Los Comunes
Los Comunes
Los Comunes
Origen
Los “comunes” son un modo particular de relación social con los bienes materiales
o inmateriales. Elementos naturales como el agua o el aire existen como tales y
sólo se convierten en comunes cuando una comunidad humana gestiona sus
relaciones con estos elementos de manera colectiva, por ejemplo, la distribución
de agua para riego en una comunidad.
En 1954, el economista y Premio Nobel Paul Samuelson señaló que una de las
características de los bienes públicos es que no son bienes excluibles ni
bienes rivales (Samuelson, 1954). Un bien es excluible cuando es posible impedir
que una persona haga uso de él. Un bien rival es el que, al ser usado por una
persona, reduce su uso por parte de otra. Por ejemplo, la luminaria pública no es
excluible ni rival porque no se puede privar a nadie de su uso, y su utilización por
parte de un individuo no impide ni limita el uso que haga otra persona de dicho
alumbrado público. Esta descripción de Samuelson generó problemas en la
medida en que algunos economistas aplicaron estos criterios como si fueran
características específicas de los “comunes”, confundiendo los bienes públicos
con los “comunes”.
Esta confusión se problematizó aún más cuando algunos destacaron que los
bienes comunes, aunque no son excluibles, si pueden ser rivales. Este es, por
ejemplo, el caso de los recursos pesqueros en alta mar, del cual es muy difícil
excluir a un pescador, pero su utilización por un grupo de pescadores puede
disminuir el uso o disfrute de otros pescadores.
Hardin trata de demostrar que los bienes comunes están condenados por el hecho
de que los usuarios, pescadores o agricultores van primero a comer o utilizar
aquello que sale de un bien común antes de hacer uso de sus recursos propios.
Según él, recursos como el agua, la tierra, las semillas, los parques y la naturaleza
están sujetos al uso depredador y poco eficiente de la población que crece
desmesuradamente en el planeta. El mensaje de la “tragedia de los comunes” se
interpreta como que la comunidad es incapaz de lograr acuerdos racionales sobre
el uso de su propiedad comunal y, por tanto, se debería privilegiar la propiedad
privada o introducir a un agente externo, como el Estado a través de la propiedad
pública, para alcanzar una gestión eficiente de esos recursos.
En oposición a las teorías de Hardin y otras aproximaciones sobre los comunes,
Elinor Ostrom, politóloga norteamericana, obtuvo el premio Nobel de Economía en
2009 demostrando que los bienes comunes pueden ser controlados
eficientemente cuando un colectivo de seres humanos asegura su gestión y su
mantenimiento. En su libro “El Gobierno de los Comunes: La evolución de las
instituciones para la acción colectiva”, publicado en 1990, argumenta sobre ello
después de un minucioso trabajo de investigación sobre experiencias de gestión
de los comunes en varias partes del mundo, y concluye que la “gobernanza
policéntrica” basada en diseños complejos para manejos complejos en realidades
complejas es la que subyace en la gestión de los comunes (Ostrom, 2010).
Ostrom postula que las comunidades y la gente son capaces de generar sistemas
de gestión sostenibles creando consensos sociales para la gestión de los llamados
“recursos”. Bajo esta perspectiva, predomina la noción de abundancia -versus la
de escasez- como sostén del paradigma de los comunes.
Ricardo Petrella planteó como “bienes vitales, esenciales para la vida, el aire, el
agua, el capital bioético, los bosques, el sol, la energía y el conocimiento que
deben ser reconocidos como un bien común de la humanidad” (Petrella, 1996).
Así mismo, François Houtart propuso a las Naciones Unidas, el año 2009, la
adopción de una “Declaración Universal de los bienes comunes de la humanidad”
que incluye como bienes comunes a la democracia, el multiculturalismo, la lucha
contra el cambio climático, y también los servicios de salud, educación, transporte
público, electricidad y otros (Houtart, 2009).
También está la opinión de quienes señalan que en verdad hay una relación
cuaternaria entre lo público, lo privado, los comunes y la naturaleza. Esta última
tiene sus propios procesos de auto-regulación y una dinámica que tiene que ser
tomada en cuenta a la hora de cualquier proceso de “gestión”.
En su concepción original, los bienes comunes eran los bienes naturales, como los
bosques y pastizales, a los cuáles los campesinos ingleses de la Edad Media
podían acceder para asegurar su subsistencia. Por extensión, el concepto de los
comunes se aplicó a todos los recursos naturales manejados en común en
sociedades pre-capitalistas: áreas de pastoreo, sistemas comunitarios de riego,
pesca, silvicultura, etc.
Existen diferentes tipos de “comuneros”. Por un lado, están los que quieren
acceso universal al conocimiento, como los productores de software libre que
quieren la más amplia difusión de todos los códigos, y por otro lado, están las
comunidades indígenas que sólo comparten sus saberes ancestrales de manejo
de semillas con los miembros de su comunidad o con “aquellos en quienes
confían”.
Esta diversidad, complejidad y tensiones que existen entre los “comunes” lejos de
debilitar su enfoque lo enriquece y nos obliga a partir de la realidad antes que de
esquemas que, muchas veces, no abarcan las múltiples dimensiones de los
procesos de gestión y de construcción de lo común que se dan por fuera de lo
público y lo privado.
Burns Weston y David Bollier van más allá de la simple descripción de los
diferentes tipos de derechos y hacen hincapié en la importancia del “commoning”,
que es el hecho de “hacer en común”, de actuar colectivamente para el desarrollo
de los comunes. El “commoning” es la lógica que está presente en los diferentes
tipos de comunes. El concepto “commoning” permite describir las prácticas que
son similares en la gestión de los comunes, excluyendo aquellas que se realizan a
través de la propiedad privada o que son asumidas por el Estado y sus
instituciones. El concepto de “commonig” se basa en una cultura de cooperación y
reciprocidad (Weston y Bollier, 2013). Capra y Mattei desarrollan un enfoque
innovador al distinguir una práctica extractivista de una generadora. El sistema
jurídico actual se basa en una mentalidad extractivista que atomiza la sociedad en
base a la noción de individualismo por la cual todo trato humano es reducible a
una relación de propiedad. En cambio, el derecho al “commoning” es generador
porque se basa en relaciones de cooperación, reproducción, acceso e inclusión y
promueven nuevas prácticas bajo una lógica imaginativa para el desarrollo de los
comunes, aquello que en América Latina se denomina el “pro común”.
Al final del siglo XIX y principios del siglo XX empezó a desarrollarse otra visión.
La propiedad colectiva se fue transformando en una propiedad pública bajo el
control del Estado y las autoridades locales. Dos elementos importantes explican
esta transformación:
Al final del siglo XIX emergió un mundo totalmente nuevo debido a los
aportes de la segunda revolución industrial, la aparición de la “gran empresa” bajo
el modelo alemán, el desarrollo de redes técnicas – las vías férreas, la electricidad
y el teléfono – mientras terminaba el primer período de globalización y se
afirmaban las grandes potencias que se dividieron el mundo. En este contexto, la
socialdemocracia y el movimiento comunista desarrollaron una visión del
socialismo orientada a continuar con el avance de estas redes técnicas y de la
gran industria bajo un Estado planificador.
En la misma época, las aspiraciones populares y las necesidades de una
industria moderna convergieron para desarrollar un servicio público de educación
gratuita y obligatoria, y sistemas de protección social para cubrir riesgos,
enfermedades, accidentes de trabajo y la jubilación. Es entonces que apareció la
idea de que los derechos universales no se limiten a los derechos democráticos tal
y como estaban enunciados en la declaración de los Derechos del Hombre y el
Ciudadano, de la revolución francesa de 1789, sino que incluyan “derechos
positivos” como los derechos sociales y económicos (derecho a la educación, a la
vivienda, etc.) que serían reconocidos, en 1948, por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En este contexto, los comunes del siglo XIX, heredados de las sociedades
feudales y de las cooperativas obreras de producción, entraron en declive por dos
cuestiones: por un lado, no correspondieron a los criterios de progreso y eficiencia
que hicierion posible la gran empresa y la planificación estatal; y por otro lado, no
permitieron pensar en derechos sociales de carácter universal.
Pasó casi un siglo para que la cuestión de los comunes regrese al centro de la
discusión a través del movimiento altermundialista y de círculos académicos.
Varias razones explican el regreso de los comunes: el balance negativo de
experiencias de administración económica por el estado y el sector privado; el
rechazo a las privatizaciones; la crisis de la idea de progreso como fue concebida
a principios del siglo XX (inclusive por los estados socialistas que desarrollaron
visiones industrialistas); y, finalmente, la aparición de nuevas categorías de
comunes, como el conocimiento y la naturaleza. Los comunes de la naturaleza,
que abarcan el clima, los océanos, la atmosfera y otros componentes del sistema
de la Tierra, están amenazados por las actividades humanas en el actual período
histórico, que se denomina el Antropoceno.
Así, los comunes permiten restablecer una tradición del socialismo del siglo XIX,
de Owen a Fourier, que coloca en el centro del proceso de emancipación las
prácticas sociales a nivel de la educación, las cooperativas, la vida comunitaria,
las relaciones entre hombres y mujeres, etc.
Las relaciones sociales que están en el centro de los comunes son contrarias a la
lógica capitalista y a la gestión pública-estatal. Sin embargo, en la realidad existen
una serie de interrelaciones y realidades híbridas porque los comunes no pueden
escapar a la influencia de su entorno.
Debates a profundizar
Un tema que merece una mayor reflexión es aquel vinculado a los modos de
gestión de los comunes. La práctica del “cuidado”, que está inmersa en los
comunes, quiere decir implicarse, involucrarse y, por consecuencia, estar
estrechamente vinculado a la gestión de los comunes. Las formas que adquiera
esa intervención pueden ser muy variadas. Los casos de los grandes comunes
como Wikipedia o del internet en sí mismo, son particularmente interesantes
porque tienen funcionamientos similares a algunos movimientos de reciente
aparición como los “Indignados” u “Occupy” que se basan en tres principios:
participan quienes lo deseen, las decisiones se adoptan por consenso, y, los
acuerdos alcanzados son socializadas al nivel local más amplio posible.
Bibliografía
Azam, G. (2010). Le temps du monde fini. Paris, France: Les liens qui libèrent.
Bollier, D. (2015) Who May Use the King’s Forest? The Meaning of Magna Carta,
Commons and Law in Our Time. http://bollier.org/blog/who-may-use-kings-forest-
meaning-magna-carta-commons-and-law-our-time
Hardin, G. (1968). The Tragedy of the Commons, Science Dec Vol. 162, Issue
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Ostrom, et al. (2012). The Future of the Commons: Beyond Market Failure and
Government Regulations. London, England: Institute of Economic Affairs.
[1]
Este capítulo ha contado con la colaboración de Elizabeth Peredo Beltrán
(Bolivia)
[2]
http://commonsstrategies.org/who-we-are/
[3]
http://www.gnu.org/licenses/licenses.fr.html
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http://www.worldfuturefund.org/Projects/Indicators/motherearthbolivia.html ,