José Leonardo Chirino
José Leonardo Chirino
José Leonardo Chirino
1796) fue un zambo venezolano que lideró una fallida insurrección en busca del
establecimiento de la república en el país y la abolición de la esclavitud. Aunque fue un hecho
de carácter local, un levantamiento que obedeció a una situación específica, propia de las
condiciones sociales generadas por la esclavitud, tuvo inspiración en las insurrecciones de
negros africanos que tenían lugar en Saint Domingue y también en la Revolución francesa. El
movimiento no se propagó más allá de una parte del occidente del país, pero logró provocar
una seria alteración del orden colonial en Venezuela.1
Insurrección[editar]
El 10 de mayo de 1795, Chirino en compañía de José Caridad González, 6 gestan y
comienza a expandirse en la mencionada hacienda de Macanillas, cerca del Valle
Curimagua; los alzados buscan tomar algunas propiedades de la zona, con la idea de
incorporar hombres a la revuelta antes de llegar a Coro, como lo hacen en efecto bajo el
mando de Juan Cristóbal Acosta, pues Chirino se queda para organizar otro grupo.
Los insurgentes proclamaron abiertamente sus objetivos:
Consecuencias[editar]
Este movimiento, de hondas raíces sociales, llamó la atención de las autoridades
coloniales sobre las diferencias existentes y las injusticias, particularmente en lo tocante al
cobro de impuestos a las clases humildes. Aunque fracasó, no fue estéril, porque a la
postre se redujeron los impuestos y se cobraron con sentido más humano. 7Además esta
insurrección es considerada por los historiadores como el primer movimiento
preindependentista de Venezuela, que abrió el paso para los movimientos de José María
España y Manuel Gual, Francisco de Miranda y hasta para el de Simón Bolívar.
Ejecución de Chirino[editar]
José Leonardo Chirino no llegó a tiempo para participar en el combate, al saber la derrota
se internó en la serranía, trata de reorganizarse. Escribe al cacique y a los indios
de Pecaya, pidiéndoles incorporación a la lucha y prometiéndoles que no pagarían
demora; esto es, un tributo especial de los indígenas y que ahora se les cobraba en dinero
en efectivo. Sin embargo, tres meses después la traición de un antiguo compañero facilita
su captura y es trasladado hacia Caracas, donde la Real Audiencia lo condena a muerte
por delito de subversión. Se le condena «a muerte de horca que se ejecutará en la plaza
principal de esta capital adonde será arrastrado desde la Cárcel Real, y verificada su
muerte, se le cortará la cabeza y las manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro
sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para
Coro y para los Valles de Aragua, y las manos serán remitidas a esa misma ciudad de
Coro para que una de ellas se clave en un palo de la propia altura y se fije en la
inmediación de la aduana llamada de Caujarao, camino de Curimagua, y la otra en los
propios términos en la altura de la sierra».8
Su hija Viviana fue vendida por 200 pesos y a sus dos hijos los vendieron por 120 y 150
pesos respectivamente. Y como última medida se incluye en el escudo de la ciudad de
Coro las tres cabezas degolladas y sangrantes de José Leonardo y sus lugartenientes,
como pública advertencia a quienes tuvieran pensado levantarse contra Dios y el Rey.9
La condena es realizada conforme a la tradición colonial y en concordancia con los
agravios infligidos por el alzado a los sectores dominantes. El 10 de diciembre de 1796, 10
Chirino es inmolado en la horca, en plaza pública y su cuerpo fue descuartizado y
colocadas sus partes en distintos lugares.
Legado de Chirino[editar]
El movimiento encabezado por Chirino y José Caridad González, fue una insurrección que
impactó política, social y económicamente a la sociedad colonial venezolana. El legado de
Chirino y de otros afrodescendientes, como José Joaquín Veroes, Gerónimo Guacamaya,
José Tomás León, Leonardo Infante, Francisca Paula Aguado, Hipólita Bolívar, Marta
Cumbale, José Ascensión Farreras, Inés María Páez; Matea Bolívar y Pedro Camejo en
diferentes tiempos contribuyeron con la independencia, consolidación de la libertad y
soberanía en Venezuela.
Conmemoración[editar]
Con el objeto de cumplirse en 1995, 200 años de la rebelión liderada por Chirino, el
Ejecutivo Nacional, el Congreso de la República y diversas instituciones culturales del
país, acordaron homenajear al luchador social. Entre los actos conmemorativos, se develó
una placa en el Panteón Nacional, el 10 de mayo de 1995, con lo cual quedó reconocida
oficialmente su presencia al lado de los otros próceres venezolanos.
En el 2005 fue decretado el 10 de mayo como "Día de la Afrovenezolanidad", 6 por el
entonces presidente de la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro, para conmemorar 210
años de la rebelión de Leonardo Chirino en la Sierra de Coro.
El 10 de mayo de 2015 se develó una placa del héroe en la plaza Bolívar de Caracas en el
mismo sitio donde Chirino fue ejecutado el 10 de diciembre de 1796.
El aeropuerto de Coro lleva su nombre,10 así como el 421 Batallón de Infantería
Paracaidista de la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela.
Véase también
Chirino nació en Curimagua, estado Falcón, 25 de abril de 1754, fue hijo único de una
indígena libre y de un negro esclavo perteneciente a una familia criolla.
La hazaña de José
Leonardo Chirino, quien se levantó en armas el 10
de mayo de 1795 contra el poder español,
enarbolando un programa político para crear una
República en Venezuela, bajo los principios de
libertad e igualdad, no tiene parangón en nuestra
historia.
Distintas causas –de diferentes órdenes– dieron origen a este movimiento. La variable
condición social en que se encontraban los negros y los aborígenes, representa un
motivo de importancia, pues todos los negros aspiraban a ser libres y todos los
indígenas a ser exentos. Así estaban las situaciones cuando llegó la noticia, en la cual
el Rey de España había acordado la libertad de los esclavos. La cédula que esto
ordenaba había llegado a Venezuela, pero las autoridades reales y especialmente el
Cabildo de Caracas se oponían a darle cumplimiento, por ser atentatoria a los
derechos de los propietarios. Para 1790 ésta era una verdad, aceptada por los negros
de la serranía, pues un hechicero llamado Cocofió se había encargado de propagarla
por todas las haciendas. Se decía incluso que José Caridad González, un negro que
tuvo la oportunidad de ir a la Península y logró conseguir con el Monarca títulos de
propiedad para los negros loangos de las tierras de Macuquita, había visto en España
la referida cédula. Dentro de este esquema, el Rey aparecía como un “Santo”
dispensador de bondades, y la autoridad y los amos, como unos seres despreciables.
Así se fue encendiendo el rencor, sembrándose el germen de la rebeldía.
Esta vez tenían cierta razón los negros por sus sospechas. Se trataba en verdad del
llamado Código Negro, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los esclavos,
pues en lo absoluto se refería a la concesión de la libertad, se establecía un régimen
de mayor consideración para ellos.
José Leonardo Chirino había acompañado a Don José Tellería en sus viajes de
negocios a Curazao y Haití, donde había observado cómo vivían los negros de esta
última isla, los cuales se habían sublevado, para hacer valer sus derechos y abolir la
esclavitud. ¿Por qué no hacer lo mismo con los negros de la Sierra? Los Viajes, las
conversaciones y la inteligencia de este zambo le permitieron cultivarse y adquirir
cierto prestigio entre los trabajadores de la Sierra coriana, pues además, era un negro
que había vivido experiencias distintas y enriquecedoras, que el resto de sus iguales.
La agitación en que se encontraban los esclavos en esos momentos hacía la ocasión
propicia
Chirino también está al tanto, pero esto, en lugar de preocuparlo, lo estimula: eso
de libertad e igualdad tenía que estimular a alguien que jamás ha visto un movimiento
similar en tierra firme.
Asimismo, estableció contacto con el proceso que se vivía en Haití donde los negros
esclavos se habían levantado contra los blancos y estaban luchando con éxito para
obtener su libertad. De regreso a Venezuela se incorporó a un grupo de conjurados
que se reunían en el trapiche de la hacienda Macanillas (Curimagua, Edo. Falcón),
entre los que se encontraba José Caridad González, un negro congolés muy
informado de las ideas de la Revolución francesa.
En la jurisdicción de Coro habitaban 3.261 esclavos negros, de ellos 960 en la ciudad
propiamente dicha. Existía además una comunidad de once mil negros libres y pardos;
muchos de estos negros libres formaban un grupo aparte, con barrios propios; éstos
eran los llamados negros “loango”, la mayoría fugitivos de Curazao. Asimismo, junto a
los grupos indicados anteriormente, formaban parte del cuerpo social los indios*,
divididos en los en dos grupos: los libres o exentos de tributos (descendientes de los
caquetíos) y los tributarios o “demorados” (descendientes de los Jiraharas y Ayaguas).
Para completar el cuadro social, agregaremos que el grupo blanco –dentro de él los
propietarios de tierras, esclavos y dinero– representaba la minoría étnico-social,
aproximadamente diez por ciento del conjunto en total.
Todo esto le sirvió a Chirino para encabezar el 10 de mayo de 1795 un movimiento
armado desde la mencionada hacienda.
Los acontecimientos
Y otro vecino llamado Nicolás Coronado le mencionó a Jacot otros versos, que
también se cantaban en los expresados bailes “Candela abajo, candela arriba, muera
lo blanco, lo negro viva…”. De ser cierto estos dos testimonios, nos conduce a pensar
que los negros corianos se burlaban de las autoridades y de la aristocracia de Coro, al
bailar y tocar al son de los tambores y en sus propias narices pronosticar el
alzamiento, aparentemente de acuerdo con los futuros alzados. Esto se expresa en
todo el contenido de las coplas, además planeaban con anticipación la insurrección y
la expansión de las ideas de libertad, desde la Sierra hasta Coro “candela arriba,
candela abajo”.
Así llegó el domingo 10 de mayo de 1795, con el objeto de no despertar sospechas los
conjurados, bajo la jefatura de José Leonardo Chirino organizaron un baile en el
trapiche de la hacienda de Macanillas, Sierra de Coro; el mismo día en la noche se
trasladaron a la Hacienda “El Socorro”, donde dieron el grito de rebelión. Con los
ánimos exaltados, empezaron a poner en práctica sus planes en la propia hacienda.
Asaltaron la casa y mataron al mejicano José Nicolás Martínez, quien fue la primera
víctima; también resultó gravemente herido Ildefonso Tellería. Después de saquear la
casa, pasaron a la Hacienda Varón, donde mataron a José María Manzanos e hirieron
a machetazos a Doña Nicolasa Acosta. Luego incendiaron las casas de las Haciendas
La Magdalena y sabana redonda. De aquí, ya en la madrugada, regresaron a El
Socorro, donde había establecido su cuartel general.