LUNES SANTO.
Antífona de entrada Sal 34, 1-2; Sal 139, 8
Pelea, Señor, contra los que atacan, guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio, Señor Dios, mi fuerte
salvador.
Terminado el canto o la antífona de entrada, el sacerdote vuelto hacia el pueblo,
dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.
Después, el sacerdote extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo:
La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos
ustedes.
El pueblo responde:
Y con tú espíritu.
Monición Inicial.
Lunes, martes y miércoles Santo son días en los que la Iglesia se prepara más
intensamente para vivir y celebrar el Santo Triduo Pascual, el núcleo central de la
Semana Santa.
En este día meditaremos en torno a la actitud de Judas, quien rechaza el signo de
a amor a Jesús hecho por María, pero Jesús la defiende y la pone como modelo
para todos los que quieran hacer por Él lo que sienten en sus corazones.
Celebremos.
Continúa el acto penitencial como de costumbre.
Oración Colecta.
Te rogamos, Dios todopoderoso, que quienes desfallecemos a causa de nuestra
debilidad, nos recuperemos gracias a la pasión de tu Unigénito. El, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Monición a las lecturas.
Las lecturas de hoy nos ofrecen el primero de los famosos cánticos de Isaías
sobre el Siervo de Yahvé, que nos refiere directamente, a las actitudes
plenamente ejemplificadas en Jesús, como nos lo muestra el evangelio de San
Juan. Para nosotros Él es el perfecto Siervo de Dios y siervo del pueblo, que vino
a servir a los pobres y a los que sufren, trayéndonos justicia, libertad, luz y
esperanza, sobre todo en estos momentos donde la humanidad atraviesa una
difícil situación a causa de la pandemia del Covid 19. Escuchemos.
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (42,1-7).
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He
puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no
clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha
vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se
quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su
vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por
ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice
de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los
ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en
tinieblas».
Palabra de Dios
Salmo: Sal 26,1.2.3.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es la defensa de mí vida,
¿Quién me hará temblar? R.
Cuando me asaltan los malvados
Para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.
Si un ejército acampa contra mí,
Mi corazón no tiembla;
Si me declaran la guerra,
Me siento tranquilo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor
En el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
Ten ánimo, espera en el Señor. R.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11).
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien
había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y
Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de
perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó
con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a
los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y
como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
- «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los
tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por
Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los
muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos,
por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
Homilía.
Oración de los fieles
En este tiempo de la Sagrada Pasión, en que Cristo presentó al Padre súplicas y
oraciones con lágrimas, supliquemos humildemente a Dios para que nos
fortalezca internamente para dar testimonio del amor a su Hijo.
R. Que tu gracia, nos ayude, Señor.
Para que le permitamos a la Iglesia, Esposa de Cristo, se purificarse más
plenamente por la Sangre de Cristo, en este tiempo santo de La Pasión,
oremos.
Para que pacifiquemos todas nuestras realidades en orden a la salvación,
por medio de la Sangre de Cristo, oremos.
Para que especialmente en este santo tiempo de la Pasión de Cristo, nos
acerquemos con amor y eficacia a cuántos sufren por una enfermedad o
soledad, especialmente a las familias afectadas por la pandemia del covid
19. oremos.
Para que todos nosotros, unidos eficazmente a la pasión y muerte de
Cristo, seamos conducidos la gloria de la resurrección, oremos.
Concédenos, Señor, nueva fuerza para no sucumbir a nuestras humanas
debilidades, por los méritos de la pasión de tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, con bondad el sacramento que estamos celebrando y haz que
fructifique para la eternidad, pues tu amor providente lo instituyó para perdón de
los pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 101, 3.
No me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí, cuando
te invoco, escúchame en seguida.
Oración después de la comunión.
Ven, Señor, y protege con amor solícito al pueblo que has santificado en esta
celebración, para que conserve siempre los dones que ha recibido de tu
misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición final.
MARTES SANTO
Antífona de entrada. No me entregues a la saña de mi adversario, porque se
levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia (Sal. 26,12).
Terminado el canto o la antífona de entrada, el sacerdote vuelto hacia el pueblo,
dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.
Después, el sacerdote extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo:
La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos
ustedes.
El pueblo responde:
Y con tú espíritu.
Monición inicial
Hermanos: El Espíritu convoca a su Iglesia a experimentar el amor infinito del
Padre, que sacrifica a su Hijo por nuestra salvación. Pidamos a Dios en esta
Eucaristía, cumplir como Jesús, la voluntad del Padre, entregándonos como
autentica oblación de amor por nuestros hermanos. Celebremos.
Continúa el acto penitencial como de costumbre.
Oración colecta
Concédenos, Dios todopoderoso y eterno, realizar de tal manera los misterios de
la pasión del Señor, que podamos alcanzar tu perdón. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos. R/. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
Monición a las lecturas.
El evangelio de hoy nos presenta tres personas:
La primera es un hombre preocupado por sus propios intereses y necesidades, su
satisfacción egoísta. Este hombre es Judas.
Después, hay un segundo hombre, una buena persona, abierto a Cristo, pero
débil. Trata de ocultar su fragilidad con valentía impetuosa y autosuficiente. Esta
persona es Pedro.
La tercera persona es Jesús. Él es totalmente desinteresado y generoso,
totalmente abierto a Dios y a todo el mundo, viene descrito de nuevo hoy en la
Primera Lectura con las palabras del Segundo Canto del Siervo de Dios. Y, porque
fue el siervo perfecto, pudo salvarnos a todos. Escuchemos
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (49,1-6):
Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme:
El Señor me llamó desde el vientre de mi madre, cuando aún yo estaba en el seno
materno, Él pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano; me
hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo, Israel, en ti manifestaré mi gloria».
Entonces yo pensé: «En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis
fuerzas», en realidad, mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la
tenía mi Dios.
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno para que fuera su
servidor, para que Jacob volviera a Él y congregará a Israel en torno suyo; tanto
así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza.
-«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta
a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15.17
R/. En ti Señor, he puesto mi esperanza.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,21-33.36-38).
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su
espíritu y dio testimonio diciendo:
«En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de
Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
«Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
«Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la
bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la
fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió
inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los
judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
«Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
«Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
« ¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo
antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor.
Homilía
Oración de los Fieles
Tanto amó Dios al mundo que entregó su único Hijo para salvarnos y darnos vida
con su muerte y resurrección. Roguemos a Jesús por todos los que sufren y
digámosle:
R/ Señor, por tu cruz redimiste al mundo.
Por aquellos cuyos ideales se han desvanecido, para que sepan ver y
aceptar todavía la novedad de vida y se renueven constantemente a sí
mismos, roguemos al Señor. R/
Por los eternos perdedores en sus luchas personales contra las fuerzas del
mal, para que confíen en Cristo, cuya gracia es más poderosa que el
pecado y que la muerte, roguemos al Señor. R/
Por los que viven solos, alejados, o encerrados en sí mismos, para que
acepten la compañía de Cristo, y, por medio de él se abran a otros,
roguemos al Señor. R/
Por todos nosotros, para que aprendamos de nuestro Señor mismo a
cargar nuestras cruces con paciencia y humildad, para que de alguna
manera nos traigan vida, a nosotros y a nuestros prójimos, roguemos al
Señor. R/
Por los miembros de esta nuestra comunidad, para que como Jesús,
nuestro Salvador, seamos pobres, serviciales y abiertos y sensibles a todas
las necesidades, roguemos al Señor. R/
Señor Jesucristo, tu cruz sigue siendo para nosotros un misterio, como todos los
dolores y necesidades que nos laceran. Sin embargo, confiamos en tu palabra y
ejemplo de que ése es un camino de alegría y libertad. Transforma nuestras
cruces, y hazlas portadoras de vida y felicidad, ahora y por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Oración sobre las ofrendas
Mira con bondad, Señor, las ofrendas de tu familia, y ya que la haces partícipe en
los oficios sagrados, concédele alcanzar su plenitud. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R/. Amén.
Antífona de comunión Rom 8, 32.
Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros.
Oración después de la comunión.
Alimentados por estos dones de salvación, suplicamos, Señor, tu misericordia,
para que este sacramento que nos nutre en nuestra vida temporal nos haga
partícipe de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Bendición final.
MIÉRCOLES SANTO
Antífona de entrada Flp 2, 10. 8. 11
Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,
porque el Señor se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de
cruz; por eso Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Terminado el canto o la antífona de entrada, el sacerdote vuelto hacia el pueblo,
dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.
Después, el sacerdote extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo:
La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos
ustedes.
El pueblo responde:
Y con tú espíritu.
Monición de Entrada
Es la víspera del triduo pascual, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor
Jesucristo, y la invitación es a que sigamos en actitud de escucha y abrir nuestro
corazón para recibir muchas bendiciones de parte de Dios misericordioso.
Celebremos.
Continúa el acto penitencial como de costumbre.
Oración colecta
Oh Dios, que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en
la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Monición a las lecturas.
El profeta Isaías nos invita a que confiemos en Dios porque él nos dará la
fortaleza necesaria para que seamos profetas dondequiera que estemos. En el
evangelio contemplaremos a Jesús que comparte su última cena con sus
discípulos antes de ser entregado por Judas. Escuchemos atentamente.
Lectura del libro de Isaías.
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los
iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la
espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me
tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los
ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría
defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad,
el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Palabra de Dios
Salmo: Sal 68,8-10.21-22.31.33-34
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos
sacerdotes y les propuso: « ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando
ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
« ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al
atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Les aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso,
Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar
al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: « ¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»
Palabra del Señor.
Homilía.
Oración de los fieles.
Supliquemos la clemencia de Dios todopoderoso para que nos conceda la
entereza para solidarizarnos de cuanto pedimos con fe.
R. Que tu gracia, nos ayude, Señor.
Para que fieles al Redentor del mundo, que se entregó hasta la muerte por
su grey, nos libremos de todo afecto desordenado, oremos.
Para que fieles al Redentor del mundo, que oró con lágrimas en la cruz,
cuidemos unos de otros, oremos.
Para que fieles al Redentor del mundo, que sufrió tanta angustia y tristeza,
nos solidaricemos con los que sufren, les confortemos con paciencia en la
tribulación y coadyuvemos en aliviar sus dolores, oremos.
Para que fieles al Redentor del mundo, y mirando con veneración su cruz,
nos alentemos mutuamente con la esperanza de la resurrección, oremos.
Padre misericordioso que para librarnos del poder del enemigo, has querido que tu
Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, te suplicamos podamos alcanzar la
gracia de la resurrección. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos, y muestra la eficacia de tu
poder, para que, al celebrar sacramentalmente la pasión de Cristo, consigamos
todos sus frutos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Mt 20, 28.
El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por muchos.
Oración después de la comunión.
Dios todopoderoso, concédenos creer y sentir profundamente que por la muerte
temporal de tu Hijo, representada en estos misterios santos, tú nos has dado la
vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición final.