Maria Madre de Dios

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UNIVERSIDAD CATOLICA DE HONDURAS NUESTRA SEÑORA

REINA DE LA PAZ

NOMBRE.
Elida Sahuanga Maticorena.

DOCENTE
Hna. Martina Moncada.

CURSO.
Mariología

TEMAS
Carta encíclica Redemptoris Mater

CARTA ENCÍCLICA
REDEMPTORIS MATER

[FECHA]
I. Feliz la que ha creído. 27/ 03/2021
La plenitud de gracia, anunciada por el ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de
María, proclamada por Isabel en la visitación, indica como la Virgen de Nazaret ha
respondido a este don.
María, la Madre, está en contacto con la verdad de su Hijo únicamente en la fe y por la
fe. Es, por tanto, bienaventurada, porque ha creído y cree cada día en medio de todas las
pruebas y contrariedades del período de la infancia de Jesús y luego durante los años de
su vida oculta en Nazaret.

II. Ahí tienes a tu madre


El evangelio de Lucas (11, 27) en que alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo,
dirigiéndose a Jesús: "¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!",
constituía una alabanza para María. Jesús responde: "Dichosos más bien los que oyen la
Palabra de Dios y la guardan". Quiere quitar la atención de la maternidad entendida sólo
como vínculo de la carne, para orientarla hacia aquel misterioso vínculo del espíritu que
se forma en la escucha y en la observancia de la Palabra de Dios

La maternidad nueva y distinta, de la que Jesús habla a sus discípulos, concierne a


María de un modo especialísimo. ¿No es María la primera entre "aquellos que escuchan
la Palabra de Dios y la cumplen?" María es digna de bendición por haber sido para
Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo, porque ya en el instante de la
Anunciación ha acogido la Palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente,
porque "guardaba" la palabra y la "conservaba cuidadosamente en su corazón" (Lc 1,
38.45; 2, 19.51), y la cumplía totalmente en su vida.

III. La Iglesia, Pueblo de Dios radicado en todas las naciones de la tierra

La Iglesia, por tanto, desde el primer momento, miró a María, a través de Jesús,
como miró a Jesús a través de María. Ella fue para la Iglesia de entonces y de
siempre un testigo singular de los años de la infancia de Jesús y de su vida oculta
en Nazaret, cuando conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

IV. El camino de la Iglesia y la unidad de todos los cristianos


Las imágenes de la Virgen tienen un lugar de honor en las iglesias y en las casas.
María está representada o como trono de Dios, que lleva al Señor y lo entrega a
los hombres o como camino que lleva a Cristo y lo muestra, o bien como orante
en actitud de intercesión y signo de la presencia divina en el camino de los fieles
hasta el día del Señor, o como protectora que extiende su manto sobre los
pueblos. o como misericordiosa Virgen de la ternura.

V. El Magníficat de la Iglesia en camino

La Virgen Madre está constantemente presente en este camino de fe del Pueblo


de Dios hacia la luz. Lo demuestra de modo especial el cántico del Magníficat
que, salido de la fe profunda de María en la visitación, no deja de vibrar en el
corazón de la Iglesia a través de los siglos.

Su amor preferencial por los pobres está inscrito admirablemente en el


Magníficat de María. El Dios de la Alianza, cantado por la Virgen de Nazaret en
la elevación de su espíritu, es a la vez el que derriba del trono a los poderosos,
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.

VI. María, Esclava del Señor

La maternidad de María, impregnada profundamente por la actitud esponsal de


esclava del Señor, constituye la dimensión primera y fundamental de aquella
mediación que la Iglesia confiesa y proclama respecto a ella, y continuamente
recomienda a la piedad de los fieles porque confía mucho en esta mediación.

María con razón es honrada con especial culto por la Iglesia; ya desde los
tiempos más antiguos es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo
los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas.

APORTE PERSONAL.

La presente reflexión se desarrollará tomando partes que considero importantes de la


encíclica.
Si bien es cierto San Juan Pablo considera que María es Madre de Dios, Madre de la
Iglesia y Madre de cada cristiano. En tal perspectiva se subraya de modo particular la
interdependencia que, en el designio de Dios, tienen la plenitud de gracia, la maternidad
María.

«En la expresión "feliz la que ha creído" podemos encontrar como una clave que nos
abre a la realidad íntima de María, a la que el ángel ha saludado como "llena de gracia".
Si como "llena de gracia" ha estado presente eternamente en el misterio de Cristo, por la
fe se convertía en partícipe en toda la extensión de su itinerario terreno: "avanzó en la
peregrinación de la fe" y al mismo tiempo, de modo discreto pero directo y eficaz, hacía
presente a los hombres el misterio de Cristo.

María es llamada por el Ángel transformada por la gracia como preparación a la divina
maternidad virginal y como consecuencia de esto, la plenitud de gracia conlleva que ella
sea, en cierto sentido, fuente de gracia para la humanidad.

Hablar del papel de la Virgen en la historia de la salvación nos recuerda que también
nosotros tenemos un papel que desempeñar en esta historia y que, para ello, tenemos
que meter a la Virgen María en nuestra vida y pedirle que interceda ante su hijo por
nosotros.

Si bien es cierto María es modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de


interioridad fecunda, de fe gozosa y enriquecedora para para la Iglesia y para mucha
gente que la venera bajo las diferentes advocaciones.

María la Madre de Dios es para la Iglesia un modelo perenne en el misterio de Cristo,


es la mujer fiel que, con su fíat pronunciado por medio de la fe, se entregó a Dios sin
reservas y se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la
obra de su Hijo.

Que maría la Madre de Jesús interceda por nosotros para ser fieles al proyecto de Dios,
que ella sea la que nos ayude a decir cada día que sí en cada paso que damos, que aún
dentro de las dificultades nuestra vida camine segura reconociendo que Dios está con
nosotros.

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