Conferencia 01
Conferencia 01
Conferencia 01
EL MAR DE LA VIDA
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produce una bola tan apretada de confusión que sólo puede desenredarse con
la mayor de las dificultades. Sin embargo, no sólo esta persona provee el
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material para las confusiones, sino que todas las demás personas involucradas
en el grupo contribuyen también, debido a sus propios errores y debilidades en
aquellas áreas en las que violan la ley espiritual. Así, se teje una parte mayor
del mismo tipo de estambre, hasta que la verdad ya no es discernible –al
menos no fácilmente--, incluso para aquellos cuya visión ya es más aguda, y
muchas veces debe hacerse un gran trabajo para encontrar la verdad.
Para la persona que se esfuerza por alcanzar mayor conciencia espiritual suele
ser extremadamente difícil saber cómo comportarse cuando estas pruebas le
llegan, ya que las fuerzas oscuras saben muy bien cómo hacer que la falsedad
parezca verdad; la verdad, falsedad; el bien parezca mal; el mal, bien. Y así es
como los humanos se confunden; ellos, que en realidad desean tanto estar en
la verdad. Ya no saben cómo actuar de manera correcta. Con frecuencia, sus
propias corrientes internas enfermas, de las que no son conscientes,
contribuyen no sólo a oscurecer aún más la situación, sino que también les
impiden percibirla con claridad y, por lo tanto, saber cómo lidiar con ella.
Con el fin de apartar los nubarrones y ver la verdad es importante que todos
ustedes estén instruidos en conciencia espiritual y, de acuerdo con su nivel,
emprendan su propio desarrollo hasta el máximo de su capacidad. De lo
contrario, también, de una manera diferente y otra vez en la inconsciencia, se
convierten en juguete de las fuerzas de la oscuridad, su barco es empujado de
acá para allá, y ya no pueden gobernarlo, o gobernarlo de la mejor manera
posible. Tampoco pueden, cuando tratan de ver la verdad y percibir el núcleo
del problema, disipar por sí mismos los nubarrones.
Ustedes son capaces de saber qué hacer o qué no hacer para poner su energía
al servicio del bien sólo cuando emprenden un camino como éste, el
Pathwork1. Entonces pueden aprender la disciplina de entrar en su quietud
interior en cualquier momento –especialmente cuando las tempestades desatan
su furia—y establecer contacto con Dios y Sus espíritus divinos. Entonces
pueden abrirse a la inspiración de la verdad y observarse con todas sus fallas,
conquistar todas sus resistencias.
Las leyes espirituales pueden, y deben, convertirse en una realidad viva en tres
distintos niveles; y cuanto más alto es el desarrollo de la persona, más
profundamente le es posible penetrar en estos niveles. Ellos son: Hacer, pensar
y sentir.
La tarea más difícil se presenta en el nivel emocional. Éste es el nivel más alto,
porque, en primer lugar, muchos sentimientos son inconscientes y se necesita
trabajo, fuerza de voluntad y paciencia para hacerlos conscientes, y además,
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uno no puede controlar sus sentimientos de manera tan inmediata y directa
como sus pensamientos o sus acciones. Esto exige un trabajo laborioso en el
nivel espiritual, un autoanálisis y la absorción rigurosa de las leyes espirituales
antes de que las emociones puedan siquiera empezar a cambiar.
1 Nota de la traductora, con la autorización del Comité Ejecutivo: En lo sucesivo
y para todas las conferencias se decidió usar la palabra Pathwork para referirse
a las enseñanzas del Guía canalizadas por Eva Pierrakos. En ocasiones se usa
también la palabra “camino” o “sendero”.
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dudas acerca de cuál es la actitud correcta, qué es justo y cuál es la acción
apropiada.
Todo el mundo tiene suficientemente conocimiento de sí mismo –o debe
esforzarse por alcanzar este punto—para preguntarse: “¿Qué puedo hacer para
contribuir con mi parte al Plan de Salvación de Dios?” Muchos no tienen como
tarea nada que llamaría la atención pública. Pero de una forma callada, en
beneficio propio, todo el mundo puede y debe empezar a cumplir con su parte.
Todos tienen su tarea dentro del plan, aun los más débiles. Para éstos puede
bastar y tal vez significar el máximo logro deshacerse de una falta en particular,
resolver un conflicto con otro ser humano con el que encarnaron con ese
propósito, alinear sus acciones con las leyes de Dios y abstenerse de ceder a
sus instintos más bajos. De otros se requiere más; de todos, siempre lo que les
resulta más difícil, lo que necesita la mayor perseverancia; todos se purifican y
se desarrollan dentro de la capacidad de su nivel y su fuerza.
Para quienes están más adelantados en su desarrollo, este proceso de
purificación automáticamente conduce a la capacidad de desenredar los nudos
que hay en su ambiente y llevar luz a las situaciones de confusión. Así logran
algo que debían hacer y contribuyen al Plan de Salvación de Dios, en el que
cada acto de cooperación cuenta tanto. Y luego encontrarán otras tareas que
hacer.
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Ustedes, los seres humanos, quieren ser felices, todos ustedes, y desde luego
que entendemos esto. Sin el anhelo de felicidad y perfección en el alma
humana, no habría desarrollo espiritual. Pero muy pocos preguntan: “¿Qué
puedo dar? ¿Cómo puedo contribuir al Plan de Salvación de Dios?” Siempre
están demandando algo, no necesariamente en una oración directa por la
realización de este o aquel deseo, sino con su voluntarismo, sus sentimientos y
muchas veces incluso en su pensamiento. Quieren lo mejor para ustedes
mismos y se sienten infelices por las dificultades de la vida.
Alguna vez le han preguntado a Dios: “¿Qué puedo hacer por ti?” Los que
reclaman su propia felicidad como meta última –lo que generalmente sucede,
aunque ustedes no sean conscientes de ello—rompen el ciclo del flujo vivo de
energía que es la base de todo lo espiritual. Y en el momento en que el ciclo se
interrumpe, también se muere. Supongamos que un deseo particular de
ustedes les ha sido concedido. Si el bien que han recibido tiene en ustedes su
meta última, no puede permanecer vivo en su interior, y por lo tanto su felicidad
será de corta duración. Sólo aquellos que permiten que el ciclo fluya
activamente porque están siempre conscientes del deseo, e inspirados por él,
de dar un uso espiritual y poner al servicio del Plan de Salvación de Dios todo lo
que han recibido en términos de ayuda y gracia, de felicidad y realización, de
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intervención y guía divinas, y actúan y sienten en consecuencia, serán también
capaces de preservar y mantener viva su propia felicidad.
Ustedes pueden y deben permitir que Dios los guíe, para que logren alcanzar
esta meta. La persona que hace esto es, en efecto, una participante en el orden
divino, y su felicidad nunca se agotará, ni se secará, ni morirá, sino que siempre
estará viva, palpitante, en constante regeneración. Y sólo una persona con este
tipo de intencionalidad merece una guía y una ayuda divina especiales.
Sí, queridos míos, pocas personas piensan de esta manera. Acuden a Dios y
formulan deseos y demandas, pero no están dispuestos a dar nada al mundo
de Dios, a la gran lucha que es tan decisiva. Piensen en esto todos ustedes. A
los que se acercan a Dios de esta manera se les dará más luz y ayuda para
desenredar los nudos y tener la fuerza para gobernar bien su pequeño barco,
aun en medio de una tormenta, para que salgan de ella fortalecidos e
iluminados, como es la voluntad de Dios.