Vidas - Huastecos A Pesar de Todo
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Huastecos a pesar de todo
Breve historia del origen de las comunidades teenek (huastecas) de Tantoyuca, norte de Veracruz
Edición impresa:
ISBN : 9789686029895
Número de páginas : 168
http://books.openedition.org
© Centro de estudios mexicanos y
centroamericanos, 2009
Condiciones de uso:
http://www.openedition.org/6540
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 1
¿Cómo surgieron las comunidades teenek o huastecas que conocemos hoy en día en los
alrededores de Tantoyuca, al norte del estado de Veracruz? ¿Desde cuando están allí?
¿Quiénes son los miembros de estas comunidades y qué es lo que los relaciona entre ellos?
Este libro intenta contestar a estas preguntas a través de una descripción breve de los
orígenes prehispánicos de la población huaxteca en los alrededores de Tantoyuca y un
análisis del proceso de las reorganizaciones y adaptaciones indígenas locales, a nivel
social y agrario, desde el principio de la época virreinal hasta la época post-
revolucionaria. A lo largo del libro, se muestra, y eso es la idea central de esta obra, que a
pesar de las transformaciones profundas que sufrieron los indígenas huastecos, ellos se
reorganizaron en cada época, según las coyunturas, en entidades separadas que les dieron
finalmente la continuidad étnica conocida hasta hoy en día.
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ÍNDICE
Agradecimientos
Introducción
Bibliografía
Siglas
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Esta edición se llevó a cabo gracias al apoyo otorgado miediante el Estímulo obtenido en
la 7a Convocatoria de Estímulos a la Creación Cultural Huasteca, 2007, del Programa de
desarrollo Cultural de la Huasteca, integrado por el Consejo Estatal para la Cultura y las
Artes de Hidalgo, la Secretaría de Cultura de Puebla, el Instituto Queretano de la Cultura y
las Artes, la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, el Instituto Tamaulipeco para la
Cultura y las Artes, el Instituto Veracruzano de Cultura y el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes a través de sus Direcciones Generales de Vinculación Cultural y de
Culturas Populares. Este Programa es de caracter público y no es patrocinado por partido
político alguno; los recursos provienen de los impuestos que pagan todos los
contribuyentes. Está prohibido el uso de este Programa con fines políticos electorales, de
lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este
Programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo con la ley y autoridad
competente.
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Agradecimientos
1 Como cualquier obra, ésta es el fruto de muchos diálogos con varios interlocutores. Este
trabajo se debe primero al interés en la historia que me han inculcado mis maestros Jan
Szemiñski y Nathan Wachtel. Este interés se convirtió progresivamente, con los
intercambios con mi maestra y amiga Odile Hoffmann, en una preocupación por la
historia regional, portadora de variantes y especificidades sociales y geográficas. Los
trabajos de mis colegas historiadores y huaxtecólogos, cuyas obras están mencionadas en
la bibliografía de este libro, me procuraron no sólo información preciosa en torno a la
historia de la Huasteca, sino también un entendimiento de las distintas y varias maneras
de acercarse al conocimiento de los procesos históricos que contribuyen a la
configuración de una región determinada. Este libro contiene así un resumen localizado
de los resultados de las indagaciones de otros investigadores a los cuáles se agregaron mis
propias indagaciones, principalmente en los archivos locales en Tantoyuca, por lo cual
quiero agradecer a los encargados de los archivos parroquiales así como del Registro
Público de la Propiedad que me proporcionaron el acceso a estos valiosos documentos.
2 Finalmente, quiero agradecer a los encargados del Programa de Desarrollo Cultural de la
Huasteca a través del Instituto Veracru-zano de la Cultura que expresaron materialmente
su interés por publicar y difundir este libro y a Odile Hoffmann, directora del Centro de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos que se unió con entusiasmo a este proyecto. A
todas y todos mis agradecimientos profundos.
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Introducción
1 ¿Cómo surgieron las comunidades teenek o huastecas que conocemos hoy en día en los
alrededores de Tantoyuca, al norte del estado de Veracruz? ¿Desde cuándo están allí?
¿Quiénes son los miembros de estas comunidades y qué es lo que los relaciona entre ellos?
2 Estas preguntas surgieron mientras estaba elaborando en los años noventa del siglo
pasado un estudio antropológico sobre la situación contemporánea de los grupos teenek
del municipio veracruzano de Tantoyuca.1 Si bien existe la tendencia de pensar que las
comunidades indígenas que encontramos hoy en día siempre estuvieron allí, los
testimonios de los interlocutores evocaban movimientos de poblaciones relativamente
recientes. Así apareció la necesidad de conocer los antecedentes de la situación territorial
y social actual de estos pueblos teenek. Sin embargo, la historia oral recopilada se
restringió a periodos relativamente cercanos y no mencionaba ni podía explicar los
acontecimientos más lejanos que originaron la conformación de las comunidades
contemporáneas. Por lo tanto, era necesario acudir a los documentos históricos y el
resultado de la indagación, a pesar de la escasez de las fuentes, fue portador de un
entendimiento mucho más profundo de los procesos de larga duración que forjaron la
configuración social actual en la Huasteca del norte de Veracruz (véase figura 1: mapa de
la Huasteca).
3 Este estudio histórico localizado se basa en fuentes de primera mano (esencialmente del
Archivo General de la Nación en la ciudad de México y del Registro Público de la
Propiedad Privada en Tantoyuca) así como de fuentes secundarias, rescatando de éstas,
cuando los documentos lo permiten, lo que concierne a la región de Tantoyuca. Así,
después de una descripción breve de los orígenes prehispánicos de la población huaxteca,
el libro sigue con el análisis del proceso de reorganizaciones y adaptaciones indígenas
locales, a nivel social y agrario, desde el principio de la época virreinal hasta la época
post-revolucionaria (con un énfasis en el siglo XIX y principio de xx cuando hay más
documentos acerca de este tema). El texto se apoya también en la historia oral tal como
me fue platicada por los ancianos de las comunidades teenek estudiadas en los
alrededores de Tantoyuca.
4 A lo largo del libro, se muestra, y eso es la idea central de esta obra, que a pesar de las
mutaciones profundas que sufrieron los indígenas huastecos, ellos se reorganizaron en
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cada época, según las coyunturas, en entidades separadas que les dieron finalmente la
continuidad étnica conocida hasta hoy en día.
5 Esta aproximación histórica sobre las comunidades teenek de Tantoyuca, aunque no
exhaustiva, viene a cubrir una laguna en los estudios sobre la Huasteca. En efecto, entre
los trabajos históricos existentes sobre esta región, son pocos los estudios históricos
localizados que hacen un análisis a través del tiempo de un lugar y de un grupo indígena
particular. La mayoría de los trabajos publicados exponen procesos y datos generalizables
para toda la Huasteca y si bien aportan un conocimiento global y muy valioso de ésta, no
siempre nos dan las respuestas buscadas a dudas más puntuales que conciernen ciertas
zonas particulares o un grupo étnico específico de la Huasteca.
6 Algunos autores se dedicaron así a estudiar la historia, etnohis-toria o arqueología
prehispánica de la Huasteca, manteniendo una escala de análisis regional (en el sentido
amplio de este término), lo que se debe, sin duda, a la escasez de las fuentes relativas a
esta región (véanse entre otros en la bibliografía los trabajos de Joaquín Meade, Lorenzo
Ochoa Salas y Guy Stresser-Péan). El trabajo de Juan Manuel Pérez Zevallos (1983)
concierne particularmente la transición en el siglo XVI de las comunidades indígenas a la
era virreinal y el de Julieta Valle Esquivel (2003) a la reestructuración indígena en los
siglos XVI al XVIII en la región de Yahualica y Chicontepec-Huayacocotla. Sin embargo, a
parte del trabajo de Carlos Arturo Rámirez (1989) para la Huasteca potosina, y de manera
más general, el trabajo de Jesús Ruvalcaba (1991), pocos estudios se efectuaron sobre las
épocas más cercanas –más que todo el siglo XX– para explicar las configuraciones
actuales, especialmente en relación a la tenencia de la tierra (expropiación de tierras
indígenas, agrupaciones de las poblaciones, dotaciones de tierras, etc.). Los datos
compilados por Meade (1962) para la Huasteca veracruzana ponen a disposición de los
investigadores un corpus importante de información, pero se presentan en un revoltijo
desconcertante y no siempre fiable. Finalmente, en cuanto a la historia regional, los
trabajos recientes de Antonio Escobar (véase bibliografía) sobre la formación en el siglo
XIX de las comunidades indígenas en la Huasteca (especialmente en el estado de Hidalgo y
en menor medida en el de Veracruz) aclaran una etapa capital en el proceso de
elaboración de los grupos indígenas contemporáneos de esta región.
7 Los procesos históricos impregnan las relaciones sociales regionales en la Huasteca. Así, la
comprensión de las características propias a cada universo social parece esencial para
entender lo que forma la configuración del grupo teenek actual. Estos rasgos se perciben
particularmente en relación a la tenencia de la tierra. El presente trabajo esboza así la
historia regional en el norte de Veracruz y particularmente la de su estructura agraria.
Este estudio se basa en los datos proporcionados por las crónicas españolas en cuanto a la
época prehispánica y en los pocos documentos de archivos que abordan las épocas
virreinales y republicanas para la parte veracruzana de la Huasteca. Estas dos últimas
épocas son fundamentales para la comprensión de la región y de sus habitantes porque la
colonización española de la Huasteca y la introducción, desde su principio, de la
ganadería y del cultivo de la caña de azúcar, han generado una reorganización dramática
del espacio regional así como de nuevos lugares de poblamiento, indígenas, españoles y
mestizos. Estas transformaciones parecen haber marcado, desde entonces y hasta la época
contemporánea, la configuración social y económica de la región. Esta última es también
el resultado actual de la evolución de la estructura agraria de la Huasteca, ampliamente
influenciada por la actividad ganadera predominante. A lo largo de toda esta historia
regional, la organización social prehispánica de las poblaciones indígenas se ha
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NOTAS
1. A. ARIEL DE VIDAS, El Trueno ya no vive aquí. Representación de la marginalidad y construcción de la
identidad teenek (Huasteca veracruzana, México), México, CIESAS / Colsan / CEMCA / IRD, [2002] 2003.
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costa del golfo de México desembocando en la ciudad de Poza Rica, gran centro petrolero
de la región. Es la carretera del tráfico comercial y del transporte pesado que une la
capital con la Huasteca. La otra carretera, más tortuosa pero recomendada a los
aficionados a los panoramas espectaculares, se extiende a lo largo de la Sierra Madre
Oriental y atraviesa paisajes de lo más contrastados. Este camino, pavimentado a partir de
los años setenta del siglo XX, sigue aproximadamente el itinerario tomado en la época
virreinal y prehispá-nica entre Tantoyuca y el Altiplano central1 y despliega ante los ojos
del viajero contemporáneo tanto elementos de la historia como de las características
físicas de las diferentes regiones recorridas. Se deja la ciudad de México para llegar a
Pachuca, 100 kilómetros al norte, capital del estado de Hidalgo y ciudad minera desde el
período virreinal que se eleva a más de 2 400 metros de altitud. Se atraviesa una meseta
ondulada de vertientes áridas o boscosas según su orientación, pasando por antiguos
centros mineros. Luego se penetra a una región de altas montañas, de relieve
accidentado, cuyas grandes coniferas recuerdan casi un paisaje alpino. Se sigue el
recorrido y se atraviesa Atotonilco el Grande, antiguo poblado otomí, donde se yergue
desde 1536 un imponente monasterio agustino. Éste formaba parte en ese tiempo de una
cadena de misiones, distantes una de otra de una jornada de marcha e implantadas en la
región desde el inicio de la evangelización de los indios en el siglo XVI. Más allá se
extiende “un paisaje grandioso formado por las líneas horizontales de las mesetas
dislocadas y fracturadas por las cóleras del Quebrantador de la Tierra y las verticales de
los prodigiosos cañones, de múltiples ramales, con primeros planos erizados de cactos
candelabros, magníficos como los candeleras del templo de Salomón”. 2 Después de pasar
por una meseta desértica salpicada de cactos, uno se adentra en el fondo de un valle
profundo de exuberante vegetación para volver a subir desde Metzquititlán a Molango,
donde se yergue otro monasterio agustino. Se sigue entonces una larga cornisa que pasa
bajo escarpaduras empinadas, suspendida a su vez sobre precipicios de varios cientos de
metros. El paisaje alterna entre crestas montañosas de vegetación exuberante y desnudas
rocas basálticas. A la altura de Tlanchinol, sitio de otra misión agustina, empieza la
Huasteca y “la vegetación, a medida que la carretera gana en altitud, adquiere un carácter
tan fantástico, con sus lianas y helechos arborescentes, que recaen con la gracia de
palmeras, que parece haber sido concebido por la mano de un Gustave Doré”. 3 Ese paisaje
escarpado en el que la presencia humana es muy discreta, está frecuentemente cubierto
por capas de neblina que se deshacen a medida que se baja hacia las tierras calientes,
revelando de pronto a hombres nahuas vestidos de blanco y mujeres en huipiles4
ricamente bordados. La vegetación silvestre cede su lugar a las milpas de maíz, naranjales
y platanales colgados de las laderas, que aún son muy abruptas. A un extremo de esta
carretera de montaña se llega finalmente al pueblo de Huejutla, donde, a 150 metros de
altitud, la humedad tropical hace contraste con el frescor que acaba de atravesarse. La
austeridad de la iglesia agustina se opone aquí al resplandor de los huipiles coloridos de
las mujeres nahuas que venden en la plaza productos agrícolas, vasijas pintadas o comida
caliente. Pero quedan aún 80 kilómetros hacia el noreste antes de llegar a la “Huasteca
huasteca”, la que está poblada por el grupo étnico epónimo.5 Se deja entonces el estado de
Hidalgo y las últimas estribaciones orientales de la sierra para penetrar en Veracruz por
una planicie ondulante de grandes potreros que se extiende sobre unos 50 kilómetros
donde pastean algunas vacas dispersas, dando testimonio del sistema de ganadería
extensiva común en la región. En el lugar llamado Las Conchitas, esa planicie se topa
bruscamente con un pequeño macizo de colinas que recuerda, nuevamente, la estrecha
relación entre la geografía y la configuración social. En efecto, estas lomas, desdeñadas
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por los ganaderos, están ocupadas por las rancherías teenek, cuyas chozas dispersas
pueden verse entre las milpas de maíz y el monte. Un poco más lejos, una suntuosa
residencia sirve de domicilio a uno de los hombres más ricos de la región. Al término de
400 kilómetros y ocho horas de ruta un letrero publicitario nos da la bienvenida a Tan
toyuca, “la perla de la Huasteca”.
LA UBICACIÓN D E LA HUASTECA
2 Si hoy este trayecto sigue siendo un verdadero periplo, lo era aún más en el pasado con
los medios de transporte y vías de comunicación rudimentarios, separando por eso a la
Huasteca del centro del país. En vista de su situación geográfica y del relieve accidentado
que la rodea, la Huasteca, adosada por un lado a las vertientes de la sierra y bordeada por
el otro por las costas del golfo de México, estuvo, por mucho tiempo, aislada de la capital
de México y también de las capitales respectivas de los seis estados (o de sus antecedentes
virreinales) de los que forma parte, encontrándose las zonas huastecas de cada estado en
su región mas remota. Ya en el período prehispánico se trataba de la zona fronteriza de
Mesoamérica frente a la Aridoamérica poblada por los chichimecas (“linaje de perros” en
náhuatl) –término genérico aplicado a las tribus de cazadores recolectores asentadas en
las estepas septentrionales al norte del río Panuco. Esta posición periférica de la Huasteca
como último espacio mesoamericano frente a los bárbaros por un lado, y alejado de la
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influencia del Altiplano central por el otro, contribuyó en cierta medida a un desarrollo
cultural diferenciado en comparación con las grandes civilizaciones mesoamericanas. 6 En
cuanto a la permanencia de ese alejamiento de la capital en el período virreinal, si se lo
juzga según el número de misiones establecidas a lo largo del itinerario entre Tantoyuca y
México, el recorrido duraba unos 12 días.7 Por lo demás, el estado de los caminos era
desastroso, como lo indican documentos virreinales,8 situación válida aún hoy en día y
que se debe sin duda a las lluvias abundantes que deterioran el suelo arcilloso de las
carreteras. Por lo demás, el aislamiento de la Huasteca, al menos al inicio del período
virreinal, no se debía únicamente a su situación geográfica sino también a la política de su
primer gobernador, Nuño Beltrán de Guzmán, que quería a toda costa escapar a la tutela
del gobierno de la Nueva España.9 Sometidos a este personaje que evadía todo intento de
control, la población de la Huasteca se vio sometida a los peores abusos y la región fue
despoblada a raíz de la gran trata de esclavos del inicio del Virreinato.
3 En tales condiciones y por mucho tiempo, las relaciones comerciales y sociales de los
habitantes de la Huasteca se establecieron al interior de la región o al exterior de ésta
pero no por carreteras: la planicie litoral y el interior del país se comunicaban por vías de
transporte fluvial o por caminos de herradura, y la planicie la costeaban o cruzaban vías
marítimas o lagunares. Estas relaciones intraregionales sin duda contribuyeron a reforzar
a la larga una identidad huasteca general, afirmada en común en la época actual por los
habitantes de ese territorio, sea cual fuera su pertenencia social y étnica. Esta identidad
regional dio lugar, en ciertas ocasiones durante el siglo XIX y aun a mediados del xx, al
surgimiento, en el seno de la sociedad mestiza, de un movimiento separatista cuya
reivindicación ha sido el establecimiento de un estado huasteco dentro de la entidad
nacional.10 Este estado propuesto tiene como fundamento una cierta unidad que
caracteriza a la región huasteca según varios criterios que serán desarrollados a
continuación: históricos (área cultural de la civilización huaxteca), geográficos (la
topografía y el clima), y socioeconómicos (interdependencia en el seno mismo de la
región y predominio de la actividad ganadera). Un criterio adicional, mencionado por
Ángel Bassols Batalla,11 concierne los aspectos socioculturales (música, cocina e identidad
regionales) de la Huasteca, pero éstos se refieren sobre todo a las poblaciones mestizas y
en menor medida a los teenek y no se analizarán en esta obra.
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lugar de las flores.17 Según Meade, 18 el término hispanizado “Huasteca” significa “lugar
de los cúes” –montículos artificiales en los que se establecían los santuarios huaxtecas.
Ahora bien, si se deja de lado la etimología popular –antigua y contemporánea– sería más
probable, lingüísticamente hablando, que este nombre sea un apócope de Huaxtecapan,
lugar de abundancia de huax (Leucaena escalenta Benth.), un tipo de calabaza y símbolo de
la fertilidad.19
5 No sólo el término “Huasteca” tiene acepciones múltiples; los límites de la región varían
según criterios de definición que a su vez difieren de acuerdo a las épocas y los intereses
en juego (divisiones políticas, distritos tributarios, escalas de análisis, etc.). 20 Sin
embargo, tal como se lo entiende comúnmente en el período contemporáneo, la Huasteca
se extiende bajo el trópico de Cáncer, desde las planicies litorales del golfo de México al
este hasta las vertientes de la Sierra Madre Oriental al oeste.21 Esa región corresponde
aproximadamente al área de influencia de la civilización huaxteca, cuyo centro se situaba
en la cuenca del Pánuco y cuyos límites estaban sujetos a variaciones según el flujo y
reflujo de invasiones aztecas desde el Altiplano central y otras, chichimecas, provenientes
del norte.22 Hoy en día los teenek, considerados como los descendientes de los huaxtecas,
ocupan una parte del territorio que se extiende entre las latitudes norte 21°15' y 22°15' y
las longitudes oeste 97°45' y 99°15', superpuesto sobre el sudeste del estado de San Luis
Potosí y el norte del estado de Veracruz. El río Moctezuma, que sirve de límite natural
entre esos dos estados es también la línea isoglosa que separa las dos áreas dialectales de
la lengua teenek. Por su lado, el teenek veracruzano se divide en dos subdialectos, el del
lomerío (municipios de Tantoyuca, Platón Sánchez y Tempoal) y el de la Sierra de
Tantima o de Otontepec.23 Según el último censo de la población en 2000, viven en el
estado de Veracruz 61 883 teenek hablantes, la mayoría de los cuales residen alrededor de
Tantoyuca, y 103 787 en el estado de San Luis Potosí, principalmente alrededor de
Aquismón.24 La distinción dialectal entre los dos grupos ya había sido señalada por el
autor de una gramática y de un catequismo en teenek, redactados en el siglo XVIII,25 pero
las diferencias no terminan allí y los dos grupos parecen haberse desarrollado
separadamente según evoluciones sociales y económicas locales distintas. 26
6 La Huasteca y sus inmediaciones están pobladas actualmente por distintos grupos étnicos,
testigos contemporáneos de los lugares de población de las culturas de antaño (véase
figura 2): los totonacos están al sur del río Cazones, los otomíes y tepehuas al suroeste en
las sierras de Puebla y Chicontepec, los nahuas en esa misma región, así como al sur de
Tantoyuca y más al oeste alrededor de Huejuda y Tamazunchale.27 Al oeste y al norte, en
el estado de San Luis Potosí, hay aún algunos grupos pames, afiliados a los antiguos
chichimecas, en su mayoría irreductibles por un largo tiempo pero finalmente sometidos
por los españoles en la segunda mitad del siglo XVIII. Las relaciones o contactos que estas
diferentes etnias pudieron tener en el pasado se reflejan, entre otros, en las
denominaciones que los teenek aún usan para referirse a esos grupos. Los teenek llaman a
los nahuas dhak tsam –“insectos blancos”, evocando el zumbido del habla de esos
individuos vestidos de blanco; los otomíes (como los totonacos y los tepehuas con los que
los confunden) son llamados uch'inik– “los hombres de los piojos” o “los piojosos”; por
último, a los pames y chichimecos en general los llaman nok'que, según los informantes,
evoca su pintura corporal, lista explicación la corroboraría el hecho de que entre los
tzeltales (grupo maya del Chiapas) de Bachajon y Chilon, el término nuh-k'ul indica la piel.
28 Sin embargo, según Stresser-Péan, esta palabra, de origen maya, habría tenido
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trabajar en las milpas en las que el maíz se pudre bajo las inundaciones. El fin de la
temporada de lluvias se Corona frecuentemente por depresiones ciclónicas que siembran
la devastación, destruyendo en su camino casas, llevándose techos, dañando las
carreteras, derribando árboles, etc. La temporada seca (octubre a mayo) durante la cual el
calor llega a ser de lo más sofocante, puede, por lo demás, prolongarse más de lo habitual,
secando los potreros, los cultivos, las presas y los pozos.33
8 La gran planicie litoral de la Huasteca veracruzana está irrigada por los ríos Panuco y
Tuxpan, respectivamente al norte y sur de la región. Con sus 510 kilómetros, el Panuco es
el río de mayor caudal del país. Se origina en el Altiplano central para desembocar en el
golfo de México a la altura de Tampico. Es navegable por pequeñas embarcaciones desde
su estuario hasta Tamazunchale, y sólo hasta Panuco por barcos más grandes. En cuanto
al río Tuxpan, nace al sur de la región estudiada, entre los estados de Veracruz e Hidalgo,
y desemboca en el golfo a la altura de la ciudad de Tuxpan; es navegable por pequeñas
embarcaciones hasta Álamo. Entre esos dos ríos se extiende una inmensa planicie de unos
4 000 km2 dedicada esencialmente a la ganadería extensiva y salpicada de ranchos cuyos
propietarios frecuentemente no residen en ellos, sino en Tantoyuca, Tempoal o
Ozuluama. Ese territorio, llano o ligeramente ondulado, sin exceder nunca los 250 metros
de altitud, es atravesado sin embargo en el sur por la sierra de Tantima (llamada también
de Otontepec) cuyo punto más elevado llega a los 1 320 metros y que se extiende sobre
unos 40 kilómetros de longitud. Esta pequeña cordillera de arenisca calcárea está poblada
por el segundo grupo dialectal teenek del estado de Veracruz, compuesto por unas 6 000
personas y repartido a todo lo largo de la sierra entre localidades de población nahua y
mestiza. Al este, entre la planicie y el golfo de México, se extiende la gran laguna de
Tamiahua, hábitat de poblaciones mestizas en las que la actividad de la pesca, combinada
con cultivos de alimentos básicos, remplaza a la ganadería, dominante en la planicie. Al
sudoeste de ésta, las colinas de Tantoyuca están habitadas por el grupo teenek
veracruzano más numeroso así como por poblaciones nahuas y mestizas que se dedican
esencialmente a los cultivos de autoconsumo. Los habitantes nahuas son mayorita-rios al
sur de Tantoyuca y en la sierra de Chicontepec, que se extiende transversalmente al
suroeste de ese pueblo. Al norte de Tantoyuca se extienden nuevamente llanuras
ondulantes y las localidades teenek se vuelven más escasas, dejando lugar a las de
campesinos mestizos y a ranchos dispersos.
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población es más elevada (véase cuadro 1). Por lo demás, esta región –caracterizada por
un lado por la actividad de la ganadería extensiva y por el otro, por la de cultivos de
alimentos destinados sobre todo al autoconsumo- difiere de las regiones limítrofes en las
que dominan los cultivos agroindustria-les. En efecto, inmediatamente al norte, en el
estado de Tamaulipas, se alinean los campos de algodón, tomates, cebollas y sorgo, en
tanto que al sur, en las inmediaciones de Álamo y Papantla, se extienden las plantaciones
de cítricos y plátanos.
10 El espacio así descrito es, en grande parte, el resultado de procesos históricos que lo
convirtió en un enclave en contraste con las regiones vecinas. Lugar de concentración de
población indígena por un lado, y de un grupo poderoso de ganaderos por el otro, se
efectuaron en él pocas dotaciones agrarias. No hay industrias, ni ocupaciones económicas
sustantivas fuera de la ganadería extensiva, actividad iniciada desde el período virreinal y
que continúa hasta nuestros días sin que otras la hayan desplazado. Actualmente, la
región se caracteriza frente a las vecinas por una economía som-nolienta en la que el
tiempo parece haberse detenido o al menos ir más lentamente.34 Pero esta región está
lejos de presentar una homogeneidad social y económica. De uno y otro lado de las
fronteras sociales, cada grupo se ha construido un marco identitario, metamorfoseado y
condicionado mutuamente a través del tiempo. La diversidad descrita más arriba se
organiza alrededor de una oposición fundamental entre la planicie y el piedemonte. Por
su posición geográfica en esta región, Tantoyuca sirve como la encrucijada de esas sub-
regiones de realidades distintas, en las que ganaderos y campesinos, mestizos e indígenas,
se distribuyen el espacio, cada quien explotándolo de acuerdo a diferentes ritmos y
lógicas, no compartidas pero sí estrechamente vinculadas. Estas dos sub-regiones,
construidas, como se verá en seguida, social y económicamente a través de la historia,
forman en su conjunto la Huasteca baja veracruzana y el marco general de este libro.
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FUENTES: Atlas Ejidal del Estado de Veracruz. Encuesta Nacional Agropecuaria Ejidal, 1988,
Aguascalientes, Ágs., INEGI/ ORSTOM, 1991; II Conteo de Población y Vivienda, INEGI, 2005.
Note 1 : Porcentaje de la superficie municipal.
Note 2 : Se trata de la población de cinco años y más que se registró en el conteo de Población y
Vivienda 2005 como hablante de alguna lengua indígena. En la región de la Huasteca veracruzana se
trata esencialmente de poblaciones nahuas (N) y teenek (T). En este cuadro, el grupo mayoritario en
cada municipio aparece entre paréntesis en la columna correspondiente.
Note 3 : Estimaciones del Consejo Nacional de la Población (Conapo) con base en el II Conteo de
Población y Vivienda 2005, y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2005, IV Trimestre.
Note 4 : El municipio de Pánuco fue dividido en 1990 para crear el municipio de El Higo. Los datos
agrarios accesibles referentes a la superficie y estructuras anteriores del municipio de Pánuco se
presentan aquí para el conjunto de los dos municipios
***
11 La Huasteca ¿tierra de abundancia? Lo es sin duda para unos pocos que han acumulado
prodigiosas fortunas a costa de los demás. Pero no deja de serlo también para estos
últimos, descendientes de la cultura huaxteca, puesto que les permite sobrevivir en el
marco de sus comunidades, a pesar de los diferentes cataclismos sociales que los han
azotado a lo largo de su historia.
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NOTAS
1. Véanse “Itinerario de los caminos que conducen de Tampico por la Huasteca baja a Atotonilco
el Grande”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadísticas, 2 (1), 1869, pp. 164-169; L. O
CHOA S ALAS, “Un documento del siglo XVIII para el estudio de la Huaxteca” in J. R UVALCABA y G. A
LCALÁ (coords.), Huasteca I. Espacio y tiempo, México, CIESAS, 1993, pp. 73-76.
2. Guide Bleu: Mexique, Guatemala, 1988, p. 478.
3. Ibid.479.
4. Palabra de origen náhuad que designa una blusa femenina sin mangas.
5. Se trata del grupo teenek (o huasteco) veracruzano. Para acercarse a los teenek del estado de
San Luis Potosí se debe recorrer aún un centenar de kilómetros hacia el noroeste en dirección de
Ciudad Valles.
6. Véanse G. STRESSER-PÉAN, “Les problèmes de frontières de la Huasteca et régions voisines” in A.
BRETON, J.-P. BERTHEV S. L ECOIN (eds.), Vingt études sur le Mexique et le Guatemala, Toulouse, РUM,
1991, pp. 47-66; B. GARCÍA M ARTÍNEZ , Los pueblos de la sierra. Elpoder y el espacio entre los indios del
norte de Puebla hasta 1700, México, Colmex, 1987, pp. 36-37.
7. Véase “mapa de la provincia agustina del santísimo nombre de Jesús (siglo XVII)” in A. RUBIAL G
ARCÍA, Una monarquía criolla (Laprovincia agustina en el siglo XVII), México, CNCA, 1989, pp. 8-9.
8. Véanse, entre otros, “Orden sobre el buen estado de los caminos”, 1533, Juicio de residencia de
Nuño de Guzmán, f. 549v°, citado en A. BLÁZQUEZ y T. C ALVO, Guadalajaray elnuevo mundo. Nuño
Beltrán de Guzmán: semblanza de un conquistador, Guadalajara, Esp., Institución Provincial de
Cultura, 1992, p. 81; AGN, Caminos y calzadas, vol. 10, exp. 8, fs. 125-131,1787.
9. Véanse, entre otros, A. BLÁZQUEZ y T. CALVO, op. cit.
10. En 1823, 1832, 1838, 1852-3, 1855, 1856, 1872 y 1953. Se trató, en todos los casos, de un
movimiento surgido en la élite regional interesada en mantener el monopolio del poder local y
no de un movimiento independista como en el Yucatán de mediados del siglo XIX; véanse M.F. S
OTO, El nuevo Estado, necesidad de formarlo inmediatamente con los cinco distritos de Tuxpan, Tampico de
Veracruz Tancanhuitz, Huejutla y el sur de Tamaulipas, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1856;
M.B.TRENS, Historia de Veracruz, 5 (1), México, La Impresora, 1950, pp. 129-135; A.J. A NDRADE A
ZUARA, Huaxtecapan, el estado huaxteco, México, s.e., 1952; E. M ÁRQUEZ, “Tierra, clanes y política en
la Huasteca Potosina (1797-1843)”, Revista Mexicana de Sociología, 48 (1), 1986, pp. 201-203.
11. Véase A. BASSOLS BATALLA et al., Las Huastecas en el desarrollo regional de México, México, Trillas,
1977.
12. Sobre las fases de desarrollo de esta cultura véase, entre otros, L. O CHOA S ALAS, Historia
prehispánica de la Huasteca, reimpresión [1a ed., 1979], México, unam, 1984; R. P IÑA C HÁN, “El
desarrollo de la tradición huasteca” in L. O CHOA (coord.), Huaxtecos y Totonacos. Una antología
histórico-cultural, México, CNCA, 1989, pp. 164-176; A. GARCÍA C OOK y B. L. M ERINO C ARRIÓN,
“Procesos culturales durante el formativo en la planicie costera del Golfo de México” e
“Influencias externas en el desarrollo regional de la planicie costera” in A. Á VILA M ÉNDEZ y J. R
UVALCABA (coords.), Cuextecapan, lugar de bastimentos, México, CIESAS , 1991, pp. 9-31.
13. B. de SAHAGÚN, Historia General de las Cosas de Nueva España, [1547-1582], 3 a ed., México, Porrúa,
1977, p. 202.
14. R V AN Z ANTWIJK, “El concepto del cuextecatl en la cultura azteca” in Enquêtes sur l'Amérique
moyenne. Mélanges offerts à Guy Stresser-Péan, México, CEMCA / INAH / CNCA , 1989, p. 159.
15. A. de MOLINA, Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, [1555-1571], 2 a
ed., México, Porrúa, 1977.
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16. R. V AN ZANTWIJK, op. cit., p. 160; véase asimismo la descripción de los guerreros huaxtecas en
A. TEZOZÓMOC, Crónica mexicana, [± 1550], 4a ed., México, Porrúa, 1987, p. 314.
17. B. de SAHAGÚN, op. cit., p. 203.
18. J. MEADE, La Huasteca. Época antigua, México, Cossio, 1942, pp. 23-24.
19. Los nombres científicos de plantas mencionadas en este libro provienen de diversas fuentes
bibliográficas y no de una identificación directa de plantas recogidas en el terreno. Esto podría
ocasionar ligeras variantes debidas a las diferencias climáticas entre la región de la Huasteca
veracruzana, en la que los informantes me dieron los nombres populares de las plantas, y las
regiones vecinas en las que los botánicos siguientes recogieron sus especímenes y a cuyas obras
me referí para completar las definiciones: J. ALCORN, Huastec mayan ethnobotany, Austin, Tex.,
University of Texas Press, 1984; L. KLIPPER, R.WALLEYN, E BILLIET et al., Le Mexique - des plantes pour
les hommes, Bruselas, Jardin botanique national de Belgique / Hayez, 1993; M. M ARTÍNEZ, Catálogo
de nombres vulgares y científicos de plantas mexicanas, México, FCE, 1979.
20. Véase J. R UVALCABA MERCADO, “Nombres, límites y características de la Huasteca, siglos XV-XX
”, Cuadrante, 11-12,1993, pp. 10-29.
21. Más precisamente, la Huasteca se extiende desde el golfo de México al este hasta los confines
meridionales del estado de San Luis Potosí y orientales del estado de Hidalgo, hasta la latitud del
río Moctezuma en la Sierra Gorda del estado de Querétaro al oeste; de sur a norte, se extiende
desde la Sierra Norte del estado de Puebla, a la altura del río Cazones al sur de Tuxpan, hasta el
río Tamesí, al sur del estado de Tamaulipas.
22. G. STRESSER-PÉAN, “Ancient Sources on the Huasteca” in Handbook of Muidle American Indians,
11, Austin, Tex., University of Texas Press, 1971, pp. 583-584; L. O CHOA SALAS, Historia prehispánica
de la Huaxteca..., pp. 128-129. Sin embargo, al norte del río Pánuco, en la cuenca de los ríos
Guayalejo y Tamesí, se encuentran vestigios de asentamientos huaxtecas cuyo arcaísmo indica
que estaban situados en los confines de esa área cultural (véase G. S ALDIVAR, Los indios de
Tamaulipas, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, publ. n° 70,1943, pp. 19-21).
23. Véase A. OCHOA, “El huasteco veracruzano y el huasteco potosino. Dos variantes de un mismo
idioma” en L. Ochoa (coord.), Cinco miradas en torno a la Huaxteca, Veracruz, Consejo Veracruzano
de Arte Popular, 2007, p. 42.
24. Estas cifras se refieren a la población teenek-hablante e incluyen asimismo a los miembros de
menos de cinco años de los hogares en los que se habla esa lengua.
25. C. de TAPIA ZENTENO, Paradigma apologético y noticia de la lengua huasteca, [1767], México, UNAM ,
1985, p. 30.
26. Véase A. ARIEL DE VIDAS y B. BARTHAS, “El Fondo Regional de Solidaridad ¿para el desarrollo de
los pueblos indígenas? Dos respuestas sub-regionales en la Huasteca” in H. C ARTON DE GRAMMONT
y H. TEJERA, (coords.), La sociedad rural mexicana frente al nuevo milenio, México, UNAM / UAM / INAH /
Plaza y Valdés, 1996,4 tomos; t. 2, A. PAULA DE TERESA y C. CORTÉS RUIZ, (coords.), La nueva relación
campo-ciudad y la pobreza rural, pp. 269-296.
27. Los nahuas del sur de la Huasteca serían probablemente huaxtecas nahuatlizados desde el
siglo XV bajo la influencia de las conquistas mexicas, véanse G. S TRESSER-PÉAN, “Les Nahuas du sud
de la Huasteca et l'ancienne extension méridionale des Huastéques”, Revista Mexicana de Estudios
Antropológicos, 13, (2-3), 1952-1953, pp. 287-290 y del mismo autor, “Ancient Sources on the
Huasteca”, op. cit., pp. 585-586.
28. L. D E S OUSBERGHE y C. R OBLES U RIBE, “Nomenclature et structure de parenté des Indiens
Tzeltal”, L'Homme, 2 (3), 1962, p. 105.
29. G. STRESSER-PÉAN, “Les problèmes de frontières... ”, p. 51.
30. H. PUIG, “Contribution de l'écologie à la définition de la limite nord-est de la Mésoamérique”
in Actes du XLIIe Congrès International des Américanistes, vol. IX-B, París, 1976, p. 20.
31. Ibid., pp. 14-16.
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32. La tierra de esta región (rendzina o regosol arcillo-calcáreo) está constituida por un suelo de
horizontes poco profundos que no permiten la retención de la humedad y de los fertilizantes
naturales, lo que la vuelve mediocre para la agricultura.
33. Esta región sufre en efecto fenómenos naturales extremos. Por ejemplo, en 1948 se abatió
sobre la Huasteca una sequía seguida por una epizootia de fiebre aftosa que atacó a los bovinos y
destruyó ganados y cultivos. A consecuencia de esta epidemia hubo una hambruna que causó
muchas víctimas. En 1957, una inundación devastó la zona entre Tampico y Huejuda y una serie
de heladas afectó los cultivos de manera consecutiva: 1957, 1958, 1962, 1964, 1979, 1983, 1985 y
por último en 1989.Los ciclones “Diana” y “Gert”, desencadenados al final de los veranos de 1990
y 1993 respectivamente, también ocasionaron graves daños en la región. Véase también M. R OMER
, “Comunidad y migración laboral en la región huasteca”, Actas Latinoamericanas de Varsovia,
17,1995, pp. 107-118.
34. Véase A. A RIEL DE V IDAS, “La bella durmiente: el norte de Veracruz” in O. H OFFMANN y E. V
ELÁZQUEZ (coords.), Las llanuras costeras de Veracruz: la lenta construcción de regiones, Xalapa, Ver.,
orstom / Universidad Veracruzana, 1994, pp. 39-73.
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los aztecas, habrían llegado por mar, desembarcando en el norte, hacia Pandan o Panodan
(el actual Panuco), que designa el lugar vadeable por el que se pasa del agua a la orilla, es
decir, el lugar del desembarco; de allí su otra apelación de panteca –“hombres del lugar de
pasajera”.6
3 Según el mito, los huaxtecas, en busca del Tamoanchan, el paraíso terrestre, siguieron
luego sus peregrinaciones hacia Guatemala para terminar finalmente en el Altiplano
central. Allí la diosa Mayahuel descubrió el pulque, el jugo fermentado del maguey. Con la
ayuda de otros dioses, puso a punto el proceso de fermentación de esa bebida y las
divinidades invitaron a todos los príncipes de la región a un banquete. Ofrecieron cuatro
copas de pulque a cada uno de los invitados, sin darles más para que no se
emborracharan. Pero había entre los convidados un príncipe huaxteca, Cuextecad, que se
tomo una quinta copa y, habiendo perdido el control de sí mismo, se quitó el taparrabo
revelando sus genitales. Ultrajados, los anfitriones quisieron castigarlo, pero el príncipe,
avergonzado, logró huir con sus vasallos a Panotlan, donde los huaxtecas conservaron la
costumbre de no portar taparrabo y de emborracharse permanentemente; prácticas que
continuaron, según Sahagún, hasta la llegada de los españoles. La fama de la desnudez
huaxteca llegó a atravesar el Adámico, y en el diccionario de Thomas Corneille, publicado
a inicios del siglo XVIII en París, se encuentra la siguiente mención bajo la rúbrica Guasteca
: “... los salvajes que habitan ese lugar ... andan casi desnudos”. 7 Además, la reputación de
ebriedad de los huaxtecas dio lugar al insulto cuextecatl que los aztecas usaban contra
toda persona atolondrada, y que se considera como la peor ofensa.8
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migratorios, y sería más probable que explique eventualmente y a posteriori las prácticas
huaxtecas de ebriedad y desnudez. La otra hipótesis, sostenida por Norman McQuown,
afirma que los huaxtecas serían originarios del sur y se habrían separado del centro
protomaya para emigrar hacia el norte.13 Esta discusión se funda en la relación estrecha
existente entre el huasteco y la lengua chicomucelteca o cotoque del Chiapas meridional –
separada del huasteco hacia el año 1000 d.C. y hoy desaparecida-hablada a lo largo del río
Grijalva, limítrofe de la zona de las lenguas mayas contiguas.14 El huasteco y el cotoque
utilizan el vocablo inik para designar al 'hombre' mientras que en el resto de los idiomas
mayas se dice winik. De allí la clasificación por los lingüistas de las lenguas mayas bajo
esos dos términos. El cotoque sería, ya sea un fragmento del huasteco dejado atrás en la
ruta migratoria hacia el norte, o un segmento de esa lengua separada posteriormente del
centro septentrional (véase figura 3).15
5 Por lo demás, tiestos cerámicos de cierto tipo encontrados a lo largo del golfo de México,
así como restos de una especie particular de maíz amarillo (flint), cultivada únicamente en
las regiones de las tierras cálidas del Yucatán y la Huasteca, pueden también atestiguar un
lazo establecido entre las culturas maya y huaxteca.16 En cuanto al detalle mencionado en
el mito nahua, según el cual los huaxtecas habrían llegado por mar, eso reflejaría, como lo
sostiene Lorenzo Ochoa,17 migraciones sucesivas, a lo largo de varios siglos, hacia la
región de la Huasteca. Según este autor, algunos habrían podido llegar por vía marítima
de Yucatán y por ello habrían tenido un impacto mayor, posteriormente integrado en la
mitología. Sin embargo, se deben matizar estas consideraciones y no descartar la
posibilidad de que la llegada de los huaxtecas por mar desde el oriente, tal como se la
describe en el mito nahua, correspondería más bien al camino del sol saliente y no tendría
una relación directa con los movimientos migratorios de las poblaciones históricas de ese
grupo.
6 Por otra parte, la última ola migratoria conocida en la región, hacia los siglos XII y XIII, no
concierne a los huaxtecas, sino a los teochichimecas, de filiación nahua, que habrían así
contribuido aun más a su multietnicidad.18 El nacimiento de la cultura huaxteca, en
cuanto tal, se sitúa alrededor del siglo II d.C, pero ésta fue menos brillante que la de los
mayas, de quienes se habían separado mucho antes del florecimiento de ésta. Si bien los
huaxtecas establecieron relaciones con las culturas del Altiplano central desde el inicio de
su desarrollo y aunque algunas de sus divinidades fueron adoptadas por los mexicas, la
sobriedad de sus construcciones, en contraste con el esplendor de las de Teotihuacan en
la misma época, indicaría que su acercamiento a la civilización de el Altiplano no ocurrió
sino hacia los siglos VIII y IX.19
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 24
FIGURA 3: UBICACIÓN GEOGRÁFICA DE LAS LENGUAS MAYENCES FUENTE: según R.J.Sharer, The
Ancient Maya, 5a ed., Stanford, Stanford Univesity Press, 1994, p. 583
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 25
comerciante huaxteca, es decir, apareció sin taparrabos para vender chiles en la plaza del
mercado frente al palacio real. Viéndolo así, la hija de Huemac, rey de Tula, cayó
perdidamente enamorada de él. Enferma de pasión, la salud de la princesa sufrió y su
padre tuvo que consentir al matrimonio con ese personaje encantador –una alianza que
contribuyó luego a la pérdida de su trono.23
9 En ese contexto, no es sorprendente que a los huaxtecas los identificasen sus vecinos
otomíes como “la gente del pene”.24 Este atributo se refleja asimismo en el Codex
Borbonicus en el que la diosa Tlazolteotl, divinidad de la lujuria, figura acompañada por
jóvenes huaxtecas (reconocibles por el sombrero cónico) cargando enormes falos en las
manos.25 Además, una danza obscena azteca, ejecutada durante la gran fiesta de los
señores (Hueyi Tecuilhuitl), se llamaba cuecuechtli, término derivado de la misma raíz cuech
o cuex que, como se explicó antes, forma la base de la palabra cuexteca. 26 Es interesante
notar a este respecto que, en la “sala secreta” del Museo Nacional de Antropología en
México, consagrada al culto fálico prehispánico, 10 de los 35 objetos expuestos provienen
de la Huasteca.27
10 Los huaxtecas, según los informantes de Sahagún, eran también adeptos a la brujería y las
artes mágicas. Producían, tal vez por medio de la hipnosis, visiones pasmosas, tales como
casas que sin estarlo, parecían envueltas en llamaradas de fuego; o hacían surgir fuentes
de agua llenas de peces, pero no eran sino fruto de la ilusión; o hasta fingían matarse
cortándose la carne en trozos, pero sin hacerlo realmente.28 Los aztecas llamaban a estos
personajes, particularmente temidos, teixcuepanime, es decir: “engañadores o
embaucadores, burladores o hechiceros”.29 Además, el término cuecuech, que comparte su
raíz con cuexteca, (sinuosidad ¿enmarañar, circunvenir?) significa “travieso, y
desvergonzado” así como “hacer estremecer y temblar a otro”.30
11 Su reputación de magos hizo de los huaxtecas guerreros temibles. Poco antes de un
combate decisivo entre mexicas (aztecas) y huaxtecas, en 1458, el comandante de aquéllos
tuvo que convencer a sus tropas de no creer en las apariencias de sus adversarios,
enumerando las múltiples formas que podían tomar, pero a las cuales no debían temer:
demonios, visiones, tigres, leones, águilas, fantasmas. . .31 En suma, los guerreros
huaxtecas se vestían de tal manera que inspiraban temor en sus adversarios. 32 En tales
condiciones, los argumentos no bastaron, y para asegurar la derrota de los huaxtecas, los
mexicas recurrieron a una emboscada.33
12 Otra fuente virreinal menciona también el aspecto belicoso de los huaxtecas “por ser
fronterizos de los feroces Chichimecos” siguiendo que
[...] fue tan indomable esta provincia Guaxteca, que siendo ley inviolable entre los
Enperadores de Mégico, que no se pudiese poner la Corona del Inperio quien no
conquistase nación, o Provincia de enemigos, Monteçuma el segundo [1480-1520]
obligado por esta ley i deseoso de cobrar renonbre de arriscado, en conquista de
mayor dificultad, pareciéndole más onroso vencer a éstos que eredar el Inperio,
escogió esta Provincia donde echó el resto de su poder i mejores conbatientes de sus
egércitos, i a fuerça de trabajo con tesón de asistencia, pudo la constancia lo que a
los principios no pudo la batería, negociando la gran pérdida de sus vidas, lo que no
aprovecharon las muchas muertes de los contrarios, i venciédolos calificó su
orgullo, mereció la Corona i sugetó su rebeldía.34
13 Más tarde, por su naturaleza ambigua, los prisioneros huaxtecas fueron candidatos
predilectos para sacrificios a los dioses aztecas. En particular, los cautivos de la segunda
gran batalla, en 1485, fueron guardados dos años con muchos cuidados pues se los había
destinado como ofrendas durante la gran fiesta de Huitzilopochtli, dios de la guerra. 35 Por
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lo demás, la etimología del término tohuenyome, usado por los aztecas para referirse a los
huaxtecas, es “lo que constituye nuestra ofrenda”; su sentido de “vecino” o “extranjero”,
antes mencionado, revelaría la evolución semántica de esa palabra puesto que, para los
aztecas, los extranjeros constituían por antonomasia las ofrendas sacrificadas a los dioses
y los huaxtecas eran, además, sus más inmediatos vecinos.36
14 Las opiniones de los nahuas sobre los huaxtecas parecen asignar a éstos un lugar
claramente determinado en su cosmología. Originarios del oriente y del mar, ya sea del
otro lado del mundo conocido, llegan al norte del territorio mexica siguiendo el rumbo
del sol saliente; andan desnudos y practican cultos fálicos y son, además, poderosos brujos
que pueden transformarse en animales aterrorizadores. Todo ello corresponde,
finalmente, a la idea de la otredad en los confines del imperio.
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 27
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18 Independientemente de la visión mítica que podían tener los nahuas sobre los huaxtecas,
éstos ocupaban un lugar bien determinado en los confines de Mesoamérica. Esta posición
de “tapón” entre el imperio mexica y los bárbaros del norte sin duda permitió la relativa
independencia de los huaxtecas del yugo azteca. Organizados en señoríos y no en grandes
aglomeraciones, probablemente no se los percibió como objetivo a destruir y aculturar. La
llegada de los españoles alterará este orden social, reconstruible sólo por medio de
escasas fuentes. Las poblaciones huaxtecas experimentarán mutaciones profundas que
conducirán a la formación de las colectividades indígenas virreinales.
NOTAS
1. Tapia Zenteno menciona sin embargo en su gramática huasteca del siglo XVIII la existencia
anterior de figuras y caracteres usados en ilustraciones cartográficas: “... en la antigüedad de
estas Naciones no se conoció termino escrito, excepto aquellos caracteres, y figuras, que usaban
en sus mapas, de que hoy no ha quedado más que la memoria...” (C. de TAPIA ZENTENO, op. cit.,p. 1
del facsímil).
2. Véanse Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlán [1570] y Leyenda de los soles [1558], 2 a ed.,
México, UNAM , 1975, pp. 10-11; J. de TORQUEMADA , Monarquia Indiana, [1615], 1 (3), cap. 7,5a ed.,
México, Porrúa, 1975, pp. 254-256; F. de ALVA I XTLILXÓCHITL, Obras históricas, [1625], t.1,3a ed.,
México, UNAM, 1975, pp. 529-530; J. MEADE, La Huasteca. Época antigua..., pp. 107-114.
3. B. de SAHAGÚN , op. cit.; M. LEÓN-PORTILLA, “Los huaxtecos según los informantes de Sahagún”,
Estudios de Cultura Náhuatl, 5,1965, p. 21.
4. A. de MOLINA, op. cit., p. 151.
5. Véanse F. de ALVA IXTULXÓCHITL, op. cit., t.1, p. 307 y B. de SAHAGÚN, op. cit..
6. B. de SAHAGÚN, op. cit..
7. “...Les Sauvages qui habitent cette Contrée (...) vont presque nuds”, T. Corneille, Dictionnaire
universel, géographique et historique, 3 vol., Paris, Chez Jean-Baptiste Coignard, 1708, citado en R.
ALCIDES REISSNER, El indio en los diccionarios. Exégesis léxica de un estereotipo, Mexico, INI, 1983, p. 164.
8. B. de SAHAGÚN , op. cit.; se encuentra una variante de este mito en M. LÉON PORTILLA, “Los
huaxtecos según...”.
9. El análisis glotocronológico o léxico-estadístico es un procedimiento que permite establecer,
según el porcentaje de palabras análogas, el momento de ruptura entre dos lenguas
emparentadas, véase al respecto M. SWADESH , “The language of archaeo-logic Huastecs”, Notes on
Middle American Archaeology and Ethnology, 114, 1953, pp. 223-227.
10. M. SWADESH , “Interrelaciones de las lenguas mayences”, Anales del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 13 (42), 1961, p. 231-267.
11. Véanse también otras aportaciones a este tema en G. Gutiérrez Mendoza, “Interacción de los
grupos lingüísticos en la costa del Golfo de México: el caso de la separación geográfica del idioma
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 28
huasteco del resto de las lenguas mayas” in J.M. PÉREZ ZEVALLOS y J. RUVALCABA MERCADO , ¡Viva la
Huasteca!Jóvenes miradas sobre la región, México, CIESAS/Colsan, 2003; F. BARRIGA PUENTE, “Nuevos
argumentos en torno a la dispersión del protomaya” in J. RUVALCABA MERCADO (coord.), Nuevos
aportes al conocimiento de la Huasteca, México, CIESAS / CIHSLP / CEMCA / IPN / UACH / INI, 1998, pp.
189-201; N.A HOPKINS, “La influencia del Yucatecano sobre el cholano y su contexto histórico.
Investigaciones recientes en el área Maya”, XVII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de
Antropología, tomo I, México, SMA, 1984, pp. 191-207.
12. W. JIMÉNEZ MORENO, “El enigma de los Olmecas”, Cuadernos Americanos, 5 (5), 1942, pp. 113-145.
13. N. MCQUOWN , “Los orígenes y la diferenciación de los mayas según se infiere del estudio
comparativo de las lenguas mayanas” in E. Z. VOGT y A. RUZ (coords.), Desarrollo cultural de los
mayas, México, UNAM, 1964, pp. 49-80.
14. G. ZIMMERMANN , “El cotoque, la lengua mayense de Chicomucelo”, Traducciones
mesoamericanistas, 1,1966, pp. 27-71.
15. L. MANRIQUE CASTAÑEDA , “La posición de la lengua huasteca” in Actes du XLIIe Congres
International des Américanistes, vol. IX-B, París, 1976, pp. 87-102.
16. J. M. PÉREZ ZEVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI: fragmentación de los señoríos prehispánicos,
organización social y tributo, tesis de licenciatura en ethnohistoria, México, ENAH, 1983, p. 36.
17. L. OCHOA SALAS, Historia prehispánica..., pp. 112-128; véanse también G. STRESSER-PÉAN, “Les
Nahuas du sud de la Huasteca...”, op. cit.; B. GARCÍA MARTÍNEZ, op. cit., cap. 1, n. 19, 33 et 41.
18. J. M. PÉREZ ZEVALLOS, op. cit., p. 44.
19. G. STRESSER-PÉAN, “Les Indiens huastèques”, Revista mexicana de estudios antropológicos, 13 (2-3),
1952-1953, p. 215; L. OCHOA SALAS, “El golfo durante el clásico” y “La zona del golfo en el
postclásico” in L. MANZANILLA y L. LÓPEZ LUJÁN (coord.), Atlas histórico de Mesoamérica, México,
Larousse, 1989, p. 95 y 181.
20. B. DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, [1568], 7 a ed., México,
Porrúa, 1977, t. 2, cap. 158 y 208, pp. 359 y 85.
21. Véanse por ejemplo F. LÓPEZ de GÓMARA, Historia general de las Indias [1552], Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1979, cap. 47, “Panuco”, p. 70: “Son asimismo grandísimos putos, y tienen mancebía de
hombres públicamente, do se acogen las noches 1 000 de ellos, y más o menos, según es el
pueblo”; y El conquistador anónimo. Relación de algunas cosas de la Nueva España y de la gran ciudad de
temestitán México, escrita por un compañero de Hernán Cortés [1556], cap. 15 in J. GARCÍA I CAZBALCETA ,
Colección de documentos para la historia de México [1858], México, Porrúa, 1971, t.1, p. 387 (referirse
al texto original en italiano y no a su traducción “púdica” al español; existe, por lo demás, una
traducción más fiel del documento al francés: Le Conquistador Anonyme, México, IFAL, 1970).
22. L. Ochoa Salas, Historia prehispánica..., pp. 136-137; M. Toussaint, La conquista de Pánuco,
México, El Colegio Nacional, 1948, p. 43; G. STRESSER-PÉAN, “Les Indiens huastéques”, op. cit., pp.
226-227.
23. “... [se] enfermó entonces la hija de Huemác, se puso en tensión, entró en grande calentura,
como sintiéndose pobre del pájaro –miembro viril– del Tohuenyo...”, traducido del náhuatl por
M. LÉON-PORTILLA, “La historia del Tohuenyo - narración erótica náhuad”, Estudios de Cultura
Náhuatl, 1, 1959, pp. 95-112.
24. J. GALINIER, “La Huasteca (espace et temps) dans la religion des Indiens Otomis” in Actes du XLIIe
Congrès International des Américanistes, vol. LX-B, París, 1979, p. 130. Los protocolos de ese simposio
indican que al final de su intervención, se interrogó a G. Stresser-Péan para saber si “los
huastecos actuales merecían la reputación de lujuria atribuida a sus antepasados”. La respuesta
fue que su conducta no difería de la de sus vecinos, pero que sus leyendas y tradiciones diversas
estaban bastante marcadas por la sensualidad.” (p. 140).
25. Códice Borbónico, [1507 ó 1522-1540], México, Siglo XXI, 1979, lámina 30.
26. R. VAN ZANTWIJK, op. cit., p. 160.
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 29
27. R MENA, Catálogo del Salón Secreto ( culto al falo), México, Museo Nacional de Arqueología,
Historia y Etnografía, 1926. Véase también P. JOHANSSON, “Erotismo y sexualidad entre los
huastecos”, Arqueología mexicana, 14 (79), 2006, pp. 58-64.
28. B. de SAHAGÚN, op. cit., p. 211.
29. G. AGUIRRE BELTRÁN , “La medicina Indígena”, América indígena, 7 (2), 1947, p. 112, según A. de
MOLINA, op. cit.
30. A. de MOLINA, op. cit.; véanse además sobre la etimología de la palabra cuexteca R. VAN ZANTWIJK
, op. cit., pp. 159-160 y Á. M. GARIBAY, “Poema de travesuras”, Tlalocan, 3 (2), 1952, pp. 162-164.
31. A. TEZOZÓMOC, op. cit., pp. 312-313.
32. “Venían tan feos, que sólo verlos asombraba...”, D. D URÁN, Historia de las Indias de Nueva España
e islas de la tierra firme, [siglo XVI], México, Porrúa, 1967,t. 2, cap. 19, p. 167.
33. A. TEZOZÓMOC, op. cit., pp. 312-313.
34. A. DE LA CALANCHA , Crónica moralizada. Crónicas del Perú, Lima, edición de Ignacio Prado Pastor,
1975, pp. 379-380.
35. “Mirad no se os huyan, o se os mueran; mirad que son hijos del sol; dadles muy bien de comer,
que estén gordos y buenos, para cuando llegue el día de la fiesta de nuestro dios, para ser
sacrificados, para que se festeje nuestro dios con ellos, pues son suyos.... y los regalaban y
honraban con tanta reverencia, como si fuesen dioses, llamándoles hijos del sol y del señor de la
tierra y merced de los dioses.”, D. DURÁN, op. cit, p. 169.; en otra versión de este relato, se describe
a los huaxtecas como “hijos y vasallos de el sol, vecinos de la mar. ..”.véase A. TEZOZÓMOC, op. cit.,
p. 317.
36. M. LEÓN-PORTILLA, “La historia...”, op. cit., p. 111; R. VAN ZANTWIJK, op. cit., p. 160.
37. “Parecer de fray Nicolás de San Vicente Paulo alias de Witte de la Orden de San Agustín, sobre
el modo que tenían de tributar los indios en tiempo de la gentilidad. Mextitlán, a 27 de agosto de
1554”, [AGI, Patronato 181, Ramo 27 (2-2-2)] in Epistolario de Nueva España ( ENE), t.16 doc. 402,
México, Antigua Librería Robredo de J. Porrúa e hijos, 1942, pp. 56-62.
38. “Real cédula dando facultad a Francisco de Garay para poblar la Provincia de Amichel, en la
costa firme que con navios armados por su cuenta para buscar un estrecho había reconocido”, [
AGI, leg. 1 de descubrimientos en tierra firme, de 1500 a 1595], transcrito en M. TOUSSAINT, op. cit.,
p. 196.
39. L. OCHOA SALAS, “El golfo durante el clásico” y “La zona del golfo en el postclá-sico”, op. cit., pp.
95 et 181.
40. “Visita de Gómez Nieto en la provincia de Pánuco, 1532-1533”, [AGI, Justicia, 234, fs. 772r-831
v; 857r-902v], citado en D.E. CHIPMAN, Nuño de Guzmán and the Province of Pánuco in New Spain
1518-1533, GlendaJe, Calif., A.H. CLARK, 1967, p. 28. Véase también, J. M. PÉREZ ZEVALLOS (paleografía,
introducción y notas), La visita de Gómez Nieto a la Huasteca (1532-1533), México, CIESAS / Colsan /
CEMCA / AGN, 2001.
41. G. STRESSER-PÉAN, “Problèmes agraires de la Huasteca ou région de Tampico (Mexique) ” in Les
problèmes agraires des Amériques Latines, Paris, Colloques internationaux du CNRS, 1967, pp.
201-214.
42. “Parecer de fray Nicolás de San Vicente Paulo...” in Epistolario de Nueva España..., pp. 56-62; L.
OCHOA SALAS, Historia prehispánica..., p. 151.
43. Véase F. LÓPEZ DE GÓMARA, Historia de la conquista de México [1552], Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1979, cap. 77: “Que todos pechan al rey de México”, p. 123.
44. A.TEZOZÓMOC, op. cit., pp. 347-349.
45. “Nunca van sin sus arcos y sus flechas, de los que se sirven con gran destreza” [“Jamais ils ne
marchent sans avoir leurs arcs et leurs fleches dont ils se servent fort adroitement”], T. CORNEILLE
, in R. ALCIDES REISSNER, op. cit. y F. de ALVA IXTLILXÓCHITL, op. cit., t. 2, cap. 40, p. 109.
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 30
46. R. de la CERDA SILVA, “Origen de las culturas mexicano-mayas”, Boletín de la Sociedad Mexicana
de Geografía y Estadísticas, 50, (1-12), 1939, pp. 147-171; véase asimismo J.M. PÉREZ ZEVALLOS, La
Huasteca en el siglo XVI..., pp. 48-58.
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2 El primer contacto directo entre huaxtecas y españoles tuvo lugar en 1519 cuando los
hombres de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, efectuaron una misión de
reconocimiento a lo largo del Pánuco.2 Pero los indios no hicieron muestra de gran
hospitalidad y después de vencer a los españoles en Chila se los comieron, los desollaron y
exhibieron sus pieles en sus templos.3 Un año después, los españoles establecieron su
primera colonia en la Huasteca. Los indígenas no aceptaron fácilmente esta intrusión y
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 32
LA TRATA DE ESCLAVOS
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 33
Caribe se veía fuertemente afectada en esos años por la extinción de los indios arawak,
duramente explotados, lo que suscitó una gran demanda de mano de obra. La cercanía de
la Huasteca al puerto de Pánuco facilitaba ese comercio de exportación humana. La trata
de esclavos indígenas se hizo a cambio de ganado importado del Caribe para satisfacer la
demanda de mano de obra por un lado, y para iniciar la actividad ganadera en la
Huasteca, por el otro.
4 El tráfico de esclavos había empezado al tiempo mismo de la conquista y aun antes, por
señores huaxtecas que lo practicaban como una forma de intercambio con otros jefes,
huaxtecas y extranjeros.17 Sin embargo, el tráfico fue organizado legalmente y a gran
escala por Nuño Beltrán de Guzmán, primer gobernador de la Huasteca (decretada
“provincia de Pánuco” desde 1525). Este siniestro personaje justificó la esclavitud como
una manera de salvar a los indios de la antropofagia a la que los exponían sus propios
señores o los chichimecas, a quienes ésos los vendían.18 Además, agregaba en su apología,
para convertirlos en buenos cristianos el exilio les sería provechoso, al alejarlos de su
medio pagano y nefasto. Se trataba también de poner a trabajar a los indios desocupados
que no habían sido deportados, utilizados desde entonces en la naciente actividad
ganadera. Además, el tráfico podía fácilmente ser defendido, pues las minas caribeñas
producían ingentes ingresos para la Corona.19 Al entrar en funciones en 1527, Nuño de
Guzmán decretó medidas según las cuales se prohibía enviar esclavos a México pues las
diferencias climáticas entre las tierras cálidas de la Huasteca y el frío del Altiplano eran
perjudiciales para los indios. Por lo demás, la venta de esclavos sólo podía llevarse a cabo
contra ganado, y no a cambio de otras mercancías. Además, a diferencia del precio
corriente de 80 a 100 indios por un caballo, una vaca o una oveja,20 el precio del ganado
“bajó” y se fijó en 15 esclavos por animal, con el fin de preservar ese precioso recurso
humano. Esas medidas, lejos de reflejar una preocupación humanitaria, aun según los
valores de la época, aseguraban más bien un mejor control del negocio, privaban de
ganado y de mano de obra barata a los rivales del gobernador y aseguraban ganancias
rápidas y fáciles a los que estaban cercanos al poder y al tráfico marítimo entre la
Huasteca y las Antillas. A raíz de las luchas intestinas con las autoridades de México y en
especial con Cortés, Nuño de Guzmán había prohibido la exportación de ganado y de
plantas fuera de su provincia, dado que caballos y puercos eran absolutamente
indispensables para sus adversarios en sus expediciones de conquista y pacificación. 21
5 La trata de esclavos, practicada sin vergüenza por Nuño de Guzmán, ocasionó a pesar de
todo algunas críticas, en particular aquélla, especialmente vehemente, de Juan de
Zumárraga, primer arzobispo de México. En 1529, denunció la deportación de 10 000
indios de la Huasteca de los 25 000 pacificados, es decir, catequizados y bautizados. 22
Según el religioso, la perspectiva del exilio y la esclavitud provocó entre los indios el
abandono de sus pueblos, la huida hacia otros parajes, y una baja notable de la natalidad.
23 Esa situación condujo al despoblamiento de la región, al punto que su gobernador, que
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LA DESERTIFICACIÓN DE LA HUASTECA
6 Los indios de la Huasteca fueron explotados también como portadores o tamemes para
transportar mercancías hacia el Altiplano central.31 Esos trabajos forzados fuera de la
región, agregados a la deportación masiva como esclavos de hombres huastecos, además
de los efectos de las epidemias que golpearon a la población indígena, contribuyeron a
una baja notable del número de indios tributarios en la provincia de Pánuco. 32 Su número
bajó de 11 700 en 1532 a 5 140 en 1570,1 220 en 1610,600 en 1643 y hasta 338 en 1688. 33 En
otras palabras, en el espacio de un siglo y medio, no quedaba sino un 3 % del número de
tributarios a principios del período virreinal. La disminución de la sociedad indígena en la
provincia de Pánuco fue tal que el virrey Antonio de Mendoza prohibió, ya en 1536, el
servicio de tamemes, ocupación que ocasionaba un gran número de víctimas adicionales. 34
En 1543, un documento enviado de México pide que el encargado de la Huasteca explique
las razones por las que los indios estaban abandonando sus localidades. 35 Hacia 1580, el
arzobispo de México expresaba, en una carta que escribió al rey, su consternación por el
despoblamiento de la Huasteca.36 En efecto, si la población de la provincia de Pánuco era
aún, en 1533, de 20 371 indios,37 a inicios del siglo XVII quedaban sólo 2 051, es decir, un
poco más de una décima parte.38 El crecimiento demográfico sólo retomó en el siglo XVIII:
en 1743 había oficialmente 1 423 tributarios, en tanto que en 1802 eran 3 566 en toda la
Huasteca, es decir, un aumento del 250 % en medio siglo39 (véase cuadro 2).
7 Se entiende que ese crecimiento era sólo relativo y-anticipando sobre el estancamiento
económico del que padece la región hasta nuestros días- no es arriesgado afirmar que el
impacto de este despoblamiento, concomitante con los excesos de inicios del período
virreinal, ha marcado desde entonces el devenir de la Huasteca y de sus habitantes.
8 En efecto, durante el primer siglo de la colonización, la Huasteca no se despobló sólo de
sus habitantes nativos sino también de los españoles que se habían instalado en ella a
inicios de la conquista. Independientemente de los aliados de Cortés, que habían
abandonado el lugar al llegar Nuño de Guzmán, enemigo declarado del famoso
conquistador,40 otros colonos fueron abandonando progresivamente la región debido a la
ausencia de atractivos económicos. A comienzos del siglo XVII, al lado de la población
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Note 1 : Las cifras en esta columna conciernen las divisiones administrativas sucesivas de la región
estudiada: Provincia de Panuco (1525-1535), Alcaldía Mayor de Panuco y Tampico (1535-1786),
Partido de Panuco y Tampico (1786-1825), Cantón de Tampico (1825-1857), Cantón de Tantoyuca
(1857-1917).
Note 2 : Reales cédulas (duplicados), D-14, exp. 14.
Note 3 : Bienes Nacionales, vol. 117. exp. 36, f. 10,1809
Note 4 : Patrón de fincas rusticas, Tantoyuca, 1837.
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los poderes de los encomenderos sobre los indios de las encomiendas privadas. Pasada la
primera etapa de la conquista, la Corona intentaba tomar de esos españoles el control de
los nuevos territorios y organizar su administración virreinal, ante todo en lo que
concernía al cobro del tributo. El corregimiento permitía a la Corona un mayor control de
las exacciones cometidas por los encomenderos en algunos lugares.44 Esos años marcaron
entonces el inicio de la primera reorganización de la sociedad indígena y del período
virreinal propiamente dicho, tras el caos inicial de la conquista. La población indígena de
la Huasteca, repartida en encomiendas en diversas ocasiones (1525, 1527, 1534) a merced
de los encargados del momento,45 se convirtió en un objeto de interés para los
administradores del Virreinato. Algunos funcionarios se trasladaron a la región para
recoger información económica y demográfica sobre las poblaciones recientemente
conquistadas. Entre 1532 y 1533, Gómez Nieto efectuó una visita en la provincia de Pánuco
y contó 44 encomiendas.46 Según su informe, los indios, inclusive sus jefes, se habían
convertido virtualmente en esclavos de los españoles que, en ausencia de reglamentos
sobre tributos, hacían lo que querían. Cada localidad tenía un área que los indios estaban
obligados a cultivar para mantener económicamente a su encomendero. Debían asimismo
proveerle servicios personales, construir sus casas, alimentar sus animales, todo sin
remuneración alguna.
10 Por lo demás, los caciques indígenas se quejaron ante ese funcionario por los conflictos de
tierras entre diferentes localidades, las transferencias de tributarios y la sujeción de
ciertas localidades indígenas a una cabecera distinta de aquélla de la cual dependían
originalmente. Aunque las fuentes no dan indicaciones más amplias sobre ello, se puede
inferir, en base a los datos conocidos sobre otras regiones de México, que por lo menos
una parte de los caciques huastecos provenían de la nobleza indígena prehispánica. 47 Así,
los problemas que mencionaron ante Gómez Nieto, debidos a la caída demográfica y la
reorganización espacial que provocó el repartimiento de indios en encomiendas,
indicarían que los caciques o los señores naturales continuaban colectando un tributo
sobre sus sujetos, o a recibir de ellos un servicio personal, independientemente del
tributo que éstos debían pagar a los españoles. En efecto, si esos jefes habían conservado
cierto poder en sus sociedades, la repartición de indios en encomiendas que no
correspondían exactamente a la organización de las localidades prehispánicas presentaría
para ellos un auténtico problema. La transferencia de tributarios, el número decreciente
de indígenas y la reorganización administrativa de las localidades, eran todos factores que
reducían sus privilegios, lo que explicaría sus quejas ante el funcionario español. Además,
la disminución de la población y el abandono de los pueblos, así como de las cabeceras
regionales, en las que no había ya sujetos tributarios, significaban para los caciques
presiones mayores ante las exigencias de pago de un tributo impuesto a las localidades y
no a los individuos, que recaía sobre una población cada vez más restringida. 48 El peso de
las obligaciones tributarias era tal que los indios ya no podían pagar a sus propios
caciques; situación que hizo perder a éstos sus privilegios y que contribuyó al
desmantelamiento progresivo de las estructuras sociales indígenas originales.
11 A partir de 1542 los encomenderos perdieron su poder directo sobre los indios que les
estaban atribuidos, pues ya no podían exigir de éstos el pago de un tributo. Su monto
sería decidido por el poder virreinal y pagado a través de las cajas de comunidad,
administradas por las autoridades indígenas.49 De esa manera, a mediados del siglo XVI,
otros dos funcionarios de la Corona redactaron informes sobre la situación de la provincia
de Pánuco. En 1550, Gaspar Xuárez de Ávila, y en 1553 Diego Ramírez, encargados de
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base otorgada como merced por un decreto real o virreinal (sitio de ganado mayor). En
esas tierras los indios criaban yeguas y burros, cuya venta les permitía pagar el tributo a
los españoles. Por lo demás, los indios de Tantoyuca no poseían, en aquel entonces,
ganado bovino, pero algunos tenían caballos que alquilaban a viajeros españoles, a
quienes acompañaban hasta la siguiente posada, a unas cinco leguas de distancia en el
camino real. Ya en 1532 algunos indios habían declarado ante Gómez Nieto que su
principal fuente de ingresos provenía del comercio.76 Desde 1591 la Corona otorgó a
algunos dignatarios indígenas el derecho a montar a caballo, sin duda para darles un
medio prestigioso de diferenciarse de los indios bajo su control, de quienes debían
recolectar el tributo español. Más tarde, hacia finales del siglo XVII, los documentos dan
cuenta de la participación de los caciques huastecos en el comercio regional. Sus muías
cargan mercancía local (producida probablemente por el servicio personal que les debían
los miembros de sus comunidades) y extra-local: piloncillo, sal, chile, maíz, frijol, jamón,
algodón, seda... En esa misma época, los caciques poseían ganado y hierros para
marcarlos.77 Se percibe por medio de estas actividades e intercambios que los indios de la
Huasteca se integraron rápidamente a la economía monetaria virreinal.
22 Al tiempo de su integración a la economía de mercado virreinal, los indios de la Huasteca
experimentaron con la colonización los avatares del mestizaje cultural y biológico. Las
poblaciones congregadas en las repúblicas de indios provenían, en efecto, de orígenes
diversos –ya sea que se trate de lugares como de grupos étnicos distintos– y por ello no
constituían una sociedad necesariamente homogénea, al acecho de conflictos internos.
Esa tensión se percibe por ejemplo en la demanda presentada por los “naturales”
(probablemente indios nahuas) del barrio de Santa Catalina del pueblo de Tecualtidan
cerca de Huejuda, adonde sus antepasados (originalmente cinco familias) habían sido
transferidos, en el marco de las congregaciones, para juntarse con otra población local ya
existente.78 A pesar de que los descendientes de esas familias desplazadas siempre habían
pagado sus distintas contribuciones, nunca habían sido aceptados a parte cabal por los
habitantes de Tecualtidan, que se negaban a elegirlos para puestos de autoridad. Un siglo
después de su transferencia, siendo ya más numerosos, se habían construido su propia
capilla y exigieron constituirse en una república de indios separada. Desde finales del
siglo XVII, esas demandas eran aceptadas por lo general si el grupo secesionista podía
demostrar que contaba con más de 80 tributarios y que tenía su propia iglesia, tierras
suficientes para su subsistencia y razones que justificasen el pedido. Estos últimos podían
consistir en abusos a manos de las autoridades u otros conflictos con el resto de la
población, o aun la inaccesibilidad de la cabecera. Así, esta política virreinal contribuyó
aun más a la fragmentación de las comunidades indígenas, aún en casos en los que
quedaba en ellas un núcleo de su estructura original.79 Sin embargo, las
reestructuraciones, como se vio en el caso mencionado, podían hacerse según lógicas
indígenas.
23 Aparte de las actividades económicas de los indios destinadas al pago del tributo, su
principal preocupación consistía en el cultivo del maíz, que producía dos cosechas al año,
gracias a las condiciones climáticas de la región. A inicios del siglo XVII, según el
testimonio del alcalde mayor, las tierras indígenas en Tantoyuca eran abundantes y
suficientes para la población (más de 1 856 hectáreas para 100 familias) y en todo caso no
podían ser vendidas, por orden real.80 La ausencia de competencia de parte de los pocos
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resolver conflictos de tierras con otros pueblos indígenas; en otros casos, tenían que
pagar cierta suma para preservar su patrimonio. Por ejemplo, los límites de las tierras
recibidas en merced por los indios de Otontepec (sujetos a Tantoyuca) en 1555 nunca
habían sido precisados con claridad. Un poco menos de un siglo más tarde, los indios del
lugar aprovecharon nuevos decretos para regularizar su situación. Presentaron una
demanda de composición acompañada por una suma de dinero y en 1648 los límites de sus
tierras fueron legalizados y confirmados.93 Por este y otros medios, como recursos a la
justicia, invasiones de tierras y adquisiciones legales, los indios de Tantoyuca pudieron
preservar de manera más o menos estable, aunque reducida, sus espacios comunales. 94
Otro procedimiento consistió en pedidos de extensión de tierras, invocando el argumento
irrefutable según el cual su explotación permitiría pagar el tributo.95
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EL MESTIZAJE CULTURAL
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de una clase de individuos que no pertenecían, por su origen mezclado, a ningún grupo
social reconocido de la sociedad virreinal (en la que existía una legislación particular para
cada grupo social, en particular en lo concerniente a las leyes fiscales y de propiedad de
tierras). Esta situación constituía problemas administrativos, jurídicos y personales, pues
esos individuos intentaban hacerse un lugar en esa sociedad en la que la tierra se repartía
únicamente entre hacendados y comunidades indígenas según una legislación y un
estatus distintos para cada uno de esos dos grupos. Algunos mestizos que dominaban el
español y que habían adquirido prácticas de trabajo en las haciendas, gozaban de un
estatus privilegiado en las comunidades y reforzándolo, con frecuencia a través de
matrimonios con mujeres indias, lograban constituirse a largo plazo pequeñas
propiedades agrarias a expensas de los indígenas.108 El lugar particular que tenían los que
no eran ni españoles ni indios se percibe por ejemplo en Tantoyuca en 1616, cuando un
mulato sirve de intérprete entre indios y españoles al momento de resolver un problema
de tierras.109 En el México central según, por ejemplo, Arij Ouweneel, 110 hubo casos de no
indios que se convertían en miembros de repúblicas de indios al volverse tributarios, es
decir que desde el punto de vista legal se habían convertido en indios. Los pueblos
indígenas no lo eran de manera integral pues siempre el mestizaje biológico y cultural
podía ocurrir en las mismas comunidades. Se ve que el sentido de las comunidades
indígenas cambia y se reconstituye de manera permanente. Por lo demás, los mestizos no
tenían que pagar el tributo y se comprende entonces que la prohibición a los no indios de
asentarse en los pueblos indígenas era una medida, entre tantas otras, destinada a
preservar la estructura comunitaria indígena para asegurar la continuidad del cobro del
tributo. Ahora bien, estas disposiciones, en la medida en que se pudieron aplicar,
contribuyeron de cierta manera a reforzar la cohesión interna en el seno de las
comunidades indígenas, así como sus particularidades.
30 Sin embargo, la convivencia interétnica no se desarrollaba siempre sin roces, y un
documento de la Inquisición sobre prácticas de brujería por María Alejos, mulata de
Tantoyuca, muestra también su manera de tratar a su vecina, a quien nombraba “perra
india”.111 Además, la presencia de negros y mulatos en las comunidades indígenas parece
haber tenido un efecto “contraproducente” ante los esfuerzos, aún inseguros, de
evangelización de los huastecos. En efecto, un documento, escrito probablemente hacia
1624, denunciaba ante el tribunal de la Inquisición las costumbres idólatras de los indios
huastecos y la influencia nefasta que ejercían sobre ellos un esclavo negro y otros mulatos
con sus prácticas paganas en las danzasy las curaciones.112
LA NOBLEZA INDÍGENA
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sobre un radio de unos 100 kilómetros.113 La nobleza indígena parece, pues, haberse
superado la descomposición social inicial ocasionada por la presencia española y las
alianzas matrimoniales continuaron entre familias del mismo rango. Esta nobleza gozaba
aún en ese entonces de ciertos privilegios que le permitían dedicarse al comercio y a la
ganadería, lo que les otorgaba un estatus diferente del resto de la población indígena
(ante todo, el derecho al trabajo gratuito de indios de su comunidad para su beneficio
personal). En el documento antes mencionado se presenta una demanda de parte de estos
nobles para continuar gozando de sus prerrogativas ante los indios así como de las
exenciones propias a su estatus (del tributo y del servicio personal). Esa demanda les fue
otorgada finalmente, y se puede pensar que esa medida contribuyó en realidad a la
asimilación de la elite indígena en la sociedad mestiza, pues la obligación de pagar el
tributo era la marca principal de la indianidad durante el período virreinal, por medio de
la pertenencia forzosa a un lugar y a una estructura comunitaria. Por lo demás, no se
encuentran más menciones de la nobleza indígena en la Huasteca en épocas posteriores al
inicio del siglo XVIII.
32 Por su parte, los indios del común continuaban a inicios del siglo XVIII siendo explotados,
sobre todo por los religiosos de Tantoyuca, que los sometían a trabajos forzados en tareas
particularmente arduas. Algunos, obligados a llevar encima pesadas cargas hacia México,
Puebla o Pachuca, eran molidos a golpes y frecuentemente morían en el camino bajo el
peso de las cargas y los demás abusos recibidos.114 Otros tenían que tejer telas de algodón
para los religiosos, quienes los azotaban si no cumplían sus cuotas. 115 En efecto, al
emprender su función evangelizadora, los religiosos hacían sido provistos con bienes
agrarios suficientes para paliar sus necesidades materiales. Sin embargo, a diferencia de
otras órdenes religiosas, los agustinos que habían hecho construir la iglesia de Tantoyuca
se ocupaban personalmente de sus posesiones y haciendas, con cuyas ganancias
mantenían sus iglesias y misiones.116 Poseían ganado y trapiches y se dedicaban al
comercio explotando ilegalmente a los indios de su parroquia, que se veían forzados a
prestar servicios no remunerados. El testamento de un cura que ejercía en la Huasteca
menciona, entre otros, ganado, esclavos y tejidos provenientes de tributos, atestiguando
así de las preocupaciones no exclusivamente espirituales de esos religiosos. 117 En 1695,
tres religiosos ejercían su misión en el monasterio agustino de Tantoyuca, y cuatro en el
de Huejutla.118 Esa presencia agustina en la Huasteca llegó a su fin durante la segunda
mitad del siglo XVIII. En efecto, la Corona borbónica, preocupada por la centralización y la
eficiencia administrativa para ejercer mejor control sobre su imperio, tomó medidas
contra las oligarquías que se habían constituido en sus territorios ultramarinos. Dentro de
ese marco, las órdenes religiosas de la Nueva España fueron remplazadas
progresivamente por el clero secular. En cuanto a las iglesias, en contraste con su fuerte
concentración de fecha colonial observable aún en el valle de México, en Puebla o en
Oaxaca, por no citar sino algunos casos, en la Huasteca eran pocas y sus parroquias muy
vastas. Tras la partida de los agustinos de la Huasteca a mediados del siglo XVIII, la
presencia del clero secular fue muy restringida y sus tierras, incorporadas a las de la
Iglesia, estaban con frecuencia rentadas a mestizos e indios. Es verdad que no había
muchos rebaños que convertir y evangelizar, pero parecería además que escaseaban los
voluntarios dispuestos a instalarse en una región que, por su carencia de atractivos
económicos, no prometía un enriquecimiento fácil de la iglesia y de su cura. Algunos
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testimonios de ese abandono eclesiástico nos llegan, por ejemplo, del siglo XVIII. Así, en
1731, durante una investigación inquisitorial en Tantoyuca, los inquisidores se quejaron
de que, por la ausencia de curas en la región y, por consiguiente, de la enseñanza del
catequismo, no podían hacer juramentar como se debía a los testigos de la causa en
cuestión.119 O véase el caso de Tapia Zenteno, que en 1767 exhortaba a sus cofrades
religiosos a ir a predicar en la pobre y abandonada Huasteca.120
***
NOTAS
1. Las secuencias históricas y la descripción de su encadenamiento en este y el siguiente capítulo
se retoman en el cuadro cronológico ubicado antes de la conclusión de este libro (Véase cuadro
3).
2. A este primer contacto lo precedieron algunos viajes exploratorios anteriores, en particular el
de Américo Vespucio en 1497-1498; véase la controversia al respecto en M. T OUSSAINT, op. cit., pp.
67-80; R LEVILLIER, América la bien llamada, 1, Buenos Aires, s.e., s.f., p. 100, citado por D. E. C HIPMAN
, op. cit., pp. 39-40 y S. ZWEIG, Amerigo, récit d'une erreur historique [1944], París, P Belfond, 1992.
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3. “Así que Francisco de Garay [...] alzó velas. Yendo acia occidente, vino a la playa, al río que
llaman Pánuco, donde procuró tener tratos con aquellos indios, i con todo esto no le quisieron
admitir a ningun contrato de mercadería, sino fue cruelmente desechado; en un pueblo de
aquella provincia, que se dice Chila, perdió muchos de sus compañeros, que fueron muertos de
aquellos indios, comiendo de sus cuerpos i colgando los pellejos de los cuerpos en los templos de
los ídolos. Con esta hospitalidad i buen recibimiento de estos indios, i haviendo allí perdido sus
compañeros, se bolvió a la isla de Cuba”, Tratado del derecho y justicia de la guerra que tienen los reyes
de España contra las naciones de la India occidental, hecho por Vicente Palatino de Curzola, 1559, Madrid,
Real Academia de la Historia, Colección Muñoz, t. 91, ff. 46-47, transcrito en L. H ANKE, Cuerpo de
documentos del siglo XVI sobre los derechos de España en las Indias y las Filipinas, México, FCE, 1943, pp.
17-18. Según Hanke, ese texto fue redactado para refutar a Fray Bartolomé de las Casas y
justificar la conquista. A los indios se los describe de manera desfavorable y el uso de este
material debe pues hacerse con conocimiento de causa. Véase también la descripción similar de
F. LÓPEZ DE GóMARA, Historia general de las indias..., p. 70.
4. “Real cédula dando facultad a Francisco de Garay para poblar la provincia de
Amichel...”.transcritoen M.TOUSSAINT, op. cit., pp. 195-201.
5. Véase M. TOUSSAINT, op. cit., pp. 83-88.
6. H. CORTÉS, “Cuarta carta-relación de Hernán Cortés al emperador Carlos V, Tenuxtidán, 15 de
octubre de 1524”, Cartas de relación, 9a ed., México, Porrúa, 1976, pp. 179-180; B. D ÍAZ DEL CASTILLO,
op. cit., t. 2, cap. 162, pp. 104-118; J. A. MUÑOZ MENDOZA, “Cortés en Panuco” in J. RUVALCABA y G. A
LCALÁ (coords.), Huasteca I. Espacio y tiempo..., pp. 59-71.
7. F. LÓPEZ DE GÓMARA, Historia de la Conquista de Mexico..., “La guerra de Panuco”, pp. 238-240.
8. H. CORTÉS, op. cit., pp. 180-183.
9. B. DÍAZ DEL CASTILLO, op. cit., t. 2, cap. 158, pp. 81-84.
10. Véase D.E. CHIPMAN, op. cit., p. 91.
11. Idem, pp. 48-63.
12. H. BANCROFT, History of Mexico, San Francisco, Calif., vol. 2, p. 226, citado por P. G ERHARD, A Guide
to the Historical Geography of New Spain, Cambridge, Gran Bretaña, Cambridge University Press,
1972, p. 212.
13. F. LÓPEZ DE GÓMARA, Historia de la Conquista de Mexico..., “La pacificación de Pánuco”, p. 244.
14. H. CORTÉS, op. cit., p. 192; “Parecer de fray Nicolás de San Vicente Paulo...” in Epistolario de
Nueva España..., p. 57.
15. W. BORAH y S. COOK, The Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the Spanish Conquest,
Berkeley, Calif., University of California Press, 1963, citados por J.M. P ÉREZ Z EVALLOS, La Huasteca
en el siglo XVI..., pp. 61-62; véase también la estimación de P GERHARD, op. cit., p. 214.
16. “Parecer de fray Nicolás de San Vicente Paulo...” in Epistolario de Nueva España..., p. 57.
17. Véanse D.E. CHIPMAN, op. cit., p. 89; S. ZAVALA, “Nuño de Guzmán y la escla-vitud de los indios”,
Historia Mexicana, 1 (3), 1952, pp. 411-428.
18. Se trata sin duda de la costumbre chichimeca de comerse los prisioneros de guerra,
mencionada por Fray Vicente Santa María, que explica en detalle la manera de preparar esos
platillos humanos en “Mitote horrible de los cumanches”, Relación histórica de la Colonia del Nuevo
Santander y Costa del Seno Mexicano (apéndice) en Estado General de las fundaciones hechas por D. José de
Escandon en la Colonia del Nuevo Santander, costa del Seno Mexicano, t. 2, México, agn, 1930, pp.
409-412.
19. “Información que hizo en la villa de Santisteban del puerto sobre la conveniencia de enviar
esclavos a las islas para cambiarlos por caballos, yeguas y otros ganados. - Santisteban del Puerto,
provincia de Pánuco, 9 de octubre de 1529”, [AGI, Papeles de Simancas, Est. 59, caj. 6, leg. 9], ENE,
doc. 78, t. 1, pp. 153-166; “Memoria de los servicios que había hecho Nuño de Guzmán desde que
fue nombrado gobernador de Pánuco en 1525”, [AGI, Patronato real, Est. 1, caja 2, leg 1/21], ENE,
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doc. 839, t.14, p. 171; véase también el testimonio de Rodrigo de Garay, [ AGI, Justicia, leg. 234, ff.
470r-472r], citado en A. BlÁZQUEZ y T. CALVO, op. cit., p. 111.
20. P. B. de LAS CASAS, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Barcelona, Fontamara, 1981,
pp. 71-75, citado por A. BLÁZQUEZ Y T. CALVO, op. cit., pp. 49 y 108.
21. “Mandamientos sobre saca de animales y plantas de la provincia de Panuco”, Juicio de
residencia de Nuño de Guzmán, fs. 548r° y 549r°, citado por A. B LÁZQUEZ y T. C ALVO, op. cit., pp. 82 y
103.
22. Según un documento mencionado por H. T ERNAUX-COMPANS, Voyages, relations et mémoires
originaux pour servir à l'histoire de la découverte de l'Amérique, París, 1838, T.16, pp. 88-92, citado por
S. ZAVALA, “Nuño de Guzmán...”, op. cit., p. 415.
23. J. de ZUMÁRRAGA, “Carta a su Majestad, del Electo obispo de México, D. Fr. Juan de Zumárraga
[27 de agosto de 1529]”, citado en J. GARCÍA ICAZBALCETA, Don Fray Juan de Zumarraga, Primer obispo y
arzobispo de México, [1881], México, Porrúa, t. 2,1947, pp. 210-213.
24. “Memorial que dió por extenso Jerónimo López, conquistador de Nueva España, sobre el
gobierno de aquel reino (s.f.)”, [AGI, Patronato real, est. 2, caj. 2, leg. 4/4, n°7], ENE, doc. 887, t.15,
pp. 190-191.
25. “Carta del virrey Velasco al príncipe don Felipe para recomendar a Andrés de Tapia, 15 de
febrero de 1554”, citado por S. ZAVALA, La encomienda indiana, 2a ed., México, Porrúa, 1973, p. 481.
26. “Huastecos” es pues el término usado en adelante en este trabajo para referirse a las
poblaciones indígenas de la región estudiada durante el período virreinal.
27. AGI, Justicia, leg. 234, ff. 73r° - 79v°, transcrito en A. B LÁZQUEZ y T. CALVO, op.cit., pp. 132-134.
28. “Relación hecha por el escribano Matatagui a 2 de octubre de 1529”, [ AGI, Justicia, leg. 234, ff.
479v° - 483v°], transcrito en A. BLÁZQUEZ y T. CALVO, op. cit., pp. 115-118.
29. “Carta colectiva de los franciscanos de México al emperador Carlos V, México, 31 de julio de
1533”, [AGI, 59-2-2,1/1] in P.M. C UEVAS, Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México
[1914], 2a ed., México, Porrúa, 1975, p. 30.
30. Ciertos esclavos provenían de los caciques que los entregaron a los encomenderos como parte
del tributo que les debían, véanse “Visita de Gómez Nieto...”, citado en D.E. C HIPMAN, op. cit., p. 30
y S. ZAVALA, “Nuño de Guzman...”, op. cit., pp. 417 y 422-423.
31. “Testimonio de fray Gregorio de Santa María”, [AGI, Justicia, leg. 234, f. 354v°, 1530?],
transcrito en A. BLÁZQUEZ y T. C ALVO, op. cit., p. 163; S. ZAVALA, El servicio de los indios en la Nueva
España, México, El Colegio de México / El Colegio Nacional, t.2,1985, pp. 144 y 207; “Carta al
emperador, de Gaspar Xuárez de Avila, con relación de lo que había hecho en el asiento y
reformación de la provincia de Pánuco... México, a 10 de noviembre de 1550”, [ AGI, Papeles de
Simancas, Est. 59, caj. 4, leg. 3], ENE, doc.298, t. 6, pp. 18-22.
32. Este status concernía a los hombres indígenas de entre 18 y 50 años.
33. AGI, Patronato, ramo 44; F. SCHOLES, E. ADAMS, Moderación de doctrinas de la Real Corona
administradas por las Órdenes Mendicantes - 1623, México, 1959, p. 62, documentos citados por E G
ERHARD, op. cit., p. 214.
34. S. ZAVALA, El servicio..., T.1, 1984, p. 129 y 151; t. 2, 1985, p. 140.
35. AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 83, f. 33v°, 1543.
36. S. ZAVALA, El servicio..., t. 3, 1987, p. 19.
37. Visita de Gómez Nieto...”, citada por D.E. CHIPMAN, op. cit., pp. 291 -293.
38. Visita de Gómez Nieto...”, citada por D.E. CHIPMAN, op. cit., pp. 291 -293.
39. AGN, Tributos, último exp., citado por P. GERHARD, op. cit., p. 214.
40. Véase D.E. CHIPMAN, op. cit., pp. 145-146.
41. E MARTÍNEZ DE LOAYSA... in M. ToussainT, op. cit. En la categorización de las castas en uso en la
Nueva España, los términos de mulato, zambo y mestizo se referían, respectivamente a la persona
nacida de la unión de español y negra, de la unión de negro e india, y de la unión de español e
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india, como asimismo a las menos frecuentes uniones entre negro y española, indio y negra, e
indio y española. Sobre la presencia de negros en la Huasteca, véase M.L. H ERRERA C ASASÚS,
Presencia y esclavitud del negro en la Huasteca, México, UAT/ M A Porrúa, 1989.
42. E MARTÍNEZ DE LOAYSA. .. in M. TOUSSAINT, op. cit.
43. Véanse “Carta al rey del ayuntamiento de la villa de Santisteban del Puerto... 20 de diciembre
de 1539”, ENE, t. III, doc. 193, p. 261 y J. MEADE, La Huasteca veracruzana, México, Cidalteped,
1962,1.1, pp. 270-271.
44. S. ZAVALA, La encomienda indiana..., p. 57.
45. P. GERHARD, op. cit., p. 212.
46. “Visita de Gómez Nieto”, ff. 772-892r°, citada por J. M. P ÉREZ Z EVALLOS, La Huasteca en el siglo
XVI..., pp. 89-91.
47. G. AGUIRRE BELTRÁN, Formas de gobierno indígena, México, Imprenta Universitaria, 1953, p. 33.
48. J.M. PÉREZ ZEVALLOS, La Huasteca en elsiglo XVI..., pp. 126-129.
49. J.M. OTS CAPDEQUI, El Estado Españolen las Indias, 3a ed., México, fce, 1957, p.30.
50. “Carta al emperador, de Gaspar Xuárez de Avila...” ENE, op. cit.; “Carta de Diego Ramírez al
príncipe don Felipe... del estado en que se hallaba la provincia de Panuco...”, [ AGI, Papeles de
Simancas, Est. 59, caj. 4, leg. 3], ENE, doc. 366, t. 7, pp. 8-11; “Traslado de una probanza que hizo el
visitador Diego Ramírez en la provincia de Panuco, para saber cómo habían sido tratados los
indios por sus encomenderos”, [AGI, Papeles de Simancas, Esr. 60, caj. 1, leg. 39], ENE, doc. 368, t. 7,
pp. 12-30; “Carta de Diego Ramírez al principe don Felipe, haciendo relación de los pueblos que
ha visitado en la provincia de Pánuco y de lo ocurrido en la visita”, [ AGI, Papeles de Simancas, Est.
59, caj. 4, leg. 3], ENE, doc. 375, t. 7, pp. 55-64.
51. Los indios de la Huasteca encontraban refugio del yugo colonial en las estepas
septentrionales, conquistadas por los españoles mucho después, pero también al oeste, en las
alturas de la Sierra Madre Oriental (AGN, Congregaciones, f. 80v°, citado por P. GERHARD, op. cit., p.
244).
52. E GERHARD, op. cit., p. 212.
53. J. M. PÉREZ Z EVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI..., pp. 95-96. Por otro lado, en otra región
periférica, la de Yucatán, las encomiendas privadas perduraron hasta el siglo XVIII.
54. M.TOUSSAINt, op. cit., p. 142.
55. J. M. PÉREZ ZeVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI..., pp. 99-105, según la Suma de Visitas.
56. “Tasación de Ibarra”, citada en M. TOUSSAINT, op. cit., p. 2 51.
57. J. M. PÉREZ ZEVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI..., p. 106.
58. Según la “visita de Gómez Nieto...” citada por D. E. CHIPMAN, op. cit., pp. 291 -293 y J. M. PÉREZ
ZEVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI..., pp. 114 y 132.
59. “Traslado de una probanza que hizo el visitador Diego Ramírez...” in ENE, op. cit.; “Carta de
Diego Ramírez al príncipe don Felipe...” in ENE, op. cit.
60. Véase J. MEADE, La Huasteca veracruzana..., pp. 285-299.
61. A. DE LA CALANCHA, op.cit., p. 379.
62. R. MONTEJANO Y AGUIÑAGA, “Estudio bibliográfico de la lengua huasteca” in C. de T APIA ZENTENO
, op. cit., p. XXII.
63. P. GERHARD, op. cit., p. 216.
64. AGI, Patronato, 182, ramo 44, citado por P. GERHARD, op. cit., p. 216; “Traslado de una pobranza
que hizo el visitador Diego Ramírez...”, ENE, op. cit., pp. 27-28; “Testimonio de las sentencias que se
pronunciaron en el pleito entre los indios de Metlatepeque y su encomendero Pedro de Fuentes. -
México, 6 de mayo de 1556”, [AGI, Patronato Real, Est. 2, caj. 2, leg. 2/2], ENE, doc. 440, t. 8, pp.
66-68; “Relación de la pobranza hecha por parte de Pedro de Fuentes en el pleito con el fiscal
sobre los tributos del pueblo de Metatepeque. - Nueva España, 1560”, [ AGI, Papeles de Simancas, Est.
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60, caj. 1, leg. 39], ene, doc. 491, t. 9, pp. 55-88; “Relación de los cargos que hizo el visitador Diego
Ramírez a Pedro de Fuentes encomendero del pueblo de Metlatepeque. - (sin fecha)”, [ AGI, Papeles
de Simancas, Est. 60, caj. 1, leg. 39], ENE, doc. 813,1.14, pp. 29-51.
65. ENE, t.XIII, doc. 745, p.45.
66. P. MARTÍNEZ DE LOAYSA. .. in M. TOUSSAINT, op. cit.; parece que los mosquitos constituyeron una
verdadera plaga en la región, porque se los menciona nuevamente en un documento de finales
del siglo XVIII como una de sus características, véase “General noticia de todas las jurisdicciones
de esta Nueva España, temperamentos, frutos y obispados, tributos y tributarios” [1784] in E. F
LORESCANO e I. GIL SÁNCHEZ (coords.), Descripciones económicas generales de Nueva España, 1784-1817,
México, SEP/INAH, 1973, p. 17; esa situación podría haber derivado del desmonte progresivo de la
región e introducción de ganado.
67. AGN, Congregaciones, f. 69v°; Indios, 6, 1a pane, f. 285; 2a parte, f. 235, citado por P. G ERHARD, op.
cit., p. 215. Véase también, del mismo autor, “Congregaciones de indios en la Nueva España antes
de 1570”, Historia Mexicana, 26 (3), 1977, p. 373.
68. P. CARRASCO, “La transformación de la cultura indígena durante la colonia”, Historia Mexicana,
25 (2), 1975, p. 193.
69. P. MARTÍNEZ DE LOAYSA. .. in M. TOUSSAINT, op. cit.
70. R CARRASCO, op. cit., p. 185.
71. Véase por ejemplo, AGN, Mercedes, vol. 8, f. 37v° y 181,1565.
72. A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Del gobierno indígena al Ayuntamiento en las Huastecas hidalguense y
veracruzana, 1780-1853”, Mexican Studies / Estudios Mexicanos, 12 (1), 1996, pp. 1-26.
73. De hecho, la imposición de una tasa monetaria o tasación a los indios de la Nueva España ya
había sido decretada en 1550, pero no se aplicó inmediatamente en la Huasteca. En efecto, en
1553, una carta enviada de Madrid al tribunal de la Nueva España pedía que se verifique la
información según la cual los habitantes de la provincia de Panuco sufrían de abusos
particularmente severos y aún no tributaban; véase S. ZAVALA, El servicio..., t. 2, p. 523.
74. El libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo XVI, México, AGN, 1952, pp. 76-79
(Corregimiento de Metateyuca 1545-1569), pp. 118-120 (Acececa 1552), pp. 229-235
(Corregimiento de Metateyuca 1537-1566), pp. 264-267 (Nespa yTauzán 1555-1572), pp. 310-311
(Tacolula, 1565-1566), pp. 332-335 (Corregimiento de Tamaolipa y Tamazula 1547-1569), pp.
336-343 (Tanchinamol, Tanquinol, Tiquipaque, Tanistla, Tampico 1543-1565), pp. 389-390
(Tempoal 1564); véase asimismo la lista de productos establecida en la “Visita de Gómez Nieto...”
citada por D.E. CHIPMAN, op. cit., p. 30.
75. AGN, Mercedes, vol. 16, exp. 1032, f. 285v°, 1591; vol. 21, exp. 699, f. 157r°, 1597;vol. 22, f.270v°,
1596.
76. “Visita de Gómez Nieto...” citada por D.E. CHIPMAN, op. cit., p. 30.
77. AGN, Indios, vol. 30, exp. 254, ff. 237v° - 238r°, 1689; exp. 437, ff. 407v° - 408r°, 1691; vol. 32, exp.
30, ff. 31 r°- 32r°, 1692.
78. AGN, vol.51, exp. 180, f. 193r°, 1726.
79. Véase B. GARCÍA MARTÍNEZ, op. cit., pp. 295-299.
80. E MARTÍNEZ DE LOAYSA. .. in M. TOUSSAINT, op. cit.
81. Recuérdese que Tantoyuca era, desde comienzos del siglo XVII, la sede del alcalde mayor y de
las autoridades religiosas, así como de las autoridades indígenas de esa república.
82. E MARTÍNEZ DE LOAYSA. .. in M. TOUSSAINT, op. cit.
83. Según la tabla IX: “Mercedes otorgadas en la Huasteca 1542-1625” in J. M. P ÉREZ ZEVALLOS, La
Huasteca en el siglo XVI..., pp. 141-147.
84. Véanse por ejemplo las atribuciones de tierras en los alrededores de Tantoyuca, AGN, Mercedes
, vol. 5, f. 228, 1561;vol. 15, ff.61v°- 62r°, 1589;f. 14lv°, 1590;f.220v°, 1590; vol. 18. exp. 632, f. 179r°,
1592; vol. 19, exp. 465, f. 166r°, 1594; vol. 21, exp.639, f. 140,1597; exp.657, f. 144r°, 1597; AGN,
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Tierras, vol. 1360, exp.3, 15 ff., 1615-1619; vol. 2680, exp. 11,15ff., 1581, exp. 12,17ff., 1594; vol.
2701, exp. 14, 24 ff., 1594.
85. Para un estudio de caso localizado de la evolución de la tenencia de un terreno específco en la
Huasteca, entre indígenas, españoles y mestizos, véase A. A RIEL DE VIDAS, El truenoya no vive aquí...,
cap. 4.
86. AGN, Tierras, vol. 2719, exp. 11,17 ff., 1598.
87. AGN, Mercedes, vol. 21, exp. 657, f. 144r°, 1597.
88. E. FLORESCANO, Origen y desarrollo de los problemas agrarios de México, 1500-1821, 8 a ed. rev. y
aum., México, Era, 1986, p. 29.
89. Véase F. C HEVALIER, La formation des grands domaines au Mexique. Terre et société aux XVIe et
XVIIe siècles, Paris, Institut d'Ethnologie, 1952, pp. 156-157y pp. 352-353; J. M EADE, La Huasteca
veracruzana..., t. 1, p. 356.
90. AGN, Mercedes, vol.44, ff. 160v°-162,1637;021v°-222v°, ff.237r°-23SV, f. 240,1643.
91. E. FLORESCANO, op. cit., p. 33.
92. G. STRESSER-PÉAN, “Problèmes agraires de la Huasteca... ” op. cit.
93. AGN, Tierras, vol. 1868, exp. 20,7ff., 1811.
94. Véase A ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos sujetos. Las continuidades y transformaciones de
los pueblos indios en las Huastecas hidalguense y veracruzana, 1750-1853, tesis de doctorado en historia,
México, El Colegio de México, 1994.
95. Ibid
96. AGN, Indios, vol. 4, exp. 74, f.22v°, 1589;exp.75, f.22v°, 1589; exp. 641, f. 183, 1590; exp. 859, f.
230v°, 1590; vol. 5, exp. 152, f. 42v°, 1591; vol. 6, 2 a parte, exp. 462, f. 103,1592.
97. B. GARCÍA MARTÍNEZ, op. cit., p. 140.
98. P. GERHARD, A Guide to the Historical Geography of New Spain..., p. 220.
99. AGN, Reales cédulas (duplicados), D-14, exp. 14.
100. Archivo Histórico del Arzobispado de México, Armario 10, vol. Visitas de Aguiar y Seijas,
1683-1685, “visita de Tanroyuca”, ff. 104r°bis-107v°.
101. J. A. VILLA-SEÑOR Y SÁNCHEZ, Theatro Americano, descripción general de los reynos y provincias de la
Nueva España y sus jurisdicciones [1746], México, Editora Nacional, 1952.
102. Véase para el caso de Huejuda, P. GERHARD, A Guide to the Historical Geography of New Spain..., p.
146.
103. Véanse La Visita de Gómez Nieto a la Huasteca (1532-1533), J. M. P ÉREZ ZEVALLOS (comp.), op. cit.;
AGN, Tierras, vol. 2695, exp. 4,11 ff., 161 l;vol. 2701, exp. 16,8 ff., 1614; vol. 2754, exp. 6,10 ff., 1616;
exp. 9,12 ff., 1625.
104. J. A. VILLA-SEÑOR Y SÁNCHEZ, op. cit., part. 1, libro 1, cap. 21, pp. 122-123.
105. Véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos...
106. AGN, Indios, vol. 30, exp. 219, f. 206,1689; vol. 32, exp. 23, ff. 23v°-24r°, 1692; exp. 158, ff. 152r
°-152v°, 1693.
107. Véase AGN, Indios, vol. 28, exp. 139, f. 123V, 1684.
108. G. STRESSER-PÉAN, “Problèmes agraires de la Huasteca...”.
109. AGN, Tierras, vol. 2754, exp. 6, 10 ff, 1616.
110. A. OUWENEEL, “Onderbroken Groei in Anáhuac: De ecologische achtergrond van ontwikkeling
en armoede in Centraal-Mexico 1730-1810”, Latin American Studies Series, 50, Amsterdam, CEDLA,
1988, p. 165, n. 30, citado por F. J. SCHRYER, Ethnicity and Class Conflictin Rural Mexico, Princeton,
N.J., Princeton University Press, 1990, p. 89, n.3.
111. AGN, Inquisición, vol. 891, ff. 268-288,1741.
112. AGN, Inquisición, vol. 303, ff. 255bis-256, transcrito en Boletín del Archivo General de la Nación,
1.12 (2), 1941, pp. 215-221.
113. AGN, Indios, vol. 50, exp. 125, ff. 237v°-238v°, 1724.
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114. AGN, Indios, vol. 52, exp. 78, ff. 79V-80r°, 1729; exp. 103, ff. 109V-110, 1730.
115. Véanse AGN, Indios, vol. 19, exp. 144, ff. 76v°-77,1653; vol. 24, exp. 225, £ 142,1668; Tierras, vol.
2971, exp. 22,24y 34,1653.
116. E. FLORESCANO, op. cit., p. 59.
117. AGN, Bienes Nacionales, vol. 783, exp. 2 y vol. 758, exp. 3, citados por F. C HEVALIER, op. cit., p.
341.
118. A. RUBIAL GARCÍA, op. cit., p. 120.
119. AGN, Inquisición, vol. 881, exp. 28, ff. 152-164,1731.
120. C. TAPIA ZENTENO, op. cit.
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3 En la segunda mitad del siglo XVIII, la población de la Huasteca se organiza en torno a las
haciendas (ranchos y rancherías) y a algunos pueblos. En Tantoyuca, además de los indios,
reside una población no indígena compuesta por españoles, mestizos y mulatos. 6 La
población urbana creció en la Huasteca, paralelamente al crecimiento general de la
población, que había tomado impulso desde el siglo XVIII. Ese proceso contribuyó, por la
falta de autoridades indígenas estructurantes, al desplazamiento de los indios a la
periferia de lo que originalmente había sido el centro de su aglomeración. 7 Ese
crecimiento empezó a traducirse por la presión sobre la tierra, y los territorios de las
repúblicas de indios en la Huasteca parecen haber sufrido la invasión progresiva por
parte de los latifundios, estas grandes concentraciones de tierras (generalmente poco
productivas y de cultivos extensivos). Ante la falta de tierra, muchos indios abandonan su
localidad de origen para hacerse enganchar en las haciendas y ranchos de la región.
Pequeñas y medianas explotaciones campesinas se habían establecido en las secciones
más bien pobres y marginales del dominio de las haciendas, sobre tierras constituidas en
censo o entregadas individualmente en arriendo o aparcería. Algunos indios vivían,
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arrimados, en esas tierras, en tanto que otros, arrendatarios, sólo las cultivaban mientras
seguían residiendo en sus rancherías, originalmente sujetas a la cabecera.
4 El tipo de explotación de la hacienda en la Huasteca difería del que se conoce para otras
regiones, en las que se regía por los cultivos de granos y la economía minera. En
consecuencia, las haciendas de la Huasteca, dedicadas esencialmente a la ganadería
extensiva, no requerían la presencia permanente de una mano de obra al servicio de los
patrones. Por ello, los peones de esas haciendas tenían el derecho a explotar las tierras en
las que residían a cambio de la prestación de una jornada de trabajo a la semana al dueño,
o de la entrega de una parte de su cosecha. Aunque su trabajo y sus productos mantenían
la economía local, estos peones eran más móviles que sus homólogos en otras regiones de
México porque no residían permanentemente en la explotación misma (sino en la
periferia de la propiedad) ni estaban sujetos a un sistema de endeudamiento perpetuo que
los sujetaba a la voluntad del hacendado.8 Debido al hecho que las actividades principales
de la región, la ganadería bovina y la caña de azúcar, requerían poco trabajo intensivo y
continuo, a los indios de la Huasteca se los empleaba de manera estacional para el
desmonte y, notablemente, para la zafra y la fabricación de piloncillo. 9 A los hacendados
de la Huasteca les interesaban primeramente los terrenos llanos, y sólo en segundo lugar
y en menor medida la mano de obra. Si a inicios de la época virreinal, la economía de
Nueva España se fundaba sobre todo sobre el trabajo y el tributo indígenas, con la caída
demográfica de los indios, ella empezó a organizarse progresivamente alrededor de
actividades realizadas en las haciendas.10 La posesión de la tierra se convertía entonces de
un asunto de prestigio a una apuesta económica. Sin embargo, la correlación que se
establece generalmente entre el crecimiento demográfico y el económico a fines del siglo
XVIII, y la actitud menos favorable de los hacendados a admitir en sus dominios a nuevas
poblaciones indígenas, no se aplica exactamente a la Huasteca. En efecto, a los dueños de
las haciendas les interesó en un inicio el asentamiento de indios en sus tierras porque era
una manera de retener una población en una región casi vacía de humanos y aseguraba el
acceso a una mano de obra escasa. Luego, con la expansión económica y al volverse la
mano de obra más abundante, ese arreglo dejó de convenir a los hacendados de las
grandes regiones agrícolas.11 Ahora bien, en lo que se refiere a las haciendas de la
Huasteca, la actividad de ganadería extensiva no generó esa dinámica económica y los
peones continuaron en ese acomodo con los amos del lugar. Las poblaciones indígenas de
las haciendas de la Huasteca se encontraron así en los terrenos en declive, deudores del
hacendado pero viviendo en relativa autonomía, sin interferencias en su vida moral.
Cultivaban esencialmente el maíz, frijoles, chiles y calabazas. La ausencia de intercambio
económico bien desarrollado entre la Huasteca y la capital se manifestó de manera
particular durante la crisis agrícola y la consecutiva hambruna que asecharon a la región
central de México en 1786. El maíz era abundante en las tierras calientes de la Huasteca,
pero la falta de vías de comunicación adecuadas y de organización a nivel local presentó
dificultades considerables para transportar hacia el Altiplano central ese producto, a
pesar de que, en esos tiempos de escasez, éste se había vuelto muy valioso. 12
LA HACIENDA EN LA HUASTECA
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cultivaban el maíz y el frijol, y vendían sus excedentes en los mercados de la región para
pagar el tributo y los gastos del culto en la iglesia de la cabecera. Los de la sierra de
Tantima cultivaban también caña de azúcar y vendían sus productos. Los demás
habitantes de la región se dedicaban a la ganadería, sobre todo bovina, fabricaban quesos
y vendían ganado mientras que la población de la costa se dedicaba a la pesca. La
ganadería seguía, pues, siendo una actividad económica importante en la Huasteca como
desde el inicio de la época virreinal. Sin embargo, en 1609, el alcalde mayor de la juris-
dicción de Huachinango mencionaba que la ganadería en la región de Tamiahua no era
rentable y que el ganado se había vuelto cimarrón.14 Mucho después, a comienzos de siglo
XIX, según testimonio de un explorador inglés, no parece haber habido muchos cambios
en cuanto al tipo de explotación en la región. Ese viajero estableció una distinción entre
haciendas y ranchos. Aquéllas, según él, eran explotaciones agrícolas de gran extensión,
en las que se cultivaba granos y en las que la ganadería sólo era una actividad
suplementaria; además, el dueño, por lo general presente en su hacienda, estaba obligado
a erigir una iglesia en su dominio. En cuanto a los ranchos, se trataba de grandes tierras
de pastoreo, en las que el ganado pastaba de manera semisalvaje, los dueños estaban por
lo general ausentes y los peones no vivían alrededor de una iglesia.15 Se desprende de esa
relación que alrededor de Puerto Viejo en la costa no había haciendas que
correspondiesen a esa definición, y que sobre las riberas del Panuco sólo había ranchos de
ganadería bovina. A las vacas se las ordeñaba sólo una vez al día y, debido a su estado de
libertad y la falta de cuidados, el rendimiento era mediocre y la leche de mala calidad. Esa
distinción muestra claramente el aspecto extensivo que caracterizaba a la actividad
ganadera en la Huasteca, tanto más si se toma en cuenta el ausentismo de los hacendados
y eclesiásticos, es decir, de los representantes locales del poder central. Lo confirma la
ausencia de vestigios de cascos de hacienda en la región. Las construcciones precarias
edificadas en los ranchos, de adobe, se deshicieron con el paso del tiempo y, de hecho,
nunca sirvieron de residencia para sus dueños que, por lo general, vivían en la ciudad de
México.16 Parece que en esta región, cuando los documentos usan el término de hacienda,
se trata de grandes propiedades en las que se han establecido ranchos -pequeñas
explotaciones ganaderas en arriendo. La hacienda, tal como se la conoce en otras
regiones, es decir, una explotación agrícola compleja ligada a sistemas económicos más
vastos (la economía minera, por ejemplo) así como a redes de comercialización,
acompañada por inversiones en ciertas infraestructuras (irrigación, caminos, pequeñas
industrias, etc.) y que generaba un sistema local de relaciones sociales frecuentemente
clientelistas- probablemente jamás existió en la Huasteca veracruzana.
6 La expansión de la ganadería bovina en la Huasteca veracruzana en detrimento de otras
actividades agrícolas posibles se debió a varios factores. En primer lugar, el régimen
desigual de lluvias durante el año y la ausencia de sistemas de riego no permitían
practicar una agricultura comercial de envergadura. Por lo demás, las vías rudimentarias
de transporte en la Huasteca hasta la segunda mitad del siglo XX no permitían
comercializar productos perecederos. A estos factores hay que añadir la falta de mano de
obra, a principio de la época virreinal, debido a la caída demográfica que caracterizó a los
siglos XVI y XVII. En contrapartida, la abundancia en esa región tropical de tierras llanas y
vacantes aportaba la condición de base para la ganadería. El sistema de ganadería
extensiva que implica el pastoreo libre del ganado en las llanuras boscosas con una
inversión mínima aparecía como la actividad mejor adaptada a las condiciones locales.
Por lo demás, del lado indígena, la tecnología rudimentaria (sistema de cultivo de roza,
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tumba y quema y uso de la coa) limitaba la extensión de los desmontes. Las tierras
indígenas no cultivadas servían de reserva agraria, usada de manera cíclica en el marco
de este sistema de cultivo específico. Esas tierras, en apariencia incultas, eran codiciadas
por los ganaderos, que mandaban al ganado a pastorear en ellas bajo la égida de leyes
virreinales que permitían esa actividad en tierras de indios después de la cosecha y que
causaron, en consecuencia, conflictos entre ganaderos y campesinos y, finalmente, la
expoliación progresiva de las tierras indígenas.
7 En 1869, el ingeniero estadounidense Robert Gortsuch deploraba “la terrible pesadilla que
está cubriendo este hermoso pero apartado país, paralizando todo su vigor e impidiendo
su desarrollo”.17 La inexistencia de haciendas de tipo clásico, condicionada por la
despoblación de la Huasteca, su aislamiento, sus características ecológicas y la ausencia de
mano de obra permanente en las explotaciones agrícolas, explican la soñolencia
económica en el interior mismo de la región tal como había sido descrita en los informes
citados de funcionarios y viajeros.18 Este ritmo letárgico duró aún mucho tiempo, por lo
menos hasta los años 1950 del siglo XX, cuando se abrieron los primeros caminos. Según el
testimonio de un viejo arriero de Tantoyuca (entrevistado en 1991), el ganado, principal
producto de la Huasteca, se encaminaba a pie hacia Honey (cerca de Huachinango), es
decir una distancia de unos 200 kilómetros, para embarcarlo allí al tren que satisfacía las
necesidades de carne fresca de la población de la ciudad de México.
8 A finales del siglo XVIII, la ideología protoliberal de la Ilustración que pregonaba el anti-
corporativismo, sentaba raíces en España. La división de las tierras de las corporaciones
civiles y su arriendo a campesinos individuales, debían resolver los problemas de la
agricultura retrógrada de la península.19 Esas ideas en boga en el viejo continente no
tardaron a inscribirse en la política virreinal, en particular en los decretos borbónicos
antemencionados en relación también con los privilegios y los bienes de la Iglesia.
9 Alrededor de Tantoyuca, como en otros lugares de Nueva España, las órdenes religiosas
habían, en efecto, acumulado, a lo largo del período virreinal, una gran parte de las
tierras, por medio de diversos procedimientos: primero, se les había atribuido tierras para
proveer a sus necesidades; pero también habían recibido donaciones, que les habían sido
concedidas, o que habían sido legadas por beneficiarios de mercedes; o por toma de
tierras hipotecadas, siendo la Iglesia la principal prestamista de los hacendados; o aun por
adquisición por testaferros.20 A través de esta acumulación de riquezas, la Iglesia había
logrado controlar las principales fuentes de crédito. Además, al canalizar sumas
considerables de dinero hacia el préstamo de interés a largo plazo garantizado por bienes
inmobiliarios (censos), la Iglesia llegó a dominar la agricultura y el mercado de la tierra
en Nueva España.21 La Huasteca era, por lo demás, una de las regiones de México en las
que los agustinos habían acumulado el mayor número de posesiones.22 Finalmente, la
acumulación de poder y de riquezas, así como los abusos contra los indios explotados en
propiedades eclesiásticas, llevaron a los reyes de España, desde la segunda mitad del siglo
XVIII, a ejercer un control mayor sobre las órdenes religiosas y a secularizar una parte de
sus bienes.23 Como consecuencia, las propiedades de los agustinos fueron transferidas a
curas seculares dependientes del arzobispo de México, o a cofradías religiosas no
indígenas.24 Ahora bien, años después, a comienzos del siglo XIX, las “leyes de
consolidación” de 1804 decretaban la venta de los bienes agrarios de la Iglesia y la entrega
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del monto de esas ventas a la Corona como préstamo. La Iglesia y las cofradías tuvieron
entonces que vender sus bienes colectivos y exigir el pago de las deudas y las hipotecas
acordadas.25 Al atentar contra el pilar más estable de la sociedad virreinal, esas
disposiciones provocaron, además de múltiples bancarrotas, una grave crisis económica y
social en Nueva España.26
10 Es en esta coyuntura que la situación agraria cambió radicalmente y que las tierras de la
Huasteca, en particular aquellas en las que se habían establecido las rancherías indígenas,
cambiaron de manos. Numerosos hacendados extendieron así sus dominios, consolidando
su poder local. Sin embargo, fue también ocasión para numerosos aparceros y
arrendatarios, blancos, mestizos e indios, de acceder a la propiedad a precios abordables.
El caso de Don Juan de Dios Erver, arrendatario de la hacienda de Tacomal, de propiedad
del convento de Tantoyuca, ilustra el proceso. En un documento que había enviado en
1806, exhortaba a las autoridades virreinales competentes a confiscar la hacienda y a
venderla en subasta de acuerdo a la nueva ley pues, según él, el cura no utilizaba el dinero
de las ganancias para distribuirlo entre los pobres. De hecho, cuando los agustinos
abandonaron la zona en 1754 tras el decreto de los Borbones, se llevaron consigo los
títulos de propiedad. Los curas seculares que los sucedieron continuaron, a pesar de la
falta de documentos, a cobrar los arriendos de esas tierras alquiladas a hacendados o a
campesinos, mestizos o indios. Sin embargo, luego de un intento de aumentar los
alquileres en más de 70 %, los arrendatarios que tenían los medios de hacerlo
aprovecharon la situación para poner en tela de juicio la legitimidad de los títulos del
cura y comprar las tierras de esa hacienda.27
11 Las nuevas leyes de desamortización de los bienes corporativos concernían igualmente a
las sociedades indígenas que habían logrado preservar sus tierras comunales. Ya en 1800
hubo un intento en la Huasteca (en la jurisdicción de Huejutla) de repartir entre los
indígenas las tierras habidas en común para que las cultivasen para su propio beneficio. 28
Sin embargo, para hacer frente a las usurpaciones continuas de sus tierras por gente del
exterior que se aprovechaba de esas empresas de “privatización”, los indios de San Juan
Otontepec (jurisdicción de Tantoyuca) pidieron en 1811 la transcripción de antiguos
documentos agrarios que legitimaban su propiedad.29 Esos títulos, que ya no estaban en
su posesión, comprendían toda la historia de la paciente constitución del patrimonio
agrario de los indios de la Huasteca a lo largo del período virreinal: merced real en 1555,
composiciones de tierras en 1591 y otra en 1643, obtenidas contra pago, lo que les
confería derechos de propiedad incontestables. Así, ese juego permanente de
interpretación de la legislación sobre la propiedad común y privada, que continuó
también después de la Independencia, era sin duda el único medio que tenían los indios
de la Huasteca para conservar su patrimonio y, por extensión, su cohesión comunitaria.
Los decretos que apuntaban a la privatización de las tierras comunales fueron reiterados
sin gran éxito y, finalmente, no parecen haber sido muy efectivos aunque los pueblos de
indios habían ya tenido en su seno propiedades comunales como privadas. 30
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aislamiento pero que no concordaba con la idea de una buena gestión del territorio, tanto
administrativa como espiritual. Así, en 1809 el obispo de México relataba en un informe
enviado al virrey “.. .el deplorable estado de instrucción cristiana, desorden civil, y falta
de subordinación a los curas y misioneros...” que imperaba en algunas localidades de la
Huasteca desde “que se han propagado capciosamente por el mundo las máximas
insidiosas de los franceses”. Los “indios huastecos [...] viven todos muy distantes y
derramados por los montes y jamás oyen misa ni se confiesan [...]” y, a pesar de la “más
constante aplicación [...] no les halla remedio, si Dios no usa de una providencia
particular” (sic).33
caza humana llevada a cabo por los realistas contra los insurgentes. Durante esas
persecuciones, los soldados destruían las comunidades indígenas, prendían fuego a las
chozas y las trojes, provocando así el éxodo de las poblaciones indígenas. 35 La ausencia de
información sobre las sociedades indígenas de esa época proviene igualmente del hecho
de que, después de la Independencia, proclamada en 1821 por los criollos y los
peninsulares -reconciliados frente al peligro de un desborde popular-, los indios
desaparecieron como categoría administrativa. Ya no se beneficiaban de un estatus a
parte, que debía proteger su organización social particular. Los no indios podían residir
en localidades indígenas y todos eran ahora ciudadanos iguales de la joven república,
dedicados a forjar una patria homogénea. El tributo virreinal, impuesto sólo sobre los
indios, desapareció, y los indígenas, como los demás ciudadanos, pagaron desde entonces
una contribución personal y ya no fueron exentos del servicio militar. Sin embargo,
parecería que los teenek se retiraron a rancherías alejadas de la cabecera, evitando así el
pago de impuestos y la conscripción militar. El viajero inglés que recorrió la Huasteca en
1826 menciona haber visto indios teenek reclutados involuntariamente en una redada
durante una fiesta, y llevados maniatados al cuartel de Tampico.36
16 Si la política de la Corona apuntaba a los privilegios corporati-vistas porque eran
percibidos como un obstáculo a la centralización del poder real, la política liberal del
México independiente se ocupó de desmantelar corporaciones porque las consideraba
como un obstáculo a la libertad individual y a la igualdad entre los ciudadanos. Así, a
finales de 1826, el gobernador del estado de Veracruz37 proseguía la política anterior
sobre los bienes corporativos. Las tierras de las sociedades indígenas debían ser
repartidas entre sus miembros para convertirse en propiedades privadas. No se conocen a
ciencia cierta los efectos de ese decreto sobre los indios de Tantoyuca, pero parecería que
dos factores contribuyeron a que la medida no fuese implementada en su totalidad: por
un lado, la inestabilidad política -debida a los enfrentamientos entre conservadores y
liberales- que cundió entre 1825 y 1854 y, por el otro, el aislamiento de Tantoyuca en el
enclave septentrional de la entidad del estado de Veracruz (véase figura 5) que planteaba
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un problema evidente de comunicación con la capital.38 En todo caso, esos decretos sin
duda permitieron la apropiación o acaparamiento de una parte de las tierras indígenas
por no indios, así como por los ayuntamientos, lo que explicaría los levantamientos
indígenas en la Huasteca a mediados del siglo XIX.
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poseídas por varios socios, es decir copropietarios; cada socio tenía una acción, pero no
una posesión. De esa manera, la letra de la ley Lerdo fue respetada, mas no su espíritu.
23 Las tierras del condueñazgo fueron repartidas de acuerdo a dos tipos de disposiciones.
Por un lado, los lotes individuales que cada socio poseía para sus propias actividades, cuya
extensión variaba según su aporte financiero inicial; por el otro, las tierras comunales que
servían de reserva territorial, de tierras de pastoreo o que habían sido arrendadas a
terceros, en cuyo caso el arriendo se repartía entre todos los socios. Esas tierras se
consideraban como una extensión de los bienes de cada socio, y podían ser utilizadas
según sus necesidades, pero no con fines de lucro. Así, la explotación de los productos
naturales de esas tierras (leña, madera, frutos silvestres, palmeras, etc.) no podía
realizarse con fines comerciales, salvo previa autorización expresa de la asamblea y
mediante un pago al conjunto de los asociados. Los títulos de acciones podían
transmitirse a los herederos o vendidos a otros socios pero no -y ésta es una
particularidad de los condueñazgos indígenas- a personas extrañas a la comunidad. 59 A la
cabeza del condueñazgo se encontraba un presidente que era su representante legal y un
administrador-tesorero que estaba encargado de repartir las tierras entre los socios, de
percibir el arriendo de los arrendatarios, de distribuir los ingresos entre los miembros
beneficiarios y de transferir a las autoridades municipales los diversos impuestos. Así, si
las comunidades indígenas ya no gozaban de persona jurídica en sí desde la abolición de
su estatuto con la Independencia, seguían teniéndola de facto, como “sociedades
agrarias” ante las instancias estatales.
24 Las fuentes no son lo suficientemente explícitas como para afirmar que los condueñazgos
huastecos correspondían, territorial y socialmente hablando, a las localidades indígenas
que los precedieron. Sin embargo, se podría suponer, según una acta fechada en 1899, que
tal pudo haber sido el caso al menos para algunas comunidades huastecas. En efecto, ese
documento da cuenta de la elección anual de un gobernador indígena en un condueñazgo
de Huehue-tlan, en la Huasteca potosina, y parecería que las formas del gobierno indígena
se hubiesen mantenido en esa comunidad a pesar de los cambios estructurales ocurridos a
lo largo del siglo XIX.60 Una de las funciones de ese gobernador consistía en conservar los
títulos de propiedad del condueñazgo, lo cual debía asegurar que la tierra común no fuese
vendida y que la comunidad no se desintegrase.
25 Ahora bien, el que los condueñazgos correspondan o no al territorio indígena de antaño,
con o sin una estructura política antigua, parece menos importante que el hecho mismo
de la perpetuación o renovación de una organización social comunitaria que pudo
sobreponerse, transformándose, a los avatares de las diversas políticas liberales. La
relativa autonomía de la que antes habían gozado las repúblicas de indios se vio
restablecida con la instauración de los condueñazgos y de sus representantes indígenas
(gobernador, presidente o administrador). Estos servían como instancia de negociación
frente al gobierno municipal, que no podía inmiscuirse en la administración de su espacio
territorial puesto que éste era considerado como relevante al derecho privado.61 En la
mayoría de los casos, los condueñazgos huastecos probablemente no correspondían,
territorialmente hablando, a las repúblicas de indios virreinales, sino más bien a las
localidades de los alrededores -ranchos en las haciendas y las rancherías sujetas a las
repúblicas- en los que se dispersaron los indios al abandonar las cabeceras. Los socios de
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los condueñazgos indígenas eran con frecuencia los antiguos arrendatarios de las
haciendas, de diversos orígenes, y que constituían así un nuevo territorio del que
surgirían las comunidades teenek actuales en los alrededores de Tantoyuca. El caso de la
venta de la hacienda de San Nicolás (al norte de Tantoyuca) en 1875 a una “sociedad de
indígenas”, con un total de 1 250 miembros, ilustra ese proceso. 62 El hecho de que los
compradores de ese grupo hayan sido originarios de 23 haciendas de la región, situadas
en un radio aproximado de 20 kilómetros, demuestra, por lo demás, los movimientos de
poblaciones indígenas en esa época, en busca de trabajo y de tierra. Otros casos de
readquisición de porciones de haciendas alrededor de Tantoyuca se refieren sobre todo a
arrendatarios originarios del mismo lugar, cual fuera el caso de la hacienda de Nopal,
alias Tampatel, al sudoeste de Tantoyuca. En 1871, 159 vecinos se organizaron para
comprar, cada quien según sus medios, “derechos de tierra” en esa hacienda. 63 Otras
haciendas de la región conocieron la misma suerte: San Gabriel (1870), Sabana Grande
(1871), Galera (1872), Xilozuchil (1887),64 y las comunidades teenek actuales de Tantoyuca
llevan aún los nombres de esas antiguas haciendas. No es, pues, posible determinar la
antigüedad del emplazamiento y de la organización social para todas esas comunidades.
Sin embargo, esos reacomodos pragmáticos y continuos, sociales y espaciales, reflejan una
dinámica de los grupos indígenas y sin duda la supervivencia de una cohesión interna
fundada en orígenes culturales y lingüísticos comunes, o sea la filiación étnica. Ese
proceso se llevó a cabo esencialmente en los lugares de fuerte densidad de población
indígena, como los alrededores de Tantoyuca y de Chicontepec, y mucho menos en las
haciendas de las llanuras costeras en las que la población indígena era poco numerosa
luego de la expansión de la ganadería a expensas de las tierras llanas de las comunidades,
de las que se apropiaron finalmente los hacendados.65
26 El condueñazgo no es, a pesar de todo, una estructura agraria específicamente indígena, y
la ley Lerdo, que daba la prioridad de compra de los bienes corporativos a los
arrendatarios, ha permitido también a campesinos mestizos adquirir en común tierras
que habían arrendado. Sin embargo, contrariamente a sus homólogos indígenas, los
condueñazgos no indios de la región se desmantelaron progresivamente a favor del
estatuto de la propiedad privada.66 En cambio, los condueñazgos indígenas de la Huasteca
parecen haber sido, más allá de una forma particular de propiedad agraria colectiva,
también una forma de organización social comunitaria que protegía a sus miembros
contra su disolución como grupo. En efecto, la superposición del patrimonio agrario a la
identidad cultural en un marco corporativo permitía desde entonces la continuidad de su
existencia a pesar de la renovación continua de los miembros de esas corporaciones.
Según algunos documentos consultados, parecería, en efecto, que las copropiedades que
desaparecieron finalmente en el siglo XX, eran las que poblaban conjuntamente mestizos
e indios, y que no pudieron preservar la integridad de su patrimonio. En cambio, los
condueñazgos compuestos únicamente por teenek parecen haber logrado conservar, al
menos en parte, su propiedad comunal, y se puede percibir, por ese medio, cierta
cohesión étnica que ligaba a los miembros de esas copropiedades. Esta afirmación se
funda igualmente en una visita pastoral efectuada en Tantoyuca en 1820 que daba cuenta
de la organización territorial de esa circunscripción un año antes de la Independencia. 67
Así, fuera de la cabecera, la población de Tantoyuca se repartía entre 24 rancherías en las
que residía la población teenek (1 522 habitantes) y las 57 haciendas y ranchos, en los que
residía una población mixta (2 464 habitantes). La mayoría de las localidades indígenas
que aparecen en ese documento existen aún hoy, lo que demuestra cierta continuidad en
la repartición espacial y étnica en la circunscripción de Tantoyuca. Parecería, pues, en lo
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que se refiere a esas comunidades teenek, que las políticas liberales de México
independiente, que habían intentado privatizar la propiedad agraria indígena con el fin
de integrar a los indios al resto de la sociedad, no lograron transformar la organización
espacial y social preexistente sino tan sólo su estatuto legal. Sin embargo, esa deducción
no pretende que la organización indígena se haya mantenido inalterada ante los
diferentes decretos, tanto virreinales como republicanos, y que se pudiese hablar de una
continuidad de las propiedades teenek desde su constitución en repúblicas de indios hacia
1600. Los diversos desplazamientos (de la cabecera de la república a las rancherías
dependientes, a las periferias de las haciendas, a los ranchos de los alrededores...) no
dejan duda alguna sobre la recomposición de los pueblos indígenas originales. No
obstante, los indios huastecos, en tanto que individuos pertenecientes a un grupo étnico,
lograron, cada vez que se presentaba una ocasión favorable, reagruparse y reconstituir
una vida comunitaria. Esa propensión a reorganizarse pudo sin duda mantenerse en la
Huasteca gracias al aislamiento relativo de esa región y ante la ausencia notable de
dinamismo económico, pues sin duda no atentaba contra los intereses de los grandes
terratenientes. Así, los condueñazgos de la región constituyeron, en muchos casos, el
terreno de afirmación de las poblaciones indígenas reconstituidas en comunidades.
27 En 1830, Tantoyuca contaba con una población de 3 228 habitantes, la mitad de los cuales
eran indígenas. En 1854 ya había 7 976 habitantes; en 1885, 35 941 personas residían en la
zona, 60 % de los cuales eran indios, y, en 1895, la localidad comprendía 51 937 habitantes,
siendo indígena el 70 %.68 Este crecimiento espectacular se debió al surgimiento de las
actividades económicas en la región. En efecto, Tantoyuca se convirtió durante el siglo XIX
en un gran centro ganadero y de fabricación de piloncillo, estaba en la ruta comercial de
arrieros y su mercado semanal era uno de los más importantes de la región. Esa situación
de desarrollo económico introdujo, como se vio, la necesidad de afirmar los límites de las
comunidades indígenas frente a la expansión de los ganaderos.
28 En 1889, el gobierno del estado de Veracruz anunció que todas las tierras comunales de
Tantoyuca habían sido repartidas. Un año después, el gobierno veracruzano reconocía
que las tierras adquiridas por grupos indígenas, en el período virreinal o después de la
Independencia, debían considerarse como propiedades particulares. Así, a fines del siglo
XLX, la mayoría de las tierras comunales de la Huasteca no habían sido divididas en
parcelas individuales sino más bien en lotes que formaban la base de los condueñazgos. 69
De esta manera, esta forma de asociación permitió a algunos indios y mestizos pobres
hacer frente colectivamente al apetito de tierras de los hacendados y conservar o
constituir un patrimonio agrario. Sin embargo, esa situación de acomodamiento iba a
verse seriamente comprometida con el ascenso al poder de Porfirio Díaz. En efecto, la
inestabilidad política que había caracterizado el comienzo del México independiente
cedió su lugar en 1876 al gobierno de ese dictador, marcado por un cientificismo
positivista y tecnocrático. Los 34 años de su régimen, el Porfiriato, instauraron en México
una paz social, una modernización y un crecimiento económico notable. No obstante, la
política de ese gobierno consistía en afirmar los derechos de la propiedad privada y se
propuso desmembrar los bienes corporativos (de la Iglesia y de las sociedades indígenas),
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poniendo fin a las rentas, los arriendos perpetuos o a largo plazo y otros tipos de arreglos
consuetudinarios.
29 Así, en 1894 la ley sobre “la colonización y terrenos baldíos” reorganizó la propiedad
agraria en México. Esa ley tenía por objeto poner en circulación bienes agrarios no
explotados del territorio nacional y legalizar ocupaciones sin título. Daba así a las
compañías deslindadoras el poder de delimitar, apropiar y vender lotes no cubiertos por
títulos de propiedad. El resultado fue el pase de la mayoría del territorio nacional a la
propiedad privada que puso término definitivamente a las incertidumbres sobre la
propiedad agraria. Confirmó tierras usurpadas sin títulos, poseídas por individuos
durante 20 años o más sin título primordial, es decir, frecuentemente tierras tomadas de
localidades indígenas. Esa ley poma pues fin a la ambigua distinción entre “propiedad
eminente” y “propiedad útil de las tierras”.70 Esta última caracterizaba la situación de la
tierra en múltiples pueblos, rancherías y ranchos dependientes de las haciendas que, sin
estatus fijo, se beneficiaban de una ocupación sin título de sus tierras, anclada en una
tradición de derechos consuetudinarios (servicio semanal o estacional, parte de la
cosecha o renta a cambio del derecho de cultivar la tierra y recoger leña en el dominio de
la hacienda, etc.). Esas rancherías de peones se mantuvieron, pero en tierras que el
hacendado poseía ahora de pleno derecho. Por lo demás, esas rancherías no contaban con
iglesias y, en consecuencia, de estatuto. En efecto, el hacendado no permitía que sus
peones construyesen una iglesia, porque ello podía justificar una demanda posterior ante
las autoridades con el fin de constituirse en pueblo, ganando así una autonomía municipal
y territorial a expensas de las tierras de la hacienda.71 Esas rancherías quedaron así
informes y sin estatuto agrario, y adquirieron una identidad propia sólo después de la
Revolución. En algunos casos, las modalidades de trabajo y de residencia que prevalecían
en ellas continuaron en los alrededores deTantoyuca hasta los años sesenta del siglo XX.
30 A pesar, pues, del artificio del condueñazgo huasteco, la legislación reformista favorecía,
a lo largo del Porfiriato, la parcelación de las propiedades comunales que, una vez
divididas, impulsaban el crecimiento de los latifundios. En vísperas de la Revolución, las
estadísticas de 1907 proveen una relación de las haciendas, según la cual el 43 % de la
superficie del cantón de Tantoyuca (2 984.5 kilómetros cuadrados) se concentraba en
manos de 35 familias.72 Esos datos confirman la continuidad de la división de hecho entre
las tierras altas al oeste, donde se concentraban los condueñazgos indígenas, y las tierras
bajas al este, donde se encontraban las haciendas dedicadas exclusivamente a la
ganadería, cuya superficie media era de 3 000 hectáreas. En esa misma época, el 21 % de
las haciendas ganaderas del estado de Veracruz estaban en la Huasteca, ocupando un total
de 618 000 hectáreas.73
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mayoría de los bienes comunales, la propiedad colectiva de la tierra se reparte entre los
miembros censados de la comunidad (comuneros). Esas tierras también son inalienables y
sólo pueden transferirse entre comuneros. La mayoría de las rancherías teenek
deTantoyuca se halla bajo esa modalidad de propiedad agraria. La tercera modalidad de
tenencia agraria, en contrapartida a las precedentes, llamadas “propiedades sociales”, es
la propiedad privada, cuya superficie está sujeta a restricciones de acuerdo con las
características ecológicas de cada región y al uso que se haga de ella. Sin embargo, la ley
de Reforma Agraria, contorneada en gran parte por una serie de artificios, no sobrevive
en la actualidad sino por cierto número de efectos. Fue abrogada en enero de 1992 al
adoptarse una nueva legislación que liberaliza la tenencia de la tierra y cierra
definitivamente los procesos de dotaciones agrarias en México.83
33 Los trámites agrarios de regularización hechos en Tantoyuca por las comunidades
indígenas a partir de 1915 fueron lentos y complejos (y en algunos casos, siguen siéndolo).
Desde la formulación de la primera demanda, el censo de los individuos que cultivan las
tierras en cuestión, las obras de medición, la verificación de los límites en litigio, etc.,
hasta la resolución presidencial definitiva, que no siempre corresponde a la demanda
original, el proceso puede tardar varias décadas. Así, en el caso de San Nicolás al norte de
Tantoyuca, los miembros de esa comunidad teenek empezaron sus trámites en 1942 para
llegar, 34 años después, a una resolución que los privaba de 800 hectáreas de su
patrimonio original.84
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Fuentes: D . E. CHIPMAN, Nuño de Cuzmán and the province of Pánucoin New Spain 1518-1533,
Glendale, A. H. Clark, 1967; M.T. DUCEY, "Tierras comunales y rebeliones en el norte de Veracruz antes
del porfiriato, 1821-1880: El proyecro liberal frustrado", Anuario (Universidad veracruzana), 6, 1989, pp.
209-229; Epistolario de Nueva España (ENE), publ. por F. del Paso y Troncoso, México, Anrigua Libreria
Robredo de J. Porrúa e hijos, 1942; A. ESCOBAR OHMSTEDE, De la costa a la sierra. Las Huastecas,
1750-1900, México, ciESAS / INI, 1998; P. GERHARD, A Guide to the Historical Geography of New
Spain, Cambridge, Cambridge University Press, 1972; Historia general de México, reimpresión [3A ed.
1981], México, El Colegio de México/ Haría, 1988; J. MEADE, La Huasteca. Época antigua, México,
Cossio, 1942 y del mismo autor La Huasteca veracruzana, México, Cidalreperl, 1962; J. M. PEREZ
ZEVALLOS, "La Huasteca en el siglo xvi: fragmentación de los señoríos prehispánicos, organización
social y tributo", tesis de licenciatura en ethnohistoria, México, ENAH, 1983; J.M. PEREZ ZEVALLOS y
L. GORTARI KRAUSS, Indice de documentos para la historia indígena en la Huasteca, Pachuca, Hgo.,
Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas/ Biblioteca de Cultura Hidalguense/CIESAS, 1987;
G. STRESSER-PEAN, "Les Indiens huastèques", Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, 13
(2-3), 1952-53, pp. 2 1 3 - 2 3 4 y del mismo autor "Problèmes agraires de la Huasteca ou région de
Tampico (Mexique)" in "Les problèmes agraires des Amériques Latines", Paris, Colloques
internationaux du Centre National de la Recherche Scientifique, 1967, pp. 201-214; M. TOUSSAINT La
conquista de Pánuco, México, El Colegio Nacional, 1948; véase también la bibliografía.
NOTAS
1. N. FARRISS, Maya society under colonial rule. The collective enterprise of survival, Princeton, N.J.,
Princeton University Press, 1984, pp. 355-356.
2. G. AGUIRRE BELTRÁN, Formas de Gobierno Indígena..., pp. 37 y 49.
3. El Partido de Panuco y Tampico, cuya estructura perduró hasta la Independencia (1821),
comprendía las localidades de Tantoyuca, capital de la jurisdicción, Chonda, San Juan Otontepec,
Chiconamel, San Pedro Coyuda, Tempoal, Santiago Tancuiche, Puerto de Tampico, Tantima,
Tamalín, Tanjuco, Ozuluama y Panuco.
4. AGN, Indios, vol. 67, exp. 250, ff. 317r°-318v°, 1791.
5. En 1788, los indios de San Juan Otontepec se quejaron ante la justicia de Tantoyuca por la
invasión por parte de un hacendado de tierras que ellos le habían arrendado anteriormente ( AGN,
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Tierras, vol. 2944, exp. 339, 2 ff., 1788). Véanse también A. ESCOBAR OHMSTEDE, “La insurgencia
huasteca: origen y desarrollo” in J. MEYER (coord.), Tres levantamientos populares: Pugachóv, Túpac
Amaru, Hidalgo, México, CEMCA, 1992, p. 139; F. J. SCHRYER, op. cit., p. 90.
6. A. ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos..., p. 19.
7. Ibid., p. 36.
8. Ibid; véase igualmente G. STRESSER-PÉAN, “Problèmes agraires de la Huasteca...”.
9. Sin embargo, existía además toda una población de jornaleros, peones, sirvientes,
contramaestres, domésticos, vaqueros... mestizos e indios, sin tierras ni pertenencia comunal,
que vivían atados a la hacienda, a veces en condiciones de servidumbre.
10. Véase E. FLORESCANO e I. GIL SÁNCHEZ, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento
económico 1750-1808” en Historia general de México, Reimpresión [3 a ed. 1981 ], México, El
Colegio de México/ Haría, 1988, t.1, pp. 480-481.
11. Véase F. CHEVALIER, “Mexique Occidental, raccourci d'histoire agraire. La naissance de bourgs
libres dans les grands domaines”, Congreso de Historia Rural, Siglos XV al XIX, Universidad
Complutense de Madrid-Casa de Velázquez, 1984, p. 223.
12. AGN, Caminos y calzadas, vol. 10, exp.8, ff. 125-131,1787;E. FLORESCANO, op.cit., p. 89.
13. L. A. de COLMENEROS, “Noticias estadísticas de la intendencia de Veracruz -Pánuco y Tampico,
1803”, citado en E. FLORESCANO e I. GIL SÁNCHEZ (coords.), Descripciones económicas regionales de
Nueva España, provincias del Centro, Sudeste y Sur, 1766-1827, México, SEP / INAH, 1976, p. 107.
14. “Descripción del pueblo de Guauchinango y de otros pueblos de su jurisdicción, sacada de la
relación hecha por el alcalde mayor de aquel pueblo en 13 de mayo de 1609”, transcrito en M.
TOUSSAINT, op. cit., p. 299.
15. G.F. LYON, Residencia en México, 1826. Diario de una gira con estancia en la República de México,
México, FCE, 1984.
16. Véase F. SCHRYER, op. cit., p. 82.
17. R. Gortsuch, “Camino de Tampico a Tuxpan”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografia, 2 a
época, 1,1869, pp. 595-598.
18. Véase también para la Huasteca potosina, A. J. CABRERA , La Huasteca potosina. Ligeros apuntes
sobre este país, México, CIESAS / Colsan, 2002.
19. D. J. FRASER, “La política de desamortización en las comunidades indígenas, 1856-1872”,
Historia Mexicana, 21, (4), 1972, p. 618.
20. Para la Huasteca, véanse AGN, Bienes nacionales, vol. 1096, exp. 15, 1688; vol. 1147, exp. 20, 1710;
Testimonio rendido en 1742 por el prior del convento de Huejutla ante el alcalde de Tantoyuca,
Registro Público de la Propiedad (RPP), Tantoyuca, acta 4,1926.
21. Para un análisis más detallado del papel de la Iglesia como agente de crédito en el período
virreinal, véanse E. Florescano, op. cit, pp. 111-119;J.-P. Berthe, “Taza de interés, censo y depósito
en la Nueva España” in M.-N. CHAMOUX , D. DEHOUVE, C. GOUY-GILBERT y M. PÉPIN LEHALLEUR
(coords.), Prestar y pedir prestado: Relaciones sociales y crédito en México del siglo XVI al XX, México,
CEMCA /CIESAS, 1993, pp. 9-23.
22. E. FLORESCANO, op. cit., p. 61.
23. A. RUBIAL GARCÍA, op. cit., pp. 112-113.
24. Contrariamente a la situación prevalente en otras regiones de México, parece que en la
Huasteca no abundaron las cofradías religiosas indígenas. Esas corporaciones organizaban a la
sociedad indígena en torno al culto de un santo y permitían con frecuencia, bajo su tutela,
proteger bienes agrarios inscribiendo tierras comunales en nombre de la cofradía. Permitían
además a ciertos individuos acceder a cargos de poder en el seno de sus comunidades por medio
de la financiación (a través del uso de una red personal de solidaridad) de ceremonias religiosas
muy costosas. La ausencia de curas en las comunidades indígenas huastecas explicaría tal vez la
casi inexistencia de ese tipo de cofradía que confirma, por lo demás, que los indios huastecos no
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estaban en condiciones de poner en juego sumas suficientemente atractivas como para despertar
la codicia de algún cura. Además, los pequeños casos conocidos de cofradías religiosas indígenas
en la Huasteca confirmaría la ausencia del sistema de cargos o sea de ascensión social, común en
otras regiones indígenas pero no así en la zona de estudio, fundado sobre cargos civiles y
religiosos organizados según una escala de costos y de prestigio; véase también A ESCOBAR
OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos..., p. 134).
25. Véanse para la Huasteca AGN, Bienes nacionales, vol. 1604, exp. 15, 1807;y documento de venta
de la hacienda de Tampatel por la cofradía de la Virgen del Rosario en 1816, mencionada en el
acta 30, RPP, Tantoyuca, 1871.
26. E. FLORESCANO, op. cit., pp. 147-150.
27. Véase AGN, Bienes nacionales, vol. 1640, exp. 2,1806.
28. A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas en las Huastecas hidal-guense y
veracruzana: ¿Defensa del espacio comunal?” in A. ESCOBAR OHMSTEDE (coord.), Indio, Nación y
Comunidaden el México del siglo XIX, México, CEMCA / CIESAS, 1993, p. 171.
29. AGN, Tierras, vol. 1868, exp. 20,7 ff., 1811.
30. La división de todas las tierras comunales con excepción de los ejidos necesarios para las
localidades fue decretada en 1813 y nuevamente en 1815.
31. Véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas...”, p. 172.
32. Véase E CARRASCO, “La transformación de la cultura indígena...”, p. 191.
33. “Comunicación de la Mitra de México al virrey sobre el estado de inquietud y descuido que
prevalece en algunos pueblos de la Sierra Gorda y Huasteca”, AGN, Bienes Nacionales, vol. 117, exp.
36, f. 10,1809.
34. AGN, Operación de guerra, t. 976, f. 207, citado por A ESCOBAR OHMSTEDE, “La insurgencia
huasteca...”, p. 143.
35. J. MEADE, La Huasteca veracruzana..., t. 2, pp. 27-35.
36. G. F. LYON, op. cit.
37. El Estado de Veracruz reemplazó a la Intendencia del mismo nombre en 1824 y la región de
estudio se convirtió en el Cantón de Tampico dependiente del Departamento de Veracruz.
38. Véanse las quejas del fiscal de la municipalidad de Tantoyuca, AGN, Ayuntamientos, vol.
41,12-12, exp. 96, ff. 63-68, 1853.
39. J. MEADE, La Huasteca veracruzana..., t. 2, p. 52.
40. E. FAGES, Noticias Estadísticas del Departamento de Tuxpan [1854], México, Cidalteped, 1959,
p. 131; J. MEADE, La Huasteca veracruzana ..., t. 2, pp.61-64;L. Reina, Las rebeliones campesinas en
México (1819-1906), México, Siglo XXI, 1980, p.341.
41. A título indicativo de esa presión agraria, nótese que en 1831 había en Tantoyuca trece
haciendas de ganadería extensiva con 26 000 cabezas de ganado (véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, De
cabeceras a pueblos-sujetos...).
42. L. REINA, op. cit., pp. 345 et 352.
43. Véanse “Revelión y Plan de los Indios Huaxtecos de Tantoyuca. 1856”, Márgenes, 2,1985, pp.
13-14; J. A. ANDRADE AZUARA, op. cit., p. 121; J. MEADE, La Huasteca veracruzana..., t. 2, p. 89; M. B.
Trens, op. cit., p. 148.
44. El plan es seguido por 270 nombres y 71 firmas de individuos sobre los cuales las fuentes son
mudas, salvo las calificaciones mencionadas. Se podría pensar, sin embargo, que se trataba de la
inteligencia local de clase media, blanca y mestiza, y sin duda no teenek. Por lo demás, la
presencia de ciudadanos influidos por los primeros escritos marxistas en un lugar más bien
aislado no deja de ser enigmática.
45. L. REINA, op. cit., p. 11.
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46. Para mayores detalles sobre los movimientos de protesta indígenas y campesinos en la
Huasteca del siglo y comienzos del xx, véase J. RUVALCABA MERCADO , Sociedad y violencia. Extracción
y concentración de excedentes en la Huasteca, México, Cuadernos de la Casa Chata, CIESAS, 1991.
47. A. ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos..., p. 342.
48. Véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, “ Del gobierno indígena al ayuntamiento...”
49. J. H. COATSWORTH , “Los orígenes del autoritarismo moderno en México”, en L. ALLUB (coord.),
Orígenes del autoritarismo en América Latina, México, 1983, pp. 209-210, citado por M. D UCEY,
“Tierras comunales y rebeliones en el norte de Veracruz antes del porfiriato, 1821-1880: El
proyecto liberal frustrado”, Anuario VI, Centro de Investigaciones Históricas - Universidad
veracruzana, 1989, pp. 224-225.
50. Véase E. MÁRQUEZ, op. cit., p. 211.
51. A. ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos..., p. 256.
52. Manuel Fernando Soto, diputado que actuaba a favor de la creación de un Estado huasteca
independiente, clamaba en esa época por la división de las comunidades indígenas de aquella
región para “dar valor a la propiedad, mejorar sus costumbres, identificar sus intereses
personales con el interés público y hacer imposible así la guerra de castas...”, M. F. SOTO, El nuevo
Estado, necesidad de formarlo inmediatamente. .., p. 50 y pp. 60-63.
53. F. González de Cossío et al., Legislación indigenista de México, México, Instituto Indigenista
Interamericano, 1958, pp. 172-176, citado por D.J. Fraser, op. cit., p. 626.
54. A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas...”, p. 175.
55. Véanse M. DUCEY, op. cit. y del mismo autor, A Nation of Villages. Riot and Rebellion in the Mexican
Huasteca, 1750-1850, Tucson, The University of Arizona Press, 2004.
56. A ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos..., p. 307.
57. D. J. FRASER, op. cit., p. 632.
58. A. ESCOBAR OHMSTEDE, “La política agraria y los grupos indígenas, 1856-1867”, Papeles de la Casa
Chata, 5 (7), 1990, p. 5.
59. “Reglamento Económico Rural de la Hacienda de San Gabriel”, 1895, archivos personales de
Calixto García, ex-administrador y tesorero del condueñazgo de San Gabriel, Tantoyuca.
60. Documento citado por C. A. RAMÍREZ, Tanquian. El poder y su dinámica histórica en la Huasteca
potosina, 1870-1985, México, Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, 1989, pp. 53-54.
61. Véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas...”, p. 180.
62. RPP, Tantoyuca, acta 49,1875.
63. RPP, Tantoyuca, acta 30,1871.
64. RPP, Tantoyuca, acta 2,1887.
65. La desaparición de los indios de las llanuras costeñas se ve hoy por ejemplo en el caso del
municipio de Ozuluama, centro regional de la ganadería extensiva, donde la densidad de la
población es de 10.34 habitantes por km2, con un 1.47 % de indígenas, en claro contraste con
Tantoyuca, a 50 km de distancia, con 78.64 habitantes por km 2 de densidad y 57.16 % de indígenas
(véase cuadro 1); fuentes: Atlas Ejidal del Estado de Veracruz, Encuesta Nacional Agropecuaria Ejidal,
1988, Aguascalientes, Ags., INEGI / ORSTOM , 1991; XII Censo General de Población y Vivienda,
Aguascalientes, Ags., INEGI, 2000. Véase asimismo A ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-
sujetos...
66. El condueñazgo mestizo que existe aún en Amatlán, cerca de Tuxpan en la costa, es por ello
excepcional para la región. Pero su constitución data de la nacionalización de las compañías
petroleras y sus bienes agrarios en 1938, por lo que no deriva de la misma dinámica que los casos
aquí estudiados (entrevistas personales con lugareños de Amatlán, 1994).
67. AGN, Bienes Nacionales, vol. 1182, exp. 22,1820.
68. A. ESCOBAR OHMSTEDE, De cabeceras a pueblos-sujetos...
69. Véase A. ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas... ”, p. 178.
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70. Véanse F.-X. GUERRA, Le Mexique - De l'Ancien Régime á la Révolution, pref. de F. Chevalier, París,
L'Harmattan/ Publ. de la Sorbonne, 1985, t. 1, p. 261; C. A. RAMÍREZ, op. cit., pp. 51-52.
71. F. CHEVALIER, “Mexique Occidental...”, p. 222.
72. S. GARCÍA MORALES, “Análisis de la estadística de 1907. Haciendas y hacendados” in M. BENÍTEZ,
C. BLÁZQUEZ, A. JUÁREZ, G. LOZANO e Y. NATHAL, Veracruz un Tiempo para contar..., México,
Universidad Veracruzana / INAH, 1989, p. 131.
A partir de la constitución de 1857, la región de nuestro estudio se dividía admi-nistratívamente
en dos cantones: Ozuluama y Tantoyuca, ocupando el mismo territorio que en la anterior división
en partidos.
73. N. BARRERA y H. RODRÍGUEZ (eds.), Desarrollo y medio ambiente en Veracruz. Impactos económicos,
ecológicos y culturales de la ganadería en Veracruz, Xalapa, Ver., Fundación F. Ebert/ CIESAS /
Instituto de Ecología, 1993.
74. H. FOWLER SALAMINI, Movilización campesina en Veracruz (1920-1938), trad. del inglés [Agrarian
radicalism in Veracruz, 1920-38] por S. MASTRANGELO, México, Siglo XXI, 1979, p. 23. Véase también el
cuadro IV: “L'évolution des agglomérations par statut”, en F.-X. GUERRA, op. cit., t.1, p. 264.
75. Véase A Y. GUERRERO MILLER, Cuesta Abajo. Declinación de tres caciques huastecos revolucionarios:
Cedillo, Santos y Pelaez, México, UAT/ M A Porrúa, 1991, p. 76, n. 173.
76. Para mayores detalles sobre la fiebre del petróleo en la Huasteca, véase A. ARIEL DE VIDAS, “La
bella durmiente...”
77. Véanse C. A RAMÍREZ, op. cit., p. 80 y A.Ma. SERNA, “Los límites a la reforma agraria. Petróleo y
tenencia de la tierra en el norte de Veracruz” in A. ESCOBAR OHMSTEDE, M. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ y A.
Ma. GUTIÉRREZ RIVAS (coords.), Agua y tierra en México, siglos XIX y XX, El Colegio de Michoacán/El
Colegio de San Luis, México, 2008, vol. II.
Para descripciones más literarias y/o biográficas de esta época en la Huasteca, véanse: B. TRAVEN ,
La Rosa Blanca, México, Compañía General de Ediciones, [1929] 1973; A VON EUW D OMÍNGUEZ,
Huasteca Linda. Cuatro siglos de acontecer, México, s.e, 2005.
78. Según el testimonio de un exiliado de Tantoyuca cuya hacienda familiar fue incendiada en
1918 (O. LEÓN MEDELLÍN , Río de sombras, México, s.e., 1975, p. 24), confirmado por el de Pedro
Nolásco Pérez (1900-1991) de la comunidad teenek de Corral Viejo.
79. Véase E. MENDOZA VARGAS, Gotitas de placer y chubascos de amarguras, México, s.e., 1960.
80. H. FOWLER SALAMINI, op. cit., p. 35.
81. No debe confundirse con el mismo término, del que deriva, que designa a las tierras vacantes
dedicadas al pastoreo en comunidad o como reserva agraria en las repúblicas de indios del
período virreinal.
82. Según el vii censo agrícola, INEGI, 1992.
83. Esta nueva legislación forma parte de los reajustes estructurales puestos en marcha en el
contexto más amplio, en México, de liberalización económica y de entrada en vigor del Tratado
de Libre Comercio (TLC). Véanse al respecto, entre otros, “Debate sobre el ejido”, Cuadernos
agrarios, 3,1991, pp. 7-50; “27 constitucional”, Cuadernos agrarios, 5-6,1992, pp. 7-227.
84. Resulta, según mi investigación, que esas tierras, reivindicadas pero finalmente perdidas por
la comunidad, pertenecen a un notable de Tantoyuca próximo del poder.
85. S. GARCÍA MORALES, “Oposición al primer gobierno tejedisra (1920-1924)”, Revista de
Investigaciones Históricas, 1 (1), 1979, pp. 22-35; véase asimismo M. MATÍAS ALONSO, “La tropa en la
historia de México y en las Huastecas. Su intervención en los conflictos agrarios” in L. DE GORTARI
KRAUSS y J. RUVALCABa MERCADO (coords.), La Huasteca: viday milagros, Cuadernos de la Casa Chata, 173,
México, CIESAS, 1990, pp. 157-183.
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Conclusiones. Territorialidad y
comunalidad indígenas en la huasteca
1 En el contexto postcolonial latinoamericano, sin duda más que en otros, un gran número
de elementos característicos de la actual configuración social y espacial datan del período
virreinal y del de las reformas que lo siguieron. Los huaxtecas que le dieron el nombre a la
región, situada en los confines de Mesoamérica, ocupaban un lugar intermediario entre el
imperio mexica y los bárbaros del norte; lo que, por un lado, les otorgó una reputación
poco halagadora,1 pero, por otro lado, les permitió también mantener una relativa
independencia frente al yugo azteca. Estaban organizados en señoríos y no en grandes
aglomeraciones (como en la región central de México), regidos por un soberano
“universal”.2 Este factor, además de su situación periférica, podría tal vez explicar –si
bien la paucidad de fuentes no nos permite desarrollar esta hipótesis– una fragmentación
paulatina de las localidades prehispánicas y una adaptación más fácil a las reducciones de
indios efectuadas durante el período virreinal.3 La conquista española marcó una ruptura
con el pasado prehispánico. En vista de la considerable caída demográfica en la Huasteca
donde, a finales del primer decenio de la presencia española, aparentemente sobrevivía
menos del 2.5 % de la población existente en la víspera de la conquista, 4 sería poco
probable que la población sobreviviente hubiese podido mantener estructuras sociales y
políticas tradicionales. La descomposición de las familias y de los linajes, la pérdida de
referencias respecto al patrimonio territorial y a las instituciones estructurantes del
grupo –políticas y religiosas–, el desarraigo, etc. que caracterizaron a los primeros años
de la conquista, remodelaron profundamente a la sociedad indígena, la cual fue
paulatinamente reagrupada por los españoles en las repúblicas de indios en el marco del
proceso de las congregaciones de indios efectuado en la Huasteca entre 1560 y 1600. 5 Esta
recomposición del territorio y de la sociedad indígenas así como el status particular
acordado a los indios por el régimen español contribuyeron finalmente (desde inicios del
siglo XVII) a la cristalización de una nueva figura social, la del indio colonial y de su
comunidad. Se trata, desde luego, de una comunidad reconstruida sobre un modelo muy
diferente del que lo precedió. Se basa desde entonces en una sociedad que es a la vez una
unidad económica y étnica, separada de un conjunto cultural más amplio, y cuyos
cimientos materiales son el patrimonio agrario que se le atribuyó para asegurar su
reproducción pero sobre todo para pagar el tributo a las instituciones virreinales. Ante la
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Huastecos a pesar de todo | Anath Ariel de Vidas 86
finales del siglo XVIII) que puede situarse el inicio de la formación de la comunidad
indígena moderna. El desbroce y el aprovechamiento acrecentados de las tierras de la
Huasteca, la ganadería extensiva que se desarrollaba a costa de las tierras comunales –que
debían dividirse entonces entre más y más individuos–, requirieron, de parte de los
indígenas, una administración más formalizada de la situación. Es en ese contexto de
recursos limitados que los grupos indígenas tomaron forma al dotarse de una
organización agraria legitimada por el poder en vigor en la época. Los condueñazgos
permitían en efecto precisar, por un lado, sus límites frente a las otras propiedades y, por
el otro, reglamentar la repartición equitativa de los derechos y obligaciones de los
miembros, pero sobre todo del derecho de acceso a la tierra.14 En otras palabras, el
condueñazgo en la Huasteca establecía las fronteras materiales y sociales de las
sociedades indígenas en torno a un patrimonio agrario que procuraba su medio de
subsistencia. De ello deriva una gran cohesión de las comunidades indígenas alrededor de
sus tierras. Se podría entonces pensar que con esa formalización de la organización de la
comunidad se desarrollaron también prácticas de transmisión familiar, de carácter
restrictivo, del derecho de acceso a la tierra, o, en otros términos, un proceso de cierre de
esas comunidades.15 Las comunidades teenek contemporáneas vinculan en efecto ese
derecho de acceso a la relación de parentesco, pero también a la residencia efectiva en el
sitio y a la participación en las faenas comunales.16 Así, las repúblicas virreinales, como
los conduefiazgos indígenas y más tarde los bienes comunales, son el reflejo de procesos
más vastos que generan en el seno de los grupos indígenas un sentimiento de solidaridad,
formado a partir del vínculo común con su espacio territorial.
6 Esas formas diversas de organización indígena están siempre en una relación de
dependencia económica frente a la sociedad dominante y en una situación de recursos
limitados. Sin embargo, su existencia no se funda sólo en su relación con las leyes del
mercado o en la relación funcional entre la tierra y los hombres. En efecto, si hasta aquí se
subrayaron las rupturas y reconstrucciones en las formas de organización social y
territorial de las sociedades indígenas de la Huasteca, subsiste sin embargo en su
recorrido un indicio de cierta continuidad étnica concreta desde el período prehispánico
hasta nuestros días. Esta se manifiesta por la lengua, hablada por los teenek de hoy y cuyo
origen se sitúa, según los lingüistas, en una migración maya de hace más de 3 000 años. 17
Ahora bien, la lengua transmite consigo un sentimiento de pertenencia a una comunidad
(que se acentúa cuando ésta se vuelve minoritaria), alimentada por otros factores tales
como compartir la misma condición económica así como ciertos valores éticos. Se trata
pues de un patrimonio no material que, por su naturaleza colectiva, puede transmitirse
únicamente en el seno de la comunidad, que se convierte entonces también en el marco
social para asimilar las mutaciones, independientemente del hecho de que se vea
modificada en el espacio y el tiempo. En otro trabajo sobre los teenek de Tantoyuca, he
analizado las modalidades contemporáneas a través de las cuales se concretizan las
relaciones, día a día, entre las comunidades teenek y los otros grupos sociales, a partir de
las cuales se construyen las representaciones mentales de esas relaciones. 18
7 La ganadería extensiva, introducida desde inicios de la época virreinal, marcó a partir de
entonces el destino de los habitantes autóctonos de la Huasteca y de las relaciones de
fuerzas entre los diversos grupos sociales de la región. Esto se resume esencialmente en
los despojos del patrimonio agrario indígena en provecho de las tierras de pastoreo. Al
tiempo que establecía esta relación en la región, esa actividad, que necesita esencialmente
tierras y, en menor medida, mano de obra, sin duda permitió el mantenimiento de cierto
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status quo entre ganaderos y campesinos indígenas –tras retraerse estos últimos a las
lomas del piedemonte. La pérdida de tierras se compensó en cierta forma por el clima
tropical de la región que permite a los indígenas obtener dos cosechas anuales de maíz a
pesar de la agricultura rudimentaria y de sus milpas disminuidas y agotadas. Hoy en día,
sobre esas lomas suspendidas sobre los vastos potreros en la planicie, las comunidades
teenek, con sus milpas de maíz inclinadas y fragmentadas, se encuentran en un espacio
comunal reducido, cuya preservación sigue siendo para ellos tan importante como lo fue
para sus antepasados. La historia de esas comunidades, como el fundamento material de
la identidad teenek que se intentó circunscribir en este estudio, es así el relato de las
interpenetraciones sociales y culturales de dos tipos de sociedad. En cada período, a pesar
de los eventos desestabilizadores, los grupos huastecos/teenek se adaptaron a las nuevas
condiciones sin dejar de preservar una diferencia y sobre todo, los límites entre ellos y los
otros. Las estructuras sociales han cambiado, así como las relaciones intracomunales y las
que se establecieron entre las comunidades y las instancias exteriores. No deja por ello de
ser cierto que la organización social indígena autogestionaria, con todos los aportes
culturales externos y todas las modificaciones de sentido y de contenido que ha podido
experimentar, persiste hasta nuestros días, manteniendo su pertinencia entre sus
miembros, siendo el marco fundamental para el sostenimiento de su identidad.
NOTAS
1. Véase por ejemplo B. de SAHAGÚN, op. cit., t. 3, libro X, cap. 29, § 8, 3A ed., México, Porrúa, 1977,
pp. 202-204 y passim; B. DÍAZ DEL CASTILLO, op.cit., cap. 158, 7A ed., México, Porrúa, 1977, p. 85; M.
LEÓN -PORTILLA, “Los huaxtecos...”, op. cit.
2. Véase “Parecer de fray Nicolás...”, ENE, op. cit.
3. Véase sin embargo los vestigios arqueológicos y las descripciones de numerosos centros
político-religiosos huaxtecas al sur del río Panuco atestadas también por las primeras
exploraciones españolas a lo largo del río (“Real cédula dando facultad a Francisco de Garay...” in
M. TOUSSAINT, op. cit., p. 196.
4. Cf. W. BORAH y S. COOK, citados por J.M. PÉREZ ZEVALLOS, La Huasteca en el siglo XVI..., pp. 61 -62;
véanse también la estimación de P. GERHARD, A Guide to the Historical Geography..., p. 2l4 y “Visita de
Gómez Nieto...” citada in D.E. CHIPMAN, op.cit., pp. 291-293.
5. Véase P. GERHARD,“Congregaciones de indios...”
6. Véase, entre otros, E. FLORESCANO, op. cit.
7. Véase, entre otros, P. CARRASCO , “The civil-religious hierarchy in Mesoamerican Communities:
Pre-Spanish background and colonial development”, American Anthropologist, 63 (3), 1961, pp.
483-497; se encuentra una buena síntesis de los diferentes enfoques sobre este tema en F. G.
HERMOSILLO , “Indios en cabildo: historia de una historiografía sobre la Nueva España”, Historias,
26,1991, pp. 25-63.
8. Ch. GIBSON, “Rotation of alcaldes in the Indian cabildo of Mexico City”, Hispanic Historical Review
, 33, 1953, pp. 212-222.
9. Véanse, entre otros, B. GARCÍA MARTÍNEZ, op. cit.; G. AGUIRRE BELTRÁN, El proceso de aculturación y el
cambio socioculturalen México, (1a ed. 1957), México, Universidad Iberoamericana, 1970, pp.
134-136; E.WOLF, “Closed corporate peasant communities in Mesoamerica and central Java”,
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Southwestem Journal of Anthropology, 13 (1), 1957, pp. 1-18 y del mismo autor, “The vicissitudes of
the closed corporate peasant community”, American Ethnologist, 13 (2), 1986, pp. 325-329.
10. Véase por ejemplo AGN, Indios, vol. 50, exp. 125, ff. 237v°-238v°, 1724.
11. Véase M. TOUSSAINT, op. cit.
12. La situación de los indígenas huastecas virreinales se asemeja, desde este punto de vista, a la
de los indígenas del Yucatán, véase N. M. FARRISS, op. cit., p. 394 y passim.
13. Para más detalles sobre estos procesos véase: A. ARIEL DE VIDAS, “La bella durmiente...”; A.
ESCOBAR OHMSTEDE, “Los condueñazgos indígenas...”y del mismo autor: De la costa a la sierra...
14. Véase por ejemplo el “Reglamento Económico Rural de la Hacienda de San Gabriel”, 1895,
archivos personales de Calixto García, ex-administrador-tesorero del condueñazgo de San
Gabriel, Tantoyuca, Ver.
15. Ibid.
16. Véase A. ARIEL DE VIDAS, El trueno ya no vive aquí..., cap. 2.
17. Véanse L. MANRIQUE CASTAÑEDA, op. cit.; N. MCQUOWN, op. cit..
18. Véase A. ARIEL DE VIDAS, El trueno ya no vive aquí....
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Siglas
HUASTECOS A PESAR DE TODO se terminó de imprimir en julio de 2009 en los talleres de Impresión y
Diseño. Su composición se realizó en tipo Adobe Garamond Pro de 13 punros. La edición consta de
500 ejemplares. Cuidado de la edición a cargo de Cecilia Pacheco y Joëlle Gaillac.
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