015-058 SPB 20 Situacion Latinoamerica
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X Latinoamérica
Nacionalismo burgués
y frentepopulismo
en América Latina
Roberto Sáenz
I. El contexto internacional
CRISIS DE HEGEMONÍA , EMPANTANAMIENTO EN MEDIO ORIENTE Y “DESOBEDIENCIA ”
1
Dice un analista respecto de Irán: “Por el momento, la bolsa (petrolera) iraní es la que va más
avanzada (...). Irán juega a ella consciente de que está en una posición de fuerza (...). La defensa
del derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear, aparte de que cumple los requisitos del
Tratado de No Proliferación, encierra también una búsqueda de prestigio e influencia regional. Irán
busca ser considerado el factor imprescindible en esa zona del mundo (...). Hoy se puede decir, sin
miedo a equivocarse, que Irán ha sido el principal beneficiario de la invasión de Iraq”.
2
Morales en Bolivia prometió “revertir” la famosa ley 21.060 de privatización de la minería, que
dejó el tendal de 30.000 mineros en la calle. Todavía se está esperando que cumpla con esta pro-
mesa...
Decía Trotsky: “Cuanto más coloca Estados Unidos a todo el mundo bajo su
dependencia, tanto más depende del resto del mundo, con todas sus contra-
dicciones y convulsiones amenazadoras (...) esto introduce en su economía
más y más elementos de desorden europeo y asiático”. (Sobre Europa y Estados
Unidos)
En efecto, el segundo elemento a subrayar es la situación política al interior
de los propios Estados Unidos, incluidas las repercusiones allí de las convul-
siones de la situación mundial y regional. Aquí sólo queremos destacar un
hecho de características históricas ocurrido en la primera mitad de 2006: la
irrupción del movimiento de inmigrantes, que puede interpretarse como la
irrupción de Latinoamérica en EEUU. El ciclo de rebeliones populares pareció
estar metiéndose dentro de EEUU por la vía de la puesta en pie de los 41 millo-
nes que constituyen la comunidad latina del país. En ese sentido, fue un hecho
cargado de simbolismo que el paro latino haya tenido lugar el 1º de Mayo. Lo
que, junto con ayudar a recuperar el Día Internacional de los Trabajadores
como día de lucha en EEUU, tiene una significación potencial de clase de
inmenso valor, más allá de los vaivenes concretos del movimiento. Porque se
trató de una jornada de paro de un sector muy importante de la nueva clase
obrera norteamericana, uno de los sectores más oprimidos en su doble condi-
ción de explotados y sin papeles.
Esta irrupción configura un dato de enorme importancia, cuyos alcances
habrá que medir. La posibilidad de un “nivelamiento” de la situación política
de EEUU con la regional, obviamente, sería de importancia incalculable para
todo el continente.3 Porque no hay que perder de vista que EEUU ha venido
siendo el elemento más reaccionario de la situación internacional. Si los ele-
mentos de crisis política y posible irrupción desde abajo se desarrollaran, en
combinación con las dificultades de EEUU en el orden internacional, servirían
3
Últimamente se ha agregado la cuestión de la enfermedad de Castro y la apertura de posibles
escenarios en Cuba, cuya definición en uno u otro sentido hará al signo político del impacto sobre
la situación latinoamericana en su conjunto. Ya veremos esto más abajo.
las capas trabajadoras. Aquí es donde mueren las palabras de los nuevos gobier-
nos “populares”: un festival de planes sociales para “contener la pobreza”, a la
vez que se remachan las peores condiciones de esclavitud laboral y superex-
plotación del proletariado industrial y los trabajadores heredadas de los 90.
Al mismo tiempo, esto hoy incluye –en situaciones de mayor o menor con-
tinuidad neoliberal– una mayor posición de arbitraje del Estado en el ciclo de
la economía y ciertos regateos con el imperialismo. Eso explica, por ejemplo,
la “nacionalización” del gas de Evo Morales, la recuperación de la gerencia de
PDVSA por parte de Chávez o, incluso, los muy tímidos avances de Kirchner
respecto del reclamo de participación estatal en algunas privatizadas (el regre-
so del Correo Argentino y de Aguas Argentinas a manos del Estado, o la deman-
da de recuperación de la “acción de oro” en Aerolíneas Argentinas). En el plano
regional, el rechazo del ALCA, la firma de Tratados de Libre Comercio y la afir-
mación del Mercosur expresan de diversas maneras estas pujas regionales entre
capitalistas.
En este retorno de las disputas entre Estados y sectores capitalistas –que no
expresan ningún interés popular y donde los trabajadores no tienen nada que
ganar– muchas veces los gobiernos actúan de “agentes de negocios” de sus
empresarios amigos o de los capitales radicados en la región. Esta realidad, que
se manifiesta más claramente en Venezuela y Bolivia, aunque hay elementos de
esto en Kirchner o incluso Lula, depende también del grado de radicalidad de
los procesos que han dado origen a los nuevos gobiernos, lo que constituye un
cierto violentamiento del decálogo neoliberal puro y duro imperante en los 90.
Por último, tampoco hay que perder de vista que dentro de estas transforma-
ciones generales se producen desarrollos desiguales con consecuencias sociales.
Surgen o se recrean ramas de la producción y los servicios, que implican la apa-
rición de nuevos sectores de trabajadores asalariados. De esa manera va des-
puntando, sobre todo, pero no solamente, en los países más desarrollados de la
región, una nueva clase trabajadora y una nueva generación obrera.
más organizativa que política ante la realidad que sus principales dirigentes (en
varios casos bajo la influencia de ambos MSTs de Argentina) vienen defendien-
do una política de apoyo político a Chávez y de voto acrítico a su candidatura
electoral. Esta postura y las presiones oportunistas que sufren dirigentes obreros
como O. Chirino o S. Pérez Borges de parte de corrientes como el MES de Brasil
o el MST-Unite argentino, entre otras, dejan latente el peligro de una involución
en esta experiencia. Sin embargo, hasta ahora el PRS expresa una dinámica pro-
gresiva en cuyo seno hay que luchar.
En Bolivia, lamentablemente, se ha frustrado por ahora, dada la absoluta
inconsecuencia de los dirigentes de la COB que se mantienen independientes
del MAS, la conformación de un Instrumento Político de los Trabajadores. Sin
embargo, a medida que avance la experiencia con el gobierno de Evo Morales,
el proyecto del IPT se podría replantear.
Con sólo pasar revista a estas tendencias objetivas al surgimiento de corrien-
tes a la izquierda del reformismo, salta a la vista su heterogeneidad y las carac-
terísticas peculiares que asume en cada país. En ese sentido, no es viable inten-
tar establecer modelos válidos para todos los países, como absurdamente pre-
tende el MST-Unite de Argentina en relación con el PSOL.
Sin embargo, se plantea en la vanguardia latinoamericana y en las corrien-
tes socialistas revolucionarias un trascendental debate: ¿alrededor de qué ejes
delimitadores y fundacionales hay que luchar por agrupar políticamente a la
vanguardia que, con mayor o menor claridad y conciencia, tiende a ubicarse a
la izquierda de los reformistas?
Para los marxistas sólo puede haber un criterio nítido de diferenciación. Y
ese criterio es de clase. Es decir, si se está o no por la más absoluta indepen-
dencia de la clase trabajadora y sus organizaciones de todo gobierno o corrien-
te burguesa. Es sobre esos sólidos cimientos sociales que hay que asentar la
construcción política de organizaciones y partidos a la izquierda de las grandes
corrientes reformistas.
Los dos planos de la recomposición se relacionan con otro elemento que
venimos subrayando: la clase trabajadora está volviendo a escena. En buena
medida se trata de una nueva clase trabajadora, tanto generacionalmente como
por los sectores de la producción y los servicios en las que hoy existe. Y junto
con ese regreso a escena de los trabajadores, se han venido desinflando los
mitos sobre los “nuevos sujetos sociales” desarrollados en los 90.
Es falso, por ejemplo, que las rebeliones de Bolivia hayan sido estallidos
puramente “indígenas”. El centro insurreccional ha sido la comuna proletaria
de El Alto, cuyos habitantes son, a su vez, originarios. Por supuesto, esa com-
binación no se puede ignorar. Pero en ella es fundamental no perder de vista el
carácter de trabajadores de los luchadores alteños. En Argentina, en el centro
del último ciclo de luchas –hasta abril de 2006– en su centro estuvieron los tra-
bajadores ocupados. Los conflictos en el subte, telefónicos, petroleros, hospita-
les (también a nivel de contratados y/o precarizados como en Taym) tuvieron
una enorme repercusión pública. Por primera vez en años, hubo meses en que
los conflictos en el sector privado superaron a los del sector estatal. En 2005,
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A veces se suele contraponer esta tarea central e inmediata del período, la tarea de ganar a la van-
guardia, a la lucha por conquistar influencia en sectores de masas. En ese tren, se suele pontificar
solemnemente contra los peligros del “vanguardismo”. Se trata de una falsa disyuntiva porque si no
conquistamos políticamente a la mayor parte de la vanguardia, tampoco vamos a poder ganar
influencia orgánica en sectores de masas. A lo sumo, puede ser posible tener una cuota de simpa-
tía (electoral o de otro tipo) en sectores de masas; es el problema que plantea la elección de Heloisa
Helena en Brasil. Pero la experiencia histórica demuestra que las relaciones de “simpatía” con sec-
tores de masas, si no se transforman en orgánicas, suelen ser flor de un día. Y relación orgánica sig-
nifica gente de carne y hueso que establezca esa relación (la vanguardia) y organismos de distinto
carácter y nivel (partidos, movimientos, organizaciones de sectores de masas, organismos de poder,
etc.) alternativos a las instituciones del estado y de la “democracia”.
con muchos de los rasgos marcados por Trotsky respecto del “bonapartismo sui
generis” de su época. Es decir, con “condiciones especiales de poder estatal”
que le permiten maniobrar por “encima” de las clases, apoyándose en las
masas populares, haciéndoles concesiones y “disponiendo de cierta libertad”
respecto del imperialismo.
Sin embargo, aunque Chávez gusta definir al suyo como un gobierno “obre-
rista”, debe estar absolutamente claro que no estamos ante un “gobierno de los
trabajadores”. Se trata de un gobierno burgués, asentado en una de las institu-
ciones principales del Estado burgués, el ejército, y que viene cerrando cre-
cientes acuerdos con sectores de la gran burguesía y las multinacionales que
operan en su país (ver al respecto, por ejemplo, el ilustrativo artículo de Flor
Beltrán enel periódico Socialismo o Barbarie 86)
Por otra parte, es evidente que el de Chávez es un gobierno burgués “anor-
mal”, en el sentido de que si la subordinación al imperialismo en la caracterís-
tica distintiva de los gobiernos latinoamericanos, su afirmación como gobierno
independiente es una característica política evidentemente propia. No es acci-
dental que se haya intentado derrocarlo mediante el golpe de abril del 2002, ni
que haya sufrido el paro-sabotaje de principios del 2003. Al salir triunfante de
ambos eventos, así como del referéndum revocatorio del 2004, esas instancias
afirmaron la independencia de su gobierno respecto del imperialismo yanqui.
El retiro del embajador en Israel durante la agresión sionista al Líbano es otra
expresión de esta independencia.
La base material de este comportamiento se asienta en lo que definimos
como el actual desarrollo de los “nacionalismos energéticos”: el manejo mono-
pólico –que no excluye, sino más bien presupone, acuerdos de asociación
“mixta” con las multinacionales– por parte del estado de la extracción de petró-
leo y de una parte importante de la renta petrolera.
Pero nada de esto niega que se trata de un nacionalismo burgués que sigue
manteniendo fraternales relaciones con los demás países imperialistas, que
paga puntualmente la deuda externa y que no ha tocado nada de la gran pro-
piedad industrial, agraria, comercial, financiera y de medios de comunicación,
por lo que Venezuela sigue siendo un país 100% capitalista. En todo caso, se
trata de un capitalismo con fuertes rasgos de capitalismo de Estado, muy lejos
de la prédica de Chávez del “socialismo en el siglo XXI” y más emparentado
con los nacionalismos burgueses que jalonaron la región hacia mediados del
siglo pasado.
En efecto: a semejanza de Chávez, “los gobiernos «bonapartistas sui gene-
ris», como los de Perón, Nasser, Getulio Vargas, Paz Estensoro, etc., caracterís-
ticos de la segunda posguerra, consiguieron apoyo en las masas haciéndoles
concesiones. Estas, en ocasiones, chocaron con los mezquinos intereses inme-
diatos de las burguesías nativas, aunque esas concesiones fueron hechas con
vistas a los intereses históricos y de más largo plazo de desarrollo capitalista
nacional independiente (...). Una característica fundamental de estos regímenes
es que expropiaron políticamente a la clase trabajadora y las masas populares.
Hicieron todo lo posible para que no tuviesen una expresión política propia e
de la actual crisis hegemónica, que les permiten opacar aún más su carácter de
gobiernos 100% capitalistas.
Esta es la razón por la cual es tan importante hacer una clara definición de
clase de estos gobiernos: es la única manera de dar sustento a una estrategia de
intransigente independencia de clase frente a ellos.
LA SITUACIÓN DE CUBA
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En un trabajo sobre la revolución china de 1949, hemos definido este tipo de estatizaciones gene-
ralizadas de la propiedad privada capitalista como medidas “anticapitalistas burocráticas”, para
diferenciarlas de la expropiación obrera. Ver Socialismo o Barbarie 19, diciembre 2005.
usufructuó la parte del león del plustrabajo social generado por los trabajado-
res y arrebatado a la burguesía y el imperialismo.
Ante la desaparición de la ex URSS (guardiana mundial de la burocracia
estalinista), esta última condición hoy no existe: en caso de una expropiación
generalizada de los medios de producción, se adelgazan las mediaciones para
que los trabajadores no le pasen por encima a estas direcciones. Así, no sor-
prende que la dirección castrista asesore a Chávez en el sentido de descartar de
plano cualquier curso similar: todo va en el sentido del capitalismo de Estado
y de la conformación de empresas mixtas estatales-privadas con los grandes
grupos capitalistas.
Pruebas al canto: consultada respecto de en qué estadio se encontraría
la “revolución bolivariana”, una conocida intelectual castrista y asesora de
Chávez, Marta Harnecker, contestó: “en el estadio de profundizar la revo-
lución, en el esfuerzo de hacer más eficiente el aparato de estado, de pele-
ar contra la corrupción, purificar la policía y los órganos estatales de segu-
ridad, y de trabajar por profundizar la democracia participativa e imple-
mentar una lógica económica diferente: una lógica humanista basada en la
solidaridad”.
El paralelo con la falsa prédica de la “humanización del capitalismo” es evi-
dente, y lo demuestra el hecho de que al ser consultada sobre “el más impor-
tante paso en el proceso político desde que Chávez definió la «dirección socia-
lista» de la Revolución Bolivariana”, Harnecker responde con toda franqueza:
“Seguramente lo sorprenderé cuando afirme que no ha habido ningún paso
relevante hacia esa dirección. Lo que está ocurriendo (...) es una lógica huma-
nista basada en la solidaridad (...) en realidad, lo que está pasando en
Venezuela no es socialismo”.
Y cuando el entrevistador observa que “la insistencia en el socialismo como
la única vía viene, paradójicamente, al mismo tiempo que los esfuerzos que se
están haciendo para incorporar al sector privado en los planes económicos del
gobierno”, Harnecker remata reconociendo que “esto es algo contradictorio
para la visión clásica del socialismo como una sociedad en la cual todos los
medios de producción deben estar en manos del estado, eliminando las raíces
de la propiedad privada. En esta visión, el énfasis está puesto en la propiedad
y no en el control de los medios de producción. Cuando Chávez habla del
socialismo que intenta construir en Venezuela, siempre deja claro que habla
del «socialismo en el siglo XXI» y no de una copia de modelos socialistas ante-
riores. Lo que es central en Venezuela hoy es acabar con la pobreza” (tomado
de International Socialist 109, pp. 32-34).
En síntesis, el “nuevo” socialismo del que habla el caribeño no supone
expropiar a los capitalistas ni acabar con la ley del valor. En realidad, de autén-
tico socialismo no tiene nada, sino que se trata a lo sumo, como hemos dicho,
de elementos de capitalismo de Estado. Hasta allí llega todo el “socialismo” del
que Chávez es capaz.
que el proyecto afirma que parte importante de la renta petrolera no debe ser
destinada a la industrialización del país, sino al “fortalecimiento de las econo-
mías familiares” tal cual son hoy. Es decir, operar una transferencia de recursos
no en la perspectiva del desarrollo de la gran producción sino para el sosteni-
miento de la pequeña propiedad. Según el vice boliviano, es necesario cons-
truir “un Estado fuerte que regule la expansión de la economía industrial, extrai-
ga sus excedentes y los transfiera al ámbito comunitario para potenciar formas
de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino y amazóni-
co (...) Es una falsa utopía pensar que todos se convertirán en empresarios for-
malizados. Seguirán trabajando familiarmente y a nivel doméstico por lo menos
por los próximos 50 años. La idea es que tengan soporte económico, acceso a
insumos, a mercados, que generen en su régimen económico (artesanal y fami-
liar) procesos de bienestar. Quizás la movilidad social sea pequeña y la mayo-
ría siga en la economía familiar de pequeña y mediana escala, pero con mejo-
res condiciones de vida y productividad” (en Le Monde diplomatique 79, edi-
ción argentina).
Aclaramos que no se trata de oponerse, ni siquiera en el caso de la transi-
ción socialista, a subsidiar por un período a la pequeña propiedad: la reivindi-
cación de “créditos baratos” para estos casos hace parte del programa de la
revolución socialista. Pero algo muy distinto es destinar el centro de los recur-
sos naturales y de generación de divisas a este sector y no a la inmediata indus-
trialización del país.
Por eso, resulta clave, estratégico, comprender y explicar que se trata de
“reformas” muy limitadas –a veces incluso ficticias– y no de transformaciones
revolucionarias reales anticapitalistas, porque las hacen gobiernos burgueses,
desde el Estado burgués, en un contexto capitalista y sin romper realmente con
el imperialismo, lo que hace que resulten socavadas desde el momento mismo
en que se toman.
El marco teórico más general para entender medidas como la nacionaliza-
ción parcial del gas es, creemos, el que estableciera de manera tan brillante
como educativa Milcíades Peña hace años:
“No todo el capitalismo argentino es privado. Pero las empresas pertene-
cientes al Estado –el «capitalismo de Estado»– se comportan exactamente igual
que las empresas privadas, sólo que empeorando las deficiencias de éstas. La
burocracia que dirige las empresas estatales se encuentra orgánicamente ligada
a la burguesía por la naturaleza de sus actividades mediadoras y reguladoras
(...). Como resultado, en la medida en que la burocracia de las empresas esta-
tales tiene poder de decisión, lo emplea con los mismos criterios burgueses que
guían a los empresarios privados. Y en un país como la Argentina, estos son los
criterios de una burguesía atrasada, dependiente del capital extranjero, que por
el hecho mismo de no poder sobrepasar el horizonte del régimen capitalista es
incapaz de formular una política apta para superar el atraso y la dependencia.
El atraso argentino, la baja productividad del trabajo nacional, son realimenta-
dos diariamente por el accionar de este capitalismo de Estado que, dilapidan-
do sin cesar recursos escasos, refuerza la dependencia del país frente a las
“Un largo siglo después del Manifiesto Comunista, los sembradores de con-
fusiones afirman que es «estrecha y egoísta» la reivindicación que postula solu-
ciones «de clase» para el barco que se hunde. Toda la política marxista –en la
cuestión nacional tanto como en la esfera económica o en cualquier otro
aspecto de la realidad social– es una política de clase. Está dictada por los inte-
reses históricos del proletariado, que lucha para liberar a la humanidad de
todas las formas de opresión (...). El partido proletario puede y debe resolver el
problema nacional por sus propios métodos” (cit., p. 164).
¿Qué significa, entonces, que las empresas pasen a manos del Estado?
Obviamente, no somos “liberales” en el sentido de que apoyemos que estén en
manos privadas. Pero ¿qué significa que pasen a manos del Estado burgués? ¿En
qué se diferencia una nacionalización burguesa de una anticapitalista? ¿Quién
debe controlar y dirigir esas empresas? En esta discusión está el núcleo de nues-
tra posición respecto de las nacionalizaciones burguesas, porque las estatiza-
ciones capitalistas (como categóricamente señalara Trotsky en sus valiosos tex-
tos sobre Latinoamérica) no configuran formas de “socialismo” sino de capita-
lismo de Estado. Es por esto que hay que luchar por la expropiación total de las
empresas bajo control y/o administración obrera, como parte de la lucha por el
poder de la clase trabajadora.
Respecto de las medidas “progresistas” de los gobiernos nacionalistas bur-
gueses o de frente popular, creemos que tiene total actualidad la ubicación que
al respecto defendiera Nahuel Moreno –apoyándose en Trotsky– en su polémi-
ca con la OCI francesa, y que citáramos en nuestro debate con corrientes como
el MES de Brasil6:
“La pregunta es: ¿es posible apoyar los pasos o medidas progresivas de un
gobierno burgués y no apoyar a dicho gobierno? Nosotros creemos, con
Trotsky, que no: que apoyar los «pasos/medidas» de un gobierno burgués es
solidarizarse políticamente con él (...). En cuanto a los «pasos/medidas», jamás
los apoyamos, pero sí tenemos la obligación de utilizarlos, cualquiera sea el
carácter del gobierno burgués que los otorgue (...). Como marxistas revolucio-
narios no podemos juzgar cada medida de un gobierno por separado: «ésta es
buena, la apoyo; ésta es mala, la rechazo», sino en el marco de su política de
conjunto. Si un gobierno es burgués (...) por lo tanto también lo son todas sus
medidas, por «progresivas» que parezcan. En síntesis, juzgamos cada medida
de un gobierno en el marco de su política general, y en relación a la lucha de
clases, jamás aisladamente (...). Nada de eso significa que no luchemos por
medidas reformistas, pero entendiendo siempre que éstas son un subproducto
de la movilización revolucionaria de la clase obrera” (La traición de la OCI).
6
Citamos a Moreno recordando que no nos consideramos una corriente “morenista”. Sin embargo,
siempre hemos reivindicado textos como La traición de la OCI (1981) por su enorme valor educa-
tivo. En todo caso, tampoco nos consideramos “antimorenistas”; por el contrario, creemos que esta
corriente ha sido una de las más valiosas del trotskismo en la segunda posguerra, más allá de las
inercias teóricas y organizativas que la hicieron estallar. El morenismo dejó muy importantes expe-
riencias y enseñanzas positivas que, paradójicamente, parecen haber sido olvidadas por muchos
de los que hoy se dicen fervientes “morenistas”.
Pero todos estos pasos tácticos deben ser congruentes con y estar subordi-
nados a una orientación no de apoyo político al gobierno burgués, sino de la
más intransigente independencia política y organizativa respecto de él.
Frente al saqueo continuado, ahora bajo la forma de ALCA o los TLCs, ahí está
el ALBA para mostrarnos que otra Hispanoamérica es posible” (Olmedo
Beluche, “A 180 años del Congreso Anfictiónico de Panamá. La unidad latino-
americana: ¿utopía bolivariana o posibilidad real?”).7
Si fuera así, se trataría de una perspectiva que rompería con la lógica misma
de la revolución permanente en nuestro continente, en beneficio de una
“nueva” estrategia etapista.
En este contexto, no es casual que en este planteo aparezca –tal como en el
caso del FUA– la lógica del “mientras tanto”, que supone la necesidad de ubi-
carse “táctica” y “concretamente” en un terreno capitalista hasta nuevo aviso.
La molesta estrategia socialista, que nos alejaría de la “conciencia actual de las
masas”, queda siempre postergada para un futuro indefinido. Con razonamien-
tos ad hoc de este tipo sólo se busca justificar el apoyo político al gobierno cha-
vista. A esto se resume todo el posicionamiento “en el terreno concreto”.
Revisemos ahora el argumento de que el ALBA estaría planteando la inte-
gración latinoamericana “de manera objetiva”. La cruda verdad es que el ALBA
no ha dado un solo paso concreto en hacer avanzar la integración latinoame-
ricana como un proceso que ya es “objetivo”. De hecho, el ingreso de
Venezuela al Mercosur representa indiscutiblemente un paso atrás incluso res-
pecto de las limitadas medidas que propone el ALBA.8 Y no es casual que la
mayoría de los acuerdos comerciales establecidos por Chávez a lo sumo hayan
servido como cobertura para acuerdos económicos de Estados o para negocios
regionales con grupos capitalistas “amigos”.
Sin duda, Chávez tiene todo el derecho a hacer acuerdos que tiendan a evi-
tar el aislamiento económico de su país o a establecer medidas económicas de
“protección recíproca” con Cuba (o Bolivia) que no estén basadas en un crite-
rio directamente mercantil. Pero no es esto lo que da el tono y contenido real
al conjunto de la política exterior y las relaciones económicas de Chávez con
los demás países. Que Chávez mande a Cuba petróleo a cambio de la brigada
de médicos y alfabetizadores de las “misiones” atenúa los efectos del bloqueo
yanqui y el aislamiento económico de la isla. Pero la cosa no pasa de ahí: hace
décadas que Castro practica la misma política reaccionaria de acuerdos de
Estados que de ninguna manera impulsa un curso desde abajo, anticapitalista,
en los países de la región.
Para el marxismo, la política exterior no es más que la continuidad de la
interior, y en ese sentido no es casual que Venezuela no sea estructuralmente
distinta al resto de Sudamérica. Padece el mismo nivel de inequidad social,
subdesarrollo agrario y raquitismo industrial que el resto de la región; la pobre-
7
De paso, señalemos que Milcíades Peña advierte que Bolívar, al convocar el Congreso
Anfictiónico, de ninguna manera tenía en mente la unidad real del continente, sino sólo una serie
de planteos limitados que tampoco pudieron ser llevados a cabo en virtud de la configuración ya
centrífuga de las proto-burguesías del continente.
8
Lo mismo señala Katz: “la visibilidad y el protagonismo del ALBA han quedado ensombrecidos
por una decisión que socava la concreción del proyecto: el ingreso de Venezuela al Mercosur” (“El
torbellino de la integración”).
V. La construcción de organizaciones
revolucionarias
¿CHAVISMO O PELEA POR LA INDEPENDENCIA DE CLASE ?