Capitulo Ii La Reforma Protestante

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II.

La reforma protestante

1. Causas de la reforma protestante.

Para entender bien el hecho mismo del levantamiento de Martin Lutero, y sobre
todo para comprender la rapidez con que se fue propagando por todo el norte y
centro de Europa la revolución por El iniciada, es necesario representar el estado de
la Iglesia y del pueblo cristiano a principios del siglo XVI.

A).Causas que prepararon esta defección general.

La Reforma protestante tuvo lógicamente todo un proceso de cultivo. Dicha


Reforma nació de la piedad de finales de la Edad Media, sobre todo, de la “devoción
moderna”, donde se favorecía una búsqueda apasionada de Cristo en el evangelio;
pues las deficiencias y defectos de algunos hombres de la iglesia romana cada día
eran más notorios y evidentes, debido al ambiente renacentista en lo que tenía de
mundano, y del que no se sustrajeron algunos papas, obispos y monasterios.

Pero también nació en el momento en que comenzaba a surgir una nueva


civilización europea y cristiana. La cultura medieval se juntaba con el Renacimiento
y del consorcio de los dos se podía esperar un mundo nuevo. Todo parecía confluir a
esta visión primaveral: el invento de la imprenta, el descubrimiento del mundo
antiguo en las obras de los clásicos, el del mundo americano por Cristóbal Colón y
las naves de España, el de oriente por los marinos portugueses; florecen ciencias
nuevas; la aparición en la historia de la clase media.

¿Cuáles son las causas más remotas y generales del protestantismo de Lutero?

La primera causa es sin duda la decadencia de la autoridad pontificia, agudizada


durante el período de Aviñón. Allá los papas multiplicaron los casos y beneficios
reservados a la curia para aumentar las rentas pontificias, lo cual fue ocasión de
innumerables protestas. Disminuye todavía más el prestigio del papado con motivo
del cisma de occidente, cuando el pueblo no sabe dónde está la verdadera cabeza
de la iglesia. Se acostumbran a no obedecer al Papa romano. La doctrina de los
teólogos y de la universidad sobre la preeminencia del concilio sobre el pontificado
supone una profunda herida en el prestigio y la autoridad del sucesor de Pedro. A
esto se añade que durante el siglo XV y XVI, los papas se preocupan más de lo
temporal y político que de lo religioso. Se convierten en príncipes seculares e
intentan crear un reino para sí y sus familiares, como los demás príncipes de Italia.

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Una segunda causa hay que descubrirla en la decadencia de la teología escolástica,
junto con el falso misticismo. De aquí nacen errores radicales. Los humanistas
desprecian a los teólogos, y se preocupan más por la forma externa, que por el
fondo y contenido. Los protestantes no sólo desprecian a los teólogos, sino también
a la misma teología, pues la consideran opuesta al cristianismo. El falso misticismo
influye en el fideísmo protestante y se convierte en médula de la piedad calvinista.
La teología ha derivado en dialéctica ociosa. Pero la mística sin el fundamento de la
teología puede terminar en un misticismo peligroso.

Una tercera causa está en los abusos y corruptelas de los clérigos y en la avidez de


recursos de la curia romana. Esto, aunque grave, no debería causar un
rompimiento, pero sí exigía una reforma. Los abusos no son una causa propiamente
dicha, sí lo es el ambiente de fastidio que ellos crean, y el odio contra la jerarquía y
el clero que provocan. Desde el concilio de Vienne (1311-1312) resuena el grito de
reforma. Ni los concilios de Constanza (1414-1418) y Basilea (1431-1447)
consiguieron éxito alguno en materia de reforma. Y, ¿de quién vendrá la reforma?
Reina la máxima confusión. O está cerca ya el fin del mundo –piensan algunos-, o es
la hora del Anticristo, o Dios prepara un gran castigo.

Todo esto indica que el campo estaba preparado. Bastó que Lutero lanzase su
consigna de reforma y de vuelta al primitivo cristianismo, para que muchos le
siguiesen.

Y una cuarta causa: la condición político-social de Europa y especialmente de


Alemania, donde se acentúa un acusado nacionalismo frente a la política imperial
de Carlos V. Muchos príncipes y nobles alemanes serán de los primeros en adherirse
a la causa revolucionaria de Lutero.

¿Quién fue el protagonista de esta Reforma?

El monje agustino Martín Lutero fue el protagonista de este doloroso cisma en la


Iglesia católica. Qué duda cabe que en un inicio Lutero se movió por una actitud
verdaderamente religiosa, pues quería una iglesia más pura y acorde al evangelio.
Pero con el paso del tiempo las pasiones irascibles le hicieron explotar y
desobedecer a la autoridad papal, pues Lutero era violento e intransigente. Se
ordenó de sacerdote, no tanto por vocación sincera, sino por el deseo de no
condenarse, dado que él sentía dentro de sí muy fuerte la concupiscencia.

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Martín Lutero

Biografía

Contrariando la voluntad de sus padres, Martín Lutero se hizo monje agustino en 1505 y
comenzó a estudiar teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en
1512. Siendo ya profesor comenzó a criticar la situación en la que se encontraba la Iglesia
católica: Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del clero
(especialmente las altas jerarquías, como había podido contemplar durante una visita a
Roma en 1510) y censuró también que las bulas eclesiásticas (documentos que
teóricamente concedían indulgencias a los creyentes por los pecados cometidos) fueran
objeto de un tráfico puramente mercantil.

Las críticas de Lutero reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la


degradación de la Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros reformadores
que se pueden considerar predecesores del luteranismo, como el inglés John Wyclif (siglo
XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas de Lutero fueron subiendo de tono
hasta que, a raíz de una campaña de venta de bulas eclesiásticas para reparar la basílica
de San Pedro, decidió hacer pública su protesta redactando sus célebres noventa y cinco
tesis, que clavó a la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg (1517) y que
pronto serían impresas bajo el título Cuestionamiento al poder y eficacia de las
indulgencias.

Lutero expone las 95 tesis (1517)

La Iglesia hizo comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de aquellas ideas
(en 1518 y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá y rechazó la autoridad del
papa, de los concilios y de los «Padres de la Iglesia», remitiéndose en su lugar a la Biblia y
al uso de la razón. En 1520, Lutero completó el ciclo de su ruptura con Roma al desarrollar
sus ideas en tres grandes «escritos reformistas»: Llamamiento a la nobleza cristiana de la
nación alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad
cristiana. Finalmente, el papa León X le condenó y excomulgó como hereje en una bula
que Lutero quemó públicamente (1520); y el nuevo emperador, Carlos V, le declaró
proscrito tras escuchar sus razones en la Dieta de Worms (1521).
Lutero permaneció un año escondido bajo la protección del elector Federico de Sajonia;
pero sus ideas habían hallado eco entre el pueblo alemán, y también entre algunos
príncipes deseosos de afirmar su independencia frente al papa y frente al emperador, por
lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que le convirtieron en dirigente del movimiento
religioso conocido como la Reforma protestante.
La teología luterana

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Desligado de la obediencia romana, Martín Lutero emprendió la reforma de los sectores
eclesiásticos que le siguieron y que conformaron la primera Iglesia protestante, a la cual
dotó de una base teológica. El luteranismo se basa en la doctrina (inspirada en escritos
de San Pablo y de San Agustín de Hipona) de que el hombre puede salvarse sólo por su fe
y por la gracia de Dios, sin que las buenas obras sean necesarias ni mucho menos
suficientes para alcanzar la salvación del alma; en consecuencia, expedientes como las
bulas que vendía la Iglesia católica no sólo eran inmorales, sino también inútiles.

Lutero defendió la doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación
personal directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la
Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de las Sagradas
Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero, sino que cualquier
creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, la cual debía ser traducida, por
consiguiente, a idiomas que todos los creyentes pudieran entender. El propio Lutero la
tradujo al alemán, creando un monumento literario de gran repercusión sobre la lengua
escrita en Alemania en los siglos posteriores.

También negó otras ideas asumidas por la Iglesia a lo largo de la Edad Media, como la
existencia del Purgatorio o la necesidad de que los clérigos permanecieran célibes; para
dar ejemplo, él mismo contrajo matrimonio con una antigua monja convertida al
luteranismo. De los sacramentos católicos, Lutero sólo consideró válidos los dos que halló
reflejados en los Evangelios, es decir, el bautismo y la eucaristía, rechazando los demás.

Al rechazar la autoridad centralizadora de Roma, Lutero proclamó la independencia de las


Iglesias nacionales, cuya cabeza debía ser el príncipe legítimo de cada Estado; la
posibilidad de hacerse con el dominio de las Iglesias locales (tanto en su vertiente
patrimonial como en la de aparato propagandístico para el control de las conciencias)
atrajo a muchos príncipes alemanes y facilitó la extensión de la Reforma. Tanto más
cuanto que Lutero insistió en la obediencia al poder civil, contribuyendo a reforzar el
absolutismo monárquico y desautorizando movimientos populares inspirados en su
doctrina, como el que desencadenó la «guerra de los campesinos» (1524-25).

La extensión del luteranismo dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron a
católicos y protestantes en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, si bien las diferencias
religiosas fueron poco más que el pretexto para canalizar luchas de poder en las que se
mezclaban intereses políticos, económicos y estratégicos. El protestantismo acabó por
consolidarse como una religión cristiana separada del catolicismo romano; pero, a su vez,
también se dividió en múltiples corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia
Alemania (como Thomas Münzer) y al extenderse el protestantismo a otros países
europeos, en donde aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias
con doctrinas teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la Suiza
de Ulrico Zuinglio y Juan Calvino).

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B). Estado delos elementos eclesiásticos.

Ante todo recuérdese el efecto producido en el campo de las ideas por las diversas
corrientes anti pontificias, que llenan todo el periodo anterior. Ciertamente no
puede negarse que el prestigio pontificio había decaído muchísimo. A esto
contribuía igualmente el estado deplorable en que se hallaba la curia romana y todo
el clero tanto secular como regular. La conducta de algunos Papas durante los
decenios anteriores había dejado tras sí efectos desastrosos.

En lo que se refiere al clero secular, consta que a precios del siglo XVI, en las
regiones del centro de Europa, se hallaba en un estado de corrupción del que
apenas podemos hacernos cargo hoy día. Una de las causas que más contribuía a
ello, era el hecho de que muchos hijos de la nobleza eran destinados a las
dignidades eclesiásticas si atender a su vocación. Estaos eran, en efecto, los que
ocupaban los cabildos y otras prebendas, sobre todo las sillas episcopales. Por esto,
aunque hubo honrosas excepciones, los prelados eran ordinariamente hombres
mundanos y abandonaban la dirección de la Diócesis a subalternos.

La causa de la corrupción del bajo clero era muy diversa… (El bajo clero (frailes,
monjes y clero parroquial) procedía de familias campesinas acomodadas y del
artesanado urbano; mientras que el alto clero procedía, en su cúspide, de la alta
nobleza y las familias reales…) era la ignorancia y el descuido en que vivía
abandonado. Sin retribución cierta en muchos casos, o con retribución insuficiente
en las capellanías pobres; sin la instrucción necesaria al sacerdote que debe instruir
a los demás, vivía una vida impropia, dedicado a otras ocupaciones. De aquí se
originaba en el pueblo la ignorancia más absoluta de las cosas religiosas, en el
descuido más completo de las obligaciones y prácticas cristianas y la corrupción más
deplorable de costumbres. Pero el peor ara que toda esta corrupción penetro en el
mismo clero, por lo cual el concubinato y la simonía se convirtieron en una
verdadera plaga.

El estado deplorable del clero regular, está confirmado por innumerables


testimonios fidedignos. De todos modos no conviene generalizar demasiado,
dejando se llevar de las diatribas de Erasmo, encarnizado enemigo de los regulares.
Su estado era en realidad muy diverso según las regiones. Es cierto que en muchos
monasterios de Alemania y de todo el norte y el centro de Europa, se mantenían en
la más estricta observancia; pero hay que reconocer que otros no menos numerosos
estaban completamente relajados. En España, donde la reforma. En la baja
Alemania, por ejemplo, consta que la Provincia Agustina estaba relajada, y así se
pasó luego entera a la falsa reforma.

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En general se puede afirmar que la causa que más había contribuido a esta
relajación de los regulares, eran las muchas riquezas de los monasterios. Una
segunda causa era la plaga de los abades nobles, que recibían esta prebenda solo
por su nobleza, y por consiguiente ni residían en sus monasterios ni daban buen
ejemplo con su conducta. Con esto se comprende fácilmente que gran parte del
clero secular y regular estaba preparado para sucumbir el yugo de la obediencia y
demás votos religiosos.

Situación del elemento secular.

Ante todo se advierte, como efecto natural de este estado de cosas, una aversión
creciente por parte de muchos seglares contra el clero, al que veían frecuentemente
ignorantes e indignos. La gente más sencilla conservaba generalmente la fe y las
creencias católicas y aun el respeto al clero, sin dar importancia a sus defectos. Pero
las más instruidas multiplicaban sus protestas y sus muestras de disgusto. Al fin
contagiaros las masas del pueblo de esta prevención contra los eclesiásticos. En este
sentido colaboraron activamente las últimas herejías los wicklefitas y husitas.

En parte aumentaba en todos la aversión contra el Papa y Curia Romana. El


cautiverio de Aviñon y todas las corrientes anti pontificias se fueron uniendo para
fomentar la prevención y odio contra Roma. En esto tuvieron una parte muy
importante las contribuciones que con ocasión del Cisma se habían aumentado y se
urgía con rigor.

La expresión más clara de esta aversión contra Roma se contiene en las célebres
¨grandes noticias de Germania¨, que fueron una serie de quejas que presentaba el
pueblo germano contra Roma, repetidas y urgidas hasta con intemperancia en
multitud de ocasiones. Muchas de estas quejas estaban justificadas, sobretodo que
en la curia Romana se permitía más extorciones de dinero que en otras partes, lo
cual se debía sin duda a que no encontraban allí, como en Francia, una autoridad
fuerte que se le impusiera. Irrito mas esta aversión contra Roma al juntársele el
elemento nacional, por lo cual se convirtió en un verdadero rencor contra los
italianos, a quienes se acusaba de despreciar a los alemanes.

El humanismo alemán, con el matiz nacional y sectario que tomo, contenía


elementos y tendencias favorables al espíritu anti romano.

Desiderio Erasmo, era un hombre erudito, pero débil en sus convicciones religiosas
y gran seductor. Con su desprecio de la escolástica, con su ironía y sátiras contra la
vida monacal, contribuyó poderosamente a socavar el respeto a la autoridad
religiosa.

Ulrico Hutten, humanista alemán, era hombre de grandes cualidades, pero


moralmente corrompido, y así se convirtió en un gran protagonista de las ideas

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revolucionarias y en particular de los prejuicios contra Roma, a la que hizo una
guerra encarnizada.

Trabajo:

¿Quién es Martin Lutero?

¿Porque protesto Marín Lutero?

En qué consisten las tesis de la reforma de Martin Lutero.

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