Meditación de Las Siete Palabras de Jesus en La Cruz 2021

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MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS DE JESUS EN LA


CRUZ 2021

La meditación de las siete palabras de este año adquiere un significado


especial. Jesús desde la Cruz, venció el pecado y la muerte; y nos invita
también a asumir las actitudes necesarias para vencer este mal que nos
acecha y todo tipo de mal que acontezca en nuestra vida.

Primera palabra:
“Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Redescubrirnos)

Durante el camino cuaresmal hemos insistido en la importancia de vencer


los obstáculos que nos impiden “Caminar juntos como Iglesia Misionera”.
Los días preparativos para la Cuaresma estuvieron acompañados de la
triple invitación: Lávate la cara, que tu mano derecha no sepa lo que hace
la izquierda o bien entra en tu cuarto y reza a tu padre.

Estas expresiones pueden hacernos pensar que Jesús nos invitaba a


“aislarnos”. De hecho, es lo que nos ha pedido el gobierno de Puerto
cuando no dicen: Quédate en tu casa. Sin embargo, esta invitación puede
ser mucho más profunda, más que aislarnos sería “centrarnos en cada uno
de nosotros” para redescubrirnos.

Este tiempo seguramente nos ha ayudado a redescubrir nuestras personas,


a revalorar la familia, a pasar más tiempo con cada uno de nosotros. Han
aflorado nuestras virtudes y nuestros defectos. Un poco de aislamiento nos
ha venido bien. De hecho, es lo que se pide a las personas cuando hacen
retiro espiritual. Tomar distancia para mirarse mejor. Nos ha ayudado a
conectarnos con nosotros mismos para sacar lo mejor que hay en el
corazón de cada uno.

En el momento de la cruz, Jesús no se aisló, el redescubrió lo más profundo


e íntimo de su Padre. Entró en sí mismo, fue a la profundidad de su
corazón, para desde ahí sacar la palabra más adecuada ante aquel
momento tan difícil de la cruz.

Segunda palabra:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Orar)

El primer domingo de Cuaresma la palabra nos llevó al desierto con el


mismo Jesús que hoy contemplamos clavado en la Cruz. Aquel que fue
tentado, ahora en la cruz experimenta una nueva tentación salida de los
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labios de su compañero de tortura: ¿No eres tú el Cristo, pues ¡Sálvate a ti


y a nosotros!”, (Lc 23, 39).

Cada uno experimenta en la vida esa tentación de mirarse solo a sí mismo,


para salvaguardar su vida. Aún nos superamos el instinto natural y
primitivo de sobrevivencia. Sálvanos de esta situación, aunque luego nos
olvidemos de él como tantas veces ha pasado. ¡Cuántos hemos prometido a
Dios un cambio de vida y cuando ocurren los milagros volvemos a las
mismas cosas de antes!

El modelo que nos lleva a pensar en la auténtica vida de oración lo


encontramos en el ladrón arrepentido que comienza increpando a su
compañero: ¡Que oración tan sencilla, tan humilde! No le pide que lo saque
del suplicio que sufre, no le pide que le cure de la enfermedad,
simplemente le dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Como
vemos, un modelo de aquel que se abre a la perspectiva del otro capaz de
salir de su individualismo y orar con humidad.

Acuérdate de nosotros en medio de esta pandemia. Una plegaria que brota


de una humanidad rezagada en el individualismo y sola. El ladrón
arrepentido le indica a Jesús: “No me dejes solo en la muerte”. Jesús le
dijo: “Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”, (Lc 23, 43).
Porque Jesús aun estando en el mismo suplicio, e incluso por eso, por estar
en el mismo suplicio no quiere que andemos solos.

Tercera palabra:
“Madre, he ahí a tu hijo, hijo, he ahí a tu madre” (Convivir)

En el segundo domingo de Cuaresma la Iglesia nos invitó a subir al monte


para vencer la tristeza como Jesús lo hizo con Pedro, Santiago y Juan. Esta
misma experiencia puede ser la que están viviendo María y Juan al pie de la
Cruz. No ya como anuncio de la pasión, sino como contemplación de la
pasión misma. allí están al pie de la cruz con “aire entristecido”, María y
Juan, como Pedro y Santiago no logran entender aun lo que ocurre con
Jesús, aunque palpiten en su interior los instintos de una fe esperanzada, el
dolor puede llevarlos a opacar esa mirada.

Aquel muchacho que su Padre le regaló como discípulo amado ahora es


entregado a María para su cuidado. Es también la entrega de la Iglesia a
María: “Ahí tienes a tu hijo”. Casi es una súplica a la madre. Yo me voy, por
favor no los dejes solos: Convive con ellos. No podrán soportar la muerte
de su maestro. Sin ti madre ellos no podrán superar la crisis de mi pasión.
Por eso, María no los abandonó, los acogió como regalo y promesa hecha el
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Hijo. Jesús en el Monte Calvario como en el Monte Tabor, invita a María a


ver las cosas de otra manera, le cambia la perspectiva.

Los males compartidos se vencen en la buena convivencia: Velando por el


bien del otro, cuidándonos mutuamente. Jesús encargó a los que más
quería que se cuidaran mutuamente, que viviesen juntos. Así también
podemos vencer la situación que vivimos hoy con el Coronavirus.
Detrás de esta tomentosa pandemia, viene la calma de la salud. Pero, no
podemos hacerlo solos. Por eso nos dejó a su madre en aquel discípulo
amado para que nosotros también la acojamos. Señor que también
nosotros permanezcamos en convivencia mutua sobre todo en este
momento difícil que nos ha tocado vivir.

Cuarta palabra:
“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Penitencia)

Estamos ante la cuarta palabra de Jesús en la cruz. Desde donde reclama a


Dios diciendo; ¿Por qué me has abandonado? Jesús exclamó al Cielo “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Se trata del
momento más difícil en la vida pública de Jesús. Como así también en el
momento más difícil de nuestras vidas, esta noche oscura de fe que nos
hace pensar también; Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?

Incluso ante la situación que vivimos del COVID 19 algunos se han


preguntado: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué nos has abandonado? Aunque
otros dicen: Me he dado cuenta de que hemos abandonado al Señor.

Este tiempo nos ha hecho más penitentes, descubriendo nuestras miserias


y pecados. Nos ha hecho descubrir que nos hemos apegado a tantas cosas
a las que le hemos dado más importancia de la que tienen. Hacer
penitencia significa renunciar, incluso a cosas buenas para poder alcanzar
unas que son mayores. A muchos de nosotros nos ha costado mucho
quedarnos en casa. No salir. Incluso ha sido penitencial no participar de la
eucaristía sacramental, alimentándonos espiritualmente de ella. Hacer
penitencia nos ha ayudado a valorar tantas cosas que seguramente sin esta
experiencia, las habíamos convertido en rutina, sin valor o significado. Nos
habíamos quedado en el brocal del pozo, pero no habíamos ido al pozo
mismo.

Como nosotros que muchas veces aun siendo medio día estamos oscuros.
Como en estos días del COVID 19 aun siendo de día hemos experimentado
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la oscuridad. Aun estando en la Iglesia no vemos bien, aun cuando se nos


han dado muestras de ser profetas poderosos en obras y palabras no
somos capaces de ver más allá.

Quinta palabra:
“Tengo sed” (Ayunar)

Jesús tiene sed en la cruz. Es también la sed de muchos hombres y


mujeres que sufren la indiferencia de los demás. Es la sed de los pobres, de
los hermanos del sur en Puerto Rico a quienes después de una avalancha
de ayuda por el momento dramático y por la incertidumbre generalizada
empiezan a caer en el olvido. Una nueva ceguera después que las cámaras
de televisión y las fotos desaparecieron.

Una sed de salud y bienestar, de convivencia reciproca de la que hemos


tenido que ayunar en este tiempo. Cuantas formas de ayuno hemos tenido
que practicar en este tiempo y las que nos faltan para que podamos
experimentar la verdadera sed. Solo se aprecia la buena comida cuando
nos privamos un tiempo de ella. El ayuno nos ayuda a moderar nuestra
concupiscencia. Esa tendencia a disfrutar de inmediato de lo que nos place.
Ayudar a fortalecer el espíritu y la
voluntad para no dejarnos llevar y descubrir lo que realmente es bueno.
Jesús cuando dice tengo sed. Experimentaba un profundo y transfísico
ayuno. Jesús tiene sed de autenticidad, tiene sed de sincera colaboración,
tiene sed de tenacidad y de valor. Por eso, es una sed transfísica, es una
sed de sentido.

“Tengo Sed” (Jn 19, 28) sigue siendo la súplica de Jesús, y su ayuno actual
en espera de una respuesta real. Una respuesta de fe ante la crisis que
vivimos.

Sexta palabra:
“Todo se ha cumplido” (Obedecer)

Ciertamente, el momento más dramático de la existencia humana es aquel


en el que parece que todo acaba, el fin de la salud, la vida física, los sueños
y las esperanzas. Es también la sensación de muchos de nosotros en esta
hora de la historia, con el tema de la pandemia. Vivimos en un escenario de
oscuridad, enfermedad y muerte como el que tuvo que vivir Jesús. La
vivencia de este escenario común y ordinario (puesto que todos pasaremos
por eso) depende de la manera en que hayamos actuado en la vida.
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Jesús vio desde la cruz este momento como uno de cumplimento: “Todo se
ha cumplido”, (Jn 19, 30). Es decir, ha terminado mi carrera temporal, he
cumplido mi encargo. Jesús, en ese momento de síntesis, es capaz de mirar
toda su vida para descubrir que ha realizado el proyecto de su Padre. “Todo
está cumplido”. Ha vivido en permanente Obediencia a Dios.

También podríamos decir cada uno de nosotros, esta pandemia no es el fin


de mundo: Parece, pero no lo es.

“El mundo duerme voy a despertarlo”, podríamos traducir estas palabras de


Jesús para este momento.

Para vencer este mal que nos aqueja necesitamos ser obedientes. La
palabra obediencia viene del latín, “Ob” (por debajo) “audire” (escuchar).
Es decir, escuchar por debajo. La obediencia es la actitud propia de la fe.
Obedecer es una de las claves fundamentales para superar la crisis del
COVID 19.

Séptima palabra:
“En tus manos encomiendo mi espíritu” (Confiar)

Ya al final de estas siete palabras nos queda solo contemplar la actitud de


confianza que el Maestro muestra ante su Padre: “Padre en tus manos en
encomiendo mi espíritu”, (Lc 23,46). Toda la escena que contemplamos el
Domingo de la pasión del Señor (Domingo de Ramos): el prendimiento en
el huerto, el juicio ante el sanedrín, la comparecencia ante Herodes y
Pilatos, la traición de Judas, la negación de Pedro, los azotes, la corona de
espinas, la burla por parte de los soldados, los gritos de la multitud:
“crucifícale”, “crucifícale”. Todo esto es expresión de ese pecado
generalizado.

El misterio de la iniquidad se enfrenta al misterio profundo del amor y de la


confianza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Esta
manifestación de confianza plena de Jesús en el Padre es el resultado de
una confianza plenamente vivida. Jesús experimentaba en su vida la
cercanía del Padre y él era su primer referente. “Este es mi hijo en quien
me complazco” (Mc1,11) se escuchó en el bautismo de Jesús. “Este es mi
hijo escúchele” (Mt. 1,5) se oyó en Monte Tabor.

En el Evangelio de San Juan todo el capítulo 17 es una prueba clara de que


la vida de Jesús ya estaba en las manos del Padre, “porque el Padre y yo
somos uno”.
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Por eso al escuchar hoy su última palabra hay que entenderla como una
respuesta lógico existencial de la vida de Jesús. Es la actitud a la que
finalmente invito en este Viernes Santo. Hay que recordar que el mal que
nos aqueja no es mayor que nosotros mismos, no es mayor que la
humanidad, y mucho menos es mayor que nuestro Padre Dios. Jesús quiere
que todos participemos de esta misma confianza, pero en libertad. ■

OREMOS:

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz,


aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus
manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir; ten
piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la
agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos
de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor
el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y
una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y
morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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