GOFFART, Walter - Los Barbaros en La Antiguedad Tardia

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LOS BÁRBA RO S E N LA A N TIG Ü ED A D TA RD IA


Y SU IN STA LA CIÓ N E N O C C ID EN TE
Walter G offart

Este estúdio versa sobre un proceso palmariamente pacífico y


tranquilo: la utilización y adaptación de la parafemalia, tanto militar
como civil, dei gobierno romano en el siglo v cuando algunos pue-
blos bárbaros pactaron asentarse en suelo perteneciente a las provin-
cias dei Império. Mererce la pena investigar con cierto detalle estos
acuerdos, pues pueden ser una valiosa fuente de información acerca
de la supervivencia en la Alta Edad Media de sofisticadas institucio-
nes estatales y de los regímenes de propiedad de la tierra en los pri-
meros reinos bárbaros. Si bien cabe abrigar ciertas dudas sobre la na-
turaleza pacífica y fundamentalmente continuista de la transferencia
dei dominio de manos romanas a manos bárbaras, no tiene sentido
discutir la supervivencia de un conjunto de pruebas que documentan
una adaptación legal de las prácticas gubemamentales romanas a las
nuevas exigências de godos y burgundios. La práctica totalidad de las
pruebas versa no sobre el momento de transición, sino sobre el status
quo de algunas décadas después dei comienzo dei dominio bárbaro;
a pesar dei paso dei tiempo y de la consolidación de los regímenes fo-
ráneos, la situación documentada aún deja traslucir su procedência
dei derecho público romano. Por nuestra parte, estamos en condicio­
nes de reconstruir el proceso de adaptación de los bárbaros en el seno
de las sociedades existentes en algunas^de las provincias occidenta-
les, así como de determinar las transformaciones dei sistema tributá­
rio bajo la nueva gestión.
En los próximos capítulos [dei libro de Goffart] irán surgiendo di­
versos temas cuyo telón de fondo son las invasiones bárbaras, pero,
^cómo debemos entender estas invasiones? Existen muchas narracio-
nes modernas disponibles que cuentan, aproximadamente, la misma
historia. Ninguna de ellas nos prepara adecuadamente para los ajus-

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siglos iv y vi y ai mando de los primeros reinos germânicos de Occi-
dente eran pocos en número, tanto su cohesión como su confianza en
sí mismos eran débiles, y sus habilidades escasas -todo lo cual cons-
tituye una decepción cuando se compara con las migracíones prolon­
gadas y masivas que se suponía características de su pasado3.
Es posible aprehender mejor las dimensiones de este problema to­
mando en consíderación algunos casos concretos. Los próximos capí­
tulos [dei libro de Goffart] se ocuparán dei momento en que visigodos,
burgundios y ostrogodos consiguieron erigir organizaciones estables
en suelo romano. SÍ tuviéramos que dibujar el telón de fondo de estos
acontecimientos, ^en qué punto debería comenzar la historia? Se
abren ante nosotros dos caminos muy diferentes; por cuál de los dos
optemos dependerá dei grado de calidad de las pruebas y de la escala
de las conjeturas y combínaciones que estemos dispuestos a tolerar.
Quienes sean muy estrictos cn la selección y tratamiento de las fuen-
tes se negarán a alejarse más allá de las deitas que hacen frontera con
el Império romano en el siglo rv d. C. En cambio, quienes admiten de
buen grado un abanico más amplio de documentaciÓn y gustan de re-
currír Hbremente a hípótesis y especulaciones, considerarán posible e
incluso conveniente alejarse hasta llegar a tierras escandinavas y re-
montarse hasta los tiempos prévios a la era crístiana. Esta gran dife­
rencia en el modo de abordar el período de las invasiones bárbaras me­
rece ser estudiada con detalle y profundidad, puesto que poco es lo que
se ha escrito sobre esta cuestión fuera dei mundo acadêmico alemáríb
Si se escoge la senda más conservadora, la cadena de aconteci­
mientos que finalizó en 418 con el asentamiento en la Aquitania ro­

3 Por Io que concteme al número: Schmidt, «Ursachen», p. 347, de acuerdo con


Hans DelbrOck, Geschichte der Kriegskunst, Berlín,31921, vot 3, pp. 300-314. En
cuanto a ía cohesión: píénsese en los múStiples casos de bárbaros que lucharon a fa­
vor de Roma contra sus companeros de tribu (generales francos en el siglo iv; Saras
el godo en tiempos de Alarico; las circunstancias de la disolución de los reinos vân­
dalos y ostrogodos: los que desertaban dei bando de los lombardos y se pasaban al de
los bizantinos; etc.). Confianza en sf mismos: véase infra, n. 54. Habilidades: E, A.
Thompson, «Early Germaníc Warfare», PP 14 (1958), pp. 2-29.
* Rotf HACftMANN proporciona una exposición selectjva, pero profunda de los
avatares de los Altertumskunde [estúdios sobre la AndgQedad] aiemanes recientes en Die
Goten und Skandinavien, Quellen und Forschungen zur Sprach-und Kulturgeschíchte
der germanischen Võlker, N. E 34, Berlín, 1970, pp. 145-220; cfr. la resena de T. M.
Anderson en Specutum 46 (1971), pp. 373-375. Igualmente reveladora es la defensa
de los métodos y las narracíones tradicíonales por parte de Emst SChwarz, Germanls-
che Stammeskunde zwischen den Wissenschaften; Constanza y Stuttgart, 1976, pp. 7-
53, y Zur germanischen Stammeskunde. Aufsãtze zum neuen Forschungsstand, Wege
der Forschung, 249, Darmstadt, 1972, pp. vii-xxx, 287-308 (este tiltimo, dirigido es­
pecíficamente en contra de Hachmann). Malcolm Todd, The Northern Barbarians,
100 B. C.-A. D. 300, Londres, 1975, pp. 19-29, 55 y passim, ofrece un sumario actua-
lízado de estas dificultades desde un punto de vista arqueológico.

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La exclusión en esta narración de cualquier pasado de los godos an­
terior a su asentamiento junto a la frontera romana no supone un agra-
vio comparativo en relación con puebíos que poseen historias más lar­
gas, ni tampoco pretende negar que poseyeran una cultura, identidad o
pasado arcaicos. Lo que sucede es que una narración histórica rigurosa
ha de basarse en un cierto mínimo de pruebas, no en una retahíla de hi-
pótesis; por mucho que uno desee escribir la historia antigua de los go­
dos, falta la base documental necesaria para esta empresa. En cuanto a
los relatos que han circulado sobre los primeros godos, los más impor­
tantes que nos han Uegado se acunaron en ía Constantinopla dei si-
glo xvi y, como cabia espesrar, no tienen mucho que ver con nuestros
critérios de lo que es una historia crefble. Si situamos estas historias en
el contexto cronológico y cultural adecuado, podemos interpretarias
como testimonios de un deseo altamente civilizado de reconstruir el
; origo gentis [historia de los orígenes de un pueblo]. Pero, dado que los
fundamentos de este tipo de narracíones descansan en siglos más pró­
ximos a nuestra época, sus contenidos están fuera de lugar en una in~
vestigación acerca de los antecedentes de los godos en la Aquitania dei
sigío V*6. Lo que está en juego en todo este debate no es una cuestión de
simpatia o antipatia hacia los bárbaros, los germanos o los godos, sino
una concepción dei método apropiado para recopilar y escribir legíti­
mamente la historia, a Ia manera moderna.
EI mismo talante conservador puede adoptarse para elaborar rela­
tos sobre ios burgundios y los ostrogodos. Los burgundios de los que

260-261, 266-268. Derramamiento de sangre en*la caída de Máximo: San Jerónimq,


Bpistolae, 60, p. 15, sín referencia explícita a los godos. Acerca de la identificación de
■puebíos nuevos con otros antiguos (los godos con los escítas), véase los valiosos, aunque
poco comprensivos comentários de J. Otto Maenchen-HslfÊn, The World of the
Huns, cá, Max KníGHt, Bericsley, 1973, pp. 5-9, (El nombre «vísigodo», que nosotros
asociamos con los seguidores de Aiarico, no aparece documentado hasta el siglo vr.) Fus-
tel DE Coulanges, Vmvasion germanlque et lafin de VEmpire, Parfs, 339l I, pp. 430-
431, subraya la díscontinuidad; Musset, Vagues germaniques, cíl, pp. 84-85, sostiene
que, tras veinticinco aflos en los Balcanes y once cn Italia, la poblactón vjsjgoda «n’est
toujours qu’une armée errante» [«no es más que un ejército errante»]; lo contrario afirma
Schmidt, Ostgemmen, cíl, p. 426 (fundamentalmente a partir de jIsidoro de SeYÍlla!).
Sócrates. EscolAstico, Historia ecclesiastica, 4, p, 8, transmite la idea constantinopoii-
tana de que, tras causar graves danos, los godos fueron barridos de los Balcanes.
6 La obra que contiene estos relatos sobre los primeros godos es, naturalmen
Jordanes, De origine actibusque Getarum (conocída como Geúca), ed. Theodore
Mommsen, AiGH, AA, V, sobre la que volveremos más adelante, A pesar de que jor­
danes escribía en latíri, era un autêntico bizantino, como queda patente en su crônica
de la historia romana (Romana, ed. Theodore Mommsen, MGH, AA, V). Acerca de las
narraciones sobre los orígenes, véase Eüas Bickerman, «Origines gentíum», Classi-
cal Phílofogy 47 (1952), pp. 65-81. Los textos.de Amiano, 15.9, acerca de los galorro-
manos, ilustran claramente cómo una narración de este tipo se aparta de nuestros cri­
térios. y expectativas.
ffi'

blando, bastante bien conocida, como cabría esperar de una tribu que
habitó de manera continuada dentro dei território dei antiguo Impé­
rio. Tras la muerte de Valamer, su hermano más joven guió a una
parte de su pueblo hacia el oeste, hasta liegar a fundirse con los go-
dos de Toulouse. El resto pasó a estar bajo el dominio dei sobrino de
Valamer, Teodorico, que sirvió durante mucho íiempo al emperador
Zenón, aunque más tarde consideró ventajoso instigar a sus partidá­
rios en contra de Odoacro, el «tirano» de ítalia (488). El último asen-
tamiento ostrogodo que recabará nuestro interés tuvo lugar después
de que los seguidores de Teodorico consiguieran arrebatar a Odoacro
el control de ítalia10.
En cierto modo, la brevedad de las raíces que atribuímos a godos
y burgundios supone el reconocimiento de nuestra ignorancía. Sin
duda, el pasado de estas tribus abarcaba una mayor cantidad de con-
tenidos relevantes, necesarios a fm de comprender en qué se convir-
tieron una vez dentro de las províncias dei Império, pero no dispone-
mos de la información adecuada. Sin embargo, la deficiência de las
fuentes no es el motivo principal que justifica la exclusión de las re­
ferencias a siglos anteriores. No tenemos ningún motivo para pensar
que el pasado remoto pesara más sobre los bárbaros que sobre la po-
blacíón romana alfabetizada, Los acontecimientos que tuvieron lugar
en el Império durante el siglo iv muestran una notable indiferencia
frente a los precedentes históricos; .las historias más ambiciosas es­
critas en el siglo v tan sóío se remontan a los tiempos de Constan-
tino11. Los autores modernos no consideran indispensable retrotraerse
basta Augusto, Trajano o Galieno como elementos relevantes para en­
tender la batalla de Adriandpolis y sus consecuencias, asf como tãm-
poco creen oblígatorio acompanar una descripción de la formación
dei Império romano con una de su decadência. Según los estudiosos
de ias tradiciones orales que sobreviveu en África en nuestro siglo,
una tribu conserva memória de los territórios que habitaba antes de la
última migracíón, pero no de los anteriores12. Si este descubrimíento

10 Jordanes, Cética, cit., pp. 268-269, ofrece un relato itueligible de Io que su-
cedió a continuación; cfr. Musset, Vagues Germaniques, ciL, pp. 92-93.
!) Las crônicas de Eusebío y san Jerónímo, así como los Breviaria de Eutropso
y Festus, son buena muestra de Ia cantidad de historia de Ia que el siglo tv era capaz
de prescindir. Constantino como comienzo: las historias eclesiásticas de Filostargio,
Sócrates Escolástico, Sozomen y Teodoreto (anteriores a 450); el derecho romano re-
cogido en el Código deTeodosto II (publicado en 438); los capítulos introductorios a
Ia Historia perdida de Malco de Filadélfia (finales de! siglo v); y el último libro de la
Crônica perdida de Hesiquio de Míieto (ca. 518). En relación con Malco y Hesiquio,
véase Wilhelm Christ, Wilhelm Schmjd y Otto StÍ hun, Geschichle der griechiscken
Literatur, parte 2, %* mitad, Munich, *1924, pp. 1036,1039.
12 Yves Pearson, «Chronology and Ora! Tradition» (1962), irad. inglesa de Su-
san Sherwin, en Martin Klein y G. Wesley Johnson (eds.), Perspectives on the Africm

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hacia la que seguían avanzando -como en el caso dei «viejo objetivo
de los pueblos errantes indogermánicos»- y que, durante mucho
tiempo, los romanos constituyeron un obstáculo en e! camino hacia su
consecución15. Aunque no se haga referencia explícita a ninguna meta,
sí suele admitirse que existió una conexión entre todas las tribus bár­
baras que hablaban dialectos germânicos y las actuaciones de una de
eílas se consideran significativas para la comprensión de todas las de-
más. Así, tras el desastre de Varo el ano 9 d. C.,

la Germanía libre se conviitió en un duradero peligro para el Império


romano, que trató de conjurarlo reforzando Ia frontera El reclu-
tamiento de germanos para el ejército romano sólo llenaba los vacíos
de fonna temporal y no se pudo evitar que, a partir de comienzos dei
siglo v, las tribus germânicas emprendieran la construcción de esta-
: dos propios en suelo dei Império romano16,

■Líneas como éstas entranan un peligroso anacronismo. La unidad


de los pueblos germânicos es un fenômeno que se remonta, como
muy: pronto;-al siglo IX; aunque Tácito escribíera sobre Germanía
(ca’-98 d.C.); jamás imaginó que los pueblos sobre los que escribía
formaran algo más sofisticado que un conjunto de múlüples tribus de­
sunidas17; sin embargo, toda la palabrerfa de nuestros Hbros acerca de
germanos que se enfrentan y luchan contra el Império romano suele
suponer la idea de una única entidad coherente que permanece al otro
lado de la frontera romana y abriga ambiciones y aspiraciones unifi­
cadas frente al Império. Por este motivo, en una resena sobre la obra
de un autor contemporâneo que había compilado observaciones ro­
manas acerca de las invasiones bárbaras, se le reprendia por propor­

ls. Hermann Auben en Neue Propylãen-Weltgeschichte, ed. Willy Andrea, vol. 2,


Berlín, 1940, p. 78. Tanto en esta cita, comà en todas las demás, la trãducción es mia.
La narración de Aubin (pp, 52-78) es un relato colorista de ía Vdlkenvanderung [des-
plazamiento de los pueblos]. Por lo que toca á la cuestión de una meta o dei irresisti-
ble atractivo dei sol mediterrâneo, véase I>iesner, Vòlkerwanderung, cit., p, 70.
lí Schwarz, Zur gcrm, Siammesk., cit., p. xviii. Fuera de Alemania circulan re­
latos dei mismo tipo; véase, por ejemplo, Daniel D. McGarsy, Medieval History and
Civllization, NueVàYork, 1976, pp. 69-70.
. 1 7 Hemz Lõwe en Bruno G ebhardt, Handbuch der deutschen Geschichte,
Stuttgart, *1954, p. 79, contempla la posibilidad de una cesura entre los pueblos
germânicos, incluídos los germanos oríentales dei período de la invasión, y los
comienzos dei pueblo alèmán (deutsche) en et siglo ix -una organízación dei mate­
rial realmente novcdosa si ia comparamos coh la séptima edicíón dei Handbuch de
Gebhardt de 1930, Tácito, Germanía, 33 es el locus classicus acerca de la desunido;
el esquema basado en doscientos diez afios de guerra entre Roma y los pueblos ger­
mânicos (Germanía, 37) que subyace a ciertas narraciones modernas, como la citada
más arriba (notas 15-16), deriva su unidad de la perspectiva romana desde la que fue
escrito. Sobre la controvertida continuidad de las tribus, véase ínfrn, n, 30.

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y en Polonia algo más tarde. Los godos procedfan originalmente de
la región báitica. Las migraciones posteriores desde esta regtón co-
menzaron a ejercer presión sobre ellos, por lo que emprendieron ca-
mino hacia el sur y ei este. Al sur se encontraron con los vândalos y
!os burgundios, la periferia dei «vecindario» firmemente asentado aí-
rededor de la frontera romana, Los godos continuaron movténdose al
sur y al este hacia Ucranía, pero su avance y las presiones de los gé-
pidos que segufan sus pasos aíteraron los ásentaimentos territoriales
de otros pueblos y precipitaron el movimiento masivo de otras tribus
hacia territórios adn más próximos a la frontera romana20.

El modelo manifiesto en este texto es el de la secuencia cronoló­


gica: vândalos y burgundios en primer lugar, luego godos, fmalmente
gépidos. Los godos proporcionaron el impulso que, segün el pasaje
citado, precipito el «deslizamiento» hacia el oeste de los burgundios:
a su vez, el ataque de los gépidos forzó el desplazamiento de los go­
dos hacia eí sudeste. Y como puede leerse en otros sítios, este último
movimiento importunó de tal forma a los pueblos de la frontera ro­
mana, que íes hizo lanzar una gran ofensiva a través de los confines
dei Império; Marco Aurélio, a la sazón emperador, tardo anos en sub-
yugar estos ataques y en restablecer Ia frontera norte. Según los his­
toriadores modernos dei Império romano, el reinado de Marco Auré­
lio [161-180] supuso el punto de inflexión entre la fase más calmada
en la defensa dei Império y Ia fase más dificultosa, y el movimiento
de los godos fue el causante indirecto de esta mutacíón crucial21. La
secuencia cronológica que se supone que siguieron los godos se con-
vierte fácilmente en un encadenamiento causai influido por la típica
idea dei pânico que se propaga entre la multitud22. La preeminencia
de los godos se debe también a que ellos fueron el objeto de la primera
«historia de los bárbaros». Esta narración situaba su hogar primitivo

20 Peters, Europe, cit, p, 42; cfr. Musset, Vagues germaniques, cit, pp. 80-82.
21 Acerca dei movimiento de los godos como causa índifecta de la ofensiva con­
tra el Império; Schmídt, «Ursachen», cit., p. 341; Aubin en PropyldenAVèltgeschichte,
vol. lí, pp. 56-57; Musset, Vagues germaniques, cit, p. 52. George Kossack nos ofrece
una descripción algo menos decidida en Fergus MíllaR, The Roman Empire and !ts
Neighbours, Londres, 1967, pp. 317-318. Una defensa típica de la tesis de que se pro­
duto un punto de inflexión en la época de Marco Aurélio es el artículo de M, I. Finley,
«Manpower and the Fal] of Rome», en C. M. Cipolla (ed.), The Economic Decline of
Empines, Londres, 1970, p. 86. ToDD, Northern Barbarians, cit,, p. 210, aprueba esta opi*
nión sin aclarar si hay o no evidencia arqueológica que la sustente.
22 Ferdinand Lot, Les invasions germaniques. Paris, 1935, cit., p. 322; las pri-
meras tribus «se vieron obligadas a avanzar debido a la presión que ejercían las tribus
que marchaban tras ellas» y, en consecuencia, todo pueblo que penetrara en el mundo
romano era «empujado hacia delante dei mismo modo en que un hombre, inmerso en
la comente de una muchedumbre enloquecida, se verá arrojado sobre otro hombre y
ejercerá sobre éste una presión tanto más itreslstíble por ser involuntária».

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extranjeros a los que no pudieron resistir25. El hecho de que los es­
lavos ocuparan a continuación las tierras abandonadas por los ger­
manos dei este, deja bien claro que los desplazamientos al interior
dei Império romano de los siglos iv y v no pudieron ser fruto de una
presíón continuada de Ia inmigración germânica desde ei norte, es-
pecialmente cuando esa inmigración había tenido lugar mucho
f tiempo atrás. La imagen de un barbaricum masíficado, repleto de
gente empujada freneticamente por recién llegados que se abalanzan
'continuamente sobre los demás, resulta bastante entretenida pero, ai
: menos para un historiador «conservador», carece de pruebas que la
sustenten.
‘ '■ Los ejemplos citados sobre burgundios y godos son también dig­
nos de atención por lo que revelan acerca dei modo en que los aca­
dêmicos modernos han trazado los caminos de cada tribu. En primer
lugar, está la naturaleza compuesta e hipotética dei relato. Según la
versión de Musset, la pista de los burgundios puede rastrearse hasta
Escandinavia porque «sus tradiciones», compiladas en una'hagiogra-
fía dei siglo vui, así Io muestran; porque «su dialecto germano orien-
■tal» -dei que no hay pruebas, excepto en el caso de ciertos nombres
propios y topónimos que los fílólogos modernos consideran burgun­
dios- «tenfa muchas afinidades con el de los godos»; y porque en Es­
candinavia hay algunos lugares cuyos nombres, recogidos por pri-
mera vez en la Baja Edad Media, se parecen a la voz «burgundio». De
los burgundios también se ha sostenido que habitaban cerca dei Bál-
vtíco o en Polonia porque el nombre de la tribu aparece en una lista de
tribus germânicas en la Historia natural de Plínio. La ubicación de
estas tribus ha suscitado numerosas discusiones modernas. ^Qué hay
de valioso en toda esta información? Ya hemos citado más arriba los
datos de la época acerca de lo que los burgundios pensaban de sus
propios orfgenes: no eran escandinavos, ni polacos, ni procedían de
ningún otro lugar remoto. La hagiograffa de época muy tardia de la
que disponemos contiene un préstamo literário de !a historia de los*

34 Según E,. A, Thompson, A Hisiory of Aitila and the Huns, Oxford, 1948,
p. 28, «generalmente se acepta» que los hunos impulsaron ei paso dei 406 (citando a
■Gibbon); una afirmación similar'aparece en Diesner, Wlkeranderung, ciL, pp. 126-127.
■Argumentos cxplícitamente en contra aparecen en Schnüdt, «Ursachen», pp, 349-50
y Maenchen-Helfert. World of lhe Huns, tiu, pp. 60-^61 (Radagaíso), pp. 71-72. Un pa-
saje romano acerca de la presíón aparece en Historia Augusta (en adelante HA), Marcus
Aurelius, 14, 1: «Victualis et Marcomannis cuncta tuibantibus, aliis etiam gentibus,
quae pulsae a superoribus baibarís fugerant, nisi reciperentur, bellum inferentibus»
(«Tanto los victuales como los marcomanos estaban desorganizándolo todo y otros
pueblos, que habían buído bajo la presíón de otros bárbaros más lejanos, amenazaban
con hacer la guerra si no se les permitia entrar»]; no obstante, cuando se escribieron
estas Ifneas, los hunos ya habían expulsado a los godos.

62
además* iejos dei Báltico30. No tiene sentido negar ias primeras mi-
graciones burgundias; pero lo que sí es cuestionable es tratar de com­
binar evidencias escasamente convincentes con el objeto de lograr su
confirmación. ^Acaso progresan nuestros conocimientos sobre los
bárbaros con ello?
Rios de tinta han corrido en tomo a la historia de los godos antes de
su llegada a las comarcas dei sur de Rusia, donde entraron en contacto
con el Império Romano. Una cuestión de importância crucial para los
estudiosos de Jordanes, el godó bizantinizado que escríbió la primera
historia de los godos, es la credíbilidad de sus primeros capítulos: en
especial, de la reclamación de unos orígenes escandinavos31. Parece
que sólo hay una respuesta admisíble. De hecho, el haber adopíado un
enfoque alternativo le valió al autor de un reciente libro de talante mo­
deradamente critico una severa reprimenda por parte de un destacado
portavoz de los estúdios tnba\e${Stammeskunde) germânicos:

Hachmann se toma muchas moléstias [...] con el objeto de esta-


blecer como germanistas, historiadores y prehistoriadores desarrolia-
ron un «mito de Escandinavia» -Escandinavia como patria de las tri-
bus germânicas [...] [Pero] uno debe evitar las fuentes secundarias
cuando existen fuentes primarias disponibles. El informe de Jordanes

30 Una vez más, cfr. Courtois, Vandales, ciL, pp. 21-28, que tiene el gran mérito
de comenzar exponiendo las pruebas de Ias que dispone, junto con oportunos comen­
tários en tomo a la naturaleza de pueblos y tribus (pp. 26-27). La continuidad de las
Stãmme (tribus] es uno de los temas más delicados en las Altertumskunde alemanas;
adviértase la seguridad de Schmidt, Ostgermamn, cit., p. 85; Schwarz, Germ, Stam-
mesk., cit., cojnienza con una mención a Ia fundamental crítica de Franz Steinbach
de 1926 (p. 7), pero después contínua, a la manera tradicional, tratando a cada tribu
como una entidad fija desde la prehistoria en adelante. Sobre este tema puede hallarse
más tnformaciòn en Gerold Walser, rasena en Historia 7 (1958), pp. 122-124. Las
arcaicas «tradiciones tribales» difíciímente se habrían trasmítido hasta autores como
Jordanes o Pablo Diácono, a no ser que las tribus constituyeran entidades continuas;
de ahf el reciente énfasis en un Traditíonskern (núcleo de la tradiciónj persistente
(Schwarz, Zur germ. Stammesk, cit., p. víii); véase, en contra de esta postura, Ia opor­
tuna crítica de FrantíSek Graus H. Ivita en Historia 7 (1963), pp. 188-191.
31 En lo$ ailos en los que solfa pasarse por alto, por ejemplo, que Jordanes y
Procopio vívían en el mismo lugar y durante la misma época, se escribieron libros en-
teros en tomo a los capítulos dedicados a los orígenes godos: Curt Weibull, Die Aus~
wanàenmg der Goten aus Schweden, Gothenburg, 1958, con un saludable tono nega-
tívo; Josef Svennung, Jordanes und Scandia. Kritisch-exegetische Studien,
Estocolmo, 1967, -Hachmann ha recogido más material de Svennung acerca de este
mismo tema en Goten, cit., p. 529; Norbert Wagner, Getica. Untersuchungen zum
Leben des Jordanes und zur frühen Geschickte der Goten, Quellen und Fòrschungen
zur Sprach- und Kulturgeschichte der germanischen Võlker N, F. 22, Berlín, 1967;
Hachmann, Goten, cit., pp. 15-143; Gilbert Dagron, «Discourse utopique et récít des
origines, l: Une lecture de; Casstodore-Jordanès», Annales: Économies, sociêtês, ci-
vilisatiôns 26 (1971), cit., pp. 290*305.

64
aproximadamente el mismo carácter histórico que los relatos dei Gé-
’ nesis y el Êxodo; defender, sin más, que se trata de descripciones his-
' tóricas es tarea propia de fundamentalistas religiosos.
‘ No es difícil discernir eí inagotable manantial dei que surge tal de-
voción. Todo un proyectò global, el esfuerzo colectivo de generacio-
nes desde el siglo xvi está en juego:

Por lo que concieme a la historia en sentido estricto, hay que reco-


.......' “ nocer que fiie preciso un gran empuje intelectual para alejarse de la In-
■' " , ;imensa carga de :las convenciones bíblico-clásicas y para hallar un
■■ " 'punto de partida tndependiente para la historia alemana que no fuera e!
■' ■ orbis universus [el mundo «ecumênico» de la Antigüedad Crisüana].
■1 ■’ ■ Con todo, la investigación histórica alemana emprendió esta senda de
■ libcración desde [los tiempos de] e! Beato Renano [1485-1547] y
Wimpfeling [1450-1528] en adclante y ha conseguido alcanzarla35.

Otro comentarista, menos confiado, subraya la importância de do-


, tar de algün modo a la Germania carente de escritura no sólo de un
pasado, sino de una historia:

los informes de los escritores romanos han .de consíderarse un tanto


, _ partidistas y, dado que no contamos con fuentes escritas, hay que utili-
' . zar otras [fuentes] y esfoizarse así por Henar las lagunas de los antiguos
; testimonios. A ojos de un historiador de la antigüedad esto puede pa-
recer peíígroso e inaceptable, puesto que sólo conoce sus fuentes, de
las que trata de êxtraer la mayor cantidad postble de material creíble.
iPero es este un fenômeno exclusivo de lo que entra en el campo vi­
sual romano? ^Acaso no es evidente que en los siglos que rodean el na-
cimiento de Cristo pasaron infinidad de cosas en el mundo germânico?
:ír Los autores griegos y latinos [..,] describfan las relaciones con
los germanos desde su propio punto de vista. Por consiguieme, es
responsabilidad de los Stammeskunde [estúdios tribales] alemanes li-
berarse a sí mismas, en la medida de Io posibíe, dei partidismo de es-
’ ■. tas fuentes, aunque lógicamente no es tarea fácil36.

■=:. De este enfoque se deduce que los estudiosos de hoy èn día con-
tindan teniendo obligaciones de peso. La convicción de que en el

■ : 33 Hermaim Aubin, «Zur Frage der historischen Kontinuítãt irrs AJlgemein», en


■ su Von Altertum zum MUtelalter, Munich, 1949, p. 70. ^Podía Ia historia desarrollarse
; al margen dc la comente principal dásico-bíblica de técnicas históricas? Por ejemplo,
■ ^existe o podría existir una historia africana independiente de Ia historia europea? La
afirmación de Aubin tiene valor por cuanto nos fuerza a elegír si respaldamos o no tal
' planteamiento.
36 Schwarz, Germ. Stammesk., cit., pp. 24, 27. La primera parte de esta cita es
; una crítica a Gerold Walser, Caesar und die Germanen, Historia, Einzelschriften, H. 1,
Wiesbaden, 1956.

66
Ias historias generales de las invasiones bárbaras; son, de hecho, un
fragmento fundamental de estas últimas. En un pasado reciente se han
llevado a cabo grandes esfuenzos para construir una «temprana histo­
ria alemana» de la que derivaria Ia Aíemania medieval y moderna; y
los historiadores, al menos los de habla inglesa o francesa, apenas han
tomado medidas positivas para contrarrestar esta maníobra38. Eí pro­
blema ha sido definido con grau elocuencia:

el concepto de «germânico» es completamente vago y deriva de una


construccíón conceptual puramente acadêmica [de ía fiioiogfa ger­
mânica, una ciência moderna]. A quienquiera que coteje las fuentes
de ías áreas germânicas particulares -ya sean cartas, crônicas, íns-
cripciones, obras de arte, hallazgos arqueológicos, etc.-- forzosa-
mente habrá de impresionarle la gran variedad y Ia muíiipltcidad de
diferencias que impiden hablar de una «germanidad» (Germanen-
tum) en aquella época [...] La noción de «germanidad» unida, amo­
rosamente alimentada por la historiografia, combinada con el movi-
miento romântico, adn acostumbra a hacer su aparición en la
escritura histórica, a pesar de que los postulados que subyacen a este
constructo fueron desbaratados hace ya muho tièmpo [...] Por des-
gracia, el espectro de la «germanidad» todavia sigue rondando por las
cabezas de estudiosos y demagogos políticos -fuera de ías cuales ja-
más exístió39.

En estas líneas críticas está implícita la afírmactón de que si el


concepto anacrônico e insostenible de Germanentum ha de ser extir­
pado de raiz, la historia que escribamos habrá de reflejar explícita­

38 La excepción francesa es la destacada obra de Fustel de Coulanges Invasion


germümgue, Los herederos de este enfoque han sido Alfons Dopsch (en parte) y Henri
Pirenne (que sorteó la cuestión de las invasiones); en Francia, medievãlístas reputa­
dos como Lot, Marc Bloch o Louis Halphen tomaban Aíemania como punto de par­
tida para sus historias de los puebíos bárbaros en lugar de partir de Fustel, cuyas pro-
meteüoras intuiciones dejaron sin desarrollar,
. ‘ En su nueva historia de Aíemania, Josef Fleckensteen omite el típico relato de la
Vòikenvanderimg y comienza con un, en principio oportuno, capítulo de sociologia his­
tórica («Díe soziaíen Grundlagen»); Joachim Lenscher (ed.), Gnmdlagen und Beginn
der deutschen Geschichte, Deutsche Geschichte, vol. L Gotinga, 1974, pp, 17-32. Sin
embargo, a pesar de la elevada calidad de la exposición, un capítulo inicial de este tipo
no hace más que reemplazar el Êxodo tradicional con un relato de. índole igualmente mí­
tica -una suerte de jardfn dei Edén germânico. El controvertido postulado de Aubtn
(n. 35) acerca de «un punto de partida independiente para la historia alemana que no
fuera ei orbis umversus» sigue en pie.
39 FrantiSek Graus, Volk, Herrscher und Heilíger im Reich der Merowinger,
Praga, 1965, pp. 23-4. Cfr. Stanley, Search, cit, p. 91; «Grimm y todos sus seguidores
[contemplaban] Ia antigüedad germânica como una civil szación corrtún a todos aque-
llos que hablaban lenguas germânicas, una civíüzación a ía que todos se habrian man-
tenido aferrados tenazmente a través de los siglos».

68
tieron -lo que, evidentemente, es d eito-, sino cuál es la fundem que
se les asigna en los relatos modernos. Como espero que habrá que­
dado patente a partir de los casos a los que se ha pasado revista hasta
aqui, Ias migraciones han funcionado como autênticos dmtentos de
la teoria de la temprana unidad germânica; cuando se rastrea su ori-
gen con devoción ortodoxa, termina por conducir a la Escandinavia
prehistórica como patria única, el seno materno común que derramó
su progenie sobre una Europa expectante43. Al aferrarse a la idea de
ías migraciones, que son comunes a numerosos períodos y pueblos, y
al enfatizar su importância, los historiadores hah engendrado una en-
tidad temática que comienza, como muy tarde, con los cimbrios y los
teutones desplazándose hacia el sur un siglo antes de Cristo y finaliza
con la invasión de Italia por los lombardos en 568 d. C, Esta es la fa­
mosa «era de las migraciones de pueblos, que debe servir para enten­
der no sólo el período posterior a la invasión de los hunos de 375 d. C.,
sino todo el período que va dei primer siglo a. C. en adelante»44. $e-
rán necesarios muchos esfuerzos para borrar de nuesíro horizonte
mental estas huellas tan profundamente incrustadas, pero hasta que
no sé consiga, no cabe esperar que mejore nuestra comprensión de
córho, en la antigüedad tardia, algunos pueblos bárbaros llegaron a
establecer reinos en las províncias occidentales dei Império romano.
Permítaseme aiíadir algo más acerca de las migraciones, aún a
riesgo de resultar tedioso. Los incidentes espectaculares, como las in­

versa»}. Musset parece identificar los gobiemos estabies con ias poblaciones estabies.
En la prácüca no necesariametue coincidem La relativa preponderância o ausência
-de migraciones es una base tan débil para la periodización como io es la preponde-
;rancia o ausência de guerras. Aderais, es bastante dudoso que las migraciones, o
cuaiquier otro fenômeno cuya característica seá la «Jongue durée» («largo piazo»],
pueda considerarce con propiedad (en palabras de Bloch) «el tejído principal de la
historia».
4J DiesnêR, V&lkerwanderung, ciL, p. 87, Este líbro, escrito en la antigua Ale-
mania dei Este, indica que esta idea no es menos aceptabíe para los historiadores «so­
cialistas» que para los «burgueses». En un valioso- examen historiogràfico, Marc
Bloch cita Ia versión de Montesquieu de esta misma idea (procedente; en último tér­
mino, de Jocdanes), «Sur £es grandes invasions. Quelques positions de problèmes», en
Bloch, Mélanges historiques, Paris, 1963, vol. I, pp, 91-103. Además de la tesis de Ia
procedência escandinava de pueblos muy distintos planteada por Jordanes, Fredega-
rio, la Passio SegisnwidU etc., algunos autores dp cemíenaos dei siglo xix expusieron
la idea de que los nórdjcos eran los ancestros comunes de todos losgermanos: Zotl-
ner, Politische Stellung, ciL, pp. 46-47,52. Quedaba para los autores modernos la ta-
rea de aplicar esta idèa a Ia narrativa histérica,
** Scbwarz, Zur gerrn. Stammesk,, ciL, p. viii. Cf. n. 2, supra. Por otra parte,
Rolf Hachmxnn, The Germmic Peoples, üad. inglesa de James Hogarth, Londres,.
1971, pp. 69-73, llama )a atención sobre una pronunciada discontinuidad entre el fi­
nal de ía época anterior a Cristo y los comjenzos de nuestra era por lo que toca a 3a
evidencia arqueológica,

70
categorias de informacíón4*. Mientras se mantuvo esta idea, aún po­
dia defenderse la existência de una asocíación de inusitada intensidad
entre arqueologia, toponimia e historia; la sfntesis dinâmica de la
«temprana historia aíemana» de la que hemos tratado en las páginas
precedentes estaba totalmente determinada por creencias que pare-
cían plaustbles cuando aún se pensaba que las áreas culturales coin-
cidían con (y asimismo circunscribían) los territórios tribales. Pero
este postulado ya no es defendible. Una vez que se ha aceptado que
los restos materiales de Germania no son ei espejo directo de la et-
nografía grecorromana, las pruebas no escritas pierden importância;
se recurre a ellas en escasas ocasiones y sólo para ratificar las tesis de
los observadores que dejaron testimonios escritos, Cualquiera de
nuestras narraciones históricas estará basada casi exclusivamente en
las declaracíones de estos observadores y, por !o tanto, se limitará a
descubrir no a las tribus germânicas tal como se conocfan a sí mismas
o tal como los arqueólogos pueden conocerlas, sino únicamente a los
vecinos dei Império romano -una colección de pueblos que proba-
blemente no tienen nada en común al margen de la perspectiva medi­
terrânea con la que fueron observados-, La cronologia y las tesis uni­
ficadoras de este tipo de narraciones derivan necesariamente de la
historia romana,
Fue el Império romano el que, debido a su expansión y a los ele­
vados niveles de seguridad que exigia para sus provincias, estableció
una conspicua línea divisória que lo separaba de los diversos grupos
de extranjeros que habitaban dei otro lado. La suerte de esta frontera
-cuyo mantenimiento resultaba menos oneroso para el Império que el
hecho de soportarla para los bárbaros- bien podiia constituir el foco
dinâmico de esta historia. El hecho de que ei acento recaiga sobre
Roma no debe confundirse con la polêmica idea acerca de una su-
puesta «continuidad» entre la historia romana y Ia historia medie­
val4647. Más bien al contrario, el tema de la seguridad romana realza las
actividades perturbadoras de aiamanes, francos, godos, vândalos y
demás pueblos durante los últimos tiempos de la Antigüedad, de
modo que dificilmente podrfa negarse su capacidad para cambiar el
curso de los acontecimientos en direcciones novedosas. Lo único que

46 Todd, Northern Barbarians, cit„ pp. 20-21, 55. Una perspectiva diferente
puede hallarse en Schware, Zur germ. Stammesk., cit„ pp. x-xííi, 301*3.
47 Graus, Volk, Herrscher, cit., pp. 19-21, 24. La crítica de Graus, que subraya
Ias declaracíones romanas de la época que apuntan hacia ía discontinuidad, no tíene
muy en cuenta las palabras de Amiano cuando afirmó «fallimtur malorum recentium
stupore canfixi» [«el horror que sentían ante las últimas desgracias les llevó por mal
camino»] [31,5. 11) -las desgracias pasajeras se inflan y se convierten en calamida­
des sin precedente a ojos de observadores a los que les falta perspectiva histórica, un
fenômeno común también en nuestra propia experiencia.

72
tos hechos merecen ser subrayados, no es con el objeto de dar a en­
tender que los bárbaros sufríeron un proceso de «romanización» a
causa de la proximidad de la frontera o a casi una generación ex-
puesta a la influencia de los habitantes de las provinctas romanas.
Tal como nos recuerdan algunos autores recientes, la idea de civili-
zaciones altas y bajas que entran en contacto -dos recipientes, uno
más lleno y otro menos, que al entrar en contacto terminan por al-
canzar un mísmo nivel- es una simpíifícación excesiva que Ia expe-
riencia humana tiende a contradecir: «La “cívilizacíón” no se en-
cuentra con la “barbarie”. Lo que ocurre es que algunos
hombres entran en contacto con otros hombres. O con otras muje-
res»30, Cuando la gente se encuentra lo hace en tanto que indivíduos,
no como colectividades. Los contenidos que se comuniçan entre sí
tienen menos que ver con las rafces soctales e históricas que cada in­
divíduo pueda portar en el encuentro que con ciertos rasgos elemen-
tales de personalidad y carácter. Lo máximo que se puede afirmar en
un plano colectivo es que, por lo que concieme a todas las partes im­
plicadas, vivir juntos modifica la naturaleza de la existência y, con
más motivo, si la asociación es permanente,
Las circunstancias que llevaron a los bárbaros al território romano
en número suficiente y con el poder suficiente como para ejercer
cierta influencia, no fueron siempre las mismas. Eh los.dos extremos
de la Europa romana, en Inglaterra y en la península de los Balcanes,
era tan grande el número de los extranjeros que inmigraban que, para
finales dei siglo vi, el território ocupado por los bárbaros se había ex-
: pandido a través dei Mar dei Norte y eí Danúbio, desalojando y des-
plazando a los habitantes de las províncias romanas, A lo largo dei
vasto território situado entre Inglaterra y los Balcanes, se puede esta-
blecer el movimiento de retirada dei Império, algo toscamente, a par­
tir de la frontera actual entre lenguas romances y lenguas germâni­
cas5051, Estas formas de retirada, a su vez, guardan poca semejanza con
las circunstancias -más espectaculares, aunque también más preca-

50 A. P. Thompson, «Jekyil and Hide in the Colonies», International Journal 20


(1965), pp. 226-227.
í3 Cfr, la segunda zona descrita por Lôwe en Gebhardt, Handbuch, cit., p. 92
(fue Aubin quien propuso el esquema de tres zonas). La divisiín que yo propongo
proviene de las actuaciones dei Império: evacuaçiáh de Britanía; retirada parcial de
las comarcas fronterizas dei Rín y dei curso alto dei Danúbio; defensa fallida de los
Balcanes (donde se asentaron los eslavos). La inmigracldn bárbara en estas tierras fue
gradual y compleja; piénsese en el proceso que ÍIcvó a irlandeses y sajones a despla-
zarse hasta Britania y a los bretones a trasladarse a Armdrica, Lüwe hace hincapié en
las diferencias de lasfribus germânicas implicadas en el proceso, pero esto no íiene
en cuenta a los francos (véase Ia siguiente notaj ni tampoeo abarca el caso de los es­
lavos en los Balcanes -una cuestión relevante para recordar que la «caída» dei Impé­
rio no fue un fenômeno exclusivamente Occidental.

74
tenía desde hacía íiempo a algunos de sus vecinos como un precioso
acervo militar utilizable en beneficio dei Império; había convencido a
algunos dirigentes bárbaros* como el godo Ataúlfo, de que la posición
más ventajosa para ellos y sus seguidores era servir y proteger la Ro-
mania54. Se trataba de ideas frágiles y de vida limitada; el aprecio de
los romanos por los bárbaros no era más profundo ni estaba más di­
fundido que la dedícación bárbara a los intereses públicos dei estado
romano. Los historiadores de los últimos tiempos de la Antigüedad
no han explicado claramente por qué los emperadores a partir de
Constantino depositaron su confianza en tropas y generaíes extranje-
ros en mayor medida que sus predecesores; además, es digno de aten-
ción el cambio que experímentó la opinión oficial en Constantinopla
durante la segunda mitad dei siglo v: Ia creciente hostilidad hacia los
bárbaros libres sentó ias bases ideológicas para las campanas de Jus-
tíniano55. Sin embargo, el poder de atracción dei Império, tipificado
por Ia bienvenida dei gobiemo a las elites militares extranjeras, de-
sempenó un papel más decisivo que cualquier acción por parte de los
bárbaros para establecer gobiemos foráneos en sueío provincial.
Desde el punto de vista dei siglo iv, ío que nosotros Uamamos la ca­
ída dei Império romano de Occidente fue el resultado de un experi­
mento imaginativo que se les acabó yendo de Ias manos.
Este libro [el de Goffart], en cuyo tema específico nos centramos
ahora, se ocupa explícitamente de uno de los aspectos de este experi­
mento: £en qué términos legales se instalaron los soldados bárbaros y

M Acerca de Ia utilizacíón militar de los bárbaros véase: Jones, Later Roman Sm-
pire, cít., pp. 619-623, 199-200; Stroheker, Germanentum u. Spütantik, pp. 9-29, 30-
53; Manfred Waa S, Germanen im rõmische Dienst im 4. Jahrhundert n. C., Bonn,
1965. La conocida historia de Ataúlfo, en Orosio, Historia adversus paganos, 7. 43.
3-6, ha de combinarse, por una parte, con el informe de un rey alamán al que se puso
al mando de una unidad dei ejército romano en Britania (Amíano, 29. 4. 7) y, por la
otra, con la Getica de Jordanes, que identifica el servicio al Império como la raison
d ‘être histórica de los godos. Gerhard Wírth, «Zur Frage der foederirten Staaten in
der spSteren rõmische Kaiserzeit» Historia 16 (1967), p. 240, cfr. 236, hablade «los
ataques habituales cuyo objetivo era [para los atacantes) ser admitidos en el Império
y abandonar su propm existência política a cambio de las ventajas que les ofrecfa el
servicio al Império».
55 Alexander Schenk von Stauffenberg; «Die Germanen im rõmischen Reich»,
Die Welt ais Geschtchte 1 (1935), pp. 72-100, 2 (1936), pp. 117-168, trató de ofrecer
una expltcación. A menudo la idea de un debilitamiento o declive econômico dei Im­
pério sustituye a una autêntica explícación. La distinción realizada por Musset, Vagues
germaniques, cít., pp. 224-226, entre «Ínfilíraciones» (como los reclutamientos milita­
res) y las ínvasiones propiamente dichas, conduce a error. Acerca de la hostilidad pre­
via a iustiniano: véase los historiadores Vtctor Vítense, Zósimo y el conde Marcelino
(también el cronista gato de 452?); el reinado de León I, con sus camparias contra los
vândalos (469) y Ja caída de la dinastia militar de Aspar (471), parecen importantes;
quizás la toma de Cartago por los vândalos (439) fuera el punto de inflexión.
romano de Occidente es algo que no sabemos, aunque es poco pro-
bable; no obstante, más tarde o más temprano -de forma casi inme-
diata en Itaiia^ se procedia a la repartición; los gueneros bárbaros to-
maban posesión de una parcela en el campo junto a los terratenientes
romanos. Tanto para los beneficiários como para los romanos que pa-
gaban las cuentas, se trataba de un momento memorable.
Por trascendentes que fueran en su época, estos asentamientos de-
jaron tras de sf poca documentación, por Io que las pruebas de las que
disponemos no bastan para resolver ciertas preguntas esencíales y de-
jan un amplio margen para la imaginación. Algunas crônicas dedican
unas pocas líneas a este tema; las leyes burgundias proporcionan tes-
timonios fascinantes pero oscuros que, más que desarrollarse, se li-
mitan a repetirse en el Código Visigodo; unicamente Procopio ofrece
información acerca dei primer asentamiento en Italia y, junto con las
Variae de Casiodoro, proporciona los únicos retazos disponibles dei
esquema instituído por Teodorico56. Se trata de un material muy poco
descriptivo, apenas hay nada que plasme la existência de un conjunto
de hombres dedicados a instalar colonos bárbaros en las províncias
romanas; Ia mayor parte de la información es de segunda mano, y se
centra en los detalles legales o institucionales de ía asignación de tie-
rras. Los textos relevantes procedentes de las diversas fuentes ocupa-
rían, en total, unas cinco páginas o incluso menos.
Estas escasas pruebas se conocen desde hace ya muchas décadas.
El libro de Gaupp acerca de este tema, publicado en 1844, aún se con­
sidera un punto de partida indispensable, al que síguieron numerosos
comentários hasta Uegar al extenso artículo de Ferdinand Lot, «Du rè-
gime de 1’hospitalité» [«Sobre el régimen de hospitalídad»], publi­
cado en 192857. Desde entonces, algunos aspectos dei asentamiento
bárbaro han despertado animados debates que, sin embargo, no han
tenido en cuenta Ia cuestión de Ia asignación de tíerras, un tema que
se considera o bien agotado por Lot y sus predecesores, o bien in-
cognoscible debido a Ia escasez de documentación58. Ninguna de es-

: 36 " Chronica minora, ed. T. Mommsen, MGH, AA, vols. IX y XI; Leges Burgun-
dionum, ed. Ludwig Rudolf de Salis, MGH, Leges, vol. II, 1 *pane; Leges Visigoiho-
rum, ed. K. Zeumer, MGH, Leges, vol. I; acerca de Procopio, infra, cap, III [dei libro
de Goffart]; Casiodoro, Variae, ed. A. J. Fridh, CC$L cap. 96, Tumhom, 1973, tam-
btéri ed. T. Mommsen, MGH, AA, vol. XII.
57 Emst Theodor Gaupp, Die germanischen Ansiediungen und Landtheilungen
in den Provinzen des rdmischen Wesireiches, Breslau, 1844; Ferdinand Lor, «Du rè-
gime de, Htospitalíté», Revue belge de phibbgie et d'hisíoÍre 7 (1928), pp. 975-1011.
31 B. A. Thompson, «The SetüemeMoftheBarbariansin Southern GauKJRS 46
(1956), pp. 65-75; J. M. Waíxace-Hadrill, «Gothia y Romania», en su 77ie Long-Hai-
red Kings and Other Studíes in Frmkish History, Nueva York, 1962, pp, 25-48, espe­
cialmente pp. 30-33, El artículo de Thompson se basa fundamentalmente en Lot, «Hos-
pitalíté», cit,, sin revisar la documentación; véase también T hompson, «The Barbarian

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