Dafne Mociulsky - 2017 - Eso Te Dijeron
Dafne Mociulsky - 2017 - Eso Te Dijeron
Dafne Mociulsky - 2017 - Eso Te Dijeron
Cuentos
-O mera muestra de casos en los
que se exhibe cómo la
heteronorma fracasa-
Dafne Mociulsky
|Duniashka Ediciones
-artesanales, autogestivas e
itinerantes-
Año 2017
1era edición, Valparaíso, Chile
Agradecimientos:
A Danilo Castelli y a
Federico Kersner por las correcciones.
A mi hijo, que aunque le de fiaca leerme, me
apoya y no me juzga.
Al aproximado centenar de personas que se
ofreció para leer algunos de estos cuentos antes
de que estuvieran cocinados, a la gente que me
contó sus cosas para que yo las ficcionalice y
a este momento sociohistórico en el que, si bien
falta un montón, al menos estamos hablando de
estas cosas. Seremos la generación bisagra
sacrificada por el bienestar de las próximas
generaciones, o eso espero
2
Prólogo a “Eso te dijeron”
4
Tengo un optimismo cauteloso. Si la
civilización sobrevive el colapso ecológico que
se aproxima y evitamos caer en un nuevo
fascismo, es muy posible que las generaciones
que nos sigan -en esta parte del mundo- sean
todavía más libres que la de quienes estamos
entre los 30 y los 40, que pudimos librarnos
de mochilas heredadas o por lo menos las
hemos visto. Y quienes hoy son niñxs o
adolescentes, a su vez, serán quienes
preparen el mundo para generaciones más
libres todavía.
Danilo Castelli
Pensador, escritor
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TRES TRISTES
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- Claro… y menos por una mujer mala como
yo – Guido la quiso remendar pero no hubo
retorno de esa metida de pata, aunque
tampoco sospechó que no volverían a verse,
para Mirna fue suficiente y mientras él
pensaba en cómo sería la próxima vez, ella
pensaba en todos los inbox que le escribiría
explicándole por qué está tan mal lo que
hace, dice y siente.
Mirna volvió a Buenos Aires antes de lo
pensado. Él le preguntaba diariamente
cuándo volvería a Montevideo y, como
quien no quiere la cosa, se generó una
especie de psicoanálisis entrambos en donde
sólo Guido era el paciente. El preguntaba,
pedía consejo, pero al revés no funcionaba,
puesto que él con la mejor onda, trataba de
levantarle el ánimo, pero no tenía nada que
decirle que a ella le pudiera servir. El
desprecio que sentía Mirna por él
aumentaba, pero trataba de ayudarlo a
entender, de ayudarlo en realidad, la
intención no era mala y, de paso, ella trataba
de ayudarse a sí misma, a entender para no
juzgar, a amainar el resentimiento y el
rencor que la atormentaba.
Sin embargo él la seguía poniendo en ese
lugar de rara, de sexy, de experimentada, de
ser admirada y ella lo refutaba con dichos
como “No soy feliz”, “Si tuviera a alguien
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que me quiere estaría agradecida”, “No
entiendo por qué las parejas se aburren y
dejan de coger, por qué no son honestos con
sus fantasías sexuales”. Quizás Mirna era
muy utópica respecto al amor, tanto como él
lo era respecto a la soltería estando cerca de
los 40. Cuando Guido le enumeraba todas
las cosas que Gloria no estaba dispuesta a
hacer en la cama, Mirna con mucha
paciencia le planteaba que si ella lo amaba
estaba pecando de egoísta, que no podía
pretender que su novio renunciara al placer
por ella y que tenía que ser sincero… pero
él, y por esto ella lo llamó “machista”,
prefería tener a una mujer no amada,
aburrida pero segura y matarse a pajas
viendo porno y de vez en cuando engañarla
con alguna de esas malas mujeres que saben
dar placer pero no lo que él llama
“seguridad”. A veces a él le costaba
entender por qué Mirna no tenía pareja,
encima siendo bisexual se suponía que tenía
que tener más chances. Pero la verdad es que
a Mirna todo le costaba mucho y tenía
heridas sin sanar que él, desde su simpleza,
no podía entender aunque se las explicara, y
de nada le servían los argumentos tipo “pero
si sos bonita”, “quizás te equivocás en lo que
buscás”, “tendrías chances con tipos como
yo”… esas cosas le daban rabia a Mirna, así
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que viendo que no le tendría paciencia por
mucho tiempo a sus largos diálogos por
chat, le expuso todas sus teorías al desnudo.
Siempre teniendo en cuenta que a él le
interesaba mucho, quizás demasiado, lo que
ella tenía para decir, muchas veces Mirna no
tenía ni ganas de contestarle pero igual lo
hacía. Recién perdió toda cortesía cuando
Guido le dijo que se consideraba un enfermo
por gustar del porno, por desear a otras
mujeres y que quizás cuando se casara y
tuviera hijos esta “locura” acabaría y por fin
valoraría a su novia ya convertida en esposa,
ahí fue cuando le dijo que su problema era
ser demasiado común y machista y que le
parecía un horror que una mujer pensara en
casarse como posibilidad y en la posición
perrito, por dar un ejemplo, como
imposibilidad. Le dijo que las mujeres como
Gloria son sus enemigas, por egoístas, frías,
inconscientes y pretenciosas y que le daba
bronca que ese tipo de mujeres tuvieran más
posibilidades que ella que, encima de ser
generosa en la cama, lo era en la cocina,
pero lo dijo en un momento de bronca,
porque tampoco le importaba estar con un
tipo como Guido, no lo soportaría. No le
importaba estar con nadie por el hecho de no
estar sola y era bien consciente de sus
exigencias.
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Para Guido fue un poco ofensivo lo que
Mirna dijo de Gloria, que para él era una
santa que le aguantaba el mambo todos los
días, claro, Mirna era una resentida solitaria,
no sabe lo que es tener un hombre al lado
todos los días.
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Guido estaba cómodo, aunque algo lo
incomodaba, desde que vendía ejemplares
de su libro por las playas, comenzó a tener
levante y, después de ese polvito con Mirna,
se sentía más envalentonado, más capaz y
tentado de mandar todo a la mierda y ser
soltero, pero no, lo pensaba un rato y de
ninguna manera sacrificaría todo lo hecho y
por hacer.
Dejar de hablar con Mirna lo tranquilizó un
poco, pero aparecían otras chances
tentadoras, día tras día y su consumo de
pornografía aumentaba. Cuanto más se
hablaba de casamiento en casa, más se hacía
la paja en soledad pensando en otras
mujeres. Guido dio el sí sin darse cuenta, ya
estaba embalado y casado antes de casarse.
Su padre y su abuelo habían vivido la misma
suerte pero en un lapso de tiempo más
resumido, éstos la estaban haciendo muy
larga la previa a quedar pegados y con
descendencia.
Guido era muy cuidadoso con su celular,
hasta que un día lo llamó su padre al fijo,
diciéndole que su madre estaba internada
por hipertensión arterial y que era grave, él
le dijo esto a Gloria y se fue en el auto a la
velocidad de la luz, no le pidió que lo
acompañara porque ella no podía faltar al
trabajo, o sí, pero no eran de tener
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imprevistos en la rutina sagrada. El celular
quedó huérfano sobre la mesa de la cocina y
ella pensó en avisar a su suegro que Guido
había olvidado el celular, pero se le hacía
tarde y además, cedió a la curiosidad, quería
revisarle el historial de búsquedas a ver qué
tipo de pornografía miraba, temía que esas
cosas que él le pedía tuvieran que ver con
eso. No encontró nada y le miró su muro de
Facebook, hasta ahí todo bien, pero el
boludo de Guido no borraba los mensajes y
Gloria encontró el extenso chat que
mantenía con Mirna. Estaba en el colectivo
yendo al trabajo, ya las primeras cinco líneas
lo comprometían y se enojó. Estaba leyendo
y recibió una llamada de su suegro: era
Guido diciéndole que dejara el celular en la
casa, que lo pasaría a buscar. Ella le cortó,
llamó a su trabajo y dijo una mentirita
piadosa, que debía ir al hospital porque
internaron a su suegra y que se tomaría el
día, como no faltaba nunca ni llegaba tarde,
estuvo todo bien. Bajó del colectivo y se
tomó otro hacia playa Malvín, que era su
favorita dentro de Montevideo, al descender
procuró conseguir agua caliente para llenar
el termo, tendría una larga mateada en
compañía de la mentira. Tomó asiento en la
arena, hacía frío pero el sol atenuaba su
efecto. Muy poca gente había en la playa en
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ese día hábil en horario laboral. Nunca se
había rateado del colegio pero supuso que
ésta sensación sería parecida, lástima la
circunstancia. Leyó todo, se sorprendió de
no haber sospechado nada. Ser cornuda era
lo de menos, lo que de verdad dolió fue la
aseveración de Guido de no amarla y de no
haber estado enamorado de verdad nunca en
la vida, de ser tratada como una mujer avara
de parte de ambos, sobre todo de Mirna, una
mujer que no la conocía y la juzgaba. Gloria
no podía juzgarla a Mirna, porque Mirna lo
juzgaba a Guido por lo mismo que ella lo
hubiera juzgado y lo más pesadillesco se
presentó en forma de pregunta ¿y si Mirna
tenía razón? ¿de verdad era tan mezquina y
merecía ser cornuda o abandonada? No le
parecía. Pero de ningún modo aceptaba la
culpa por la conducta de Guido, que era
inaceptable, si era tan así debió haberla
dejado, no había derecho de hacerla vivir en
una mentira y amor falso por comodidad.
Aunque por otro lado, si esta tal Mirna se
creía tan piola, ¿por qué participó en esto?,
¿o sea que usó al hombre que ella amaba
para después darle una supuesta lección de
moral?, sólo una mujer muy resentida y
dañada puede obrar así. Lloró con pudor,
como todo lo que hacía, lo hacía con pudor,
con miedo al qué dirán, estaba más
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preocupada de que alguien se acercara a
preguntarle por qué lloraba que por el
compromiso roto. La voz interna de todas
sus antepasadas le indicaban que aguantara,
que no le diera el gusto de dejarlo por irse a
putanear por ahí y una voz desconocida se
abrió paso, la imaginada voz de Mirna que
supuso que le diría que, o se abriera a vivir
plenamente la sexualidad con su compañero,
cosa que leyó clarísimamente, o que lo
dejara ir, pues nadie debería amputar la
libertad ajena, nadie debería exigir que la
otra parte resigne su placer. Esas cosas que
Guido le venía pidiendo, medio en joda, eran
para salvar la relación y ella no lo había
entendido, pero… no, no le gustaba nada de
eso, no le gustaba mucho coger, a decir
verdad, disfrutaba el abrazo postrero pero
casi nada más. No, no sabía qué haría de
ahora en más, pero tenía que decidirse
pronto, nunca había estado tan
emocionalmente apurada en toda su vida. La
tentaba la comodidad de hacer de cuenta que
nada pasó y darle para adelante, como
mamá, como la abuela, la bisabuela y así
para atrás. Quería el vestido de novia, los
hijos, supuso que era el precio que pagaba
por estar acompañada, algo que la puta de
Mirna jamás podría entender. En cuanto a
Mirna, estaba confundida, por un lado Mirna
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la defendía y por otro lado la insultaba,
prefirió sentir pena por ella y no por sí
misma. Al mirar atrás, Montevideo ya no
existía, miró para adelante y el mar/río ya no
estaba ahí, la pantalla se puso en blanco y a
cada palabra se la comió el viento.
.
20
ESO TE DIJERON
30
DEPENDE CÓMO
43
Ella también
48
VOS SÍ, VOS NO
O
El gesto socarrón
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sobre la cintura del pantalón – Tenés más
tetas que yo, ¡tapáte!
- jaja, sos mala Luz… che, gorda, ¿ya está
seca mi camisa celeste?
- Fijáte en la terraza.
- Fijáte vos que estoy descalzo y no
encuentro las ojotas – la señora se levantó
quejándose y fue a la terraza, bajó
sosteniendo la camisa delicadamente para
que no se arrugue – Sí, ya sé, ahora te la
plancho gordo de mierda.- Luz se reía del
espectáculo, pero no le gustaba para nada
cuando la tomaban de punto a ella por
solterona.
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También le había gritado cuando le reclamó
la deuda y se alejó de él.
Luz pensó en escracharlo con las feministas
de Caracas, Brian era músico y tocaba en
muchos bares, quería que se supiera la clase
de persona que era para que no pudiera caer
otra chica en la trampa, pero no lo hizo
porque no quería exponerse y, además, si le
cortaba las piernas de esa manera él no
podría volver a juntar la plata para poder
pagarle la deuda. Además deseaba
perdonarlo para no albergar esa hostilidad
que sólo la dañaba a ella. Por otro lado,
Venezuela estaba en estado de ebullición y
había muchos problemas sociales que
resolver, así que no quiso molestar a nadie
con su problemita y se lo guardó, dejando a
Brian libre de culpas y socialmente ileso. De
todos modos nunca sintió que fuera a echar
raíces en Caracas para quedarse, hubo otras
partes de Venezuela que le gustaron mucho
más, ancló en Caracas por gente amiga y por
él, claro.
Brian, además, le había contagiado
Chlamydia, se sintió culpable de no haber
exigido desde un primer momento que usara
preservativo. Ella estaba bien antes de él
porque se había realizado un análisis de
sangre, así que no cabía duda de que fue él
quien la contagió, tampoco lo negó – Uy,
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creí que ya estaba curado, debí avisarte que
a veces tengo esto – en ese primer polvo tan
espontáneo, él le había acabado adentro y
ella se lo reclamó, ante lo que él dijo – Tú
no me detuviste – ésa se la dejó pasar, por
suerte no estaba en fecha fértil. Pero esto le
hacía un ruido ensordecedor a la distancia.
Brian nunca sintió empatía con ella, tal vez
por misógino, o sociópata. Sin embargo fue
el mejor amante que tuvo en la vida, y lo
pagó carísimo porque él, de algún modo,
decidió cobrarle sus servicios. Hasta tuvo la
caradurez de decirle que había descuidado el
trabajo por estar con ella.
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- Eso de qué mujer es para trola o para novia
es una apreciación masculina, ellos deciden
eso sin que una esté de acuerdo, ¿alguna vez
te hicieron ese gesto socarrón?
- ¿gesto… socarrón?
- Sí, cuando le planteás al tipo con el que
estás que te gusta, que quisieras que se vean
más seguido y… ponen esa cara de –con vos
no- es decir, no te lo dicen con palabras, sino
con el gesto, como si una tuviera que
entender y aceptar que no hay lugar para
crear un vínculo amoroso.
- Creo que sí… ¡sí!
- Como que te imponen el cartel de válida o
inválida para ser amada, algo así.
- Ah, pero ustedes no están teniendo en
cuenta cuando son ustedes las que lo
hacen… - intervino la otra que hasta
entonces había estado callada – Bueno… sí,
es cierto. Es algo cultural eso de que a
nosotras nos duela tanto, pero tanto el
rechazo, ellos lo toleran mucho mejor.
- No siempre, mi ex novio se suicidó cuando
lo dejé. Bueno, ¡no me miren así!, esa
pelotudez de la parejita de cuento de hadas
los hace infelices a ellos también, los hace
celosos, los hace exigir cosas que no
corresponden y si no pueden tener eso que
tanto exigen, se ponen violentos, depresivos,
pesados. Yo no quise volver con él porque
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era re celoso y me veía venir un futuro de
mujer golpeada, así que lo dejé… y esa
misma noche se ahorcó. Me costó salir de la
culpa, hasta que entendí que nadie viene a
este mundo a cumplir con las expectativas
de otra persona.- No pudieron hablar más
después de eso y se fueron las tres a la playa
a jugar con las gigantescas olas de Máncora.
Las chicas decidieron volver atravesando
Chile y Luz quería atravesar Bolivia para
conocer. Después se arrepintió de esa
decisión y las extrañó mucho. Entendió que
ya no estaba disfrutando el viaje y que
necesitaba contención. Seis años hacía que
no veía a sus parientes y amigos vernáculos.
Desde La Paz se tomó un micro directo a
Buenos Aires. En Retiro pensó que podría
ahí mismo tomar el tren a Tigre para ir a ver
a su mamá, pero estaba cansada y la casa
familiar en Gerli quedaba más cerca.
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Castigo desproporcional
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El sentido del humor no era lo de ellas, pero
sí un gran sentido de la responsabilidad.
Hijas de un maestro pizzero que durante 40
años trabajó en la mítica pizzería – Los
increíbles – y de una costurera muy querida
por sus vecinos y hermanas de dos
muchachos, no gemelos, mayores que ellas.
Los Giménez, de San Justo.
Los muchachos formaron sus propias
familias prematuramente, así que los
Giménez padres transfirieron toda la ilusión
universitaria a sus hijas, que a duras penas
terminaron el secundario. Hasta cierta y
tierna edad, Lorena decía que quería ser
veterinaria y Romina dentista, pero las cosas
se fueron dando para que Lorena sea
costurera y Romina cocinera. Sus
respectivas parejas surgieron del mismo
grupo de amigos que compartían de toda la
vida y se casaron, por civil, por iglesia y con
fiesta, ambas.
Muchas veces les hacían el chiste de
preguntarles cuál de las dos era la gemela
malvada, ante lo cual no sabían qué decir, no
eran elocuentes. Pero sí sabían que una de
las dos era tímida, Lorena y la otra era más
irritable, Romina. No querían abandonar el
barrio: Lorena logró convencer a su marido
para edificar en el jardín de la casa de la
mamá, ahora viuda. Romina no pudo
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convencer a su cónyuge de alquilar algo por
San Justo y se fueron a vivir a Ramos Mejía,
en donde él ya contaba con su propio
inmueble, él era mayor que ella y adquirió el
chalet comprándolo en cuotas que todavía lo
obligaban por varios años más. Ya había
habitado en esa casa con su anterior esposa e
hijos, a los cuales veía rara vez.
El marido de Lorena era albañil, hijo y nieto
de albañiles, así que entre él y sus parientes
pudieron terminar la casa a tiempo antes que
se embarazara. Para cuando la casa estuvo
cómoda y en perfecto funcionamiento,
pasaron cinco años y dos hijos. Su mamá le
heredó el taller de costura en vida, ya que
por la artritis no podía usarlo ni por gusto,
así que entre los encargos que debía coser, la
casa que debía limpiar, los niños y el marido
que atendía, se le pasaba el tiempo. Cocinar
y ver la tele llenaba los otros huecos.
Durante los primeros años de pareja había
disfrutado mucho, pero mucho el sexo con
su pareja, pero después de la segunda hija
decayó y no encontraba esa voluntad de
antes. Cuando en unas vacaciones pudo
volver a sentirse en celo, volvió a quedar
embarazada y tuvo mellizos. Con éstos las
ganas se le desmayaron o se le terminaron
de morir.
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Una vez, por la fecha de vencimiento de una
factura, se dio cuenta que hacía un año que
no hacía el amor. Cuando su marido no daba
más de las ganas, ella se dejaba apoyar y
toquetear mientras él se masturbaba y por lo
general, ella se quedaba dormida antes de
que él pudiera acabar. Una vez, dándole
muchas vueltas al asunto y no llamando a las
cosas por su nombre, le sugirió que
consultara con un sexólogo – No puede ser
negra, antes eras como una yegua montera y
ahora sos, no sé, nada – ella ni le contestó y
se durmió. Le daba muchísima vergüenza la
sola idea de hacer una consulta por algo así
– Hola, no tengo ganas de coger, ¿qué hago?
– y no, no era su estilo. Tampoco quería
hacer terapia, prácticamente no le gustaba
hablar de sus cosas privadas con nadie,
quizás ni con ella misma.
Los melli tenían ocho años y uno de los dos
tenía pesadillas frecuentes y dos o tres
noches por semana se dormía en el medio de
sus padres. El hijo mayor adolescente y
deportista, la única hija también se dedicaba
al deporte, así que tenían mucha actividad y
disciplina en el club. Le daban poco trabajo
a su mamá.
A Lorena no le gustaban las visitas, así que
casi nadie ajeno a la familia entraba en la
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casa, la cual mantenía muy limpia y
ordenada.
Un lunes a las tres de la mañana recibió una
llamada de Romina, estaba llorando, otra
vez se había peleado con el marido y le
avisaba que iba a dormir a lo de mamá, que
por favor le abriera la puerta porque había
perdido la llave.
Últimamente venía pasando a menudo. El
matrimonio de Romina ya no era lo que era.
Romina se casó más joven que Lorena y en
seguida tuvo dos varones. Le gustaba mucho
eso de ser la única mujer de la casa y el
jueguito de retarlos a todos por ser tan
desordenados. A pesar de estar adolescentes,
sus hijos seguían siendo muy cariñosos con
la mamá y considerados con el papá.
Romina aceptó dejar de ver telenovelas por
fútbol y películas de acción y la pasaba bien,
se divertía. Todo estaba bien en esa familia,
excepto el sexo marital. Su marido tenía un
pene enorme, el cual ella disfrutaba mucho
hasta que comenzó a fallarle, quizás por el
cigarrillo, la cerveza cotidiana, la comida
grasosa que comía fuera de casa y los 20
kilos que aumentó en los últimos años,
mucho sedentarismo – taxista él – y el stress.
Era un hombre nervioso, trataba de no
molestar mucho a la familia y ocultaba un
secreto: estaba medicado con clonazepam, y
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de todas las cosas que le estaban haciendo
peso sobre la poronga para que no se le pare,
ésta podía ser la que más responsabilidad
tuviera en la disfunción.
Romina se compró un dildo, pero a su
marido no le gustaba meterle nada que no
fuera de él, aunque tampoco le daban ganas
de masturbarla o hacerle una buena felatio:
si él no podía, no se hacía nada y hasta se
atrevía a pedirle a su esposa que se
tranquilizara. Romina no lo dudó mucho, se
mantenía bonita y en forma, tenía lindos
vestidos y maquillaje y algunas amigas
solteras, así que cada tanto salía de joda y en
una de esas, borrachita e insatisfecha,
conocía a alguien y se permitía unas horitas
de sexo ocasional aliviador. La vuelta a la
casa era terrible, se quedaba a dormir con
alguna de sus amigas y se bañaba mucho
antes, aun así se ponía muy paranoica.
Romina, teniendo cuarenta y un años, antes
de casarse no tuvo tiempo de estar con
varios tipos y esas ganas volvieron ni bien
su marido comenzó a fallar. Su regla era no
verlos por segunda vez jamás, hasta que
hubo un pibe de 22 que le hizo el amor seis
veces en una noche y quisieron volver a
verse. Le daba cosita, teniendo hijos de 17 y
19, pero cuando estaba con él, todo se diluía,
se borroneaba y el campo sonoro quedaba
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abnegado por sus respiraciones
entrecortadas. Era otro lugar del universo,
una puerta a otra dimensión que sólo les
pertenecía a ellos. El pibito se enamoró de
ella y estaba bastante ofuscado en la
posibilidad de ese amor, ella intentaba
hacerlo razonar aunque estaba enamorada
también, pero siempre muy consciente de
que no como pareja, sino como amante.
El jovencito, al igual que el marido de
Romina, tenía un ligero problema con el
alcohol que a veces podía ser grave, según el
humor. Al principio Cristian respetaba el
pacto de no escribirle a menos que ella lo
hiciera antes y se conformaba con verla unas
dos o tres veces por mes, hasta que ya no
pudo contener su ansiedad y comenzó a
reclamarla como su mujer.
Lorena ya le había dicho a Romina que lo
mejor sería que se mudara con la mamá, que
necesitaba cuidados, que el delivery de
comidas caseras también podía continuarlo
en el barrio, que no había nadie que no la
quisiera, que sus hijos estaban grandes y la
casa de Ramos Mejía era del marido desde
antes de casarse, así que no perdía
absolutamente nada si lo dejaba. Pero Romi
volvía una y otra vez con su marido porque
extrañaba a los hijos, los cuales de ninguna
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manera querrían abandonar su casa llena de
comodidades.
Lorena tampoco estaba muy bien en su
matrimonio. Últimamente alguien llamaba al
fijo de la casa y si atendía ella, cortaban.
Increpó directamente a su marido, sin
investigación ni interrogatorio previos – Me
llego a enterar que me estás cagando con
otra y te dejo en la calle – le advirtió, porque
en este caso, la casa estaba edificada en el
jardín de la casa familiar Giménez. Su
marido padecía de una infelicidad infinita y,
a decir verdad, ya no amaba a su mujer y
encima comenzaba a odiarla, porque si ella
no tenía deseos sexuales, ¿por qué no
respetaba la sexualidad de él, que estaba en
su apogeo?, al revés que su concuñado,
había logrado bajar unos muchos kilos y se
sentía libidinoso y febril… y solo. Por tinder
conoció a una mujer casada que también
necesitaba piratear un poco para no morir de
tristeza y, al igual que a su cuñada, esto se le
fue de las manos. Lorena se enteró y no
importa mucho cómo porque esas cosas
acaban sabiéndose.
Lorena, sin hacer mucho escándalo, le dejó
prolijamente todas sus pertenencias en la
vereda, sus hijos lloraban, le suplicaban a la
mamá que lo perdonara, él también lloraba
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– Mi amor, te juro que no significó nada, fue
un desliz – pero ella ni lo miraba a los ojos.
Lo denunció por bígamo, le puso una orden
de restricción y le inició una demanda por
alimentos, además de pedirle el divorcio. En
la familia de Alberto no había una casa
familiar, siempre habían alquilado, la casa
que tenían en Tucumán, de donde eran
originarios, había sido vendida por su padre
que era adicto al bingo y los dejó sin nada
antes de morir. Con su trabajo no le
alcanzaba para alquilar algo y pasar
mensualidad para cuatro hijos. La ley carece
de sentido común y no contempla el derecho
al placer, no es un derecho siquiera, es una
necesidad individual que se pierde al
casarse, en donde se promete que no se
estará con otras personas y si eso pasa, quien
lo hace pierde todo en este juego y no hay
perdón. Su mujer nunca sintió, ni por medio
segundo, que su renuencia a tener relaciones
sexuales lo obligó a buscar a otra persona
para obtener la gratificación del placer y
tampoco en su momento le dio importancia a
su pedido de que consultara a un sexólogo o
algo por el estilo. La ley la amparaba a ella e
hizo lo que le enseñaron que es correcto. Sin
embargo, pasó algo con lo que no contaba:
la hostilidad de sus hijos, no pudieron
perdonarle esto y aunque ella intentó
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convencerlos de que el padre era un cerdo
por haberla engañado con otra… ese
concepto nunca les cerró a los chicos y se
tornaron rebeldes con ella. Desesperada,
habló mal de él en todos lados y los vecinos
y amigos le fueron dando la espalda porque
Alberto era amistoso, apreciado y querido en
el barrio, y así como ella se enteró de la
infidelidad, se supo que Alberto quedó en
situación de calle, deprimido, pobre,
borracho y mendigo. Lorena pagó cara la
apatía de no dejar entrar a nadie a su casa, de
ser poco amigable y demasiado seria, porque
llegado el momento, nadie se puso de su
lado y día a día iba perdiendo el afecto de
sus hijos. Hasta sus amigas de toda la vida le
dijeron que se le fue la mano con el castigo
y que podría haberlo perdonado. La
almacenera de su cuadra le gritó que no
fuera más a comprar a su negocio, porque lo
conocía a Alberto desde que era un niño
recién llegado de Tucumán y lo apreciaba
como a un ahijado, entre sus argumentos,
resaltó éste – que sea legal no quiere decir
que sea justo lo que hacés, lo estás matando
por no dejarlo ver a los chicos – y Lorena
argüía que si él no pasaba mensualidad no
merecía ver a los hijos – Vos no vengas más
a comprar acá – concluyó la almacenera,
jueza de su cuadra y se tuvo que ir
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humillada. Lorena simplemente juntaba más
y más odio y resentimiento, sólo su madre,
muy católica ella, la apoyaba y rezaban
juntas. Encontró algo de contención en el
retorno a la iglesia, pero fuera de allí, estaba
sola y esa soledad crecía como la levadura.
Igual continuó convencida de que hizo lo
que corresponde, eso le dijo su abogado.
Al poco tiempo que Alberto se fue de la
casa, tuvo un accidente de trabajo y como
laburaba en negro, mientras se reponía del
desgarro, contrataron a otro albañil, más
joven y menos exigente y se quedó sin
trabajo. Lorena no le permitía ver a sus hijos
y cayó en una profunda depresión. Una cosa
llevó a la otra y se dio al escabio y quedó en
situación de calle, pidiendo moneditas para
comer y beber en el centro de San Justo. Así
fue como pasó.
Paralelamente, a Romina le pasó lo mismo,
con diferente resultado. El pibito amante de
Romina comenzó a obsesionarse con ella,
investigó dónde vivía y la terminó metiendo
en problemas cuando, estando muy ebrio, la
fue a buscar a la casa y le dijo en la cara al
marido todo lo que estaba pasando,
exigiéndole que la dejara irse con él,
Romina justo no estaba en ese momento y
sus propios hijos lo agarraron al joven
amante a las piñas, el padre se quedó en
76
shock, sentado en el sofá del living,
temblando – Ya se fue chorreando sangre el
gil ése, ¿estás bien papá? – pero papá no
contestaba y cuando llegó mamá, la tomó de
los cabellos y le golpeó la cabeza contra la
pared repetidas veces, sus hijos quisieron
separarlos y los empujó con una fuerza
inédita, salieron a buscar ayuda y para
cuando llegó la policía, su mamá yacía en el
piso, aún con vida, a él lo detuvieron y a ella
la hospitalizaron, pero los golpes le causaron
una hemorragia interna que terminó con su
vida a las pocas horas.
77
Vivir sola
89
CELOPATÍA
95
un producto que la familia había comprado
para satisfacer los celos de Belén.
Hasta que una noche con sólo abrir un ojo en
medio de la borrachera vio la verdad y fue
tan horrible que no pudo aceptarla. Quedó
como un anclaje onírico, dudaba mucho
¿era lo que parecía?, si eso que vio fue real o
lo soñó, o se lo inventó por celoso pero… sí,
en el fondo, en un fondo muy hondo y lleno
de telarañas y objetos en desuso, sabía que
sí, pero que no la podía enfrentar porque ella
lo negaría, lo refutaría y de algún modo esto
se cargaría en la cuenta de sus culpas. Optó
por prestar más atención y planear muy bien
el crimen, en el peor de los casos, volvería a
estar preso, lo único que lamentaba era que
si algo llegara a salir mal, no podría volver a
estar con sus hijos quizás, aunque si todo
salía bien y pudiera parecer un accidente, no
habría de qué preocuparse.
96
Porque Facebook lo quiso
97
mentiras mutuas caminaron hasta el final
inevitable, eran muy jóvenes y lo
entendieron. Se juraron que si todo lo
demás falla, volverían a ser pareja a los 40 –
ambos tenían 27 al tomar esa decisión –
Quedarse solo fue una mierda, creyó que
sería divertido volver al levante, pero
estaba muy cansado, apenas se podía
deprimir un ratito cuando la rutina le
permitía pequeñísimos lapsos de tiempo.
Por la mañana atendía un puesto de
medias, bombachas y bufandas u ojotas
según la estación. Almorzaba detrás del
puesto y se quedaba hasta las dos o tres de
la tarde. También estudiaba mientras
atendía a la gente. Después se iba a cuidar a
un vecino viejito que padecía de
incontinencia y se quedaba con él hasta las
seis, cuando volvía la hija del viejito y se iba
con la bicicleta a toda velocidad a cursar
gastronomía en una escuela muy cara que
aseguraba una salida laboral prometedora,
internacional e infalible. Soñaba con tener
un restaurant cheto algún día. La inflación
98
argentina no le permitía ahorrar un puto
mango, pero sobrevivía, pagaba el alquiler,
la cuota de la carrera y hasta de vez en
cuando se compraba algo que necesitaba.
Para los lujos tenía un tercer trabajo muy
reservado: vendía flores provenientes de su
indoor a precios exorbitantes que sólo
podían pagar los turistas.
99
sabe lo que le gusta, reírse en complicidad
sin explicarse el chiste, en fin, todo eso.
100
esos que consideraba interesantes, así que
ella podría ser interesante también. Se
metió en su muro y le miró todas las fotos
de perfil, leyó todos sus estados del último
mes y sí, le cayó simpática, linda y se atrevió
a mandarle solicitud.
- Sí.
102
NO PUEDES RESPONDER A ESTA
CONVERSACIÓN.
103
SOS RESPONSABLE DE TU CONCHA
107
De sus cuatro hijas, sólo se lo contó a tres
de ellas, porque la mayor es testigo de
Jehová y considera que masturbarse es
pecado, más allá de la opinión médica a la
cual, en varios casos, esa gente no le da
mucha o ninguna importancia.
108
de la medicación psiquiátrica, como si la
sexualidad fuera algo banal y sacrificable
para poder ser una persona que rompe un
poco menos las pelotas. No vale la pena
secarse de deseo a menos que se padezca
epilepsia o esquizofrenia, o algo así de
peligroso.
110
EPÍLOGO
126
En el último cuento –hasta ahora- aparece algo
más raro. Una mujer que ha sido actriz porno,
con tendencias sumisas, bisexual, que le gusta el
sexo grupal y goza dándose autoplacer con
juguetes y consoladores, se presenta como una
vecina del barrio, solidaria, respetuosa, feliz en
su soledad, maternal con su hermana, protectora
con su sobrino… nadie imagina estas cosas
cuando ve a una actriz porno en la pantalla,
nadie se la imagina yendo al almacén, pagando
boletas o tratando de reparar un desperfecto en
la casa. En este caso llegué a asustarme de mi
propia ficción, sería muy aterrador que esto pase
de verdad, me dio miedo releerlo para corregir y
me perturbé después de haberlo escrito. No me
siento bien, para nada. Pero sacando el dolor
que implica dar a luz ciertas creaciones, es
interesante lo que piensan los vecinos de ella,
como que creen que ella es o debe ser actriz
porno sumisa en todo momento, como un ser que
no hace caca ni estornuda, como alguien que
cuando hace frío piensa en una pija y no en una
campera.
Pero otro detalle es que ella antes de ser actriz
porno ya ha sido abusada por parejas y amigos.
No obstante, su desdramatización ha sido
hacerse –abusar- por puro gusto y elección,
además de trabajo. Se describe que se hacía
amiga de sus pornocompañeros, que durante el
rodaje de una pseudo violación masiva el
director tenía que cortar las escenas porque el
grupo, violada y violadores, se cagaban de la
risa, al ser amigos y tener previa confianza. Sus
127
vecinos años más tarde malinterpretan sus
videos y la irrespetan, juzgan y la quieren herir,
se sienten excitados y la quieren abusar.
Lupe podría haber sido frígida, pero se dio así.
Ella entiende su propia desdramatización, su
gusto por la sumisión, lo terapéutico que para
ella hay en todo eso, pero no contaba con lo que
el porno hace en la mente de la gente promedio,
de la mayoría, ella no contaba con no ser
considerada como una vecina más. Creía que
con ser amable y atenta sería respetada, no veía
una segregación por su trabajo. La duda acerca
de qué pensar del porno, si nos hace bien, mal, si
cosifica y banaliza el sexo, depende qué tipo de
porno, hasta qué punto, quiénes y cómo lo
consumen… son preguntas, cuestionamientos,
cada cual saque el suyo. No tengo respuesta,
sólo estoy generando preguntas que me parecen
muy necesarias.
En estos últimos 6 meses de mi vida estuve en
cuatro países distintos de Sudamérica y vengo
observando y escuchando problemáticas que no
dan para más, y se parecen. Hay una apertura
de conciencia que no tiene vuelta atrás, y sólo
puede crecer y expandirse, quienes no quieran
esto se pondrán más y más violentos, los
manotazos de ahogado del machismo
incuestionable. ¿Qué el feminismo tiene
defectos?, claro que sí los tiene, estamos dentro
de la condición humana, pero es momento de
crecer, de expresar, de concientizar,
corrigiéndonos sobre la marcha. Si estamos
caminando y nos pica un mosquito, podemos
128
caminar igual mientras nos rascamos, no sé si es
muy buena la analogía pero creo que se puede
entender. La picadura podría ser la provocación,
la descortés exigencia de argumentos, el dedo en
la llaga, y lo que hagamos al respecto, sería eso
otro.
Tenemos que aprender a no segregarnos entre
nosotras, necesitamos SORORIDAD, mucha. No
dejar de lado a la mujer heterosexual casada, a
la madre soltera, a la que se prostituye porque
quiere, a las religiosas, a las que dicen
boludeces también hay que seducirlas con afecto
y explicarles que tenemos los mismos problemas,
en mayor o menor medida, a las más violentas,
mimarlas, contenerlas, a las más solitarias,
acompañarlas. Sí, es un laburo de hormiga, pero
hay que hacerlo. La historia ya demostró que no
es para nada al pedo.
En una parada en casa entre un viaje a Uruguay
y el próximo a Chile, en donde estoy ahora
mismo, comencé a escribir estos cuentos en
colaboración interactiva de mucha gente,
conocida y desconocida y de diferentes
nacionalidades y culturas, aun así, me sigue
costando parir a mis personajes fuera del
conurbano bonaerense, locación favorita de todo
aquello que se me ocurre, hasta el último cuento
que lo escribí ya estando en Valparaíso,
transcurre en el conurbano, esa cosa que no es
del todo provincia y que de a ratos-lugares
parece la capital, pero no lo es, lleno de
diversidad e intolerancia, espacios verdes, paz e
infiernos reales, peligros y calles despejadas
129
para andar en bici, me llena de inspiración aún
a la distancia. Inspiración y trauma: nunca fui
asaltada fuera de Buenos Aires. Violentada de
visitante, sí, alguna que otra vez, no importa
dónde ni cómo. Y para ir cerrando este epílogo o
explicación del chiste… nada, creo que ya hablé
mucho y si me queda algo pendiente, será en
otro libro, otros libros, otros contextos.
La autora
Marzo 2017
PD:
La autora
Abril 2017
PD 2:
La autora
Abril 2017
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ÍNDICE
Prólogo………………………….3
Tres tristes…………………….. 6
Eso te dijeron…………………..21
Depende cómo………………...31
Ella también……………………44
Vos sí, vos no,
o el gesto socarrón……………49
Castigo desproporcional………66
Vivir sola………………………..78
Celopatía……………………….90
Porque Facebook lo quiso…….97
Sos responsable de tu concha.104
Epílogo………………………….94
Glosario…………………………136
133
Para contactarse con la autora:
Facebook:
Dafne Mociulsky
[email protected]
En preparación:
Poesía inquieta Volumen 4
134
Descarrilamiento – cuentos
Cuando la babosas entran al living – nouvelle
Juntadero de sombras - novela
¡Apoyemos la autogestión!
y leamos a los que están vivos
FLIA (FERIA DEL LIBRO
INDEPENDIENTE Y A)
Siempre se está por hacer alguna en
algún lado, informáte y sumáte.
135