar la
pobreza, el hambre, la escasez y la falta de oportunidad laboral entre sus habi-
tantes. Roguemos al señor.
3. Por las personas que poseen el poder económico y tienen la responsabilidad
de generar empleos en sus empresas, para que procuren el bienestar de sus ciu-
dadanos y generen trabajos dignos para las personas y sus familias. Roguemos
al señor.
4. Por los jóvenes que sienten el llamado a seguir y servir con sus vidas a Dios en
los hermanos mediante el servicio sacerdotal y religioso, para que sean capaces
de discernir los signos de los tiempos y no teman entregarse de manera genero-
sa al plan salvífico de Dios. Roguemos al Señor.
5. Por los pobres, encarcelados, los que no tiene oportunidades laborales, no
poseen viviendas, carecen de cuidado en la salud y no tiene como alimentarse o
vestirse, para que encuentren oportunidades en las instituciones gubernamen-
tales y civiles que les permita superar sus dificultades y contribuir al desarrollo
digno de la sociedad. Roguemos al señor.
6. Por nosotros aquí reunidos para que, en el seguimiento de Cristo resucitado,
seamos constructores de la paz, promotores de la vida y apasionados defensores
de la dignidad de la familia. Roguemos al señor.

Oración conclusiva

Oh Dios que, en Jesucristo,


nos has dado todo por amor,
permítenos ser agradecidos con los dones recibidos
y poner nuestros talentos al servicio de la humanidad.
Por Jesucristo Señor Nuestro.

R. Amén.
VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Febrero 7 de 2021

Primera Lectura: Is 52,13 - 53,12


Salmo: 31(30),2+6. 12-13.15-16.17+25 (R. 6a)
Segunda Lectura: Hb 4,14-16; 5,7-9
Evangelio: Jn 18,1 - 19,42

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

En este día celebramos la muerte de Jesús como paso necesario hacia la resurrec-
ción, este recuerdo está lleno de esperanza y de victoria. Es un día centrado en la
cruz, pero no con aire de tristeza, sino de celebración, ya que Cristo Jesús, como
Sumo Sacerdote, en nombre de toda la humanidad, se ha entregado voluntaria-
mente a la muerte para salvarnos a todos.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El profeta Isaías nos anuncia uno de los momentos culmen de la revelación vetero-
testamentaria: el cuarto cántico del Siervo de Yahveh. Este siervo se presenta ante
los demás, en primer lugar, como raíz de tierra árida o flor gris del desierto sin pro-
fundidad ni colorido. El Siervo es presentado como despreciado y abandonado por
todos. Es condenado a la muerte. Ahora bien, no era culpable, nos dice Isaías. Al con-
trario, es a causa de nuestras faltas como ha llegado a esta situación. Pero lo que
aparecía como un oprobio se ha convertido en una exaltación. Será elevado. Cuando
su vida parecía acabar en un fracaso y en soledad, llevaba el pecado de las muche-
dumbres. Su vida da fruto, verá su descendencia. Será colmado.

Predicación Orante de la Palabra


La vida, muerte y revivificación del Siervo han sido el único modo de aplacar la ira
divina, de satisfacer por los pecados de judíos y gentiles conjuntamente. Abandona-
do en manos de Yahveh, el Siervo ha conseguido lo que no consiguiera ni el Israel
histórico con la multitud de sacrificios. Por eso en él se cumplirá la promesa abrahá-
mica de vida perenne expresada en fecundidad. Asimismo, todos los rasgos atribui-
dos al Siervo de Yahveh, del Israel de la fe, los evangelistas, inspirados por el mismo
Dios, lo vieron realizado plenamente en el Jesús histórico de Nazaret.

El salmo 31 (30) es un canto individual de acción de gracias en el que se expresa la


actitud de quien ha sido liberado de sus aflicciones y alaba a Dios en el templo. En
efecto, al inicio del salmo se expresa la súplica de un acusado inocente, de un enfer-
mo, de un moribundo, expuesto a la persecución: es un maldito, excluido de la
comunidad, y “que produce miedo en sus amigos”, porque se lo considera como
objeto de desecho. Se huye de él como de un apestado. La parte final del salmo es
la dulce oración de intimidad de un huésped de Yahveh: a pesar de las acusaciones
injustas de que es objeto este moribundo, continúa cantando la felicidad de su vida
de intimidad con Dios: “¡Qué grande es tu bondad, Yahvé! La reservas para tus adep-
tos… ¡Bendito Yahvé que me ha brindado maravillas de amor! ¡Tengan valor, y firme
el corazón, ustedes, los que esperan en Yahvé!

La carta a los Hebreros nos presenta el sumo Sacerdocio de Cristo como un incenti-
vo más para la perseverancia. La argumentación tiene delante el patrón del Antiguo
Testamento. Una vez al año, el gran día de la expiación, el sumo sacerdote judío
entraba en el santo de los santos, con la sangre de las víctimas, para llevar a cabo la
expiación de los pecados de todo el pueblo. Sobre este patrón familiar a todos los
judíos, se describe la función sacerdotal. Allí, ante Dios, ejerce su oficio sacerdotal a
favor de todos los hombres.

Cristo siendo Hijo de Dios se compadece de nosotros, comprende nuestra fragilidad


y asume la condición de sumo sacerdote de forma renovada. Él, desde esta condi-
ción, asume nuestra humanidad, menos en el pecado, para enseñarnos el camino a
Dios y ofrecernos su salvación. Por ello, la lectura nos invita a acercarnos con con-
fianza al Trono de la Gracia, con la seguridad de encontrar auxilio y misericordia por
nuestros pecados y la fortaleza que nos sustenta en la lucha diaria.

En el relato completo de la pasión según san Juan, se evidencia una de las caracte-
rísticas del Jesús joánico durante la pasión: su soberanía. Jesús se presenta como el
hombre libre que camina hacia su muerte con plena conciencia. La cruz no lo agarra
desprevenido. Habría podido escapar, pero se deja atar porque da su vida para que
todos tengan vida (Jn 18,1-19,42). De esta manera, está cumplido el plan de Dios para
redimir al hombre.
Esta entrega plena de Jesús en la cruz es testimonio de algo sublime, que nos lleva
a preguntarnos ¿por qué Dios permitió que su Hijo viviera tantos vejámenes y mu-
riera en cruz, si Él hubiera podido decir una palabra para dar el perdón a todos los
hombres? La respuesta a esto solo tiene una razón: el amor. Jesús mismo declaró su
libertad de compadecerse de toda la humanidad y de entregar su vida por la reden-
ción de todos.

Asimismo, este don pleno de su amor es la invitación a que sepamos, creamos y


comprendamos, ante pruebas tan absolutas, la inmensidad sin límites de ese amor
que nos tienen. Ahora sabemos, en cuanto al Padre, que "Dios amó tanto al mundo,
que dio su Hijo unigénito" (3, 16); y en cuanto al Hijo, que "nadie puede tener amor
más grande que el dar la vida" (15, 13). En definitiva, el empeño de Dios es el de todo
amante: que se conozca la magnitud de su amor, y, al ver las pruebas indudables, se
crea que ese amor es verdad, aunque parezca imposible. De ahí que, si Dios entregó
a su Hijo como prueba de su amor, el fruto sólo será para los que así lo crean (3, 16, in
fine). El que así descubre el más íntimo secreto del Corazón de un Dios amante, ha
tocado el fondo mismo de la sabiduría, y su espíritu queda para siempre fijado en el
amor (Cfr. Ef. 1, 17).

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

En este camino del Triduo Pascual llegamos al gran acontecimiento de la salvación


por medio de la muerte en cruz de Cristo-Jesús. Por eso, con fe cantamos ¡Victoria,
tu reinarás; oh Cruz tú nos salvarás! Esta aclamación recoge la más profunda signifi-
cación de la Cruz y la misión que adquirimos los discípulos del Maestro.

A propósito de esto, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda, ante este gran
misterio de fe y amor, que “la muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una
desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de
Dios, como lo explica san Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de
Pentecostés: "Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento
de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a
Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de ante-
mano por Dios”. (CIC 599)

Por lo tanto, al morir Jesús por nuestros pecados entendemos que este designio
divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11; Cfr. Hch 3, 14)
es misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de
la esclavitud del pecado (Cfr. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). La muerte redentora de Jesús
cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (Cfr. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35).
Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo dolien-
te (Cfr. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escritu-
ras a los discípulos de Emaús (Cfr. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (Cfr. Lc
24, 44-45). (Cfr. CIC 601)

Entendemos como creyentes que éramos nosotros, la humanidad, la que debía


sufrir tantos vejámenes y dolores por habernos negado a obedecer la ley divina. En
realidad, todos hemos pecado mucho. Y por nuestros pecados fue tenido por maldi-
to quien no conoció el pecado, para liberarnos de la antigua maldición. Si alguien
merecía la cruz era cada ser humano, cada uno de nosotros, porque a pesar de su
entrega, muchas veces seguimos repitiendo los actos que nos apartan de su volun-
tad y de su amor.

Actualizar el misterio de la salvación desde la cruz ha de motivarnos, para que de


este Triduo Pascual nos comprometamos a emprender con mayor decisión la vida
de santidad. No llegaremos efectivamente a la perfección y a la total unión con Dios,
sino anteponiendo su amor a la vida terrena y proponiéndonos luchar animosamen-
te por la verdad. Bellamente lo expresó nuestro Señor Jesucristo: “El que no coge su
cruz y me sigue, no es digno de mí”. En efecto, tomar la cruz significa, renunciar al
mundo y posponer todo aquello que nos aparta de su amor.

Por consiguiente, los que seguimos a Cristo estamos también con él crucificados,
muriendo a nuestra antigua conducta, somos introducidos en una vida nueva con-
forme al evangelio. Por eso decía Pablo: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado
su carne con sus pasiones y sus deseos”. Y nuevamente, como hablando de sí, dice
de todos: “Para la ley yo estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo
para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en
mí”. Y a los Colosenses les dice: “Si moristeis con Cristo a lo elemental del mundo,
¿por qué os sometéis a reglas como si aún vivierais sujetos al mundo? De hecho, la
muerte del elemento mundano que hay en nosotros nos introduce en la conversión
y en la vida de Cristo”.

En consecuencia, si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es


necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y
genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen
Padre que es. Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la
voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testi-
go vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa.
Sólo el creyente puede transmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el
mundo lo necesita.

En este día solemne y de gracia se requiere insistir en el don de la entrega libre y por
amor de Cristo en la cruz, para la salvación de toda la humanidad. Es oportuno hacer
evidenciar todo aquello que llevó a que el Señor fuera conducido al Gólgota y cruci-
ficado, pero además que se reconozca que hoy nuevamente, de muchas formas,
llevamos a Cristo a la cruz: cuando destruimos al otro con palabras y obras, cuando
atentamos contra la justicia, la verdad, la paz y el cuidado del medio ambiente.

En consecuencia, es necesario recordarle a todo el santo pueblo fiel de Dios que


para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo (incluso a sí mismo), tomar su
Cruz y seguirle; que para ser discípulos de Jesús es necesario permanecer fieles a su
Palabra que es la verdad y que es la única que proporciona la libertad; que la Cruz de
Cristo es el valor que subvierte todos los demás valores en los que el hombre cree
encontrar su libertad y su felicidad como son el poder, el bienestar, el prestigio, la
ciencia humana; que conseguida la liberación, el discípulo descubre que la Cruz es
un motivo de gloria, es el único valor que merece realmente su atención. Finalmen-
te, hacer ver que, si es posible conseguir la libertad de los hijos de Dios, porque Cristo
en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre en favor de la humanidad
esclavizada por lo único que no la deja realizarse: el pecado.

Sólo se puede amar al otro de verdad en la dimensión de la Cruz, es decir, cuando se


descubre y se experimenta el amor que el Padre nos tiene a todos los hombres. Por
eso podemos comprender la fuerza liberadora de la Cruz.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El encuentro con la persona de Cristo transforma la existencia del ser humano.


Quien se encuentra íntimamente con el Señor no podrá seguir siendo el mismo, su
vida se fundará plenamente en Él y se proyectará buscando dar gloria a su nombre.
Por eso, si queremos que este Triduo Pascual nos lance a una misión de evangeliza-
ción, es necesario recordar las palabras del papa Francisco, en el Ángelus, el 03 Julio
de 2016: “la misión del cristiano en el mundo es una misión estupenda y destinada a
todos y ninguno está excluido; ella requiere mucha generosidad y sobre todo la
mirada y el corazón dirigida a lo alto para invocar la ayuda del Señor. Hay mucha
necesidad de cristianos que testimonien con alegría el Evangelio cada día”.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición inicial

La muerte de Cristo que hoy celebramos está llena de esperanza y victoria. Es


muerte por el amor, es muerte para la vida. Cristo en la cruz, se ha entregado volun-
tariamente a la muerte para salvar a todos. Contemplamos en ella el árbol que da
fruto, el árbol de la victoria. Vivamos con mucha fe y piedad los tres momentos prin-
cipales de esta celebración: Liturgia de la Palabra, adoración a la santa Cruz y sagra-
da Comunión.

Monición a la postración

La postración rostro en tierra es el gesto más completo de humildad que una perso-
na puede hacer ante Dios, rico en misericordia. En este día lo hace el ministro que
preside la celebración. Nosotros lo acompañamos poniéndonos de rodillas.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Esta Palabra de Dios proclamada hoy, en un ambiente de sobriedad y silencio, nos


invita a reconocer que en Cristo Jesús está reflejada nuestra vida. Como Él manten-
gámonos firmes en la fe que profesamos y aprendamos a confiar sólo en Dios.

Monición a la Oración Universal

Cristo en la cruz oró por todos sin distinción alguna. Nosotros, siguiendo su ejemplo,
oremos por las necesidades e intenciones de la Iglesia y del mundo entero.

(En este día se hace la forma solemne prevista en el Misal).

Monición a la Adoración de la santa Cruz

La cruz del Señor es el símbolo de nuestra salvación. Nuestra fe en el Crucificado es


el fundamento de nuestra esperanza. Al acercarnos procesionalmente a la cruz,
reconozcamos a Jesús como nuestro único Salvador y Redentor, y adorémoslo.

Monición a la Sagrada Comunión

Hoy no celebramos la Eucaristía. Ahora se trae el Pan que fue consagrado en la cele-
bración de ayer y con Él comulgaremos. Al comulgar expresemos y vivamos la unión
con Aquel que se entregó por nosotros en la cruz.

Monición final

Después de haber sido testigos del amor del Padre por nosotros, al entregarnos a su
propio Hijo, con la gracia del Espíritu Santo y en compañía de María

Santísima, prolonguemos en el silencio de hoy y de mañana la contemplación del


Misterio de la Pasión, y preparémonos al gozo de la Resurrección.
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
Abril 3 de 2021

Lecturas del Antiguo Testamento

1ª lectura: Gn 1,1 - 2,2 (forma larga) o Gn 1,1. 26-31a (forma breve)


Salmo: Sal 104(103), 1-2a.5-6.10+12.13-14ab.24+35c (R. cf. 30) o Sal
33(32),4-5.6-7.12-13.20+22 (R. 5a).
2ª lectura: Gn 22,1-18 (forma larga) o Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 (forma breve)
Salmo: Sal 16(15), 5+8.9-10.11 (R. 1)
3ª lectura: Éx 14,15 - 15,1 (nunca se puede omitir)
Salmo: Sal Éx 15,1-2ab.2cd.3-4. 5-6.17-18 (R. 1a).
4ª lectura: Is 54,5-14
Salmo: Sal 30(29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a)
5ª lectura: Is 55,1-11
Salmo: Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3)
6ª lectura: Ba 3,9-15.32 - 4,4
Salmo: 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68c)
7ª lectura: Ez 36,16-17a.18-28 / Sal 42(41),3. 5bcd; 43(42),3.4 o, cuando se
celebra el Bautismo
Salmo: Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19 (R. 12a) o Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3)

Lecturas del Nuevo Testamento

Lectura: Rm 6,3-11
Salmo: Sal 118 (117),1-2.15c+16a+17.22-23
Evangelio: Mc 16,1-7

Predicación Orante de la Palabra


I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Vigilia Pascual (VP) está caracterizada por la abundancia de los signos de la crea-
ción: la luz, en el rito de la bendición del fuego nuevo y el valor teológico del Cirio
Pascual; el Gloria, el Aleluya, el agua, elemento natural con el cual la Iglesia materiali-
za la grandeza del bautismo; la Eucaristía y una característica esencial de esta cele-
bración es llevar a la comunidad a un encuentro orante con la Palabra de Dios.

La liturgia de la Palabra nos presenta una visión amplia de la historia de la salvación y


de manera progresiva introduce a la comunidad de fe a la contemplación de los princi-
pales acontecimientos. Las etapas de la historia de la salvación presentes en la Pascua
del Señor se convierten en Pascua de la Iglesia (Rom 6,3-11) en el sacramento del Bau-
tismo y, en la celebración Eucarística. (Augé Matías, a través del año litúrgico, 169).

Las oraciones que se dicen después de las lecturas del Antiguo Testamento inter-
pretan los pasajes bíblicos proclamados en clave: cristológica, eclesial y sacramental.
Las lecturas que la Iglesia proclama en la Vigilia Pascual, se pueden distribuir, por
razones pedagógicas, en tres bloques: a) Creación e historia de la salvación; b) anun-
cios proféticos; c) la palabra se cumple en la persona de Cristo.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

A. Creación e historia de la salvación

Gn 1,1 – 2,2 La acción creadora de Dios tiene como centro de su amor al hombre
quien es constituido sagrario de la confianza divina. Una expresión de la misericor-
dia de Dios es asociar al ser humano a la obra de la creación. La misión del hombre
en la creación es parte del proyecto de Dios. La figura literaria del “jardín del Edén”
tiene un valor profundamente teológico, con ella se expresan aspectos fundamen-
tales: El bienestar por excelencia, la felicidad, la comunión misteriosa de Dios con el
hombre donde él es el soberano de la historia.

Gn 22,1-18 o Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 El llamado de Dios a Abrahán está marcado por


la dimensión de universalidad, lo que acontece en él, sus dudas, temores, fatigas,
son el camino que debe recorrer para hacer la opción por el Dios de la promesa y
constituirse en padre y modelo de la fe para la humanidad. La columna vertebral de
esta narración se encuentra en el texto “toma a tu hijo único, a Isaac, ve a la zona de
Moriá y sacrifícalo en mi honor, en el monte que te voy a indicar”. Nos ayuda a enten-
der la presencia de este texto en la vigilia pascual el hecho que Isaac es figura de
Jesús, “el predilecto, el amado del Padre” (Jn 3,16; Rom 8,32), Aquel a quien recono-
cemos como el “sacramento de nuestra fe”.
Éx 14,15 - 15,1 Esta lectura contiene la narración de la acción liberadora de Dios sobre
su pueblo. En este texto se pueden identificar dos momentos: La acción de Moisés
que pone en alto su bastón, extiende su mano y el mar se divide y el resultado de
esta acción es el paso del pueblo a la libertad (Ex 14,16). La obediencia de Moisés a
Yahvé es sino de fe. El segundo momento es la angustia y el temor del pueblo que
se enfrenta a Moisés que los exhorta a permanecer y a contemplar el signo de la
nube que los cobija y los “oculta” de la mirada de los egipcios. La acción de Yahvé no
se hace esperar: levanta el viento, acción que va más allá de lo natural y genera
asombro y pánico entre el ejército egipcio que perece. Dios obra a favor de su
pueblo como soberano y Señor y el pueblo confirmó su fe en Él (Ex 14,31).

B. Anuncios proféticos y esperanza cierta

Is 54,5-14 Sal 30(29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a). Isaías presenta la figura del esposo y la
esposa para significar la relación entre Dios y el pueblo. Dios como el esposo fiel y el
pueblo como la esposa infiel a quien Dios-esposo ha creado y a pesar de la infideli-
dad, la vuelve a llamar y a tomar como propiedad. La manera de ser de Dios rompe
la lógica de la tradición israelita sobre la fidelidad que era considerada sagrada y
quebrantarla traía consigo graves castigos. El profeta expresa que el poder de Dios
supera esa realidad y él se mantiene fiel a su palabra de salvación. El trasfondo de
este texto es la Alianza de Dios con su pueblo.

Is 55,1-11Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). Dios soberano dirige la historia de todos los
pueblos e invita a participar de los dones de la nueva Alianza.

En la figura de la lluvia que cae sobre la tierra se desvela una sana dependencia en
la cual la promesa de una tierra no solo la da Dios, sino que es Él quien la riega, la
cuida y cultiva.

Apertura a la novedad de Dios. La acción misericordiosa de Dios es un llamado per-


manente a modificar conductas, a entrar en el sagrario de la propia conciencia y
confrontarse con la Alianza.

Contemplar los planes de Dios. En la expresión “mis planes no son vuestros planes,
el lector debe fijar su mirada en un Dios que es universal, espiritual y salvador; su
grandeza no le impide ser cercano, providente, misericordioso y bueno.

Ba 3,9-15.32 - 4,4Sal 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68). El texto de Baruc centra su mensaje
en el pueblo que fue exiliado y se encuentra en Babilonia. Su predicación describe
lo que significa para el pueblo la ciudad santa de Jerusalén, que con su templo y
prácticas religiosas es el fundamento de su identidad y anuncia que ese amor por la
tierra santa provocará el regreso y la restauración definitiva. Destacamos dos ideas:
El profeta con sutileza confronta al pueblo con su realidad. El dolor de saberse fuera
de su tierra es la consecuencia de haber suplantado el camino de Dios y trasgredido
la Alianza.

El profeta le sugiere al pueblo caminar en el esplendor de Dios y debe hacer memo-


rial de las enseñanzas de la ley de la cual emerge la luz; los exiliados deben hacer
conciencia que su mayor gloria es Dios, que están llamados a ser ejemplo para los
otros pueblos y deben asumir su misión desde la Palabra del Señor.

Ez 36,16-17a.18-28 / Sal 42(41),3. 5bcd; 43(42),3.4 o, cuando se celebra el Bautismo,


Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19 (R. 12a) o Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). El profeta Ezequiel
invita a entender la Palabra de Yahvé que ilumina e interpreta la historia de su
pueblo, y en medio del sufrimiento quiere sacarlo de su realidad de víctima y permi-
tirle, ya no solamente desde una culpa colectiva, sino individual, ser sobreviviente en
la nueva Alianza. La esperanza ocupa el centro del mensaje que busca hacer una
lectura de las causas que originaron el exilio del pueblo elegido e identificar los
caminos para volver a Dios. Entre las causas está la inclinación a la idolatría que
generó una conducta social contraria al fundamento de la Alianza, “no tendrás otro
Dios fuera de mi” (Ex 20,1-6).

El comportamiento equivocado del pueblo ha profanado el nombre de Yahvé, han


olvidado que Dios comprometió su nombre, y por la dignidad de su nombre devuel-
ve la esperanza al pueblo. El honor del nombre de Yahvé es la salvación de su
pueblo. La reunificación del pueblo en Jerusalén es la nueva esperanza; una nueva
creación donde se infunde un espíritu nuevo que es figura de Cristo resucitado que
sopla sobre los apóstoles y les confía la misión de la nueva creación.

C. La Palabra se cumple en la persona de Cristo

Rm 6,3-11 / Sal 118 (117),1-2.15c+16a+17.22-23 La salvación y la vida son el centro del


texto. La Participación en la vida y la salvación obrada por Cristo, el apóstol la presen-
ta en dos momentos:

a. Participamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor por


la gracia del Bautismo. Somos redimidos sumergiéndonos en la vida sacramen-
tal, en la cual muere el hombre viejo y emerge la nueva vida. ¡He aquí! la razón
de la liturgia Bautismal en esta noche santa.

b. El hecho que Cristo haya asumido nuestro pecado en el Misterio Pascual es la


mayor expresión de la solidaridad de Dios con la humanidad

Mc 16,1-7 La estructura de este pasaje del evangelio ofrece cuatros momentos:


a. El signo de encontrar la piedra corrida y la evidencia del sepulcro vacío expre-
san la realidad de la Resurrección, pero exigen la experiencia personal y comuni-
taria del Cristo vivo para identificar al Resucitado con el Crucificado.

b. La realidad del sepulcro vacío genera fascinación, temores, dudas, admira-


ción, se está ante la presencia de lo divino. Algo que trasciende la materialidad
está sucediendo y los signos externos pasan a un segundo lugar y lo que se debe
privilegiar es el contenido del mensaje que nos da la razón por la cual el sepulcro
está vacío.

c. ¡Cristo ha Resucitado! La Resurrección lo es todo, la víctima de la Cruz es el


sobreviviente por excelencia, es la nueva vida.

d. Es imposible estar en la presencia de Dios y guardarse para sí lo vivido. Las


tinieblas del miedo y de la duda se han disipado con la realidad de la resurrec-
ción; el testimonio de las mujeres llena de nuevo contenido y significado la crea-
ción entera e introduce a la humanidad en el misterio de Dios.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Enseña el Papa Francisco “el predicador debe ser el primero en tener una familiari-
dad personal con la Palabra de Dios…necesita acercarse a la Palabra con un corazón
dócil y orante antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la predica-
ción, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que es viva y eficaz…” (EG
149-150). Confrontemos nuestra vida y ministerio.

a. La obra de la creación también ha sido entregada a mi cuidado, en ella, Dios


actúa la salvación para mí. Como miembro de ese nuevo pueblo estoy llamado a
la fidelidad y a una vida coherente que refleje mi opción por Cristo.

b. El pecado original del pueblo de Israel fue su inclinación a la Idolatría. Es


importante que podamos identificar esos nuevos ídolos que nos apartan de la
Nueva Alianza en Cristo.

c. Como consagrados hemos sido revestidos del sacerdocio de Cristo, somos un


nuevo Moisés que debe escuchar la Palabra de Dios para llevar la acción libera-
dora de Dios. Esto exige obediencia, contemplación, momentos de presencia en
el sepulcro vacío para admirarnos, dejarnos seducir por la presencia del Resuci-
tado; un tomar en serio la conversión pastoral para glorificar el nombre de Dios
en el servicio oblativo a los Hermanos.
d. Los Sacerdotes y consagrados tenemos la tentación de pensar que tenemos
claridad teológica y espiritual frente al Misterio Pascual y su presencia en los
sacramentos que celebramos. Hoy es una oportunidad para preguntarse qué sé
del Bautismo, pero más aún, ¿cómo vivo mi propio Bautismo?

e. Mi proceso de conversión personal, me permite en esta Vigilia Pascual afirmar


realmente con la secuencia: “Sabemos que Cristo verdaderamente ha resucita-
do de entre los muertos” y ¿vive planamente en mí?

Igualmente, nos dice el papa Francisco: “Un predicador es un contemplativo de la


Palabra y también un contemplativo del pueblo” (EG 154). Compartimos lo contem-
plado con la comunidad.

a. Reconocer el señorío de Dios sobre la historia de la humanidad. Él hace pre-


sencia de manera silenciosa pero eficaz y requiere del discípulo una vigilancia
permanente para contemplar el paso de la providencia de Dios por su propia
vida, por la historia y la cultura. El Papa Francisco nos enseña: “Colombia es una
nación bendecida de muchísimas maneras: la naturaleza pródiga no sólo permi-
te la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto
por su biodiversidad...Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes…”
(Encuentro con las autoridades, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).

b. Caminar es la actividad que debe realizar toda quien se siente llamado a coo-
perar con Dios en el cuidado de la creación y en la promoción integral de las de
los pueblos. Pero caminar no de cualquier manera, sino en plena libertad, y
como Abraham, tener la certeza que “lo acompaña el don de la fe y la esperanza
que palpita en el corazón de su pueblo y su cultura”. “los pasos dados hacen
crecer la esperanza, en la convicción que la búsqueda de la paz es un trabajo
siempre abierto… y que exige el compromiso de todos…” (Papa Francisco, Visita
Apostólica a Colombia, encuentro con las autoridades, Bogotá, 7 de septiembre
de 2017).

c. Escuchar como Moisés la Palabra de Dios que tiene poder para transformar el
miedo, la persecución, la muerte, la injusticia, la esclavitud en una oportunidad
de nueva vida. Tenemos un trabajo por hacer “que nos pide no decaer en el
esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferen-
cias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, per-
sistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro que exigen colocar en el
centro a la persona humana, su altísima dignidad y el respeto por el bien
común” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con las autori-
dades, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).
d. Conversión es un llamado permanente del mensaje profético. El pueblo reco-
noció su infidelidad, su desobediencia. Colombia, sus regiones, debe reconocer
las raíces que alimentan tanta violencia. Una de ellas es “cuando el hombre se
aparta de Dios, cuando el corazón humano busca sus fines lejos de Dios, hirien-
do, abusando, dominando, destruyendo y ultrajando” (CEC. Artesanos del
perdón, la reconciliación y la paz, 21).

Convertirnos exige una opción por Cristo resucitado; Él es “el primer paso y es un
paso irreversible. Proviene de la libertad de un amor que todo lo precede”. Convertir-
se es asumir el camino que el Papa Francisco propone: a. el todo es superior a la
parte; b. el tiempo superior al espacio; c. la realidad es superior a la idea; d. la unidad
es superior al conflicto (EG 217-237). Vivir con el resucitado es tener la certeza que
“aquellos que lo reconocen y lo acogen reciben en herencia el don de ser introduci-
dos en la libertad de poder cumplir siempre con Él ese primer paso.” (Papa Francis-
co, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con los Obispos, Bogotá, 7 de septiem-
bre de 2017).

e. Orar. La Iglesia atenta a la Palabra de Dios, entiende que el mensaje liberador


y salvífico de Dios, contemplado en Cristo Resucitado, requiere una respuesta:
La oración para creer y entender que la verdadera paz está entre nosotros. Orar
con el resucitado es vivir la grandeza del Bautismo y de la Eucaristía, por eso la
Pascua de Cristo es Pascua sacramental de la Iglesia. El resucitado “nos pide que
recemos juntos; que nuestra oración sea sinfónica, con matices personales,
diversas acentuaciones, pero que alce de modo conjunto un mismo clamor…
(Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Homilía, Cartagena, 10 de sep-
tiembre 2017).

f. “Primerear”, es el testimonio de la Magdalena que toma la iniciativa de ir a


buscar al Señor; vive la novedad del misterio en el sepulcro vacío y corre a anun-
ciar a los apóstoles lo que ha visto y oído. La Iglesia, iluminada con la luz del
Resucitado, sabe que en el pueblo se actualiza el Misterio de la entrega oblativa
de Jesús que libera del pecado y, “renunciando a la pretensión de controlar
aquello que no es su obra sino la de Dios, permanece con Jesús, aun cuando su
nido y su resguardo es la Cruz” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia,
encuentro con el CELAM, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).

“Primerear” desde el resucitado es salir, involucrarse, ser testigo del Señor resucita-
do que nos ha “primereado” en el amor (1Jn 4,10). La comunidad que celebra la
Resurrección, descubre su identidad misionera, encarna una espiritualidad de
éxodo que conduce a la reconciliación, el perdón y la paz (Papa Francisco, Mensaje
jornada mundial de las misiones 2017).
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El encuentro con la persona de Cristo transforma la existencia del ser humano.


Quien se encuentra íntimamente con el Señor no podrá seguir siendo el mismo, su
vida se fundará plenamente en Él y se proyectará buscando dar gloria a su nombre.
Por eso, si queremos que este Triduo Pascual nos lance a una misión de evangeliza-
ción, es necesario recordar las palabras del papa Francisco, en el Ángelus, el 03 Julio
de 2016: “la misión del cristiano en el mundo es una misión estupenda y destinada a
todos y ninguno está excluido; ella requiere mucha generosidad y sobre todo la
mirada y el corazón dirigida a lo alto para invocar la ayuda del Señor. Hay mucha
necesidad de cristianos que testimonien con alegría el Evangelio cada día”.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Vigilia

Apreciada comunidad: Esta noche la Iglesia asume el papel de los criados del evan-
gelio, que, con lámparas encendidas, esperamos y acogemos al Señor resucitado
que nos invita a volver a Él y, a sentarnos a su mesa eucarística.

Esta noche nos enseña que Cristo resucitado es luz de nuestro diario vivir; proclama-
mos la Palabra de la salvación que tiene pleno cumplimento en la resurrección del
Señor y, actualizamos esta salvación, en la celebración del Bautismo, en la renova-
ción de las promesas bautismales y, en la Eucaristía.

Con la alegría de Dar el primer paso con Cristo resucitado, participemos en la solem-
nidad de la Pascua.

Monición introductoria presidencial

La monición, que corresponde al Presidente, se encuentra en el Misal, p. 194.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La monición, que corresponde al Presidente, se encuentra en el Misal, p. 204.

Monición a la Liturgia bautismal

La monición, que corresponde al Presidente, se encuentra en el Misa, pp. 209 o 214


(según haya o no bautizados en la celebración).
Monición a la Renovación de los compromisos bautismales

La monición, que corresponde al Presidente, se encuentra en el Misal, p. 215.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La liturgia de la Palabra nos presenta la historia de la salvación, el proyecto de Dios


para la humanidad y su realización en el Misterio de Jesucristo Resucitado. La Pala-
bra nos permite entender, en esta noche, el sentido de los sacramentos pascuales.
Tendremos un dialogo con Dios que nos habla y nosotros que le respondemos con
los salmos y las oraciones después de cada lectura.

La clave para entender las lecturas la ofreció Jesús a los peregrinos de Emaús, "todo
lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cum-
plirse, y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se
refería a Él en la Escritura (Lc 24,27).

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: con la alegría de celebrar la Resurrección del Señor, dirijamos a Él


nuestra oración, confiados en su fidelidad y misericordia.

R. Tu luz nos guíe a la reconciliación, Señor

1. Por la Iglesia de Dios para que, bajo la guía del Papa Francisco, sea en medio
de la humanidad, sacramento de unidad, esperanza y caridad.
2. Por los gobernantes de las naciones para que, frente a la opresión, la violencia,
los conflictos, la corrupción, respondan con la promoción del amor y respeto por
la vida y su dignidad.
3. Por el poder legislativo para inspirados en Cristo resucitado, promulguen leyes
con el deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan
exclusión y violencia.
4. Por quienes creemos en Cristo resucitado, para que, fijando la mirada en los
pobres, excluidos y marginados de la sociedad, promovamos la construcción de
una cultura del encuentro donde no nos olvidemos de los pobres.
5. Por nosotros aquí reunidos para que, en el seguimiento de Cristo resucitado,
seamos constructores de la paz, promotores de la vida y apasionados defensores
de la dignidad de la familia.
Oración conclusiva

Padre todopoderoso,
que en tu Hijo muerto y resucitado nos has salvado
escucha las súplicas que la Iglesia te presenta en esta noche santa,
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
DOMINGO DE PASCUA EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Abril 4 de 2021

Primera Lectura: Hch 10, 34a.37-43


Salmo: 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24)
Segunda Lectura: Col 3,1-4 o 1Co 5,6b-8
Evangelio: Jn 20,1-9

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

De los textos de este domingo de resurrección podemos extraer algunas ideas:

Cristo Resucitado, es nuestra esperanza.


Portadores de la noticia de la resurrección y de la esperanza.
Todos somos testigos de la resurrección por la fe y la palabra.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Una de las situaciones reales del hombre de ayer y de hoy, es que no sabe cómo con-
frontar su propia existencia no sabe a qué atenerse y tampoco en quien poner su
esperanza, pero sobre todo en la vida más allá de la muerte. Estamos en una socie-
dad materialista que cada día va decayendo esa esperanza en la vida eterna y suele
vivirse una vida sin sentido.

La preocupación del hombre de la vida más allá de la muerte lo ha llevado pensar


que sólo existe esta vida y no hay otra, debido a que nadie ha regresado después de

Predicación Orante de la Palabra


la muerte, esto es una gran crisis que ha afectado a algunos hombres y mujeres que
adolecen de una fe sólida y no saben en qué poner su propia esperanza, no saben
vivir la vida, como si la vida no tuviera ningún sentido.

En la humanidad no todo es oscuro, hay de todo, los que creen y los que no creen. A
los que no creen les hace falta una experiencia con Cristo Resucitado y victorioso, en
la palabra, los sacramento y en la Eucaristía. Por eso carecen de esperanza y no
pueden ver a futuro la luz de la resurrección. Hay que salir corriendo como Juan y
Pedro al encuentro con Cristo resucitado, saliendo de las incógnitas y dejando que
Jesús quite las oscuridades del pensamiento y del corazón que no permiten verle,
hay que ir la a tumba vacía, ver, creer y contemplar.

La fe y verdadera contemplación nacen del misterio de la resurrección, es la resu-


rrección de Jesús en donde se aclaran todas las dudas y quedan resueltas de tal
manera que el hombre sin fe pasa a ser un hombre de esperanza y futuro, convir-
tiéndose en testigo del milagro de la resurrección, en ser anunciador de Cristo,
nuestra esperanza.

En los textos proclamados, la Iglesia, nos presenta al ser Resucitado, colocando


como testimonio la tumba vacía, a unos testigos, a María Magdalena sumida en el
dolor, a Juan el discípulo amado y a Pedro, convirtiéndose en portadores de la gran
noticia de la resurrección. Creyentes, se puede caer en la actitud de algunos de los
personajes antes mencionados al sumirse en el dolor que no permite ver la gloria y
la grandeza de la resurrección o el correr y cansarse o el temor que no deja entender
o comprender este misterio. Es en el encuentro personal con Cristo en donde sali-
mos de las dudas, cansancios, miedos, y llegamos anticipadamente a participar de
la vida nueva como don del resucitado.

Todo lo anteriormente dicho hace pensar que, de una manera u otra, se comienza
ser testigo de Cristo Resucitado por la palabra anunciada y el don de la fe que se ha
recibido, por eso, se es testigo como Pedro para dar testimonio de la resurrección y
como Pablo ser hombres buscadores de los bienes del cielo.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado. Esta es la noticia que se anuncia y se


proclama en toda la iglesia, es un día de alegría y gozo porque nuestras esperanzas
muertas recobran vida.

Como bautizados y testigos de Cristo, no podemos vivir una vida como si Cristo no
hubiese resucitado, Cristo está vivo y nuestra vida es nueva. Los textos de este
domingo de resurrección me invitan a dejar mi pasado y a vivir mi hoy con la nove-
dad de vida que trae Cristo, siendo conscientes que Él es Señor, que Él es mi Señor.
Debo tener los deseos de María Magdalena o los apóstoles de buscar a Cristo hoy en
la Palabra, los Sacramentos y de manera especial en el de la Eucaristía.

Hoy también nosotros podemos ver, escuchar y contemplar al Resucitado que no es


un mito y tampoco un fantasma, él es real y está vivo y quiere trasformar mi vida y
me compromete a compartir la alegría de la resurrección.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Señor, tus palabras son espíritu y vida, enséñanos a descubrirte en la palabra procla-
mada y anunciada, permítenos dejarnos contagiar de la alegría y el gozo que produ-
ce encontrarnos contigo en la Palabra. Ayúdanos a acercarnos a tu santa Palabra sin
miedo y temores, sino que se despejen las dudas del pensamiento y del corazón para
que siendo tus testigos te anunciemos en los hermanos que viven sin esperanza.
Amén.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

¡Cristo ha resucitado, en verdad resucito!


Hermanos, nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía en este domingo de Resu-
rrección, en el cual escucharemos con toda la Iglesia la alegría pascual de Cristo
Resucitado y glorioso, que es nuestra pascua.
Con mucha fe, alegría y gozo iniciemos nuestra celebración eucarística.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Todos los textos que se proclamarán en la liturgia de este día nos anuncian la alegría
de la Pascua: este es el día en que actuó el Señor sea nuestra alegría y nuestro gozo.
El Evangelio, nos presenta la tumba vacía como testimonio de la resurrección de
Cristo para que creyendo y escuchando tengamos fe y anunciemos a los hermanos
que Él está vivo siendo sus testigos. Escuchemos atentos la palabra de Dios y dejé-
monos nutrir de su pan de vida.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Alegres por la resurrección de Cristo, con corazón purificado y espíritu


renovado, dirijamos al Señor nuestras súplicas diciendo:
R. Señor de la vida, escúchanos

1. Para que la Iglesia, renovada en la esperanza, pueda anunciar al mundo a


Cristo Resucitado, Roguemos al Señor.
2. Por los que se han bautizado en la noche de Pascua y comenzaron a formar
parte de nuestra Iglesia, para que, renacidos del agua y del Espíritu, se hayan
revestido de Cristo, perseveren en la fe y la esperanza. Roguemos al Señor.
3. Por los gobernantes de la nación, de los departamentos y municipios, para
que administren legalmente los bienes de la nación, ayuden al progreso y desa-
rrollo de la sociedad. Roguemos al Señor.
4. Por los sufren en el alma y el cuerpo, para que, el Señor Jesús, alivie sus dolo-
res y aflicciones, aumente la fe y la esperanza en la liberación de todos sus males,
Roguemos al Señor.
5. Por nosotros, que celebramos esta Pascua de Resurrección; para que, con
Cristo, vida y esperanza nuestra, algún día aparezcamos juntamente con Él en
gloria, Roguemos al Señor.

En un momento de silencio presentemos al Padre, nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Padre, que por la resurrección de Jesús


llenas de gozo y esperanza nuestro caminar,
acoge con bondad estas súplicas que te presentamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA o de la Divina Misericordia
Abril 11 de 2021

Primera Lectura: Hch 4,32-35


Salmo: 118(117),2-4.15c-16a+17-18. 22-24 (R.1)
Segunda Lectura: 1Jn 5,1-6
Evangelio: Jn 20,19-31

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

En los textos litúrgicos de este segundo domingo de pascua, conocido como domin-
go cuasimodo o domingo de la misericordia, podemos extraer las siguientes ideas:

La paz como don de Cristo Resucitado.


El Espíritu Santo regalo Pascual de Cristo.
La fe fruto de la resurrección de Cristo.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

En el texto el santo Evangelio según San Juan, que se proclama en toda la Iglesia,
encontramos en todo el desarrollo de la escena, la presentación de Cristo Resucita-
do a la comunidad discipular reunida con las puertas cerradas por miedo a los judíos
y les saluda con la paz.

Cristo se presenta y disipa los miedos que experimentan los discípulos inundándo-
los de paz y alegría, aunque al principio resultaba algo chocante porque no estaban
preparados para este acontecimiento que era algo imposible, impensable, increíble
e inimaginable, pero es la realidad.

Predicación Orante de la Palabra


Las apariciones de Jesús, deja estupefactos, aterrorizados y asombrados a los discí-
pulos, tanto es así que no lo podían creer, pero era la realidad que Cristo está vivo y
su misma persona se les ha manifestado, que no es un fantasma, no son visiones, es
Él mismo en persona y una prueba de su vivencia son sus llagas en su cuerpo, pro-
ducto de los clavos y de su cruz como sumo testimonio de amor, por eso sus llagas
gloriosas no desaparecen. A partir de ese momento los discípulos comenzaron a
creer en la resurrección, desde ese momento no pudieron callar esta experiencia
con Jesús resucitado. Gracias al testimonio de los discípulos, la iglesia sigue anun-
ciando a todos los hombres de todo tiempo que Cristo resucitó y como regalo nos
da su paz que no es del mundo, porque él es el Señor, el Salvador del mundo y Prín-
cipe de paz, nos da la fe y el mejor don sobre el mundo, el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo regalo Pascual de Cristo, es el don más preciado de Jesús Resucita-
do, ya que este es donado para dar fortaleza a los discípulos para que puedan dar
testimonio de él en medio del mundo sin tener miedo. El Espíritu Santo en la vida de
los discípulos, tiene como misión hacerle recordar las enseñanzas de Jesús y de
acompañar a los discípulos en la misión encomendada de ser comunicadores de
paz, de perdonar, ser misioneros de la misericordia, en otras palabras, es hacer pre-
sente a Cristo en la Misión en la Palabra y los Sacramentos.

La fe es producto del encuentro con la persona de Jesús, que es un encuentro reno-


vador y transformador, este don recibido de parte de Cristo Resucitado se ve refleja-
do en la comunidad que comparte y pone sus bienes al servicio de la comunidad,
como lo diría San Lucas, en su obra de los Hechos de los apóstoles, los creyentes
tenían un solo corazón y una sola alma, todo lo ponían en común, por la fe como don
o regalo es salir al encuentro de Cristo en el hermano y en la comunidad que se
reúne y comparte.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Hoy quiero hacer eco a la palabra de Santo Tomás dichas el en evangelio: Señor mío
y Dios mío, nos enseña a mantener una relación con Cristo resucitado en la fe y la
adoración, a través la Palabra de Dios y los Sacramentos.

Por último, la Palabra me invita a descubrir a Cristo como fuente de fe, paz y alegría,
dejándome inundar de su alegría y gozo, dando testimonio de Él ante los hermanos
que viven en tristeza, angustias y temor, que puedan sentir la presencia renovadora
y transformadora de la Resurrección.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Señor, Jesús, derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que nos guie
e ilumine con su luz, para que reconociendo que Tú eres fuente de fe y paz, pueda
ser tu testigo en medio del mundo, tu presencia viva y actuante en la Iglesia, la pala-
bra y los Sacramentos, alejen de nosotros todo miedo, temor y tristeza, conviértelos
en alegría y gozo. Amén

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hermanos y hermanas, en este segundo domingo de pascua seguimos inundados


del gozo y de la alegría de Cristo resucitado y celebramos el día de la misericordia.
Iniciemos este encuentro de fe, amor y paz. Participemos con alegría.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La paz, la caridad y la fe son dones de la pascua de Cristo que regala a la Iglesia,


como discípulos y apóstoles de Cristo Resucitado, tenemos como misión ser testi-
gos de la misericordia compartiendo con todos los mismos dones recibidos de él.
Escuchemos con atención la Palabra de Dios.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: la misericordia y la fe se encuentran y nos enseñan que todo contribu-


ye para el bien de quienes Dios ama. Como apóstoles de su Misericordia, oremos a
nuestro Padre diciendo:

R. Señor, de la misericordia escúchanos

1. Por la Iglesia: el Papa Francisco, los obispos, presbíteros y diáconos para que,
siendo testigos de Cristo resucitado, sigan anunciando al mundo la fe y la paz.
Roguemos al Señor.
2. Por nuestros gobernantes: presidente, gobernadores y alcaldes, para que se
hagan partícipes de la alegría de la Resurrección y, animados e impulsados por
Cristo, trabajen por el progreso de los pueblos para una vida mejor. Roguemos al
Señor.
3. Por todos nosotros para que nos hagamos solidarios con los más pobres y
necesitados de nuestra comunidad, ayudándoles con nuestra oración y ayuda
económica. Roguemos al Señor.
4. Por nuestra comunidad parroquial para que sea impulsada por la alegría de la
Resurrección Cristo, de tal modo que sean testimonio de luz ante la sociedad.
Roguemos al Señor.

En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Dios, Padre compasivo y misericordioso,


recibe bondadoso nuestras peticiones
con las cuales también deseamos
dar gloria y honra a tu Nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
TERCER DOMINGO DE PASCUA
Abril 18 de 2021

Primera Lectura: Hch 3,13-15.17-19


Salmo: 4,2.4.7.9(R. cf. 7b)
Segunda Lectura: 1Jn 2,1-5a
Evangelio: Lc 24,35-48

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de este domingo nos, presenta, entre otros, tres temas para orientar
nuestra reflexión:

Identificación del Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el


mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de
Jacob, el Dios de nuestros padres” (Hch 3,13).
El testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del
Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del
mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías,
que está presente en nuestro caminar y nos invita a creer y a trabajar con amor
y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperan-
za y encuentro, de convivencia humana y caridad.
San Lucas identifica al discípulo misionero quien reconoce a Jesús y tiene un
estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimo-
nio; cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obe-
dece la Palabra de Dios; y vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos.

Predicación Orante de la Palabra


1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

En los Hechos, escuchamos que Pedro inicia su mensaje identificando al Dios de


Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien
resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres”
(griego: patearon). E identifica a Dios con estos patriarcas para recordarnos que
Abraham, Isaac, y Jacob son los progenitores, “padres”, la fuente originaria, la semilla
fundante, del pueblo de Israel.

Su siervo Jesús, Cristo, a quien el Dios de Israel “ha glorificado, como lo había prome-
tido a su Hijo amado, Jesús”. Gloria que se refiere al señorío y la majestad de Dios.
Gloria de Dios, revelada a la humanidad, principalmente de tres formas: En el taber-
náculo y en el templo, a través de la presencia Divina; en obras mesiánicas de Salva-
ción; y en el juicio.

Gloria que Dios comparte con Jesús. Gloria de Dios y gloria de Cristo quien revela su
presencia en nosotros y en la comunidad, en su obra salvadora y en el juicio.

Pedro le habla al pueblo de Jesús de forma categórica: “Dios… ha glorificado a su


siervo Jesús, al que ustedes entregaron y de quien renegaron ante Pilato, cuando
había decidido soltarlo”, para mostrar que Jesús ha sido traicionado, entregado en
manos de pecadores y matado como un criminal. Así deja claro ante la multitud que
ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús, el Mesías, al exigir que Pilato
soltara a un asesino, Barrabás, y condenara a Jesús. Pero Pedro abre la puerta del
perdón y advierte “más ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo hicieron, igual
que sus autoridades”, con lo que pasa del juicio a la gracia.

Por lo que se concluye: Juicio sin gracia destruye, y, a la vez, gracia sin juicio es
‘gracia barata’, “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer, The
Cost of Discipleship). Necesitamos el perdón de Dios y nuestro arrepentimiento.

El Salmo 4, es una oración de la tarde, con invocación al “Dios de mi justicia” por


quien “en paz me acuesto”, con la insistencia en que "Dios es el único necesario". La
"confianza" en Dios está en abandonarse en el sueño, en el silencio de esta muerte
aparente con la seguridad que vamos a despertar.

San Juan, en su primera carta, nos presenta a Jesucristo, sacrificado por nuestros
pecados, quien había advertido su muerte para “que se cumpliera todo lo escrito en
la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos…”, había invitado a guardar sus manda-
mientos, a ser fieles, como signo de que lo conocemos, y a amar y alabar a Dios con
sentimientos de gratitud.
San Lucas identifica al discípulo misionero, quien reconoce a Jesús y tiene un estilo
de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; diferen-
te al mundo, que sigue el sistema anti-Dios, por lo que rechaza permanecer en Él y
vivir como Él, como señales del auténtico cristiano, que cree que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y que vive la
paz y ama, perdona y sirve a los hermanos.

Hasta a los mismos discípulos se les dificulta aceptar los acontecimientos de la


pasión y muerte, creen que todo había terminado con la muerte del Señor; pero se
encuentran con la sorpresa de Dios, al resucitar a Jesús, quien se les manifiesta en
el camino de Emaús, en el cenáculo y otros lugares donde irrumpe para quitar el
miedo y la pesadumbre e impulsarlos a ser testigos y anunciadores de la nueva
verdad: ¡el Señor resucitó! Él quiere reconfortar a los suyos en la fe y que se tome
conciencia de su presencia, de su compañía, por eso los invita a que lo toquen, a que
le palpen sus heridas y le den comida. Come con ellos y les recuerda los momentos
vividos para que se cumpliesen las Escrituras.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

El Señor Jesús ayuda a los discípulos a superar el miedo y terror, el espanto y la incre-
dulidad. Les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y manda palpar el
cuerpo, diciendo: “Porque un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo
tengo.” Muestra sus manos y sus pies, porque en ellos están las marcas de los clavos.
Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un
Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Les pide palpar su
cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma.
Nada que ver con los griegos y la teoría de inmortalidad del alma o con la reencarna-
ción. Dios, de forma maravillosa, cumplió en Jesús, su designio.

Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra, con sus
discípulos, y les había anunciado todo lo relacionado con Él en las Escrituras, por eso
ahora al hablarles les abrió el entendimiento y comprendieron lo sucedido.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El Señor Jesús está presente entre nosotros, pero hoy encontramos opiniones diver-
sas y contradictorias acerca del testimonio que damos los cristianos. Están los que
dicen que estamos lejos de ser testigos, que nuestro comportamiento en lugar de ser
buena noticia, por ser portadores de la Palabra de Dios, es muy dudoso, temeroso y
tímido. Otros opinan que necesitamos experimentar su presencia resucitada para
convertirnos y renovarnos, porque nos falta fe. Y están los que afirman que en la
medida que reconocemos que su amor actúa en nuestras vidas y nos dejamos llenar
de su Espíritu, podemos caminar día a día siendo testimonios vivos para otros herma-
nos. Este reconocer en nuestro camino al Resucitado, experimentarlo en nuestra
vida, nos da el poder ser testigos, ser lámparas y senderos para anunciarlo, como el
Mesías. Se trata, por tanto, de invitar a reconocerlo y confiar en su misericordia de
Hijo de Dios; dejar las dudas y terror y, por el contrario, verlo y escucharlo en quienes
esperan compasión; comprender las Escrituras y tener actitudes de misericordia en
la oración y la acción, en la palabra y la vida y en la acogida y el trato; convertirnos y a
agradecer el regalo de la salvación con una vida fraterna y solidaria, de perdón y paz;
ser apóstoles de misericordia y hacer de los mandamientos vida que nos lleve a amar
y servir a los otros y nos prepare para el encuentro definitivo con el Señor, y a vivir de
fe y amor para tener fortaleza en la lucha y consuelo en las dificultades.

Como la incredulidad y la duda se anidan en nuestro corazón, nos debilitan espiri-


tualmente y nos confunden en las certezas de la fe, necesitamos colocar nuestra
vida ante la presencia de Dios y su Hijo Resucitado, que es quien nos ayuda a supe-
rar todas las sombras, los vacíos y las fragilidades humanas, nos renueva con su
poder y nos impulsa a ser testigos del amor revelado y a asumir nuestra misión
como discípulos misioneros suyos.

Uno de los modos de encuentro con Jesucristo, y que la celebración Eucarística


debe fortalecer en nosotros, son los pobres. El Papa Francisco, en su visita a Colom-
bia y concretamente en su intervención en el ángelus, en Cartagena, nos anima a
descubrir cómo el Señor nos enseña y nos habla a través del ejemplo de los sencillos
y de los que menos cuentan: “Son los pobres, los humildes, los que contemplan la
presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor niti-
dez”. (Ángelus y visita a la casa santuario de san Pedro Claver, Cartagena, 10 de sep-
tiembre 2017).

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Hermanos, nos disponemos a celebrar la Eucaristía en la que el Señor Jesús, que ha


resucitado, se hace presente entre nosotros y nos invita a escuchar su Palabra, a
compartir el pan y el vino, símbolos de unidad, para disfrutar de su paz y ser testigos
de su resurrección, que nos motiva a vivir la vida nueva en Él y con Él. Participemos
con fe y alegría.
Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de este domingo nos presenta el testimonio de quienes fueron testigos


de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien
murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre
los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita
a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y
perdón, de esperanza y encuentro. Escuchemos con fe

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: confiados en la presencia del Señor Resucitado y en su amor generoso,


oremos a nuestro Padre, diciendo:

R. Padre, hazme testigo fiel de fe y amor

1. Dios Padre, que, por medio de tu Hijo Jesucristo, nos llamaste a ser una sola
familia, superando toda duda y división, bendice al Santo Padre Francisco y con
él a toda la Iglesia, para que unidos sirvamos a los que nos envías. Oremos.
2. Bendice, Padre, a las autoridades, para que sepan solucionar los conflictos, no
con la fuerza de las armas, sino con el diálogo constructivo: Oremos
3. Acompaña con tu misericordia, Padre, a los desplazados, los migrantes, los
perseguidos a causa de la justicia, para que todos logren el respeto de sus vidas
y sus derechos. Oremos
4. Padre, bendice las familias, presencia de tu amor y signo de la unidad en Igle-
sia, para que tengan espacios de oración común y, unidas en la fe y la caridad,
hagan de sus hogares ambientes de acogida fraterna. Oremos.
5. Señor, bendícenos a nosotros, aquí presentes, que hemos escuchado: “Mujer,
qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”, para que seamos solidarios
con los excluidos y los discriminados. Oremos

En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Señor,
tu nos dijiste “pedid y se os dará”,
Escucha, pues, las súplicas de tu pueblo
y fortalécelo con tus bendiciones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
CUARTO DOMINGO DE PASCUA
Abril 25 de 2021

Primera Lectura: Hch 4,8-12


Salmo: 118(117),1+8-9. 21-23.26+28+29 (R. 22)
Segunda Lectura: 1Jn 3,1-2
Evangelio: Jn 10,11-18

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

El cuarto domingo de Pascua la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, y en el


contexto de esta celebración nos unimos a la jornada mundial de oración por las
vocaciones, el Papa Francisco nos invita a orar por el aumento de las vocaciones al
servicio de la Iglesia.

Nos disponemos a profundizar en una de las páginas más bellas y entrañables de los
Evangelios: Las que nos presentan a Jesús como el Buen Pastor y a nosotros como
ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado la fe y la devoción de los cristia-
nos a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús cru-
cificado; sin embargo, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleo-
cristianos es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja
sobre sus hombros.

Igualmente, uno de los temas de este domingo es el de la filiación, Dios nos ha con-
cedido ser hijos, Juan nos lo presenta como la mejor prueba del amor de Dios.

Predicación Orante de la Palabra


1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Cristo, el Buen Pastor, es el centro de nuestra vida de fe, él debe iluminar la vida de
todos los que escuchan su voz y lo siguen. Signos visibles de Cristo, Príncipe de pas-
tores (1 Pe 5,4), son nuestros pastores, puestos por Dios para regir nuestras almas en
su Iglesia hasta que él vuelva.

La primera lectura de los Hechos es la continuación de la curación de un enfermo


realizado por Pedro. El paralitico fue curado en el nombre y por el poder de Jesús
quien murió y resucito. Pedro, el Primer Pastor-Vicario de Cristo en su Iglesia, inicia
su misión de proclamar ante el mundo que sólo en Cristo, Buen Pastor, es posible
nuestra salvación. Cristo es la piedra angular. En Él nos apoyamos y nos sostenemos
todos. Es el gran fundamento de nuestra fe, de toda nuestra vida cristiana.

Decimos con el Salmo 117: «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna
su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; mejor es
refugiarse en el Señor, que fiarse de los jefes»

La segunda lectura es una alabanza a Dios Padre, por el amor que comparte con
todo el género humano, este amor que nos hace pertenecer a Él por el bautismo, y
cuando se cumpla el tiempo en cada uno de nosotros lo veremos cara a cara en su
gloria, semejantes a Él. Toda la autoridad redentora de Cristo y de sus Vicarios o Pas-
tores en la Iglesia, se cifra en hacer visible la amorosa paternidad de Dios sobre
nosotros sus hijos.

En el evangelio de Juan Jesús es el Buen Pastor, pastor único de un solo rebaño,


pastor que da la vida por las ovejas. La garantía de nuestra salvación está en el Cora-
zón de Cristo Jesús que, como Buen Pastor, dio su vida por sus ovejas. Nos amó y se
entregó por nosotros.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La pascua es un tiempo que nos quiere hacer entender y celebrar mejor el Misterio de
Cristo y comprender su resurrección.

Las imágenes que nos hacen entender mejor a Cristo resucitado se multiplican. Hoy,
por ejemplo, Pedro, valientemente, ante las autoridades compara a Cristo con la
piedra que los arquitectos habían desechado y que se ha convertido en piedra angu-
lar. El salmo responsorial hace eco a la primera lectura cuando se entona uno de los
canticos más pascuales, el Sal.117 "Dad gracias al Señor porque es bueno... Este es el día
en que actuó el Señor...”, este salmo anuncia precisamente lo de la piedra desechada
y que luego se convierte en principal.
Cada año leemos el capítulo 10 de Juan, pero en pasajes distintos. Este año leemos la
parte central, las características del buen pastor. Esta metáfora que todos entienden,
sobre todo los que durante años vamos escuchándola en las lecturas, tanto del AT,
como del NT., descubrimos cómo las cualidades del buen pastor, que el mismo Jesús
describe, se cumplen perfectamente en Él:

Conoce a sus ovejas y es conocido por ellas; no es una sociedad anónima, la comu-
nidad de Jesús: El ofrece a todos cercanía y comunión;
No sólo conduce a sus ovejas a buenos pastos, las alimenta o las defiende de los
peligros, sino que hace algo mucho más radical e inesperado: en contraposición a
los asalariados, el pastor bueno está dispuesto a dar su vida por las ovejas;
Y, además, tiene otras ovejas, y quiere reunirlas a todas, hasta que formen un solo
rebaño.

No está mal que, con ocasión de la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones en
el contexto de la celebración del Buen Pastor, el predicador hable de sí mismo, de
cómo le alcanza a interpelar la Palabra. Siempre debería ser el primero en escucharla
para luego actualizarla a los fieles. Es un examen que también convendría hacer a
todos aquellos que, de algún modo tienen en la comunidad cargos, ministerios,
encargos de animación.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

En este ciclo B leemos la parte central del capítulo 10 del evangelio de Juan, este
capítulo nos presenta a Jesucristo como el buen pastor y destaca sus principales
características.

Jesús se ha presentado como la puerta única de las ovejas, Él las puede llevar a
pastos abundantes, ante esos pastores que opacan la vida eterna o la oscurecen, solo
Jesús tiene Palabras de vida eterna, sus palabras revelan al Padre, sus hechos lo
comunican; Jesús da la vida por sus ovejas, muere en favor de todos los hombres, su
muerte nos acerca a Dios, nos une a Él, nos concede vida y vida eterna, de ahí que el
auténtico Pastor, Jesús, le importen las ovejas, de ahí la Encarnación, Dios se hizo uno
de nosotros para el perdón de nuestros pecados.

El Padre conoce al Hijo, el Hijo al Padre, en esta comunión perfecta, ha surgido por
amor la comunicación con el género humano – el Padre conoce al Hijo y en Jesús el
Padre conoce a los hombres. El Padre se comunica en Jesús a los fieles, los fieles
alcanzamos la comunicación en Jesús.

Además, hoy el evangelio resalta: “Tengo además otras ovejas”, para expresar el univer-
salismo de la salvación, Jesús muere por todos y todos están llamados a gozar de Dios.
Todos los cristianos deberíamos sentirnos hoy como la oveja que ha sido rescatada
del abismo. Deberíamos de experimentar aquello de san Pablo: me amó y se entregó
a sí mismo por mí. El secreto de la vida cristiana está todo en experimentar el amor
del Padre en Cristo Jesús por el Espíritu. Todo lo demás viene por añadidura. Experi-
mentar que Dios me ha amado con un amor eterno y que, por eso, mi oficio en ade-
lante es también el del amor.

Tema siempre importante es el de la promoción de las vocaciones en la parroquia, en


la diócesis, en los movimientos, en las congregaciones religiosas. En este día, dedica-
do a las vocaciones, debemos renovar nuestro compromiso por buscar vocaciones y
de tener esta tarea como primaria y prioritaria.

La falta de sacerdotes se agrava aquí y en muchos lugares del mundo, faltan pastores
y se pierden las ovejas, por eso, se requiere que los laicos, diestros en las cosas del
mundo, sean también diestros en la promoción de las vocaciones. Un promotor
vocacional puede descubrir contactos importantes, puede remitirlos a la instancia
apropiada, puede poner en pie vigilias de adoración ante el santísimo para pedir al
Señor nos envíe pastores según su corazón. Esos promotores los conocemos y exis-
ten, pero debemos multiplicarlos. Quizá nada mejor para sembrar las vocaciones,
que nuestro propio testimonio de vida.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Celebramos, en este cuarto domingo de Pascua, la fiesta del Buen Pastor. Jesús
como el Buen Pastor que guía a sus ovejas y las lleva a buenos pastos, las reúne, las
defiende y da la vida por ellas. Unámonos a toda la Iglesia orando por el aumento de
las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Participemos activamente en esta
celebración eucarística.

Monición a la Liturgia de la Palabra

La Palabra de Dios, y concretamente el Evangelio que vamos a escuchar, nos hablan


del amor que Dios, en Jesucristo Buen Pastor, siente por nosotros: nos toma de la
mano, nos anima y nos conduce por la senda que lleva a su Reino. Escuchemos con
atención.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Hermanos, con el gozo que produce la pascua, oremos con insistencia
a Dios Padre, para que Él, quien escuchó las oraciones y súplicas de su amado Hijo,
se digne mirar propicio nuestras humildes peticiones. Digamos con fe:
R. Padre Santo, escúchanos

1. Por los pastores y ministros de la Iglesia, para que tomen a Cristo como su
modelo y guíen con valentía al pueblo de Dios al reino de la justicia y del amor.
Oremos
2. Por todos los cristianos del mundo, para que lleguen a ser el pueblo santo de
Dios; por los que han perdido la fe, para que nuestra vida cristiana sea tan creíble
que les inspire volver a Cristo. Oremos
3. Por los líderes de las naciones, para que promuevan siempre la libertad y dig-
nidad del hombre, y coloquen la justicia y la calidad de vida por encima de la
ganancia económica y del poder. Oremos.
4. Por los enfermos y agonizantes, para que la compañía de Jesús resucitado,
sea el bálsamo que alivia a todos los que sufren, para que descubran el sentido
cristiano a la vida y siempre confíen en la misericordia del Padre. Oremos
5. Por nuestra comunidad, para que se estrechen los vínculos de comunión
entre todos los que la formamos y nos convirtamos así en terreno propicio en el
que puedan surgir vocaciones. Oremos

Oración conclusiva

Acoge, oh Dios,
las oraciones que tu Iglesia te presenta
en esta celebración
que es renovación del misterio de salvación
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
Mayo 2 de 2021

Primera Lectura: Hch 9,26-31


Salmo: 22(21),26b-27. 28+30.31-32 (R. 26a)
Segunda Lectura: 1Jn 3,18-24
Evangelio: Jn 15,1-8

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

El quinto domingo de Pascua se enmarca en la experiencia de la comunidad cre-


yente en torno a la visión del Resucitado y sus consecuencias en la vida concreta de
la comunidad. Las lecturas de este domingo nos llenan de esperanza porque se
descubre que aunque la incertidumbre de las dificultades puede generar dudas y
temores (primera lectura de Hechos 9, 26-31) la asamblea de creyentes es el ambien-
te vital para la experimentar la alabanza y la presencia del Señor (salmo 22), sabien-
do que la comunidad se constituye no en torno al mutuo elogio sino a la dimensión
del amor y a la experiencia de creer como adhesión permanente a la persona de
Jesús (segunda lectura de 1 Juan 3), lo que lleva a establecer que finalmente no se
puede concebir la comunidad de fe sin una creciente y permanente comunión con
el Señor, al estilo del sarmiento en la vid (Evangelio de Juan 15).

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Lo que dice la Palabra en este domingo se puede enumerar en unos puntos muy
concretos:

Predicación Orante de la Palabra


Primera lectura (Hch 9,26-31): Saulo de Tarso es presentado en el texto de los Hechos
como un testigo del Señor Resucitado que debe proclamar su testimonio en medio
de la comunidad cristiana, de la mano de Bernabé el garante del viaje y hermano
mayor en la fe. El v.31 se presenta como una especie de resumen de que acontece
en la comunidad pascualizada: vive en la paz en la medida en que se construye y
progresa en el temor del Señor.

Salmo 22 (21): El trozo que se proclama en este domingo habla de la tumba, de ala-
banza y del gozo de un anuncio esperanzador, que termina elevando un canto al
Señor, que es vida y victoria. Pero termina el trozo de este salmo invitando a la
misión, al anuncio de lo que ha hecho el Señor y las maravillas de su poder.

Segunda lectura (1Jn 3,18-24): Las cartas de Juan son una maravillosa oportunidad
para que la comunidad cristiana se mire en el espejo de su historia y descubra que
la fe en el Señor resucitado exige un modo de ser, un modo de vivir que parte de la
experiencia del amor fraterno real y sincero (v.18) y que establece una nueva relación
de los creyentes con Dios y a través de la experiencia joánica de creer, como adhe-
sión permanente a la persona de Jesús, se pueda generar la comunión.

Evangelio (Jn 15,1-8): La alegoría de la vid (que se ubica en el discurso de despedida


de Jesús), tiene como tema fundamental el comportamiento (frutos) de la comuni-
dad cristiana, pero el fundamento de todo se da en una instrucción sobre la
UNIDAD, es decir, la comunión con Jesús.

La vida cristiana no se trata de momentos de efusividad y de compromiso, se trata


de PERMANECER en Jesús, es decir, de construir la vida según los criterios y manda-
tos de Jesús, pero en el ambiente de la comunidad. Lo que hace la comunidad no
es el deseo de estar juntos, sino el permanecer unidos a Jesús, allí se haya el verda-
dero fundamento y por eso no hay que buscar sino aquello que nos une y aferrarnos
a él. Ser Iglesia es ser comunidad y ser comunidad es permanecer unidos a Jesús.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

La Pascua es la experiencia transformadora de la vida, es la oportunidad para descu-


brir la comunidad y en ella entrar en contacto con el Señor.

Este quinto domingo de pascua nos habla a los cristianos de Colombia sobre un
camino de fe que debe recorrer por la senda del amor y la unidad como frutos de la fe,
generando así la vivencia del testimonio fiel en medio de una sociedad que grita su
vacío por la falta de unidad y pregona el individualismo como medio de felicidad y rea-
lización.
En una patria herida por las décadas de violencia, fracturada por las polarizaciones
ideológicas y necesitada de procesos serios de sanación frente a su historia, la reciente
pandemia nos ha llevado a pensar que el aislamiento nos separa y nos hace incapaces
de gustar la presencia del otro, la vida del hermano y del que es diverso. Por eso la
Palabra de este domingo es una gran oportunidad para que los cristianos dejemos
que ella nos interrogue y nos juzgue, nos haga replantear horizontes nuevos y genere
un clima de reconstrucción social y de reconfiguración, para buscar motivos de
encuentro y de diálogo y propiciar los frutos que necesita nuestro país: unidos por un
mundo nuevo, por una sociedad reconciliada en el amor e impregnada de la fe en el
Señor resucitado.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Para orar es necesario abrir el corazón y una buena oración en este domingo sería
aquella que nos plantea el youcat de oraciones en el tema de la unidad: En el silencio
del día que amanece. Inspirada en un texto de la beata María de Jesús crucificado
(Mariam d‘Abbellin).

Señor Jesús,
en el silencio de este día que amanece,
vengo a ti, con humildad y confianza.
Quiero que me des tu paz, tu sabiduría, tu fuerza
para contemplar, con los ojos llenos de amor,
la grandeza del universo.
Hazme comprender que la gloria de la Iglesia brota
de tu cruz, como una fuente viva.
Permite que reciba a mi prójimo como a aquel
que tú quieres amar por medio de mí.
Disponme a servirle con generosidad,
y a ayudarle a hacer fructificar todos los dones
que tú has puesto en él.
Que mis palabras irradien la dulzura,
y que mis gestos promuevan la paz.
Que en mi espíritu sólo habiten pensamientos generosos.
Que mis oídos se cierren a toda calumnia
y que mi lengua sólo esté al servicio de la bondad.
Pero, ante todo, Señor, permíteme estar siempre
alegre y caritativo, para que todos los que están en mi camino
adivinen tu presencia y tu amor en mí.
Revísteme del resplandor de tu bondad y de tu belleza
para que dé testimonio de ti a lo largo
de este día. Amén.
Para contemplar podemos resumir el mensaje de este domingo en un texto que
brota del Evangelio: “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante”. Si
se repite este texto se logra interiorizar que la unidad se busca para que haya frutos.

Unido a este elemento es importante establecer compromisos de vida: trabajar por


la unidad concreta entre los miembros de la misma comunidad (familia, parroquia,
diócesis, etc.)

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Convocados en este día del Señor para permanecer unidos a Él, experimentamos la
alegría de saber que el Resucitado no sólo se nos muestra en el camino, sino que
continúa alimentándonos en la mesa de la Eucaristía y nos fortalece con su Palabra.
Porque queremos responder a la vocación cristiana, debemos creer y amar, y ello
sólo será posible si la Pascua rebosa nuestra alegría. Participemos activamente en
esta celebración de la fe.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Abramos el oído y despertemos todos los sentidos para reconocer el paso del Señor
Resucitado por nuestra vida. La Palabra no es sólo una instrucción, es nuestra brú-
jula en el camino para saber vivir según el querer de Dios y en la experiencia de la
comunidad donde somos engendrados. Escuchemos atentos.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Atendiendo a la Palabra del Señor que nos recuerda que “Sin mí no
pueden hacer nada”, unámonos en oración y con fe de verdadera comunidad
expresemos nuestras intenciones. Digamos:

R. Mantennos unidos en tu amor

1. Por el Papa Francisco, nuestro obispo N., nuestro párroco N. y todos los minis-
tros de la Iglesia, para que siempre trabajen por el amor y la unidad en la Iglesia.
Oremos al Señor.
2. Por los gobernantes de nuestra nación, para que en un proceso de recons-
trucción social y sanitaria no olviden que el Señor es el punto de encuentro y en
Él se halla nuestra esperanza. Oremos al Señor.
3. Para que, como los testigos de la misión, podamos anunciar que hemos visto
al Señor en el camino de nuestra historia: en el pobre, en el enfermo, en el discri-
minado y despreciado. Oremos al Señor.
4. Por esta asamblea eucarística, para que permanezca unida a su Señor y expe-
rimente los compromisos de la Pascua, construyendo comunidades en el amor
y la unidad. Oremos al Señor.

En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Atiende, Padre Santo,


la oración de tu Iglesia que, como una vid,
unida a su Señor te presenta su oración.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Mayo 16 de 2021

Primera Lectura: Hch 1,1-11


Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6)
Segunda Lectura: Ef 1,17-23 o Ef 4,1-13 (forma larga) o Ef 4,1-7.11-13 (forma breve)
Evangelio: Mc 16,15-20

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios nos orienta y fortalece:

Cuarenta días después de la resurrección, Cristo asciende a los cielos como


cabeza de la Iglesia para que nosotros, como miembros de su Cuerpo Místico,
podamos alcanzar su misma victoria.
Antes del acontecimiento de la Ascensión, el Resucitado envía a los Once a pro-
clamar el Evangelio al mundo entero. Cristo se marcha físicamente, pero perma-
nece vivo en su Iglesia que tiene la misión de anunciar la buena noticia y de bau-
tizar a todo el que crea.
“Dios asciende entre aclamaciones”. Nosotros, los discípulos de Cristo de este
tiempo presente, mientras contemplamos al Señor que asciende, nos alegra-
mos hasta el punto de entonar todas las alabanzas y aclamaciones que salen de
nuestro corazón.

Predicación Orante de la Palabra


1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El prólogo del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-4) que encontramos en la
primera lectura, pone en evidencia que estamos ante la continuación del relato
evangélico de Lucas. Así, la vida de la Iglesia (narrada en la segunda parte de la obra
lucana) queda firmemente enraizada en el ministerio de Jesús.

Esta vida de la Iglesia comienza en Jerusalén (es evidente el interés teológico de


Lucas por colocar a Jerusalén como punto de partida de la expansión de la Iglesia
hasta los confines de la tierra) y allí recibirá la promesa del Espíritu Santo. Así queda
patente el vínculo entre la solemnidad de hoy y la gran solemnidad de Pentecostés,
vínculo que también Jesús expresó cuando les dijo a los discípulos que se marchaba
para que vinera el Paráclito (cf. Jn 16,7).

Si queremos ver la relación de la primera lectura con el Evangelio de esta solemni-


dad, lo podemos notar, no sólo en la descripción de la Ascensión que ambos textos
nos presentan, sino en la misión que el Resucitado encomienda a los apóstoles: La
voluntad de Jesús es clara: consiste en que sus apóstoles reciban el Espíritu Santo
para ser testigos y vayan a anunciar la Buena noticia. Y es que la tarea evangelizado-
ra tiene su fundamento en la experiencia de ser testigos del Resucitado, llenos de la
fuerza (dynamis) del Espíritu. También queda patente el universalismo de esta
misión en las expresiones: “hasta los confines del mundo” (Hch 1,8) y “vayan al
mundo entero” (Mc 16,15). La Iglesia es esencialmente misionera y sus fronteras
serán las del mundo.

En cuanto al relato de la Ascensión, el texto de Hch se distingue por la referencia a


ciertos detalles: la aparición de la nube, signo bíblico de la presencia divina; las pala-
bras alentadoras de los personajes celestiales; el mensaje para la Iglesia en la expec-
tativa del regreso de Jesús. Mientras tanto la breve narración de Marcos resalta el
hecho de que el Señor se siente a la derecha del Padre para inaugurar su reinado
universal como Mesías e interceder por nosotros como Sumo Sacerdote (cf. Hb 8,1;
CEC 663-664).

En la segunda lectura (Ef 1,17-23) el apóstol Pablo, a manera de oración, manifiesta que
el cristiano necesita ser iluminado por Dios para comprender la riqueza de la gloria
que le espera en el cielo, gracias al poder de Cristo resucitado y glorificado. Y esto
porque conocer la futura herencia por la fe significa poseerla ya anticipadamente.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Podríamos preguntarnos ¿Qué efecto tiene la Ascensión de Jesús para nuestra vida
en el presente que estamos viviendo? Es importante que reflexionemos que, desde el
momento en que Cristo asumió nuestra condición humana, podemos afirmar una
gran verdad: donde esta Cristo, está su Iglesia, estamos los bautizados. Esto significa,
de cierta manera, que, si Cristo está en el cielo, los que somos de Cristo (cf. 1Cor 15,23)
ya estamos con Él y podemos aspirar a disfrutar de su gloria. Claro que tenemos que
esperar a que llegue el momento definitivo. No obstante, Cristo nos está preparando
un lugar (cf. Jn 14,3), un lugar al que aspiramos, mientras en la vida diaria luchamos
por la santidad.

Con la esperanza de llegar al cielo es que se mueve nuestra vida cristiana, en medio de
los gozos y las fatigas de cada día. No es casualidad que el apóstol Pablo señale que
necesitamos comprender cuál es nuestra esperanza pues es muy fácil olvidar cuál es
la meta de nuestra vida, en medio de tantas cosas que tenemos que pensar y que
hacer, en medio de los afanes y preocupaciones de cada día.

Cristo en el cielo nos dice: “Tú meta es el cielo”. Y si hay una meta que vale la pena,
también valdrán la pena todos nuestros esfuerzos aquí en la tierra: los esfuerzos de
todos los hombres y mujeres para sacar su vida adelante, sobre todo cuando las crisis
económicas y sociales nos golpean; los esfuerzos por conseguir una sociedad llena de
paz, justicia y progreso; los esfuerzos por aprender a amarnos entre hermanos; y qué
decir de los esfuerzos por anunciar el Evangelio, la misión que nos encomienda Cristo
resucitado.

Para la misión de la Iglesia y para la vida de sus discípulos, el Señor nos promete el
Espíritu Santo. La presencia visible del Verbo encarnado culmina con su Ascensión,
pero toma protagonismo la acción del Espíritu Santo que es fuerza para ser testigos
de Cristo (cf. Hch 1,8), fuerza en nuestro camino hacia el cielo. Litúrgicamente, la
espera de esta promesa será el motor que mueva nuestro interior durante esta última
semana de Pascua que comienza hoy y que nos llevará a la solemnidad de Pentecos-
tés. Que cada día podamos invocar: “Ven Espíritu Santo”.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Nuestra oración ha de ser necesariamente una mirada dirigida al cielo. En el cielo


está Cristo que mira con misericordia las situaciones difíciles que debemos pasar en
la tierra. La Ascensión del Señor, según nos lo recuerda san León Magno, lejos de des-
animarnos, aumenta nuestra fe, ya que nos empuja a creer sin vacilación en la pre-
sencia invisible y sacramental de Cristo en la Iglesia. Con esta fe pidamos por toda la
humanidad y por las dificultades que pasa en estos tiempos.
El tiempo pascual está llegando a su fin, pero la alegría pascual tiene que ser más
fuerte que nunca. Esta alegría deben contemplarla en nuestra vida todos los que nos
rodean. Es la alegría que se nutre de la esperanza de la vida futura que nos garantiza
Cristo con su Ascensión. No nos dejemos robar ni la alegría ni la esperanza.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Llegados a este punto culminante del tiempo Pascual nos disponemos a celebrar el
gran acontecimiento de la Ascensión del Señor. Nos alegramos con esta solemni-
dad porque Cristo sube al cielo para mostrarnos el camino y, al mismo tiempo, se ha
quedado con nosotros en la Iglesia para sostenernos. Que se acreciente cada vez
más nuestro gozo pascual para ser verdaderos testigos y anunciadores del Evange-
lio. Participemos con fe.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Al escuchar la Palabra de Dios en este domingo, la Ascensión de Jesús se nos mani-


fiesta como un acontecimiento actual. Hoy es el día en que Cristo es glorificado y en
donde se renueva nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor para convertirnos
en testigos de la Pascua, en testigos de Aquel que está sentado a la derecha del
Padre. Escuchemos con atención.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Con Cristo que sube al Padre, suben también las oraciones de la Iglesia
que intercede por toda la humanidad. Son las plegarias que ahora presentamos,
movidos por la esperanza que no nos defrauda y que nos anima para aclamar al
Padre y decirle:

R. Tú que tanto nos amas, escúchanos, Padre

1. Padre del cielo, te pedimos por la Iglesia, enviada por Cristo a evangelizar y
bautizar, para que renueves en ella la efusión del Espíritu para recibir la fuerza
que la capacita para dar testimonio del Señor resucitado, vencedor de la muerte.
Oremos.
2. Padre Santo, te pedimos por los elegidos para gobernar las naciones y los pue-
blos, para que infundas en ellos los valores necesarios para trabajar por las perso-
nas, de manera que alcancen los altos ideales que corresponden a su dignidad.
Oremos.
3. Padre Creador, te pedimos por los que sufren la enfermedad, el abandono, la
pobreza, la violencia y otras situaciones difíciles, para que los confortes en la
tribulación y, a nosotros, nos des la fuerza para acompañarlos con nuestra cari-
dad. Oremos.
4. Padre misericordioso, te pedimos por esta asamblea que se congrega a cele-
brar la victoria de Cristo que asciende a los cielos, para que, comprendamos la
riqueza de la gloria que nos espera para avanzar con mayor deseo hacia los
bienes del cielo. Oremos.

En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Escucha, Padre eterno las oraciones de toda la humanidad,


sedienta de amor, de paz y de felicidad.
Te lo pedimos por la Ascensión de tu Hijo
que asumió nuestros sufrimientos para glorificarnos.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
(Misa del día) Mayo 23 de 2021

Primera Lectura: Hch 2,1-11


Salmo: 104(103),1ab+24ac. 29bc-30.31+34 (R. cf. 30)
Segunda Lectura: 1Co 12, 3b-7.12-13 o Ga 5,16-25
Evangelio: Jn 20,19-23 o Jn 15, 26-27; 16,12-15

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción

La Palabra de Dios nos anuncia:

El Padre de amor cumple la promesa de su Hijo Jesucristo y envía el Espíritu


Santo que llena la vida de los discípulos para impulsar la misión de la Iglesia:
anunciar a Cristo muerto y resucitado.
El soplo de Cristo resucitado infunde el Espíritu de vida en los apóstoles para ser
enviados: ellos se encargarán de llevar el perdón de los pecados.
El Espíritu Santo llena el universo como fruto de la Pascua. Hoy nosotros, en la
celebración litúrgica, invocamos al Espíritu para que nos anime en el momento
presente, sobre todo para que construyamos la unidad de la familia humana.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El libro de los Hechos de los Apóstoles es considerado el “Evangelio del Espíritu


Santo”. Esta obra de Lucas nos retrata una Iglesia que todo lo hace por la acción del
Espíritu y esto gracias al acontecimiento de Pentecostés. Lucas intenta describir la

Predicación Orante de la Palabra


venida transformadora del Espíritu a partir de signos teofánicos del Antiguo Testa-
mento: el ruido, el viento, las lenguas de fuego. Lo que pretende Lucas es transmitir-
nos el alcance y las consecuencias de Pentecostés y para eso ha construido un relato
que conserva su frescura y actualidad, dos mil años después de haber sido escrito.
No sólo narra un hecho del pasado, sino que sirve de modelo para interpretar lo que
hace el Espíritu en el “hoy” de la Iglesia.

Todo ocurre en aquella casa donde se encontraba la comunidad que se había con-
gregado después de la Ascensión. Adquiere protagonismo el viento huracanado: la
lengua griega usa el mismo término para designar viento y Espíritu (Pneuma-Ruah).
Del signo de las lenguas de fuego, se desprende el hecho de hablar en diferentes len-
guas. Lucas nos presenta una composición muy gráfica para comunicarnos cómo el
Espíritu de Dios tomó posesión de aquellos hombres y mujeres. Así, los lectores de
todos los tiempos pueden tener clara la imagen de este gran acontecimiento.

Hemos sido bautizados todos en un mismo Espíritu. Esta realidad nos la presenta la
segunda lectura para que los cristianos recordemos en dónde hemos recibido al
Espíritu y para que estemos convencidos de que somos verdaderos portadores del
Espíritu Santo. Gracias a Pentecostés, el Paráclito es derramado en los hombres y
mujeres de todos los tiempos a través a las mediaciones sacramentales del bautis-
mo y la confirmación. En el Evangelio, Juan nos relata la primera aparición del Resu-
citado a los Doce, reunidos con las puertas cerradas. El soplo de Cristo, vencedor de
la muerte, evoca el soplo creador del Génesis, lo que significa que el Espíritu de Dios
realiza la nueva creación, que es consecuencia del Misterio Pascual de Cristo. Para
realizar esta obra, los apóstoles son enviados por Cristo, capacitados por el Espíritu.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la


comunidad?

Como la Virgen María y los apóstoles en Pentecostés, así nosotros por el bautismo y
la confirmación hemos sido llenos del Espíritu. Así como Cristo fue movido por el
Espíritu Santo en todo su ministerio y vivificado por el Espíritu en su resurrección,
nosotros debemos ejercer nuestra vida cristiana dejándonos guiar y resucitar por el
Espíritu Santo. Si nos fijamos en la secuencia de la solemnidad de hoy, podemos
descubrir lo que puede hacer el Espíritu Santo, llegando hasta el fondo del alma
para ser nuestro descanso, nuestro gozo, nuestra luz. Debemos asombrarnos
cuando esta oración le dice al Espíritu Santo: “Mira el vacío del hombre, si tú le faltas
por dentro”. Para llenar los vacíos del ser humano de hoy es enviado el Espíritu. Él es
el amor del Padre y del Hijo y, cuando llega a nuestra vida, nos infunde el verdadero
amor que nos hace sentir plenos y dichosos.
Hoy acontece la efusión del Espíritu Santo para la Iglesia. Lo que aconteció en Pen-
tecostés se actualiza concretamente en cada Eucaristía, pues el Espíritu vivificador
no sólo desciende sobre las especies eucarísticas, sino también sobre la asamblea
que celebra: “para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de
su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”. En Pente-
costés nació la Iglesia, pero en cada Eucaristía la Iglesia se renueva y renace para ser
signo de unidad. De aquí surge el reto para cada bautizado: con el don del Espíritu,
el bautizado está llamado a contribuir en la edificación de la Iglesia. No podemos
rendirnos en la construcción de la unidad de la Iglesia. Contamos con la fuerza del
Espíritu Santo para que los hijos de Dios vivamos la fraternidad y para que todos los
seres humanos lleguemos a ser una verdadera familia de hermanos. Claro está que
la unidad se comienza a vivir en cada familia, en cada parroquia, en pequeñas
comunidades parroquiales para que de ahí se comience a vivir en los diferentes
grupos y ambientes de la sociedad.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi-
so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

La secuencia de Pentecostés es una oración que viene de la Tradición viva de la Igle-


sia. Es un texto elaborado para ser orado y para ser contemplado. Primero que todo,
oremos con él, pronunciando el mismo grito de la Iglesia que clama en este día:
“Ven, Espíritu Divino”. Luego, procuremos contemplar los símbolos y las acciones
que encontramos en este himno: luz, huésped, descanso, brisa, etc.; reconforta,
riega, sana, etc. De esta manera podremos contemplar las maravillas que obra el
Espíritu Santo en la vida humana, en la sociedad, en el universo entero.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa

Cristo resucitado, glorificado por el Padre, derrama sobre la Iglesia el Espíritu Santo.
Hemos llegado al culmen de la Pascua y nuestra alegría es desbordante ya que el
Espíritu vivificador renueva el Universo y transforma nuestros corazones. Oremos
por toda la Iglesia, por nuestra diócesis, nuestra parroquia y nuestra familia para que
el acontecimiento de Pentecostés anime nuestra vida eclesial. Participemos alegres
en esta celebración.

Monición a la Liturgia de la Palabra

Prestemos toda nuestra atención a la liturgia de la Palabra para poder evocar lo que
sucedió en Pentecostés y así contemplar que hoy se actualiza la efusión del Espíritu
Santo, Señor y dador de vida, en la Iglesia. Escuchemos atentos la Palabra de Dios.
Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Hoy el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones para


recibir vida en abundancia. Por medio de Cristo resucitado, presentamos nuestras
oraciones al Padre para pedirle que renueve en nosotros la experiencia de Pente-
costés. Por eso decimos:

R. Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra

1. Te pedimos, Padre, que el Espíritu Santo siga renovando la vida de la Iglesia


para llevar a cabo su misión evangelizadora con el gozo y el entusiasmo de la fe,
para que, el Espíritu nos guíe hacia la unidad que Cristo quiere para el mundo
entero. Oremos.
2. Te pedimos, Padre, por los gobernantes de las naciones, para que infundas en
ellos la sabiduría del Espíritu para orientar a sus pueblos hacia el progreso, la
fraternidad, la justicia y la paz. Oremos.
3. Te pedimos, Padre, que el Espíritu Santo resplandezca con su luz en la vida de
todos los que sufren por causa de la pobreza, la violencia, la enfermedad, la sole-
dad, para que infundas en ellos consuelo para sus tristezas y fuerza para levan-
tarse. Oremos.
4. Te pedimos, Padre, por nosotros, que estamos recibiendo hoy la efusión del
Espíritu Santo, para que llenando de amor nuestros corazones, limpies nuestras
culpas y así comencemos a caminar en la vida nueva de Cristo resucitado.
Oremos.

En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales

Oración conclusiva

Padre de la vida,
que nos alegras con la efusión del Espíritu Santo.
escucha la voz de la Iglesia que te invoca
y presenta las necesidades de la humanidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

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