El Progresismo Cristiano: Muestro Tlemfo
El Progresismo Cristiano: Muestro Tlemfo
El Progresismo Cristiano: Muestro Tlemfo
el progresismo
cristiano
o los católicos
comunistas
MUESTRO TlEMfO
EL PROGRESISMO
CRISTIANO
O LOS CATOLICOS COMUNISTAS
EDICIONES PAULINAS
INTRODUCCION
— 5 —
2.— El Progreso.
Un punto de vista apostólico
Segundo: El proletariado
es redimido por el marxismo
Mística de encarnación
y mística de asunción
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te sea eficaz y provechosa. Es burguesa y sólo el
dolor la hará proletaria. Por ahora, su acción sólo
servirá para dividir las fuerzas obreras y retardar
el triunfo de la Revolución social.
Esta es en grandes líneas la doctrina de los
cristianos progresistas o católicos comunistas, tal
como la explican sus principales representantes,
entre los cuales hay, desgraciadamente, algunos
sacerdotes. Conviene, por tanto, analizarla deta-
lladamente efectuando una crítica de ella.
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cambio de estructuras de la sociedad, con la acción
revolucionaria; no atacándolo, porque con ello
nada se consigue. El anticomunismo, la persecu-
ción de él por lo que es en sí, es un error; el anti-
comunismo es una actitud negativa, inútil, que
debe rechazarse; no sirve para nada. Sólo contribuye
a aumentar su prestigio. 2.<?) La segunda forma lar-
vada del progresismo cristiano consiste en soste-
ner que la acción religiosa, la enseñanza del cate-
cismo, la práctica de los sacramentos no tienen
actualmente eficacia en el pueblo. Es necesario,
primero, darles qué comer, habilitarles casas, ocu-
parlos en trabajos remunerativos, en una palabra,
hacerlos salir de la miseria. Sin esto, toda labor
religiosa es infructífera. No faltan sacerdotes que
digan que necesitamos más ingenieros y técnicos,
que mejoren la situación económica de los países
subdesarrollados, que misioneros y sacerdotes, que
enseñen el evangelio y la moral. 3<?) También pue-
den considerarse como progresistas cristianos lar-
vados, los que desvalorizan las doctrinas sociales
de la Iglesia, como ineficaces o insuficientes para
efectuar un régimen de auténtica justicia social;
y en consecuencia, propician una forma de comu-
nismo diferente de la rusa, que es comunismo de
Estado bajo la dictadura proletaria. De este modo,
sostienen la conveniencia de la propiedad comuni-
taria, en manos de sindicatos o grandes consor-
cios industriales y agrícolas, manteniendo, en lo po-
sible, un régimen democrático.
En general, estos católicos progresistas quie-
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ren que la Iglesia se dedique únicamente a su mi-
sión espiritual; y le niegan capacidad y derecho
para intervenir en lo temporal, en la estructura
económica y política de las sociedades modernas.
La cual está entregada a la libre discusión de los
hombres.
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3.— El Progreso.
la técnica los artículos de consumo fueron elabo-
rados en gran escala y entregados a la libre com-
petencia en un mercado cada día más amplio.
Esta organización industrial moderna trajo, de u-
na Parte, concentración de grandes riquezas en
manos de pocas personas; y de la otra, también la
concentración de las masas de trabajadores en ta-
lleres y grandes fábricas o usinas.
En sus primeras etapas, el régimen capitalis-
ta no tuvo contrapeso alguno.
Los grandes empresarios, movidos por el
empeño de una producción en grande y rápida,
contrataron hombres, mujeres y niños con sala-
rios que fijaron a su agrado y con excesivas horas
de trabajo. No tenían los asalariados, ni la defensa
de los sindicatos, ni una legislación del trabajo y
de Previsión, que les protegiese contra reales y po-
sibles abusos. Ahora, la situación ha cambiado
completamente. Y el régimen salarial que corres-
ponde, como cara y sello, a la organización capi-
talista en vigencia, no puede considerarse intrín-
secamente injusto. Así lo declaró Pío XI en la
Encíclica "Quadragesimo anno": "En primer lu-
gar los que condenan el contrato de trabajo como
injusto por naturaleza y tratan de sustituirlo por
el contrato de sociedad hablan un lenguaje insos-
tenible, e injurian gravemente a Nuestro Predece-
sor, cuya encíclica "Rerum novarum" no solo ad-
mite el salario, sino que aún se extiende larga-
mente, explicando las normas de justicia que han
de regirlo". Además, el mismo Papa Pío XI, en la
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encíclica "Divini Redemptoris", refiriéndose al ré-
gimen salarial afirma: "Mas no se puede decir que
se ha satisfecho a la justicia social si los trabaja-
dores no tienen asegurada la propia sustentación
y la de sus familias con un salario proporcionado
a este fin; si no se les facilita la oportunidad de
adquirir una modesta fortuna, previendo así la
plaga del pauperismo universal; si no se toman
providencias en su favor con seguros Públicos o
privados para el tiempo de su vejez, de enferme-
dad o de desocupación". Y por último el Papa
Juan XXIII, en su Encíclica "Mater et Magistra"
pide encarecidamente a los empresarios, que
formen una "comunidad de trabajo" con todos
sus asalariados, induciéndoles a desempeñar un
papel responsable en la vida de la empresa.
No puede un católico, y menos un sacerdote,
decir con estos antecedentes, que el capitalismo
sea intrínsecamente perverso, o el mal en sí. Las
injusticias que de él se derivan son abusos de los
hombres, de los empresarios inescrupulosos; y
pueden ser corregidas. Aún más, deben ser corre-
jidas, siguiendo las normas luminosas de Su
Santidad Juan XXIII en su última encíclica
social.
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norma moral en las relaciones entre el capital y el
trabajo, ha cometido muchas injusticias y sigue
cometiéndolas, su acción ha sido principalmente
práctica. No ha tenido una doctrina que llegue al
pueblo. No ha acontecido lo mismo con el socialis-
mo y el comunismo, que se han erigido como artí-
fices de la revolución social y de la dictadura del
proletariado. Estas doctrinas sí que han envene-
nado al pueblo y le han quitado la fe; no las del
liberalismo económico o capitalismo profesadas
ahora solo por un reducido grupo de economistas.
El comunismo ha producido el odio de clases, la
aversión a la Iglesia y sacude profundamente las
estructuras actuales de la sociedad. El marxismo
es la voz de orden de las masas revolucionarias, y
aún de círculos intelectuales de algunas naciones,
agitadas por movimientos izquierdistas. Socia-
listas y comunistas se dan la mano en sus aspira-
ciones hacia la Revolución sccial.
Bajo el rublo del marxismo, se agitan los revo-
lucionarios socialistas y los comunistas. Ambos son
materialistas, combaten la religión, como una su-
perchería del pueblo y propician la abolición de la
propiedad privada de los instrumentos de produc-
ción como programa. Pero se diferencian en que
el socialismo quiere esta reforma radical de es-
tructuras, manteniendo, en lo posible, la demo
cracia y un sentido nacional de independencia en
relación con otros países, mientras que el co-
munismo se mueve en el sentido de dar un golpe
de Estado que establesca la dictadura del proleta-
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riado y la sumisión absoluta a las normas dadas
por Rusia, por el Gobierno bolchevique de Moscú.
En todo caso, si gran mal han hecho al pueblo
los empresarios capitalistas que le han pagado
salarios de hambre, no menor ha sido el daño cau-
sado por la propaganda ideológica de los socia-
listas y los comunistas que han envenenado su vi-
da con el odio de clases y con el ataque sistemático
efectuado a la religión y sus ministros. Aún más,
con manifiesta injusticia, han atribuido a la Igle-
sia los abusos que muchos empresarios cometen
con el pueblo pagando salarios deficientes, despi-
diendo a obreros sin motivo justificado, etc..
etc..
Todos saben que León XIII ya desde el año
1891, es decir, desde el siglo pasado, dió normas
precisas y luminosas, en la Encíclica " R e r u r a
Novarum" sobre el salario familiar y la acción del
Estado en beneficio de las clases populares.
El comunismo es
intrínsecamente perverso
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interesan a la Iglesia; solamente la vida espiritual
le corresponde a Ella. Así algunos oponiéndose al
Papa, niegan a la Iglesia el derecho a intervenir,
con sus normas de justicia y de moral, en asuntos
propios de la vida terrena. Aún más, olvidan que
el marxismo encierra, en su doctrina, misma, la
supresión absoluta y total de toda religión. Por eso,
fue lógico Lenin cuando dijo que un comunista
perfecto no puede tener religión. En efecto, el
marxismo enseña que la estructura de la sociedad
depende de su vida económica, que es su realidad
única y profunda; la vida política y social y sobre
todo la vida religiosa, son superestructuras, for-
mas externas, que dependen de la vida económica
y están condicionadas por ella, modificándose a
medida que la vida económica se modifica y se
transforma. En esto, consiste el materialismo
histórico. Ahora bien, el .sistema actual capitalista
exige la religión cristiana como un consuelo para
los que sufren porque son explotados, como una
fantasía y una ilusión para los pobres que nada
tienen, pero en el cielo lo tendrán todo. Efectuado
el cambio del régimen capitalista al comunista,
según ellos, la religión está demás, porque la jus-
ticia y la felicidad la tendrán en la tierra. El co-
munismo es por su naturaleza misma ateo. Es una
ideología y un sistema en el cual la religión no
tiene cabida, sea católica, protestante o cual-
quiera otra. Pero como saben los comunistas que
la religión está muy arraigada en el pueblo, co-
mienzan por establecer que es asunto privado de
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cada conciencia, y le niegan toda manifestación
pública; siguen persiguiendo a los sacerdotes,
porque actúan en el terreno social y no participan
de sus ideas, y concluyen encerrándoles en las
cárceles y asesinándoles por fútiles motivos, como
enemigos del pueblo.
Para los comunistas, perseguir la religión
hasta aniquilarla en todas sus manifestaciones
de vida, es preparar el camino de la revolución
social y de la dictadura proletaria. He aquí por qué
su Santidad Pío XI, con toda razón, declara que el
comunismo es una doctrina intrínsecamente per-
versa. Por otra parte, el comunismo va contra el
derecho natural al negar a las personas humanas,
para entregar al Estado, la propiedad privada de
la tierra y de los medios de producción, y reduce al
hombre a una terrible esclavizad en manos de un
Poder constituido por la dictadura implacable del
Partido Comunista.
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a los obreros, con las leyes del trabajo, de pre-
visión y de asistencia social y con otras medidas.
Menos aún podrá redimir al proletariado la organi-
zación comunista, que es capitalismo de Estado,
dirigido por una dictadura y llevado a sus últimas
consecuencias; lo que significa reducir a todos los
trabajadores de la inteligencia y del músculo a la
calidad de simples asalariados, que no pueden
efectuar ninguna reclamación ni huelga, porque
sus jefes poseen todo el poder policial y militar del
Estado, el cual, para mayor mal, está rígidamente
en manos de un hombre o de un reducido grupo de
personas, el Partido Comunista. El marxismo no
ha redimido al proletariado porque según las es-
tadísticas, a pesar de largos años de vigencia en
Rusia, aún no ha logrado asegurar a los obreros
condiciones de vida semejantes o siquiera iguales,
a las de los países capitalistas de Europa y Norte-
américa. Ni el capitalismo ni el comunismo han
redimido ni redimirá jamás al proletariado; el pri-
mero, porque subordina todas sus actividades al
lucro y es inescrupuloso; no obedece a los principios
de la moral cristiana en sus actividades; y el se-
gundo, porque niega sistemáticamente a la per-
sona humana un derecho fundamental, que es ba-
se de su libertad y de las más nobles actividades
de su vida: el derecho a la propiedad privada del
fruto de su propio trabajo, convertido en casa, tie-
rras u otros bienes, instrumentos de producción. Y
esto, sin tomar en cuenta la horrible condición so-
cial de vivir bajo una implacable dictadura. El ré-
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gimen capitalista no es intrínsecamente injusto.
Con las correcciones que ha sufrido, mas una po-
lítica de Gobierno de pleno empleo de la mano de
obra y con subvenciones a la cesantía, puede tole-
rarse. En cambio, el régimen comunista, por su
doctrina y por sus hechos, ha merecido el siguiente
juicio del Papa Pío XI: "Procurad, Venerables Her-
" manos, que los fieles no se dejen engañar! El
" comunismo es intrínsecamente perverso y no se
" puede admitir en ningún campo la colaboración
" con él de parte de cualquiera que quiera salvar
" la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos
" en error, cooperasen a la victoria del comunismo
" en su país, caerán como los primeros víctimas de
" su error; y cuanto más las regiones donde el
" comunismo logra penetrar se distinguen por la
" antigüedad y la grandeza de su civilización cris-
" tiana, tanto más desvastador se manifestará el
" odio de los sin Dios". (Encíclica Divini Redemp-
toris sobre el Comunismo).
Ahora bien, si ni el capitalismo ni el comunis-
mo marxista, ni el socialismo que sigue sus aguas,
pueden efectuar la redención del proletariado,
¿quién la efectuará? La respuesta es sencilla: la
doctrina social de la Iglesia. Pero, antes hemos de
resolver una dificultad: ¿está la Iglesia enfeudada
al capitalismo? Los cristianos progresistas o comu-
nistas católicos afirman que sí. La Iglesia misma
lo niega y afirma que no. ¿Dónde está la verdad?
— 21 —
La Iglesia y los regímenes
económicos del pasado
— 22 —
deben gigantescas catedrales de piedra, riquísima-
mente adornadas; y las obras artísticas más inte-
resantes de esa época. Vinieron los tiempos moder-
nos, y los grandes descubrimientos del vapor, la
electricidad y la mecánica cambiaron radical-
mente la estructura económica del mundo civili-
zado. Vino la gran usina con miles de obreros, el
mercado de local se transformó en nacional y des-
pués en mundial, en suma, se formó el régimen
capitalista, llamado así por la necesidad de la
inversión de grandes capitales en las empresas
productoras. Este régimen, en sus primeras eta-
pas, se desarrolló sin control en virtud de la polí-
tica liberal dominante en toda Europa. Causó
muchos abusos que es necesario reconocer: sala-
rios de hambre, trabajo excesivo de mujeres y de
niños, etc.. etc..
Pero la voz de la Iglesia se dejó oir. En el siglo
pasado, León XIII, con gran escándalo de los que,
admirados de las nuevas técnicas de la produc-
ción, todo lo estimaban bueno, pidió justicia para
los obreros. Estableció la necesidad de la organiza-
ción sindical en defensa de sus derechos, señaló
las normas del salario justo familiar; y pidió al
Estado que interviniera en favor del pueblo. Este
movimiento, iniciado por la Encíclica "Rerum
Novarum", dió origen a la legislación del trabajo y
a todas las leyes de previsión social y de asistencia
que vinieron después, y hoy se practican en todos
los países de civilización cristiana. Podrá decirse
que aún los abusos no concluyen, a pesar de las
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Encíclicas sociales dictadas por los Papas. Efec-
tivamente es así. Pero de ello no tiene culpa la
Iglesia, sino la avaricia y la apostasía de los hom-
bres que no obedecen a Dios ni a la ley natural y
divina por El dictada, sino al interés de su propio
negocio. Es muy sensible que la Iglesia no cuente
con fuerza coercitiva, fuera de la persuación para
obligar a practicar la justicia social que Ella ha
enseñado. Pero ella no está, pues, enfeudada al
capitalismo ni a ningún régimen social, ni econó-
mico, aunque sea óptimo. Ella comprende que
todas las formas económicas y políticas de los
pueblos son caducas y están en continua trans-
formación y cambio. Sólo Ella, con su divino
Mensaje, es siempre la misma y horada los tiem-
pos. No hay, en consecuencia, dos Iglesias: la
Iglesia sacramental y del Espíritu Santo; y, la
Iglesia histórica y sociológica que se confunde con
la burguesía capitalista, sino una sola que forma
el Cuerpo místico de Cristo. Y esta Iglesia está
encarnada en las estructuras históricas de la vida
presente. De ahí su esfuerzo de purificación cons-
tante a pesar de las deficiencias de muchos de sus
hijos. Por eso, Cristo comparó el reino de los cielos
a una red, que recoge peces buenos y malos y a un
campo en que el enemigo malo sembró la cizaña.
Por tanto, es injusto atribuir a la Iglesia el mal
comportamiento de algunos de sus hijos cuando se
sabe que obran contra las normas que Ella misma
ha dado y son de todos conocidas. Los pecados de
la burguesía son pecados de un mundo que ha
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abandonado a Cristo, que no practica la ley divi-
na, ni recibe los sacramentos, son frutos de la
apostasía y del materialismo de las clases dirigen-
tes, de muchos empresarios que, engreídos por la
técnica del progreso moderno, se han olvidado de
Dios y de las leyes humanas que deben regir sus
actos. Aquellos que son católicos han sido mal
formados. Han aprendido únicamente la parte
ritual de la religión y se han conformado con asis-
tir a Misa de tiempo en tiempo. No conocen la
doctrina social de la Iglesia, ni han profundizado
jamás el hondo sentido de justicia social y de
amor humano del Evangelio. Y, si tienen concien-
cia de que obran mal, no culpemos a la Iglesia de
la traición que ellos hacen a su Madre, como
Judas la hizo con su Maestro. Peces buenos y ma-
los recoge la red del reino de los cielos.
_ 25 —
mas de estructuras, de que hablaremos en segui-
da. Estas reformas de estructuras están todas con-
tenidas en la última Encíclica "Mater et Magis-
tra", del Papa Juan XXIII. Pero, antes de entrar
en esta interesante materia, digamos algo sobre la
mística de encarnación y la mística de asunción
de que nos hablan los cristianos progresistas.
La mística de encarnación, que ellos conde-
nan, consiste en buscar por todos los medios po-
sibles el mejoramiento de la condición de los obre-
ros, obteniendo buenos salarios, condiciones higié-
nicas de trabajo, ayuda en casos de cesantía,
e t c . . . e t c . . . Ellos estiman que esto es malo por-
que suaviza el choque entre el capital y el trabajo
y aleja la revolución social. Lo conveniente sería
agudizar la situación, aumentar el odio de clases
hasta producir la exasperación. Así se apresura el
triunfo del comunismo. Esta actitud es profun-
damente anticristiana. Donde existe un mal, o un
daño, aumentarlo no ha sido nunca norma de
Cristo, ni de su Iglesia. Por lo contrario, es un de-
ber, si no puede hacerse desaparecer el mal, ami-
norarlo al máximo. La mística, pues, de encarna-
ción no es mala. Ella procura suprimir las injus-
ticias sociales, como se presentan en cada circuns-
tancia y en cada momento y lugar, aunque no
siempre logre completamente su objetivo. Por otra
parte, la mística de asunción, es decir, dejar hacer
al comunismo, encerrándose en una vida interior
negativa, y esperar su triunfo, para después inter-
venir, es ciertamente reconocer la incapacidad de
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la Iglesia para reformar la sociedad, y traicionar
sus normas de justicia y de caridad, de las cuales,,
en todo caso, hay que dar testimonio.
Su Santidad el Papa Juan XXIII urge a los.
sacerdotes y católicos que trabajen activamente
en la acción social, siguiendo las instrucciones que
ha dado. Negarse a hacerlo, esperando que, des-
pués que haya triunfado el comunismo, pueda
realizarse algo en beneficio de la Iglesia, es una
temeridad. La historia hasta este momento ha
probado que es una actitud nefasta. El comunis-
mo sistemáticamente, con táctica diabólica, persi-
gue la religión hasta no dejar de ella, en lo posible,
ni el más mínimo rastro. Su técnica, en todas par-
tes, es ya muy conocida: acabar implacablemente
con toda religión.
— 27 —
y las subdesarrolladas, o simplemente atrasadas.
No es posible indicar, en este breve opúsculo, to-
dos los cambios de estructura que se requieren hoy
día para que haya paz y armonía social y mejoren
las condiciones de vida del pueblo. Siguiendo la
Encíclica, indicaremos sólo algunas más principa-
les: a) salario familiar a todos los asalariados,
b) subvención de cesantía a todos los desocupados
involuntarios, c) amplia libertad de organización
sindical, d) servicios de previsión y de asistencia
social para todos los trabajadores, e) organización
interna de las empresas en forma que constituyan
una "comunidad de trabajo", f) para los que tra-
bajan en grandes empresas, participación adecua-
da en sus utilidades o beneficios, g) organización
de la vida agrícola en forma de empresas familiares,
asesoradas por cooperativas donde no sea más con-
veniente e indicado el tipo de gran empresa, h) re-
forma legal que permita y facilite a todos los ciu-
dadanos el acceso a la propiedad, ya sea en forma
de casa, de parcela, de instrumentos de trabajo, de
acciones, o de otras formas, que le hagan propie-
tario, i) ayuda del Estado a los sectores deprimidos
dentro del propio país, j) ayuda internacional de
las naciones desarrolladas a las subdesarrolladas o
atrasadas, k) amplia cooperación internacional
para efectuar una mejor distribución de la pobla-
ción en el mundo y para aumentar la producción,
principalmente agrícola, con el fin de suprimir el
hambre y la miseria en los países atrasados.
El eje de toda reforma social es la persona hu-
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mana; debe tenderse a que sea propietaria. La pro-
piedad de la tierra, o de instrumento de trabajo, o
de acciones o dinero, que son su equivalente, es la
mejor garantía de libertad y de independencia de
que puede disfrutar el hombre en la expansión de su
personalidad para bien suyo y de sus semejantes.
La reforma social de la Iglesia está toda orienta-
da hacia una mejor distribución de la riqueza en-
tre las diferentes clases sociales y a que todos par-
ticipe de la propiedad, no como un bien común
en manos del Estado, o de instituciones que lo re-
presenten, sino como un bien privado, sujeto al li-
bre arbitrio de cada persona, del cual pueda dis-
ponerse para el propio perfeccionamiento. Al prin-
cipio socialista y comunista: "sólo el Estado pro-
pietario", la reforma social cristiana opone: "to-
dos propietarios", y en consecuencia, propende a la
difusión máxima de la propiedad privada como
base de la vida .Y no se estime que con esto se fa-
vorere un individualismo exagerado, a outrance,
porque siempre se le reconoce a la propiedad pri-
vada una función social que cumplir, que consiste
en asegurar la alimentación de todos.
— 29 —
No hay razón para establecer que el comunis-
mo no debe ser atacado porque los abusos de la
sociedad burguesa lo justifican plenamente. Algu-
nos católicos declaran que ellos no son anticomu-
nistas; no les agrada ningún antí. Y olvidan que,
antes de todo, el comunismo es una doctrina,
juzgada por el Papa como perversa, que los comu-
nistas defienden y propagan como un dogma de
fe, con convicción profunda, con verdadero fana-
tismo. Las doctrinas deben combatirse no sola-
mente con los hechos, sino también en el mismo
campo doctrinal en que se plantean. De otro mo-
do, la propaganda contra ellas no es eficaz y con-
vincente. Por tanto, no basta, para combatir el
comunismo, luchar por una reforma social de
estructuras, rápida o revolucionaria, como algu-
nos quieren, sino también se requiere la afirma-
ción doctrinal, contraria al (materialismo deleté-
reo que el comunismo enseña. Sin duda, junto con
combatir al comunismo hay que luchar también
contra las injusticias que facilitan su acción, hay
que reformar la sociedad presente. Pero, ambas
actividades deben ser simultáneas para que sean
eficaces. Lo mismo debe decirse de la acción reli-
giosa, la cual no debe cesar en ningún momento
por muy adversas que sean las circunstancias. En
ambientes de pobreza y de miseria, la enseñanza
del evangelio tiene una fuerza de reacción libera-
dora, formidable, suscita energías para salir del
caos y ser fuerte. Jesús comenzó su enseñanza del
-evangelio con los pobres, con los que sufrían las
— 30 —
necesidades de la vida. No esperó sacarlos de su
pobreza para después adoctrinarlos. Y no olvi-
demos que la situación de miseria en que se encu-
entra el pueblo es debida, en gran parte, a los vi-
cios, y a la falta absoluta de educación moral, de
que es víctima. Por eso, no participamos del pen-
samiento de que son más necesarios los ingenieros
y los técnicos que los sacerdotes en nuestro país.
Una profunda formación religiosa y moral del pue-
blo es la mejor y más inmediata forma de capaci-
tarlo a que viva en mejores condiciones de vida.
No negamos la conveniencia de que vengan inge-
nieros y técnicos y muchos capitales, a contribuir
al desarrollo del país. Pero, comparados con los sa-
cerdotes, los colocamos en un segundo plano, aun-
que muy necesario y eficiente para el progreso na-
cional.
Por último, hay cristianos progresistas que
niegan a la Iglesia la eficacia en la acción social y
creen que la palabra de orden la tiene el comunis-
mo. Sufren este engañoso espejismo y buscan
confusas soluciones intermedias.
Así hablan de una revolución social, realizada
por vías democráticas, que establecerá la propie-
dad comunitaria en manos de sindicatos, coopera-
tivas y otras instituciones organizadas al caso. Se
trata, por tanto, de una socialización, no en manos
del Estado, sino de entes particulares, autónomos o
asociados según los casos y la conveniencia. Sobre
esta forma de socialización no dice nada Su San-
tidad Juan XXIII en su Encíclica "Mater et Ma-
— 31 —
gistra". Reconoce que "el Estado y otras entidades
públicas pueden legítimamente poseer en propiedad
bienes instrumentales, especialmente cuando" lle-
van consigo un poder económico tal, que no es po-
sible dejarlo en manos de personas privadas sin
peligro del bien común". Ciertamente, se refiere a
los casos de nacionalización del petróleo, y de ser-
vicios públicos de utilidad general, como ferrocarri-
les, agua potable, etc., etc.; no a un "modus viven-
di" de propiedad comunitaria de les medios de pro-
ducción. Por otra parte, los reparos que se hacen
al régimen comunista de la economía soviética, tie-
nen igual o mayor eficacia en un régimen de pro-
piedad comunitaria en manos de instituciones so-
ciales sometidas a una convivencia democrática.
Nos parece, por tanto, que este programa de propie-
dad comunitaria, muy difícil de realizar, está fuera
de las orientaciones señaladas por la Iglesia sobre
reforma de estructuras de la sociedad contempo-
ránea.
La comunidad de empresa que el Papa re-
comienda es una comunidad de gestión acompa-
ñada, a veces, de participación en las utilidades y
de adquisición de acciones en empresas que son so-
ciedades anónimas siempre dentro de un régimen
de propiedad privada.
— 32 —
ter moral, llamadas censuras. Una de las más im-
portantes de estas censuras es la "excomunión",
vocablo que significa poner fuera de la participa-
ción de los beneficios de la Iglesia, es decir de sus
sacramentos, indulgencias, sufragios y preces pú-
blicas. El excomulgado, mientras no le levante la
excomunión por un sacerdote debidamente autori-
zado, no puede confesarse ni comulgar, ni ser pa-
drino de bautismo o confirmación, ni casarse so-
lemnemente en la Iglesia. Sin embargo, a pesar de
que se le considera fuera de la Iglesia, si es tolerado,
puede asistir personalmente a la Santa Misa y oir
la predicación efectuada en ella.
Habiendo sido consultada la Congregación del
Santo Oficio de Roma, el 19 de julio de 1949,
expidió un Decreto en que los comunistas están ex-
comulgados. Conviene conocer el texto mismo del
Decreto en su versión oficial. Hela aquí:
— 33 —
3.9) Acaso pueden ser admitidos a la recepción
de los santos sacramentos aquellos fieles que con-
cientes y libremente liayan realizado los actos de
que hablan los números 1.9 y 2.9;
4.9) Acaso los fieles que profesan las doctrinas
comunistas, materialistas y anticristianas, y prin-
cipalmente los que las defienden y propagan incu-
rren "ipso facto" en la excomunión, reservada "spe-
cialis modo" a la Sede Apostólica como apóstatas
de la fe católica.
Los Eminentísimos y Reverendísimos Padres,
que tienen a su cargo la defensa de lo que toca a
la fe y a las costumbres, habiendo escuchado el
voto de los Reverendísimos Consultores, decretaron
en la sesión plenaria del martes (IV lugar), 28 de
junio de 1949, que se debía responder:
A lo 1.9 Negativamente, porque el comunismo
es materialista y anticristiano, y sus jefes, aunque
de palabra digan algunas veces que ellos no com-
baten la religión, sin embargo, de hecho y con la
doctrina y con las obras, se muestran enemigos de
Dios, de la verdadera Religión y de la Iglesia de
Jesucristo.
A lo 2.9 Negativamente, como cosa que está
prohibida por el derecho mismo. (Circ. Can. 1939
C. I. C.).
A lo 3.9 Negativamente: de acuerdo con los
principios ordinarios sobre la de negación de los
Santos Sacramentos a quienes no tiene las dispo-
siciones necesarias para recibirlos;
— 34 —
A lo 4.9 Afirmativamente.
El jueves siguiente, día 30 del mismo mes y
año, Nuestro Santísimo Señor Pío, por la Divina
Providencia Papa duodécimo, en la audiencia or-
dinaria concedida al Excelentísimo y Reverendísi-
mo Asesor del Santo Oficio, aprobó esta decisión
de los Eminentísimos Padres, que se le presentaba,
la confirmó y mandó que se publicara en el co-
mentario Oficial de los Actos de la Santa Sede
Apostólica.
Dado en Roma el 1.9 de julio de 1949.
PEDRO VIGORITA
Notario de la Suprema Sagrada Congregación.
_ 35 —
por las personas que den mayores garantías de de-
fensa de la causa cristiana es conveniente conocer
la siguiente:
— 36 —
Programa positivo que urge
realizar inmediatamente
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ción de la vida económica, y un aumento del poder
adquisitivo de bienes en el pueblo. Y hay otras,
como hacer a todos propietarios, a lo menos de
una pequeña propiedad privada, que si se afronta-
ran con energía podrían llevarse a término, en po-
cos lustros, con medidas legales, que transforma-
rían profundamente el país, efectuando una am-
plia distribución de la riqueza sin daño para nadie
y con gran beneficio de todos. En suma, hay que
renovar la fe en la solución cristiana del problema
social y ponerse a la acción con rapidez, con ener-
gía, con eficacia. Así se ganará la batalla de ase-
gurar a todos pan, techo y abrigo, de suprimir la
miseria, y de dar a todos espléndidas esperanzas de
un porvenir mejor. Y los cristianos progresistas o
católicos comunistas comprenderán, renovando su
fe y su amor a la Iglesia, que en la doctrina social
que Ella enseña está la paz y el bienestar del
mundo.
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I n d i cé
introducción S