Venezuela

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UNIVERSIDAD PANAMERICANA DEL PUERTO

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y

SOCIALES ESCUELA DE CONTADURÍA PÚBLICA

INFORME

Docente:
Prof.

Integrante:

PEDRO JOSE PEREZ CORREA

VALENCIA, 02 DE ABRIL 2021


INTRODUCCIÓN

Desde hace unos veinte años, la historiografía venezolana ha venido experimentado


cambios drásticos, de lo cual se benefició en gran medida su vertiente colonial De esta
evolución con-trastada, esta síntesis intenta resaltar las principales características, y
especialmente el paso de una forma clásica o tradicional de hacer la historia, a un quehacer
de tipo profesional, junto a la conformación de nuevos temas y objetivos. El estudio de la
vida social y sacramental de Venezuela representa un tema con demasiadas aristas en la
historiografía venezolana.

Este estudio recopila información desde la época en que Venezuela no existía moneda
alguna, solo el trueque como método cambiario de productos, objetos entre otros. El
conocimiento sobre las distintas facetas que Venezuela vivió y sufrió para lograr la
estabilidad de comercios y economía desde el siglo XIV. En este sentido,
En primer lugar, se encuentra el periodo colonial de Venezuela el cual tuvo una duración
desde 1810 cuando los españoles llegaron a Venezuela y culmino en 1948, cuando
comenzó el proceso de independencia. Por lo cual, lo que es hoy el territorio venezolano
hace muchos años atrás, estuvo habitado y gobernado por diferentes comunidades
indígenas, sin embargo, con la llegada de los españoles al territorio comenzó la conquista.
Ahora bien, se entiende por conquista el proceso de los españoles mediante el cual
ocuparon y explotaron las riquezas venezolanas, sometiendo los indígenas, implantan
instituciones, religión, idioma y por último las leyes Españolas. Del mismo modo, fundaron
pueblos y ciudades. Así mismo, el gobierno de la Capitanía General de Venezuela residía
en caracas. El capitán General fue nombrado por el rey de España, era la máxima autoridad,
los gobernadores estaban subordinados a Él. En otras palabras, la economía era la primera
actividad desarrollada por los españoles en siendo la explotación de perlas en la isla
Cubagua. Al iniciarse la conquista en tierra firme los españoles dedicaron su tiempo a la
búsqueda y explotación del oro. Por otra parte, la época prehispánica en el continente
americano los aborígenes no conocían la moneda en su concepto moderno, mientras que,
ellos efectuaban sus operaciones cambiarias, al estilo de trueque por medio de diferentes
productos a manera inconsciente que eso era su moneda, entre ellos el urao, la sal, el tabaco
y el algodón. En el tocuyo, por ejemplo, las indígenas empleaban una moneda llamada
quiteroque, el cual consistía en unas cuentas pequeñas de caracoles, de piedrezuelas de
poco valor y huesos de animales. Entre los relatos de la época, el comercio que realizaban
por ejemplo, los coanao, tribu del occidente del lago de Maracaibo lleva a vender a tierras
adentro la sal a cambio de oro labrado. En otra parte, los caquetíos y guaycaríes hacían
mercado, cambiando frutas y otros víveres por pescado. En este sentido, existe un
fenómeno importante el cual llama la atención a través de los relatos sobre los primeros
intentos de colonización española en Venezuela. Sin embargo, todos los autores están de
acuerdo en que los indios recibieron complacidos a los extraños visitantes, y era notable la
buena disposición de los indígenas para el trato con los españoles, en los que ambos
encontraron grandes ventajas. Cabe destacar que en los relatos de los primeros viajes a las
costas Venezolanas la familiaridad de los indígenas con las operaciones de trueque, afición
a ellas y la existencia de un intercambio más o menos regular entre unos pueblos y otros de
la costa y del interior del país. Así mismo, se observaba en los indígenas cierta astucia en
las operaciones de cambio, pues no daban con facilidad sino aquellas cosas que tenían en
abundancia, pero de las que tenían en poca cantidad, no se desprendían con facilidad.
También se observó la acción de regateo la que demuestra alguna experiencia en el trueque
y cierto concepto ya formado de la medida del valor. En pocas palabras, el valor de los
objetos o cosas que se intercambiaban eran de mayor valor por el esfuerzo y tiempo que
tomaba adquirirlas o fabricarlas, por ende, las otras eran alimentos para los habitantes, y de
ahí salían las perlas que en realidad para los indígenas no tenían ningún valor monetario,
sin embargo, si de esfuerzo puesto que había que pescarlas. Para los indígenas y su atraso
en comparación con una civilización ya avanzada, el cuchillo represento una innovación tan
importancia como el empleo de la electricidad en la sociedad. Para inicios de 1948 fueron
conocidas las primeras monedas para Venezuela traídas por los conquistadores. No
obstante, la escasez de monedas y la poca producción de objetos vendibles, generó que en
el siglo XVI predominara el trueque como forma de comercio el cual obligaba a dar
directamente producto por producto. Esto concurrió de tal manera que resultó insuficiente
por la falta de coincidencia de los deseos y necesidades entre la población. Por consiguiente
esta falta de relación generó que existiera un método más confiable de pago para todos. En
primera instancia fueron las perlas a la que acudieron los indígenas para llenar el vacío
antes dicho. Cabe destacar que, el Cabildo Caraqueño declaró las perlas de Margarita como
moneda, decisión que se mantuvo entre 1589 y 1620. Durante el siglo XVI la organización
económica venezolana hizo prevalecer el primitivo sistema de trueque directo. Para
especificar un poco, durante más de un siglo la perla fue la moneda como función en
operaciones comerciales. En determinados momentos aventajaba a la moneda de oro y plata
española, ya que ésta sufría gran inestabilidad por la escasez que se presentaba
continuamente de dichos metales. Ahora bien, el empleo de las personas se denominan en
dos épocas importantes, las cuales, la primera correspondía al tiempo de llegada de los
españoles hasta treinta o cuarenta años después, cuando las perlas se obtenían de los indios
o las extrain ellos mismos en las proximidades de Cubagua, estas perlas se consideraban
mercadería de lujo y aunque ocasionalmente se usaban como moneda, generalmente se
retiraban pronto de circulación, por razón que es un articulo muy solicitado y valioso.
Teniendo más relevancia el trueque, que el mismo uso de la moneda. Por otra parte, la
segunda época destaca el uso de las perlas por ser un objeto de tanta codicia y su constante
circulación y dejaron de ser operaciones de simple trueque ya que se puede comprobar en el
hecho de que hayan sido utilizadas para acumulación, gran parte de él consistía en perlas,
además también era permitido el pago de impuestos con perlas. En esta misma época,
también se manejaba el oro no en grandes proporciones pero sin embargo no circulaban
como unidades monetarias, sino por peso, lo que el proceso de pesar metales preciosos es
sumamente delicado. Para 1600 se presento el problema de la escasez de oro en la colonia.
Lo cual volvió a generar el uso del trueque como manera de negociar nuevamente. Ahora
bien, La Capitanía General de Venezuela fue una entidad territorial perteneciente al
Imperio español, establecida por la Corona española el 8 de septiembre de 1777, durante el
período de colonización, que abarcó un territorio similar al de la actual Venezuela. Por otra
parte, dentro del marco de una estructura estamental producto del proceso de conquista
y colonización en donde las identidades originarias se fueron transformando
a la par que se daba un profundo mestizaje biológico y una fuerte combinación
cultural (Amodio, 2011),los blancos alcanzaron una serie de privilegios que condujo a la
exclusión de vastos grupos socio-étnicos con características fenotípicas distintas a ellas.
Para el siglo XVI, se inició un proceso de fundaciones de ciudades establecidas dentro de
las estructuras de política, económicas y sociales de la Monarquía Española implantadas en
territorio usurpado a los aborígenes nativos. En el siglo XVII la Provincia de Venezuela
iba tomando rumbo y su norte colonial con características sociales definidas. De allí, que el
orden colonial regido por castas generara un proceso de desigualdad que para Brito
Figueroa (2008), se traduce ‘’Formalmente en un orden que permitió que durante
trescientos años las contradicciones sociales, la desigualdad y apetencias se mantuvieran sin
grandes estallidos’’ (p.60). Por consiguiente, la historiadora (citada en Quintero, 2003),
estableció una serie de características que definieron la sociedad estamental con el
propósito de dilucidar los aspectos bajo los cuales se rigió a lo largo del orden colonial. Del
mismo modo, esta sociedad se caracterizó en su época por su gran hermetismo ya que
solamente admitía a quien cumpliere las condiciones establecidas por los contratos
redituables desde y para la Metrópoli española. En efecto, el nacimiento y privilegio
determinarían el rango social de las personas, dándoles el derecho a las posibilidades
existenciales monopolizadas por el estamento, es este sentido, cada uno se diferenció entre
si su poder y accesibilidad en cargos políticos, a la educación y al trabajo. En el mismo
orden de ideas, en Venezuela colonial la sociedad quedó establecida por la estructura de
castas y estamentos. Muy importante fue, el color de piel ya que era el estigma regidor de la
relación social. Por ello, el contexto histórico-sociológico-antropológico, blancos
peninsulares y criollos marcaron fueres desigualdades sobre indios, negros, pardos,
mestizos y zambos, conocidas mayormente como gentes de color. Los blancos ascendidos
conformaron el grupo de primerizos fundadores y conquistadores de territorios con Reales
Cedulas o sin ellas que vinieron a establecer el proceso de colonización en América. Para
García Pelayo (2003), explica que esta casta dominaba la sociedad de la provincia con “...el
status jurídico, el ascenso social y el rango que les eran familiares, lo cual explica, que el
hermetismo de ‘castas’ con los demás grupos étnicos se concibiera en los términos
estrictamente jurídicos...” (p.46). Mientras que, Castellanos (2010), argumentaba que “La
dominación colonial española suponía una superioridad moral de los blancos frente a los
otros estamentos, los cuales eran considerados de ‘baja calidad”. Esto generó en los
blancos, la limpieza de sangre la cual se convirtió en un requerimiento necesario para los
blancos criollos o mantuanos. Dentro de las categorías fenotípicas de gentes blancas o
claras se encontraban: los blancos peninsulares, blancos criollos y los canarios. No
obstante, no todos los blancos gozaban los privilegios políticos y sociales que ocupaba un
blanco peninsular puesto que, éste poseía el poder de la monarquía sobre posesiones
ultramarinas, ocupando el nivel más alto de la clasificación dominante. Estos mismos,
impusieron el status jurídico, el rango social, la endogamia y el hermetismo característico
de su categoría de ascendencia o descendencia. (Casta). Pero esto no queda aquí, entre
tanto, los blancos criollos constituían un estamento que surgió de blancos nacidos en
América de padres españoles. Para Veracoechea (1990) y Humbert (1985), el origen de
éstos radica en la unión de peninsulares con indias originado desde el proceso de conquista
en donde se inicia la adquisición de fueros y privilegios de nobleza. En palabras de
Humbert (Op cit.), “esta alianza de los castellanos con las indígenas dio lugar a lo que se
llamó el mantuanismo”. (p.101). El status estaba demarcado por la calidad de blancos y el
honor que se le confería al ser descendiente de los primero conquistadores y pobladores;
tener abolengo, nobleza y ser hijos legítimos. Este pequeño grupo disfrutaba los privilegios
de las riquezas heredadas por su condición en el carácter de terratenientes a lo cual se les
asignaba también la denominación de hacendados, cosecheros y grandes cacaos, eran
poseedores de tierras y esclavos. Por último en la definición de gentes blancas, el final del
escalafón de blancos los constituía los blancos canarios quienes a pesar de su color,
carecían de condición social ya que desempeñaban oficios manuales estigmatizados para la
época de indignos y serviles. Castellanos (2010), decía que, este grupo marginado “por ser
pobres y de orígenes sospechosos estaban lejos de poder ser considerados hidalgos o
nobles” (p.10). Ahora bien, las gentes oscuras eran conformados principalmente por los
indios libres o tributarios, mientras que los negros esclavos o manumisos y los pardos o
mestizos fueron estigmatizados por la sociedad colonial. En este aspecto, no todos
conformaban o disfrutaban de los mismos privilegios y libertad ya que, este grupo oscuro
gozaba mejores condiciones que los negros, pues eran considerados como vasallos libres, lo
cual no excluía su esclavización por rebeldía contra la conquista. Para comprender este
hecho es considerable la clasificación, en; indios tributarios e indios rebeldes. En primer
lugar, los indios tributarios el grupo sometido al sistema colonial, amaestrados al pago de
un tributo periódico. Castellanos (2010) señala que“ eran concentrados en pueblos sólo para
indios, bajo la tutela de un ‘corregidor’ o bajo la autoridad de un ‘cura doctrinero’, así
como ‘las misiones’, que eran propiedades a cargo de diversas órdenes religiosas”(p.11).
En otras palabras, los rebeldes eran los que se resistían a convertirse en tributarios, por ello
sus vidas fueron llevadas dentro de sus costumbres siempre alejados de los centros
coloniales y practicaban la guerra contra aquellos que pretendían invadir sus tierras.
Mientras que, los negros esclavos tuvieron un papel sumamente importante a pesar de que
los trataban y humillaban de mala manera, fueron un factor determinante para la economía
en el proceso de conquista y colonización. Al llegar a suelos americanos la esclavitud de los
negros para las obras y trabajos, disminuyó. Por ende, la venta de mano esclava negra
constituyó la primera fuente de grandes riquezas para Europa. En el territorio americano los
negros arribaron por intermedio de comerciantes, españoles, portugueses, holandeses,
ingleses y franceses que con la trata de negros provenían de esclavos necesarios a las
nuevas colonias españolas. Los negros, a su vez, fueron marcados según el ritmo que
adquirieron las relaciones sociales de producción y el empuje y rigurosidad de las fuerzas
productivas en negros libres, negros esclavos y negros cimarrones. En primer lugar, Los
cimarrones fueron negros que resistieron al yugo de la servidumbre y se escapaban a
regiones lejanas del dominio colonial y formaban de esta manera comunidades en pie de
rebeldía conocidas como cimarroneras, En cuanto a la categoría étnico-social conocida con
el nombre de pardos, éste era el estrato constituido por hijos de blancos y negros; o de
blanco y tercerón; o cuarterón o quinterón. Poseían cierto grado de movilidad económica,
sin embargo McKinley (1995),opina que “aunque no padecían de una represión brutal,
existían en potencia factores de un feroz conflicto racial si se llegaba a perturbar el
equilibrio social, ”debido a la exclusión a las que fueron sometidos por las instituciones
representativas de la sociedad colonial. Sin embargo, existían reglamentos que les
prohibían a los pardos el uso de prendas igual a la de los blancos; contraer matrimonio con
blancos; pertenecer a la iglesia; entrar a la universidad. Sin embargo, los oficios que
desarrollaron dentro de la sociedad les permitieron alcanzar pequeñas fortunas. La
estratificación para esta categoría dependerá de su condición; por tal motivo, existieron
pardos beneméritos, pardos artesanos y en oficios y pardos agricultores. Los pardos
beneméritos pertenecían al estrato cuyas actividades les habían otorgado cierta figuración
económica y social lo cual los conllevó a convertirse en pequeños y medianos propietarios
y a pretender igualdad de privilegio que los blancos criollos. Mientras que, los pardos
artesanos y en oficios fue el grupo dedicado a profesiones despreciadas por el sector
dominante de los blancos, así pues, trabajaron como sastres, sombrereros, zapateros,
carpinteros entre otros, lo cual ofreció bienes y servicios a la población. Otra parte de ellos
eran, los pardos agricultores quienes representaban el grupo el cual se concentraba en las
regiones rurales, en los centros de plantaciones y trabajaban como jornaleros, campesinos y
bajo condiciones de explotación que se asemejan a la esclavitud. La sociedad colonial es la
responsable de este tipo de vida que sufrió esta gente de color teniendo su vida sacramental
en función del hermetismo impuesto por la sociedad, específicamente la caraqueña en el
siglo XVII. Del mismo modo, una luz de esperanza llegó a Venezuela con la llegada de la
iglesia que tuvo como propósito de redimir las acciones bárbaras desarrolladas en el
proceso de conquista, durante el siglo XVI, organiza su gran empresa para dejar a un lado
el Dios indígena para dar paso al Dios de la cruz. De esta manera la iglesia se erige como
clase dominadora y ejercerá su acción a lo largo del período colonial en Venezuela. Por otra
parte, con la fundación de ciudades, se desarrollaron construcciones en donde la Catedral
va a sustituir a las capillas rurales. En el siglo XVII, la vida urbana comenzó a consolidarse,
para ello se establecieron normativas que regirían las costumbres y la vida cotidiana de los
habitantes influenciados notablemente por la iglesia y las autoridades civiles. Al considerar
la vida sacramental, ésta abarcaba el proceso de dominación, miedo y castigo impuesto en
el nombre de Dios, así se inicia el arraigo de los Catecismos, Bautismos y Matrimonios,
como medios para adorar a Dios y en medio de esa adoración cumplir con los requisitos
impuestos para tal fin. El catecismo constituye los textos utilizados por la iglesia Católica
con la finalidad de propagar su doctrina, es ese sentido se emplea según su magisterio para
instruir a los fieles en las verdades de la Fe. En ese orden de ideas, Hernández (2000)
señala los lineamientos establecidos por el Obispo de Puerto Rico, Vázquez de Arce, para
enseñar el catecismo. De igual manera, Hernández (Op cit), revisa el título II del
citado documento donde se contempla la enseñanza de la doctrina, y concluye: Los padres
y padrinos espirituales, los dueños de los esclavos y los encomenderos de los indios
están obligados a instruir a sus hijos y súbditos en todas las cosas necesarias para la
salud de sus almas, y por habernos enseñado la experiencia que no solo los niños, sino los
otros más adultos, y principalmente indios y negros de estas islas y obispado dejan de
saber y aprender la doctrina cristiana por el descuido de aquellos a cuyo cargo está
su enseñanza, y algunos quedan con tanta ignorancia que apenas se pueden llamar
cristianos, ni aún hombres. (p.83). por lo anterior se tiene que la relación amo-esclavo o
siervo no era sólo un modo de dominación económico-social, sino también teológico con el
propósito de incorporar a la población en la religión católica, ya que la salvación del alma
constituía el acto en donde Dios se apiada del hombre ignorante y le salva de vivir en la
oscuridad. Es así como la Iglesia, consciente del fenómeno dual, en el marco de su
dominación, desarrolló catecismos tanto en la lengua Castellana como en otras lenguas. En
efecto, a lo largo del período colonial venezolano se estableció la dominación de la religión
católica penetrando las partes por el todo y usando la lengua como vehículo de dominación.
El bautismo, para el Obispado en Venezuela se consideraba que el sacramento del bautismo
determinaba la vida de la persona y que no hacerlo implicaría morir privado de
bienaventuranza. Es por ello que, los padres estaban en obligación de bautizar a sus hijos
sin pena de excomunión si no lo hicieran, sin la importar la calidad o condición social. Sin
embargo la desigualdad seguía prevaleciendo, los bautizos constaban por escrito en libros
parroquiales que señalaban por separado los “bautismos de blancos” y los “bautismos de la
gente común” sin que el obispado tuviera una política clara y definida al respecto.
Igualmente, los bautizos fueron un sacramento eclesiástico que eran registrados con el
propósito de dejar asentada la descendencia de cada persona bautizada para demostrar, en
caso de ser necesario, la comprobación de limpieza de sangre en la Venezuela colonial.
Aunque esta denigrante situación para los blancos pobres tendría vigencia hasta el 12 de
enero de 1790 cuando el Alto Tribunal de la Real Audiencia ordenó a todos los 14 párrocos
de las iglesias comprendidas en sus respectivas jurisdicciones para que asentasen las
partidas de los casamientos y bautismos de personas blancas y sus hijos, fueran o no
sirvientes, en libros destinados a estos fines, sin mezcla de otras personas y sin la expresión
superflua y equívoca de “gente de servicio”. Esto concurrió de tal manera que debieron los
párrocos de Venezuela, a partir de 1790, llevar tres libros para asentar partidas de
“Casamientos y Bautismos”: uno para las personas blancas y sus hijos, fueran o no
sirvientes, sin mezcla de otras personas y sin la expresión “superflua y equívoca” de gente
de servicio; otro para asentar las de los mulatos, zambos y demás categorías afines; y otro
únicamente para los esclavos. Por otra parte, El Obispo Martí, como administrador de los
sacramentos y veedor de las enseñanzas del Concilio de Trento en la Capitanía General de
Venezuela de fines del siglo XVIII, a partir de sus Visitas Pastorales, regularizó el
matrimonio para evitar la propagación, como ya era evidente, de uniones clandestinas. En
una Visita Pastoral en Barquisimeto se lee que “se casen tantos solteros como hay acá, para
cortar escándalos” (Visita Pastoral, II, 77).Igualmente, en Acarigua se le estipula al cura
con respecto a la población indígena “que procure a que los muchachos de catorce años y
las muchachas de trece años se casen luego, pues así se pueden evitar muchos pecados”
(Visita Pastoral, I, 588). Durante el período colonial la iglesia llevó con rigurosa cabalidad
libros con registros de actas matrimoniales en donde se evidencia la unión entre los 17
grupos sociales y se comprueba que el matrimonio se efectuaba dentro de los estratos
rígidamente permitidos. Con este “sacramento”, la iglesia logra unir lo material con lo
espiritual, controlando así el orden impuesto. Sin embargo este vínculo se alcanzaba con
previa aprobación de los padres siguiendo las costumbres españolas. Es así, como para el
siglo XVII, se mantiene la solicitud y consentimiento de los padres o del familiar más
cercano en caso de fallecimiento para establecer el vínculo matrimonial. Ahora, se
observaba claramente la solicitud para contraer matrimonio, conservando de esta manera el
control de unión entre los estratos, evitando la mezcla y manteniendo la desigualdad, puesto
que estaba prohibida la mezcla entre pardos y blancos, sin embargo es evidente que la
acogida a la religión católica estaba plenamente aceptada por los diferentes sectores de la
sociedad estamental. El documento que reposa sobre unión entre los indios Juan e Isabel
efectuado el 16de febrero de 1620, señala a quiénes pertenecen cada uno de ellos, es decir,
especifica el amo de cada contrayente y los testigos del mismo. En este mismo orden de
ideas, la desigualdad entre los estamentos se observa con mayor claridad en los registros
que reposan en el Archivo Histórico de la Casa Parroquial Catedral de Caracas, en vista de
que los libros reflejan con mejor detalle el acto matrimonial en cada estrato. Ahora bien, al
hacer una revisión de las más representativas historias de Venezuela en nuestra
historiografía, en lo que respecta al proceso emancipador, advertimos que el principal
problema que ha obstaculizado el estudio de las regiones dentro de dicho proceso, es la
visión centralista de la historia venezolana, lo cual, implica a su vez, la necesidad de revisar
desde la perspectiva regional y local, tan importante período histórico, pues de lo contrario,
se estaría negando la existencia de especificidades regionales, tan esenciales para el estudio
de la nación en general y para su posterior inclusión en la dinámica mundial. La intención
de este trabajo consiste en apreciar cómo se ha observado, historiográficamente, el proceso
independentista de la provincia de Guayana, en relación con la visión centralista de la
independencia, para exponer si el desconocimiento de sus particularidades regionales,
justifica el hecho de que las mismas sean ignoradas en los análisis históricos nacionales.
Uno de los problemas que ha impedido el estudio de las regiones dentro del proceso de
independencia venezolano, es la visión centralista de la historia, lo cual, lleva a pensar en la
necesidad de revisar desde la perspectiva regional y local, tan importante período histórico.
De allí que sea necesario recurrir a las historias particulares de las regiones y ciudades para
advertir en ellas cuál ha sido la consideración que, referente a la independencia, han dado a
los hechos ocurridos fuera de Caracas, antes y después del 19 de abril de 1810. También
para comprender la actitud de las provincias venezolanas ante las decisiones tomadas en
Caracas, es indispensable considerar brevemente los antecedentes territoriales de las
mismas, tomando en cuenta su situación dispersa y diversa para 1811, cuando conformarían
la República de Venezuela, ya que la integración política-territorial no se había consolidado
cuando se rompe el nexo colonial. Por ello la situación de Caracas (centro político-
administrativo originario de las disposiciones e instituciones con jurisdicción sobre las
provincias de Margarita, Cumaná, Guayana y Maracaibo y sus respectivos anexos), la
enfrentaba a las capitales provinciales, por lo que la historiografía surgida al iniciarse el
proceso emancipador, buscó suavizar las diferencias entre ellas, al pretender darle carácter
internacional a la guerra para presentar una imagen unificada de Venezuela, a través de la
difusión de los hechos ocurridos particularmente en la región central, obviando, por la
misma razón, los acontecimientos acaecidos en las otras regiones. En estas condiciones,
uno puede atenerse sin mayores cavilaciones a la implacable conclusión sacada por un
historiador del período colonial, Ramón Aizpurúa, acerca de la ausencia, ayer como hoy en
día, de estudios válidos dedicados a la historiografía de este período. Establecer, a lo más
intentar un balance de este tipo de producción sin caer en apreciaciones de índole
cuantitativa y manteniendo una imprescindible orientación exhaustiva resulta de por sí
sumamente aleatorio. Otra orientación que hay que resaltar en esta forma clásica de hacer la
historia, por lo menos en sus últimas décadas, algo imprecisa en sus objetivos y logros: la
historia política, ideada en la mayoría de los casos en el tiempo largo, ocasionalmente
complementada con reflexiones acerca de la historia intelectual del país, y un pizque de
historia de las ideas en tornos a determinadas figuras y épocas así como por ejemplo la
dictadura de Gómez para el período contemporánea. Es por eso que, el recuento de los
acontecimientos y el mero contar la historia, ocupa en ella un lugar destacado, junto a
ciertos temas de especial relevancia en la historia nacional en general: es el caso de la
Independencia, referencia ineludible. Habría que clasificar en este rubro a historiadores que
no lo fueron siempre, como Guillermo Morón, literato y filósofo de formación, versado en
temas de la Antigüedad, y director durante un largo período de la Academia Nacional de la
Historia e inspirador de la excepcional política editorial de la referida institución hasta los
años 90. Entre los dos extremos que hemos señalados, y en lo que resulta ser la fase final de
la historiografía tradicional, algunas producciones que no se pueden clasificar rompen esta
polarización en términos ideológicos así como la especialización a favor de temas
recurrentes y la formación del mundo colonial pero desde el punto de vista exclusivo de la
fundación de ciudades y provincias, los orígenes sociales e intelectuales del proceso de
Independencia, lucha de clases, incluida, la emancipación, la guerra federal, el gobierno de
Guzmán Blanco, la época de Castro y Gómez, para retomar ejemplos en el conjunto de la
historiografía nacional. Fue la geografía histórica, sin lugar a dudas, una de las primerizas
expresiones de esta renovación centrada en la historia del poblamiento y de la
diferenciación de los espacios regionales. La historia de las fronteras representa por cierto
una prolongación de la geografía histórica, pero también es un género que ha cobrado
mayor importancia y relevancia a nivel nacional. Con bastante frecuencia, los trabajos de
esta escuela han alimentado polémicas fomentadas por gobernantes y media, al ritmo de las
desavenencias e incluso confrontaciones con los países vecinos. En este caso, la historia de
las fronteras se desarrolla de cierta forma paralelamente a la historia de la evangelización y
de la actividad misional, y va mucho más allá del período colonial. Una de sus
características más relevantes resulta ser por lo tanto esta ubicación en un marco
universitario de estas investigaciones, antes que cualquier utilización coyuntural y política
de los datos recolectados. Una síntesis publicada hace varios años, Los tres primeros siglos
de Venezuela 1498-1810, obra por lo esencial de los principales líderes de esta
historiografía ‘’territorialita’’ y tradicional o de sus herederos, se abrió bastante a esta
problemática al intentar llevar a cabo una ‘revisión sistemática de la historia nacional’,
iniciada en los años sesenta con obras dedicadas al período de Independencia o
conmemorando aniversarios, o también dedicados a períodos más recientes de la historia
nacional, y orientada ocasionalmente hacia un esfuerzo de divulgación. Se trató sobre todo
de afirmar, mediante la realización de estas ’’monografía’’ y del ‘manual’ que las reúne, la
’’presencia de Venezuela’’ en vísperas del siglo XXI, en un escenario mundial que se va
dibujando en ese momento, pero también de reconsiderar la «formación de una conciencia
nacional» y de un «sistema político», cuyas «regeneración civil» y «consistencia» las había
señalado el profético Andrés Bello desde fines del siglo XVIII. De tal forma que,
apoyándose en las instituciones coloniales, el binomio político y religión llegó a consagrar
la obra de los descubridores y otros conquistadores. A estas circunstancias se unen
consideraciones de tipo educativo, que no son sino las medidas que tomó el ministerio de
educación para reforzar el estudio de las ciencias sociales en la enseñanza primaria y
secundaria. Hacia fines de los años ochenta empezaron a circular unas muy oficiales
historias de las entidades regionales que componen el país, dicho de otra manera, de los
distintos estados. Estas realizaciones monográficas no supieron eludir los obstáculos
mencionados y en comparación con la historia oficial de carácter nacional padecieron
mayores defectos, como una estructuración deficiente, el tratamiento episódico e incluso
anecdótico de hechos locales o regionales, y la sobrevaluación de éstos en la cronología de
la «nación llamada Venezuela». Como señala Carmen Michelena, “...la historiografía
tradicional, tanto metropolitana como criolla, reducen siempre el inicio del proceso
independentista al año 1810, con lo cual la mayoría de los condicionamientos, rupturas y
definiciones de concepto aparecen aislados de su contexto”.

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