EXALTACIONxaltacion Santa Cruz

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14 DE SEPTIEMBRE. EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ.

LA CRUZ ES MÁS QUE UN SÍMBOLO CRISTIANO. Es un símbolo cósmico. Al final, el


sufrimiento nos toca a todos de una u otra manera y nos pone ante la verdad. La cruz es
ese veneno, que lleva su antídoto escondido. El veneno se cura con el veneno, el
antídoto es extraído del veneno (los griegos lo llamaban fármakon). La amargura se quita
abrazando la amargura. El leño amargo endulza el agua amarga. La cruz es la llave que
da sentido a la muerte del ser. La muerte cura la muerte. No podemos perder la
perspectiva. Cuando investigamos cómo una célula se come a otra, lo que estamos
sintiendo es el vértigo de lo que está fuera de control, que tarde o temprano nos
afectará y desvelará el sinsentido de todo aquello por lo que nos movemos y existimos.
Cuando repensamos nuestra ciencia, la bioquímica, la medicina, el derecho, el efecto
perverso de ese conocimiento es que desde ese lugar creemos estar atacando al mal
radical cuando solo estamos poniendo paños calientes. Si no penetramos nuestras
ciencias por la incómoda pregunta: ¿qué sentido tiene el sufrimiento, la muerte, la
injusticia, la insoportable soledad no querida?, no aportamos nada más que andamios
en el vacío. En definitiva ¿por qué la cruz es el símbolo universal en el que Dios se ha
querido presentar a nosotros como culmen de su encarnación?
Los padres griegos no suelen utilizar la palabra stauros (cruz) para referirse al
instrumento del suplicio de Cristo sino xylon (leño, madero)1. Remiten siempre a las
aguas amargas de Mará2 en el desierto que fueron endulzadas por Moisés con un leño;
o al mástil de madera en el que Moisés enroscó una serpiente de bronce, para
neutralizar el veneno de las serpientes que provocaban la muerte -sugerencia de YHWH
a Moisés3- haciendo que se curaran todos aquellos que levantando la vista la miraban.
¡Dejemos de echar azúcar en las heridas, estas se curan con sal! Todas nuestras técnicas
y métodos científicos y psicológicos tratan de echar azúcar a las heridas que nos motivan
al estudio de la naturaleza herida/caída de las personas. Todas las ciencias esconden en
su cometido y motivación la reparación de las carencias, la cauterización de las llagas

1
Cf. Francesco Voltaggio, Il leone che si è fatto agnello, Chirico, Napoles, 2017.pp. 78-82.
2
Éx, 15, 22. “Moisés hizo partir a los israelitas del mar de Suf y se dirigieron hacia el desierto de Sur:
caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. 23.Luego llegaron a Mará, porque era amarga.
Por eso se llama aquel lugar Mará. 24.El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a
beber?» 25. Entonces Moisés invocó a Yahveh, y Yahveh le mostró un madero que Moisés echó al agua,
y el agua se volvió dulce”.
3
Números, 21, 4-9 "Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos habéis subido de
Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar
miserable.» 6. Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y
murió mucha gente de Israel. 7.El pueblo fue a decirle a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado
contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,» Moisés
intercedió por el pueblo. 8.Y dijo Yahveh a Moisés: «Hazte un Abrasador y ponlo sobre un madero
alzado. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.» 9. Hizo Moisés una serpiente de bronce y la
puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba
con vida." Curiosamente el pueblo hizo de ese milagro su propio ídolo, y como si fuera la diosa Asera,
llevaron su serpiente de bronce con ellos, hasta que en Reyes 18, 1-4, fue destruida para siempre tras
una derrota. La idolatría se adapta a los nuevos tiempos bajo centenares de disfraces.
del ser humano derivadas del pecado original. Estas llagas son la manifestación externa
de esa infección antropológica que no deja de reproducirse de generación en
generación. Es el desfondamiento antropológico, la insatisfacción la clave de toda
búsqueda, de toda mejora y todo peligro. Decía así, Ludwig von Mises, miembro
significativo de la “Escuela de Viena de economía”: «El hombre al actuar aspira a sustituir
un estado menos satisfactorio por otro mejor. La mente le presenta al actor situaciones
más gratas que las que este, mediante la acción, pretende alcanzar. El malestar es
siempre el incentivo que induce al individuo a actuar […] Pero ni el malestar ni el
representase un estado de cosas más atractivo bastan por sí solos para … reducir la
incomodidad sentida»4.
El secreto a voces que saca a la luz el cristianismo es casi una contradicción: La muerte
del ser se cura dando el ser5. Pero es una contradicción solo en apariencia. Mirandola
detenidamente todo el mundo sabe que la enfermedad se cura recibiendo cuidados. Dar
el ser es entrar gratuitamente en la dinámica del sacrificio: ¿qué es sacrificar? La
búsqueda del sentido de los ritos, de la liturgia, de los símbolos, es algo constitutivo del
ser humano. Sacerdote es el que hace lo sagrado, que es el sacrificio. Pero cuando lo
hace está conmemorando el único sacrificio que vale: el de un Dios que se dio a sí mismo
en expiación. Este sacrificio hace pasar el culto de la Iglesia de lo sagrado a lo santo. Por
eso el sacerdote, más que un repartidor de culto a otro es el transmisor/donante de su
propia sangre: o se da a sí mismo o está vacío de sentido lo que hace. El resto de los que
formamos parte de la Iglesia también tenemos un cometido sacerdotal por nuestro
bautismo para con los demás miembros que la componen. El bautismo nos da la
posibilidad de aspirar a ejercer con toda legitimidad como sacerdotes (aquellos que
ofician el sacrificio de sí mismos sobre el altar del otro, entendiendo al otro como
presencia de Cristo ante mí); como reyes, cuya realeza es hacerse el último para servir
sin condiciones a los demás; y como profetas: aquellos que profieren la verdad, duela o
no, levante ampollas o no. El bautismo confiere la potencia de aspirar a la santidad
entendida como ética más allá de la ética, del intercambio o la reciprocidad. Lo sagrado

4
L. von Mises, La acción humana. Tratado de economía, Unión Editorial, Madrid, 1980, pp. 38-39. In
José Tomás Raga, “Naturaleza y bienestar: la búsqueda de un desarrollo racional sostenible”, Nunciatura
Apostólica en España, La cuestión ecológica. La vida del hombre en el mundo, BAC. Madrid 2009, p. 203.
Actas del congreso Internacional sobre ecología.
5
Por eso el centro de toda la vida de la Iglesia es la eucaristía, y por eso en su cabeza (Cristo) la
representa el sacerdote: hace lo sagrado, no un culto vacío; hacer lo que sacrifica es darse. San Ignacio
de Antioquia pidiendo a sus hermanos que dejen que los leones lo mastiquen, ejemplifica esta visión
perenne de la vocación de la Iglesia.
se queda en numinoso, misterioso, envuelto en sangre6, lo santo se transforma en
liturgia de santidad, en implicación ética que transciende los límites de la ética7.
La pregunta que nos asalta cuando los acontecimientos como los terremotos, las
catástrofes nucleares o la COVID19 es: ¿se trata de donarse todo o solo en parte? Todo
el mundo reclama el todo. El amor es todo o nada, no hay fragmentos a compartir. El
ser, que no se puede trocear. ¿Pero “todo el ser” quién nos lo dará? El mercadeo del
amor es el consuelo de los que habiendo aspirado a todo se han quedado a medias. Los
hombres se autoafirman: “no hay nada más”. La tristeza y la amargura se apoderan de
ese sentimiento frustrante de que no hay nada más que el trozo o sucedáneo del amor
que experimento con el placer, lo agradable de algunas experiencias o momento, y nos
auto consolamos. ¿Pero es que acaso puede un ciego guiar a otro ciego? (Lc 6, 39-49).
O los dos reclaman lo mismo y ninguno lo puede dar… no se puede dar lo que uno no
tiene. Tiene uno que haberlo recibido todo para poder darlo todo. El neopelagianismo
mundial en el que estamos inseridos8 cree que no se necesita a la Iglesia ni la ayuda de
la gracia para hacer el bien, pero con eso se pierde una dimensión antropológica y social
que no puede dar la solidaridad entre los pueblos, la ética cívica o la educación de la
ciudadanía. ¿De qué tipo de bien hablamos? El concepto de bien que manejan las éticas
dominantes se queda corto. Haría falta una supraética para comprenderlo. Se trata
según la encíclica Deus Caritas est de un amor por encima de la muerte, que es lo que
ejemplifica la cruz de manera paradigmática. No valen pactos. ¿Puede brotar la fuerza
que el hombre necesita para amar así, la capacidad de donarse a sí mismo para que el
otro sea, de un sacramento devaluado, o considerado un rito en desuso, o mejor,
desnudado de su significado? La fuerza deriva de la participación en un sacramento que,
sin tener que pasar necesariamente por el sufrimiento de Cristo, sin embargo, produce
el mismo efecto que produjo en él: hace experimentar la resurrección en aquel que

6
Respuesta del señor M. SERRES al discurso del señor R. GIRARD, Discurso pronunciado en la sesión pública
de la academia francesa (15 de diciembre de 2005): “Hay dos clases de religión. Casi naturalmente, las
culturas engendran las religiones de lo sagrado, que se distinguen de aquellas que estos mismos
colectivos apenas pueden tolerar [el cristianismo] porque, santas, impiden el asesinato. Raro y difícil de
vivir por su excepción insoportable, el monoteísmo trae la crítica más devastadora de los politeísmos
corrientes, que resucitan sin cesar con su fatalidad. Lo santo critica lo sagrado, como el monoteísmo la
idolatría […] De golpe, usted me ha hecho comprender esto, que ha cambiado mi vida, la de distinguir lo
santo de lo sagrado, ni más ni menos que lo falso de lo verdadero. Teología, ética, epistemología hablan,
en tres disciplinas, como una sola voz. […] Lo santo se distingue de lo sagrado. Lo sagrado mata, lo santo
pacifica. No violenta, la santidad se aleja de la envidia, de los celos, de las ambiciones de las posiciones
de grandeza, asilos del mimetismo y así nos libra de las rivalidades cuya exasperación conduce hacia las
violencias de lo sagrado. El sacrificio devasta, la santidad ilumina. Vital, colectiva, personal esta
distinción recubre aquella, cognitiva, de lo falso y lo verdadero. Lo sagrado une violencia y mentira,
asesinato y falsedad; sus dioses, modelados por la colectividad furiosa, rezuman lo inventado. Por el
contrario, lo santo armoniza amor y verdad. Sobrenatural genealogía de la verdad que la modernidad no
lo sospechaba: no llamamos verdadero más que a amar inocentemente; no descubriremos, no
produciremos nada si no nos convertimos en santos”.
7
"Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa,
agradable a Dios" (Rom 12,1).
8
Otra herejía expresada en el espíritu prometeico (activismo de la Iglesia).
come su carne y bebe su sangre, es decir, da la fuerza para vivir para el otro9. Este
descubrimiento está en las antípodas de la vida sin Cristo y sin la Iglesia. Lo que el
hombre no ha advertido es que vivir para uno mismo, algo que no se pone en cuestión
como objetivo vital del hombre postmoderno, es el infierno, es la soledad y el miedo al
otro, una condenación que pesa como una losa. Sartre y el nihilismo al uso nos lo
recuerdan una y otra vez con el pesimismo del que sabe que no hay salida (A puerta
cerrada). Vivir para el otro es la fuente de la vida, de la realización como persona, de la
verdadera humanización.
«Sobre todo, hoy, cuando el aislamiento y la soledad son una condición generalizada, a
la que en realidad no ponen remedio el ruido y el conformismo de grupo, resulta decisivo
el acompañamiento personal, que da a quien crece la certeza de ser amado,
comprendido y acogido»10.
Ahora bien, el tema, repito, es si se puede dar lo que uno no tiene. ¿Dónde y cómo se
puede recibir? Esta es la oferta de salvación en la historia que prepara para el más allá
de la historia. La necesidad de un amor no negociable, de un amor gratuito, que el
hombre tiene como posibilidad, aun cuando cree que no existe, si se abre a la fe. ¿Dónde
encontramos esa vocación a la caridad en forma de acompañamiento al otro herido por
el pecado original? Es la oportunidad de anunciar el Evangelio. Solo la Iglesia tiene la
posibilidad de comunicar este secreto a voces que guarda desde hace milenios, porque
ella es este mismo cuerpo redivivo, hecho carne, que hace extensivos los miembros de
Cristo al hombre de cada generación para que se pueda unir a él, para que se le pueda
tocar, conocer. La Iglesia hace de manos de Cristo para tocarle y de altavoz para oírle.
Frente al griterío babélico que nos envuelve solo vale el testimonio: la vida comunitaria
interior: ¡“miradlos” con que amor al hombre trabajan, estudian, hablan, dicen, se
cuidan, son uno! La búsqueda de razones para explicarse ese enigma no se deja esperar:
“actúan así porque han experimentado el ser amados en la liturgia, en la vida de la fe
que comparten, han bebido agua de la misma fuente, … yo también quiero beber de esa
fuente”. La clave es pues levantar el “leño”, encaramados en él, mostrar la esperanza en
que no nos morimos por las heridas que, al que no ha conocido a Cristo le roban la
esperanza, y dejar que lo miren. Las conclusiones las sacarán cuando ya no puedan más,
cuando ya el azúcar, los antidepresivos, los ansiolíticos y las mil drogas y fuentes de
alienación ya no sirvan más.

9
“Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó
por ellos” (2 Cor, 5, 15).
10
Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de los trabajos de la Asamblea diocesana de Roma,
Vaticano, lunes 11 de junio de 2007.

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