Superando La Resistencia Al Cambio
Superando La Resistencia Al Cambio
Superando La Resistencia Al Cambio
De acuerdo con Alvin Tofler, si los últimos 50.000 años de existencia humana se dividieran en
lapsos de vida de aproximadamente 62 años cada uno, habría habido unos 800 períodos de
vida. De éstos, 650 se habrían pasado en las cavernas; la electricidad se habría usado durando
dos vidas; el petróleo se habría usado sólo en la presente vida; y la computadora, por
supuesto, se habría usado en menos de la mitad del lapso de vida más reciente.
Los efectos de tal ritmo de cambio es que la mayor parte de las empresas se encuentran con
que tienen que emprender cambios organizacionales moderados por lo menos una vez al año y
cambios mayores cada cuatro o cinco años. A pesar de esa imperiosa necesidad, la
reorganización es temida normalmente porque significa una alteración del status quo, dando
lugar a un diferimiento en su aplicación, con la consecuente pérdida de efectividad e
incremento en los costes.
El tipo de reacciones variarán entre las distintas personas: algunas pueden manifestarse
neutrales o indiferentes, en tanto que otras serán entusiastas. Lo cual nos permite afirmar que
el cambio genera consternación en algunas personas, indignación en otras, un shock en otras
más, y esperanza en unas cuantas.
Nicolás Maquiavelo en el Siglo XVI escribió: “Se debe tener en cuenta que no hay nada más
difícil de llevar a cabo, ni de éxito más dudoso, ni más peligroso de manejar, que iniciar un
nuevo orden de las cosas”.
1. Miedo a lo desconocido.
2. Falta de información - Desinformación
3. Factores históricos.
4. Amenazas al estatus.
5. Amenazas a los expertos o al poder.
6. Amenazas al pago y otros beneficios.
7. Clima de baja confianza organizativa.
8. Reducción en la interacción social.
9. Miedo al fracaso.
10. Resistencia a experimentar.
11. Poca flexibilidad organizativa.
12. Aumento de las responsabilidades laborales.
13. Disminución en las responsabilidades laborales.
14. Temor a no poder aprender las nuevas destrezas requeridas.
El principal objetivo que persigue el estudio de las causas y los efectos de la resistencia al
cambio consiste en encontrar los mecanismos para eliminar o reducir esta actitud organizativa.
Las dos medidas que permiten superar el cambio son: hacer un diagnóstico profundo sobre los
actores que se resisten al cambio y los motivos que les inducen a ello e, impulsar el cambio de
forma transparente, informando e implicando a los distintos sectores de la organización.
Primero debe analizarse las reacciones que genera el cambio propuesto, ya que para producir
cambios efectivos es necesario pulsar el clima de la organización, sus conductas y las causas
que las motivan, así como preparar a la misma para la percepción de los cambios y las
finalidades que se persiguen con los mismos. La resistencia se puede utilizar como indicador
de qué la provoca. Será muy útil como síntoma, si se diagnostica la causa que la provoca
cuando está ocurriendo, y no inhibirla de inmediato. Es decir, no se trata sólo de identificar el
tipo de resistencia y combatirla sino de analizar las causas que originan esta resistencia.
Conocer las causas generadoras no sólo permitirá diseñar estrategias para superarla, sino
también, al mejorar el conocimiento de la organización será factible llegar tanto a un
diagnóstico como a propuestas más amplias y profundas.
La otra cuestión crucial para conseguir vencer la resistencia al cambio consiste en generar y
elevar los niveles de transparencia, información y el grado de participación e implicación de los
empleados en el proceso de cambio.
Mediante la información se consigue que los empleados entiendan los motivos del cambio y,
por lo tanto, se reduzca la resistencia. Esta táctica supone, básicamente, que la causa de la
resistencia radica en una información errónea o en una mala comunicación: si a los empleados
se les suministra información correcta y se disipan los malos entendidos, la resistencia
desaparecerá.
Pero es con la estrategia de la participación cuando los avances serán más notables, ya que es
difícil que una persona se resista a una decisión de cambio en la cual ha participado
activamente. Así pues, antes de proceder a la realización de un cambio, conviene que los que
se oponen al mismo participen en el proceso decisorio. Normalmente, sus intervenciones
atenuarán la resistencia, logrando su aceptación, logrando además mejorar la calidad de las
decisiones.
Este modelo comprende ocho factores que debidamente armonizados permiten generar un
óptimo y exitoso cambio organizacional.
Apoyo visible de la alta dirección. Pocas ideas son aceptadas tan ampliamente
como la noción de que el apoyo visible de la dirección general es fundamental para la
consecución exitosa del cambio planeado. El apoyo de una dirección general respetada
y confiable aumenta la confianza de los miembros de la organización en que un cambio
propuesto será exitoso. El apoyo visible de la dirección general es necesario para
vencer la inercia y el miedo de fracasar que cunde en los mandos medios de muchas
organizaciones. Los mandos medios reciben a menudo los cambios propuestos con
precaución, pasividad y escepticismo. La dirección general debe proporcionar el apoyo
entusiasta y el compromiso necesario para nutrir un esfuerzo incipiente de cambio.
Para que un programa de cambio sea efectivo es muy importante que la dirección
general manifieste un fuerte compromiso por el cambio, tanto con palabras como con
hechos. Un programa de cambio necesita como patrocinadores a los gerentes de
aquellos departamentos que se vean más directamente afectados.
La pirámide de resistencia
El segundo nivel de la pirámide –la capacidad- es tratado con formación y entrenamiento. Para
cambiar, las personas suelen necesitar nuevas capacidades. Estas nuevas capacidades
incluyen desde operar con nuevos equipos o sistemas, hasta pasar de trabajar solo a hacerlo
en equipo, o seguir procedimientos revisados. La dirección a menudo necesita nuevas
habilidades para crear equipos y fomentar el trabajo en equipo, para “entrenar” a los empleados
y proveerles así de nuevas habilidades y para aplicar nuevos procedimientos. Al tener la
capacidad de las personas un profundo impacto sobre la disposición de éstas para realizar
nuevas actividades y para cambiar, la formación se convierte en parte fundamental del proceso
de cambio.
Los rápidos cambios que se están dando en todos los órdenes llevan a la imperiosa necesidad
por parte de las empresas de movilizarse en la dirección de los cambios apropiados destinados
a superar la brecha existente entre su posición y aquella que urgentemente demanda el
mercado y las circunstancias.
Pretender realizar los cambios a nivel tecnológico, sin antes comprender la naturaleza humana
y su fuerte resistencia a conservar el status quo, no sólo traerá como consecuencia el fracaso,
sino además poner en peligro la competitividad y la continuidad misma de la organización como
tal.
Volcarse por la reingeniería de procesos o negocios, tratar de implantar nuevos sistemas de
gestión como el “just in time” o producción magra, sin antes considerar la cara humana del
cambio es ir directo al fracaso.
Bibliografía
La cara humana del cambio – Timothy Galpin – Editado por Díaz de Santos y Watson Wyatt –
1998