Apocalipsis 05, Ellen White

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Apocalipsis Capítulo 5

Un Libro Sellado Con Siete Sellos

El quinto capítulo del Apocalipsis debe estudiarse detenidamente. Es de la mayor


importancia para los que han de desempeñar una parte en la obra de Dios en estos
últimos días. Algunos están engañados. No se percatan de lo que está por suceder en la
tierra. Son víctimas de un error fatal los que se han dejado confundir en lo que concierne
a la naturaleza del pecado. A menos que hagan un cambio decisivo, serán encontrados
faltos cuando Dios pronuncie sus sentencias sobre los hijos de los hombres. Habiendo
transgredido la ley y quebrantado el pacto eterno, recibirán un galardón correspondiente
a sus obras. [9T:267]

Versículo 1. “A la derecha del que estaba sentado sobre el trono vi un libro escrito por
dentro y por fuera, sellado con siete sellos”.

SJ:15. Antes de venir a la tierra, Jesús era el comandante de la hueste angelical. Los
más resplandecientes y más exaltados de los ángeles pronunciaron Su gloria en al
creación. Velaron sus rostros ante Él al sentarse en su trono. Echaron sus coronas a
sus pies, y cantaron sus triunfos al contemplar su grandeza.

PVGM:236. Cuando Pilato se lavó las manos diciendo: "Inocente soy yo de la sangre de
este justo", los sacerdotes se unieron con la turba ignorante en su exclamación
apasionada: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos".
Así hicieron su elección los dirigentes judíos. Su decisión fue registrada en el libro que
Juan vio en la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre
podía abrir. Con todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de
ellos el día en que este libro sea abierto por el León de la tribu de Judá.

12ML:296-297. Este rollo estaba escrito por dentro y por afuera. Juan dice: “Lloré
mucho, porque ningún hombre fue encontrado digno de abrir y leer el libro, ni de
ver lo que allí estaba escrito” [versículo 4]. La visión como fue presentada a Juan
hizo su impresión sobre su mente. El destino de cada nación se encontraba en ese
libro. Juan estaba preocupado de la categórica incapacidad de cualquier ser humano, o
inteligencia angelical, para leer las palabras, o aun poder ver lo que allí había. Su alma
estaba tan angustiada y desesperada, que uno de los ángeles fuertes tuvo compasión de
él, y poniendo su mano sobre él, de manera apacible dijo: “No llores, he aquí, el León de
la tribu de Judá, la Raíz de David, ha prevalecido para abrir el libro, y desatar sus siete
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sellos.” [versículo 5].
9ML:7. [Apoc. 5:1-3 citado]. Allí en su mano abierta descansaba el libro, el rollo de la
historia de las providencias divinas, la historia profética de naciones y de la iglesia. Aquí
se encontraba los dichos divinos, Su autoridad, Sus mandamientos, Sus leyes, todo el
consejo simbólico del Eterno, y la historia de todos los poderes regentes en las naciones.
En lenguaje simbólico ese rollo hablaba de la influencia de cada nación, lengua, y
pueblo desde el inicio de la historia del mundo hasta su mismo fin. Este rollo estaba
escrito por dentro y por fuera.

Versículos 2-5. Vi también a un ángel poderoso que clamaba en alta voz: "¿Quién es
digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo, ni en la tierra, ni
más allá de la tierra, podía abrir el libro, ni mirarlo. Y yo lloraba mucho, porque no se
había hallado ninguno digno de abrir el libro, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me
dijo: "No llores. El León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el
libro y desatar sus siete sellos".

HAp:470-471. El Salvador se presenta ante Juan bajo los símbolos del "león de la
tribu de Judá" y de "un Cordero como inmolado". (Apoc. 5:5-6). Dichos símbolos
representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor. El
león de Judá, tan terrible para los que rechazan su gracia, es el Cordero de Dios para el
obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al transgresor de la ley de
Dios, es una señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos.
El brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Todo
el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." (Mat. 24:31).

DTG:186. Como los discípulos del Salvador, Juan el Bautista no comprendía la


naturaleza del reino de Cristo. Esperaba que Jesús ocupase el trono de David; y como
pasaba el tiempo y el Salvador no asumía la autoridad real, Juan quedaba perplejo y
perturbado. Había declarado a la gente que a fin de que el camino estuviese preparado
delante del Señor, la profecía de Isaías debía cumplirse; las montañas y colinas debían
ser allanadas, lo torcido enderezado y los lugares escabrosos alisados. Había esperado
que las alturas del orgullo y el poder humano fuesen derribadas. Había señalado al
Mesías como Aquel cuyo aventador estaba en su mano, y que limpiaría cabalmente su
era, que recogería el trigo en su alfolí y quemaría el tamo con fuego inextinguible. Como
el profeta Elías, en cuyo espíritu y poder había venido a Israel, esperaba que el Señor se
revelase como Dios que contesta por fuego.
En su misión, el Bautista se había destacado como intrépido reprensor de la iniquidad,
tanto entre los encumbrados como entre los humildes. Había osado hacer frente al rey
Herodes y reprocharle claramente su pecado. No había estimado preciosa su vida con tal
de cumplir la obra que le había sido encomendada. Y ahora, desde su mazmorra,
esperaba ver al León de la tribu de Judá derribar el orgullo del opresor y librar a
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los pobres y al que clamaba. Pero Jesús parecía conformarse con reunir discípulos
en derredor suyo, y sanar y enseñar a la gente. Comía en la mesa de los publicanos,
mientras que cada día el yugo romano pesaba siempre más sobre Israel; el rey Herodes y
su vil amante realizaban su voluntad, y los clamores de los pobres y dolientes ascendían
al cielo.

DTG:210. Si Cristo hubiese encauzado la atención general hacia los fariseos y ensalzado
su saber y piedad, le habrían recibido con gozo. Pero cuando hablaba del reino de Dios
como dispensación de misericordia para toda la humanidad, presentaba una fase de la
religión que ellos no querían tolerar. Su propio ejemplo y enseñanza no habían tendido
nunca a hacer deseable el servicio de Dios. Cuando veían a Jesús prestar atención a
aquellos a quienes ellos odiaban y repelían, se excitaban las peores pasiones de sus
orgullosos corazones. Con toda su jactancia de que bajo el "León de la tribu de
Judá" Israel sería exaltado a la preeminencia sobre todas las naciones, podrían
haber soportado la defraudación de sus ambiciosas esperanzas mejor que la
reprensión de sus pecados de parte de Cristo y el oprobio que sentían en presencia
de su pureza.

PP:240. Las más altas bendiciones de la primogenitura se transfirieron a Judá. El


significado del nombre, que quiere decir alabanza, se describe en la historia profética de
esta tribu:
"Judá, alabarte han tus hermanos:
Tu mano en la cerviz de tus enemigos:
Los hijos de tu padre se inclinarán a ti.
Cachorro de león Judá:
De la presa subiste, hijo mío:
Encorvóse, echóse como león, así como león viejo;
¿Quién lo despertará?
No será quitado el cetro de Judá,
Y el legislador de entre sus pies,
Hasta que venga Shiloh;
Y a él se congregarán los pueblos."
El león, rey de la selva, es símbolo apropiado de la tribu de la cual descendió David,
y del hijo de David, Shiloh, el verdadero "león de la tribu de Judá," ante quien
todos los poderes se inclinarán finalmente, y a quien todas las naciones rendirán
homenaje.

2MS:124. Se ha cumplido todo lo que Dios ha especificado en la historia profética, y se


cumplirá todo lo que aún deba cumplirse. Daniel, el profeta de Dios, permanece firme en
su lugar. Juan también lo está. En el Apocalipsis, el León de la tribu de Judá ha
abierto el libro de Daniel a los estudiosos de la profecía, y así es como Daniel
permanece firme en su sitio. Da su testimonio, el cual le fue revelado por Dios por
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medio de visiones de los grandes y solemnes acontecimientos que debemos reconocer en
este momento cuando estamos en el mismo umbral de su cumplimiento.
6T:404. En el tiempo de prueba que nos espera, Dios pondrá garantía de seguridad sobre
todos aquellos que hayan guardado la palabra de su paciencia. Cristo dirá a sus fieles:
"Anda, pueblo mío, éntrate en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un
poquito, por un momento, en tanto que pasa la ira." (Isa. 26: 20.) El León de Judá, tan
temible para los que rechazan su gracia, será el Cordero de Dios para los
obedientes y fieles. La columna de nube que significa ira y terror para el transgresor de
la ley de Dios, será luz, misericordia y liberación para los que hayan guardado sus
mandamientos. El fuerte brazo que hiera a los rebeldes, será fuerte para librar a los
leales. Cada fiel será ciertamente recogido. "Y enviará sus ángeles con gran voz de
trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el
otro."

RH, 15 de Marzo de 1887. Los fariseos no podían ver asunto que los atrajera a él. Su
sencillo atavío, y vida humilde, sin ninguna pretensión, le hicieron parecer como raíz de
tierra seca.

Versículo 6. “Entonces, en medio del trono, de los cuatro seres vivientes, y de los
ancianos, vi de pie a un Cordero como si hubiera sido inmolado, que tenía siete cuernos
y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra.”

HAp:269. Cuando estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, vemos


misericordia, ternura, espíritu perdonador unidos con equidad y justicia. Vemos
en medio del trono a uno que lleva en sus manos y pies y en su costado las marcas
del sufrimiento soportado para reconciliar al hombre con Dios. Vemos a un Padre
infinito que mora en luz inaccesible, pero que nos recibe por los méritos de su Hijo. La
nube de la venganza que amenazaba solamente con la miseria y la desesperación, revela,
a la luz reflejada desde la cruz, el escrito de Dios: ¡Vive, pecador, vive! ¡Vosotros,
almas arrepentidas y creyentes, vivid! Yo he pagado el rescate.
Al contemplar a Cristo, nos detenemos en la orilla de un amor inconmensurable. Nos
esforzamos por hablar de este amor, pero nos faltan las palabras. Consideramos su vida
en la tierra, su sacrificio por nosotros, su obra en el cielo como abogado nuestro, y las
mansiones que está preparando para aquellos que le aman; y sólo podemos exclamar:
¡O! ¡qué altura y profundidad las del amor de Cristo! "En esto consiste el amor: no que
nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo
en propiciación por nuestros pecados." "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que
seamos llamados hijos de Dios." (1 Juan 4:10; 3:1)

7CBA:978. El Cordero de Dios es representado delante de nosotros como si


estuviera en medio del trono de Dios. El es la gran ofrenda ritual por medio de la
cual el hombre y Dios están unidos y en comunión. De esa manera se presenta a los
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seres humanos como sentados en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Este es el lugar
escogido para la reunión entre Dios y la humanidad (MS 7, 1898).

4T:395. La obra del ministro apenas ha empezado cuando la verdad es presentada al


entendimiento del pueblo. Cristo es nuestro Mediador y oficiante Sumo Sacerdote en la
presencia del Padre. Le fue mostrado a Juan como Cordero que había sido muerto,
como en el mismo acto de derramar su sangre a favor del pecador. Cuando la ley de
Dios es presentada ante el pecador, mostrándole lo horrible que es su pecado, entonces
debiera ser llevado al Cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo. Debe
enseñársele arrepentimiento hacia Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo. Es así como la
obra del representante de Cristo estará en armonía con Su obra en el santuario celestial.

TM:89-90. El Salvador resucitado ha de aparecer en su obra eficaz como el


Cordero inmolado, sentado en el trono, para dispensar las inapreciables
bendiciones del pacto, los beneficios que él murió para comprar en favor de toda
alma que creyere en él. Juan no podía expresar aquel amor en palabras; era demasiado
profundo, demasiado ancho; hace un llamamiento a la familia humana para que lo
contemple. Cristo está intercediendo por la iglesia en los atrios celestiales, abogando en
favor de aquellos por quienes pagó el precio de la redención con su propia sangre. Los
siglos y las edades nunca pueden aminorar la eficacia de este sacrificio expiatorio. El
mensaje del Evangelio de su gracia había de ser dado a la iglesia con contornos claros y
distintos, para que el mundo no siguiera afirmando que los adventistas del séptimo día
hablan de la ley, pero no enseñan acerca de Cristo, o creen en él.
La eficacia de la sangre de Cristo había de ser presentada a los hombres con frescura y
poder, a fin de que la fe de ellos pudiera echar mano de sus méritos. Así como el sumo
pontífice asperjaba la sangre caliente sobre el propiciatorio, mientras la fragante nube de
incienso ascendía delante de Dios, de la misma manera, mientras confesamos nuestros
pecados, e invocamos la eficacia de la sangre expiatoria de Cristo, nuestras oraciones
han de ascender al cielo, fragantes con los méritos del carácter de nuestro Salvador. A
pesar de nuestra indignidad, siempre hemos de tener en cuenta que hay Uno que puede
quitar el pecado, y salvar al pecador. Todo pecado reconocido delante de Dios con un
corazón contrito, él lo quitará. Esta fe es la vida de la iglesia. Como la serpiente fue
levantada por Moisés en el desierto, y se pedía a todos los que habían sido mordidos por
las serpientes ardientes que miraran y vivieran, también el Hijo del hombre debía ser
levantado, para que "todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

TM:154-155. Tenéis una obra seria y solemne que hacer para preparar el camino del
Señor. Necesitáis la unción celestial, y podéis tenerla. "Todo cuanto pidiereis al Padre en
mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre: pedid, y
recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido". ¿Quién puede ser frívolo, quién
puede ocuparse en conversaciones livianas y comunes, mientras por la fe ve al
Cordero inmolado clamando ante el Padre como el intercesor de la iglesia sobre la
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tierra?

Versículo 7. “Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el
trono”.
EL QUE ESTÁ SENTADO SOBRE EL TRONO. Véase EGW sobre Apoc. 5:1.

Versículo 8. “Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos
se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa y una copa de oro llena de
incienso, que son las oraciones de los santos”.

CN:490-491. Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a Dios
deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan. . . . Los padres y las
madres deberían elevar sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente
por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga
sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los
niños se le unen en oración y alabanza. Jesús se complace en morar en un hogar tal
(PP:140).
Tengan siempre en cuenta los miembros de cada familia que están íntimamente
unidos con el cielo. El Señor tiene un interés especial en la familia de sus hijos
terrenales. Los ángeles ofrecen el humo del fragante incienso de las oraciones de
los santos. Por lo tanto, en cada familia ascienda hacia el cielo la oración matinal y en
la hora fresca de la puesta del sol, preséntense delante de Dios los méritos del Salvador
en favor nuestro. Mañana y noche, el universo celestial toma nota de cada familia que
ora (Manuscrito 19, 1900).

SC:325-326. La obra de Dios ha de ser llevada a su consumación por la cooperación de


los agentes divinos y humanos. Los que manifiestan suficiencia propia pueden ser
aparentemente activos en a obra de Dios, pero si efectúan su obra sin oración, su
actividad de nada aprovecha. Si pudieran contemplar el incensario del ángel que está
en el altar de oro, delante del trono circuido por el arco iris, verían que los méritos
de Jesús han de ser mezclados con nuestros esfuerzos y oraciones, o de otra manera
éstos resultan inútiles como lo fue la ofrenda de Caín. Si pudiéramos contemplar
toda la actividad de los agentes humanos tal como aparece delante de Dios, veríamos
que sólo la obra efectuada con mucha oración, santificada con el mérito de Cristo,
soportará la prueba del juicio. Cuando se verifique el gran examen, entonces miraréis y
discerniréis la diferencia entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. (RH, 4 de Julio de
1893).

CM:105-106. Dios debe ser honrado en todo hogar cristiano con los sacrificios
matutinos y vespertinos de oración y alabanza. Debe enseñarse a los niños a respetar
y a reverenciar la hora de oración. Es deber de los padres cristianos levantar mañana y
noche, por oración ferviente y fe perseverante, un cerco en derredor de sus hijos.
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En la iglesia del hogar los niños han de aprender a orar y confiar en Dios. Enseñadles a
repetir la ley de Dios. Así se instruyó a los israelitas acerca de los mandamientos: "Y las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al
acostarte, y cuando levantes" (Deut. 6:7). Venid con humildad, con un corazón lleno de
ternura, con una comprensión de las tentaciones y peligros que hay delante de vosotros
mismos y de vuestros hijos; por la fe vinculadlos al altar, suplicando el cuidado del
Señor por ellos. Educad a los niños a ofrecer sus sencillas palabras de oración. Decidles
que Dios se deleita en que lo invoquen.
¿Pasará por alto el Señor del cielo tales hogares, sin dejar una bendición en ellos? No,
por cierto. Los ángeles ministradores guardarán a los niños así dedicados a Dios. Ellos
oyen las alabanzas ofrecidas y la oración de fe, y llevan las peticiones a Aquel que
ministra en el santuario en favor de su pueblo y ofrece sus méritos en su favor.

PE:255-256. Vi humear el incienso en el incensario cuando Jesús ofrecía a su Padre


las confesiones y oraciones de los fieles. Al subir el incienso, una luz refulgente
descansaba sobre Jesús y el propiciatorio; y los fervorosos y suplicantes miembros
del residuo, que estaban atribulados por haber descubierto que eran transgresores
de la ley, recibieron la bendición y sus semblantes brillaron de esperanza y júbilo.
Se unieron a la obra del tercer ángel y alzaron su voz para proclamar la solemne
amonestación. Aunque al principio eran pocos los que la recibían, los fieles continuaron
proclamando enérgicamente el mensaje. Vi entonces que muchos abrazaban el mensaje
del tercer ángel y unían su voz con la de quienes habían dado primeramente la
amonestación, y honraron a Dios guardando su día de reposo santificado.

NB:109-110. En una reunión celebrada el sábado 3 de Abril de 1847 en casa del Hno.
Stockbridge Howland, sentimos un extraordinario espíritu de oración, y mientras
orábamos descendió sobre nosotros el Espíritu Santo. Todos nos considerábamos muy
felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenas y quedé envuelta en la visión
de la gloria de Dios.
Vi a un ángel que con presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a
la santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al primer velo, pasé
por una puerta. Se levantó el velo y entré en el lugar santo, donde vi el altar del
perfume, el candelabro con las siete lámparas y la mesa con los panes de la proposición.
Después que hube contemplado la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo y
pasé al lugar santísimo.
En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada
punta del arca, había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus
rostros estaban frente a frente, pero su vista estaba dirigida hacia abajo. Entre los dos
ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una
gloria muy esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca
estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el
incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo
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del incienso.

PP:365-367. Al presentar la ofrenda del incienso, el sacerdote se acercaba más


directamente a la presencia de Dios que en ningún otro acto de los servicios diarios.
Como el velo interior del santuario no llegaba hasta el techo del edificio, la gloria de
Dios, que se manifestaba sobre el propiciatorio, era parcialmente visible desde el lugar
santo. Cuando el sacerdote ofrecía incienso ante el Señor, miraba hacia el arca; y
mientras ascendía la nube de incienso, la gloria divina descendía sobre el propiciatorio y
henchía el lugar santísimo, y a menudo llenaba tanto las dos divisiones del santuario que
el sacerdote se veía obligado a retirarse hasta la puerta del tabernáculo. Así como en ese
servicio simbólico el sacerdote miraba por medio de la fe el propiciatorio que no podía
ver, así ahora el pueblo de Dios ha de dirigir sus oraciones a Cristo, su gran Sumo
Sacerdote, quien invisible para el ojo humano, está intercediendo en su favor en el
santuario celestial.
El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la
intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a
su pueblo, y es lo único que puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a
Dios. Delante del velo del lugar santísimo, había un altar de intercesión perpetua; y
delante del lugar santo, un altar de expiación continua. Había que acercarse a Dios
mediante la sangre y el incienso, pues estas cosas simbolizaban al gran Mediador, por
medio de quien los pecadores pueden acercarse a Jehová, y por cuya intervención tan
sólo puede otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida y creyente.
Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes entraban en el lugar santo a la hora del
incienso, el sacrificio diario estaba listo para ser ofrecido sobre el altar de afuera, en el
atrio. Esta era una hora de intenso interés para los adoradores que se congregaban ante
el tabernáculo. Antes de allegarse a la presencia de Dios por medio del ministerio
del sacerdote, debían hacer un ferviente examen de sus corazones y luego confesar
sus pecados. Se unían en oración silenciosa, con los rostros vueltos hacia el lugar
santo. Así sus peticiones ascendían con la nube de incienso, mientras la fe aceptaba
los méritos del Salvador prometido al que simbolizaba el sacrificio expiatorio.
Las horas designadas para el sacrificio matutino y vespertino se consideraban sagradas,
y llegaron a observarse como momentos dedicados al culto por toda la nación judía. Y
cuando en tiempos posteriores los judíos fueron diseminados como cautivos en distintos
países, aun entonces a la hora indicada dirigían el rostro hacía Jerusalén, y clavaban sus
oraciones al Dios de Israel. En esta costumbre, los cristianos tienen un ejemplo para su
oración matutina y vespertina. Si bien Dios condena la mera ejecución de ceremonias
que carezcan del espíritu de culto, mira con gran satisfacción a los que le aman y se
postran de mañana y tarde, para pedir el perdón de los pecados cometidos y las
bendiciones que necesitan.

6CBA:1077-1078. Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la contrita


confesión del pecado, ascienden de los verdaderos creyentes como incienso hacia el
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santuario celestial; pero al pasar por los canales corruptos de la humanidad se
contaminan tanto, que a menos que se purifiquen con sangre nunca pueden tener
valor ante Dios. No ascienden con pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor que
está a la diestra de Dios presente y purifique todo con su justicia, no son aceptables a
Dios. Todo el incienso que procede de los tabernáculos terrenales debe ser humedecido
con las gotas purificadoras de la sangre de Cristo. Él sostiene ante el Padre el incensario
de sus propios méritos en el cual no hay mancha de contaminación terrenal. Él junta en
el incensario las oraciones, la alabanza y las confesiones de su pueblo, y con ellas pone
su propia, justicia inmaculada. Entonces asciende el incienso delante de Dios completa
y enteramente aceptable, perfumado con los méritos de la propiciación de Cristo.
Entonces se reciben bondadosas respuestas.
Ojala todos pudieran comprender que todo lo que hay en la obediencia, la contrición, la
alabanza y el agradecimiento, debe ser colocado sobre el resplandeciente fuego de la
justicia de Cristo. La fragancia de esa justicia asciende como una nube alrededor del
propiciatorio (MS 50, 1900).
Todo el que desee librarse de la esclavitud y del servicio de Satanás y quiera estar bajo
la bandera ensangrentada del Príncipe Emanuel, será protegido por las intercesiones de
Cristo. Cristo, como nuestro Mediador a la diestra del Padre, siempre nos tiene en
cuenta, pues es tan necesario que nos guarde mediante su intercesión como que nos haya
redimido con su sangre. Si él deja de sostenernos por sólo un momento, Satanás está
listo para destruirnos. A los que han sido comprados con su sangre los guarda ahora
mediante su intercesión (MS 73, 1893).
(Efe. 5:2; Heb. 7:25-27; 9:23-26; 13:15; Apoc. 8:3-4.) Necesidad constante de la
intercesión de Cristo.
Cristo era el fundamento de todo el sistema judaico. En el servicio del sacerdocio judío
continuamente se nos recuerda el sacrificio y la intercesión de Cristo. Todos los que
hoy acuden a Cristo, deben recordar que los méritos de él son el incienso que se
mezcla con las oraciones de los que se arrepienten de sus pecados y reciben perdón,
misericordia y gracia. Nuestra necesidad de la intercesión de Cristo es constante. Día
tras día, mañana y tarde, el corazón humilde necesita elevar oraciones que recibirán
respuestas de gracia, paz y gozo. "Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él,
sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre. Y de hacer
bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios" (MS
14, 1901).
(Juan 14:6; 1 Tim. 2:5; Heb. 9:11-14). Revestidos con las vestimentas sacerdotales de
Cristo.
Cristo es el eslabón de unión entre Dios y el hombre. Ha prometido su intercesión
personal empleando su nombre. Coloca toda la virtud de su justicia al lado del
suplicante. Cristo ruega por el hombre, y el hombre necesitado de la ayuda divina, ruega
por sí mismo en la presencia de Dios usando el poder de la influencia de Aquel que dio
su vida por el mundo. Cuando reconocemos ante Dios nuestro aprecio por los méritos de
Cristo, se añade fragancia a nuestras intercesiones. ¡Oh, quién puede valorar esta gran
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misericordia y amor! Al acercarnos a Dios mediante la virtud de los méritos de Cristo,
estamos revestidos con sus vestiduras sacerdotales. Él nos coloca cerca de su lado
rodeándonos con su brazo humano, mientras que con su brazo divino se aferra del
trono del infinito. Sus méritos, como fragante incienso, los pone en un incensario
en nuestras manos, para estimular nuestras peticiones. Promete escuchar y responder
nuestras súplicas.
Si, Cristo se ha convertido en el intermediario de la oración entre el hombre y Dios.
También se ha convertido en el intermediario de las bendiciones entre Dios y el hombre.
Ha combinado la divinidad y la humanidad. Los hombres deben ser colaboradores con
Dios en la salvación de sus propias almas, y luego deben hacer fervientes, perseverantes
e incansables esfuerzos para salvar a los que están a punto de perecer (Carta 22, 1898).

7CBA:942-943. ¿Qué está haciendo Cristo en el cielo? Está intercediendo por nosotros.
Mediante su obra los umbrales del cielo se inundan con la gloria de Dios, que brillará
sobre cada persona que abra las ventanas del alma en dirección al cielo. Cuando las
oraciones de los sinceros y contritos ascienden al cielo, Cristo dice al Padre:
"Tomaré los pecados de ellos. Que estén ellos ante ti como inocentes". Al tomar sus
pecados llena los corazones de ellos con la gloriosa luz de verdad y amor (MS 28, 190l).
Cristo intercede por la raza perdida mediante su vida inmaculada, su obediencia y su
muerte en la cruz del Calvario. Y ahora el Capitán de nuestra salvación intercede por
nosotros no sólo como un solicitante, sino como un vencedor que exhibe su victoria. Su
ofrenda es completa, y como nuestro intercesor ejecuta la obra que se ha impuesto a sí
mismo, sosteniendo ante Dios el incensario que contiene sus propios méritos
inmaculados y las oraciones, las confesiones y los agradecimientos de su pueblo. El
incienso asciende a Dios como un olor grato, perfumado con la fragancia de su
justicia. La ofrenda es plenamente aceptable, y el perdón cubre todas las
transgresiones. Para el verdadero creyente Cristo es sin duda alguna el ministro del
santuario, que oficia para él en el santuario, y que habla por los medios establecidos por
Dios.
Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a él con fe. Si se lo
permiten los limpiará de toda contaminación; pero si se aferran a sus pecados no hay
posibilidad de que sean salvos, pues ¡ajusticia de Cristo no cubre los pecados por los
cuales no ha habido arrepentimiento. Dios ha declarado que aquellos que reciben a
Cristo como a su Redentor, aceptándolo como Aquel que quita todo pecado, recibirán el
perdón de sus transgresiones. Estas son las condiciones de nuestra elección. La
salvación del hombre depende de que reciba a Cristo por fe. Los que no quieran
recibirlo, pierden la vida eterna porque se niegan a aprovechar el único medio
proporcionado por el Padre y el Hijo para la salvación de un mundo que perece (MS
142, 1899).
Cristo está alerta. Conoce todas nuestras aflicciones, nuestros peligros y nuestras
dificultades; y llena su boca con argumentos en nuestro favor. Adapta su intercesión
a las necesidades de cada alma, como lo hizo en el caso de Pedro... Nuestro Abogado
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llena su boca con argumentos para enseñar a los suyos, probados y tentados, a fin de que
estén firmes contra las tentaciones de Satanás. Interpreta cada movimiento del enemigo;
ordena los sucesos (Carta 90, 1905).

7CBA:982. [Se cita Apoc. 8:3-4]. Tengan en cuenta las familias, los cristianos
individualmente y las iglesias, que están estrechamente aliados con el cielo. El Señor
tiene un interés especial en su iglesia militante aquí en la tierra. Los ángeles que
ofrecen el humo del incienso fragante, lo hacen por los santos que oran; por lo tanto,
elévense constantemente al cielo en cada familia las oraciones vespertinas en la fresca
hora del sol poniente, hablando ante Dios por nosotros de los méritos de la sangre de un
Salvador crucificado y resucitado.
Sólo esa sangre es eficaz; sólo ella puede hacer propiciación por nuestros pecados. La
sangre del unigénito Hijo de Dios es la que tiene valor para nosotros a fin de que
podamos acercarnos a Dios; sólo su sangre "quita el pecado del mundo". El universo
celestial contempla de mañana y de tarde a cada familia que ora, y el ángel con el
incienso, que representa la sangre de la expiación, halla acceso delante de Dios (MS 15,
1897).

7CBA:945. Jesús está ahora en el lugar santísimo para presentarse por nosotros
delante de Dios. Allí no cesa momento tras momento de presentar a su pueblo
completo en él; pero porque somos presentados así ante el Padre celestial, no debemos
imaginarnos que debemos abusar de su misericordia y volvernos descuidados,
indiferentes y desenfrenados. Cristo no es ministro de pecado. Somos completos en él,
aceptados en el Amado, pero sólo si permanecemos en él por fe (ST, 04-07-1892)

4SG:8-9. Detrás del segundo velo fue puesta el arca del testimonio, y la hermosa y
exquisita cortina fue colgada delante del arca sagrada. Esta cortina no llegaba hasta el
techo del edificio. La gloria de Dios, que se encontraba arriba del propiciatorio, podía
ser vista desde las dos divisiones, pero en un grado mucho menor desde el primer
apartamento. Directamente delante del arca, pero separado por la cortina, estaba el áureo
altar del incienso. El fuego sobre este altar era encendido por Dios mismo, y era
sagradamente guardado así al proporcionarle el sagrado incienso, que llenaba el
santuario con su fragante nube, día y noche. Su fragancia se extendía por millas
alrededor del tabernáculo. Cuando el sacerdote ofrecía el incienso delante del Señor, él
veía hacia el propiciatorio. Aunque no podía verlo, él sabía que estaba allí, y al ascender
el incienso como nube, la gloria del Señor descendía sobre el propiciatorio, y llenaba el
lugar santísimo, y era visible desde el lugar santo, y la gloria tan a menudo llenaba a
ambos apartamentos que el sacerdote no era capaz de oficiar, y era obligado a
permanecer a la puerta del tabernáculo. El sacerdote en el lugar santo, dirigiendo su
oración por fe hacia el propiciatorio, el cual no podía ver, representa al pueblo de
Dios dirigiendo sus oraciones a Cristo ante el propiciatorio en el santuario celestial.
Ellos no pueden contemplar a su Mediador con la vista natural, pero con el ojo de la fe
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ven a Cristo ante el propiciatorio, y dirigen sus oraciones a él, y con seguridad reclaman
los beneficios de su intercesión.

8T:178. En el nombre de Cristo, nuestras peticiones ascienden al Padre. Él (Cristo)


intercede a nuestro favor, y el Padre abre todos los tesoros de su gracia para
nosotros poder apropiarlos, para que los gocemos y compartamos con otros. “Pedid
en mi nombre,” dice Cristo. No digo que oraré al Padre por vosotros; pues el mismo
Padre os ama. Haced uso de mi nombre. Esto dará eficiencia a vuestras oraciones, y el
Padre os dará las riquezas de su gracia. Por tanto pedid, y recibiréis, para que vuestro
gozo sea completo.”
Cristo es el vínculo entre Dios y el hombre. Él ha prometido su intercesión personal. Él
ubica toda la virtud de su justicia del lado del suplicante. Él suplica a favor del hombre,
y el hombre, en necesidad de ayuda divina, suplica por sí en la presencia de Dios,
usando la influencia de Aquel dio su vida por la vida del mundo. Al presentar ante Dios
nuestra gratitud por los méritos de Cristo, fragancia es añadida a nuestras intercesiones.
Al acercarnos a Dios mediante los méritos del Redentor, Cristo nos ubica cerca de
su lado, rodeándonos con su brazo humano, mientras que con su brazo divino se
aferra del trono del Infinito. Él pone sus méritos, como fragante incienso, en el
incensario que está en nuestras manos, para poder motivar nuestras súplicas. Él
promete escuchar y contestar nuestras súplicas.
Sí, Cristo ha llegado a ser el intermediario de bendición entre Dios y el hombre. Él ha
unido la divinidad con la humanidad. El hombre ha de cooperar con él para la salvación
de su propia alma, y luego realizar fervientes, y perseverantes esfuerzos para salvar a los
que están por perecer.

Versículo 9-10. Y cantaban un nuevo canto, diciendo: "Digno eres de tomar el libro y
abrir sus sellos, porque fuiste muerto, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda
raza y lengua, pueblo y nación; y de ellos hiciste un reino y sacerdotes para servir a
nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra".

§ CS 600. ---San Juan, al echar una mirada hacia la eternidad, oyó una antífona
universal de alabanzas que no era interrumpida por ninguna disonancia. Oyó a
todas las criaturas del cielo y de la tierra rindiendo gloria a Dios. (Apocalipsis 5:13.) No
habrá entonces almas perdidas que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin fin,
ni seres infortunados que desde el infierno unan sus gritos de espanto a los himnos de los
elegidos.

TM:440. Cuando la guerra terrenal haya terminado, y los santos estén todos reunidos en
el hogar, nuestro primer tema será el cántico de Moisés, el siervo de Dios. El segundo
tema será el cántico del Cordero, el cántico de gracia y redención. Este canto será más
alto, y se entonará en estrofas más sublimes, resonando por los atrios celestiales. Así se
canta el cántico de la providencia de Dios, que relaciona las variadas dispensaciones;
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porque todo se ve ahora sin que haya un velo entre lo legal, lo profético y el Evangelio.
La historia de la iglesia en la tierra y la iglesia redimida en el cielo tienen su centro en la
cruz del Calvario. Este es el tema, éste es el canto -Cristo el todo y en todo-, en
antífonas y alabanzas que resuenan por los cielos entonadas por millares y por diez
mil veces diez mil, y una innumerable compañía de la hueste de los redimidos.
Todos se unen en este cántico de Moisés y del Cordero. Es un cántico nuevo,
porque nunca antes se ha entonado en el cielo.

DA:105. Después que el enemigo hubo huido, Jesús cayó exhausto al suelo, con la
palidez de la muerte en el rostro. Los ángeles del cielo habían contemplado el conflicto,
mirando a su amado General mientras pasaba por indecibles sufrimientos para preparar
una vía de escape para nosotros. Había soportado la prueba, una prueba mayor que
cualquiera que podamos ser llamados a soportar. Los ángeles sirvieron entonces al Hijo
de Dios, mientras estaba postrado como moribundo. Fue fortalecido con alimentos y
consolado por un mensaje del amor de su Padre, así como por la seguridad de que todo
el cielo había triunfado en su victoria. Reanimándose, su gran corazón se hinchió de
simpatía por el hombre y salió para completar la obra que había empezado, para
no descansar hasta que el enemigo estuviese vencido y redimida nuestra especie
caída.

PE:61. Ellos obtendrán también una rica recompensa. En las coronas de su regocijo,
aquellos a quienes hayan rescatado y salvado finalmente resplandecerán para siempre
como estrellas. Y durante toda la eternidad tendrán la satisfacción de haber hecho
lo que podían en la presentación de la verdad en su pureza y hermosura, de manera
que hubo almas que se enamoraron de ella, fueron santificadas por ella y
aprovecharon el inestimable Privilegio de ser enriquecidas, lavadas en la sangre del
Cordero y redimidas para Dios.

CS:710. El misterio de la cruz explica todos los demás misterios. A la luz que irradia del
Calvario, los atributos de Dios que nos llenaban de temor respetuoso nos resultan
hermosos y atractivos. Se ve que la misericordia, la compasión y el amor paternal se
unen a la santidad, la justicia y el poder. Al mismo tiempo que contemplamos la
majestad de su trono, tan grande y elevado, vemos su carácter en sus manifestaciones
misericordiosas y comprendemos, como nunca antes, el significado del apelativo
conmovedor: "Padre nuestro".
Se echará de ver que Aquel cuya sabiduría es infinita no hubiera podido idear otro
plan para salvarnos que el del sacrificio de su Hijo. La compensación de este
sacrificio es la dicha de poblar la tierra con seres rescatados, santos, felices e inmortales.
El resultado de la lucha del Salvador contra las potestades de las tinieblas es la dicha de
los redimidos, la cual contribuirá a la gloria de Dios por toda la eternidad. Y tal es el
valor del alma, que el Padre está satisfecho con el precio pagado; y Cristo mismo, al
considerar los resultados de su gran sacrificio, no lo está menos.
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MC:405. Deteneos en el umbral de la eternidad y oíd la misericordiosa bienvenida dada


a los que en esta vida cooperaron con Cristo y consideraron como un privilegio y un
honor sufrir por su causa. Con los ángeles, echan sus coronas a los pies del Redentor,
exclamando: "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y
sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza... Al que está sentado en el trono, y al
Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás."
(Apocalipsis 5:12-13).
Allí los redimidos saludan a quienes los encaminaron hacia el Salvador. Se unen en
alabanzas a Aquel que murió para que los humanos gozaran una vida tan duradera
como la de Dios. Acabó el conflicto. Concluyeron las tribulaciones y las luchas; los
cantos de victoria llenan todo el cielo, al rodear los rescatados el trono de Dios. Todos
entonan el alegre coro: "Digno, digno es el Cordero que fue inmolado," y que nos
rescató para Dios.

ML:348. Gloriosa será la recompensa otorgada cuando los fieles obreros se reúnan
alrededor del trono de Dios y del Cordero.... Se presentarán delante del trono, aceptos en
el Amado. Todos sus pecados han sido borrados, todas sus transgresiones remitidas.
Ahora pueden contemplar la resplandeciente gloria del trono de Dios.... En ese día los
redimidos brillarán en la gloria del Padre y del Hijo. Los ángeles, tocando sus arpas
de oro, darán la bienvenida al Rey y sus trofeos de victoria---los que han sido lavados y
emblanquecidos en la sangre del Cordero.
El conflicto ha terminado. Toda tribulación y lucha han terminado. Cantos de
victoria llenan todo el cielo al encontrarse los redimidos alrededor del trono de
Dios. Todos entonan una gozosa estrofa: “Digno, digno es el Cordero que fue muerto, y
vive nuevamente, como triunfante conquistador.”

ST, 30 de Diciembre de 1889. Dios concede al hombre tiempo probatorio (de gracia) en
este mundo, para que sus principios sean firmemente establecidos en lo recto,
eliminando así la posibilidad de pecar el la vida futura, y así asegurando la felicidad y
seguridad de todos. Sólo mediante la expiación del Hijo de Dios podía dársele poder al
hombre para establecerlo en justicia, y hacerlo un ser adepto para ocupar un lugar en el
cielo. La sangre de Cristo es el eterno antídoto para el pecado. El carácter ofensivo del
pecado es visto en lo que le costó al Hijo de Dios en humillación, en sufrimiento y en
muerte. Todos los mundos ven en él un testimonio viviente hacia la malignidad del
pecado, pues en su divina forma él lleva las marcas de la maldición. Él está en medio del
trono como un Cordero que ha sido muerto. Los redimidos serán siempre
impresionados con el carácter odioso del pecado, al contemplar a Aquel que murió
por sus transgresiones. Lo valioso de la Ofrenda será más plenamente reconocido al
comprender más plenamente la santificada hueste cómo Dios ha hecho un camino nuevo
y viviente para la salvación del hombre, mediante la unión de lo humano y lo divino en
Cristo.
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HHD:238. ¿No nos consagraremos a Dios sin reserva? Cristo, el Rey de gloria, se dio a
sí mismo en rescate por nosotros. ¿Podemos escatimarle algo? ¿Consideraremos que
nuestro pobre e indigno yo es demasiado precioso, o que nuestro tiempo o nuestras
propiedades son demasiado valiosas para dárselos a Jesús? No, no; el más profundo
homenaje de nuestro corazón, el servicio más diestro de nuestras manos, nuestros
talentos, habilidad o medios, no son sino pobres ofrendas para presentarle al que
fue muerto, y nos ha "redimido para Dios con" su "sangre, de todo linaje y lengua
y pueblo y nación". Exaltad . . .al Hombre del Calvario. Exaltadlo delante del
pueblo, y poco a poco él os exaltará hasta su trono, y os coronará de gloria, honra e
inmortalidad. RH, 15-03-1887.

Versículo 11. “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres
vivientes y de los ancianos. Su número era miles de millares, y diez mil veces diez mil.”

PVGM:139-140. Aquel que vive en el santuario celestial juzga con justicia. Se


complace más en sus hijos que luchan contra la tentación en un mundo de pecado que en
las huestes de ángeles que rodean su trono.
Todo el universo celestial manifiesta el más grande interés en esta motita que es nuestro
mundo; pues Cristo ha pagado un precio infinito por las almas de sus habitantes. El
Redentor del mundo ha ligado la tierra con el cielo mediante lazos de inteligencia, pues
aquí se hallan los redimidos del Señor. Los seres celestiales todavía visitan la tierra
como en los días en que andaban y hablaban con Abrahán y con Moisés. En medio de
las actividades y el trajín de nuestras grandes ciudades, en medio de las multitudes que
atestan la vía pública y los centros de comercio, donde desde la mañana hasta la noche la
gente obra como si los negocios, los deportes y los placeres constituyeran todo lo que
hay en la vida, en esos lugares en que hay tan pocos que contemplan las realidades
invisibles, aun allí el cielo tiene todavía vigilantes y santos. Hay agentes invisibles que
observan cada palabra y cada acto de los seres humanos. En toda asamblea reunida con
propósitos de comercio o placer, en toda reunión de culto, hay más oyentes de los que
pueden verse con los ojos mortales. A veces los seres celestiales 140 descorren el velo
que esconde el mundo invisible, a fin de que nuestros pensamientos se vuelvan de la
prisa y la tensión de la vida, a considerar que hay testigos invisibles de todo lo que
hacemos o decimos.
Necesitamos entender mejor la misión de los ángeles visitadores. Sería bueno considerar
que en todo nuestro trabajo tenemos la cooperación y el cuidado de los seres celestiales.
Ejércitos invisibles de luz y poder atienden a los humildes y mansos que creen en las
promesas de dios y las reclaman. Querubines, serafines y ángeles, poderosos en fortaleza
-millares de millares y millones de millones-, se hallan a su diestra, "todos espíritus
ministradores, enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salvación".

CsS:32. Me entristece ver que tan pocos tienen interés de ayudar a los que viven en la
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oscuridad. Que ningún creyente verdadero se conforme con vivir ociosamente en la viña
del Maestro. Todo poder le fue dado a Cristo en el cielo y en la tierra, y él impartirá su
poder a sus seguidores, para realizar la magna tarea de hacer que los hombres se
alleguen a él. Él anima constantemente a sus instrumentos humanos, para que realicen la
obra del cielo en todo el mundo y les promete estar con ellos todos los días hasta el fin
del mundo. Las inteligencias celestiales que son "millones de millones" (Apoc. 5:11)
son enviadas como mensajeros para que se unan con las fuerzas humanas en la
salvación de las almas. ¿Por qué la fe en las grandes verdades que predicamos no
enciende un propósito fervoroso en el altar de nuestros corazones? ¿Por qué, me
pregunto, en vista de la grandeza de estas verdades, no todos los que profesan creer en
ellas se sienten inspirados con un celo misionero, un celo que debe caracterizar a todos
los obreros de Dios?

7CBA:934. Se necesita la acción divina para dar poder y eficiencia a la iglesia en este
mundo. La familia de Dios en la tierra, sujeta a tentaciones y pruebas, está muy cerca de
su corazón de amor. Él ha ordenado que se mantenga la comunicación entre los seres
celestiales y los hijos de Dios en esta tierra. Ángeles de los atrios de lo alto son
enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (MS 142.
1899).
Dios tiene ángeles cuya obra continua es la de atraer a los que serán herederos de la
salvación. Cada vez que uno da un paso hacia Jesús, Jesús da pasos hacia él. La obra
de los ángeles es la de refrenar los poderes de Satanás (MS 17, 1893).
Ángeles celestiales están comisionados para que velen por las ovejas de¡ rebaño de
Cristo. Cuando Satanás con sus tretas engañosas engañaría si le fuera posible aun a los
escogidos, esos ángeles ponen en acción influencias que salvarán a las almas tentadas si
éstas prestan atención a la Palabra de Señor, comprenden su peligro, y dicen: "No, no
entraré en ese designio de Satanás. Tengo un Hermano Mayor en el trono celestial,
quien me ha mostrado que tiene un tierno interés en mí, y no voy a entristecer su
amoroso corazón. Sé y estoy seguro de que él vela por sus hijos y los cuida como a las
niñas de sus ojos. Su amor no disminuye. No heriré el corazón de Cristo; no trataré de
convertirme en un tentador de otros" (Carta 52, 1906).
Los ángeles actúan como agentes invisibles por medio de seres humanos para proclamar
los mandamientos de Dios. Los ángeles tienen mucho más que ver con la familia
humana de lo que muchos suponen. Y hablando de los ángeles: "¿No son todos
espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la
salvación?"
Santos ángeles se unirán en el cántico de los redimidos. Aunque no pueden cantar
por experiencia propia: "Él nos lavó en su propia sangre y nos redimió para Dios",
sin embargo, comprenden el gran peligro del cual han sido salvados los hijos de
Dios. ¿Acaso no fueron enviados ellos para levantar una bandera contra el enemigo?
Pueden simpatizar plenamente con el glorioso éxtasis de aquellos que han vencido
mediante la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos (Carta 79, 1900).
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Santos agentes ministradores del cielo están cooperando con instrumentos
humanos para conducir por sendas de seguridad a todos los que aman la verdad y
la rectitud. El gozo máximo de los ángeles del cielo es extender el escudo de su
tierno amor sobre las almas que se vuelven a Dios; y Satanás lucha obstinadamente
para retener a cada alma que ha experimentado luz y evidencias. Su fiero e implacable
deseo es el de destruir a toda alma posible. ¿Preferiréis estar bajo su bandera?
Los instrumentos angelicales se mantienen firmes, determinados a que no logre
(Satanás) la victoria. Recuperarían a cada alma de nuestro mundo que está bajo la
bandera de Satanás si esas pobres almas no procuraran tan afanosamente mantenerse
fuera y lejos del alcance de su ministración misericordiosa y de su poder para rescatar.
Su profundo y ferviente amor por las almas por las cuales ha muerto Cristo, sobrepasa
toda medida. Anhelan hacer que esas almas engañadas sean inteligentes en cuanto a la
forma en que pueden resistir y quebrantar la fascinación que Satanás ejerce sobre ellas.

7CBA:945. No permitáis que vuestros pensamientos se concentren en vosotros mismos.


Pensad en Jesús. Él está en su lugar santo, no en un estado de soledad y grandeza,
sino rodeado por miríadas de miríadas de seres celestiales que esperan para
cumplir las órdenes de su Señor. Y él les ordena que vayan y actúen a favor del
más débil de los santos que pone su confianza en Dios. La misma ayuda corresponde
a encumbrados y humildes, ricos y pobres (Carta 134, 1899).

7CBA:978-979. Juan escribe: "Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono".
Ángeles estaban unidos en la obra de Aquel que había desatado los sellos y había
tomado el libro. Cuatro ángeles poderosos retienen los poderes de esta tierra hasta que
los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Las naciones del mundo están ávidas
por combatir; pero son contenidas por los ángeles. Cuando se quite ese poder
restrictivo, vendrá un tiempo de dificultades y angustia. Se inventarán mortíferos
instrumentos bélicos. Barcos serán sepultados en la gran profundidad con su
cargamento viviente. Todos los que no tienen el espíritu de la verdad se unirán bajo el
liderazgo de seres satánicos; pero serán retenidos hasta que llegue el tiempo de la gran
batalla del Armagedón.
Ángeles están circundando el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la
supremacía, las que presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos
las voces de esos ángeles, ni vemos con la vista natural la obra de ellos; pero sus manos
están unidas alrededor del mundo, y con vigilancia que no duerme mantienen a raya a
los ejércitos de Satanás hasta que se cumpla el sellamiento del pueblo de Dios.
Los ministros de Jehová –ángeles que tienen habilidad, poder y gran fortaleza-
están comisionados para ir del cielo a la tierra con el fin de ministrar al pueblo de
Dios. Se les ha dado la obra de retener el rabioso poder del que ha descendido como
un león rugiente buscando a quien devorar. El Señor es un refugio para todos los que
depositan su confianza en él. Les ordena que se escondan en él por un momento hasta
que pase la indignación. Saldrá pronto de su lugar para castigar al mundo por su
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iniquidad. Entonces la tierra descubrirá su sangre y no encubrirá más sus muertos (Carta
79, 1900).
Ojala todos pudieran contemplar a nuestro precioso Salvador tal como es: un Salvador.
Que su mano aparte el velo que oculta su gloria de nuestros ojos. Aparece en su elevado
y santo lugar. ¿Qué veremos? Nuestro Salvador no está en actividad de silencio e
inactividad: está rodeado por seres celestiales, querubines y serafines, miríadas y
miríadas de ángeles.
Todos esos seres celestiales tienen un propósito superior a todos los demás, en el
cual están intensamente interesados: la iglesia [de Cristo] en un mundo de
corrupción. Todas esas huestes están al servicio del Príncipe del cielo, ensalzan al
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Están trabajando para Cristo, bajo su
mandato, para salvar hasta lo sumo a todos los que dependen de él y creen en él. Estos
seres celestiales se apresuran en su misión haciendo en favor de Cristo aquello que
Herodes y Pilato hicieron contra él. Se unen para destacar el honor y la gloria de Dios.
Están unidos en una santa alianza, en una grandiosa y sublime unidad de propósito, para
mostrar el poder, la compasión, el amor y la gloria del Salvador crucificado y resucitado.
Estos ejércitos del cielo ilustran con su servicio lo que debiera ser la iglesia de Dios.
Cristo está trabajando en favor de ellos en los atrios celestiales, enviando a sus
mensajeros a todas partes del globo para que ayuden a cada sufriente que acude a él en
busca de ayuda, de vida espiritual y conocimiento.
La iglesia de Cristo en la tierra está en medio de la oscuridad moral de un mundo desleal
que está hollando la ley de Jehová; pero su Redentor, que ha comprado su rescate con el
precio de su propia preciosa sangre, ha ordenado todo lo necesario para que su iglesia
sea un cuerpo transformado, iluminado por la Luz del mundo, en posesión de la gloria
de Emanuel. Los brillantes rayos del Sol de justicia, brillando a través de su iglesia,
reunirán en el redil de Cristo a cada oveja perdida y extraviada, que vendrá a él y hallará
refugio en él. Encontrarán paz, luz y gozo en Aquel que es paz y justicia eterna (Carta
89c, 1897).

DTG:323. La Biblia nos muestra a Dios en un lugar alto y santo, no en un estado de


inactividad, ni en silencio y soledad, sino rodeado por diez mil veces diez millares y
millares de millares de seres santos, todos dispuestos a hacer su voluntad. Por
conductos que no podemos discernir está en activa comunicación con cada parte de
su dominio. Pero es en el grano de arena de este mundo, en las almas por cuya salvación
dio a su Hijo unigénito, donde su interés y el interés de todo el cielo se concentran. Dios
se inclina desde su trono para oír el clamor de los oprimidos. A toda oración sincera, él
contesta: "Aquí estoy." Levanta al angustiado y pisoteado. En todas nuestras aflicciones,
él es afligido. En cada tentación y prueba, el ángel de su presencia está cerca de nosotros
para librarnos.

DTG:688-689. Cuando Cristo vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso
rodeado por una turba. Le verán como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la
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gloria de su Padre y en la gloria de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de
miles de ángeles, hermosos y triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y
gloria superiores a todo lo que conocemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se
sentará sobre el trono de su gloria y delante de él se congregarán todas las naciones.

CS:565-566. Las Santas Escrituras nos dan información acerca del número, del
poder y de la gloria de los seres celestiales, de su relación con el gobierno de Dios y
también con la obra de redención. "Jehová afirmó en los cielos su trono; y su reino
domina sobre todos." Y el profeta dice: "Oí voz de muchos ángeles alrededor del trono."
Ellos sirven en la sala del trono del Rey de los reyes- "ángeles, poderosos en fortaleza,"
"ministros suyos," que hacen "su voluntad," "obedeciendo a la voz de su precepto."
(Salmo 103:19-21; Apoc. 5:11). Millones de millones y millares de millares era el
número de los mensajeros, celestiales vistos por el profeta Daniel. El apóstol Pablo
habla de "las huestes innumerables de ángeles". (Heb. 12:22, V.M.) Como mensajeros
de Dios, iban y volvían "a semejanza de relámpagos" (Eze. 1:14), tan deslumbradora es
su gloria y tan veloz su vuelo. El ángel que apareció en la tumba del Señor, y cuyo
"aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve," hizo que los
guardias temblaran de miedo y quedaran "como muertos." (Mat. 28:3-4). Cuando
Senaquerib, el insolente monarca asirio, blasfemó e insultó a Dios y amenazó destruir a
Israel, "aconteció que en aquella misma noche salió un ángel de Jehová, e hirió en el
campamento de los Asirios ciento ochenta y cinco mil hombres." El ángel "destruyó a
todos los hombres fuertes y valerosos, con los príncipes y los capitanes" del ejército de
Senaquerib, quien "volvió con rostro avergonzado a su propia tierra." (2 Reyes 19:35; 2
Crón. 32:21 V.M.)
Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con misiones de misericordia. Visitaron
a Abrahán con promesas de bendición; al justo Lot, para rescatarle de las llamas de
Sodoma; a Elías, cuando estaba por morir de cansancio y hambre en el desierto; a
Eliseo, con carros y caballos de fuego que circundaban la pequeña ciudad donde estaba
encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba la sabiduría divina en la corte
de un rey pagano, o en momentos en que iba a ser presa de los leones; a San Pedro,
condenado a muerte en la cárcel de Herodes; a los presos de Filipos; a San Pablo y a sus
compañeros, en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para hacerle comprender el
Evangelio, a San Pedro, para mandarlo con el mensaje de salvación al extranjero gentil.
Así fue como, en todas las edades, los santos ángeles ejercieron su ministerio en
beneficio del pueblo de Dios.

CS:698-699. Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la
mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia
parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del
hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra,
volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca,
cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al
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frente como un gran conquistador. Ya no es "varón de dolores," que haya de beber el
amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra, viene
a juzgar a vivos y muertos. "Fiel y veraz," "en justicia juzga y hace guerra." "Y los
ejércitos que están en el cielo le seguían." (Apoc. 19:11, 14, V.M.) Con cantos
celestiales los santos ángeles, en inmensa e Innumerable muchedumbre, le
acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes,- "millones
de millones, y millares de millares." Ninguna pluma humana puede describir la escena,
ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. "Su gloria cubre los cielos, y
la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como el fuego." (Habacuc
3:3-4, V.M.)

MC:195-196. Cuando se os pregunte cómo os sentís, no os pongáis a pensar en cosas


tristes que podáis decir para captar simpatías. No mencionéis vuestra falta de fe ni
vuestros pesares y padecimientos. El tentador se deleita al oír tales cosas. Cuando
habláis de temas lóbregos, glorificáis al maligno. No debemos espaciarnos en el gran
poder que tiene Satanás para vencernos. Muchas veces nos entregamos en sus manos
con sólo referirnos a su poder. Conversemos más bien del gran poder de Dios para unir
todos nuestros intereses con los suyos. Contemos lo relativo al incomparable poder de
Cristo, y hablemos de su gloria. El cielo entero se interesa por nuestra salvación. Los
ángeles de Dios, que son millares de millares y millones de millones, tienen la
misión de atender a los que han de ser herederos de la salvación. Nos guardan del
mal y repelen las fuerzas de las tinieblas que procuran destruirnos. ¿No tenemos motivos
de continuo agradecimiento, aun cuando haya aparentes dificultades en nuestro camino?

ML:307. Todo el cielo está ocupado en la obra de preparar a un pueblo que esté de
pie en el día de la preparación del Señor. La conexión del cielo y la tierra parece ser
bien cerrada...
Las inteligencias celestiales están esperando con casi impaciente fervor para
relacionar a Jesús con los agentes humanos, de modo que puedan ser colaboradores
con estos ángeles celestiales en presentar a Jesús---el Redentor del mundo, lleno de
gracia y de verdad....
La primera lágrima penitente a causa del pecado crea gozo en los ángeles
celestiales en las cortes del cielo. Los mensajeros celestiales están listos para ser
enviados para ministrar al alma que busca a Jesús...
Grandes y gloriosas cosas ha Dios preparado para los que le aman. Ángeles están
esperando con ferviente expectativa el triunfo final del pueblo de Dios, cuando serafín y
querubín y las “miríadas y miríadas, y millares y millares” entonarán los cantos de los
benditos y celebrarán los triunfos de los logros intercesores involucrados en la
recuperación del hombre.
Los ángeles de gloria encuentran su gozo en...... dar amor e incansable atención a
almas caídos y sin santidad. Seres celestiales impresionan los corazones de los
hombres; traen a este mundo oscuro, luz de las celestiales cortes; mediante un
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ministerio suave y paciente se mueven sobre la mente humana, para traer a los
perdidos a un compañerismo con Cristo que es aun más cercano que el que ellos
mismos pueden conocer.

6T:63. Todo el cielo está interesado en nuestra salvación. Los ángeles de Dios, miles
sobre miles, y millares de millares, son comisionados a ministrar a los que serán
herederos de la salvación. Nos guardan del mal y detienen los poderes de las tinieblas
que están tratando de destruirnos. ¿No tenemos motivo de ser agradecidos cada
momento, agradecidos aun cuando hay aparentes dificultades en nuestro camino?

Versículo 12. “Y decían a gran voz: "El Cordero que fue muerto es digno de recibir
poder y riquezas, sabiduría y fortaleza, honra, gloria y alabanza”.

6CBA:1093. Esto es por lo que trabajamos: aquí hay uno por quien rogamos a Dios
durante la noche; allí hay otro con quien hablamos en su lecho de muerte y entregó su
alma desvalida a Jesús; aquí está uno que era un desventurado ebrio. Tratamos que sus
ojos se fijaran en Aquel que es poderoso para salvar, y le dijimos que Cristo podía darle
la victoria. Hay coronas de gloria inmortal sobre sus cabezas, y entonces los redimidos
echan sus relucientes coronas a los pies de Jesús. El coro angelical hace resonar la nota
de victoria y los ángeles de las dos columnas entonan el canto, y la hueste de los
redimidos se une a él como si hubieran cantado el himno en la tierra, y así fue.
¡Oh, qué música! No hay una sola nota discordante. Cada voz proclama: "El Cordero
que fue inmolado es digno". Él ve la aflicción de su alma, y queda satisfecho. ¿Creéis
que alguno empleará allí tiempo para contar sus pruebas y terribles dificultades? "De lo
primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento". "Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos" (MS 18, 1894).

DTG:105. Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los
redimidos estén con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces, al percibir de
repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la patria eterna, recordaremos que
Jesús dejó todo esto por nosotros, que no sólo se desterró de las cortes celestiales, sino
que por nosotros corrió el riesgo de fracasar y de perderse eternamente. Entonces
arrojaremos nuestras coronas a sus pies, y elevaremos este canto: "¡Digno es el Cordero
que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la
honra, y la gloria, y la bendición!

CS:705-706. Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena
de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el
hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a
recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando noto que
aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él
mismo causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el
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castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los
méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El Hijo de
Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación,
Adán es restablecido a su primitiva soberanía.
Transportado de dicha, contempla los árboles que hicieron una vez su delicia -los
mismos árboles cuyos frutos recogiera en los días de su inocencia y dicha. Ve las vides
que sus propias manos cultivaron, las mismas flores que se gozaba en cuidar en otros
tiempos. Su espíritu abarca toda la escena; comprende que éste es en verdad el Edén
restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado. El Salvador
le lleva al árbol de la vida, toma su fruto glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira
en torno suyo y nota a una multitud de los redimidos de su familia que se encuentra en el
paraíso de Dios. Entonces arroja su brillante corona a los pies de Jesús, y, cayendo
sobre su pecho, abraza al Redentor. Toca luego el arpa de oro, y por las bóvedas
del cielo repercute el canto triunfal: "¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fue
inmolado y volvió a vivir!" La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a
los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.
Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de Adán y se regocijaron
cuando Jesús, una vez resucitado, ascendió al cielo después de haber abierto el sepulcro
para todos aquellos que creyesen en su nombre. Ahora contemplan el cumplimiento de
la obra de redención y unen sus voces al cántico de alabanza.

CS:709-710. La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la
eternidad. En el Cristo glorificado, contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán
que Aquel cuyo poder creó los mundos innumerables y los sostiene a través de la
inmensidad del espacio, el Amado de Dios, la Majestad del cielo, Aquel a quien los
querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar -se humilló para
levantar al hombre caído; que llevó la culpa y el oprobio del pecado, y sintió el
ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido
quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la cruz del Calvario. El hecho de que el
Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se
humillase por amor al hombre, despertará eternamente la admiración y adoración del
universo. Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y vean la gloria
eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la
eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, entonces
prorrumpirán en un cántico de júbilo: "¡Digno, digno es el Cordero que fue
inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!"

CS:729-730. El universo entero contempló el gran sacrificio hecho por el Padre y el Hijo
en beneficio del hombre. Ha llegado la hora en que Cristo ocupa el puesto a que tiene
derecho, y es exaltado sobre los principados y potestades, y sobre todo nombre que se
nombra. A fin de alcanzar el gozo que le fuera propuesto -el de llevar muchos hijos a la
gloria- sufrió la cruz y menospreció la vergüenza. Y por inconcebiblemente grandes que
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fuesen el dolor y el oprobio, mayores aún son la dicha y la gloria. Echa una mirada hacia
los redimidos, transformados a su propia imagen, y cuyos corazones llevan el sello
perfecto de lo divino y cuyas caras reflejan la semejanza de su Rey. Contempla en ellos
el resultado de las angustias de su alma, y está satisfecho. Luego, con voz que llega
hasta las multitudes reunidas de los justos y de los impíos, exclama: "¡Contemplad
el rescate de mi sangre! Por éstos sufrí, por éstos morí, para que pudiesen
permanecer en mi presencia a través de las edades eternas." Y de entre los
revestidos con túnicas blancas en torno del trono, asciende el canto de alabanza:
"¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la
sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!" (Apoc. 5:12, V.M.)

MJ:110-111. Contemplad por la fe las coronas atesoradas para los que vencerán;
escuchad el canto de triunfo de los redimidos: ¡Digno, digno es el Cordero que fue
muerto y nos ha redimido para Dios! Esforzaos por considerar estas escenas como
reales. Esteban, el primer mártir cristiano, en su terrible conflicto con los principados y
las potestades y las malicias espirituales en lugares encumbrados, exclamó: "He aquí,
veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios". Le fue
revelado el Salvador del mundo como si estuviese contemplándolo desde el cielo con el
más profundo interés, y la luz gloriosa del rostro de Cristo brilló sobre Esteban con tal
fulgor, que hasta sus enemigos vieron que su rostro resplandecía como el rostro de un
ángel.
Si permitiésemos que nuestras mentes meditasen más en Cristo y en el mundo celestial,
hallaríamos un estímulo y un apoyo poderoso para pelear las batallas del Señor. El
orgullo y el amor al mundo perderán su poder al contemplar las glorias de esa tierra
mejor que tan pronto será nuestro hogar junto a la belleza de Cristo, todos los atractivos
terrenales parecerán de poco valor.

HHD:361. Gloriosa será la victoria de los santos que duermen [en el Señor] en la
mañana de la resurrección... El Dador de la vida coronará de inmortalidad a todos los
que se levanten del sepulcro. YI, 11-08-1898.
Allí estará la hueste que ha resucitado. Su último pensamiento se refería a la muerte y
sus dolores. Sus pensamientos postreros fueron referentes al sepulcro y la muerte. Pero
ahora proclaman: "¿Dónde está, o muerte, tu aguijón? ¿Dónde, o sepulcro, tu
victoria?" ... Reciben el toque final de la inmortalidad y se adelantan para
encontrar a su Señor en el aire. . . Del otro lado están las columnas de ángeles; . . .
entonces el coro angelical da la nota de victoria y los ángeles, en dos grupos, inician
el himno, y la hueste de redimidos se les une como si ya sobre la tierra lo hubiesen
entonado, y en realidad lo han hecho. ¡O, qué música! No hay una sola nota
discordante. Toda voz proclama: "El Cordero que fue inmolado, es digno". Él,
por su parte, contempla el trabajo de su alma y se siente saciado. MS 18, 1894.

Versículo 13-14. “Y a todos los que estaban en el cielo, en la tierra, en el mar y debajo
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de la tierra, y a todas las cosas que hay en ellos, les oí cantar: "Al que está sentado en el
trono y al Cordero, sean la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los
siglos. Y los cuatro seres vivientes dijeron: "¡Amén!" Y los veinticuatro ancianos se
postraron y adoraron”.

HAp:480-481. ¿Qué sostuvo al Hijo de Dios en su vida de pruebas y sacrificios? Vio los
resultados del trabajo de su alma y fue saciado. Mirando hacia la eternidad, contempló la
felicidad de los que por su humillación obtuvieron el perdón y la vida eterna. Su oído
captó la aclamación de los redimidos. Oyó a los rescatados cantar el himno de
Moisés y del Cordero.
Podemos tener una visión del futuro, de la bienaventuranza en el cielo. En la Biblia se
revelan visiones de la gloria futura, escenas bosquejadas por la mano de Dios, las cuales
son muy estimadas por su iglesia. Por la fe podemos estar en el umbral de la ciudad
eterna, y oír la bondadosa bienvenida dada a los que en esta vida cooperaron con Cristo,
considerándose honrados al sufrir por su causa. Cuando se expresen las palabras:
"Venid, benditos de mi Padre" pondrán sus coronas a los pies del Redentor,
exclamando: "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y
sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza.... Al que está sentado en el
trono, y al Cordero sea la bendición y la honrad y la gloria, y el poder, para
siempre jamás". (Mat. 25:34; Apoc. 5:12-13).

DTG:774. Se oye entonces la voz de Dios proclamando que la justicia está satisfecha.
Satanás está vencido. Los hijos de Cristo, que trabajan y luchan en la tierra, son "aceptos
en el Amado." Delante de los ángeles celestiales y los representantes de los mundos que
no cayeron, son declarados justificados. Donde él esté, allí estará su iglesia. "La
misericordia y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron." Los brazos del
Padre rodean a su Hijo, y se da la orden: "Adórenlo todos los ángeles de Dios."
Con gozo inefable, los principados y las potestades reconocen la supremacía del
Príncipe de la vida. La hueste angélica se postra delante de él, mientras que el alegre
clamor llena todos los atrios del cielo: “¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de
recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la
bendición!”
Los cantos de triunfo se mezclan con la música de las arpas angelicales, hasta que el
cielo parece rebosar de gozo y alabanza. El amor ha vencido. Lo que estaba
perdido se ha hallado. El cielo repercute con voces que en armoniosos acentos
proclaman: "¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el
trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!"

1MS:339. El costo de la redención de la raza humana nunca podrá ser comprendido


plenamente hasta que los redimidos estén con el Redentor cerca del trono de Dios. Y a
medida que vayan capacitándose para apreciar el valor de la vida inmortal y de la
recompensa eterna, engrosarán el canto de victoria y triunfo inmortal, diciendo "a gran
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voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría,
la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza" (Apoc. 5:12). Dice Juan: "Y a todo lo
creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas
las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (Apoc. 5:13).

CM:232-233. Edúquense las voces de los que siguen a Cristo de tal manera que, en vez
de apretujar las palabras unas sobre otras en forma indistinta, su elocución sea clara,
enérgica y edificante. No dejéis caer la voz después de cada palabra, sino mantenedla a
fin de que cada frase sea llena y completa. ¿No valdrá la pena disciplinaros, y aumentar
así el interés por el servicio de Dios y edificar a sus hijos? La voz de agradecimiento,
alabanza y regocijo se oye en el cielo. Las voces de los ángeles en los cielos se unen
con las voces de los hijos de Dios en la tierra, mientras dan honra, gloria y alabanza
a Dios y al Cordero por la gran salvación provista.
Procure cada uno hacer lo mejor posible. Crezcan diariamente en gracia y eficiencia los
que se han alistado bajo el estandarte del Príncipe Emanuel. Esfuércense los maestros
de nuestras instituciones por educar a sus estudiantes en todos los ramos de tal manera
que puedan salir debidamente disciplinados para beneficiar a la humanidad y glorificar a
Dios.
Es esencial que se les enseñe a leer en tono claro y distinto. Nos hemos apenado al
asistir a congresos de asociaciones, a reuniones de sociedades de publicaciones, y a
diversas asambleas, donde se leían informes en voz casi inaudible, o en forma vacilante
o en tono ahogado. La mitad del interés que se pueda sentir en una reunión tal queda
destruido cuando los que participan en ella hacen su parte en forma indiferente y sin
vida. Deben aprender a hablar de tal manera que puedan edificar a los que escuchan.
Prepárese todo aquel que está relacionado con la obra misionera para hablar en forma
clara y atrayente, enunciando perfectamente sus palabras.

CS:600. Así se pondrá fin al pecado y a toda la desolación y las ruinas que de él
procedieron. El salmista dice: "Reprendiste gentes, destruiste al malo, raíste el nombre
de ellos para siempre jamás. O enemigo, acabados son para siempre los asolamientos."
(Salmo 9:5-6). San Juan, al echar una mirada hacia la eternidad, oyó una antífona
universal de alabanzas que no era interrumpida por ninguna disonancia. Oyó a todas las
criaturas del cielo y de la tierra rindiendo gloria a Dios. (Apocalipsis 5:13.) No habrá
entonces almas perdidas que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin fin,
ni seres infortunados que desde el infierno unan sus gritos de espanto a los himnos
de los elegidos.

CS:736-737. Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo


revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el
conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en
aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su
Pág. 26
carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos
asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se
estremecerán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus
arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para
engrosar el potente coro de alabanza.

PP:583. La fiesta de las cabañas no era sólo una conmemoración, sino también un tipo o
figura. No solamente señalaba algo pasado: la estada en el desierto, sino que, además,
como la fiesta de la mies, celebraba la recolección de los frutos de la tierra, y apuntaba
hacia algo futuro: el gran día de la siega final, cuando el Señor de la mies mandará a sus
segadores a recoger la cizaña en manojos destinados al fuego y a juntar el trigo en su
granero. En aquel tiempo todos los impíos serán destruidos. "Serán como si no
hubieran sido." (Abdías 16). Y todas las voces del universo entero se unirán para
elevar alegres alabanzas a Dios. Dice el revelador. "Y oí a toda criatura que está en
el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar, y todas las
cosas que en ellos están, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea
la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás." (Apoc. 5:13.)

2T:215. La muerte de los mártires no se puede comparar con la agonía sufrida por el
Hijo de Dios. Debemos adquirir una visión más amplia y profunda de la vida, los
sufrimientos y la muerte del amado Hijo de Dios. Cuando se considera correctamente la
expiación, se reconoce que la salvación de las almas es de valor infinito. En
comparación con la empresa de la vida eterna, todo lo demás se hunde en la
insignificancia. Pero ¡cómo han sido despreciados los consejos de este amado Salvador!
El corazón se ha dedicado al mundo, y los intereses egoístas han cerrado la puerta al
Hijo de Dios. La hueca hipocresía, el orgullo, el egoísmo y las ganancias, la envidia, la
malicia y las pasiones han llenado de tal manera los corazones de muchos, que Cristo no
halla cabida en ellos.
Él era eternamente rico; sin embargo, por amor nuestro se hizo pobre, a fin de que por su
pobreza fuésemos enriquecidos. Estaba vestido de luz y gloria, y rodeado de huestes de
ángeles celestiales, que aguardaban para ejecutar sus órdenes. Sin embargo, se vistió de
nuestra naturaleza y vino a morar entre los mortales pecaminosos. Este es un amor que
ningún lenguaje puede expresar, pues supera todo conocimiento. Grande es el misterio
de la piedad. Nuestras almas deben ser vivificadas, elevadas y arrobadas por el tema del
amor del Padre y del Hijo hacia el hombre. Los discípulos de Cristo deben aprender
aquí a reflejar en cierto grado este misterioso amor; así se prepararán para unirse
con todos los redimidos que atribuirán "al que está sentado en el trono, y al
Cordero, ... la bendición, y la honra y la gloria, y el poder, para siempre jamás."
(Apoc. 5:13)

2T:266-267. Transpórtese repentinamente al cielo a esos hombres y mujeres que


están satisfechos con su condición de enanos e inválidos en las cosas divinas, y
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hágaseles considerar por un instante el alto y santo estado de perfección que reina
siempre allí, donde toda alma rebosa de amor, donde todo rostro resplandece de
gozo, donde se elevan melodiosos acentos de música arrobadora en honor de Dios y
del Cordero y los incesantes raudales de luz fluyen sobre los santos desde el rostro
de Aquel que se sienta sobre el trono y del Cordero; y hágaseles comprender que hay
un gozo superior aún que experimentar; porque cuanto más reciben del gozo de Dios,
tanto mayor es la capacidad de los justos para disfrutar la dicha eterna; de modo que
continúen recibiendo nuevas y mayores provisiones de las incesantes fuentes de gloria y
felicidad inefable; ¿podrían dichas personas, me pregunto, alternar con la muchedumbre
celestial, participar en sus cantos y soportar la pura, excelsa y arrobadora gloria que
emana de Dios y del Cordero? ¡Oh no! Su tiempo de prueba se alargó durante años para
que pudiesen aprender el lenguaje del cielo, para que pudiesen llegar a ser "participantes
de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por
concupiscencia." (2 Pedro 1:4). Pero tenían que dedicar las facultades de su mente y las
energías de su ser a un negocio egoísta. No podían dedicarse a servir a Dios sin reserva.
Las empresas mundanales debían ocupar el primer lugar y recibir lo mejor de sus
facultades; un pensamiento pasajero fue todo lo que dedicaron a Dios. ¿Serán los tales
transformados después que se haya pronunciado la decisión final: "El santo sea
santificado todavía, y el que es sucio, ensúciese todavía?" (Apoc. 22:11). Ese tiempo se
está acercando.

Comentario Bíblico Adventista:

1.
Vi.
Ver com. cap. 4:l. El ambiente de este capítulo es el mismo que el del cap. 4; sin
embargo, mientras que en el cap. 4 se describe mayormente una escena que tiene como
centro el trono de Dios, en el cap. 5 se destacan el Cordero y el rollo sellado.
"El quinto capítulo del Apocalipsis debe estudiarse detenidamente. Es de la mayor
importancia para los que han de desempeñar una parte en la obra de Dios en estos
últimos días" (3JT:414; ver com. versos 7, 13).
Que estaba sentado.
Ver com. cap. 4:2.
Libro.
Gr. biblíon "rollo", "libro". En los tiempos del NT el tipo más común de libro era el
rollo de papiro, y sin duda es un "libro" como éste el que ve Juan aquí. El códice o libro
de hojas unidas con una costura por un lado, no comenzó a usarse sino hasta el siglo II d.
C. Ver t. V, PP:114-115.
Por dentro y por fuera.
Algunos comentadores han sugerido que este pasaje debiera llevar la coma después de la
palabra "dentro", y entonces su significado sería: "escrito por dentro, y por fuera sellado
con siete sellos".
Pág. 28
Según la puntuación de la RVR y otras versiones, el pasaje indicaría que el rollo estaba
escrito por ambos lados. Esta interpretación es digna de tomarse en cuenta por dos
razones. En primer lugar, la expresión griega ésothen kái ópisthen, "por dentro y por
fuera", parece ser una unidad compuesta por dos adverbios que suenan de manera
semejante, lo cual implicaría que deben ser entendidos en conjunto; en segundo lugar,
los antiguos rollos de papiro, debido a la naturaleza del material, pocas veces excedían
de unos 10 m de largo. Normalmente estaban escritos sólo por dentro, pero debido a su
tamaño limitado a veces se usaba el reverso del papiro si el asunto que se escribía era
más largo que el espacio interior disponible. Este pasaje parece que corresponde a un
caso como ése, lo que sugeriría que apenas había lugar para contener lo registrado en
este "libro".
Siete sellos.
Puesto que el número siete es símbolo de perfección (ver com. cap. 1:11), esta
indicación implicaría que el "libro" estaba perfectamente sellado. En verdad, nadie sino
el Cordero podría abrirlo (cap. 5:3, 5).
Según PVGM:236, la decisión de los dirigentes judíos de rechazar a Cristo, "fue
registrada en el libro que Juan vio en la mano de Aquel que se sienta en el trono". Por lo
tanto, ese libro sellado sin duda incluye más que un registro de los acontecimientos
ocurridos durante el período de la iglesia cristiana, aunque las profecías del Apocalipsis
conciernen específicamente a ellos. Ver com. cap. 6:1.
2.
¿Quién es digno? Poder abrir ese libro no es asunto de fuerza, dignidad o posición, sino
de victoria y valor moral (ver com. verso 5; cf. cap. 4:11).
3.
Ninguno.
Gr. oudéis, "ni uno", incluso no sólo de los hombres sino también de todos los seres de
todo el universo.
En el cielo.
Estas palabras son un recurso literario para describir todo el universo de Dios.
Ni aun mirarlo.
Es decir, leerlo y de este modo revelar su contenido.
4.
Lloraba yo mucho.
Estas palabras reflejan la intensa reacción emotiva de Juan debido al drama que pasaba
ante sus ojos. Lo que veía y oía le era muy real.
Ninguno.
Gr. oudéis, ver com. verso 3.
Digno.
Ver com. verso 2.
De leerlo.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras.
5.
Pág. 29
Ancianos.
Ver com. cap. 4:4.
No llores.
O "deja de llorar". El texto griego sugiere que Juan ya estaba llorando.
León de la tribu de Judá.
Este título quizá está basado en Gén. 49:9. Cristo nació de la tribu de Judá (ver com.
Mat. 1:2). El león simboliza fuerza (Apoc. 9:8, 17; 10:3; 13:2, 5), y Cristo ha ganado la
victoria en el gran conflicto con el mal (ver com. de "ha vencido"). Esto es lo que le da
el derecho de abrir el libro (ver com. cap. 5:7).
Además, puede notarse que Cristo, como "León de la tribu de Judá", aparece como
Aquel que "ha vencido", el triunfador, el paladín de la causa de su pueblo. En el verso 6
aparece como "un Cordero como inmolado", Aquel que los había redimido.
La raíz de David.
Este título proviene de Isa. 11: 1, 10, donde dice: "saldrá vara de la raíz de Isaí" (LXX) o
"retoño del tronco de Isaí" (Heb.), o sea el padre de David. En Rom. 15:12 Pablo aplica
este símbolo a Cristo, lo que muestra que Cristo es un segundo David. David fue el
máximo rey y héroe militar de Israel. El concepto davídico del Mesías era
esencialmente el de un vencedor que restauraría el reino de Israel (Mat. 21:9; cf.
Hechos 1:6). Aunque Cristo no restauró el reino literal de los judíos, su victoria en el
gran conflicto con Satanás restituirá el reino en un sentido infinitamente mayor y más
importante. Por lo tanto, desde el punto de vista de este pasaje, este título es sumamente
adecuado.
Ha vencido.
Gr. nikáo, "vencer", "ser victorioso". Indica directamente la victoria de Cristo en el gran
conflicto contra Satanás. Ese triunfo es la base de su derecho de abrir el libro. La
victoria de Cristo es única, por lo tanto ninguno más pudo abrir los sellos (verso 3). Un
ángel no podría haber tomado el lugar de Cristo, porque el punto central del gran
conflicto es la integridad del carácter de Dios que se expresa en su ley. Ni un ángel ni un
hombre podría haber logrado esa vindicación porque están sujetos a la ley (PP:67). Sólo
Cristo, que es Dios y de cuyo carácter la ley es una expresión, podría lograr tal
vindicación del carácter divino. Este hecho es el pensamiento central del cap. 5 (ver
com. verso 9-13).
6.
En medio.
Puede interpretarse como que el Cordero estaba de pie entre los seres vivientes y el
trono, en medio de los ancianos; pero es difícil imaginarse tal escena cuando se compara
con cap. 4:4, 6. También es posible entender que el Cordero apareció en medio de todos.
Esta quizá sea la mejor explicación, porque el Cordero llega a ser ahora el Punto central
de la visión (cf. Hechos 7:56).
Cuatro seres vivientes.
Ver com. cap. 4:6.
Ancianos.
Pág. 30
Ver com. cap. 4:4.
Cordero.
Gr. arníon, palabra que se usa 29 veces en el Apocalipsis, y sólo una vez en todo el resto
del NT (Juan 21:15); sin embargo, el pensamiento es el mismo que sugiere la palabra
amnós, "cordero", en Juan 1:29, 36; Hechos 8:32, 1 Pedro 1:19, Isa 53:7 (LXX).
Juan acababa de oír que Cristo es un león vencedor, !pero al mirar ve un cordero! Un
contraste tan marcado puede sugerir que esa victoria de Cristo no proviene de la fuerza
física sino de su excelencia moral, porque por sobre todas las demás cosas se le declara
"digno" (ver com. Apoc. 5:2) El sacrificio vicario de su vida sin pecado, simbolizado
por el sacrificio de un cordero inmaculado, es, más que cualquier demostración de
fuerza, lo que ha ganado la victoria para él en el gran conflicto con el mal.
La figura del NT de Cristo como "el cordero", sólo aparece en los escritos de Juan,
aunque tanto Felipe como Pedro le aplican ese símbolo tomado del AT (Hechos 8:32, 1
Pedro 1:19).
Como inmolado.
Quizás Juan vio al cordero con su herida de muerte aún sangrante, como un cordero
muerto para el sacrificio en el servicio del santuario. La palabra "como" indica que es
una comparación, un símbolo. Juan no dice que un cordero inmolado está realmente
delante del trono de Dios; lo que está describiendo es lo que ve un una visión simbólica.
Como sin duda es así en lo que se refiere al Cordero, se deduce que los otros elementos
de esta visión -las siete lámparas (cap. 4 y 5), los cuatro seres vivientes (cap. 4:6) y el
libro (cap.5:1)- son también simbólicos (ver com. Eze 1:10; Apoc 4:1). La flexión verbal
que traduce "inmolado" indica que la inmolación se había hecho en el pasado, pero que
sus resultados continuaban. La muerte de Cristo está históricamente en el pasado, pero
sus benéficos resultados para la humanidad son siempre nuevos y eficaces. En cuanto al
significado de la figura de Jesús como el Cordero de Dios, ver com. Juan 1:29
Siete cuernos.
Siete es un número que significa perfección. Los cuernos pueden entenderse como
símbolo de fuerza y gloria (ver com. Lam. 2:3). De manera que los siete cuernos del
Cordero indican que es perfecto en poder.
Siete ojos.
Un símbolo de perfecta sabiduría e inteligencia. Estos ojos son identificados como los
siete espíritus de Dios, expresión que se usa para el Espíritu Santo (ver com. cap. 1:4).
En el cap., 4:5 se usa un símbolo diferente: "siete lámparas".
Enviados.
Ver Zac. 1:10; 6:5; Juan 14:26; 15:26; 16:7; Gál 4:6.
Vino y tomó.
Literalmente "vino, y ha tomado". Este es el punto central de los cap. 4 y 5: que Cristo,
al tomar el libro de la mano de Dios, hace lo que ningún otro ser en el universo puede
hacer (ver com. cap. 5:5). Esta acción es un símbolo de la victoria sobre el mal, y
cuando lo hace, resuena por todo el universo el gran himno antifonal que entona toda la
creación (ver com. 9-13).
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Las palabra de Juan "vino, y ha tomado", son las de un hombre cuya pluma apenas
puede mantenerse a la par con las dramáticas escenas que pasan delante de sus ojos. Con
el aliento entrecortado por el asombro y la excitación, declara que Cristo "ha tomado el
libro". Ver com. verso 13.
El libro.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras; sin embargo, por
el verso 8 es evidente que lo que toma el Cordero es el libro sellado.
Del que estaba sentado.
Ver com. cap. 4:2.
8.
Cuando hubo tomado.
Este es el momento cuando responde a la hueste celestial (ver. com. verso 7).
Cuatro seres vivientes.
Ver com. cap. 4:6
Ancianos.
Ver com. cap. 4:4.
Arpas.
Gr. Kithára, "lira", instrumento que se usaba a menudo para acompañar el canto (ver t.
III, PP:. 36-37); "cítara" (BJ, BC, NC). Según el griego, cada anciano tenía una lira en la
mano. Es natural que se mencione este instrumento en relación con el himno que está a
punto de cantarse (versos 9-10).
Copas.
Gr. fiál', "taza", "copa"; los recipientes en que generalmente se presentaban las ofrendas.
Según Josefo, se colocaban "copas" (fiál') de incienso sobre los panes de la proposición
en el santuario (Antigüedades iii. 6). El hecho de que las oraciones de los santos sean
puestas en receptáculos de oro, puede indicar el valor que tiene delante del cielo.
Oraciones de los santos.
El hecho de que tuvieran "arpas" e incensarios que representan las oraciones de los
santos, sugiere que los ancianos simbolizan la iglesia triunfante de Cristo en la tierra,
que eleva su voz en canto y oración. Ver com. verso 9-10; PP:366.
9.
Cantaban.
Los 24 ancianos y quizá también los 4 seres vivientes (ver com. de "nos").
Un nuevo cántico.
El canto era nuevo en el sentido de que era enteramente diferente de cualquiera que
hubiese sido cantado antes. Esta expresión es común en el AT (Sal 33:3; 40:3; Isa.
42:10). Aquí es particularmente 789 mente adecuado porque representa el canto que
inspira una experiencia que no tiene ninguna comparación: la salvación por medio de la
victoria de Jesucristo (ver com. Apoc. 5:5). Es el "nuevo cántico" de los que tendrán un
"nombre nuevo" (cap. 2:17; 3:12), de los que habitarán la "nueva Jerusalén" (cap. 21:2)
cuando todas las cosas sean hechas "nuevas" (cap. 21:5).
Digno.
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Ver com. verso 2. El coro celestial es el primero en reconocer que Dios ha sido
vindicado de las acusaciones hechas por Satanás, por medio de la victoria de su hijo.
Algunos ven en los 24 ancianos a representantes de los santos que fueron una vez
cautivos del mal. Los santos aparecen delante del universo espectador como testigo de la
justicia y la gracia de Dios. ver com. Apoc. 5:5; cf. Efe. 3:10.
Fuiste inmolado.
La muerte de Cristo, que trajo la salvación para el hombre y que a su vez vindicó el
carácter de Dios, es el fundamento de la dignidad de Cristo (ver com. verso 2).
Con tu sangre.
Ver com. Rom. 3:25; 5:9.
Nos.
Aquí la evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "los", con referencia a los
redimidos del verso 9. La variante "nos" quizá fue tomada por los traductores de la RVR
de la Vulgata latina. Por lo tanto, es evidente que en el verso 10 los que hablan no se
incluyen específicamente como "reyes y sacerdotes"; sin embargo, no es imposible que
puedan estar hablando de sí mismo en tercera persona, pero ésta no es la conclusión
natural indicada por los manuscritos antiguos. Según el texto preferido, los versos 9-10
pueden ser traducidos como sigue: "Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos,
porque fuiste inmolado y con tu sangre compraste para Dios de toda tribu y lengua y
pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y ellos reinarán
sobre la tierra". Esta es, en esencia, la traducción de la BJ, BA, y NC (ver com. de
"reyes" y " reinaremos"). El reino es sin duda el reino espiritual de la gracia (ver com.
Mat. 4:17; 5:3; Apoc. 1:6).
Reyes.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) la variante "reino" (ver com. cap. 1:6).
Sacerdotes.
Ver com. cap. 1:6.
Reinaremos.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la variante "reinarán" (ver el comentario
de "nos").
Sobre la tierra.
El tiempo del reinado sobre la tierra no se especifica, pero en los cap. 20 y 21 se muestra
que será en periodo posterior al milenio.
11.
Muchos ángeles.
En respuesta al testimonio de los 4 seres vivientes y de los 24 ancianos, las huestes del
cielo se unen para aclamar la suprema dignidad del Cordero. De esta manera Dios es
vindicado delante de los ángeles, quienes desde las primeras acusaciones de Satanás en
el cielo, no han comprendido plenamente el proceder divino al desterrar a Satanás y
salvar al hombre (ver DTG: 709,713).
Los seres vivientes.
Ver com. cap. 4:6. Estos seres vivientes toman parte en la aclamación de alabanza de
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Dios (cap. 5:12), la cual expresa la forma en que valoran la muerte de Cristo.
Millones de millones.
Evidentemente no es un número literal sino una indicación de huestes innumerables.
Probablemente provienen de Dan. 7:10, y puede compararse con un pasaje del
apocalipsis seudoepigráfico de Enoc Etiópico (ver. t. V, p. 88), cap. 14:22. "diez mil
veces diez mil (estaban) delante de él". Cf. Heb. 12:22.
Cordero.
Ver com. verso 6
12.
Digno.
Ver com. versos 2, 9
Poder.
Gr. dúnamis, aquí, el poder de Dios en acción. La doxología de las huestes celestiales
tiene siete partes. Como siete significa perfección y se usa repetidas veces en esta visión
y en todo el Apocalipsis (ver com. cap. 1:11), puede ser que la séptuple alabanza de cap.
5:12 sugiera que la del cielo es completa y perfecta.
Riquezas.
Cf. Fil. 4:19
Sabiduría.
Gr. sofia (cf. com. Sant. 1:5).
Fortaleza.
Gr. isjús, probablemente se refiere a la energía divina en potencia.
13.
Todo lo creado.
Es decir, todo ser creado. El coro aumenta, y en respuesta al canto de alabanza de las
huestes del cielo toda la creación se une en adoración del padre y el hijo. Cristo es
vencedor, y el carácter de Dios es vindicado delante de todo el universo (ver com. verso
11).
¿A que momento del gran conflicto se refieren las escenas simbólicas descritas en los
cap. 4 y 5? Según lo que se dice en DTG:774, el canto fue entonado por los ángeles
cuando Cristo fue entronizado a la diestra de Dios después de su ascensión; y de
acuerdo con HAp:480-481 y CS:729, este canto también será entonado por los santos al
establecerse la tierra nueva, y por los redimidos y los ángeles por la eternidad (8T:44;
PP:583; CS:600, 737). Estas variadas circunstancias sugieren que la visión de los cap. 4
y 5 no debe tomarse como la representación de una ocasión específica en el cielo, sino
como la descripción eterna y muy simbólica de la victoria de Cristo y la resultante
vindicación de Dios. Cuando esta visión se entiende así, puede concebirse que
represente la actitud del cielo hacia el Hijo y su obra a partir de la cruz, actitud que se
magnificará en un crescendo cuando culmine victoriosamente el gran conflicto. En
cuanto a la naturaleza de las visiones simbólicas, ver com. Eze. l:10.
En el cielo, y sobre la tierra.
Según la cosmología antigua, el cielo, la tierra, lo que está bajo la tierra y el mar,
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constituyen todo el universo. Toda la creación reconocerá finalmente la justicia de Dios
(ver CS:728-729).
Al que está sentado.
Ver com. cap. 4:2.
Al Cordero.
Ver com. verso 6. El hecho de que se adora al Cordero en la misma forma que al Padre,
da a entender su igualdad (ver Fil. 2:9-11).
La alabanza.
Los cuatro homenajes del verso 13 son paralelos a los cuatro de la séptuple doxología
del verso 12.
El poder.
Gr. krátos, "poder", "gobierno", autoridad", "dominio"; vocablo sinónimo de "poder" en
el verso 12; pero difiere en que krátos representa el poder divino en acción. Un poder
semejante es el que contemplan todas las criaturas terrenales (ver com. verso 12).
14.
Amén.
Ver com. Mat. 5:18. Las alabanzas antifonales y el "Amén" que las sigue caracterizaban
el primitivo culto cristiano. Plinio, escribiendo menos de dos décadas después de Juan,
registró que en sus servicios de culto los cristianos "cantaban en versos alternados un
himno a Cristo, como a un dios" (Cartas x. 96). Describiendo la celebración de la Cena
del Señor, Justino Mártir, que escribió en el siglo II, dice que después de que el dirigente
de la congregación ofrecía oraciones y acciones de gracias, "la gente asiente, diciendo
Amén" (Primera apología 67).

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


1-5 PVGM:236
1-14 3JT:414
5 DTG:210; PP:240; TM:115
5-6 HAp:470
6 TM:124
9 CS:710
10 PE:290
11 CH:32; CS:533, 565, 699, 737; DMJ:93; HR:453; MeM:90, 316; PP:15
11-14 6T:59
12 CS:705-706, 730; DTG:105, 774; ECFP:120; HC:490; MC:405; MeM:359
12-13 FV:367; HAp:481; MC:405
13 CM:232-233; CS:600, 737; DTG:774; HR:453; 1JT:232; 3JT:34; PP:583
Pág. 35

https://sites.google.com/site/eme1888 ; [email protected]

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