Alvaro Retena Recuperado - Jaqueline
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Jacqueline Heuer
UNIVERSIDAD DE GINEBRA
A lo largo de las tres primeras décadas del siglo surge en las letras españolas
una generación de autores muy populares que en aquel momento se dedica a la
publicación de una narrativa de motivo erótico y cuyos miembros poco a poco
fueron cayendo en el olvido, a pesar de un éxito comercial tal vez nunca al-
canzado con anterioridad.1 Estos escritores ocupan un lugar marginado y de-
sarrollan su escritura desde principios de siglo hasta la llegada de la Segunda
República, aunque algunos seguirán manifestándose en obras de índole distinta
posteriormente. Es menester recordar que estas figuras, herederas del moder-
nismo, publican sus obras simultáneamente a los grandes nombres del 98 y a los
vanguardistas, en un momento de extrema fecundidad narrativa.
En su gran mayoría seguidores de Felipe Trigo (1864-1916) -el maestro
de la escuela erótica- y de Eduardo Zamacois (1876-1972), y, a su vez, de los
decadentes franceses,2 sobresalen, entre esta pléyade, los nombres de Antonio
de Hoyos y Vinent (1885-1940), José María Carretero (El Caballero Audaz)
(18883-1951), Joaquín Belda (1883-1935), Artemio Precioso (1891-1945), y
Alvaro Retana y Ramírez de Arellano (1890-1970), que fue, en aquella época,
de los novelistas más populares y a cuya figura dedicamos este trabajo con el
propósito de desafiar el cruel fenónemo de la desmemoria.
La narrativa de tendencia erótica nace en los últimos años del siglo pasado
en las letras españolas modernas (las primeras publicaciones de Zamacois datan
de 1897; Trigo se inicia en el género con la publicación de Las ingenuas en
1901), simultáneamente a las traducciones de las obras de Freud, de Havelock
Ellis y de Richard von Krafft-Ebing.4
' Como menciona Luis Antonio de Villena, Felipe Trigo «fue uno de los primeros escritores en vi-
vir lujosamente de sus derechos de autor»; en «Alvaro Retana, en el abanico de la «novela ga-
lante-decadente», Turia, ns. 21-22, octubre 1992, pág. 22.
" Pensamos en autores como Joris Karl Huysmans y Octave Mirbeau.
Esta fecha es indicada por Antonio Cruz Casado en «El Caballero Audaz entre el erotismo y la
pornografía», Cuadernos Hispanoamericanos, 463 (enero 1989), pág. 98. Federico Sáinz de
Robles indica como fecha de nacimiento la de 1890, La promoción de «El Cuento Semanal»
(1907-1925), Madrid: Espasa-Calpe, 1975, pág. 260.
Las obras de Krafft-Ebing (Psycopathia Sexualis, 1886) y de Ellis habían sido traducidas al fran-
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El período de apogeo del género se sitúa en las dos primeras décadas del si-
glo. Su decadencia coincide con la caída del régimen dictatorial de Primo de Ri-
vera, originada tal vez por la falta de renovación tanto temática como formal
que terminó por cansar al público. Según Gonzalo Santonja, un nuevo tipo de
publicación que sale a la luz por aquellos años, la literatura seudocientífica de
temas médicos, divulgada por autores como Martín de Lucenay, sería el origen
de la decadencia del género erótico o sicalíptico. El interés de los lectores poco
a poco se fue desplazando, debido a un afán de nuevos conocimientos más con-
cretos sobre el tema del sexo,5 así como a la aparición de textos de contenido
más pornográfico.
Y si bien este tipo de narrativa se inscribe en el contexto de los felices vein-
te, época de relativas libertades caracterizada por un extraordinario afán de fri-
volidad y de distracción -Alfonso XIII, tenía, como nos recuerda Lily Litvak
reputación de «rey castizo, noctámbulo [...] mujeriego, populista [que] gustaba
de la pornografía»,6 y Primo de Rivera de «señorito juerguista» en palabras de
Artemio Precioso-,7 las reacciones no se hicieron esperar. Los detractores no
tardaron en manifestarse y tuvieron lugar polémicas en varias revistas entorno al
tema.8 Entre las voces airadas resaltaron, aparte las de la Iglesia católica y del
poder, la de varios intelectuales como Ramiro Maeztu y Unamuno que llegaron
a ver en esa literatura un reflejo de la decadencia de ciertos valores morales. Las
críticas negativas reprochaban a los escritores, entre otras razones, el corromper
a los lectores, en una sociedad en la que las enfermedades venéreas, recordé-
moslo, y en particular la sífilis, se propagaban todavía incontrolablemente. En
1911, pues, se fundó la Liga Antipornográfica cuya sección madrileña dirigía
Adolfo Buylla.9 En el mismo año, Sáinz Escartín intervino hasta en las Cortes
para denunciar la venta de tarjetas postales de índole obscena (desde los desnu-
dos de Velázquez hasta los de ciertas actrices).10 Y aunque la censura no logró
impedir del todo la difusión de tales obras, varios autores se vieron enredados en
procesos: Artemio Precioso, que dirigía La Novela de Hoy, tuvo que marcharse
al exilio en 1929" y Alvaro Retana compareció más de una vez ante un tribunal.
Hace dos años yo hubiera manejado a los personajes de esta novela escénica
obligándoles a adoptar actitudes fantásticas en alocadas combinaciones, con
cruzamientos de parejas y hasta derivaciones lésbicas para dar mayor intensidad a
blicof...] Fui condenado a la pena de seis meses de cárcel y no sé cuántos días de cárcel, a mil
pesetas de multa y a once años de inhabilitación para cargos públicos», op. cit., págs. 97-8.
No lo menciona Federico Sáinz de Robles en La novela española en el siglo XX, op. cit. Tampo-
co lo hacen Cansinos-Asséns en La nueva literatura, vol.II, «Las escuelas», Madrid: Páez,
1925, ni Julio Casares en el capítulo que dedica a la «Literatura barata», Crítica efímera, vol.
II, Madrid: Espasa-Calpe, 1944, págs. 255-60. Dedica, eso sí, un capítulo entero a Hoyos y Vi-
nent (págs. 261-66). Tampoco José Carlos Mainer en La Edad de Plata (1902-1939), Madrid:
Cátedra, 1981, ni José Domingo en «La prosa narrativa hasta 1936». J. M. Diez Borque sólo
menciona su nombre en Historia de la literatura española (XIX y XX), Madrid: Guadarrama,
1974 (pág. 227). Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez le dedican media página en su Ma-
nual de literatura española X. Novecentismo y vanguardia: introducción, prosistas y drama-
turgos, Pamplona: Cénlit, 1991, encasillándolo en la rúbrica «Figuras menores» en un cap. de-
dicado a los «Cultivadores de la novela erótica y galante y de la novela rosa», págs. 330-31.
L. Antonio de Villena da la fecha de 1893, art. cit.., pág. 23. F. Pedraza - M. Rodríguez también,
op. cit., pág. 330. En varias de las novelas de Retana aparece la poco probable fecha de 1898.
14
Vid., por ejemplo, el prólogo a Una aventura más, Los Novelistas, 31 de enero de 1929, n.° 47,
págs. 5-7.
De Villena, art.cit., pág. 25. Ignoramos si sus deseos fueron cumplidos, pues afirmaba no
sin humor en el prólogo a El encanto de la cama redonda: «Una vez fiambre, deseo ser
envuelto en una túnica de los colores nacionales, cubierto con un sombrero cordobés y
metido en un ataúd tapizado de retratos de cupletistas» (La Novela de Hoy, 1 de diciembre
de 1922, pág. 7).
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la fábula. Pero como yo soy un novelista que marcha con la época, y no está el
horno para bollos, prefiero renunciar a esas truculencias de boudoir}6
16
La Novela de Hoy, 2 de enero de 1925, núm. 138, págs. 63-4.
De Villena, art. cit., pág. 25.
Conviene señalar que no todas las obras Retana nos han sido asequibles dada la dificultad de en-
contrarlas incluso en las más importantes bibilotecas madrileñas. Tampoco, y lo lamentamos,
nos ha resultado posible localizar el libro que le dedicó Santiago Ibero (seud. de José Sánchez
Moreno), Alvaro Retana, el Petronio del siglo XX, Barcelona: Biblioteca Films, 1926, que
mencionan Liliy Litvak en su Antología..., op. cit., pág.54 y Antonio Cruz Casado en su artí-
culo «El Caballero Audaz. ••», art. cit., pág. 111.
19
A esta lista se pueden añadir los títulos siguientes: «Aventuras de Don Procopio en Paraíso» y
«El Polichinela» -escritas en colaboración con José Juan Cadenas-, «Batallón de modistillas»,
«¡Alirón!», «Mi Debut en provincias», «La Duquesa torera», «¡Te has caído, chaquetón!», «La
canción del Rhin», «Manola de sangre azul», «Amor japonés», «Duquesa frivola», «A la caza
del soltero», «Besos divinos», «El lindo Ramón», «La chula de ayer y hoy»; compuso asimis-
ALVARO RETANA RECUPERADO 647
época: La Goya, Amalia Molina, Maruja Lopetegui, Raquel Meller, que solían,
además, interpretar sus composiciones. Muchas plumas elogiaron entonces sus
escritos, entre ellas, las de Borras, Colombine, Fernández-Flórez, Gómez de la
Serna, Carrere y González-Ruano. Julio Cejador lo consideraba, en 1920, no sin
cierta exageración, como el Petronio de principios de siglo.20
Entre sus lecturas favoritas, además de Las mil y una noche, su libro de cabe-
cera, figuraban los nombres de Wilde, Mendés, Rachilde, Huysmans, Barbey
d'Aurevilly, Villiers de l'Isle d'Adam y Lorrain,21 de los que Retana y sus con-
temporáneos fueron grandes conocedores.22
Ahora bien, a manera de presentación del autor, hemos de recurrir a las en-
trevistas que le hicieron sus contemporáneos, así como a las opiniones que sobre
él se publicaron y que solían añadirse habitualmente al final de sus obras.
Asimismo nos dejó un relato en 1923 que definió como «autobiográfico»: Mi
novia y mi novio, en el que aparece la figura del propio Retana,23 -una mini-
autobiografía novelada publicada en el prólogo a Las mujeres de Retana por el
propio Retana (1922)- y algunas páginas autobiográficas en Historia del arte
frivolo (1964).
Además de autoproclamarse el «novelista más guapo del mundo», «título»
que le había atribuido una crítica, la escritora Misia Darrys en La Revue Artis-
tique de París en 1922,24 se consideraba el «escritor más grande del mundo» con
una ironía tan propia25 y, comentando su fama, declaraba: «Soy una víctima de
UN EROTISMO BURLESCO
26
Vid. el prólogo a La Hora del Pecado, op. cit., pág. 6.
27
Prólogo a La flor de Turia, op. cil., pág. 6.
Mi novia y..., op. cit., pág. 46.
29
El crepúsculo de las diosas (escenas alocadas de la vida galante en Barcelona), Madrid, V. H.
Sanz de Calleja, [1919], pág. IX.
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30
«Al lector», La cante de tablao (escenas pintorecas de Madrid de noche), Madrid: Imprenta V.
H. Sanz Calleja, [1918], pág. X.
31
La carne..., op. cit., pág. 125.
32
¡bid., p á g . 126.
33
Ibid., p á g . XIV.
34
En La Novela de Hoy, 2 de marzo de 1923, n.° 42.
En un librito titulado Las Mujeres de Retana por el propio Retana, el autor nos presenta una selec-
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ción de las «más cautivantes de (sus) heroínas», La Novela Corta, 21 de enero de 1922, n.° 319.
36
De Rosario, nos dice el narrador en Ninfas y sátiros (novela libertina), (Madrid: Hispania,
[1918]): «Su orgullo la hizo preferir ser la amante de un aristócrata imbécil a la esposa de un
burgués inteligente», op. cit., pág. 21.
La carne..., op. cit., pág. 88.
ALVARO RETANA RECUPERADO 651
TERRENO DE LA EXPRESIÓN
Juan Goytisolo, «La metáfora erótica en Góngora, Joaquín Belda y Lezama Lima», Disidencias,
Barcelona: Seix-Barral, 1977, pág. 269.
54
Ninfas..., op. cit., pág.105.
55
La carne..., op. cit., pág. 34.
56
Ibid., pág. 3 7 .
57
Ibid., pág. 34.
58
Ninfas..., op. cit., pág. 134.
59
El crepúsculo.., op. cit., pág. 90 y La carne..., op. cit., pág. 105.
60
El crepúsculo..., op. cit., pág. 8 3 .
61
Ibid., pág. 85.
Una niña demasiado moderna, op. cit., pág. 5 4 .
El crepúsculo..., op. cit., pág. 115.
64
Ninfas..., op. cit., pág. 178.
654 JACQUELINE HEUER
65
Ibid., pág. 86.
Prólogo a Una aventura más, op. cit., pág.7.
67
«El arte de Retana», citado en El crepúsculo..., op. cit., pág. 188.