373 Ptolomeo - Las Hipotesis de Los Planetas - Claudio

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Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 1 Preparado por Patricio Barros


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Reseña

En el siglo II de nuestra era, PTOLOMEO expuso en LAS HIPOTESIS


DE LOS PLANETAS una representación del mundo que se
convertiría en la concepción dominante en Occidente hasta el siglo
XVII. Según ese sistema cosmológico, el universo sería un conjunto
de esferas encajadas unas dentro de otras; en el interior de la esfera
externa de las estrellas fijas irían las de Saturno, después las de
Júpiter. Marte, el Sol. Venus y Mercurio, figurando en el centro de
la construcción la Tierra inmóvil. A pesar de su inmensa
importancia cosmológica y filosófica, el tratado de Ptolomeo,
disperso en manuscritos griegos conocidos y en manuscritos árabes
recientemente descubiertos, estuvo perdido hasta hace poco más de
veinte años.
EULALIA PEREZ SEDEÑO prologuista y anotadora del volumen,
explica los avatares padecidos por el texto, impreso ahora en su
totalidad por vez primera, y subraya la trascendencia de esta
versión definitiva de la obra: «por un lado, nos permite atribuir a
Ptolomeo de forma inequívoca la elaboración del denominado
sistema ptolemaico; por otro, constituye un elemento de juicio vital
acerca de la pretendida polémica entre instrumentalistas y realistas
en la Antigüedad y la supuesta pertenencia de nuestro autor al
grupo de los primeros». Mientras la primera parte del Libro I expone
los movimientos de los astros según los modelos desarrollados en el
Almagesio. la segunda parte indaga las distancias planetarias y el
tamaño de las partes del mundo El Libro II construye la famosa y

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hasta hace poco perdida concepción ptolemaica de la estructura


física de los ciclos.

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Índice

Introducción
Astronomía matemática versus astronomía física
La astronomía matemática de Ptolomeo
La astronomía física de Ptolomeo
Las hipótesis de los planetas
Libro primero
Libro segundo

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Introducción

El caso de Claudio Ptolomeo (siglo II) es uno de los más curiosos de


la historia de la ciencia griega. La mayoría de su obras, al menos las
más importantes, han llegado al mundo moderno y contemporáneo
incólumes. Sus tratados, en especial los de óptica, astronomía y
astrología, se convirtieron en obras básicas para todo aquél que
quisiera dedicarse al estudio de estas disciplinas. Por ejemplo,
Copérnico, que revolucionó la astronomía en el siglo XVI, poniendo
en cuestión dos de los principios fundamentales de la teoría
ptolemaica, el geocentrismo y el geoestatismo, moldeó su De
revolutionibus sobre el gran tratado astronómico de Ptolomeo, la
Sintaxis Mathematica o Almagesto.
A pesar de que disponemos de varias obras escritas por Ptolomeo
sobre diversas materias, es poco, por no decir nada, lo que sabemos
de su vida. Son numerosas las anécdotas y las informaciones de que
disponemos acerca de dónde, cómo y cuándo nacieron y vivieron
otros autores griegos, de los que apenas nos ha llegado alguno de
sus escritos. Pero, por lo que se refiere a Ptolomeo, no sólo la fecha
de su nacimiento es incierta, sino hasta el lugar donde trabajó.
No obstante, a partir de ciertos datos que aparecen en sus obras y
en comentarios posteriores a ellas, podemos establecer que trabajó
en Alejandría y que vivió aproximadamente del año 100 al 170. Vivir
en esta ciudad debió ser sin duda alguna, muy beneficioso para
Ptolomeo. Es cierto que en la época en que éste vivió Alejandría ya

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no estaba en su momento de máximo esplendor, pero seguía siendo


un centro cultural importante.
Alejandría había sido fundada hacia el año 331 a. n. e. tras la
conquista de Egipto por Alejandro Magno. A la muerte de éste,
ocurrida a los treinta y tres años de edad en el 323 a. n. e., y
después de una serie de luchas internas entre los herederos de
Alejandro, uno de sus generales, Ptolomeo Sotero, se quedó con
Egipto y tomó el título de rey, fundando la dinastía de los
ptolomeos. En ocasiones se ha presentado a Claudio Ptolomeo como
descendiente de la dinastía real y se le ha representado en la
iconografía medieval con atributos reales. Nada de esto es cierto. Su
nombre, Claudios, es griego, aunque podría indicar que poseía la
ciudadanía romana. Ptolomeo apunta a su procedencia greco-
egipcia, esto es, a que provenía de alguna de las ciudades fundadas
por los griegos que colonizaron Egipto, tal vez de Ptolemais
Hermiou. Los reyes de la dinastía de los ptolomeos agrandaron y
enriquecieron la ciudad alrededor de la tumba de Alejandro, cuyo
cuerpo, al parecer, había obtenido Ptolomeo I con pocos escrúpulos
y todo tipo de argucias y engaños. Alrededor del sepulcro, los reyes
de Egipto se esforzaron por crear una ciudad rica, brillante,
cosmopolita, en la que la lengua oficial, así como la culta, era el
griego, integrándose plenamente en la tradición cultural helena.
Los reyes de la dinastía ptolemaica —a la que pertenece la famosa
Cleopatra y de la que es su último representante— consiguieron
hacer de Egipto uno de los reinos helenísticos más florecientes y
ricos gracias a su situación geográfica y a la fertilidad del suelo que

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le confería una gran riqueza agrícola. Pero también debido a su


organización económica, que había seguido la vieja tradición
egipcia: la administración estaba en manos de una burocracia bien
organizada que se ocupaba de asegurar los ingresos de la corona y
explotar al máximo el país, que en su conjunto era propiedad real.
No es raro, pues, que la riqueza de Egipto atrajera a multitud de
extranjeros que incorporaron deseos y necesidad de aumentar la
productividad; no es de extrañar tampoco que, de ese modo,
floreciera en Alejandría, la capital, una importante escuela de
ingeniería, ni que la arquitectura también tuviera un desarrollo
importante. Una ciudad nueva tenía necesidad de modernas
construcciones. Y Ptolomeo I, ambicionando convertir Alejandría en
una de las más grandes ciudades del mundo, encargó su trazado a
Dinócrates de Rodas, el mejor arquitecto de su tiempo. Y también
trabajó allí el famoso Sóstrato de Cnido, constructor de la torre de la
isla de Faros, una de las siete maravillas del mundo, que dio
nombre a todos los faros posteriores.
La ingeniería y la arquitectura no fueron las únicas disciplinas que
florecieron en Alejandría. La cultura tomó en esta ciudad un cariz
marcadamente científico y literato, aunque poco filosófico. Y eso por
dos razones. En primer lugar, una ciudad rica y con pretensiones
tenía que ver en la ciencia una forma de obtener beneficios, amén
de prestigio y fama. En segundo lugar, por el carácter aristotélico de
una de las dos instituciones culturales más importantes de
Alejandría y del mundo antiguo: el Museo.

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El Museo de Alejandría, que recibió su nombre por estar dedicado a


las musas, era en realidad un centro de investigación en el que se
cultivaba la música, la historia o la astronomía, entre otras muchas
materias. Su creación se debe a Ptolomeo I (366 ó 364-282 a. n. e.),
aunque fue terminado y ampliado por su hijo Ptolomeo II (308-246
a. n. e.). El primero de los ptolomeos fue discípulo de Aristóteles,
como Alejandro Magno. Y a quién llamar para ocuparse de la
educación de su hijo y heredero mejor que a uno de los principales
discípulos de su maestro. Así, contrató a Estratón como tutor del
futuro rey y fue él quien ideó el Museo a semejanza del Liceo de
Atenas, aunque a gran escala y financiado por el Estado. Esta
institución disponía de un zoológico, jardín botánico, observatorio
astronómico, salas de disección y estudio, etc. Pero también debía
haber en él salas de reunión y discusión, así como comedores y
dormitorios para los discípulos y profesores que acogía. Se cuenta
que el rey llegó a mantener a unos cien estudiosos. Y puesto que
también era un lugar donde se impartía enseñanza, no sólo se
investigaba, era una especie de universidad estatal del mundo
antiguo.
El Museo de Alejandría no sólo disponía de los medios necesarios
para el desarrollo de la investigación en el terreno de la astronomía,
la zoología o la botánica. Los reyes egipcios disponían de suficientes
recursos económicos para llevar al Museo a los mejores estudiosos,
con lo que se produjo un flujo de cerebros hacía Alejandría
semejante al que se produce en nuestro siglo hacía ciertos países.
No es de extrañar, pues, que en Alejandría, vinculados o no al

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Museo, pero atraídos por su prestigio, se formaran o trabajaran


ingenieros como Ctesibio (285-222 a. n. e. aproximadamente) o He-
rón de Alejandría (100 a. n. e.); matemáticos como Euclides (323285
a. n. e.); Apolonio de Perga (fl. 220 a. n. e.), que escribiera uno de
los primeros tratados sobre secciones cónicas; geógrafos como
Eratóstenes de Cirene (284-192 a. n. e.), que calculara el diámetro
terrestre, y director de la Biblioteca, íntimamente vinculada al
Museo. En esta ciudad efectuaron sus observaciones estelares
Aristilos (300 a. n. e.) y Timocares (siglo III a. n. e.), así como
Aristarco de Samos (250 a. n. e.), defensor de un cierto
heliocentrismo. También las ciencias de la vida se desarrollaron a la
sombra del Museo, legando a la posteridad obras como los
minuciosos estudios anatómicos del cuerpo humano realizados por
Herófilo de Calcedonia (323285 a. n. e.), y Trasístrato de Cníos (300-
250 a. n. e.).
También la historia y la filología florecieron en Alejandría. Pero su
evolución y desarrollo están más vinculados a la otra gran
institución cultural de la ciudad: la Biblioteca. Fundada asimismo
por Ptolomeo I, se cuenta que su núcleo original fue la biblioteca
privada de Aristóteles. En ella, al parecer, se llegaron a conservar
unas 400.000 obras. No encontramos en la antigüedad una
biblioteca semejante salvo, tal vez, la mítica Biblioteca de
Asurbanipal, en Mesopotamia, destruida en el 612 a. n. e., cuando
Nínive fue arrasada. Pasarían muchos años hasta que volvieran a
crearse grandes colecciones de obras, en concreto la formación de la

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Biblioteca de Bagdad y la de Alhakam en Córdoba, en la segunda


mitad del siglo X.
El hecho de reunir y mantener en buen estado y en un mismo lugar
tal cantidad de volúmenes (de «rollos» deberíamos decir, pues no
olvidemos que no existían los libros en su forma actual, sino que los
autores escribían sus ideas en papiros que se iban enrollando) tiene
una importancia capital. No se olvide que las obras se escribían a
mano y que, por lo general, tan sólo se hacían de ellas como mucho
unos pocos ejemplares. A eso se deben dos hechos que han
marcado la cultura griega: por un lado, dicha cultura había
adquirido un cariz oral, lo que contribuía a una menor difusión de
las ideas de los científicos o filósofos y a que esa difusión raras
veces se llevara a cabo con absoluta fidelidad; por otro, la falta de
ejemplares hizo que las obras de muchos autores desaparecieran
rápidamente. En la época de la fundación de la Biblioteca de
Alejandría eso ya había sucedido en numerosos casos.
Estas observaciones pueden dar una idea de la importancia de la
Biblioteca. No sólo contribuyó a preservar un sinfín de obras para la
posteridad, sino que también fueron numerosos los estudiosos que
pudieron acceder a trabajos que de otro modo habrían quedado
fuera de su alcance. Pero ésa no fue la única misión de la Biblioteca
de Alejandría. En muchos casos, los bibliotecarios eran auténticos
«editores» de muchas obras, pues debían ordenar los rollos,
establecer los textos, etc. Y los historiadores tenían ante sí toda una
serie de obras y documentos que podían consultar (el primer
historiador que trabajó en la biblioteca fue el propio fundador,

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Ptolomeo I, quien escribió una historia de las campañas de


Alejandro, hoy perdida).
En la época de Claudio Ptolomeo la Biblioteca había sufrido diversos
avatares como, por ejemplo, el incendio acaecido en el año 48 a. n.
e. durante la guerra alejandrina, en la que César incendió la flota
egipcia anclada en el puerto de Alejandría. Y, por lo que se refiere al
Museo, los gobernantes egipcios no parecían tener tanto interés
como sus predecesores en mantenerlo como una institución cultural
del máximo prestigio. El 3 de agosto del año 30 a. n. e. Octavio
había tomado Alejandría y, con el suicidio de Cleopatra y asesinato
de su hijo Cesarión, Egipto dejó de ser un reino independiente para
convertirse en parte del Imperio Romano. Sin embargo, aunque bajo
dominio romano Alejandría ya no reunía la flor y nata de la
intelectualidad, como había sucedido bajo el mecenazgo de los
Ptolomeos, no dejó de ser una gran capital. En el siglo n en el que
vivió Ptolomeo, incluso llegó a obtener una cierta independencia y
prosperidad al servir de base al comercio del Imperio con Etiopía y
el África Oriental.
Los emperadores romanos bajo cuyo mandato vivió Claudio
Ptolomeo estaban más interesados en asegurar la Pax Romana y
reestructurar la administración que en patrocinar estudios teóricos
o subvencionar a estudiosos en Alejandría. Pero el Museo y la
Biblioteca seguían siendo centros importantes. Continuaron
siéndolo hasta que en el año 389 una horda de cristianos
enfurecidos arrasara la Biblioteca y en el 680 le sucediera lo mismo
al Museo gracias a los musulmanes.

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Ptolomeo vivió bajo la época de los hispanos Trajano (nacido en


Itálica, hoy Sevilla) y Adriano, de Antonino Pío, que gobernó del año
138 al 161, y de Marco Aurelio, denominado el emperador filósofo
(en el poder del 161 al 180). En esta época, y a pesar de que los
romanos llevaban más de un siglo de dominio sobre Egipto, el griego
seguía siendo la lengua culta en Alejandría: ésta era la de la filosofía
y de la ciencia, aunque el latín lo era de la administración y el
derecho. (Ese fenómeno no se daba sólo en Alejandría, pues no hay
que olvidar que Adriano era gran admirador de la cultura griega y
que Marco Aurelio escribió sus Soliloquios en la lengua de Homero.)
Así, pues, la tradición cultural griega seguía viva en Alejandría,
teniendo en esa ciudad uno de sus centros más importantes.
Aunque no sabemos con absoluta seguridad si Ptolomeo era uno de
los investigadores del Museo, por lo menos debió tener acceso a las
obras que guardaba la Biblioteca, como demuestran las numerosas
citas que aparecen a lo largo de sus escritos. Éstas abarcan
prácticamente todos los campos.
Ptolomeo no sólo se ocupó de astronomía. Por ejemplo, escribió una
Geografía, en la que intentaba representar y describir el mundo.
Desgraciadamente, en esa época sólo se conocía con cierta precisión
el Imperio Romano, por lo que las conquistas islámicas pronto
dejaron obsoleta esta obra. En su Optica, de la que sólo nos ha
llegado parcialmente la versión árabe, Ptolomeo intentó dar una
teoría general de la visión, de la luz y del color, así como de una
serie de fenómenos relacionados con ellos (reflexión, refracción,
etc.). Por lo que se refiere a la música, en su Harmónica intentó,

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como en otras disciplinas, ofrecer una teoría que diera cuenta de los
hechos, pero que también fuera matemáticamente satisfactoria.
Pero sin duda alguna Ptolomeo es conocido fundamentalmente por
sus trabajos en astronomía. Su Sintaxis Mathematica, o Almagesto,
como se denominó en el mundo islámico, fue el tratado en el que
por primera vez se presentó una teoría coherente, completa y con
poder predictivo de la Luna, el Sol y los planetas. Como el
Almagesto es la primera de sus obras principales, es de suponer que
en muchos casos las otras fueran intentos de desarrollar cuestiones
que en la Sintaxis no lo habían sido satisfactoriamente. Así, en su
Fases de las estrellas fijas se ocupó de la manera de determinar lo
más precisamente posible las salidas y puestas estelares,
poniéndolas en relación con determinadas predicciones
meteorológicas, entroncando, pues, con la antiquísima tradición
parapegmatista (o calendárica) griega. El Analemma, una obra de
matemática aplicada a la astronomía, explica el método para hallar
los ángulos al construir relojes de sol. Y el Planisferio, obra del
mismo carácter, se ocupa del problema de la proyección en un
plano de los círculos de la esfera celeste. También escribió el
Tetrabiblos, libro en el que Ptolomeo intentó dar un fundamento
científico a la astrología. Y, por supuesto, también en Las hipótesis
de los planetas trató más detalladamente ciertas cuestiones
astronómicas.
La historia de Las hipótesis de los planetas es una de las más
curiosas e interesantes sobre el decurso y destino de una obra de la
antigüedad. Durante mucho tiempo se adscribió a Ptolomeo la

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representación del mundo que dominó en Occidente durante la


Edad Media y hasta el siglo XVII. Según el sistema ptolemaico, el
universo es un conjunto de esferas metidas unas dentro de otras, al
modo de esas muñecas rusas que van encajadas entre sí. La esfera
externa es la de las estrellas fijas, dentro de la cual va la de
Saturno, en cuyo interior está la de Júpiter, luego la de Marte,
después las del Sol, Venus, Mercurio, la Luna y por último, y en el
centro de todas ellas, se encuentra la Tierra, inmóvil. Sin embargo,
si se examinan las obras sobre astronomía de Ptolomeo, y en
especial el Almagesto, en el que se expone la teoría ptolemaica
acerca de los movimientos de los cuerpos celestes, no aparece en
absoluto una representación tal del universo. Solamente en una
obra de Proclo (412-485) se mencionaba el origen griego de este
sistema, pero sin citar a Ptolomeo.
Sin embargo, el historiador Willy Hartner observó en un artículo
aparecido en 19641 que diversos autores árabes hacían referencia a
una misteriosa obra de Ptolomeo denominada Kitáb al-Manshurát,
en la que su autor daba valores concretos de los tamaños,
disposición y distancias de los planetas. Hartner llegó a la
conclusión de que dicha obra no podía ser otra que Las hipótesis de
los planetas, cuyo título en árabe era Kitáb al-Iqtis.ás, «la única que
trata exclusivamente de la estructura física del universo» (loc. cit., p.
278) con anterioridad a Proclo. Sin embargo, y como señalaba este
autor, en la edición disponible de las Hipótesis no aparecía nada de

1 W. Hartner, 1964: «Mediaeval views on cosmics dimensions and Ptolemy‘s Kitáb al-
Manshurát», en I. B. Cohén y R. Taton (eds.), Melanges Alexattder Koyré, París, Hermann, vol. I,
pp. 254-288.

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lo anteriormente dicho ni valores numéricos ni tampoco las tablas


mencionadas al final de la obra. Así, pues, Hartner concluyó
también que el texto editado debía ser tan sólo una parte y abogaba
por una búsqueda de manuscritos griegos y árabes en las
bibliotecas europeas y orientales con el fin de hallar lo que él
consideraba debía ser parte del libro II de las Hipótesis. ¿Qué había
sucedido con esa parte de la obra? ¿Se había perdido para siempre?
¿O estaba tal vez equivocado Hartner y nunca existió?
Las hipótesis de los planetas habían sido incluidas en las Opera
Minora de Claudio Ptolomeo, editadas por H. L. Heiberg en 1907. En
dicha edición aparece el texto griego de lo que se suponía era el libro
I y una traducción alemana de la versión árabe de los libros I y II
(este último sólo ha llegado en esta lengua). El propio Heiberg
informa en su introducción que encargó a L. Nix la traducción al
alemán de los manuscritos árabes que se encuentran en el Museo
Británico de Londres y en la Biblioteca de Leyden, pero que
habiendo muerto mientras efectuaba dicho trabajo, había sido
completado y revisado por Buhl y Heegaard.
Tras leer el artículo de Hartner, el historiador americano Bernard
Goldstein2 decidió hacer indagaciones por su cuenta y buscar otros
manuscritos de las Hipótesis que no se hubieran utilizado en su
edición. Consultó un manuscrito hebreo y al final del libro I (no en
el II, como presumía Hartner) encontró una parte dedicada a las
distancias y tamaños de los planetas. Goldstein pensó que era

2 Goldstein publicó sus resultados en «The Arabic versión of Ptolemy‘s Planetary hypotheses»,
Transactions of the American Philosophical Society, new Series, vol. LVII, núm. 4, 1965, pp. 1-
55. Hay una buena traducción latina de la parte I del libro I de las Hipótesis realizada en 1620

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extraño «que el nuevo pasaje estuviera en medio de la versión ya


publicada, en vez de al final, como era de esperar, pero los
manuscritos árabes confirmaron la versión hebrea» {Goldstein,
1968, p. 3). ¿Qué había sucedido? Algo muy sencillo. Nix había
muerto cuando sólo había realizado la parte del libro I que se
corresponde con el texto griego que se había conservado y una
primera versión del libro II. Buhl y Heegaard, con una
incompetencia y falta de minuciosidad muy distintas de las que
creemos típicas en los germanos, pasaron por alto el trozo que hoy
se conoce como libro I, parte II. Así, pues, ésta será la primera vez
que Las hipótesis de los planetas vean la luz impresas de forma
completa.

Astronomía matemática versus astronomía física


Ptolomeo adoptaba la división del saber, largamente aceptada, en
filosofía teórica y práctica. Tal diferenciación era de tradición
plenamente aristotélica, aunque Aristóteles añadía otro tipo de
saber, el productivo, equivalente más o menos a la técnica, pues es
el que está orientado a producir u obtener cosas siguiendo unas
ciertas reglas; así, por ejemplo, la arquitectura o la medicina serían
casos de ese tipo de episteme. En el Almagesto, cuando Ptolomeo
habla explícitamente de la división del saber no menciona para nada
el productivo, pero en lo demás sigue a rajatabla la clasificación de
Aristóteles. Así, pues, la filosofía práctica no produce ningún objeto
externo a ella, sino que es ella misma el fin. Según Ptolomeo, la
diferenciación entre este tipo de saber y el teórico es fundamental:

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se puede tener un saber práctico sin haber tenido ninguna


educación especializada (un hombre puede tener una gran
perspicacia moral sin haber estudiado ética), pero eso es imposible
en el caso de la filosofía teórica.
Desde luego, lo que le interesa a Ptolomeo es el conocimiento
teórico, esto es, la ciencia, pues en ese campo desarrolló su
actividad. El saber teórico se divide en tres ramas: la teología, la
matemática y la física. La teología, filosofía en la que se da el
máximo grado de abstracción, no se ocupa de la realidad
perceptible, sino de cosas inmateriales tales como el ser, la
existencia, la causa, etc. Los sentidos no pueden analizar el mundo
real en los movimientos, formas y materias puras que lo componen.
Sólo la razón puede separarlos y mostrar que hay una causa
primera o primer motor que produce todo cambio natural, en último
término. Pero debido a la naturaleza de su objeto, que no es ni
fenoménico ni alcanzable, la teología es conjetura más que
conocimiento.
La física es la filosofía teórica que posee un menor grado de
abstracción. La ciencia natural, como también la denomina
Ptolomeo (o filosofía natural, como se la denominó hasta hace bien
poco), estudia el mundo material, la naturaleza siempre en cambio;
se ocupa de cualidades tales como ‗frío‘, ‗caliente‘, ‗dulce‘, etc., que
no pueden existir separadamente de las cosas (objetos que, por
cierto, se encuentran en el mundo sublunar, esto es, en la parte del
universo que hay debajo de la esfera de la Luna). Dicho en términos
aristotélicos, la física trata de la naturaleza en movimiento o

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cambio, lo cual implica que el objeto de dicha filosofía son cosas


materiales sujetas a corrupción y generación. Su naturaleza, pues,
es inestable y oscura y no resulta extraño que los filósofos no se
pongan de acuerdo con respecto a ella.
La matemática se encuentra entre la teología y la física, por lo que
al grado de abstracción se refiere. Se divide en aritmética, geometría
y astronomía. Las matemáticas «determinan la naturaleza implicada
en formas y movimientos de lugar en lugar y... sirve para investigar
forma, número, tamaño y lugar, tiempo y cosas semejantes»
{Almagesto, I, 1). Esto es, la matemática investiga la naturaleza de
las formas y movimientos que poseen los cuerpos materiales. Ese
estudio conlleva el uso de nociones tales como forma, magnitud,
espacio o tiempo, pero abstrayéndolas de los cuerpos físicos que son
quienes poseen esas cualidades. Así, pues, la matemática no sólo se
encuentra entre la física y la teología, por lo que al grado de
abstracción se refiere, sino que además participa de cualidades que
ambas poseen: por un lado, su objeto puede ser concebido con o sin
ayuda de los sentidos; por otro, «es un atributo de todas las cosas
existentes sin excepción, tanto mortales como inmortales: con
respecto a esas cosas que están perpetuamente en cambio en su
forma inseparable, cambia con ellas, mientras que por lo que se
refiere a las cosas eternas, que tienen una naturaleza etérea,
mantiene sin cambio su forma no cambiante» (Almagesto, I, 1). Sólo
la matemática puede proporcionar conocimiento seguro e
imperturbable, pues procede con métodos rigurosos e indiscutibles,
a saber, la aritmética y la geometría.

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Hasta aquí hemos expuesto las ideas generales acerca de los


distintos tipos de saber o filosofía. Pero la astronomía, en concreto,
tiene un carácter especial. Por un lado, está claro que forma parte
de la matemática: se ocupa de las cosas divinas y celestes, de
investigar lo que no cambia nunca, esto es, el mundo supralunar en
el que no hay ni generación ni corrupción. Por esa razón también la
astronomía «puede ser eterna e invariable en su propio dominio, que
ni es oscuro ni desordenado» (Almagesto, I, 1). Esto es, en ese
sentido, el objeto de la astronomía pertenece al ámbito de lo
inteligible más que de lo sensible, al contrario de lo que sucede con
la física o la filosofía natural en general. El mundo celeste está
formado por cuerpos cuya naturaleza no es material, sino etérea,
está formado de la quinta esencia; debido a esa naturaleza divina y
eterna, tendrá que estar gobernado por las leyes racionales, no de
naturaleza sensible3.
Toda esta concepción de la astronomía como filosofía que se ocupa
de objetos inmateriales viene, sin duda, avalada por ciertas
características de su objeto: tal y como se puede apreciar desde la
Tierra, el universo es una esfera y los cuerpos que en él hay pueden
reducirse —y de hecho se reducen para su estudio— a meros
puntos en esa esfera. Los problemas astronómicos han consistido,
desde un principio, en la determinación de las trayectorias que
seguían esos puntos o su posición en la esfera celeste,

3 Naturalmente, los matemáticos que hacían astronomía estaban sometidos a unos ciertos
principios físicos, pero sin que fuera de su competencia cuestionarlos. Dichos principios tan
sólo delimitan el marco en el que se ha de desarrollar la investigación astronómica, a la hora de
realizar la cual no habría consideraciones físicas.

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fundamentalmente para establecer patrones temporales de variada


utilidad. Esas características permiten tal geometrización que hasta
el descubrimiento de los archivos astronómicos de Uruk y Babilonia
en Mesopotamia, a principios de siglo, se consideró una etapa
necesaria y una condición indispensable para el desarrollo de dicha
disciplina. Pero la geometrización comporta otros, llamémosles,
peligros. Hace muy factible una representación real del modelo
ideado. Dicho de otro modo, una construcción geométrica se presta
a ser interpretada como un modelo de cómo es el mundo en
realidad, a ser considerada como un modelo cosmológico, que para
un aristotélico quedaría dentro del dominio de la física. Así, pues,
podríamos distinguir dos formas de hacer astronomía: por un lado,
la astronomía matemática, puramente computacional, interesada en
resolver los problemas que le plantean los movimientos del Sol, la
Luna y los planetas, mediante la elaboración de constructos teóricos
que permitan efectuar predicciones correctas; por otro, la
astronomía física, que estima que esta disciplina se debe ocupar de
elaborar cosmologías que describan el mundo tal y como de hecho
es, que lo expliquen. Estas dos maneras de hacer astronomía serían
simplemente la manifestación de dos programas de investigación
distintos: el programa astronómico de Platón dio origen a la
primera, mientras que el programa aristotélico produjo la segunda.
Ambas formas de entender la actividad del astrónomo,
supuestamente irreconciliables, habrían dado origen en Grecia a
dos actitudes opuestas, a dos concepciones filosóficas distintas,
acerca del estatus cognoscitivo de las teorías científicas. Brevemente

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 20 Preparado por Patricio Barros


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se puede decir que dicha cuestión se reduce a si una teoría es o no


un mero aparato conceptual que nos permite organizar nuestra
experiencia y efectuar predicciones. Si se considera que una teoría
es un instrumento, no puede ser ni verdadera ni falsa, sino mejor o
peor, más o menos útil para el fin para el que ha sido ideada. Los
defensores de esta tesis, los instrumentalistas, mantienen que, en
consecuencia, no hay que comprometerse con la existencia de las
entidades postuladas por sus teorías; dicho de otro modo, una
teoría puede utilizar todo tipo de artilugios sin que en ningún
momento se les tenga que atribuir realidad física, en el sentido en
que se la atribuimos a este libro o al curso seguido por un planeta,
pero no a las hadas o a los epiciclos. Los realistas, en cambio,
atribuyen realidad a las entidades postuladas por la teoría; para
ellos, éstas no son meros instrumentos de cálculo que permiten
efectuar predicciones más o menos acertadas, sino que pretenden
explicar cómo es el mundo de hecho.
Pues bien, según ciertos filósofos, los seguidores del programa de
Platón, ocupados en hacer astronomía matemática, no es que
hicieran otro tipo de astronomía, sino que serían instrumentalistas,
mientras que los que se adhirieron al de Aristóteles serían realistas,
convirtiendo lo que eran dos maneras distintas de enfrentarse a un
mismo ámbito de la realidad en una disputa epistemológica 4. Es

4 El máximo defensor de esta tesis es el físico e historiador Pierre Duhem (1861-1916). Dos de
sus obras influyeron poderosamente en el desarrollo de la historiografía de la ciencia
contemporánea. Nos referimos a las famosas «Sózein ta phainómena. Essai sur la notion de
théorie physique de Platón á Galilée», Annales de Philosophie Chrétienne, 79, 6. a serie, vols. 1-
2, 1908, y su monumental Le systéme du monde. Histoire des doctrines cosmologiques de
Platón a Copernic (1913-1959, París, Hermann). Sobre estas cuestiones puede ser útil A. Elena

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más, los matemáticos habrían dejado a un lado todo tipo de


consideraciones físicas, se habrían ocupado tan sólo de ‗salvar los
fenómenos‘ sin importarles que los métodos para ello empleados
violaran los principios físicos más elementales. Ptolomeo sería un
ejemplo, hasta el punto de haberse dicho de él: «Hay que distinguir
el Ptolomeo cosmólogo aristotélico del Ptolomeo astrónomo
geocéntrico. Nos encontramos aquí con dos pensadores distintos
unidos en la misma persona histórica. El Ptolomeo cosmólogo
repetía al pie de la letra las visiones del mundo de la antigüedad al
discutir su filosofía del universo. Con todo, el Ptolomeo astrónomo
niega que la explicación plena de las perturbaciones planetarias esté
dentro de las posibilidades humanas. Así, pues, la explicación
astronómica es virtualmente inconcebible para Claudio Ptolomeo. Se
limita a suministrar meras predicciones» (N. R. Hanson,
Constelaciones y conjeturas, 1973, página 16). Naturalmente,
Hanson no conocía el trozo de las Hipótesis rescatado por Goldstein.
Y así, él, como otros muchos, lo concibieron como el máximo
exponente de un instrumentalismo que no atribuía materialidad ni
a las esferas celestes ni a los epiciclos; consideraron que era uno de
los mayores representantes de esa corriente para la cual lo
importante era ofrecer un modelo matemáticamente exacto, esto es,
que permitiera efectuar buenas predicciones sin que le importaran
cosas tales como las causas de los movimientos o que su modelo
fuera físicamente verdadero.

(1985): Las quimeras de los cielos. Aspectos epistemológicos de la revolución copernicana (Siglo
XXI eds., Madrid), donde se bucea en las distintas concepciones de las hipótesis astronómicas
en el Renacimiento y, como preámbulo, en la antigüedad.

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Por consiguiente, la importancia de Las hipótesis de los planetas es


doble: por un lado, nos permite atribuir a Ptolomeo de forma
inequívoca la elaboración del denominado sistema ptolemaico; por
otro, constituye un elemento de juicio vital acerca de la pretendida
polémica entre instrumentalistas y realistas en la antigüedad y la
supuesta pertenencia de nuestro autor al grupo de los primeros.

La astronomía matemática de C. Ptolomeo


Como ya hemos mencionado anteriormente, Las hipótesis de los
planetas consta de dos libros. Sólo parte del libro I nos ha llegado
en griego, la cual denotaremos como I, 1. La parte I, 2, es la
redescubierta por Goldstein en 1965. Tanto ella como el libro II han
llegado hasta nuestros días solamente en árabe, de las que
poseemos dos manuscritos (véase nota 27 infra). El manuscrito del
Museo Británico está fechado en el año 1242, pero no se dice nada
acerca del traductor. En cambio, en el manuscrito de Leiden se dice
que el autor de la versión árabe fue Thabit b. Qurra, por lo que se
puede fechar dicho manuscrito en el siglo IX.
Las hipótesis de los planetas están dedicadas a un tal Sirio,
compañero, amigo o tal vez benefactor de Ptolomeo. Lo curioso es
que las cuatro obras principales de astronomía que nos han llegado
de Ptolomeo están dedicadas al mismo personaje. Es como si
Ptolomeo hubiera querido dar unidad por medio de esa dedicatoria a
las tres ramas de la astronomía teórica: la astronomía matemática
en el Alma- gesto, la astrología en el Tetrabiblos y en las Tabulae
Manuales, y la astronomía física en las Hipótesis.

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La pretensión de la obra es en cierto sentido semejante a la del


Almagesto: dar cuenta de los fenómenos celestes mediante
movimientos circulares y uniformes. Pero el Almagesto es una de las
primeras obras de Ptolomeo, en la que no se da nada por supuesto,
excepto ciertas nociones básicas de geometría euclídea: es como un
manual para alumnos que no tuvieran nociones de astronomía, pero
para los que su conocimiento completo supondría el dominio de
toda la astronomía de la época. En las Hipótesis, en cambio, se
presupone un cierto dominio de los conceptos y métodos usados en
el Almagesto.
Así pues, hay que explicar el movimiento diario de las estrellas, así
como el diurno y el anual del Sol; los fenómenos que produce el
movimiento lunar: el mes sinódico (tiempo transcurrido entre dos
fases iguales consecutivas de la Luna), el mes sidéreo (período que
tarda dicho astro en volver al mismo punto del firmamento con
relación a las fijas), el mes anómalo (tiempo que transcurre entre la
máxima y la mínima velocidad lunar) y el dragónico o nodal (período
que tarda la Luna en volver a uno de los dos puntos de intersección
entre su órbita y la eclíptica, puntos denominados nodos). También
deberán ser explicados, mediante los principios de regularidad y
circularidad, los más alocados movimientos de los planetas (por
ellos llamados ‗estrellas errantes‘, que es lo que significa planeta en
griego). Esto es bastante más difícil, pues los planetas no sólo
disfrutan de un movimiento diario de este a oeste, sino también de
otro de oeste a este (período sinódico) a lo largo de la eclíptica;
además su camino a lo largo de ella visto desde la Tierra es todo

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menos regular; a veces se adelantan, a veces se paran (puntos


estacionarios), para ponerse a continuación en marcha ‗hacia atrás‘
(movimiento retrógrado); a veces su camino, sea directo o inverso,
está por encima de la eclíptica (su latitud es. norte), a veces por
debajo, al sur de ella, aunque sin llegar a desviarse más de los seis
grados que constituyen la mitad del cinturón zodiacal.
Para explicar todo ello, tanto en el Almagesto como en las Hipótesis,
Ptolomeo parte de tres principios básicos, en los que descansa toda
su astronomía: la esfericidad de cielos y Tierra, el geocentrismo y el
geostatismo. Todos ellos han sido aceptados en la tradición griega
anterior, pero Ptolomeo no los adopta ciegamente. Considera que
hay fundadas razones que los justifican como tales principios. Esas
razones son por un lado geométricas, por otro de tipo experiencial
(las observaciones realizadas por el astrónomo los avalan). Hasta tal
punto debía considerar que estaba justificado en adherirse a esos
principios o supuestos que les dedicó casi todo un capítulo del
Alma- gesto (algo insólito en este tipo de literatura). En las
Hipótesis, sin embargo, no los explicita, por lo que será conveniente
recordarlos aquí.
Ptolomeo considera que el cielo es una esfera que se mueve de este
a oeste. Sólo así se explica, pongamos por caso, que las estrellas
salgan siempre por oriente, y tras describir un semicírculo, se
pongan por el oeste. Si los cielos no fueran esféricos y se movieran
en línea recta, cuanto más se alejaran de nosotros las estrellas,
menores se verían, cosa que no sucede. Por lo que se refiere a la
esfericidad de la Tierra, hay montones de hechos que la avalan,

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como, por ejemplo, que el Sol, la Luna y las estrellas se ponen antes
para un observador situado al este que para uno que se halle al
oeste. Si la Tierra fuera plana, las estrellas saldrían a la vez para
todo el mundo (fig. 1a). Si la Tierra tuviera forma de cubo o
pirámide, también las estrellas saldrían a la vez para todos los
observadores situados en una misma cara (fig. 1b); en cambio, si
fuera cóncava (fig. 1c) las estrellas saldrían antes para los
observadores situados en el oeste que para los del este; si fuera un
cilindro (fig. 1d), ninguna de las estrellas sería siempre visible para
los observadores de la superficie curvada, como sucede con las
estrellas que rodean la Polar.

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Fig. 1. Alternativas a la esfericidad de la Tierra.

Por lo que se refiere al geocentrismo y geostatismo, Ptolomeo utiliza


en su apoyo argumentos semejantes a los anteriores. Con todo,
veamos algunos como muestra. Si la Tierra no estuviera en el centro
del universo, ni en el eje de la esfera celeste, pero equidistante de
los polos de ella (tal y como se muestra en la fig. 2), siempre cortaría
dicha esfera celeste en partes desiguales.

Fig. 2. La Tierra se halla equidistante de los polos, pero no en el


centro ni en el eje de la esfera celeste.

Si así fuera, el día y la noche no tendrían nunca igual duración, esto


es, no habría equinoccios, o si los hubiera, no caerían justo en
medio de los solsticios, como de hecho sucede (fig. 3).
Si la Tierra se encontrara en el eje de la esfera celeste, pero no en el
centro, esto es, más cerca del Polo Norte Celeste que del Polo Sur
Celeste, o al contrario, el plano del horizonte cortaría dicha esfera

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desigualmente, y también dividiría el zodíaco en secciones dispares,


pero de las doce partes de que consta el cinturón zodiacal siempre
hay seis visibles.

Fig. 3. Puntos más relevantes de la órbita solar.

Las mismas objeciones se repiten sí se considera que la Tierra no


está ni en el centro, ni en el eje, ni equidistante (como muestra la
fig. 4); en este caso, además, no sólo habría eclipses cuando el Sol y
la Luna están diametralmente opuestos. Vemos, pues, que hay toda
una serie de consideraciones en favor del geocentrismo. Sólo así se
pueden entender los fenómenos celestes; pero además cualquier
otra posibilidad queda rebatida por la experiencia.
Por lo que se refiere al geostatismo, Ptolomeo esgrime en su favor
argumentos similares. Pero en este caso, añade algunos de tipo
físico, lo que demuestra que este tipo de preocupaciones no le
resultaban ajenas; por ejemplo, afirma que no tiene sentido que la
Tierra se mueva hacia uno u otro lado, pues es un punto con
respecto a los cielos y parece más plausible que lo que es más

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grande y homogéneo (esto es, los cuerpos celestes formados por la


sustancia más sutil e igual) presione desde todas partes y ángulos
sobre un punto.

Fig. 4. La Tierra no se halla ni en el eje ni equidistante de él

Desde luego, la intención de Ptolomeo en las Hipótesis no es ofrecer


sin más una nueva exposición matemática, aunque resumida, de los
movimientos celestes. Pretende «exponerlos de una forma general
con la idea de que sean más fácilmente comprensibles» (Las
hipótesis de los planetas, p. 57); por ello, su exposición es
consistente con los principios y modelos del Almagesto, pero
incorporando mejoras en éstos y en determinados parámetros
numéricos a partir de múltiples observaciones posteriores a la
elaboración de esa obra (mejoras de las que iremos dando cuenta a
medida que vayan apareciendo).
En el libro I de Las hipótesis de los planetas (parte 1) Ptolomeo
expone los períodos sinódicos de cada uno de los planetas y resume

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 29 Preparado por Patricio Barros


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sus movimientos, los de las fijas, el Sol y la Luna, según los modelos
de excéntrica y epiciclos desarrollados en el Almagesto.
El modelo de excéntrica se utiliza para dar cuenta del movimiento
del Sol y de su anomalía, esto es, su cambio de velocidad que
produce la desigualdad de las estaciones. La figura 5 muestra dicha
construcción geométrica. El Sol, S, describe un círculo con
velocidad angular uniforme cuyo centro es c, que está a una cierta
distancia

Fig. 5. El modelo de excéntrica.

A esa distancia, e, se la denomina excentricidad. Visto desde c, el


movimiento del Sol es uniforme, con lo que el principio de
uniformidad (igual que el de regularidad) queda a salvo. Sin
embargo, para un observador situado en la Tierra el Sol irá más
lento cuando se encuentre en el apogeo, esto es, cuando esté más

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lejos de la Tierra, y más rápido cuando se halle en el perigeo, P, a su


menor distancia de la Tierra.
Se puede representar el mismo movimiento mediante el modelo
simple de epiciclo, tal y como se muestra en la figura 6. En este
caso, el cuerpo, S, se mueve a lo largo de un epiciclo de centro c‘,
que a su vez se mueve con velocidad angular constante a lo largo de
un círculo de centro T, en sentido opuesto al epiciclo.

Fig. 6. Equivalencia del modelo de excéntrica y el de epiciclo.

El círculo que transporta dicho epiciclo, como lo denomina


Ptolomeo, es conocido desde el Medioevo como deferente. Si la
velocidad del cuerpo y del epiciclo son iguales, así como el radio del
epiciclo y la excentricidad, el modelo de excéntrica y de epiciclo son
equivalentes, como muestra la figura 6. Pero puede ocurrir que eso
no suceda, en cuyo caso se puede utilizar el modelo de epiciclo,

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aunque no el de excéntrica, como sucede en el caso de la teoría


lunar y de la planetaria.
Ya hemos mencionado los complicados movimientos que parecen
tener los planetas para un observador situado en la Tierra. Ptolomeo
tenía que probar que esos alocados y caprichosos bucles efectuados
por ellos se podían representar mediante movimientos circulares y
uniformes, que son los adecuados a la naturaleza celeste, mientras
que el desorden y la desuniformidad les son ajenos. Para ello, parte
de la disposición habitual de las esferas de tal modo que el Sol
marque el límite entre los planetas superiores —Saturno, Júpiter y
Marte, en orden descendente hacia la Tierra— y los inferiores —
Venus y Mercurio. Ptolomeo afirma en el Almagesto que se puede
considerar arbitraria esa disposición:
«... tal criterio parece tener un elemento de incertidumbre, ya que
es posible que algunos planetas puedan estar de hecho por
debajo del Sol, no estando siempre, sin embargo, en uno de los
planos que hay entre el Sol y nuestro observador, sino en otro,
y, por consiguiente, podría no vérseles pasar por delante de él,
igual que sucede en el caso de la Luna, cuando pasa bajo el Sol
en la conjunción, sin que se produzca oscuración en la mayoría
de los casos» (Almagesto, IX, 1).

Con todo, opina que los planetas inferiores poseen ciertas


características de las que carecen los superiores y que ello puede
ser indicio de su distinta localización con respecto al Sol. Por
ejemplo, Venus y Mercurio nunca están en oposición, esto es,

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situados en posición contraria al Sol con respecto a la Tierra,


momentos en los que los planetas salen al ponerse el Sol y se ponen
con el orto solar, siendo visibles durante toda la noche. Por el
contrario, ni Venus ni Mercurio se ven nunca a medianoche, sino
que son visibles bien como estrellas vespertinas
en el oeste, es decir, cuando alcanzan su máxima elongación
oriental (que en el caso de Venus puede llegar a 47º y a 27º en el de
Mercurio), bien como estrellas matutinas, esto es, cuando alcanzan
su máxima elongación occidental, momento en el que se ven en el
este justo antes de la salida del Sol (en el caso de Mercurio este
hecho sólo se da al final del verano y en otoño). En el caso de las
conjunciones, bien inferior (el planeta está entre el Sol y la Tierra)
como superior (el planeta está al otro lado del Sol), tanto Mercurio
como Venus son invisibles. Por estas características y otras de las
que hablaremos más adelante en las Hipótesis, Ptolomeo opta
decididamente por el orden habitual de los planetas.
Uno de los fenómenos más sobresalientes del curso seguido por los
planetas son sus retrocesos en la eclíptica y sus puntos
estacionarios, que complican enormemente todo intento de
explicación por medio de movimientos circulares y uniformes. Pero
además sucede que los arcos retrógrados se producen en cualquier
punto de la eclíptica. Antes de Ptolomeo se habían ideado diferentes
modelos para el movimiento planetario que fracasaron más o menos
estrepitosamente. El modelo de las esferas homocéntricas ideado
por Eudoxo (400-347 a. n. e. aproximadamente) y luego rectificado
por Calipo (c. 330 a. n. e.) y Aristóteles (384-322 a. n. e.) discrepaba

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enormemente de los movimientos planetarios observados: según él,


las figuras descritas por los planetas a lo largo de la eclíptica se
repetían periódicamente y se producían siempre en los mismos
puntos de la eclíptica, en cada ciclo. Por lo que se refiere al modelo
simple de epiciclo, su utilización para explicar estos fenómenos
produciría arcos retrógrados de igual longitud y a intervalos
regulares. Por ello, Ptolomeo, aun conservando los principios de
esfericidad, geocentrismo y geostatismo y para salvar ios de
regularidad y circularidad, se ve en la necesidad de modificar el
modelo de epiciclo.
A partir de unas cuantas observaciones de los planetas (en realidad
las que consigna en el Almagesto son muy pocas y en las Hipótesis
ninguna, pero es de suponer que realizara más) determina sus
períodos, estableciendo que un número entero de años solares es
igual a un cierto número de vueltas o retornos a la misma longitud,
más otro número de vueltas anómalas.
La figura 7 representa el modelo de epiciclo que funciona
exactamente igual en el caso de los planetas superiores y Venus,
excepto por un aspecto que señalaremos más adelante. El
movimiento medio del planeta viene expresado por el de C, el centro
del epiciclo. El planeta, P, se mueve sobre ese epiciclo en el mismo
sentido que el círculo de centro G que dista de la Tierra, T, una
distancia, e, igual a la distancia que hay de G a E, y que es el punto
a cuyo alrededor se mueve el centro del epiciclo. Este punto E es el
famoso ecuante, una de las principales innovaciones de la teoría
ptolemaica. La línea imaginaria, CP, que une el centro del epiciclo

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con el planeta es para lela a la línea que une T y el Sol, O, en el caso


de los planetas superiores, pero no en el de Venus.

Fig. 7. El modelo de epiciclo de los planetas exteriores.

El movimiento en anomalía del planeta se mide mediante el ángulo


y desde el punto F. Como, en el caso de los planetas superiores, un
número entero de períodos solares equivale a un cierto número de
vueltas en anomalía más determinados retornos a la misma
longitud, la línea PC será siempre paralela a la línea trazada desde T
al centro del Sol. En el caso de Venus, el ángulo y varía de forma
independiente de la posición del Sol, aumentando, en cambio, a
según la longitud de éste; esto es, el epiciclo viene dado por la
observación de las máximas elongaciones.
En el caso de Mercurio, el modelo es algo más complejo, pues hay
que dar cuenta de la variación de la excéntrica. En este caso el

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planeta se mueve sobre un epiciclo cuyo centro, C, se mueve en un


círculo deferente de centro F que no es fijo, sino que, a su vez, se
mueve alrededor del centro G en sentido opuesto al del epiciclo, y a
la misma velocidad que él. El radio de este círculo de centro G es
igual a la distancia que hay de la Tierra, T, a E, el ecuante, esto es,
TE = EG, y el ángulo AGF es igual al AEC.

Fig. 8. El modelo de Mercurio.

Así, pues, en todos los planetas, uno de sus movimientos que


determinan su posición en la eclíptica está relacionado con el Sol:
en el caso de los planetas exteriores, la línea que va del centro del
epiciclo al planeta es paralela a la línea que une el Sol y la Tierra,
mientras que en los planetas interiores el centro del epiciclo está
precisamente en esta línea.

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Fig. 9. Representación simplificada de la relación existente entre el


Sol y los planetas (tomado de Lloyd, 1973).

Estos modelos permiten calcular la excentricidad del planeta, el


tamaño del epiciclo y las magnitudes y duración de los movimientos
retrógrados de cada planeta; asimismo, pueden construir tablas
mediante las cuales determinar las longitudes y latitudes de cada
uno de ellos en un momento dado.
Consideremos, por último, el caso de la Luna, sumamente
complicado. Ptolomeo tiene que compaginar los períodos lunares y
construir un modelo que dé cuenta de todos ellos. El modelo simple
de epiciclo funciona bien en el caso de conjunciones, esto es,
cuando Sol, Luna y Tierra están en ese orden y en línea recta. Pero
en las cuadraturas, cuando el ángulo formado por los tres cuerpos
es de 90º ó 270º, la Luna no se comporta de acuerdo con lo
predicho por el modelo simple de epiciclo; en esas posiciones, el

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diámetro del epiciclo parece agrandarse y la posición observada de


la Luna está en una longitud a veces mayor, a veces menor de la
calculada.
Ptolomeo idea un mecanismo sumamente ingenioso que acerca el
epiciclo según se aproxima a la cuadratura. En la figura 10, Co es el
centro del epiciclo lunar, de radio r, que se mueve alrededor de la
Tierra, que a la vez es el centro del círculo, O, por el que se mueve el
epiciclo, esto es, el deferente, de radio OCo. Cuando OCo O están en
línea recta se produce la conjunción.

Fig. 10. El modelo lunar.

Si consideramos el epiciclo de centro C 1, éste ya no se mueve


alrededor de O, sino de F1, que sí lo hace alrededor de O, según un
círculo de radio r. El centro del epiciclo se ha desplazado de C 0 a C1,

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 38 Preparado por Patricio Barros


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formando un ángulo a igual al formado por el punto F0 al


desplazarse a F1. OF1 + C1F1 = OC0. El centro del epiciclo se acerca a
O según aumenta α, y alcanza su mayor proximidad en la
cuadratura, cuando α = 90º (caso en el que el centro del epiciclo es
C2). Volverá a estar a la distancia inicial OC 0 cuando la Luna se
halle en oposición, esto es, cuando α = 180º, momento en el que de
nuevo OF1 + C1F1 = OC0; se puede ver fácilmente que si α = 270º
ocurre lo mismo que cuando el ángulo en cuestión es de 90º.
Resulta curioso, no obstante, que Ptolomeo no se apercibiera de
que, según este mecanismo, la distancia mínima de la Luna a la
Tierra es algo mayor que la mitad de su distancia máxima, por lo
que el tamaño de la Luna en su perigeo debería ser casi el doble que
en el apogeo, lo cual no es el caso. Pero las preocupaciones de
Ptolomeo en el Almagesto son muy diferentes a las de las Hipótesis.
En aquella obra pretendía dar cuenta de los hechos de una forma
matemáticamente exacta, sin pretender hallar una explicación física
de los movimientos de los planetas y los astros. Así lo demuestra la
opinión vertida en el Almagesto:
«... sólo las matemáticas pueden proporcionar conocimiento
seguro e imperturbable a quienes a ellas se dedican, siempre
que lo hagan rigurosamente, pues este tipo de prueba procede
por métodos incuestionables, a saber, la aritmética y la
geometría. De ahí que nos sintiéramos atraídos por la
investigación de esa parte de la filosofía teórica, esto es, de las

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 39 Preparado por Patricio Barros


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matemáticas, pero en especial de la teoría que se ocupa de las


cosas divinas y celestes».5

Esto no significa, sin embargo, que Ptolomeo no fuera consciente de


la importancia de la física y de la necesidad de efectuar una especie
de síntesis que evitara que las cuestiones físicas quedaran al
margen: «Por lo que se refiere a la física, las matemáticas pueden
contribuir de forma importante, pues casi todo atributo peculiar de
la naturaleza material resulta aparente a partir de peculiaridades de
su movimiento de lugar en lugar» 6. Podríamos afirmar que tras el
tratamiento matemático de ‗las cosas divinas y celestes‘ emprendió
en Las hipótesis de los planetas la tarea de mostrar cómo las
matemáticas podían ayudar a la física.

La astronomía física de Ptolomeo


Ptolomeo intenta ofrecer su visión cosmológica en las Hipótesis. En
esta obra es en la que trata de describir la estructura física del
universo, cómo y de qué manera están ordenados los cuerpos
celestes, cuál es el tamaño o las dimensiones del cosmos, cuáles
son las causas de los movimientos celestes.
Tras exponer los movimientos circulares y uniformes en los que hay
que descomponer los aparentemente complejos y caóticos cursos de
los astros, Ptolomeo determina las distancias a las que se
encuentran los cuerpos celestes para poder luego elaborar un

5 Almagesto, libro I, sección 1, p. 36; el subrayado es nuestro.


6 Ibidem; el subrayado es nuestro.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 40 Preparado por Patricio Barros


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sistema cosmológico completo. Dicho sistema posee tres


características principales: el orden de los planetas es Luna,
Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, comenzando por el
más cercano a la Tierra y terminando por el más alejado de ella.
Ahora el mecanismo de cada planeta no está constituido por una
serie de círculos entre los que se establecen ciertas relaciones, sino
que son esferas, capas o trozos serrados de esferas 7 concéntricos
con la Tierra; estas esferas o capas van unidas unas a las otras de
modo que la superficie interna de una (por ejemplo, Saturno)
coincide con la superficie externa de la siguiente (Júpiter en este
caso), sin que en medio haya nada, ni éter ni vacío: «Si... el universo
se configura según hemos dicho, no hay espacio entre las distancias
mayores y menores... Esta es la más plausible de las
configuraciones, porque no se puede concebir que en la naturaleza
exista un vacío o cosas sin sentido o inútiles» (H. P., p, 85).
En las Hipótesis, Ptolomeo determina las distancias a las que se
encuentran los planetas de manera diferente a como lo había hecho
en el Almagesto con las del Sol y la Luna. En dicha obra, Ptolomeo
había hallado las distancias de las dos luminarias a partir de la
observación de la paralaje 8 y mediante observaciones de eclipses.
Pero puesto que la paralaje planetaria no se puede medir, afirma
Ptolomeo9, establece las distancias mediante cierto tipo de

7 Véase n. 48 infra.
8 La paralaje es el desplazamiento de las posiciones aparentes que muestra un astro en la
bóveda celeste, según el punto de la Tierra desde el que es observado.
9 Sin embargo, según el modelo ptolemaico, Mercurio debía mostrar una paralaje de 1/2º,

perfectamente observable en la antigüedad. Resulta extraño que un astrónomo tan apegado a


las pruebas observacionales como Ptolomeo no comprobara esta consecuencia de su teoría.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 41 Preparado por Patricio Barros


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razonamientos. Todas ellas están dadas en radios terrestres, esto


es, tomando como unidad el radio de la Tierra. La característica
fundamental de estas distancias es que la distancia máxima de la
esfera de un astro coincide con la distancia mínima de la esfera del
siguiente, pues no hay vacío. En el cuadro I tenemos la distancia
mínima, m, a que se encuentra la esfera de cada estrella (columna
1), la máxima, M (columna 2), la razón existente entre ambas, M/m
(columna 3) y el radio de cada esfera, que es igual a su distancia
máxima (columna 4).

Cuadro I
1 2 3 4
ESFERA
m M M/m n
Fuego y aire 33 33
Luna 33 64 64
Mercurio 64 166 88/34 166
Venus 166 1.079 104/16 1.079
Sol * 1.160 1.260 1.260
Marte 1.260 8.820 7/1 8.820
Júpiter 8.820 14.187 37/23 14.187
Saturno 14.187 19.865 7/5 19.865
Estrellas fijas 19.865
* Véanse pp. 37-38 de la introducción y 80-83 del texto.

El valor que Ptolomeo adscribe a la parte más cercana de la esfera


de la Luna es de 33 radios terrestres, cifra redondeada a partir del

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valor, más preciso, dado en el Almagesto a la distancia mínima de la


Luna (33;33 ó 33;55r)10. Lo mismo sucede con la distancia máxima,
pues en las Hipótesis se redondea a 64r en vez de 64;10 ó
64,166667, que se le atribuye en el Almagesto. Su afán por
redondear los valores le lleva, en parte, a una dificultad de la que el
propio Ptolomeo es consciente, pero que no soslaya: la discrepancia
entre la máxima distancia de Venus y la mínima del Sol. Debían ser
iguales, pero entre ambas hay una diferencia de 81 radios terrestres
que Ptolomeo no está dispuesto a rellenar con una esfera adicional,
por ejemplo, de éter.
En efecto, para obtener el radio de la esfera externa de Venus hay
que multiplicar su distancia mínima (que es la máxima de Mercurio)
por la razón M/m de las distancias extremas. Como, según
Ptolomeo, en el caso de Venus M/m= 104/16 obtenemos un valor
de 1.079 radios terrestres, inferior a los 1.160 radios terrestres que
constituyen la distancia mínima del Sol. Pero si se opera con los
valores que aparecen en el Almagesto obtenemos los siguientes
resultados:

Luna: m = 33,55 (33;33)


M = 64,166667 (64;10)
Mercurio: M = 64,166667 (64;10)
M = 177,55778 (177;33)
Venus: m = 177,55778 (177;33)
M = 1.189,7358 (1189;44)

10 Véase n. 6 infra

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En este caso, la distancia máxima de Venus excedería algo menos


de 30r la distancia mínima del Sol. Sin embargo, Ptolomeo, no se
sabe muy bien por qué, prefiere adoptar los datos que se acercan
más a las cifras exactas (H. P., pp. 82-83). Observa, eso sí, que se
puede obviar esa dificultad aumentando ligeramente la distancia de
la Luna, lo cual da como resultado una disminución en la distancia
del Sol, pero no presenta ninguno de los valores supuestamente
modificados. Por consiguiente, las distancias quedan tal y como
aparecen en las columnas 1 y 2 del cuadro I y como se muestran
gráficamente en las figuras 11a y 11b.
A continuación Ptolomeo calcula la distancia en miríadas de
estadios a que se halla cada esfera planetaria. Dicho cálculo es
trivial, conociendo la medida del radio terrestre (dos miríadas y un
tercio y un treintavo de miríada, esto es, 2,8666667 miríadas de
estadios o 28.666,667 estadios. En la columna 1 del cuadro II
tenemos los valores de estas distancias tal y como aparecen en Las
hipótesis de los planetas y en la columna 2 del mismo cuadro, su
conversión al sistema decimal.
La conversión de estas distancias en una medida de longitud actual,
de manera que podamos imaginar las dimensiones del cosmos
ptolemaico, presenta ciertas dificultades.
Ello se debe a que no sabemos con seguridad qué estadio utilizaba
Ptolomeo, o a qué equivalía.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 44 Preparado por Patricio Barros


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Fig. 11a. Las distancias de los planetas interiores y el Sol. La línea


discontinua muestra el vacío existente entre la máxima distancia de
Venus y la mínima del Sol.

Pero podemos efectuar ciertas conjeturas que nos permitan


hacernos alguna idea. Sabemos que Eratóstenes, en el siglo III a. n.
e., había medido con cierta precisión la longitud de la esfera
terrestre.

Fig. 11b. Las distancias de los planetas exteriores.

Por ello, nos aventuramos demasiado al suponer que la estimación


efectuada por Ptolomeo varios siglos después debió ser semejante a
la de aquél. (Según ciertos autores, Ptolomeo usó la estimación de
Posidonio, pero dejaremos de lado esa cuestión).
Puesto que la circunferencia terrestre tiene, de acuerdo con
Ptolomeo, 18 miríadas de estadios, o 180.000 estadios, y

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suponiéndole bastante aproximación al valor real (unos 40.000 km),


podemos estimar el estadio usado por Ptolomeo en 222,22... m.

Cuadro II
1 2 3 4
ESFERA Distancia (en mir. Conversión Distancia en Distancia real actual
estadios) decimal km en mili, de km.
Fuego y aire 94 ½ 1/
30 94,6 210.012
Luna 183 ½ 1/30 183,6333 407.296,01 385.000
Mercurio 475 7 ½ 1/ 1 /
3 30 475,86667 1.056.424 91,7042
Venus 3.093 1/10 1/30 3.093,1333 6.866.756,1 41,44392
Sol 3.612 3.612 8.018.640 149,6
Marte 25.284 25.284 56.130.480 78,3904
Júpiter * 44.769 1/3 1/30 44.769,367 90.286.068 628,7688
Saturno 56.946 1/3 56.946,333 10.464.711 1.277,12345
*Véase n. 34 infra.

En la columna 3 del cuadro II aparecen las distancias de los


planetas en kilómetros, según los valores dados por Ptolomeo, y en
la columna 4 del mismo cuadro la distancia real aproximada. Todo
el cuadro II nos permite advertir lo pequeño que era el cosmos
concebido por Ptolomeo, pues la esfera de las fijas, que se halla a la
misma distancia que la distancia máxima de Saturno, está a menor
distancia que la que de hecho hay entre el Sol y la Tierra.
Ptolomeo no se limita a determinar las distancias planetarias, sino
que, además, a partir de la estimación de los diámetros aparentes
de cada uno de los cuerpos celestes (columna 1, cuadro III) calcula
sus auténticos tamaños de la siguiente manera. Halla las distancias
medias, μ, a partir de las máximas y las mínimas (μ =[M+m/2]) y
que aparecen en la columna 2.

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Cuadro III
1 2 3 4 5 6
Diámetro Distancias Diámetro Diámetro Diámetro Volumen
aparente medias μ real DTierra = 1 real actual
Luna 1 1/3 48 64 0,2916667 0,26 0,025
Mercurio 1/
15 115 8 0,037037 0,38 1,19683
Venus 1/
10 622 1/2 62 0,3 0,95 0,0227273
Sol 1 1.210 1.210 5,5 109,0 166,33333
Marte 1/
20 5.040 252 2,1428571 0,51 1,5
Júpiter 1/
12 11.504 959 4,3583333 11,2 82,3
Saturno 1/
18 17.026 946 4,3 9,5 79,5
Estrellas 1/
20 19.865 ó 1.000 4,55 94,291667
fijas 20.000

Al multiplicar los valores obtenidos por las fracciones que


representan los diámetros aparentes de cada cuerpo (en términos de
los del Sol) se obtiene el diámetro real de cada planeta, también
referido al Sol (columna 3). Y como se sabe que el diámetro solar es
5 1/2 veces el de la Tierra, Ptolomeo puede determinar el diámetro de
cada planeta tomando como unidad el de la Tierra (columna 4). La
columna 5 del cuadro III nos da la estimación actual aproximada
del diámetro ecuatorial de cada planeta, también tomando como
unidad el de la Tierra, de manera que podamos compararlos con los
calculados por Ptolomeo. En la columna 6 se ofrecen los volúmenes
de cada planeta, según Las hipótesis de los planetas.
Ahora bien, Ptolomeo no se para en la estimación de distancias y
tamaños planetarios. Su deseo es ocuparse de los auténticos
mecanismos según los cuales se mueven los cuerpos celestes de
manera que sigan los principios y reglas del Almagesto. Tras

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exponer en el libro I los parámetros y valores de los movimientos


observados de los astros, así como la disposición y tamaño del
cosmos, intenta ofrecer una explicación física de los movimientos de
los planetas.
El origen y causa de los movimientos anómalos de los astros no son
las estrellas fijas, pues éstas se mueven según el movimiento
universal, esto es, de un modo simple y sin que le afecte ningún
otro tipo de movimiento. En cambio, aunque el movimiento
universal también afecte a los planetas (a través de los ‗motores‘) el
auténtico origen de sus movimientos anómalos es el movimiento
local, que es «el primero de todos los movimientos y cosas cuya
naturaleza es eterna... es la causa de las alteraciones y
contradicciones cualitativas y cuantitativas existentes en las cosas
que no son eternas y origina cambios que no se producen del mismo
modo en las cosas eternas, tal como nos parece en apariencia, pues
se producen en su propio ser y en su sustancia» (Hipótesis, p. 78).
La trayectoria que siguen los astros y sus formas se explica según lo
«adecuado a la naturaleza de los cuerpos esféricos», tal y como
dictan «los principios que configuran la esencia que siempre
permanece inalterable» {Hipótesis, p. 91).
Tras las consideraciones filosóficas acerca de las causas de los
movimientos estelares, que en muchos casos tienen como objetivo
atacar la concepción aristotélica del universo, Ptolomeo comienza la
exposición de los modelos de esferas, capas y piezas serradas de
cada uno de los planetas (y de las fijas). Como se verá a
continuación, el texto adquiere un carácter sumamente farragoso. A

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pesar de que hay continuas referencias a figuras, en el manuscrito


en árabe del Museo Británico sólo aparecen tres, pero sin que estén
todas las letras indicativas usadas en el texto (hay espacios en
blanco para el resto de las figuras que nunca se llegaron a incluir).
Por lo que se refiere al manuscrito de Leiden, las pocas figuras que
en él existen están equivocadas. Igualmente, y por lo que al propio
texto se refiere, la denotación de los círculos y esferas es irregular e
inconsistente: a veces se efectúa mediante una sola letra, a veces
mediante las letras asignadas a sus ejes, o, en el caso de las esferas
o capas esféricas, la referencia puede realizarse mediante uno solo
de los círculos que las delimiten o mediante ambos. Por ello hemos
optado por lo siguiente. En esta introducción ofreceremos una
exposición simplificada del funcionamiento del mecanismo de
esferas de cada estrella, con la esperanza de que ello contribuya a
un mejor entendimiento del sistema ptolemaico. En este punto
hemos creído oportuno incluir las figuras elaboradas por O,
Neugebauer en su A History of Ancient Mathematical Astronomy
(1975). En el propio texto de las Hipótesis, y aun a riesgo de
traicionar los manuscritos, hemos considerado conveniente incluir
esas mismas figuras, pero completadas por nosotros, de manera que
permitan seguir el hilo de la exposición ptolemaica (demasiado
difícil ya como para exigirle además al lector que imagine las
figuras).
En líneas generales, el sistema ptolemaico utiliza una esfera para
producir la rotación diaria de cada uno de los astros, lo cual da un
total de ocho ‗motores‘, pues la esfera de las fijas también posee

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 49 Preparado por Patricio Barros


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uno.11. Luego, además, necesita cuatro esferas más para la Luna,


siete para Mercurio, cuya complejidad de movimiento exige más
esferas que ningún otro planeta; Venus y cada uno de los planetas
exteriores necesitan cinco esferas, tres el Sol y una las estrellas
fijas. Por consiguiente, el universo ptolemaico necesita un total de
43 esferas.
El primer sistema de esferas que aparece explicado en las Hipótesis
de los planetas es el de las fijas, el más simple. En la figura 12, que
es una representación de éste, tenemos una esfera que gira sobre el
eje AB y que es la que produce la rotación diaria.

Fig. 12. El modelo de esferas de las estrellas fijas, según Neugebauer


(1975).

En la siguiente (rayada en la fig. 12) están las estrellas fijas y gira


alrededor de un eje CD que está unido a la anterior y también a otra
interna. El eje CD se corresponde con la eclíptica y, por tanto, el

11 En la exposición se prescinde de los motores, igual que Ptolomeo.

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ángulo formado por los ejes AB y CD corresponde a su oblicuidad.


El movimiento de la esfera media alrededor del eje CD es de tal tipo
que es igual con respecto a las esferas interna y externa (en blanco
en la figura). Esta es la forma de transmitir la rotación diaria de las
fijas, pues esas dos esferas resultan inmóviles entre sí: como el
sistema de Saturno va dentro de la esfera interna, que es su motor,
el movimiento que le llega es el de la rotación diaria. Ptolomeo no
dice ni cuál es el grosor de cada esfera ni si el eje AB va fijo a alguna
parte, aunque señala que los puntos o pivotes en que se apoyan las
esferas no son el origen o causa del movimiento (p. 94).

Fig. 13. El modelo de esferas del Sol, según Neugebauer (1975).

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El sistema del Sol es muy simple. En la figura 13 el círculo externo


corresponde a la superficie interna de la capa esférica que produce
la rotación diaria del Sol. BΓ es el eje de la eclíptica y A la Tierra. AZ
es la excentricidad (e en la fig. 5) de la órbita solar y K la capa
esférica en la que se encuentra el Sol, NΞ, cuyo grosor viene
determinado por el tamaño del astro. Dicha capa esférica rota
alrededor del eje ΘK con velocidad igual al movimiento en longitud
del Sol. El círculo interno corresponde a la superficie externa de la
concha que transmite a Venus la rotación diaria.

Fig. 14. Modelo de esferas de los planetas exteriores y Venus, según


Neugebauer (1975).

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El sistema de los planetas exteriores y Venus es semejante al del


Sol, pero con dos esferas más para el epiciclo12. En la figura 14 el
círculo externo cumple la misma función que en el caso del Sol, BΓ
se corresponde con el eje de la eclíptica y A es la Tierra. El eje de
NΞ, el de la esfera rotadora, está inclinado con respecto al eje BΓ
con un ángulo igual al de la inclinación entre el plano de la
excéntrica y la eclíptica. En esta esfera vacía, EK, se halla el
epiciclo, aquí simplificado, que es donde se encuentra el planeta. La
velocidad del epiciclo es uniforme con respecto a F, el ecuante. El
epiciclo está compuesto por dos esferas, una hueca y otra sólida
(aunque Ptolomeo no explicita de qué material); en esta última es en
la que se halla el planeta II (véase fig. 15).

Fig. 15. Detalle del epiciclo, según Neugebauer (1975).

12De hecho no señala qué modificaciones hay que hacer en el sistema de esferas de Venus para
que pueda dar cuenta de las diferencias existentes entre este planeta y los exteriores. (Véanse
pp. 111-112 infra).

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Dicha esfera sólida, de eje βγ, se halla dentro de una esfera


concéntrica de eje νξ que encaja en la esfera EK. νξ, es paralelo a NΞ
y su esfera rota en sentido contrario al de la esfera de eje NΞ,
eliminando así el efecto de esta rotación sobre la esfera sólida en la
que está el planeta y que rota alrededor de un eje perpendicular a la
eclíptica.
En el caso de Mercurio, Ptolomeo añade dos esferas (véase fig. 16).

Fig. 16. El modelo de esferas de Mercurio, según Neugebauer (1975).

De este modo pretende dar cuenta de la rotación del centro de la


excéntrica, Z alrededor de H (en el caso de la figura 8, F y G,
respectivamente). BΓ se corresponde de nuevo con el eje de la
eclíptica, y NΞ es el eje de la capa en la que se halla la esfera hueca
que contiene el epiciclo.

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El sistema de la Luna es similar al anterior. Aquí, sin embargo, Z


rota alrededor de la Tierra, A. También tenemos en este caso dos
ejes paralelos entre sí, NZΞ y TΣA, oblicuos ambos con respecto al
eje de la eclíptica BΓ, círculo que, a su vez, delimita la parte inferior
del octavo motor. El círculo interno constituye el límite del mundo
sublunar. La esfera interna del sistema de la Luna no necesita
polos, pues ya no es necesario que transmita más movimiento
(Hipótesis, páginas 119-120).

Fig. 17. El modelo lunar, según Neugebauer (1975).

Ptolomeo considera que se puede simplificar considerablemente el


sistema, si en vez de esferas utilizamos piezas cortadas de ellas (los
célebres manshurát, véase n. 48, infra). Esas piezas se extraen de
las partes de las esferas en que se realizan los movimientos,
obteniendo una especie de ruedas dentadas. Los movimientos que

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en ellas efectúan los astros son exactamente los mismos que los
ejecutados en las esferas. El motivo de usarlos es el de seguir un
cierto principio de economía. Ptolomeo adopta el mismo tipo de
razonamiento que en el libro I de las Hipótesis, donde en
determinado momento prescinde de las esferas porque le bastan
círculos para dar cuenta de los fenómenos {Hipótesis, p. 58). En el
libro II puede prescindir de las esferas completas para dar cuenta
del curso de los astros y del origen de su movimiento. Es decir,
prescinde de lo innecesario a la hora de efectuar sus explicaciones
porque sigue una máxima bastante extendida: no hay nada en la
naturaleza que no tenga un sentido, una función, que sea inútil.
Pero, curiosamente, no fueron las piezas serradas lo que pasó a
occidente, sino que fueron los sistemas de esferas los que
dominaron la astronomía hasta el siglo XVII.
En esta concepción ptolemaica del universo hay que distinguir, en
primer lugar, entre el mecanismo o sistema de cada planeta,
considerado en su conjunto como una esfera adyacente al sistema
de otro astro, y las esferas o capas esféricas cuyas combinaciones
de rotaciones dan como resultado los movimientos observados de
los planetas (véase n. 53 infra). En este segundo sentido, las esferas
pueden ser de varios tipos: pueden tener el mismo centro que la
eclíptica y rotar a su alrededor (en cuyo caso reciben el nombre de
‗esferas de similar colocación‘), o tener ese mismo centro, pero sin
que giren a su alrededor (esferas que se llaman deferentes); también
hay esferas cuyo centro no es el de la eclíptica y que giran alrededor
de un eje paralelo a ella (excéntricas) y esferas que giran alrededor

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de un eje que no es paralelo al de la eclíptica (que se denominan


‗esferas de colocación no similar‘). Todos estos tipos de esferas (que
en realidad son capas esféricas) tienen en su interior la Tierra, pero
hay otras en las que eso no sucede: son las esferas de los epiciclos,
las cuales, o bien giran alrededor de un eje paralelo al de la esfera
deferente (en cuyo caso reciben la denominación de ‗no inclinadas‘),
o bien efectúan su rotación alrededor de un eje que no es paralelo al
del deferente (y se llaman ‗de inclinación anómala‘). Todas las
esferas, excepto la del interior del epiciclo, en la que se halla el
astro, son huecas13.
La esfera del universo no se apoya en nada, sino en sí misma, en lo
cual seguramente hay que ver un cierto influjo estoico, una vez
más. Según la cosmología estoica, el universo está rodeado por el
vacío, junto con el cual compone el Todo. Sin embargo, el vacío
queda absolutamente excluido del interior del universo estoico al
igual que sucede en Ptolomeo:
«No hay espacio entre las distancias mayores y menores [de las
esferas adyacentes] y las superficies que separan una esfera de
otra no difieren en las cantidades [ya mencionadas]. Esta es la
más plausible de las configuraciones, porque no se puede
concebir que en la naturaleza exista un vacío o cosas sin sentido
o inútiles» (Hipótesis, p. 85).

13 Se puede apreciar aquí cierto influjo estoico, pues esta diversidad de centros puede estar en
relación con la vieja idea estoica de la existencia de varios centros de atracción en vez de uno
solo.

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Esta ausencia de vacío permite la interacción y afinidad de las


diversas partes que constituyen la estructura unificada del
universo, como una cierta simpatía. Esa interacción resulta patente
en los ‗motores‘ de las estrellas que son cuerpos o esferas que «se
mueven de este a oeste alrededor de los polos del ecuador con todo
lo que los rodea, según la dirección del movimiento universal»
(Hipótesis, p. 103) y que se encargan de transmitir a cada uno de
los astros el movimiento diario. Pero esos motores no son los
encargados de mover la estrella o planeta, pues éste se mueve
gracias a su fuerza vital semejante a la que hace volar a un pájaro, y
movilizando a la vez todo el conjunto de esferas del astro, pero sin
que haya contacto entre ellas (Hipótesis, pp. 96 y 98-99).
Así, pues, tenemos un total de cuarenta y tres esferas (véase n. 67
infra) que dan cuenta del movimiento de los astros. Pero si
utilizamos el sistema de piezas serradas, su número disminuirá
considerablemente: sólo serán necesarias tres esferas y veintiséis
piezas serradas, esto es, un total de veintinueve cuerpos. Ptolomeo
también advierte la posibilidad de disminuir el número, bien de
esferas, bien de piezas serradas, si consideramos que «las estrellas
se mueven por sí mismas y no merced a otros cuerpos» (Hipótesis,
p. 119).
No se explicita qué esferas habría que eliminar, aunque sí su
número, siete, por lo que habría que prescindir seguramente de las
esferas o ‗motores‘ que transmiten el movimiento diurno.
Eso, sin embargo, no haría sino arrojar bastantes dudas acerca de
la eliminación del primer motor aristotélico por parte de Ptolomeo.

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Folio 99ª del BM ms. arb. 426, en el que aparece el modelo de esferas
del Sol.

Finalmente, hay que indicar que a lo largo de todas Las hipótesis de


los planetas no queda claro cuál es el material del que están hechas
las esferas. Sólo en el caso de los motores que transmiten el
movimiento diario se manifiesta de forma inequívoca su
composición de quinta esencia o éter. Como este material es el que
compone el mundo supralunar, es de suponer que las demás
esferas también estén formadas por ese quinto elemento. Pero

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Ptolomeo no nos dice nada acerca de ello, ni tampoco de la


composición de las esferas macizas de los epiciclos, en las que se
encuentran los astros.
Como se ve, Las hipótesis de los planetas es una obra sumamente
compleja, a veces contradictoria, pero siempre rica. Su edición ha
supuesto muchas horas de esfuerzo y trabajo. Por ello deseo dar las
gracias a cuantos han hecho posible su realización, en especial a los
traductores, Aurora Cano Ledesma y José García Blanco, cuya
paciencia ha sido infinita; y, como siempre, las discusiones con
Carlos Solís han sido tan provechosas como inestimables.
Eulalia Pérez Sedeño Madrid, 1986

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Bibliografía

No hay hasta la fecha ninguna obra dedicada exclusivamente a Las


hipótesis de los planetas. Por lo general las historias de la
astronomía de este período se ocupan más de la astronomía
matemática, desarrollada por Ptolomeo en el Almagesto, que de las
Hipótesis. Así, pues, nos limitaremos a señalar unas cuantas obras
que pueden contribuir a satisfacer la curiosidad del lector que esté
interesado por estas cuestiones.
 G. J. Toomer ha efectuado una edición en inglés del Almagesto
(Ptolemy‘s Almagest, Duckworth, Londres, 1984), al alcance de
cualquier lector.
 O. Neugebauer, A History of Ancient Mathematical Astronomy
(Springer-Verlag, Berlín-Nueva York, 1975) es, sin duda, el
estudio más exhaustivo y completo de la obra astronómica de
Ptolomeo (y de toda la astronomía antigua, incluyendo la
babilónica y la posterior a Ptolomeo). Sin embargo, es una obra
sumamente técnica y dura, se ocupa estrictamente de la
astronomía matemática y deja de lado las cuestiones físicas.
Pero en ella se puede encontrar un resumen fiable de las
Hipótesis de los planetas y atinados comentarios.
 O. Pedersen, A Survey of the Almagest (Acta Histórica Scien-
tiarum Naturalium et Medicinalium, vol.OO, Odense University
Press, 1974), se ocupa también de las Hipótesis. Su exposición
es más breve que la de Neugebauer y subraya siempre el
contraste entre el Almagesto y las Hipótesis.

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 Elena, Las quimeras de los cielos (Siglo XXI, Madrid, 1985), es


un excelente estudio sobre las distintas concepciones de las
hipótesis astronómicas, hasta la revolución copernicana.
 N. R. Hanson, Constellations and Conjectures (D. Reidel Pub.
Company, Dordrecht, 1973; trad. castellana de Carlos Solís,
Constelaciones y conjeturas, Alianza Ed., Madrid, 1978), es
una excelente historia de la astronomía hasta Kepler, llena de
perspicaces observaciones filosóficas. Sin embargo, esta obra,
que en realidad es una recopilación de sus escritos efectuada
por sus alumnos después de su muerte, en 1967, adolece de
un defecto muy importante en relación con las Hipótesis de
Ptolomeo: Hanson desconocía la existencia de la parte II del
libro I, descubierta por Goldstein.
Las obras que citamos a continuación servirán de ayuda o
complemento a todo aquel que desee profundizar más en la historia
de la astronomía (y de la física) antigua:
 Dicks, D. R. (1970), Early Greek Astronomy to Aristotle,
Londres, Thames & Hudson.
 Kuhn, T. S. (1957), The Copernican Revolution, Cambridge,
Harvard. (Trad. española, La revolución copernicana,
Barcelona, Ariel, 1978.)
 Lloyd, G. E. R. (1970), Early Greek Science. Thales to Aristotle,
Londres, Chatto & Windus. (Trad. esp., De Tales a Aristóteles,
Buenos Aires, EUDEBA, 1977.) -(1973), Greek Science after
Aristotle, Londres, Chatto & Windus.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 62 Preparado por Patricio Barros


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 Neugebauer, O. (1951), The Exact Sciences in the Antiquity,


Copenhague, Ejnar Munksgaard.
 Pedersen, O. & Phil, M. (1974), Early Phisics and Astronomy,
MacDohal & Janes/Nueva York, American Elsevier.
 Pérez Sedeño, E. (1986), El rumor de las estrellas, Madrid,
Siglo XXI.
 Solís, C. (1987), Historia de la física, Alianza Ed. (en prensa).

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Las hipótesis de los planetas 1

Libro Primero
Parte I

En nuestros comentarios de la Sintaxis Matemática, Sirio, hemos


repasado las hipótesis de las revoluciones celestes, demostrando en
cada una de ellas su verosimilitud y su concordancia absoluta con
los fenómenos por lo que se refiere a la demostración del
movimiento uniforme y circular que poseen necesariamente los
cuerpos que participan de un movimiento eterno y regular y que de
ninguna manera pueden recibir ni aumento ni disminución.
En esta obra, en cambio, nos hemos inclinado a exponerlas de una
forma general con la idea de que sean más fácilmente
comprensibles, tanto para nosotros mismos como para los que
prefieran representarlas mediante la fabricación de instrumentos,
ya sea que, al establecer cada uno de sus movimientos hasta su
posición propia en un punto determinado, lo hagan manualmente, o
bien hagan coincidir sus posiciones recíprocas con las de la
totalidad mediante procedimientos mecánicos; pero no, desde luego,
mediante el procedimiento habitual de la construcción de una esfera

1 Nos ha parecido conveniente conservar la traducción clásica de υπόθεσιζ, por ‗hipótesis‘,


aunque no hay duda de que para Ptolomeo ese término tenía un significado muy distinto del
actual. La acepción más extendida hoy en día, dentro de la filosofía y la historia de la ciencia,
es la de un enunciado que se admite como punto de partida dentro de una argumentación o un
enunciado que sirve de base a una investigación, pero cuya verdad no ha sido comprobada y,
por tanto, está sometido a contrastación empírica. Sin embargo, en Ptolomeo, ‗hipótesis‘ es más
bien un modelo o sistema explicativo, por lo que no extrañará al lector encontrar expresiones
del tipo de ‗las hipótesis que hemos demostrado‘.

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(pues, además de que falsea nuestras hipótesis, representa sólo el


fenómeno y no su principio, de forma que se convierte en una
demostración de habilidad artística y no de nuestras hipótesis), sino
de manera que salte a nuestra vista la regularidad y a la vez la
diversidad de los movimientos junto con la irregularidad que
percibimos los observadores en los movimientos uniformes y
circulares, y aunque no sea posible combinar convenientemente
todas las rotaciones de dicho proyecto, sin embargo, sí será posible
mostrar por separado que cada uno de ellos es así.2
Por lo que se refiere a lo general, haremos una exposición que se
ajuste a lo que hemos definido en la Sintaxis, pero en lo particular
seguiremos las correcciones que hemos hecho en muchos lugares
gracias a perseverantes observaciones, sean de las hipótesis
mismas, de sus relaciones particulares, de los retornos periódicos, o
incluso en la forma de exponer las propias hipótesis; es decir,
separaremos donde sea necesario los movimientos uniformes y
uniremos de nuevo lo separado para que sus puntos de partida se
correspondan con las partes y comienzos del zodíaco para facilitar
los cálculos, de manera que se muestre la particularidad propia de
cada revolución, incluso aunque muchos terminen en los mismos
puntos. En cuanto a las posiciones y ordenamiento de los círculos

2 Ptolomeo escribe su obra, por tanto, no sólo con fines puramente teóricos, sino también
prácticos. Espera que a partir de sus explicaciones se puedan construir modelos que permitan
reproducir cada uno de los movimientos de los planetas por separado, o a la vez. Ptolomeo
advierte acerca de efectuarlo mediante el procedimiento habitual de la construcción de una
esfera, esto es, una esfera o astrolabio armilar, instrumento descrito y usado por Ptolomeo en el
Almagesto, fundamentalmente para efectuar observaciones lunares. Ello es debido seguramente
al hecho de que debía pensar más en un modelo físico que reprodujera los caminos de los
astros que en un instrumento de cálculo.

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que producen las anomalías, nos valemos de los procedimientos


más simples con vistas a una buena metodología para la fabricación
de instrumentos, aunque se siga una pequeña desviación; e incluso
en la presente obra aplicaremos a los propios círculos los
movimientos como si estuviesen liberados de las esferas que los
contienen para apoyarnos en las hipótesis simples y como
desveladas. Empezaremos por la revolución general del universo
porque precede a todas y contiene al resto y nos podría valer como
ejemplo de la mayor parte de la maravillosa naturaleza que atribuye
cosas similares a cosas semejantes, como resultará evidente a partir
de lo que vamos a mostrar.
Imagínese un círculo fijo en torno al centro de la esfera del universo
y llámesela ecuador, y dividiendo la circunferencia en 360 cortes
iguales, llámese a estos cortes con propiedad ―grados temporales‖3.
A continuación trácese otro círculo con el mismo centro, en el
mismo plano y con la misma velocidad en torno al mismo centro de
oriente a occidente y llámesele transportador 4. Y que lleve otro gran

3 Distingue entre grado, esto es, una de las 360 partes en que está dividido un círculo
cualquiera, y grado temporal (χρόνοι ισημερινοί) o tiempo ((χρόνοι). En la antigüedad había
varias unidades de medición temporal. Una de ellas era la hora estacional o civil, equivalente a
la doceava parte del día o de la noche en cualquier estación, lo cual significa que una hora
estacional de un día de invierno (en el sentido de ‗duración de luz solar‘) era menor que una
hora semejante de verano. La hora equinoccial, usada con fines astronómicos, tenía igual
duración en invierno que en verano, pues equivalía a la veinticuatroava parte del día (en el
sentido de ‗día y noche‘). Recibe el nombre de ‗hora equinoccial‘ debido a que tiene igual
duración que la hora estacional en los equinoccios. Los grados temporales eran otra forma de
medir el tiempo. Como los 360 grados del ecuador tardan un día en cruzar un meridiano
cualquiera, un grado temporal equivaldrá a una quinceava parte de una hora equinoccial, unos
cuatro minutos de los nuestros. Por lo general, cuando Ptolomeo habla de ‗grados‘, esto es, con
el primer sentido explicado, nos hemos permitido emplear el signo convencional.
4 Esto es, el deferente. Ptolomeo utiliza la expresión griega δ φέρον τόυ επιχυχλον, literalmente

―el círculo que transporta el epiciclo‖. Como el término ‗deferente‘ es posterior a Ptolomeo, pues
fue acuñado en el Medioevo, no ha parecido conveniente usarlo en la traducción del texto

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 66 Preparado por Patricio Barros


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círculo, inclinado sobre él en torno al mismo centro sin cambio de


posición y que se le llame eclíptica5. Que la inclinación de estos
planos contenga un ángulo de 23;51, 20 partes de las que uno recto
tiene 906, y una vez dividida la circunferencia del zodíaco en cortes
iguales llámese a estos cortes con propiedad grados; y a los puntos
en que se cortan el transportador y el zodíaco, denominémosles
puntos equinocciales; a los distantes un cuarto de círculo a cada
lado de éstos, trópicos, y de ellos, al que está inclinado hacia la Osa,
de verano y extremo norte y al opuesto, de invierno y extremo sur; e,

griego. En cambio, sí se ha utilizado en la versión del texto árabe, muy posterior, pues en ella
se utiliza el término Falak al-tadwir con un significado clara y exclusivamente astronómico. Hay
que señalar que en Los libros del Saber de Alfonso X se traduce el término correspondiente por
el castellano antiguo levador.
5 Ptolomeo distingue entre zodíaco y eclíptica. Para aquél utiliza la expresión δωδεκατημόριον,

literalmente ‗doce‘, y no ζώδιων. De este modo diferencia el cinturón zodiacal (cinta de doce
grados de anchura compuesta por las constelaciones de todos conocidas) del círculo que lo
divide en dos mitades y que es el camino que sigue el Sol en su recorrido anual. Para ‗eclíptica‘
Ptolomeo utiliza ό διά μέσων των ζωδίων (κύκλος), ‗el [círculo] que va por el medio del zodíaco‘, o ó
λόξος καί διά μέσων των ζωδίων, ‗el círculo inclinado que va por la mitad del zodíaco‘. (Véase la
introducción de Toomer a su edición del Almagesto.)
6 La notación numérica empleada en la antigüedad, en los contextos científicos, era sexagesimal

o de base sesenta. Dicho sistema de numeración es el primero conocido que tiene la


característica de ser posicional, lo que le concede innumerables ventajas con respecto a otros
sistemas como el sustractivo o el acrofónico. En los sistemas posicionales el lugar que ocupa un
símbolo numérico indica su valor y tiene la ventaja de que con muy pocos símbolos se pueden
representar todas las expresiones numéricas que se quiera, por muy complejas que sean.
Ptolomeo utiliza el sistema sexagesimal, sobre todo cuando quiere ser preciso, a la hora de
representar fracciones. Sin embargo, también utiliza un sistema mixto según el cual emplea el
sistema sexagesimal para las fracciones que acompañan a un número entero, pero éste lo
representa mediante letras del alfabeto griego, como era habitual en contextos no científicos.
Además cuando no le importa la precisión, expresa las fracciones según el sistema griego,
consistente en emplear tan sólo fracciones en las que el numerador es la unidad. Así, por
ejemplo, encontraremos que las fracciones del tipo 5/6 son expresadas como la suma de
fracciones de numerador igual a uno (1/2 + 1/3). Hemos considerado conveniente mantener
este tipo de expresiones numéricas en el texto, dando la correspondiente equivalencia allí donde
nos ha parecido imprescindible. Con respecto a la notación sexagesimal, hemos utilizado la
convención habitual de separar los enteros de las fracciones mediante ‗,‘ las demás posiciones
por consiguiente, una expresión como ‗255; 0,54‘ es igual a 255 + 0/60 + 54/3600, esto es,
255,015 en nuestro sistema decimal.

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igualmente, de los equinoccios el que precede al trópico de verano


según la revolución expresada, de primavera, y al que precede al de
invierno, de otoño7.
Se produce una revolución del universo cuando alguno de los
puntos del transportador comienza a moverse a partir de un punto
de los del ecuador fijo y por primera vez vuelve al mismo punto; y es
evidente que esta vuelta periódica abarca 360 grados temporales.
Pero puesto que los períodos de las revoluciones del universo no se
corresponden de forma clara, mientras que los de los días y las
noches se determinan a partir del sol, mediremos con relación a
éstos los demás movimientos. Un día y una noche es el tiempo en
que el sol efectúa una sola vuelta sobre el equinoccio fijo a partir de
la revolución del universo; y es evidente que si el sol no se moviese
por la eclíptica, el día y la noche sería igual a la revolución del
universo, pero puesto que está moviéndose hacia oriente, un día y
una noche es más largo que la revolución del universo y comprende
una revolución entera, es decir, 360 grados temporales, más una
parte del equinoccial igual a la que en un día y una noche recorre el
sol en el zodíaco, si suponemos que las rotaciones son uniformes 8.

7 Estos son los círculos fundamentales que hay que distinguir en la esfera celeste. Véase, por
ejemplo, la figura 3 de la Introducción.
8 Está estableciendo la diferencia entre día solar y día sidéreo. Este último es el tiempo que

tarda una cierta estrella —o un determinado punto ‗del universo‘— en completar una revolución
alrededor de la Tierra. Como señala Ptolomeo, el Sol, además de disfrutar del movimiento
diurno de este a oeste, también se mueve por la eclíptica de oeste a este. Debido a ello, e l día
sidéreo es más corto que el día solar (unos cuatro minutos, según el patrón temporal actual).
Este es el motivo por el que las estrellas que se ven al anochecer un día de verano son distintas
a las que se ven en un anochecer de invierno. Esos cuatro minutos diarios que le faltan al día
sidéreo para igualar al solar son 1.460 minutos anuales, un día aproximadamente, por lo que
las estrellas visibles en verano serán visibles de nuevo cuando haya transcurrido un año y un
día.

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Una vez esbozado esto, pasemos a continuación a las hipótesis de


los planetas, exponiendo primero los períodos simples y que no se
mezclan, a partir de los cuales se originan los particulares y
compuestos, y tomaremos los períodos más aproximados de los
calculados a partir de mis correcciones.
Así, pues, en 300 años egipcios y 74 días con sus noches el sol
efectúa 300 períodos tomados en relación a los puntos de los
trópicos y los equinoccios de la eclíptica, mientras que la esfera de
las estrellas fijas y los apogeos de los cinco planetas hacen 1/120
parte de un período semejante, es decir, 3 partes de las 360 que
contiene el círculo; de modo que en 36.000 de los mencionados años
helíacos, que son 36.024 años egipcios y 120 días con sus noches,
se cumple un solo período de la esfera de las fijas mientras que se
dan 35.999 vueltas del sol y revoluciones del universo en número
igual a los días y noches contenidos en el tiempo anteriormente
dicho, aumentando con los períodos del sol en el mismo tiempo 9.

Por lo que se refiere a la palabra día, existe en griego la misma ambigüedad que en castellano,
pues se utiliza la misma expresión, ήμερα, tanto para el período de luz solar como para el
tiempo que transcurre entre un amanecer y el siguiente o, como dice el Diccionario de uso del
español, de María Moliner: «Espacio de tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta completa
alrededor de la Tierra». (Esta definición resulta sumamente curiosa si tenemos en cuenta que
hace casi quinientos años que Copérnico desalojó a la Tierra de su posición central en el
Universo.)
9 El sistema cronológico de Ptolomeo se basa en el año egipcio. Este constaba de doce meses de

treinta días cada uno más cinco días denominados epagómenos. Tot es el primero de los meses
del año y también de la estación de las inundaciones, que constaba de otros tres meses más
(Faofi, Atyr y Choick). A continuación estaban los cuatro meses del crecimiento o de la semilla
(Tybi, Mechir, Famenot y Farmouti) y, por último, los meses del calor o la cosecha (Pachón,
Payni, Epihi y Mesore). Según esas denominaciones, los meses parecen corresponder a una
determinada época del año. Sin embargo, debido a que el año egipcio es aproximadamente un
cuarto de día más corto que el solar, los meses del calendario egipcio se iban desplazando a lo
largo del año, llegando a darse el caso de que un mes de la cosecha cayera en época de
inundaciones o a la inversa. Sin embargo, y debido a su simplicidad, este calendario se impuso

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 69 Preparado por Patricio Barros


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La Luna, en 8.523 años helíacos considerados en relación a los


trópicos y equinoccios, que son 8.528 años egipcios y 277;20,24
días, hace 105.416 adelantamientos al sol, es decir, meses
completos, y además en 3.277 meses enteros efectúa 3.512 vueltas
en anomalía, y en 5.458 meses, 5.923 vueltas en latitud10.
Igualmente, la estrella de Mercurio 11 en 993 años helíacos tomados
respecto a los apogeos y a la esfera de las fijas, que son 993 años
egipcios y 255; 0,54 días, aproximadamente hace 3.150 vueltas en
anomalía.

para uso astronómico hasta época bien tardía. En la vida cotidiana, cada ciudad tenía su
propio calendario y de nada sirvieron los múltiples intentos de los astrónomos para elaborar un
calendario que sirviera para fines astronómicos y cotidianos. La relación expresada entre año
egipcio da un valor para aquél de 365,24667 días (véase n. 10 infra) y de 365,25681 días para
el año solar sidéreo. Los valores modernos calculados para la época de Ptolomeo son 365,24220
y 365,25636 días, respectivamente.
Por lo que se refiere a la era, Ptolomeo no usa en las Hipótesis la era Nabonassar, cuyo
comienzo corresponde al año 746 a. n. e., y que emplea en otros escritos astronómicos. Utiliza
una mucho más cercana: retrotrae todos los movimientos de los planetas y sus modelos al
primer año después de la muerte de Alejandro, ocurrida en el 323 a. n. e.
10 En realidad el texto griego dice que la Luna efectúa 105.416 meses sinódicos en 8.528 años

solares, mientras que en el texto árabe las cifras son 106.416 y 8.523, respectivamente. Si se
aceptan estas últimas cifras, el valor del mes sinódico resulta demasiado corto (29,253094 días
frente al valor que Ptolomeo le asigna en el Almagesto, 29;31,50,08,20, esto es, 29,530594). Si
se acepta que el número de años solares es 8.528, el valor que dicha cifra arroja para el año
solar es de 365,03252 días, muy alejado del que le adscribe Ptolomeo en el Almagesto (365 +
1/ – 1/
4 300 días o 365,24667 días). Además esas cifras serían inconsistentes con la relación
expresada en la página 4. (Véase también nota 9 supra.) A lo largo del texto abundan las
discrepancias de este tipo. Por lo general se ha adoptado la que se presenta en el te xto griego
tal y como fuera establecido en la edición de Heiberg, excepto cuando es claramente errónea,
como en este caso.
Por lo que se refiere a los otros períodos lunares las relaciones expresadas por Ptolomeo
conducen a los siguientes valores:
1 mes anómalo = 27,554603 días
1 mes dragónico = 27,212222 días
11 Naturalmente, Ptolomeo no habla de Mercurio, Venus, etc., sino de Hermes (Mercurio),

Afrodita (Venus), Ares (Marte), Zeus (Júpiter) y Crono (Saturno), anteponiéndoles siempre la
expresión ‗la estrella de‘. Los correspondientes nombres árabes son: ‗Atárid, al-Zahra, al-Mirrlj,
Al-Mustari y Zuhal.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 70 Preparado por Patricio Barros


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La estrella de Venus en 964 años helíacos semejantes, que son 964


años egipcios y 247;33,2,45,23,40,28 días aproximadamente, hace
603 vueltas anómalas.
La estrella de Marte, en 1.010 años helíacos semejantes, que son
1.010 años egipcios y 259;22,50,56,16,27,50 días
aproximadamente, hace 473 vueltas en anomalía.
La estrella de Júpiter en 771 años helíacos semejantes, que son 771
años egipcios y 198;0,9,18,0,26,57 días, efectúa 706 vueltas
anómalas.
La estrella de Saturno en 324 años helíacos semejantes, que son
324 años egipcios y 83;12,26,19,14,25,48 días aproximadamente,
hace 313 vueltas en anomalía 12.
En cuanto a la esfera del Sol, piénsese en el plano de la eclíptica un
círculo excéntrico situado de tal manera que la recta que parte de
su centro tiene una relación de 60 a 2 l/2 con respecto a la que está
entre su centro y el del zodíaco; y que la recta trazada a través de
ambos centros y del apogeo del círculo excéntrico corta la

12 En la teoría ptolemaica, los dos componentes básicos del movimiento planetario están
representados por el movimiento del centro del epiciclo sobre el deferente —que es el que
describe el movimiento en longitud— y el del planeta en el epiciclo, esto es, la anomalía, que
produce los fenómenos sinódicos, que están en una relación determinada con el Sol. Ptolomeo
calcula las vueltas en anomalía para cada planeta; dicho de otro modo, computa cuántas
vueltas dará cada planeta en el epiciclo en un cierto número de años halíacos, que es
justamente su período sinódico: el tiempo que tarda el planeta en volver a su posición inicial
para un observador situado en la Tierra, y los resultados obtenidos son los siguientes, que
concuerdan con las estimaciones actuales:

Mercurio 115,07905 días


Venus 583,92629 días
Marte 779,93527 días
Júpiter 398,88527 días
Saturno 378,09331 días

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 71 Preparado por Patricio Barros


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circunferencia del zodíaco en un arco de 65 l/2º, desde el equinoccio


de primavera en el sentido de los signos del universo13. Supongamos
que el centro del Sol se mueva en el círculo excéntrico mencionado
de occidente a oriente con una velocidad constante en torno al
centro de este círculo, de forma que en los primeros 37 días
añadidos a 150 años egipcios complete 150 vueltas periódicas al
apogeo de la excéntrica y que la esfera de las fijas se mueva en
torno al centro del zodíaco y sus polos hacia oriente a velocidad
constante y en el tiempo dicho, 1 ½º de los 360º que tiene el
zodíaco.
Por tanto, en el primer año después de la muerte de Alejandro el
fundador, el primer día del mes egipcio Tot, al mediodía en
Alejandría, el Sol dista del apogeo del círculo excéntrico, según la
secuencia de los signos 162;20º, mientras que la estrella situada en
el corazón del León desde el equinoccio de primavera distaba,
igualmente según la secuencia de los signos del zodíaco, 117;54º14.

13 Ptolomeo dice que los cielos se mueven de este a oeste, para lo cual utiliza la expresión εις τα
προηγούμενα, usando εις τά έπoμενα, para el movimiento contrario. Sin embargo, no sería
adecuado traducir ‗hacia el oeste‘ y ‗hacia el este‘, respectivamente, pues para ello Ptolomeo usa
expresiones inequívocas (δυσμαί y άνατολαί), que se limitan a situaciones en las que está
implicado un observador terrestre. Además, Ptolomeo utiliza a veces las expresiones είς τά
προηγούμενα τώ ζωδίων (y la contraria) para referirse al movimiento en la eclíptica, en donde los
cuerpos se mueven de oeste a este, por lo que el movimiento hacia el este se describe como
‗hacia atrás‘ y el movimiento hacia el oeste como ‗hacia delante». Hemos optado por traducir ‗en
el sentido de los signos‘ (hacia el oeste) y ‗en el sentido contrario a los signos‘ (hacia el este),
para una más rápida comprensión del texto, pero hay que tener en cuenta que el uso de tales
expresiones no conlleva la utilización de coordenadas eclípticas.
14 Este es el modelo solar. Ptolomeo expone sus parámetros: la excentricidad de la órbita solar

es de 2 siendo 60 la unidad; la longitud del apogeo es de 65 1/2. También presenta la posición


que ocupa la estrella en un momento y lugar determinado, para poder calcular a partir de ahí
todos sus movimientos, algo que repetirá para las otras seis estrellas. Sobre el modelo solar,
véanse las pp. 27-29 de la introducción.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 72 Preparado por Patricio Barros


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Y con respecto a la esfera de la Luna imaginemos de nuevo un


círculo homocéntrico con la eclíptica que se mueve en su plano y en
torno a su mismo centro con velocidad constante, de oriente a
occidente, pero con un exceso de rotación en latitud igual al del Sol
en el mismo tiempo, de forma que en 37 años egipcios y en los
primeros 88 días completos efectúa aproximadamente dos vueltas al
zodíaco, pues en un cálculo exacto emplea un minuto más.
Supongamos que este círculo lleve otro círculo inclinado sobre él en
torno al mismo centro inmóvil y con una inclinación que abarca un
ángulo de cinco partes de aquellas de las que un ángulo recto
contiene 90. En el plano mencionado del círculo oblicuo
supongamos que hay un círculo excéntrico de forma que la recta
que va desde su centro respecto a la situada entre los centros de él
y del zodíaco tiene una relación de 60 a 12 l/2, y supongamos que el
centro del círculo excéntrico se mueve en torno al centro de la
eclíptica con velocidad constante de oriente a occidente desde el
límite norte, con un exceso en virtud del cual la rotación duplica la
distancia media del Sol de la rotación en latitud en el mismo tiempo
sobre el círculo del zodíaco, de manera que en 17 años egipcios más
348 días completos efectúa aproximadamente 203 vueltas en el
círculo oblicuo, aunque en un cálculo exacto le falta 0;2 partes de
un grado. Imaginemos que el centro del epiciclo se mueve de
occidente a oriente desde el apogeo del círculo excéntrico,
manteniendo continuamente su posición sobre éste y el doble de la
distancia media, es decir, los dos mencionados antes, de forma que
en 19 años egipcios y en los primeros 300 días completos ejecuta

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 73 Preparado por Patricio Barros


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490 vueltas en el círculo excéntrico aproximadamente, pues en un


cálculo exacto emplea 4 minutos más.
Por lo demás, en torno al mencionado centro del epiciclo que está en
el plano del círculo oblicuo y de la recta que pasa a través de ambos
centros, de él y de la eclíptica, [la Luna] 15 se mueve a velocidad
constante, manteniendo la recta los mismos signos del circulito que
llamamos apogeo y perigeo, de forma que la recta que va desde el
centro del círculo excéntrico tiene una relación con respecto a la del
centro del epiciclo de 60 a 6 l/3. Establezcamos que el centro de la
Luna vaya siempre a velocidad constante hacia occidente desde la
intersección del apogeo según el propio movimiento de anomalía de
forma que en 26 años egipcios y 99 días completos efectúa 347
vueltas sobre el epiciclo aproximadamente, ya que en un cálculo
exacto le falta 0;1º.
En el mismo primer año después de la muerte de Alejandro, en el
primer día del mes egipcio Tot, al mediodía en Alejandría, el límite
norte del círculo oblicuo dista del equinoccio de primavera en el
sentido de los signos del universo 230;19º; pero el centro del
epiciclo está a 261;32º del apogeo del círculo excéntrico, en el
sentido contrario a los signos del universo, y el centro de la Luna
dista del apogeo del epiciclo, en el sentido de los signos del
universo, 85;36º16.

15 Las expresiones que aparecen entre corchetes se han añadido con el fin de hacer más
inteligible el texto, o bien estaban incorporadas como tales adiciones en el manuscrito.
16 Véase el modelo lunar en las pp. 33-35 de la introducción. Obsérvese que uno de los

parámetros más difíciles de calcular, el radio del epiciclo, está dado en este y en los demás
modelos. La excentricidad de la órbita lunar es de 12 ½º, diferente a la que aparece en el

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 74 Preparado por Patricio Barros


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Con respecto a la esfera de Mercurio, piénsese un círculo homo-


céntrico a la eclíptica que se mueva en su plano y en torno al misino
centro, de occidente a oriente, igual que la esfera de las fijas, y que
este círculo transporte otro círculo inclinado con respecto a él, en
torno al mismo centro, inmóvil, conteniendo la inclinación de los
planos un ángulo de 1/6 parte de las que uno recto tiene 90. Y que
en el plano del círculo oblicuo exista un diámetro que pase por el
límite norte y por el sur; y sobre él, entre el centro del zodíaco y el
límite sur, tómense dos puntos cerca del centro del zodíaco y en
torno a su máximo apogeo muévase a velocidad constante el centro
del círculo excéntrico en el sentido de los signos del universo desde
el apogeo de la excéntrica con un exceso como el que sobrepasa la
rotación del Sol a la de las fijas en el mismo tiempo, de forma que
en 144 años egipcios más 37 días completos haga 144 vueltas
periódicas aproximadamente, pues en un cálculo exacto tarda 0;2º
más. Y en torno al lugar de máximo perigeo muévase el centro
constante del epiciclo en el sentido contrario a los signos del
universo, desde el apogeo de la excéntrica, manteniendo siempre,
sin embargo, la posición sobre el círculo excéntrico y un movimiento
igual al mencionado, de forma que en 144 años egipcios más 37
días completos haga 144 vueltas periódicas respecto a la excéntrica
aproximadamente, pues en un cálculo exacto tarda 0;2º más. Y que,
considerando que la línea que parte del centro del círculo excéntrico
tiene 60 partes, la que está entre el centro de la eclíptica y el

Almagesto (12;28 ó 12,466667). La inclinación del epiciclo se corresponde con la máxima


desviación lunar en latitud, 5º. Por último, el radio del epiciclo es de 6 l/3º, siendo 60 la unidad.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 75 Preparado por Patricio Barros


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máximo perigeo de los dos puntos tenga 3 de esas partes y 5 ½ la


que está entre el centro del zodíaco y el máximo apogeo de los dos
puntos, y 2 ½ la que está entre el punto del máximo apogeo y el
centro del círculo excéntrico. E imagínese también un circulito en
torno al centro de la esfera del epiciclo en el plano del círculo
oblicuo y que la recta que atraviesa ambos centros, el de éste y el
del máximo perigeo de los puntos en torno al cual se mueve a
velocidad constante, recorra siempre los mismos puntos del
circulito, los que llamamos apogeo y perigeo; e imaginemos otro
circulito homocéntrico con él, que se mueve en el mismo plano y en
torno al mismo centro con velocidad constante y que efectúa una
separación del apogeo en el sentido de la revolución del universo y
la misma rotación que la mencionada del centro del círculo
excéntrico o del epiciclo; y que este circulito transporte otro
inclinado con respecto a él y en torno al mismo centro, inmóvil,
abarcando su inclinación y ángulo de 6;30 de aquellas partes de las
que uno recto tiene 90 y que la línea que va del centro del círculo
excéntrico respecto a la que va desde el centro del circulito tenga
una relación de 60 a 22; 4 y sobre este circulito muévase la estrella
en torno a su centro con velocidad constante, efectuando un cambio
de posición del apogeo en sentido contrario a la revolución del
universo, y con una rotación igual tanto a la del centro del círculo
excéntrico como a la del epiciclo y a la de la anomalía de la estrella,
de forma que en 208 años egipcios y en los primeros 174 días
completos efectúe 865 vueltas con respecto al epiciclo oblicuo
aproximadamente, pues en un cálculo exacto tarda 0;4º más.

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Y a la vez, en el primer año después de la muerte de Alejandro, en el


primer día del mes egipcio Tot, al mediodía en Alejandría, el máximo
apogeo de la excentricidad distaba del equinoccio de primavera, en
el sentido contrario a los signos del universo, 185;24º, e igualmente
el límite norte estaba a 5;24º; y el centro del círculo excéntrico
distaba del apogeo de la excéntrica, en el sentido de los signos del
universo, 52;16º y el centro del epiciclo distaba del apogeo de la
excéntrica, en el sentido contrario a los signos del universo,
igualmente 42; 16º, y a la vez el límite norte del circulito oblicuo
distaba del apogeo del epiciclo, en el sentido de los signos del
universo, 132;16º, y la estrella distaba del límite norte del circulito
oblicuo, en el sentido contrario a los signos del universo, 346;41º17.
Con respecto a la estrella de Venus, imagínese otra vez un círculo
homocéntrico al círculo de la eclíptica, que se mueve en su plano y
en torno al mismo centro a velocidad constante de occidente a
oriente, lo mismo que la esfera de las fijas, y que este círculo
transporte otro círculo inclinado con respecto a él y en torno al
mismo centro inmóvil, y que la inclinación de los planos contenga
un ángulo de 1/6 parte de las que uno recto tiene 90. Y que en el
plano del círculo inclinado haya un diámetro que atraviese los
límites norte y sur, y sobre él, entre el centro de la eclíptica y el
límite norte, dos puntos que comprenden una recta igual a la que
hay entre el centro del zodíaco y el punto más próximo a él; y en
torno al punto de máximo perigeo un círculo excéntrico e inmóvil, y
que la recta que va desde su centro hasta la que está entre los

17 Véanse pp. 32-33 de la introducción y nota 26 infra.

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centros de éste y de la eclíptica tenga una relación de 60 a 1;18 y el


centro del epiciclo, que mantiene su posición siempre sobre el
círculo excéntrico, se mueve en torno al punto de máximo apogeo a
velocidad constante, en el sentido contrario a los signos del universo
y en torno al mencionado diámetro, excediendo lo que el movimiento
del Sol sobrepasa al de las fijas en el mismo tiempo. E imagínese de
nuevo, también en la esfera del epiciclo, un circulito en torno a su
centro en el plano del círculo oblicuo, y que la recta que va a través
de ambos centros, esto es, el suyo y el del punto de máximo apogeo
de los dos mencionados en torno al cual se mueve a velocidad
constante, comprenda los mismos puntos siempre sobre el circulito,
los que llamamos apogeo y perigeo; e imagínese también otro
circulito homocéntrico que es transportado en el mismo plano y en
torno al mismo centro a velocidad constante y que el apogeo se
mueva en la misma dirección que la revolución del universo y
ejecute el mismo recorrido que el mencionado del centro del epiciclo;
y que este circulito transporte otro inclinado con respecto a él y en
torno al mismo centro inmóvil cuya inclinación contenga un ángulo
de 3 partes de las que uno recto tiene 90; y que la línea que va
desde el centro del círculo excéntrico respecto a la que va desde el
centro del circulito tenga una relación de 60 a 43 1/6; y que en torno
al centro de este circulito se mueva la estrella a velocidad constante,
cambiando la posición del apogeo en dirección contraria a la
revolución del universo y en el mismo sentido que el epiciclo y la

18 Según el manuscrito árabe, pues en el texto griego no aparece; sin embargo, el valor que
aparece en el Almagesto es de 1/4 por lo que éste es el valor que hemos adoptado en el cuadro
de la nota 26 infra.

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estrella, de forma que en 35 años egipcios y los primeros 33 días


completos haga 57 vueltas periódicas aproximadamente, pues en un
cálculo exacto tarda 0;1º más.
Y en el primer año después de la muerte de Alejandro, en el primer
día del mes egipcio Tot, al mediodía en Alejandría, el punto de
máximo apogeo de la excéntrica dista del equinoccio de primavera,
en el sentido contrario a los signos del universo, 50;24º, y otro tanto
el límite norte; y el centro del epiciclo dista del apogeo de la
excéntrica, en sentido contrario a los signos del universo, 177;12º,
y, a su vez, el límite norte del circulito oblicuo dista del apogeo del
epiciclo, en el sentido de los signos del universo, 87;10º, y la estrella
dista del límite norte del circulito oblicuo, en el sentido contrario a
los signos del universo, 168;30º19.
Con respecto a la esfera de Marte, imagínese de la misma manera
un círculo homocéntrico a la eclíptica que es transportado en su
plano y en torno al mismo centro a velocidad constante, de
occidente a oriente, igual que la esfera de las fijas; y que este círculo
transporte otro círculo inclinado con respecto a él, pero con el
mismo centro inmóvil, y que la inclinación de los planos contenga
un ángulo dé 1 + 1/2 + 1/3 partes de las que uno recto tiene 90 20, y
que en el plano del círculo oblicuo haya un diámetro que vaya a
través de los límites norte y sur y sobre éste, entre el centro de la
eclíptica y el límite norte, dos puntos que comprenden una recta
igual a la que hay entre el centro de la eclíptica y el más próximo de

19 Sobre el modelo de Venus, véanse las pp. 30-31 de la introducción y la nota 26 infra.
20 Esto es, la inclinación es de 1;50º (1,8333...º), pero en el texto árabe aparece 4;50º
(4,8333...º).

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los dos puntos; y que en torno al punto de máximo perigeo haya un


círculo excéntrico e inmóvil y que la recta que va desde su centro
respecto a la que va entre este centro y el de la eclíptica tenga una
relación de 60 a 6; e imaginemos en torno al punto de máximo
apogeo, que se mueve a velocidad constante, el centro del epiciclo,
que mantiene siempre su posición sobre el círculo excéntrico en el
sentido contrario a los signos del universo y en torno al mencionado
diámetro con un exceso igual al de la rotación del Sol con respecto a
las rotaciones de las fijas y de la estrella en el mismo tiempo, de
forma que en 95 años egipcios y en los primeros 361 días completos
hace 51 vueltas periódicas aproximadamente, pues en un cálculo
exacto le faltan 0;3º. E imagínese de nuevo también en la esfera del
epiciclo un circulito en torno a su centro y en el plano del círculo
oblicuo, y que la recta que va a través de ambos centros, el de él y el
del punto de máximo apogeo de los dos mencionados, en torno al
cual es movido a velocidad constante, comprende siempre los
mismos puntos sobre el circulito, los que llamamos apogeo y
perigeo; y otro circulito homocéntrico con él transportado en el
mismo plano y en torno al mismo centro a velocidad constante y que
efectúa un cambio de posición del apogeo en sentido contrario a la
revolución del universo y el mismo recorrido que el mencionado del
centro del epiciclo; y que este circulito transporte otro inclinado con
respecto a él y en torno al mismo centro, inmóvil, cuya inclinación
contenga un ángulo de 1 + 1/2 + l/3 de aquellos de los que uno recto
tiene 90; y la recta que va desde el centro del círculo excéntrico
respecto a la que va desde el centro del circulito tiene una relación

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 80 Preparado por Patricio Barros


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de 60 a 39 l/2 y sobre este circulito muévase la estrella en torno a


su centro a velocidad constante efectuando un cambio de posición
del apogeo en sentido contrario a la revolución del universo, y con
un recorrido igual al del epiciclo y al de la estrella, esto es, al exceso
de la rotación del Sol con respecto al de las fijas en el mismo
tiempo.
En el primer año después de la muerte de Alejandro, y en el primer
día del mes egipcio Tot al mediodía en Alejandría el punto de
máximo apogeo de la excéntrica distaba del equinoccio de
primavera, en el sentido contrario a los signos del universo 110;44º
y otro tanto el límite norte, y el centro del epiciclo distaba del apogeo
de la excéntrica, en el sentido contrario a los signos del universo,
356;20º y a su vez el límite norte del circulito oblicuo distaba del
apogeo del epiciclo, en el sentido de los signos del universo,
176;20º, y la estrella distaba del límite norte del círculo oblicuo, en
el sentido contrario a los signos del universo, 296; 46º21.
Por lo que respecta a la esfera de Júpiter, imagínese un círculo
homocéntrico a la eclíptica, transportado en su plano y en torno al
mismo centro con velocidad constante de occidente a oriente, igual
al de la esfera de las fijas y que este círculo transporte otro
inclinado con respecto a él y en torno al mismo centro, inmóvil, y
que la inclinación de los planos contenga un ángulo de 1 l/2 partes
de aquellas de las que 90 forman uno recto; y en el plano del círculo

21Con relación al modelo de Marte y sus parámetros, véanse las pp. ......de la introducción y la
nota 26 infra. Hay que señalar que en estas cifras hay de nuevo discrepancias, según el texto
árabe, el apogeo de la excéntrica distaba del equinoccio de primavera en la fecha indicada
110;54º (110,9º) y el centro del epiciclo distaba del apogeo de la excéntrica 350;7º (356,11667º).

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oblicuo, imagínese una recta desde el centro del zodíaco hasta un


punto que precede 20º al límite norte, y en esta recta sitúense dos
puntos que comprenden una recta igual a la que hay entre el centro
de la eclíptica y el más próximo de los dos puntos; y en torno al
punto de máximo perigeo de los dos puntos imagínese un círculo
excéntrico e inmóvil, y la recta que va desde su centro respecto a la
que va entre su centro y el del zodíaco tiene una relación de 60 a 2 +
l/ + 1/ 22 y en torno al punto de máximo apogeo muévase a
2 4

velocidad constante el centro del epiciclo manteniendo su posición


siempre sobre el círculo excéntrico mencionado, en el sentido
contrario a los signos del universo, y en torno al mencionado
diámetro con un exceso igual al de la rotación del Sol con respecto a
las rotaciones de las fijas y de la estrella en igual tiempo, de forma
que en 213 años egipcios y en los primeros 238 días completos hace
18 vueltas periódicas aproximadamente, pues en un cálculo exacto
tarda 0;1º más. Y, a su vez, en la esfera del epiciclo imagínese un
circulito en torno al centro de dicha esfera, en el plano del círculo
oblicuo, y una recta que va a través de ambos centros, el de él y el
del punto de máximo apogeo de los dos mencionados, en torno al
cual es movida a velocidad constante, y que comprende siempre los
mismos puntos sobre el circulito, los que llamamos apogeo y
perigeo, y otro circulito homo- céntrico con respecto a él que es
transportado en el mismo plano y en torno al mismo centro a
velocidad constante y que efectúa un cambio de posición del apogeo
en el mismo sentido que la revolución del universo y una rotación

22 Esto es, 2 + 3/4 ó 2,75. Véase nota 26 infra.

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igual a la mencionada del centro del epiciclo; e imagínese que este


circulito transporte otro inclinado con respecto a él y en torno al
mismo centro inmóvil, y cuya inclinación contenga un ángulo de 1
1/ partes de aquellas de las que uno recto tiene 90; y que la recta
2

que va desde el centro del círculo excéntrico respecto a la que va


desde el centro del circulito tenga una relación de 60 a 11 ½. Y sobre
este circulito muévase la estrella en torno a su centro a velocidad
constante, efectuando un cambio de posición del apogeo, en sentido
contrario a la revolución del universo y una rotación igual a la del
epiciclo y a la de la estrella, lo que equivale a su vez a un exceso
igual al de la rotación del Sol con respecto a la de las fijas en el
mismo tiempo23.
En el primer año después de la muerte de Alejandro y en el primer
día del mes egipcio Tot al mediodía en Alejandría, el punto de
máximo apogeo de la excéntrica distaba del equinoccio de
primavera, en el sentido de los signos del universo, 156;24º, el
centro del epiciclo distaba del apogeo de la excéntrica, en el sentido
contrario a los signos del universo, 292;43º; y, a la vez, el límite
norte del círculo oblicuo distaba del apogeo, en el sentido contrario
a los signos del universo, 92;43º, y la estrella distaba del límite
norte del circulito oblicuo, en el sentido contrario a los signos del
universo, 231;31º24.

23 Véanse pp. 31-32 de la introducción y nota 26 infra.


24 El texto árabe afirma que el punto de máximo apogeo de la excéntrica se halla a 176;24º
(176,4º) del equinoccio de primavera, el centro del epiciclo a 292;23º (292,38333º del apogeo de
la excéntrica y la estrella a 231;16º (231,26667º) del límite norte del circulito oblicuo.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 83 Preparado por Patricio Barros


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Por lo que se refiere a la esfera de Saturno, imagínese un círculo


homocéntrico con la eclíptica transportado en su plano y en torno al
mismo centro a velocidad constante de occidente a oriente, igual
que la esfera de las fijas, y que este círculo transporte otro inclinado
con respecto a él y en torno al mismo centro inmóvil, y que la
inclinación de los planos contenga un ángulo de 2 ½ de aquellos de
los que 90 forman uno recto. Y en el plano del círculo oblicuo
imagínese una recta desde el centro de la eclíptica hasta el punto
que queda 40º hacia atrás desde el límite norte 25 y que en ella
existan dos puntos que comprenden una recta igual a la que hay
entre el centro de la eclíptica y el más cercano de los dos puntos; y
en torno al punto de máximo perigeo de los dos puntos imagínese
un círculo excéntrico e inmóvil, y que la recta que va desde su
centro respecto a la que va entre su centro y el de la eclíptica tenga
una relación de 60 a 3; y en torno al punto de máximo apogeo
muévase a velocidad constante el centro del epiciclo manteniendo
siempre la posición sobre el mencionado círculo excéntrico, en el
sentido contrario a los signos del universo, y en torno al
mencionado diámetro, con un exceso igual al que tiene la rotación
del Sol con respecto a la de las fijas y la estrella en el mismo tiempo,
de forma que en 117 años egipcios más los 330 días completos
efectúa cuatro vueltas aproximadamente, pues en un cálculo exacto
emplea 0;1º más.
Y, a su vez, en el epiciclo de la esfera, imagínese un circulito en
torno a su centro y en el plano del círculo oblicuo, y además una

25 Así, pues, Ptolomeo sitúa la parte alta del deferente 10º más al este que en el Almagesto.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 84 Preparado por Patricio Barros


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recta que une su centro y el punto de máximo apogeo, en torno al


cual se mueve a velocidad constante y que comprende los mismos
puntos siempre sobre el circulito, los que llamamos apogeo y
perigeo; e imagínese otro circulito homocéntrico transportado con él
en el mismo plano y en torno al mismo centro a velocidad constante,
efectuando un cambio de posición del apogeo en el mismo sentido
que la revolución del universo y una rotación igual a la del centro
del epiciclo; y que este circulito transporte otro inclinado con
respecto a él y en torno al mismo centro, inmóvil, cuya inclinación
contenga un ángulo de 2 ½º de aquellos de los que 90 forman uno
recto; y que la recta que va desde el centro del círculo excéntrico
respecto a la que va desde el centro del circulito tenga una relación
de 60 a 6 1/2; y sobre este circulito y en torno a su centro muévase
la estrella a velocidad constante, efectuando desde el apogeo un
cambio de posición en sentido contrario a la revolución del universo
y una rotación igual a la de ambas, a la del epiciclo y a la de la
estrella, es decir, excediendo de nuevo lo mismo que sobrepasa la
revolución del Sol a la de las fijas en el mismo tiempo.
En el primer año después de la muerte de Alejandro, en el primer
día del mes egipcio Tot, a mediodía en Alejandría, el punto de
máximo apogeo de la excéntrica distaba del equinoccio de
primavera, en el sentido contrario a los signos del universo,
228;24º; el centro del epiciclo distaba del apogeo de la excéntrica,
en el sentido contrario a los signos del universo, 210;38º; y, a su
vez, el límite norte del circulito oblicuo distaba del apogeo, en el
sentido contrario a los signos del universo, 70;38º, y la estrella

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 85 Preparado por Patricio Barros


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distaba del límite norte del circulito oblicuo, en el sentido contrario


a los signos del universo, 219;16.26

26 A continuación exponemos de forma conjunta algunos de los parámetros de los cinco


planetas.
e = excentricidad
id = inclinación del deferente con respecto a la eclíptica
r = radio del epiciclo (siendo 60 la unidad)
ie = inclinación del epiciclo con respecto al deferente
rc = radio del circulito
P = período trópico

e id r ie*** rc P
Mercurio 60 a 3 1/6º 22,3 6,30º 2 ½º 1 año tróp.
Venus 60 a ¼ * 1/6º 43 1/6º 3,30º 1 año tróp.
Marte 60 a 6 1 ½ 1/3º 39 1/2 1 ½ 1/3º 686,98039 d.
Júpiter 60 a 2 3/4, 1 ½º 11 ½º 1 ½º 4332,3889 d.
(11,86... años)
Saturno 60 a 3 ** 2 1/3º 6 ½º 2 ½º 10.758 d.
(29,45... años)
* Véase nota 16 supra.
** 60 a 3;25 en el Almagesto.
*** Obsérvese que en el caso de los planetas superiores L = i d. También hay que señalar que, al
contrario de lo que sucedía en el Almagesto, la inclinación del epiciclo con respecto al deferente
ya no oscila en el caso de Mercurio y Venus, simplicándose notablemente la teoría de las
latitudes.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 86 Preparado por Patricio Barros


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Libro Primero:
Parte II27

Estas son las formas de los planetas en sus esferas. Como hemos
dicho, la causa por la que aparecen anomalías en los movimientos
celestes no se basa en las estrellas fijas; lo que sucede es que esta
esfera se mueve de forma similar al movimiento universal, cuya
naturaleza debe ser simple, que no se mezcle con nada y que en
modo alguno reciba situaciones contrarias. Todos los planetas que
se encuentran afectados por este movimiento [el movimiento
universal] se mueven con él de este a oeste y a los lados, es decir, de
delante hacia atrás, a la derecha y al norte, que son las direcciones
del movimiento local. El movimiento local es el primero de todos los
movimientos y cosas cuya naturaleza es eterna, únicamente allí se
encuentra este movimiento; es la causa de las alteraciones y
contradicciones cualitativas y cuantitativas existentes en las cosas
que no son eternas y origina cambios que no se producen del mismo
modo en las cosas eternas, tal como nos parece en apariencia, pues
se producen en su propio ser y en su sustancia 28.
Respecto al Sol pensamos que tiene una sola anomalía que se
aprecia en su movimiento en la eclíptica, porque no existe nada más
fuerte que el Sol en todo cuanto se mueve y le dé otra anomalía en
su trayectoria. Los restantes planetas tienen dos tipos de
anomalías: la primera, similar a la que hemos citado según su

27 Aquí comienza la parte de las Hipótesis de los planetas descubierta por Goldstein (véanse pp.
15-17 de la introducción).
28 Obsérvese cómo aquí la exposición, de los movimientos planetarios atiende a características

físicas en vez de matemáticas, al contrario de lo que sucedía en la parte primera del libro I.

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posición en la eclíptica, y la segunda, según su retorno al Sol. Cada


uno de los planetas tiene un movimiento voluntario y un
movimiento al que está obligado. El movimiento [de los planetas] se
da en las dos direcciones [Norte y Sur] con respecto a la esfera de
las estrellas-fijas y con relación a la del Sol, también con la forma
sencilla de la inclinación de la eclíptica con respecto al ecuador.
En la Luna se dan dos variedades [de movimiento]: la primera, que
ya hemos citado, y la segunda, que es la inclinación de su órbita
respecto a la eclíptica. Los cinco planetas tienen tres tipos [de
movimientos] y éste es el mayor número de anomalías que se
pueden presentar; dos de ellos los hemos citado y el tercero es
debido a la inclinación del deferente, que gira alrededor de la Tierra,
con respecto al epiciclo. La característica de estos epiciclos es
similar a la de los restantes deferentes en todas sus situaciones.
Pero se puede imaginar que entre unos y otros existen anomalías,
pues los epiciclos no giran alrededor de la Tierra, ya que ésta se
encuentra fuera de ellos. Por esa causa se transforman los
deferentes, pudiéndose pensar que se mueven y se trasladan en dos
direcciones opuestas, mientras que el movimiento de estas esferas
epicíclicas se da en planos paralelos a la eclíptica. La inclinación
[del epiciclo con respecto al deferente] es fija, como lo es la de la
eclíptica respecto al plano del ecuador 29.
Si llamamos apogeo a la intersección de [la eclíptica con] la parte de
arriba de un meridiano de la Tierra y al de debajo de la Tierra lo

29Ptolomeo incide de nuevo en cuestiones que constituyen una innovación de las Hipótesis con
respecto al Almagesto y una mejora y simplificación de la teoría de las latitudes. Por un lado, la
inclinación del deferente es fija, no oscila, ni tampoco lo hacen los epiciclos con respecto al
deferente; además, ahora los planos de los epiciclos son paralelos al plano de la eclíptica.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 88 Preparado por Patricio Barros


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denominamos perigeo, entonces la distancia del horizonte, en


ambas direcciones, es la distancia media. La inclinación de la
eclíptica es una en sí misma y no cambia. El movimiento de esta
esfera inclinada respecto al ecuador tiene lugar en torno a sus
polos. El límite norte de esta esfera es el solsticio de verano, que
unas veces está en la intersección análoga al apogeo, otras en el
perigeo, otras al este y otras al oeste. De igual forma, el límite sur es
el solsticio de invierno. El punto vernal es análogo al nodo
ascendente, que también puede estar en la intersección del apogeo,
otras veces en la del perigeo, al este o al oeste. Lo mismo sucede al
punto otoñal, que es análogo al nodo descendente. De la misma
forma nos podemos imaginar cada una de las condiciones de la
esfera inclinada que rodea la Tierra. Por lo que se refiere a la esfera
de la Luna, tiene características semejantes a las mencionadas,
similar a lo que sucede con las esferas excéntricas que se inclinan
con respecto a los epiciclos30.
Cuando queramos desviarnos del primer tipo [de inclinación] al
segundo que le sigue sólo necesitaremos sustituir el ecuador por la
eclíptica y la eclíptica por el deferente. En el tercer tipo de incli-
.nación que se produce fuera de la Tierra, el ecuador es similar al
epiciclo fijo, y la eclíptica, similar al deferente. El movimiento varía
de la forma que describiré.
Vemos que las esferas que rodean la Tierra, en las que se mueven el
Sol, el centro del epiciclo, la Luna o los planetas, retornan según
sus períodos. Los epiciclos efectúan la misma vuelta que los centros

30 Véase, por ejemplo, la figura 3 de la introducción

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 89 Preparado por Patricio Barros


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de las esferas epicíclicas, no según el planeta que se mueve sobre


ellas; ésta es la manera en que se mueve cada una de las esferas.
La ordenación de unas [esferas] con respecto a otras ha suscitado
dudas hasta ahora. La esfera de la Luna es la más cercana a la
Tierra; la esfera de Mercurio está más cercana a la Tierra que la de
Venus, Venus más cerca que Marte, Marte más que Júpiter, éste
más que Saturno y Saturno más que la esfera de las estrellas fijas.
Al observar la trayectoria de los planetas parece evidente que unas
esferas están más próximas a la Tierra y otras más alejadas, según
una línea recta que salga del ojo. Las esferas de los cinco planetas
pueden estar más elevadas que la esfera del Sol, o encima de la
esfera de la Luna, o bien que se hallen debajo de la esfera del Sol, o
bien que unas estén más elevadas y otras más bajas, y de esta
cuestión no podemos hablar con certeza 31.
Precisar las distancias de los cinco planetas no es igual de fácil que
conocer las distancias de las dos luminarias, porque las distancias
de éstas se determinan por las precisiones de las combinaciones de
los eclipses. Por lo que respecta a los cinco planetas, no se puede
argumentar de la misma forma, ya que no se produce ningún
fenómeno que permita fijar las pruebas de la paralaje; no hemos

31 En un principio parece que Ptolomeo va a tomar la misma actitud con respecto al orden de
los planetas que en el Almagesto: «Por lo que se refiere a las esferas de Venus y Mercurio,
vemos que los astrónomos más antiguos las colocan por debajo de la del Sol, pero que otros
después de ellos las sitúan por encima, debido a que el Sol nunca ha sido oscurecido por ellas
[Venus y Mercurio]. Para nosotros, sin embargo, ese criterio parece tener un elemento de
incertidumbre, ya que es posible que algunos planetas puedan estar de hecho por debajo del
Sol, sin estar siempre, sin embargo, en uno de los planos que hay entre el Sol y nuestro
observador, sino en otro y, por consiguiente, podría no vérseles pasar por delante de él, igual
que en el caso de la Luna, cuando pasa bajo [el Sol] en la conjunción, no produciéndose
oscuradón en la mayoría de los casos» (Almagesto, IX, 1). Pero a continuación Ptolomeo aduce
nuevas razones para optar por el orden que adopta (véase nota 34 infra).

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 90 Preparado por Patricio Barros


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visto, antes de este tiempo, una ocultación del Sol [por alguno de los
planetas], y por esta causa el hombre puede imaginar que las
esferas de los cinco planetas están más elevadas que la esfera del
Sol. A quien desee conocer la verdad no le queda claro cuanto
hemos dicho primeramente, porque al ocultar un cuerpo pequeño
[el planeta] al grande [el Sol], no es perceptible tal ocultación por lo
poco que oculta y la situación del resto del cuerpo solar que
permanece expuesto. Cuando se produce un eclipse solar, y la Luna
oculta una parte del Sol igual o mayor al diámetro de uno de los
planetas, entonces el eclipse no es perceptible. Además, sólo se
produce tal fenómeno en largos períodos de tiempo, y se da al estar
el apogeo y perigeo del epiciclo más próximo al Sol; pero [el planeta]
se encuentra en el plano de la eclíptica dos veces en cada órbita del
epiciclo, al trasladarse de norte a sur y de sur a norte. Cuando el
centro del epiciclo está en uno de los nodos, y el planeta también
está en este nodo, entonces el planeta está en el apogeo o en el
perigeo, y puede suceder que el planeta oculte [parte del Sol]. De
acuerdo con los que describen las observaciones y las examinan
cuidadosamente, transcurre mucho tiempo antes de que finalice la
vuelta de estos dos, es decir, la vuelta del epiciclo y la vuelta de los
planetas, y se produzcan conjunciones por encima de la Tierra. Con
esta condición está claro que no se puede emitir un juicio cierto
para los dos planetas, ni siquiera para los planetas en los que se
está de acuerdo que se hallan por encima de la esfera del Sol, es
decir, Marte, Júpiter y Saturno.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 91 Preparado por Patricio Barros


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Comencemos por investigar la proporción de las distancias menores


a las mayores, de lo que podremos deducir la ordenación de las
esferas, Decidiremos establecer la esfera de cada uno de los
planetas entre la distancia más lejana de la esfera más próxima a la
Tierra y la distancia más próxima de la esfera que está más alejada
[de la Tierra], Nosotros sabemos que solamente la esfera de
Mercurio y Venus están bajo la esfera del Sol, y las otras no lo
están. Ya hemos explicado en el Kitáb al-Sitaksis [Almagesto] que la
menor distancia de la Luna es treinta y tres veces el radio de la
Tierra, y que su mayor distancia es de sesenta y cuatro radios en
términos generales y adoptando los datos que se acerquen más a las
cifras exactas32.
La distancia menor del Sol es de mil ciento sesenta radios y su
distancia mayor es de mil doscientos sesenta radios. La proporción
de la distancia menor de Mercurio a su distancia mayor es de 34 a
88, aproximadamente; queda claro que, al comparar la distancia
mayor de la Luna y la distancia menor de Mercurio, se obtiene como
resultado que la distancia mayor de Mercurio es de 166 radios
terrestres y que la distancia menor es de 64. La relación entre la
distancia menor de Venus y la mayor es de 16 a 104,
aproximadamente. Claramente se puede deducir que, al comparar la
distancia mayor de Mercurio con la distancia menor de Venus,
resulta que la distancia mayor de Venus es de 1.079 radios y que la
distancia menor es de 166. Como hemos dicho, la distancia menor
del Sol es 1.160, por lo que la medida de estas dos distancias es

32 Todas las distancias están dadas en radios terrestres. (Véanse las pp. 36-40 de la
introducción.)

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 92 Preparado por Patricio Barros


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diferente, pero obtenemos inevitablemente esas distancias, pues


estas dos esferas citadas se deben encontrar más cerca de la Tierra
que las otras dos, al situarse entre la esfera de la Luna y la del Sol,
circunstancia que no se da en las restantes esferas. No es posible
situar entre la distancia mayor de Venus y la distancia menor del
Sol la esfera de Marte, que es, de las restantes, la más próxima a la
Tierra y cuya relación de su distancia mayor a su distancia menor
es de 7 a 1 aproximadamente. Por otro lado, sucede que siempre
que aumentamos la distancia de la Luna tiene que disminuir la del
Sol, y viceversa. Si aumentamos la distancia de la Luna
[ligeramente], disminuirá la distancia del Sol, y así se corresponderá
con la distancia mayor de Venus 33. En relación con todo lo anterior
se puede afirmar que, como hemos mencionado, el orden de las
esferas de los planetas no está sólo en la proporción de sus
distancias, sino también en la diferencia de sus movimientos. Lo
primero que hay que tener en cuenta es que cuanto más alejado
esté de la hipótesis del Sol, que está en el medio desde todos los
puntos de vista, más alejada [debe estar la esfera] del Sol. La esfera
de Mercurio es adyacente a la esfera de la Luna, ambas esferas son
excéntricas y sus centros se mueven según el movimiento del
universo, en contraste con el movimiento de [los centros de] sus
epiciclos, sucediendo que el centro de estos epiciclos se halla en el
apogeo y en el perigeo dos veces en cada rotación. Las esferas más
cercanas a la atmósfera se mueven con muchas clases de

33Ptolomeo intenta encajar la esfera de Marte entre la de Venus y la del Sol, pero le falta sitio,
ante lo cual opta por disminuir la distancia del Sol y aumentar la de la Luna. Sin embargo,
Ptolomeo no cuantifica estas disminuciones y aumentos. Sobre las discrepancias de las cifras
en las esferas de Venus y el Sol, véanse las pp. 36-38 de la introducción.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 93 Preparado por Patricio Barros


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movimientos y en esto se asemejan a la naturaleza del elemento


adyacente a ellas. La esfera más cercana al movimiento universal es
la esfera de las estrellas fijas, que se mueve con un movimiento
simple similar al movimiento de un cuerpo firme, cuya rotación
continuará siempre así por sí misma 34.
La magnitud de los restantes planetas35, según la clase de conexión
de sus esferas, se determina de forma análoga, según la cual la
menor distancia de la esfera más lejana a la Tierra es igual a la
distancia mayor de la esfera más cercana a la Tierra. La relación
que damos a la mayor y la menor distancia de Marte es de 7 a 1.
Cuando confrontamos su menor distancia y la distancia mayor del
Sol, entonces nos encontramos con que su mayor distancia es de
8.820 radios y su menor distancia es de 1.260. La distancia menor
de Júpiter está en relación a su distancia mayor en la proporción de
23 a 37. Cuando establecemos su distancia menor, que es la
distancia mayor de Marte, ésta es de 8.820 radios y su distancia
mayor es de 14.187. De igual forma, la relación de la distancia
menor de Saturno con respecto a su distancia mayor es de 5 a 7. Al
comparar la distancia menor de Saturno y la distancia mayor de
Júpiter, resulta que la distancia mayor de Saturno, adyacente a la

34 Ptolomeo añade una nueva razón en favor del orden de los planetas por él adoptado (véase
nota 31 supra): los modelos de Mercurio y la Luna tienen más movimientos que los de los otros
planetas (véanse las pp. 29-30 y 36 de la introducción). Obsérvese que cuando Ptolomeo dice
que «las esferas más cercanas a la atmósfera se mueven con muchas clases de movimientos y
en esto se asemejan a la naturaleza del elemento adyacente a ellas» (el subrayado es nuestro),
esto es, a la atmósfera o al aire, parece estar olvidando la tradicional distinción aristotélica
entre mundo sublunar y supralunar (éste es uno de los aspectos en los que se pueden apreciar
influjos ajenos al aristotelismo en Ptolomeo, seguramente estoicos). Además, nótese cómo
utiliza como razón que inclina la balanza en favor de este orden de los planetas motivos en
absoluto matemáticos (véanse pp. 35-36 de la introducción).
35 En realidad, en el manuscrito del Museo Británico dice ‗de las otras fijas‘, pero está claro que

debe ser un error, seguramente del copista.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 94 Preparado por Patricio Barros


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esfera de las estrellas fijas, es de 19.885 y su distancia menor es de


14.187 radios.
En resumen, cuando se toma como unidad el radio de la superficie
esférica que rodea la Tierra y el agua, el radio de la esfera que rodea
el aire y el fuego es de 33, el radio de la superficie que rodea a la
Luna es de 64, el radio de la de Mercurio es 166, el de la de Venus
es 1.079, el radio de la del Sol es 1.260, el radio de la esfera de
Marte es 8.820, el radio de la esfera de Júpiter es 14.187 y el radio
de la esfera de Saturno es 19.865 36.
El radio de la superficie que rodea la Tierra y el agua es de dos
miríadas de estadios y medio y un tercio y una parte de treinta
miríadas de estadios y la circunferencia de la Tierra es de 18
miríadas de estadios37.
El límite que separa lo que hay entre la ‗esfera del fuego‘ y la esfera
de la Luna está a una distancia de 94 miríadas de estadios y un
medio y un décimo de miríadas de estadios. El límite que separa la
esfera lunar de la esfera de Mercurio está a 183 miríadas de
estadios y un tercio y un décimo y una parte de treinta miríadas de
estadios. El límite entre la esfera de Mercurio y la de Venus está a
475 miríadas de estadios y un medio y un tercio y una parte de

36 Sobre las distancias y radios planetarios, véanse las pp. 36 a 40 y los cuadros I y II de la
introducción.
37 Puesto que una miríada de estadios son 10.000 estadios, la longitud de la circunferencia

terrestre es de 180.000 estadios y su radio 28.666,667 estadios (2,-52 miríadas de estadios o 2


+ 1/2 + 1/3 + 1/30 miriadas de estadios). Incidentalmente esto nos permite apreciar que el
valor de π usado por Ptolomeo es corto, ya que

π = long. circ./2r = 180.000/2 × 28666,667 = 3,1395348.

Sobre el valor atribuido a los estadios y las dimensiones del cosmos ptolemaico, véanse las pp.
39-41 y el cuadro II de la introducción.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 95 Preparado por Patricio Barros


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treinta miríadas de estadios. El límite de la distancia que separa la


esfera de Venus y la del Sol es de 3.093 miríadas de estadios y un
décimo de miríada y una parte de treinta miríadas de estadios. La
distancia que separa la esfera del Sol y la de Marte es de 3.612
miríadas. El límite que separa la esfera de Marte y la de Júpiter está
a dos miríadas [de] miríada y 5.284 miríadas de estadios. El límite
de la esfera de Júpiter y la de Saturno es de cuatro miríadas de
‗miríadas‘ y 4.769 y un tercio y una parte de treinta miríadas de
estadios38. La distancia de Saturno y la esfera de las estrellas fijas
es de 5 miríadas ‗miríadas‘ y 6.946 y un tercio de una miríada de
estadio.
Si la cuestión [el Universo] se configura según hemos dicho, no hay
espacio entre las distancias mayores y menores [de las esferas
adyacentes], y las superficies que separan una esfera de otra no
difieren de las cantidades [ya mencionadas]. Esta es la más
plausible de las configuraciones, porque no se puede concebir que
en la naturaleza exista un vacío o cosas sin sentido o inútiles. Las
distancias de las esferas que hemos citado están de acuerdo con lo
que hemos argumentado anteriormente. Pero si hubiera espacio o
vacío entre las esferas, entonces está claro que las distancias no
serían menores que las que hemos mencionado.

38 Como se puede apreciar, existe una discrepancia entre las miríadas de estadios a las que se
encuentra el límite de la esfera de Júpiter con la de Saturno. Según el texto, es de 44.769;22 ó
44.769,367 miríadas de estadios. Pero la cifra obtenible por la simple multiplicación de la
cantidad de radios terrestres que tiene la esfera de Júpiter por el número de estadios o
miríadas de estadios del radio terrestre es otra, 40.669,4 miríadas de estadios. No hemos
encontrado manera de enmendar la cifra de 4476;22 que aparece corrupta en el manuscrito
(tampoco Goldstein, loc. cit., pp. 8 y 11). Sobre las distancias planetarias, véanse pp. 36-41 de
la introducción.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 96 Preparado por Patricio Barros


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A veces es posible medir la relación existente entre los diámetros de


unos y otros cuerpos estelares. Para determinar estos tamaños se
precisan los diámetros aparentes [de los planetas], los modelos para
sus movimientos y la escala de estos movimientos, que se conoce
por medio de las distancias ya mencionadas. Todo ello es posible
cuando el hombre sigue este método que paso a describir.
Ibn Jass39 dice que el diámetro aparente del Sol se considera que es
treinta veces el diámetro de la más pequeña de las estrellas, y que el
diámetro aparente de la más grande de las estrellas, Venus, es,
aproximadamente, un décimo del diámetro aparente [del Sol]. Los
diámetros que hemos visto no traicionan en absoluto la disposición
de sus auténticos diámetros de forma perceptible. En esta
exposición Hiparco dice que determinó el valor mínimo de los
cuerpos estelares, empleando para ello una distancia común, en
relación con la cual la Tierra es un punto. Hiparco no cita a qué
distancia de Venus se toma el valor [del diámetro] que hemos citado;
nosotros lo consideramos como la distancia media de todas las
distancias al observar sus diámetros y medirlos, teniendo en cuenta
sus valores tomados en el apogeo y en el perigeo, cuando lo ocultan
los rayos del Sol y lo perjudican. Encontramos que el diámetro
[aparente] de Venus es la décima parte del diámetro del Sol, como
dijo Hiparco; el diámetro de Júpiter es 1/12 del diámetro solar, el de
Mercurio es 1/15, el de Saturno 1/18 del diámetro del Sol; el

39 Hiparco. Lo único que nos ha quedado de las obras de este astrónomo (siglo II a. n. e.) es un
fragmento de su Comentario al Poema de Arato. No obstante, Ptolomeo se debe referir aquí a
una obra denominada Sobre los tamaños y distancias. Papo (hacia 320), Teón de Esmirna (siglo
II) y Calcidio (300 a 350) citan la misma obra de Hiparco, según la cual el Sol tiene 1.880 veces
el tamaño de la Tierra y ésta 27 veces el de la Luna.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 97 Preparado por Patricio Barros


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diámetro de Marte y los diámetros de las estrellas de primera


magnitud, es decir, las [estrellas] fijas, es 1/20 del diámetro del Sol.
El diámetro de la Luna cuando se encuentra en la distancia media
en su esfera y la distancia media de la esfera excéntrica es igual a 1
1/3 veces el diámetro del Sol. Pero si todos los diámetros abarcan
un mismo ángulo aparente cuando se encuentran en sus distancias
medias, la razón de un diámetro con respecto a otro es igual a la
razón de sus distancias medias, porque la razón de las
circunferencias de los círculos, como la de los arcos semejantes
entre sí, es igual a la razón de sus radios. En la medida en que el
diámetro del Sol es 1.210, el diámetro de la Luna es 48, el diámetro
de Mercurio es 115, el de Venus es 622 y 1/2, el de Marte es 5.040,
el de Júpiter es 11.504, el de Saturno es 17.026, el diámetro de las
estrellas fijas que son de primera magnitud, si fuera adyacente a la
más lejana distancia de Saturno, sería de 19.865 o,
aproximadamente, 20.000 40. Pero sus diámetros no subtienden los
mismos ángulos que el diámetro del Sol, ya que el diámetro de la
Luna subtiende un ángulo que es 1 Y3 veces el del Sol y los
diámetros de los planetas subtienden las fracciones de estos
ángulos que ya hemos citado. Está claro que en 1a- medida en que
el diámetro del Sol es 1.210, el diámetro de la Luna es 64, porque es
1 y 1/3 veces de 48; el diámetro de Mercurio es 8, porque es 1/15
de 115, aproximadamente; el diámetro de Venus es 62, porque es
1/12 de 622 1/2; el diámetro de Marte es 252, que es 1/20 de
5.040; el diámetro de Júpiter es 959, porque es 1/12 de 11.504; el

40 Véanse las columnas 1 y 2 del cuadro III de la introducción.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 98 Preparado por Patricio Barros


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diámetro de Saturno es 946, que es, aproximadamente, 1/18 de


17.026; el diámetro de las estrellas fijas de primera magnitud es
1.000, que es 1/20 de 20,000, y no son más pequeñas de 1.000 41.
Ya hemos explicado en el Kitáb al-Sitaksls [Almagesto] que el
diámetro del Sol es de 5 y 1/2 en la medida en que el diámetro de la
Tierra es 1; este 5 1/2 es a 1.210 como una parte a 220. Si nosotros
tomamos esta medida de las cantidades que hemos citado
[previamente], nos encontramos que si el diámetro de la Tierra es 1,
entonces el diámetro de la Luna es de 1/4 y 1/24 de aquel 1; el
diámetro de Mercurio es 1/27, el de Venus es 1/4 y 1/20, el del Sol
es 5 y 1/2, el de Marte es 1 y 1/7, el de Júpiter es 4 1/3 y 1/20 y
los diámetros de las estrellas fijas de primera magnitud es 4 1/2 y
1/2042.
En la medida en que el volumen de la Tierra es 1, el volumen de la
Luna es 1/40, el volumen de Mercurio es 1/19.683, el de Marte es 1
y 1/2, el de Júpiter es 82 y 1/2 y 1/4 y 1/20, el de Saturno es 79 y
1/2 y el volumen de las estrellas fijas de primera magnitud
es94yl/6yl/8. Según lo que hemos descrito, el volumen del Sol es el
mayor de todos los cuerpos en el universo, seguido de las estrellas
fijas de primera magnitud; en este orden, el tercero es Júpiter, el
cuarto Saturno, el quinto Marte, el sexto la Tierra, el séptimo es
Venus, el octavo la Luna y el último es Mercurio 43.

41 Véase la columna 3 del cuadro III de la introducción.


42 En la columna 4 del cuadro III de la introducción aparecen los diámetros de los astros
expresados en nuestro sistema métrico decimal y en la columna 5, los diámetros reales
estimados en la actualidad, siendo el diámetro terrestre la unidad. Nótese que las estimaciones
de Ptolomeo caen muy por debajo de las actuales, como era de esperar.
43 Estos volúmenes aparecen expresados en el sistema decimal en la columna 6 del cuadro III

de la introducción. Tampoco Ptolomeo estuvo muy atinado en su apreciación de los volúmenes

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 99 Preparado por Patricio Barros


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Por segunda vez decimos aquí que si todas las distancias están de
acuerdo con los valores citados, entonces los volúmenes de sus
cuerpos están también de acuerdo con lo que hemos dicho. Si sus
distancias son más grandes que las que hemos descrito, entonces
estas dimensiones son los valores mínimos [posibles]. Si sus
distancias son las que hemos definido, entonces Mercurio, Venus y
Marte exhiben paralaje. Marte, cuando está en el perigeo, tiene una
paralaje similar a la del Sol cuando está en el apogeo. Venus,
cuando está en el apogeo, tiene una paralaje similar a la del Sol
cuando está en el perigeo. Mercurio, cuando está en su perigeo,
tiene una paralaje igual a la de la Luna cuando está en el perigeo.
La paralaje de Mercurio en su apogeo es igual a la de Venus en el
perigeo. La proporción de cada una de ellas con la paralaje lunar y
solar es igual a la razón de las distancias que hemos mencionado
con las distancias del Sol y de la Luna.
La primera aparición de las estrellas y su desaparición bajo los
rayos del Sol se da cuando las estrellas están sobre el horizonte, en
el orto o en el ocaso, y el Sol está cerca del horizonte. Entre ambos
hay un arco de la circunferencia máxima que se traza por el centro
del Sol y el cénit44. En las estrellas fijas de primera magnitud, al
estar en la eclíptica, [el ángulo] es de 15º aproximadamente, para

de las estrellas. Hoy sabemos que el volumen de Júpiter es mayor que el de todos los demás
planetas juntos (incluidos Urano, Neptuno y Plutón, desconocidos en la época de Ptolomeo y sin
tener en cuenta, por supuesto, el Sol). El volumen de Júpiter es 1.300 veces el de la Tierra, y el
del Sol, 1.300.000 veces el de ésta. Por lo que se refiere a las estrellas fijas, por ejemplo,
Aldebarán, una de las estrellas más brillantes que se halla en la constelación de Taurus, tiene
un volumen 216.000 veces el del Sol. Estas cifras quedaban comple tamente fuera de la
imaginación de Ptolomeo.
44 Este arco se denomina arcus visionis e indica la distancia a la que se debe encontrar el Sol

bajo el horizonte para que la estrella sea visible.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 100 Preparado por Patricio Barros


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Saturno es de 13º, para Júpiter 9o, para Marte 14 ½º para Venus, al


ponerse por la mañana y ascender por la tarde, es de 7.º, mientras
que al ponerse por la tarde y ascender por la mañana, es de 5 o; para
Mercurio es de 12º. En el orto de los planetas exteriores, cuando
están frente al Sol45 éste debe estar debajo de la Tierra [esto es, bajo
el horizonte] aproximadamente la mitad del arco que hemos
mencionado. La diferencia de la distancia solar [arcus visionis]
solamente se presenta en Venus y no en los restantes planetas, ya
que los otros tres, Júpiter, Marte y Saturno, solamente desaparecen
y aparecen bajo los rayos del Sol, cuando están cerca del apogeo de
sus epiciclos. Mercurio solamente aparece y desaparece cuando se
encuentra en su distancia media, porque sólo aparece cuando su
distancia al Sol es mayor que la distancia que tenía cuando se
encontraba en el apogeo o perigeo, razón por la cual de vez en
cuando no logra aparecer del todo. Venus desaparece y aparece
cerca del apogeo y del perigeo, y su magnitud varía debido a la
diferencia de su distancia [de la Tierra] en el momento de su orto y
su ocaso.
Se puede pensar que hay un motivo por el que lo que aparece ante
la mirada se transforma y nos imaginamos que la magnitud de
[estos] cuerpos no está en la misma proporción que sus distancias.
Pero conviene saber que el error es un efecto óptico que está de
acuerdo con los principios ópticos. Nosotros explicaremos esta
discrepancia en todo lo que aparece y se ve a gran distancia. El ojo
no puede precisar la magnitud de estas distancias, ni la diferencia

45 Se refiere al orto acrónico de los planetas exteriores, fenóme no que se produce cuando el
planeta es visible por primera vez al ponerse el Sol.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 101 Preparado por Patricio Barros


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cuantitativa que hay entre las cosas de magnitudes diversas, ya que


el ojo recoge [los rayos visuales] que son interpretados bajo la forma
de lo que le es más familiar. Por eso ve a cada uno de los planetas
más cercano a nosotros de lo que es realmente, al comparar las
cosas con las distancias más familiares, como hemos mencionado.
De igual forma, la magnitud varía de acuerdo con la distancia, pues,
como hemos dicho, es la más pequeña proporción que se da en las
distancias por la incapacidad de la vista para distinguir y captar la
cantidad de cualquier clase, como hemos mencionado.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 102 Preparado por Patricio Barros


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Libro Segundo46

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso, sólo en El


confió.
Tratado segundo del libro de Ptolomeo sobre las formas [de los
planetas] conocido como Las hipótesis.
Dijo Ptolomeo: ya hemos descrito la mayoría de las relaciones de los
movimientos esféricos que, por medio de las observaciones
astronómicas, han llegado hasta nuestro tiempo. Pero aunque
situemos los modelos con sus movimientos y las clases de posición
simple en las esferas mayores que hemos descrito con sus
movimientos, aún nos falta describir las formas de los cuerpos en
los que hemos incluido estas esferas. En esto adoptamos lo que es
adecuado a la naturaleza de los cuerpos esféricos, a lo que nos
obligan los principios que configuran la esencia que siempre
permanece inalterable.
No es de nuestra incumbencia enumerar las teorías de los antiguos,
sus opiniones en estos temas, ni corregir los errores que puedan
tener, porque ésta es una materia que fue creada para quien siga
comparando las cosas, elaboradas únicamente como hipótesis, con
lo real, exacto y estable, si lo precisa el método que sigue según los
movimientos circulares uniformes.

46Aquí comienza el libro II de las Hipótesis de los planetas. Esta parte sólo sobrevivió en árabe
bajo el título de Kitáb al-iktisás, por lo que se consideró que era una obra diferente al Kitáb ad-
manshurát (véanse pp. 15-17 de la introducción). Seguramente los autores árabes le dieron
familiarmente este último título debido a la peculiaridad de las ‗piezas serradas‘ que presenta
Ptolomeo en esta segunda parte (véase nota 49 infra). Esta parte comienza en el folio 93.* del
manuscrito anteriormente citado (véase nota 27 supra).

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 103 Preparado por Patricio Barros


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A continuación explicaremos los estados de los cuerpos en los que


se produce lo anteriormente citado, y cómo se encuentran unos
respecto a los otros, después de haber distinguido y anticipado, en
primer lugar, los fenómenos universales que se producen en ellos,
generalmente, en el aspecto físico-matemático. La valoración física
nos induce a afirmar que los cuerpos etéreos no cambian ni se
alteran, aunque fuesen diferentes en todo tiempo, lo que se
corresponde con su extraordinaria naturaleza y es semejante a la
fuerza de las estrellas que están dentro, cuyos rayos penetran
claramente en todas las cosas que están dispersas a su alrededor,
sin ningún impedimento ni alteración, lo mismo que nos sucede con
la vista y la inteligencia. Esto nos lleva a asegurar que los cuerpos
etéreos son inalterables, pues ya definimos que sus formas son
esféricas y que su actividad es la de las cosas que se asemejan en
[sus] partes. Para cada uno de estos movimientos que difieren en
cantidad o en variedad hay un cuerpo que se mueve alrededor de
unos polos y en un tiempo y espacio propios de forma voluntaria,
según la fuerza de cada una de las estrellas, desde las cuales tiene
lugar el comienzo del movimiento que surge de las fuerzas
principales, similares a las fuerzas que hay en nosotros y [que]
mueve los cuerpos de modo semejante a las partes de un animal
completo, según las relaciones que se adecúan a cada una de ellas.
Esa circunstancia se produce en ellos sin [ningún tipo de] fuerza ni
violencia que les obligue desde el exterior, ya que no hay nada más

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 104 Preparado por Patricio Barros


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potente que lo que no permite [ninguna] influencia pero puede


obligar 47.
También se debe al comportamiento de un peso natural y a un
movimiento no autónomo, semejante a los cuerpos que se elevan y
caen por la condición de su movimiento natural, porque, en primer
lugar, estos movimientos no corresponden, por naturaleza, a los
cuerpos que se mueven dentro de ellos, sino que cada uno está fijo y
en calma, si está en algo que le es semejante; pero si es transferido
a lo que no le es semejante o familiar, tiene tendencia a ir al lugar
que le es específico.
Por otro lado, si toda esta sustancia supuesta está animada, exenta
de este movimiento corporal, en sentido vertical y en forma variable,
entonces se produce el movimiento giratorio invariable, con su
pureza, libremente y sin obstáculo, según lo que es similar y
corresponde a la maravillosa inteligencia y voluntad, que no ofrece
impedimento ni produce cambio de opinión ni variación, pues es un
movimiento de ordenación que está presente en las tres direcciones
locales de forma contrapuesta.
Por lo que respecta a la valoración matemática [se puede apreciar]
que al aplicar las cosas descritas en relación con cada uno de los
movimientos que se nos muestran, es posible imaginarlos según dos
tipos de anomalías: el primero [es el que consiste en] establecer para
cada movimiento una esfera completa, bien hueco, como las esferas

47 Aunque Ptolomeo adopta numerosas tesis aristotélicas, no hay duda de que recibió influjos
de otras escuelas filosóficas que le llevaron a efectuar críticas a ciertos aspectos de la
representación aristotélica del mundo, dominante no sólo en Grecia, sino en el occidente
medieval. En este caso, Ptolomeo realiza uno de los primeros ataques contra el primer motor
aristotélico y propone en su lugar una suerte de fuerza vital como motor de los cuerpos
celestes, a semejanza de lo que sucede con los animales (véanse pp. 48-49 de la introducción).

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 105 Preparado por Patricio Barros


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que se rodean entre sí o a la Tierra, o bien maciza, no hueca, como


aquella que no rodea nada determinado en sí, que es la que mueve
las estrellas y se denomina epiciclo. El otro tipo es aquel que no
determina para cada uno de los movimientos una esfera completa,
sino un trozo de esfera, que se encuentra a los dos lados del mayor
de los círculos que se halla sobre aquella esfera, es decir, sobre la
que se realiza el movimiento longitudinal, y el trozo que se une en
ambos lados con arreglo a la anchura, de manera que la forma de
este trozo si es de un epiciclo, es semejante a un tambor, si es de
las esferas huecas es similar a un cinturón, o a un anillo, o a una
esfera, como dice Platón.
La teoría matemática señala que entre ambos tipos descritos no hay
diferencias, ya que los citados movimientos en esferas completas
pueden configurarse de esta forma y ser comparados con los
movimientos de las piezas serradas48, que hemos citado, debido a
que movimientos similares hacen posible que se puedan considerar
como una misma cosa.
Por lo que se refiere a los que compararon el comienzo de los valores
de los movimientos de las esferas que podemos percibir, hay que

48 Esta es la primera vez que aparece el término manshürát, de difícil traducción. Neugebauer
(1975, pp. 922-926) habla de capas o esferas, según sean o no huecas. Por otro lado, W.
Hartner («Falak» en Encyclopaedia of Islam, pp. 780782) traduce manshürát por ‗casquete‘.
Pero este término referido a esferas tiene en castellano el significado muy preciso de «sector de
una esfera menor que una semiesfera». El significado del término manshürát en Ptolomeo es
distinto. Aunque en el párrafo anterior Ptolomeo considera que los movimientos de cada uno de
los astros se efectúa en esferas, también afirma que no es necesario suponer que la esfera es
completa, sino que basta con imaginar una especie de tambor —en el caso de que sea una
sección de la esfera maciza del epiciclo o un cinturón, si es una sección de una esfera hueca.
En ambos casos, las secciones se forman a partir de círculos paralelos al ecuador; esto es, los
manshürát son trozos cortados de una esfera, del tipo antes mencionado. Como señala W.
Hartner (ibi- dem), es probable que manshürát sea la traducción del griego πρίσματα, del mismo
origen que nuestro ‗prisma‘ (de πρίω, serrar), aunque en este caso no sería un cuerpo formado
por dos superficies paralelas poliédricas, sino esféricas.

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decir que lo hicieron de forma natural [física], según la posición de


las esferas completas, y ya se ha visto que en las esferas que se nos
muestran, los movimientos esféricos tienen necesariamente dos
puntos que tocan las esferas, los llamados ‗polos‘, y lo mismo se
supone para las piezas serradas, lo cual es difícil de entender.
En las esferas completas es fácil suponer lo antes citado, pues [los
antiguos], al igual que hiciera Aristóteles, se apoyaron en la
afirmación de que los polos de las esferas que las rodean estaban
firmes sobre la esfera circundante; pero como no queda ninguna
relación entre las esferas interiores y la primera esfera exterior y
como tampoco el movimiento de todas las esferas tiene la misma
velocidad, sino que difieren de múltiples formas, se vieron forzados
a buscar cuál era el primer tipo de movimiento según el cual se
mueve cada una de las estrellas tal y como lo vemos y se nos
muestra, ya que las esferas [que hay] entre [las estrellas] y nosotros
difieren tanto en su posición como en su movimiento, y por esa
razón Aristóteles empleó los movimientos ‗compensadores‘, pero no
necesitamos atribuir al cuerpo etéreo cosas que suponemos en los
cuerpos que se encuentran con nosotros, y no debemos suponer
que algo que obstaculice las cosas que se hallan con nosotros
obstaculice también [las cosas] de naturaleza celeste, tan diversa en
su esencia y en su efecto49.

49 Con esta crítica y las que expone a continuación se refiere al sistema de esferas
compensadoras de Aristóteles. Según dicho sistema, el movimiento de cada planeta era
producido por un número determinado de esferas, en contacto entre sí de tal modo, que el
movimiento de una era transmitido a la siguiente, y así sucesivamente. Este modelo, que era
grosso modo el de Eudoxo y Calipo, necesitaba de una serie de esferas que compensaran la
creciente velocidad que irían tomando a medida que descendieran desde la esfera de las
estrellas fijas; así, pues, tenían los mismos ejes y la misma velocidad, pero en sentido contrario,

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 107 Preparado por Patricio Barros


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Por otra parte, no consideramos que esos polos sean el primer


origen del movimiento giratorio, porque [no es difícil] suponer que la
esfera se mueva de otra forma, [quizás] como las esferas que rotan
sin apoyarse exteriormente sobre una misma cosa, y que los polos
no efectúen el movimiento giratorio en el lugar que les es propio,
sino que soporten el peso de la esfera. Tampoco aquellos puntos son
el origen del inicio del movimiento, porque no es posible que la
causa del movimiento sea un objeto en calma, pues la causa es
siempre algo diferente a estos puntos.
Si ahora imaginamos una esfera que no se mueva ni sea trasladada
por la naturaleza o por algo que la rodea, como esta naturaleza,
tampoco necesitamos aquí polos ni para que se mueva la esfera ni
para que gire y regrese al mismo lugar. Además, la esfera tendría el
inicio del movimiento en sí misma, de forma que la afirmación de
que [siempre] se apoya en algo diferente sin que esto se sitúe en su
interior es una afirmación de la que conviene reírnos; sería el caso
del movimiento de la esfera del universo, porque aquí el interior es
el comienzo. El interior, o bien es interior, porque es el interior de la
esencia y hacia él y en torno a él se produce el movimiento, o bien
es comienzo, porque el comienzo de este movimiento es eterno y
circular. [También] es aquí de donde procede, porque el motivo en
ambos casos es que la fuerza móvil es invariable, única y la misma.
Pero no sólo es así en este caso, sino [también] cuando las
distancias en ambas direcciones hacia las cuales van las cosas son
las mismas, como sucede con las cosas suspendidas, que se

anulando de este modo los movimientos particulares de cada planeta y transmitiendo tan sólo,
de un conjunto de esferas de un planeta al siguiente, el movimiento diurno de las estrellas fijas.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 108 Preparado por Patricio Barros


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inclinan de la mima forma cuando las distancias a las posiciones


hacia las que tienden son iguales.
En resumen, si resulta difícil imaginar que el movimiento esférico
no se produce alrededor de unos polos fijos, [hay que] considerar
también que es más difícil imaginar aquellos polos y la forma en que
se unen a la superficie de las esferas que se unen a ellos por fuera,
y que [atraen] a las esferas interiores, gracias a lo cual estos polos
se relacionarían con cada una de ellas. Si nosotros los
consideráramos como puntos, [entonces] uniríamos cuerpos a cosas
que no lo son, uniríamos estas cosas que tienen tamaño y fuerza
con algo que carece de tamaño y no es nada; pero si los
consideramos como cuerpos similares a los nudos de la madera o a
nuestras verrugas, si no son diferentes ni contrarios a las cosas
estables que vemos a su alrededor, no tenemos medios para atribuir
estas características a [ninguna] naturaleza; y si son contrarios a lo
que se encuentra a su alrededor, como, por ejemplo, la densidad
que hay en los nudos de la madera, entonces [debemos] negar la
permanencia en su lugar, porque los cuerpos que son más densos
siempre bajan más que aquellos que son más finos y tienden hacia
el centro del mundo [si] las estrellas están animadas y se mueven de
forma voluntaria. Este movimiento voluntario también es el origen
de que entre las especies animales los pájaros tengan una fuerza
por la que se mueven y giran en las alturas. Por lo que respecta a la
densidad no debemos pensar que las estrellas se diferencien de las
cosas que hay a su alrededor por tal circunstancia; únicamente son
diferentes por la fuerza que tienen los rayos dentro de ellas, de igual

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 109 Preparado por Patricio Barros


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forma que la nube se diferencia del aire que la rodea por el color,
mientras está seca, y lo mismo sucede con los líquidos teñidos que
se diferencian de los que no lo están por la densidad, si tales
líquidos fuesen similares entre sí.
Pero si admitimos que los polos pueden estar fijos, entonces, ¿a cuál
de las dos esferas unidas están sujetos los polos? Porque no es
posible que estén sujetos a las dos [simultáneamente], debido al
movimiento; pero si estuvieran unidos a una, no podrían estarlo a
ella sin estar sujeto a la otra. También [podríamos preguntarnos]
cuál de los polos mueve la esfera que está suelta. En consecuencia,
todo esto produce desconcierto. El físico afirma que la razón de la
estabilidad de los cuerpos que se mueven puede ser uno u otro de
los dos tipos mencionados, lo que no aporta distinción ni diferencia;
es decir, que aunque diga que la causa de aquello sean las esferas
enteras o los trozos que están entre ellas, no hay motivo de
separación ni diferencia, sino que se distingue cuando una esfera es
hueca y la otra no lo es. El físico podría afirmar, si quisiera, que es
debido al tipo de movimiento que hay en los trozos similares a
anillos o tambores por múltiples razones: en primer lugar, porque
en el cielo no hay muchos movimientos, debido al comportamiento
de las esferas giratorias, ya que es posible imaginar que esto
[ocurre] con pocos movimientos, pues en los trozos de los cuerpos
esféricos del tipo de las piezas serradas se produce el movimiento
giratorio similar al movimiento del éter que se origina con el
movimiento primero, ya que, en cualquier caso, no existe nada que
impida que se ponga en movimiento con su [propio] giro y con la

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 110 Preparado por Patricio Barros


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fuerza que tiene según sus movimientos específicos, como ocurre


con las cosas que se mueven con un solo movimiento y que se
opone a aquellos movimientos de múltiples formas, o como sucede
con las cosas que flotan en el agua que fluye.
[Por otra parte], es razonable pensar que pueda existir algo en la
naturaleza que no tenga sentido o que sea inútil, y [que esto sean]
las esferas completas que se mueven, pues sería suficiente que
ocurriera tal situación en una pequeña parte, lo que resultaría como
en las esferas que mueven todas las estrellas, es decir, la esfera de
las estrellas fijas, situación que viene dada por lo que se puede
apreciar al mirar, mientras que tal circunstancia no se produce en
otros objetos.
Por todo lo anteriormente citado, es preciso que Mercurio y Venus
no estén situados sobre el Sol, sino entre el Sol y la Luna, de forma
que este gran espacio no quede vacío, como se podría deducir de las
distancias, pues se asemejaría a algo que la naturaleza dejara,
rechazara y no utilizase, mientras que [todavía] se puede afirmar
que las distancias de estas dos estrellas mencionadas se
encuentran más cerca de la Tierra que las otras, por lo que este
espacio está lleno solamente por estas dos. Esta alteración e
incoherencia resulta de la posición de las esferas compensadoras,
sin considerar el incremento en las cifras porque ocupan un gran
espacio en el éter y no son necesarias en los movimientos que se ven
en las estrellas, sino que ruedan juntas en una misma dirección,
por lo que se produce un solo movimiento en ellas.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 111 Preparado por Patricio Barros


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Aquí lo más asombroso es que las últimas esferas dejen moverse a


las primeras y a las que están rodeadas con un movimiento
envolvente; muchas esferas [presentan] anomalías respecto a la
esfera sencilla en contraposición a la doctrina natural.
Además, a partir de cada una de las esferas se producen los
movimientos de todas las esferas situadas sobre ella, con su
movimiento específico, de forma que no Se mueve [sólo] con lo que
le es propio, sino [también] con lo que le es extraño. Por tanto, ¿cuál
de los movimientos propios de Saturno se da en Júpiter, cuál de los
movimientos específicos de Saturno tiene la Luna?
Por otra parte, no nos es posible hallar la fuerza que mueve la
primera de las esferas giratorias y que va [alrededor] de las demás
en la configuración de todas las esferas, porque el principio del
movimiento que se extiende desde las estrellas continuamente y,
con el mayor de sus movimientos, mueve las cosas que le son
propias desde el exterior, sin tener relación con la primera de las
esferas que está bajo las estrellas, esfera que gira alrededor de las
demás; aunque tocase la última esfera alrededor y por encima de la
cual gira, no coincidiría tal evento con su movimiento, que es
similar al movimiento primero, por lo que el proceso sería al
contrario, porque se mueve desde allí, aunque no haya motivo para
esto; así podría comenzar este movimiento, ya que no puede ser
demostrado que las esferas giren de esta forma si alguien se
imaginara que la Tierra y el aire giran con el movimiento de aquello
que rodea a ambos y pudiera obligarlos [a moverse].

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 112 Preparado por Patricio Barros


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Si se toman los pájaros como ejemplo de las cosas que se


encuentran en el cielo, entonces, cuando se mueven con su
movimiento peculiar, el inicio de dicho movimiento reside en la
fuerza vital que hay en él, luego se produce el impulso de esta
fuerza que penetra en los músculos, de allí a los pies y a las patas
delanteras o a las alas, y al final tales partes cesan de impelerse, sin
que se ajusten los movimientos específicos a las cosas que hay entre
ellos, pues ellos mismos tampoco se ajustan a los movimientos de lo
que les rodea. No existe una razón precisa para suponer que todos
los movimientos de los pájaros, o su mayoría, se realicen por el
contacto entre sí, al contrario, es obligatorio que no se toquen. De
igual forma podemos imaginar el problema en los seres celestes y
pensar que cada una de las estrellas tiene una fuerza vital, que se
mueve por sí misma, que está [unida] a los cuerpos que por su
naturaleza le son próximos y su resultado es el que sigue: en primer
lugar, el epiciclo, luego la esfera excéntrica, luego el círculo, centro
del mundo y este movimiento que le proporciona es diferente en
muchos lugares, ya que la fuerza de la inteligencia en nosotros no
es como la fuerza del impulso mismo, y ésta, a su vez, no es igual a
la fuerza de los músculos ni a la de los pies, sino que, en cierta
forma, se diferencia por su inclinación al exterior.
En general, por lo que se refiere al movimiento giratorio del éter, hay
que decir que está en relación con todas las sustancias separadas
de él, pero no coincide con los movimientos específicos de tales
sustancias, ya que no se acoplan a los primeros movimientos
giratorios del éter. Los cuerpos que componen cada una de las

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 113 Preparado por Patricio Barros


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estrellas ocupan, [frente] al éter, solamente una posición para sí y


para las estrellas, [de las cuales] es posible recibir cada movimiento
suyo en altura y que el éter lo ponga en movimiento, porque el lugar
de cada cuerpo está dentro del éter.
Sus piezas se encuentran libres y sueltas para desplazarse y girar
en un lugar, dentro de la totalidad de aquel cuerpo de distintos
tipos y múltiples formas, sólo que su movimiento es uno que gira
uniformemente, semejante al círculo del Dastaband 50 y al círculo de
gentes que hacen juegos de armas, apoyándose unos en otros al
actuar, aunando sus respectivas fuerzas, sin poner en contacto sus
cuerpos, para no estorbarse mutuamente. Con estos ejemplos es
posible aclarar esta enseñanza, ya que es fácil preparar un
instrumento que permita precisar los movimientos de las esferas
excéntricas y de los epiciclos, de tal modo que solucionen el
problema de los movimientos; aunque se empleasen en los
movimientos unos polos y se sujetasen a un determinado lugar, no
sería posible comprender el comienzo de tal situación, ni el tipo de
conocimiento, ni la ordenación; pero sería posible conocerlo por
medio de la analogía de los círculos sencillos o de los movimientos
de las cosas cuyas formas son las de los tambores en el plano de la
eclíptica; así se podría medir con ellas las posiciones de las estrellas
sucesivamente, pues tal cuestión resulta ser un problema patente y
claro para toda la gente y, con ello, se reconoce si coincide con lo
que se nos muestra y con los cálculos que se sitúan según las bases

50 Originalmente, cierto juego de los magiares del que probablemente se originó la ejecución
similar, o baile de los derviches cuando celebran cierta fiesta. Un conjunto de bailarines danzan
en un corro, sin que entre ellos exista contacto y dando vueltas, a la vez, cada uno de ellos. (N.
de la Trad.)

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 114 Preparado por Patricio Barros


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que hemos dicho primeramente, cuya mención nos convenía hacer,


por lo que ahora vamos a definir la posición de los cuerpos, sus
movimientos y su ordenación.
Al hablar de la situación que corresponde a los movimientos,
daremos una presentación general, para no repetir algo ni hablar de
cosas mezcladas sobre el movimiento, valor de las distancias,
inclinación, excentricidad y epiciclos. Con respecto a ello, nosotros
construimos nuestra teoría de tal forma que siga ambos caminos
simultáneamente, para que podamos comprender las anomalías
parciales, la multiplicidad de movimientos que estamos investigando
y su enseñanza más sencilla 51.

Modelo general del primer movimiento y del movimiento de las


esferas de las estrellas
Aquí vamos a empezar desde arriba, es decir, desde la esfera de las
estrellas fijas, porque es la primera que se mueve con un
movimiento perceptible y sólo participa de uno de los dos tipos
citados de movimiento, ya que las estrellas están dispersas a través
de toda su extensión y conservan esta misma posición, sujetándose
a ella no sólo por la situación de las unas con las otras, sino
también por su fuerza, que se extiende sobre la esfera que las rodea
y mueve.

51 Ptolomeo intenta construir un modelo físico, sin embargo, en ningún momento aparecen
valores cuantitativos que permitan una comprensión y elaboración real. Si a ello añadimos la
falta a veces, confusión otras, de figuras en los manuscritos, así como la ilegibilidad de la
mayoría de las letras usadas para referirse a figuras en su mayoría inexistentes (véanse pp. 42 -
43 y 77 y la reproducción de parte del manuscrito de las pp. 50, 101-102), se comprenderá la
dificultad que este texto entrañó siempre para los historiadores de la ciencia.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 115 Preparado por Patricio Barros


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Folio 98b del manuscrito árabe de Las hipótesis de los planetas,


donde se expone el modelo de esferas de Júpiter, Marte y Venus. La
figura aparece incompleta.

Los cuerpos que se mueven de este a oeste alrededor de los polos


del ecuador con todo lo que los rodea, según la dirección del
movimiento universal, se denominan con el nombre genérico de
‗motores‘.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 116 Preparado por Patricio Barros


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Folio 101b del manuscrito árabe, donde se expone el sistema de


esferas de la Luna. Como se ve, se dejó el hueco para la figura que no
se llegó a incluir.

El primero de estos cuerpos es aquel que mueve la esfera de las


estrellas fijas, el segundo es el que mueve la esfera exterior de
Saturno, el tercero mueve la esfera exterior de Júpiter, y así
sucesivamente. Cada uno de los cuerpos que se encuentra bajo este

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 117 Preparado por Patricio Barros


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motor se denomina en función de los fenómenos que ocurren en


cada uno de ellos, es decir, según su posición respecto a la eclíptica,
porque algunos de los que rodean la Tierra giran alrededor del eje de
la eclíptica misma y se denominan ‗de similar colocación‘. Otros
tienen el centro de este círculo como centro, pero no giran alrededor
de su eje, denominándose ‗deferentes‘; otros no están colocados
alrededor del centro ni giran sobre su eje, otros giran alrededor de
un eje paralelo al eje de la eclíptica y se denominan con el nombre
específico de ‗círculos excéntricos‘, otros giran alrededor de un eje
que no es paralelo al eje de la eclíptica, y se denominan con un
nombre opuesto al primero, es decir, ‗no colocados similarmente‘.
Aquellos que no rodean la Tierra se denominan con el nombre
genérico de ‗epiciclo‘; algunos se mueven alrededor de un eje
paralelo al deferente citado y se denominan ‗no inclinados‘; otros se
mueven sobre un eje no paralelo y se denominan ‗de inclinación
anómala‘. Finalmente aquellos que rodean los cuerpos luminosos se
denominan ‗motores‘ de las estrellas.
[Aunque ya] hayamos anticipado la posición de estas cosas,
tracemos en primer lugar cuatro esferas cuyos centros sean el
centro del mundo [esto es] las esferas AB, CD, FG y HT; imaginemos
los puntos AH y TB en el eje del ecuador y las líneas CF y GD
verticales al eje de la eclíptica. Por otro lado, supongamos que la
esfera limitada por los círculos A y C es [el sistema] que mueve la
esfera de las estrellas fijas, siendo la esfera rodeada por los círculos
CyF

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 118 Preparado por Patricio Barros


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la de las estrellas fijas; la esfera delimitada por el círculo HT es la


que mueve la esfera externa de Saturno 52. Si AC y CF coinciden en F
y CF y FH lo hacen con C y D, entonces se mueve de este a oeste
alrededor de los puntos fijos AB. Los otros puntos, en la medida en
que [no] se encuentran sobre el eje AB, se mueven de la misma
forma mencionada, de manera que los puntos CD, así como la
esfera contigua que pertenece al sistema de las estrellas fijas, es
decir, FC, se mueven del mismo modo.

Fig. A. El sistema de las estrellas fijas.

La esfera FC se mueve sobre el eje CD en contraposición al


movimiento dé AB hacia el este; FH se mueve en la misma dirección
y con igual movimiento, sin que conserve, sin embargo, la
orientación de AC, lo cual es necesario porque movería la esfera
externa de Saturno al estar FH contigua a ella; si el movimiento de

52 Esto es, dentro del círculo HT encaja el sistema de Saturno. En todos los sistemas, el círculo
interno sirve de nido del sistema de la siguiente estrella.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 119 Preparado por Patricio Barros


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FH fuera a la par con el movimiento de la esfera CF, debería ser


diferente aunque de igual velocidad, ya que de este modo no sólo los
puntos CD y FG de la esfera exterior estarían sobre una misma
línea, el eje de la eclíptica, sino que AB y HT estarían en la misma
línea, que es el eje del ecuador. Por tanto, resulta evidente que todo
lo que estuviera en la esfera AC y todo lo que hubiera en la esfera
FH ocuparía una misma posición.
Que las esferas giran sobre sí y unas con respecto a otras es una
suposición innecesaria en estas relaciones; es decir, si los polos de
las dos esferas se encuentran sobre un mismo eje, será evidente lo
que expondré a continuación de modo más preciso: si los polos de la
esfera FH no estuvieran situados sobre FG, sino sobre otros de los
puntos móviles de la esfera CF, entonces tanto ella como sus polos
deberían moverse con la esfera CF y sería necesario el movimiento
que se produce por giro; pero si los puntos F y G están fijos,
entonces es imposible que la esfera FH se mueva con la esfera CF y
que su movimiento sea similar, ya que si la esfera CF —contigua a
AC— se detuviera y los puntos fijos F y G fueran comunes a ambas
esferas, eso equivaldría a que el eje que pasa por CF y GD estuviese
unido a las dos esferas que se encuentran en los bordes, pero [a la
vez] éstas estuvieran sueltas y libres con respecto a la esfera
central, por lo que esas dos esferas tendrían siempre la misma
posición, mientras que esta [esfera] central, con respecto a aquellas

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 120 Preparado por Patricio Barros


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dos, realizaría un movimiento opuesto. Como punto inicial, habría


que de nominar a estas dos esferas ‗fijas‘ en vez de ‗giratorias‘ 53.
En la configuración total de las esferas tenemos una esfera cuya
situación, en esta circunstancia, es ésta, es decir, es la primera
esfera exterior de las que giran unas con respecto a otras; también
es conveniente que esta esfera esté situada de acuerdo con la
segunda de las formas de consideración ya mencionadas; sin
embargo, no es como la que gira, sino [como] la que se encuentra
fuera de ella. Aquí la esfera FC está unida a la esfera AC, y, según lo
afirmado sobre las esferas completas, las esferas que se mueven son
tres: esta primera esfera, la esfera de las estrellas fijas y [en tercer
lugar] la segunda de las esferas móviles, que también se encuentra
separada y comprende el sistema de Saturno 54.
Por lo que se refiere a las piezas serradas55, las dos esferas citadas
permanecen como antes y la tercera es común al éter, que rodea
totalmente la esfera de las estrellas fijas y también rodea y envuelve
a todas las restantes esferas. Por esta razón, si [alguien] no quisiera
denominar a la primera sustancia ‗éter‘, sino sustancia única en sí,
sería preciso que el nombre ‗cielo‘ correspondiera a la esfera que
rodea las estrellas fijas que se muestran con mucha luz. Por lo que
se refiere a los otros cuerpos, o bien no son capaces de efectuar algo

53 Obsérvese cómo se utiliza el mismo término, ‗esfera‘ (falak), en diversos sentidos: para
referirse a una esfera propiamente dicha, a capas delimitadas por círculos (ya sean éstos
paralelos entre sí, o formen una especie de media luna) e incluso al sistema compuesto por
varios cuerpos que determinan el movimiento de cada estrella. Como en el contexto y con las
figuras que hemos incorporado queda claro en qué sentido se utiliza en cada momento, hemos
creído conveniente conservar la traducción literal de falak.
54 Esto es, las esferas o capas AC, CF y FH. Es en la segunda, CF, donde se hallan las estrellas

fijas.
55 En oscuro, en la figura de la reproducción del manuscrito en la p. 50.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 121 Preparado por Patricio Barros


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de esto, o bien pueden hacer una sola cosa, si en ellos se encuentra


una sola estrella.

El modelo de Saturno
Respecto a esas cosas, basta con lo que hemos dicho. A
continuación explicaremos lo necesario para la colocación y
situación de las esferas de Saturno. En torno a A, centro de la
eclíptica, se encuentra la esfera estable de las que se mueven, es
decir, la definida por el círculo BΓ, como si el ‗motor‘ estuviese a su
alrededor abarcándola; si lo trasladásemos dé su sitio máximo y lo
situásemos en la parte exterior de lo que hay debajo, entonces
pasaríamos por el punto A, en el plano de la eclíptica, la línea BΓ; e
igualmente alrededor del plano del círculo inclinado que rodea la
Tierra y encima del centro del círculo excéntrico, Z, alrededor del
que se mueve el epiciclo, está el punto F y el centro de la esfera del
epiciclo H; dibujemos sobre el centro dos círculos E y K y tracemos
en el plano del círculo inclinado la línea NH sobre el centro Z;
dibujemos las figuras que rodean los epiciclos y que son ns y bg 56 y
dibujemos alrededor del centro A el círculo LY que delimita [el
sistema] que está debajo57.
Imaginemos, por otro lado, los puntos BΓ y LY sobre el eje que pasa
por el punto A, el eje de la eclíptica; pensemos los puntos N, I, Q, Ξ
sobre el eje que pasa por el punto Z que es el eje del movimiento de
la eclíptica respecto al centro giratorio. Por otro lado, imaginemos
los puntos F y A sobre el eje que pasa por el centro Z, perpendicular

56 El epiciclo aparece dibujado con más detalle en la figura C.


57 Esto es, el sistema de Júpiter.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 122 Preparado por Patricio Barros


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a NΞ; supongamos que el punto it es la estrella y las líneas que


determinan la relación específica de la estrella son AF y FΠ y la
línea que une el punto Z con el centro de la estrella.

Fig. B.—Venus y los planetas exteriores.

Queda claro, según lo que hemos supuesto en primera lugar, que la


esfera que rodea el círculo BΓ cuando se mueve de este a oeste
también mueve la esfera delimitada por los círculos BΓ y NS, es
decir, la primera esfera de Saturno 58; como este movimiento
‗giratorio‘ se realiza alrededor del eje del ecuador, y los polos de la
esfera están sobre el eje de la eclíptica, [entonces] la esfera BN si se-
mueve por estar próxima a la esfera que se mueve de oeste a este
con el movimiento del apogeo del círculo excéntrico, se mueve
también con la esfera que está rodeada por los círculos NΞ e IQ;
pero como aquí hay otros dos polos, es decir, NΞ, que se encuentran

58 En realidad es una capa delimitada por superficies esféricas (véase nota 53 supra).

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 123 Preparado por Patricio Barros


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sobre el eje que es igual al eje que pasa por NZΞ, entonces se mueve
hacia el este, igual que el movimiento del epiciclo. Sin embargo, la
esfera delimitada por los círculos IQ y LY 59 no se mueve con el
movimiento de la esfera NI, sino que conserva la posición que tiene
BN porque los polos de la esfera NI son NΞ e IQ y los de la pieza IL
son IQ, y están en el mismo eje; con la esfera NI se mueve también
la esfera rodeada por LY, porque los polos de la esfera NI, esto es,
IQ, no coinciden con los de LY sobre el mismo eje. Sí [entonces] la
esfera rodeada por LY gira sobre los puntos del eje principal sobre el
cual están BΓ, de este a oeste y en la misma cantidad en la que se
mueve de oeste a este la pieza BN, que se mueve según el motor,
entonces la esfera que rodea el círculo BΓ tiene la misma posición
que la que rodea al círculo LY, esto es, la esfera IL, que es la
segunda de las esferas móviles y pertenece a las esferas de Saturno.
Por tanto, la esfera rodeada por LY es la tercera de las esferas
móviles y pertenece a las esferas de Júpiter.
Por lo que se refiere a los epiciclos, la esfera en la que se halla el
epiciclo viene delimitada por los círculos E y K, es hueca y se mueve
sobre el eje NΞ con un movimiento equivalente al de la esfera que la
rodea, es decir, BN, sólo que se mueve en sentido opuesto, porque
mueve la pieza próxima al apogeo hacia el oeste y la próxima al
perigeo hacia el este; la esfera que está rodeada por el círculo ns
está en relación con la estrella que está en Π y que es movida por la
esfera bg en el sentido en que se mueve ella misma, porque sus
polos no están sobre el eje de aquélla, y se mueve con la estrella en

59Esto es, otra ‗capa esférica‘. Como gracias a las figuras se puede ver cuando estas ‗capas‘ son
esféricas, medias lunas, etc., omitiremos desde ahora todo comentario.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 124 Preparado por Patricio Barros


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una dirección contrapuesta sobre el eje βγ, es decir, mueve la pieza


próxima al apogeo hacia el este y la pieza próxima al perigeo hacia el
oeste60.
Todos los movimientos de las esferas rodeantes y de la estrella
misma hacen que para nosotros las esferas de Saturno sean cinco,
tres de ellas son las esferas que rodean la Tierra, es decir, la esfera
de BΓ, que es de similar colocación a la eclíptica porque gira
alrededor de su eje; la esfera NΞ, que no es de similar colocación a
la eclíptica, porque no gira sobre su centro ni alrededor de un eje
paralelo al suyo. La esfera IQ, cuya colocación siempre corresponde
a la de la esfera BN, por lo que la tercera esfera móvil conserva la
situación de la primera de las esferas móviles; no conviene que
contemos las esferas que se mueven con las esferas que separan
sus espacios, porque no son específicas de ellas, y menos
necesitamos contarlas dos veces; no necesitamos hacer esto con
ellas porque rodean y son rodeadas, lo que también ocurre en otras
esferas, no porque antecedan a algunas estrellas y [queden] detrás
de otras, sino porque cada una de ellas es única en [cuanto] a
número y tipo. Por lo que se refiere a la fuerza, todas son uno 61.

60 Véase la figura C.
61 Es decir, en las esferas, capas esféricas o piezas serradas, la parte interna de una de ellas és
la externa de la interior, y viceversa. Por eso, y por simplicidad, no se consideran como dos
caras, sino como una sola.

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Fig. C. Detalle del epiciclo.

Por otro lado, tenemos las dos esferas de los epiciclos: la esfera del
epiciclo, ns, que es hueca y no tiene inclinación porque su eje νζ; es
paralelo al eje NΞ, y la esfera que está rodeada por ésta, bg, la que
soporta la estrella y está inclinada con respecto a la primera, porque
su eje βγ no es paralelo al eje NΞ.
Con respecto a la posición de las piezas serradas, imaginemos que
alrededor del círculo BΓ, y bajo el círculo LY, se encuentra la esfera
del éter, e imaginemos que gracias a su rotación mueve de este a
oeste los trozos esféricos que rodea. La primera pieza serrada en
este lugar pertenece a la esfera contenida por los círculos BΓ y NΞ;
dicha pieza se toma de lo que se encuentra entre BΓ y su [pieza]
opuesta según la situación en que se encuentre, pero que sea
vertical al eje BΓ, que es el eje de la eclíptica. La segunda pieza se
recorta de la esfera contenida entre los círculos NΞ e IQ, en el lugar

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 126 Preparado por Patricio Barros


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en que están K y E y su [pieza] opuesta según su situación,


perpendicularmente al eje NΞ, y de forma que esté rodeada
totalmente por la primera pieza serrada. Por otro lado,
[supongamos] que haya una tercera pieza serrada en su interior,
que pertenezca a la esfera hueca del epiciclo, contenida entre los
círculos ns y bg; también su posición se halla entre E y K,
perpendicular al eje NΞ. Por último, hay una cuarta pieza serrada
que está rodeada totalmente por la pieza mencionada
[anteriormente]; dicha pieza es un trozo de la esfera, maciza, que
mueve la estrella π y se mueve perpendicularmente al eje BΓ.
Así, pues, tenemos cuatro piezas serradas, tres de ellas parecen
ruedas y la última es similar a un tambor. Debemos imaginar el
movimiento de cada una de ellas según los que se dan en las esferas
a las que pertenecen, y debemos determinar ambos lados de sus
superficies medias en función de lo que baste para rodear los trozos
encerrados en ellas, ya sean las piezas paralelas al eje de la eclíptica
o estén inclinadas con respecto a él, por lo que esas piezas, junto
con aquellas que las rodean y se mueven con el movimiento
giratorio, se tocarán en la parte exterior del éter; el límite de su
anchura es para la forma de tambor pequeño, en el caso de n y s,
según la medida de la magnitud que es rodeada por él, o bien en lo
que los rodea, cerca de EK, según la medida de la magnitud de la
inclinación del tambor.
Por otro lado, el límite del trozo que lo rodea, es decir, lo que hay
entre N e I, proporciona la magnitud de esta inclinación, ya que la
posición de estos dos trozos es paralela y se da en un mismo plano,

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en el que está el centro de ambos. El límite del trozo exterior del


conjunto, es decir, lo que hay entre B y N, da la medida de la
inclinación de su pieza serrada. Ya ha quedado demostrado que si la
estrella no se mueve en una esfera ni en una pieza serrada sobra
uno de los cuerpos supuestos para esta estrella, esto es, el contiguo
al círculo LY, que es opuesto en su movimiento al del primer
epiciclo. O tal vez podría ser más conveniente para nosotros aceptar
otra opinión según la cual podríamos suponer [según lo que hemos
afirmado para los otros cuerpos] que también la estrella está
rodeada en su lugar lo mismo que cada uno de aquellos otros
cuerpos, pero no en un [mismo] sitio que corresponda a otro
próximo, como si estuviesen rodando o se impulsaran de forma
similar a lo que opone unas a otras, ya que los movimientos que se
realizan de esta forma indican que el inicio de su movimiento
[procede] forzosamente de otra cosa. El giro se produce desde el
límite del movimiento eterno que se realiza alrededor de [un] centro.
Por tanto, sería más apropiado [decir] que cada una de las estrellas
mueve también algo, aunque esto sea la fuerza y el efecto de la
estrella en su posición específica y sobre su centro, es decir, el
movimiento giratorio continuo; es necesario que el inicio del
problema se dé en la estrella, que lo realiza a través de los cuerpos
que la rodean.

Extensión del modelo de Saturno a Júpiter, Marte y Venus


Ya hemos expuesto la situación de las [piezas y esferas]
mencionadas en la estrella de Saturno; conviene establecer y decir

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 128 Preparado por Patricio Barros


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que esta misma situación y ordenación se da en las esferas y piezas


de Júpiter, Marte y Venus; no obstante, omitiremos mencionar lo
que se refiere a las relaciones específicas de cada una de ellas, ya
que han sido expuestas en otro lugar, por lo que tan sólo
mencionaremos cuestiones generales.
Resulta adecuado decir que las esferas y las piezas serradas que se
parecen al cuerpo BN tienen siempre su centro en el punto A; con
ello no se determina la uniformidad del movimiento 62 ni la
inclinación del epiciclo, sino que, como hemos dicho y demostrado
con respecto a las esferas, aquello ocurre en un punto sobre A, F,
equidistante de A y Z, y si el centro del epiciclo está en el punto
norte de la inclinación del círculo que rodea la Tierra, entonces el
punto norte de la inclinación respecto al epiciclo en Saturno,
Júpiter y Marte se halla en el perigeo del epiciclo; en Venus y
Mercurio se encuentra en un punto cuya distancia al apogeo del
epiciclo, hacia el este, es de 90º, es decir, un cuadrante.

Modelo del Sol


A continuación pasemos a hablar del Sol y de su situación de la
siguiente forma: tracemos sobre A, centro de la eclíptica, los dos
círculos BΓ y DH, así como una línea, NΠ, vertical al plano de la
eclíptica y en ella imaginemos el punto Z como centro del círculo
excéntrico del Sol; dibujemos alrededor de este centro los círculos

62Ptolomeo insiste en que el planeta se mueve uniformemente, aunque esta uniformidad se dé


con respecto al ecuante en vez de con respecto a la Tierra (en todos los modelos representada
por A).

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ΘK y LM; entre ellos, y alrededor del centro S 63, tracemos el círculo


NH del Sol; si imaginamos que BΓ es el límite inferior del motor del
Sol, que es el quinto a partir del primer motor [esfera móvil], la
esfera que incluye el círculo DH es el motor de Venus, es decir, el
sexto a partir del primero.

Fig. D. El sistema de esferas del Sol.

Si, por otro lado, colocamos los puntos BΓ sobre el eje de la eclíptica
que pasa por el punto A y situamos Θ, L, M y K sobre el eje del
círculo excéntrico que pasa por el punto Z, paralelo al eje de la
eclíptica, entonces A es a Z como Z es a S. Ahora la esfera BΘ se
mueve de este a oeste y con ella lo hace ΘK, porque BΘ se mueve
sobre el eje del ecuador mientras que ΘK lo hace sobre un eje

63 El centro del Sol.

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paralelo al de la eclíptica. Si este movimiento se produce en sentido


opuesto y el Sol realiza su movimiento específico de oeste a este, es
decir, sobre el eje que pasa por ΘK y LM, entonces la esfera LD
permanece en conjunción con la esfera BΘ porque sus dos polos LM
y ΘK se hallan sobre un mismo eje, el de la esfera ΘL, por lo que la
posición de LD es como la de BΘ y como la de la primera de las
esferas móviles64. El problema de la posición de las piezas serradas
es semejante, ya que BΘ y LD se suponen contiguas a las esferas de
éter, y se mueven con el éter y en conjunción con el trozo de esfera
que lo rodea, de este a oeste; aquí toda la esfera es una misma y el
trozo pertenece a la esfera delimitada por los círculos KΘ y LM;
tomándolo entre N y H, [cuando es] perpendicular al eje BΓ, el eje de
la eclíptica, su anchura es igual a la cantidad del volumen del
cuerpo solar que rodea.

Modelo de Mercurio
Con respecto a las esferas de Mercurio, consideremos que la
séptima de las esferas móviles está limitada por el círculo BΓ,
trazado alrededor del centro A; pasemos por dicho punto A la línea
ΔA en el plano de la eclíptica y también pasemos por dicho punto la
línea EA en el plano del deferente que rodea la Tierra; en ella
marquemos el centro del círculo excéntrico, que se mueve alrededor
del centro Z, que es el centro de las esferas del epiciclo cuyo centro
sea el punto C. Si trazamos alrededor del centro Z los dos círculos
NΞ y KL, obtenemos el plano del epiciclo inclinado en el que se

64 El motor de las fijas.

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mueve la estrella que está en él; tracemos sobre el centro C los dos
círculos que rodean las esferas de los epiciclos, es decir, ns y bg, y
alrededor del centro H dibujemos dos círculos que rodeen los
anteriormente citados, esto es, ΣT y MR. Además tracemos el círculo
DV sobre el centro A, que es el que se encuentra debajo de todos los
círculos citados. Imaginemos los puntos BD y VΓ sobre el eje de la
eclíptica y los puntos Σ, M, R y T sobre el eje del deferente que rodea
la Tierra y que pasa por el punto H; [imaginemos] también que los
puntos NK y LΞ están sobre el eje del círculo excéntrico que pasa
por el punto Z y es paralelo al eje que pasa por el punto H.

Fig. E. El sistema de esferas de Mercurio.

Suponemos los puntos CK pertenecientes a los puntos que están en


el epiciclo sobre el eje que pasa por Z, perpendicular a NΞ, y
hagamos lo mismo con los puntos m sobre el eje que pasa por C

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 132 Preparado por Patricio Barros


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perpendicular a νζ65. Finalmente, consideremos que las relaciones


propias de la estrella vienen dadas por las líneas AH, HZ y Cn y la
línea que sale del punto C hacia el centro de la estrella. Por estas
razones, la esfera delimitada por el círculo BΓ si mueve lo que rodea
de este a oeste, entonces la esfera ΣN se mueve hacia lo que la
antecede, es decir, hacia el este, y, de igual forma, es el movimiento
del apogeo, y esta esfera se mueve hacia lo que la antecede, es decir,
hacia el oeste sobre el eje ΣT, como el movimiento del epiciclo,
moviéndose NK con ella, según polos diferentes. Por lo que se refiere
a NK, se mueve de forma opuesta a esta esfera, hacia el este sobre el
eje KL de la misma forma que se mueve KN con aumento del
movimiento que es igual a este movimiento que realiza KN, es decir,
el doble del movimiento uniforme.
La inclinación del epiciclo no va dirigida [hacia el punto Z, centro
del círculo excéntrico, sino] hacia H; la esfera NK no se mueve, por
su movimiento, con la esfera EN, aunque sus dos ejes se unan, no
obstante EN permanece en una posición en la que está en
conjunción con la posición de NK.
La esfera KM, que está unida a la esfera MD, se mueve siempre con
ella hacia el este, igual que ΣN, pero también hacia el oeste, sobre el
mismo eje que pasa por NK y mantiene [siempre] a la esfera KM en
la misma posición que la esfera EN. De la misma forma se mueve la
esfera que incluye al círculo DV, hacia el oeste, sobre el eje DV , que
pasa por BΓ, por lo que esta esfera ocupa la misma posición que la
de la esfera que contiene el círculo BΓ, que es la séptima de las

65 En la esfera del epiciclo (véase la fig. C).

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esferas móviles. Por tanto, esta esfera es la octava de las esferas


móviles. En la esfera que lleva el epiciclo sucede lo mismo que ya
hemos mencionado. La esfera que está incluida en los círculos NΞ y
KL, que es hueca, se mueve sobre el eje EH con la esfera que
contiene el epiciclo y lo hace con igual movimiento, es decir, en la
dirección en la cual se encuentra su apogeo hacia el oeste, y en
aquella que se encuentra su perigeo hacia el este.
La esfera que rodea el círculo bg66, contigua a la estrella que está en
el punto π, es movida por la esfera ns a causa de la diversidad de
sus polos, y [esta última] se mueve en sentido opuesto a la estrella,
ya que el trozo que sigue al apogeo se mueve hacia el este sobre el
eje que pasa por los puntos νζ, de igual forma que la esfera que la
rodea, junto con la de la estrella.
Tenemos en Mercurio siete esferas, cinco de ellas son las que
rodean la Tierra y están colocadas uniformemente porque se
mueven sobre el eje de la eclíptica; dos son NK y KM, que no son de
similar ordenación porque sus ejes, aunque sean paralelos [entre
sí], no pasan por el centro de la eclíptica ni son paralelos a su eje.
Las otras tres son la BΣ, que está en conjunción con la esfera ΣN, y
la esfera MD, que está en conjunción con BT. [Finalmente] dos
esferas para los epiciclos, es decir, la esfera ns hueca que no está
inclinada, ya que su eje [que pasa por el punto EK] es paralelo al eje
del deferente que rodea la Tierra, y la esfera que rodea a ésta y que
mueve la estrella, pero cuya inclinación es distinta a la suya, porque
el eje de ésta no es paralelo al eje del deferente ya citado.

66 Véase la fig. C.

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En la posición de las piezas serradas imaginemos la esfera del éter


siempre unida alrededor de ellos en torno al círculo BΓ y bajo el
círculo DV, y que esta [esfera] haga girar los trozos encerrados por
la citada esfera del éter en el sentido este-oeste. La primera de las
piezas serradas que hay en este lugar es la pieza extraída de la
esfera hueca que incluye los círculos BΓ y ΣT, es decir, que engloba
lo que hay entre BD y [la parte] que le corresponde, perpendicular al
eje que pasa por BΓ. La segunda pieza, que viene después, está
totalmente dentro de la primera, extraída de la esfera hueca que
incluye los círculos ΣT y MR: lo que hay entre Σ y M [la parte]
correspondiente, también es perpendicular al eje que pasa por los
puntos ΣT. El tercer trozo serrado que sigue se encuentra
totalmente dentro del segundo y es extraído de la esfera hueca que
rodea los círculos NΞ y KL: lo que hay entre HZ y [la parte] que le
corresponde es perpendicular al eje que pasa por los puntos NΞ.
La cuarta pieza serrada se encuentra en su totalidad dentro de la
tercera, es decir, es la pieza extraída del epiciclo hueco que engloba
los círculos ns y bg, en el borde del círculo ns que lo rodea, y es
perpendicular al eje que pasa por los puntos νζ.
El quinto trozo serrado también se encuentra totalmente dentro del
cuarto y pertenece a la esfera contigua a la estrella que lo mueve, es
decir, la que rodea al círculo bg, se encuentra entre bg y es
perpendicular al eje que pasa por los puntos βγ.
Según esta forma de considerar la posición, tenemos cinco piezas,
de las que cuatro se parecen a ruedas y una a un tambor, si es que
se suponen los movimientos de cada una de las piezas serradas

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similares a los de las esferas (de las que estas piezas constituyen
sectores) por lo que se refiere a la dirección, denominación y
uniformidad de movimiento, como hemos mencionado en las
esferas, y [con relación] a la anchura a ambos lados de los planos; y
eso en cada una de las dos formas de consideración (como hemos
demostrado en la parte anterior).

El modelo de la Luna
Sólo nos falta exponer la situación de estas cosas en la Luna.
Imaginemos la situación de la octava esfera móvil alrededor del
punto A, centro de la eclíptica, que es la esfera limitada por el
círculo BΓ; pasemos por el punto A, y en el plano de la eclíptica, la
línea AD, y en el plano del deferente la línea EA, y marquemos sobre
ésta el centro del círculo excéntrico, es decir Z, y el centro de la
esfera del epiciclo, es decir, C; sobre el centro C tracemos el epiciclo.
Imaginemos la Luna sobre el punto o y alrededor de Z tracemos los
círculos NΞ y KF que rodean el epiciclo; alrededor del centro A
coloquemos los dos círculos que encierran a estos dos [últimos], es
decir, ΣT y JM. Imaginemos ahora los dos puntos B y Γ sobre el eje
de la eclíptica [que pasa] por el punto A; supongamos [también] los
puntos Σ y T sobre el eje del deferente que pasa por A y hagamos lo
mismo con los puntos NΞ y KF sobre el eje del círculo excéntrico
que pasa por Z y que es paralelo al del deferente. Las relaciones
propias de la Luna se pueden determinar mediante las líneas AZ y
ZC y la línea que va de C al centro de la Luna.

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Fig. F. El sistema de esferas de la Luna.

La esfera delimitada por el círculo BΓ mueve lo que la rodea de este


a oeste, con un movimiento similar al del primer motor, mueve con
ella la esfera ΣN hacia el oeste sobre el eje de la eclíptica que pasa
por BΓ y se diferencia de [la eclíptica] por la cuantía del nodo; con
ella se mueve la esfera NK, pero sobre distinto eje. Dicha esfera NK
se mueve hacia el oeste, sobre el eje que pasa por los puntos NΞ,
según el movimiento del apogeo del círculo excéntrico del nodo, y
mueve con ella la esfera, pero sobre diverso eje, y también se mueve
hacia el este sobre el eje que pasa por FK, según el movimiento del
centro del epiciclo, desde el apogeo del círculo excéntrico. Con ella
se mueve la esfera ns del epiciclo, y éste se mueve con la Luna
desde la posición del apogeo, sobre el eje KZ, con igual movimiento
que la Luna, por lo que el apogeo se desplaza hacia el oeste y el
perigeo hacia el este. [Sin embargo], no gira con ella el éter, que está

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debajo de la esfera KJ, porque no es necesario que los polos de


dicha esfera, que están en los puntos JM, estén contiguos a ella.
Aquí no necesitamos que las esferas giren, porque la esfera del aire
toca al éter en el círculo JM, y aquí se produce la uniformidad del
movimiento de la esfera KJ. La inclinación del epiciclo no se
produce similares a anillos y una lo es a un tambor. El
comportamiento de los movimientos en los cuerpos, según las dos
formas de consideración, no varía.
El número total de esferas es de cuarenta y una, de las cuales ocho
son los motores; hay una para las estrellas fijas, otra para el
sistema del Sol y cuatro para el de la Luna 67; hay cinco esferas para
cada una de las estrellas de Saturno, Júpiter, Marte y Venus. En
cada una de las esferas de las estrellas hay una esfera en
conjunción y otra que se mueve en sentido opuesto. Mercurio tiene
siete esferas, una de ellas en conjunción, y se mueve en sentido
opuesto.
Según la segunda forma de situación, el número total de cuerpos es
de veintinueve, de los cuales tres son esferas huecas, es decir, la
esfera que mueve el sistema de las estrellas fijas, aquella en la que
se hallan las estrellas fijas y la esfera del éter y veintiséis piezas
serradas de esferas. El Sol también tiene una pieza serrada, la Luna
cuatro, Saturno, Júpiter, Marte y Venus tienen cuatro cada uno y
Mercurio cinco.
Si suponemos que las estrellas se mueven por sí solas y no merced
a otros cuerpos, habrá que eliminar un cuerpo de cada planeta en

67 Sorprendentemente, aquí sólo se asigna una esfera al Sol, por lo que el número total de
esferas resulta ser cuarenta y uno.

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cada forma de consideración 68, por lo que se eliminarán siete del


total. Y así, según la primera forma hay treinta y cuatro esferas y
según la segunda hay tres esferas y diecinueve piezas serradas,
siendo veintidós el número total de cuerpos y sin que aparezca
ningún hecho que lo contradiga.
Si pensamos en la segunda forma, los cuerpos que engloban los
movimientos [no] son similares a un disco, sino parecidos a
pulseras o medias lunas. Si además también imaginamos que los
cuerpos giratorios son los mayores y engloban a los más pequeños
totalmente, entonces su situación no sólo es paralela, sino que
puede ser excéntrica o inclinada, como ya hemos dicho. Elegiremos
uno de esos casos naturalmente, bien por la similitud con los discos
(porque rodean trozos esféricos, aunque los [trozos del] lado
profundo no son redondos en todas partes), o bien por la similitud
con las pulseras, sobre el punto Z, que es el centro de la figura de
esta esfera, sino en el punto A, como ocurre en otros casos
generalmente.
En la Luna tenemos cuatro esferas, tres de las cuales rodean la
Tierra y pasan por los puntos BΓ con igual movimiento que el
apogeo del círculo excéntrico del nodo y con ellas se mueve la esfera
ΣT alrededor de otros polos; la esfera ΣN es de similar colocación, ya
que se mueve sobre el eje de la eclíptica; luego la esfera NK que está
inclinada, ya que se mueve alrededor del centro de la eclíptica, pero
no sobre su eje; y [finalmente la tercera] esfera, KJ, que no está
colocada similarmente, ya que no se mueve alrededor del centro de

68 Esto es, según el sistema de esferas y según el de las piezas serradas.

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la eclíptica ni sobre un eje paralelo a su eje; [por último la cuarta]


esfera, la del epiciclo, que es maciza y no está inclinada, ya que no
corresponde a la Luna ninguna inclinación debido a ello.
Con respecto a la situación de las piezas serradas, imaginemos que
alrededor del círculo BΓ está la esfera del éter, que pasa hasta el
círculo JM, y que se une con el aire, como hemos dicho. La primera
de las piezas cortadas que rodea esta esfera y gira con ella es la
pieza de la esfera hueca englobada por los círculos BΓ y JM, esta
pieza no está rodeada por ello en lo que hay entre Γ y M y la parte
correspondiente, siendo perpendicular al eje que pasa por BΓ.
La segunda pieza se encuentra totalmente dentro del primer trozo
de esfera, pertenece a la esfera hueca que rodean los círculos ΣK; el
círculo que se dibuja sobre su centro es mayor que el círculo JM, y
se mueve como el círculo ΣT. También este trozo se encuentra entre
A y E y su parte correspondiente, perpendicular al eje que pasa por
los puntos NZ.
El tercer trozo cortado es rodeado totalmente por el segundo y es
extraído de la esfera hueca que rodean los círculos NΞ y KF, se
encuentra entre AE y la parte correspondiente, siendo perpendicular
al eje que pasa por los puntos NZ.
La cuarta pieza serrada se encuentra totalmente dentro de la
tercera, es una sección de la esfera que rodea νζ, es decir, la esfera
del epiciclo que se encuentra entre N y K, vertical al eje que pasa
por los puntos EZ. Tenemos, según esta forma de considerar la
posición, cuatro piezas serradas de las mismas esferas, porque
[aquí] no es necesario, como en otra parte, que giren. Tres de estas

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piezas son ya que las hemos supuesto redondas, incluso aunque no


rodeen totalmente las piezas serradas de esferas huecas, sino parte
de ellas, de modo similar a los dientes de una trilladora, cuyas
formas son semejantes a la curvatura del arco iris, pues en el aire
existe gran número de [tales] formas. Con respecto a los cuerpos de
los epiciclos que rodean y mueven las mismas estrellas, es posible
imaginarlos macizos o huecos y que su interior y la parte que lo
envuelve se convierta en una [pieza] adyacente, lo que a veces es
posible en las piezas serradas.
Si imaginamos sus formas en el interior parecidas a esferas, e
imaginamos sus formas, cuando son macizas, similares a tambores,
eso resulta claro. En las formas similares a pulseras esto no es
lícito, porque sólo es posible imaginar estas formas huecas y que en
su ho- quedad no incluyan nada; y ésta es la limitación de estas
formas que hemos mencionado, pues hemos empleado diferentes
movimientos más simples y menores que los usados por nuestros
antecesores, pues cuando nosotros explicamos los orígenes de lo
que aparece, queda claro si se compara con lo que ellos dijeron e
hicieron. Lo que es preciso decir de nuestra exposición es que se
completa con lo que sucede en los movimientos de las estrellas,
tanto en fenómenos totales como parciales. Por todo cuanto
aparece, podemos imaginar que quien investigue tal problema lo
puede entender y reconocer si agrupa las situaciones hipotéticas y
las compara con las observaciones que no ofrecen duda. Las
valoraciones de lo que investiguen se obtendrá mediante la
aplicación de instrumentos y según un método que incluya las

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tablas que se utilizan en los cánones, de forma que el cálculo de los


movimientos equivalentes (que se utilicen en instrumentos
semejantes a tambores) resulten fáciles, y no difíciles, para un
principiante de la ciencia. Nosotros hemos expuesto en las tablas
(que vienen a continuación de este escrito) los movimientos de cada
uno de los planetas según las bases y el método que hemos
seguido69, y también presentamos el movimiento total en los años
totales, es decir, veinticinco cada uno. Se comienza después de la
muerte de Alejandro, con días de igual duración que las noches, en
años, meses, días y horas. Para el Sol en una sola tabla, para todos
los demás cuatro tablas, después de unir las columnas de los años
propuestos con nuestro año actual, los meses y los días, igualmente
tomamos las horas que han pasado desde el mediodía de nuestro
día actual. En el Sol, cuando añadimos la cifra que hay en la
columna paralela, encontramos la distancia desde el centro del
apogeo de su círculo excéntrico en el sentido de los signos del
universo. En la Luna, por adición de las primeras tablas, se
determina la distancia del punto norte del deferente respecto al
equinoccio vernal en el sentido contrario a los signos del universo.
Por la adición de las segundas tablas resulta la distancia del apogeo
del círculo excéntrico respecto del punto norte de la esfera inclinada
en el sentido contrario a los signos del universo.

69Estas tablas no aparecen en el manuscrito. Unos. autores han considerado que dichas tablas
habían sido elaboradas especialmente para las Hipótesis de los planetas, pero otros opinan que
se refiere a las Tabulae Manuales.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 142 Preparado por Patricio Barros


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Por adición de las terceras tablas se obtiene la distancia del centro


del epiciclo desde el apogeo del círculo excéntrico a la inversa del
Zodíaco.
Por adición de la cuarta tabla resulta la distancia del centro de la
Luna desde el apogeo del epiciclo en el orden inverso del Zodíaco en
el arco superior.
Para los cinco planetas el número que resulta de la primera tabla es
la distancia del apogeo del círculo excéntrico desde el punto del
equinoccio vernal en el sentido de los signos del universo. Por
adición de las segundas tablas se obtiene la distancia del centro del
epiciclo desde el apogeo del círculo excéntrico en el mismo orden
mencionado.
En Mercurio adicionalmente se determina la distancia del círculo
excéntrico del apogeo de la excentricidad en el orden contrario a los
signos del universo.
En las terceras tablas se obtiene la distancia del punto norte del
círculo inclinado respecto del apogeo del epiciclo, en el orden
contrario a los signos del universo y sobre el arco superior.
De las cuartas tablas resulta la distancia del centro de la estrella del
punto norte de la deferente respecto al epiciclo, en el arco superior,
según el orden de los signos del universo.
Final del Tratado segundo del libro de Claudio Ptolomeo sobre
astronomía titulado «Exposición del comportamiento total de los
planetas».
Gracias sean dadas siempre.
No hay más Señor que El.

Introducción de Eulalia Pérez Sedeño 143 Preparado por Patricio Barros

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