Contra Apion Flavio Josefo
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Contra Apion Flavio Josefo
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27. Esto es lo que los egipcios cuentan de los judíos, además de muchas otras cosas, que
omito en beneficio de la brevedad. También dice Maneto que posteriormente Amenofis regresó de
Etiopía con un gran ejército, así como su hijo Rampsés con otro ejército; una vez que entraron en
lucha con los pastores y los impuros los vencieron, mataron a muchos de ellos y los persiguieron
hasta los límites de Siria. Estas y otras cosas similares escribió Maneto. Probaré que dice embustes
y notorias mentiras, pero haré primero una distinción relativa a lo que más adelante diré. Nos
concede y reconoce, que nuestro pueblo no es de origen egipcio, que nuestros antepasados
procedían de otra parte y que ocuparon Egipto y luego salieron de allí. Pero que los enfermos
egipcios no se mezclaron con nosotros, que Moisés que condujo al pueblo, no fue su jefe, sino que
los precedió en muchas generaciones, me esforzaré en demostrarlo con los mismos relatos de
Maneto.
28. La causa que da como punto de partida de su fábula es algo ridículo. Dice: «El rey
Amenofis deseaba ver a los dioses.» ¿A cuáles? Si a los que ellos aceptaban, el buey, el macho
cabrío, los cocodrilos y los cinocéfalos, ya los veía. En cuanto a los dioses celestes, ¿cómo podía
verlos? ¿Cómo concibió este deseo? Precisamente porque antes otro rey los había visto. Por él había
sabido cómo eran y cómo los había visto; de tal manera que no necesitaba nuevos artificios para
verlos. Pero quizá se diga que hay que tener en cuenta a aquel mago sabio, por cuyo intermedio
esperaba poderlo lograr. Si así fuera, ¿cómo no supo con antelación que esto no llegaría a acontecer,
pues de hecho no aconteció? Luego, ¿por qué motivo los dioses escapaban a la visión de sus ojos
por la presencia de los mutilados y leprosos? A los dioses no les indignan los cuerpos mutilados o
debilitados sino la perversidad. ¿Luego quién logró que ochenta mil leprosos y enfermos se
reunieran casi en un día? ¿O por qué el rey no cumplió las instrucciones del mago? Pues el vate
había indicado que los enfermos fueran expulsados de Egipto; sin embargo, el rey ordenó que los
enviaran a las canteras, como si necesitara obreros y no purificar la región.
Afirma también que el mago se mató, al prever la ira de los dioses y los males que iban a
acontecer en Egipto, predicción que dejó por escrito al rey. ¿Cómo el mago no supo su muerte
desde el principio? ¿Cómo no se opuso al deseo del rey que quería ver a los dioses? ¿A qué venía el
miedo por calamidades que no iban a acontecer en su época? ¿Qué mal grave lo estaba
amenazando, que fuera peor que el que él mismo se apresuró a infligirse? Pero veamos ahora la
mayor tontería de todas. Aunque informado de estos hechos, y temeroso de lo que podría ocurrir,
tampoco se decidió a expulsar de la ciudad a aquellos enfermos de los cuales debía limpiar a Egipto,
sino que a su pedido, como dice, les entregó la ciudad que otrora habitaran los pastores, cuyo
nombre era Avaris. Reunidos en ella eligieron como jefe a uno que fuera en otro tiempo sacerdote
en Heliópolis. Y éste fue el que les enseñó a que no rindieran culto a los dioses, ni se abstuvieran de
los animales adorados en Egipto, sino que los mataran y consumieran, y que no se unieran sino con
los que fueran de la misma secta. Por intermedio de un juramento los obligó a perseverar en estas
leyes. Luego de fortificar a Avaris, declaró la guerra al rey.
Luego agrega:
«Envió delegados a Jerusalén, pidiendo a sus ciudadanos que se le unieran, prometiéndoles
entregarles Avaris, antigua patria de los que iban a venir desde Jerusalén. Si atacaban, desde allí
podrían someter todo el Egipto.»
Después añade:
«Se presentaron con doscientos mil soldados, pero el rey de los egipcios, Amenofis, siendo de
opinión que no tenía que luchar con los dioses, se fugó sin pelear a Etiopía y allí entregó el buey
Apis con otros animales sagrados a los sacerdotes, y dio orden de que los guardaran.»
Y a continuación:
«Así que vinieron los jerosolimitanos destruyeron las ciudades, incendiaron los templos y
mataron a los jinetes, sin abstenerse de ninguna iniquidad o crueldad. El que les dio la forma de