Sergio Tellez Pon La Sintesis Rara de Un

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Cuadernos del Hipogrifo.

Revista de Literatura Hispanoamericana y Comparada


Comparada ISSN 2420-918X (Roma)

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Sergio Téllez-Pon: La síntesis rara de un siglo loco. Poesía homoerótica en


México, Ciudad de México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2017, pp. 180.

En México se escribe con J, libro coordinado por M. K. Schuessler y M.


Capistrán (2010), Sergio Téllez-Pon presentó un breve trabajo titulado «La
fuerza oculta del otro amor. La poesía homoerótica». Advertía que hubo
«supresiones a las que se vio forzado el ensayo por absurdas razones de edición
y comercialización (que confirman las intenciones puramente mercantilistas que
las transnacionales tienen con respecto a los libros, pero también a la cerrazón e
incomprensión de quien en ese momento fungía como editor)» (p. 13). Ese
trabajo se presenta completo en La síntesis rara de un siglo loco, libro que ofrece
un panorama de la poesía mexicana de tema gay en el siglo XX.
En la presentación de su texto, Téllez-Pon afirma que sor Juana es una
primera exponente del tema homoerótico en la lírica mexicana gracias a que
«sus poemas se han leído como fundacionales y paradigmáticos del lesbianismo»
(p. 17). Añade, refiriéndose al material que presenta adelante, que «Con sus
particularidades, su tono, su lenguaje, sus fisuras, esos poetas y, en específico,
esos poemas –buenos o malos– han contribuido a crear una identidad plena en
la que cada vez más lectores se reconocen» (p. 19). Volveré a esta cuestión de la
calidad de las obras al final de estos párrafos.
Los primeros atisbos del homoerotismo en la poesía mexicana del siglo XX
se delinean en el primer capítulo de La síntesis rara de un siglo loco con tres
autores y tres obras: Amado Nervo con el soneto «Andrógino», Efrén Rebolledo
con «El beso de Safo» y Barba Jacob con «Elegía del marino ilusorio». Aquí se
demuestra la metodología del investigador que contextualiza de manera somera
una generación de autores (a veces se trata de un grupo, como el Modernismo en
este capítulo, pero luego el criterio es cronológico), ofrece sucintos datos
biobibliográficos para cada uno de ellos y presenta sendos poemas
representativos del tema homoerótico.
En «Las cinco letras del deseo», el segundo capitulito del libro, Téllez-Pon
muestra el trabajo de Luis Cernuda, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Elías
Nandino y de Carlos Pellicer, quienes fueron parte o estuvieron relacionados con
el grupo de Contemporáneos. El lector observa que aquí se citan poemarios
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(Reflejos de Cernuda, Nostalgia de la muerte de Villaurrutia, Eco de Nandino, por


ejemplo) y no poemas sueltos; puede suponerse que el tema gay se consolidó en
productos de mayor extensión en el primer cuarto del siglo XX, aunque siga
siendo críptico como en «Represión sexual» de Villaurrutia –«Las vacas son
animales tristes. / Y son tristes por el engaño / de jalarles las chiches y
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calentarlas / todos los días, y sólo tener toro / una o dos veces durante el año»–
o tangencial, como en estos versos de Pellicer: «Sé de la noche esbelta y tan
desnuda / que nuestros cuerpos eran uno solo. / Sé del silencio ante la gente
oscura, / de callar este amor que es de otro modo».
Los capítulos tres y cuatro están relacionados. Téllez-Pon revisa a Emilio
Prados y Juan Gil Albert, emigrados españoles en México, y también a Efraín
Huerta, como contraste, a quien vincula con «Taller, una generación
particularmente homofóbica» (p. 49). La poesía homoerótica de Prados sigue
siendo elusiva, pero la de Albert declara abiertamente su amor a los jóvenes.
Guillermo Fernández, Abigael Bohórquez y Jorge Cantú de la Garza, nacidos
entre 1930 y 1940, también se decantan por la apertura. Varios poemas de
Fernández tienen destinatarios varones y la poesía de Bohórquez (cuya Poesía
reunida e inédita publicó el Instituto Sonorense de Cultura en el 2016, por
cierto) «nunca oculta o traviste al receptor o inspirador de sus versos: el
hombre, el amado, la belleza del cuerpo masculino» (p. 59), además de que este
último incursionó en el tema de la pandemia con Poesida, póstumo. Téllez-Pon
considera la obra del regiomontano Cantú de la Garza entre mediana y mala, y
cita solo tres breves poemas que resultan lo más logrado de sus cuatro
poemarios publicados entre 1982 y 1996. Se incluye en el capítulo al poeta
heterosexual Gerardo Deniz, coetáneo de los anteriores, porque sus
experimentación lírica lo acercó al tema homoerótico en «Nari».
Los capítulos cinco y seis tienen en común el fatídico 1968. Por una parte,
en el capítulo cinco, Téllez-Pon agrupó a Luis González de Alba, José Ramón
Enríquez y Arturo Ramírez Juárez, quienes nacieron en la segunda mitad de
1940, vivieron el surgimiento de la pandemia del sida en los ochenta, la violencia
del Estado mexicano en el sesenta y se incorporaron al activismo LGBT+. En sus
poemarios, el amor y el enamoramiento surgen como elementos de la dignidad
homosexual. El sexto capítulo, por otra parte, incluye a once poetas nacidos en
los cincuenta: Uriel Martínez, José Joaquín Blanco, Manuel Ulacia, Horácio Costa
(brasileño afincado durante muchos años en México), Francisco X. Alarcón
(chicano), Ramón Bolívar, Darío Galicia, Raúl Ferrera Blanquet (cubano,
residente en México , Alfonso D’Aquino, Baudelio Lara y Jorge Lara Rivera
integran la extensa nómina que desborda la dinámica expositiva de Téllez-Pons:
apenas si queda espacio para la referencia bibliográfica y enseguida se ofrece el
muestrario de cada autor. El sexo, el cruising y el deseo aparecen como temas

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recurrentes, quizá porque «las libertades sociales conseguidas en los años


sesenta aunadas a la liberación sexual de los años setenta trajeron como
consecuencia que ya no hubiera necesidad de epatar ni de esconder ese amor
que no se atrevía a decir su nombre» (p. 75). Téllez-Pon reconoce de nuevo que
no todo es de buena factura: señala la pobre calidad de la obra de Ulacia e
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insinúa la medianía de otros.
El capítulo siete ocupa prácticamente la segunda mitad del libro. Téllez-
Pon se refiere aquí a los poetas que nacieron entre 1960 y 1985. La exposición
es aún más apresurada que en el capítulo precedente: hay varias páginas donde
se ofrece la ficha del autor y se añade la muestra de su obra, sin más
comentarios. Son pocos los poetas en los que se detiene Téllez-Pon: Juan Carlos
Bautista, autor del magnífico Lenguas en erección y del Cantar del Marrakech, y
de quien destaca el tono contestatario, corrosivo, barroco y ritual; Luis Aguilar,
cuyo poemario La entrañable costumbre o El libro de Felipe rescata la vida en
pareja; Luis Felipe Fabre y su poemario La sodomía en la Nueva España donde
«recurre al auto sacramental, un género literario de los Siglos de Oro, para
versificar […] una conocida crónica de Salvador Novo, Las locas y la
inquisición » p. 8 ; y (ernán Bravo Varela, cuyo libro Realidad & Deseo
producciones no consigue siempre la intertextualidad pretendida con Cernuda.
La síntesis rara de un siglo loco, antología más que ensayo, concluye con el
apéndice «La homofobia en la poesía popular a partir de El ánima de Sayula»
donde Téllez-Pon apunta cómo se demoniza y ridiculiza al personaje
homosexual en Quevedo, la poesía popular (El ánima de Sayula y un corrido
sobre el baile de «los 41») y en un texto de Renato Leduc. Se trata, dice, de
poesía satírica que ya no es común porque, además de la corrección política, «los
poetas, concentrados en un lirismo extremo, han dejado en manos de poetas
menores esa veta de la poesía» (p. 180).
Hay que comentar, para terminar, algunas cuestiones. En primer lugar,
está el álgido problema de la calidad de la obra lírica que aquí se representa,
porque Téllez-Pon incluye poemas «buenos y malos» bajo la afirmación de que
avalaron la reivindicación sociopolítica de la identidad gay; pero el propio
Téllez-Pon se percata de algunas debilidades de su muestrario poético. Otros
críticos han cuestionado la utilización de las etiquetas «minoría» o «diferencia»
para justificar la abusiva inclusión en el canon de autores y obras (por ejemplo,
lo hizo Javier Marías en «Más daño que beneficio» del 25 de junio del 2017 en El
País), por lo que no comentamos más sobre ello.
En segundo lugar, habría que destacar cómo Téllez-Pon observa que la
mayoría de los poetas nacidos a partir de 1960 publicaron por primera vez en la
colección del Fondo Editorial Tierra Adentro, programa nacional del Estado que
difunde la obra de jóvenes autores de México. Pero también las editoriales

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estatales y las universitarias promueven localmente la obra de muchos de estos


poetas. Luego están las editoriales pequeñas o independientes como la
desaparecida Katún, El Tucán de Virginia, Ediciones Sin Nombre, Mantis
Editores, Libros Magenta. Es decir, la poesía homoerótica se difunde gracias al
cumplimiento de las obligaciones del Estado, al interés del mundo académico o
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bien ha creado su propio nicho de mercado gracias a las nuevas estrategias de
venta de las editoriales independientes.
Los asuntos de la calidad y distribución de la poesía homoerótica nos
devuelven a la cuestión de la utilidad de esta en la creación de una identidad gay
en la que cada vez más lectores se reconocen. Podrían hacerse varias preguntas
sobre este complicado asunto: ¿no intervendrán los intereses de Estado en la
configuración de la identidad lírica?; ¿qué alcance tienen las editoriales
independientes, si no es el mercado de los clientes que se han hecho?, en otras
palabras, ¿no se está haciendo una literatura a la medida? Aunque la
reivindicación de los derechos de la comunidad LGBT+ se hace poco a poco más
extensiva en México (y no en todo el país), ¿la poesía de tema homoerótico ha
contribuido en realidad a la configuración de la identidad gay? Estas y otras
preguntas quedan al lector luego de leer La síntesis rara de un siglo loco, una
pequeña antología de la poesía homosexual del siglo XX en México.

Alejandro Arteaga Martínez


(Universidad Autónoma de la Ciudad de México)

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