El espantapdjaros
Antes de emprender su largo viaje, Dorotea miré con curiosidad
los zapatos de plata de la bruja del este y decidié probarselos. «Son
los mas apropiados para ir a la Ciudad Esmeralda», pens6, «por-
que unos zapatos de plata no deben desgastarse asi como asi».
—;iTe gustan, Toto? —dijo después de calzarselos—. ;Verdad
que parece como si me los hubieran hecho a medida?
Poco después del mediodia, Dorotea metié en su cestita un po-
co de pan con mantequilla y algunas piezas de fruta. Luego cerré
la puerta de su casa y se eché a andar con rumbo a la Ciudad Es-
meralda. Mientras buscaba el camino de baldosas amarillas, la ni-
hha vio unas casitas de extrafo aspecto que le Ilamaron la atencion.
Eran circulares y estaban pintadas de azul, el color favorito de los
mascones. De una de ellas salié una mujer que le sonrié y le hizo
una reverencia, y Dorotea comprendié que le estaba mostrando
su agradecimiento por haber aniquilado a la bruja del este.
25
Escaneado con CamScannerAl fin, la nifa dio con el camino de baldosas amarillas, pero,
tras recorrer varios kilémetros, se sintié fatigada, asi que trepé a
una cerca que se encontraba a un lado del camino y se sent en
ella a descansar y a comer un poco de fruta. Al otro lado de la va-
lla habia un trigal enorme que se extendia hasta el horizonte, y no
muy lejos vio un espantapdjaros colocado en Jo alto de una esta~
ca. Su cuerpo estaba formado por un traje descolorido y relleno
de paja, su cabeza era un saquito pintado con unos ojos, una boca
y una nariz, y en la cabeza llevaba un sombrero puntiagudo de co-
lor azul como los que usaban los mascones.
Escaneado con CamScannerEscaneado con CamScannerFL MAGO DE
Mientras Dorotea lo observaba, el espantapajaros le guiné un
ojo. «No puede ser», se dijo la nifia muy sorprendida, pues en Kan.
sas los espantapdjaros no guifiaban los ojos. Pero entonces aquella
extrafia figura dijo con voz ronca:
—Buenos dias tenga usted, sefiorita.
Toto se eché a ladrar, y Dorotea se acercé al espantapdjaros sin
salir de su asombro.
—Eres ti el que habla? —le dijo.
—Por supuesto —contesté el espantapajaros—. Dime, jc6mo
estas?
—Muy bien, gracias. ;Y ti?
—Muy bien, pero no muy bien.
—No te entiendo —replicé Dorotea—. ;Como puedes estar
muy bien y no muy bien al mismo tiempo?
—Es muy sencillo —respondié el espantapajaros—: en mi ca-
beza solo hay serrin.' Como no tengo cerebro, cambio de opinion
a cada instante.
—iY cémo puedes hablar si no tienes cerebro?
—No lo sé, pero hay muchas personas sin cerebro que hablan
dia y noche, sno es cierto?
—Si, creo que tienes razon —admitié Dorotea.
Escaneado con CamScanné—No, estoy clavado a la estaca.
—Intentaré bajarte de ahi —dijo Dorotea mientras levantaba
en vilo al espantapajaros—. jPero si no pesas nada!
—Claro, porque soy de paja y no tengo cerebro.
Dorotea estaba algo confusa, pues se le hacia muy raro conver-
sar con un hombre relleno de paja y verlo caminar a su lado.
—Quién eres y adénde vas? —pregunts el espantapdjaros des-
pués de estirar los brazos y las piernas.
—Me llamo Dorotea y voy a la Ciudad Esmeralda para pedirle
al gran mago Oz que me lleve de regreso a Kansas.
—jLa Ciudad Esmeralda? ;Oz? ;Kansas? ;De qué me estas ha-
blando?
—jiNo me digas que no conoces al gran Oz! —exclamé Doro-
tea muy sorprendida.
—No —respondié el espantapdjaros con tristeza—, pero ya te
he dicho que no sé nada porque no tengo cerebro. Esctichame,
Dorotea: screes que si voy a la Ciudad Esmeralda ese mago tan po-
deroso podria darme un cerebro?
—No lo sé, pero ven conmigo si quieres. Al fin y al cabo, no tie-
nes nada que perder. Si le pides el cerebro al mago y él no te lo da,
te quedards igual que estas.
—Es verdad —dijo el espantapdjaros—. Verds, no me impor-
1a que mis brazos, mis piernas y mi cuerpo estén rellenos de paja,
Pero no quiero que la gente me tome por tonto.
—Yo no creo que seas tonto —afirmé Dorotea, muy conven-
cida—, En realidad, eres el espantapajaros mas inteligente que he
onocido jamas.
—iEso lo dices para animarme! Aunque yo no sé nada, si sé que
si tuviera un cerebro podria aprender las cosas que no sé.
29
Escaneado con CamScanner—Comprendo como te sientes —dijo Dorotea—, y me gusta-
‘onmigo, le pediré a Oz que haga por
ria poder ayudarte,
ti todo lo que pueda.
—Gracias —dijo el espantapajaros conmovido—.
viaje. No voy a causarte ninguna
fe aseguro
que seré un buen companero de
molestia porque, como no tengo boca, no necesito alimentarme y,
como no sé pensar, no querré mandar en nada.
Asi pues, Dorotea y el espantapajaros se pusieron en marcha
enseguida. Al principio, Tot6 se mostré desconfiado con su nue-
vo compaiiero de viaje, y lo olfateaba sin parar, como si sospecha-
ra que en su interior se ocultaba un nido de ratas.
—No te preocupes por Toté —dijo Dorotea—. No muerde.
—Oh, no me da ningun miedo —respondié el espantapaj
ros—. Un perro no puede hacerle dafio a un hombre de paja co-
mo yo. Te diré un secreto: solo hay una cosa en el mundo que me
asusta de verdad.
—)Ah, si? sY cual es? —pregunto Dorotea.
—Es el fuego —respondi6 el espantapajaros—. Pero te aseguro
que seria capaz de hacer frente a la hoguera mas grande del uni-
verso con tal de conseguir un cerebro.
30,
Escaneado con CamScanner