Vargas Tejada Tocaimiada
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A través de una revisión de los discursos críticos más relevantes que la publicación de las obras mayores
de Luis de Góngora suscitó, este trabajo intenta ilustrar algunos de los fundamentos teóricos que, basa-
dos en la tradición clásica y, particularmente, en las poéticas de Platón, Aristóteles y Horacio, nutrieron
los debates sobre la poesía en la primera mitad del siglo XVII. Se analizan, en concreto, las diferentes
posturas que dichos documentos reflejan en torno a los problemas esenciales que la poesía gongorina
planteaba, entre estos, la correspondencia de géneros y estilos, las innovaciones léxicas, el origen de la
creación artística y la oscuridad poética.
Palabras clave: Luis de Góngora; poesía del Siglo de Oro; preceptiva clásica; teoría literaria;
crítica literaria.
Cómo citar este texto (MLA): Pedraza Rodríguez, Amanda. "La nueva poesía en tela de juicio:
apuntes sobre el debate literario en torno a la obra de Luis de Góngora". Literatura: teoría,
historia, crítica 17.1 (2015): 13-48.
Artículo de reflexión. Recibido: 27/10/14; aceptado: 14/11/14.
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S
in duda alguna, la polémica suscitada tras la aparición de los
poemas mayores de Luis de Góngora, la Fábula de Polifemo y Galatea
y las Soledades, se constituyó en el más importante foco de ideas
estéticas alrededor de la poesía durante la primera mitad del siglo XVII en
España. Se abría con ella un espacio de reflexión sobre el fenómeno lírico y,
en particular, sobre la poética culterana, que congregaría a escritores de la
más alta valía, Quevedo y Lope de Vega entre ellos, así como a destacados
humanistas. La difusión manuscrita de los extensos poemas gongorinos,
según se estima en la primavera de 1613, provocó un común estupor ante las
innovaciones sintácticas, léxicas y estilísticas que ahí se permitían. El uso de
cultismos y neologismos, el abuso de tropos y figuras retóricas, la dificultad
de las ingeniosidades cultas y de las agudezas conceptuosas derivaron en la
invención de un estilo que no podía menos que asombrar por su indiscutible
impenetrabilidad. Esto despertó una acalorada controversia entre quienes
defendían y justificaban la nueva poesía de Góngora y quienes, aferrados
a la normativa clásica, la rechazaban abiertamente. Los planteamientos de
cada una de las partes fueron consignados en una serie de documentos
que, además de evidenciar la notable erudición de sus autores, adoptaron
en la mayoría de los casos la postura doctrinal de los tratados de preceptiva
poética de su tiempo, aunque no por ello fueran considerados como tales.1
El autor de las Soledades sería acusado, entre otros delitos literarios, de
cometer una grave falta contra la lengua castellana, de violar sus más asen-
tadas normas. Sería juzgado también por su apego a las ideas aristocráticas
de “dificultad docta”, que exigían una separación consciente de lo vulgar,
un cultismo exacerbado que, a juicio de Lope de Vega, desnaturalizaba la
lengua y la expresión literaria. Imputaciones de esta índole no quedaron
sin réplica. Sin embargo, como anota con frecuencia la crítica actual, la
polémica gongorina no se caracterizó precisamente por su consistencia
teórica, y el bando de la defensa, en particular, no solo recurrió a forzadas
1 Para un análisis de los distintos documentos que intervinieron en la polémica,
remitimos, entre otros trabajos dedicados por extenso al tema, a Jammes (Soledades);
Pérez Lasheras (“La crítica literaria”); Osuna Cabezas; Daza Somoano (“Alcance doc-
trinal”); Blanco (”La polémica”), y Romanos. Recomendamos, asimismo, la completa
actualización, estudio crítico y edición digital que sobre dicha controversia adelanta,
desde 2013, el proyecto Pólemos (Obvil-Université Paris-Sorbonne), dirigido por la
hispanista Mercedes Blanco, algunas de cuyas publicaciones pueden consultarse en
e-Spania. Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et modernes, disponible
en <http://e-spania.revues.org>
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
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[Es lícito] que nuestro Poeta, quando por levantar el estilo y realçar la
lengua, quiera no darse a comer a todos y por conseguir este fin salga con
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
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saben los medios por donde se adquiere. Pero éstos, ni otros que más sepan
(dígase todo) no an de exceder el límite de su juizio, sino creer fielmente,
que algunas vivezas de particular energía, siendo inútiles i aun desabridas
al gusto del más presumido; serán de admirable recreo para superiores
espíritus. Es injusticia la de algunos, que fiados en su buen ingenio quieren
que todo se ajuste a medida de su entendimiento. Devieran antes alentar el
discurso i estudio, i crecer en sí mismos, para que les agradasse del todo la
obra ecelente. (107-108)
la doctrina de que cada género tenía su propio carácter, que debía ser
respetado cuidadosamente por el poeta que lo cultivaba. La comedia era
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
Esta teoría concede al artista del verbo independencia con respecto a las
normas genéricas y a los preceptos retóricos y la facultad de obligar a sus
receptores a cambiar sus hábitos, a renunciar a sus expectativas y prejuicios,
para seguir al locutor sublime por donde este quiera llevarlos. Al vincular a
Góngora con la doctrina de lo sublime, aunque con ciertas reservas, Pedro
de Valencia le concede este tipo de soberanía. Se abre así el camino hacia
lo que será la literatura en su sentido romántico y moderno, una actividad
basada en un dominio creativo del lenguaje, libre de condicionamientos
genéricos y no subordinada a finalidades didácticas o celebrativas. (Blanco,
“La polémica” 53-54)5
4 Sin embargo, el abad de Rute acudiría a las leyes del decoro, según las expuso Horacio
en su Ars, para justificar la desigualdad estilística de Góngora. Respecto a este asunto
afirmaba en el Examen: “Uno de los cuydados maiores, que debe tener el Poeta, es el
decoro pintando cada cosa con los colores de palabras que se le deben: encárganoslo
en su arte Horacio […]. La prudencia del Poeta consiste en acomodar su lenguaje y
estilo al que verisimilmente usarían las personas, de quien trata” (citado por García
Berrio 208-209).
5 Respecto a Longino y su célebre tratado, Menéndez Pelayo coincidió en afirmar que
“tiene el mérito indudable de haber dado independencia a la técnica literaria más que
ningún otro crítico de la antigüedad, y de haber acertado a distinguir del concepto de
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De tres cosas decían los estoicos que han de concurrir en un artífice para que
las obras salgan perfectas, que son: ingenio; arte; hábito o uso i experiencia,
la primera, que es la naturaleza, es la fundamental i principal, i en la poesía
lo es casi todo. (77)
Valencia no hacía otra cosa que aludir al intenso debate, con profundas
y reconocidas raíces clásicas, que ponía en cuestión, entre la naturaleza y
el arte, la causa eficiente de la poesía. Platón, como ya antes lo había hecho
Píndaro —ambos citados en este Parecer—, había planteado e intentado
resolver el pleito en favor de la naturaleza, si por naturaleza se entiende
también la inspiración divina. No olvidemos que para los poetas del pasado
lo bello el de lo sublime, no bien discernido hasta entonces, y que no había sido objeto
de tratado especial” (101-102). Pero quizás el más revolucionario de los planteamientos
de Longino tiene que ver con la finalidad de la poesía. Esta, según afirma, no debe girar
en torno al placer o a la utilidad, ya que está pensada para el logro de un propósito más
alto: provocar un éxtasis en el lector, una sacudida del alma. En esto, asegura el antiguo
pensador, radica la grandeza de este arte, y este concepto de grandeza está íntimamente
ligado a la concepción platónica de la poesía. El influjo de esta doctrina de lo sublime
contribuyó a desvalorizar, sin duda alguna, el carácter ético y social del arte, lo cual dio
origen a una polémica tendencia: la de estimar la actividad individualista de la poesía
por encima de su valor social. Entre los partidarios de Góngora, el estilo sublime era
considerado un mérito de la pretensión de oscuridad por parte del poeta. Como hace
constar el abad de Rute, se tenía la idea de que la oscuridad “hace y engendra el hablar
grande y estilo sublime” (Fernández de Córdoba 138). Así lo dejaría consignado en el
Examen del Antídoto tanto como en su Parecer. Sin embargo, afirmaba en este último
que el estilo sublime no correspondía a un poema de género bucólico, como lo era, a
su juicio, las Soledades.
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
Si solo nos quedamos con estos reproches, parecería que Pedro de Valencia
fue el primer oponente de la poesía de Góngora. Pero ¿cómo no iba a señalar
Valencia extrañezas cuando se encontraba ante una obra completamente
diferente, novedosa y que no seguía —al menos en apariencia— los preceptos
de la retórica y de la preceptiva clásica? (38)
Más tarde serían los mismos partidarios del poeta quienes, basándose
en sus extraordinarias dotes de ingenio, argumentaran que una obra de las
características de las Soledades difícilmente podría ser creada solo de la
mano del arte. La invención del poema no podía obedecer exclusivamente a
la plena conciencia estética de su autor. Un factor de otra índole, a su juicio,
llegaría a ser determinante en la consecución de tan desconcertante obra.
6 De ahí la concepción que Platón ofrece en el Ion de un creador poético libre, inde-
pendiente, no sujeto a normas ni a ninguna técnica, comprendiendo por técnica un
conjunto de reglas dadas por el hombre sobre la base de un conocimiento superficial y
mecánico de la realidad. En el Fedro, reitera que la verdadera poesía no es la que brota
de una técnica y la que obedece a unas normas racionales, sino la que está inspirada
por la divinidad: “Aquel, pues, que sin la locura de las musas acude a las puertas de
la poesía, persuadido de que, como por arte, va a hacerse un verdadero poeta, lo será
imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando en su sano juicio, quedará eclipsada
por la de los inspirados y posesos” (245a).
7 Suele afirmarse por parte de la crítica gongorina actual que el Parecer de Pedro de
Valencia determinó el sustento teórico —principalmente respecto a la superioridad
del ingenio frente a las demás cualidades del poeta— de los documentos posteriores
que intervinieron en la polémica, particularmente de los tres primeros: el Parecer,
del abad de Rute; el Antídoto, de Jáuregui, y el Examen del Antídoto, también del
abad. Sobre la primera fase de la polémica gongorina, véase Osuna Cabezas. Véase,
asimismo, el análisis que Daza Somoano ofrece de los primeros manuscritos, anteriores
a la crítica oficial gestionada por Lope de Vega y Jáuregui, que ya dan cuenta no solo
del ambiente combativo, sino del “estado de opinión” que rodeó la obra gongorina
prácticamente desde la inmediata difusión de sus poemas mayores (Daza Somoano,
“Contexto crítico”).
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Pruebo esto porque los poetas, ora canten dictados, ora canten inspirados,
no cantan más de lo que sus Musas les dictan o les inspiran, según el verso
citado de nuestro Archipoeta: “me dicta Amor, Calíope me inspira”. Y en
otra parte: “Musas si la pluma mía / es vuestro plectro, dexad”. Donde debajo
del nombre de pluma se entiende él mismo hecho instrumento, o, por
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
Así el poeta no puede hacer versos sino elevado y ayudado, soplado, inspirado
de la Musa; de donde se sigue como en buena consecuencia que el poeta solo
es instrumento de los versos, pensamientos, dialectos, dicciones y discursos
inspirados, y nunca llega a ser causa principal de ellos, ni de lo que discurre,
piensa o habla, ora cante “dictado” o “inspirado”, pues nunca por sí mismo,
sin la asistencia de su Musa que lo eleva, puede ejercitar las tales acciones,
la cual musa es la causa superior y divina. (Martínez de Portichuelo 112)
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Nos referimos a la íntima conexión de esta idea del poeta poseso que sigue
el dictado divino con el planteamiento, también platónico, que concede
al poeta el dominio absoluto de la lengua, interpretación que se veía ya
prefigurada en las Anotaciones a la poesía de Garcilaso (Sevilla, 1580), del
preceptista Fernando de Herrera. En el caso de Portichuelo y su defensa de
la obra gongorina, esta cuestión tendría una justificación muy precisa: dar
validez a la oscuridad como estimulante del estilo sublime.8 Es así como el
apologista de Góngora reconoce en este al poeta “inspirado”, que domina como
ninguno “la propiedad del verbo”, adornando los conceptos y pensamientos
con “ajenos y peregrinos modos, pespuntándolos con palabras hamponas,
ya de su lengua, ya de la ajena si la suya no las tiene tales que igualen a la
materia, o inventándolas nuevas” (Martínez de Portichuelo 104).
Pero Portichuelo no sería el único que, al amparo de la teoría platónica
de la inspiración, justificaría los “altos modos de decir” del poeta cordobés.
Martín de Angulo y Pulgar también se serviría de esta idea del poeta semidiós
para defender, en sus Epístolas satisfactorias (Granada, 1635), el lenguaje tan
poco espontáneo de Góngora y, en general, sus atrevimientos estilísticos:
Resulta notable, sin embargo, que el mismo Angulo y Pulgar, así como el
abad de Rute en su Examen, se acogiera a Horacio —antes que a Platón— a
la hora de defender la renovación léxica que suponía la poética gongorina.
Aunque la concepción platónica del lenguaje como una imitación ideal,
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Pedraza, Amanda · La nueva poesía en tela de juicio...
Vázquez Siruela comienza por una idea bastante trillada, recordando que las
artes son de origen divino, y muy especialmente el arte poética. Es necesario
que sean pues donadas por el cielo, y para que este don se cumpla hace falta
un mediador, un hombre providencial, un héroe, o como escribe Vázquez
Siruela, uno “de estos espíritus heroicos que en señalados periodos de
tiempo vienen al mundo como enbiados de las estrellas para que fomenten
la luz de las artes”. Estos espíritus generosos y heroicos, noción que anticipa
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claramente la idea del genio que dominará el siglo XVIII, tienen vocación a
fundar las artes. (Blanco, “La idea de estilo” 26)
10 “El poema, en efecto, poco accesible, debe buscar la aprobación de los pocos, mientras
la oración debe dirigirse a la inteligencia del vulgo” (mayúsculas del autor).
11 El abad de Rute justificará también la oscuridad poética, en su Examen del Antídoto,
desde el principio elitista de “no darse a comer a todos”. Sin embargo, la expresión usada
por Góngora parece extraída de una cita de San Jerónimo —de su comentario al Libro
de Nahúm—, que el propio abad incluye en su Parecer: “Ut non facile pateat sanctum
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ningún otro los requisitos más dignos de su arte: ingenio natural —aunque
se refiera explícitamente al impulso ascensional del furor inspirado— y
erudición extraordinaria. Basándose en esta condición privilegiada, Díaz
de Rivas justificaría los atrevimientos poéticos del nuevo estilo gongorino.
Precisamente, al carácter erudito de Góngora y, particularmente, al origen
de su lengua, alude Mercedes Blanco:
Díaz de Rivas reconoce esta altísima cualidad del poeta cordobés, que no
duda en asociar a la oscuridad de las Soledades, oscuridad que justifica porque
se debe a “la erudición que contienen” y al “modo de decir” sublime. A su juicio:
[…] lo que llaman obscuridad en nuestro Poeta no es falta suya, sino sobra
de virtudes poéticas y falta o de leción o de ingenio o de atención en el
lector: como no es falta de el Sol que yo no le pueda mirar de hito, sino de
mi vista dévil y flaca. (55-56)
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¿Qué otra cosa nos dan el Polifemo y Soledades y otros poemas semejantes,
sino palabras trastornadas con catacreses y metáforas licenciosas, que cuando
fueran tropos muy legítimos, por ser tan continuos y seguidos unos tras otros,
habían de engendrar obscuridad, intrincamiento y embarazo? Y el mal es, que
de sola la colocación de palabras y abusión de figuras nace y procede el caos
de esta poesía. Que si yo no la entendiera por los secretos de naturaleza, por
las fábulas, por las historias […], cruzara las manos y me diera por rendido, y
confesara que aquella obscuridad nacía de mi ignorancia, y no de culpa suya,
habiéndolo dicho dilúcida y claramente como debe. (146-147)
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Hay, pues, en los autores dos suertes de oscuridad diversísimas: la una consiste
en las palabras, esto es, en el orden y modo de locución, y en el estilo del
lenguaje solo; la otra en las sentencias, esto es en la materia y argumento
mismo, y en los conceptos y pensamientos dél. Esta segunda oscuridad, o
bien la llamemos dificultad, es la más veces loable, porque la grandeza de
las materias trae consigo el no ser vulgares y manifiestas, sino escondidas
y difíciles: este nombre les pertenece mejor que el de oscuras. Mas la otra
que solo resulta de las palabras, es y será eternamente abominable por mil
razones. (Discurso poético 136)
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La primera raíz del intento alabo y a un tiempo mismo vitupero los engañosos
medios y los errados efectos en la ejecución porque aspirando a lo excelente
y mayor, solo aprehenden lo liviano y lo menos, y creyendo usar valentías y
grandezas solo ostentan hinchazones vanas y temeridades inútiles. (Discurso
poético 64)
18 Esta concurrencia de pensamiento, al igual que ocurre con buena parte de las ideas
estéticas de la época, no revela otra cosa que el hilo conductor derivado de la común
interpretación de los preceptos aristotélicos y horacianos, principalmente. Así lo hará
expreso Lope de Vega en la séptima epístola de La Circe: “Esto dijo San Agustín en el
primero de Música, y más en razón de introducir una nueva lengua que aunque nos
dan a entender que no es gramática nueva, sino exornación altísima de la poesía, lejos
de la profanidad del vulgo (nunca el otro romano lo hubiera dicho a tan diferente
propósito), bien sabemos que lo sienten de otra manera que lo dicen, y desviando
del verdadero sentido los lugares, como aquel axioma de Cicerón que no le pasó por
el pensamiento haberle entendido de la escuridad, como se verá claramente por este
lugar citado de Robortelio sobre la Poética de Aristóteles: Orationem rhetorum ad vulgi
pensum esse scriptam: poemata autem poetarum, paucorum indicio censeri. Que aquí habló
de la excelencia del arte en el alma y nervios de la sentencia y locuciones, que no de
las tinieblas del estilo” (1169-1170). Con “el otro romano”, Lope se refiere a Horacio. En
cuanto a la cita de Robortello, dice esta: “El discurso de los oradores fue escrito para
la sensibilidad del vulgo; en cambio, las obras de los poetas para ser apreciadas por el
gusto de la minoría” (Robortello 4).
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versos lo más notable: que no solo a los que de afuera miran, son lóbregos y
no entendidos, sino a los mismos autores que los escribieron. (134)
19 Jáuregui recurre aquí a la misma argumentación que había expuesto el abad de Rute en
su Parecer, donde este presenta su rechazo categórico a la oscuridad de las Soledades,
basándose en el precepto horaciano del fin de la poesía, que no podía ser otro que
“deleitar” y “aprovechar”. A juicio del abad, la poesía no debe ser oscura precisamente
porque, al no entenderse, deja de cumplir a cabalidad con estos fines.
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así como con el abad de Rute en su Examen— supone deleitable para los
doctos el ejercicio de comprensión, de desentrañamiento del sentido, que
exige una obra de tales características: “Assí un varón doctísimo de nuestra
naçión dixo que travajava con mucho gusto en entender las Soledades,
porque gustava de sacar oro y perlas aun a costa de mucha fatiga” (57). Esta
es una clara muestra de la influencia de las ideas de Góngora, expuestas en
la famosa carta, en el pensamiento teórico y crítico de los que más tarde
adelantarían la defensa de su oscuridad.
Pero analicemos ahora las repercusiones de esta postura gongorina frente
a una teoría y una crítica literaria que hacía uso habitual de los conceptos
“utilidad” y “deleite” como máximas morales de valor universal. Tal y como
afirma Andrée Collard, “para Góngora innovar no solo significaba dejar de
imitar a la naturaleza, recreándola estéticamente, sino también separarse de
la antigua concepción de la literatura como vehículo de provechosa verdad
mortal” (citado por López Bueno 16). Efectivamente, si algo trasluce la carta
del poeta es su preferencia por el delectare antes que por el docere como
el objetivo primordial de la poesía, reivindicando así el valor puramente
estético del arte. Antonio Pérez Lasheras lo expone con estas palabras:
La poesía gongorina nos demuestra que existe, desde los primeros años del siglo
XVII, una aspiración a la independencia del lenguaje poético y la conciencia
—intuida, aunque poco brillantemente desarrollada por don Luis— de que
el placer poético dista mucho de cualquier otro deleite y que, por lo tanto,
la utilidad en el arte es espiritual y estética, y no tiene nada que ver con el
provecho, la conveniencia o el interés de lo cotidiano. (Más a lo moderno 71)
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En este sentido, aunque resulta difícil asegurar hasta qué punto la poética
elaborada por el conjunto de la defensa sirvió para dilucidar lo sustancial de
la poesía de Góngora, parece incuestionable el empeño de sus partidarios
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Obras citadas
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Curtius, Ernst Robert. Literatura europea y Edad Media latina. Vol. 2. México,
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Sobre la autora
Amanda Pedraza Rodríguez es profesional en Estudios Literarios de la Universidad
Nacional de Colombia. Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento
y Doctora en Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, donde se ha
desempeñado como investigadora novel del Departamento de Humanidades en el área de
Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Colaboró en el proyecto de investigación
Todo Góngora II, de la misma Universidad, con un estudio dedicado a la preceptiva
poética del Siglo de Oro y sus vínculos con la estética moderna. Ha publicado artículos
sobre Jorge Guillén y participa actualmente en la edición de un catálogo bibliográfico
sobre Luis de Góngora.
Sobre el artículo
El presente trabajo constituye una versión reducida de uno de los capítulos que hacen
parte de la tesis doctoral de la autora, titulada: “Entre la preceptiva áurea y la estética
moderna: el concepto de autonomía poética y Luis de Góngora”, Universitat Pompeu
Fabra, 2014.
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doi: 10.15446/lthc.v17n1.48685
Juan Zapata
Université Charles de Gaulle, Lille III, Francia
[email protected]
Las trayectorias de Jean Jacques Rousseau y Nicolas Gilbert inauguran en la escena literaria francesa
una estrategia de legitimación: la del escritor que, al renunciar a las recompensas sociales y económicas,
exhibe su pobreza, y la desdicha a la que esta conduce, como un signo de su independencia y de su
virtud. Un breve análisis de la puesta en discurso de esta postura en la obra de Rousseau y de Gilbert nos
permitirá comprender mejor la transformación que esta opera en las prácticas y las representaciones de
lo literario, sentando así las bases para la construcción del mito de la maldición literaria.
Palabras clave: Rousseau; Gilbert; mito de la maldición literaria; postura del pobre
encomiable.
Cómo citar este texto (MLA): Zapata, Juan."La postura del pobre encomiable. Hacia
la construcción del mito de la maldición literaria". Literatura: teoría, historia, crítica 17.1 (2015):
49-68.
Artículo de reflexión. Recibido: 15/10/14; aceptado: 18/12/14.
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E
l 19 de octubre de 1752, después del triunfo de su ópera titulada El
adivino del pueblo, representada en presencia del Rey y de Madame de
Pompadour en Fontainebleau, Jean-Jacques Rousseau es convocado a
una audiencia real, a la cual no asistirá, y renuncia, mediante este gesto, a la
pensión real ofrecida por Louis XV. Unos meses antes, tras haber adquirido
una notoriedad pública gracias al éxito de su Discurso sobre las artes y las
ciencias (1750),1 Rousseau renunciaba al puesto de encargado de finanzas
que su protector, Dupin de Francueil, le había ofrecido, y se hace copista
de música, dándole así la espalda al mecenazgo privado. De esta manera,
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Zapata, Juan · La postura del pobre encomiable...
Ese día llevaba el mismo atuendo descuidado que me era usual; larga barba y
peluca mal peinada. Asumiendo esta falta de decencia como un acto de coraje,
me presentaba de esta forma en la misma sala en la que pronto entrarían el
Rey, la Reina, la familia real y toda la corte. (Œuvres complètes 377)4
4 De ahora en adelante, todas las citas de textos en francés son traducciones del autor.
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puse a copiar música por páginas, una ocupación por la que siempre había
tenido un gusto declarado. (Œuvres complètes 1014)
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¿Por qué publicar una obra que ha sido rechazada por la Academia francesa?
¿Las luces, la justicia de este respetable cuerpo pueden ser acaso puestas en
duda? Qué esperáis, amigos lectores, ¿no es acaso cierto que vosotros sois
todos buenos católicos? Sin embargo, ¿creéis todos en la infalibilidad del Papa?
¿La Academia, que desde ningún punto de vista está inspirada por el Cielo,
no pudo acaso haberse equivocado? ¿Acaso no habéis vosotros anulado cien
veces sus juicios? […] Y os pregunto si, por una razón contraria, ¿no sería
posible que una obra dé prueba de su valor, a pesar de que ese Tribunal, de
por sí muy ecuánime, la juzgue indigna del premio? […] Que entre tantos
rivales, el público nombre un vencedor. Puesto que la Academia guarda
silencio, que este sea el único que pueda juzgarnos; y la decisión, siempre
justa, vengará como se debe a los ofendidos. (Le Génie 3)
5 De acuerdo con Brissette, “su poema no guarda ningún respeto por las convenciones
académicas y las reglas del género […], se espera que allí se lea un discurso concilia-
dor que refleje el buen entendimiento (ilusorio) que reina al interior de la República
de las letras. Gilbert [por el contrario] modifica esta expectativa y presenta el ‘lado
malo’ de la moneda: un genio hundido en la miseria que dirige su mirada acusadora
hacia los lectores, de quienes parece exigir que sufran como él o que admitan su
insensibilidad” (127).
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Que la desgracia caiga sobre nosotros si alguna vez deseamos los aplausos
de los Sofistas modernos: atacados por nuestros versos, estos deben esgrimir
contra nuestra vida la persecución y la mentira; la intolerancia y el fanatismo
se han refugiado en su Secta. (Œuvres complètes 178)
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Es, pues, gracias a las figuras de estos primeros renunciantes que se ins-
tauran lógicas discursivas, dispositivos de representación y comportamientos
que aparecían antes dispersos en los diferentes relatos de la cultura occidental.
Estos inauguran la entrada de la literatura en un “régimen vocacional”, esto
es, en un campo axiológico en el que el escritor se siente llamado a llevar a
cabo, a pesar de los sufrimientos que esto puede causarle, un destino ejemplar.
Pero los casos de Rousseau y de Gilbert son también el testimonio de otra
dinámica institucional bastante real, que dicta que incluso el sacrificio más
desinteresado, aquel que renuncia a todo compromiso mundano, a toda
gloria, a todo reconocimiento público, necesita, para ser comprendido y
legitimado, ser visto y reconocido. Tanto Rousseau como Gilbert, en los
panfletos donde posa como víctima de los filósofos, eran conscientes de
que para que su desgracia, su persecución y su renuncia fueran legítimas,
era preciso que fueran no solamente anunciadas, descritas, puestas en
discurso, sino también aceptadas y reconocidas por el público y por sus
pares. Y para alcanzar esta visibilidad que le permitiera señalar su lugar en
la arena pública, el escritor no tiene otra opción que pasar por los canales de
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Lo que parece, en la segunda mitad del siglo XVI y a principios del siglo XVII,
obstruir la valorización de la pobreza autorial es la ausencia de un público
apto para recibir (en el doble sentido de comprender y de alentar, por no
decir comprar) tal proposición de sentido, un público capaz de tomar el
relevo de esa instancia de legitimación que es el mecenazgo y de reconocer
el valor (moral y literario) de aquel que fracasó en su proyecto de hacerse
conocer a través de la vía tradicional del mecenazgo. [El hombre de letras] no
puede decirle al rey que su miseria es la prueba misma de su valor, porque la
apreciación del rey y la recompensa que la acompaña le son necesarias para
imponerse como poeta, esto es, para hacer reconocer su talento poético […].
O mejor: el dinero es el símbolo tangible de dicha apreciación y el símbolo
del valor poético. (Brissette 93)
Para que “tal proposición de sentido” sea aceptable, o mejor, para que
la postura del pobre encomiable se convierta en un objeto de creencia lo
suficientemente fuerte para permitir instaurar las nuevas reglas del juego
literario, era preciso encontrar un “público apto” para invertir en esta nueva
creencia. Y es justamente lo que se producirá hacia la segunda mitad del
siglo XVII, gracias a la confluencia de diferentes factores. En su estudio ya
citado sobre Rousseau, Jérôme Meizoz anotaba lo siguiente:
8 En su correspondencia a Malesherbes, donde el filósofo pone en escena su sufrimiento y
su persecución, Rousseau vuelve en varias ocasiones sobre el carácter abierto de dichas
cartas, pues sabe muy bien que Malesherbes las hará circular en París. Asimismo, sus
Confesiones, publicadas póstumamente, fueron objeto de lecturas privadas en las que
Rousseau invitaba a miembros de la Corte, a hombres de letras y a jóvenes, asegurando
así su recepción póstuma y modelando la imagen que quería dejar a la posteridad.
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Sin embargo, una nueva categoría de autores aparece hacia 1750: “la de
los autores sin pensiones ni fortuna, deseosos de vivir del valor comercial
de sus obras”.9 Aunque comprometidos con las nuevas empresas editoriales
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Obras citadas
Brissette, Pascal. La malédiction littéraire : du poète crotté au génie malheureux.
Montreal: Presses de l’Université de Montreal, 2005. Impreso.
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Amsterdam: S. E, 1772. Impreso.
que poseen fortuna propia o reciben una pensión] son ampliamente dominantes, esta
alcanza más del 50% en el censo de France littéraire en 1874. Una nueva población de
autores vive mediocremente de su pluma, como libelistas independientes u escribas
reclutados para las grandes empresas editoriales de 1750: enciclopedias, diccionarios,
traducciones, bibliotecas, etc. […] A una nueva forma de autor, nuevos públicos” (Le
gueux philosophe 22).
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..Œuvres complètes. 2.a ed. Paris: Des Essarts Librero, 1797. Impreso.
Heinich, Nathalie. L’Élite artiste : excellence et singularité en régime démocratique.
Paris: Gallimard, 2005. Impreso.
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Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 2010. 23-38. Impreso.
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fabrique des singularités. Genève: Slatkine Érudition, 2011. 17-33. Impreso.
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Impreso.
..Postures littéraires. Mises en scène modernes de l’auteur. Ginebra: Slatkine
Érudition, 2007. Impreso.
Mercier, Louis-Sébastien. De Jean-Jacques Rousseau considéré comme l’un des
premiers auteurs de la Révolution. 2 vols. Paris: Buisson, 1791. Impreso.
Rousseau, Jean-Jacques. Correspondance complète. Vols. 1-52. Oxford: Voltaire
Foundation, Universidad de Oxford, 1965-1998. Impreso.
..Œuvres complètes. T. 1. Paris: Gallimard, 1959. Impreso. Bibliothèque de la
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Vigny, Alfred. Chatterton. Paris: Hippolyte Editeur, 1834. Impreso.
..Stello. Paris: Gallimard, 1948. Impreso
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Sobre el autor
Juan Zapata es aspirante al doctorado en Literatura Francesa de la Universidad de Lieja,
Bélgica. Magíster en Letras Modernas de la Universidad Rennes 2, Francia, y magíster
en Oficios del Texto y de la Edición de la misma universidad. Actualmente es catedrático
en los departamentos de Letras Modernas y de Lenguas Romances de la Universidad
Charles de Gaulle, Lille III, Francia, y miembro del comité de redacción de la revista de
sociología de la literatura ConTextes. Traductor en el área de sociología de la literatura,
campo en el cual tradujo La institución de la literatura (L’institution de la littérature), de
Jacques Dubois (Editorial Universidad de Antioquia, 2014), La invención del autor. Nuevas
aproximaciones al estudio sociológico y discursivo de la figura autorial (Editorial Universidad
de Antioquía, 2014) y Posturas literarias. Puestas en escena modernas del autor de Jérôme
Meizoz (en proceso de publicación).
68
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48686
Patricia Simonson
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá
[email protected]
El artículo lleva a cabo un doble ejercicio de literatura comparada: por un lado, explora el papel del arte
visual en la organización narrativa de La casa de los siete tejados, de Nathaniel Hawthorne; por otro,
examina la manera en que Hawthorne “recicla” el uso que hace John Keats de una ecfrasis inestable en
“Oda sobre una urna griega” (donde el poeta inglés medita sobre la noción problemática de inmorta-
lidad artística y sobre el estatus del poeta moderno frente a los antiguos), para plantear una reflexión
propiamente norteamericana sobre el oficio del artista en su sociedad y sobre su propia relación con el
canon europeo y con el público estadounidense.
Palabras clave: arte visual; canon literario; ecfrasis; literatura comparada; novela
decimonónica; realismo.
Cómo citar este texto (MLA): Simonson, Patricia. "Sobre urnas griegas y pompas de jabón:
transformaciones de la ecfrasis en La casa de los siete tejados". Literatura: teoría, historia, crítica
17.1 (2015): 69-94.
Artículo de reflexión. Recibido: 19/09/14; aceptado: 14/10/14.
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E
ste ensayo explora la forma en que La casa de los siete tejados, del
escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, dialoga con la tradición
europea, poniendo en escena su propia relación problemática con ella
y con la noción misma de tradición o canon artístico.1 El canon se manifiesta
en la novela de dos maneras complementarias: por un lado, a través de una
evocación recurrente de diversas formas de arte visual (cuadros, estatuas,
daguerrotipos); y por otro, a través de la reescritura burlesca de un poema
de John Keats “Oda sobre una urna griega”. Veremos que esta segunda
manifestación está íntimamente ligada a la primera. El vínculo entre las dos
radica en un fenómeno que juega un papel clave tanto en el texto del poeta
inglés como en la novela de Hawthorne: el que los historiadores del arte
llaman “ecfrasis” (término que significa en griego “descripción”). En el uso
que la palabra ha ido adquiriendo en la terminología moderna, la ecfrasis
es más específicamente una descripción verbal de obras de arte visuales
o de algo que no es explícitamente una obra de arte visual, pero que está
siendo tratado como si lo fuera (Krieger 6-13).2 Este género (o microgénero)
discursivo es recurrente, no solo en la historia del arte, sino también en la
literatura, donde ha cumplido funciones muy diversas. Dichas funciones
pueden ser principalmente ornamentales o denotativas, como en la novela
decimonónica, donde los pasajes descriptivos que imitan los retratos o los
cuadros de paisajes sirven a menudo para crear efectos de realidad y dar
información sobre la situación narrativa. En otras tradiciones artísticas, tienen
un papel más autorreflexivo: este es el caso de las descripciones recargadas
de paisajes o figuras humanas en la poesía barroca, que contribuyen a la
vez a la belleza de la obra y a la celebración consciente del virtuosismo del
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3 Que un pequeño fragmento (entre los ciento cincuenta versos que describen el Edén)
sirva de ilustración: “Mientras tanto las aguas murmurantes / Descienden por la falda
del collado, / Y dispersas, o bien formando un lago, / Que presenta su espejo de cristal,
/ En sus bordes de mirto coronados / Reúnen sus corrientes. […] Ni aquel bello / Lugar
de Enna, en donde Proserpina, / Cogiendo flores siendo ella la flor / Más preciosa, por
Plutón el sombrío / Fue raptada, cosa que le costó a Ceres / La angustia de buscarla
por el mundo; / Ni la agradable enramada de Dafne / Al margen del Orontes, ni la
inspirada / Fuente Castalia podían comparase / Con este Paraíso del Edén…” (Milton
vv. 260-276). Vale la pena notar que la descripción visual del Paraíso se compara con
escenas que nos remiten a la pintura mitológica de la época.
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En vista del drama que rodea el hecho de abrir la tienda (Hepzibah está
convencida de que asumir una ocupación comercial es un deshonor terrible),
es tentador interpretar el papel clave que juega la tienda en la novela como
una alegoría del dilema que representa para el artista norteamericano de la
primera mitad del siglo XIX el acto de vender un producto (la obra literaria)
que está precisamente en proceso de ser definido como un objeto sagrado.
En todo caso, la presencia en la narración de los dos espacios opuestos, la
“colección particular” de arte “alto” en el salón burgués del señor Gervayse
Pyncheon y la tienda con su miscelánea de objetos pintorescos, parece
poner en escena el conflicto que se está dando a mediados del siglo entre
dos concepciones opuestas del museo: la concepción mitificadora, por un
lado, y la concepción popular y comercial, por el otro.
Además de las muchas referencias explícitas al arte visual que aparecen
en la novela, existe una presencia más difusa de ciertas formas de ecfrasis
indirecta que violan las fronteras entre relato de ficción y descripción de
obras de arte. Henry James observó que los personajes de la obra son más
cuadros que personas (521): por cierto, el narrador presenta a menudo a
los personajes, cuando aparecen por primera vez en la narración, como si
fueran retratos, al hacerlos aparecer dentro de marcos (puertas, corredores,
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6 Los pintores se interesaban por representar la nueva abundancia material que producían
los nuevos métodos productivos elaborados durante el Renacimiento, así como la
prosperidad y los hábitos de vida de la burguesía ascendente (Schneider 25-27).
7 Digo “cierta identificación” porque existen alianzas subterráneas entre los dos grupos:
el personaje de Clifford tiene vínculos tanto con el arte popular como con el arte “alto”;
el principal personaje de artista en la novela, el “fotógrafo” Holgrave, juega un papel
ambiguo (ese adversario de la tradición se vuelve conservador en la última escena, al
casarse con la heredera de la fortuna Pyncheon, y renuncia a su ideal de nomadismo
para instalarse en una mansión de piedra). Esto confirmaría la ambivalencia del autor
frente al tema.
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9 Aunque no haya espacio para desarrollar esta observación aquí, se puede argumentar
que dos capítulos de la novela, el capítulo XVIII y el XIX, simulan explícitamente los
espectáculos de diorama que habrían sido conocidos por el público de Hawthorne. Cf.
también Lease 137; Simonson, “L’ambivalence” 266-267.
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Para entender el uso que el novelista, a mi juicio, hace del poeta inglés aquí,
examinaremos brevemente la “Oda” e intentaremos identificar el problema
que plantea, antes de analizar la reescritura que Hawthorne hace del poema.
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sagrado (los que nunca podrán volver a su hogar son precisamente los fieles
que acompañan al sacerdote en la procesión).10 Se entiende mejor la extraña
melancolía de esta estrofa, la forma en que nombra (como Hölderlin en El
archipiélago) la lejanía radical de la Antigüedad griega, al ver los frescos del
Partenón que influyeron tanto en la escritura del poema de Keats (Kelley
174; Webb 149): lejos de ser un modelo de perfección, se trata de una serie
de obras profundamente mutiladas, donde la belleza se manifiesta en forma
de destellos poderosos y fragmentarios.
Desde esta perspectiva, y no obstante la voz optimista que parece concluir
el poema, la “Oda” se leería menos como una celebración de la belleza
intemporal y redentora del arte griego, de la plenitud de lo antiguo, que
como un cuestionamiento del prestigio de la Antigüedad clásica, prestigio
floreciente pero también controvertido entre los contemporáneos del poeta
(cf. Webb 150). La inmortalidad del arte clásico podría ser simplemente otra
forma de muerte.11
En ese sentido, el poema de Keats parece anticipar las inquietudes que
Hawthorne expresa en La casa de los siete tejados en cuanto a los riesgos
de la canonización.12 Al menos, eso debe de haber pensado el novelista
norteamericano, ya que incluye explícitamente en la novela una reescritura
burlesca de la “Oda”.
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13 En esta escena, al contrario de lo que decía hace unas páginas, el personaje de Clifford
sí aparece enmarcado en la ventana de la casa. Sin embargo, creo que ese caso, algo
excepcional en la novela, no es suficiente para neutralizar los muchos pasajes en que se
describe a Clifford como una figura que escapa a la representación pictórica tradicional.
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Pero antes que tragar este último ingrediente, demasiado ácido, rechazamos
toda la moraleja del espectáculo. (The Centenary Edition 2: 163)
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14 Recordemos que “paisaje”, como “landscape” en inglés, significa tanto un paisaje real
como el género pictórico especializado en la representación de paisajes.
15 Se trata del juez, Jaffrey Pyncheon.
16 Esta conexión entre las pompas de jabón de Clifford y las vanidades barrocas me fue
señalada por una de las asistentes a mi ponencia en Estambul. Por desgracia, no supe
su nombre, pero quiero agradecerle sin embargo una observación muy valiosa.
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Hay una casita en nuestro nuevo jardín —una casita pequeña, marrón-
amarilla, la más bonita que se haya visto nunca; y tiene el aire más dulce
que se pueda imaginar, porque parece hecho de pan de jengibre. La vamos a
arreglar y amoblar precisamente para usted. (The Centenary Edition 2: 317;
énfasis mío)
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18 Y, más allá de la referencia a un clásico como “Hansel y Gretel”, se nos invita también a
recordar las figuras de pan de jengibre que Hepzibah vendía en su tienda, y que, como
argumenté más arriba, podrían ser interpretadas como metáforas de la novela misma
concebida como un producto mercantil.
19 Aunque no tenga ningún motivo para suponer que Hawthorne hubiera conocido
justamente este cuadro, me permito incluirlo aquí, en su calidad de “vanitas” barroca,
por considerar que introduce correspondencias interesantes con la novela del autor
norteamericano. Esto tiene que ver no solo con la presencia de las pompas de jabón,
sino con el hecho de que el pintor se retrata a sí mismo como un hombre joven que
muestra al espectador el retrato de un hombre mucho mayor, que es, sin embargo, el
mismo pintor, y el pintor con la edad que tenía realmente en el momento de pintar el
cuadro (Schneider 82-83). La obra de Bailly hace eco de esta manera de la representación
de Clifford en la novela como un niño anciano o un anciano infantil.
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Conclusiones
He argumentado aquí, desde una perspectiva comparatista, que la novela
de Hawthorne es un ejercicio de intertextualidad compleja: en términos
de Iuri Lotman, es un “texto” en el sentido más completo de la palabra, es
decir, un mensaje codificado en varios sistemas semióticos a la vez (Lotman
78, 81). Efectivamente, la obra no solo hace cohabitar en un mismo espacio
textual una diversidad de códigos literarios (poesía romántica y novela,
novela histórica, realista, gótica, sentimental), sino que hace intervenir
activamente en la construcción de la novela el lenguaje del arte visual, a
veces de manera directa (con la alusión a los personajes como retratos, o con
la participación del arte del daguerreotipo en la trama), a veces de manera
más implícita (con la escena del desayuno, configurada como un bodegón).
Este proceso requiere el instrumento retórico de la ecfrasis, que permite al
novelista incluir en la obra simulacros verbales de obras de arte visual. De
esta manera, la ecfrasis se vuelve, por un lado, uno de los temas de la novela,
con la reescritura del poema de Keats y la reflexión que esta reescritura nos
propone sobre la relación entre arte moderno y arte antiguo, arte “joven” y
arte canonizado; en ese sentido, la evocación, en medio de la trama narrativa,
del tiempo suspendido del arte visual permite problematizar la angustia del
novelista frente a la temida y anhelada inmortalidad artística. Le brinda
también al autor, al menos es lo que he intentado demostrar, un instrumento
para plantear la relación problemática que se da en la Norteamérica de su
tiempo entre el artista y su público, y para buscar una poética que evite la
cosificación de la ficción y de la relación del autor con sus lectores.
Por otro lado, desde el punto de vista del lector de la novela, y en el nivel
de la misma escritura, la ecfrasis permite lo que llamé más arriba una con-
figuración visual del texto. Es decir, la elaboración de un lenguaje narrativo
que invita al lector a percibir la textualidad novelística en términos visuales.
No estamos lejos de lo que Hawthorne ya había hecho en La letra escarlata, al
proponer la letra misma, y el lenguaje a la vez verbal y visual de la heráldica
al que la letra pertenece, como la metáfora central de la novela (y, justamente,
como una metáfora de la novela misma). Este cambio de perspectiva frente
al texto resulta muy fructífero, porque pone en evidencia aspectos de la obra
que no eran necesariamente perceptibles para una lectura exclusivamente
orientada hacia lo temático o hacia la intriga, es decir, una lectura centrada
únicamente en la narrativa.
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Obras citadas
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norteamericano en 1852”. Literatura: Teoría, Historia, Crítica 6 (2004): 183-219.
Impreso.
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Simonson, Patricia · Sobre urnas griegas y pompas de jabón...
Sobre la autora
Patricia Simonson es Magíster en Traducción y Estilística Comparada y Doctora en
Literatura norteamericana, de la Universidad de París III-Sorbona Nueva. Ha sido profesora
en la Universidad de París III y en la de Valenciennes (Francia), y en las universidades de
los Andes y el Externado. Es actualmente Profesora Asociada de Tiempo Completo del
Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia, desde agosto del
2000. Sus principales campos de docencia e investigación son la literatura norteamericana
y europea (especialmente entre los siglos XVI y XIX) y la teoría literaria (semiótica y
literatura comparada). Ha publicado artículos críticos en revistas académicas francesas y
colombianas, y traducciones entre el francés, el inglés y el español. Fue editora y coautora del
libro de ensayos en literatura comparada Variaciones: seis ensayos de literatura comparada
(Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2011). Actualmente es directora del grupo
de investigación Contrapuntos: investigaciones en literatura comparada.
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doi: 10.15446/lthc.v17n1.48687
Lorena Panche
Université Lumière Lyon 2, Francia
[email protected]
Cómo citar este texto (MLA): Panche, Lorena. "Percepción del mundo, representación del
mundo: el 'realismo' de Claude Simon". Literatura: teoría, historia, crítica 17.1 (2015): 95-120.
Artículo de reflexión. Recibido: 03/09/14; aceptado: 25/11/14.
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e forma similar a La modificación, de Michel Butor, y a La celosía,
de Alain Robbe-Grillet, El viento, primera novela de Claude Simon
publicada por la editorial Minuit, en 1957, fue calificada por la crítica
como un texto “difícil” y “denso” que, debido a su complejidad en cuanto a
la forma, representaba un verdadero desafío para el lector habituado a los
códigos y las convenciones de la novela “tradicional”.1 Las oraciones largas
y “enredadas”, las construcciones sintácticas complicadas, la ausencia de
una estructura narrativa basada en la sucesión cronológica —y lógica— de
los episodios, las descripciones interminables que interrumpen el flujo del
relato, el carácter poco fiable de un narrador, que parece ignorar todo sobre
el protagonista y su historia, son los rasgos constitutivos de un “formalismo”
que, en principio, opondría de forma irreconciliable la obra de estos autores
y la novela realista, concebida desde el siglo XIX como reflejo, como retrato
fiel del mundo y de la sociedad.
No obstante, esta búsqueda de nuevas formas de expresión, esta explo-
ración audaz que emprendieron los “nuevos novelistas” de los límites y
de las posibilidades del lenguaje narrativo, lejos de confinarlos al espacio
de la pura abstracción o de conducirlos a los terrenos áridos de la simple
experimentación formal vacía de todo contenido, los pone frente a la realidad
física, palpable, frente a un mundo percibido a través de la consciencia y de
la razón, pero, fundamentalmente, a través de los sentidos. Las innovaciones
formales presentes en la obra de este grupo de escritores (a quienes también se
asoció el apelativo de “escuela de la mirada”) no son un simple divertimento
estilístico sin relación alguna con la experiencia concreta del hombre; antes
1 La consolidación del grupo de escritores franceses cuyas obras fueron publicadas por
la editorial Minuit a lo largo de la década del 50, y al cual los críticos comenzaron a
referirse como el movimiento de la “nueva novela”, se dio, primordialmente, a través
de la oposición entre el deseo de estos autores de operar una renovación estilística
y formal del género novelesco, de un lado, y el modelo de la novela realista del siglo
XIX, del otro lado. Dicho modelo, al que estos escritores llaman en sus textos críticos
y teóricos “novela tradicional” o “novela balzaquiana”, fue erigido sobre tres pilares
fundamentales: el análisis psicológico, el desarrollo de una intriga alrededor de la cual
giran todos los elementos de la estructura del relato y el personaje, concebido como un
individuo con una identidad bien definida, coherente y determinada de forma directa
por su pertenencia a un grupo social.
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Panche, Lorena · Percepción del mundo, representación del mundo...
2 El viento, si bien marca una ruptura considerable en cuanto a la forma con respecto
a los primeros relatos de Simon, es su obra más cercana al modelo decimonónico de
la novela. En El palacio, que cuenta a la vez la revolución y la imposibilidad de narrar
la Historia, la intriga se simplifica considerablemente y pasa a un segundo plano,
mientras que la reflexión sobre la escritura y sobre los mecanismos de la narración
comienzan a cobrar importancia. Tríptico, catalogada por los críticos como la novela
más “formalista” de Simon, es precisamente el texto de este autor en el que la ficción
narrativa y los principios constitutivos del género novelesco son cuestionados de la
manera más radical.
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[El notario no tenía] de los hechos que se habían desarrollado durante los
últimos seis meses, como cada uno, como sus propios héroes, sus propios
actores, sino ese conocimiento fragmentario, incompleto, hecho de una
suma de breves imágenes, ellas mismas aprehendidas de forma incompleta
por la vista, de palabras, ellas mismas mal captadas, de sensaciones, ellas
mismas mal definidas, y todo eso vago, lleno de agujeros, de vacíos que la
imaginación y una lógica aproximativa se esforzaban en llenar a través de
una serie de deducciones azarosas. (Simon, Le vent 10)3
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Panche, Lorena · Percepción del mundo, representación del mundo...
4 “El ser que me alcanza hasta lo más secreto pero que yo también alcanzo en estado
bruto o salvaje, en un absoluto de presencia que guarda el secreto del mundo, de los
otros y de lo verdadero”. Traducción de la autora.
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bienheureux domaine des choses” (L’Œil et l’esprit 83).5 La anterior podría ser
una definición precisa y pertinente de la manera como los personajes de los
relatos de Simon se apropian de la realidad por medio de los sentidos y, de
forma especial, de la vista, la cual es el fundamento mismo de su consciencia.
En El viento, El Palacio y Tríptico, incluso las entidades abstractas como
el tiempo y la historia, así como los sentimientos, poseen para los personajes
una dimensión física, sensible, y parecen estar compuestos de una materia
densa, palpable. El pasaje de El viento en el que Montès sigue a Jepp —el
personaje que provoca los hechos trágicos narrados en esta novela— hasta
un gimnasio en donde este último practica el boxeo, y en el que se muestran
el decorado y los actores de dicha escena desde el punto de vista del héroe,
constituye un ejemplo elocuente de esta materialización del tiempo y de la
forma en que las sensaciones físicas le brindan al protagonista del relato la
base para comprender los fenómenos, si bien se trata de una comprensión
precaria y, literalmente, limitada a las apariencias:
[Montès] me dijo que era como si pudiera sentir el sudor, el de los dos hombres,
así como el que impregnaba la ropa de los espectadores, ese sudor triste,
melancólico, enfriado, que era como el olor mismo del local, del cemento
bruto, de los afiches violentos y rasgados, y al final de la pequeña calle […]
uno podía ver las luces brillantes […], pero en el local solo estaban el silencio
y el sudor: solamente esa veintena de tipos con su ropa impregnada de
sudor y que, sin decir nada, veían correr las gotas de sudor a lo largo de los
miembros desnudos y morenos del gitano (él solamente llevaba una pequeña
pantaloneta color violeta y un esqueleto gris azulado y roto), y todavía era
como si se pudiera percibir el tiempo brotar, escurrirse junto con el sudor, el
zumbido del tiempo confundido con el de la sangre que se precipitaba bajo la
piel morena del gitano y aquella demasiado blanca del otro, abalanzándose
y mugiendo en las ramificaciones ingeniosas y complicadas de las arterias
[…]. (111, énfasis añadido)
Para el lector de la obra resulta evidente que las palabras claves en este
fragmento son “sentir” y “percibir”. Al dar cuenta de todas las sensaciones
que experimenta Montès, el narrador recrea no solamente una escena, una
5 “El ojo realiza el prodigio de abrir al alma aquello que no es el alma, el bienaventurado
dominio de las cosas”.
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Panche, Lorena · Percepción del mundo, representación del mundo...
acción —el combate entre los dos boxeadores—, sino también una atmósfera
tangible en la que las facultades físicas del personaje reciben toda clase de
estímulos. Esta atmósfera es representada a partir de la descripción de los
fenómenos que el protagonista percibe a través de todos sus sentidos: el
color del atuendo de Jepp y la intensidad de la luz en la calle, que contrasta
con la penumbra del interior del gimnasio; el silencio denso, que reina en
el lugar; el olor concentrado de sudor que emana de los espectadores y que
parece adherido a los muros… Todas estas sensaciones convergen en la
representación de la experiencia compleja que tiene Montès de la realidad,
y que bien podría ser calificada como sinestésica.
En esta experiencia, el tiempo, que “brota” de los cuerpos junto con el
sudor, que “se escurre” y que “muge”, forma parte de las sensaciones físicas
que el personaje experimenta. La relación que se establece en la narración
entre el tiempo y las impresiones visuales y auditivas de Montès le confiere
a este concepto abstracto una dimensión material, la cual es subrayada por
el uso metafórico de los verbos que comparan el avance del tiempo con
una corriente impetuosa que “se precipita” furiosamente en el cuerpo de
los atletas. Esta concretización también es resaltada por la manera en la que
el tiempo aparece en el relato como una entidad que, al mezclarse con el
flujo de la sangre, se encuentra ligada indisolublemente a la fisionomía de
los individuos y actúa directamente sobre el cuerpo de estos.
Tal y como asegura el crítico Patrick Longuet, las descripciones de las
sensaciones de los personajes de Simon constituyen uno de los elementos
centrales de la visión que la obra de este novelista presenta de la guerra
y de la historia (17). Al ser representados como fenómenos desprovistos
de todo significado y de toda finalidad, los acontecimientos históricos y
sociales son percibidos por estos personajes como un conjunto caótico de
fenómenos a los que la razón no puede dar ningún orden ni sentido; por
tal motivo, la consciencia que los protagonistas de estas novelas tienen del
mundo que les rodea no trasciende, en la mayoría de las oportunidades, el
plano puramente físico.
Esta reificación de las fuerzas de la historia y de la sociedad aparece
de manera clara en El palacio, relato en el que la guerra civil española es
representada como una experiencia que el protagonista sufre con el cuerpo.
Para el personaje central de esta novela, un francés que llega a Barcelona en
1936 para realizar sus estudios y que asiste como espectador a la revolución,
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Panche, Lorena · Percepción del mundo, representación del mundo...
6 En este pasaje, la ironía reside en el hecho de que estas palabras hacen parte de un
aviso publicitario de análisis médicos colgado en la fachada de una farmacia ubicada
justo al frente del “palacio”, sede oficial del movimiento revolucionario en la novela.
La asociación entre este aviso de neón en el que es consignado de forma fastuosa
un contenido completamente prosaico y los principios y valores del movimiento
revolucionario elimina toda distinción entre lo alto y lo bajo, entre el orden material
y el orden ideal, lo que hace que estas categorías sean intercambiables en la narración.
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7 Esta denominación resulta más apropiada que la de “narrador” para designar la voz
despersonalizada que asume la enunciación en Tríptico. De forma similar a La celosía,
de Alain Robbe-Grillet, la intriga de Tríptico no está estructurada a partir de una serie de
acontecimientos anteriores al presente de la narración y presentados desde el punto de
vista de un narrador que les confiere a dichos acontecimientos la forma de un relato
lineal y coherente. En la novela de Simon, así como en la de Robbe-Grillet, lo único
que le permite al lector reconstruir la historia es la descripción “objetiva” de todo
lo que observa un individuo que intenta borrar del relato todo rastro de su identidad
y de su subjetividad, y que la crítica ha comparado con el lente de una cámara de
video. Adicionalmente, la utilización del presente del indicativo —el tiempo de la
descripción y de la caracterización en oposición al pretérito perfecto e imperfecto, los
tiempos propios de la narración—, en la representación de lo que ve dicho individuo,
da cuenta del hecho de que el acto de enunciación y el desarrollo de los hechos se
dan de forma simultánea. Así, en estos dos relatos, la intriga se construye en el acto
mismo de la narración.
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[Y] Montès sin cesar de mirarlo fijamente, diciendo: “Escuche. Yo… Pero… En
fin, ¿de qué se trata?”, y entonces Maurice, rebotando bruscamente en medio
de un vuelo de los faldones de su bata levantadora, luego inmovilizándose,
9 La traducción es mía.
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[…] un ancho sello verde oscuro que casi le daba la vuelta a la caja y que
llevaba escritas en grandes caracteres las palabras: REPÚBLICA DE CUBA
[…] destacándose sobre un fondo de rayos que venían a dar a la izquierda y
a la derecha contra dos cartuchos ovalados […], el cartucho de la izquierda
enmarcando un escudo […], el escudo dividido en tres zonas por dos líneas
rectas que formaban una T: arriba […] una franja horizontal en la que se
encontraba representado el sol elevándose por encima de un mar en medio
de dos islas (¿o dos peñascos?) entre las cuales estaba dibujada una llave
flotando sobre (o suspendida en el aire un poco por encima de) las olas, la
parte inferior derecha […] dividida por tres franjas verdes en diagonal, la
de la derecha encerrando un paisaje montañoso compuesto por una cresta
oscura, en el primer plano, en la que crecía una alta palmera de hojas
abundantes […], y en el otro cartucho ovalado podía verse representado
un campo de tabaco cuyas largas hojas ocultaban hasta la mitad del cuerpo
a varios hombres en mangas de camisa y tocados con un gran sombrero,
ocupados sin duda de la cosecha. (165-166)
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La muchacha está tumbada hacia adelante […], sus nalgas como pegadas
a la bola ensortijada que forma la cabellera del hombre acostado debajo
de ella en sentido contrario y agarrado con las dos manos de las caderas
blancas. La bola negra es animada por ligeros movimientos. La respiración
de la muchacha se hace cada vez más agitada. Descendiendo por las caderas,
las dos manos oscuras alcanzan poco a poco las nalgas que ellas separan
y descubren el surco en donde la piel lechosa se tiñe de marrón al mismo
tiempo que se pliega en forma de estrella alrededor del ano que la lengua
roja y musculosa del hombre, casi negra en la penumbra, comienza a lamer
con la punta. (194-195)
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El interés desmedido del protagonista por los diferentes objetos que decoran
la oficina del notario, así como el hecho de que solo responde someramente
a su interlocutor, ponen de manifiesto el fracaso de la comunicación entre
los dos personajes. La alusión que hace el notario a la atención con la que
Montès observa todas las cosas, como si se tratara de objetos extraordinarios
que ve por primera vez, da cuenta de la incapacidad del personaje de penetrar
la superficie de una realidad para él opaca y confusa. Algo similar ocurre
en los episodios que relatan sus encuentros con Rose, la camarera del hotel
en el que él se hospeda, o con su prima Cécile, que son las únicas personas
de la ciudad que le muestran cierta simpatía y con las que puede establecer
una comunicación, así sea precaria y fundada en la mutua incomprensión.
En estos episodios, los gestos y las palabras de las dos mujeres, que son para
el protagonista signos equívocos cuyo significado no puede descifrar, no le
brindan información alguna sobre lo que ellas piensan y sienten.
Paradójicamente, este observador atento, que recorre la cara visible de
los fenómenos en busca del sentido del mundo y de su propia experiencia,
sufre de una suerte de miopía, que hace que solo pueda percibir a los otros
como “siluetas imprecisas de bípedos” (Simon, Le vent 189) o, como es el
caso del siguiente pasaje, como un conjunto de formas borrosas desprovistas
de sentido:
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Obras citadas
Andrès, Bernard. Profils du personnage chez Claude Simon. Paris: Minuit, 1992.
Impreso.
Auerbach, Erich. Mimésis : la représentation de la réalité dans la littérature
occidentale. Paris: Gallimard, 1968. Impreso.
Duffy, Jean. “Claude Simon, Merleau-Ponty et la perception”. Trad. Michèle
Touret. Lectures de La Route des Flandres. Ed. Francine Dugast-Portes y
Michèle Touret. Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 1997. Impreso.
Heidegger, Martin. Être et temps. Trad. François Vezin. Paris: Gallimard, 1986.
Impreso.
Longuet, Patrick. Lire Claude Simon: la polyphonie du monde. Paris: Minuit, 1995.
Impreso.
Merleau-Ponty, Maurice. L’Œil et l’esprit. Gallimard, 1964. Impreso.
..“Le philosophe et son ombre”. Signes. Paris: Gallimard, 1960. Impreso.
Orace, Sthépanie. “Double de soi, double du monde: l’image, de la représentation
à la médiation”. Les images de Claude Simon : des mots pour le voir. Ed.
Stéphane Bikialo y Catherine Rannoux. Rennes: Presses Universitaires de
Rennes, 2004. Impreso.
Pellat, Jean-Christophe, René Rioul y Martin Riegel. Grammaire méthodique du
français. Paris: Presses Universitaires de France, 2009. Impreso.
Simon, Claude. Le Palace. Paris : Minuit, 1962. Impreso.
..Triptyque. Paris : Minuit, 1973. Impreso.
..Le Vent. 1957. Paris : Minuit, 2013. Impreso.
Skyes, Stuart. Les Romans de Claude Simon. Paris : Minuit, 1979. Impreso.
Sobre la autora
Lorena Panche es investigadora en estudios literarios con énfasis en literatura francesa
del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, historia y teoría del género novelesco
y del realismo francés. Master en literatura francesa de la Universidad Lumière Lyon 2.
Publicó una reseña de la novela Verano, de J. M. Coetzee, en la revista Razón pública, en
marzo del 2011. Actualmente es miembro del grupo de investigación sobre el papel de las
ciencias humanas en la universidad de la excelencia, del Departamento de Literatura de
la Universidad Nacional de Colombia.
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doi: 10.15446/lthc.v17n1.48691
En este trabajo se pretende mostrar cómo la Ilustración y el Neoclasicismo constituyen la base sobre
la cual se elaboró la producción de los intelectuales y escritores que expresaron las inquietudes insur-
gentes en Santafé de Bogotá a fines del periodo colonial. Se ejemplifica la forma en que se combinan
inquietudes políticas y elaboración estética, mediante el análisis de la producción literaria de uno de
estos autores ilustrados: José Ángel Manrique. La obra, La Tocaimada, es una parodia que logra inte-
grar preocupaciones políticas con una afortunada creación estética, para hacer evidente una situación
conflictiva, mediante una lúdica versión del Olimpo. Este autor acude al juego de referencias clásicas
para estructurar su texto y proponer una mirada crítica sobre las circunstancias del virreinato.
Palabras clave: Ilustración; Neoclasicismo; parodia; referencias clásicas; virreinato.
Cómo citar este texto (MLA): Rojas Otálora, Jorge Enrique. "La poética neoclásica en las letras
de la Independencia: La Tocaimada". Literatura: teoría, historia, crítica 17.1 (2015): 121-139.
Artículo de reflexión. Recibido: 05/11/14; aceptado: 15/12/14.
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Introducción
A
fines del siglo XX se debatió ampliamente el lugar que la historia
literaria debería ocupar en los estudios literarios, pues estaba siendo
desplazada por la teoría literaria. La forma en que tradicionalmente
se organizaba el conjunto de los textos de una época o de una región fue
severamente cuestionada. El problema básico del debate, que sigue vigente,
tiene que ver con los criterios a partir de los cuales se consideran unos
textos más representativos que otros. ¿Qué debe predominar? ¿Lo literario
o lo histórico? Hélène Pouliquen define la historia literaria como el cúmulo
de “informaciones necesarias para que un lector, después de la primera
emoción causada por un texto, pueda precisar y redondear las múltiples
emergencias de sentido presentidas” (382), lo cual implica, necesariamente,
una historia social.
Para comprender y disfrutar la dimensión estética del texto literario, el
lector debe manejar el repertorio de lo familiar, todo aquello que ubica ese
texto en relación con su contexto (género literario, tema, circunstancias
sociales e históricas, etc.). La historia literaria debe proporcionar una
enciclopedia pertinente, profundizar en la naturaleza y los componentes de
aquello que está fuera del texto y a partir de lo cual este surge. Recordemos
que en la comunicación literaria la equivalencia entre emisor y destinatario
debe ser construida.
Es pertinente precisar, para lo que aquí nos interesa, que los textos
coloniales remiten a un sistema semántico dominante, pero su sentido suele
tener que ver más con lo que no se dice, con lo que se niega. En el siglo
XVIII hay una tendencia al predominio de temas de contenido ético entre
los que sobresalen el comportamiento religioso, la fidelidad a la Corona, la
resistencia ante el invasor, etc. Pero poco a poco empiezan a surgir temas
relacionados con los valores criollos, con la independencia, con la crítica
al despotismo o el futuro de la Nueva Granada.
En este trabajo se pretende mostrar cómo algunos elementos tanto de
la Ilustración como del Neoclasicismo constituyen la base sobre la cual se
elaboró la producción de los intelectuales y escritores que expresaron las
inquietudes insurgentes en Santafé de Bogotá a fines del periodo colonial.
Para este propósito es necesario precisar el contexto cultural en que esta
producción se origina.
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La época colonial
La organización administrativa de España en América suele dividirse
en tres grandes periodos. El primero, que coincide con las etapas de descu-
brimiento y conquista, es de experimentación y tanteos, representado por
las capitulaciones entre la Corona y los primeros conquistadores que, con
el título de adelantados, impusieron su voluntad personal mediante actos
de explotación y rapiña, que poco tenían que ver con una organización
institucional. El segundo inicia con la fundación de las primeras audiencias
y la promulgación de las primeras Leyes de Indias, particularmente con las
de 1542, sancionadas por Carlos V. Los siglos XVII y XVIII verán surgir la
imponente y compleja organización burocrática, jurídica, social y política del
estado español en las Indias, tal como se configuró durante el reinado de los
Austrias. Las reformas introducidas por los Borbones, a partir de Felipe V, en
los comienzos del siglo XVIII, constituyen la tercera etapa, que se prolonga
hasta la emancipación de los territorios americanos. La obra de Carlos III
representa el momento culminante y más significativo de tales reformas.
Las reformas borbónicas dieron paso a una mayor efectividad burocrática
y económica mediante la formación de nuevas entidades administrativas.
Durante el periodo del virreinato se produjo una serie de transformaciones
en los campos científico e intelectual, como desarrollo de los movimientos
renovadores de la Ilustración española, particularmente en las medidas
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Los ilustrados
Entre 1760 y 1808 se produce en el virreinato de la Nueva Granada un
proceso de transformación cultural que generó la creación de un grupo
denominado los ilustrados. Como ha estudiado Renán Silva, este grupo logró
introducir, en medio de una cultura dominada por una visión religiosa del
mundo, “un principio de secularización de ciertas esferas de la vida social”,
que se expresó, entre otras cosas, en la revalorización del entorno, orientada
no tanto a la “búsqueda de la salvación como a la felicidad terrena apoyada
en la prosperidad material” (643; énfasis en el original).
Se dieron dos etapas en este proceso: la primera entre 1767, año de la
expulsión de los jesuitas y 1790, cuando se produce una nueva orientación
en la política cultural de la monarquía española; la segunda etapa arranca
en 1790 y culmina en 1808, en el momento en que la invasión napoleónica
generó la crisis política en España y planteó nuevos rumbos para las provin-
cias americanas. En la primera etapa, la dinámica cultural estuvo centrada
en la creación de una nueva categoría intelectual de nobleza secular que
sustentara las reformas que proponía la Corona. La segunda fase estuvo
marcada por el ascenso al trono de Carlos IV, en 1788, y la nueva coyuntura
europea generada por la Revolución francesa, que produjo una reacción
de sospecha frente a los hombres de letras y originó una nueva especie de
despotismo ilustrado que terminó por diluir las propuestas reformistas que
se habían planteado anteriormente.
El grupo de los ilustrados era de una gran diversidad, pues incluyó
universitarios, clérigos, militares, funcionarios, colonos, comerciantes y
abogados, entre otros, pero estaba dotado de un punto de vista común y de
una identidad propia a partir de un proyecto cultural. Como consecuencia
de esta situación, se produjo la consolidación de intereses específicos y de
reivindicaciones propias en el campo cultural, lo cual a su vez da una idea de
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Rojas, Jorge · La poética neoclásica en las letras...
destacar con mayor énfasis es el de las tertulias, que fueron los lugares de
reunión más importantes para los jóvenes universitarios. Como ya se señaló,
se trataba de espacios privados de conversación y discusión. Se puede afirmar
que la tertulia terminó constituyendo una prolongación de los espacios
académicos, porque hacía posible el debate que no se permitía en las aulas.
La década de los noventa deja ver, en el ámbito académico, un choque de
ideas y un conflicto generacional entre catedráticos y alumnos que pedían
el derecho a discutir un pensamiento diferente al escolástico. La protesta
se valió de muchos medios, algunos de tipo académico, pero, entre todos
estos, también la burla y la sátira dieron buena cuenta de las diferencias.
La literatura
Hacia 1810 no hay grandes producciones intelectuales; florecen el ensayo
y el periodismo sin mayor trascendencia, y la tradición de la poesía religiosa
es reemplazada tímidamente por nuevos temas de tipo político. Quedan
residuos de la estética barroca que son desplazados por el neoclasicismo
que madura de forma tardía. Según Renán Silva, a finales del siglo XVIII
surge en la Nueva Granada una nueva relación con los textos que, aunque
se limita a los círculos ilustrados, se consolida en la primera década del XIX.
Esta transformación se sustenta en tres aspectos: la creación, en los medios
urbanos, de asociaciones en las cuales la lectura llegó a ocupar el papel
central; la creación de algunas redes de lectores en el campo y, finalmente,
el nuevo interés por la lectura de las gacetas.
Teniendo en cuenta este panorama cultural, es significativo que en el
tomo II de la Antología de la poesía colombiana, publicada por el Instituto
Caro y Cuervo de Bogotá, la sección denominada “El Neoclasicismo”
comience con la presentación de la obra del sabio gaditano José Celestino
Mutis y como ejemplo de su producción aparezca su “Oda a José Domingo
Duchesne”, rector del Colegio Mayor de San Bartolomé, en traducción de
Alberto Salgado Forero. ¿Por qué en traducción?, pues porque Mutis “[f]ue
magnifico latinista y poeta horaciano”, según señala el autor de la antología
(10). Aparecen así una serie de elementos que permiten entender el contexto
de las letras a fines del periodo colonial: predomina la figura de un científico,
gran conocedor de las letras clásicas bajo el influjo de la Ilustración francesa,
y su poesía, escrita en latín, exalta la figura de un académico.
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de la Serna 19). Si bien es cierto que este mal gusto estaba representado por
la retórica culterana y la moda conceptista, que había llegado a sus peores
excesos, muy pronto, como ha señalado Ruedas de la Serna, “la prédica de
los árcades a favor del humanismo grecolatino funcionó como valladar a
las nuevas corrientes ideológicas, de modo particular como obstáculo a las
nacientes ideas libertarias que se gestaban en Francia” (18).
Un elemento esencial en la formación cultural de los ilustrados es la
lectura de diarios y periódicos. Como se sabe, a finales del siglo XVIII hay
una gran proliferación de papeles públicos en los territorios coloniales, como
respuesta a la necesidad de los nuevos espíritus de formarse e informarse.
Este proceso es paralelo a la discusión sobre dos temas esenciales: la libertad
de información, de un lado, y, esencialmente, la libertad para escribir. Todo
esto se refleja en la gran cantidad de gacetas que se conocieron en la Nueva
Granada y, particularmente, en su difusión desde las capitales hacia los
espíritus ilustrados del campo. Al mismo tiempo, el desarrollo del periodismo
deja ver un desplazamiento del interés por los temas científicos hacia los
temas netamente políticos.
Se puede afirmar que la literatura nacional no sustenta su prestigio en la
producción del Neoclasicismo. Por esta razón, en este trabajo deben desta-
carse los nombres de algunos escritores que vivieron en Santa Fe de Bogotá,
desarrollaron una obra significativa a partir de las influencias ilustradas y
fueron fermento de las ideas independentistas. Se debe señalar ante todo
la figura del citado escritor cubano Manuel del Socorro Rodríguez, y su
rica colección de sonetos y epigramas que se caracterizan por la perfección
del lenguaje y de la rima, pero que no sobresalen demasiado en la lírica de
la época debido al excesivo peso de la tradición clásica en su temática. A
pesar del vigor de su producción literaria, su aporte es más significativo en
el campo de la difusión intelectual, como ya se señaló. Con algo de mayor
fortuna aparece el cartagenero José Fernández Madrid, quien hizo estudios
de Medicina y de Ciencias Jurídicas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario y participó activamente en el proceso de emancipación de
Cartagena en 1812; llegó a ser presidente de la República en 1816.
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La Tocaimada
La Tocaimada es un poema burlesco, con un tono heroico-cómico lleno de
mordacidad, que pretende poner en ridículo a los habitantes de la población
de Tocaima, en donde el autor pasó unas vacaciones que no terminaron con
buen suceso. No hay una aparente intención moralizante, pero sí una mirada
crítica a un grupo social mediante un trabajo que configura un alarde de
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1 Fue editada por primera vez en la Imprenta La Matricaria de Popayán, en 1855. Este opúsculo de
15 páginas se conserva en la Biblioteca Nacional de Colombia, fondo Vergara, número 285, 7. En
adelante se citará según esta edición refiriéndose a la paginación del documento original.
2 Véase Pacheco Quintero 137-154. El antologista indica que el texto se ha tomado de la publicación
de Alejandro Carranza B. titulada San Dionisio de los caballeros de Tocaima (Bogotá: A.B.C., 1941.
226-237).
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Conviene recordar que el Pinciano dice de la parodia que “no es otra cosa
que un poema que a otro contrahace, especialmente aplicando las cosas de
veras y graves a las de burlas” (López Pinciano 3: 234); lo cual implica que
hay un texto parodiado y que el lector establece el contraste entre ambos.
En el siglo XVIII se acentúa la mirada crítica y la búsqueda de un contenido
moral en la épica burlesca (Bonilla Cerezo 20). Con todo, en este caso el
hipotexto resulta ser muy amplio, en la medida en que lo constituye la épica
clásica, en general, y la mitología grecolatina, en particular.
Conclusiones
Dentro de la amplia producción escrita por los intelectuales neogranadinos
no se conservan muchos textos que se puedan considerar particularmente
destacables por su valor estético; su significación es ante todo documental.
Además de la obra del desafortunado Vargas Tejada, se destaca medianamente
la producción de José Ángel Manrique, quien, inmerso en la tradición
neoclásica, presenta un texto burlesco ante sus contertulios, proponiendo un
divertido ejercicio que pretende demostrar sus conocimientos de la mitología
clásica y hacer gala de su erudición. Pero, al mismo tiempo, quiere plantear la
situación que en ese momento se presenta dentro del grupo cultural que está
surgiendo como consecuencia de las ideas ilustradas. Establece el contraste
entre aquellos que aspiran a suceder en el poder a los dignatarios españoles
y asumir el control de la colonia, sin alterar su estructura, y aquellos que
vienen trabajando en las ideas emancipadoras difundidas por Nariño con
la publicación del texto de los Derechos del Hombre. En la medida en que
Tocaima era el sitio de veraneo de las autoridades coloniales, de dignatarios,
catedráticos y de sus familias, la sátira adquiere ese trasfondo.
Finalmente, aunque el texto de Manrique parece una travesura literaria
o una simple exhibición de ingenio santafereño, hay que decir que la gene-
ración de fines del siglo XVIII, motivada por las ideas ilustradas, desarrolló
una mirada crítica y utilizó la sátira para fines políticos inmediatos. No se
entiende que quien hizo parte de esta nueva comunidad de ideas y padeció
cárcel por sus concepciones aplicara su ingenio al simple malabarismo verbal.
Es posible pensar que tras la lúdica discusión de los dioses olímpicos se
esconda un severo cuestionamiento a las contradicciones que se enfrentaban
en el ejercicio del poder colonial.
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Obras citadas
Arellano, Ignacio y Victoriano Roncero, eds. Poesía satírica y burlesca de los
Siglos de Oro. Madrid: Austral, 2002. Impreso.
Bonilla Cerezo, Rafael y Ángel L. Luján Ateinza, eds. Zoomaquias. Épica burlesca
del siglo XVIII. Madrid: Iberoamericana, 2014. Impreso.
Cristina, María Teresa. “La literatura en la conquista y la colonia”. Nueva historia
de Colombia. Vol. 1. Bogotá: Planeta, 1989. 253-299. Impreso.
Fernández Corte, Juan Carlos. “Catulo y los poetas neotéricos”. Historia de
la literatura latina. Ed. Carmen Codoñer. Madrid: Cátedra, 1997. 109-122.
Impreso.
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Sobre el autor
Jorge Enrique Rojas Otálora es profesor asociado de tiempo completo en el Departamento
de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Licenciado en Filología
e Idiomas, con especialidad en Español y Lenguas Clásicas por la Universidad Nacional
de Colombia. Maestría en Letras (Literatura Iberoamericana) y estudios de Doctorado en
Literatura (española) en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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doi: 10.15446/lthc.v17n1.48692
La caída del idealismo nacionalista de los personajes novelescos de Triste fim de Policarpo Quaresma,
de Lima Barreto, y En este país…!, de Urbaneja Achelpohl, articula emancipación política, literatura de
fundación y representación nacional en Brasil y Venezuela. Los personajes son portadores de los ideales
patrióticos y reformistas, en sintonía con la retórica nacional de la literatura fundacional y de su carác-
ter “excolonial”. Este carácter comporta una ambivalencia que oscila entre reconocer la inclusión del
sujeto marginado y reproducir la misma mirada occidental y colonizadora que marginó a este sujeto en
el pasado colonial. En la situación republicana, los personajes reproducen esta mirada a través, tanto del
nuevo lenguaje liberal del constitucionalismo, como del discurso sobre la naturaleza y su racionalidad
de explotación agropecuaria. Así, el drama de los personajes ficticios se interrelaciona con la promesa
de emancipación social de los sujetos históricamente marginados.
Palabras clave: novela; constitucionalismo; exclusión social; Brasil; Venezuela.
Cómo citar este texto (MLA): Márquez Arreaza, Dionisio. "La crisis del constitucionalismo
en las letras: de la crítica novelesca a la fundación literaria en Brasil y Venezuela". Literatura:
teoría, historia, crítica 17.1 (2015): 141-170.
Artículo de reflexión. Recibido: 30/04/14; aceptado: 24/07/14.
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Introducción
L
a representación de la vida cotidiana y del sistema de organización
social es una característica clave del realismo literario latinoameri-
cano del inicio del siglo XX. La construcción ficcional conduce a una
experimentación narrativa de los problemas del individuo en un entorno
dado —como en el naturalismo de Zola—, y la relación entre individuo y
entorno permite observar los problemas históricos, políticos y económicos
de una sociedad explícitamente latinoamericana.
La construcción literaria del fracaso de los personajes Policarpo Quaresma,
en Triste fim de Policarpo Quaresma (1915), del brasileño Lima Barreto, y
Gonzalo Ruiseñol, en En este país…! (1920), del venezolano Urbaneja Achelpohl,
representa artísticamente la tensión entre un discurso ideal liberal patriótico
y una práctica republicana excluyente. Pero, a través de esta tensión, estos
fracasos novelados también se presentan al lector de la época como una
crítica al proyecto de nación ideado después de la Independencia que, en la
época de publicación de las novelas, se aproximaba ya a su centenario tanto
en Venezuela como en Brasil. Política y literatura conforman la medida de
expresión, constatada por las historiografías literarias respectivas, en la pro-
ducción textual del neoclásico Andrés Bello y el romántico José de Alencar, los
más notorios representantes de la fundación literaria nacional de sus países.
Así, las novelas denuncian el proyecto de nación como algo incompleto.
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Policarpo se divide, una vez más, entre lucidez e ingenuidad y esta mezcla
fortalece aún más su idealismo. La decadencia productiva y la corrupción
jurídica limitan escandalosamente el potencial de la tierra nacional y
empobrecen seriamente la comunidad rural. Impresiona la claridad por
parte del personaje cuando formula el problema en términos políticos,
lo que paradójicamente acaba por concretar su posicionamiento en la
línea del gobierno-centralizador, que se basa, en un contexto republicano,
en experiencias de monarquías europeas. Impresiona, particularmente,
la comprensión radical del problema de la exclusión social y del trabajo
del campesino, conocedor principal de la realidad, sin idealismos, de la
producción agrícola en Brasil. El análisis de Policarpo lo sobrepasa a él
mismo cuando visualiza distintivamente la relación entre el gobierno y el
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la tierra venezolana por parte del grupo letrado, que se elaboraron desde el
momento de la independencia, hasta la publicación de esta.
Justo después de volver de los Estados Unidos, donde de graduó como
ingeniero agrónomo, Gonzalo predica en su vecindad rural, y practica en
su propiedad, con entusiasmo, los avances de la ciencia agronómica, en un
contexto marcado por la producción tradicional. El emprendimiento de
Gonzalo está caracterizado por la iniciativa y financiamiento individuales,
en consonancia con la ideología liberal del trabajo libre, valga la redundan-
cia, marcado por el régimen de propiedad privada y el trabajo asalariado.
Sin embargo, hay un plano colectivo en su discurso. En el capítulo IV, al
defenderse de los incrédulos de la ciencia agraria, dice:
[Q]uiero esparcir a los cuatro vientos, las cuatro ideas que adquirí, en provecho
de todos. Porque sueño transformar la riqueza de este valle bajo la mano de
todos los que saben de estas cosas nuevas. (Urbaneja 80)
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Abierta esa brecha a sus cavilaciones, [Gonzalo] se lanzaba por ella guiado
por el pesimismo. Se entregaba con sumo placer a analizar sus actos. De
aquel análisis torturador surgía su yo, como un convaleciente dando traspiés,
cayendo a cada paso, implorando el último golpe, como res que agoniza con
las entrañas afuera. Todo lo cual le producía infinito placer, porque a veces se
llega al máximum del goce estrujando los bordes de la herida. (Urbaneja 151)
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No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por
derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de
posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición
de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado.
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de los paulistas fue anulada por dos razones circunstanciales: por un lado,
por el decreto de la corte portuguesa que, de hecho, no tomaba en conside-
ración la opinión de los representantes brasileños; y, por otro, por la propia
opinión brasileña favorable a la Regencia de don Pedro I, que servía más
directamente a los intereses de sus representantes brasileños. La existencia
ya en 1821 de estos argumentos en una instancia política formal del gobierno
económicamente importante de São Paulo, evidencia influyentes corrientes
liberales, en competencia con los poderes conservadores, dentro del contexto
del debate sobre el futuro de la administración brasileña; debate marcado
por la retórica constitucional.
Pronunciado en agosto de 1822 por don Pedro I, meses después de la
proclama de su permanencia en el país, el manifiesto “A los pueblos de
Brasil”, redactado por el político carioca Joaquim Gonçalves Ledo, comparte
la reacción en contra del decreto, pero deja entrever una visión diferente
con respecto a la cuestión social. El discurso destaca la contradicción entre
el “bien común” del instrumento constitucional y el decreto que restringía
la actuación de los representantes brasileños. Leemos:
[…]
[V]eía con dolor la marcha desorientada y tiránica de los que tan falsa y
prematuramente habían tomado los nombres de padres de la patria, saltando
de representantes del pueblo de Portugal a soberanos de toda la vasta monarquía
portuguesa. Juzgué, entonces, indigno de mí y del gran Rey, de quien soy
hijo y delegado, despreciar los votos de súbditos tan fieles, que refrenando tal
vez deseos y propensiones republicanas, despreciaron ejemplos fascinantes de
algunos pueblos vecinos y depositaron en mí todas sus esperanzas; salvando de
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[…]
[…]
Al ser la voz declarante la del monarca, don Pedro I distingue con preci-
sión el congreso portugués de la monarquía portuguesa y del representante
brasileño. Pero, como monarca portugués, la voz también se diferencia
de ellos, los brasileños, y crea un vínculo positivo entre la familia real
portuguesa y la sociedad brasileña. Basándose en los mismos principios
de la revolución de la constituyente portuguesa sobre la conservación de
la legitimidad gobernativa de la monarquía, instala, meses después, la
constituyente brasileña, con la cual don Pedro I justifica la separación de
Portugal, o sea, de la corte, y no de la familia a la cual él mismo pertenece.
En la validación del régimen monárquico, se destaca la fidelidad brasileña
en un contexto regional de proyectos republicanos hispanoamericanos, se
dialoga así con el texto comentado de Bolívar y se revela la heterogeneidad
de las corrientes políticas en discusión.
La voz del texto, aunque sea la de un monarca portugués, tiene carácter
excolonial. No trata, en principio, del pasaje de la colonia a la independencia,
sino del peligro de perder la independencia administrativa obtenida como
producto de la residencia brasileña de la familia real portuguesa. Dicho eso,
el carácter excolonial de la independencia es aquí visto sobre todo como
político, pues la crítica a la sujeción o recolonización no pasa por la dimensión
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Conclusión
El fracaso de los personajes de las dos novelas aquí estudiadas representa
una crítica a las soluciones simbólicas de la literatura fundacional. También
es una crítica que deconstruye su retórica. La caída del ideal de las novelas
le reclama a las sociedades carioca y caraqueña, en obras publicadas casi
un centenario después de la independencia, la procrastinación de la eman-
cipación social, que viene acompañada del problema del latifundismo y la
herencia de la esclavitud. Todos estos problemas fueron heredados de la
colonia y no se resolvieron en los regímenes constitucionalistas sustentados
por la idea de libertad.
¿Cuál es el sentido de constatar en las dos novelas analizadas que los
personajes fracasados son estrategias narrativas que critican los elementos
de la naturaleza y el trabajo agrícola del discurso de nación independiente,
que fuera proyectado durante un siglo por la literatura de los neoclásicos
y románticos y que moldeó el imaginario colectivo en ese tiempo, para
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Obras citadas
Barreto, A. H. de Lima. Triste fim de Policarpo Quaresma. São Paulo: Abril
Cultural, 1984. Impreso.
Bello, Andrés. Obra literaria. Caracas: Ayacucho, 1979. Impreso.
Bosi, Alfredo. Dialética da colonização. São Paulo: Cia. das Letras, 1992. Impreso.
Cândido, Antônio. “Literatura e subdesenvolvimento”. A educação pela noite. São
Paulo: Ática, 1989. 140-161. Impreso.
Cardozo, Lubio. Prólogo. En este país…! De Luis Manuel Urbaneja Achelpohl.
Caracas: Monte Ávila, 1997. 7-33. Impreso.
Figueiredo, Carmen Lúcia Negreiros de. Trincheiras de sonho: ficção e cultura em
Lima Barreto. Rio de Janeiro: Tempo Brasileiro, 1998. Impreso.
Grases, Pedro. Prólogo. Obra literaria. De Andrés Bello. Caracas: Ayacucho,
1979, ix-xlvii. Impreso.
Romero, José Luis y Luis Alberto Romero, orgs. Pensamiento político de la
emancipación (1790-1825). Caracas: Ayacucho, 1977. Impreso.
Silveira, Éder. “Tupi or not tupi: nação e nacionalidade em José de Alencar e
Oswald de Andrade”. Tesis. Universidade Federal do Rio Grande do Sul –
UFRGS, 2007. Impreso.
Spivak, Gayatri. “Can the Subaltern Speak?”. The Post-Colonial Studies Reader.
Ed. Bill Ashcroft et al. Londres: Routledge, 1995. 24-28. Impreso.
Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel. En este país…! Caracas: Monte Ávila, 1997. Impreso.
Sobre el autor
Dionisio Márquez Arreaza es profesor asistente de Teoría Literaria y Literatura Com-
parada en el Departamento de Literatura de la Universidad de Los Andes (Mérida, Vene-
zuela). Es magíster en Español y Literatura Comparada, respectivamente, por Tulane
University y la Universidade Federal do Rio de Janeiro, en donde es actualmente docto-
rando. Entre sus artículos constan “Cinco telas y cuatro hilos: El minicuento cubano de los
90” (2003) y “Escritura, economía y sexualidad en Trilogía sucia de La Habana” (2008).
Sobre el artículo
Este trabajo es parte de un proyecto financiado e inscrito bajo el código H-1376-11-06-C
en el CDCHTA de la Universidad de Los Andes, Venezuela.
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doi: 10.15446/lthc.v17n1.48693
El presente artículo propone un estudio de las catálisis o detalles de la narración en la tetralogía narra-
tiva de Manuel Rojas, es decir, Hijo de ladrón (1951), Mejor que el vino (1958), Sombras contra el muro
(1964) y La oscura vida radiante (1971). El narrador rojiano se vale de los pormenores del relato para
desestabilizar las miradas deterministas que vinculan a su protagonista, Aniceto Hevia, con la crimina-
lidad. De este modo, las catálisis constituyen estrategias discursivas que permiten a la narrativa de Rojas
desembarazarse de la herencia positivista.
Palabras clave: Manuel Rojas; catálisis; detalles; descripciones; tetralogía narrativa;
determinismo.
Cómo citar este texto (MLA): Fuentes Retamal, Pablo. "La mancha indeleble de Aniceto Hevia:
determinismo y superación en la tetralogía narrativa de Manuel Rojas". Literatura: teoría,
historia, crítica 17.1 (2015): 171-206.
Artículo de reflexión. Recibido: 19/05/14; aceptado: 29/09/14.
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Dicen que todo está determinado y que no sucede nada que no obedezca a leyes
fijas, invariables, que provocan tales o cuales hechos […], pero es indudable que
hay un ancho margen para los acontecimientos imprevistos, una especie de puerta
de escape de lo determinado y de lo prescrito.
Manuel Rojas, Trampolín
L
a crítica literaria coincide al sostener que la narrativa de Manuel
Rojas marca un antes y un después en las letras nacionales chilenas. El
relato rojiano no solo pone en juicio la literatura de corte positivista,
sino que además diseña las estrategias narrativas para que los escritores de
su generación se desembaracen definitivamente del fardo criollista. En razón
de ello, José Promis afirma que “todo el programa escritural rojiano se ubica,
definitivamente, en la trinchera opuesta a la del naturalismo literario” (52).
Tal como ha señalado la crítica literaria, la ruptura propuesta por la
narrativa de Rojas se gesta en varios frentes. Para Cedomil Goic, nada
distingue más al narrador moderno y sus expectativas del futuro que la
obsesión del narrador rojiano por el presente inmediato y sus simultanei-
dades (152). Para Camilo Marks, el cambio narrativo que sugiere Rojas se
posibilita gracias a la creación de un estilo propio, original y personalísimo
en el que las acciones transcurren como una marea (131). Por su parte, Silvia
Donoso sostiene que las innovaciones de la prosa rojiana responden al modo
cinematográfico en que se proyecta el relato, tal como si se filmasen por una
cámara viva entre narrador y lector (720). No obstante las particularidades
de cada perspectiva crítica, estimamos que José Miguel Varas Morel acierta
al condensar tal diversidad de juicios:
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que así decía ser y llamarse, sino al sucio y excitado español Aniceto Hevia,
apodado El Gallego, famoso ladrón […]. El Gallego, sacando por entre los
barrotes sus dedos manchados de amarillo, le dijo, acariciándole las manos:
“No llores, Rosalía, esto no será largo, tráeme ropa y cigarrillos”. (384-385)
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El color blanco del delantal le confiere sentido a las palabras de Luz Aurora
Pimentel, en cuanto el adjetivo siempre cumple una función particularizante
al anunciar las partes y atributos que singularizan el objeto nombrado (37).
En este caso, la tonalidad de la prenda vestida por el carcelero explica por
qué el narrador rojiano escoge el blanco para certificar la pulcritud del
gendarme, en tanto que privilegia el negro para pintar los dedos de Aniceto,
y así acreditar su herencia criminal.
Una vez que las huellas dactilares de Aniceto han sido registradas se
procede a inspeccionar su cuerpo en búsqueda de marcas y cicatrices:
“¿Tiene alguna señal particular en el cuerpo? ¿En la cara? Una cicatriz en
la ceja derecha; un porrazo” (397).
Precisar huellas y marcas corporales es un viejo recurso punitivo, pues
las disciplinas procuran “apoderarse del cuerpo para grabar en él las marcas
del poder” (Foucault 47). La liturgia del suplicio procura trazar signos y
marcas indelebles sobre los cuerpos de los condenados, de manera que el
delincuente moderno, al modo del condenado del siglo XVIII, debe llevar
inscritas sobre el cuerpo marcas y señales de sufrimiento (39).
Para cuando Aniceto es puesto en libertad su apariencia ha cambiado por
completo. Atrás queda el niño de doce años que pretendía mantener cierta
limpieza, para dar lugar a un hombre que ha peregrinado de la pulcritud al
desaseo:
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1 Las manifestaciones relatadas en Hijo de ladrón se condicen con los sucesos ocurridos
durante La huelga de los tranvías. Aquella irrupción popular ocurrió en Santiago a
fines del mes de abril en 1888. Se exigía a la Empresa del Ferrocarril Urbano cumplir
con la construcción de líneas férreas y, además, reducir a dos centavos y medio el valor
del boleto (véase Grez Toso).
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El operador tonal “rojo obscuro” que decora el escritorio del juez parece
tener similitud con el púrpura. De ser correcta está asociación cromática, este
matiz, que va entre el rojo y el azul, desde la antigüedad ha sido símbolo de
autoridad y dominio. Por esta razón, en el Imperio mesopotámico el púrpura
estaba reservado exclusivamente para la gente rica y refinada, y por ello los
reyes asirios “citan en sus anales la exigencia de este producto entre los más
estimados tributos, al lado del oro, la plata y el estaño” (Fernández Uriel 32-33).
La escena descrita se completa con las características corporalidades del
juez y los funcionarios que lo secundan. Cumpliendo con la nomenclatura
léxico-semántica propuesta por el pantónimo, el narrador rojiano asocia
la limpieza con los representantes de la ley, en tanto que la enfermedad y la
tos son vinculadas con los detenidos:
El juez llegó por fin: un señor de edad mediana, muy limpio, delgado, un
poco calvo y cargado de espaldas, que nos miró de reojo en tanto abrían la
puerta; éramos su primer trabajo del día. Nos removimos en los asientos,
suspiramos, tosimos, y los gendarmes se pusieron de pie. Tras el juez entraron
tres o cuatro personas, empleados, seguramente, limpios. (503)
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Era un hombre más bien gordo, de regular estatura y moreno […]. Sus manos
morenas y gordas no parecían manos de obrero. Su delito era amoroso:
había violado a una chica […], de dieciséis años y en su propia casa. —Lo
malo es que soy casado— dijo, mirándome con sus ojos obscuros […]. (518)
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Los muchachos que estaban cerca de la reja avanzaron de frente y los que
se habían corrido hacia la derecha y hacia la izquierda se aproximaron a
la orilla de la tarima: el lazo se cerraba. De pronto el individuo fue echado
violentamente hacia atrás y lanzó una especie de gruñido animal, al tiempo
que levantaba las piernas y pataleaba con angustia, ahogándose. Ocho
o diez muchachos se le echaron encima, lo inmovilizaron un segundo y
después de este segundo se vio que el hombre era levantado y giraba en el
aire, como un muñeco […]. Cayó al suelo como un saco, perdida toda su
preciosa compostura, despeinado, sin sombrero, el chaleco abierto, jadeante
y mareado… (513)
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Debía uno lavarse en una llave que dejaba escapar durante el día y la
noche un delgado y fuerte chorro.
[…]
Desde muy temprano había oído cómo la gente se lavaba allí, gargarizando,
sonándose con violencia y sin más ayuda que la natural, tosiendo, escupiendo,
lanzando exclamaciones y profiriendo blasfemias cada vez que el jabón, que
no había dónde dejar, caía sobre los fideos, los pelos y los hollejos. (568)
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El escritor José Santos González Vera, quien por más de seis décadas
entabló una cercana amistad con Manuel Rojas,6 también se refirió a las
carencias higiénicas en las habitaciones populares. En El conventillo (1918)
se describe la suciedad de estos inmuebles, destacando manchas, suciedad
y hacinamiento:
187
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
asciende el humo, las manchas de hollín que por sobre los tejados forman
una vaga nube gris. (González Vera 21)
188
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 171-206
[…] mientras Cristián, con aguja e hilo en una mano y su camisa en la otra,
intentaba remendarla a la luz de un cabo de vela, y El Filósofo, sentado
junto a él, leía un trozo de diario viejo […], yo [Aniceto] con la cabeza
afirmada en una mano procuraba adivinar lo que se decía en las páginas
de una revista. (566)
Mi amigo dejó a un lado el trozo de diario y salió hacia el patio. Creí que
Cristián lo acompañaría, pero Cristián no hizo movimiento alguno; todo su
interés estaba concentrado en los restos de su camisa; siguió cosiendo. (567)
189
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
Al igual que Cristián, Aniceto también hace lo propio para romper con
las miradas deterministas que lo vinculan con la criminalidad. Para ello, el
protagonista de la tetralogía rojiana no solo evidencia afinidad con el trabajo,
sino que además muestra predilección por la pulcritud y las tonalidades
afines a la limpieza:
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 171-206
Los dos compañeros estaban acostados con una misma dama. Parecía un
poco ebria y tan pronto reía como discutía con alguno de los hombres […].
Los compañeros estaban también un poco borrachos […]. Él [Aniceto] se
levantó muy temprano. Se mojó la cara y se fue. (638)
—[…] el Chambeco […] se trasladó a la cama del italiano, llevando a la
negrita, por supuesto, apenas el camarada abandonó el cuarto—, Aniceto,
procurando no mirar hacia la cama, se levantó, se vistió y se fue, luego de
refrescar su cara con una manotada de agua. (639)
191
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
[…]
[…]
Aniceto no simpatiza con prostitutas, ya que todos los lunes observa cómo
las mujeres desfilan rumbo al hospital para hacerse examinar y prevenir
posibles enfermedades:
192
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 171-206
—¿Gelinita?
[…]
[…]
193
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
Aniceto, tal vez alertado por los atributos “sucio y arrugado”, se niega
a participar en la colocación de bombas. Aquella es una buena elección,
pues de acuerdo al pantónimo propuesto por el relato aquellos indicios solo
pueden vincularse al delito y la criminalidad.
La amistad de Voltaire trae consecuencias para Aniceto. Tras la detonación
de bombas se ordena a la policía investigar y apresar a los responsables.
Por consiguiente, todo militante anarquista se vuelve sospechoso. Aquella
presunción hará que Aniceto abandone rápidamente la peluquería del
compañero Teodoro. En tanto, la policía se dispone a allanar el local en
búsqueda de huellas e indicios que conduzcan hasta los responsables de
las detonaciones:
[…]
La mano estirada del agente y el anillo azul oscuro que decora su dedo
índice no son detalles irrelevantes, sino que, por el contrario, como ya hemos
dicho, aquellas catálisis están repletas de significación y sentido.
El dedo índice constituye el indicador por excelencia. Por ello, se le
llama dedo ordenante, pues cuando señala lleva inscrito un mandato. Aquel
mando que le confiere la ley es el que pretende evidenciar el funcionario
policial. El operador tonal azul oscuro que decora el anillo del guardián es
un pormenor que adquiere significación al entender la labor policial como
una extensión de los intereses del ministro y la clase gobernante.
Una vez allanada la peluquería, Aniceto se escabulle de la mirada
policial. Es interesante precisar que, en su intento de fuga, el protagonista
emprende rumbo a la derecha, tal como si quisiese renegar con sus pasos
194
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 171-206
[…]
[…]
Tal vez esta práctica punitiva permita a la policía ir más aprisa tras los
pasos de quienes, en palabras de Homi K. Bhabha, ejercen su derecho a
“significar desde la periferia del poder” (19).
Aunque esta detención implica un repliegue en las aspiraciones de Aniceto,
hallamos diferencias considerables entre esta detención y las anteriores. En
195
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
Es soltero y con toda seguridad un asceta sexual y moral: nunca anda con
mujeres y siempre se conduce de modo muy correcto con las compañeritas,
lo que las contraría, pues quisieran que no lo fuese tanto: es un gran partido,
con su empleo, su conducta sobria, su limpieza, su suave tacto. Algunas
veces, cuando sale de la tienda con su escala, una escala que se parece un
poco a él, limpia, brillante, engrasadita, una escala de tijera, su aspecto, su
overol, su peinado, su mirada, sus zapatos, todo es tan limpio, tan correcto,
tan planchado, que llama la atención. (717)
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 171-206
tener muchas cosas, solo ropa limpia, comida, un carruaje que pintar y una
mujer, pero quiere, sí, que el hombre, sobre todo el hombre proletario, salga
de su condición” (612).
En Mejor que el vino, Aniceto presenta una afición aún mayor por la
limpieza. En esta ocasión tal predisposición se traslada hasta al ámbito
amoroso. Para entonces, el protagonista ha entrado en la adultez, y con ello
surgen nuevas preocupaciones: “luchar por una mujer, vivir la experiencia
amorosa” (774).
La búsqueda de lo femenino conduce a Aniceto a algunos prostíbulos.
En estos lupanares sus necesidades amorosas no son satisfechas pues, al
abandonar tales espacios, el protagonista se siente sucio, “como si hubiese
ensuciado a alguien y ambos tuvieran que lavarse para desprenderse de la
mugre que se habían obsequiado por un módica suma de dinero” (767).
En parte, los responsables de la escasa higiene prostibularia son los
propios clientes, pues muchos de los que visitan estos lugares son sujetos
afines a la criminalidad. Por lo tanto, arrastran consigo la suciedad inherente
a sus oficios:
Los lupanares que Aniceto había frecuentado […] eran sitios donde van a
buscar esparcimiento sexual o diversión los rateros, los policías de franco,
los barrenderos o basureros municipales, los trabajadores de los mataderos,
gente que no se fija ni poco ni mucho en la higiene propia ni en la ajena y
que son recibidos por mujeres que tampoco han sido alumnas de la Escuela
de Salubridad. (769)
197
Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
¿Nunca has tenido sarna? ¡Qué lástima! Si eres patriota deberías tenerla
alguna vez; es una enfermedad nacional. Todo el mundo, por lo demás,
debería tenerla, aunque solo fuera una vez, y en especial los gobernantes. Así
sabrían lo que es bueno; hablarían menos de la patria y de su destino glorioso
y se preocuparían más de ayudar al pueblo a librarse de la mugre. (769)
La limpieza está a la orden del día. Es el alma del reglamento. Algunas dis-
posiciones severas contra los escandalosos, los borrachos, los desórdenes de
toda índole. […] Se otorgan primas al orden y limpieza de los alojamientos,
a la buena conducta, a los rasgos de abnegación. (Foucault 305)
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Hasta ese momento aquel lugar le parecía algo así como un basural humano
para restos y desechos que nadie quiere, ni las familias, residuos de personas,
de personalidades, peor que en una cárcel o presidio, donde también hay
restos, residuos, desechos, con la diferencia de que en el presidio o en la
cárcel esos residuos y desechos conservan su unidad. (172)
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Poco a poco fue retrayéndose y, con gran extrañeza de todos sus compinches,
se enamoró […] y acusaba un franco cambio en su vida. Se casó. Y al día
siguiente de su boda, que fue celebrada casi en silencio, se levantó temprano,
barrió su tallercito, arregló sus útiles de trabajo, se puso un delantal limpio, se
sentó en el pisito delante de su banca […] y la casa y la calle en que vivía se
llenaron de martillazos claros, alegres, rítmicos, que indicaban una voluntad
y una decisión… Don Leiva trabajaba. (234)
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A modo de conclusión
Se han señalado las pretensiones del narrador de Rojas por terminar
con los privilegios concedidos por la narrativa decimonónica a la hipótesis
tainiana del determinismo del medio sobre el comportamiento humano. Para
concluir con el legado positivista, el narrador rojiano se vale de las catálisis
de la narración pues, a fin de cuentas, son los pormenores del relato los que
ponen en entredicho los postulados que argumentan en favor de la raza, el
medio y las circunstancias históricas.
La primera detención de Aniceto ocurre a propósito de los delitos
de su padre. Aunque el personaje es un niño de tan solo doce años, se lo
encarcela para registrar sus huellas dactilares. En este proceso punitivo, la
policía mancha los dedos de Aniceto con tinta negra. A partir de entonces,
aquella tacha dactilar constituye una señal incriminatoria que el personaje
procurará blanquear durante toda la vida.
Para conseguir exorcizar a su protagonista, el narrador rojiano se vale
de tres recursos: limpieza, trabajo y acracia.
La limpieza es fundamental en la redención de Aniceto pues, tras ver sus
dedos manchados de negro, el personaje proyecta cada una de sus acciones
en beneficio del blanqueamiento de su cuerpo, ropas y conducta. En cuanto
a su cuerpo, Aniceto se esmera por mantener un adecuado aseo, aunque
las condiciones higiénicas en los conventillos y habitaciones populares no
son las óptimas.
Al transcurrir las acciones narrativas, vemos que Aniceto privilegia
prendas y vestidos cuyas tonalidades muestren afinidad con la limpieza. Esta
predilección se extiende en Mejor que el vino a las prendas del dormitorio,
específicamente a las sabanas que el protagonista comparte con su mujer.
Es interesante destacar que, en La oscura vida radiante, Aniceto, en tanto
desarrolla labores de aseo en el sector penitenciario del psiquiátrico, viste un
delantal blanco. Este recurso permite distinguir a quien ansía romper con las
miradas deterministas, respecto de aquellos personajes que efectivamente han
trasgredido la ley. Este procedimiento ya fue empleado con anterioridad en
Hijo de ladrón por aquel policía que registró las impresiones dactilográficas
de Aniceto, de manera que el protagonista adopta esta estrategia del poder
para hacer valer sus pretensiones de redención.
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Fuentes, Pablo · La mancha indeleble de Aniceto Hevia...
Obras citadas
Bakunin, Mijaíl. Dios y el Estado. Madrid: El Viejo Topo, 2008. Impreso.
Barthes, Roland. “El efecto de realidad”. El susurro del lenguaje. Más allá de la
palabra y la escritura. Madrid: Paidós, 1987. 179-187. Impreso.
Bhabha, Homi K. El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial, 1994. Impreso.
Clark, Julianne. Y nunca te he de olvidar… memorias de mi vida junto a Manuel
Rojas. Santiago: Catalonia, 2007. Impreso.
Cortés, Darío. La narrativa anarquista de Manuel Rojas. Madrid: Pliegos, 1986.
Impreso.
Donoso, Silvia. “El modo cinematográfico en Hijo de ladrón”. Comunicación 10.1
(2012): 720-734. Impreso.
Droguett, Carlos. Eloy. Santiago: Tajamar, 2008. Impreso.
Fernández Uriel, Pilar. Púrpura. Del mercado al poder. Madrid: UNED, 2010.
Impreso.
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Sobre el autor
Pablo Fuentes Retamal es profesor de Castellano de la Universidad de Santiago de Chile.
Es Licenciado en Educación y Magister en Literatura Latinoamericana y Chilena de esta
misma casa de estudios. Actualmente es candidato a Doctor en Literatura Latinoamericana
de la Universidad de Concepción. Sus investigaciones se vinculan a las literaturas y culturas
populares, especialmente con la narrativa de Manuel Rojas, en su vertiente ácrata. También
ha estudiado el componente libertario en la narrativa de González Vera y la dramaturgia
de Víctor Domingo Silva. En esta misma revista ha publicado el artículo “Sombras contra
el muro de Manuel Rojas: tras la preservación y vindicación del acervo cultural ácrata de
comienzos del siglo XX”, en el volumen 14, número 2.
Sobre el artículo
Este artículo es parte de la tesis doctoral “Detalles que parecen no tener importancia:
un análisis del pormenor en la tetralogía narrativa de Manuel Rojas”. Forma parte de las
actividades de investigación del proyecto Fondecyt Regular N.° 1121091 “De la ‘catálisis’
a la resistencia: una anatomía del detalle disciplinario en la narrativa latinoamericana de
los siglos XIX y XX”.
206
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48694
Krzysztof Kulawik
Central Michigan University, Estados Unidos
[email protected]
Una relectura de la novela Cobra de Severo Sarduy muestra fenómenos posmodernos que aplican a
la literatura latinoamericana actual. La combinación de motivos de ambigüedad sexual (travestismo,
androginia) con experimentación y exuberancia presenta una novela neobarroca. El desplazamiento
de referentes estables de sexo, nación y cultura en los personajes y espacios narrativos problematiza
el sentido unívoco de la identidad. Incorporando el travestismo, la narrativa neobarroca de Sarduy
deconstruye las categorías fijas de la identidad (sexo, nación, Latinoamérica, Occidente y Oriente). Al
habitar un espacio imaginario fluido, transexual y transcultural, los sujetos ambisexuales transgreden el
patrón heterosexual americano y atenúan las distinciones entre la masculinidad y la feminidad, como
entre lo occidental y lo oriental. En el contexto de los estudios culturales, este análisis posibilita formu-
lar una teoría de identidad transitiva, basada en la movilidad de referentes. También es posible aplicarlo
al examen de la narrativa de otros autores hispanoamericanos recientes.
Palabras clave: travestismo; identidad; espacios transculturales; neobarroco; posmodernidad.
Cómo citar este texto (MLA): Kulawik, Krzysztof. "Las múltiples faces del travesti: la disper-
sión del sujeto en los espacios transculturales de la narrativa neobarroca de Severo Sarduy".
Literatura: teoría, historia, crítica 17.1 (2015): 207-244.
Artículo de reflexión. Recibido: 05/10/14; aceptado: 26/11/14.
The Multiple Facets of the Transvestite: The Dispersion of the Subject in the
Transcultural Spaces of Severo Sarduy's Neo-Baroque Narrative
A re-reading of Severo Sarduy's novel Cobra reveals postmodern phenomena that apply to current Latin
American literature. The novel's Neo-Baroque nature is expressed in the combination of motifs of se-
xual ambiguity (transvestism, androgyny) with experimentation and exuberance. The displacement of
stable referents of sex, nation, and culture in the characters and narrative spaces questions the univocal
sense of identity. By incorporating transvestism, Sarduy's neo-Baroque novel deconstructs the fixed
categories of identity (sex, nation, Latin America, West, and East). The ambisexual subjects inhabit a
fluid, transsexual, and transcultural imaginary space, thus transgressing the American heterosexual
model and attenuating the distinctions between both masculinity and femininity and the Western and
the Oriental. In the context of cultural studies, this analysis makes it possible to formulate a theory of
transitive identity based on the mobility of referents, which can be applied to the analysis of other recent
Spanish American authors.
Keywords: transvestism; identity; transcultural spaces; Neo-Baroque; postmodernity.
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L
a producción literaria del cubano Severo Sarduy (1937-1993)
incluye las novelas De donde son los cantantes, Cobra y Colibrí, cuyos
protagonistas son travestis que se desplazan entre múltiples espacios
geográficos y culturales. Uno de los motivos recurrentes en estas obras es la
transgresión sexual, ejemplificada por sujetos —los personajes, narradores y
autores implícitos de las novelas— con rasgos inestables y ambiguos respecto
a su identidad sexual. En un juego de identidades múltiples y cambiantes,
aparecen travestis, homosexuales, bisexuales, transexuales y andróginos, en
quienes confluyen y se confunden los rasgos masculinos con los femeninos.
Esta presencia lábil de los sujetos narrativos coincide con un alto grado de
experimentación narrativa y elaboración lingüística, que indica el uso de
lo que la crítica literaria latinoamericana ha llamado el estilo neobarroco
(véanse Arriarán; Chiampi; Parkinson Zamora; Parkinson Zamora y Kaup).
Como portador de tendencias descentralizadoras, paródicas y transculturales,
este estilo, tan particular en la literatura latinoamericana, se alinea con el
macroconcepto conocido como la posmodernidad.
Aunque ya fueron estudiadas desde diferentes perspectivas en las
últimas décadas, las novelas de Sarduy merecen una relectura a partir de
un ángulo de análisis discursivo y crítico-cultural, porque ejemplifican
precisamente un cruce epistémico de conceptos filosóficos, estéticos y
culturales. La identidad sexual se desestabiliza en ellas mediante formas
de representación neobarrocas, a su vez consideradas posmodernas, en
un contexto cultural que transgrede lo latinoamericano y occidental en su
impulso transculturador. Por esta razón, se justifica regresar a la narrativa
de Sarduy. Su opulencia lingüística y afán experimental (rasgos barrocos),
además de su abundancia de referentes móviles que se deslizan entre el
Occidente y el Oriente, le proporcionan al crítico de hoy una plataforma
única para reexaminar los conceptos de la identidad, la sexualidad y la
pertenencia cultural. Estos constituyen temas que se han estado examinando
con interés particular en los estudios culturales actuales. Las novelas de
Sarduy presentan un punto de partida y un material primoroso para elaborar
una teoría cultural de movilidad (o de identidades móviles), basada en la
creación literaria latinoamericana reciente, sea esta llamada posmoderna,
novísima o del Posboom. Al mismo tiempo, dirigen la atención del crítico
hacia la producción de una pléyade de escritores, en parte contemporáneos
al narrador cubano pero algunos más jóvenes o posteriores a él, quienes con
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2 Son abundantes los estudios que encaran el tema del barroco y sus rasgos, como por
ejemplo el artificio y la exuberancia. Todos coinciden en señalar que el Barroco (como
estilo histórico del siglo XVII) se caracteriza por la extravagancia formal, por un lado, y
por la ingeniosidad conceptual, por el otro. También, prácticamente todos los críticos
resaltan la tendencia unificadora, totalizadora y, al mismo tiempo, paradójica de la
combinación ecléctica de elementos heterogéneos y contradictorios en el espacio único
de las obras barrocas y, en su versión más reciente, las neobarrocas. Cabe destacar aquí
los estudios críticos, clásicos ya, de Heinrich Wölfflin, Eugenio d’Ors y René Wellek en
el contexto europeo, así como de los de José Lezama Lima, Pedro Henríquez Ureña,
Alejo Carpentier y Severo Sarduy en el contexto hispanoamericano, pero también
algunos más recientes, que incluyen el tema del neobarroco en Latinoamérica, como
los de Irlemar Chiampi, Lois Parkinson Zamora y Monika Kaup, Samuel Arriarán,
Gonzalo Celorio, Bolívar Echeverría, así como los de Nicholas Spadaccini y Luis
Martín-Estudillo. Las referencias bibliográficas de sus obras se encuentran en la lista
de obras consultadas al final.
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Análisis
La conformación problemática del sujeto en la novela Cobra, un sujeto
materializado a través de los personajes mudables y las voces narrativas
variables, apunta hacia el concepto de la identidad transcultural. Proponemos
entender el sujeto como la agencia psicosomática cambiable y, a la vez,
discursiva —la voz atribuible a esta agencia o presencia— por medio de
la cual se erige y se inscribe la identidad como un haz de determinantes
culturales que “sujetan” y conforman su funcionamiento discursivo y la
concepción de sí mismo/a, expresada por una voz. Es útil mencionar aquí
el concepto de “diferendo”, desarrollado por Jean-François Lyotard en su
teoría de la comunicación en el contexto posmoderno: el sujeto hablante
(la voz) produce un enunciado a base de una serie de “juegos de lenguaje”
(La condición 27-28) que expresan su identidad; esta expresión consiste
en una serie de (auto)declaraciones derivadas de percepciones que no
siempre están en consenso, sino que, a modo complementario —polifónico
y dialógico—, se conjugan en “diferendos”, es decir, (auto)percepciones de
“uno” en constante diálogo e intercambio con “otro” (Garavito 4).3 El sujeto
se entiende como una instancia no solo “sujetadora” de ciertos valores (o
declaraciones), sino también “sujetada” por la multiplicidad de poderes
socioculturales y políticos que determinan (declaran) su comportamiento.
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6 Justo después, aparece un fragmento que, de una manera ejemplar, ilustra lo que
el mismo Sarduy llamó “el artificio barroco llevado al extremo de su exuberancia”
(“El barroco” 182), cuando, en un impulso desmedido por simular las apariencias (e
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Kulawik, Krzysztof · Las múltiples faces del travesti...
identidades) de las dos travestis durante su búsqueda del Dr. Ktazob, el narrador deshace
el sentido lineal de la acción y, en la descripción, confunde a los personajes el uno con
el otro y con los objetos-atributos que describen a cada uno de ellos. En un contexto
oriental (magrebí, luego tibetano), aparecen arbitrariamente referencias al contexto
americano (indígena, precolombino y colonial), y al barroco (hasta al gótico) europeo
y novomundista. Leemos: “Franqueados los sargazos, llegaban por entonces al convento
serrano, desde los lejanos islarios, a deprender a fablar, recibir el bautizo y morir de
frío, indios mansos, desnudos y pintados, orondos con sus cascabeles y cuentecillas
de vidrio; traían los suavemente risueños papagayos convertidos que recitaban una
salve, árboles y frutas de muy maravilloso sabor, avecillas de ojos de cristal rojo, yerbas
aromáticas y, cómo no, entre tanto presente pinturero, de arenas doradas las pepitas
gordas que la fe churrigueresca, cornucopia de emblemas florales, convertiría en nudos
y flechas, orlas y volutas, lámparas mudéjares que oscilan, capiteles de frutas sefardíes,
retablos virreinales y espesas coronas góticas suspendidas sobre remolinantes angelotes
tridentinos” (Sarduy, Cobra 86).
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Está maquillada con violencia, la boca de ramajes pintada. Las órbitas son
negras y plateadas de alúmina, estrechas entre las cejas y luego prolongadas
por otras volutas, pintura y metal pulverizados […] del borde de los párpados
penden no cejas sino franjas de ínfimas piedras preciosas. Desde los pies hasta
el cuello es mujer; arriba su cuerpo se transforma en una especie de animal
heráldico de hocico barroco. Detrás, la curva del tabique multiplica sus follajes
de cerámica, repetición de crisantemos pálidos. (126; énfasis en el original)
—Para que veas que yo no soy yo, que el cuerpo no es de uno, que las cosas
que nos componen y las fuerzas que las unen son pasajeras— y se corta con
un vidrio la palma de la mano, que luego se frota contra la cara; chupa su
sangre (riéndose). (141)
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Kulawik, Krzysztof · Las múltiples faces del travesti...
Eras blanco.
Tenías las piernas macizas, los muslos excelentes, que parecían
trompas de elefantes; iguales y carnosas las rodillas.
Reunías todos los indicios:
tus cejas, espesas, se juntaban, y entre ellas,
sajado, un círculo… Tenías el cuello marcado por tres pliegues,
como un caracol:
Cuando te vi supe que eras un dios. (171-172)
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Yo con pelo de mujer, tú, adelante, doblada, las palmas de la mano contra el
suelo. Mis dedos marcan depresiones en tu talle, donde se anudan hileras de
perlas, ceñidos las nalgas y los senos. …La cabeza contra el suelo, los pies
hacia arriba, el sexo erecto, cada uno de mis brazos entre las piernas de una
mujer desnuda: las penetran mis dedos anillados. (246)
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En el aire estancado del túnel entra, lento, el metro. Aceitado giro de ruedas;
esplenden los engranajes, imbricadas, las bielas. Orlas vegetales, los coches
pasan en silencio, sin ángulos, los bordes como lianas. Las bocinas alinean
aristas de aluminio. […] Cobra aparece al fondo del coche, de pie contra la
pared de lata, pájaro clavado contra un espejo. (125-26)
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[Es] una suerte de acción que va más allá de las oposiciones binarias del
género masculino y femenino. Produce una lucha erótica para crear nuevas
categorías nacidas encima de los escombros de las antiguas, de encontrar
un modo nuevo de crear un cuerpo dentro del campo cultural. (“Severo
Sarduy” 1614)
9 Nos referimos aquí a las ideas del “nomadismo” y del “desplazamiento” que participan
en la formación dinámica de la identidad, comparada esta al movimiento de una
caravana y de los camellos (Deleuze y Parnet 34-42).
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El sujeto des-sujetado
En la novela Cobra se desterritorializa el sujeto ambiguo y transitivo que
intenta liberarse (literal y figurativamente), ya no como un ser coherente
e identificable, de los límites discursivos, culturalmente preconcebidos y
“sujetantes”. Las formas narrativas polifónicas y la experimentación sintáctica
y léxica reflejan esta liberación del sujeto en la dimensión formal. Al des-
sujetar, la representación lingüística des-subjetiva a los sujetos textuales (y
sexuales). La de Sarduy, en este caso, ya no es una escritura del “yo”, sino de la
aniquilación y dispersión del “yo”, una escritura de la palabra-como-máscara,
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una simulación del vacío que existe detrás del (pro)nombre (la instancia
discursiva simbólica); representa una escritura de desplazamiento conceptual
y espacial en la página, de ilusión y engaño del sentido. La palabra-como-
máscara no funciona sino por y para sí misma, como una forma, una
pantalla que esconde el vacío detrás. Sarduy lo explica en su ensayo sobre el
barroco: “Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de un deseo que
no puede alcanzar a su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado
más que una pantalla que esconde la carencia” (“El barroco” 183). El “yo”
no es más que un signo convencional, un sujeto gramatical o narrativo, una
representación lingüística y literaria, y por ende artística, una máscara de sí
mismo para sí mismo. Es interesante considerar que la palabra “persona”, que
aquí podríamos relacionar con “sujeto”, en latín originalmente significaba
“máscara”.10 Más que personajes o funciones discursivas cerradas y cohe-
rentes, en la novela Cobra aparecen “sujetos” nodulares y fragmentados: las
muñecas enmascaradas. Esta nulidad, que caracteriza al sujeto disperso en
las novelas de Sarduy, también particulariza su empleo de la lengua: implica
una sobreabundancia que llega al exceso del vaciamiento y agotamiento,
tanto filosófico (posmoderno) como comunicativo. Este aspecto de la obra
sarduyana fue bien apercibido por Biagio D’Angelo:
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del conocimiento, una ‘parodia en blanco’, como sugeriría Jameson. Es un signo que
es nada más que simulación” [traducción propia].
12 “Tratar la emergencia de una identidad nueva como un evento discursivo no implica
introducir una nueva forma nueva de determinismo lingüístico […]. Ser sujeto significa
ser ‘sujetado’ a condiciones determinadas de existencia, condiciones de creación de
agentes y condiciones de ejercerlos. […] Los sujetos se constituyen discursivamente,
la experiencia es un evento lingüístico, pero tampoco está limitada a un orden fijo de
sentido” [traducción propia].
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13 Alfonso Reyes incluye un excelente corolario de los términos que definen el barroco
literario español: el “conceptismo” y el “cultismo” (conocido más como “culteranismo”)
en “Savoring Góngora”, parte de su ensayo Cuestiones gongorinas, incluido en Baroque
New Worlds, de Lois Parkinson Zamora (170-171).
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Sobre el autor
Krzysztof Kulawik es, desde el 2001, profesor titular de las lenguas española y portu-
guesa, de Literatura Hispanoamericana y de Estudios Culturales Latinoamericanos en la
Universidad de Central Michigan, en Mount Pleasant, Estados Unidos. Recibió su primer
título de magister en filología hispánica y estudios ibéricos en la Universidad Jagiellonski,
en Cracovia, Polonia, luego completó una maestría en literatura hispanoamericana en
el Instituto Caro y Cuervo, en Bogotá, Colombia. Terminó su doctorado en Español y
Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Florida. Sus áreas de interés son la
narrativa latinoamericana contemporánea en la vena del neobarroco y de la neovanguardia,
los estudios de género, particularmente las sexualidades transgresivas como la androginia
y el travestismo, y las teorías de la subjetividad e identidad. En 2009, publicó un libro
relacionado con esta temática, titulado Travestismo lingüístico: el enmascaramiento de la
identidad sexual en la narrativa latinoamericana neobarroca, con Iberoamericana-Vervuert.
También ha publicado numerosos artículos sobre el tema del neobarroco latinoamericano
y, ocasionalmente, sus conexiones con la narrativa vanguardista en Polonia, que aparecie-
ron en revistas especializadas de Estados Unidos, Colombia, Chile, México, Alemania y
Francia. Ha indagado los temas del neobarroco, la posmodernidad, la deconstrucción de
la identidad y de las sexualidades estables mediante análisis textuales de la obra de autores
como Severo Sarduy, Diamela Eltit, Pedro Lemebel, Eugenia Prado y Cristina Peri Rossi.
244
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48695
Este artículo trata sobre la literatura policial argentina de la década de los setenta. Se centra específica-
mente en el estudio de las particularidades narrativas y el análisis del género policial en la novela Triste,
solitario y final, de Osvaldo Soriano. El artículo trabaja la novela de Soriano desde la problemática de la
apropiación y reescritura de las fórmulas y convenciones del hard-boiled y estudia la forma como en esta
obra el género policial se convierte en un escenario de ficción, teatralidad y autorreferencialidad literaria.
Palabras clave: Osvaldo Soriano; novela policial; literatura popular; cultura de masas; hard-
boiled; hiperficción.
Cómo citar este texto (MLA): Bastidas Zambrano, Carlos. "Género policial, ilusión cómica y
teatralidad narrativa en Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano". Literatura: teoría, historia,
crítica 17.1 (2015): 245-262.
Artículo de reflexión. Recibido: 20/05/12; aceptado: 15/09/14.
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E
n términos generales, existen tres particularidades estético-
literarias que definen la novela policial argentina de los años setenta:
la apropiación de las formas del hard-boiled, el uso de la cultura de
masas y la parodia del género. La recepción de las formas de la novela dura
norteamericana en los años sesenta y setenta significó un giró en la tradición
y evolución del relato policial argentino y latinoamericano.1 Aquí se evidencia
la transformación de las lógicas estructurales y narrativas que identificaban
al género. Así, la novela negra ya no gira exclusivamente alrededor de la
presentación de los indicios que llevan a la resolución del crimen, los autores
no buscan la construcción de una trama de orden “geométrico”, sino que la
atmósfera, el desarrollo de los personajes y la representación de la sociedad
como una entidad problemática, violenta y en conflicto, se instauran como
la temática y el trasfondo de la narración detectivesca.2 A esto habría que
sumar el cambio de las expectativas de los lectores del género y de la industria
editorial de la época.3
Al respecto, los estudios críticos sobre la novela negra latinoamericana
coinciden en afirmar que este giro en los referentes literarios implicó, a su
vez, un giro ideológico y político del género policial.4 Sin embargo, y para el
caso específico de la literatura de los setenta, si bien es cierto que la novela
dura está asociada con la politización del género policial latinoamericano,
esta politización se da de forma explícita en los escritores argentinos de las
décadas de los ochenta y noventa, o, más precisamente, de la posdictadura.5
No quiere negarse con esto el valor histórico y crítico de literatura policial
de la época (véanse, por ejemplo, Los asesinos las prefieren rubias, de Juan
Carlos Martini, o Los tigres de la memoria, de Juan Carlos Martelli), sino
más bien enfatizar en el hecho de que la apropiación del hard-boiled, en
mayor medida, operó dentro de una generación de escritores y escrituras en
que la idea de representación no sugiere la configuración de una literatura
directamente comprometida ni mucho menos realista. Incluso, si se analizan
1 Para un análisis de los procesos, etapas y evoluciones del relato policial argentino, véase
Lafforgue y Rivera.
2 Para un análisis del relato policial de enigma y el hard-boiled, véase Piglia.
3 Véase, por ejemplo, a finales de los sesenta, el caso de Serie Negra, colección dirigida
por Ricardo Piglia.
4 A propósito de la politización del género policial en América Latina y la novela negra,
véanse Martín Escribá y Sánchez Zapatero y Fraser, entre otros estudios.
5 Acerca de la literatura policial argentina de la posdictadura, nos remitimos a Gail
González.
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caso, más que parodia —en su sentido clásico—, valdría mejor referirse a
un tipo de parodia contemporánea asociada al pastiche (Amar Sánchez): los
autores policiales de los setenta, más que distanciarse del objeto evocado,
de elevar a lo literario el lenguaje de la cultura de masas, lo que hacen es
asumir sus formas, entender al género y sus prototipos culturales como un
modo de expresión literaria y de experimentación.
Así, en la novela de Osvaldo Soriano (1943-1997) Triste, solitario y final
(1973), lo policial es más una impronta, una apropiación deliberada y paródica
de íconos del hard-boiled y el cine estadounidense, que una escritura que
pueda catalogarse como afiliada propiamente al género. Así, y aunque existe
toda una parafernalia de figuras y formas literarias que indican el vínculo
de la novela con la ficción policial, pretender definirla dentro de los límites
del género es, por lo menos desde una visión clásica de esta literatura,
insuficiente. El mundo de Triste, solitario y final está construido bajo la
idea de artificio e intertextualidad; aquí la ficción enfatiza en su carácter
de artefacto literario y de homenaje cómico, brutal y nostálgico al escritor
norteamericano Raymond Chandler y su detective Philip Marlowe.
Por otra parte, y en cuanto al modo de análisis de la escritura de Soriano,
es necesario abordar, en principio, la temática de la condición contemporánea
y autorreferencial de Triste, solitario y final. El uso de la idea de autorreferen-
cialidad aquí se refiere, por un lado, al desplazamiento de la verosimilitud
por la de la farsa narrativa, es decir, el relato afectado por un alto grado
de teatralización de los modos de la ficción, y, por otro, a la suspensión
de lo real como una manera de poner en marcha el extrañamiento de la
lógica narrativa de la novela moderna. Singularidades que, además, están
marcadas por la progresiva degradación de los personajes, por el menoscabo
y falseamiento de su condición corporal y subjetiva, y están directamente
relacionadas con el modo en que lo policial actúa en esta novela: en Soriano,
el género es menos una estructura narrativa que un escenario cargado de
significantes distanciados que solo evocan lo policial y que, sin embargo,
están construyendo una versión contemporánea del género.
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9 Por su parte, Claudio Guillen afirma que “El lector está a la expectativa de unos
géneros. Tratándose de formas artísticas populares, orales o comerciales, el asunto
está muy claro: el cuento, el poema épico, la novela policiaca, la película de terror o
del Oeste. Piénsese en la comedia de Lope de Vega, que supo crearse un público. ¿Es
más importante este factor cuando Lope improvisa una comedia que cuando compone
una epopeya culta como la Jerusalén conquistada? (1609). Es raro que el ‘receptor’ tome
un libro, o asista a una función, u oiga un relato, sin esperas o esperanzas previas y
ultraindividuales. El escritor innovador es quien se apoya en este entendimiento para
construir, muchas veces, sus sorpresas” (147).
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Sobre el autor
Carlos Bastidas Zambrano es magíster en Literatura de la Pontificia Universidad
Javeriana y profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia.
Entre sus publicaciones se encuentran “Parodia y género policial en la trilogía negra de Juan
Carlos Martini” (2012) y “El Cuadrante de la Soledad y el teatro épico latinoamericano”
(2009). Actualmente se desempeña como editor en la Oficina de Publicaciones del Jardín
Botánico José Celestino Mutis.
Sobre el artículo
El artículo está basado en la tesis de grado titulada “La novela policial argentina de la
década de los setenta”, aprobada por la Maestría en Literatura, de la Pontificia Universidad
Javeriana (abril de 2012).
262
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48696
Lídice Alemán
Truman State University, Missouri, Estados Unidos
[email protected]
Este artículo se propone determinar cuán revolucionarias fueron las construcciones poético discursivas
de las categorías identitarias de raza y género, según las imágenes poéticas creadas por la escritora
afrodescendiente cubana Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950), en la década de los ochenta. Es decir,
cómo la poeta se vio a sí misma como mujer negra, dentro de un contexto cuya retórica de igualdad
se contradecía con su praxis diferenciadora. Me interesa la evolución de la mujer negra cubana a casi
treinta años de iniciado el proyecto revolucionario del “hombre nuevo”. Analizo el diálogo del discurso
poético con el discurso dominante (el político), para distinguir cuán considerable fue la participación
de este último en la redefinición de las categorías género y raza, teniendo en cuenta que tales conceptos
de identidad no son construcciones exclusivamente culturales, sino también políticas, camufladas estra-
tégicamente detrás de lo cultural, tradicional e histórico.
Palabras clave: poesía contemporánea afrocubana; Soleida Ríos; género; raza; mujer negra.
Cómo citar este texto (MLA): Alemán, Lídice. "¿No es la misma de siempre esta mujer? Género,
raza y poesía cubana de los ochenta en la obra poética de Soleida Ríos". Literatura: teoría,
historia, crítica 17.1 (2015): 263-295.
Artículo de reflexión. Recibido: 10/07/13; aceptado: 24/11/14.
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A
diferencia de la década de los setenta, y tal vez como resultado
del incremento de la censura en ese decenio, en los ochenta se
produce en Cuba una poesía caracterizada por la agudeza del
lenguaje, una que traduce el discurso oficial en versos como los de la poeta
mulata Caridad Atencio: “del sacrificio el sueño es la porción más nítida”
(Los viles 11). El “deshielo” de los ochenta, como lo llamó Duanel Díaz, o el
cuestionamiento que los discursos de la resistencia le fueron imprimiendo
al de “la verdad” de la doctrina política, dio origen a una poesía marcada
por la desilusión, que puso fin al júbilo institucionalizado de los setenta con
versos como “[e]star viva no es saber explicar tanta amargura” (Frómeta,
Pasos 38). En los ochenta aparecen por primera vez dentro del marco
revolucionario cubano discursos poéticos que cuestionan el oficial: “Quién
se atreve a decir hasta aquí / Qué ley justifica que alguien decida / lo que
debemos hacer” (Frómeta, Pasos 36).
La poesía del tercer decenio de la Revolución cubana, a diferencia de
la escrita durante las dos primeras décadas, es rica en recursos poéticos,
libertad de forma e imaginación. Su tono permite distinguir el pesimismo
de una “justa ambigüedad” y de “un público amparado en el furor del límite”
(Atencio Mendoza, Los viles 9-14). Para Roberto Zurbano, esta poesía que
comienza a aparecer en Cuba a mediados de los ochenta se ha caracterizado
por “el cuestionamiento tácito de la realidad y el análisis crítico, consciente
de nuestros gestos más cercanos”. El crítico ve los textos poéticos de la
época como una suerte de “cámara vuelta hacia todos los ángulos —tomas,
problemáticas, fenómenos— de la sociedad, incluyendo aquellos en los que
no se detuvo la poesía anterior (o lo hizo de manera superficial) por más
de una razón” (Elogio 27).
Conociendo estas peculiaridades de la poesía del tercer decenio del periodo
revolucionario cubano, así como la “más de una razón” que Zurbano no
especifica, me interesa analizar hasta qué punto esa “cámara” estuvo “vuelta
hacia todos los ángulos” en las publicaciones que hizo en los ochenta Soleida
Ríos (Santiago de Cuba, 1950), cubana y negra, cuya consolidación como
poeta comienza con sus textos de dicho periodo. Me preguntaré, además,
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Creo que empecé a darle color a la gente en los poemas justamente cuando
empezó a sobresalir mucho a nivel social todas estas cosas que estaban
como debajo, que no se veían, que no eran observables. Uno podía sentir
que había algo pero no era alarmante, no era significativo, [...] la parte dura
de los 1990, el llamado Periodo Especial que fue una sacudida económica,
también sacudió ese aspecto. (Entrevista s.p.)
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Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
los libros por sus direcciones expresivas, no es difícil advertir que predominó
el tema del amor, las formas clásicas unidas a un versolibrismo mucho más
personalizado y, en general, el significativo deseo de escapar de la atmósfera
testimonial de la vida colectiva. (El siglo 283)
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después [de los ochenta]. Todo aquello que me lastra yo trato de hacerlo a
un lado y si lo voy a usar lo uso en algo que me levante, que sea productivo”
(Entrevista s.p.). Los comentarios de Atencio, Frómeta y Ríos sugieren que
ninguna advirtió su diferencia racial hasta después de los ochenta, lo que
apunta hacia una posible interiorización de la identidad colectiva femenina
“homogénea”, construida a partir de 1959 con el reforzamiento de la FMC,
y representada por un modelo blanco como indican los logotipos que han
identificado a tal organización. La comprensión de tal fenómeno puede
darse con la ayuda de los postulados teóricos de Ernesto Laclau, que indican
que “cualquier identidad popular requiere ser condensada [...] en torno a
algunos significantes” (La razón 125).
Lo cierto es que para las autoras formadas, como Atencio, Frómeta y Ríos,
por la Revolución, el tratamiento de raza y género no fue una preocupación
tan urgente como para las poetas nacidas antes de los cincuenta (Herrera,
Morejón y Saldaña). Mientras estas eran conscientes de su racialidad, a las
educadas en el periodo revolucionario la raza les había sido camuflada detrás
de otras categorías de identidades homogéneas, por ejemplo “cubanas”. Dicho
con otras palabras, Herrera, Morejón y Saldaña fueron parte de la época
de la Segunda República (1940-1958), en la que sobresalieron los ideales de
unidad racial en el imaginario nacional. A su vez, este fue reforzado por el
discurso de los intelectuales de la época (Ortiz, Guillén), que abogaba por
una identidad mulata constituyente de la “cubanía”; es decir, “una identidad
nacional suprarracial debía funcionar como un elemento homologador”
(Bobes 72). Sin embargo, Atencio, Frómeta y Ríos viven la siguiente época
(1959-), una de cambios radicales en el universo simbólico del imaginario
cubano. Aquí el pilar de los ideales de unidad no es la raza, sino la ideología
que predica el Estado. Además, se funden Estado, patria y nación, ahora
construidos simbólicamente, en contraposición a un enemigo amenazante
o, lo que es igual, “en torno a la defensa. […] Lo cubano se define fuera de
la ciudadanía y de lo antropológico y lo étnico, tornándose una elección
ética y política” (Bobes 114, 122).
Esta nueva definición de lo cubano que excluye lo racial del imaginario
nacional ha sido advertida por la crítica en la obra de Ríos:1 “Obviamente,
1 Según Ríos, “un capítulo de Secadero se llama ‘Miedo al negro’. Ahí podrás encontrar
más elementos de esos que estaban debajo, o sea detalles que no eran muy observables,
pero que una mirada aguda podía ver” (Entrevista s.p.). El capítulo en cuestión (65-74)
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de Secadero (2009), cuaderno en prosa, narra los temores de los vecinos de la hablante
ante un supuesto negro “rescabuchador” (69), que visita la vecindad por las noches
con fines lascivos. Con marcada ironía, la narradora menciona, además, una “crema
hidratante cubana que limpia, blanquea, embellece su piel. Excelente loción… también
para mis piernas y brazos” (72; énfasis en el original). Son estas dos las únicas referencias
directas a la temática racial que he encontrado en su obra.
2 “Evidently, Ríos is more concerned with female subjectivity, desire and the subconscious
than the African or Caribbean cultural and literary traditions” (Davies, A Place 140).
3 “Pájaro de la bruja” está incluido en De la Sierra, De pronto abril y Entre mundo y juguete,
o sea, en los tres primeros poemarios de Ríos.
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“Casa”
Palabra dolorosa que no viví
no he visto
no tuvo el paso la huella de mi pie
sino cuando se cierra en el recuerdo.
[...]
Aún ayer el humo salía gris por la ventana
Caliente escasa virgen la comida. (7)
Una primera lectura de este poema, y de los restantes donde la voz lírica
hace énfasis en el tema de la “casa” y sus referentes, da señales de carencia.
El vocablo se asocia en el cuaderno con el desasosiego de la voz lírica al no
disponer de ese espacio físico: “No puedo entrar [...] Alguien corre cerrojos
en su / puerta, avisa / alerta, afila dientes nuevos / Pero quién dijo que voy
para quedarme” (16). La hablante se encuentra en el exterior, en la intemperie
donde “[l]as calles esas me llenaron los ojos / de un sol extraño de lunes
a domingo” (16). Se proyecta en un espacio afuera/abierto/masculino, de
vulnerabilidad para la mujer, cuyo espacio tradicional es lo opuesto, adentro/
cerrado/femenino. La zona simbólica donde se ubica la voz poética es una
a la que no pertenece, según el texto, ya que la desestabiliza: “Si tengo un
centro, no es / la llave de mi cuarto. / Si tengo un centro no soy yo” (17).
El sujeto lírico de Entre mundo deslegitima la retórica oficial de igualdad
de género y pone en duda el gesto revolucionario de hacer partícipe a la mujer,
junto con el hombre, del espacio exterior (la incorporación de ambos a la
vida laboral y social). La obsesión de la voz poética por un espacio femenino
interior, sugiere que el espacio masculino exterior, disponible para la mujer
cubana desde 1959, al menos a nivel discursivo, en la práctica la hacía tan
vulnerable como siempre. El diálogo que tiene lugar en el espacio simbólico
del cuaderno entre los elementos sémicos, autor/destinatario/contexto,
permite proponer aquí que, si en el texto poético el “afuera” continuaba
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La imagen del papalote se asocia con la del títere, es decir, un objeto que
alguien manipula a su antojo, que no tiene vida o posibilidad de decidir por
sí mismo El bienestar de la voz lírica de Ríos depende del deseo de él y, por
ende, es él quien le da o no determinada capacidad de acción, lo cual, insisto,
es problematizado por la identidad racial de la hablante. No se trata aquí de
cualquier “papalote”, sino de uno con un color específico, cuyo estereotipo
en términos sexuales se refuerza en el poema.
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4 No estoy insinuando que este fenómeno sea exclusivo de Cuba. Textos como el
colombiano “negra caderota, tú sí bailas cumbia, tú mueves la cintura con mucho
movimiento” son ampliamente conocidos.
5 Las cantantes cubanas Juana Bacallao y Elena Burke, por solo citar dos ejemplos de
mucha popularidad en Cuba antes y después de los ochenta, hicieron su carrera artística
proyectándose como mujeres negras hipersexualizadas. O sea, triunfaron alimentando
el imaginario racista y sexista.
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Mi vientre no da flor.
Prenderé incienso, eucalipto
yerba buena
voy a rociar agua de lluvia
para que te reciban. (53)
durante cuatro años llevé una vida iconoclasta (nómada y algo escandalosa
visto desde afuera). ¿Una mujer joven, separada de su familia, una mujer
negra con un afro, soltera y ambicionando ser poeta? Un serio peligro para
el machismo de la región. (DeCosta-Willis 346; traducción propia)7
6 “For the socialist and Marxist feminist writers of the 1920s motherhood was sacred.
[…] The motherhood represented family unity, probity, abnegation and virtue. [...]
After the Revolution this symbolical value of the mother persisted: ‘veneration of
motherhood is a cornerstone of national culture’”.
7 “for four years I had let an iconoclastic life (nomadic and, as viewed from the outside,
quite scandalous). A young woman, separated from her family, a Black woman with an
275
Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
La cita, que no solo apunta hacia los prejuicios de género, como pretende
la poeta, sino también hacia sus desventajas raciales, permite hacer dos
asociaciones. Primera: la mujer negra cubana, aunque vivía sus diferencias
raciales, dejó de percibirlas como tales, al ser absorbida por el “discurso
de la verdad” respecto a la “igualdad” de razas. Como consecuencia, ella
relacionaba sus desventajas solo con el género y se las atribuía a su oponente
binominal, corroborando así la forma de operación del patriarcado.
La segunda asociación se relaciona con la angustia volcada en el poema
“Augurio” (53). Las palabras de Ríos sugieren que este estado emocional
es originado por la incapacidad de la hablante para cumplir lo establecido
por el “machismo de la zona” respecto a la maternidad. De ser así, la poeta
ignora que en su contexto no es solo la cultura tradicionalmente machista
la que privilegia la maternidad. Esta es fomentada de manera oficial, como
indican los logos que han identificado a la FMC, para recordar solo una de
sus formas de legitimización. Tampoco debe obviarse que la glorificación
de la maternidad ha sido fomentada por algunas feministas, como la propia
Julia Kristeva, por ejemplo, que la enaltece, al señalar la deuda del origen del
lenguaje con el cuerpo pre-simbólico materno (anterior a la “ley del padre”):
“Debido a que un sujeto es siempre semiótico y simbólico, ningún sistema
de significación que él produzca puede ser ni ‘exclusivamente’ semiótico ni
‘exclusivamente’ simbólico; en lugar de ello está ogligatoriamente endeudado
con ambos” (Kristeva 34; traducción propia, énfasis en el original).8 De
cualquier forma, no es precisamente un problema de machismo cultural,
“el deseo de dar a luz es producto de prácticas sociales que exigen y generan
esos deseos para llevar a cabo sus fines reproductivos” (Butler, El género
191). De ahí que la imposibilidad de la voz lírica de llegar a ser lo estipulado
para su cuerpo cultural (madre en este caso) la lleve a sentirse descalificada
socialmente como mujer y, en consecuencia, angustiada.
Así, el tercer poemario de Ríos revela una contradicción significativa en
el cuerpo cultural de la mujer negra. Si bien las normativas preestablecidas
para su género le exigen llegar a ser madre para alcanzar la categoría
Afro, unmarried and ambitious to become a poet? A serious danger for the machismo
of the region”.
8 “Because the subject is always both semiotic and symbolic, no signifying system he
produces can be either ‘exclusively’ semiotic or ‘exclusively’ symbolic, and is instead
necessarily marked by an indebtedness to both” (énfasis en el original).
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
9 De Entre mundo y juguete fueron incluidos “Casa” (171-172) y “Bolero de otro” (173-174).
En El libro roto, que verá la luz cinco años después, estarán “Ultima noche de Zamfir”
(175-176) y “Alto resuena el cuerno llamándonos” (177-178).
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Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
Este artículo demuestra que no. Sin embargo, para la poeta, el alcanzarlos
era cuestión de “factores objetivos”,10 independientes de la voluntad de las
personas (incluidas las que ejercían el poder político). También para Ríos,
la desventaja social de la mujer dependía de la herencia cultural o tradición,
“machismo de la región”, “necesidad” masculina de dominación.
El cuarto cuaderno de Ríos, El libro roto (1994) recoge su poesía escrita
entre septiembre de 1987 y julio de 1989. Estos serán los últimos textos
poéticos de la autora de la década de los ochenta, según indica el propio
cuaderno.11 El libro marca la madurez poética de la autora, y estrena un giro
estilístico y temático que caracterizará su producción literaria a partir de este
momento. Sobre este cuaderno, la autora comenta que el “texto reclamaba
la necesidad de otras voces [...]. Voces, visiones, delirios, frenesí, sueños…
de otros. Mi yo no se eclipsaría por eso. Al contrario. Estaba necesitada
de rupturas, de otra liberación” (Secadero 13). Asoma aquí, en “Pasado
meridiano” (27-40), el interés de la poeta por tratar los sueños. El trabajo
con las imágenes oníricas es central en este texto y será la línea poética de
Ríos en, al menos, sus tres libros posteriores:12
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
13 Dulce María Loynaz (1902-1997), Premio Cervantes en 1992, fue una de las voces
femeninas más conocidas de la lírica cubana y cultivó también esta poesía (Linares
Pérez 183-192), que pudo haber sido una fuente de influencia para Ríos.
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Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
14 [“b]ecause the book is broken, its poetry is considered “disconnected” [...]. The rupture
is what gives meaning to Soleida’s new book but also what makes it unsatisfactory.
El libro roto presents us with a kind of self-awareness, which is unusual in a poetry
ensemble”.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
A tono con esta tradición, El libro roto abre denunciando una praxis
cultural donde el poder de acción que concede la escritura está atado todavía
a un género concreto. Así lo sugiere la asociación metafórica hombre/cíclope
(fuerza, poder), en contraposición con la necesidad de “iluminación” de la
poeta, que hace que el texto “Nota debajo de la puerta” caiga dentro de la
dicotomía racional/irracional.
Esa necesidad de un saber masculino que valide su escritura permea el
libro en conjunto. Lo masculino es asociado con poder de acción, con lo
todopoderoso, en contraste con lo femenino, que continúa relacionándose
con lo frágil, con lo carente, en consonancia con el cuaderno anterior, Entre
mundo y juguete. La urgencia de una figura masculina que la confirme pone
a la poeta en contraposición con Herrera y Saldaña, quienes sitúan a la mujer
negra en el centro de su escritura, es decir, ni siquiera la representan a la altura
del hombre, como hizo Nancy Morejón, sino por encima de este. El saber
masculino es representado aquí como el puntal que sostiene a la hablante
y a los textos de El libro roto. El mero título del cuaderno llama la atención
sobre el poco crédito que la escritora le adjudica a su hablante femenina, de
ahí que acuda metafóricamente a un “cíclope”: “Lo que ella escribe se lo he
dictado yo cuando la veo que duerme en una casa que se cae” (7).
Si fuera solo la figura masculina del cíclope a quien la hablante acude, el
hecho podría tomarse como una suerte de parodia de la habilidad “superior”
del hombre para escribir, una parodia de la “racionalidad” masculina versus
la “irracionalidad” femenina. No obstante, esta hipótesis es deslegitimada
por la presencia dominante de la figura masculina. La hablante acude
metafóricamente no solo a un cíclope para que le dicte los poemas sino,
también, al padre para que la salve del fin: “dame tu mano enorme mano
15 “is not unique to Enlightenment thought. [It] can be traced to the very beginnings of
western thought [and] it is in fact a historical phenomenon. […] In premodern thought,
woman’s association with nature was conceptualized in terms of a nature that was a
mysterious but nurturing mother. With the rise of modern science this conceptuali-
zation of nature was changed to that of a wild force that must be subordinated to a
dominant mankind” (105-106).
281
Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
Oh, padre
los que vendrán van a escucharte
aun los que ya no vendrán
oyen tu voz
lejos o cerca
todavía nos conmueve tu palabra
[...]
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
Cortázar y Borges que mencioné antes. Se suman las referencias a San Jorge,
“entró el dragón (la flecha de cola adelantada) y / San Jorge detrás con una
lanza enorme” (25), y las bíblicas a San Pedro (75), Isaías (76), Jeremías (78)
y al Eclesiastés (82-83). La poeta, aunque se apropia de ciertas referencias
bíblicas y símbolos religiosos familiares para los lectores, no los vacía de su
significado original como podría suponerse, sino que, más bien, lo refuerza
mediante la personalización: “Me volví y fijé mi corazón / para saber y
examinar e inquirir la sabiduría / y la razón. Y para conocer la maldad de
la insensatez / y el desvarío del error” (82). Al respecto, Ríos indica que
Sobre el símil hombre-dios cae el mayor peso del poemario: “Dicen que
el hombre / cuando no levantaba un palmo de la tierra / puso las siete llaves
a los siete candados” (17).
En contraste con este símil, en el que la figura masculina es resaltada
como símbolo de un ser cuyo poder excede lo terrenal, alcanzando dimen-
siones celestiales, la voz poética de Ríos se representa a sí misma como “una
inocente mariposa” (7), y sostiene que “me abortó el miedo / [...] / yo era
obediente” (11), “yo lavo la ropa clara [espacio en el poema] ropa oscura
/ yo remuevo la sal / yo entono un canto / un canto de mi garganta rota”
(18-21, 15), además, “[u]n error vendría a ser la forma de mujer en que acaba
mi cuerpo” (54). La representación de género de estos versos no cuestiona,
sino refuerza la tradicional asociación de la mujer con las tareas del hogar
y con lo frágil. Es, además, muy similar a la del libro anterior y está a tono
no solo con el falocentrismo que caracterizó a los escritores del boom, sino,
también, con la tradición poética cubana predominantemente masculina.
Asimismo, la hablante se ve a sí misma dentro de las relaciones de género
en correspondencia con su contexto, uno en el que las masculinidades eran
particularmente reforzadas con la figura militar del líder de la Revolución.
El reforzamiento discursivo del contexto dentro del cual se inscribe el
poemario puede perfectamente dar origen a un sujeto femenino inconforme
pero sumiso. Lo ilustran los siguientes versos de “Martes 13 en el mar de
283
Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
284
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
Según Ríos, este cuaderno tal vez sea su “impulso escritural más abierto
[...] pude planteármelo más tarde como reflexión. Tributo al cinematógrafo,
a los tan diversos lenguajes de las artes plásticas, revalidación del diario
íntimo, de la correspondencia privada, de las imágenes de lo cotidiano
rasante” (Secadero 13). Similares, entonces, a las pesadillas, los textos están
formados por imágenes cuya coherencia se rompe continuamente, lo que
impide fijar una temática. La ruptura es el único punto en común, lo único
que realmente hilvana los textos de este cuaderno. Regresan, no obstante,
figuras recurrentes en su obra poética como “Mario” y la madre.
Por su parte, en Escritos al revés (2009), su poema en prosa “Abrázalo…
Abrázalo” tal vez resuma su desinterés hacia la temática que me ocupa en
este estudio: “En mi casa de amplios espacios fluidos, relucientes, niveles…,
relieve disparejo… Casa que al parecer complace a uno y otro de gustos
contrapuestos. Omar, Lorente, Rito Ramón… y unas mujeres... que, triste-
mente, olvido” (89; énfasis añadido). Sin embargo, según Davies
17 [d]espite the redrawing of the map of social relationships vis-à-vis class, gender and race
(but not sexuality), feminine subjectivity is still largely hidden and unspoken. This has
partly to do with the idealization of motherhood which results in […] the preservation
of a gender system in which ‘man express desire and woman is the object of it’”.
285
Alemán, Lídice · ¿No es la misma de siempre esta mujer?...
15). En Cuba, la principal arma del poder político fue la exclusión de los
que no clasificaban dentro del nuevo proyecto ciudadano.
Como es conocido gracias a Butler, “la performance del género crea la
ilusión de una sustancialidad anterior —un yo [self] con género central— y
construye los efectos del ritual perfomativo del género como emanaciones
necesarias o consecuencias causales de esa sustancia anterior”, es decir, la
performatividad a través de la cual se construye el género es vista “como
ritual cultural, como la reiteración de normas culturales” (Butler, Laclau y
Žižek, Contingencia 35). Sin embargo, esas “normas culturales” son oficial-
mente reforzadas (utilizadas a conveniencia) por el poder político. Así lo
demuestran en Cuba los logotipos de la FMC, que redefinían el “llegar a ser”
de la mujer “nueva” con los mismos patrones del siglo XIX, y la difusión
obsesiva del Día de las Madres para subrayar la deferencia hacia aquellas
que ya han cumplido con su “razón de ser”.
Sirva examinar la imagen del primer logo de la FMC (aprobado en el I
Congreso de la FMC, en 1962): una madre abrazando tiernamente a su bebé
y una paloma detrás, cuya primera asociación no es precisamente la de paz
sino fragilidad, delicadeza, belleza, o sea, lo tradicionalmente “femenino”. Es
más, la mariposa del verso de Ríos es comparable a la paloma del logo en tanto
asociación semántica. Entonces, si es cierto que, más que lo normalizado per
se, es la performatividad lo que construye el género, también es cierto que
esas “normas culturales” que se deben repetir son una herramienta política
de subyugación para conservar la estabilidad social. De ahí que la hablante
de Ríos en los cuadernos que he analizado aquí denote una interiorización
no solo del estereotipo racista relacionado con la sexualidad de este cuerpo
cultural, sino también, de las normas culturales de género reforzadas por el
discurso oficial de su contexto, es decir, la mujer frágil como “una mariposa”.
La hablante de Ríos denuncia una práctica cultural de su contexto,
recrudecida en el cuerpo de la mujer negra, de la que emergen las pre-
valecientes desventajas de raza y de género de la sociedad cubana de los
ochenta. Este cuerpo cultural, al no reconocer las diferencias raciales por
haber sido oficialmente “erradicadas” en 1962, ni las de género por idéntica
razón, asume como natural lo preceptuado para la mujer, según el “nuevo”
patrón revolucionario, cuya única novedad fue la de sumarle al patrón
“viejo” (decimonónico) la disponibilidad de la mujer para defender la patria-
Nación-Revolución de ser atacada por “el enemigo”. Ese “novedoso” patrón
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 263-295
Sobre la autora
Lídice Alemán terminó su doctorado en Literatura Latinoamericana Contemporánea
en la Universidad de Washington en Saint Louis, Missouri, con un certificado en Estudios
de Género, Raza y Sexualidad. Ha publicado los libros de poesía Entrar descalza (2002)
e Indecisiones del arquero (2004), así como artículos de crítica literaria sobre poesía y
cine en revistas académicas estadounidenses. Su tesis doctoral, “Representación de raza
y género en la poesía de las poetas negras y mulatas cubanas (1960-1980)”, se encuentra
en proceso editorial. Actualmente ejerce como Profesora Visitante en Truman State
University, enseñando Español y Literatura Latinoamericana Contemporánea mientras
continúa desarrollando trabajos de investigación.
295
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48697
Diego E. Niemetz
Universidad Nacional de Cuyo – CONICET, Mendoza, Argentina
[email protected]
Partiendo de algunas ideas de Michel Foucault sobre la construcción de una genealogía, se analiza cómo
María Domecq, de Juan Forn, ofrece un ejemplo sobre el modo en que la novela histórica posmoderna,
o nueva novela histórica, replantea los relatos a través de los cuales se construye una identidad familiar
(que, en muchos casos, pretende coincidir con la identidad de un país). En el texto seleccionado, es
posible observar la introducción de un discurso de denuncia y desenmascaramiento de las atrocidades
cometidas por el poder. En una perspectiva más amplia, será factible señalar el modo en que esa revisión
crítica de la elite dominante apunta a cuestionar el relato oficial sobre los hechos del pasado, es decir,
la forma en que se construye la Historia. A partir de dicho movimiento revisionista, se llega a revelar
que la memoria de la historia es producto de una relación de fuerzas que se debe desnudar y denunciar.
Palabras clave: nueva novela histórica; posmodernidad; Juan Forn.
Cómo citar este texto (MLA): Niemetz, Diego E. "Juan Forn y el asedio a la historia: hacia una
genealogía de los saberes sujetos en una novela argentina contemporánea". Literatura: teoría,
historia, crítica 17.1 (2015): 297-319.
Artículo de reflexión. Recibido: 15/10/14; aceptado: 11/12/14.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 297-319
L
a novela María Domecq (2007), de Juan Forn, es una obra que, a mi
juicio, revela una fuerte impronta posmoderna en el tratamiento del
material histórico del cual se nutre, y en la apropiación y utilización
de una serie de recursos narrativos característicos, fundamentalmente de la
autoficción. Antes de proseguir, y esquivando la espinosa discusión acerca de
si la utilización del término “posmodernidad” es apropiada para el contexto
social, político y cultural de América Latina,1 debo decir que partiré de la
definición del posmodernismo entendido como una “pauta cultural”, según
las ideas de Fredric Jameson en El posmodernismo o la lógica cultural del
capitalismo avanzado.2 El autor, al proponer una periodización para las
etapas de la modernidad y la posmodernidad, destaca que a menudo las
hipótesis de que se valen las historias (en nuestro caso las historias literarias)
tienden a “pasar por alto las diferencias y a proyectar una idea del periodo
299
Niemetz, Diego · Juan Forn y el asedio a la historia...
Si bien la autora orienta su análisis hacia las líneas filosóficas que de-
sarrollan algunos estudios críticos sobre la literatura, el fragmento citado
tiene la virtud de recordarnos con claridad la complejidad que subyace en
la terminología, y de destacar el áspero cuestionamiento de los paradigmas
modernos que se realiza en la posmodernidad. Justamente en esa dialéctica
3 Los énfasis en las citas son míos, a menos que se indique lo contrario.
300
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 297-319
se impone decir ante todo que narra una historia extraordinaria: su materia,
en gran parte real, abarca varias culturas, dos o tres siglos, y varias genera-
ciones de una familia de la alta burguesía argentina, pero sobre todo hechos
que nunca hasta ahora habían sido relatados, ni en la ya larga tradición de
las “novelas de la oligarquía” ni en el resto de la literatura nacional. Toda la
fuerza, la convicción y la audacia formal del libro provienen de una urgencia
que excede al propio autor: la de una zona de nuestra cultura que depende
de la palabra para poder sobrevivir, una zona que no puede identificarse ya
con una sola clase.
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Niemetz, Diego · Juan Forn y el asedio a la historia...
Para comprender su importancia hay que señalar que Forn, nacido en 1959
en Buenos Aires, en el seno de una familia de la elite económico-política
argentina,5 introduce en varias de sus producciones literarias confesiones
e intimidades sobre los integrantes del clan, fundamentalmente para ex-
presar sus disidencias o sus incomodidades respecto al espacio social que
ocupan. No sería apresurado afirmar que ese espíritu de cuestionamiento
alcanza su fuerza máxima con María Domecq. Y, justamente, uno de los
clasificación, poner en duda algunas teorías académicas relativas a los pactos de lectura
y a la figura del escritor como garante último del texto, que surgieron especialmente de
las afirmaciones de Philippe Lejeune en Le pacte autobiographique (1975). En ese estudio,
y en reformulaciones posteriores, Lejeune intentó dar cuenta de la autobiografía como
un género contractual, que depende de “que coincidan la identidad del autor, la del
narrador y la del personaje” (52). La afirmación de Lejeune de que la autobiografía se
opone a la novela en primera persona a partir de los recursos que asignan la identidad
(fundamentalmente, el nombre del autor al pie del texto), fue el punto de partida para
que Doubrovsky comenzara su acción estético-crítica, presentando una novela y un
neologismo que buscaban romper la frontera señalada. Sin lugar a dudas, uno de los
trabajos más completos sobre el tema es la tesis doctoral de Vincent Colonna titulada
“L’autofiction (essai sur la fictionalisation de soi en Littérature)”, que data de 1989, en la
que explora las posibilidades analíticas del término autoficción. Colonna es enfático al
señalar que, si bien la proliferación de autoficciones se ha vuelto habitual a partir de la
década de 1970, no debe suponerse que no existiera antes; gran parte del desarrollo de
su tesis está dedicado al estudio del mecanismo autoficcional en El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha, donde detalla de un modo muy clarificador la puesta en abismo
que implica la ficcionalización del autor, del campo literario e incluso de la misma
novela. En el mundo hispanohablante, uno de los críticos más destacados sobre el tema
es Manuel Alberca, quien ha trabajado el concepto en varios artículos y en su libro El
pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción donde, además de definir esta
modalidad narrativa, analiza las implicaciones que esta conlleva para el acto de escribir
y de leer. En ese sentido, expresa que la autoficción “está ligada a la quiebra del poder
representativo de las poéticas realistas, teorizada por la crítica literaria estructuralista,
pues aunque tiene una apariencia realista convencional, en el fondo cuestiona y subvierte
de manera sutil, pero efectiva, los principios miméticos” (50). En consonancia, Alicia
Molero de la Iglesia destaca también que “en la ficción autobiográfica van a confluir la
capacidad de la novela para hacer visible la condición disgregada que impone al sujeto
nuestra cultura, y un subjetivismo que puede interpretarse como el intento de recuperar
el yo por encima de sus fragmentaciones. Porque a la autoficción le afecta como a la
autobiografía la necesidad de revelación del sujeto, pero esta búsqueda la realiza la novela
no solo expresándose sobre ello, sino representándolo” (545).
5 El concepto de elite es entendido aquí en los términos desarrollados por Teun A. van
Dijk, como “una noción heurística para definir algunos grupos sociales que disponen
de recursos de poder específicos […]. Los recursos de poder de las élites pueden ser
múltiples e incluyen propiedad, remuneración, control de decisión, conocimiento,
pericia, cargo, rango y, además, recursos sociales e ideológicos, como estatus, prestigio,
fama, influencia, respeto y similares, según se los otorgue un grupo, una institución o
la sociedad en general” (72).
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6 De hecho, el propio escritor reconoce este vínculo en María Domecq cuando menciona,
metaficcionalmente, la publicación de una temprana “novela autobiográfica protagoni-
zada por mi abuelo y yo” (110), y cuando resume, en varias ocasiones, el argumento de
esta (véanse, por ejemplo, las páginas 106 y 110). Originalmente, la novela fue publicada
bajo el título Corazones cautivos más arriba (1987) y luego reeditado como Corazones.
7 Al definir la autoficción en uno de sus artículos, Alberca destaca que se trata de
una propuesta de lectura vacilante entre el pacto novelesco y el autobiográfico. De
esa inestabilidad proviene el calificativo de “ambiguo” con que califica a este tipo de
producción: “En tanto que género híbrido y vacilante la autoficción propone un tipo
de lectura y reclama un tipo de lector, especialmente activo, que se deleite en el juego
intelectual de posiciones cambiantes y ambivalentes y que soporte ese doble juego de
propuestas contrarias sin exigir una solución total” (“El pacto ambiguo” 16).
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no tiene nada que ver con la verdad de una autobiografía, es más bien la
reelaboración retrospectiva de ciertos datos biográficos que son forzados
a encarnar un sistema de diferencias y de oposiciones [entre la vertiente
materna-cultural y la vertiente paterna-militar]. (1-2)
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una interpretación de la cultura argentina: esas dos líneas son las dos líneas
que, según Borges, han definido nuestra cultura desde su origen. O mejor:
esta ficción fija en el origen y en el núcleo familiar un conjunto de contra-
dicciones que son históricas y que han sido definidas como esenciales por
una tradición ideológica que se remonta a Sarmiento. (2)
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Niemetz, Diego · Juan Forn y el asedio a la historia...
hispanista, filofascista, que parte del grupo de elite ostenta y que es revelada
en la interpretación de los acontecimientos que se propone en la novela), a
partir de la afirmación de la supremacía del capital simbólico9 encarnado
en el periodista-escritor que protagoniza el relato.
En las páginas que siguen, procuraré analizar el modo en que esa narración
genealógica apunta en buena medida a cuestionar el relato oficial sobre los
hechos del pasado y, por ende, a sugerir que la historia en su versión oficial
es producto de una relación de fuerzas en la que predomina la parte más
poderosa. Un antídoto contra esas imposiciones, parece sugerir la novela, es
la elaboración de versiones alternativas al discurso hegemónico, en las que
tengan lugar otras voces que han sido acalladas o por medio de las cuales se
revelen facetas escondidas de hombres prominentes de la escena nacional.
Además de tomar nota del ejercicio de autocrítica y de exhibición de las
vergüenzas familiares encarado por el escritor, que se manifiesta en asuntos
muy concretos, referidos, como dije, a la historia de la familia y del país, me
parece importante reflexionar sobre la naturaleza de tal ejercicio, sobre su
principio impulsor, pero también, fundamentalmente, sobre el combustible
que alimenta esa acción y que es el mismo que puede registrarse en muchos
otros escritores contemporáneos.
Lo que quiero decir es que la zona de fricción entre un relato del clan
y uno de la nación configura un espacio en el cual no es difícil observar el
funcionamiento de lo que Michel Foucault denominó saberes sujetos. Para
ser más preciso, me parece pertinente señalar que en la novela hay meca-
nismos que, apuntalados en la historia o en la ficción (lo mismo da, como
señala Piglia), podrían identificarse con las dos acepciones que Foucault
da a los mencionados saberes, es decir como “contenidos históricos que
fueron sepultados o enmascarados dentro de coherencias funcionales o
sistematizaciones formales” (17) y, principalmente, como
toda una serie de saberes que habían sido descalificados como no compe-
tentes o insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, jerárquicamente
inferiores, por debajo del nivel de conocimiento o cientificidad requerido.
Y la crítica se efectuó a través de la reaparición de estos saberes bajos, no
9 Sobre el concepto, véase el libro de Teun A. van Dijk ya citado (75-76) y, principal-
mente, el libro Razones prácticas: sobre la teoría de la acción, de Pierre Bourdieu, donde
desarrolla el concepto en diversos pasajes.
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Toda familia tiene su relato mítico y ese es el que habíamos escuchado desde
chicos mis primos y yo de boca de nuestra abuela, corroborado y potenciado
por todos los objetos japoneses que nos rodeaban en aquella casa: katanas
con pendones que colgaban de las paredes; vitrinas de laca y cristal donde
parecían flotar en el aire las figuras talladas en marfil de samurais y dragones;
acuarelas verticales con ideogramas y un monte nevado o la rama de un
10 María Cristina Pons sostiene ideas parecidas que justifican la inclusión de novelas
como María Domecq en el subgénero: “En términos generales, esta novela histórica,
tan en auge a fines del siglo XX, se caracteriza, ante todo, por una relectura crítica y
desmitificadora que se traduce en una reescritura del pasado encarada de diverso modo:
se problematiza la posibilidad de conocerlo y reconstruirlo, o se retoma el pasado
histórico, documentado, sancionado y conocido, desde una perspectiva diferente,
poniendo en descubierto mistificaciones y mentiras o, en un movimiento casi opuesto,
se escribe para recuperar los silencios, el lado oculto de la historia, el secreto que ella
calla” (97).
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11 Ya la historia del nombre de la abuela, Akita, contiene una nota de orientalismo, con
todo el conjunto de operaciones de idealización y generalización características de esa
perspectiva: “Una de las razones por las que todos esos nietos adorábamos a nuestra
abuela era porque se llamaba […] Akita […]. El almirante conoció a la pequeña Akita
al volver de Japón. De hecho, la bautizó así cuando la tuvo en sus brazos por primera
vez”, porque “en ausencia del almirante, [la pequeña] había recibido el nombre de la
hermana que la antecedió por breve tiempo en la tierra. Pero parece que él detestaba
esa costumbre, y al volver a la Argentina movió sus influencias, que no eran pocas, hasta
lograr cambiarle el nombre a su hija” (Forn 21). Observaremos con mayor detenimiento
la carga de idealización que conlleva el orientalismo, al detenernos en el rechazo de
Akita (la legítima) hacia su hermano Noboru (el bastardo).
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Akita entonces nos decía que el tiempo de los guerreros ya había terminado;
que por esa razón el almirante se había quedado en la Argentina, aportando
su granito de arena al progreso de nuestro país, y que por eso había ahora en
Buenos Aires unos astilleros y una calle que llevaban el nombre Domecq García,
y que eso era lo más importante: que nosotros supiésemos seguir su ejemplo
cuando fuéramos adultos, para hacer más grande el país donde vivíamos. (22)
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12 En clara alusión a Miguel Ángel De Marco (1939-), quien entre otros cargos ocupó el
de presidente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, y es
un reconocido especialista en historia naval.
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A modo de conclusión
Con lo expuesto hasta aquí, puede insistirse en la intención, apreciable
en María Domecq, de cuestionar la capacidad de recordar objetivamente
y, sobre todo, de poner en duda los medios para intentar esa empresa. Este
objetivo se cumple a través del socavamiento del relato mítico-familiar,
revisado a través de una serie de procedimientos de diversa naturaleza, que
problematizan los pactos de lectura. Sobre la base de la autoficción, el objetivo
más obvio de la narración es el de desnudar la vergonzosa participación
del antepasado de Juan, el Almirante García Domecq, encumbrado por
el relato panegirista como el pater familias, en la conformación de la Liga
Patriótica. En ese mismo sentido funciona también, aunque sin un sustento
historiográfico, la propuesta de las ramas genealógicas de bastardos, que
representan alternativas al tronco principal, concebido como producto de la
corrupción de los mayores y de la complicidad de los descendientes. Resulta
especialmente interesante el objetivo perseguido por Forn al poner esas dos
realidades familiares en diálogo. Podría decirse que ese acercamiento a lo
anteriormente condenado al silencio conduce, a la larga, a la deconstrucción
de la historia oficial que se materializa a través del reconocimiento y de la
apropiación de la “anormalidad”. Podemos recurrir nuevamente a Michel
Foucault para explicar esta interacción:
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Obras citadas
Aínsa, Fernando. Reescribir el pasado. Mérida: CELARG, 2003. Impreso.
Alberca, Manuel. El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción.
Madrid: Biblioteca Nueva, 2007. Impreso.
..“El pacto ambiguo”. Boletín de la Unidad de Estudios Biográficos de la
Universidad de Barcelona 9 (1996): 9-19. Impreso.
Bourdieu, Pierre. Razones prácticas: sobre la teoría de la acción. Barcelona:
Anagrama, 1997. Impreso.
Brizuela, Leopoldo. “Excéntrico mito de familia”. Reseña de María Domecq,
por Juan Forn. La Nación. Web. 10 noviembre. 2007. <www.lanacion.com.
ar/959829-excentrico-mito-de-familia>.
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Bibliografía
Berlanga, Ángel. Entrevista. “Hoy por hoy, el concepto de ficción ya no me
interesa”. Página/12. Web. 20 de agosto. 2011. <www.pagina12.com.ar/diario/
suplementos/espectaculos/4-22651-2011-08-20.html>.
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Forn, Juan. Entrevista. Entrevistado por Mercedes Carreira. Narcisa. Web. Abril.
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Menton, Seymour. La nueva novela histórica de la América Latina 1979-1992.
México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Impreso.
Molero de la Iglesia, Alicia. “Figuras y significados de la autonovelación”.
Espéculo. Revista de estudios literarios 33. Web. 2006. <http://www.ucm.es/
info/especulo/numero33/autonove.html>.
Sobre el autor
Diego E. Niemetz es licenciado y doctor en Letras. Se desempeña como profesor en la
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Desde 2008, ha obtenido tres becas de CONICET.
Ha realizado parte de su posdoctorado en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul
(Porto Alegre, RS, Brasil). Ha coeditado las publicaciones Hacia una visión integral de la
literatura argentina (2010), Horizontes de la brevedad en el mundo iberoamericano (2012)
y Nuevos Horizontes de Iberoamérica (2013). Es autor del libro Aventuras y desventuras de
un escritor. Manuel Mujica Láinez en el campo cultural argentino, que está basado en su
tesis doctoral (actualmente en prensa). Sus artículos sobre diversos escritores argentinos
contemporáneos han sido publicados en libros y revistas de América Latina y Europa.
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Notas
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48698
“L
a ciudad hace posible nuevas formas de conciencia y la emer-
gencia de un nuevo tipo de organización, vinculada con el gobierno
local, con la política, la extensión del voto y el sindicalismo, con
la revolución social y con el mito”, escribe Beatriz Sarlo en el prólogo a la
edición en lengua española del libro El campo y la ciudad, de Raymond
Williams, al señalar cómo concibe Williams a Londres cuando considera la
experiencia urbana como un patrón nuevo, en relación con el mundo rural y
con las ciudades precapitalistas” (20). Pero esto no es original, señala Sarlo,
debido a que esta concepción coincide con muchos estudios sobre historia
de las ciudades. Lo original de Williams, y que aquí queremos analizar a
partir de la novela La virgen de los sicarios, es que encuentra
Desde hace 3000 años, desde los comienzos mismos de la literatura, desde
Homero, la reina de la literatura ha sido la tercera persona, la del narrador
omnisciente. El diosito humano que lo ve todo, que lo oye todo, que lo sabe
todo y que nos cuenta lo que pasó en el interior del cuarto, donde están
acostados los amantes, como si atravesara paredes con rayos equis o los
estuviera viendo desde el techo por un hueco como la Santa Inquisición.
Dios no existe, entonces yo no puedo aceptar que un hijo de vecino, un
cualquier hijo de vecino, así se llame Homero, o Balzac o Dickens, o Flaubert,
o Dostoievski, nos venga a contar estas cosas: lo que pensó fulanito o sutanito
o menganito, y lo que dijeron ayer y antier, y trasantier y hace dos años y
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 323-338
hace diez años como si los hubiera grabado con una grabadora o como si
tuviera el lector del pensamiento. Entonces contrapuesto a esta tendencia
que no puedo aceptar, que va contraria a toda mi experiencia de la vida,
yo siempre he dicho Yo, siempre he escrito diciendo Yo, humildemente.
Así esta humildad la puedan interpretar como una soberbia, yo siempre he
dicho Yo y he contado solamente lo que he visto, lo que he oído y lo que he
vivido. (min 37:30 - 39:00)
¿Qué le pediría Alexis a la Virgen? Dicen los sociólogos que los sicarios le
piden a María Auxiliadora que no les vaya a fallar, que les afine la puntería
cuando disparen y que les salga bien el negocio. ¿Y cómo lo supieron?
¿Acaso son Dostoievsky o Dios padre para meterse en la mente de otros?
¡No sabe uno lo que uno está pensando va a saber lo que piensan los demás!
(Vallejo 15)
La forma tan personal y vivencial en que se narra esta novela nos presenta
una relación particular entre los hechos a los que se enfrenta Fernando y su
conciencia de estos. Asimismo, la relación entre el narrador y los personajes
se presenta sin falsas formalidades, es decir, se pretende reflejar la conciencia
de la experiencia del narrador en relación con la ciudad y los personajes de la
manera más natural posible. Se trata entonces de una narración puramente
vivencial que pretende mostrarse sincera, honesta, sin falsedades retóricas
de ningún tipo. Los cambios formales de la novela del siglo XX en la manera
de percibir la ciudad, a través de la conciencia del sujeto que recorre sus
calles, “es una innovación que resultaba necesaria para poder dar forma
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
Mire parcero: no somos nada. Somos una pesadilla de Dios, que es loco.
Cuando mataron al candidato que dije yo estaba en Suiza, en un hotel con
lago y televisor. “Kolumbien” dijeron en el televisor y el corazón me dio un
vuelco: estaban pasando la manifestación de los veinte mil en el pueblito
de la sabana y el tiroteo. Cayó el muñeco con su afán protagónico. Muerto
logró lo que quiso en vida. La tumbada de la tarima le dio la vuelta al mundo
e hizo resonar el nombre de la patria. Me sentí tan, pero tan orgulloso de
Colombia… “Ustedes —les dije a los suizos— prácticamente están muertos.
Reparen en esas imágenes que ven: eso es vida, pura vida”. (40)
Fernando construye su país a partir de las relaciones sociales con los otros.
La muerte de Luis Carlos Galán es vista desde Suiza, y la aburrida vida social
de los suizos se compara en este fragmento con la muerte. Los colombianos sí
están vivos: esas muertes en Colombia, esos magnicidios son “vida, vida pura”.
Es importante resaltar esta construcción ficcional de momentos históricos a
partir de las relaciones sociales de Fernando y de su conciencia crítica, que
en muchos momentos resulta mordaz. Fernando, como sujeto histórico, se
mueve por la ciudad que, como veremos más adelante, es él mismo, es su
yo, y por tanto su vida se narra a través de la ficcionalización de esta que, en
últimas, resulta ser la ficcionalización de su propia vida.
De esta manera, Vallejo relaciona lo socialmente construido con lo perso-
nalmente vivido, pero esta comparación está supeditada a la experiencia del
presente con la del pasado. El punto de valoración de la ciudad de Medellín
del presente de Fernando es la Medellín de su niñez, de su pasado.
Señala Beatriz Sarlo, en su libro Tiempo pasado: cultura de la memoria y
giro subjetivo, que “el regreso al pasado no es siempre un momento liberador
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 323-338
del recuerdo, sino un advenimiento, una captura del presente” (9). En este
sentido, el presente de Fernando es una Medellín que se aleja de la ciudad
en la que él creció y la que abandonó de joven. La experiencia urbana de
su infancia y su juventud resultan relevantes para entender y evaluar la
situación actual de la ciudad.
La relación de Fernando con el pasado, a propósito de su ciudad natal, es
ineludible e inaplazable, en buena parte porque “proponerse no recordar es
como proponerse no percibir un olor, porque el recuerdo, como el olor, asalta,
incluso cuando no es convocado” (Sarlo, Tiempo pasado 9). A Fernando le
asalta el recuerdo de una Medellín de infancia, un recuerdo involuntario, pero
necesario para contrastar y ser consciente de una problemática social actual.
“Llegado de no se sabe dónde, el recuerdo no permite que se le desplace; por
el contrario, obliga a una persecución, ya que nunca está completo” (10). Se
trata de la pervivencia y dominio del recuerdo en el presente: el recuerdo
lucha por su prevalencia como elemento esencial en la construcción del
hoy: “El recuerdo insiste porque, en un punto, es soberano e incontrolable
(en todos los sentidos de esa palabra)” (10). El pasado de Fernando no es
evocado por simple capricho: se trata de una necesidad. La rememoración
de la ciudad de su infancia contrasta con la ciudad presente y no recordada
de Alexis y Wílmar. Para estos jóvenes sicarios, Medellín fue y será siempre
la ciudad de las comunas y el sicariato, mientras que, en el caso de Fernando,
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
“un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo” (Vallejo 9). Esta
aclaración, dice, no va dirigida a los lectores que, supone el narrador,
conocen bien el término. La virgen de Sabaneta tampoco es la misma de la
niñez de Fernando. En aquella época, era la Virgen del Carmen y ahora es
María Auxiliadora, protectora de sicarios. Asimismo, Sabaneta ha dejado
de ser un pueblo para convertirse en un barrio de Medellín, y “Colombia,
entre tanto, se nos había ido de las manos. Éramos, y de lejos, el país más
criminal de la tierra, y Medellín la capital del odio. Pero estas cosas no se
dicen, se saben. Con perdón” (10).
Los cambios percibidos por Fernando muestran la degeneración de una
ciudad que recordaba pacífica, tranquila. Una ciudad pequeña que acababa
donde hoy comienzan las comunas:
En ese barrio donde hoy empiezan las comunas pero donde en mi niñez
terminaba la ciudad pues más allá no había nada —solo cerros y cerros y
mangas y mangas donde a los niños que se desperdigaban se los chupaba
El Chupasangre—. (110)
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La ciudad que vive Fernando es una ciudad dividida o, más bien, lo que
percibe son dos ciudades unidas, caracterizadas topográficamente:
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
la ciudad, como un flanêur que se mezcla con sus habitantes. Desde arriba, el
ojo totalizador lee la ciudad y esta visión del mundo constituye un “theoretical
simulacrum” (93), a “fiction of knowledge” (92). Desde abajo, en cambio, se
circula por el espacio, se lo altera y se escribe y re-escribe el texto urbano,
“to practice the space is… to be the other and move towards the space of
the other” (110). (26-27)
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Le quité la camisa, se quitó los zapatos, le quité los pantalones, se quitó las
medias y la trusa y quedó desnudo con tres escapularios, que son los que
llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo
y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para
que les paguen. Eso según los sociólogos, que andan averiguando. Yo no
pregunto. Sé lo que veo y olvido. Lo que sí no puedo olvidar son los ojos, el
verde de sus ojos tras el cual trataba de adivinarle el alma. (16)
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
presenta sobre todo como una cultura propia de la ciudad. Una cultura que
posee sus normas, sus valores y sus nuevos significados. Una cultura que
Fernando vive con cada muerto que Alexis y Wílmar le regalan (porque él
no le dice que maten a este o a aquel, con excepción del punkero, ni mucho
menos les paga para que lo hagan). Al principio, con el primer muerto de
Alexis (el punkero), Fernando se siente un tanto culpable pero, sobre todo,
consternado por la facilidad para matar de su niño. Sin embargo, con los
siguientes asesinatos de Alexis, Fernando se va adaptando a la cultura de
su ángel exterminador, y no le pesan ni le molestan las sucesivas muertes
que causan Alexis o Wílmar.
La cultura del sicariato es entonces una cultura emergente poseedora de
nuevos significados y valores sociales, de nuevas prácticas culturales y eco-
nómicas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean continuamente.
La cultura del sicariato se presenta básicamente como una adaptación de
las formas y prácticas del narcotráfico que se nutre del principal problema
social que ataca Fernando y le toca vivir en las calles de su Medellín: la
pobreza. Sin duda, según Fernando, la pobreza es la madre de la mayoría
de las desgracias y males de Medellín. El problema principal de los pobres
en esta ficcionalización es que solo saben pedir y parir hijos: “Un tumulto
llegaba los martes a Sabaneta de todos los barrios y rumbos de Medellín
adonde la Virgen a rogar, a pedir, a pedir, a pedir que es lo que mejor saben
hacer los pobres amén de parir hijos” (10). La pobreza se presenta como un
fenómeno propio de la Medellín de La virgen de los sicarios, que no dista
mucho de la Medellín de hoy y de las principales ciudades colombianas, en
donde los índices de pobreza y desigualdad están entre los primeros lugares
en los listados latinoamericanos.1
De nuevo, el fenómeno de la pobreza se presenta a partir de la experiencia
de Fernando en la ciudad. Lo que interesa al narrador de la novela es, como
en el caso de la migración campesina, el efecto que tienen los pobres en la
ciudad y, por supuesto, en su vida. El narrador sostiene que la pobreza es
constructora de comunas y más comunas, es paridora de sicarios, atracadores
y demás males que aquejan a cualquier ciudad colombiana. “Los pobres
producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más
asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Esta es la ley de Medellín,
1 Véase por ejemplo el informe “Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe 2012” de la ONU.
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que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota” (83). La pobreza se
presenta como un fenómeno que se incrementa cada vez más y que invade a la
ciudad con sus normas y valores. El incremento de la pobreza para Fernando
es causa de la brutalidad de esta raza, de esta cultura que “odiando al rico […]
se [empeña] en seguir de pobres y pariendo más… ¡Por qué no especuláis en
la bolsa, faltos de imaginación, desventurados! O montáis una corporación
financiera y os vais a Suiza a depositar y a la Riviera a gastar” (102).
El elemento problemático en el que más se hace énfasis en la obra es el
de la “paridera” de los pobres. El Fernando de carne y hueso ha mencionado
este hecho en varios discursos como uno de los factores al que los entes
gubernamentales deberían prestar atención.2 Por supuesto, el problema es
principalmente cultural y, como lo señala el narrador, dentro de la cultura
de la pobreza no es posible entender que
si se cruzan una pareja de enanos ¿qué pasa? Que tienen el cincuenta por
ciento de probabilidades, fifty fifty, de que sus hijos les salgan como ellos…
el gen de la pobreza es peor, más penetrante: nueve mil novecientos noventa
y nueve de diez mil se lo transmiten, indefectiblemente, a su prole. (103)
Fernando pretende acabar con los pobres para acabar con el mal que le
hacen a su ciudad y a él mismo. En la finca de sus abuelos, la que rememoraba
con tanto sentimiento, ya no quedaba nada, pues habían construido “una
dizque urbanización milagro: casitas y casitas y casitas para los hijueputas
pobres, para que parieran más” (97).
Es claro que, para Fernando, las dimensiones de lo económico y lo cultural
están indisolublemente ligadas. Son elementos de un mismo proceso social-
material que afecta a su mundo, al mundo de su niñez, de su pasado, pero
sobre todo al mundo de su presente. Un presente que ha sido transformado
y que se vive como un castigo del destino.
2 En Colombia, solo hasta finales del año 2010 se firmó la ley que permite la vasectomía o la ligadura
de trompas para personas adultas que no tengan hijos Anteriormente, era necesario tener al menos
dos hijos para llevar a cabo la operación de forma legal y gratuita.
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 323-338
Obras citadas
Álvarez, Moira. “El espacio acorralado: un estudio de La virgen de los sicarios
de Fernando Vallejo y El gaucho insufrible de Roberto Bolaño”. Chasqui 2.15
(2013): 15-30. Impreso.
Ospina, Luis, dir. La desazón suprema. Documental. Youtube. Web. 31 diciembre.
2011.
Sarlo, Beatriz. Prólogo. El campo y la ciudad. Por Raymond Williams. Buenos
Aires: Paidós, 2001. 11-22. Impreso.
..Tiempo pasado: cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión.
México: Siglo XXI, 2006. Impreso.
Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogotá: Alfaguara, 2004. Impreso.
Williams, Raymond. El Campo y la ciudad. Buenos Aires: Paidós, 2001. Impreso.
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Freja de la Hoz, Adrián · La construcción ficcional de la ciudad...
Bibliografía
Arfuch, Leonor. El espacio biográfico: Dilemas de la subjetividad contemporánea.
México: Fondo de Cultura Económica, 2002. Impreso.
Barros, Sandro R. “Otherness as Dystopia: Space, Marginality and Post-National
Imagination in Fernando Vallejo’s La virgen de los sicarios”. Ciberletras 15
(2006). Web. Junio 6. 2014.
De Certeau, Michel. The Practice of Everyday Life. Trad. Steven Rendall.
Berkeley: University of California Press, 1984. Impreso.
O’Bryen, Rory. “Representations of the City in the Narrative of Fernando
Vallejo”. Journal of Latin American Cultural Studies 13.2 (agosto 2004): 195-
204. Impreso.
Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2008. Impreso.
Sobre el autor
Adrián Farid Freja de la Hoz es Investigador de las literaturas orales en Latinoamérica
y docente de literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Premio
Nacional de Literatura Ciudad de Bogotá 2010. Premio Nacional Otto de Greiff. Autor de
varias publicaciones sobre literatura oral en Colombia.
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Reseñas
Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 341-344
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48699
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Reseñas
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Reseñas
Clara Galindo
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 345-352
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48700
Ruedas de la Serna, Jorge, coord. La misión del escritor. Ensayos mexi-
canos del siglo XIX. México: UNAM, 2014. 419 págs.
La historia de la literatura mexicana del siglo XIX —o, por mejor decir,
la historia general de la producción literaria de nuestro país— es, todavía
hoy, una tarea en marcha que requiere, al menos, del cumplimiento de dos
condiciones: la primera es la formulación de una teoría según la cual se
determine con objetividad y precisión en qué reside la naturaleza esencial de
los textos literarios, a fin de que no aparezcan entremezcladas en un único
plano de consideraciones las obras que pertenecen a diversas agencias del
espíritu (v. gr., la historia, la filosofía, la ciencia) con las creaciones verbales
de carácter fundamentalmente artístico-literario. La segunda condición es,
a mi modo de ver, que el historiador y el crítico cuenten con una suficiente
información historiográfica que les permita dar cuenta de los insoslayables
vínculos que los productos artístico-literarios contraen con las realidades
históricas contemporáneas, esto es, con las condiciones culturales, políticas
e ideológicas que determinan —en muy buena medida— la sustancia
semántica de las obras literarias, que surgen inevitablemente dentro de un
complejísimo proceso de evolución o cambio social. Y todo esto porque
no basta el tradicional recurso a los repertorios de retórica y poética para
determinar la singular significación de una obra determinada, como tampoco
es suficiente la simple exposición de los acontecimientos históricos de un
cierto periodo para, con solo eso, revelar sus profundos y, en ocasiones,
disimulados vínculos con las condiciones históricas que prevalecen en su
momento.
En auxilio de los historiadores y críticos literarios suelen venir los
propios autores, mediante la explícita exposición de su pensamiento acerca
de las cuestiones planteadas. Este libro que hoy presentamos —ideado y
coordinado por el Dr. Jorge Ruedas de la Serna, publicado por primera vez
en 1996 y hoy venturosamente reeditado— constituye una imprescindible
colección de documentos de primer orden que recoge diversos artículos
y discursos de veinte escritores mexicanos del siglo XIX acerca de las que
para ellos —cada uno en su momento y de conformidad con sus tendencias
ideológicas— fueron las cuestiones que mayormente les preocupaban en
torno del sentido y utilidad de la literatura en el México independiente, así
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Reseñas
como de las contribuciones que ésta podría o debería hacer para el progreso
de la nueva nación mexicana.
Advierte Ruedas de la Serna, en la presentación del volumen, que fueron
“fuente fundamental para el registro, localización y selección de los textos
aquí recogidos” los meritísimos estudios de nuestro maestro don José
Luis Martínez acerca de La expresión nacional (1955). Debemos reconocer
la extraordinaria importancia que para los estudiosos de la literatura
mexicana tuvieron y continúan teniendo sus ejemplares trabajos en torno
a “la emancipación literaria de México”. Con todo, La misión del escritor
tiene una distinta intención y una concreta utilidad: en sus estudios, don
José Luis citó abundantemente los testimonios de los escritores del siglo
XIX para fundar su particular comprensión de las ideas de los escritores
de entonces (y muy especialmente las de Ignacio Manuel Altamirano)
acerca de la función que había de desempeñar la literatura en el México
independiente, no menos que de la obra nacionalista llevada a cabo por
los miembros de la Academia de Letrán y del Liceo Hidalgo. Por su parte,
La misión del escritor se constituye como un bien ordenado repertorio de
los artículos, discursos y ensayos que, entre los años de 1830 y 1890, fueron
publicando en periódicos y revistas los más destacados escritores pertene-
cientes a tres generaciones y tres corrientes literarias sucesivas (la clasicista,
la romántica y la modernista), entre los que descuellan José María Heredia,
José María Lafragua, Luis de la Rosa, Guillermo Prieto, Francisco Zarco,
Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, José María Vigil, Vicente
Riva Palacio y Manuel Gutiérrez Nájera. “Más que una antología en la que
hubiesen prevalecido criterios complacientes con las preferencias estéticas o
ideológicas de nuestra época —aclara Ruedas de la Serna— hemos buscado
que los textos seleccionados fuesen representativos de las ideas rectoras
que guiaron el debate de los escritores mexicanos del siglo XIX”; de suerte,
pues, que gracias a la consulta de ese almácigo documental los estudiosos
de aquella etapa de nuestra historia literaria podrán superar los habituales
prejuicios de una crítica al uso, siempre acechada por las tentaciones de la
glosa mostrenca y el juicio redundante.
La idea de seleccionar y reunir en un solo volumen esos textos funda-
mentales para la cabal comprensión del desarrollo de las letras mexicanas
del siglo XIX surgió de un seminario de posgrado que tiene a su cargo el Dr.
Ruedas de la Serna con el fin de reunir toda esa documentación, generalmente
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expuestas por los escritores mexicanos desde los albores del siglo XIX.
Quedan, pues, invitados los lectores de esta meritísima obra a hacer sus
propias indagaciones textuales y a formarse una idea bien meditada de los
avatares del pensamiento literario y social de los mexicanos en esa etapa
crucial del proceso histórico de nuestra nación.
doi: 10.15446/lthc.v17n1.48701
Herrera, Clara E. Las místicas de la Nueva Granada: tres casos de bús-
queda de la perfección y construcción de la santidad. Barcelona: Paso
de Barca, 2013. 350 págs.
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Así pues, si bien la autora acepta de entrada que dichas monjas tenían serios
impedimentos para construir su individualidad gracias a la rigidez de las
estructuras patriarcales y religiosas dominantes, y aunque deja claro desde
el principio que el problema de la expresión personal no era en absoluto
una preocupación en la época en que escribieron estas monjas (20), no
obstante, su investigación vuelve constantemente sobre el análisis de los
resquicios por los cuales, gracias a la situación privilegiada que tenían en
cuanto eran consideradas “elegidas de Dios”, podían autoconfigurarse como
sujetos místicos y ejercer cierto control sobre sus vidas.
Así pues, Herrera demuestra que las monjas hacen uso, consciente o
inconsciente, de las estrategias retóricas que habían heredado de cierta
tradición mística para subvertir su relación con el poder religioso, de manera
que les era posible expresar ciertos rasgos de su individualidad (como su
deseo de hacer apostolado o de permanecer con cierto confesor) a través
de la narración de sus experiencias místicas.
En este sentido, el estudio de Herrera utiliza de manera particularmente
provechosa los conceptos de campo cultural y habitus, postulados por Pierre
Bourdieu, para analizar cómo se integraban las relaciones de poder del
campo religioso en la escritura de las monjas y cómo utilizaban su escritura
para tomar una nueva posición en el campo, diferente a la que normalmente
les era asignada como mujeres. En la tensión que se descubre entre dicha
inversión de las relaciones de poder y la aceptación e integración de los
esquemas que impone el campo religioso, la autora revela que cada uno de
los trayectos escriturales en la perfección espiritual de estas monjas neogra-
nadinas desemboca en paradojas y dilemas aparentemente irresolubles que
denuncian contradicciones propias del medio cultural religioso en el que
estaban inmersas. Estas son, entre otras, la contradicción entre concebirse
como mujer pecadora y a la vez descubrirse como elegida de Dios; los
problemas del límite entre expresar y explicar las experiencias místicas;
el dilema de postular como don divino el deseo personal de hacer vida
misional; la contradicción entre la humildad que se les exigía a las monjas y
la vanidad que seguía de haber sido elegidas para escribir sus experiencias.
Por otro lado, para desenterrar estas paradojas de las obras de las monjas,
Clara Herrera echa mano de diversos recursos historiográficos a través de
los cuales se acerca a ese ejercicio de diferenciación del que hablábamos.
Así, toda la primera parte del libro (los dos primeros capítulos) la dedica,
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(este último deseo también está influenciado, según Herrera, por la ética
jesuítica contemplativa y misional con la que las monjas neogranadinas se
relacionaban estrechamente). Y, por último, en el caso de Santa Catalina de
Siena, se resalta la importancia de recurrir a la postulación de la igualdad
de los sexos a través de una apelación que hace la divinidad respecto de
dicha igualdad, es decir, según los conceptos de Bourdieu, se postula, en el
discurso, una igualdad de las posiciones en el campo.
Pero, sobre todo, Herrera hace énfasis en la posibilidad que tuvieron estas
monjas de subvertir la relación de poder establecida con sus confesores a
través de sus visiones, sin que esto repercutiera en censura o en un juicio
inquisitorial. Dicha posibilidad que suena, a primera vista, más como una
lectura influenciada por la perspectiva de los estudios de género que como
una lectura histórica, se justifica debidamente en la paradoja propia del
proceso de escritura mística femenina y en las libertades específicas de su
entorno marginal, expuestas en los primeros capítulos. En este sentido la
autora resalta el hecho de que la Madre Josefa del Castillo pudiera escoger
a sus confesores y, aún más, escogerlos entre los intelectuales jesuitas de
más alto nivel, en parte gracias a su rango social; por esto, es importante
también el hecho de que no se la censurara por citar la Biblia (tanto en
latín como en romance). Por otro lado, la autora llama la atención sobre las
ocasiones en que Jerónima Nava, por su parte, logró hacer que su confesor
permaneciera junto a ella, aduciendo en sus visiones a que así se lo había
mandado “mi Señor”. Y finalmente, Herrera demuestra que también la
Hermana María de Jesús logra ejercer cierta influencia sobre las decisiones
del arzobispo de Bogotá cuando profetiza el terremoto del 18 de octubre
de 1743. En esa ocasión María de Jesús recomienda que se rece a Santa Ana
como la verdadera intercesora de los neogranadinos ante Dios, petición a la
que hizo caso el arzobispo, quien además pidió después consejo a la monja
sobre otras de sus decisiones.
Todas estas caracterizaciones del campo cultural y de la manera en que
las monjas se integraban en él o intentaban tomar una nueva posición llevan
a que, en la segunda parte, cuando la autora se ocupa por separado de cada
una de las monjas neogranadinas, tienda a especificar mucho más aquello
que diferencia a una de las otras y del resto de la tradición textual. De esa
forma, dibuja una especie de clasificación a partir de la clase de visiones
que tienen, la forma en que las estructuran en una narrativa coherente y
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Reseñas
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c onvo catoria - ca l l f or pa per s
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Fabio Jurado Valencia. Fabio Jurado es licenciado en literatura e idiomas (Universidad de
Santiago de Cali, Colombia), maestro en letras iberoamericanas (UNAM, México) y doctor
en literatura (UNAM, México). Es profesor del Departamento de Literatura de la Universidad
Nacional de Colombia en Bogotá.
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someter un trabajo a evaluación, que consulten las políticas y pautas completas de la revista
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2015. Los trabajos que se envíen al especial serán sometidos inmediatamente se reciban a
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vol. 18, n.º 2 Jul - Dic (2016)
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Guest Editor
Fabio Jurado Valencia. Fabio Jurado has a B.A. in Literature and Languages (Universidad
de Santiago de Cali, Colombia), an M.A. in Ibero-American Literature (UNAM, México), and
a Ph.D, in Literature (UNAM, México). He is a professor at the Literature Department of the
Universidad Nacional de Colombia in Bogotá.
The articles may concentrate on the analysis of specific authors and works, or on theoretical
reflections.We will also take into account articles that address Mexican literature from a com-
parative perspective, establishing relations with other artistic practices and other discourses.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 365-375
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Ética. La revista ha formulado un código de ética para autores y evalua-
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se acoge a las orientaciones del Committee on Publication Ethics (COPE),
en lo que atañe a las buenas prácticas de publicación y a la resolución de
posibles conflictos.
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Instrucciones a los autores
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 365-375
Ejemplo
Patricia Simonson, Doctora en narrativa norteamericana del siglo XIX,
profesora asociada del Departamento de Literatura, Universidad Nacional
de Colombia, Bogotá, Colombia. Correo-e: [email protected]
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Instrucciones a los autores
“No ganaba nada con preguntarse qué hacía allí a esa hora y con esa gente,
los queridos amigos tan desconocidos ayer y mañana, la gente que no era
más que una nimia incidencia en el lugar y en el momento” (Cortázar 206).
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 365-375
Algunas veces, Cortázar utiliza el discurso indirecto libre: “No ganaba nada
con preguntarse qué hacía allí a esa hora y con esa gente, los queridos amigos
tan desconocidos ayer y mañana, la gente que no era más que una nimia
incidencia en el lugar y en el momento” (206).
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Instrucciones a los autores
Libro
Arango, José Manuel. Poesía completa. Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2003. Impreso.
Capítulo de libro
Scholem, Gershom. “Cábala y mito”. La cábala y su simbolismo. México:
Siglo XXI, 2005. 95-129. Impreso.
Artículo electrónico
Ramey, James. “Bajtín y el giro espacial: intertextualidad, vanguardismo,
parasitismo”. Literatura: teoría, historia, crítica 15.2 (2013): 69-95. Web. 3 de
marzo de 2014 <http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/
view/41300/42860>.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 365-375
Consideraciones éticas
Autores
373
Instrucciones a los autores
Evaluadores
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 365-375
que hay algún impedimento ético o conflicto de intereses que puedan afectar
su concepto, debe informar al editor, sin demoras.
Enfoque de los conceptos. Se espera que los evaluadores aborden
los trabajos desde una perspectiva académica, rigurosa y coherente. Los
conceptos muy escuetos, pobres en argumentos para aprobar o rechazar un
trabajo, no son aceptables. Los resultados del arbitraje deben ser de provecho
para el autor y editor. El autor debe poder replantear, corregir o validar su
trabajo, gracias a los comentarios que reciba. El editor debe poder tomar
una decisión argumentada sobre la publicación o rechazo de un trabajo,
con base en las recomendaciones de los evaluadores.
Diligencia. Los evaluadores deben pactar un plazo razonable con la
revista, de acuerdo con sus circunstancias y disponibilidad de tiempo. Si, en
el desarrollo de la evaluación, el cumplimiento del plazo de entrega resulta
inviable, el evaluador debe informar al editor para reorganizar el cronograma
inicialmente pactado. La respuesta oportuna a los autores depende también
de la colaboración de los evaluadores.
Seguimiento. Los evaluadores deben procurar apoyar al editor para la
verificación de versiones corregidas de los trabajos. El aporte del evaluador
en este proceso permitirá que la versión que llegue a los lectores de la revista
sea la mejor posible.
Suplantación. El editor y su equipo llaman a un evaluador a participar
en la lectura de un trabajo luego de analizar su formación académica,
trayectoria y experiencia en investigación, y publicaciones. No es aceptable
que un evaluador, luego de asumir la lectura de un trabajo, transfiera la
responsabilidad de la evaluación a un tercero (ej. coinvestigador, estudiante
de posgrado, etcétera).
Uso de información. Los trabajos que el evaluador recibe, en su mayoría,
son inéditos y originales. Cualquier uso o apropiación indebida de los
planteamientos, información o apartados de texto de los trabajos que recibe,
será considerado como una falta ética de suma gravedad.
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instructions to au thors
http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/lthc
[email protected]
•
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 377-387
379
Instructions to authors
Example
Patricia Simonson, PhD in 19th century American narrative, Associate
Professor of the Literature Department, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, Colombia. Email: [email protected]
Title of the work. The title of the work must be concise and should
correspond to the subject covered.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 377-387
Abstracts and key words. Articles must include an analytic abstract not
exceeding 150 words. The abstracts should answer the following questions: 1)
what is the purpose of the article?; (2) in what logical order are the subjects
or contents of the article discussed?; (3) what is the author’s main point of
view, or the contribution of the article?; (4) what are the conclusions or
repercussions of the article, its key aspects, of interest to the reader?
Notes will include abstracts no more than 100 words long, written in
the same language as the note itself. The abstract must clearly indicate the
purpose of the note and the issues it addresses.
There should be a minimum of three and a maximum of six key words
accompanying the abstract. Like the title, they must correspond to the
content discussed in the text.
Body of the text. The organization of the contents depends on the
intention of the text and on how the author hopes to most effectively reach
his/her readers. We are not suggesting a single format for writing a research
or reflective article in literary studies, or a review of the existing literature.
However, we ask that authors always seek to express their arguments as
clearly as possible. It is important that the reader should receive the message
of the article distinctly and identify its contribution, and that the quality of
the writing or the organization of the contents should not be an obstacle.
Tables and figures. Any tables or figures included in the paper must come
with a full reference in the body of the text, and they must appear in close
proximity to this reference. Both tables and figures must be numbered with
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Table numbers and titles are placed above the table, with the source below.
For figures, the number as well as the title and source are indicated below.
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something or give additional information that may be useful to the reader.
Acknowledgements. If the article or note arises from a research project
funded by a university or organization, or if the author considers that some
mention should be made of those who contributed to the research or in
the writing of the text, an acknowledgements section may be included at
the end of the paper (after the list of references). This section should not
exceed 100 words.
381
Instructions to authors
Citation and reference style. The journal follows the rules of the Modern
Language Association (mla) for in-text citations and for the list of references
that must appear at the end of every paper.
“No ganaba nada con preguntarse qué hacía allí a esa hora y con esa gente,
los queridos amigos tan desconocidos ayer y mañana, la gente que no era
más que una nimia incidencia en el lugar y en el momento” (Cortázar 206).
“Was it wisdom? Was it knowledge? Was it, once more, the deceptiveness
of beauty, so that all one’s perceptions, half-way to truth, were tangled in a
gold mesh? or did she lock up within her some secret which certainly Lily
Briscoe believed people must have for the world to go on at all?” (Woolf 59).
If the author of the text is mentioned and there is no room for confusion,
the paper may provide only the page number after the quote:
If various works by the same author are being quoted within a paragraph,
a fragment of the title of the work with the corresponding page can be
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 377-387
If several works by an author are being cited or there are several works
by the same author in the list of references, and the author’s name is not
mentioned in the text or section in which he/she is being quoted, then the
last name may also be included in the parenthesis, separated by a comma,
in order to avoid confusion:
When there are two or more different authors with the same last name
in the list of references, the initial of the name can be included with each
quotation in the body of the text in order to distinguish the source (or even
the full name, if the initials should happen to be the same):
When quoting dramatic works, the numbered act, scene and verses can
be included in parentheses, with a period after each item, after the fragment
cited. If different sections of a work are being cited, the page or range of pages,
in parenthesis, must first be indicated; then the volume, number, chapter,
section, or paragraph, separated by a semicolon and a space: (89, ch. 2).
383
Instructions to authors
Book
Arango, José Manuel. Poesía completa. Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, 2003. Print.
Book chapter
Scholem, Gershom. “Cábala y mito”. La cábala y su simbolismo. México:
Siglo XXI, 2005. 95-129. Print.
Journal article
Castro Ramírez, Bibiana. “José Lezama Lima y su propuesta de crítica literaria
para América Latina”. Literatura: teoría, historia, crítica 9 (2007): 79-122. Print.
Electronic article
Ramey, James. “Bajtín y el giro espacial: intertextualidad, vanguardismo,
parasitismo”. Literatura: teoría, historia, crítica 15.2 (2013): 69-95. Web.
March 3, 2014 <http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/
view/41300/42860>.
Authors must ensure that the list of references and the quotes made in
the body of the text match perfectly. A reference not used in the body of
the text should not be included in the reference list, nor should any source
included in the text be omitted from the list.
Each bibliographic entry is organized in alphabetical order by last name.
Ethical Issues
Authors
Before submitting papers to the journal, authors must take into account
the following considerations:
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 377-387
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Instructions to authors
Evaluators
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 377-387
387
instruções aos au tores
http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/lthc
[email protected]
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A equipe editorial manterá uma comunicação direta e fluída com seus
diferentes colaboradores para facilitar a recepção, avaliação e decisão sobre
os trabalhos que são submetidos à Revista.
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Literatura: teoría, historia, crítica · 17·1 (2015) · pp. 389-399
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Instruções aos autores
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Exemplo
Patricia Simonson, Doutora em narrativa norte-americana do século
XIX; professora associada do Departamento de Literatura da Universidad
Nacional de Colombia, Bogotá, Colômbia. E-mail: [email protected]
Título dos trabalhos. O título dos trabalhos deve ser conciso e espera-se
que corresponda ao tema que tratado no texto.
Resumos e palavras-chave. Os artigos devem incluir um resumo analítico
que não ultrapasse 150 palavras. Espera-se que os resumos respondam,
em sua estrutura, às seguintes perguntas: 1) Qual é o propósito do artigo?
2) Como se desenvolvem logicamente os temas ou conteúdos no artigo?
3) Qual é o ponto de vista principal do autor ou a contribuição do artigo?
4) Quais são as conclusões, repercussões ou aspectos a ressaltar e de interesse
para o leitor?
As anotações terão um resumo de 100 palavras no máximo, no idioma
original no qual estejam escritas. Nesse resumo, devem estar claros o
propósito da anotação e os temas que serão abordados.
As palavras-chave que acompanham os resumos devem variar de três
(mínimo) a seis (máximo) palavras e, assim como o título, devem corres-
ponder aos conteúdos desenvolvidos no texto.
Corpo do texto. A organização dos conteúdos depende da intenção
do texto e da forma na qual o autor pretende chegar a seus leitores. Não
sugerimos aqui um esquema único para escrever um artigo de pesquisa,
reflexão ou revisão nos estudos literários. Contudo, pedimos aos autores
para buscarem sempre a clareza em suas proposições. É importante que
o leitor receba com nitidez a mensagem do trabalho, que saiba qual é sua
contribuição e que a qualidade da escrita ou da organização dos conteúdos
não seja um obstáculo para atingir esse propósito.
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Instruções aos autores
“No ganaba nada con preguntarse qué hacía allí a esa hora y con esa gente,
los queridos amigos tan desconocidos ayer y mañana, la gente que no era
más que una nimia incidencia en el lugar y en el momento” (Cortázar 206).
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Algunas veces, Cortázar utiliza el discurso indirecto libre: “No ganaba nada
con preguntarse qué hacía allí a esa hora y con esa gente, los queridos amigos
tan desconocidos ayer y mañana, la gente que no era más que una nimia
incidencia en el lugar y en el momento” (206).
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Instruções aos autores
Livro
Arango, José Manuel. Poesía completa. Medellín: Editora Universidad
de Antioquia, 2003. Impresso.
Capítulo de livro
Scholem, Gershom. “Cábala y mito”. La cábala y su simbolismo. México:
Siglo XXI, 2005. 95-129. Impresso.
Artigo de revista
Castro Ramírez, Bibiana. “José Lezama Lima y su propuesta de crítica
literaria para América Latina”. Literatura: teoría, historia, crítica 9 (2007):
79-122. Impresso.
Artigo eletrônico
Ramey, James. “Bajtín y el giro espacial: intertextualidad, vanguardismo,
parasitismo”. Literatura: teoría, historia, crítica 15.2 (2013): 69-95. Web. 3 de
março de 2014 <http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/
view/41300/42860>.
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Considerações éticas’
Autores
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Instruções aos autores
Avaliadores
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Revistas DE la Facultad de Ciencias Humanas
Universidad nacional de colombia / sede bogotá
Portal de Revistas UN:
www.revistas.unal.edu.co