Raul Pellegrin y Las Perspectivas Del Rodriguismo
Raul Pellegrin y Las Perspectivas Del Rodriguismo
Raul Pellegrin y Las Perspectivas Del Rodriguismo
La vida del Frente está estrechamente ligada a la idea y la acción de Raul Pellegrìn, “Rodrigo”, en su rol de jefe y conductor
político-militar, y en la construcción del Rodriguismo como corriente revolucionaria. Este papel está presente en momentos
claves de nuestra historia, desde la implementación de la Tarea Militar del Partido Comunista, la experiencia internacionalista
en Nicaragua, la fundación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y en particular al asumir este una vida autónoma del
partido que le dio origen. El aporte de Rodrigo, en cada etapa, está marcado por la voluntad de ruptura con los tradicionales
esquemas de concebir y aplicar la política, lo que es importante tener en cuenta en estas fechas de conmemoración a las y
los combatientes caídos, en que no resulta tan difícil quedarse pegado en los clichés o lugares comunes, que hacen de la
mística un asunto iconográfico o estético, y del homenaje una liturgia. Esto suele relacionarse con algo que el mismo Raúl
criticaba: una visión política marcada por el aferramiento a las fórmulas conocidas, el desarrollo lineal y autocomplaciente que
tanto daño hizo y sigue haciendo a la reconstrucción de una alternativa de lucha popular.
Muchos conocemos aquella definición que Raúl Pellegrín hizo del Rodriguismo al señalar que es “la aplicación del marxismo
leninismo a las condiciones concretas de Chile”. Pero ¿qué significa eso en concreto? Para Rodrigo significa la construcción
del Frente como una organización de combate, una organización político militar en función de una concepción estratégica:
acumular las fuerzas militares, paramilitares y de masas para la revolución.
En el ámbito interno, esto exige “un análisis crítico y autocrítico de lo recorrido y de las estructuras con que hoy contamos…
no hacer lo que estamos haciendo mejor, hay que hacer un viraje y negación dialéctica; no significa que lo anterior sea malo,
si no que significa que dejó de ser vigente”. O sea, un llamado a superar los esquemas hasta entonces aplicados en variados
aspectos, desprenderse de los exitismos, los placismos y voluntarismos, formar un tipo de dirección y militancia distinta,
critica, transparente, con inquietud por aprender, que sabe escuchar, pensar y resolver por sí misma cuestiones prácticas
dentro de la política general, el llamado motor propio..
El desafío para el Rediseño no pudo ser cumplido, no fuimos capaces de romper con el desarrollo lineal, no fuimos capaces
de romper con los dogmas y esquemas heredados o creados, que nos impidieron dar el salto que superara el aparatismo, el
operativismo y el cortoplacismo, propios del período anterior, y que inundaron el diseño y la aplicación de la estrategia de
entonces (la Guerra Patriótica Nacional), a un alto costo político y humano para esta organización que seguía luchando
contra la impunidad y el continuismo del sistema al iniciarse los gobiernos civiles. Sin ánimo de caer en el culto a la
personalidad, es indudable que la muerte de Raúl privó al FPMR no sólo de su máximo jefe y conductor sino que además de
la maduración de la reflexión estratégica que Rodrigo había propuesto.
El mejor homenaje a tantos y tantas que dieron su vida y libertad será perseverar en la acción, la reflexión y la construcción
del Rodriguismo como proyecto y acción revolucionaria. Para recorrer con seriedad esta senda hay que asumir que esta
última etapa ha estado marcada por todas las tendencias y síntomas negativos y hasta nefastos, del agotamiento de un tipo
de conducción y construcción del proyecto político del Frente, situación que quiso ser aprovechada por sectores que de
manera oportunista y traidora buscaron liquidar al FPMR como opción revolucionaria integral para convertirlo en un vagón de
cola más de proyectos reformistas o pequeñas parcelas personalistas. Mucha agua ha corrido bajo el puente, y tal vez ha
llegado la hora de emplear una óptica distinta, y entender por ejemplo que el Rodriguismo no está debilitado por su dispersión
o falta de unidad, sino que está dividido como resultado de su debilidad, que no siempre la unidad hace la fuerza sino que
también –como ocurrió en la década de los 80- la fuerza logra la unidad, es decir el avance ya sea del movimiento popular, y
de un proyecto político en su seno, logra convertirse en una fuerza centrípeta, un polo al cual confluirán distintos sectores y
personas.
Nuestro actual proyecto se sostiene en las condiciones que persisten en la sociedad chilena, el continente, y el mundo en
general, marcados a fuego por las contradicciones de un imperialismo en crisis, debilitado económicamente y con una cultura
productiva declinante, siendo su último recurso la amenaza constante de guerra sustentada en el gasto militar, conflictos por
la hegemonía en petróleo, gas, agua, etc., disfrazados de razones humanitarias.
En nuestro país hemos visto cómo el “sentido común neoliberal” se ha ido debilitando de la mano con el desprestigio del
bloque dominante, y diversos sectores del pueblo pasan de la pasividad a la actividad y la movilización social y política, por lo
que el régimen otorga cada vez más protagonismo a los medios materiales del control, la fuerza de la represión y la
criminalización, combinando la imposición de nuevas leyes y la modernización, reestructuración y reequipamiento de las
Fuerzas Armadas y policiales. El bloque en el poder busca una vez, tal como a comienzos de los años 90, fortalecer su
aparataje de inteligencia y represión a las organizaciones insurgentes que se abren paso en el seno del movimiento popular y
el pueblo mapuche. Pensamos que ante tal perspectiva siguen vigentes los principios generales señalados por Raúl Pellegrín
en el Rediseño; una concepción político militar de la construcción de fuerzas donde el pueblo, y los Rodriguistas, van
adquiriendo y fortaleciendo conciencia, experiencia y vocación de poder.
No se trata de hacer de esto un catecismo e intentar calcar o reiterar esquemas anteriores de métodos y construcción,
dejemos de lado ese fetichismo de la organización (e incluso sus símbolos) como si fueran un fin en sí mismos, ya que
justamente el criterio general del Rediseño, planteaba romper el desarrollo y la mentalidad lineal, que nos hace pensar que
haciendo más y mejor lo que ya veníamos haciendo desde la etapa anterior estamos avanzando a una estrategia superior,
cuando muchas veces de lo que se trata es, como decíamos: romper el esquema, salirse de ese escenario en que ya no hay
sorpresa, en que “las formas de lucha que usamos son las que ya el enemigo conoce y en las que se ha hecho
fuerte”.
Esto requiere rigurosidad, estudio, humildad, sobriedad, reserva y compartimentación en lo que corresponde a la estructura
partidaria, y a la vez amplitud para la construcción social de carácter nacional, cada una con sus instrumentos diferenciados
aunque vayan en una misma dirección. Conjunto de cualidades que estamos lejos de alcanzar, es más, se llega a hacer de
los defectos virtudes, por ejemplo, ¿de qué sirve, como se ha visto, exhibir los procedimientos de infantería (formación,
marcha, posición firme, saludo, etc.) en actos públicos o ceremonias si el resto del tiempo seguimos actuando de la misma
manera o con los mismos estilos que los partidos tradicionales “de masas”? ¿Qué consistencia tiene aquel “porte y aspecto
militar”, o esa exhibición de emblemas, si no expresa una construcción y perspectiva estratégica y se reduce a una actividad
de agitación y propaganda con sus respectivas fotos o videos? Eso es pura politiquería, una pose, una cáscara vacía, y dicho
en buen chileno, un “alumbramiento” infantil.
La unilateralidad en cualquiera de sus formas deriva en que quizás permite la preservación de una orgánica que se denomine
Rodriguista, pero que está muy alejada de la perspectiva y la visión señalada por Raúl Pellegrín, Cecilia Magni, y el grupo
más esclarecido de oficiales y combatientes del FPMR. Es decir, entender que nuestra perspectiva debería ser una totalidad,
una relación de varios aspectos; el de la ética, de la moral combativa, el coraje y la dignidad, la conducta coherente entre el
decir y el hacer, la capacidad de autocrítica, etc., que son valores universales que nos contrastan con nuestras propias
debilidades y hasta miserias humanas, poniéndonos un horizonte donde mirar, pero que sería incompleto si no se acompaña
de la brújula establecida por un proyecto estratégico que establezca las grandes metas a alcanzar y las tareas para aquello.
En esta senda no se deben subestimar los problemas y complejidades de la conducta humana, sobre todo en momentos
adversos, que van desde el desánimo y el cansancio, el conservadurismo que se aferra a lo conocido, la falta de solidaridad,
el sectarismo, la incapacidad de reconocer errores o de dar cara a la discusión optando por el “pasillo” o el chisme, la falta de
voluntad para un trabajo creativo y colectivo real y no formal, es decir no sólo con los “incondicionales”, etc. Pero ya lo hemos
dicho, el Rodriguismo que hay que unificar para la lucha presente y futura está marchando en este camino de refundación
revolucionaria junto a otras organizaciones continentales hermanas, con las que hemos venido en estos años construyendo
esfuerzos comunes, evaluaciones y reflexiones de nuestras historias y las del movimiento revolucionario en general.
Aprendiendo a conocer mejor al enemigo y sus fuerzas represivas.
Ratificamos entonces que vamos asumiendo errores, rectificando y buscando caminos; construyendo desde la necesaria
clandestinidad acorde al carácter y dimensión del enemigo que enfrentamos. Esperamos ser un buen aporte a esta marcha
de los pueblos y las nuevas alianzas que nos permitan reconstruirnos desde nuestros territorios e intereses sociales,
articulados en redes diversas, más que en organizaciones centralizadas o esas estructuras “intermedias” de masas tal cual
las conocimos en las décadas anteriores, y que hoy existe la tendencia inercial a reproducir sin una perspectiva estratégica
clara.
En resumen, todos los desafíos y problemas de esta opción, así como las dudas y confusiones actuales deben ser
enfrentados con la misma disposición y actitud entusiasta que Raúl Pellegrìn transmitió al Frente al momento de la
separación del Partido Comunista. Por eso, si hablamos en serio de emular a los combatientes ejemplares sabremos que
debemos, tal como ellos lo hicieron, hacer el mejor esfuerzo en condiciones adversas por buscar los caminos para
reconstruir el proyecto y la organización por el que tantos hermanos y hermanas dieron lo mejor de sí.