Hermanos Grimm - Caperucita Roja
Hermanos Grimm - Caperucita Roja
Hermanos Grimm - Caperucita Roja
Hermanos Grimm
textos.info
Biblioteca digital abierta
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Texto núm. 1145
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
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Caperucita Roja
Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la
conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le
hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito
de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra
cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le
dijo: “Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino,
llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le
ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el
camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas
a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando
entres a su dormitorio no olvides decirle, “Buenos días”, ah, y no andes
curioseando por todo el aposento.”
“No te preocupes, haré bien todo”, dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y
se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un
kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el
bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo.
Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no
tuvo ningún temor hacia él. “Buenos días, Caperucita Roja,” dijo el lobo.
“Buenos días, amable lobo.” — “¿A dónde vas tan temprano, Caperucita
Roja?” — “A casa de mi abuelita.” — “¿Y qué llevas en esa canasta?” —
“Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma
va a tener algo bueno para fortalecerse.” — “¿Y adonde vive tu abuelita,
Caperucita Roja?” — “Como a medio kilómetro más adentro en el bosque.
Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos.
Seguramente ya los habrás visto,” contestó inocentemente Caperucita
Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo: “¡Qué criatura tan tierna! qué
buen bocadito — y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar
con delicadeza para obtener a ambas fácilmente.” Entonces acompañó a
Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: “Mira
Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y
recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo
dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como
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si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de
maravillas.”
Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando
aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros,
pensó: “Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi
abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá
problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora.” Y así,
ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía
otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el
bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la
casa de la abuelita y tocó a la puerta. “¿Quién es?” preguntó la abuelita.
“Caperucita Roja,” contestó el lobo. “Traigo pastel y vino. Ábreme, por
favor.” — “Mueve la cerradura y abre tú,” gritó la abuelita, “estoy muy débil
y no me puedo levantar.” El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin
decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un
bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro,
se metió en la cama y cerró las cortinas.
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Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo
tirado allí. “¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!” dijo él. “¡Hacía
tiempo que te buscaba!” Y ya se disponía a disparar su arma contra él,
cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún
podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas
tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había
hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más
y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: “¡Qué asustada
que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!”, y enseguida salió
también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente,
Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del
lobo. Y cuando el lobo despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras
estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la
abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin
embargo Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su
camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro
lobo y que la había saludado con “buenos días”, pero con una mirada tan
sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de
seguro que se la hubiera tragado. “Bueno,” dijo la abuelita, “cerraremos
bien la puerta, de modo que no pueda ingresar.” Luego, al cabo de un rato,
llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó: “¡Abre abuelita que soy Caperucita
Roja y te traigo unos pasteles!” Pero ellas callaron y no abrieron la puerta,
así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de
último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja
regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y
devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas
intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la
niña: “Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae
con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera.” Y
llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y
empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y
empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta
llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de
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bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y
cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa
y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que
buscan hacer daño.
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Hermanos Grimm
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(1822) recibe su nombre de Jacob Grimm.
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Francia a los países de habla alemana, como El gato con botas o Barba
Azul, tuvieron que eliminarse de las ediciones posteriores.