Nussbaum

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Nussbaum:

-1-La crisis silenciosa-

Una crisis que pasa prácticamente inadvertida. Una crisis que con el tiempo, puede llegar a ser
mucho más perjudicial para el futuro de la democracia: la crisis mundial en materia de la
educación. En casi todas las naciones del mundo se están erradicando las materias y las
carreras relacionadas con las artes y las humanidades, tanto a nivel primario, secundario,
terciario y universitario. Concebidas como ornamentos inútiles por quienes definen las políticas
estatales en un momento en que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga ninguna
utilidad para ser competitivas en el mercado global, estas carreras y materias pierden terreno a
gran velocidad, tanto en los programas curriculares como en la mente y el corazón de padres e
hijos. Todos los participantes del encuentro coincidieron en que actualmente predomina una
nueva concepción, que gira en torno de la rentabilidad y que ha dejado de lado la idea del
desarrollo personal basado en la imaginación y en el pensamiento crítico con la que Tagore
habida formado a los futuros ciudadanos de la democracia exitosa que logró dicho país. Los
docentes, que se enorgullecen de estimular a sus alumnos para que cuestionen, critiquen y
utilicen la imaginación, expresaron su preocupación por las presiones recibidas de las familias
pudientes que envían a sus hijos a esta escuela de élite. Impacientes con los aprendizajes que
consideran superfluos y ansiosos de que sus hijos adquieran aptitudes comprobables y
tendientes al éxito económico, estos padres están tratando de cambiar los principios rectores
de la escuela. Cuando nos encontramos en una sociedad, si no hemos aprendido a concebir
nuestra persona y la de los otros de ese modo, imaginando mutuamente las facultades internas
del pensamiento y la emoción, la democracia estará destinada al fracaso, pues ésta se basa en
el respeto y el interés por el otro, que a su vez se fundan en la capacidad de ver a los demás
como seres humanos, no como meros objetos. La idea de la rentabilidad convence a
numerosos dirigentes de que la ciencia y la tecnología son fundamentales para la salud de sus
naciones en el futuro. Si bien no hay nada que objetarle a la buena calidad educativa en
materia de ciencia y tecnología ni se puede afirmar que los países deban dejar de morar esos
campos, me preocupa que otras capacidades igualmente fundamentales corran riego de
perderse en el trajín de la competitividad, pues se trata de capacidades vitales para la salud de
cualquier democracia y para la creación de una cultura internación digna que pueda afrontar de
manera constructiva los problemas más acuciantes del mundo. Estas capacidades se vinculan
con las artes y con las humanidades. Nos referimos a la capacidad de desarrollar un
pensamiento crítico; la capacidad de trascender las lealtades nacionales y de afrontar los
problemas internacionales como “ciudadanos del mundo”; y por último, la capacidad de
imaginar con compasión las dificultades del prójimo. La educación no ocurre sólo en las
escuelas. La mayor parte de los rasgos que destaco en el presente trabajo deben nutrirse
también en la familia, tanto durante los primeros años de vida como durante la etapa de
maduración de los niños y niñas. Todo plan integral de políticas públicas orientadas a los temas
que aquí se tratan debería contener propuestas para apoyar a las familias en la tarea de
desarrollar las capacidades infantiles. Asimismo, también cumplen su función la cultura más
inmediata de los pares y la menos inmediata de las normas sociales y las instituciones políticas,
ya sea porque respaldas o porque subvierten la labor realizada en el marco de la escuela y la
familia. Cultivar la capacidad de reflexión y pensamiento crítico es fundamental para mantener a
la democracia con vida y en estado de alerta. La facultad de pensar idóneamente sobre una
gran variedad de culturas, grupos y naciones en el contexto de la economía global y de las
numerosas interacciones entre grupos y países resulta esencial para que la democracia pueda
afrontar de manera responsable los problemas que sufrimos hoy como integrantes de un
mundo caracterizado por la interdependencia. El interés económico también se nutre de las
artes y las humanidades para fomentar un clima de creatividad innovadora y de administración
responsable y cuidados de los recursos. Ningún sistema educativo funciona bien si sus
beneficios solo llegan a las élites más adineradas. La distribución del acceso a la educación de
calidad es un asunto urgente para todas las democracias modernas.

II- Educación para la renta, educación para la democracia-

¿Qué significa entonces el progreso para una nación? Según la opinión de algunos progresar
es incrementar el productor bruto interno per cápita. Producir crecimiento económico no
equivale a producir democracia, ni a generar una población sana, comprometida y formada que
disponga de oportunidades para una buena calidad de vida en todas las clases sociales Otro
aspecto de la tradición educativa estadounidense que se resiste con obstinación al modelo
basado en el crecimiento económica es la importancia característica atribuida a la participación
activa de los alumnos mediante la investigación, las preguntas y la indagación. Según esta
tradición, la educación no consiste en la asimilación pasiva de datos y contenidos culturales,
sino en el planteo de desafíos para que el intelecto se torne activo y competente, dotado de
pensamiento crítico para un mundo complejo. ¿Qué tipo de educación sugiere el viejo modelo
de desarrollo? La educación para el crecimiento económico requiere de aptitudes básicas,
alfabetización y competencia matemática. También necesita algunas personas que tengan
conocimientos más avanzados de informática y tecnología. Sin embargo, la igualdad de acceso
a la educación no reviste tanta importancia para este modelo. Sin embargo, no se registra un
efecto derrame de los resultados de ese crecimiento, pues no hubo mejoras en la salud y en el
bienestar de los sectores más pobres de la población rural ni existen motivos para creer que el
crecimiento económico requiera de una educación suficiente para esos sectores. La versión de
la historia enseñada en el marco de la educación para el crecimiento económico presentará
como un valor importante las ambiciones nacionales (sobre todo, la ambición de riqueza) y le
restará importancia a las cuestiones relacionadas con la pobreza y las responsabilidades
globales. A los estudiantes se les enseñaba que lo relevante era el bienestar del ciudadano
promedio y se los estimulaban a concebirse como integrantes de un enorme colectivo que se
encontraba en situación de progreso, más que como personas individuales con sus propios
derechos en tanto tales. La educación para el crecimiento económico mostrara cierto grado de
desprecio por el arte y la literatura, ya que a simple vista no derivan en el progreso económico
de la persona ni de la nación. Por ese motivo, los programas relacionados con las artes y las
humanidades están sufriendo recortes en todo el mundo, para dar lugar al desarrollo de la
técnica. Resulta más fácil tratar a las personas como objetos aptos para ser manipulados si uno
nunca aprendió a verlas de otra manera. ¿Qué otras alternativas existen para concebir el tipo
de naciones y de ciudadanos que pretendemos formas? Existe el paradigma del desarrollo
humano. Lo que importan son las oportunidades o “capacidades” que posee cada persona en
ciertas esferas centrales que abarcan desde la vida, la salud y la integridad física hasta la
libertad política, la participación política y la educación. Este modelo de desarrollo reconoce que
todas las personas gozan de una dignidad humana inalienable y que ésta debe ser respetada
por las leyes y las instituciones. El modelo del desarrollo humano supone un compromiso con la
democracia, pues un ingrediente esencial de toda vida dotada de dignidad humana es tener voz
y voto en la elección de las políticas que gobernarán la propia vida. El modelo del desarrollo
humano no es una quimera idealista, sino que se encuentra estrechamente vinculado con los
compromisos constitucionales, a veces cumplidos, de casi todas las naciones democráticas.

III- Educar ciudadanos: los sentimientos morales y antimorales-

Cualesquiera que sean esas fuerzas, la verdadera educación para la ciudadanía responsable
debe combatirlas a nivel nacional y global, empleando todos los recursos de la personalidad
humana que sirvan para que la democracia prevalezca frente a las jerarquías. A las personas
las reconforta sentirse incluidas en un gigantesco “choque de civilizaciones” que enfrenta a las
naciones democráticas, representantes del bien, con las religiones y culturas de otras partes
del mundo, que supuestamente representan el mal. La falsa noción de que nuestra sociedad es
pura en su interior sólo genera agresividad hacia afuera e invisibiliza las agresiones que sufren
quienes viven adentro. Lamentablemente, debemos reconocer que todas las sociedades
humanas crean grupos excluidos que reciben el estigma de causar vergüenza, repugnancia o
ambas cosas. Cabe agregar que la escuela es al menos una fuerza de influencia en la vida del
niño y se trata de una fuerza cuyos mensajes podemos supervisar con más facilidad que los de
otras fuerzas. ¿Qué hay de los recursos? La otra cara de ese choque interno es la capacidad de
comprensión que crece en el niño, la capacidad de ver a otra persona como un fin y no como un
medio. Esta capacidad de sentir interés y de responder con empatía e imaginación constituye
un elemento básico de nuestra herencia evolutiva. Si bien la empatía no equivale a la moral,
puede proporcionarle ciertos elementos esenciales. A medida que se va formando la capacidad
de interés por el otro, aumenta el deseo de controlar la propia agresividad. No obstante, si el
niño recibe una educación positiva en el marco de la familia y una buena formación en la
escuela, es muy posible que sienta compresión e interés por las necesidades de los demás y
que los vea como personas con sus mismos derechos. Cultivar la comprensión no es un modo
suficiente en sí mismo para combatir las fuerzas de la esclavización y la subordinación, ya que
la comprensión puede aliarse con la repugnancia y la vergüenza, lo que fortalecería la
solidarias entre los integrantes de las élites y los distanciara aun mas de sus subordinados. El
objetivo de convertirse en ese hombre ideal supone una ficción de control en un mundo que uno
no controla realmente. La escuela es apenas uno de los factores que influyen en el corazón y
en la mente del niño durante su crecimiento. En efecto, la labor de superar el narcicismo y
desarrollar el interés por el otro debe realizarse en gran parte dentro de la familia. Las
relaciones que se dan en el marco de la cultura de pares también desempeñan una función
importante. Sin embargo, la escuela puede reforzar o socavar aquello que haya logrado la
familia, sea bueno o malo, y también puede configurar esa cultura de pares. Lo que ofrecen las
escuelas mediante los contenidos que allí se enseñan y los métodos pedagógicos que allí se
aplican puede afectar en gran medida la mente del niño en desarrollo. La escuela puede
desarrollar la capacidad del alumno de ver el mundo desde la perspectiva del otro. La escuela
puede inculcar actitudes frente a la debilidad y la impotencia que den cuenta de que ser débil
no es vergonzoso y de que necesitar a los demás no es indigno de un hombre. Puede enseñar
contenidos reales y concretos sobre otros grupos raciales, religiosos y sexuales o sobre las
personas con capacidad diferentes, a fin de contrarrestar los estereotipos y la repugnancia que
suele acompañarlos. Puede promover activamente el pensamiento crítico.

V- Los ciudadanos del mundo-

Los problemas económicos, ambientales, religiosos y políticos que debemos resolver tienen
alcance mundial. No cabe esperanza alguna de resolverlos si las personas que se encuentran
distantes no se unen para cooperar como jamás lo han hecho. Se trata de problemas que sólo
pueden afrontarse de verdad si existe diálogo a nivel multinacional. La educación debería
proporcionarnos los elementos necesarios, para desenvolvernos de manera eficaz en ese
dialogo multinacional, como “ciudadanos del mundo” (por usar una frase ya consagrada) y no
sólo como estadounidenses, indios o europeos. Inculcar en los alumnos la capacidad de
concebirse como integrantes de una nación heterogénea y de un mundo aún más heterogéneo
así como la facultad de comprender, al menos en parte, la historia y las características de los
diversos grupos que habitan este planeta. Aunque el conocimiento no garantiza la buena
conducta, la ignorancia es casi una garantía de lo contrario. Es imposible comprender la nación
propia y su historia de manera cabal sin ubicarla en el contexto del mundo. Todo estudio
histórico de la nación que se precie de tal debe insertarse en la historia mundial, aunque hoy
esta última es necesaria por motivos que exceden la comprensión de la propia historia nacional.
Mis propuestas hacen un poco más hincapié en la necesidad de información empírica sobre la
historia y de conocimientos técnicos en materia de economía. La educación para la ciudadanía
mundial es un tema amplio y complejo que debe abarcar los aportes de la historia, la geografía,
el estudio interdisciplinario de la cultura, la historia de los sistemas jurídicos y políticos y el
estudio de la religión, todo ello en mutua interacción y complejidad creciente conforme va
aumentando la madurez de los alumnos. Incluso cuando se presentan los datos históricos
correctos, resulta imposible enseñar bien historia si uno se limita al típico método de exponer
una seguidillida de datos. Para hacerlo se debe mostrar a los alumnos cómo se arma el relato
histórico a partir de distintas fuentes y pruebas, además de enseñarles a evaluar un relato
histórico frente a otro. El pensamiento crítico también debe participar en los debates acerca de
lo que se aprendió; cuando se estudia la cultura y la economía de una cultura, hay que formular
preguntar acerca de las diferencias de poder y oportunidades, del lugar de la mujer y de las
minorías, de las ventajas y las desventajas que presenta cada estructura de organización
política. La educación adecuada para la vida en una democracia pluralista debe ser de carácter
multicultural, o sea que debe familiarizar a los alumnos con los datos básicos referentes a las
diversas culturas e historias de los numerosos grupos con los que comparten las mismas leyes
e instituciones, sean éstos grupos religiosos étnicos, económicos, sociales o de género. Al igual
que el pensamiento crítico, la educación para la ciudadanía mundial debe formar parte de un
módulo del diseño curricular dedicado a las nociones básicas de artes y humanidades, sin que
importe si el alumno estudia ciencias empresariales, ingeniería, filosofía o física. La historia
mundial y los principios económicos deben enseñarse desde una perspectiva humanística y
crítica para que resulten útiles en la formación de ciudadanos del mundo inteligente. Asimismo,
esa enseñanza debe acompañarse de un estudio sobre las religiones y las teorías filosóficas de
la justicia. Sólo así servirán como base de los debates públicos que debemos llevar a cabo para
resolver de manera cooperativa los principales problemas de la humanidad.

VI- Cultivar la imaginación la literatura y las artes-

El conocimiento fáctico y la lógica no alcanzan para que los ciudadanos se relacionen bien con
el mundo que los rodea. La tercera capacidad del ciudadano del mundo, estrechamente
vinculada con las primeras dos, es aquella que denominamos “imaginación narrativa”, es decir,
la capacidad de pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona y de entender los
sentimientos, los deseos, y las expectativas que podría tener esa persona. La capacidad se
sentir un interés genuino por los demás tiene varios requisitos previos. En primer lugar, hace
falta cierto grado de competencia práctica. En segundo lugar, se precisa reconocer que el
control absoluto no es posible ni beneficioso y que el mundo es un espacio en el que todos
tenemos debilidades y, por lo tanto, necesitamos apoyarnos mutuamente. El juego
proporcionara el tercer requisito fundamental para el interés genuino por los demás personas, a
saber: la capacidad de imaginar cómo puede ser la experiencia del otro. El juego cumple una
función importante en la formación de la ciudadanía democrática. La igualdad en democracia
conlleva cierta vulnerabilidad. Las artes otorgan al niño nuevas capacidades para comprender
su propia persona y la de los demás. Concebir a los otros seres humanos como entidades
amplias y profundas, con pensamientos, anhelos espirituales y sentimientos propios no es un
proceso automático. La formación artista y literaria puede cultivar la comprensión de varias
maneras distintas, mediante la compenetración con diferentes obras literarias, musicales,
plásticas y coreográficas. Toda escuela donde se hace caso omiso de las artes de esta
ignorando también una serie de ocasiones fundamentales para lograr el entendimiento
democrático. Las artes cumplen una función doble en las escuelas y las universidades; por un
lado, cultivan la capacidad de juego y de empatía en modo general y, por otro lado, se enfocan
en los puntos ciegos específicos de cada cultura. Para vincularse de manera estable con los
valores democráticos, ambas funciones necesitan una perspectiva normativa acerca del modo
en que deben relacionarse entre sí los seres humanos. La imaginación empática puede resultar
caprichosa e irregular si no se la vincula con la idea de igualdad en la dignidad humana. La
actividad imaginativa de explorar la vida interior ajena no será el único elemento de una
relación moral sana con los demás, pero seguramente es uno de los principales. Tal vez no
exista condición más fundamental para la salud de la democracia que poseer una imagen sana
de lo que es un hombre verdadero y cómo se relaciona con las mujeres y con los otros
hombres. Con las artes sucede lo mismo que con el pensamiento crítico. Descubrimos que
resultan fundamentales para el crecimiento económico y la conservación de una cultura
empresarial sana. Los principales educadores dedicados a las ciencias empresariales
entienden que la capacidad de imaginación constituye un pilar de la cultura empresarial. Para la
innovación hace falta contar con una mente flexible, abierta y creativa, capacidades éstas que
pueden inculcarse mediante la literatura y las artes. Incluso si nuestro único interés fuera el
crecimiento económico nacional, también deberíamos proteger la educación artística y
humanística.

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