Merida Gordones Meneses
Merida Gordones Meneses
Merida Gordones Meneses
Arqueología
de La
Cordillera Andina de Mérida
Timote, Chibcha y Arawako
Arqueología de la Cordillera Andina de Mérida. Timote, Chibcha y
Arawako
Fotografías de la portada:
Colección Museo Arqueológico “Gonzalo Rincón Gutiérrez”
Fotos: Enrique Granados
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Introducción 19
Bibliografía 109
PRESENTACIÓN
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Tanto las ideas del investigador noruego como las de Díaz Po-
lanco y Bate son pertinentes para lo que nos ocupa, toda vez que la obra
que prologamos enfatiza sobre la existencia de varios grupos étnicos en
la zona altoandina y sobre la intensidad de su interrelación, elementos
inferidos a partir de dos cuerpos de datos primarios: los etnolingüísticos,
usando la presencia, ausencia y distribución de topónimos y antropóni-
mos así como afinidades léxicas, como criterios para establecer fronteras
etnolingüísticas, áreas lingüísticas y afinidades étnicas, y los arqueológicos,
empleando la distribución de estilos alfareros como manera para inferir la
presencia de varios grupos étnicos y distintas etnicidades.
En relación al primer conjunto de datos, conviene destacar que
otros autores, como es el caso de González (2005), apuntan que, en reali-
dad: “...la relación entre lengua y etnicidad no está determinada por unas
condiciones estables e invariables, de modo que la lengua no está siempre
presente como un componente de la etnicidad.” (2005: 3). Según el autor,
la lengua y los dialectos pueden ser considerados, en situaciones concretas,
como elementos secundarios en la construcción de las identidades étnicas.
Es posible que, en las situaciones históricas concretas del área andina, la
lengua fuese un elemento primario en las identidades étnicas, tal como
señalan la mayoría de los y las autoras que trabajan sobre el tema (Díaz Po-
lanco, 1988; Barth, 1976; Bate, 1984, entre otros/as). Y es quizás por esta
última consideración que, a pesar de los planteamientos de González que
hemos señalado, Gordones y Meneses –basados en las ideas de Ana Groot
y Eva Hooykas, entre otros/as– consideran que el manejo de una lengua
común constituye un elemento fundamental para establecer la existencia
de afinidades étnicas. Destacan, asimismo, que un estudio toponímico y
antrotoponímico les permitió inferir, para la región andina de Mérida, la
presencia de áreas lingüísticas globales y de lenguas estructuralmente igua-
les o diferentes.
En tal sentido, son muy interesantes y valiosas sus conclusiones
sobre la existencia de varios grupos, diferenciados étnicamente, en la ocu-
pación de la Cordillera de Mérida. Según los autores, existió una oleada de
población, hablante de la lengua timote, proveniente de la zona trujillana,
la cual se ve atestiguada por la presencia de sitios arqueológicos en la parte
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Presentación
alta del río Chama, fechados radiocarbónicamente entre 1500 y 450 años
antes del presente, que presentan afinidades estilísticas con los trujillanos
fechados alrededor del siglo V de la era; otro grupo, originario de la zona
Sur del Lago de Maracaibo, anterior al siglo V de la era, de filiación chib-
cha, que ocupó la cuenca baja de los ríos Chama y Mocotíes, y un tercero,
de filiación arawaka, proveniente de los Llanos Altos Occidentales que se
asentó en el área suroriental del estado Mérida que limita con el estado
Táchira. Son igualmente importantes las conclusiones de los autores so-
bre la presencia de una frontera étnica en la zona de Mucuchíes, misma
que separaba y unía a las poblaciones arawakas del noroccidente (Lara-
Falcón) de las timote hablantes que ocupaban la porción altoandina de
Mérida. Aunque los investigadores no lo declaran explícitamente, deben
haber existido en algún momento otras dos fronteras étnicas, o al menos
un par de líneas fronterizas: una al sur y otra al sureste, que delimitaban el
territorio timote y separaban y unían a los grupos altoandinos de los que
ocupaban las áreas bajas vecinas al sureste y el suroeste.
La argumentación de Gladys Gordones y Lino Meneses sobre la
existencia de grupos y fronteras étnicos diferenciados para el período de
contacto en la Cordillera de Mérida nos parece muy convincente. Queda
por solventar, no obstante, si la utilización que hacen los autores de la len-
gua y la cerámica para su establecimiento –ambos elementos culturales–
daría respuesta a la reconstrucción de los límites étnicos, elemento social
que, según Barth, es definitivo para el reconocimiento de un grupo étnico.
Habría que tomar en consideración, asimismo, si lengua y cerámica ha-
cen eco con planteamientos como los de González sobre la construcción
social de la identidad étnica, pues el autor señala que “Para la definición
de la identidad étnica importa más lo que los propios actores dicen de sí
mismos que lo que hacen o hubieran hecho.” (González, 2005). Por otra
parte, si como señala este investigador, los elementos que conforman la
identidad étnica tienen diferente presencia, importancia y composición in-
terna, habría que considerar cuál era el grado de importancia que tuvieron
la lengua y la cerámica en la conformación de las identidades étnicas de los
grupos andinos. Igualmente, si consideramos que –según González–entre
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Presentación
los grupos étnicos pueden confluir varias identidades étnicas ¿Se podría
considerar a las afinidades étnicas que reportan las investigaciones etnolin-
güísticas (la presencia de elementos de la lengua arawaka en el timote, por
ejemplo) como expresión de varias identidades étnicas que confluyeron
dentro de estos grupos en el pasado? En relación a esta interrogante, es
pertinente tomar en consideración la aseveración de Barth sobre cómo
las estructuras de interacción propician la identificación y persisten las
diferencias culturales.
Sería interesante explorar también por qué y con base a qué les fue
posible a los grupos étnicos una vez asentados en la Cordillera de Mérida:
timotes, chibchas y arawakos mantener sus fronteras y en consecuencia
sus territorios e impedir que los procesos de colonización continuaran
hasta ser sustituidos tales grupos por nuevas oleadas de población. Lo
anterior es plenamente relevante para explicar la estabilidad o inestabi-
lidad de los grupos en un territorio ya que las fronteras étnicas cumplen
diferentes funciones; por una parte, marcan los límites de la soberanía
política, por la otra poseen diferentes aprovechamientos económicos e in-
fluencia antrópica y, finalmente, constituyen la primera línea de defensa o
ataque (González, 2005). Es posible que los tres circuitos económicos que
describen Gordones y Meneses para el estado Mérida estén relacionados,
precisamente, con las tres fronteras étnicas mencionadas y en consecuen-
cia con sus territorios, ya que pensamos que, si como plantea González,
es la conciencia étnica la que sirve a los grupos para definir su territorio
étnico, esa conciencia no basta por sí sola para lograr mantener la ocupa-
ción territorial.
Podríamos preguntarnos, con base a lo anterior ¿poseían ya los
primeros emigrantes larenses una conciencia de unidad, una conciencia
étnica y por lo tanto reconocían un territorio histórico? o, por el contrario
¿crearon o fraguaron los timote trujillanos y merideños que emigraron en
tiempos remotos desde Lara una conciencia étnica en los nuevos espacios
y construyeron así socialmente su territorio histórico? Si la respuesta a esta
última pregunta fuese afirmativa, podríamos plantearnos que en el territo-
rio de esos grupos pudieron haber existido dos núcleos principales: el área
conformada por los valles de Carora, Quíbor y el Tocuyo y el piedemonte
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ron poblaciones locales que parecen haber dado origen a las comunidades
humanas de la Cuenca del Lago de Maracaibo. En una fecha estimada
alrededor de 3000 años ap., aparece la tradición Santa Ana en el noroeste
de Venezuela, la cual representa lo que podríamos llamar un Formativo
Regional. Entre 500 y 300 a.C., se desarrollan a partir de ella tradiciones
regionales como Tocuyano, Betijoque y La Pitía, donde ya aparece la do-
mesticación, posiblemente secundaria, de una raza de maíz local, la Pollo.
A partir de inicios de la era cristiana surgen las tradiciones arqueológicas
asociadas con sociedades complejas que caracterizarán el poblamiento hu-
mano del Noroeste hasta el siglo XVI (Sanoja y Vargas, 2003).
Estos datos sobre la conformación de la Región Geohistórica del
Noroeste venezolano son particularmente significativos, especialmente si
consideramos que las tres zonas que dan cuenta de las oleadas de pobla-
ción que definen Gordones y Meneses para la Cordillera de Mérida tuvie-
ron su foco de origen a partir del área nuclear larense-trujillana. El sitio
Los Dorados, vecino a Chiguará (Sanoja y Vargas, 1967) y el yacimiento
Tabay, en las cercanías de la ciudad de Mérida (Osgood y Howard, 1943),
presentan claras filiaciones estilísticas con Santa Ana, una de las tradicio-
nes culturales más antiguas de la Región Geohistórica, lo cual plantea que
las ocupaciones merideñas de esa gente pudieran ser muy anteriores al
siglo V de la era.
En lo que atiende a la utilización de los datos arqueológicos cerá-
micos en la definición de grupos étnicos es necesario recordar, también,
que la producción alfarera en todos los grupos tribales conocidos era y
es realizada por mujeres, por lo que habría que considerar que si bien la
presencia de un determinado estilo decorativo y un régimen de formas
en una región refleja la pertenencia étnica de las mujeres que los elabora-
ron, su distribución espacial depende en mucho del tipo de estructura so-
cioeconómica de la sociedad a la que esas mujeres pertenecían. Los datos
etnohistóricos y arqueológicos sobre las sociedades estratificadas que se
manifestaron en toda el área del Caribe desde comienzos de la era cris-
tiana hasta el siglo XVI informan que las mujeres devenían un elemento
fundamental en la estructuración de las alianzas y redes de intercambio
de los cacicazgos, por lo que existía una férrea normativa que regulaba las
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Bibliografía
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INTRODUCCIÓN
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Introducción
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Introducción
1 Sobre la definición de grupos étnicos estamos de acuerdo con lo planteado por Héctor Díaz-
Polanco (1985), cuando nos dice que los grupos étnicos son el resultado de procesos históricos
concretos, que se identifican con un conjunto social que ha desarrollado una fuerte solidaridad
a partir de los componentes étnicos. Estos componentes no sólo le permiten al grupo definirse
como tal, sino además establecer la diferencia o el contraste respecto a otros grupos. Ahora bien,
los componentes étnicos, siguiendo a Bonfil Batalla, en tanto representaciones colectivas, son
“diferentes de una sociedad a otra, precisamente porque son: el resultado de una larga acumulación
que ocurre en el universo social delimitado y continuo a lo largo del tiempo. De ahí que las rep-
resentaciones colectivas siempre formen parte de una cultura específica y que la identidad étnica,
como expresión ideológica constrativa, pero fundada en representaciones colectivas particulares,
expresen también a esa cultura” (Bonfil Batalla, 1992: 111).
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Las investigaciones
arqueológicas y los grupos étnicos de Mérida
Los pioneros
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que actualmente ocupa el estado Mérida estaba habitado, entre otras, por
una familia indígena llamada “Chama”:
La familia indígena que convencionalmente apellidamos Chama
la componen una multitud de tribus independientes que para la época de
la conquista habitaban el territorio del actual estado Mérida de Venezuela,
naciones que poseían unas mismas costumbres y nexos muy estrechos
entre sus diferentes lenguas; afirmación esta última que se basa en la iden-
tidad de nombres geográficos, en los cuales predomina una sola radical.
Chama es el nombre del principal río que baña los terrenos que antigua-
mente pertenecían a las comunidades indias, y hé aquí el motivo por el cual
lo escogemos y adoptamos en nuestra clasificación, (...) abraza o abarca
con la red de sus afluentes las principales naciones en que predomina en el
lenguaje la radical mucu. Es de advertir que pertenecen también al territo-
rio de este estado Mérida otras tribus de parecidas o diferentes costumbres
a las de la hoya del mencionado río: Giros, Quinoes, Timotíes, Torondoyes
y Bobures (Salas, 1971: 143).
Posteriormente, Salas (1997), en su obra Etnografía de Venezuela,
indica que:
En otra parte denominamos Chamas a los aboríge-
nes de Venezuela de suave natural del estado Mérida,
nombre convencional del nombre indígena del río
cuya cuenca están situadas casi todas las tribus en cuya
toponimia es superabundante la radical Mucu, pero
en atención a que las tribus Tucanes, Torondoyes y
las varias que comprende la nación Timotes, tienen
también en su toponimia la radical Mucu y quedarían
fuera de aquella denominación, por pertenecer a otras
hoyas hidrográficas, creemos más comprensivo para
todas estas tribus de suave natural de Mérida el nom-
bre de Indios Mucus (Salas, 1997: 14).
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...el timote tiene mayor similitud con los rasgos que le son
atribuidos al guajiro, lengua de la península de la guajira,
en los resultados de la encuesta morfológica realizada por
Constenla (1991: 193-204) a partir de una muestra de lenguas
de las Áreas Mesoamericanas, Intermedia y Peruana. Esto
quiere decir que, desde una perspectiva areal, el timote com-
parte características con el guajiro, que de acuerdo con los
resultados obtenidos por Constenla (1991), es considerada,
junto con otras lenguas de la región fronteriza entre Colom-
bia y Venezuela y de los alrededores del Lago de Maracaibo,
como las más alejadas, pos sus rasgos morfológicos, de las
lenguas del Área Intermedia... (Arrieta, 1992: 121).
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1986: 13).
Por otra parte, las movilizaciones de los grupos hacia Los Andes:
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“fechas de 1510 y 1520 años a.p. Tales datos relacionan a Llano Seco con
otros sitios de la Cordillera de Mérida datados entre 600 y 1300 años d.c,
como Mucuchíes y Tabay. Sin embargo, atendiendo al análisis comparativo
de la alfarería de estos yacimientos y otros de la cuenca baja del Chama,
observamos una estrecha relación entre Llano Seco y sitios del Sur del
Lago de Maracaibo, como Zancudo, Onia y El Guamo” (Ramos, 1990:
37).
Llano Seco está estrechamente relacionado desde el punto de vis-
ta cerámico con el sitio de Estanquez en la misma cuenca media del río
Chama (Gordones, 1995). La muestra del material cerámico de Estanquez,
se encuentra: “relacionado con el material cerámico de Lagunillas (estado
Mérida) que se caracteriza por presentar una decoración plástica con inci-
siones lineales que en su conjunto forman motivos geométricos, apliques
antropomorfos ubicados en el borde de las vasijas (...) además de pintura
roja ubicada en algunos casos en la zona del labio y el borde” (Gordones,
1995: 65). A su vez: “la presencia de esta muestra de alfarería con una su-
perficie alisada y pulida, decoración incisa, aplicados y pintura roja sobre
natural, relacionada, en algunos casos, con la decoración plástica incisa
o modelada y la presencia de una pequeña, pero significativa muestra de
pintura roja sobre fondo blanco, nos lleva a relacionar este material con la
Fase Zancudo.” (Gordones, 1995: 66).
Partiendo de las evidencias arqueológicas, en diversas oportunida-
des hemos propuesto la co-existencia en la Cordillera Andina de Mérida
de por los menos dos grupos étnicos distintos (Gordones, 1993-1995).
Por un lado, postulamos, en la cuenca alta del río Chama, un grupo que
se caracterizaba por la presencia de una cerámica sencilla, en la mayoría
de los casos “tosca”, con una decoración plástica basada en la incisión
corta en forma piramidal, cadenetas aplicadas con impresión de dedos,
asociada con construcciones de piedra, la presencia de talleres líticos y la
práctica funeraria asociada a cámaras funerarias (mintoyes); y por el otro;
en la cuenca baja del mismo río, tenemos a otro grupo que se caracte-
rizaba, en términos generales, por poseer una cerámica con decoración
plástica con incisiones lineales, apliques antropomorfos, pintura roja en
los labios y piezas completas, entierros directos y secundarios en urnas
(Gordones,1993; Meneses y Gordones, 1995).
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de la Cordillera Andina de Mérida en los siglos
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Cuadro Nº 1
1 Es importante destacar que la palabra “taita” que sirve para nombrar al padre en el vo-
cabulario Timotes de Arrieta (1992) y en el Dobokubí-Barí es una palabra incorporada del español
Wilbert (1961). Según el Diccionario de la Real Academia Española (1988), la palabra Taita del
de latín tata, padre, es entre otros, un nombre infantil con que se designa al padre, también es una
palabra que tenía el gobierno de mancebía y en las Antillas es el tratamiento que suele darse a los
negros ancianos.
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Las fronteras etnolingüísticas
los caribes ocupaban un territorio que iba desde el río Socuy hasta las
riberas del Sur del Lago de Maracaibo y los alrededores del río Zulia y
el río Uribante (Rivet y Armellada, 1961; Amodio, 1995). Por otra parte,
las parcialidades de habla caribe y las de habla chibcha se encontraban en
constante guerra por el control del territorio, situación que aparentemente
nunca se resolvió. Según Ruddle y Wilbert: “Parece que antes de la llegada
de los europeos existía un estado de guerra permanente entre los Yukpa
y otras tribus, y también entre las subtribus Yukpa. Los Barí solían hacer
incursiones al territorio Yukpa con el objeto de secuestrar mujeres y niños;
lo mismo hacían los Yukpa con los Barí.” (1983: 47).
A partir de la tradición oral Yukpa, Ruddle y Wilbert (1983), afir-
man que: “las subtribus estaban en continuas guerras con los Manapsa (o
Wanapsa); éste es el nombre que ellos daban a los primeros habitantes de
la región.” (1983: 47).
Partiendo de esta información podemos afirmar que los primeros
grupos que penetraron la cuenca sur-occidental del Lago de Maracaibo
fueron los antepasados de los Barí provenientes de la región de Valledu-
par, lo que confirmaría el modelo hipotético de expansión de las lenguas
chibchas planteado por Constenla (1995).
Al parecer, los antepasados de los Yukpa poblaron tardíamente la
cuenca sur-occidental de Lago de Maracaibo: “llegando desde los llanos a
través de la depresión de San Cristóbal, o navegando por la costa, desde la
zona de Tucacas y bajando por el Lago de Maracaibo.” (Tarble, 1985: 69).
Previamente, según el modelo de Kay Tarble (1985) los grupos Caribes
habrían partido primero de las Guayanas hacia el Amazonas, luego al Ori-
noco y en un período más reciente (600 d.C y los 1000 d.C) a los Llanos
Altos Occidentales y la región central del país.
Proponemos que la llegada de los grupos Caribes a la región se
produjo por diversas oleadas, lo que explica, por un lado, el estado de
guerra permanente que existía entre las subtribus Yukpa: “La guerra cons-
tante entre subtribus Yukpa, y entre familias extendidas de la misma fue
aún más significativa. Según Alcácer (...), quien estudió los documentos
relacionados con la historia de la región durante el siglo XVII, los coyamo
estaban en guerra con los Sabriles. Estos aparentemente los más reacios
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Las fronteras etnolingüísticas
de las subtribus estaban en guerra con todos los otros grupos Yukpa.”
(Ruddle y Wilbert 1983, 46); y por el otro, el grado de divergencia lingüís-
tica interna del Japreria –antiguos Sabriles– con el resto de las subtribus
Yukpa (Ruddle y Wilbert, 1983). Por la ubicación actual de los Japreria,
hacia el norte entre el río Palmar y Macoita, podemos decir que sus ante-
pasados los Sabriles pudieron haber llegado navegando por la costa desde
la región central de país, cruzando el Lago de Maracaibo y la otra oleada,
representada hipotéticamente por los Kirikires hacia el Sur, pudieron ha-
ber penetrado por la depresión del Táchira desde los llanos venezolanos.
Aclarado el panorama de las lenguas habladas en los territorios
que circundan la Cordillera Andina de Mérida, entraremos ahora a revisar
los toponímicos y antroponímicos que existían en Mérida a la llegada de
los españoles, para establecer si el “timote” era una lengua estándar para
toda la región.
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nantes: /y/, /m/, /n/. Así mismo, hay frecuencia del morfema /-ti/ en
posición infija.
Las terminaciones de los antroponímicos que mantienen en la
conformación del prefijo la sufijación del morfema /mo-/, tienden a ser
también vocales, predominando en este caso: /a/, /e/ y la /o/. También
encontramos terminaciones con consonantes como: /s/, /y/, /m/ y /z/,
sin que se pueda llegar a establecer un patrón en cuanto a la escogencia de
una o de otra.
Junto a los antroponímicos que presentan el morfema /mo-/
como preposición, hemos notado la ausencia o poca frecuencia del lexe-
ma /ti/ manteniendo las mismas terminaciones vocálicas y consonánticas,
siendo más frecuentes las primeras.
No hemos encontrado antroponímicos cuya composición suponga una
variación del morfema /mu-/ y /mo-/ por lo que podemos suponer que
se debe más a una construcción independiente, posiblemente debida a la
presencia de un dialecto.
Así mismo, encontramos en este grupo la presencia del morfema
/na/ y /an/, en posición intermedia o final, lo cual correspondería a la
designación de la primera persona /an/ y la tercera persona /na/ o un
radical aumentativo en la lengua Timote (Arrieta, 1992).
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Grupo 3:
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Grupo 4:
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Grupo 5:
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El material cerámico como expresión de la
etnicidad
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ONIA
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3.1. Pasta:
3.1.1. Color: Varían de anaranjado claro 2.5YR7/6 a un anaranja-
do oscuro 2.5YR6/6.
3.1.2. Textura: Compacta.
3.1.3. Cocción: Oxidación completa.
3.1.4. Antiplástico: Arena fina y mica por inclusión natural.
3.2. Superficie:
3.2.1. Color: Varía de anaranjado claro 2.5YR7/6 a 5YR6/6.
3.2.2. Tratamiento: Presenta una superficie externa alisada que en
algunos casos puede estar decorada.
3.3. Formas:
3.3.1. Bordes: Directos rectos, ligeramente entrantes o salientes,
con engrosamiento o no en la cara interna.
3.3.2. Labios: Aplanados, redondeados o ligeramente biselados.
3.3.3. Bases: posiblemente planas o redondeadas, circulares cortas.
3.4. Formas reconstruidas: Vasijas globulares de cuello alto y boca
ligeramente restringida, vasijas de boca ancha y cuerpo poco profundo,
vasijas de boca ancha paredes entrantes y cuerpo medianamente profundo
y bol (ver lámina de formas y bordes).
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Cerámica y etnicidad
4. Decoración:
4.1. Técnica: Plástica, que consiste en la aplicación de cintas del-
gadas, modeladas, con o sin incisión lineal corta o punteado, mamelones
aplicados, modelados con incisión lineal o punteado e incisión corta para-
lela vertical u oblicua. La presencia de decoración pintada sobre la cual se
ejecuta frecuentemente el punteado inciso también se encuentra presente
en este tipo, pero en menos frecuencia, así como los apliques zooantro-
pomorfos.
Los elementos decorativos se encuentran ubicados en la zona del
borde y labio de las vasijas en la zona media del cuerpo y en las bases
anulares.
5. Función: Preparación y almacenamiento de alimentos.
Relaciones:
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Las fronteras etnolingüísticas
decaer al final del primer período, que abarca desde 864 a. C. a 1168 d.C,
lo que estaría, según estos autores, marcando un desplazamiento de los
grupos portadores de la alfarería del occidente de Maracaibo hacia el Pie
de Monte Andino.
Este cuadro se ve reforzado por el establecimiento de relaciones
de los materiales de Onia y Zancudo con la Serie Berlinoide (Arvelo y
Wagner 1986) y sus estilos Berlín, El Diluvio y Sirapta, planteados por
Arvelo y Wagner (1986) y Arvelo (1987 1996). La Serie Berlinoide (Arvelo
y Wagner, 1986) comparte con Onia la variedad de desgrasante (arena fina,
arena gruesa, piedras molidas y tiestos molidos), una decoración funda-
mentalmente plástica con predominio de la incisión, el punteado, el mode-
lado y el aplique. La Serie Berlinoide (Arvelo y Wagner, 1986) comprende
una gran tradición plástica que abarca desde 500 a.C al 1500 d.C, asociada
a la pintura Negro sobre Blanco, Rojo sobre Blanco y Rojo sobre Natural
con combinaciones de decoración plástica.
Así mismo, Onia guarda relación con los sitios de Lagunillas de
Mérida (Ramos, 1990), Estanquez (Gordones, 1995) y La Matica en Santa
Cruz de Mora ubicados en la Cordillera Andina de Mérida, y con las cua-
les comparte el predominio de la decoración plástica con líneas incisas,
el punteado y la aplicación de figuras antropomorfas y zoomorfas en la
parte externa de las vasijas. También comparte los entierros secundarios
en urnas, la presencia de pintura roja combinada con decoración plástica,
las bases pedestales y la presencia de un pequeño número de fragmentos
con engobe blanco y rojo sobre blanco.
MATICA
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mos:
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Cerámica y etnicidad
1. Tipo marrón
1.1. Pasta
1.1.1.Color: Varía de un marrón oscuro 2.5YR25/4 a un marrón
rojizo 2.5YR3/6.
1.1.2.Textura: Compacta.
1.1.3. Cocción: Varía de una oxidación completa a incompleta,
con un porcentaje menor que presenta núcleo en el interior.
1.1.4. Antiplástico: Arena, piedras molidas y esquito micáceo.
1.2. Superficie:
1.2.1. Color: Varía según la cocción de un marrón claro 2.5YR5/
4 a un marrón rojizo 2.5YR3/6.
1.2.2. Tratamiento: La superficie externa fue alisada y en algunos
casos presenta un pulido, así como manchas negras debido a la cocción
por lo que podemos suponer que no se tenía un buen control sobre la
misma.
1.3. Formas (ver lámina Nº 2):
1.3.1. Bordes: Directo recto, ligeramente saliente con engrosa-
miento externo o ligeramente entrante, engrosados o no.
1.3.2. Labio: Redondeado, aplanado o ligeramente biselado.
1.3.3. Bases: Planas, redondeadas o circulares pedestales cortas.
1.3.4. Formas reconstruidas:
1.3.4.1. Vasijas globulares con cuello corto y boca ancha condeco-
ración incisa semi-circular o lineal en la zona del borde y apliques modela-
dos, zoomorfos o asas acintadas cortas.
1.3.4.2. Boles.
1.3.4.3. Vasijas semi-globulares de paredes salientes y boca an-cha.
4. Decoración: Plástica, caracterizada por la incisión lineal semi-
circular y apliques modelados ubicados en la zona del borde.
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Cerámica y etnicidad
Relaciones:
CHIGUARÁ
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Cerámica y etnicidad
1. Tipo Marrón
1.1. Pasta:
1.1.2. Color: Color marrón 7.5R4/1.
1.1.3. Textura: Compacta, rugosa.
1.1.4. Cocción: En general presenta oxidación incompleta, con
núcleos.
1.1.5. Antiplástico: Arena, cuarzo y mica por inclusión natural.
1.2. Superficie:
1.2.1. Color: Entre anaranjado claro 5YR5/6 y anaranjado oscuro
10R4/8.
1.2.2. Tratamiento: Alisada en la cara externa.
1.3. Formas:
1.3.1.Bordes: Directos salientes, ligeramente rectos con engrosa-
miento interno e indirectos salientes.
1.3.2. Labios: Aplanados, redondeados y ligeramente biselados.
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Relaciones:
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Cerámica y etnicidad
CUEVA JEREMÍAS
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1. Tipo anaranjado
1.1. Pasta:
1.1.1. Color: Anaranjado claro, 2.5YR7/6
1.1.2. Textura: Compacta.
1.1.3. Cocción: Oxidación completa.
1.1.4.Antiplástico: Arena, piedra molida y mica por inclusión na-
tural.
1.2. Superficie:
1.2.1. Color: Anaranjado 2.5YR7/6.
1.2.2. Tratamiento: Alisado en la cara interna.
1.3. Formas:
1.3.1. Bordes: directos salientes o ligeramente entrantes.
1.3.2. Labios: Redondeados o aplanados.
1.3.3. Bases: Planas o redondeadas.
1.4. Formas reconstruidas (ver lámina de formas y bordes):
1.4.1.Vasijas semi-globulares de borde ligeramente recto y boca
ancha.
1.4.2.Vasijas globulares de borde ligeramente entrante o saliente y
boca ancha.
1.4.3.Vasijas de boca ancha poco profundas.
1.4.4. Boles.
1.4.5.Vasijas globulares con bordes ligeramente salientes y boca
restringida.
1.4.6. Vasijas globulares con cuellos salientes y paredes ligeramen-
te entrantes.
1.4.7. Decoración: Se caracteriza por la presencia de incisión lineal
vertical, paralela o semi-circular, en la zona del borde y parte media de las
vasijas, la incisión lineal vertical y la presencia de mamelones aplicados.
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Relaciones:
AGUAS CALIENTES
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contramos:
Decoración plástica caracterizada por cintas aplicadas con impre-
sión de dedos y mamelones aplicados modelados. Dicha decoración se
ubica en la zona de los bordes y en la parte media del cuerpo de las vasijas
(Ver lámina Nº 5).
1. Tipo Marrón
1.1. Pasta:
1.1.1. Color: Marrón oscuro 7.5R4/1 a marrón claro 5YR6/6.
1.1.2. Textura: Compacta.
1.1.3. Cocción: Oxidación completa, no presentando núcleos.
1.1.4. Antiplástico: Arena, cuarzo y mica por inclusión natural.
1.2. Superficie:
1.2.1. Color: Anaranjado claro 5YR5/6 a marrón claro 5YR6/6.
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Presenta las mismas relaciones que las ya establecidas para los otros
sitios situados en la cuenca alta del río Chama y la asociación de vasijas
votivas en sitios de entierro y santuarios.
TIMOTES
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1. Tipo anaranjado
1.1. Pasta:
1.1.1. Color: Anaranjado claro 2.5YR7/6.
1.1.2. Textura: Compacta.
1.1.3. Cocción: Oxidación incompleta, presentando núcleos.
1.1.4. Antiplástico: Arena, cuarzo y mica por inclusión natural.
1.2. Superficie:
1.2.1. Color: Anaranjado, 5YR7/6
1.2.2. Tratamiento: Alisada y en algunos casos presenta pulido en
la cara externa.
1.3. Formas:
1.3.1. Bordes: Directos rectos, ligeramente entrantes o salientes con
engrosamiento interno.
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Relaciones:
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de la Cordillera Andina de Mérida
... dos maneras de gente; que la del pueblo para arriba toda
en la mas gente de tierra fría de buena disposición y muy
crecido, los cabellos cortados por junto a la oreja y los miem-
bros genitales sueltos (...) las mujeres traen ciertas vestiduras
sin costuras hecha a manera de saya que llaman los españo-
les samalayetas, que les cubre casi todo el cuerpo. (Aguado,
1987: 454).
... todo el valle para arriba del pueblo, hasta los páramos, con
otra población que está a mano izquierda del pueblo de la
otra banda de la quebrada o río que llaman de Albarregas,
con la población del valle de Pernia y los valles del Pabuey
y Escaguey y otros sus comarcanos, y el valle de Santo Do-
mingo y Corpus Christi y el de la Sal, con todas aquellas
vertientes de la laguna, por los altos hasta casi el pueblo de la
sabana” (cf. 454-455).
... La gente del pueblo para abajo es más menuda y muy aju-
diada: traen los cabellos largos, andan desnudos, como los
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por un lado; por una cerámica que presenta una decoración plástica con
incisiones lineales que en su conjunto forman motivos geométricos, apli-
ques antropomorfos en los bordes de las vasijas, pintura roja en los bor-
des y labios de las piezas; la presencia de entierros secundarios en urnas
funerarias con apliques antropomorfos y entierros directos flexionados; y
por el otro, por una ausencia de vasijas trípodes, figurinas antropomorfas
y entierros en cámaras funerarias, elementos característicos en la zona alta
andina de Mérida y Trujillo.
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con otras poblaciones de otras regiones. Ese control permitió que cada
familia tuviera acceso directo a otros tipos de recursos que lograban por
medio de parcelas agrícolas de las aldeas nucleadas, labranzas en los alre-
dedores y una red de intercambio con las tierras bajas. Esta estrategia pro-
ductiva todavía se observa hoy en las familias del páramo de Mucuchíes
y de Acequias que cultivan en parcelas ubicadas en las zonas del pueblo y
tienen otros espacios sembrados en los páramos y laderas cercanas a los
mismos pueblos.
El área de influencia de cada parcialidad o comunidad decrecía
indudablemente con la distancia. En el caso de una organización caracte-
rizada por un modo de vida jerárquico, el nivel de organización sociopo-
lítica superaba al de las comunidades domésticas autónomas. La relación
espacio-territorial y control sociopolítico del mismo guardaban una llave
crucial para garantizar el abastecimiento de distintos productos venidos de
las más diversas regiones térmicas de Los Andes.
La sociedad jerarquizada, gracias al control microvertical, logró
superar las limitaciones que les imponía el medio ambiental y geográfico.
Sin lugar a dudas, una sociedad productora de alimentos como ésta, logró
alcanzar los conocimientos técnicos suficientes para controlar la repro-
ducción de uno o varios recursos alimenticios.
La agricultura como eslabón fundamental para el sostén de estos
grupos, tuvo con esta estrategia una intensificación debido a la innovación
de algunos medios de trabajo, no tanto en lo que se refiere a los instru-
mentos, sino a la utilización de los suelos como objeto de trabajo.
La construcción de terrazas como las reportadas para Escagüey,
Los Maitines en El Valle del Chama (Puig, 1989) y Mucutirí, Los Cardo-
nes y Las Cruces en El Valle de Acequias (Meneses y Gordones, 2003);
la construcción, desde Moconoque hasta Mucuchíes en la parte alta del
Chama, de pequeños pozos alineados en las faldas de las montañas para
evitar la erosión producida por el agua de las lluvias y permitir su distribu-
ción como agua de regadío de manera uniforme a lo largo de las terrazas,
y a su vez, permitir el aprovechamiento inmediato del agua en las terrazas
inferiores y la introducción de un sistema hidráulico de riego relacionado
con la construcción, utilización y control político de las acequias o canales
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Gladys Gordones Rojas
Investigadora del Museo Arqueológico Gonzalo Rincón
Gutiérrez desde el año de 1992, donde se desempeña en la actualidad
como Coordinadora del Laboratorio de Arqueología y Arqueobotánica.
Antropóloga egresada de la UCV en el año de 1991. Magister Scientiae
en Etnología de la Universidad de Los Andes en el año de 2002. Doctora
en Antropología de la ULA en el año 2015. Desde el 2017 se desempeña
como Coordinadora de la Maestría en Etnología de la Universidad de Los
Andes. Se ha desempeñado como Docente en el Doctorado en Antro-
pología y Maestría en Etnología de la Universidad de los Andes, Mérida-
Venezuela. Investigadora B del Programa de Estímulo a la Investigación e
Investigación (PEII) del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e
Innovación. Clasificada desde el año de 1997 en el Programa de Estímulo
al Investigador del CDCHT-ULA. Ha ejecutado investigaciones arqueo-
lógicas en la Cordillera Andina de Mérida, Península de la Guajira y en el
Orinoco medio. Ponente en diversos congresos nacionales e internacio-
nales. Autora y co-autora de más de 35 artículos de corte antropológico
y arqueológico publicados en revistas nacionales e internacionales. Au-
tora y coautora de más de 11 capítulos de libros de corte arqueológico y
antropológico publicados en Venezuela y el extranjero. Es co-editora de
los libros: “Hacia la antropología del siglo XXI” (1999), “La arqueología
Venezolana del nuevo milenio” (2001), “Lecturas antropológicas de Ve-
nezuela” (2007), “El Mercado Principal de Mérida a 20 años de su que-
ma” (2007) y co-autora de los libros: “Arqueología de la Cordillera Andina
de Mérida: timote, Chibcha y arawako”, mención honorífica del Premio
Nacional de Libro del año 2005, “Historia gráfica de la arqueología en
Venezuela” (2007), “De la Arqueología en Venezuela y de las colecciones
arqueológicas” (2009), galardonada en el concurso de Publicación convo-
cado por el Centro Nacional de Historia y, “El Lago de Maracaibo y su
gente. Arqueología e historia de los pueblos originarios” (2019).
Lino Meneses Pacheco
Investigador del Museo Arqueológico Gonzalo Rincón Gu-
tiérrez desde el año de 1992, donde se desempeña en la actualidad como Di-
rector. Antropólogo egresado de la UCV en el año de 1991. Magister Scien-
tiae en Etnología de la Universidad de Los Andes en el año de 1999. Doctor
en Antropología de la ULA en el año 2015. Desde el 2018 se desempeña
como Coordinador del Doctorado en Antropología de la Universidad de Los
Andes y desde el 2017 es miembro de las Junta Directiva de la Maestría en
Etnología de la Universidad de Los Andes. Se ha desempeñado como Docen-
te en el Doctorado en Antropología y Maestría en Etnología de la Universi-
dad de los Andes, Mérida-Venezuela, en el Doctorado en Ciencias Sociales,
Colegio de Michoacán, México, Licenciatura en Antropología y Maestría en
Antropología, Universidad del Zulia, Maracaibo-Venezuela. Investigador B
del Programa de Estímulo a la Investigación e Investigación (PEII) del Ob-
servatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Clasificado desde
el año de 1997 en el Programa de Estímulo al Investigador del CDCHT-
ULA. Coordinador del Comité Editorial del Boletín Antropológico, revista
arbitrada e indizada editada por el Museo Arqueológico-ULA. Ha ejecutado
investigaciones arqueológicas en la Cordillera Andina de Mérida, cuenca del
Lago de Maracaibo y los Llanos de Cojedes. Ponente en diversos congresos
nacionales e internacionales. Autor y co-autor de más de 34 artículos de corte
antropológico y arqueológico publicados en revistas nacionales e internacio-
nales. Autor y coautor de más de 14 capítulos de libros de corte arqueológico
y antropológico publicados en Venezuela y el extranjero. Es co-editor de los
libros: “Hacia la antropología del siglo XXI” (1999), “La arqueología Vene-
zolana del nuevo milenio” (2001), “Lecturas antropológicas de Venezuela”
(2007), “El Mercado Principal de Mérida a 20 años de su quema” (2007) y co-
autor de los libros: “Arqueología de la Cordillera Andina de Mérida: timote,
Chibcha y arawako”, mención honorífica del Premio Nacional de Libro del
año 2005, “Historia gráfica de la arqueología en Venezuela” (2007), “De la
Arqueología en Venezuela y de las colecciones arqueológicas” (2009), galar-
donada en el concurso de Publicación convocado por el Centro Nacional de
Historia y, “El Lago de Maracaibo y su gente. Arqueología e historia de los
pueblos originarios” (2019).
Museo Arqueológico Gonzalo Rincón Gutiérrez