Fraisse Genevieve - Los Excesos Del Genero-Páginas-3,30-39

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GeneviEwe Fraisse

Los excesos del género


Concepto, imagen, desnudez

Traducción de Antoni Domenech

Introducción de Isabel Morant

EDICIONES CÁTEDRA
UNIVERSITAT DE VALENCIA
Así pues, mi propuesta es sencilla: no será suficiente con
mostrar de qué modo opera la construcción social «sexo/
género», con su deconstrucción mediante la crítica, con ob-
jeto de lograr una nueva y mejor representación de las rela-
ciones entre los sexos. Hay que llevar a cabo un análisis de la
historicidad de dicha sexuación del mundo. Los asuntos del
sexo, privados y públicos, no son simples realidades antro-
pológicas sometidas a variaciones, sino elementos que ac-
túan en la historia social y política. En este caso, ello no JI
quiere decir que haya simplemente que escribir la historia de
las mujeres, de los sexos y del o de los géneros. Significará Una cuestión sin límites
mucho más, ya que la historicidad de los sexos, como deve-
nir y como imprevisto, prevalecerá sobre la argumentación
de una evidente atemporalidad de la relación entre sexos. Así pues, planteo una primera propuesta de trabajo:
Podríamos decir, pues, que «la historia no es suficiente para conservar la palabra sexo junto a la palabra género; acep-
probar la historicidad», una conclusión a la que llegué tras tar que el «género» no anula el «sexo». Sobre todo, senci-
mi larga colaboración con las historiadoras y la publicación llamente, por no suprimir una palabra de nuestro vocabu-
de la Histoire desfemmes en Decident (1990-1991)1. Una vez lario. Es siempre inquietante sospechar de alguna palabra
más, la acuITmlación del y de los conocimientos será el terre- de la lengua2 • En este caso, supongamos que podemos re-
no propicio para tal demostración. Como consecuencia, ducir su utilización en nombre de una ciencia que está en
probablemente, un cuarto exceso: no solo descubrir un nue- vías de establecimiento. ¿Sería ello posible? Una palabra
vo campo de conocimiento, sino vernos obligados a reelabo- rechazada -discutiremos rápidamente las razones- co-
rar la organización de dicho conocimiento. rresponde a una parte de realidad y de imaginario, incluso
de simbolismos, que se esfuman. Encuentro deplorable,
pues, que en ell~nguaje y en la vida académica, la palabra

I Georges Duby y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las mujeres en 2 Sin embargo, se me podrá objetar que habría que suplimir efectiva-
Occidente, Madrid, Taurus, 1991-1993, 5 vo1s.; el volumen 4, sobre el mente la palabra «raza». Digamos, más bien, que el debate actual en tomo a
siglo XIX, fue coordinado por Genevieve Fraisse (1993) [N. del T.] . la utilización de dicha palabra, justamente, es enormemente enriquecedor.

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«sexo» sea a menudo descalificada, como si significase de- seres o aquello que se instituye como relación con el mun-
finitivamente lo biológico y la naturaleza, por un lado, o la do. Remitir a la sexualidad nos hace asimilar con demasia-
reducción a lo «sexual» (making sex), por otro. De este da rapidez orientación sexual y actividad sexual (<<género y
modo se la relega, como algo no concebible en una polisemia, sexualidad-es» son palabras pronunciadas profusamente
o como algo que interpone una pantalla frente a cualquier en coloquios y seminarios). El sexo de la sexualidad indica,
reflexión dinámica, o incluso como algo ideológicamente el órgano y el deseo, la alteridad y la carne, en resumen,
incorrecto. La palabra «sexo» remitiría a un no pensamien- mucho de aquello que produce lo humano, como cuerpo y
to o a una atribución trampa, causa de todas las opresiones como proyecto. El sexo es, pues, concreto y abstracto, y en
y las desigualdades. Esta palabra, demasiado biologizante, este sentido no podría, después de haber sido confinado
demasiado factual, no sería adecuada para el ejercicio del en la biología, dejarse reducir a la práctica de la sexuali-
saber. Suelo encontrar alumno(a)s que se saben obligado(a) dad. Ello obliga a plantearnos el vínculo existente entre
s a utilizar únicamente la palabra «género» so pena de no identidad y sexualidad. Se las vincula, en general, como
ver su labor científica reconocida y aceptada por la institu- algo transparente, como una evidencia. ¿Pero no debería-
ción académica, poniendo así en peligro su porvenir profe- mos, al contrario, separar la definición de uno mismo de la
sional, tan poco seguro hoy en día. práctica real? ¿Desligar la identidad individual de la sexua-
lidad efectiva? Estoy a favor de la multipli<;idad de defini-
ciones de cada uno; e incluso a favor de las tensiones inter-
SEXO ES UNA ABSTRACCIÓN
nas entre dichas definiciones. Reservamos un lugar para lo
biológico, incluso en negativo, otorgamos un ámbito a la
Conservar la palabra sexo no sería algo tan difícil para sexualidad, desde luego en positivo; pero actualmente estos
la lengua francesa, ya que múltiples caminos imaginarios y dos aspectos padecen de una reificación sorprendente, así
conceptuales se abren con la utilización de dicho término. como de una reducción en su sentido.
El sexo biológico no impide otras asociaciones de ideas: El s~xo es, pues, una palabra que no habla solamente de
más allá del hecho del cuerpo sexuado, femenino, masculi- la realidac;l concreta de la especie. Se trata de un término
no, intersexuado, el sexo indica una puesta en juego de su que designa una abstracción y, por dicha razón, puede ser
ser sin relacionarlo, necesariamente, con su práctica física un objeto del pensamiento cuyos significados no están es-
o social. La identidad sexual, interior y secreta o proclama- tablecidos de entrada. Volveremos a hablar de este referirse
da y pública, y la sexualidad adecuada a uno mismo no de la palabra sexo a la naturaleza y a la biología, en una
agotan aquello que produce la relación posible entre dos confrontación unívoca con la cultura y con lo social. Pero

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mos a contentarnos con que la palabra Sería hora, en fin, de considerar la ambición del con-
antes, nos ne~are al o dado, algo ya existente de lo cepto de género. Sabemos ya que se trata de una palabra
«sexo» sea aSIgnada a g . 'Ya que es tan concreta nueva. Aceptamos que se trata de un concepto, es decir, un
' e apartar la vIsta. I
que hab na qu 1 I Sexo es una pala- instrumento de reflexión, y de un pensamiento por llegar,
t debemos conservar a. .
como abstrac a, . f .ta de ideas y de ya que, como dice Gilles Deleuze, la aparición de un pro-
. y, como tal , una fuente m 1m
bra excesIva blema trae consigo el término adecuado a dicha novedad.
imágenes. ncia positivo: nos valdre- De este modo, estaremos de acuerdo en legitimar, para el
Cuarto exceso en consecue , , arsenal del vocabulario filosófico, la palabra «género», em-
to d'e la palabra sexo como de la palabra ge-
mos, pues, tan 'd do pero será necesario prac- pleada, desde luego, únicamente en singular. Y ello exige
Muchos estaran e acuer , rigor. Pero, por el contrario, como hemos indicado ante-
nero. . . . , n úblico. Existe, por otra parte, un
ticar dIcha convlCclOn e P Freud quiso imponer riormente, rechazaremos el modelo heurístico, el modelo
precedente in~e~esante. Sabe~O:n¡~ede «eros»3. Concreta- que subyace en el método de trabajo supuesto, es decir, la
el término «lIbIdo» en detn~, le'o del térmi- traducción de género por «construcción social», incluso
. ba el carácter clentIfico comp J
mente, enunCia l"d d brumosa d e1 te' rml' no por «relaciones sociales del sexo». Pues ello supone dos de-
no «libido» frente a la gener~ l'la al debate sexo/género, cisiones teóricas que habría que discutir: la primera es que
. De manera Slml ar
antIguo «eros». . d cía una doble dimensión, con- la oposición naturaleza/cultura, biológico/social, es una in-
't . l"bido por eros m u . variante «acreditada» y sobre todo una necesidad teórica,
sustl Ulr 1 t ' .ca con el reconOCl-
1 una palabra culta, y eon ,
ceptua , con ' 1 físicas Y psíquicas de los clave esencial para la comprensión; la segunda es deducir
. t d las energIaS a a vez que una realidad política de dominio -<iominio masculi-
mlen o e d - laba también una nueva repre-
humanos Freu sena no, se entiende- es legible sistemáticamente en estas rela-
seres . 'xual sexualidad al tiempo que
sentación de la energ~a se , do 'menos mal que Sig- ciones, también aquí definida de manera unívoca.
. . , Como dIgO a menu ,1
subhmaclOn. " erma de vocabulario! «Eros»
d Freud no logro dIcha m l"b'
mun . blo muy eficiente en la lengua, Y « 1 1-
sigue sIendo un vdoc: lugar teórico en el lenguaje del psi- ¿UN ESQUEMA DE PENSAMIENTO?
do» ha encontra o u
coanálisis ... El modelo naturaleza/cultura, modelo cuya relatividad
histórica ha quedado demostrada, cuya crítica es ya anti-
, Pa
gua, se ha transformado en una clave de lectura obligada
- . d F Id Essclis de ps)'chwwlyse, P ans, -
3 Por ejemplo, Slgmun rel , en el campo de los estudios de género. Sexo y género se
yot , 1967,pág. l09 .
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oponen, y la investigación se centra en el sentido de la opo- dentro de los estudios de género sería claramente un postu-
sición: ¿es el sexo el que produce el género? ¿O, inversamen- lado de arranque. ¡Por qué no! En el fondo se trata de exa-
te, el género el que produce el sexo? Si la palabra sexo ha minarlo todo a la luz del día. En efecto, ya que el género
perdido parte de su aura teórica, es porque indicaría una cuestiona la desigualdad de los sexos, por ejemplo, en una
naturalidad a priori de la problemática de los seres reales, sociedad democrática occidental, ¿dónde debemos situar
hombres y mujeres, y de su relación imaginaria, femenino/ dicho postulado epistemológico de las relaciones de poder?
masculino. A la naturaleza del sexo se opondría lo social ¿En qué lugar del razonamiento?
del género. Poco importaría, luego, que ciertas tesis afir- Pues este segundo punto, el postulado de la domina-
men que el género sustituye al sexo o que, al contrario, el ción, es el que molesta a los oponentes a la «teoría del gé-
género crea el sexo. La primera tesis, el paso del sexo al nero». Denunciando la vacilación antropológica de las cer-
género, es más convencional, sin sorpresas; la segunda es tezas sobre las diferencias de los sexos, se cruzan en el ca-
más provocativa y subversiva. Pero en ambos casos, el mo- mino con la problemática de la universalidad del dominio
delo heurístico, que distingue algo dado de algo fabricado, masculino; sin creérsela a pies juntillas. Su problema de
o que postula dos construcciones puestas en oposición, es sociedad se convierte entonces, para ellos, en un enigma
completamente reductor. Funciona en círculo cerrado. Re- político: ¿cómo reconocer la necesidad incontestable de la
cuerda el debate ya antiguo sobre lo innato y lo adquirido igualdad de los sexos, evitando, a un tiempo, cualquier sa-
(o, caricaturizando, el huevo y la gallina). ber y cualquier reflexión sobre la cuestión (desde las cien-
Luego, este aserto científico se articularía con una pro- cias naturales a las ciencias humanas), y mostrando la je-
posición política de las relaciones de poder y de dominio rarquía de los sexos y su cortejo de desigualdades? Mien-
y, en consecuencia, de análisis de las desigualdades. Pode- tras que del otro lado, desde el de los «estudios de género»,
mos también agrupar estas dos afirmaciones en una sola: la constatación puede ser la inversa, y tanto o más delica-
el género social (jerárquico) precede al sexo biológico (lla- da: ¿la jerarquía no igualitaria entre los sexos desaparecería
mado natural), pues la organización de las desigualdades mecánicamente desde el momento en que todo fuera «des-
entre mujeres y hombres sería inherente a la constitución na~uralizado», como se dice hoy en día? ¿Deconstruir la

de la dualidad de los sexos. En efecto, se otorga la prima- fabricación social de las desigualdades tendría efectos polí-
cía a la organización de una jerarquía social, patriarcado o ticos seguros y eficaces? ¿Deconstruir, o desvelar, equival-
dominación masculina, con su correlato, la opresión y la dría a producir transformación política? La sociología del
explotación de las mujeres. Aquello que pudiese, pues, con- siglo xx planteaba ya dicha pregunta y tendía a pensar que
cebirse como una consecuencia de los análisis realizados sí. Ahora bien, la eficacia política del desvelamiento y de la

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deconstrucción del dominio no ha sido probada. Habría mismo de dicha importación epistemológica, de dicha trans-
que continuar con este debate esencial. .. ferencia. Pues encontramos en ese ámbito otro postulado,
el del crecimiento con unas desigualdades distintas de las del
En fin, ¿qué hay que hacer con la importación marxista sexo/género, categorías plurales de la discriminación (clase,
implicada en la f?rmula «relaciones sociales de sexo»? Sa- raza, como se decía antes), que se encuentran agrupadas en
bemos bien que la expresión «relaciones sociales de pro- el análisis poscolonial. Amaestrar teóricamente dicho cre-
ducción», para diagnosticar la explotación capitalista, ha cimiento con el término interseccionalidad impone, sin em-
sido sometida a numerosas modificaciones teóricas tras bargo, no contentarse con afirmaciones dogmáticas.
más de un siglo de pensamiento marxista. La importación Sexo es una palabra excesiva, razón por la cual subsis-
del modeló de análisis teórico de la economía social de la tirá, por más que le pese al género. Por exceso concreto, y
producción hacia la economía social de la reproducción por exceso abstracto, a la lengua francesa no le falta imper-
se llevó a cabo a principios de los años 1970. Ligar p~()­ tinencia. El alemán Geschlecht, que puede expresar a la vez
d~~~ió_J:l y reprodllc.~ión supuso un avance crucial para el sexo y género, nos llevaría aún más lejos. Y estaría muy
pensamiento feminista. Dicha transferencia epistemológi- bien que así fuese.
ca merecería, como tal, algunos comentarios y distancia-
mientos4 . En efecto, o bien se trata de una continuación
lógica del análisis marxista, incluyendo finalmente, así, PRESENCIA DEL FUERA DE CAMPO
mediante el materialismo utilizado en la crítica del capita-
lismo, la relación de los sexos en su funcionamiento social Seguidamente pasaremos a preguntarnos por aquello
global, o bien se trata de una distorsión voluntaria que que ha ocurrido aguas arriba, aquello que ocurrió con an-
afirma una clara pero simple analogía entre la producción terioridad, antes del final del siglo xx, y que permitió el
de las cosas y la reproducción de los seres. Inclusión en la inicio de este trabajo de investigación, de pensamiento, de
teoría marxista o comparación estimulante, poco importa: teoría, gracias a la acumulación de saber, una tarea con-
si queremos conservar la fórmula «relaciones sociales de temporánea al movimiento feminista de los años 1970. De-
sexo», hay que volver absolutamente de nuevo sobre el hecho tengámonos, pues, enJa cuestión misma del campo de pen-
samiento, a partir de algo que se estableció, en principio,
4 Véase la reflexión introductoria de la revista Actuel Marx. «Les como simple ámbito de conocimiento.
rapport s sociaux de sexe» [dossier], núm . 30 (septiembre de 2001) : Habrá que retomar la larga historia del pensamiento
A. Bidet-Mordrel y 1. Bidet, «Les rapports de sexe comme rapports so-
ciaux», págs. 13-42. occidental: el sexo (o, a partir de ahora, el género) es el gran

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ausente de las cuestiones filosóficas reconocibles, un desco- funcionaba como algo fuera de campo. Fuera de campo:
nocido en la organización de los conceptos puestos en jue- fuera del campo de los grandes interrogantes de la humani-
go desde la Antigüedad. Si exceptuamos la palabra «amor», dad, a la intemperie de aquello instituido como pensamien-
inserta efectivamente en las temáticas filosóficas, no hay to. Pero, como todo lo fuera de campo, con una presencia
ningún filosofema «sexo» que designe una cuestión, o un propia. El fuera de campo, en el cine, se produce cuando la
problema, de los que un manual de filosofía pudiera dar cámara determina un marco de la imagen filmada sin igno-
cuenta mediante un florilegio de textos a lo largo de los si- rar lo que ocurre en el exterior, sobre todo el sonido, pero
glos. En consecuencia, nada, incluso si una lectura atenta no solamente el sonido. 0, como nos dice Gilles Deleuze,
de los filósofos nos permitiese localizar algo en las notas a «todo encuadre determina un fuera de campo»6. Esto sig-
pie de página, pasando por digresiones misóginas, más fre- nifica considerar el fuera de campo como aquello que se
cuentes que las feministas, y también por los debates sobre deja fuera de la mirada elegida. Ahora bien, continúa el
el eros del sujeto que filosofa o sobre la unión sexual favo- filósofo, el fuera de campo puede calificarse de dos mane-
rable o perjudicial para el pensamiento. Podríamos añadir ras, por lo infinito y por lo inmanente. Así, aplicándolo a la
las reflexiones sobre la familia y la economía doméstica ... reflexión a propósito del sexo/género, la inmanencia sería
Pero nada nos permite reconocer un objeto filosófico como la presencia invisible de las mujeres y de lo femenino como
talo un campo de pensamiento delimitado por unas refe- un subtexto de la filosofía, como han dicho ciertas teóricas,
rencias conceptuales. «Vaya idea» trabajar sobre este tema, con un estatus de rechazado del lagos occidental, incluso
me comentó un día una colega filósofo, dando a entender de exclusión del discurso, como han establecido otras, o
de este modo que no se trataba de una idea seria ni respeta- incluso de desorden en los textos, digresiones dispersas,
bleS. De ahí la novedad, hoy, con el vocablo «estudios de como yo misma he sugerido. Y así podríamos considerar,
género», que me gustaría subrayar de nuevo. El rechazo por consiguiente, lo infinito del fuera de campo como una
hacia estos estudios pertenece ya al pasado. presencia que aturde.
Ahora bien, si ha existido una dispersión del asunto De ahí la importancia de conservar la palabra «sexo»
en el léxico de la investigación: el sexo en la vida humana es
cación de las ocurrencias, es porque este objeto de reflexión siempre un exceso, tanto su «parte maldita» como su dis-
frute. El sexo desborda, los reaccionarios lo han entendido

5 Véase G. Fraisse, La dif./f:l'ence des se.,es, 1996, retomado en A cúté c/u


gen re. sl!Xe et plzilosuplrie de /'égaliré, Lormont, Le Bord de rEau, 2010, púg. 15 (, G. Deleuze, L'il17age-l11ouvement, París, Les Éditions de Minuit, 1983,
[trad. esp.: La dilerencia de los sexos, Buenos Aires, Manantial, 1996]. pág. 29 [trad. esp.: L({ imagen-movimientu, Barcelona, Paidós, 1984).

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perfectamente, y provoca desorden. El sexo es mucho más pasado, allí donde dicho eje operaba sin ser aprehendido,
que la sexualidad. Exceso y desorden, infinidad desbor- sin ser identificado con claridad. Un ejemplo inquietante
dante.de lo sexual y ubicuidad inmanente del sexo, he aquí sería el de los neologismos propios de la cuestión demo-
la razón por la cual dicha cuestión, la del sexo/género, ha crática de la igualdad de los sexos: en el siglo XIX, fue el
quedado fuera de campo desde la noche de los tiempos y el lenguaje médico el creador de la 'palabra «feminismo»,
alba de la filosofía, o incluso como un asunto sencillamen- con el fin de calificar a un joven muchacho cuyo desarro-
te tabú, tanto para la sociedad como para el pensamiento. llo, femenino, se había detenido, mientras que el lenguaje
El fuera de campo está efectivamente ausente del marco polític<? pasa a apoderarse del término inmediatamente
establecido, pero no pierde su eficacia en el espacio real que para calificar (de modo contrario) a la mujer que lucha
ofrece dicho marco. La invisibilidad (ya sea inmanencia por sus derechos de «virago», mujer masculina 7• Inquie-
implícita o infinidad del sentido) no significa que no sea tante porque, cien años más tarde, es también el lenguaje
nada. médico el que formaliza el término de «género» para com-
Una constatación previa y esencial: el fuera de campo prender a los seres que escapan a la simple clasificación de
no va a desaparecer con la construcción de un campo. Y mujer y hombre, los intersexuales y los transexuales. Poco
esto no solo es válido para ahora, en los primeros pasos del después, las feministas, las investigadoras anglosajonas se
descubrimiento de un nuevo espacio de saber y de pensa- servirán de él con fines de epistemología política. ¿Por qué
miento, como algo que se fundiese progresivamente en la comparar el surgimiento de estos dos neologismos a un si-
elaboración conceptual y temática, en el establecimiento de glo de distancia? Porque la ciencia médica, ámbito donde
una ciencia, en resumidas cuentas, en su institucionaliza- el problema de los sexos y de las identidades se plantea, ha
ción. El fuera de campo, de todos modos, siempre estará sido invitada, por dos veces, al vocabulario político de la
ahí, precisamente porque se trata del sexo. era democrática. ¿El vocabulario de la ciencia médica pues-
to al servicio de la historia política? Podríamos sorpren-
dernos o, al contrario, no sorprendernos, si situáramos de
LA NOVEDAD nuevo dichas novedades en el tiempo de la democracia con-

Desde luego, la novedad es constatar que el eje de la re-


-flexión sexo/género viene a instalarse como algo visible, re- 7 Véase G. Fraisse, Muse de la misan, démocratie et exclusion des fem-

conocible, incontestable. Y, sin duda, ello hace posible desde mes en Fmnce, [Aix-en-Provence, Alinéa], 1989, Folio-Gallimard, 1995,
pág. 31 S [trad. esp.: Musa de la ra::ón: la democmcia excluyente y la diferen-
ahora la exploración del fuera de campo, en y a partir del cia de los sexos, trad. de Alicia H. Puleo, Madrid, Cátedra, 1991].

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temporánea que cruza la reflexión sobre los individuos, sexos hay?, ¿qué diferencias encontramos entre ellos?, o no
como parecidos, con los sexos como condiciones diferen- encontramos), de sociología (relaciones sociales de sexo,
tes. Sin duda, porque no es fácil pensar los sexos a partir de aunque no exclusivamente), y de filosofía (aprovecho para
la noción de similitud (y, desde ese momento, desde la recordar mi hipótesis expresada con anterioridad: la atem-
noción de igualdad, su corolario ineluctable), la medicina poralidad supuesta de los sexos hay que considerarla como
; I es capaz de inventar un vocabulario que puede sustentar un obstáculo importante para la constitución de un saber;
lo político; incluso si dicho apoyo ha sido, en cada oca- su historicidad queda pendiente de ser demostrada paso a
sión, absolutamente imprevisto, completamente involun- paso, lejos del envejecido modelo naturaleza/cultura).
tario. Extraordinario ejemplo paradójico de escritura de Así se explica el deficiente debate sobre la citada «teo-
la historia ... ría del género»: puesto que la teoría queda, en este caso,
De este modo, la polémica actual a propósito del matri- descalificada, n::~aj~da al rango de ideología, a saber, que
monio homosexual, de las sexualidades y de las identidades no se trata de una propuesta rigurosa de interpretación del ¡
sexuales debe ser vinculada a los efectos de la acumulación mundo, sino de un discurso que generaliza una simple opi- I

de saberes en un nuevo espacio de inteligibilidad. La ciencia nión. Una ideología es un enunciado totalizador que dis- i
va al encuentro de la política, la reorganización de conoci- fr~za una parte de la realidad para imponer representacio-
mientos alimenta la política. Podemos, pues, de paso, clari- nes globales a aquellos que, justamente, están insertos en
ficar el debate en curso: sí, el género es un concepto, un un fragmento de realidad concreta. La ideología es tam-
instrumento de trabajo (nos sirve, como una lupa, para ver bién una práctica de dominio, un pensamiento engañoso
mejor, conocer, saber); sí, podemos hacer teoría (y no una que erige un discurso parcial como verdad para todos. En
teoría), es decir, enunciar hipótesis, multiplicar las síntesis el presente caso, oímos inmediatamente en dicha «teoría
explicativas. Instrumento de trabajo y apuesta teórica vie- del género» la obsesión por lo sexual, la homosexualidad y
nen a coincidir en el seno de esta novedad. y, contraria- la afirmación de la indiferenciación de los sexos, cuando
mente a aquellos y aquellas que los oponen, con el concep- habría que escuchar nuevos conocimientos, los de la cien-
to como instrumento, enfrentándose a la teoría como in- cia de lo físico, así como aquellos vinculados al régimen
terpretación, habría que hablar de evidencia científica. El democrático. De paso, se mezcla, de manera completa-
hecho de pasar del método a la epistemología o de la re- mente intencionada, orientación sexual y confusión (su-
flexión crítica a la proposición teórica indicaría sencilla- puesta) de los sexos, como si ambas cosas fueran necesaria-
mente una lógica científica, porque lo que cuenta ante todo mente de la mano. En 2011, la polémica en torno a los ma-
es la producción de saber, ya se trate de biología (¿cuántos nuales escolares superpuso, voluntariamente, ciencias de la

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vida (es decir, del conocimiento) y educación sexual (acom- (mujeres/hombres) a las cualidades (femenino/masculino);
pañamiento de los alumnos y no instrucción). En 2013, en 1900, la sociología y el psicoanálisis permiten disociar
vimos cómo el proyecto de igualdad de las parejas homo- claramente los seres sexuados de las cualidades sexuales;
sexuales era tapado con discusiones denominadas antro- en 2000, son las dualidades y lo binario lo que es puesto en
pológicas. En un caso, nos deslizábamos del saber a la se- tela de juicio por ser considerados por los nuevos investiga-
xualidad para neutralizar mejor los nuevos conocimientos, dores como múltiples y móviles. Es la razón por la cual
y en el otro caso se recorría el camino inverso, pasando de tomé por costumbre hablar de «categoría vacía», tanto
la sexualidad al saber para impedir de manera más efectiva para expresar el carácter empírico de la dualidad de los
una igualdad de derechos. En ambos casos, la sexualidad sexos, de los seres sexuados como cuerpos (así pues, su «ca-
resultaba perdedora por el hecho de ser caricaturizada, y el tegoría»), como de los atributos de identificación sexual,
saber quedaba descalificado incluso antes de convertirse en ya distribuidos por la sociedad, ya decididos por el indivi-
accesible. duo, con un «vacío» como fondo. Quedando solo una for-
y durante este tiempo, todo nos llegaba del sustrato ma sin contenido previó.
democrático, de aquello que el principio «igualdad» pro-
duce en el ejercicio mismo del pensamiento. La igualdad de
los sexos está en constante evolución, la mayor parte del LA EMANCIPACIÓN
tiempo es positiva (pero no siempre), conlleva, pues, análi-
sis e interpretaciones. Todo ello, hay que insistir, es repre- Pero, entonces, ¿por qué el modelo naturaleza/cultura
sentativo de la ·producción de conocimiento y no de la ex- sigue presentándose tan activo, incluso en el campo de los
presión de opiniones. Se trata de ciencia y no de convicción. «estudios de género»? Posiblemente a causa de la historia
Lo más importante es reconocer simplemente que existe reciente del feminismo. Los estudios nacidos con el femi-
una materia capaz de ser entendida, algo sin duda prove- nismo de los años 1970 trabajaron en dos direcciones, a
choso para todo el mundo. Incluso los posrevolucionarios partir del pensamiento de la emancipación de las mujeres,
de principios del siglo XIX, a quienes alteraba la idea de la y mediante el análisis del dominio masculino. Se mezcla-
confusión de los sexos fruto de un pensamiento democráti- ban ambos, y para poder distinguir claramente aquello que
co, se tomaron el asunto con más calma. Por mi parte, pue- causaba la ruptura, aquello que acompañaría el movimien-
do dibujar la evolución del problema de la indiferenciación/ to político de liberación de las mujeres, la idea de despren-
confusión de los sexos a partir de tres referencias muy sen- derse de la naturaleza (la contracepción y el aborto desem-
cillas: en 1800, los médicos filósofos superponen los seres peñaron un papel fundamental) fue esencial. Este modelo

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de investigación, bien anclado en las ciencias humanas del cia, de la deconstrucción, del desvelamiento, o, al contra-
siglo xx, fue el acompañante de un movimiento político. rio, de la afirmación, del desplazamiento, de la subversión?
De ahí su imposición. Esta problemática, que excede ampliamente la cuestión
Desgraciadamente, este recurso a un punto de referen- sexo/género, está sin embargo muy ligada a ella. Es esen-
cia sólido, incluso incontestable, ha tenido unas consecuen- cial. ¿Debemos denunciar absolutamente el dominio para
cias problemáticas. La primera ya ha sido indicada con an- poder, una vez establecida su realidad, contestarla y, poten-
terioridad: habría que separarse lo máximo posible de la cialmente, destruirla? ¿O habría, al contrario, que partir de
naturaleza (así pues, del sexo) para poder hacer gala de in- los discursos y prácticas de la emancipación, y desarrollar
ventiva teórica gracias al concepto de género, inventiva re- la complejidad del cuestionamiento de un orden estableci-
doblada con una crítica de las desigualdades ligadas al gé- do, en nuestro caso el orden sexual, jerárquico y motor de
, nero. Solamente deberíamos interesarnos, pues, por la cul- desigualdades? Ello supondría entonces que la emancipa-
. tura, por la construcción social del género, por las normas ción se mostraría no solo en su complejidad, sino también
. que acompañan necesariamente al ejercicio del dominio en sus contradicciones, contradicciones con los pensamien-
masculino. Todas esas construcciones deben ser desvela- tos relativos a las otras igualdades, contradicciones inter-
das, desmontadas, deconstruidas. De ese modo, la crítica nas del propio feminismo. Ahora bien, los defensores del
llevada a cabo gracias al «género» establecería, es decir, análisis del dominio están sin duda persuadidos de que de-
probaría la realidad del dominio masculino y, sobre todo, beríamos aplicar, como una mecánica simple, el resultado
convertiría dicho dominio en el principal objeto de re- del análisis del poder, de las desigualdades, de las opresio-
flexión. En detrimento, y esto lo añado rápidamente, del nes y explotaciones, un automatismo político que, como
análisis de la emancipación. No se trata solamente de ha- consecuencia, permite transformar las cosas. Pienso que es
cer visible el dominio, sino que desvelar sus mecanismos totalment~ erróneo, Y podemos invertir el paso, para des-
debería ser la vía necesaria y eficaz de lucha en conÚa, por cub~ir-que el dominio se revela, muestra su perfil y sus in-
consiguiente, del combate a favor de. La emancipación se- tenciones en la otra cara de los análisis de los discursos de
ría, pues, una consecuencia lógica, sin necesidad de ningún la emancipación. Pero, de cualquier manera, partir de la
análisis como tal. Esta herencia de los estudios sociológi- emancipación misma supondría más bien una construc-
cos de la segunda mitad del siglo xx, que tiene en el desve- ción que una deconstrucción.
lamiento el mejor medio de acción y de transformación de
las cosas, no es, sin embargo, nada evidente. Ya lo he indi-
cado con anterioridad: ¿La acción provendría de la denun-

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