I Semana Latinoamericana de Catequesis

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PONENCIAS Y CONCLUSIONES

LA COMUNIDAD CATEQUIZADORA EN EL PRESENTE


Y FUTURO DE AMERICA LATINA
PRIMERA SEMANA LATINOAMERICANA DE CATEQUESIS
Quito 3 - 10 de Octubre 1982

CONTENIDOS

Presentación
Discurso Inaugural
CONCLUSIONES
1. CONTEXTO SOCIAL DE LA REALIDAD EN AMÉRICA LATINA
2. CONTEXTO ECLESIAL EN AMÉRICA LATINA
3. LA COMUNIDAD Y LA CATEQUESIS
4. ACCIÓN CATEQUÍSTICA DE LA COMUNIDAD
5. FORMACIÓN DE CATEQUISTAS EN LA COMUNIDAD
6. LÍNEAS METODOLÓGICAS Y RECURSOS CATEQUÍSTICOS
7. CONCLUSIÓN
Mensaje a los Catequistas
Mensaje del Santo Padre
Aportes recibidosde algunos países
CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS
I. AVANCES
II. TENDENCIAS
III. TENSIONES
IV. CARENCIAS
V. EXPECTATIVAS
PONENCIAS
PROCESO DE LA CATEQUESIS EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
LA COMUNIDAD, FUENTE, LUGAR Y META DE LA CATEQUESIS
ALGUNOS TRASFONDOS TEOLÓGICOS DE NUESTRA CATEQUESIS LATINOAMERICANA
ALGUNOS ASPECTOS DE LA CATEQUESIS LATINOAMERICANA, HOY

Presentación

La Primera Semana Latinoamericana de Catequesis se inscribe en el gran movimiento


evangelizador, promovido y vigorizado por la Iglesia en América Latina en estos últimos años.

En el marco de la renovación catequística pos-conciliar, ha querido recoger, en síntesis


prospectiva, cuanto ha venido madurándose en esta tarea prioritaria de la Iglesia, en particular,
con las iluminaciones de Medellín y Puebla. Al circunscribirse al ámbito catequístico de la
educación en la fe, se abrió a las dimensiones principales exigidas por la vida cristiana en su
integridad ante los desafíos de las situaciones de pecado social en que viven los pueblos de
América Latina.

Promovida por el Departamento de Catequesis del CELAM, la Semana buscó fundamentalmente


realizar una lectura catequística de gran parte del Documento de Puebla. No es extraño por lo
mismo que muchas de sus reflexiones y conclusiones se ciñeran a reafirmar para la acción
catequística dicho Documento.

Fiel a la conciencia de la Iglesia sobre su misión esencial, la evangelización, enfocó la catequesis


que compromete a toda la Iglesia y a todos los miembros, en comunión y participación real.
Por eso, la Semana significa un paso importante en su objetivo de ahondar y enfatizar en todas sus
ponencias y trabajos la conciencia creciente de la misión también esencial de la Iglesia como
comunidad catequizadora en el presente y en el futuro de América Latina.

Sin pretensión de novedades doctrinales, logró entre sus participantes una vivencia real y gozosa
de esa conciencia en corresponsabilidad y fraterna comunión de Iglesia, de familia catequística
latinoamericana. Aún más, afianzó la certeza de que la Catequesis, así concebida y realizada, es la
que necesita, con clamor general, la evangelización auténtica de nuestros pueblos.

Sin embargo, no basta ni el convencimiento ni la experiencia viva de quienes llevan el peso de una
catequesis, raíz, vértebra, crecimiento y misión esencial de toda la Iglesia. Todavía queda ancho
campo a estudios, reflexiones y nuevas experiencias que ayuden a formulaciones y orientaciones
teológicas y catequísticas que se adentren, de manera permanente, en la mente y acción de los
Agentes Pastorales y en la conciencia de los miembros de toda la comunidad eclesial.

Los participantes de la Semana, catequistas experimentados en cortos o largos años de trabajo,


sólo han buscado consensos en criterios y pautas comunes desde su propia óptica de catequistas y
no de catequetas y teólogos profesionales.

En los grupos y en la plenarias, animadas por la liturgia magníficamente organizada se palpaba


honda fe en el Señor, Evangelio del Padre; amor entrañable a la Iglesia guiada por el Espíritu
Santo y una firme esperanza, impregnada de alegría y confianza, en el futuro. Hubo como una
emulación en resaltar el papal de la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, en la
Catequesis como primera catequística latinoamericana. Todo ello al servicio de la liberación
cristiana y humana de los pueblos de América Latina.

Se procuró emplear un lenguaje directo y sencillo: catequístico. Unánime fue el deseo de que las
conclusiones sean leídas y entendidas por los catequistas de base que constituyen la inmensa
mayoría en América Latina. Y que en ese lenguaje les llegara el Mensaje de las participantes en la
semana.

Tanto fue el interés que despertó la Semana que resultó breve. Ni siquiera hubo tiempo para la
redacción definitiva de las conclusiones, y para el estudio y aprobación de los materiales de los
grupos y de las modificaciones y sugerencias propuestas en la última plenaria.

Al fin, se dio confianza a la Presidencia del Departamento de Catequesis del CELAM a que
escogiera entre las participantes a quienes asumieran esa delicada tarea antes de someter el texto
redactado a la aprobación de la Presidencia del CELAM (Estatutos del CELAM. 17, 6-7).

La redacción se ciñó al esquema de ordenamiento de la materia, aprobado en la última plenaria.


De tal suerte que hubo que reordenar cuanto fue estudiado en los grupos, rever la introducción
reelaborar el contexto social y eclesial, y aún redactar un capítulo nuevo sobre ''líneas
metodológicas y recursos catequísticos'' que se hallaban dispersos aquí y allá.

Hecha la primera redacción, he trabajado con el grupo durante una semana, del 1o. al 8 de
diciembre de 1982 en el Secretariado General del CELAM en Bogotá. Hemos procurado guardar y
asegurar máxima fidelidad al material de las conclusiones. Aún así, somos conscientes de que
nuestro esfuerzo leal no alcanzó a expresar toda la riqueza, muchas veces apenas esbozada, de las
afirmaciones, inquietudes y anhelos de los participantes.
Con sumas y restas, la Primera Semana Latinoamericana de Catequesis, es un acontecimiento
eclesial tan importante que demostró madurez y consenso en lo que se refiere a la concreción
catequética de las orientaciones recientes del Magisterio y a poner de relieve los aspectos claves
que garantizan una Catequesis original y más eficaz en el futuro, a partir de la fe, la religiosidad y
la situación socio-cultural del sujeto latinoamericano.

FELIPE SANTIAGO BENÍTEZ


Obispo de Villarrica del Espíritu Santo (Paraguay)
Presidente del Departamento de Catequesis del CELAM

Discurso Inaugural

Hermanos:

1. Sean mis primeras palabras de cálida bienvenida a todos los participantes en esta Primera
Semana Latinoamericana de Catequesis, promovida por el Departamento de Catequesis del
CELAM.

Coincide providencialmente con la celebración, este año, del cuarto centenario del III Concilio
de la Arquidiócesis de Lima, pastoreada por el gran Obispo misionero y catequista, Santo
Toribio de Mogrovejo.

Concilio que preferentemente giró en torno a la misión evangelizadora y social de la Iglesia, en


ahondar la fe en la vida del pueblo, en particular, de los indígenas.

“Los Padres conciliares, dice un historiador, erigieron un gran monumento a la catequética


universal con la composición del catecismo Límense” (P. Antonio de Egaña, s.j.), cuyo texto
español fue después con sumo cuidado traducido al quechua y al aymará, al guaraní, etc.

Providencialmente, también hoy es la fiesta de San Francisco, el “poverello” de Asís, que


abrazó la pobreza real como Jesús y asumió la misión de predicar el Evangelio a los pobres.

Los doce apóstoles de la Nueva España fueron 108 primeros misioneros franciscanos que
vinieron expresamente en 1524 a iniciar una misión metódica de evangelización y catequesis
con los indios.

Nuestra semana actual no sería posible si no estuviera deseada y alentada por todos Uds.,
venidos con entusiasmo de todas las Iglesias y países de nuestro Continente de la Esperanza.
Huelga señalar el sacrificio que ello implica tanto de parte del CELAM como de Uds.

Pero qué hermosa y sin par es nuestra tarea. Humanamente mirada sobrepasa nuestra capacidad
por avezados catequistas que seamos. Tocamos el núcleo del don de Dios, que quisiéramos se
enraíce más hondo y se expanda fecundo en la América Latina: la fe en Cristo Jesús.

Es esta tarea la que justifica todo nuestro esfuerzo. Respondiendo al llamado apremiante del
Señor, guiados por el Espíritu de verdad y amor, venimos a dar al Padre las luces, y dador de
toda dádiva buena y todo don perfecto (cfr. St.1,17), una ofrenda agradable de lo mejor de
nuestros sacrificios y aspiraciones comunes.
2. Bien saben ustedes, por intensa experiencia vivida en cortos o largos años, que los desafíos
que hoy afronta la Catequesis son muy grandes.

Millones y millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos esperan de nosotros.

¿Qué esperan? No cabe quizás mejor expresión que el texto de Isaías que Jesús hizo suyo en la
sinagoga de Nazareth: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a
anunciar a los pobres, la Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los
ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-
19).

Y como entonces, esta Escritura se cumple en el hoy de nuestro presente y de nuestro próximo
futuro.

Esta esperanza hallase arraigada en los cinco siglos de evangelización que produjo, en grado
menor o mayor, el sustrato católico de nuestros pueblos.

El caminar de Jesús en nuestra historia se realiza día con día, su presencia encarnada, liberadora
y redentora se experimenta cada vez más necesaria.

Para responder a esa esperanza unánime contamos en nuestro haber con cosas muy hermosas.
El Magisterio acerca de la catequesis, en particular, a partir del Concilio Ecuménico Vaticano
II, es abundante y variado en documentos de toda índole. Luces que son de verdad regalos del
Espíritu Santo a la Iglesia.

Significan “la conciencia, cada vez más clara y profunda, que la Iglesia tiene de su misión
fundamental: la Evangelización” (P 1).

Quienes hemos participado en la renovación catequística en los últimos veinticinco años,


vemos cuán inmenso es el trabajo realizado, la energía invertida, los miles de catequistas
formados, el ingente material elaborado. . .

Bendito sea Dios; por siempre sea alabado su nombre; ensalzada su misericordia! Que le
lleguen nuestros más sonoros cantos de gratitud. También, sea con filial afecto nuestro
reconocimiento a la Virgen María, “estrella de la evangelización siempre renovada” (EN 8 1;
Ibíd. 909), “vínculo resistente que ha mantenido fieles a la Iglesia sectores que carecían de
atención pastoral adecuada” (Ibíd. 284), “educadora de la fe..., pedagoga del Evangelio en
América Latina” (Ibíd.) 290).

3. Pero, con verdad y humildad, comprobamos que la Catequesis “que es la pastoral práctica de
la Iglesia" (DCG N.º 113) hallase urgida a dar lo máximo de sí misma, tal vez con una
radicalidad de empeño hasta hoy nunca experimentada. De ella depende, con mayor
responsabilidad, que los millones de cristianos, sean cristianos maduros, y la Iglesia sea
catequizada y catequizadora, el sacramento universal de salvación que; especialmente, los
pobres quieren palpar en ella. Por lo mismo, no podemos quedarnos quietos. Hay que preparar
el tercer milenio. El año 2000 ya está a la vuelta de la esquina.
Las necesidades son tan urgentes y masivas que se produce el mismo fenómeno que con el
crecimiento de las grandes ciudades: nada alcanza. Entonces comprendemos que la Iglesia es
católica.

Entonces comprendemos que aislados, desvinculados, nuestros esfuerzos se pierden como gota
de agua en la arena. Pero Dios nos llama a hacer Comunidad y Comunidad de Comunidades:
Pueblo (Cfr. DP N.º 992).

Comprendemos que una fuerza nueva, que otra dimensión brota de los hermanos unidos bajo
una sola fe, un sólo bautismo, un sólo Señor. Nosotros hoy somos cien. Porque no cabemos
más, porque ya no tenemos medios para ello.

Pero digo mal, nosotros no somos cien, somos miles, somos millones... Representamos de
alguna manera a todos nuestros catequistas. La mayoría laicos: mujeres y hombres, de trabajo y
de estudio, jóvenes y adultos, sus familias, su pobreza. . .

Somos portadores de sus trabajos, aspiraciones y esperanzas. Por lo mismo, nos exigen a que
seamos responsables y honestos con ellos.

4. Desde los inicios de los esbozos y preparativos de esta Primera Semana Latinoamericana de
Catequesis, se ha querido que sea la proyección del gran foco iluminador que es Puebla.

Que estuviera en continuidad fiel con el Concilio, el Directorio Catequístico General, Medellín,
los Sínodos de Evangelización 1974 y Catequesis 1977, y sus maravillosos frutos, la Evangelii
Nuntiandi y Catechesi Tradendae, y con todo el rico acerbo de líneas de pensamiento y trabajo
de numerosos encuentros a lo largo y ancho de nuestro Continente...

Se trata de “fidelidad a la Palabra dada en Jesucristo” (Ibíd.) 994); “fidelidad a la Iglesia”


(Ibíd.) 995), de fidelidad al hombre latinoamericano" (Ibíd.). 996).

S.S. Juan Pablo II, en su discurso inaugural en Puebla, decía:

“En estos diez años (después de Medellín), cuánto camino ha hecho la Humanidad cuánto
camino ha hecho la Iglesia. Esta III Conferencia no puede desconocer esa realidad. Deberá,
pues, tomar como punto de partida las conclusiones de Medellín, con todo lo que tiene de
positivo, pero sin ignorar las incorrectas interpretaciones a veces hechas y que existen sereno
discernimiento, oportuna crítica y claras tomes de posición”.

Y en conclusión, invoca la protección de la Madre de Dios para que “ella alcance de su divino
hijo para vosotros (decía a los Obispos).

– Audacia de profetas y prudencia evangélica de Pastores;


– Clarividencia de maestros y seguridad de guía y orientadores;
– Fuerza de ánimo como testigos, y serenidad, paciencia y mansedumbre de padres”.

En carta a los Obispos sobre el documento de Puebla, señala: “Este Documento, fruto de asidua
oración, de reflexión profunda y de intenso celo apostólico, ofrece –así os lo propusisteis– un
deseo conjunto de orientaciones, pastorales y doctrinales, sobre cuestiones de suma
importancia. Ha de seguir con sus válidos criterios, de luz y estímulo permanente para la
evangelización en el presente y en el futuro de América Latina... Representa, en verdad, un
gran paso adelante en la misión esencial de la Iglesia, la de evangelizar. . . Dios quiera que en
breve tiempo todas las comunidades eclesiales estén informadas y penetradas del espíritu de
Puebla y de las directrices de esta histórica Conferencia” (23-IV-1979).

5. Este espíritu y estas directrices guiaron la elaboración del Segundo Plan Global de
Actividades del CELAM 1979-1982.

Dentro de dicho Plan Global, el objetivo específico del Departamento de Catequesis se enunció
así: “Ayudar a que la catequesis (educación ordenada y progresiva de la fe) cobre su lugar
prioritario, como fuente de renovación cristiana integral, al iluminar las situaciones de la vida
con la Palabra, de modo que llegue a desarrollarse comunidades capaces de celebrar su
compromiso pascual y de cumplir su misión evangelizadora; a fin de que influya en el
crecimiento de una nueva civilización, por la comunión y participación de personas en la
Iglesia y en la Sociedad”.

Para caminar hacia ese gran objetivo, en un intento de lectura catequística de todo el
Documento de Puebla, el Dpto. de Catequesis del CELAM programó y realizó ocho reuniones
Regionales en 1980- 81 sobre algunos puntos neurálgicos de la Catequesis hoy en América
Latina.

El enfoque eclesial cobró primacía, en la línea de la comunión y participación de Puebla, en las


sugerencias presentadas para la realización de la Primera Semana Latinoamericana de
Catequesis.

Por eso, la Comisión Episcopal del Departamento decidió ser núcleo central de la Semana: La
Iglesia, comunidad catequizadora en el presente y el futuro de la América Latina.

Las respuestas de las Conferencias Episcopales y de sus Organismos Catequísticos y, a través


de ellos, de las Diócesis, han sido responsables y positivas. A su medida presentó buen servicio
el “Instrumento de Trabajo” en las semanas nacionales y diocesanas.

Esta preparación consciente, en unidad de objetivos y aspiraciones con la necesaria variedad


que conlleva, ya constituye por sí misma garantía para la realización auspiciosa de nuestra
semana.

6. El objetivo, pues, primordial de esta semana es: reflexionar sobre la comunidad eclesial
catequizadora en el presente y en el futuro de América Latina, en orden a incrementar, coordinar y
orientar la acción catequética del continente.

La intencionalidad no se dirige a elaborar nuevas doctrinas. Quiere explicitar las existentes en


orientaciones viables en el marco de un sano realismo pastoral, catequístico.

Ojalá alumbre nuevas luces. Así siempre las reclaman las acciones concretas.

Es evidente que numerosos aspectos de la Catequesis requieren profundización y desarrollo,


como la catequesis-educación, frente a la catequesis instrucción, que todavía tiene mucha
audiencia y práctica en el Continente; la catequesis y la cultura y su lenguaje (Cfr. DP 996 y
395), el contenido con relación al sujeto, etc.
Ahora deseamos vertebrar en la comunidad catequizadora, como faro iluminador y núcleo
central, los aspectos salientes de la Catequesis. Dispersarnos en muchos asuntos podría semejar
a aquel catequista que desea decirlo todo y acaba por no decir aquello que el catequizando más
necesita y espera.

Quisiéramos enfatizar y hacer más viable por causas reales aquello que Puebla nos dice: “Se
exige (en la catequesis) la colaboración de todos los miembros de la comunidad eclesial, cada
uno según su ministerio y carisma. Sin eludir responsabilidades apostólicas y misioneras para
que en la catequesis la Iglesia edifique a la Iglesia. La Iglesia es constantemente evangelizada y
evangelizadora” (DP N.° 993).

Es el momento de unir y no restar fuerzas, con audacia de apóstoles. No podemos darnos el lujo
de alimentar divisiones que son verdaderas rupturas, sangrías y debilitamiento del Cuerpo de
Cristo.

Es la hora de la catequesis en América Latina. El Señor nos urge a que en comunión y


participación de verdadera reconciliación en la Iglesia, seamos consumados en la unidad.
Llamemos a muchísimos cristianos que permanecen inactivos a la vera del Camino, del
Evangelio.

Además, se experimenta en todas partes un anhelo general a fortalecer la familia catequética


latinoamericana, a integrarla en una gran tarea participada y a multiplicar el ministerio
catequístico a todos los niveles del Pueblo de Dios.

Bien sabemos que la raíz de la Iglesia es la fe viva en Jesucristo, Hijo de Dios, el Mesías,
nuestro Salvador.

Y la vida genera la vida. La catequesis se sitúa allí donde la vida de la fe crece y madura. En
nuestra realidad se ve impelida, la mayor de las veces, a situarse también allí donde nace (Cfr.
CT 19).

¿Qué sería de la Iglesia sin catequesis? Es una pregunta que no todo agente pastoral se plantea.

La respuesta es obvia: una Iglesia sin raíz viva, sin madurez, sin pujanza misionera.

Esta Iglesia no la queremos construir los catequistas. La amamos tal como es, conscientes de
que primero nosotros debemos renovarnos en nuestra vida cristiana, para colaborar a renovarla
a raíz con certezas sencillas y sólidas. (Cfr. CT 60).

7. Vamos, pues, hacia adelante con esperanza tenaz, sustentada de fe en el Señor quien edifica
la casa, nuestra Iglesia, y vigorizada por el soplo del Espíritu en el amor a Dios y a los hombres
nuestros hermanos.

Alguien dijo que "el pasado debe perdurar en nosotros como estímulo de superación, nunca
como un fin de jornada".

Tan empeñativo es el objetivo que perseguimos que esta Semana, apenas comenzada o
comenzada hace mucho tiempo, ya se proyecta hacia el futuro. La post-Semana
Latinoamericana de Catequesis será la que nosotros realicemos. Está en nuestras manos que así
sea.

Les invito, bajo la protección de nuestra Señora de Guadalupe, a vivir esta Semana en clima de
oración, de diálogo, en una palabra a integrarnos.

Para que integrados, nuestra imaginación guiada por la luz del Espíritu, descubra, invente
formas nuevas de colaboración, con verdadera mística catequística, más allá de las fronteras
geográficas.

Pero al mismo tiempo, como buenos catequistas, seamos prácticos, concretos, realistas,
compaginando siempre nuestras situaciones con sus posibilidades y sus límites.

En fin, hago mías las palabras de Juan Pablo II en Catechesi Tradendae: Quiera la presencia
del Espíritu Santo, por intercesión de María, conceder a la Iglesia un impulse creciente en la
obra catequética que lo es esencial. Entonces la Iglesia realizará con eficacia, en esta hora de
gracia, la misión inalienable y universal recibida de su maestro: “Id, pues, enseñad a todas las
gentes” (Mt 28, 19; CT 73).

8. Llegue nuestra gratitud al Santo Padre Juan Pablo II que ha enviado una especial bendición,
y a la Sagrada Congregación para el Clero que se ha hecho representar en la Semana. Gracias a
la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, que, a través de la Comisión Episcopal de Catequesis, ha
prestado y presta eficaz colaboración; a esta Iglesia hermana de Quito y a sus queridos pastores
que desde el primer momento acogieron felices la realización de esta Semana como en su
propia casa.

Al expresar la aprobación y el apoyo de la Presidencia del CELAM y de su Secretaría General,


me complace decirles: ¡mil gracias!

Gracias a la Acción Adveniat, a la Iglesia amiga de Alemania, que valoró la importancia de esta
Semana y ayudó de modo eficaz a su celebración.

Gracias a los miembros de la Comisión Episcopal y a los expertos del Departamento de


Catequesis del CELAM que trabajaron con interés y dedicación como buenos obreros y
servidores fieles.

Gracias a las Conferencias Episcopales que, por medio de sus instituciones y organismos
catequísticos, acogieron con beneplácito la realización de la Semana y la prepararon con
Semanas y Encuentros nacionales y diocesanos.

Gracias a todos Ustedes que, al fin y a la postre, son los autores reales de esta Semana.

Felipe Santiago Benítez


Obispo de Villarrica del Espíritu Santo
Presidente del Dpto. de Catequesis del CELAM
CONCLUSIONES
LA COMUNIDAD CATEQUIZADORA EN EL PRESENTE Y EN EL FUTURO
DE AMÉRICA LATINA

INTRODUCCIÓN

Reunidos en esta Primera Semana Latinoamericana de Catequesis, promovida por el


Departamento de Catequesis del CELAM, catequistas venidos de la mayoría de los países del
Continente hemos querido hacer más actual y fecunda la misión que la Iglesia ha recibido del
Señor: llevar a todos los hombres la Buena Nueva del Reino de Dios.

Sabemos que, de acuerdo con su promesa, Él está con nosotros y nos guía, con su Espíritu de
verdad, todos los días hasta el fin del mundo (Cfr. Mt 28, 20; Jn 16,13-15).

Por eso, queremos descubrir su presencia, a la luz de su Palabra, en el hoy de la América


Latina, y escuchar sus llamadas en los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de los hombres y
pueblos de nuestro tiempo, sobre todo de los Pobres y de los que sufren (Cfr. GS 1).

Ahondamos nuestra raíz, en consciente fidelidad y continuidad, con la historia de la Iglesia en


América Latina que es, fundamentalmente, la historia de la Evangelización de un pueblo que
vive en constante gestación, y quiere servir, dentro del marco de la realización de su misión
propia, al mejor porvenir de los pueblos latinoamericanos, a su liberación y crecimiento en
todas las dimensiones de la vida (Cfr. DP 4).

Como catequistas deseamos seguir las pisadas de los misioneros que nos abrieron caminos, nos
señalaron criterios y métodos de una Catequesis acorde con la cultura de nuestros pueblos.

De capital importancia es para nosotros la comunión con nuestros pastores que, en particular,
en las Conferencias Generales de Medellín y Puebla, nos iluminaron y estimularon con sus
enseñanzas y lineamientos de acción para realizar de verdad entre nosotros el Reino de Dios.

Nos sentimos seguros porque nuestro gran catequista actual, el Papa Juan Pablo II, identificado
con los acontecimientos y desafíos pastorales de la América Latina, nos da su mensaje que debe
servirnos de referencia permanente en la educación ordenada y progresiva de la fe: la verdad
sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre e hombre.

Asimismo no podemos dejar de reconocer la labor ardua, constante y callada que ha venido
realizando el Departamento de Catequesis del CELAM. Experimentamos su interés,
comprensión y ayuda al reunirnos en Encuentros regionales, subregionales y continentales para
actualizarnos, intercambiar experiencias, organizarnos y unirnos en una verdadera familia
catequística latinoamericana.

Ya en vísperas del tercer milenio, se nos presentan desafíos de descristianización creciente que
requieren nuestro máximo empeño en dar vigoroso impulso a una catequesis que responda a las
angustias y esperanzas de nuestros pueblos.
Para ello toda la Iglesia debe ponerse en marcha. El tema central de la Semana: La Comunidad
Catequizadora en el Presente y en el Futuro de la América Latina, se orientó hacia ese objetivo
evangelizador.

Como es obvio, nuestros esfuerzos, en la medida de nuestras posibilidades de sencillos


catequistas, si bien han enfocado el núcleo central, todavía son apenas inicios de un largo
caminar.

Las conclusiones, fruto de intensa reflexión, oración litúrgica fervorosa, de una fraternidad
alegre y entusiasta y amplio consenso, las compartimos con todos los catequistas de América
Latina como un servicio modesto en la tarea esencial de la misión de la Iglesia.

1. CONTEXTO SOCIAL DE LA REALIDAD EN AMÉRICA LATINA

Como catequistas llamados a iluminar nuestra realidad histórica con la luz del Evangelio,
peregrinamos con el pueblo Latinoamericano participando de sus logros y de sus fracasos, pero
siempre con visión de fe, interpretando las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos,
para dar testimonio y anunciar los valores Evangélicos y para denunciar todo lo que en nuestra
sociedad va contra la filiación, que tiene su origen en Dios Padre, y contra la Fraternidad en
Cristo Jesús (P 15).

Tenemos presente en nuestras reflexiones la visión de la realidad social de nuestro Continente


presentada por nuestros pastores en la Conferencia General del Episcopado en Puebla.
Participamos de su angustia pastoral y queremos responder con nuestro trabajo catequístico a
sus justas inquietudes.

Vemos con nuestros pastores a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser
cristiano, la creciente brecha entre los ricos y los pobres (Juan Pablo II – Discurso inaugural de
Puebla- III AAS LXXI p. 199). El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria
de las grandes masas (Pablo VI- PP 3). Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se
les debe. En esta angustia y dolor la Iglesia discierne una situación de pecado social, de
gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos y que tienen la capacidad de
cambiar: “que se les quiten barreras de explotación contra los que se estrellan sus mejores
esfuerzos de Promoción” (Juan Pablo II Oaxaca 5 AAS. LXXI p.p. 209) (P 28).

Tenemos presentes los rostros de extrema pobreza generalizada en nuestro continente que nos
presenta Puebla, e invitamos a nuestros catequistas a reconocer en ellos los rasgos sufrientes de
Cristo el Señor, que nos cuestiona e interpela (P 31-39).

Nos preocupan especialmente las angustias de nuestro pueblo presentadas por nuestros pastores
en la Conferencia de Puebla:

– Angustias que brotan de la falta de respeto al ser humano imagen y semejanza del creador y a
sus derechos inalienables como hijos de Dios.
– Angustias surgidas por los abusos de poder, típicos de los regímenes de fuerza.
– Angustia por la represión sistemática y selectiva con todo lo que esto lleva consigo.
– Angustias en tantas familias por la desaparición de los seres queridos.
– Angustias por la violencia de la guerrilla, del terrorismo, de los secuestros realizados por
extremismos de distintos signos que igualmente comprometen la convivencia social (P 42-50).
Las ideologías marxistas que se han difundido en muchos de nuestros países, en algunos
sectores del mundo obrero estudiantil, han sacrificado muchos valores cristianos, sus estrategias
han caído en irrealismos utópicos y han incrementado la espiral de la violencia (P 48).

La economía del mercado libre, en su expresión más rígida, aun vigente como sistema en
nuestro Continente y legitimada por ciertas ideologías capitalistas liberales, ha acrecentado la
distancia entre ricos y pobres por anteponer el capital al trabajo, lo económico a lo social (P
47).

Las ideologías de la seguridad nacional han contribuido a fortalecer el carácter totalitario de los
regímenes de fuerza, de donde se han derivado el abuso del Poder y la violación de los
derechos humanos (P 45).

Ante este panorama doloroso, también reconocemos muchas realidades que nos presenta la
Conferencia de Puebla y que nos llenan de esperanza:

Reconocemos la riqueza inmensa que existe en el pueblo latinoamericano. Esta riqueza se


manifiesta cada vez más en la tendencia innata para saber compartir lo que tiene con los demás,
particularmente entre los pobres. Para sentir con el otro la desgracia en las necesidades, para
respetar los lazos de la amistad, de la vecindad, de la familia (P 17).

Se ha tomado cada vez más conciencia de la dignidad de la persona humana y de su derecho de


participar en la vida social de nuestros pueblos (P 18).

Nuestro pueblo latinoamericano es joven y donde ha tenido oportunidad, ha mostrado una gran
capacidad de superarse y obtener sus justas reivindicaciones (P 20).

El avance económico innegable en nuestros países en los últimos años es significativo y


muestra las posibilidades de nuestro Continente (P 21).

Nuestro pueblo latinoamericano tiene una base profundamente religiosa, demostrada en la


permanente comunicación con Dios por la plegaria sencilla, por la confianza en la protección
divina y por los actos masivos de religiosidad popular.

Creemos que los esfuerzos que se han hecho en América Latina en la educación son una
verdadera esperanza para el futuro de nuestras naciones (P 24-26).

2. CONTEXTO ECLESIAL EN AMÉRICA LATINA

La Iglesia en América Latina se está enfrentando con cambios radicales que influyen
directamente en su acción Pastoral.

Hasta hace poco el peso de la tradición ayudaba a la comunicación del Evangelio. Ahora, los
cambios culturales, sociales, políticos y económicos, hacen que lo que propone la Iglesia sea
aceptado con más libertad pero también con marcado sentido crítico, (P 76-77) y a veces con
manifiesto rechazo.

El crecimiento demográfico ha desbordado las posibilidades actuales de la Iglesia para llevar a


todos la Buena Nueva. Los ministros de la Palabra, las parroquias y otras estructuras
semejantes resultan insuficientes en muchos países para la obra evangelizadora de América
Latina (P 78).

Como consecuencia, el indiferentismo, más que el ateísmo, ha pasado a ser un problema


enraizado en grandes sectores de nuestra población (P 79).

Muchas sectas han sido no sólo anticatólicas sino también injustas al juzgar a la Iglesia y han
tratado de minar a sus miembros menos formados (P 80).

La obra de los misioneros, especialmente con los indígenas, ha sido desvirtuada y tergiversada
por ciertos grupos que por pretendidas razones altruistas desconocen el aporte generoso y bien
intencionado de los evangelizadores y generalizan inconsultamente los errores que pudieron
inmiscuirse en esta acción secular.

Todos estos problemas se ven agravados por la ignorancia religiosa a todos los niveles desde
los intelectuales hasta las personas analfabetas.

La situación de injusticia que hemos descrito en la parte anterior hace reflexionar sobre el gran
desafío que tiene nuestra pastoral para ayudar al hombre a pasar de situaciones menos humanas
a más humanas. Las profundas diferencias sociales, la extrema pobreza y la violación de los
derechos humanos que se dan en muchas partes son retos a la evangelización y a la catequesis
de nuestros países (P 90).

Sin embargo, comprobamos que ha habido un avance muy positivo en los últimos años en el
campo de la catequesis.

Cada día constatamos que la renovación catequística va ganando nuevos campos en todos los
países. En muchas partes se está desplegando una actividad muy intensa. A través de reuniones
de estudio, cursos, institutos, centros, jornadas, etc. se van preparando agentes en todos los
niveles para la acción catequística.

En muchos países se están realizando esfuerzos innegables para poner en marcha una verdadera
catequesis de adultos que comienza a dar sus frutos.

Si por una parte hay familias que se disgregan y destruyen, corroídas por el egoísmo, el
aislamiento, el divorcio legal o de hecho, es también cierto que hay familias, verdaderas
“iglesias domésticas" en cuyo seno se vive la fe, se educa a los hijos en ella y son testimonio de
amor y comprensión cristianos (P 94).

Las Comunidades Eclesiales de Base han madurado y se han multiplicado sobre todo en
algunos países, de modo que ahora constituyen un motivo de alegría y de esperanza para la
Iglesia. Se han multiplicado los ministerios confiados a los laicos, tanto catequistas, animadores
de comunidades, misioneros, etc. (P 96-97).

En algunos países florecen también grupos de seglares cristianos que reflexionan a la luz del
Evangelio sobre la realidad que los rodea y buscan formas originales de expresar su fe en la
Palabra de Dios y en su colaboración Pastoral (P 99).
En no pocas partes la Iglesia se muestra en pleno proceso de renovación de la vida parroquial y
diocesana, con una catequesis nueva, no sólo en su metodología sino también en la
presentación del contenido.

A pesar de la lentitud, de los abusos en todo proceso de cambio y de alguna resistencia, la


liturgia ha logrado notables adelantos. Su vinculación con la catequesis a través de cursos
presacramentales, celebraciones, proclamación de la Palabra, ha servido para una mayor
vivencia de la vida cristiana en las comunidades.

Por último, la revaloración de la religiosidad popular, a pesar de algunas desviaciones, expresa


la identidad religiosa de nuestro pueblo y ofrece un lugar privilegiado para la catequesis.

Todas estas luces y sombras que se nos presentan en la Iglesia Latinoamericana, constituyen
desafíos verdaderos para nuestra acción catequística y muestran también la inmensa riqueza
con que contamos en nuestro Continente.

3. LA COMUNIDAD Y LA CATEQUESIS

1. La catequesis, misión esencial de toda la Iglesia

La Iglesia es fuente y agente esencial en todo proceso catequístico. Toda ella es catequizada y
catequizadora, en comunión orgánica y participación efectiva, porque es depositaria de la
Buena Nueva que debe ser anunciada. Las promesas de la nueva alianza que debe ser
anunciada. Las promesas de la nueva alianza en Cristo, las enseñanzas del Señor y de los
apóstoles, la Palabra de vida, las fuentes de la gracia, todo esto ha sido confiado a la Iglesia.
Ello conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido, sino para
comunicarlo (EN 15).

En la Iglesia su vida íntima –la vida de oración, la escucha de la palabra y de las enseñanzas
de los Apóstoles, la caridad fraterna vivida, el pan compartido, no tiene pleno sentido sino
cuando se convierte en testimonio, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Es así
como toda la Iglesia recibe la misión de evangelizar y como la actividad de cada miembro
constituye algo importante para el conjunto (EN 15).

Por eso la comunidad eclesial a todos los niveles es doblemente responsable respecto de la
catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formación de sus miembros, pero también la
responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde pueden vivir el mensaje recibido (CT 24).

2. La Comunidad catequizadora se concreta en la Iglesia Particular, Diócesis, Parroquia, CEB.

La Iglesia como comunidad que tiene la misión de catequizar se concreta en primer lugar en la
Diócesis, comunidad de Parroquias. Ella, presidida por el Obispo, debe impulsar y orientar la
acción catequística y ser el puente para que sus comunidades estén vivamente insertadas en la
Iglesia universal.

La Parroquia ha de ser en la Iglesia Particular una comunidad de comunidades en cuanto las


coordina y anima (P 644) y por tanto debe ser por excelencia una comunidad que catequiza:
comunidad que convoca, integra y acompaña a sus miembros en la oración, en los sacramentos,
en la caridad y en la corresponsabilidad de una misma misión.
– Comunidad que hace crecer en cada hombre su dimensión de hijo de Dios.
– Comunidad que ilumina con la palabra de Dios las diversas situaciones humanas como lugar
de encuentro con Dios y con los demás, la realización personal y comunitaria del Reino.

En esta perspectiva vemos en la comunidad parroquial un lugar privilegiado de fuerte


experiencia de Iglesia en donde actualiza y vive la presencia de Jesús resucitado.

La Parroquia nos congrega como pueblo de bautizados, miembros vivos del cuerpo de Cristo,
para ejercer con alegría la misión profética como evangelizadores y catequistas, para celebrar
nuestra fe en la asamblea litúrgica y compartir la vida y los bienes.

Es en la Parroquia donde los miembros de la Iglesia aprenderán su pertenencia a ella,


descubrirán su vocación cristiana y encontrarán una verdadera formación permanente (CT 43; P
1011). La comunidad parroquial debe preocuparse para que en su seno encuentren los fieles, los
elementos necesarios para tener una verdadera experiencia cristiana a saber:

– La presentación viva del mensaje, la celebración de la fe en la asamblea eucarística y el


testimonio del amor cristiano.
Una preocupación permanente de la comunidad parroquial (Párroco y fieles) será el poder
llegar con el mensaje salvador del Evangelio a todos los miembros de la comunidad. Entre ellos
serán objeto de especial cuidado pastoral:
– La familia: primera e insustituible comunidad catequizadora.

La escuela que al lado de la familia y en colaboración con ella ofrece a la catequesis


posibilidades muy grandes (CT 68).

– Los jóvenes esperanza de nuestros pueblos y de la Iglesia que necesitan ser acompañados en
el crecimiento de la fe. La catequesis los prepara para los grandes compromisos de la vida
adulta. En ellos podrá la comunidad parroquial encontrar y formar excelentes agentes para la
catequesis y la pastoral juvenil.
– Los movimientos y grupos apostólicos que son por definición, educadores de la fe. Ellos
están llamados a ser el fermento de la Iglesia en los diferentes ambientes.
Una Parroquia renovada que quiera ser comunidad catequizadora tendrá la preocupación de
planificar cuidadosamente su acción catequística, buscando dar respuesta a las exigencias del
contexto geográfico y socio-cultural en la cual se inserta, y fijando prioridades y metas
concretas de acuerdo con su realidad, dentro de la Pastoral Diocesana.
Esta planeación tendrá en cuenta el Consejo de Pastoral Parroquial que será el organismo que
permanentemente discierna los desafíos, canalice las respuestas, oriente la acción y la evalúe.
– La figura del Párroco en la tarea catequística parroquial es de primer orden. El será el
protagonista principal, el motor y el alma de esta tarea. De su celo y creatividad con los planes
diocesanos depende toda su eficacia.

En nuestro Continente latinoamericano, desde hace unos años, especialmente, han surgido
como un don del Espíritu Santo las Comunidades Eclesiales de Base. En algunos países no
existen en otros se dan con las características propias de cada cultura, de cada realidad social y
con diferentes procesos de maduración.

Las Comunidades Eclesiales de Base han crecido como respuesta a la necesidad de vivir una
mayor comunión fraterna especialmente en los niveles más pobres.
Ciertos contextos de Iglesia surgen a veces bajo la denominación de CEB, grupos de base que
aunque en su comienzo, se reunieron convocados por la misma fe en Jesucristo,
lamentablemente en su proceso se han radicalizado hacia una lucha social violenta. Estos
grupos en muchas ocasiones hacen surgir desconfianza hacia las verdaderas Comunidades
Eclesiales de Base.

Esta experiencia eclesial tiene algunos rasgos esenciales que es necesario tener en cuenta, a
saber:

La conciencia clara de una verdadera relación con Dios nuestro Padre, por Cristo, en el
Espíritu.

– La acogida de la Palabra de Dios para conocer siempre y mejor el designio del Señor sobre
los hombres (EN 58; P 629-640).
– La celebración de la Fe, particularmente en la Eucaristía, los sacramentos y en las
manifestaciones de religiosidad popular, especialmente en la devoción entrañable a María.
– Una sincera comunión con los pastores; con el párroco, con el Obispo y por medio de él, con
la persona del Papa (EN 58).
– La oración individual y comunitaria a la luz de la Palabra de Dios y como respuesta a la
misma Palabra.

Un testimonio de fraternidad y de amor.

– La conciencia de participar de la misión universal de la Iglesia y el impulso misionero que


hace de la comunidad un lugar de irradiación hacia otras comunidades.
– El reconocimiento de las propias limitaciones que hace sentir la necesidad de abrirse a otras
comunidades e integrarse con la comunidad universal.
– La opción por los pobres y el empeño por la justicia y la liberación.
Con las anteriores características la Comunidad Eclesial de Base es realmente un lugar
privilegiado para el desarrollo de un verdadero proceso catequístico; en efecto:

La Catequesis es un proceso permanente para la Educación de la Fe (CT 35-45).

– La CEB congrega a personas en todas las etapas de su vida, personas que se conocen, se
amen, tienen proyectos comunes y forman así una verdadera comunidad, dispuesta a recorrer en
un proceso de conversión, el camino de la historia de la salvación. En ella Cristo es el centro de
su fe, la cual es celebrada permanentemente en la Eucaristía.

La Catequesis tiene una exigencia personalizante. En la CEB se realiza esta exigencia.

Las relaciones personales que se desarrollan en ella, (P 629-640) hacen valorar a la persona
humana, incrementan la corresponsabilidad en las tareas comunes.

– La Catequesis nos congrega como Iglesia; la CEB busca la vivencia de la vida comunitaria de
la Iglesia y unida con otras comunidades forman la parroquia; que en comunión con la Diócesis
se integra a la Iglesia Universal.
La presencia del Obispo y del Párroco en la vida de las CEB es necesaria para la vida eclesial y
evita que se tornen estérilmente contestarías o sean manipuladas por grupos foráneos.

– En la Iglesia, toda la comunidad es responsable de la Catequesis. En la CEB, aunque ella se


sirva de personas o estructuras particulares de Catequesis, el verdadero sujeto es toda la
comunidad.
– La Iglesia nos presenta hoy la posibilidad de diferentes ministerios laicales para servicio de la
comunidad.

En la CEB encontramos el campo propicio para que surjan estos ministerios, y principalmente
el ministerio del catequista. La formación y actuación comunitaria de los catequistas es una
exigencia de la dimensión comunitaria de la Catequesis.
Por otra parte, la atención de la catequesis a todos los grupos y niveles, se hace más fácil en una
pequeña comunidad.

– La Catequesis tiene una dimensión liberadora personal y comunitaria. En la CEB, la


metodología usada frecuentemente en sus catequesis parte del análisis concreto de la realidad
(socio-económica, política, cultural y religiosa), vista a la luz de la Palabra de Dios, para
transformarla según las exigencias del Evangelio.
La familia, necesitada de una catequesis que la integre en el amor y en la comunidad cristiana,
encuentra en la CEB una posibilidad concreta de crecer en la Fe, en el amor para desarrollar su
misión en la sociedad como Iglesia doméstica.
– Por último, la catequesis implica un diálogo con el mundo. Las CEB deben ser lugar
permanente de diálogo con otras Comunidades eclesiales, con otros grupos cristianos, con
grupos comunitarios y con el mundo pluralista, siendo un signo de la presencia de Dios en la
Historia.

3. La Comunidad catequizadora es fiel a Cristo, a la Iglesia y al Hombre

El Pueblo latinoamericano, profundamente religioso, cree en su gran mayoría en Jesucristo,


verdadero Dios y verdadero hombre, centro de toda nuestra Catequesis.

Nuestra comunidad presenta en su catequesis el Plan de amor de Dios Padre que envía a su Hijo
Jesucristo, Evangelio suyo para hacer progresivamente presente el Reino de Dios, en el hoy de
América Latina.

En la Historia de nuestros pueblos, el Cristo que proclamamos en el ministerio de la Catequesis,


es el “Emmanuel”, el Dios con nosotros que comparte nuestro camino en la vida, y nos libera
del pecado y de toda servidumbre.

Creemos que los catequistas de América Latina estamos llamados a realizar una Catequesis que
por la acción creciente del Espíritu Santo, haga al hombre nuevo y lo promueva a la comunión
participativa en el seguimiento radical de Jesucristo. Una Catequesis de este estilo deberá
conducir a los creyentes a una profunda experiencia de los valores esenciales del Reino
(fraternidad, justicia, amor. . .).

Para edificar una comunidad que catequiza y hace presente al Señor por su Palabra proclamada
y celebrada en la Liturgia.
Por sus actividades auténticamente evangélicas.

Y por su compromiso en lo que mira a la restauración de todas las cosas en Cristo Jesús.

Estas exigencias pueden crucificar y de hecho crucifican a menudo, al catequista, porque el


misterio de la iniquidad sigue operante en el mundo y en su misma persona. Pero la presencia
del Espíritu le hará capaz de responder con fidelidad, bajo el signo de Jesús resucitado, fuente
de su esperanza catequística (P 265).

A la luz de Cristo la comunidad nos enseña a leer los signos de los tiempos en las situaciones
concretas de la vida diaria para dar razón de nuestra esperanza y de nuestra justicia.

Nuestra catequesis presenta a Cristo resucitado que actúa hoy en nuestra realidad. Su presencia
salvadora en las situaciones históricas y en las aspiraciones auténticamente humanas (Med 8.6)
del hombre latinoamericano, a quien lleva a discernir, con firmeza en la fe, esta presencia, a
aceptarla, a explicitarla en el seno de la comunidad cristiana como signo de su permanente
conversión al Señor.

Esta presencia que nuestra comunidad celebra en los sacramentos, en especial en la Sagrada
Eucaristía, sostiene y anima toda nuestra acción liberadora y misionera.

La fidelidad de nuestra Catequesis a la persona de Cristo exige fidelidad a su Iglesia, que


continúa su presencia en medio de los hombres y es germen y principio del Reino definitivo
presente ya en nuestra historia.

Al reafirmar que Cristo es el modelo del hombre perfecto, nos proponemos realizar una
catequesis que promueva a todo hombre, hermano nuestro, que pide justicia y respeto a su
dignidad de persona e hijo de Dios.

Estamos convencidos de que la persona de Jesucristo, centro de nuestra Catequesis nos invita:

– a descubrir plenamente su presencia: en el hombre, en el testimonio, en la comunidad


(pastores y fieles), en la historia.
– a celebrarla en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, cumbre y fuente de nuestro
quehacer catequístico;
– y que sostiene y anima, por la presencia de su Espíritu, toda acción misionera y liberadora
para realizar la comunidad de todos los hombres en la gran familia de los Hijos de Dios.

Como el Espíritu Santo está también presente en los hermanos de otras Iglesias cristianas y en
los hombres de buena voluntad, por eso, una Catequesis auténtica, promoverá y unirá el
Ecumenismo, para realizar mejor el misterio de unidad expresado en la oración de Jesucristo:
que todos sean uno (Jn 17,11) (UR 3; CTR 32-33).

María Madre de Jesús y Madre de la Iglesia ha de tener siempre un lugar importante en nuestra
Catequesis. Ella en efecto participa en la obra salvadora de su Hijo, y ha estado presente en
nuestra historia como signo de esperanza cierta para el pueblo latinoamericano, que peregrina
entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios (LG 8).

4. La Comunidad que catequiza se nutre de la Sagrada Escritura


1. La Palabra de Dios, fuente y alma de la Catequesis, convoca, construye y alimenta la
comunidad. Por tanto nuestra Catequesis tendrá siempre presente la Palabra de Dios para
ayudar a la comunidad a leer su propia vida, sus valores, cultura y situaciones concretas, a la
luz de la Palabra de Dios y a interpretarlas como historia de la salvación.

2. La comunidad cristiana, en su lectura de la Biblia, se guiará siempre por algunos criterios


importantes a saber:

a) Jesucristo, Palabra de Dios, encarnada, es el punto de referencia que da sentido y unifica


todas las partes de la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento).
b) La Biblia es esencialmente el libro de la comunidad eclesial. La tradición y el magisterio
garantizan la autenticidad, la unidad fundamental y la fidelidad al contenido de la Palabra y a su
justa interpretación.
c) La lectura y la interpretación de la Palabra de Dios se hace en fidelidad al hombre
latinoamericano.
d) Es necesario un diálogo constante entre los catequistas y los estudiosos de la exégesis bíblica
(sentido de las palabras en el autor bíblico) y de la hermenéutica (la actualización del sentido
para nosotros) que enriquecerá tanto a las ciencias bíblicas como a la Catequesis.
e) La lectura y el estudio bíblico no es solamente un instrumento para la tarea catequística sino
también, fuente de espiritualidad y de maduración de la Fe para los catequistas y para la
comunidad.

3. Para lograr estos objetivos y para que todas las comunidades puedan disponer del texto
sagrado en su propia lengua, es recomendable la organización del apostolado bíblico católico a
nivel continental, nacional, diocesano y parroquial con una apertura ecuménica.

4. Uno de los objetivos principales para la Catequesis es la formación de la comunidad eclesial.


Por lo tanto, la acción de los catequistas no puede reducirse solamente a la lectura,
interpretación y aplicación de la Biblia a la vida, sino que también conducirá a los
catequizandos a la celebración de los sacramentos y de manera específica a la Eucaristía (DV
21).

El estudio de la Biblia nos llevará también a la profundización de los contenidos de la Fe


católica y a la toma de conciencia de nuestra condición de miembros de la Iglesia).

Una catequesis fundada en la Historia Bíblica buscará formar cristianos maduros que bajo la
acción del Espíritu Santo transformen dentro de la estructura de la sociedad en el respeto y
promoción de la integridad de la persona humana (P 1206-1225).

Somos conscientes del gran despertar Bíblico que presenciamos en la Iglesia de América Latina
en los últimos tiempos. Vemos en este despertar la preocupación del pueblo de Dios por volver
a las fuentes de la revelación. Por eso es necesario apoyar todos los esfuerzos que se están
haciendo para llevar la Biblia a todos los lugares, ambientes y personas que forman la
comunidad eclesial, (en especial la familia, la escuela y la juventud) a través de cursos,
encuentros, estudios especiales y círculos bíblicos.

5. La Catequesis y su opción por los pobres


Siguiendo las orientaciones de nuestros pastores en la III Conferencia General del Episcopado
celebrado en Puebla, nuestra catequesis en América Latina ha de contribuir que la Iglesia
latinoamericana asuma y viva su compromiso de la opción preferencial por los pobres.

“No todos en la Iglesia de América Latina, dice Puebla, nos hemos comprometido
suficientemente con los pobres; no siempre nos preocupamos por ellos y somos solidarios con
ellos. Su servicio en efecto, requiere una conversión constante en todos los cristianos, para
identificarnos más plenamente con Cristo pobre y en los pobres” (P 1140-1141-1142).

Nuestra Catequesis debe comprometerse en esta opción por los pobres: Porque el compromiso
evangélico de la Iglesia, como ha dicho el Papa, debe ser como el de Cristo: un compromiso
con los más necesitados (P 1141-1142).

Porque viviendo esta opción, la Iglesia se sentirá continuamente llamada a la conversión e


impulsada a la Evangelización.

– Porque María, Madre de la Iglesia, modelo de los pobres de Yahvé, manifestó su presencia
permanente entre los pobres.
Una catequesis que busca esta opción supone:
– Esforzarnos para que nuestras Iglesias den testimonio de pobreza renunciando a las ataduras y
privilegios de los poderes de este mundo.
– Promoviendo la participación activa de los pobres en la vida de la Iglesia.
– Apoyando con Espíritu Evangélico las iniciativas por un mundo mejor.

Formando también a los pobres en un espíritu evangélico de pobreza.

Viviendo realmente esta opción, la Iglesia sigue el plan salvífico de Dios, que busca la
liberación integral del hombre, transformando las estructuras de egoísmo y de pecado de
nuestro Continente.

4. ACCIÓN CATEQUÍSTICA DE LA COMUNIDAD

1. La comunidad catequizadora realiza su tarea a través de una formación permanente


En la comunidad catequizadora, los bautizados, movidos por el Espíritu, sienten hambre de
Dios y lo buscan de muchas maneras.

La catequesis permanente de la Iglesia es la respuesta a esta aspiración. Todos los cristianos


aprenden a dar razón de su fe, de su esperanza, de su amor y de la justicia, mediante la
formación necesaria, la convivencia fraterna y las celebraciones litúrgicas (P 999).

Esta catequesis permanente es la actitud pedagógica de la Iglesia, por medio de la cual todos los
cristianos desarrollan progresivamente su fe en Dios, asumen el papel que les corresponde en la
comunidad eclesial y en la misión de transformar el mundo según el proyecto Divino; además
los lleva a celebrar la fe, la esperanza y la caridad de Dios, que interviene en la historia
salvífica de cada hombre y de la comunidad (P 939).

2. La comunidad catequizadora asume las culturas y la religiosidad popular


Si la cultura es el modo propio y original como cada persona y comunidad se relaciona con
Dios, con las personas y con el mundo (P 386), la comunidad catequizadora en América Latina
estará siempre convencida de que no habrá educación de la fe, profunda y seria, mientras no
estudie, discierna y asuma las culturas de sus pueblos. Solo así descubrirá en ellas lo que
personaliza y da sentido comunitario para anunciarlo como “semillas del Verbo” y acción del
Espíritu, o lo que esclaviza y por lo tanto despersonaliza para denunciarlo como ausencia de
Dios (P 997). Ha de llegar por lo tanto con vivo amor y respeto, a las culturas indígenas,
afroamericanas y a las subculturas campesina, urbana, obrera y juvenil, así como a la
civilización tecnológica.

Porque esta comunidad catequizadora sabe que en la cultura hay una palabra de Dios con la
cual debe sintonizar, se revestirá de una permanente actitud de escucha, admiración y
contemplación ante todo lo justo, noble y bueno que hay en ella. Del mismo modo tomará una
actitud prudente de denuncia de todo lo que es alienante y despersonalizante en las mismas.

Ya que la religiosidad popular es parte muy importante de esas culturas y porque siempre ha
estado presente en la Historia de la Salvación, la comunidad catequizadora la valorará de modo
particular.

Ella sabe que la Religiosidad Popular ha mantenido la fe del pueblo, especialmente en la


devoción mariana, en la cual se edifican aún nuestros pueblos tanto campesinos como urbanos
(P 284). Siempre ha sido una gran fuerza de liberación cuando se aprovechan sus valores, o
cuando predominan o incluso se explotan sus antivalores o aspectos meramente externos (P
466).

Debe pues apreciarse esa fuerza histórica liberadora, explicándola, potenciándola y


madurándola con la Palabra de Dios, leída proclamada y celebrada en la fe pascual de la
Iglesia.

Nuestro pueblo ama las fiestas y ciertos tiempos y lugares dedicados a la alegría o penitencia
comunitarias. Esto se manifiesta en actitudes, objetos, signos, peregrinaciones, procesiones,
templos y santuarios, cementerios y devoción a los difuntos, semana santa y fiestas patronales,
etc. La comunidad catequizadora debe descubrir con alegría que allí hay ricos valores de fe, de
esperanza, de amor a Dios y al prójimo, de reparación y de reconciliación.

Reflexionar sobre cada uno de estos aspectos, planearlos y ejecutarlos con verdadero sentido
catequístico, es una riqueza y un precioso elemento de crecimiento.

La devoción mariana constituye una riqueza especial para la comunidad catequizadora. Cada
una de sus manifestaciones, como son las oraciones y devociones, el Ángelus, el Santo Rosario
(especialmente el Rosario de Aurora), las imágenes y los monumentos, etc. son oportunidades
magníficas para la creatividad e iniciativa catequística de la comunidad (P 907; EN 71; CT 68;
FC 70-72).

Siendo la familia latinoamericana el lugar fundamental en la educación en la fe y de la práctica


genuina Religiosidad Popular, merece especial interés por parte de la comunidad catequizadora
en su atención, reflexión y planeación catequística.
Así nuestra catequesis estará impulsando la catequesis familiar que hemos constatado con
alegría es una realidad en muchos lugares de nuestro continente.

El pueblo posee maneras propias de expresarse en procesos naturales continuos, símbolos,


tradiciones familiares y lenguajes; son su manera y originalidad para relacionarse con Dios, los
otros y el mundo. La comunidad catequizadora iluminada por el Evangelio, la Teología y las
ciencias humanas hará suyos esos lenguajes para la transmisión adecuada del Mensaje. Así se
encarnará en el hombre de cada región y de cada época, sin ser opresora y alienante.

Por eso su lenguaje será como el de nuestro pueblo latinoamericano: sencillo, directo, festivo,
espontáneo, que parte de la experiencia. Esta catequesis así impartida utilizará las riquezas de
los idiomas, modismos, gestos, actitudes, cantos, instrumentos musicales, artesanías y formas
de arte, poemas y relatos, poesía popular, versos a lo divino, poesía de cordel, devocionarios,
novenas, usanzas en el trato mutuo y en las reuniones, etc. (P 457).

3. La comunidad catequizadora celebra su fe y su compromiso en la Asamblea Litúrgica


Particular énfasis pondrá la comunidad catequizadora en las Asambleas litúrgicas. Éstas, que no
pueden reducirse al ritualismo, como frecuentemente acontece, reúnen a los cristianos para
celebrar su fe, e impulsar, renovar y orientar toda la vida cristiana. Así se constituye en una
poderosa acción catequística.

El Misterio Pascual, centro de la catequesis, se actualiza en ellas en gestos, palabras y signos,


para que todos los miembros del Cuerpo de Cristo festejan su salvación, se liberen de sus
infidelidades y así se constituyan en testigos de esperanza (P 940), y cuenten con la fuerza
divina en la construcción de una sociedad justa y fraternal abierta a Dios (P 1206-1225).

Las celebraciones litúrgicas de la Palabra y de los Sacramentos, que deben estar siempre
encarnados dentro de la vida, cultura y necesidades de cada comunidad, constituyen el
momento privilegiado para un crecimiento de la fe (DP 899) por medio de una adecuada
preparación del sacramento, su cuidadosa celebración y una catequesis de seguimiento.

4. La comunidad catequizadora forma cristianos comprometidos con la liberación integral del


hambre

Fundamentalmente la comunidad catequizadora anuncia en su acción la Buena Noticia de que


DIOS ES COMUNIDAD TRINITARIA DE AMOR Y NOS INVITA A VIVIR COMO ÉL.
Esto lo realiza en su contexto histórico determinado. El contenido del anuncio es:

– Dios es nuestro Padre. Todos los hombres somos sus hijos llamados a vivir con confianza
filial en la libertad integral (P 182, 214).
– Cristo es nuestro hermano. Dios se hace en la historia uno con nosotros, enviando a su Hijo
por amor, nace de María en una familia pobre. En Él y por Él, Dios nos hace hermanos (P 183,
275).
– El Espíritu Santo es comunión. El Padre y el Hijo nos envían permanentemente su Espíritu,
que nos impulsa a vivir y comunicar en justicia y amor su Plan Salvífico (P 197).
– El señorío del hombre. Dios ha dado a los hombres el universo para que continúen su obra
creadora y lo administren en beneficio de todos, hasta que todo sea todo en Cristo (P 184, 210,
242).
La comunidad catequizadora se ve abocada hoy a comprobar que este anuncio de la Buena
Noticia en América Latina contrasta oír por doquier con las situaciones de injusticia
institucionalizada, escándalo y contradicción de ser cristiano (P 28), que obstaculiza al hombre
latinoamericano a ser hijo de Dios, hermano de los otros y Señor del mundo (P 495, 509, 562).
Por eso la comunidad catequizadora, con profundo amor y respeto pero sobre todo con el
testimonio de vida, siente el deber de anunciar esas situaciones de pecado y al mismo tiempo de
reflexionar y ayudar a reflexionar sobre ellas con conciencia crítica (P 278, 335).

Así mismo anuncia con gozo, en palabras y hechos, que todo hombre es hijo de Dios, hermano
de los otros y Señor del mundo en "fraternidad" para construir ya en la tierra el Reino de Dios
(P 78, 322).

Tal reflexión la hace a la luz de la Palabra de Dios confiada a la Iglesia para confrontar los
acontecimientos de la vida con el plan salvífico sobre el hombre y el mundo, y así descubrir en
qué medida este plan se va cumpliendo (valores) y también en qué y por qué el hombre lo
rompe (pecado personal y social) (P 279, 518).

Esto mismo exige de la misma comunidad catequizadora, como catequesis propia, continua
conversión, una revisión de vida a la luz del Mensaje, para pasar de situaciones de injusticia a
otras de creciente justicia; de situaciones de opresión a la liberación integral; de la miseria y la
opulencia a la pobreza evangélica; del odio y la división, al amor y a la fraternidad; en una
palabra, del pecado a la gracia (P 193, 437, 438).

La comunidad catequizadora siempre debe sentirse ungida a expresar su conversión con el


mismo compromiso del Señor Jesús, hasta el martirio, si es necesario, como ha sucedido con
Él, con los apóstoles y con no pocos evangelizadores de América Latina ayer y hoy (P
194,195,196).

Dicha comunidad al mismo tiempo que va impulsando la realización del plan de Dios en la
historia concreta, mantiene siempre la viva conciencia de que el Proyecto Salvífico de Dios
sobrepasa y es norma critica a cualquier proyecto humano.

Con espíritu de leal colaboración por eso se preocupará de que surjan en ella misma, líderes
cristianos en los campos religioso, político, social, cultural, familiar, económico etc. a quienes
respetará, estimulará, acompañará y ayudará con su solidaridad y su crítica constructiva (P 197,
1226).

5. FORMACIÓN DE CATEQUISTAS EN LA COMUNIDAD

A todos nos concierne la tarea de la catequesis (CT Cap. IX); Obispos, Sacerdotes, Familias,
Grupos apostólicos y Agentes de pastoral, todos estamos llamados a ser catequizados y a ser
catequistas.

Por tanto, la comunidad eclesial, en sus grupos peculiares, tienen como tarea primordial la
catequesis. La comunidad es agente de la catequesis y a la vez es catequizada por la misma
comunidad, en proceso permanente.

La identidad de los catequistas está profundamente marcada por nuestra pertenencia vital a la
comunidad eclesial presidida por el Obispo, de quien reciben la misión de enseñar, de acuerdo
con las condiciones humanas, sociales y religiosas de los elegidos que surgen de la comunidad.
Como catequistas ejercitamos y desarrollamos el ministerio profético recibido en nuestro
bautismo, y ratificado en la confirmación como un servicio a la comunidad y al mundo.

El ser catequistas nos exige vivir la fe participando en la vida de nuestros pueblos y en


profunda comunión con la comunidad cristiana, alimentarnos de la Palabra, de los sacramentos
y de la oración; valorar nuestras propias culturas y ser agentes de transformación de nuestro
ambiente a la luz del Evangelio. Así buscamos ser fieles a Cristo, a la Iglesia y al hombre
latino-americano.

La vida y el crecimiento de nuestras comunidades depende, en gran parte, de buenos


catequistas. De aquí la urgencia de una formación permanente de mayor alcance y calidad a
todos los niveles: básico (actividad catequística concreta), medio: (formación de catequistas) y
superior: (profundización e investigación catequética).

Para este ministerio catequístico es importante descubrir personas de Fe, sensibles a la vida de
la comunidad, abiertas al diálogo y capaces de crear relaciones humanas.

Por esta razón pensamos que la peculiaridad en la formación de los catequistas


latinoamericanos debe enfatizar los siguientes aspectos:

– Servicio fiel de la Palabra de Dios, con capacitación para leer en atenta escucha la
intervención de Dios dentro de la historia compleja del pueblo latinoamericano y para poder
anunciar: "hoy se cumple esta escritura delante de nosotros" (Lc 4,21).

Así podrá transmitir cuanto se le ha encomendado y no sus propias opiniones (CT 6; EN 16).

1. La formación integral del catequista es un proceso vivencial que implica:

– Una integración del catequista en la vida de la Iglesia.


– Una experiencia concreta de comunidad insertada en comunidades más amplias, diócesis,
Iglesia universal.
– Una capacitación para conducir procesos de educación ordenada y progresiva de la fe dentro
de la comunidad.
– Una capacitación para hacer una interacción entre el caminar de la comunidad y las
formulaciones de fe ofrecidas por la Biblia, la tradición, el Magisterio y la Vida litúrgica.
– Una capacitación para leer críticamente la realidad y discernir, en comunidad, los signos de
los tiempos como mementos catequísticos de Dios.
– Identificación y formación revisada permanente con la comunidad en la cual el catequista
ejerce su ministerio. Esta identificación se manifiesta en actitudes de respuesta de fe participada
en la comunidad por la oración, el testimonio del amor y el ejercicio de la alegría evangélica,
que levanta la mirada de las realidades terrenas para caminar hacia una liberación que no es
sólo tierra, dinero y poder, sino Reino integral y proceso para todos los instantes de la vida (Mt
5).

El Catequista, pues, necesita capacitación para ser educador de la fe, "maestro" de oración,
testigo de caridad y animador permanente de la comunidad en la alegría de la esperanza
cristiana.
2. En una perspectiva bíblica creemos que habría de orientarse la formación de los catequistas a
todo nivel, empezando por la familia (primera catequizadora y los seminarios) a fin de que
todos los miembros de la comunidad se capaciten para leer su propia historia a la luz de la
Palabra de Dios y ésta a la luz de su historia (P 1039).

– Adhesión incondicional a Cristo y a la Iglesia, expresada en compromiso permanente y en


actitud apostólica creciente.
– En medio del ambiente supersticioso, materialista, pluralista, secularista y ateo que se
experimenta en muchas partes, el catequista promueve el “nacimiento” de hombres nuevos,
animados en la Palabra que proclama la Iglesia, capaces de reconocer a Cristo en los hermanos
y fieles en el servicio permanente de la Iglesia.
– Como los Obispos y Presbíteros son los primeros responsables de la catequesis, los
catequistas por excelencia (CT 63-64), necesitan asegurar una renovación permanente que les
proporcione un conocimiento del actual movimiento catequístico y les lleve a apoyar
eficazmente este ministerio prioritario en la vida de la Iglesia.
Esta adhesión a Cristo y a la Iglesia dan mayor interés a la formación de los catequistas en
cuanto llevan a tener presente la organización de la Iglesia como ella se presenta y, con espíritu
evangélico, en sus aciertos, fallas y sistemas, con la genuina doctrina, con las diócesis y
parroquias, con las personas que hoy ejercen el ministerio y con todos los males que aquejan a
la entidad Iglesia, para su permanente rejuvenecimiento donde se vea el rostro de Cristo (LG 1).

Finalmente merecen especial mención los pequeños grupos y CEB, que son exigencia para la
germinación y nacimiento de nuevos catequistas, y a la vez, campo de valiosas experiencias,
catequísticas respecto al estudio, a la interpretación de la realidad vital, a la celebración de la fe
y al contacto saludable para cultivar las actitudes cristianas en comunidad.

Esta realidad de pequeños grupos, existente en algunas naciones latinoamericanas exige a los
centros de formación catequística una programación especial, seria, esmerada, acerca de la
animación de grupos y de la asistencia eficaz a la catequesis de adultos, como meta
indispensable para el fortalecimiento de la Iglesia latinoamericana del futuro.
Conviene que se introduzca y se fortalezca en los seminarios, casas de formación religiosas,
Institutos Seculares, la formación catequística no solo por medio de cursos académicos sino
también por experiencias bien asesoradas a lo largo del período formativo.

6. LÍNEAS METODOLÓGICAS Y RECURSOS CATEQUÍSTICOS

1. Comunidad que catequiza exige una nueva y apropiada metodología

“La catequesis tiene una íntima unión con la acción responsable de la Iglesia y de los cristianos
en el mundo. Todo el que se ha adherido a Jesucristo por la Fe y se esfuerza por consolidar esta
Fe mediante la catequesis tiene necesidad de vivirla en comunidad con aquellos que han dado el
mismo paso” (CT 24). La catequesis proclamada y vivida en la comunidad y por la comunidad
es una etapa de la Pedagogía de la Fe utilizada por el Señor en la historia de la salvación. En
efecto, Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación (2 Cor 1,20) mandó a los apóstoles
predicar a todo el mundo el Evangelio. Este Evangelio se conservará vivo y entero en la Iglesia
(DV 1) que lo transmite a través de los siglos, por signos, obras y palabras, como la revelación
del Señor. Una catequesis desarrollada en el seno de la comunidad debe iluminar con la palabra
de Dios las situaciones humanas y los acontecimientos de la vida para hacer descubrir en ellos
la presencia o la ausencia de Dios.
Tenemos la convicción de que Jesucristo, hijo de Dios e hijo de María, revelando la
misericordia del Padre, es el ejemplo clave de nuestra pedagogía de la Fe; en la manera de
acercarse a todo hombre en especial a los más necesitados y en acompañarlos en su camino y
en sus esperanzas.

Una catequesis así presentada, –permite descubrir las “semillas del verbo” en el mundo– hace
posible al creyente caminar en la historia unido al pueblo de Dios y construyendo la Iglesia –
adecua la fe del cristiano al momento histórico que vive–. Ayuda al pobre a tomar conciencia
de su situación de injusticia y a descubrir a Dios en su vida y ayuda a todo cristiano a dar a
Dios una respuesta de Fe, superando así el divorcio entre la Fe y la vida.

Nuestra catequesis así concebida, al alcance del pueblo, debe revalorizar las celebraciones con
la incorporación de signos culturales autóctonos, teniendo en cuenta el Espíritu litúrgico y la
originalidad de los momentos celebrados.

Es oportuno que los responsables de la liturgia y catequesis aúnen sus esfuerzos para que la
celebración de coda sacramento desarrolle los tres grandes momentos formativos:

– El momento primero o catequístico, en que se hace la preparación del sacramento para


quienes desean recibirlo y para la comunidad.
– El momento celebrativo que realiza lo anunciado en el momento catequético con
incorporación y explicación de signos, gestos y palabras, bajo un ambiente de autenticidad y
sinceridad litúrgica;
– El momento de prolongación del sacramento, en el cual la catequesis hace que los signos se
concreten en la vida del cristiano.

2. La comunidad catequizadora exige recursos adecuados

La comunidad catequizadora debe tener una organización adecuada, que cuente con las
personas, con los medios e instrumentos y con los recursos necesarios (CT 63).
Nunca serán bastante los recursos y ayudas que se presten para que la comunidad pueda
cumplir su misión catequizadora, en primer lugar por ser misión fundamental de la Iglesia y
luego porque su beneficio revierte en la misma comunidad.
Es necesario, por lo tanto que en cada comunidad, diocesana, parroquial o comunidad eclesial
de base se tengan los fondos necesarios, para disponer de recursos y medios adecuados.

3. Los Medios de Comunicación Social en la catequesis de la comunidad

1. La catequesis de la Iglesia y los MCS


La Iglesia responsable del mandato de Cristo: “Id y predicad el Evangelio a toda creatura. . .”
siempre ha comprendido la necesidad de la proclamación verbal del mensaje de Cristo. Es la
catequesis la que ha propagado la gran noticia a través del tiempo y del espacio.

Como la Evangelización es comunicación: por tanto la comunicación social debe ser tenida en
cuenta en todos los aspectos de la transmisión de la Buena Nueva (P 1063).

Los Medios de Comunicación Social tienen la posibilidad de extender, casi sin límites, la
difusión del mensaje que penetra la conciencia, llega al corazón, suscita adhesión y
compromiso personal.
El fin primordial de la comunicación es hacer comunidad, crear el ámbito para participación de
valores que se hacen comunes, es interacción y comunión, mensaje y respuesta que desarrolla
los valores humanos que deben culminar en esa comunidad eclesial cuya cabeza es Cristo,
única garantía de alcanzar comunión y participación de los valores supremos.

Somos con toda nuestra persona, el medio más significativo de comunicación del Mensaje. Esto
supone que tengamos la capacidad de expresión en todas sus formas; saber dialogar y transmitir
el mensaje siendo fieles a Jesucristo, a su Iglesia y al hombre.

Por lo mismo la catequesis debe ser la comunicación progresiva, liberadora e integral de la


Buena Nueva de Jesucristo. Esta comunicación nos llama a la plena vida de fe y nos hace
crecer como cristianos.

2. Realidad en los Medios Masivos de la comunicación social:

a. Aspecto positivo

La comunidad catequizadora cree en su fuerza positiva y fiel a su misión quiere llevar el


mensaje a “todas las gentes”. En consecuencia aprovecha los posibles espacios que se le
ofrecen en estos medios para dar más fuerza y amplitud al anuncio del Evangelio.

El uso inteligente y adecuado de los MCS nos estimula a buscar personas, medios, formas,
lenguajes... capaces de responder a las exigencias de una auténtica comunicación, comunión
fraterna y asimilación del mensaje.

Es necesario que la acción catequística se ejerza tanto sobre los que producen los mensajes
como también sobre los que los reciben.

b. Aspecto negativo

La comunidad catequizadora es consciente de que realiza su misión en medio de una sociedad


“bombardeada” por mensajes consumistas, alienantes, e inmorales. Es sabido que los MCS en
general, están al servicio de estructuras de poder, de intereses económicos, políticos e
ideológicos y por consiguiente, su fuerza poderosa es un serio peligro para nuestra identidad
latinoamericana y debilita la vivencia de valores humanos y cristianos. Ante esta tan grande
realidad, vemos la urgencia de despertar en nosotros y en nuestro pueblo, un sano sentido
crítico frente al impacto violento de los MCS por medio de una educación concientizadora
conforme al espíritu de Cristo.

2. Medios grupales

La comunidad catequizadora siente la urgencia de asumir valorizar y producir medios audio-


visuales a su alcance y que respondan a sus necesidades. En el continente poseemos una gran
riqueza cultural y una fuerte capacidad creativa que nos lleva:

– A aprovechar todos los signos presentes en la vida y en la naturaleza que nos rodea;
– Y a elaborar nuestros propios recursos audio-visuales: danza, teatro, artesanía, música,
dibujos, etc.
El uso catequético de estos recursos autóctonos y sencillos que integran el lenguaje, las
expresiones artísticas, culturales y religiosas de nuestros pueblos será de enorme utilidad para
la entrega y comprensión del mensaje de salvación del Señor Jesús.

7. CONCLUSIÓN

Al final de este gran abrazo que nos hemos dado al realizar la Primera Semana Latinoamericana
de Catequesis, queremos testimoniar nuestro más profundo agradecimiento a tantos miles de
hombres y mujeres, nuestros hermanos, que nos han acompañado intensamente con sus
oraciones. Son ellos sin cesar lámparas inagotables, fuentes de luz, llamados por el Señor para
continuar su obra catequizadora en cada uno de nuestros pueblos.

Agradecemos además, a todas las personas, servidoras del pueblo en nuestra Iglesia, en
particular, del Departamento de Catequesis del CELAM, todo el esfuerzo generoso y sincero,
que ha hecho posible la concreción de esta Primera Semana Latinoamericana de Catequesis.

Dios, nuestro Padre, su Hijo Jesucristo, Señor de la historia, con la luz del Espíritu Santo, por
intercesión de la Virgen María, educadora de la Fe en América Latina, nos dé valentía
suficiente a realizar, con un solo corazón, estas orientaciones y pistas catequísticas que hemos
descubierto con su presencia en nosotros.

Mensaje a los Catequistas

Hermana, Hermano, Catequista:

Estamos reunidos cien catequistas de toda Latinoamérica, Obispos, Sacerdotes, Religiosas,


Laicos, en la ciudad de Quito, Ecuador.

Nos convocaron los Obispos a través del Departamento de Catequesis del CELAM.

Tú tendrás dentro de poco las conclusiones de nuestro trabajo. Trabajo que estamos haciendo
como catequistas y para catequistas con la esperanza que los documentos sean útiles para tu
ministerio.

Nuestro tema es “La Comunidad Catequizadora en el Presente y en el Futuro de América


Latina”.

Por Comunidad Catequizadora entendemos a las pequeñas comunidades, a las comunidades


eclesiales de base, a los grupos cristianos, y a las parroquias y diócesis como Comunidad de
Comunidades.

Pero de inmediato queremos escribirte estas líneas antes de separarnos de esta hermosa
experiencia comunitaria que estamos viviendo.

Lo primero que deseamos decirte es que no estás solo, hermana hermano.

Ni tú, ni tu comunidad.
Somos cientos de miles. Somos millones. No hay estadio en el mundo capaz de recibirnos a
todos.

Al reunirnos en la sala de Conferencias, nuestros ojos ven a través de nuestros compañeros,


distintas razas, lenguas formas de vestir..., viviendo en situaciones geográficas, económicas,
sociales, políticas…, diferentes.

Sin embargo, no somos un mosaico de piezas pegadas unas al costado de las otras. Formamos
una inmensa comunidad. Una Comunidad de Comunidades.

La Comunidad Catequística Latinoamericana.

1. ¿Quién nos une a nosotros que somos millones? Jesús: Somos sus seguidores. Discípulos del
Maestro.

Formamos parte de un cuerpo universal: La Iglesia.

Todos escuchamos el mismo llamado personal de Jesús: “'Vayan por todas partes, anuncien el
Evangelio a toda la creación. Los que crean bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”.

Hermano, Hermana catequista, tenemos que confesarte, así simplemente, que por momentos
tenemos miedo... o algo muy parecido. Tan grande es nuestra tarea. Pero no estamos solos.

2. La Catequesis tiene como centro a Jesús, que nos revela que todos somos Hijos de Dios y
hermanos entre nosotros.

Por eso todos estamos empeñados en mostrar y defender la dignidad de toda mujer, hambre,
niño, niña, anciano, anciana. . .

Con frecuencia nos tratan como si fuésemos cosas. Muebles que se arrinconan o se venden. No
somos.

Somos imagen de Dios e Hijos de su amor.

Todos tenemos derecho a la vida, a la justicia, a la educación, al pan diario, al trabajo, al


descanso... En una palabra, a que vayamos haciendo camino hacia una liberación integral en
la paz y en el respeto hacia todos.

Esta defensa del ser humano nos coloca con frecuencia en medio de peligros y persecuciones.

No podemos callar.

Tampoco estar tristes, Jesús nos dice: “Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,10).

3. Jesús predicó con sus hechos y palabras a todos los que tenían el corazón abierto. No hizo
distinciones. Tuvo sí predilección por los enfermos, marginados, niños, en fin por los pobres.
La primera Bienaventuranza dice: felices los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Catequistas tenemos una misión universal, dirigida a todos los hombres, pero una predilección
por pobres que son mayoría en nuestro Continente.

Ellos nos enseñan mucho sobre cómo vivir el Evangelio.

4. Nuestra gran riqueza es la Biblia, que leemos, meditamos, oramos de tantas maneras: En la
celebración de la Eucaristía, en la familia, personalmente...

Ella construye y alimenta nuestras comunidades.

Nos impulsa a buscar una sociedad fraterna.

Nos da paz en medio de la lucha y preserva nuestro corazón del odio.

5. Los niños necesitan Catequesis, también las jóvenes, la pareja, los adultos, los ancianos...
Todo el mundo, toda la vida.

Por supuesto, que nuestro trabajo aumenta; pero es la necesidad pastoral de nuestros pueblos.
Y claro, no se puede enseñar de la misma manera al adulto que al niño. Tenemos que
diversificar el trabajo. Especializarnos. Trabajar en equipo y en comunidad no significa hacer
todos lo mismo. Organicémonos.

6. En este Encuentro tomemos una vez más conciencia que siempre necesitamos orar y
aprender.

La formación permanente.

El Catequista camina con su comunidad. Cada día un pasito, siempre adelante animados por
el Espíritu.

Estos días están centrados en la oración, en la Eucaristía y la Reconciliación.

Podemos, sin embargo, decir que la Virgen María presidió siempre nuestro trabajo.

Ella que es la primera catequista latinoamericana.

“Que con sus pies descalzos recorre todo nuestro Continente para traernos a Jesús”.

Hermana, Hermano catequista, miramos hacia el futuro.

Preparamos la entrada del tercer milenio.

Y ese futuro lo queremos más justo, más humano, más lleno de Dios, más unidos entre nosotros
sin excluir a nadie.

Esa preparación la vamos realizando principalmente a través de nuestras comunidades


catequizadoras que brotan a lo largo y a lo ancho del Continente.
Caminamos juntos. Vamos hacia la Vida sin límites, Hacia Dios que nos llama y espera con los
brazos abiertos.

Mensaje del Santo Padre

STATO DELLA CITTA DEL VATlCANO


TELEGRAMMA
SVAT DA CVATICANO 23163 68 7 1730

OCASIÓN PRIMERA SEMANA LATINOAMERICANA DE CATEQUESIS, SANTO


PADRE ENVIA CORDIAL SALUDO OBISPOS SACERDOTES RELIGIOSOS Y LAICOS
PRESENTES EXHORTÁNDOLES DESARROLLAR EN SUS CONCRETOS ASPECTOS
PRÁCTICOS DIRECTRICES PUEBLA PARA QUE LA IGLESIA ESE CONTINENTE SEA
CONSTANTE FERMENTO EVANGELIZACIÓN JÓVENES Y ADULTOS. INVOCANDO
ABUNDANTES GRACIAS DIVINAS SOBRE TRABAJOS REUNIÓN IMPARTE
PARTICIPANTES TODOS IMPLORADA BENDICION APOSTÓLICA.
CARDENAL CASAROLI
TELEGRAMMA

N. 47 di recapito Consegnato al fattorino alle ore

MONS FELIPE SANTIAGO BENÍTEZ PRESIDENTE DEPARTAMENTO CATEQUESIS


CELAM C / O NUNTIUS BOGOTA
SECRETARIA DE ESTADO CITTÁ VATICANO

Quito, Ecuador 4 de Octubre de 1982

A Su Santidad
JUAN PABLO II
Ciudad del Vaticano

Beatísimo Padre:

Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, Laicos, participantes Primera Semana


Latinoamericana Catequesis agradecidos paterna bendición expresa filial adhesión con trabajo,
estudio, oración, secundando en comunión deseado “nuevo impulso obra catequética para que
la Iglesia pueda estar en condiciones de realizar con eficacia su misión en nuestro Continente,
animados feliz exhortación Apostólica Catechesi Tradendae”.

FELIPE SANTIAGO BENÍTEZ


Presidente
Departamento de Catequesis
CELAM
ORACIÓN POR LA PRIMERA SEMANA LATINOAMERICANA
DE CATEQUESIS

Señor, Jesús, Maestro bueno, que nos has dado a conocer al Padre, y con la entrega de tu Vida
nos has unido por el Espíritu en un mismo amor: haz que las comunidades cristianas sean
capaces de hacer comprender a la gente de nuestros pueblos el misterio por el cual todo hombre
está unido a Ti y por Ti alcanza a comprenderse y a gozar de la vida verdadera.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Señor, Jesús, “que has venido como Maestro de parte de Dios”, y nos has llamado a ser
catequistas en Tu Iglesia, haznos perseverantes en la Verdad, como fieles discípulos, y como
apóstoles, celosos misioneros para que la gente de nuestros pueblos lleguen a ser bautizados en
la Vida nueva.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Señor, Jesús, “que has enseñado con tu misma vida la Voluntad del Padre”, haz que seamos
fieles a tu enseñanza en palabras y obras, fieles al Magisterio que has confiado a Tu Iglesia y
fieles al amor que has querido tener para con todos los hombres.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Señor, Jesús “que nos has enviado a hacer discípulos tuyos a todos los pueblos”, mira a
nuestros pueblos de América Latina en sus sufrimientos y en sus esperanzas, y haz que la obra
evangelizadora que has encomendado a tu Iglesia, conduzca a cada hombre a la íntima
comunión contigo, para que conozca la dignidad de hijo de Dios por la que has dado tu Vida y
la condición de hermano con los demás hombres, como instrumento de tu Paz.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Señor Jesús, “que por Tu Espíritu nos das tu Palabra”, ilumina nuestros trabajos de educadores
de la fe de nuestros pueblos, fortalece la comunión pastoral de los Obispos que nos conducen
en tu Nombre, "llama a más obreros –catequistas– a trabajar en tu campo, en la formación
cristiana permanente de niños, jóvenes, adultos y ancianos”.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Señor Jesús, “que estás con los que son tuyos hasta el fin de los tiempos”, que la PRIMERA
SEMANA LATINOAMERICANA DE CATEQUESIS sea para tu Iglesia en América Latina
un nuevo impulso de evangelización y para los que hemos de participar en su preparación y
celebración sea una renovación interior que nos mueva a la alegría de anunciar tu Evangelio y
de acompañar a quienes van al encuentro de tu Palabra y de los Sacramentos de tu Vida.

Señor, Maestro Bueno, escúchanos

Virgen María, Madre del Señor Jesús y Madre de la Iglesia, estrella de la Evangelización y
educadora de la fe en América Latina, presenta estos ruegos a tu Hijo que siendo Dios vive y
reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Aportes recibidos de algunos países para la Primera Semana Latinoamericana de Catequesis

CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS

Los aportes venidos de los países han sido sistematizados según un esquema convencional que
busca un ordenamiento de los diversos elementos para una visión de conjunto. Tendencias,
tensiones, carencias, avances y expectativas. Es un esquema que pareció práctico como vía de
aproximación a la realidad catequética del Continente. Esta sistematización quiere ser punto de
partida en el trabajo de la Semana.

Es obvio que aquí no está reflejada de manera exhaustiva toda la gama de elementos que
integran la compleja y variada situación catequética de América Latina. Toda síntesis implica
riesgos de parcialización, de mediatización y de interpretación subjetiva que quizás no respeten
el sentido original de los aportes ni la intención contextual con que fueron ofrecidos. Es
probable que muchos elementos importantes hayan quedado diluidos, implícitamente
expresados o francamente silenciados.

Por consiguiente, se impone para su lectura una sana postura crítica, dispuesta a dar su justa
proporción a las afirmaciones contenidas en los aportes. Hay que leer con gran libertad de
interpretación, vinculada fundamentalmente a la situación que vive cada país.

El punto de vista desde el cual se agruparon los distintos elementos puede variar de acuerdo
con las mentalidades y experiencias que se posean. Es posible que uno o varios elementos sean
clasificados de manera distinta: lo que es esencial, sin embargo, es considerarlos con libertad de
ubicación.

El carácter repetitivo de algunos aportes podrá ser visto en la perspectiva de prioridad y de


urgencia que revisten en el contexto de nuestro quehacer catequético.

Los aportes que han llegado al Departamento de Catequesis del CELAM proceden de los
siguientes países: Uruguay, Argentina, República Dominicana, Chile, México, Panamá, Brasil,
Paraguay, Venezuela, Ecuador, Perú, Costa Rica y Haití. Voces catequísticas venidas de todos
los horizontes que, a modo de rico muestreo, nos dan la oportunidad de encontrarnos, de alguna
manera con la realidad catequética del Continente.

Los países no incluidos en estos aportes sistematizados podrán reconocer, sin embargo, su
situación peculiar puesto que ellos reflejan grandes porciones del quehacer catequético
fácilmente identificables en la mayoría de nuestros países.

En todo caso pueden considerarse como un cuestionamiento inicial que facilite la puesta en
marcha del proceso que queremos vivir en las jornadas de esta Primera Semana
Latinoamericana.

El asterisco que aparece en algunos aportes significa la especial acentuación que le han dado
los países.

I. AVANCES
Avanzar es expresión de dinamismo y vitalidad. Es ley de la vida y condición indispensable en
orden a la realización de proyectos que apuntan a una plenitud.

Los avances comprobados en la catequesis del Continente, nos sugieren presencia activa de las
fuerzas vitales del Reino de Dios, que se desarrolla por el Ministerio salvífico de la Iglesia, y en
ella, por la mediación silenciosa y perseverante de innumerables catequistas.

Los avances han de considerarse como una expresión vigorosa del Espíritu del Señor que anuda
voluntades, suscita creatividad, genera compromiso, otorga carismas y ministerios para la
edificación de la comunión fraternal.

Pero los avances son también obra de sensibilidad, apertura y obediencia de pastores,
catequistas, instituciones, iglesias particulares y países que, en sabiduría y discernimiento, han
sabido secundar la vertiente profética del espíritu.

En los aportes del presente apartado estamos llamados a reafirmar convicciones catequísticas
que se traduzcan en impulsos renovados y en opciones de mayor alcance.

1. Mayor conciencia eclesial respecto a la catequesis como ministerio que afecta a todo el
pueblo de Dios (*).

2. En muchos casos la catequesis está integrada en la pastoral orgánica diocesana (*).

3. Mayor relación y unificación de actividades entre Biblia y Catequesis.

4. La piedad mariana como lugar de catequesis.

5. Desarrollo de una catequesis con rasgos autóctonos.

6. La CEB están ayudando a personalizar y a responsabilizar a los cristianos ubicándolos en la


gran comunidad.

7. Avances significativos en la catequesis presacramental y familia (*)

8. Creciente multiplicación de centros de formación, promoción y animación catequística (*)

9. Formación más cualificada e integración de los agentes pastorales sobre todo laicos (*)

10. Mayor formación catequética a los educadores de la fe en las escuelas.

11. Mayor conocimiento de los documentos sobre catequesis como inspiración en la formación
de agentes.

12. Mayor aprovechamiento de las ciencias auxiliares de la catequesis en la formación de


catequistas (*)

13. Se comparten más las experiencias catequísticas al interior y al exterior del país.
14. Múltiples experiencias en la catequesis de adultos y situaciones especiales (indígenas,
emigrantes, minusválidos, presos, etc.).

15. Experiencias catequísticas con dimensión social.

16. Renovación de contenidos y metodologías catequísticas a la luz del Magisterio.

17. La mayoría de las diócesis del Continente cuentan con un organismo promotor y
coordinador de la catequesis (*)

18. Mayor conocimiento del fenómeno de la comunicación y de su uso en la catequesis.

19. Creatividad en metodología, recursos didácticos y formas de organización catequética (*)

20. Estudios, esfuerzos y experiencias para acompañar catequéticamente la religiosidad


popular.

II. TENDENCIAS

En la maduración sistemática y progresiva de la fe, Cristo, Señor de la historia, nos conduce


hacia una comunidad catequizada y catequizadora. Estas tendencias nos indican un proceso
histórico existente, palpable y comprobado en muchos fenómenos catequéticos de América
Latina. Es como un retrato, hablado por donde la catequesis camina hoy en el Continente. Es un
muestreo significativo de países del norte, centro y sur.

Estas tendencias exigen una reflexión y un análisis serio y crítico, ya no para abrir brecha, sino
para continuar el camino del Reino en la catequesis de nuestro continente latinoamericano.

Este apartado es necesario descubrir y asumir las diversas aspiraciones que se revelan en las
tendencias aquí expresadas.

1. Definición de una fisonomía y personalidad propias del catequista.

2. La catequesis como expresión del misterio total de la Iglesia y como un servicio de


comunión y participación.

3. El ministerio de la catequesis como prioridad fundamenta en la pastoral en orden al


crecimiento de la comunidad cristiana (Obispos. Sacerdotes, religiosos y laicos) (*)

4. Dimensión cristo céntrica de la catequesis como eje articulador del mensaje cristiano (todos).

5. Incorporación plena de la Escritura en la catequesis; se toma la Biblia como fuente y


contenido de la catequesis.

6. Integración entre catequesis, liturgia y pastoral social (Palabra proclamada, Palabra celebrada
y Palabra testimoniada).

7. Integración fe-vida a través del testimonio personal y comunitario (*)


8. Búsqueda de unidad de criterios en acciones concretas en la pluralidad de formas a todos los
niveles (*)

9. Ubicación de la catequesis en una pastoral orgánica (*)

10. Dimensión comunitaria de la catequesis expresada en la CEB como centro animador y


promotor de catequistas y ministerios (*)

11. Adopción de la dimensión antropológica de la catequesis, que implica conocimiento de la


realidad histórica para la promoción integral del hombre.

12. Catequesis entroncada en la opción preferencial por el pobre, colocándose desde la mirada
del pobre (*)

13. Aceptación de los desafíos históricos y socio-culturales que se plantean a la catequesis.


Catequesis con dimensión social y enfoque liberador (*)

14. Búsqueda de caminos prácticos para que la catequesis, por la justicia, transforma personas,
ambientes y estructuras.

15. Inculturación del mensaje catequístico.

16. Se van asumiendo los valores de la religiosidad popular (*)

17. Coordinación y orientación a los educadores en la fe de la pastoral educativa (*)

18. Catequesis con acentuación en los adultos particularmente en y para la familia como Iglesia
Doméstica (*)

19. Promoción de catequistas autóctonos surgidos de la comunidad y para la comunidad (*)

20. Formación integral sistemática y permanente de los agentes de pastoral catequética. (*)

21. Formación de catequistas “multiplicadores”- que no pierdan contacto con la base (*)

22. Cada diócesis va organizándose con sus recursos propios y con apertura a lo regional y
nacional (*)

23. Diversificación de metodologías: creatividad metodológica, incorporación de los medios


grupales de comunicación a la catequesis. (*)

III. TENSIONES

Las tensiones siempre son signo de vida. Una catequesis sin conflictos es una catequesis
muerta. Los sufre y los causa. Crecen y decrecen en las diversas etapas de la vida.
J
uzgamos con sentido crítico, maduro y objetivo las tensiones aquí descritas, para hacer un
diagnóstico analítico y práctico de posibles soluciones, con actitudes realistas y optimistas, sin
caer en idealismos estériles o derrotismos pesimistas.
A la luz de la fe que proclamamos, queremos pulsar las venas aquí dibujadas. Queremos sentir
solidariamente cómo vive nuestra catequesis en estos países que conforman el cuerpo de la
Iglesia latinoamericana. La tensión en su ambivalencia es interpelación al discernimiento
creativo. Pronto seremos más del 50% de la Iglesia universal.

Los datos aquí expresados revelan que en la catequesis de América Latina hay vitalidad y es en
esta perspectiva que debemos meditarlos.

1. En algunos sectores de la Iglesia la palabra catequesis continúa desprestigiada (*)

2. La jerarquía se muestra bien intencionada en la teoría catequística pero poco coherente en la


praxis.

3. Opciones derivadas de los distintos grados de sensibilidad y compromiso con la catequesis.

4. Conflictos originados por la catequesis de signo verticalista y la catequesis de signo


horizontalista (*)

5. Las corrientes diversas en enfoques, contenidos y metodologías catequísticas (*)

6. Enfrentamientos ideológicos y radicalismos en nombre de la misma fe que se comparte (*)

7. Las distintas antropologías, cristologías y eclesiologías existentes en la catequesis.

8. El hecho mismo de la transición que vive el mundo y la Iglesia a partir del Vaticano II, y los
grandes acontecimientos eclesiales (*)

9. Desconocimiento y prejuicios existentes hacia los CEB por parte de Obispos y organismos
de catequesis (*)

10. Importación de patrones culturales extranjeros en la catequesis (*)

11. Invasión proselitista de sectores protestantes que atentan contra la fe del pueblo católico (*)

12. Rechazos ideológicos a la fe existentes en el ambiente social.

13. Persecución al personal catequístico en sistemas represivos.

14. Desconcierto, desaliento y confusión por la situación de emergencia que vive gran parte del
Continente.

15. Desarticulación existente entre los diversos ministerios: profético, litúrgico y de conducción
(*)

16. La educación impartida por la Iglesia a menudo se presenta elitista y es favorecedora de un


clasismo social que atenta contra la unidad de la fe.

17. Poca comprensión y apoyo de los Obispos, Secretarios Diocesanos y Párrocos a la


catequesis de base (*)
18. No se ve la figura del Obispo y Párrocos como primeros catequistas (*)

19. Lenguajes distintos que hablan los pastores y el pueblo. Incomprensión del proceso
histórico de maduración al paso y ritmo del pueblo (religiosidad popular) (*)

20. Antagonismos persistentes en Iglesias particulares entre Obispos y comunidades religiosas


en la praxis pastoral.

21. La comunicación de cuestiones opinables y discutidas a los catequistas de base y


catequizandos.

IV. CARENCIAS

La autocrítica es un signo inequívoco de madurez. Implica replanteamientos, rectificaciones y


aceptación responsable de desafíos en actitud de esperanza.

La constatación de las múltiples carencias en nuestra catequesis, además de exigirnos una


renovada conversión, nos interpela existencialmente para encaminarnos en el sentido del
proyecto de Dios. Las carencias son un reclamo que nos impulsa al deber ser de nuestra
vocación profética.

Escudriñar en las carencias las voces del espíritu, es para los educadores de la fe una continua
ascesis pastoral, que desemboca en posturas y acciones congruentes con la más pura esencia
evangélica de nuestro ministerio.

El presente apartado, sin ser completo, nos revela por contraste el horizonte hacia el cual somos
convocados todos los catequistas del Pueblo de Dios en América Latina.

1. Es necesario definir mejor el perfil del catequista (*)

2. Escasa valoración de la catequesis como auténtico ministerio.

3. Falta conciencia en la comunidad cristiana sobre su responsabilidad en la catequesis.

4. Ausencia o insuficiencia de planes de pastoral orgánica países y diócesis (*)

5. Paralelismo de la catequesis con respecto a otras acciones pastorales.

6. Falta conocimiento, aprecio y estudios de la propia cultura de los valores de la religiosidad


popular expresados en ella (Semiótica, Semántica, etc.) (*)

7. Necesitamos afrontar catequísticamente aspectos negativos presentes en una espiritualidad de


miedo, sumisión, fatalismo, muerte.

8. La catequesis presacramental es aún insuficiente como proceso educador en la fe (*)

9. No hay análisis crítico profundo y diagnóstico de las situaciones donde se proclama la fe.
Falta conciencia social en un amplio sector de la jerarquía.
10. En muchos casos no aparece clara la opción por los pobres o se realiza con marcado
paternalismo (*)

11. No hay estudios científicos sobre la familia integrada, desintegrada y nunca integrada.

12. Existe una catequesis desencarnada de la realidad socio-económica, política y cultural;


inadecuación de los contenidos a esta realidad.

13. Falta mayor conciencia y participación de Obispos y Párrocos en las tareas catequísticas.

14. Falta comprensión y apoyo a los organismos diocesanos y nacionales y, en general, para
quienes buscan una catequesis renovada.

15. Existe una predicación catequística moralizante (*)

16. No hay formación catequética seria en seminarios y escolasticados (*)

17. Hay escasez de centros de formación de agentes en todos los niveles. (*)

18. Es insuficiente la formación en los catequistas de base para niños, jóvenes y adultos. Hay
improvisación de muchos (*)

19. Falta mayor preparación de nuestros educadores en la fe en las escuelas. (*)

20. No hay un proyecto catequístico, para hacer de la escuela una comunidad educadora en la fe
(*)

21. Hay insuficiencia de recursos humanos y materiales para la catequesis.

22. Es insuficiente la incorporación de los medios grupales y masivos de comunicación en la


catequesis.

V. EXPECTATIVAS

Nos encontramos en los umbrales del tercer milenio del cristianismo.

Las expectativas son un camino andado que hay que continuar con la energía del Espíritu. Son
retos y a la vez esperanzas. Es un caminar comunitario y eclesial. Las expectativas son cauces
que invitan a vivir una espiritualidad de la esperanza.

Este análisis de expectativas exige una mentalidad realista, impulsada por el amor apasionado a
Cristo en la Catequesis del presente y del futuro de América Latina.

Las expectativas son itinerarias que nos dan la meta próxima a donde queremos llegar como
respuesta a los retos que nos plantea la pastoral catequética. Son en última instancia los
reclamos de un Pueblo de Dios que espera de nosotros una respuesta cristiana.
Leamos los siguientes aportes con mirada prospectiva, y en actitud evangélica afrontemos los
retos que se derivan de ellos.

1. Un reconocimiento oficial por parte de la jerarquía al "ministerio" de la catequesis (*)

2. Una catequesis que asegure las perseverancias en las diversas etapas de la vida sin limitarse a
la iniciación cristiana.

3. Una mayor presencia de la catequesis en las agrupaciones y movimientos laicos (cursillos,


MFC, etc.).

4. Una verdadera praxis de catequesis integral que llegue a todos los sectores del pueblo de
Dios.

5. Dar al laico el lugar que le compete en la catequesis.

6. Considerar a las CEB como elemento renovador de la catequesis fuente de liderazgos,


militancia cristiana y lugar de ministerios laicales. (*)

7. Revisar las estructuras eclesiales para que respondan a las necesidades actuales.

8. Entroncar la catequesis en los fenómenos socio-culturales más relevantes de la época


(urbanización, secularización, pluralismo, etc.) (*)

9. Una mayor utilización de las ciencias especializadas en el análisis de la realidad


(antropología, historia, filosofía, económica, sociología, palitología, etc.) (*)

10. Que la religiosidad popular sea un elemento indispensable de la catequesis latinoamericana


(*)

11. Dar prioridad a la catequesis juvenil (*)

12. Optar con mayor decisión por una catequesis de signo liberador y de lucha por la justicia en
favor de los más necesitados (*)

13. Investigar más científicamente la realidad de la familia latinoamericana en sus diferentes


ambientes (indígena, campesina, suburbana, urbana) (*)

14. Mayor presencia y apoyo eficaz de los Obispos y Sacerdotes a la catequesis (*)

15. Sensibilizar, capacitar y actualizar a Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas en las


tareas de la catequesis.

16. Formar un centro latinoamericano de estudio e investigación catequística.

17. Creación de fondos económicos, editoriales, librerías etc., con fines específicamente
catequéticos y no lucrativos.
18. Mayor conocimiento y uso de los medios grupales y masivos de comunicación en orden a la
catequesis.

PONENCIAS
PROCESO DE LA CATEQUESIS EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Padre Jorge V. Micolta Piñeros


Director Catequesis Arquidiócesis de Bogotá

PLAN GENERAL

– INTRODUCCIÓN
I. Panorama General de la Catequesis en los primeros siglos de la Iglesia.
II. Preludio de la Catequesis de América latina en los Siglos XIV y XV.
III. Los primeros pasos: Catequesis de la Conquista
Las Misiones de la Nueva España y Perú.
IV. La Catequesis en la época de la Colonia.
V. Catequesis en la crisis de las guerras de Independencia.
VI. La Catequesis en el Concilio Plenario Latinoamericano.
VII. La Catequesis y el Concilio Vaticano II.

INTRODUCCIÓN

El tema de este trabajo “Breve Panorama del proceso de la Catequesis en la Historia de la


Catequesis en la Historia de la Iglesia de América Latina” no pretende hacer un recuento
cronológico de las principales etapas de la Catequesis Latinoamericana. Por una parte resultaría
algo de gigantescas proporciones y por otra cada una de las regiones y de los países, han tenido
su historia propia, sus propias características culturales que han determinado especiales líneas
pastorales y Catequísticas, todas importantes, pero imposibles de enumerar en un trabajo tan
corto.

Tampoco se pretende con esta reflexión hacer un juicio de valor de la Catequesis en las
distintas épocas de la historia de América Latina. Simplemente se pretende tomarlos
acontecimientos más importantes de la Historia de la Catequesis con el fin de ver las
experiencias generales, las líneas globales, los aportes de miles y miles de catequistas celosos,
que con su testimonio y su palabra han sabido sembrar eficazmente la semilla de la Palabra de
Dios, en los fecundos surcos de nuestra América Latina.

Creemos que para nuestras reflexiones catequéticas de estos días, es de utilidad, tener presente
algunos datos sobre el desenvolvimiento de la Catequesis, como respuesta a los diferentes
horizontes históricos de cada época. No podemos hacer una Catequesis ni menos juzgarla sino
desde su propia situación histórica, en el ambiente en que se vive, con el cúmulo de
interrogantes, preocupaciones e instituciones que lleva consigo. Esto constituye el horizonte
desde donde se plantea la cuestión catequística.
Esta afirmación podría aparecer extraña; sin embargo, podríamos decir que la Catequesis
siempre se ha hecho así: El cristianismo primitivo elaboró sus diferentes esbozos catequísticos,
desde los distintos horizontes históricos y culturales que tuvo que afrontar.

Como ejemplo podemos recordar las primeras catequesis de la Iglesia consignadas, las
principales, en los libros del Nuevo Testamento. Es una colección de escritos que proceden de
diferentes horizontes históricos y culturales de las comunidades cristianas nacientes. El estudio
reciente ha demostrado que son muy diferentes los horizontes históricos de donde proceden los
cuatro Evangelios, lo cual entre otras cosas determina su diverso enfoque teológico y
catequístico. Igual cosa se podría afirmar de las primeras cartas de San Pablo, las llamadas
cartas de la cautividad y mucho más aún de las Pastorales.

La edad Patrística se propuso exponer el misterio de Cristo desde el horizonte que le


proporcionó el mundo y el pensamiento grecorromanos; la edad moderna, igualmente, desde
sus propias situaciones, con múltiples y variadas intuiciones, plantea a la catequesis los
interrogantes de la época.

Por otra parte la Catequesis en la Iglesia como una actividad esencial en toda su vida, se va
enriqueciendo con aportes preciosísimos que van dejando los distintos acontecimientos,
situaciones, e instituciones a los que debe responder con su Catequesis, a través de los siglos.
No podemos, pues iniciar ninguna reflexión seria, sobre la Catequesis, sin recordar, así sea,
muy someramente, estas grandes experiencias de la historia y sobre ellas pensar en construir el
futuro. Es el objetivo de este modesto trabajo.

Así pues, el plan de nuestro trabajo será el siguiente:

I. PANORAMA GENERAL DE LA CATEQUESIS EN LOS PRIMEROS SIGLOS

Este capítulo tratará de la Catequesis de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia que
determina toda la Catequesis posterior de la Iglesia.

II. PRELUDIOS DE LA CATEQUESIS DE AMÉRICA LATINA.

Este capítulo nos mostrará más detenidamente el movimiento catequístico de los Siglos XIV y
XV en Europa que tanto influjo tuvo en América Latina.

III. LOS PRIMEROS PASOS. LA CATEQUESIS DE LA CONQUISTA


Los primeros esfuerzos de los misioneros para la predicación del Evangelio en nuestro
Continente.

IV. LA CATEQUESIS EN LA ÉPOCA DE LA COLONIA

Se consolida una Catequesis específica, en las distintas regiones del Continente.

V. LA CATEQUESIS EN LA CRISIS DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA

Los movimientos de independencia determinan un cambio en la vida de nuestros pueblos que


incide grandemente en la Catequesis.
VI. LA CATEQUESIS EN EL CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO

Un acontecimiento eclesial latinoamericano de inusitada importancia nos muestra los caminos


de la Catequesis a fines del Siglo XIX.

VII. LA CATEQUESIS Y EL CONCILIO VATICANO II

El Vaticano II abre una nueva etapa en la Catequesis de la Iglesia. El puesto del continente
Latinoamericano en la Catequesis de la Iglesia Universal.

VIII. CONCLUSIÓN

Perspectivas para el futuro en una Catequesis latinoamericana.

CAPITULO I:

PANORAMA GENERAL DE LA CATEQUESIS


EN LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA IGLESIA

LA PRIMERA CATEQUESIS DE LA IGLESIA

Antes de iniciar nuestra reflexión sobre la Catequesis en América Latina creo oportuno
detenernos un momento en la Catequesis primera de la Iglesia. Es el origen de todo el
movimiento catequístico. Es como una catequesis normativa, ya que fue ejercida por la persona
misma de los Apóstoles y por los Padres de la Iglesia.

1. CATEQUESIS Y PREDICACIÓN DE LOS APÓSTOLES (S. I)

En el principio de la Iglesia, la Catequesis se identificaba con la predicación misma de los


apóstoles. Este período cubre el Siglo I.

Desde el Nuevo Testamento el verbo “CATEQUEIN” lo encontramos expresando la


transmisión oral de la Buena Nueva para todos los hombres en Jesucristo que murió y resucitó.
(Cfr. Ac. 18, 25; 21, 24; Rom 2, 18; I Cor 14, 19; Gal 6, 6; Lc 1, 4).

A los judíos se les mostraba que Cristo era el Mesías prometido. Su ley les había servido como
pedagogo para conducirlos a Él (Gal 3, 24). La predicación acogida con Fe era seguida por el
Bautismo. (Cfr. Ac. 2, 22-36; 7, 1-51; Hebr 5, 12; 6, 1-2) (A. Liege O.P. “Contener et
pedagogie de la Predication en “Maison Dieu” N.º 39 p. 28).

A los paganos, en cambio, era necesario predicarles antes, al Dios único y verdadero,
mostrarles la falsedad de los ídolos y las exigencias de la ley moral cristiana. En este caso la
predicación exigía más tiempo y se tomaba como un período de prueba, durante el cual la
oración y el ayuno se asociaban a la Instrucción o Catequesis (Cfr. Act. 17, 22 ss; Justino
“Apología”, 3, 61).

En cuanto al contenido la Catequesis Apostólica tiene su centro en el misterio de Cristo muerto


y resucitado. Este misterio se entregaba a los catecúmenos bajo tres enfoques: como dogma
cuando se afirma en su trascendencia; como moral cuando se participa vitalmente; como culto
cuando se celebra comunitariamente en la Iglesia. Este mensaje central o “Kerigma” se adapta
cuidadosamente a las diferentes situaciones históricas (Hechos 1, 8-12).

2. LA CATEQUESIS PATRISTICA (S. II al VIII)

Este importante período de la historia de la Catequesis abarca desde fines del S. I hasta los
tiempos de Carlos Magno (segunda mitad del (S. VIII).

Tres hechos importantes inciden y enriquecen la catequesis en este período de su historia a


saber:

1º) Un período de persecuciones hace que la Iglesia mantenga un fervor heroico en la confesión
de su fe y destaque por otra parte la trascendencia, como originalidad fundamental del
cristianismo frente a la cultura pagana greco-latina en el campo de la Catequesis.

2º) Con el llamado Edicto de Milán (313) las clases cultas empiezan a entrar numerosas en el
seno de la Iglesia hasta entonces perseguida. Si bien es cierto que la conversión de esta capa
social no fue siempre muy desinteresada sin embargo las inquietudes intelectuales de los
nuevos cristianos contribuyen poderosamente a la elaboración Teológica del “Kerigma” y por
tanto a la Catequesis.

3º) Un tercer hecho que influye en la Catequesis es la invasión de los bárbaros a Europa. La
Iglesia debe afrontar una nueva tarea agobiadora. Es preciso convertir a los bárbaros, instalados
dentro del fenecido Imperio Romano y el cristianismo comienza a crecer en el Norte y en el
Este de Europa. El bajo nivel cultural del momento obliga Obispos, Sacerdotes y Catequistas a
simplificar al máximo la expresión del mensaje para hacerlo comprensible a los nuevos
cristianos bárbaro-Romanos.

Este esfuerzo de síntesis y adaptación enriquece de manera especial la Catequesis de este


tiempo concretando tanto el contenido del mensaje como también la manera de transmitirlo en
forma sencilla.

Los tres anteriores hechos hicieron que la Pastoral Catequística ocupara un lugar primordial en
la vida de la Iglesia. Se hace necesario tener esquemas claros y sencillos con los principales
elementos de una catequesis completa para salir al paso a esta nueva situación pastoral.

2. LA PRESENTACIÓN PATRÍSTICA DEL “MENSAJE”

Una preocupación primordial de los catequistas de esta época fue la fidelidad al mensaje de los
evangelistas y de los apóstoles. Por tanto la catequesis fue eminentemente cristocéntrica.

El cristianismo, según la presentación apostólica es ante todo una “historia de la salvación”.


Para los Padres el “mensaje se reduce a una serie de intervenciones de Dios en la historia de la
humanidad. Estas intervenciones se realizan de acuerdo con un “plan salvador”.

Por otra parte este mensaje de la historia de la salvación es presentado en una catequesis que se
va adaptando a las diversas culturas a que se dirige. Será en primer lugar dirigido a los Griegos
y entonces integra las exigencias del Evangelio con su natural inclinación hacia lo intelectual y
la belleza. La mentalidad griega eminentemente intelectual facilita la sistematización
catequística. Con S. Cirilo de Alejandría, S. Juan Crisóstomo todos ellos, teólogos y
catequistas, empieza la elaboración catequística que nos es familiar.

Sin embargo la búsqueda de la inteligencia no consiste para ellos, en organizar en un sistema


racional y claro, un conjunto de nociones definidas, sino en leer en la historia sagrada el
encadenamiento providencial de los sucesos como intervenciones de Dios en la historia de los
hombres.

Pero también el hombre romano fue catequizado. El ideal romano era ante todo un ideal de
sabiduría positiva, de disciplina enérgica y perseverante con tendencia al formalismo jurídico.
Este enfoque latino repercutirá profundamente en la catequesis occidental. El cristianismo
Occidental se distinguió por su espíritu de disciplina, su sentido de lo positivo y de lo real, se
preocupó por desarrollar la parte moral del cristianismo. Se preocupa de buscar una aplicación
práctica a su doctrina.

4. EL ESPÍRITU DE LA PEDAGOGÍA PATRÍSTICA

Durante este primer período de la catequesis hasta el S. VIII se va delineando claramente una
pedagogía específica de la catequesis.

A pesar de la adaptación constante a las distintas épocas de la historia, no encontramos nada de


lo que hoy conocemos como “Clase de Religión” o “Texto de Religión” o “Enseñanza de
Religión”. El espíritu de la pedagogía patrística, el concepto claro de Catequesis, y las
circunstancias históricas nos explicarán ¿por qué?

En efecto, tal como en el día de hoy, la clase en estos tiempos suponía, un enfoque intelectual
de la materia, un predominio de la simple información sobre la vida, y la Catequesis había
tomado fielmente la orientación de los apóstoles. San Agustín por ejemplo termina su
explicación de la metodología para presentar la historia de la salvación con estas palabras:
“Habiéndote propuesto como fin de la Catequesis ese amor (el amor salvador de Cristo)
relaciónalo todo con Él; presenta la historia santa en tal forma que tus auditores crean lo que
escuchan, esperen lo que creen y amen lo que esperan” (San Agustín De Chatequizandis
Rudibus N.º 8). En otras palabras, los Padres no pensaron escolarizar la catequesis sino
transmitir la experiencia de la Santidad de Dios y transformar la vida en Cristo por medio de la
Palabra (Historia de la Catequesis- Echegaray Cruz, pág. 35).

5. ASPECTOS QUE ATIENDE LA CATEQUESIS PATRÍSTICA

La Catequesis Patrística es fiel a la presentación del Kerigma de los Apóstoles pero al elaborar
su Catequesis para las distintas circunstancias históricas ve la necesidad de integrar los
siguientes aspectos que me parecen fundamentales porque son una pauta para la Catequesis de
todos los tiempos.

1. Aspecto Histórico. El mensaje es ante todo la historia de la salvación. Dios se ha revelado a


través de una historia y en esa historia está el mensaje de salvación. Se presentaba
cronológicamente el Antiguo y el Nuevo Testamento.

2. El aspecto dogmático. Estaba constituido por la explicación del credo y del Padre Nuestro o
como se decía entonces del “Símbolo” y de la “oración del Señor”. El símbolo resultó hacia el
año 200 de una fórmula trinitaria y otra cristólica basada en 1 Cor 15. Ésta era la profesión de
Fe Bautismal y por tanto una síntesis de las Catequesis de extraordinaria importancia hasta
nuestros días.

3. Aspecto litúrgico: Los Padres explicaban el simbolismo de los ritos sagrados en íntima
relación con la historia de la salvación. La liturgia o como decían los “misterios” son la re-
actualización del hecho salvador de Cristo realizado en el Plan de Dios en etapas bien definidas
en la historia de la salvación (“Historia de la Catequesis” Echegaray Cruz, 1962 pág. 37).

4. Aspecto Moral: En esto también la Catequesis Patrística se mantiene fiel a la orientación


apostólica. La moral cristiana está lejos de ser un simple conjunto de leyes que hay que
cumplir. La moral cristiana es la respuesta con la vida al amor de Cristo. A la luz del misterio
de Cristo todos los problemas de la vida cristiana encuentran solución. Durante las
persecuciones se consideró el martirio como la más auténtica imitación de Cristo. Pero al amor
de Cristo fundamento último de la moral, se llega a través de la Sagrada Escritura, de los
misterios litúrgicos, de la vida de la comunidad. Por eso cuando a partir del S. VI el contacto de
la Palabra de Dios se pierde en los fieles: la liturgia se oscurece y la conciencia de la vida de la
comunidad decae, esta presentación de la moral comienza a palidecer.
Entonces aparece la Casuística con “Los penitenciales”, listas interminables de pecados graves,
previstos de las tarifas correspondientes, para el uso de los confesores en la imposición de la
Penitencia.

La Catequesis ha comenzado a perder la verdadera orientación apostólica de la moral cristiana


(B. Häring “La loi du Christ” 1957 T. 1 pág. 54).

Estos cuatro aspectos de la Catequesis Patrística se encontraban totalmente integrados en toda


forma de Catequesis, lo que daba como resultado una verdadera transmisión viva y completa
del mensaje cristiano.

6. LAS TRES ETAPAS DE LA CATEQUESIS PATRÍSTICA

El programa catequístico más corriente en esta época tenía tres etapas fundamentales a saber:

– La etapa bautismal
– Instrucciones que seguían al Bautismo
– La catequesis del pueblo cristiano.

1. La Etapa Bautismal:

Es la catequesis más importante y cuidadosa porque es la preparación al sacramento del


Bautismo. Se trataba de dar un primer concepto general del mensaje cristiano teniendo en
cuenta los cuatro aspectos vistos anteriormente.

2. Etapa de instrucción pre-bautismal

Después de recibir el Bautismo, los "Neófitos" asistían durante una semana, la Octava de
Pascua a instrucciones especiales. En estas instrucciones se profundizaba sobre algunos temas
que apenas se haban enunciado en la catequesis pre-bautismales y sobre todo, se explicaban a
fondo los ritos o misterios litúrgicos. La presentación cuidadosa de los sacramentos estaba
reservada solo para este momento.

San Ambrosio por ejemplo dice en una de sus catequesis: “Ahora las circunstancias nos invitan
a hablar de los sacramentos. Si hubiéramos pensado aludir a ellos antes del Bautismo, cuando
no estabais iniciados, se había estimado más bien una traición que la entrega de una tradición”
(Lumen Vitæ: Revue Internationale de la Formation Religieuse N.º 3 de 1957).

3. Instrucción del pueblo cristiano:

La tercera etapa de la catequesis patrística tenía como auditores no ya a los catecúmenos o


neófitos sino a los fieles en general, al Pueblo cristiano. Es curioso que la base de esta
catequesis del pueblo cristiano era la homilía predicada durante la Eucaristía y lo que se
llamaba las vigilias nocturnas. Estas homilías, según las circunstancias tenían como tema los
textos de la Sagrada Escritura o los misterios celebrados en la liturgia.

Estas tres etapas nos muestran una permanente catequesis en la vida del cristiano que puede ser
imitada en el día de hoy para una catequesis de adultos.

7. CATECUMENADO:

Al hablar de la Catequesis Patrística no podemos dejar de mencionar la institución del


catecumenado.

El catecumenado fue una institución de la época patrística estructurada como preparación al


Bautismo, al Sacramento de iniciación cristiana.

De acuerdo con el más genuino sentido de Catequesis el catecumenado no solo instruía en la Fe


sino que iba modelando toda la personalidad cristiana. Lo interesante en esta institución del
catecumenado es la correspondencia perfecta que existía entre el tema o mensaje de las
instrucciones, la metodología usada y la organización pedagógica de integración en la
comunidad cristiana (Lumen Vitæ: Revue Internationale de la Formation Religieuse N.º 3 de
1957).

Aunque las diferentes circunstancias históricas hicieron que el catecumenado tuviera diferentes
matices sin embargo es interesante tener en cuenta las cuatro etapas comunes en esta época.

1. En la primera etapa el aspirante a ser cristiano era presentado al Obispo. Este se informaba
cuidadosamente sobre los motivos que tenía el aspirante para abrazar la fe y le exponía
brevemente la religión de Cristo (Los dos modelos de catequesis propuestos por San Agustín al
final de su Opúsculo “De catechizandis rudibus” estaban destinados a esta ocasión. El diácono
Deogracias era un colaborador del Obispo de Cartago en la recepción de los aspirantes).

2. En la segunda etapa ascendía el aspirante a la categoría de catecúmeno y comenzaba una


instrucción de preparación al Bautismo que duraba tres años y estaba llena de vivencias
cristianas. Ceremonias llenas de simbolismos y catequesis desarrolladas dentro de un marco
litúrgico constituían el núcleo de esta preparación. El catecúmeno era cuidadosamente
controlado en su vida diaria y recibía su formación integral asistiendo a la primera parte de la
liturgia de la Eucaristía.
3. Al cabo de los tres años el catecúmeno pedía al Obispo la recepción al Bautismo y
comenzaba la tercera etapa. Se les llamaba ahora en las comunidades griegas “fotizomenoi” o
iluminados y en las comunidades latinas “Electi” o “competentes”. Se trataba de una
preparación intensiva que duraba toda la cuaresma y se centraba en la explicación del
“Símbolo” y de la “Oración del Señor”. Esta preparación examinaba a fondo las disposiciones
de los elegidos a través de varios escrutinios acompañados de citas llenas de simbolismo. Al
finalizar la cuaresma hacía la “entrega del símbolo” “Traditio Symboli” y del Padre nuestro que
aprendían de memoria. Así quedaban preparados para el Bautismo.

4. La cuarta etapa se desarrollaba a través del día sábado Santo. Cuatro ceremonias preparaban
a la administración del Bautismo:

1) Último exorcismo seguido del “Epheta”


2) La unción con el óleo de los iluminados
3) La renuncia de las seducciones de satanás.
4) La recitación solemne del símbolo y de la oración del Señor.

Al caer la noche empezaba la vigilia Pascual con cánticos y lecturas del Antiguo y Nuevo
Testamento. En medio de esta vigilia se administraba el Bautismo y se ungía a los elegidos con
el Santo Crisma recibiendo de hecho el Sacramento de la Confirmación. Después de
bautizados, participaban por primera vez a toda la liturgia de la Eucaristía, recibían el Cuerpo
de Cristo, y gustaban de un cáliz con leche y miel.

Toda esta ceremonia profundamente simbólica y de riquísimo contenido teológico era


explicada en la semana siguiente a la Pascua. Hasta el domingo “in Albis” los neófitos asistían
diariamente a la Eucaristía y eran instruidos por el Obispo acerca de lo que habían recibido. Las
“catequesis mistogógicas” de San Cirilo de Jerusalén y los Sermones de San Ambrosio sobre
los "misterios” y los “Sacramentos” fueron pronunciados en esta ocasión.

Con esta institución del catecumenado llega a su culminación la Catequesis Patrística que
iluminará posteriormente la catequesis en toda la vida de la Iglesia.

8. SÍNTESIS

1. La Catequesis Apostólica

Se trata de la primera predicación de los Apóstoles, la comunidad cristiana con los apóstoles a
la cabeza son el agente de la catequesis. Hacerse cristiano era entrar a la comunidad de los
creyentes.

El tema central de la predicación era el kerigma de los apóstoles que es adaptado para los
judíos, o para los paganos.

La historia de salvación centrada en la Resurrección de Cristo que exige la conversión y el


Bautismo para preparar la segunda venida gloriosa del Señor.

Este mensaje era presentado bajo cuatro aspectos bien definidos:

1. Histórico: Los hechos y las Palabras del Señor.


2. Dogmático: Sintetizado en la fórmula trinitaria.

3. Litúrgico: Insistiendo en la Eucaristía y el Bautismo.

4. Moral: La penitencia y el testimonio de una vida cristiana iluminada por la caridad.

Desde un primer momento la catequesis apostólica tenía un objetivo bien claro. Formar la
comunidad de la Iglesia alrededor de la Palabra de Dios y de la Eucaristía.

Es de suma importancia para la catequesis de la Iglesia tener presente estos rasgos de la


Catequesis apostólica que servirán de norma a través de su historia.

Su metodología era muy sencilla: una entrega personal del mensaje, por medio de la
predicación, de la celebración de la comunidad, del testimonio de los cristianos.

2. La Catequesis Patrística:

La comunidad cristiana se desarrolla en las más variadas situaciones históricas. Fiel a las
enseñanzas de los apóstoles tiene como preocupación principal una catequesis que consolide la
comunidad cristiana para que sea capaz de responder con el Evangelio a los interrogantes de
cada época.

Este período abarca desde el S. II hasta los tiempos de Carlo Magno en la segunda mitad del S.
VIII.

Tres importantes períodos históricos influyen en la configuración de la catequesis de la época


patrística:

1º. El período de las persecuciones: La época de los mártires y de la confesión heroica de la fe.
2º. El llamado Edicto de Milán (313): Las clases cultas entran a la Iglesia.
3º. La invasión de los Bárbaros: Esfuerzo de síntesis y adaptación a nuevas culturas.

3. La presentación patrística del Mensaje:

Fiel a la presentación apostólica el mensaje se presentaba como una historia de salvación


centrada en Cristo y que se va adaptando a las distintas épocas de la historia y a las diferentes
culturas.

4. El Espíritu de la pedagogía patrística:

No era una simple enseñanza o información de un tema religioso. Los Padres no pensaron en
escolarizar la catequesis sino transmitir a través de un contacto personal la santidad de Dios y
transformar la vida en Cristo por medio de la Palabra.

5. Aspectos que atiende la Catequesis Patrística:

Siguiendo la catequesis de los apóstoles se integran en una historia de salvación los siguientes
aspectos.
1. Aspecto Histórico: Dios se revela en la historia y en esa historia está el mensaje de
Salvación.
2. Aspecto Dogmático: Presentación del símbolo y de la oración del Señor. La Iglesia cree lo
que era.
3. Aspecto Litúrgico: Se trataba de participar en los “misterios” que son reactualización del
hecho salvador.
4. Aspecto moral: Se trataba de llevar al catecúmeno a una respuesta con su vida cristiana
(testimonio) al amor de Cristo

6. Grandes Etapas de la Catequesis Patrística:

A través de toda esta época muchas fueron las formas y los programas utilizados, sin embargo
en general podemos presentar tres etapas constantes a saber:

1. La etapa Bautismal: Preparación al Bautismo.


2. La etapa de Instrucción Post-Bautismal: profundización del mensaje, sobre todo en la parte
sacramental (catequesis mistagógicas).
3. Instrucción al Pueblo cristiano: Presentación permanente del mensaje sobre todo en las
homilías y las vigilias nocturnas.

7. El catecumenado

Era una institución de la época Patrística que preparaba al Bautismo. Respondía a la necesidad
de escoger y preparar en medio de un ambiente pagano a los candidatos a la comunidad
cristiana. Allí se modelaba toda una personalidad cristiana.
Muchas fueron las estructuras de estos catecumenados, sin embargo se atendía siempre a lo
siguiente:

1. Una escogencia cuidadosa del candidato, por su vida y costumbres (escrutinios).


2. Una preparación remota durante más o menos tres años.
3. Una preparación próxima y una escogencia definitiva.
4. La instrucción y celebración del rito bautismal.

Adaptado a las distintas circunstancias, el catecumenado, en esta época cumplió una misión de
especial importancia en este momento definitivo de la vida de la Iglesia.

8. Aportes de esta época a la Catequesis de la Iglesia

La época apostólica y Patrística tiene una especial importancia para la catequesis de la Iglesia.
En ella encontramos los pilares fundamentales en toda catequesis. Veamos sus principales
características:

1. Lugar primordial: Desde los albores de la Iglesia Apostólica encontramos que la


presentación del Mensaje Evangélico ocupa un lugar primordial en la vida y actividad de la
Iglesia.
2. Fidelidad a los Apóstoles: En la época patrística encontramos en su Catequesis un afán
permanente de ser fieles a las enseñanzas de los Apóstoles, esto será permanente durante estos
siglos.
3. La Catequesis de la comunidad: En la Catequesis Patrística se supone la comunidad. Ella
prepara al catecúmeno; el nuevo cristiano se prepara para entrar a la comunidad y su catequesis
es la transmisión fiel de la Fe de la comunidad.
4. Catequesis como itinerario permanente: Desde la primera preparación para el Bautismo la
catequesis de la comunidad cristiana era permanente. La celebración del año litúrgico, la
homilía y las llamadas vigilias nocturnas formaban un itinerario permanente de catequesis para
el cristiano.
5. El catecumenado: La institución del catecumenado nos ha dejado grandes aportes para la
catequesis de todos los tiempos. Era una especie de noviciado para la vida cristiana con todos
los elementos de una verdadera y completa catequesis. En él encontramos una experiencia de la
Iglesia, una vivencia permanente del mensaje a través de sus celebraciones y una instrucción
muy completa del contenido.
6. Contenido Esencial: La catequesis apostólica y patrística nos presenta el contenido del
mensaje catequístico. Este contenido atiende a los distintos aspectos que se deben integrar en el
contenido de toda catequesis, a saber: aspecto histórico, dogmático, litúrgico y moral.
7. Adaptación a las culturas: Por último, es importante que insistamos en una característica
especial de esta catequesis primitiva: la adaptación de la Catequesis a las diferentes culturas.
Conservando una gran fidelidad al mensaje de los apóstoles, se presenta una catequesis
adaptada, a los judíos, a los paganos, a los griegos, a los griegos, a los romanos, a los bárbaros,
siendo una respuesta cristiana a los interrogantes de cada cultura.

CAPÍTULO II:
PRELUDIOS DE LA CATEQUESIS EN AMÉRICA LATINA
(S. XIV y XV)

SITUACIONES HISTÓRICAS:

La situación histórica de la Iglesia en los Siglos XIV y XV influye grandemente en su


catequesis. Esta Catequesis marcará durante largos años la proclamación del mensaje
evangélico en Europa y en toda América Latina. Con el descubrimiento de América se inicia en
el nuevo mundo junta con la conquista política, la labor de evangelización de las nuevas tierras
descubiertas. Esta labor se inicia con todas las características con que se está haciendo en
Europa en esta época.

Hacia 1307 a 77 tenía lugar el famoso convenio de Aviñón y con él empezaba lo que se ha
llamado el otoño de la Edad Media. Ese magnífico edificio de la edad media comienza a
agrietarse, amenazando en tal forma la estructura tradicional que pronto los europeos tendrían
la conciencia de encontrarse en un nuevo período de la historia. Es un momento de cambio y
una época dolorosa. La famosa peste negra aniquila la tercera parte de la población de Europa;
la guerra de los cien años agota a Francia e Inglaterra; el Papa ha salido de Roma y vive en
Aviñón, se inicia el escandaloso cisma de Occidente. La política se hace cada vez más laica y
ajena a la cristiandad; es una época de decadencia: las órdenes mendicantes, en otros tiempos
verdaderos testimonios de la Iglesia, se aburguesan; la teología ya no tiene los maestros de
antaño. Tanto sufrimiento y de cadencia agudiza hasta la exageración la conciencia del pecado;
tantas calamidades contribuyen a destacar, más de lo conveniente, el papel de la muerte. En
este ambiente se genera la reforma protestante pero también es la Iglesia del Siglo XV la que se
va a esforzar por dar nuevas respuestas cristianas a los interrogantes de los tiempos modernos.

EL MENSAJE CRISTIANO DE LOS SIGLOS XIX Y XV


Una característica de la presentación del mensaje en estos años es la tendencia de la Catequesis
a modelarse de acuerdo con la Teología Escolástica. En la segunda mitad del Siglo XII empieza
a entrar en las facultades de Teología el pensamiento de Aristóteles. Para Aristóteles el objeto
de la ciencia son las esencias, las naturalezas. Los teólogos de entonces tienen la audacia de
estructurar lo dogmático del mensaje de acuerdo con esta nueva concepción de la ciencia. El
contenido se va presentando cada vez más sistemático y doctrinal.

Otra característica de esta época es el moralismo. Desde esta época en adelante la Catequesis
fue eminentemente antropocéntrica, enfocada hacia los intereses del hombre cristiano. Es más
fácil, el seguir unas series de normas pre-establecidas a tener la responsabilidad de discernir en
cada ocasión a la luz del amor de Dios.

En esta época es característica también la inusitada importancia que adquieren las postrimerías:
la muerte, el juicio y la gloria; no tanto por el encuentro con Cristo, como lo presenta San Pablo
(2 Cor 5, 1-8) o la enseñanza patrística, sino como temor al desprendimiento de las creaturas.
Muchas catequesis de la época reflejan más que otra cosa una preocupación constante de
prepararse a una buena muerte.

Es importante recordar el Concilio de Tortosa, reunido en 1429; en él encontramos importantes


disposiciones sobre la Catequesis de entonces; “Es muy conveniente a la salvación de las almas
que todos los fieles sepan lo que deben creer: Esto es: los artículos de la fe. Lo que deben pedir,
a saber lo que el Señor nos enseñó en la Oración Dominical; lo que deben observar, que son los
preceptos del Decálogo; lo que han de evitar: los siete pecados; lo que deben desear y esperar:
la gloria del paraíso y lo que han de temer: que son las penas del infierno. Es un breve y útil
epílogo de la doctrina cristiana que, según tenemos entendido, ignoran muchos. Por cuya causa
mandamos determinantemente por esta constitución a todos los diocesanos y además prelados
eclesiásticos, que den comisión a algunos hombres de letras para que escriban un breve
catecismo en que comprenda con claridad cuánto debe saber el pueblo; y que esta obrita se
divide de modo que pueda explicarse en seis o siete lecciones a fin de que los párrocos
aprovechen los Domingos del año para inculcarla diversas veces con, el objeto de que presente
a Dios un pueblo libre de las tinieblas de la Ignorancia” (6º Decreto Disciplinas Concilio de
Tortosa citado por Daniel Llorente en “Tratado Elemental de Pedagogía Catequística”. Pág.
492-493, Valladolid 1928).

En el anterior texto tenemos un resumen del contenido y de la orientación de la catequesis de la


época.

El elemento litúrgico: De la liturgia simplemente podemos decir que no aparece en la


Catequesis de la época. El divorcio entre vida litúrgica y vida cristiana, entre liturgia y
catequesis se ha acentuado tanto que en el “tratado de la Doctrina” del Siglo XIV cuando habla
de los “Sacramentos”, no menciona el sacrificio de la Misa, solo dice entre las “cosas que debes
hacer... recibir la comunión”.

La Pedagogía: En cuanto a la pedagogía catequística, ha ido cambiando radicalmente. El hecho


de que el objetivo de la catequesis se ponga más en la sistematización del mensaje que en la
respuesta personal a la Palabra de Dios presentada en la Biblia, determina también un tipo de
pedagogía. El citado Concilio de Tortosa (1429) nos aporta algunos datos. Por primera vez los
pastores mandan confeccionar un texto de catecismo para que sea aprendido por los niños. No
se habla de la formación cristiana que debe dar la comunidad. El texto ahora debe ser breve y
simplemente los párrocos deben repetirlo varias veces en el año hasta que entre en la memoria,
pues el gran método continuará siendo por largo tiempo, quizá hasta nuestros días, la
memorización del texto.

Elementos que pasan a la catequesis latinoamericana

A partir del descubrimiento de América en 1492 a medida que se iban conquistando las nuevas
tierras descubiertas, los misioneros también iban convirtiendo a los “naturales” a la Fe de
Cristo. Esta labor evangelizadora condicionará hondamente el ministerio profético de la Iglesia
en el nuevo mundo que se transformará en los países latinoamericanos. Como era natural los
primeros misioneros españoles, trataron de organizar las cristiandades de los indios siguiendo la
práctica pastoral seguida en España en esta época.

La mentalidad cristiana de la España de la época con su decadencia catequística y teológica se


trasladan al nuevo mundo. Las prolongadas luchas contra los “infieles” medio religiosas, medio
políticos, hacen ver en las nuevas tierras descubiertas nuevos campos de “infieles” para
conquistar, para España y para la Iglesia.

En España existía algo así como un mesianismo temporal por el cual se unificaba el destino de
la nación y de la Iglesia, la cristiandad hispánica, siendo la nación como el instrumento elegido
por Dios para salvar el mundo.

Esta conciencia de ser la nación elegida –tentación permanente de Israel– está en la base de la
política religiosa de este tiempo, tanto en España como en las nuevas tierras descubiertas.

Por el sistema del patronato como una verdadera institución la Iglesia da al Estado un derecho
de conquistar y misionar las tierras descubiertas en la Bula “Inter Coetera” del 3 y 4 de mayo
de 1493 (…) se otorgan las tierras y habitantes descubiertos para hacerles participar, como
miembros de la Iglesia, de lo beneficios del Evangelio. El estado llega a tener posesión hasta de
los diezmos de todas las Iglesias.

Como organismo ejecutivo de este patronato surge el “supremo consejo de Indias” desde 1524
que tanto influjo tuvo en la evangelización del nuevo mundo. Este consejo tenía pleno poder
sobre las Iglesias hasta para nombrar obispos y crea nuevas diócesis. Si bien, mucho se le debe
en la evangelización americana, también tuvo culpa de muchos abusos y fallas, con el
agravante de que la Iglesia americana no podía comunicarse directamente con Roma sino a
través del “Supremo Consejo de Indias”.

El contenido catequístico y la pedagogía:

Con los misioneros españoles que llegan al nuevo mundo vienen también todos los esquemas
pastorales de España. El contenido catequístico y los métodos se van introduciendo en las
misiones, en un principio literalmente pero gracias al celo de los misioneros se ven esfuerzos de
adaptación, en lo que la época permitía, a este nuevo mundo americano. De ahora en adelante
encontraremos muchisísimos y variados esfuerzos para llevar la fe cristiana a los habitantes de
las indias.

SÍNTESIS
Situación histórica

Esta época es en España un tiempo de cambios y de decadencia teológica y catequística que


pasaron a la historia americana.

El Mensaje Cristiano:

Desde el S. XII la presentación del mensaje se modela de acuerdo con el pensamiento


Aristotélico y Escolástico. Contenido sistemático y doctrinal. Catequesis antropocéntrica que
genera un moralismo exagerado y una importancia especial de las postrimerías.

Concilio de Tortosa (1429) determina el contenido:

– lo que debe creer: Artículos de la Fe


– lo que debe pedir: Oración Dominical
– lo que debe observar: Decálogo
– lo que debe evitar: siete pecados
– lo que debe esperar: Paraíso
– lo que debe temer: Infierno
– que se haga un catecismo en 6 ó 7 lecciones para los domingos.

Hay una preocupación de Síntesis y resumen con lo apenas necesario, propio de las épocas de
decadencia.

Elemento Litúrgico:

No aparece. Hay un divorcio entre culto y vida entre Catequesis y liturgia.

La Pedagogía:

El cambio de objetivo en la Catequesis determina un cambio en la metodología. El Concilio de


Tortosa determina: La elaboración de un catecismo para memorizar.

Elementos que pasan a la Catequesis Latinoamericana

– La mentalidad de cristiandad en España pasa a la Pastoral Latinoamericana.


– La mezcla entre lo político y lo religioso (conquista y evangelización). El Patronato.
– La forma de presentación del contenido y la metodología pasa a la Catequesis Americana.

JUICIO SOBRE ESTA ÉPOCA

Desafortunadamente al llegar el descubrimiento del nuevo mundo, se encuentra Europa en una


decadencia Teológica y Catequística y en esta forma se inicia la vida de la Iglesia en América
Latina. Sin embargo no podemos dejar de apreciar como un elemento de importancia decisivo
para la vida cristiana del nuevo continente, el hecho de que haya habido desde el principio la
preocupación constante de la Evangelización de las nuevas tierras descubiertas.

Este tipo de pastoral que se traslada desde España marcará con el signo cristiano la historia
Latinoamericana, aunque le traiga también los aspectos negativos de su decadencia.
En efecto, la antigua catequesis, Apostólica y Patrística que culminaba con el catecumenado y
que era un verdadero noviciado para vivir el mensaje cristiano atendiendo a todos los aspectos
de la vida, se ha convertido en simple estudio frío y sistemático de una doctrina, que ya no es
una historia de salvación, sino un esquema Aristotélico de los dogmas.

Todo esto hace cambiar el proceso catequístico de la Fe, en que consistía el método
catequístico. Era un método de enseñanza, con aplicaciones prácticas. Por esto el Concilio de
Tortosa supone que el método del catecismo que ordena elaborar para los Párrocos, es una
simple memorización del texto.

Como consecuencia de lo anterior, el elemento litúrgico desaparece y el elemento moral se


convierte en seguir una serie de normas morales Pre-establecidas.

Con relación al contenido de la catequesis, lo encontramos reducido a su mínima expresión, no


tanto por lo reducido de sus proposiciones sino también porque es privado de la fuerza de la
presentación catequística auténtica. Todo esto lo podemos ver en el texto del Decreto del
Concilio de Tortosa que citamos anteriormente.

Este es el panorama catequístico de la Madre España en los Siglos XIV y XV y que viene a
servir de base para la Evangelización del nuevo mundo que se acaba de descubrir.

Sin duda alguna el trabajo y el celo de los santos misioneros que inician la labor de
evangelización de nuestro continente fue enriqueciendo poco a poco este panorama con sus
propias experiencias, como lo podemos ver por los resultados del trabajo misionero en la
Conquista y en la Colonia en el nuevo mundo.

CAPITULO III:
LOS PRIMEROS PASOS: CATEQUESIS DE LA CONQUISTA

Iniciada la época de la Conquista se inicia también la Evangelización de las nuevas tierras. Si


bien es cierto que toda la forma de Pastoral profética de España se quiere trasladar a América,
sin embargo encontramos ya en la Catequesis de la Conquista algunas características que son
importantes anotar porque condicionarán, como se verá, en alguna forma, la catequesis sub-
siguiente.

Características especiales:

La primera característica es el afán de la Iglesia misionera por la promoción del Indio. Esta
labor no solamente se llevará a cabo a través de la Evangelización sino también a través de la
defensa permanente del indio, contra los abusos de los conquistadores. La Iglesia debió situarse
en independencia con respecto a tres polos: La corona española –ligada por el sistema de
patronato; la sociedad hispánico–criolla a la cual la unía, naturalmente una solidaridad étnica y
cultural y las comunidades indias a las cuales se dirigió con el fin de evangelizarlas y
protegerlas. Si algo facilitó la difícil tarea de los misioneros fue la imagen que tuvo la Iglesia de
ser la defensora y protectora de los Indios. Muchísimas figuras de primer orden podríamos
recordar a través de toda la América Hispana. Por nombrar algunos recordemos al P. Antonio
de Montesinos por ser el primero que ya en 1511 se levanta contra la opresión de los indios, y
al famoso Bartolomé de las Casas por su obra gigantesca y profética en favor de las
comunidades indígenas.
Otra característica en la catequesis de la conquista es la preocupación constante de los
misioneros en adaptarse al mundo indígena tomando muchas de sus costumbres y esforzándose
en tomar su lengua.

Una tercera característica era la forma y método de la Catequesis sobre todo en esta primera
etapa; los misioneros peregrinaban de pueblo en pueblo, de poblado en poblado, se predicaba lo
más elemental, insistiendo en oraciones, mandamientos y artículos, en su lengua o a través de
intérpretes. Se extirpaba la idolatría y los antiguos cultos en lo que tenían de público y evidente.
Muchas de estas peregrinaciones misioneras dieron origen a pueblos y ciudades en el futuro.

Los primeros misioneros:

En 1492 se lleva a cabo el primer viaje de Cristóbal Colón. En esta primera expedición las
crónicas nada dicen de misioneros que hubieran acompañado a Colón y a sus compañeros.

En 1493 llega el primer sacerdote al nuevo mundo. Era Fray Bartolomé Boyl, religioso de
confianza de los Reyes Católicos. Por la Bula “Pius Fidelinum” del 25 de junio de 1493 el Papa
le concedió todos los poderes. Sin embargo poco tiempo después su autoridad, se enfrenta a la
de Colón y regresa a España al año siguiente.

La evangelización de la isla de Santo Domingo se inicia en 1500 con la llegada de los


misioneros franciscanos que vienen a crear la “misión de los indios occidentales”.

En 1510 se inicia una primera actividad misionera, por olvidada no menos importante. Desde
un primer momento los misioneros comienzan la defensa y promoción de los indios, que
caracterizará la historia de las misiones en el nuevo mundo.

En efecto llegaron a la isla española tres religiosos de Salamanca bajo la guía del Dominico
Pedro de Córdoba quien inicia con el Padre Antonio de Montesinos en el Adviento de 1511 su
predicación a los colonos sobre la grave falta que significaba la opresión que cumplían sobre el
indio. Esto llega a oídos del Rey Fernando y da origen a las “Leyes de Burgos” que se dictaron
en 1512 en favor de los indios.

Fray Bartolomé de las Casas y la experiencia de Cumaná:

Una de las figuras más sobresalientes entre los misioneros que se apersonaron de la causa de
los indios fue sin duda Fray Bartolomé de las Casas más tarde Obispo de Chiapas. Desde que
llega a Cuba en 1514 como clérigo encomendero, dedica toda su actividad a la promoción y
defensa del indio. En América, en España, ante los grandes conquistadores, ante el rey de
España, en todas partes lo veremos empeñado en su misión. El, inspiró en la carta de España
“El plan para la reformación de los indios” y fue nombrado el 17 de septiembre de 1516 como
“Clérigo Procurador de los Indios”.

Utópico y soñador, emprende en 1520 la experiencia de Cumaná, con la venia del rey Carlos V.
Se trataba de una colonización pacífica, sin armas contando solo con labriegos. Quiere fundar
“Pueblos de Indios Libres”, comunidades de labriegos hispano-indios que iniciarán una nueva
civilización en América. El lugar elegido para esta experiencia fue la costa de Pavía, región de
Cumaná, al Norte de la actual Venezuela. Inició su obra el 14 de diciembre de 1520 con un
grupo de labriegos. Sin embargo, el fracaso en la recluta de estos agricultores, el desastre de la
misión franciscana enviada a Cumaná, los compromisos de "Las Casas en la capitulación, los
intereses creados de los encomendados de Santo Domingo y por último el ataque de los mismos
indios sobre la fundación, significaron el desastre de la experiencia de Cumaná en enero de
1522.

Esta experiencia de Cumaná, aunque constituyó un fracaso y es algo olvidado por los
historiadores, sin embargo creo que tiene su importancia, porque muestran lo que pensaban los
misioneros con relación a la formación integral de los indígenas.

El padre Fray Bartolomé de las Casas no fue el único entre los misioneros venidos al nuevo
mundo, que pensaban en esta forma. Junto con él podemos mencionar numerosos nombres
como, Antonio Valdivieso en Nicaragua, Cristóbal de Pedraza en Honduras, Juan del Valle en
Popayán, el famoso Zumárraga en México.

Las misiones de la Nueva España y el Perú

Dentro de todo el esfuerzo, misionero, tan lento y duro pero continuado, hagamos mención
rápidamente de lo que se llamó las misiones de la Nueva España (México) y el Perú. Son
importantes estos esfuerzos misioneros por el auge que tuvieron y porque allí se fue ampliando
la Evangelización a muchas partes del Continente.

Desde Cuba, Cortés comienza la conquista del continente hacia 1519. Pero la Evangelización
metódica de México comenzó también por la presencia desde el primer momento del
mercedario Fray Bartolomé de Olmedo y del Sacerdote Secular Juan Díaz. Ellos iniciaron el
anuncio del Evangelio a los Indios. El 13 de Mayo de 1524 desembarcaron en Ulloa los 12
apóstoles de la nueva España: eran efectivamente 12 Franciscanos de un valor excepcional, de
una gran formación, y que vinieron expresamente a iniciar una misión metódica de
Evangelización y Catequesis con los Indios. En 1526 llegan también 12 Padres Dominicos con
el mismo propósito y en 1533, 7 Padres Agustinos. De aquí en adelante cada año llegaban
nuevos religiosos para el trabajo misionero. En 1559 había en México 80 casas de
Franciscanos, 40 Dominicos y 40 Agustinos.

Los religiosos marchaban a pie recorriendo palmo a palmo las nuevas tierras, superando los
más diversos obstáculos, y a través de una diversidad inmensa de pueblos, de razas y de
lenguas. Los misioneros en sus catequesis pasaron rápidamente de la mímica al gesto, a la
utilización de intérpretes y comenzaron a estudiar las lenguas nativas. Poco tiempo después
comienzan a aparecer diccionarios y gramáticas, catecismos, confesionarios etc. en lengua
Náhuatl y Tarasco. Esta gran obra misionera dio origen a la fundación de las primeras diócesis
asegurando la continuidad del esfuerzo misionero.

La misión del Perú fue similar a la de México. Pizarro llegó al Perú con un grupo de dominicos
en 1529, entre ellos se encuentra el famoso Fray Vicente de Valverde que llegará a ser primer
Obispo de Cusco. Poco tiempo después llegan 20 Dominicos más y un nutrido grupo de
franciscanos.

Los Dominicos fueron los primeros en comenzar la labor misionera. En 1539 Pablo III creó la
Provincia Romana de la Orden de Predicadores. En 1544 eran más de 50 religiosos. Los
Franciscanos pocos años después de los Dominicos, organizan igualmente sus misiones.
Conocieron una difusión asombrosa desde Quito, al Río de la Plata. Los mercedarios contaban
en el S. XVI en la Provincia de Cusco 16 Monasterios urbanos y 19 Parroquias indias. Los
Agustinos trabajaron igualmente desde el comienzo.

El método misional fue semejante al empleado en México y San Francisco Solano y San Luis
Beltrán son ejemplos típicos de esta forma de evangelizar.

Primeras organizaciones

La organización estable de la Iglesia en América Latina se inicia en esta época. El fruto


inmediato de la evangelización de los misioneros era la formación de pequeñas comunidades
indígenas que fueron origen de las doctrinas y parroquias y de las encomiendas. A medida de
que fueron surgiendo estas comunidades, se tuvo la preocupación de la creación de las nuevas
diócesis. Así las jerarquías iban tomando una verdadera labor pastoral de continuidad.

Esta época de la conquista y la siguiente de la colonia fue orientada permanentemente a través


de Concilios provinciales y Sínodos diocesanos eminentemente Pastorales, muy concretos, que
da una verdadera organización a la Evangelización y catequesis del nuevo mundo.

A los 14 días de haber llegado los primeros franciscanos México (1524) se reunieron en
capítulo con el fin de planear una labor en común de Evangelización. Días más tarde se reúne la
Primera Junta Apostólica” bajo la presidencia de Fray Martín de Valencia, franciscano
(Hermoes I, 54-56. Capítulos de la Historia Franciscana. México 1933, Cap. I, pág. 23) allí se
hablaba claramente sobre los problemas pastorales y la catequesis del Bautismo, la
Confirmación, la Penitencia, la Comunión.

En 1539 en la misma ciudad de México se reunieron el Obispo de México: Zumárraga, Juan de


Zárate de Antequera y Vasco de Quiroga de Michoacán y los provinciales y representantes de
las diversas órdenes. Ellos llegaron a las conclusiones que se han dado a conocer bajo el
nombre de “Capítulos de la Junta Eclesiástica de 1539”. En esta reunión se tomaron
importantes decisiones sobre todo en relación a los bautismos de adultos y la Sagrada
Eucaristía. Citamos un párrafo significativo:

“Que en bautizar de los adultos se guarden y renueven los decretos antiguos, como se
guardaban y guardaron y mandaron guardar y renovar en la conversión de Alemania e
Inglaterra cuando se convirtieron en tiempo del Papa Gregorio y del Emperador Charlo Magno
y Pepino, pues tenemos el mesmo caso entre las manos, é hay la misma razón que cuando se
establecieron los mismos decretos había, y los que los ordenaron tuvieron cuando la Iglesia
Católica se asentó en sus ritos y ceremonia, que fueron entre otros los Papas, Sirilo, León,
Dámaso, Gelasio, Ambrosio, Agostino, Hieronimo como agora se nos ofrece de muchos
adultos de gentiles sanos que sirven en seguridad de paz, que creían e se convertían e
concurrían al Bautismo como agora concurren; e se haga manual conforme a ello... e que se
hagan en los dos tiempos del año los bautismos regulares de Pascua y Pentecostés, en los cuales
sean bautizados los adultos de gentiles sanos y que viven en seguridad de paz... salvo si al
Obispo o al ministro constatase venir perfectamente instruidos. Somos informados que en lo del
Santísimo Sacramento de la comunión, entre los ministros de la Iglesia ha habido e hoy duda si
se deba dar o no a los naturales cristianos y verdaderamente penitencias, y tales que el cura o
confesor que en esto nada ser juez, no le constase de casa porque se le pudiese o debiese negar,
salvo ser indios y nuevamente convertidos, y hallase que estos tales tienen capacidad”... (Y.
Icazbalceta, Zumárraga, apéndice N.º 26 pp. 117 ss.).
Muchas veces se puede tener la idea de que la evangelización americana se hizo de una manera,
a la ligera, un tanto improvisada. Pero no fue así. Estos datos nos muestran la importancia que
se le dio desde el principio a una planeación pastoral de acuerdo con las posibilidades y
circunstancias de la época.

Características del contenido y la pedagogía de la catequesis de la Conquista

Como dijimos anteriormente, en general los esquemas pastorales de la España de la época


fueron traídos por los misioneros españoles. Si en el viejo mundo se había empobrecido mucho
la teología, el contenido catequístico y la misma forma de presentar el mensaje con mayor
razón aquí en América. Los misioneros tropezaron con numerables dificultades, como el
lenguaje, las costumbres, el esquema religioso del indio, que tendía a una religión cósmica
impregnando toda su vida personal y social.

Con relación al contenido de la catequesis sería muy semejante a los esquemas de las
parroquias “doctrinas” españolas del S. XV pero aún más simplificados y adaptados a las
comunidades indígenas.

Algunas ideas generales sobre Dios nuestro Señor, sobre nuestro Señor Jesucristo, y la Virgen
Santísima y principalmente “Oraciones, artículos y mandamientos”. La catequesis de los
sacramentos se daba muy superficialmente cuando se iban a recibir. Se insistía más bien en el
Bautismo. El Concilio Provincial de Lima de 1551 exige “un catecumenado antes del Bautismo
de todo adulto; dicha instrucción debe hacerse en su propia lengua” (Concilio Limense I Const.
58 pág. 186).

Son dignos de mención el “tratado de Doctrina” con grandes trozos escritos en verso para
facilitar su memorización y también el texto en prosa: “Breve y más comprendiosa doctrina
cristiana en lengua mexicana y castellana, que contiene las cosas más necesarias de nuestra
Santa Fe católica para el aprovechamiento de estos indios naturales y salvación de sus ánimas”.
Este texto fue escrito por el mismo Juan de Zumárraga primer Obispo de México hacia 1539
(Fray Jerónimo de Mendieta “Historia Eclesiástica Indiana” 1,3 Cap. 19 citado por Bagle
“Expansión Misional de España” pág. 105).

En cuanto a la pedagogía de la Catequesis de la conquista no solo se usó el canto, sino también


el verso y la danza.

Fray Francisco Toral, primer Obispo de Yucatán prescribe:

“La Doctrina cristiana sea lo primero que se les da por escrito para bailar y sabida y cantada...
los aprenderán más presto” (Bagle o.c. pág. 155). Se emplearon también en el nuevo mundo los
“autos sacramentales” para inculcar las verdades.

Desde el principio, tal como en los tiempos carolingios, la catequesis estaba muy unida con el
aprender y leer y escribir. Así nacieron muchas escuelas conventuales. Se trataba en ellas de
crear un ambiente cristiano para que la Fe pudiera desarrollarse ya que el ambiente en un
principio era pagano. Para este fin los catequistas supieron emplear la liturgia.

El capítulo general de los Agustinos de la nueva España en 1535 decía en la cláusula séptima
“Ordenamos que en acabando de decir las horas, los naturales inmediatamente salga el
sacerdote a decir misa; y acabada la misa, hagan que estén juntos en el patio todos los niños del
pueblo y tengan diputados indios hábiles y suficientes que les enseñen la doctrina conforme al
doctrinal de Fray Pedro de Gante”. Renacía pues, haciendo las transposiciones del caso, el
espíritu del catecumenado. Este fue en breves palabras el programa y el método usado desde el
principio por los misioneros españoles en el nuevo mundo.

SÍNTESIS:

Los primeros pesos de la evangelización en el nuevo mundo se dieron siguiendo el tipo de


pastoral de España en el S. XV. Sin embargo, tiene características especiales:

1. La promoción del indio: la evangelización de Latinoamérica desde su comienzo se


caracteriza par el interés misionero de considerar al indio como una persona humana, como
“una ánima que había que salvar”. Esto se manifiesta en el trabajo evangelizador y en la
defensa del indio de los abusos de los conquistadores, v.gr. Antonio de Montesinos en 1511 y la
obra gigantesca de Fray Bartolomé de las Casas.
2. Adaptación: A pesar de las muchas dificultades hay un afán de adaptación, a la cultura, a la
lengua de los indios. En lo que permitía la mentalidad de la época.
3. Método: Desde estos primeros esfuerzos evangelizadores hubo una cuidadosa planeación. Se
recorren todos los núcleos indígenas dejando organizada la comunidad y dando origen a la
posterior organización de la Iglesia.

Los primeros misioneros:

En 1493 llega el primer sacerdote: Fray Bartolomé Boyl. En 1500 se inicia “la misión de los
indios occidentales”. En 1511, Fray Antonio de Montesinos inicia la defensa de los indios.

Fray Bartolomé de las Casas y la experiencia de Cumaná.

Fray Bartolomé de Las Casas llega a Cuba en 1514 y emprende la defensa de los indios. El 17
de septiembre de 1516 es nombrado como “Clérigo Procurador de los Indios”. En 1520 inicia la
experiencia de Cumaná que buscaba una “nueva civilización en América” fracasa en 1522.

Misiones de la nueva España y el Perú

Estas misiones son de especial importancia por el auge que tuvieron, por su planeación, y por el
influjo en la catequesis posterior.

Misión de Nueva España (México):

1519: se inicia con Fray Bartolomé de Olmedo y P. Juan Díaz Diocesano.


1524: Llegan 12 apóstoles franciscanos.
1526: Llegan 12 Dominicos.
1533: Llegan 4 Agustinos y cada año van llegando nuevos misioneros.
1559: Se tiene en México 80 casas de franciscanos, 40 de dominicos y 40 de agustinos.

Su objetivo fue la evangelización y catequesis de las nuevas tierras. Esto se prepara


cuidadosamente en Equipo. “Primera Junta Apostólica presidida por Fray Martín de Valencia”
(1524).
La preocupación de los misioneros era el dejar comunidades cristianas organizadas y
consolidadas a través de la catequesis.

La misión del Perú:

Similar a la de México. En 1529 llega Pizarro con un grupo de misioneros encabezado por Fray
Vicente de Valverde. Sobresalen San Francisco Solano y San Luis Beltrán.

Primeras organizaciones:

A través de la evangelización de los misioneros se van formando pequeñas comunidades


cristianas que van dando origen a las doctrinas, a las parroquias a las nuevas diócesis. La
pastoral en general y la evangelización en particular se orientaron en la conquista y en la
colonia a través de concilios provinciales y sínodos diocesanos.

Características del contenido y la pedagogía

El contenido:

El mismo de la España de la época pero simplificado y adaptado. Podríamos resumirlo así:


Ideas generales sobre Dios, Nuestro Señor Jesucristo y la Virgen Santísima y principalmente
oraciones artículos y mandamientos. La preparación a los sacramentos se hacia al momento de
recibirlos.

La Pedagogía:

El fundamento era la memorización de las verdades a través del verso, el canto y la danza. En
los mementos más importantes, en los ratos de descanso se cantaba y danzaba el catecismo. Se
usaron también los autos sacramentales hechos especialmente para los indios. Otro elemento
importante son las escuelas conventuales, en donde se enseña a leer y la catequesis. Se quiere
transformar el ambiente pagano con una especie de catecumenado.

A pesar de todos los defectos que haya podido tener este tipo de catequesis, tuvo éxito
indiscutible. El número de convertidos a la Fe fue inmenso. Ciertas verdades y prácticas
cristianas penetraban hondamente en el alma indígena. El ambiente se transforma. Sin embargo
adolece de los defectos de la época: exceso de memorización y poco testimonio, insuficiente
comprensión, pobreza dogmática.

Juicio sobre la época

Sin duda alguna el mérito obtenido por los misioneros en estos primeros pasos de la catequesis
en el nuevo mundo, es indiscutible y digno de nuestra admiración y gratitud. La transformación
del ambiente pagano en lo que sería más tarde la floreciente cristiandad de la época colonial
constituye un éxito indiscutible.

Algunos aportes de la catequesis de la Conquista:


La Catequesis de la Conquista constituyó un esfuerzo heroico de los misioneros españoles, y
una experiencia totalmente nueva en su época que nos deja algunos elementos que son un
aporte valioso para una catequesis Latinoamericana, a saber:

1. La preocupación constante de los misioneros de que su evangelización fuera una verdadera


dignificación del indio americano.
2. Hubo un esfuerzo permanente por parte de los misioneros de adaptarse a la mentalidad y
costumbres de los indios, para que su catequesis fuera una respuesta adecuada a las necesidades
e interrogantes de las comunidades que se iban formando por su trabajo pastoral.
3. El fundamento de la labor evangelizadora de los misioneros fue la formación de
comunidades cristianas en el seno de los cuales se formaban los catecúmenos y tenían sus
primeras experiencias de Fe.
4. Desde un comienzo hubo la preocupación de que la labor pastoral y catequística fuera
cuidadosamente planeada, en cuanto lo permitían las circunstancias de la época.
5. El intento de crear una especie de catecumenado para la preparación de los nuevos cristianos,
ya por la forma cómo se preparaban para el sacramento del bautismo, ya a través de las
escuelas conventuales, en donde se daba una formación cristiana intensa, y que constituyen un
verdadero ejemplo de lo que debería ser la “Educación en las escuelas de la Iglesia”.
Esta labor evangelizadora que pacientemente fue llegando a los más variados sitios de nuestro
continente, constituyó el fundamento de la vida cristiana que se vivió más adelante, marcando
con el sello cristiano toda la historia de lo que serían más tarde los países latinoamericanos.

CAPÍTULO IV
LA CATEQUESIS DE LA COLONIA

Pasado el primer momento de la evangelización de la Conquista viene en la época de la Colonia


la organización estable de la pastoral de la Iglesia y su afianzamiento. Esta pastoral influirá
durante siglos en multitud de fieles ya no solo indígenas y españoles, sino también en ese nuevo
fruto del nuevo mundo que fueron las generaciones de los “criollos”.

Muchos acontecimientos importantes pudiéramos enumerar en este tiempo. En todo el


continente latinoamericano durante siglos, la labor callada y continua de miles de catequistas y
de celosos pastores forjaron multitud de generaciones de cristianos y supieron sembrar la
semilla del Evangelio muy profundamente en el alma latinoamericana.

Nos limitaremos en este capítulo a señalar muy someramente algunos puntos importantes que
junto con todo un conjunto de circunstancias dejaron su huella en la catequesis latinoamericana.

Los Concilios provinciales y Sínodos diocesanos

Si queremos tener una idea general de la Pastoral de la Iglesia latinoamericana y de sus


orientaciones catequísticas en esta época no podemos desconocer los diferentes concilios
provinciales y la multitud de Sínodos Diocesanos que se celebraron a través de estos siglos en
América Latina. A través de estos concilios y Sínodos se orientó la Iglesia en esta época, y
planeó concretamente su acción pastoral adoptándola a las diversas circunstancias, y momentos
históricos de las distintas provincias del nuevo mundo.

Desde la organización misma de las diócesis en las Parroquias y las doctrinas, la disciplina
eclesiástica, la catequesis de los indios y de los blancos, las orientaciones Pastorales para la
administración de los sacramentos y muchas cosas más referentes a la vida de la Iglesia, fueron
orientadas a través de los concilios y de los sínodos.

Aunque no podamos entrar a referirnos concretamente a cada uno de los Concilios provinciales
es necesario que tengamos siquiera la referencia del año, la sede y el nombre del metropolitano
que lo presidió:

Año Sede No. Nombre del Metropolitano


1. 1551-1552 Lima I Jerónimo de Loayza
2. 1555 México I Alonso de Montúfar
3. 1565 México II Alonso de Montúfar
4. 1567-1568 Lima II Jerónimo de Loayza
5. 1582-1583 Lima III Toribio de Mogrovejo
6. 1585 México III Pedro Moya de Contreras
7. 1591 Lima IV Toribio de Mogrovejo
8. 1601 Lima V Toribio de Mogrovejo
9. 1622 Santo Domingo I Pedro de Oviedo
10. 1625 Santa Fe I Hernando Arias de Ugarte
11. 1629 La Plata I Hernando Arias de Ugarte
12. 1771 México IV Francisco de Lorenzana
13. 1772 Lima VI Diego de Parada
14. 1774 La Plata II Pedro Argandoña
15. 1774 Santa Fe II Agustín Camacho y Rojas

Estos concilios más que dogmáticos fueron pastorales y misioneros. Entre ellos cada uno de
singular importancia, detengámonos brevemente en los siguientes:

El III Concilio de México:

De todos los Concilios en tierra mexicana, el más importante fue el convocado por el Tercer
Arzobispo don Pedro Moya de Contreras entre el 20 de Enero y el 16 de Octubre de 1585. Fue
llamado el “Trento Mexicano” y aprobado por Sixto V el 27 de Octubre de 1589.

Este Concilio insiste en la labor catequística de los religiosos; en los seminarios; y en la


recepción de la Eucaristía por parte de los indios (Textos del Concilio: Lorenzano: Concilium
Mexicamun Provinciale III Pág. I-328).

I Concilio de Lima

En 1551 fue reunido en Lima el Primer Concilio Límense convocado por Don Jerónimo de
Loaysa. En este concilio se trata de organizar la “Iglesia de los Indios” sobre el antiguo imperio
Inca. Se organizan las doctrinas y los pueblos y parroquias en las cabeceras del imperio. Se
exige el catecumenado de los adultos antes del bautismo en su propia lengua y que nadie sea
bautizado contra su voluntad. No se podía administrar la Eucaristía a los Indios sin el permiso
del Vicario o Prelado.

III Concilio de Lima:


El más importante de los Concilios Americanos, fue sin lugar a dudas, el convocado por Santo
Toribio, Arzobispo de Lima y realizado entre los años 1582-1583.

Lo primero que trata el Concilio es el tema de un catecismo (Act. II Cap. III pág. 266) que
estará escrito en castellano Quichua y Aymará, las lenguas del Imperio Inca. El concilio anota
la importancia por encima de otras cosas, de la instrucción religiosa y su preocupación se dirige
especialmente a los más pobres, a los indios, negros y niños. La Sagrada Comunión a los indios
es dejada a discreción de los párrocos. Los Obispos renuevan en este Concilio su título de
protectores de los indios.

La revisión de la pastoral del Nuevo Reino hecha por los Padres Conciliares les hace abordar el
problema de la catequesis. Tal como en el Concilio de Trento, en el III Concilio de Lima se vio
la necesidad de imprimir un catecismo adaptado a estas regiones.

El Catecismo de santo Toribio de Mogrovejo:

En 1583 salía de las prensas de Lima el primer libro impreso en Sub-América. Su largo título
decía: “Doctrina Cristiana y Catecismo para instrucción de los indios y de las demás personas,
que han de ser enseñadas en nuestra Santa Fe. Con un confesionario y otras cosas necesarias
para los que se adoctrinan... Compuesto por la autoridad del Concilio Provincial, que se
celebrara en la ciudad de los Reyes el año de 1583 y por la misma traducida a dos lenguas
generales de este Reino, Quichua y Aymará”.

El autor del texto castellano del catecismo fue el famoso misionero y catequista, José de Acosta
S.J. y los traductores, dos especialistas de la compañía. Santo Toribio fue el inspirador y
director del Equipo, tal como San Carlos Borromeo con el de Trento.

El Catecismo de Santo Toribio o del III Concilio Límense tiene una especial importancia en
esta época de la colonia porque tuvo gran difusión y fue empleado por mucho tiempo en lo que
se llamaba por entonces los reinos del Perú.

En la “Provisión Real” dada por don Felipe Rey de España se autoriza, a través de la Real
Audiencia de Lima, al Piamontés Don Antonio Ricardo para que lo imprima en Lima. Lo
debían asistir en esta impresión el P. Juan Atienza rector del Colegio de la Compañía o el Padre
José de Acosta S.J. y dos de los traductores a las lenguas Quichua y Aymará. En el mismo
documento se pide a los prelados Vicarios, Provinciales y Priores “que no consientan que
ningún doctrinante esté sin los dichos catecismos... y no se use de otra alguna para la doctrina y
conversión de los dichos naturales”.

Este catecismo tenía tres formas:

1a. “El catecismo Breve” (para los rudos y ocupados) seguido de una “plática Breve” (en que se
contiene la suma de lo que ha de saber el que se hace cristiano).
2a. “El Catecismo Mayor” (para los que son capaces).
3a. “Tercer catecismo o exposición de la Doctrina Cristiana por sermones” (para uso de los
párrocos).
1a. “El Catecismo Breve”: Este pequeño catecismo está dedicado a los más rudos e ignorantes
y está formado por las oraciones, los artículos de la Fe, los mandamientos, los sacramentos, las
obras de misericordia, las virtudes y una “suma de la Fe cristiana”. Luego 16 preguntas y
respuestas y un esquema de una “Plática Breve” en que se contiene la suma de lo que se ha de
saber el que se hace cristiano.

Realmente es un compendio maravilloso del contenido esencial de la Catequesis. El problema


estaba en que se reducía a la memorización de estas verdades, lo que podía constituir una
verdadera catequesis. Lo que faltaba se complementaba con la vivencia cristiana que se tenía en
las comunidades que se iban formando.

Todo esto era consecuencia del concepto tan pobre de la fe que tenía la teología de la época.
“En la suma de la Fe Cristiana” que presenta este catecismo, se reduce todo al contenido de la
fe. Tener Fe era tener presente unas verdades sobre Dios, la Trinidad, Jesucristo, y la Santa
Iglesia.

2a. El Catecismo Mayor: Como dice el texto era para las “personas capaces” y entendidas.
Estaba formado por 117 preguntas y respuestas, divididas en cinco grandes partes a saber:

Primera parte: “Introducción de la Doctrina Cristiana” que trataba sobre el hombre y su


salvación.
Segunda parte: Del símbolo
Tercera parte: De los sacramentos
Cuarta parte: De los mandamientos
Quinta parte: De la oración del Padre Nuestro.

3a. “Tercer Catecismo o exposición de la Doctrina Cristiana por Sermones”

Este tercer catecismo tiene una gran importancia desde el punto de vista catequístico. Los
mismos autores de los dos primeros catecismos se dan cuenta que ese resumen en preguntas y
respuestas es insuficiente catequísticamente y por eso hacen este sermonario como
complemento de lo anterior. Es como pudiéramos decir hoy, un manual del catequista. Por eso
está dedicado “a los curas y otros ministros que predican y enseñan a los indios y demás
personas”.

En la introducción de este sermonario, al presentar el objetivo o “intento de este tercer


catecismo” son muy interesantes al respecto los siguientes párrafos: “En el Sínodo provincial...
Pareció a los prelados y personas graves y expertas, que fuera del catecismo mayor y menor
que había que hacerse otra manera de catecismo, por modo de sermones pláticas que sirvan
principalmente para los curas y predicadores de indios. Porque así como el catecismo menor es
para que todos los indios... Lo sepan y tengan de memoria y el catecismo mayor es para que los
que son capaces, sepan más por entero los misterios de nuestra religión, así también es
menester que esta misma doctrina se les propusiese a los indios de tal modo que no solo la
percibiesen y formasen concepto de estas verdades cristianas pero también se persuadiesen a
creerlas y obrarlas como se requiere para ser salvos”. Se reconoce también que la forma de
presentación y su metodología debía ser más catequística a manera de narración. Se dice al
respecto en la misma introducción: ... “Se trata de los misterios de nuestra Fe, poniendo
primero los fundamentos y puntos esenciales y después lo demás por modo de narración, que es
el mejor modo de catequizar, como san Agustín enseña y se ve por experiencia, y aun por
ejemplo de la ley escrita y evangélica, que ambos se enseñan por narración e historia, la una en
el Pentateuco y la otra en los cuatro Evangelios” (Véase introducción Tercer Catecismo.
“Catecismos Peruanos del S. XVI” pág. 56 - Javier Castillo Arroyo, sacerdote Diócesis de
Huancayo, Perú).

En efecto, cada uno de los treinta y un sermones que trae el catecismo son catequesis muy bien
elaboradas. Cada sermón trae al principio el tema de la catequesis, luego el desarrollo del tema.
En este desarrollo encontramos una breve introducción, la explicación muy clara del tema
salpicada de ejemplos muy adaptados para las situaciones de los indios, citas de la escritura, y
claras comparaciones. Al terminar trae siempre un compromiso práctico y una exhortación
final.

Anotaciones metodológicas del Catecismo:

En la introducción de estas catequesis encontramos un capítulo titulado “del modo que se ha de


tener en enseñar y predicar a los indios”. En este capítulo dedicado a la pedagogía catequística
vemos la preocupación de estos maravillosos catequistas de adaptarse a la mentalidad de los
indios que han de catequizar. Es un capítulo digno de cualquier manual de pedagogía
catequística.

Comienza comentando el texto de San Pablo en 2 Cor 5 y 1 Tes 2,7 en que el apóstol pide
adaptarse como una madre se baja al nivel de sus hijos. Sus palabras son significativas: “Por el
símil que pone en sí del ama que cría, declara escogidamente el oficio de predicador
evangélico, que Él hacia a gente nueva y tierna, y el que debe imitar cualquier ministro de
Cristo celoso de la conversión y salud de los indios. Porque dejando aparte el afecto y ternura
con que una ama trae colgada de sus pechos la criatura, y el no cansarse de sus niñeses e
importunidades, envolviéndola, limpiándola, acallándola, adormeciéndola y dejando por
momentos lo que le da gusto por acudir a su chicuelo. Todo lo cual es un propio retrato de la
caridad, paciencia, perseverancia y longanimidad que las amas evangélicas, que son las que
doctrinan gente nueva en la fe, han de tener si quieren que sus hijos espirituales, no se les
mueran, como dicen malogrados. Más en el particular de que hablamos, es cosa notable lo que
San Agustín advierte, tratando la propia autoridad, que es ver el lenguaje y plática que tienen
las amas o madres con sus chicuelos de teta, hablando animadamente y gorjeando con ellos”. . .
(Introducción Catecismo Tercero. “Catecismos Peruanos del S. XVI - P. Javier Castillo Arroyo,
pág. 50).

Para conseguir esta adaptación al lenguaje y mentalidad de los indios presenta esta introducción
algunos “avisos” necesarios a saber:

“Lo primero, que la doctrina que se les enseña sea lo esencial de nuestra fe, y la que es la
necesidad saberla todos los cristianos. Esto llama el Apóstol elementos o A.B.C. de la doctrina
de Dios (Heb 5), como son las cosas que se contienen en el Catecismo o Cartilla, porque tratar
a los indios de otras materias, de la Sagrada Escritura, o de puntos delicados de teología o
modalidades y figuras como se hace con españoles, es cosa por ahora excusada y poco útil,
pues semejante manjar sólido y que ha menester dientes, es para hombres crecidos en la
religión cristiana, y no para principiantes; porque acaece que muchos indios, después de haber
oído largo tiempo sermones, si les preguntáis qué sienten de Cristo, de la otra vida, si hay más
que un Dios y cosas tales, que son el A. B. C. cristiano, los halláis tan ignorantes, que ni aún el
primer concepto de eso han formado que cierto es un grande vituperio al cabo de tantos años de
frecuentar la Iglesia y oír la palabra de Dios.
Lo segundo, no se debe enfadar el que enseña a indios de repetirles con diversas ocasiones los
principales puntos de la doctrina cristiana, para que los fijen en su memoria y les sean
familiares: “Eadem vobis scribere, mihi quidem no pigrum, vobis autem necessarium”, decía el
Apóstol (Phil 3,1). Y así con éstos, como que son discípulos rudos, conviene inculcarles los
puntos más esenciales de nuestra religión, especialmente en los que ellos padecen más
ignorancia, como es en la unidad de un sólo Dios y que no se ha de adorar más de un Dios; que
Jesús (p. 4) Cristo es Dios y hombre, y es único Salvador de los hombres; que por el pecado se
pierde el cielo y se condena para siempre el hombre; que para salir de pecado se ha de bautizar
o confesar enteramente; que Dios es Padre, hijo y Espíritu Santo; que hay otra vida, y pena
eterna para los malos y gloria eterna para los buenos. Tales cosas como éstas, que son los
fundamentos esenciales de nuestra fe, y así los llama la Escritura (Heb 6), es necesario en todas
ocasiones repetirlos e inculcarlos a los indios, hasta que estén muy enterados en ellos y no lo
sepan como poco más o menos.

El tercer aviso es del modo de proponer esta doctrina y enseñar nuestra fe. Que sea llano,
sencillo, claro y breve, cuando se compadezca con la claridad necesaria Y así el estilo de
Sermones o Pláticas para indios se requiere ser fácil y humilde, no alto ni levantado. Las
cláusulas no muy largas ni de rodeo. El lenguaje no exquisito ni términos afectados, más a
modo de quien platica entre compañeros, que no de quien declama en teatros. Finalmente, el
que enseña ha de tener presente el entendimiento del indio a quien habla, y a su medida ha de
cortar las razones, mirando que la garganta angosta se ahoga con bocados grandes. Esto
advierte el Sabio cuando dice: Doctrina prudentium facilis (Prov 14).

El cuarto aviso y el más importante es que de tal manera se proponga la doctrina cristiana, que
no solo se perciba sino que también se persuada. Y aunque esta es propia obra del Espíritu
Santo, cuyo es abrir los oídos del corazón y levantar el alma para que asienta a cosas que son
(…) sobre nuestro entendimiento y no conformes a nuestro apetito; pero ayudan mucho las
buenas razones y edificaciones del que predica o enseña; pues, aunque no podamos hacer
evidencia de estos misterios, podemos bien mostrar que son muy creíbles (Ps 92), y dar
satisfacción de nuestra fe, como dice la Escritura (II Pet. 3). Y así hacían los Apóstoles cuando
predicaban a los judíos y gentiles el Evangelio, aprovechándose con los unos de los testimonios
de la Escritura que tenían, y con los otros de la buena razón y sentencias de sus sabios (Act. 2;
3; 7; 13; 17). Más es de advertir que con los indios no sirven razones muy sutiles, ni los
persuaden argumentos muy fundados. Lo que más los persuade son razones llanas, de su talle y
algunos símiles de cosas entre ellos usados. Ejemplos también de cosas que la Escritura cuenta;
sobre todo el descubrirles sus errores y mostrarles la bulería y falsedad que contienen; y
desautorizar a sus maestros los hechiceros, declarando sus ignorancias, embustes y malicias; lo
que es muy fácil de hacer, como se tenga cuidado de saber de sus ritos y supersticiones.
Últimamente por experiencia consta que estos indios, como los demás hombres, comúnmente
más se persuaden y mueven, por afectos que por razones. Y así importa en los sermones usar de
cosas que provoque y despierte el afecto, como apóstrofes, exclamaciones y otras figuras que
enseña el arte oratoria; y mucho mejor la gracia del Espíritu Santo cuando arde el sentimiento
del predicador evangélico. El Apóstol decía: “Vellem autem esse apud vos modo et mutare
vocem meam” (Gal 4, 20), porque sin duda, aunque (p. 5) sus cartas tenían mucha eficacia, era
sin comparación mayor la de su pronunciación y semblante con que daba un espíritu del cielo a
todo cuanto decía. Y por esto aconseja tanto San Agustín, que el predicador que desea imprimir
la palabra de Dios en otros por sermones, la imprima primero en sí por oración (“De Doct.
christ.” Lib. IV, ap. XV). Y aunque esto es general a todos, pero muy especialmente se
experimenta que los indios, como gente de suyo blanda, sintiendo en el que les habla algún
género de afecto, oyen y gustan y se mueven extrañamente, porque ellos entre sí mismo en su
lenguaje tienen tanto afecto en el decir que parece a quien no les conoce pura afectación y
melindre. Y así usar a vueltas de la doctrina que se enseña, algunos afectos con que se
provoquen a amar lo bueno y aborrecer lo malo, es negocio muy importante para el que hubiere
de predicar a estos indios. Y todas estas advertencias, y otras que se ofrezcan, no las debe tener
en poco el que desea ser obrero de almas y tratar dignamente el ministerio de la Palabra de
Dios”.

Todo esto se tiene en cuenta en los 31 sermones o catequesis que presenta el tercer catecismo,
como modelos de las catequesis que se debían hacer a los indios.

El plan de estos sermones es diferente al plan de los dos anteriores catecismos. Comienza en su
primer sermón hablando de los preámbulos de la Fe a saber: "que hay otra vida donde van
nuestras almas porque son inmortales. Dios hizo al hombre para que goce de Él”.
Inmediatamente habla del pecado y enseguida de Jesucristo Redentor y Salvador remedio de
ese pecado. Luego de Dios uno, trino y creador. Enseguida de la Iglesia, de la conversión y de
los sacramentos deteniéndose especialmente en la preparación a la confesión y los
impedimentos del matrimonio. Por último habla de los mandamientos, la Oración y los
novísimos. En esta última parte tiene un sermón especial para hablar de "los hechiceros y las
supersticiones" y otra sobre las borracheras.

Juicio sobre esta obra:

Constituye una obra maestra de la catequesis latinoamericana, con las limitaciones de su época.
Sobre todo el tercer catecismo o sermonario constituye un verdadero modelo de catequesis
adaptada a las necesidades y lenguaje de los destinatarios. Esta obra debería ser estudiada y
analizada más detenidamente en los institutos catequísticos de América Latina.

San Toribio de Mogrovejo mandó además componer un “Catecismo mínimo para los indios”
llamado popularmente “Catecismo sinodal”, el cual comienza con las conocidas palabras:
“Decidme hijo, hay Dios"? En realidad no todos los fieles eran capaces de asimilar el
“Catecismo Mayor”.

Este sencillo contenido catequístico estaba complementado con el ambiente de la familia


cristiana y por el sentido cristiano de las comunidades de la época. Desgraciadamente hay
dificultad para comprender un catecismo como el de Toribio de Mogrovejo y esto condujo al
uso casi universal de las famosas “Cartillas de la Doctrina” en la línea de los Padres Ripalda y
Astete. A mediados del S. XVIII por ejemplo, la imprenta de Buenos Aires había editado
70.000 ejemplares de ellas.

Algo sobre el método catequístico

En cuanto al método catequístico empleado en los reinos de los indios de los S.S. XVI y XVII
en adelante se continuó insistiendo mucho en la memorización hasta grabar profundamente el
texto en la memoria. Pensaban los pastores que el ambiente cristiano complementaría esa
asimilación personal que ni el libro ni la clase de catecismo podían entregar.

La Religiosidad Popular
La religiosidad popular o piedad latinoamericana se comenzó a elaborar en esta época de la
Colonia. Siempre se ha visto en estas manifestaciones de religiosidad un complemento
importantísimo y a veces definitivo para la catequesis del nuevo mundo.

Si bien es cierto que muchas expresiones de esta piedad han tenido su origen en España, como
por ejemplo, las procesiones, la imaginería etc. sin embargo es importante advertir, que se fue
haciendo una Religiosidad Popular autóctona en América Latina, muchas veces con la
contribución de los mismos misioneros. Como ejemplo de esto podemos citar un sin número de
paraliturgias creadas por los misioneros para la celebración de los distintos tiempos litúrgicos.

Estas paraliturgias eran una especie de representaciones, vivas de los ministerios de la historia
de la salvación, con alusiones a las costumbres y acontecimientos del momento en cada región
y con una mezcla de elementos rituales como danza, saltos, desfiles y símbolos usados por los
indios para comunicar a las divinidades su sumisión, respeto y entusiasmo.

Es necesario comprender que la misma conciencia que animó al cristianismo primitivo a elegir
elementos intrínsecamente indiferentes, de la civilización greco-romana, es la que llevó a los
misioneros a aceptar muchas formas lícitas y morales de reverencia a la Divinidad.

Por otra parte hay que tener en cuenta que toda esta religiosidad popular que se fue creando
respondía en parte al elemento mítico del indio y a su religiosidad cósmica.

En resumen creemos que la religiosidad popular de nuestro pueblo, había que orientarla muchas
veces pero constituye un valor muy grande para nuestra catequesis.

Las instituciones catequísticas de la Colonia:

Los primeros años de la época de la Colonia fue la época de la organización y afianzamiento de


la Iglesia en América Latina. Como anotamos anteriormente, a través de los concilios
provinciales se le fue dando a la Iglesia su estructura externa y su organización. Pero esto no se
quedó en nivel de concilios. Estas orientaciones se concretaban y se aplicaban en las diócesis
que iban surgiendo, a través de los sínodos diocesanos. Se dice que hubo más de doscientos
sínodos en la época de la colonia.

Con relación a la catequesis veremos un interés especial por parte de los Obispos. Realmente se
consideraba como el primer agente de la catequesis. En las parroquias de los blancos y en las
doctrinas de los indios se tenía como primera preocupación la catequesis de los niños y de los
adultos. La preparación de los niños a los sacramentos de iniciación; la obligación por ley
indiana y por ley tridentina del catecismo de adultos, antes y después de la misa dominical,
aparte de la homilía; la famosa rueda, que era una especie de repaso o examen de la doctrina
antes de la confesión de cuaresma; las pocas escuelas que funcionaban cuyo programa se
reducía, en muchos casos a aprender a leer y escribir y aprender la doctrina; todo esto unido
con el ambiente cristiano de la familia y de la sociedad; constituyeron los elementos de un
verdadero itinerario permanente de catequesis como se desearía hoy.

Un aspecto por demás olvidado y al que queremos hacer alguna referencia, es la vida cotidiana
del laico cristiano (“Los laicos en la cristianización de América” de Gabriel Guarda pág. 84 y
92ss). Se ha afirmado sin razón, que la vida cristiana de la comunidad de Indias era casi
exclusivamente clerical. Muy por el contrario, el laico cristiano conquistador, español o criollo,
tuvo una activa participación, siempre dentro del molde de la misma cristiandad. Debemos
recordar las florecientes y numerosas cofradías, congregaciones y órdenes terceras, para
españoles, criollos, mestizos, indios y negros, que eran un verdadero complemento vivencial de
su catequesis y que permitían al cristiano ejercer un testimonio cristiano y un auténtico
apostolado de los laicos.

Un aspecto aún más desconocido es el acceso a la sagrada escritura en lengua española, tan
frecuente en América si se tiene en cuenta el número de Biblias que vendían los libreros en las
capitales de las indias.

Dentro de las limitaciones propias del sistema, el descubridor, conquistador y Poblador, la


mujer y aún el niño eran responsables de cierto testimonio de Evangelización. Los maestros de
escuela los fiscales de audiencia, el Padre de Familia, todo miembro de la sociedad,
manifestaba en diversos gestos, palabras y acciones una cierta intención apostólica. A todo esto
se debe agregar la liturgia virreinal; misa dominical, grandes fiestas litúrgicas, fiestas
patronales de los diversos lugares, los ejercicios espirituales etc. (Gabriel Guarda: Los laicos en
la cristianización de América - pág. 92). Todo esto constituía un complemento catequístico.

Al hablar de las Instituciones de la edad media, no podemos dejar de mencionar Las


Reducciones, en el S. XVII como un fruto maduro de las obras misioneras del siglo anterior.

Son famosas las Reducciones de los Jesuitas en los países Guaraníes, en el Brasil, Perú,
Colombia, Ecuador y Venezuela, y las no menos famosas de los franciscanos en México. En
ellas la catequesis, la formación de la Comunidad Cristiana, se hallaba integrada a la
organización social, económica, política, de defensa, y al cultivo de las culturas autóctonas y de
los lenguajes indígenas.

Un alto número de jesuitas alemanes, expertos en Agricultura, Historia, Artes y Ciencias,


Economía, y hasta en ciencias militares engrosaron las filas de los misioneros Españoles, que
llevaron a cabo esta extraordinaria experiencia, única en su género, de las Reducciones, que tan
profundas raíces dejó en el pueblo Latinoamericano.

Desgraciadamente, la expulsión de los Jesuitas en 1767 frustraron en mucha parte tan


extraordinaria labor. En efecto, partieron de América Latina más de 2200 padres, de lo más
selecto del clero misionero y de la inteligencia Latinoamericana. Sus Reducciones fueron el
objeto de la rapiña de los colonos, o simplemente del abandono por parte de los indios. Nunca
podrá lamentarse lo suficiente, el perjuicio que causó esta expulsión para los destinos de la
América Latina.

SÍNTESIS:

En la época de la colonia la pastoral de la Iglesia se enfoca a la organización y afianzamiento de


la Iglesia. Sobre todo en los primeros años.

La labor callada y eficaz de miles de apóstoles en estos siglos es digna de nuestra admiración y
gratitud. Ellos formaron miles de generaciones de cristianos que constituyeron la Iglesia de la
colonia en nuestro continente.

Concilios y Sínodos:
Los concilios provinciales (15) y los Sínodos diocesanos (unos 200) fueron los instrumentos a
través de los cuales la Iglesia orientó su pastoral y su catequesis, adoptándola a las necesidades
de cada región.

Estos concilios más que doctrinales fueron Pastorales. Enfrentaron toda la problemática de las
nuevas diócesis, de las parroquias, de las doctrinas y su organización adaptada a la vida de
nuestras regiones.

Veamos algunos de estos concilios:

III Concilio de México:

El más importante de los realizados en tierra mexicana. Convocado por don Pedro Moya de
Contreras (1585). Entre muchos temas los principales fueron: La labor catequística, los
seminarios y la recepción de la Eucaristía por parte de los Indios.

II Concilio de Lima (1551)

Convocado por Jerónimo de Loaiza. Tratado de la organización de las nuevas diócesis,


parroquias y doctrinas. Ordena el catecumenado para los Indios en su propia lengua. La libertad
para el bautismo. La Eucaristía para los Indios con el permiso del Vicario.

III Concilio de Lima (1582)

El más importante de los concilios Americanos. Convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.
Trata sobre un catecismo en castellano Quichua y Aymará. Permite la Eucaristía a los indios
con permiso del párroco. Los Obispos se presentan como los defensores de los indios.
El catecismo de Santo Toribio:

En 1583 aparece el primer libro de nuevo Reino. Elaborado por P. José de Acosta bajo la
dirección de Santo Toribio. Traducido en Quichua y Aymará.

Su contenido igual al catecismo Romano. Presenta la doctrina en preguntas y respuestas en


lenguaje sencillo y claro pero “científico y teológico”. Tiene en cuenta los restos del
paganismo. V. gr. se interroga: ¿por qué los cristianos adoran las imágenes de palo y metal?
Es necesario hacer un resumen: “Catecismo mínimo para rudos” o “Catecismo Sinodal”.

Desgraciadamente este catecismo no se entiende y se comienza a utilizar “Las cartillas de la


Doctrina” en la línea de Ripalda (1591) y Astete (1599). Estas cartillas son objetadas como
teológicas y faltas de método y sin embargo se imponen hasta nuestros días.

Método

Se reduce a su memorización. No se puede entender la catequesis de la Colonia sin el


complemento de la familia, el ambiente cristiano y la religiosidad popular.

Religiosidad Popular

Constituyó un complemento importantísimo para la Catequesis.


Tiene su origen en España pero viene a ser autóctona de América Latina V.gr. Ias paraliturgias:
representaciones con mezcla de elementos rituales que respondía al elemento mítico del Indio y
a su religiosidad cósmica.

Las instituciones catequísticas de la Colonia

Las diócesis con sus parroquias de blancos y sus doctrinas de Indios eran realmente las
responsables de una catequesis de niños y de adultos.

– La preparación de los niños a los sacramentos de iniciación.


– El catecismo de adultos antes y después de la Misa.
– La Rueda: Examen de doctrina antes de la confesión pascual.
– Las pocas escuelas cuyo contenido era aprender a leer y la doctrina.

Todo esto complementado con el ambiente cristiano de la Familia, y de la sociedad; con la


acción apostólica del laico a través de congregaciones y cofradías florecientes; con la liturgia
virreinal, en la Misa Dominical, las fiestas litúrgicas, las fiestas patronales. Los ejercicios
espirituales; todo esto constituirá un verdadero itinerario permanente de catequesis en esta
época de la Colonia.

Juicio sobre esta época

Sin duda tiene una especial importancia esta época en la catequesis de América Latina, ya que
en ella se consolida por siglos una pastoral profética vigorosa que da frutos abundantes para la
Iglesia latinoamericana.

Si bien es cierto, que en general no cuenta con un contenido catequístico muy rico, y que
encontramos deficiencias enormes en la entrega del mensaje, sin embargo, yo creo que esta
época nos deja un aporte muy importante para la catequesis latinoamericana.

Se ha dicho que la deficiente catequesis de la época fue complementada con una vivencia
cristiana abundante en el seno de la comunidad.

Esta vivencia comunitaria manifestada en la vida parroquial y familiar, en la liturgia de la


época, en los ejercicios de Cuaresma, en la religiosidad popular, en la participación apostólica
de los fieles en cofradías y congregaciones etc., formaran toda una catequesis ambiental, sin la
cual no se hubiera entendido la catequesis de la colonia.

El análisis de esta experiencia catequística en la colonia nos plantea unos interrogantes


importantes: ¿Es necesaria en toda catequesis esta vivencia comunitaria? ¿Se tiene en cuenta
esta proyección comunitaria en la catequesis de hoy? ¿Es suficiente la vivencia cristiana que se
reduce a las secciones de catequesis, convivencias, reuniones, etc.?

Estos interrogantes que dejamos sin respuesta nos están diciendo que no sólo en teoría sino
también en la práctica catequística no puede haber catequesis, sin una referencia a la
comunidad. En esta época encontramos también un aporte valiosísimo para la catequesis
latinoamericana, en el nunca bien ponderado Catecismo de Santo Toribio de Mongrovejo, o del
III Concilio Límense. Este catecismo constituye toda una experiencia catequística en la
Colonia. Después de haber sacado su primera parte: “El Catecismo Breve” en preguntas y
respuestas, el mismo Concilio juzga, que esto no puede constituir un instrumento apto para la
catequesis, y manda que se complete con la segunda parte: El Catecismo Mayor, “para los que
son capaces”, y con la tercera: “Exposición de la Doctrina Cristiana por sermones”. Cada uno
de estos sermones, llevan un proceso catequístico completo, y son un modelo de catequesis,
tanto en el lenguaje, en la claridad de la doctrina, como también en su adaptación al medio a
que se dirigía.

Desafortunadamente este catecismo, aunque se propagó principalmente al sur del continente,


fue reemplazado muy pronto por las Cartillas de Astete y Ripalda que exigían menos esfuerzo
por parte de los catequistas.

CAPÍTULO V

CATEQUESIS EN LAS CRISIS


DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA

I. CONSECUENCIAS PASTORALES DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA

Las guerras de independencia en los países latinoamericanos, constituyeron un acontecimiento


que conmovió todos los estamentos de la sociedad y por lo tanto no dejó de tener influjo en la
Pastoral de la Iglesia.

El influjo cultural y religioso de España hondamente arraigado en América desde el S. XVI


continúa hasta el momento. La independencia de los países latinoamericanos fue el fruto de
guerras internas inspiradas por las nuevas ideas de la Revolución Francesa. Junto con estas
ideas vinieron los deseos de la independencia de España pero vino también el racionalismo ateo
en su más cruda manifestación de moda por lo demás, en esta época.

La separación política de España traería sin duda una crisis en la pastoral de la Iglesia ya que la
vinculación por tantos años con la Iglesia universal se había hecho a través de las relaciones
con España.

La escasez de sacerdotes nacidos en América y sobre todo las sedes vacantes durante varios
años acrecentaron esta crisis.

En un primer momento esta crisis no se hará notoria por circunstancias que analizaremos más
adelante, pero se manifestará en la secularización y persecución religiosa que seguirá a esta
época en casi todos los países de América Latina, hasta principios de este siglo. Desde 1820 en
adelante comenzaron las primeras medidas contra la Iglesia.

En la labor de la independencia, la Iglesia, sobre todo el clero y las religiosas, cumplió una
labor esencial. Siendo de hecho el clero lo más culto en América Latina a fines del S. XVIII, su
actitud era capital para la independencia.

De hecho en todos los países latinoamericanos estaba presente la Iglesia a través de sacerdotes,
religiosos y en muchos casos hasta obispos en los movimientos que dieron origen a la
independencia. Son muchas las historias y anécdotas que muestran a los párrocos encabezando
a sus feligreses para apoyar a los Ejércitos Patrióticos.
Para citar algunos casos podemos recordar en México, a los bien conocidos padres Miguel
Hidalgo y José María Morelos, ambos curas párrocos que dirigieron el levantamiento de los
indios, lo mismo que los Padres Izquierdo y Magos. En 1815 se contaban 125 sacerdotes
fusilados por los realistas españoles.

En Colombia tres miembros del capítulo metropolitano y varios presbíteros firman el acta de
independencia.

En el Ecuador en 1809 cuando se da el “grito de independencia”, estaban presentes tres


sacerdotes y al fin de la reunión se cantó el “Salve Regina”. En la Argentina la acción del clero
fue decisiva y no sólo apoyó el movimiento sino que fue una de sus causas.

Los gobiernos de las nuevas naciones nacidas de las guerras de independencia se preocuparon
principalmente, de adoptar públicamente la Religión Católica Apostólica y Romana como la
oficial del Estado. Así se ganaban la voluntad de los pueblos profundamente cristianos. Por otra
parte entablaron directamente las relaciones con la Santa Sede, buscando un reconocimiento
indirecto de la independencia y se creían herederos del patronato que se tenía con España.

Aunque en casi todos los países la actitud de los gobiernos con la Iglesia fue prudente y
respetuosa, sin embargo muchos Obispos y sacerdotes que no apoyaron la causa de la
independencia fueron desterrados, dando origen a muchos obispados vacantes y muchas obras
de la Iglesia suspendidas.

Esta crisis en las relaciones entre la Iglesia y los nuevos Estados se irá ahondando en los años
siguientes ahondando también la crisis en la Pastoral de la Iglesia.

Nos podemos preguntar, qué pasó mientras tanto en la vida pastoral de las comunidades
cristianas latinoamericanas. Qué hizo sobrevivir la fe en nuestros pueblos.

II. LA CATEQUESIS EN LA PARROQUIA, LA FAMILIA Y LA ESCUELA

En este momento de crisis para la Iglesia y su Pastoral, vemos cómo lo único que permanece es
la comunidad cristiana bien constituida y que fiel a la tradición de sus antepasados ejerce
durante algunos años la poca pastoral y catequesis en la vida cristiana de América Latina.
Esta comunidad cristiana que se desarrolla alrededor de la parroquia, de la familia y de las
pocas escuelas, constituyó la fuente única de la vida cristiana en estos años de crisis en los
países latinoamericanos.

La catequesis en la parroquia

La parroquia era mucho más que un buen párroco que administraba los sacramentos y orientaba
a una feligresía. La parroquia quizá tenía más característica de comunidad cristiana que muchas
de nuestra época. Como comunidad cristiana tenía una gran preocupación por la catequesis de
sus feligreses.

Como advertíamos anteriormente eran muchas y variadas las formas que la parroquia tenía para
la instrucción en la Doctrina Cristiana. La misa dominical está precedida de la enseñanza del
catecismo. Los párrocos personalmente enseñaban la Doctrina a los niños y a los indios. Los
fiscales eran nombrados por el párroco para ayudar en la catequesis y hacer los repasos los días
sábados. Las procesiones muy frecuentes sobre todo en la cuaresma, eran un instrumento para
cantar alrededor de la plaza los misterios de la Doctrina Cristiana. Los retiros espirituales de
cuaresma y de las fiestas patronales eran otra forma de catequesis. La famosa "rueda" o examen
de la doctrina antes de la confesión de cuaresma mandada por varios sínodos diocesanos eran
una ocasión de preparación al sacramento y un repaso para los adultos, de la Doctrina Cristiana.
Todo esto constituía la catequesis de la Parroquia que sigue su trabajo callado en estos años de
crisis en todos los pueblos y ciudades de los nuevos países.

La catequesis en la familia

Junto con la parroquia y muy unida a ella se encontraba la institución de la familia. Con el
apoyo de la parroquia los padres de familia velaban por la formación cristiana de los hijos y de
todas las personas que estaban vinculadas a ellos. El ejemplo de los Padres y el espíritu
profundamente cristiano que se vivía, eran elementos insustituibles que guardaron la fe en estos
años de crisis.

La catequesis en la escuela

Aunque la institución de la escuela era incipiente y no eran muchas las escuelas que
funcionaban en América, sin embargo desde el principio estuvo vinculada a la catequesis.
Muchísimas pequeñas escuelas perdidas en todo el continente, enseñaban las primeras letras a
innumerables niños junto con las primeras nociones de su catecismo tradicional. Cuando se
iniciaron las primeras manifestaciones antireligiosas y se comenzó a perseguir la Iglesia en los
distintos países, una de las primeras medidas tomadas contra la Iglesia, fue precisamente la
suspensión de la enseñanza religiosa en colegios y escuelas.

Esta situación de crisis en el principio y de persecución contra la Iglesia más tarde se prolongó
en muchos países hasta finales de siglo.

SÍNTESIS

I. CONSECUENCIAS PASTORALES DE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA

Las guerras de independencia influyeron en la pastoral de la Iglesia en los países


latinoamericanos principalmente:

A. Porque las guerras se inspiraron en la Revolución Francesa. Estas ideas nos traen el deseo de
la independencia, pero también un crudo racionalismo ateo.
B. La separación política de España crea una crisis en la pastoral de la Iglesia, ya que ésta se
vinculaba a la Iglesia Universal y a la Santa Sede a través de España.
C. Los efectos de esta crisis Pastoral se verán en la época siguiente. En este momento dos cosas
neutralizan la ideología antirreligiosa, a saber:

1. La presencia de la Iglesia en el movimiento de Independencia en todos los países.


2. La labor continuada de la parroquia, la familia y la escuela.

II. LA CATEQUESIS EN LA PARROQUIA, LA FAMILIA Y LA ESCUELA


La parroquia: Contamos con una Comunidad fuertemente constituida que cuenta con
Instituciones de Catequesis de larga tradición. Por ejemplo: Como Agentes: el párroco, el
fiscal, los catequistas. Catequesis: en la Misa Dominical; en el catecismo permanente de niños;
en las distintas procesiones donde se canta la doctrina; los retiros cuaresmales; las fiestas
patronales; “La Rueda en la Confesión de Cuaresma”.

La familia: Fue insustituible en este tiempo por la preocupación catequística de los padres, el
ejemplo y el ambiente cristiano del hogar.

La escuela: Aunque no había muchas, sin embargo estaban dispersas en todas partes.
Enseñaban a leer, escribir, y las primeras nociones de doctrina. Esta labor asegura una
continuidad en la pastoral profética de la Iglesia en este tiempo de crisis.

CAPÍTULO VI

CATEQUESIS EN EL CONCILIO PLENARIO


DE AMÉRICA LATINA 1899

I. Ambiente político-Religioso en Latinoamérica


II. León XIII, iniciador del proyecto conciliar
III. Decretos del Concilio
1. En general
2. Contenido Catequístico
3. Metodología Catequística
4. Agentes de la Catequesis
IV. A modo de conclusión

CONCILIO PLENARIO DE LA AMÉRICA LATINA - 1899

El día de Navidad de 1898, el Romano Pontífice León XIII en letras apostólicas dirigidas a los
Arzobispos y Obispos, de la América Latina, por las cuales convoca el Concilio Plenario para
que “comunicándoos mutuamente vuestros pareceres, y juntando aquellos frutos de exquisita
prudencia, que ha hecho germinar en cada uno de vosotros una larga experiencia, vosotros
mismos podréis dictar las disposiciones más aptas para que, en esas naciones que la identidad
de raza debería tener más estrechamente coligadas, se mantenga incólume la unidad de la
eclesiástica disciplina, resplandezca la moral católica y florezca públicamente la Iglesia,
merced a los esfuerzos unánimes de todos los hombres de buena voluntad” (Actas y Decretos
del Concilio Plenario de la América Latina, letras convocatorias, tipografía Vaticano, Roma,
1906, Pág. XXII).

El Concilio se inició el 28 de mayo de 1899 y se terminó el 9 de julio del mismo año, después
de realizar veintinueve congregaciones generales y nueve sesiones solemnes. El aula conciliar
se instaló por voluntad del Santo Padre en el Colegio Pío Latino Americano de Roma.
Firmaron las actas y Decretos 13 Arzobispos y 40 Obispos procedentes de todas las naciones
sudamericanas.

I. AMBIENTE POLÍTICO RELIGIOSO EN LATINOAMERICA


La ruptura de América con España y Portugal cambia el panorama pastoral y religioso de las
nuevas naciones, ya porque los nuevos gobernantes tienen criterios religiosos diferentes a los
de sus predecesores, ya porque la problemática pastoral y religiosa que antes era consultada con
la corona o con instituciones extranjeras como el Consejo de Indias, ahora tiene que ser
afrontada por la comunidad local, con los elementos autóctonos que surgen en el propio
ambiente.

La época que nos ocupa, fines del Siglo XIX, se caracteriza por marcado espíritu anticlerical de
parte de un numeroso grupo de dirigentes políticos en todas las naciones latinoamericanas.

Argentina muestra hechos como la publicación de una “contrapastoral” contra el Arzobispo


Federico Aneiros en 1875 y la promulgación de la ley escolar en 1883, contra la enseñanza de
la religión en las escuelas públicas (B. Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Editorial Labor,
Barcelona, 1955, Cf. Edad Moderna, Período II, Capítulo VI, Pág. 689).

Bolivia ha padecido inseguridad y trastornos políticos por luchas internas y con países
limítrofes, lo cual repercutió en la vida pastoral y en las relaciones entre Iglesia y Estado (B.
Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 690).

El prestigio de la Iglesia en Brasil hizo que la masonería y el liberalismo intensificaran en 1870


su campaña contra ella. “En 1889 se introdujo el matrimonio civil, se prohibió la enseñanza
religiosa en las escuelas y se declaró la separación entre la Iglesia y el Estado” (B. Llorca,
Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 691).

En Chile, después de 1840 se suscitó, en “constante tensión, la lucha entre los elementos
liberales y la Iglesia católica” (B. Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 691).
En 1853 se promulgó en Colombia una ley de separación entre la Iglesia y el Estado. El
Presidente Mosquera llegó al extremo, en 1861, de desterrar Obispos, confiscar los bienes
eclesiásticos y otras medidas vejatorias (B. Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág.
692).

Ecuador tuvo un presidente extraordinario, García Moreno (1861-1875); su probidad y su amor


a la Iglesia le atrajeron el odio más encarnizado del liberalismo y de las sectas; fue asesinado en
1875; dos años más tarde era envenenado el Arzobispo de Quito, José Ignacio Checa (B.
Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 693).

La historia de México confronta períodos de abierta persecución religiosa. El Presidente


Comonfort (1857-1861), “confiscó los bienes eclesiásticos, saqueó los conventos y cometió
innumerables violencias contra la Iglesia católica. La constitución de 1857 tenía por objeto
destruir la Iglesia. Más brutal todavía fue el tristemente célebre Benito Juárez, dictador desde
1861 a 1872, que despojó a la Iglesia de todas sus propiedades, desterró a los Obispos,
persiguió a los religiosos y aún llegó a prohibir el traje eclesiástico” (B. Llorca, Manual de
Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 699) y la acción pastoral.

Paraguay tuvo varios períodos de guerra contra Argentina, mezclados de política anticlerical. El
Presidente Solano López (1862-1870) persiguió a la Iglesia e hizo fusilar al Obispo Palacios de
Bergas en 1870 (B. Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 694).
Durante los primeros decenios que siguieron a la emancipación, el Perú fue víctima de
continuas convulsiones políticas; pero sobre todo, la Iglesia pasó por críticas circunstancias.
“La Iglesia procuró mantenerse lo más alejada posible de todas las contingencias ajenas a su
órbita. Sin embargo, la masonería le hizo una guerra constante durante todo el siglo XIX” (B.
Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. Pág. 694).

En Uruguay, luchas políticas siguieron a la constitución de 1830. “Los elementos liberales


obtuvieron la preponderancia y tomaron diversas medidas anticatólicas. No hay enseñanza
religiosa en las escuelas del Estado y se admite el divorcio” (B. Llorca, Manual de Historia
Eclesiástica, Ibid. Pág. 695).

Venezuela se separó de la Gran Colombia en 1830. “A través de multitud de disturbios


políticos y en medio de un ambiente bastante hostil, la Iglesia se fue desarrollando a lo largo
del Siglo XIX” (B. Llorca, Manual de Historia Eclesiástica, Ibid. pág. 695).

Causa extrañeza encontrar a fines del Siglo XIX en América Latina un panorama con bastante
hostilidad y mucho indiferentismo respecto a la Iglesia.

El análisis de las causas generadoras de esta situación hará explicable la conducta de los
latinoamericanos.

Las nuevas naciones aparecieron mediante una guerra de independencia y se estructuraron en


medio de guerras políticas más o menos largas. Los ideólogos de las guerras y de las
nacionalidades nuevas se inspiraron en los escritos derivados de la revolución francesa, con la
exaltación del hombre, único señor de todas las cosas y con el desprecio de los derechos de
Dios. Estos criterios fermentaron rápidamente el ambiente pacato de ciudades y pequeños
grupos urbanos. La proclamación atractiva de la religión natural, el derecho natural y el estado
natural entró fácilmente por la literatura llegada de Europa y puso en contradicción a los
creyentes con lo sobrenatural, con la revelación y con la existencia de Dios, “el cual, si acaso
existe, no interviene en el curso de la naturaleza”, que se desarrolla según leyes fijas e
inmutables (J. Lortz, Historia de la Iglesia, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962. Cf. Edad
Moderna, Época Segunda, Capítulo I, pág. 510).

Otra causa fue la permeabilización de los criterios protestantes. “Hasta la reforma protestante,
la mejor garantía de la religión verdadera era su unidad: no existía más que una fe. La
destrucción de esta unidad por la herejía fue la causa más honda de la futura incredulidad” (J.
Lortz, Historia de la Iglesia, Ibid, pág. 511). Aunque la herejía protestante no carcomió la fe de
las colonias españolas, los criterios de cuestionamiento de la autoridad eclesiástica sí rebajaron
la certeza y el respeto a la verdadera Iglesia.

Causa igualmente funesta fue la acumulación de bienes por recolección de diezmos, hecha por
los eclesiásticos: la riqueza de las órdenes religiosas, de las fundaciones y obras pías, lo cual
atrajo la ambición de los nuevos mandatarios.

En el campo gubernamental una causa ponderada de disgusto con la Iglesia resultó de los
derechos eclesiásticos de la corona española, el patronato real. “Los nuevos gobiernos
reclamaban para sí los mismos derechos” (A. Ehrhard – W. Neuss, Historia de la Iglesia, Tomo
IV. La Iglesia en la Edad Moderna y en la actualidad, Capítulo III, pág. 579). Roma no podía
negar ni reconocer los antiguos privilegios y esto no agradó a los gobiernos latinoamericanos,
causando separación, indiferencia religiosa y aversión a lo cristiano. La encíclica sobre
América, publicada por León XII en 1824, a favor de la corona española no hizo más que
convertir la orientación antiespañola en orientación también antieclesiástica permanente (A.
Ehrhard – W. Neuss, Historia de la Iglesia, Ibid. pág. 579).

Fue notorio también el marcado centralismo de España y Portugal para la administración


eclesiástica quienes tomaron muy a la ligera la cuestión de la formación de un clero indígena y
autóctono; esto ocasionó escasez de sacerdotes para atender a la evangelización después de la
independencia de los varios países

(A. Ehrhard – W. Neuss, Historia de la Iglesia, Ibid. pág. 579).

A estas causas se añade la gran influencia de la masonería trasplantada al nuevo mundo, en


ejercicio permanente de una actividad nefasta contra los principios defendidos por la Iglesia
Católica y contra los Obispos que la representaban.

Y en las clases sociales bajas también se fomentó cierta aversión a la Iglesia por aparecer
vinculada a las clases con más representación económica.

De este ambiente cargado de luchas políticas, de situaciones tensas, salieron los 13 Arzobispos
y 40 Obispos para embarcarse con dirección a Roma.

Es cierto que el Episcopado Latinoamericano no tenía solamente páginas luctuosas y hechos


hostiles en la historia de las nuevas naciones. Las disposiciones tridentinas y la nueva visión de
unidad de la Iglesia, difundida por el Concilio Vaticano a partir de 1870, produjeron en cada
nación efectos saludables como la organización de seminarios, el florecimiento de numerosas
universidades, la acción de seglares preparados, la difusión de ideas católicas merced a la
literatura que fluía de las imprentas y se propagaba en libros y periódicos de inspiración
cristiana; y consecuentemente, la preparación de catequistas, la facilidad para conseguir
catecismos y la natural fecundidad en obras cristianas, brotadas al color del nacimiento de las
nuevas naciones de América.

LEON XIII, INICIADOR DEL PROYECTO CONCILIAR

Por otra parte, León XIII, dotado de extraordinario talento, fue el autor de la convocatoria del
Concilio.

La época de León XIII se caracterizó por la invasión de la técnica. El pensamiento del hombre
“se impregna preponderantemente de ideas vinculadas a la máquina, a la materia, a lo
inventado por el hombre” (J. Lortz, Historia de la Iglesia, Ediciones Guadarrama, Madrid 1962,
Edad Moderna, Época Segunda, Parte Tercera, pág. 594).

Esta realidad produce fenómenos significativos como la emigración voluminosa hacia los
centros urbanos, el crecimiento demográfico de las ciudades, la creación de la prensa periódica.
Al mismo tiempo se presenta a las grandes masas la interpretación materialista de las ciencias
naturales y la invasión del espíritu incrédulo sobre el terreno religioso (J. Lortz, Historia de la
Iglesia, Ibid. Cf. pág. 594).
Todo esto dificulta de un modo esencial la labor educadora de la Iglesia, porque nos
encontramos con un auge económico y una efectiva mecanización de la vida; con una
insuficiente labor pastoral, por carencia de suficiente número de templos en las ciudades; con
una predicación difícilmente inteligible para el hombre cuyo pensamiento está totalmente
referido a la máquina y dominado por los afanes de la lucha laboral y económica; con una
atmósfera cargada de incredulidad, merced a la labor destructora de la literatura y la prensa
descristianizada. El resultado de todo esto es un descontento político, social y eclesiástico a la
vez, entre las capas del pueblo. El descontento con la Iglesia pasa a veces del indiferentismo al
odio de la religión (J. Lortz, Historia de la Iglesia, Ibid. pág. 601).

El campo de la cultura fue objeto de la actividad de León XIII, con las características de una
amplia visión y de acendrado amor por la paz.

La consideración amplia de la cultura cristiana, inspiradora de la cultura profana, propia de


León XIII, permitió sentar bases firmes para restaurar los estudios eclesiásticos en los
seminarios; para refutar los errores del liberalismo individualista en el campo de la fe y de las
relaciones eclesiales; para deslindar la autonomía de lo sobrenatural coexistente con la
autonomía de lo natural y para reconocer que ni la Iglesia puede resolver por sí sola las
dificultades, ni el Estado por sí solo. “La obra gigantesca que hay que realizar sólo puede
lograrse si la Iglesia y el Estado, juntos, se unen en una sociedad que se mueva libremente y en
la que también estén representados los trabajadores”.

Los esfuerzos del Papa se vieron coronados por innumerables logros en los campos de la
filosofía y la teología, de las relaciones diplomáticas, de la cultura cristiana, de la restauración e
inauguración de innumerables jurisdicciones eclesiásticas y de la comunicación con el mundo
cristiano a todos los niveles por medio de sus extraordinarias encíclicas.

“Tal vez lo más significativo de León XIII, a la larga fueron sus esfuerzos por situar a la Iglesia
en la correcta relación con el mundo moderno y sus progresos, partiendo del espíritu de la fe”
(A. Ehrhard – W. Neuss, Historia de la Iglesia, Tomo IV, La Iglesia en la Edad Moderna y en la
actualidad, pág. 464).

Este Pontífice fue el que en la Navidad de 1898 envió Letras Apostólicas para citar a Concilio
al Episcopado de América Latina. León XIII dice en el documento de promulgación de los
Decretos del Concilio, que “ni un momento hemos permitido que a las escogidas repúblicas de
la América Latina, falten los cuidados y los desvelos que hemos prodigado a las demás
naciones católicas”. Esta solicitud del Papa logró este acontecimiento eclesial de tanta
trascendencia para la Pastoral de América Latina.

III - DECRETOS DEL CONCILIO

1. En general

Los Decretos del Concilio Plenario de la América Latina están promulgados en 17 títulos.
El Concilio fue preferentemente pastoral, para hacer actuante la obra de la Iglesia en América
Latina, de acuerdo con las normas de la Iglesia en general.

Cuatro títulos de los Decretos Conciliares se refieren a la fe, la educación católica de la


juventud y la doctrina cristiana. Estos títulos conformarían la parte de Pastoral Profética.
Tres títulos se refieren a la Pastoral Litúrgica y tratan el culto divino, los sacramentos y los
sacramentales.

Ocho títulos codifican disposiciones sobre la organización de la comunidad eclesial y se


refieren a las personas eclesiásticas, la formación y vida del clero, y el celo y la caridad, el
derecho de la Iglesia para poseer bienes y conferir beneficios, los lugares sagrados, los juicios
eclesiásticos y el método de promulgación y ejecución de los Decretos del concilio.

La parte que específicamente nos ocupa es la Pastoral Profética, a la cual corresponden los
títulos I, II, VII y VIII. Dentro de estos últimos tomaremos lo que corresponde a la catequesis,
sin que obste que puntos importantes que tocan con la catequesis puedan ser aducidos
oportunamente, aunque estén ubicados en títulos no catalogados en catequesis o en Pastoral
Profética.

2. Contenido Catequístico

El contenido catequístico presentado en los Decretos del Concilio de América Latina no


pretende ofrecer un programa, porque el programa está dado en el catecismo Romano (Actas y
Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, tipografía Vaticana, Roma 1906, T.X.
Cap. II N.º 706 y 709. San Pío V mandó “componer y publicar el Catecismo Romano para los
párrocos, que después se redujo a un compendio, destinado especialmente a los niños, el
venerable Cardenal Belarmino, en su áureo librito que intituló “Doctrina Cristiana” pág. 402),
realizado por orden de San Pío V en 1566.

El concilio se propone establecer, respecto al contenido catequístico, los principios de unidad,


solidaridad y de unificación, de acuerdo con el pensamiento del Concilio Vaticano (1869-
1870), “que alcanzó la centralización total de todo el poder eclesiástico en las manos del
pontificado” (J. Lortz, Historia de la Iglesia, Ediciones Guadarrama, Madrid 1962, Edad
Moderna, Época Segunda, Parte Tercera, Cf. Pág. 576). Estos principios positivos se ponen en
actividad gracias a la fecundidad propicia de la Iglesia y al optimismo proveniente del Concilio
Vaticano y de la obra de León XIII.

Bajo la línea maestra del Catecismo Romano habrá: unidad de doctrina, acuerdo común de
solidaridad entre los Obispos de una república o provincia, para la publicación de un texto; y
solidaridad de los pastores, respaldados para la defensa de la doctrina en pacto convenidos.

Así establece el Concilio: “Mandamos. . . que en el término de cinco años, en cada república, o
al menos en cada provincia eclesiástica, de común acuerdo los Obispos, se compile un solo
catecismo, excluyendo todos los demás, juntamente con un breve sumario de las cosas más
necesarias que tienen que saber los niños y los rudos” (Actas y Decretos del Concilio Plenario
de la América Latina, Tipografía Vaticana, Roma 1906, T.X., Cap. II, N.º 708, pág. 403).

El Catecismo Romano enfoca el mensaje de acuerdo con la tradición catequística medieval:


“Siendo muchas las cosas que Dios ha revelado... con acuerdo grande distribuyeron nuestros
mayores todo este conjunto y suma de la doctrina cristiana en cuatro partes, que son el Símbolo
de los apóstoles, los Sacramentos, el Decálogo y la Oración del Señor” (Cita aducida en A.
Etchegaray, Historia de la Catequesis, Ediciones Paulinas, 1962, Cuarto Período, El Catecismo
del Concilio de Trento, pág. 92).
El itinerario del contenido ocasional está descrito así: “siempre que se presente la ocasión,
hable el catequista de la infinita bondad divina para con nosotros, y del amor de Jesucristo, y de
su presencia real en la Sagrada Eucaristía; promueva y fomente la devoción a la Santísima
Virgen; proponga ejemplos de los Santos; inspire horror al pecado recordando sus castigos;
exalte la experiencia de las virtudes; inflame los ánimos en deseos de alcanzar la eterna
bienaventuranza, guardando los mandamientos de Dios y de su Iglesia y frecuentando los
sacramentos” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Tipografía
Vaticana, Roma 1906, T.X., Cap. II, N.º 710, pág. 404).

Este derrotero difiere completamente del esquema tridentino; sus líneas se abren más hacia la
historia de la salvación. Además el Concilio aconseja que “pueden conservarse otros
catecismos de mayor tamaño, como explicaciones más abundantes de la doctrina cristiana”
(Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. N.º 709, pág. 403).

Respecto al contenido se ponen de manifiesto también algunos principios negativos o de


defensa de la fe. Es explicable este aspecto del Concilio Plenario, ya que todavía se cernía
sobre la Iglesia la herejía protestante y ya que los 53 Obispos latinoamericanos llegaron a Roma
con optimismo, pero al mismo tiempo con el corazón cargado por las realidades vividas
históricamente en sus propias naciones, respecto a los gobiernos anticlericales, a los ataques
provenientes de distintas clases sociales y a la divulgación de impresos anticlericales y adversos
a la Iglesia.

El consejo dado a los catequistas al final del capítulo correspondiente al “Catecismo”, así lo
manifiesta.

El catequista “no pierda la oportunidad, siempre que se presente, de hablar de la perfidia y


maldad de los errores nuevos que sepa que están en boga, y si el caso lo pide, trate de los
engaños de las sociedades condenadas por la Iglesia, para que desde temprano y a tiempo, se
precavan los fieles contra los peligros que ofrecen. Pero hágalo con el mayor tino y prudencia,
no vaya a resultar más daño que provecho” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la
América Latina, Ibid. N.º 710, pág. 405).

A este respecto de la defensa de la fe contra los errores, los Padres Conciliares se manifiestan
muy responsables y preocupados especialmente en los capítulos que conforman el título II - De
los impedimentos y peligros de la fe.

Allí se caracterizan y se condenan errores como el materialismo, el panteísmo, el racionalismo,


el naturalismo, el positivismo, el protestantismo, el comunismo, el socialismo y el nihilismo
(Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid, T. II Cap. I, Nos. 97-111).
Los Padres Conciliares hacen también una somera exposición general del contenido de la fe, sin
hacer referencia a la catequesis, sino como profesión de Fe y tiene los siguientes capítulos: I De
la profesión de fe. II De la Revelación. III De la fe. IV De la fe y la razón. V De Dios. VI Del
culto que ha de prestarse a Dios y a los Santos. VII De la Iglesia. VIII Del Romano Pontífice.

IX De la sociedad

doméstica. X De la sociedad civil y XI De la Iglesia y el Estado (Actas y Decretos del Concilio


Plenario de la América Latina, Ibid. T.I. Cap. I-XI, Cf. Págs. 11-68).
Esta tabla de materias nos da a entender el esquema teológico más importante y urgente frente a
las necesidades pastorales de América Latina, según el criterio del Episcopado
Latinoamericano.

3. Metodología catequística

Los Padres del Concilio no pretendieron exponer un tratado de metodología catequística; son
escasas las alusiones al modo de enseñar en el capítulo referente al catecismo. Sin embargo
estas alusiones son prácticas y de urgente aplicación en el medio ambiente.

1. “No se haga la explicación del catecismo sin previa preparación de las materias que se van a
tratar”.

2. “Úsese un lenguaje sencillo, con un estilo y una dicción, que aunque castizos y amenos, sean
claros y fáciles, y acomodados a la inteligencia del pueblo, y en particular de los niños”.

3. “Póngase especial atención a la brevedad”.

4. “Evítese con especial cuidado, el cambiar, bajo cualquier pretexto, la acostumbrada


fraseología pues esto suele acarrear muchos inconvenientes para el aprendizaje”.
El catequista “poco a poco vaya infundiendo en los corazones cuanto puede conducir a los
fieles al amor y temor de Dios. Redoble sus esfuerzos a este propósito, cuando prepare a los
niños a la primera comunión” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina,
Ibid, T.X., Cap. II N.º 710, pág. 404).

Leyendo estos principios vienen a la memoria los consejos metodológicos de San Agustín a
Deogracias: “no quiero que andes inquieto porque a menudo tu lenguaje te parezca ramplón y
tedioso. Pues puede suceder que aquel a quien impartes la instrucción no le haya parecido tal,
sino que tú deseabas algo mejor, porque lo que decías lo estimabas indigno de ser escuchado”
(San Agustín, La iniciación Cristiana, Instituto Catequístico “Juan de Castellanos” – Tunja
1974 – Traducción Pbro. Néstor Giraldo Ramírez. Pág. 2).

“Si nos molesta repetir cosas trilladas y al alcance de los niños, adaptémonos a ellos con amor
fraternal, paternal, aún maternal, y así unidos íntimamente con ellos, aquellas cosas nos
parecerán nuevas” (San Agustín, La Iniciación Cristiana - Ibid, pág. 29).

En el tema conciliar de la predicación, se aduce un principio de Santo Tomás, que puede servir
también en metodología catequística: El fin al cual se ha de aspirar es a “ilustrar en lo que hay
que creer, a dirigir en lo que hay que obrar, a manifestar lo que se debe evitar y, ya
amenazando, ya exhortando, predicar a los hombres verdades provechosas” (Actas y Decretos
del Concilio Plenario de la América Latina, Tipografía Vaticana, Roma 1906, T. X, Cap. I, N.º
704, pág. 401).

Si se observan en conjunto los principios metodológicos expuestos por el Concilio, quedan


algunas dudas respecto a la metodología:

1. La pastoral de aquel tiempo solamente exigía memorización en la práctica del método


catequístico o permitía cierta libertad en palabras y en explicaciones?
No se ve bien claro, porque se insiste mucho en el texto único para provincia, cuando se trata
del contenido: y en los principios metodológicos se exige lenguaje sencillo y estilo claro, fácil y
acomodado al auditorio, lo que indica que el catequista habla por su cuenta.

Además se pide emplear siempre la misma “fraseología”, para evitar inconvenientes, que
posiblemente serían, la dificultad de que unos hubieran aprendido una cosa y los otros
emplearan términos diferentes.

Se encuentra también en los Decretos el Consejo a los Obispos: “No permitan que las antiguas
y bien probadas fórmulas de los rudimentos de la fe se cambien en lo más mínimo su pretexto
de un lenguaje más elegante y castizo. Tampoco sean fáciles en aprobar catecismos nuevos”
(Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T. VI Cap. V N.º 155).

2. ¿La catequesis solamente se hacia para los niños? En ninguna disposición consta claramente
que, se hiciera catequesis especial para adultos.

Se dice, en el N.º 706, que el Catecismo Romano es para los párrocos y que el Cardenal
Belarmino redujo un compendio dirigido especialmente a los niños. Pero no se habla de texto,
ni de instrucción especial para adultos, fuera de la predicación y de los actos de fe, esperanza,
caridad y contrición y de las oraciones del cristiano que se deben rezar con el Credo y los
mandamientos dentro de la misa dominical.

4. Agentes de la catequesis

Resta anotar finalmente quiénes ejercían en aquel tiempo la misión catequística en el territorio
Americano.

La responsabilidad primera recae sobre los Obispos: “Velen también de todo corazón,
recomienda el Concilio a los Obispos, por la buena formación de la juventud”; “existen para
ello el celo de los párrocos, de los padres y maestros de las primeras letras”. “Tengan especial
cuidado de la educación cristiana de los indios y negros y de la conversión de los infieles; a
cuyo fin promoverán con todas sus fuerzas el estudio de las lenguas indígenas entre los
clérigos” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T. III, Cap. I N.º
193, pág. 125).

Siguen en orden de responsabilidad los párrocos y los que tienen cura de almas a quienes
recomienda el servicio de la palabra:

“Ocúpense afanosamente en instruir a los fieles en todo lo relativo a la fe y a la moral,


conforme a los preceptos del Concilio Tridentino (...) personalmente y por medio de otros
idóneos, en caso de impedimento, por lo menos los domingos y fiestas solemnes, alimenten a
los pueblos que se les han confiado, con palabras saludables, según la capacidad suya propia y
de sus oyentes, enseñándoles lo que es necesario que todos sepan para su salvación, y
anunciándoles con breve y fácil palabra, qué vicios deben evitar, qué virtudes cultivar. Por
tanto, de predicar y explicar el catecismo, no exime la costumbre contraria, que más bien hay
que llamar corruptela y es a todas laces vituperable”
(Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T. III, Cap. IX, N.º 263,
págs. 181-182).
Asimismo, los sacerdotes deben vigilar el contenido que dan por sí mismos o por otros en la
catequesis. “Para que no sea ligera o peligrosa la instrucción de los fieles en materia de fe o de
costumbres, guárdense los curas y sus colaboradores en la obra del catecismo, de dejarse llevar
por el viento de peregrinas y nuevas doctrinas, a guisa de nubes sin agua, y eviten las
novedades profanas en las expresiones o voces y las contradicciones de la ciencia que
fatalmente se llama tal, ciencia vana, que profesándola, algunos vinieron a perder la fe” (Actas
y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T. II, Cap. V, N.º 155, pág. 101).
En tercer lugar, según el Concilio, son agentes de la catequesis los clérigos y los seglares.
“Altamente laudables son los clérigos que se entregan a este utilísimo oficio (de la instrucción
en la doctrina cristiana) y beneméritos de la Iglesia son los seglares piadosos e instruidos, que
bajo la dirección y con la aprobación del propio Pastor, ayudan a los sacerdotes... los domingos
y fiestas de guardar, en diversas Iglesias y otros lugares, han emprendido la tarea santísima de
congregar a los niños y otras personas miserables, ignorantes de la verdad cristiana, y allí los
instruyen en la moral y sana doctrina y los guían con diligencia por el sendero de los mandatos
del Señor...” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T. II, Cap. V,
N.º 154, págs. 100-101).

Es consoladora la noticia de que 1988 los seglares ya eran llamados a participar en la misión de
enseñar de la Iglesia. Pero este apostolado implicaba profundamente fidelidad a la Iglesia,
expresada formal y solemnemente por medio de la canónica profesión de fe. Esto dice el
concilio al respecto:

“... Declaramos que están obligados a hacer con el corazón y con los labios la canónica
profesión de fe:... h) todos, sean clérigos o seglares, los maestros de letras sagradas o profanas
en los seminarios mayores y menores, en los Institutos, colegios o escuelas sujetas por legitima
obediencia a la jurisdicción eclesiástica, aún cuando en ellas sólo se enseñen los primeros
rudimentos a niños o niñas; para los maestros de escuelas servirá una fórmula breve profesión
de fe, en idioma vulgar” (Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Ibid. T.
I, Cap. I N.º 5, págs. 13-14).

La categoría del catequista o maestro de escuela se equipara en el cumplimiento de este


requisito, de profesión de fe, con los Padres Conciliares y Sinodales, con los examinadores y
con los Rectores de Seminario. Esto comprueba la gran estimación del oficio de catequista
dentro de la escala de ministerios de la Iglesia.

El capítulo III del título X. De la Doctrina Cristiana, tiene como título: “De los catequistas
rurales”. Y en todo el contenido del capítulo sólo se refiere a los sacerdotes con las licencias
correspondientes, “que celebran misa los días de fiesta en las capillas rurales”, a quienes se les
pide que expliquen el evangelio, para que el rebaño de Cristo no quede en la ignorancia.
Queda la duda si sólo el sacerdote podía ejercer el oficio de catequista para la gente del campo;
y además, si el clero estaba seleccionado en dos grupos, el clero urbano y los “catequistas
rurales”.

Otra constatación que se deja adivinar al hablar de los catequistas seglares es que la catequesis
sólo se organizaba como una “tarea santísima para congregar a los niños y a otras personas
miserables”. ¿Los adultos no miserables no recibían el beneficio de esta “tarea santísima”?
Naturalmente que la vida religiosa familiar tenía, en aquel tiempo, fuerza de escuela práctica
para toda la sociedad doméstica; por otra parte, los elementos sociales tendían a conservar los
efectos de la primera instrucción, a la cual se daba toda la importancia y el tiempo suficiente
para asegurar formación profunda y permanente.

SINTESIS

Ambiente político religioso en Latino América

La época que nos ocupa, fines del Siglo XIX, se caracteriza por un marcado espíritu anticlerical
por parte de un numeroso grupo de dirigentes políticos en todas las naciones latinoamericanas.
En muchas naciones se hace una abierta persecución religiosa y se prohíbe la enseñanza
religiosa en colegios y escuelas.

Sus causas:

– La inspiración de la revolución francesa y el racionalismo en las guerras de independencia.


– Por influjo de la reforma protestante se cuestiona la autoridad eclesiástica y el respeto a la
verdadera Iglesia.
– Causa funesta fue la acumulación de bienes por parte de la Iglesia. V. gr. diezmos
comunidades. Esto atrajo la ambición de los nuevos mandatarios.
– Los gobiernos reclaman para sí el patronato de España y Portugal.
– La falta de formación de un clero indígena autóctono y la influencia nociva de la masonería
trasplantada al nuevo Reino.

Concilio Plenario

En medio de este ambiente en la navidad de 1898 convoca el Papa León XIII el Concilio
Plenario de la América Latina y que inicia labores el 28 de Mayo de 1899. Se reúnen 13
Arzobispos y 40 Obispos en el Colegio Pío-Latinoamericano.

Los Decretos del concilio plenario están promulgados en 17 títulos. La parte que
específicamente nos ocupa es la Pastoral profética, a la cual corresponden los títulos I, II, VII y
VIII.

Contenido catequístico:

El contenido será el del Catecismo Romano, con las cuatro partes tradicionales: El símbolo de
los apóstoles, los sacramentos, el decálogo y la oración del Señor.

La mayor preocupación de los Pastores es la “unidad de Doctrina” para lo cual se pide un


acuerdo en cada país para que se compile un solo catecismo. Sin embargo pide también el
Concilio que se hagan otros catecismos de mayor tamaño con explicaciones abundantes.

Presenta también un itinerario ocasional:

Se debe insistir: en el amor de Dios, en el amor de Jesucristo y su presencia Eucarística.

– La devoción a la Virgen y los ejemplos de los Santos.

– Inspirar horror al pecado y la excelencia de las virtudes.


– Inflama los ánimos en deseos de la bienaventuranza, guardando los mandamientos de Dios y
de la Iglesia y los Sacramentos.

Respecto al contenido presenta algunos principios negativos o de defensa de la Fe. Es


explicable por la herejía protestante y las realidades vividas en las persecuciones de esta época.
Advierte el concilio:

“El catequista no pierda la oportunidad de hablar:

– de la perfidia de los errores en boga

– de los engaños de las sociedades secretas

– de los impedimentos y peligros de la fe”.

Metodología: El Concilio hace algunas alusiones prácticas y urgentes:

– Preparar la explicación del catecismo

– Lenguaje sencillo y fácil

– Póngase atención a la brevedad

– Evítese el cambiar la fraseología acostumbrada

– El catequista vaya infundiendo en los corazones el amor y el temor de Dios Sobre todo al
preparar para la primera comunión.

Al observar estos principios quedan algunos interrogantes:

1) ¿La metodología era simple memorización o permitía libertad en la explicación? Parece que
sí había libertad de explicación.
2) ¿Es solamente para los niños? No aparece claro. Se insiste en los niños, pero aparecen
formas de catequesis para los adultos.
Los agentes

– La primera responsabilidad recae sobre los Obispos. Se les pide un cuidado general de todos
los campos de la catequesis.

– Siguen los párrocos: deben instruir a los fieles por sí o por otros idóneos y “vigilar el
contenido; del viento de peregrinas y nuevas doctrinas...

– Son agentes también los clérigos y seglares: “Deben ayudar a esta tarea santísima” de
congregar a los niños y personas miserables “para instruirlos en la moral y la sana doctrina”.

– En 1898 se pide a los seglares llamados a participar de la enseñanza de la Iglesia formal y


solemnemente la profesión de fe. Para esto servirá una fórmula breve en idioma vulgar.
JUICIO SOBRE ESTA ÉPOCA

El Concilio Plenario de la América Latina obedece a una urgente necesidad pastoral. La historia
había cambiado de rumbo en América con la independencia de los nuevos países. Por otra parte
la crisis del racionalismo y demás ideologías que estaban en boga en Europa a fines del siglo,
habían llegado a estas jóvenes naciones generando una oposición sistemática a la Iglesia en
todos los países.

La situación pues no era fácil. Los Padres Conciliares le dan toda la importancia a la catequesis
de acuerdo con el texto del Catecismo Romano, pero insistiendo en dos medidas de
emergencia: la unidad y ortodoxia de la doctrina y la solidaridad de los pastores en la acción
catequística en los diversos países.

Otro aspecto importante del Concilio es la responsabilidad que da a los catequistas laicos. Se
les exige una profunda fidelidad a la Iglesia, expresada, formal y solemnemente por medio de la
canónica profesión de fe.

Por otra parte hay que tener en cuenta que en muchos países se había desterrado totalmente la
catequesis de las escuelas y centros docentes; todas estas normas del Concilio se aplicarían a
través de las comunidades parroquiales y de la comunidad familiar.

CAPÍTULO VII
LA CATEQUESIS Y EL CONCILIO VATICANO II

I. Nuevos horizontes: Sin duda alguna el Concilio Vaticano II es el acontecimiento más


importante para la Pastoral de la Iglesia y por tanto para su Catequesis en los últimos siglos. Sin
embargo este acontecimiento no fue improvisado sino que es fruto de todo un proceso en la
vida de la Iglesia en todos los lugares del mundo. Desde principios de siglo encontramos
inquietudes catequísticas que nos van anunciando nuevos horizontes para la Catequesis de la
Iglesia. Todas estas inquietudes forman parte de un proceso que va enfrentando los distintos
aspectos de la catequesis, va abriendo caminos nuevos, regresando a las fuentes Apostólicas y
Patrísticas y tomando los aportes positivos de cada etapa de la vida de la Iglesia.

Quizá en ninguna otra época, la Catequesis de la Iglesia ha tenido un enriquecimiento


semejante al obtenido en este siglo, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II.

II. Antecedentes de la renovación catequística del Vaticano II

Desde principios de siglo encontramos una serie de acontecimientos catequísticos en la Iglesia


que sería prolijo enumerar en este estudio. Nos limitaremos a señalar simplemente los más
importantes y que tuvieron mayor influjo en la Catequesis Latinoamericana.

1) Pío X
En los primeros años de este siglo el débil movimiento catequístico de nuestros países
latinoamericanos recibe un fuerte impulso con la obra de S. Pío X quien sube a la cátedra de
Pedro con una larga práctica pastoral en la vida parroquial y como obispo. En 1905 escribe su
Encíclica Acervo nimis, en la que recoge las inquietudes pastorales de la catequesis de su época.
Este documento eminentemente Pastoral no toca aspectos metodológicos o de contenido.
Simplemente quiere impulsar el movimiento catequístico en el mundo siguiendo las corrientes
tradicionales de su época.

Como fruto de esta obra de Pío X aparece el Catecismo de Pío X, la organización de la


Congregación de la Doctrina Cristiana que reaparece una vez más en el mundo catequístico y la
preocupación de los distintos episcopados de promover la catequesis en cada uno de los países.

2) El método de Munich

Alrededor de 1900 los catequistas principalmente en Alemania inician una renovación


metodológica de la catequesis. Los nuevos descubrimientos habían puesto en evidencia algunos
principios metodológicos aplicables a la Catequesis. Por ejemplo:

1. La inteligencia del niño no va de lo general sintético a lo particular y analítico. Sin embargo


los textos de catequesis partían de fórmulas dogmáticas.

2. Los pedagogos habían encontrado que el niño pasa de lo concreto a lo abstracto.

3. El lenguaje y el pensamiento del niño son concretos.

Todas estas ideas fueron reflexionadas ampliamente y se configura una nueva forma de
metodología catequística que ya 1912 en el Congreso Catequístico de Viena tomó el nombre de
Método de Munich.

En cuanto al contenido del mensaje el método de Munich sigue con el contenido tradicional del
S. XIX aunque la Sagrada Escritura adquiere una importancia especial (Véase Catequética de
Jungmann. Págs. 139-156).

Estas nuevas ideas llegan a algunos ambientes especializados de nuestro continente


principalmente a México, a Chile, a Brasil y preparan el terreno para los pasos subsiguientes.
La escuela activa

No podemos dejar de mencionar la “Escuela Activa” que es incorporada a la catequesis a partir


del Congreso de Munich (1928). Se trata de que el alumno debe participar con su actividad en
la catequesis.

La Escuela Activa condujo a un redescubrimiento del valor de la liturgia en la catequesis. Toda


la profunda pedagogía religiosa de los ritos, que exigen sentido de lo sagrado, participación
activa, comenzaba lentamente a renacer. Sin embargo hacia 1930 todavía se tiene el mismo
esquema del contenido del S. XIX.

Muy pronto la Escuela Activa entusiasmó a muchos catequistas de Europa y de América. Como
ejemplo anotemos los cursos de Pedagogía Catequística dictados en Chile por el Padre
Armando Uribe. En ellos hay unas lecciones sobre “El método activo de la enseñanza religiosa”
(Armando Uribe “Pedagogía y Metodología Catequística” (Santiago 1939).

3) La Catequesis Progresiva
A partir de 1945 la metodología da otro paso adelante con la Catequesis Progresiva. Se trata
ahora de presentar el contenido de acuerdo con el desarrollo psicológico del alumno. El
programa por lo tanto debe adaptarse a la curva del desarrollo psicológico. (Armando Uribe
“Pedagogía y Metodología Catequística” (Santiago, 1939). La Catequesis Progresiva supone un
profundo empleo de la sicología general y aplicada a la vez que tener en cuenta el delicado
desnivel entre la madurez natural y sobrenatural que existe en los niños.

Comparada con las metodologías anteriores la verdadera Catequesis Progresiva nos aporta tres
novedades a saber:

1. En primer lugar es el contenido del mensaje el que determina la técnica para entregarlo y no
al revés como antes. Concuerda con la metodología progresiva de la Historia de la Salvación.

3. El concepto de Fe que orienta toda la actividad catequística se ha enriquecido. Tener fe no es


ya simplemente “tener por cierto lo que Dios me ha revelado” (intelectualismo) sino la
afirmación de verdades y sobre todo la entrega total del hombre a Dios siguiendo la idea bíblico
patrística (Armando Uribe - “Pedagogía y Metodología Catequística” – Santiago, 1939).

2. En segundo lugar el programa progresivo deja de ser un resumen de teología para


estructurarse en las grandes líneas de la Biblia y la Liturgia.

4) La Renovación bíblico - litúrgica

La renovación bíblico - litúrgica de la primera mitad de este siglo está íntimamente unida a la
renovación catequística. En efecto mientras se desarrollaba el método de Munich y la Escuela
Activa y la Catequesis Progresiva, se va llevando a cabo la renovación bíblica y litúrgica en la
Iglesia, ayudando al proceso catequístico.

Ya es fácil en este momento que la Sagrada Biblia sea parte integrante de la catequesis y que la
liturgia sea considerada como la máxima vivencia del mensaje cristiano.

5) La Teología kerigmática

También la Teología a partir de 1900 inicia un período de revisión. La renovación bíblico-


litúrgica y el estudio de los Padres permiten encontrar una nueva estructuración del mensaje.
"El objeto de la Teología es Dios que se ha revelado a la Iglesia para que sea anunciada a través
de los tiempos” (Vincent Ayel “Caractére progressif de la Catéchesi- Lumen Vitæ 1957 p. 73).
Cristo se ha manifestado en su mensaje, en el kerigma, que es doctrina y vida. Cristo se revela
en el centro de una Historia de Salvación.

6) La catequesis kerigmática

La catequesis asume la reflexión de la Teología kerigmática ya que ésta le presenta grandes


riquezas pastorales. Así estamos regresando a la estructura patrística y apostólica del Mensaje.
El centro de todo el mensaje es Cristo. Ahora bien, la mejor manera de captar la persona de
Cristo es tomarla como Él se ha presentado, en el centro de la Historia de Salvación. El
cristianismo es ante todo una Historia, ser cristiano entrar en esa historia, y esto dice mucho al
hombre de hoy.
Esta catequesis kerigmática, como la expresión de toda una renovación catequística no tardó en
propagarse entre los catequistas de Europa y América. Los grandes catequistas de Alemania y
Francia principalmente comienzan a estructurar cursos de Catequética que eran un riquísimo
compendio de todos estos aportes anteriores y que sirvieron para formar una generación de
catequistas en Europa y en América que serían los orientadores de la catequesis del Vaticano II.

7) El Catecismo Francés y el Catecismo Alemán

No podemos dejar de nombrar, aunque sea de paso las experiencias catequísticas que influyeran
mucho en el inicio de la Renovación Catequística de América Latina, anterior al Vaticano II, El
Catecismo Francés y el Catecismo Católico Alemán.

8) El Catecismo Francés:

Un primer esfuerzo de concretar en un Catecismo los adelantos obtenidos fue el Catecismo


Francés publicado 1947. Toma todo lo positivo del método de Munich y de la Escuela Activa,
da una gran importancia a la Sagrada Escritura y a la Liturgia concretamente parroquial, sin
embargo no logra abandonar los esquemas del S. XIX con relación a la presentación del
contenido.

9) El Catecismo Católico Alemán:

Su proyecto se remonta a 1938 pero apareció en su primera edición en 1955. Es un esfuerzo


gigantesco de aprovechar todos los adelantos de la Catequesis y concretarlo en un texto de
estudio. Como los Padres de la Iglesia el marco lo constituye el “Símbolo de los Apóstoles”. Es
la presentación del mensaje cristiano en una Historia de Salvación que sobrepasa las simples
fórmulas dogmáticas y da en toda su riqueza la revelación de Dios al hombre. Hoy en todos los
estudios de catequética se analiza cuidadosamente el plan del Catecismo Católico como
ejemplo de una presentación seria y actual de contenido.

Con relación a la metodología adapta las experiencias de Munich, de la Escuela activa, y del
Catecismo Francés. Este catecismo, traducido al español fue acogido por varios episcopados de
América Latina y ha venido como modelo para innumerables textos elaborados más tarde en
nuestro Continente.

10) Inquietudes catequísticas en América Latina

A medida de que se iban recibiendo los aportes catequísticos de Europa, surge en América
Latina una serie de inquietudes catequísticas.

Hacia 1955 vemos en muchos de nuestros países la preocupación por la revisión de los
programas de catequesis. Desde 1930 en adelante muchos movimientos apostólicos se dedican
a la catequesis en nuestro Continente. Bástenos recordar la obra de la “Acción Católica”
recientemente impulsada por Pío XI sobre todo en México, Brasil, Colombia, Perú.

Este nuevo apostolado de los laicos con sus cursos de “Cultura Religiosa” verdadera Catequesis
de adultos y con su colaboración a la catequesis en las diócesis y parroquias llevó a cabo una
obra catequística de considerables proporciones.
Muchas otras organizaciones de Laicos en muchos países dieron sus frutos. Los predicadores
de la palabra en Honduras, los Oblatos diocesanos, y los famosos y discutidos Hermanos
“Cheos” o de San Juan Evangelista en Puerto Rico, fueron manifestaciones de una conciencia
apostólica entre los laicos de proclamar la palabra de Dios.

La creación del Consejo Episcopal Latinoamericano para coordinar a escala continental los
esfuerzos pastorales fue definitivo para el movimiento catequístico de América Latina.
A través del CELAM se funda en Chile en 1960 el Instituto Catequístico Latinoamericano, para
alumnos de todo el Continente.

El Instituto de Lumen Vitæ, abre sus puertas a América Latina y muchas diócesis mandan
alumnos a especializarse en Catequesis para venir como profesores y expertos a nuestros
centros de estudio.

Se ve la necesidad de especializar agentes para este campo de la Pastoral y se abren nuevos


institutos; unos a nivel Latinoamericano como el de Manizales y otros locales a lo largo y
ancho de todo el continente.

Se ve también la necesidad de una organización catequística tanto a nivel parroquial, como


diocesano nacional y continental. El CELAM organiza un Equipo itinerante para promover la
“Confraternidad de la Doctrina Cristiana”, a nivel parroquial y para ayudar a la formación de
los secretariados nacionales de catequesis. Se había iniciado una nueva etapa para la catequesis
latinoamericana y el campo estaba propicio para recibir las luminosas orientaciones del
Vaticano II.

III. El Concilio Vaticano II y la catequesis

Aunque el Concilio Vaticano II no trata sino muy poco de la catequesis directamente, sin
embargo la aclaración que hace el Concilio de ciertos puntos fundamentales, fueron definitivos
para la catequesis.

El concepto que se tenga de catequesis depende del concepto teológico que se tenga de Fe y de
Revelación.

La catequesis es la transmisión de la Revelación salvadora de Dios. La Revelación es también


la forma, la Pedagogía que Dios ha usado para comunicarse con el hombre en la Historia de la
Salvación. Por tanto la Pedagogía Catequística ha de seguir los pasos que Dios ha trazado en la
Revelación.

Hasta el momento la Teología nos ha presentado claramente el contenido de la Revelación


(Véase Tridentino y Vaticano I) y sus mediaciones. La Iglesia entrega este contenido. ¿Pero en
qué consiste este acto, revelador de Dios?

El Concilio Vaticano II nos responde en la constitución Dei Verbum, Cap. I. La Revelación es


un acto por el cual Dios en su bondad se comunica con el hombre, le habla como amigo para
invitarlo y recibirlo en su compañía. La Fe es pues la respuesta del hombre a Dios, es una
relación personal con Él (Véase Vaticano II Const. Dei Verbum, Cap. I).
De esta manera la revelación y la fe son mucho más que una serie de nociones abstractas que se
aceptan. Es sí, un conocimiento de Dios pero no solamente por el limitado camino de la razón
sino a través de la relación íntima, personal y profunda de la Fe.

“La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite la Revelación
resplandece en Cristo mediador y plenitud de toda Revelación” (Véase Dei Verbum, Cap. I).
Como se puede apreciar estas orientaciones tienen unas implicaciones insospechadas no
solamente en la catequesis y en la pastoral de la Iglesia sino en la forma misma de presentar el
contenido de la Revelación.

El Vaticano II tiende a descartar dos concepciones igualmente nefastas: la concepción


puramente intelectualista y la contraria que minimizaría su aspecto de conocimiento. De ahí la
elección de un lenguaje bíblico y personal. Dios se revela a sí mismo en una relación personal
en la historia (P. Grelot en: “Études”, febrero de 1966, pág. 236).

De esta manera la catequesis que presenta a los hombres la revelación de Dios no puede
reducirse a dar unos conceptos sobre Dios sino que ante todo tiene como objetivo llevar a la Fe,
o sea llevar a una relación personal con Dios (Condrean: “Es posible enseñar la Fe” - Marova
1976 - pág. 52).

Esta doctrina del Vaticano II ha sido tomada por la catequesis actual quizá con lentitud porque
las implicaciones son muy serias, pero con mucha seguridad. Podemos decir que hasta ahora se
está elaborando la catequesis del Concilio Vaticano II.

IV. EL CATECISMO HOLANDÉS

Una primera manifestación de un nuevo tipo de catequesis iluminada con la luz del Vaticano II
fue el “Catecismo de adultos”, realizado por petición del Episcopado Holandés y que es
publicado en 1966 con la aprobación del Cardenal Bernard Alfrink, Arzobispo de Utrecht Fruto
de diez años de sostenida labor, realizada por un escogido equipo de expertos agrupados por el
Instituto Superior de Catequética de Nimega, esta obra alcanzó inmediatamente una gran
difusión y suscitó también encontrados comentarios.

El objetivo de esta obra era presentar un compendio de lo esencial del Mensaje Cristiano, a la
luz de las nuevas perspectivas de la teología conciliar y en un lenguaje inteligible para el
hombre de nuestro tiempo.

Ante las críticas que despertó el nuevo Catecismo, la Santa Sede nombró una Comisión de
expertos en 1967. Esta Comisión hizo sus advertencias con relación a algunas partes que
aparecían oscuras en el texto y que fueron aceptadas por la Comisión redactora.
La obra fue prontamente traducida a todos los idiomas y constituyó una novedad en la
catequesis.

Las críticas suscitadas por el Catecismo obedecían en primer término a partes que no aparecían
muy claras, pero la mayoría de ellas provenían del nuevo enfoque de la teología planteado por
el Vaticano II y no asimilado suficientemente. Otras de éstas críticas se originaron por parte de
los teólogos por el uso del lenguaje actual utilizado en el Catecismo y que no siempre
correspondía a la terminología teológica tradicional.
De todas maneras la elaboración de este Catecismo abrió nuevas perspectivas a la catequesis
posconciliar y ha servido de modelo para los trabajos catequísticos posteriores.

V. RENOVACIÓN CATEQUÍSTICA DEL VATICANO II EN AMÉRICA LATINA

La Semana Internacional de Catequesis

En 1968 y con el patrocinio del Departamento de Catequesis del CELAM se reúne en Medellín,
la Semana Internacional de Catequesis.

El Padre Hofinger y otros catequistas europeos habían celebrado en diferentes continentes


semanas similares. Ahora con el patrocinio del CELAM se hace en Medellín, importante en
esta semana para la catequesis de América Latina. En ella se toma conciencia de las profundas
transformaciones de nuestro continente. La catequesis tiene que dar una respuesta a estos
cambios. Pero lo más importante a mi parecer es la reflexión que se hace sobre la Teología del
Vaticano II para aplicarla a la catequesis hasta sus últimas consecuencias. El concepto de Fe, de
Revelación a la luz del Vaticano II nos trae una nueva figura la catequesis, del catequista, de
Pedagogía Catequística.

El mensaje de la catequesis según Medellín debe manifestar la unidad del Plan de Dios, y sin
caer en identificaciones simplistas, debe expresar la unidad que existe entre el plan salvífico de
Dios realizado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la Historia de Salvación y la
Historia Humana.

Hay que superar el dualismo entre lo natural y lo sobrenatural y adaptar el lenguaje al hombre
de hoy, salvando la integridad del mensaje.

El Documento de esta semana fue adaptado y corregido por la Asamblea Plenaria del
Episcopado Latinoamericano reunida en estos días también en Medellín. De esta manera esta
reflexión adquiere un nuevo valor y tendrá una amplia difusión en América Latina.

Con este gran impulso de Medellín se inicia una nueva etapa de catequesis en América Latina.
El CELAM, con su Departamento de Catequesis y su revista “Catequesis Latinoamericana”
lleva el mensaje de Medellín a todos los rincones del continente.

La respuesta de los países no se hizo esperar: de las proposiciones de Medellín surge una
catequesis que se caracteriza como liberadora. Ante la situación del hombre Latinoamericano el
mensaje del Evangelio se presenta como un mensaje de liberación integral en Cristo. En cada
país se van asimilando las ideas de Medellín cada uno adaptándolo a su idiosincrasia y a sus
circunstancias. Como en todo momento de cambio no deja de haber exageraciones extremas de
un lado y de otro. Pero este es el precio de la conquista de un equilibrio sano y saludable.

El Directorio Catequístico General

La Sagrada Congregación para el Clero responsable de la catequesis en toda la Iglesia,


promulga el 11 de abril de 1971 el Directorio Catequístico General aprobado por el Papa Pablo
VI el 18 de marzo del mismo año.
Está dirigido a las Conferencias Episcopales, a los Obispos a los responsables de catequesis con
el fin de ayudar a la elaboración de los Directorios Nacionales, y de textos de Catequesis. En el
Directorio prevalece el aspecto teórico al práctico ya que se dirige a diferentes situaciones
pastorales.

Este directorio aunque no tiene novedades especiales, es una orientación para los distintos
aspectos de la catequesis. Veamos algunos puntos en los que insiste especialmente:

– La fe madura individual y comunitaria es el objetivo de toda catequesis. Insiste por tanto en la


Catequesis de los adultos de la cual dependen las demás catequesis.

– Con relación con los catequistas insiste mucho en su formación (DCG Nos. 20-26), e insiste
en la colaboración de los padres de familia (DCG N.º 108).

– Da una especial importancia al papel de la comunidad cristiana en todo el proceso de


Educación de la Fe (DCG N.º 79).

– Con relación con los destinatarios enfatiza la Catequesis de adolescentes, jóvenes y adultos
sin descuidar la Catequesis de los niños.

– Con relación al método, es muy amplio. Destaca la importancia de la función de la


experiencia humana y de la creatividad (DCG Nos. 35-76).

Todo este material presentado por el Directorio ha servido para orientar en muchos aspectos la
Catequesis en no pocos países de América Latina.

El Congreso Catequístico Internacional

Este Congreso realizado en Roma del 20 al 25 de septiembre de 1971 fue organizado también
por la Sagrada Congregación del Clero. Las conclusiones del Congreso asumían las
orientaciones del Directorio General. Veamos algunos puntos de especial interés.

1. La presencia de las Iglesias de América Latina presentando sus puntos de vista sobre su
propia Catequesis.

2. La insistencia del Congreso sobre la Catequesis de adultos en la línea de una educación


permanente de la Fe.

3. El interés para la formación de Centros de Estudio e Institutos en los países del tercer mundo.

4. Personalmente considero que una de las cosas más valiosas del Congreso, que quizá para
muchos pasó inadvertida fue la ponencia del P. Amador Pavadas Director del Centro
Catequístico de la India sobre la formación de catequistas en la línea de una Pedagogía de la Fe
(Véase O Movimento Catequístico no Brasil - Ralfy Mendes de Oliveira, pág. 125).

La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi: El Santo Padre Pablo VI ha tomado todo el


material del Sínodo de Obispos de 1974 sobre el tema de evangelización y presenta al mundo el
8 de Diciembre de 1975 su extraordinaria Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi.
Todavía no hemos explotado en toda su profundidad este magnífico documento.
En el documento el pontífice aclara el enfoque de la evangelización y presenta la catequesis
como una de las vías de la evangelización. Insiste en la Catequesis sistemática y en los lugares
de la catequesis principalmente la Iglesia, la Escuela y el hogar. Da mucha importancia a la
formación seria y profunda de Catequistas y recomienda la Catequesis de adultos bajo la forma
de un nuevo Catecumenado.

La Reflexión sobre Evangelii Nuntiandi fue una preparación maravillosa para el trabajo
posterior del Sínodo 77 sobre la Catequesis.

VI. Sínodo 77 sobre la Catequesis

El Santo Padre Pablo VI convoca el V Sínodo de Obispos para octubre de 1977 sobre el Tema:
“La Catequesis en nuestro tiempo con particular referencia a la Catequesis de los niños y de los
jóvenes”. El Papa ha escogido este tema después de una amplia consulta a toda la Iglesia.

En América Latina se hace una cuidadosa preparación de este Sínodo porque además de los
aportes de los distintos países, el Departamento de Catequesis del CELAM hace una serie de
encuentros preparativos a través de todo el Continente.

La influencia de América Latina se deja ver no solamente en la intervención activa de los


Padres sinodales sino también en las proposiciones presentadas al Santo Padre y en el mensaje
al Pueblo dado por los Padres sinodales al terminar el Sínodo.

Como resumen de los trabajos sinodales los obispos dejan en manos del Santo Padre 34
proposiciones que sintetizan sus preocupaciones.

Entre ellas nos limitaremos a destacar dos ideas fundamentales que tendrán eco más tarde en la
Catequesis de América Latina (CT 43).

La primera nos presenta a la catequesis como un proceso permanente de Educación de la Fe. En


la proposición No. 15 bajo el título “una catequesis como proceso permanente”, los Padres
sinodales afirman: “una educación de la fe no puede limitarse a la recepción de los sacramentos
sino que debe ser ofrecida a los hombres como un itinerario permanente de maduración
cristiana que acompañe a los fieles desde la Edad preescolar hasta la vejez”.

La otra idea que nos llama la atención es la insistencia del Sínodo en la dimensión comunitaria
de la catequesis. En la proposición 25 presenta el Sínodo a la Comunidad Cristiana como
fuente, lugar y meta de la catequesis. Presenta asimismo las características de una verdadera
comunidad cristiana.

VII. La exhortación apostólica Catechesi Tradendæ

Los Padres del Sínodo 77 sobre catequesis le habían entregado al Papa Pablo VI las 34
preposiciones finales con la petición expresa de que con esta rica documentación elaborará un
documento en que manifestara su parecer sobre diversos aspectos de la catequesis en el
momento actual.

El Papa Juan Pablo II recoge las anotaciones del Papa Pablo VI y Juan Pablo I y elabora la
Exhortación Apostólica Catechesi Tradendæ que da al mundo católico el 17 de octubre de
1979. El Papa no pretende dar en este documento la solución a todos los problemas
catequísticos; como él mismo lo dice, tocará algunos aspectos más actuales decisivos, a fin de
consolidar los buenos frutos del Sínodo. No trataremos aquí de hacer un análisis de este rico
documento. Simplemente anotaremos algunos puntos que nos llaman la atención.

Hay en el Documento una preocupación del Papa sobre una catequesis permanente. No
solamente los niños y los jóvenes son los sujetos de la catequesis. El Papa afirma que la
comunidad cristiana no podrá poner en práctica una catequesis permanente sin la partición
experimentada de los adultos.

Otro punto importante y que abre perspectivas a la catequesis en el futuro, es el tema de “La
Pedagogía de la Fe”. Al hablar de la pedagogía dice claramente que la catequesis tiene su
pedagogía específica: la Pedagogía de la Fe. Todas las técnicas y métodos deben estar al
servicio de la Pedagogía de la Fe (Idem 58). Las reflexiones que tantos catequistas están
haciendo sobre este punto, recibirán un impulso con este documento.

A este respecto insiste el Papa que el mensaje de la catequesis es el mensaje recibido por los
apóstoles del mismo Señor, mensaje que es Él mismo: sus palabras, sus obras, su vida toda. Por
tanto el contenido de la catequesis no es un cuerpo de verdades abstractas, es la comunicación
del misterio viva de Dios.

Habla el Papa también en este documento de la dimensión comunitaria de la catequesis.


Catequesis y Comunidad Cristiana son dos cosas inseparables. La Comunidad Eclesial en todos
sus niveles es doblemente responsable en relación con la catequesis.

En primer lugar tiene la responsabilidad de formar a sus propios miembros, en segundo lugar
tiene la responsabilidad de acogerlos en una comunidad cristiana en donde tengan la
oportunidad de tener la vivencia del mensaje que han recibido.

Creo que este documento es una síntesis de los principales aspectos de la catequesis hoy,
dejando el campo abierto para la renovación continua que necesita la catequesis.

7. LA CATEQUESIS EN LA CONFERENCIA DE PUEBLA

La Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano fue convocada para enero de 1979 y
trataría el tema de la Evangelización en el Presente y en el Futuro de América Latina.

Una cuidadosa preparación por parte del CELAM, a través de todo el Continente, con estudios
y aportes de las Conferencias Episcopales hizo participar a toda la Iglesia de América Latina.
Con relación a la Catequesis tenemos que advertir que la Conferencia de Puebla era una
reflexión pastoral que debía abarcar muchísimos campos y no un “congreso de catequesis”.

En la parte III Cap. 3 N.º 3 al tratar sobre los medios de comunión y participación se toca
concretamente el tema de la catequesis. Sin embargo a través de todo el Documento son
muchísimas las referencias que se hacen a la catequesis y que muestran las implicaciones de la
catequesis en todo el contexto pastoral.

Podríamos decir más bien que todo el Documento de Puebla es fuente de catequesis en cuanto
es el ejercicio vivo y actual del Magisterio de la Iglesia que a la luz de la Sagrada Escritura
interpreta este momento de nuestra historia Latinoamericana. En cuanto al capítulo sobre
catequesis comienza con un balance interesante de las realizaciones catequísticas desde
Medellín; luego trae unos criterios teológicos tomados de los Documentos de la Iglesia.

En general, podemos decir que llama la atención en esta parte la presentación de la catequesis
como un proceso progresivo y permanente que incluye la conversión, la fe en Cristo, la vida en
comunidad, la vida sacramental y el campo mismo apostólico (1007).

SÍNTESIS

A través de las breves pinceladas que hemos dado sobre la catequesis en el presente siglo,
podríamos hacer las siguientes reflexiones:

Quizá como reacción a la crisis sufrida por la Iglesia en el siglo pasado encontramos un
resurgimiento de la catequesis al comenzar el Siglo XX. Se inicia este resurgimiento con la
preocupación Pastoral de su S. Pío X en la Acervo nimis. Lo siguen los catequetas que surgen
principalmente en Europa. Se inicia una renovación metodológica con el Método de Munich, la
Escuela Activa y la Catequesis Progresiva; sigue el proceso de renovación del contenido con el
movimiento bíblico-litúrgico y la Teología kerigmática que da su fruto en el Catecismo Francés
y en el Catecismo Católico y tiene su culminación con el Concilio Vaticano II.

La Doctrina del Concilio se prolonga y explicita en los grandes Documentos: Evangelii


Nuntiandii y Catechesi Tradendæ, en los Sínodos sobre Evangelización y Catequesis y para la
América Latina en las Semanas de Medellín y Puebla.

Pero todo este proceso no ha sido simplemente teórico, el lugar de la catequesis, es y ha sido
siempre la Comunidad Eclesial. La Comunidad es el lugar de la fe en la historia. La catequesis
forma la comunidad, pero también sale de la comunidad.

Hemos visto como desde la catequesis de la comunidad apostólica hasta nuestros días ha
habido un proceso que, con la fuerza dinámica del Espíritu ha respondido a los horizontes
históricos de cada época.

Somos los hacedores de este proceso, que ahora debe responder a los horizontes históricos del
presente y del futuro de la Iglesia en América Latina. Por eso este proceso no ha terminado,
está en marcha, porque está en marcha la Iglesia en América Latina.

LA COMUNIDAD, FUENTE, LUGAR Y META DE LA CATEQUESIS

Padre Ralfy Mendes de Oliveira


(Puntos esenciales de la ponencia)

1. COMUNIÓN Y COMUNIDAD EN LA IGLESIA DE HOY

1.1. Fundamentos del Movimiento comunitario

Redescubriendo la eclesiología de comunión el Vaticano II dio origen a un vasto movimiento


comunitario presente en la Iglesia.
Este movimiento tiene raíces socio-culturales. La vida moderna, bajo muchos aspectos,
despersonaliza. Por eso, la aspiración por una auténtica experiencia de comunión y comunidad.
La reflexión teológica conciliar y post-conciliar descubrió la centralidad de la comunión
(koinonía) en el misterio de la Iglesia y en la planificación de la actividad pastoral. La
comunión eclesial debe ser vivida y traducida en la experiencia de comunidad, a todos los
niveles de Iglesia.

Existe hay la convicción, apoyada también por la Biblia, de que la Iglesia, en su manifestación
histórica, debe presentarse sobre todo como comunidad.

Cuando el aspecto institucional y asociativo de la Iglesia predomina sobre el aspecto comunión


y comunidad, la tarea catequética resulta muy difícil. Por eso el interés por incentivar nuevas
formas de vivir la comunión y realizar la comunidad.

1.2. Las pequeñas comunidades eclesiales en el contexto comunitario de la Iglesia

En el panorama eclesial encontramos líneas de tendencias hacia el movimiento comunitario a


varios niveles: a nivel ecuménico y universal, a nivel regional y nacional, a nivel local
(diocesano), a nivel parroquial, a nivel de pequeñas comunidades eclesiales. Nos interesa aquí,
particularmente, el nivel de las pequeñas comunidades eclesiales.
En el contexto eclesial la “base” es hoy la meta de muchos esfuerzos de creación y desarrollo
de nuevas formas de comunidades, generalmente pequeñas, nacidas de la necesidad y del deseo
de vivir la experiencia cristiana en lugares de auténtico comunión.

Habiendo surgido de todas partes, y en formas diversas, presentan a algunas veces, aspectos
ambiguos y problemáticos (cf. EN 58), pero, en su conjunto, deben ser acogidas como un signo
de los tiempos y un fruto del Espíritu.

Su valor eclesial fue reconocido a escala universal, en el Sínodo de 1977: “Estas nuevas
comunidades ofrecen una oportunidad para la Iglesia: pueden ser fermento en la mesa, en el
mundo en transformación; contribuyen para manifestar más claramente tanto la diversidad
como la unidad de la Iglesia; deben mostrar entre sí la caridad y la comunión” (Mensaje al
Pueblo de Dios, N.º 13).

Mención particular merece el fenómeno de las comunidades eclesiales de base (CEBs) de


América Latina, como elemento propulsor para una reestructuración general de nuestro
contexto eclesial.

Cuando corresponden a los criterios de autenticidad eclesial (cf. EN 58), las CEBs se tornan
expresión del amor preferencial de la Iglesia al pueblo sencillo (P 643), instrumento para
creación de un hombre nuevo en la Iglesia y en la sociedad (P 1308-1309), un modo nuevo de
ser Iglesia (P 273), un centro propulsor de nuevos ministerios (P 97), un lugar privilegiado de
evangelización y de catequesis (P 640, 100, 1147).

2. DIMENSIÓN COMUNITARIA DE LA CATEQUESIS

La dimensión comunitaria que hoy caracteriza la vida de la sociedad y de la Iglesia no puede


dejar de influir en la catequesis. Se puede hablar de una opción comunitaria en la catequesis
hoy.
2.1. La comunidad, fuente de catequesis y condición indispensable para la educación de la fe

Cuando decimos que la comunidad eclesial es fuente de catequesis no decimos que sea la única
fuente. El misterio de Cristo, que es el contenido integral de la catequesis, es por Dios
comunicado a la Iglesia, en su plenitud, de muchos modos.

Esta plenitud de comunicación requiere que sepamos reconocer las varias fuentes a través de
las cuales la palabra de Dios llega a nosotros, bien como los diversos modos con los cuales
Dios quiso revelarse a los hombres.

De esa variedad de modos según los cuales la palabra de Dios llega a nosotros derivan las
varias fuentes de catequesis, entre las cuales, además de la Biblia, la Tradición, el Magisterio,
la Liturgia, se encuentra “la vida de la Iglesia” (DGC 45), que debe ser testimoniada por una
comunidad auténtica, concreta, visible.

El mismo Directorio General de Catequesis [N.E.: léase Directorio Catequístico General y, por
consiguiente, DCG] considera el testimonio de la comunidad como condición indispensable y
esencial de una catequesis significativa: La Catequesis debe tener como apoyo el testimonio de
la comunidad eclesial, pues “la catequesis habla con más eficacia de aquellas cosas que de
verdad existen realmente en la vida externa de la comunidad” (DGC 35).

La experiencia confirma que la transmisión catequética, más que de los textos y de los
catequistas, depende de las comunidades eclesiales. Se afirma también que la catequesis o será
hecha en comunidad y por la comunidad o simplemente no será catequesis.

En pleno sentido, sólo puede ser objeto de catequesis aquello que verdaderamente se realiza en
la comunidad. Se destina a un malogro total una catequesis que presenta la experiencia cristiana
sólo como debería ser, abstractamente, sin una confrontación visible y comprobable a la
comunidad.

2.2. La comunidad, lugar natural de catequesis

El Sínodo de 1977 se interesó mucho en especificar los “lugares” de catequesis. El motivo es


evidente: si, en la perspectiva de la renovación catequética, es indispensable, de un lado, la
abertura pedagógica y cultural a las exigencias de los destinatarios, no menos importante es
indicar con claridad dónde se realiza eficazmente la actividad catequética.

En tiempos pasados la catequesis sucedía predominantemente en el seno de las familias


cristianas, de los centros parroquiales, de las escuelas. Estos “lugares” continúan, sin duda,
desempeñando importante función catequética, mientras surgieron, al lado de esos, otros
“lugares” nuevos (pequeñas comunidades, grupos de renovación espiritual) y otros renovados
(organización y movimientos católicos).

Crece hoy, cada vez más, en la conciencia de los cristianos, la convicción de que la comunidad
eclesial, concreta y visible, es el lugar privilegiado de catequesis. La Iglesia se manifiesta y
ejerce su misión salvífica en la visibilidad histórica de la comunidad local; y es en el seno de
ésta que se realiza también la función catequética de profundización de la fe.
La catequesis entonces necesita encontrar en la comunidad su “lugar” privilegiado, el ambiente
apropiado para una plena presentación de la palabra de Dios. En la auténtica comunidad la
catequesis puede tornarse unitariamente enseñanza, educación, experiencia de vida.

2.3. La comunidad, sujeto-agente responsable de la catequesis

La comunidad como sujeto-agente responsable de la catequesis es una convicción que maduró


y trae proclamada en el Sínodo de 1977: “Los padres consideraron unánimemente que la
comunidad cristiana es responsable (la comunidad que catequiza), mientras es Pueblo de Dios,
Cuerpo de Cristo y signo universal de salvación (Prop. 25). Es, por consiguiente, toda la
comunidad eclesial que se debe considerar agente sólidamente responsable por la tarea
catequética (Cf. P 983).

El verdadero sujeto de la catequesis es la comunidad, aún si materialmente se sirve de personas


o estructuras particulares de catequesis. La Asamblea de Puebla considera un hecho positivo, en
el ámbito del desarrollo de la catequesis, el redescubrimiento de la dimensión comunitaria de la
catequesis y comprueba que “la comunidad eclesial se está volviendo responsable de la
catequesis a todos los niveles: en la familia, en la parroquia, en las comunidades eclesiales de
base, en la comunidad escolar y en la organización diocesana, nacional” (983). Se exige, por
eso, la colaboración de todos, “cada uno según su ministerio y carisma, sin eludir
responsabilidades apostólicas y misioneras para que en la catequesis la Iglesia edifique a la
Iglesia” (993).

En la práctica es la comunidad quien catequiza antes que el Obispo, el Clero o que las personas
especialmente encargadas de la catequesis.

2.4. La comunidad, verdadero destinatario y objetivo-meta de la catequesis

La catequesis no se dirige exclusivamente a las personas individualmente, sino mira a la


comunidad y a su crecimiento en la fe, como verdadero destinatario de su tarea. Teniendo como
sujeto y objeto la comunidad, la catequesis puede ser definida como “el proceso de crecimiento
de una comunidad eclesial que acoge la palabra de Dios, la profundiza, caminando rumbo a la
madurez de la fe”.

Aunque la comunidad sea un presupuesto indispensable para el éxito de la actividad


catequética, es también verdad que la propia catequesis construye la comunidad (cf. P 992) y
que, entre sus objetivos, está el de crear y renovar la comunidad cristiana.

Es también tarea de la catequesis preparar el cristiano para el culto, apuntando a la Eucaristía


como fuente y vértice de su vida.

Mientras ayuda a los cristianos a crecer en fraternidad, la catequesis los reúne en comunidad.
La instancia comunitaria exige que se supere la concepción individualista y verticista de la
catequesis. También obliga a repensar y evaluar los tradicionales ambientes de catequesis según
las edades o la condición (niños, jóvenes, adultos, obreros, intelectuales, etc.).

3. INTERROGANTES Y SUGERENCIAS

3.1. ¿Cuáles son los criterios eclesiales de la comunidad?


Cuando se oye hablar de la importancia de la comunidad en la obra de la catequesis, en general
se pregunta: ¿de qué comunidad se trata? Cuando se habla de comunidad, además de la
parroquia como forma fundamental de comunidad, normalmente se entiende hablar de las CEB,
de las pequeñas comunidades eclesiales, de los grupos espontáneos, grupos de oración círculos
bíblicos, movimientos de renovación espiritual, asociaciones de jóvenes, comunidades
catecumenales etc.

En algunas regiones se refiere también, en el caso, a la comunidad familiar y a la comunidad de


los pueblos, aldeas y barrios.

Se puede entonces decir que, en sus manifestaciones actuales, la comunidad existe bajo
diversas formas, según las situaciones, la cultural y la mentalidad de las regiones.

Pero en todas las formas de existencia, la comunidad debe tener siempre las siguientes notas
características: todos los miembros se conocen, por eso, existe una circulación de ayuda y de
comunicación personal entre los miembros. Además, todos participan activamente en las
decisiones y actividades comunes.

Estos elementos son importantes para la vida de la comunidad, pero no determinan la eficacia
de la comunidad en la obra de la catequesis. Es necesario, entonces, examinar cuáles son los
criterios eclesiales verdaderamente determinante de la comunidad.

Se pregunta: ¿con qué condiciones se puede reconocer como auténtico un grupo de cristiano
que reivindica para sí la calificación de Iglesia? ¿Qué grupo merece propiamente el nombre de
“comunidad eclesial”?

El problema es urgente y de ello se ocuparon la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi


(N.° 68), el Sínodo de 1977 (N.° 13 y Prop. 29), la Asamblea de Puebla (N.° 638-647), la
Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae (N.° 47), Juan Pablo II en Brasil (Doc. 47).

Todos los pronunciamientos presentan un consenso de base sobre algunos rasgos esenciales de
la experiencia eclesial. ¿Podemos decir que los siguientes elementos constituyen los criterios de
eclesialidad?

1. La conciencia clara de una relación particular y original con el Padre, por Cristo, en el
Espíritu.

2. La acogida de la palabra de Dios para conocer siempre mejor el designio de Dios sobre los
hombres.

3. La celebración de la fe, particularmente en los sacramentos.

4. La comunión con el Obispo y, por medio de él, con el Papa.

5. La oración comunitaria e individual a la luz de la palabra de Dios y como respuesta a la


misma palabra.

6. La fraternidad en el amor.
7. La conciencia de la misión universal y el impulso misionero que hace de la comunidad un
lugar de irradiación para otras comunidades.

8. El reconocimiento de las propias limitaciones, por consiguiente de la necesidad de abrirse a


otras comunidades para una integración en la comunidad más grande.

9. La opción por los pobres, el empeño por la justicia y la liberación.

Estructuras y grupos que no satisfacen a estas exigencias pueden ser realizaciones legítimas
pero parciales de la eclesialidad. Suponen, por eso, la referencia de pertenencia y de comunión
con las auténticas comunidades eclesiales. Este es el caso de varios tipos de asociaciones, como
también de la escuela y de la familia como “lugares” de catequesis.

3.2. Cuestiones de contenidos y métodos

Sería ilusorio hacer en las nuevas estructuras comunitarias una catequesis no renovada en su
estilo o en sus contenidos. La catequesis necesita tener nueva imagen. No basta una catequesis
hecha en comunidad; necesitamos de una catequesis de comunidad.

En la comunidad la catequesis adquiere la fisonomía de una búsqueda en común; tornase, en


cierto sentido, una autocatequesis y se caracteriza por la relación interpersonal.

En la transmisión del mensaje cristiano el primer lugar corresponde a las personas en situación
y no al programa o contenido fijado anticipadamente.

La instancia antropológica exige un esfuerzo de integración entre fe y vida. Se establece el


diálogo entre fe y cultura (inculturación).

El método adquiere las características de la “caminata” de la fe en comunidad; una “caminata”


de participación y responsabilidad, en el seno de una experiencia global cristiana.

3.3. Reestructuración de la parroquia

¿Las parroquias actuales, estructuradas como son, permiten vivir concretamente la comunión
fraterna: ¿Cómo se puede vivir concretamente esta comunión -entre personas que se conocen,
que se aman, que comparten- si la parroquia consta normalmente de millares o decenas de
millares de personas? ¿Y cómo en el anonimato de parroquias tan grandes será posible ser
signo de comunión? ¿Una comunión hipotética, es decir, no experimentada concretamente, será
realizadora de Iglesia?

La parroquia requiere territorio, calles, casas, estructuras, templo, pero no es solamente eso.
Debe ser un organismo vivo, una célula viva de la Iglesia, una comunidad de personas que
vivan en unísono la propia vida de Cristo.

La parroquia sólo puede llamarse “comunidad” con la condición de que manifieste la naturaleza
de la Iglesia como “organismo salvífico y dinámico”.

La pastoral catequética de hoy exige comunidades visibles, concretas, que acojan al


catecúmeno y ayuden a los cristianos a crecer cada vez más en el misterio de Cristo. Entonces
será necesario articular la parroquia en infraestructura, de modo que las personas puedan vivir
concretamente la comunión por medio de relaciones intersubjetivas. La parroquia debe
entonces tornarse una “comunión de varias comunidades eclesiales”.

Así como la parroquia, para ser signo de la presencia de Cristo en la Iglesia, necesita ser una
comunión de comunidades, del mismo modo la comunidad eclesial, para ser concretización y
visibilidad de la Iglesia, necesita ser una comunión de grupos eclesiales. A través del grupo se
ingresa en la CEB; a través de esa, en la parroquia, en la diócesis, en la Iglesia universal.

El grupo eclesial es el lugar de relación primaria en que el cristiano se encuentra con la


comunidad eclesial y con Cristo. Estructurada en grupos eclesiales, la comunidad tornase más
capaz de realizar una catequesis de comunidad. La socialización no tiene sólo valor
pedagógico, sino favorece el testimonio visible y comprobable de la experiencia de fe,
esperanza y caridad.

3.4. El “grupo de catequistas” en la comunidad eclesial

La catequesis comunitaria exige un nuevo tipo de catequista o animador de la catequesis. Es la


comunidad que catequiza pero eso necesita un catequista que posea una “personalidad
relacional”, capaz de crear y fortalecer la participación y la madurez del grupo. El catequista
debe ejercer la función de intérprete, animador, educador, promotor de comunicación. Como
testigo de la fe, ejerce importante papel de unión y de evaluación de la reflexión del grupo o
comunidad.

La formación y actuación de los catequistas en grupo es una exigencia de la dimensión


comunitaria de la catequesis y de la propia naturaleza comunitaria de la Iglesia. Cuando está
bien organizado, el grupo tornase un evidente signo de Iglesia. Es un grupo de personas que
desean caminar en la fe, ayudando a los hermanos a caminar en la misma dirección. Es un
grupo educativo (para la formación global de los catequistas) y funcional (para mejor eficacia
de la catequesis). El grupo se reúne periódicamente para la reflexión bíblica, la oración,
convivencia fraterna, profundización de contenidos y revisión de metodología.

3.5. Los “grupos de catequesis” (grupos de catequizandos) en perspectiva comunitaria.

Aparte del “grupo de Catequistas” la dimensión comunitaria de la catequesis exige la


experiencia del “grupo de catequesis” o la "catequesis de grupo". No se trata sólo de una
exigencia pedagógica pues el propio mensaje catequético necesita la constitución de grupos de
personas que se encuentren en comunión para escuchar la Palabra. El grupo tornase lugar de
realización de la presencia de Jesús (cf. Mt 18,20).

La meta principal del grupo es la comunidad, donde cada cristiano vive la “comunión y
participación”. Los programas no deben ser exclusivamente pre-constituidos; son también
espontáneos.

La técnica debe brotar de las finalidades propias del grupo y regularse según los problemas, las
exigencias, orientaciones, perspectivas, inquietudes del grupo. La metodología debe ser calcada
en la propia dinámica del grupo.
Realizar entre los catequizandos la comunión en la escucha de la Palabra, que es obra del
Espíritu Santo (cf. EN 75), no depende sólo de las técnicas. Seguramente las técnicas son
necesarias como también lo es y más aún, la sensibilidad eclesial del catequista, que vive la
experiencia de Iglesia y se presenta al grupo de catequizandos viviendo profundamente el
sentido de Iglesia, que procure transmitir a los otros.

No se repetirá demasiado que los grupos de catequesis tienen por meta la comunidad eclesial.
Su crecimiento en la fe resultará en crecimiento de la propia comunidad en la cual la catequesis
los introducirá cada vez más.

ALGUNOS TRASFONDOS TEOLÓGICOS DE NUESTRA CATEQUESIS


LATINOAMERICANA

Padre Francisco Merlos


(Tentativas de reflexión teológica)

¿Qué hay detrás o en el fondo de esta catequesis?


¿Cuáles podrían ser las presencias ocultas de una catequesis que se expresa en los términos
propuestos para esta semana?

A modo de introducción es oportuno recordar y necesario profundizar las relaciones existentes


entre teología y catequesis, entre teólogos y catequistas. Ello nos da un marco referencial dónde
ubicar nuestra reflexión.

Se sabe que toda acción pastoral es la expresión inevitable de una óptica teológica. Es la
teología hecha praxis cristiana, o si se quiere, es la praxis cristiana que hace posible la teología.
Por eso la teología y la pastoral son dos instancias de la misma fe, ambas coexisten en
permanente reciprocidad. Nunca se han dado ni pueden darse como acciones paralelas. La
acción pastoral catequética, no podrá ser sino el reflejo de la teología que sumimos como
instancia crítica de la Fe.

I. Teología sobre el hombre, entendida como un humanismo cristiano

Visión del hombre desde el proyecto divino que Dios ha forjado sobre él. Señor del cosmos,
hermano del hombre, hijo de Dios.

− Que afirma la unidad interior de su ser (sin dualismos, ni maniqueísmos), reconociendo al


mismo tiempo en mirada integral sus dimensiones esenciales: Inmanente, trascendente,
individual - social, interior - relacional.

− Que acentúa las grandes expectativas y situaciones peculiares inherentes a su naturaleza


solidaridad en el dolor, soledad, justicia, derechos humanos, dignidad de la persona, ejercicio
responsable de la libertad, angustia existencial, contradicción y absurdo, orgullo de su propio
señorío el miedo y desesperación por los problemas no resueltos. Todo ello en solidaridad con
él pobre.

− Un humanismo que busca, respeta y asume los valores contenidos en humanismos de


inspiración no cristiana, estableciendo un diálogo legítimo con ellos no sólo una simple
satanización.
II. Una teología de la historia

Lugar de las posibilidades del hombre y de las posibilidades de Dios. La comunidad eclesial se
nutre de la certeza de que Dios, continúa hablándole hoy por mediación de la historia.

Peregrinante y escatológica, la comunidad eclesial contempla y asume la historia como lugar


donde Dios y el hombre se encuentran para hacer coincidir sus proyectos. Para la comunidad la
historia es llamada a un ejercicio responsable de la libertad, con todo lo que ello supone de
riesgo y titubeo de renuncia, discernimiento y decisión a menudo dolorosa.

La historia es ámbito donde se expresa la voluntad del Padre en signos perceptibles, no siempre
claros, pero siempre amorosos y clarificables por la Fe. Como Jesús que camina “de la mano
del Padre”, la comunidad eclesial permite al Señor que la eduque hasta llevarla a la plenitud de
su madurez.

La historia es vista como lugar donde germina el Reino en perspectiva escatológica.

III. Una teología de la palabra que exige ser-palabra a la comunidad, a la catequesis y al


catequista mismo...

La Palabra se encuentra en el origen de toda realidad salvífica y es sustentadora de toda la


economía de la salvación. Como elemento primordial de revelación y como mediación
privilegiada de la automanifestación divina, la Palabra congrega y edifica a la comunidad
eclesial, haciendo de ella un pueblo de profetas. La comunidad eclesial recibe su ser y se
mantiene en el por la Palabra proclamada en su interior. De ella recibe su más profunda
identidad. La comunidad cristiana es enviada al mundo como comunidad profética para forjar
un pueblo de profetas. Sin Palabra no hay revelación.

Antes que ser pueblo del rito, del libro o de la fiesta religiosa la Iglesia es el pueblo de la
Palabra.

De allí que esta Palabra eterna, histórica. bíblica, liberadora, encarnada, Pascual, sea para cada
uno y para todos en la Iglesia, el principio fontal de su vocación profética y misionera.
Somos hijos y obra de la Palabra. De ella venimos y a ella nos ordenamos en lo más íntimo de
nuestro ser eclesial.

Por eso se trata no tanto de usar la Palabra o un lenguaje de Fe, para proclamar la Fe, sino que
SER PALABRA, de ser lenguaje persuasivo que sea testimonio. Nadie puede ser profeta si
antes no es testigo de la Palabra, si no ha tenido una experiencia de Dios.

IV. Una teología que deriva sobre todo de una concepción existencial de la Persona de Jesús en
comunión con el pueblo. Se trata de salvaguardar aunque no sin conflictos la identidad de la
persona de Jesús.

− Teológicamente

− Pastoralmente
− En la confesión existencial

Se trata de abordar el mensaje de Jesús mediante un quehacer hermenéutico inteligente que no


lo desvirtúe ni lo adultere o lo empobrezca.

Se trata de criteriar el propio ministerio a la luz del ministerio - tipo de Jesús, donde se
constatan las siguientes características.

− Primacía del Reino de Dios

− Desde la opción por el pobre

− En al abandono obediente

− En sintonía con el espíritu

− Para suscitar la conversión como signo escatológico anticipado.

La catequesis proclama que en la persona, la obra y la enseñanza de Jesús se da el punto


culminante e irreversible de encuentro con Dios y con los hombres. Jesús de Nazareth,
Protosacramento del Padre es contemplado por la catequesis, como centro de gravedad de la
existencia cristiana, como hilo conductor de la Revelación y de la Fe y como criterio
hermenéutico de la historia.

Por ello Cristo es propuesto como el modelo de hombre y el horizonte de toda humanización.

Es exigencia radical que demanda apertura y pobreza en el encuentro con Dios y el hermano.
Es la gran respuesta y a la vez la gran pregunta del discípulo y de la existencia de todo hombre.
Es la interpelación a un seguimiento en fidelidad radical.
Es el sentido último de toda aspiración valor y realidad.
Es la óptica del Padre sobre el mundo la historia y el hombre.
Es alfa y omega de la historia humana por ello se comprende por qué la catequesis toma hoy
tan en serio la Encarnación como pedagogía divina de la Fe.

De allí que catequizar consista principalmente en llevar a escudriñar el Misterio de Cristo en


toda su dimensión.

V. Una teología de las realidades socio-culturales y de los valores, contenidos en las culturas,
de las realidades terrestres y de valores humanos

Se toma en serio la creación como lugar teológico o sea como autorrevelación de Dios. Se le
mira como invitación al discernimiento que despeje toda ambigüedad para caminar en el
sentido de Dios.

Se quiere descubrir la autonomía propia de lo temporal en la dinámica del plan de Dios.

Sensibilidad a la presencia del Espíritu que ha ido expresándose en las multiformes culturas.
VI. Una eclesiología articulada en torno a las vertientes fundamentales de su presencia en el
mundo y la historia

− La sacramentalidad salvadora

− la mediación ministerial

− La ministerialidad multiforme, esto implica necesariamente redescubrir expresiones nuevas,


posturas inéditas ante el mundo, alternativas de evangelización.

Además de los aspectos acentuados por la reciente reflexión eclesiológica (pueblo peregrino,
familia, pueblo carismático), creo que debe acentuarse algo vertebral:

Los valores del Reino de los cuales ella es portadora.

En efecto la comunidad eclesial forjada por la Palabra, por el agua y por el espíritu de Jesús,
posee un acervo de valores que le proporcionan la óptica desde la cual contempla e interpreta al
mundo y a la historia. Los valores del Reino confieren a la comunidad eclesial su óptica
cristiana.

Por su presencia, su palabra, sus actitudes y su praxis ella pronuncia el juicio de Dios sobre el
misterio de la iniquidad y sobre toda forma de servidumbre, al mismo tiempo que revela las
verdaderas dimensiones de la existencia humana, revestida de una vocación inmanente y
trascendente a la vez.

Hoy se juegan grandes batallas en este campo y en concreto en cuanto al sentido de


pertenencia, la ubicación, el grado de compromiso, existen tres tentaciones frecuentes en todos
los cristianos y en todos los niveles de la catequesis.

Situarse contra la Iglesia, una tentación que es una actitud quizás autosuficiente ante esta
comunidad cristiana, que nos ha ordenado para el ministerio y a la cual nosotros debemos
nuestras mejores energías, en la que hemos sido gestados.

Otra tentación quizás tan disolvente es la de ponernos contra la comunidad, como una fuerza de
choque que está neutralizando nuestras mejores energías y frenando las energías contenidas en
el pueblo de Dios.

Hay una tercera tentación aparentemente inofensiva, que no parece hacer daño, pero que es
también profundamente antieclesial, y es ponernos al margen de la Iglesia, que es tanto como
estar al margen de la historia. Mientras todo el mundo trata de caminar luchando en el esfuerzo
y el sudor, hay ciertas posturas de aislamiento en nombre de una supuesta fidelidad, a nombre
de una supuesta ortodoxia, pero que no resiste un análisis más profundo de las exigencias que
implican vivir plenamente el misterio de la Iglesia hoy.

Sobre la Iglesia, o contra la Iglesia o al margen de la Iglesia, son las posturas más típicamente
eclesiales hoy.
Afortunadamente tenemos la contrapartida de todos estos nuevos brotes, en estas iniciativas que
aparecen por todas partes, para hacer del misterio de la Iglesia, la expresión más rica que
podamos tener en todos los niveles de nuestra vida.

VII. Una teología que esté en diálogo con todo tipo de ciencias no teológicas que a su modo
exploran y se encuentran con el proyecto de Dios. Hemos de evitar emplearlas como simple
estrategia, como un vulgar oportunismo, ni como recurso desesperado para no verlos
desplazados queremos una teología en diálogo continuo con todas las ciencias no teológicas
que a su modo también exploran y se encuentran con la verdad.

La teología y las ciencias no teológicas convergen para el cristiano en el mismo punto: la


realidad del misterio inagotable del proyecto de Dios.

Todas asumen a su modo su quehacer de hacerse responsables del cosmos, de la existencia, de


la historia, de la verdad.

Una teología que ve en las ciencias no teológicas un camino legítimo y diferente para
encontrarse con la fuente de la vida y del ser.

Se deja secundar por ellas, dialoga con ellas, las estimula, respeta su autonomía y sus leyes
jamás las sataniza.

VIII. El ministerio de la Catequesis lleva en su entraña la vivencia profunda del misterio


pascual, no sólo por ser el horizonte central de su mensaje, no solo por ser la energía de su
testimonio y de su Fe, sino por los signos innumerables que la impulsan a vivir al ritmo de la
pascua de Jesús

En medio de la Catequesis encontramos la cruz, la búsqueda incierta, la persecución frecuente,


el no tener todos los problemas resueltos, el avanzar en el dolor que fecunda la vida, la tensión
y el conflicto desgarradores la deserción de muchos de nuestros mejores hombres y mujeres, y
los antagonismos que nos indican a asumir la conflictividad inevitable de la vida con sabiduría
evangélica y esperanza creativa. El Reino de Dios está en medio de nosotros.

ALGUNOS ASPECTOS DE LA CATEQUESIS LATINOAMERICANA, HOY

Padre Roberto Viola S.J.

Diversidad, esperanza e inculturación

Voy a tomar algunos aspectos con la esperanza que sean útiles para el trabajo de la asamblea.

1. DIVERSIDAD Y CONFLICTIVIDAD

¿Qué les parece si comenzamos con una característica innegable de la Catequesis


Latinoamericana: la diversidad?

Diversidad de formas, de acentuaciones, de métodos, de medios pedagógicos…


Cada encuentro ofrece sorpresas. Como si fuésemos magos de nuestros sombreros siempre
sacamos un libro nuevo, un audiovisual, una dinámica, un montaje, etc.

Este hecho genera una doble y contraria sensación: de fatiga y variedad.

El número de ensayos es tan elevado que con facilidad supera nuestra capacidad de atención. A
veces los encontramos repetitivos.

Y como a su vez, cada uno de nosotros reserva su “sorpresa”, experimentamos una controlada
pero no menos real impaciencia por exponer nuestras ideas.

Avancemos otro paso y preguntémonos a qué se debe esa abundancia.

2.1. Los por qué de la diversidad y conflictividad

En el cuerpo vivo de la Iglesia, pueblo de Dios, la catequesis constituye una zona de tejido
sensible que reacciona frente a los estímulos externos.

La catequesis no es la transmisión de contenidos asépticos: incoloros, inodoros e insípidos.

El encuentro de los Obispos de Medellín decía en el Capítulo 8, N.° 6 “Las situaciones


históricas y las aspiraciones auténticamente humanas forman parte indispensable del contenido
de la catequesis”…

Estas afirmaciones implican que la catequesis permite ser tocada, impresionada, herida por
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestros tiempos,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren...” (GS N.° 1). Este tejido sensible del Cuerpo vivo
que es la Iglesia, reacciona porque no vive en la lejanía, sino en contacto con la realidad de
nuestras sociedades.

Si tenemos en cuenta la sensibilidad que debe tener la Catequesis cabe preguntarnos si acaso no
se requiere todavía más creatividad, más profundidad, más contacto con las aspiraciones de
nuestros pueblos, en los planos de la justicia, de la educación, de la religiosidad, etc.

En esta visión de conjunto tropezamos con otro fenómeno, fruto del avance técnico: el mundo
se ha interconectado de manera prodigiosa.

1.2. Conflictos

La Catequesis no sólo es diversa, sino por su misma naturaleza lugar de conflictos y tensiones.
Esta tironeada por muchos sitios, por los otros, por el cuestionamiento que produce cuando les
abrimos nuestra puerta y por la misma Iglesia. Sin embargo cuidado con el calambre.

1.3. La sobresaturación, o “el calambre”

A un músculo sin preparación si se le dan estímulos desproporcionados deja de funcionar, se


agarrota, se “acalambra”.

Creo que es interesante observar “el calambre” que produce a veces la invasión de información.
En la amplia escena del mundo. Las calamidades de todo tipo no faltan. Sin embargo cuando
aconteció el conflicto de las Malvinas, los uruguayos seguíamos las noticias hora por hora,
porque el conflicto estaba a la puerta de nuestra casa, entorpecía nuestro comercio y afectaba a
un país limítrofe, con el que estamos estrechamente intercomunicados.

Pero como no se puede vivir con la misma atención-tensión todos los acontecimientos, se
produce el calambre. No se reacciona.

A sucesos de mayor gravedad que el de las Malvinas los uruguayos no les prestamos la misma
atención.

Hay que reconocer que tanto a nivel personal como colectivo tenemos límites. Superados
ciertos umbrales ya no se reacciona.

¿Egoísmo?

Sí, tal vez. Yo me inclino por la palabra límite, por una reacción tipo “calambre”, porque
nuestros músculos no están entrenados para esa maratón de tensiones.

Si imponemos a los catequistas responsabilidades desmedidas no ayudamos a crecer el Cuerpo


de la Iglesia: lo acalambramos.

Es muy cierto que la Catequesis es tejido sensible dentro de la Iglesia, pero también es cierto
que existe un trabajo a realizar de educación para saber reaccionar frente a tanto estímulo.

Me permito sugerir que esta educación –entrenamiento– no se lo realiza única ni


principalmente con documentos escritos en donde se acumulen “se debe, se debe y se debe”…

Se necesitan documentos que nos señalen las grandes líneas de nuestro caminar; pero la
educación exige procesos continuos de entrenamiento: información y acción, memoria y
creatividad, dificultades y formas de superarlas. Una fundamental gratificación en el trabajo.

Un catequista abrumado, sobresaturado, no es buen catequista. Termina por “acalambrarse”.

Desde este ángulo ya no se puede hablar del catequista aislado. Debemos instar del equipo de
catequistas y de la comunidad catequística.

Cuando nos unimos, multiplicamos nuestras posibilidades en forma geométrica: solos – el


calambre unidos – el trabajo.

Nuestro continente necesita millones de catequistas es cierto. Pero así como Dios no nos pide
más de lo que podemos, y cuando pide algo da la fuerza, también en la formación no pidamos
más de lo que se pueda dar y de continuo proporcionemos formas concretas, factibles, a su
alcance, para realizar la tarea encomendada y superar las dificultades concientizadas.

Claro que nuestra catequesis es variada.

Juan Pablo II baja de un avión y sube a otro.


Hoy besa una tierra y mañana besa otra.

A veces ambas están en guerra. Mensajero de la paz.

También es variada su vida.

También el catequista está en contacto con lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, la paz y la
violencia. También él es mensajero de la paz y portador de la Buena Noticia del Reino.

Ojalá que la constancia, la imaginación y la creatividad continúe en crecimiento. Pero de


manera armónica. Evitar la trofia, la repetición, y el calambre. Así ir formando un cuerpo cada
vez más apto para responder a las exigencias de nuestros tiempos.

Ubi dixist satis ibi periisti –que decía San Agustín–.

2. RESERVAS DE ESPERANZA

Para este ingente trabajo y desafío, la Iglesia, como comunidad de los seguidores de Jesús, se
siente portadora de un mensaje de esperanza que no puede callar.

Texto Luther King

La Iglesia posee grandes reservas de esperanza.

Y las reservas de esperanza son mucho más importantes que las reservas de petróleo.
Hilario de Poitiers, obispo del siglo IV, en su famoso tratado sobre la Fe, llama al Espíritu
Santo: “Don, fuente de la Esperanza perfecta” (Libro II, 1).

Y San Pedro dice: “¿Quién puede hacerles daño si se dedican a practicar el bien? Dichosos
ustedes, si tienen que sufrir por la justicia. No teman ni se inquieten, por el contrario
glorifiquen en sus corazones a Cristo el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante
de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen” (1 Pe 3, 13-15).

2.1. La esperanza como estímulo esencial de toda acción

Si la esperanza se extingue en un individuo, familia, comunidad o colectividad están ya


muertos, aunque caminen. Como esos seres cuyo cerebro cesa en su actividad y mantiene la
vida a través de aparatos en los CTI En realidad están muertos.

Dice Erich Fromm: “Cuando la esperanza muere, la vida termina de hecho o virtualmente. La
Esperanza es un elemento intrínseco de la estructura de la vida, de la dinámica del espíritu
humano. La Fe (“La revolución de la Esperanza” pág. 2).

Hay una expresión bastante usada: se dice que “América Latina es el continente de la
Esperanza”. Cada uno entiende esta frase a su modo.

“Según ciertas ideologías las convulsiones que agitan nuestro continente no se deberían ante
todo a la brecha descomunal e irrellenable entre masas empobrecidas y burguesías
dependientes. Serían por el contrario, signos de nuestra juventud. América Latina sería una
caldera o fragua gigantesca en la que fermentan y se funden todas las razas de la humanidad...”
(“Cultura, Evangelización y vida religiosa” Equipo teólogos CLAR, pág. 23).

Nuestro continente es y será el continente de la esperanza no de una manera mágica; sino en la


medida que crezca la Evangelización que lleva consigo profundos cambios en el corazón de las
personas, en las estructuras sociales, en relación con la naturaleza, con el trabajo y con los
otros.

2.2. Fundamento de nuestra Esperanza

Si bien la variedad es una de las características de la Catequesis Latinoamericana, también es


cierto que ella lleva una palabra que no le es propia, sino de Aquel que la envió.

Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa frase de Jesús: "Mi doctrina no
es mía, sino del que me ha enviado”. Es lo que hace San Pablo al tratar una cuestión de
primordial importancia: “Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido” (CT N.° 6).

Esta convicción profunda nos da ánimo y fortaleza; porque sabemos que toda verdad de Fe fue
revelada por Dios para nuestra salvación, redención, liberación.

Toda verdad de Fe revela lo que somos y lo que estamos llamados a ser, según el designio
amoroso de Dios.

La mutilación del contenido de Fe en la catequesis es un atentado contra la fidelidad al hombre.


Fidelidad a Dios, a la Iglesia y al hombre constituyen una solo fidelidad y no se da la una sin la
otra (Cfr. CT N.° 9).

Porque el fundamento de nuestra esperanza es una palabra recibida; una palabra que no precede
de nosotros.

Esas son nuestras reservas de esperanza.

Y esas esperanzas son esenciales para nuestros pueblos como motores en su accionar histórico
y en su comportamiento.

No las podemos callar ni mutilar.

Este aspecto desemboca en el tercero sobre la inculturación.

3. INCULTURACIÓN

Desde el ángulo que estamos enfocando el tema, la inculturación tiene que ver con la
comunicación.

La catequesis supone una comunicación profunda.

Se puede hacer memorizar un texto de catecismo; pero no por eso se habrá hecho
necesariamente un acto catequético.
“Una enseñanza cualquiera, incluso de contenido religioso, no es de por sí una catequesis
eclesial. Por el contrario, una palabra cualquiera que llegue al hombre en su situación concreta
y lo impulse a encaminarse hacia Cristo puede ser realmente una palabra catecumenal” (MPS
N.° 8).

¿Cómo comunicar la Palabra de Dios a otras culturas?

Problema que viene del momento mismo en que Jesús envió a sus discípulos a predicar a todas
las naciones y bautizarlas en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo (Mt 27,19).
Los cuatro evangelistas ya nos están hablando de culturas diferentes; el problema de la
circuncisión, planteado por Pablo cuando el cristianismo comienza a dejar el seno judío; el
llamado del pagano Cornelio, etc.

Este problema de las culturas diferentes se planteará continuamente en los primeros siglos del
cristianismo y será el gran trabajo de los padres de la Iglesia.

San Justino en el siglo II, romano de nacimiento, filósofo convertido al cristianismo, vivió
hondamente ese problema. Al respecto ha dejado intuiciones que continuarán a lo largo de los
siglos hasta el día de hoy.

Me permito citar este texto sacado de su primera Apología (46, 2) “Nosotros hemos recibido la
enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos indicado que el es el
Verbo del que todo el género humano ha participado. Y así quienes vivieron conforme al Verbo
son cristianos, aún cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con
Sócrates, Heráclito y otros semejantes”...

En el momento actual a través de grandes documentos de la Iglesia que recogen la Tradición,


sabemos que evangelizar una cultura o sub-cultura no significa imponer otra. (Entre estos
principales documentos citemos al Vat. II, G e S. N.° 53 y ss; EN N.° 20 y P N.° 394 y ss).
La Fe en toda cultura puede y debe encarnarse; pero no se ata definitivamente con ninguna.
Tomamos culturas en el sentido pleno. Texto VP II, P. 386-387-388. P. 404.

Entrenamiento del catequista

Ahora, si “el Evangelio y, por consiguiente la Evangelización no se identifican con la cultura”


(EN N.° 20), también es absolutamente cierto que el catequista vive su fe inmerso dentro de
una cultura que es la suya.

Y aquí aparece el problema concreto de la comunicación.

¿Cómo evangelizar sin colonizar?


¿Cómo ser fiel al Evangelio y fiel al otro?

He aquí un problema que sólo un corazón que ama puede compaginar.


Con todo y de manera telegráfica señalemos un elemento que es hilo conductor en la
inculturación de la Fe.
La convicción que el Espíritu trabaja y actúa en el otro, en la cultura diferente a la mía. A veces
no vemos esa acción; pero existe. Es un acto de Fe, similar a la presencia real de Jesús en la
Eucaristía.

Estemos muy atentos a las palabras que salen de la boca de todos los fieles, porque en todos los
creyentes sopla el Espíritu de Dios y aún el más pequeño de sus servidores exhale una parcela
de la Sabiduría Divina. El Espíritu sopla donde quiere, oigo su voz y no sé de dónde proviene.
“Por todas partes buscaré su soplo; en cualquier lugar y aunque sea muy tenue encontraré su
aliento” (San Paulino de Nola).

Acto de Fe que conduce a la flexibilidad y ductibilidad, a la capacidad de diálogo y de


comprensión como elementos necesarios para percibir las “semillas del Verbo”.

Esta actitud es condición para decir de forma encarnada y comprensible para el “otro”, esa
Palabra que no es nuestra, sino recibida. Siempre será algo más o menos balbuciente; pero que
permite el desarrollo de la Fe y su expresión dentro de la otra cultura.

Evidentemente que esa Palabra lleva a transformar la cultura, “de menos humana en más
humana” desde dentro. En un proceso de crecimiento en la libertad, como sólo el Espíritu de
Dios es capaz de hacer.

Para no quedar en un terreno demasiado teórico diría que si la pedagogía catequética exige
tener en cuenta la situación de los catequizandos, y por ende su cultura, toda metodología
catequética debe dar la palabra al catequizando y saber escuchar.

Una persona a quien le resulta muy difícil o imposible esta actitud de espíritu de manera real y
práctica no es apta para el ministerio de la catequesis. Rendirá servicios muy buenos en otras
áreas de la Evangelización; pero no precisamente dentro del terreno de la catequesis.

Nuestra Fe está en creer que “la Iglesia evangeliza cuando por la solo fuerza divina del Mensaje
que proclama trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los
hombres, la actividad en la que ello están comprometidos, su vida y ambiente concreto” (EN
N.° 18).

La diversidad en la Catequesis, punto de partida de esta exposición, la volvemos a encontrar el


final, como una consecuencia de la inculturación de la Fe.

Inculturación no significa aislamiento en núcleos cerrados, sino una continua circulación de


informes, material, metodología, personal… Por eso, creo, que hoy estamos reunidos en esta
Primera Semana Latinoamericana de Catequesis.

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