373 Ptolomeo - Las Hipotesis de Los Planetas - Claudio
373 Ptolomeo - Las Hipotesis de Los Planetas - Claudio
373 Ptolomeo - Las Hipotesis de Los Planetas - Claudio
Reseña
Índice
Introducción
Astronomía matemática versus astronomía física
La astronomía matemática de Ptolomeo
La astronomía física de Ptolomeo
Las hipótesis de los planetas
Libro primero
Libro segundo
Introducción
como en otras disciplinas, ofrecer una teoría que diera cuenta de los
hechos, pero que también fuera matemáticamente satisfactoria.
Pero sin duda alguna Ptolomeo es conocido fundamentalmente por
sus trabajos en astronomía. Su Sintaxis Mathematica, o Almagesto,
como se denominó en el mundo islámico, fue el tratado en el que
por primera vez se presentó una teoría coherente, completa y con
poder predictivo de la Luna, el Sol y los planetas. Como el
Almagesto es la primera de sus obras principales, es de suponer que
en muchos casos las otras fueran intentos de desarrollar cuestiones
que en la Sintaxis no lo habían sido satisfactoriamente. Así, en su
Fases de las estrellas fijas se ocupó de la manera de determinar lo
más precisamente posible las salidas y puestas estelares,
poniéndolas en relación con determinadas predicciones
meteorológicas, entroncando, pues, con la antiquísima tradición
parapegmatista (o calendárica) griega. El Analemma, una obra de
matemática aplicada a la astronomía, explica el método para hallar
los ángulos al construir relojes de sol. Y el Planisferio, obra del
mismo carácter, se ocupa del problema de la proyección en un
plano de los círculos de la esfera celeste. También escribió el
Tetrabiblos, libro en el que Ptolomeo intentó dar un fundamento
científico a la astrología. Y, por supuesto, también en Las hipótesis
de los planetas trató más detalladamente ciertas cuestiones
astronómicas.
La historia de Las hipótesis de los planetas es una de las más
curiosas e interesantes sobre el decurso y destino de una obra de la
antigüedad. Durante mucho tiempo se adscribió a Ptolomeo la
1 W. Hartner, 1964: «Mediaeval views on cosmics dimensions and Ptolemy‘s Kitáb al-
Manshurát», en I. B. Cohén y R. Taton (eds.), Melanges Alexattder Koyré, París, Hermann, vol. I,
pp. 254-288.
2 Goldstein publicó sus resultados en «The Arabic versión of Ptolemy‘s Planetary hypotheses»,
Transactions of the American Philosophical Society, new Series, vol. LVII, núm. 4, 1965, pp. 1-
55. Hay una buena traducción latina de la parte I del libro I de las Hipótesis realizada en 1620
3 Naturalmente, los matemáticos que hacían astronomía estaban sometidos a unos ciertos
principios físicos, pero sin que fuera de su competencia cuestionarlos. Dichos principios tan
sólo delimitan el marco en el que se ha de desarrollar la investigación astronómica, a la hora de
realizar la cual no habría consideraciones físicas.
4 El máximo defensor de esta tesis es el físico e historiador Pierre Duhem (1861-1916). Dos de
sus obras influyeron poderosamente en el desarrollo de la historiografía de la ciencia
contemporánea. Nos referimos a las famosas «Sózein ta phainómena. Essai sur la notion de
théorie physique de Platón á Galilée», Annales de Philosophie Chrétienne, 79, 6. a serie, vols. 1-
2, 1908, y su monumental Le systéme du monde. Histoire des doctrines cosmologiques de
Platón a Copernic (1913-1959, París, Hermann). Sobre estas cuestiones puede ser útil A. Elena
(1985): Las quimeras de los cielos. Aspectos epistemológicos de la revolución copernicana (Siglo
XXI eds., Madrid), donde se bucea en las distintas concepciones de las hipótesis astronómicas
en el Renacimiento y, como preámbulo, en la antigüedad.
como, por ejemplo, que el Sol, la Luna y las estrellas se ponen antes
para un observador situado al este que para uno que se halle al
oeste. Si la Tierra fuera plana, las estrellas saldrían a la vez para
todo el mundo (fig. 1a). Si la Tierra tuviera forma de cubo o
pirámide, también las estrellas saldrían a la vez para todos los
observadores situados en una misma cara (fig. 1b); en cambio, si
fuera cóncava (fig. 1c) las estrellas saldrían antes para los
observadores situados en el oeste que para los del este; si fuera un
cilindro (fig. 1d), ninguna de las estrellas sería siempre visible para
los observadores de la superficie curvada, como sucede con las
estrellas que rodean la Polar.
sus movimientos, los de las fijas, el Sol y la Luna, según los modelos
de excéntrica y epiciclos desarrollados en el Almagesto.
El modelo de excéntrica se utiliza para dar cuenta del movimiento
del Sol y de su anomalía, esto es, su cambio de velocidad que
produce la desigualdad de las estaciones. La figura 5 muestra dicha
construcción geométrica. El Sol, S, describe un círculo con
velocidad angular uniforme cuyo centro es c, que está a una cierta
distancia
7 Véase n. 48 infra.
8 La paralaje es el desplazamiento de las posiciones aparentes que muestra un astro en la
bóveda celeste, según el punto de la Tierra desde el que es observado.
9 Sin embargo, según el modelo ptolemaico, Mercurio debía mostrar una paralaje de 1/2º,
Cuadro I
1 2 3 4
ESFERA
m M M/m n
Fuego y aire 33 33
Luna 33 64 64
Mercurio 64 166 88/34 166
Venus 166 1.079 104/16 1.079
Sol * 1.160 1.260 1.260
Marte 1.260 8.820 7/1 8.820
Júpiter 8.820 14.187 37/23 14.187
Saturno 14.187 19.865 7/5 19.865
Estrellas fijas 19.865
* Véanse pp. 37-38 de la introducción y 80-83 del texto.
10 Véase n. 6 infra
Cuadro II
1 2 3 4
ESFERA Distancia (en mir. Conversión Distancia en Distancia real actual
estadios) decimal km en mili, de km.
Fuego y aire 94 ½ 1/
30 94,6 210.012
Luna 183 ½ 1/30 183,6333 407.296,01 385.000
Mercurio 475 7 ½ 1/ 1 /
3 30 475,86667 1.056.424 91,7042
Venus 3.093 1/10 1/30 3.093,1333 6.866.756,1 41,44392
Sol 3.612 3.612 8.018.640 149,6
Marte 25.284 25.284 56.130.480 78,3904
Júpiter * 44.769 1/3 1/30 44.769,367 90.286.068 628,7688
Saturno 56.946 1/3 56.946,333 10.464.711 1.277,12345
*Véase n. 34 infra.
Cuadro III
1 2 3 4 5 6
Diámetro Distancias Diámetro Diámetro Diámetro Volumen
aparente medias μ real DTierra = 1 real actual
Luna 1 1/3 48 64 0,2916667 0,26 0,025
Mercurio 1/
15 115 8 0,037037 0,38 1,19683
Venus 1/
10 622 1/2 62 0,3 0,95 0,0227273
Sol 1 1.210 1.210 5,5 109,0 166,33333
Marte 1/
20 5.040 252 2,1428571 0,51 1,5
Júpiter 1/
12 11.504 959 4,3583333 11,2 82,3
Saturno 1/
18 17.026 946 4,3 9,5 79,5
Estrellas 1/
20 19.865 ó 1.000 4,55 94,291667
fijas 20.000
12De hecho no señala qué modificaciones hay que hacer en el sistema de esferas de Venus para
que pueda dar cuenta de las diferencias existentes entre este planeta y los exteriores. (Véanse
pp. 111-112 infra).
en ellas efectúan los astros son exactamente los mismos que los
ejecutados en las esferas. El motivo de usarlos es el de seguir un
cierto principio de economía. Ptolomeo adopta el mismo tipo de
razonamiento que en el libro I de las Hipótesis, donde en
determinado momento prescinde de las esferas porque le bastan
círculos para dar cuenta de los fenómenos {Hipótesis, p. 58). En el
libro II puede prescindir de las esferas completas para dar cuenta
del curso de los astros y del origen de su movimiento. Es decir,
prescinde de lo innecesario a la hora de efectuar sus explicaciones
porque sigue una máxima bastante extendida: no hay nada en la
naturaleza que no tenga un sentido, una función, que sea inútil.
Pero, curiosamente, no fueron las piezas serradas lo que pasó a
occidente, sino que fueron los sistemas de esferas los que
dominaron la astronomía hasta el siglo XVII.
En esta concepción ptolemaica del universo hay que distinguir, en
primer lugar, entre el mecanismo o sistema de cada planeta,
considerado en su conjunto como una esfera adyacente al sistema
de otro astro, y las esferas o capas esféricas cuyas combinaciones
de rotaciones dan como resultado los movimientos observados de
los planetas (véase n. 53 infra). En este segundo sentido, las esferas
pueden ser de varios tipos: pueden tener el mismo centro que la
eclíptica y rotar a su alrededor (en cuyo caso reciben el nombre de
‗esferas de similar colocación‘), o tener ese mismo centro, pero sin
que giren a su alrededor (esferas que se llaman deferentes); también
hay esferas cuyo centro no es el de la eclíptica y que giran alrededor
de un eje paralelo a ella (excéntricas) y esferas que giran alrededor
13 Se puede apreciar aquí cierto influjo estoico, pues esta diversidad de centros puede estar en
relación con la vieja idea estoica de la existencia de varios centros de atracción en vez de uno
solo.
Folio 99ª del BM ms. arb. 426, en el que aparece el modelo de esferas
del Sol.
Bibliografía
Libro Primero
Parte I
2 Ptolomeo escribe su obra, por tanto, no sólo con fines puramente teóricos, sino también
prácticos. Espera que a partir de sus explicaciones se puedan construir modelos que permitan
reproducir cada uno de los movimientos de los planetas por separado, o a la vez. Ptolomeo
advierte acerca de efectuarlo mediante el procedimiento habitual de la construcción de una
esfera, esto es, una esfera o astrolabio armilar, instrumento descrito y usado por Ptolomeo en el
Almagesto, fundamentalmente para efectuar observaciones lunares. Ello es debido seguramente
al hecho de que debía pensar más en un modelo físico que reprodujera los caminos de los
astros que en un instrumento de cálculo.
3 Distingue entre grado, esto es, una de las 360 partes en que está dividido un círculo
cualquiera, y grado temporal (χρόνοι ισημερινοί) o tiempo ((χρόνοι). En la antigüedad había
varias unidades de medición temporal. Una de ellas era la hora estacional o civil, equivalente a
la doceava parte del día o de la noche en cualquier estación, lo cual significa que una hora
estacional de un día de invierno (en el sentido de ‗duración de luz solar‘) era menor que una
hora semejante de verano. La hora equinoccial, usada con fines astronómicos, tenía igual
duración en invierno que en verano, pues equivalía a la veinticuatroava parte del día (en el
sentido de ‗día y noche‘). Recibe el nombre de ‗hora equinoccial‘ debido a que tiene igual
duración que la hora estacional en los equinoccios. Los grados temporales eran otra forma de
medir el tiempo. Como los 360 grados del ecuador tardan un día en cruzar un meridiano
cualquiera, un grado temporal equivaldrá a una quinceava parte de una hora equinoccial, unos
cuatro minutos de los nuestros. Por lo general, cuando Ptolomeo habla de ‗grados‘, esto es, con
el primer sentido explicado, nos hemos permitido emplear el signo convencional.
4 Esto es, el deferente. Ptolomeo utiliza la expresión griega δ φέρον τόυ επιχυχλον, literalmente
―el círculo que transporta el epiciclo‖. Como el término ‗deferente‘ es posterior a Ptolomeo, pues
fue acuñado en el Medioevo, no ha parecido conveniente usarlo en la traducción del texto
griego. En cambio, sí se ha utilizado en la versión del texto árabe, muy posterior, pues en ella
se utiliza el término Falak al-tadwir con un significado clara y exclusivamente astronómico. Hay
que señalar que en Los libros del Saber de Alfonso X se traduce el término correspondiente por
el castellano antiguo levador.
5 Ptolomeo distingue entre zodíaco y eclíptica. Para aquél utiliza la expresión δωδεκατημόριον,
literalmente ‗doce‘, y no ζώδιων. De este modo diferencia el cinturón zodiacal (cinta de doce
grados de anchura compuesta por las constelaciones de todos conocidas) del círculo que lo
divide en dos mitades y que es el camino que sigue el Sol en su recorrido anual. Para ‗eclíptica‘
Ptolomeo utiliza ό διά μέσων των ζωδίων (κύκλος), ‗el [círculo] que va por el medio del zodíaco‘, o ó
λόξος καί διά μέσων των ζωδίων, ‗el círculo inclinado que va por la mitad del zodíaco‘. (Véase la
introducción de Toomer a su edición del Almagesto.)
6 La notación numérica empleada en la antigüedad, en los contextos científicos, era sexagesimal
7 Estos son los círculos fundamentales que hay que distinguir en la esfera celeste. Véase, por
ejemplo, la figura 3 de la Introducción.
8 Está estableciendo la diferencia entre día solar y día sidéreo. Este último es el tiempo que
tarda una cierta estrella —o un determinado punto ‗del universo‘— en completar una revolución
alrededor de la Tierra. Como señala Ptolomeo, el Sol, además de disfrutar del movimiento
diurno de este a oeste, también se mueve por la eclíptica de oeste a este. Debido a ello, e l día
sidéreo es más corto que el día solar (unos cuatro minutos, según el patrón temporal actual).
Este es el motivo por el que las estrellas que se ven al anochecer un día de verano son distintas
a las que se ven en un anochecer de invierno. Esos cuatro minutos diarios que le faltan al día
sidéreo para igualar al solar son 1.460 minutos anuales, un día aproximadamente, por lo que
las estrellas visibles en verano serán visibles de nuevo cuando haya transcurrido un año y un
día.
Por lo que se refiere a la palabra día, existe en griego la misma ambigüedad que en castellano,
pues se utiliza la misma expresión, ήμερα, tanto para el período de luz solar como para el
tiempo que transcurre entre un amanecer y el siguiente o, como dice el Diccionario de uso del
español, de María Moliner: «Espacio de tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta completa
alrededor de la Tierra». (Esta definición resulta sumamente curiosa si tenemos en cuenta que
hace casi quinientos años que Copérnico desalojó a la Tierra de su posición central en el
Universo.)
9 El sistema cronológico de Ptolomeo se basa en el año egipcio. Este constaba de doce meses de
treinta días cada uno más cinco días denominados epagómenos. Tot es el primero de los meses
del año y también de la estación de las inundaciones, que constaba de otros tres meses más
(Faofi, Atyr y Choick). A continuación estaban los cuatro meses del crecimiento o de la semilla
(Tybi, Mechir, Famenot y Farmouti) y, por último, los meses del calor o la cosecha (Pachón,
Payni, Epihi y Mesore). Según esas denominaciones, los meses parecen corresponder a una
determinada época del año. Sin embargo, debido a que el año egipcio es aproximadamente un
cuarto de día más corto que el solar, los meses del calendario egipcio se iban desplazando a lo
largo del año, llegando a darse el caso de que un mes de la cosecha cayera en época de
inundaciones o a la inversa. Sin embargo, y debido a su simplicidad, este calendario se impuso
para uso astronómico hasta época bien tardía. En la vida cotidiana, cada ciudad tenía su
propio calendario y de nada sirvieron los múltiples intentos de los astrónomos para elaborar un
calendario que sirviera para fines astronómicos y cotidianos. La relación expresada entre año
egipcio da un valor para aquél de 365,24667 días (véase n. 10 infra) y de 365,25681 días para
el año solar sidéreo. Los valores modernos calculados para la época de Ptolomeo son 365,24220
y 365,25636 días, respectivamente.
Por lo que se refiere a la era, Ptolomeo no usa en las Hipótesis la era Nabonassar, cuyo
comienzo corresponde al año 746 a. n. e., y que emplea en otros escritos astronómicos. Utiliza
una mucho más cercana: retrotrae todos los movimientos de los planetas y sus modelos al
primer año después de la muerte de Alejandro, ocurrida en el 323 a. n. e.
10 En realidad el texto griego dice que la Luna efectúa 105.416 meses sinódicos en 8.528 años
solares, mientras que en el texto árabe las cifras son 106.416 y 8.523, respectivamente. Si se
aceptan estas últimas cifras, el valor del mes sinódico resulta demasiado corto (29,253094 días
frente al valor que Ptolomeo le asigna en el Almagesto, 29;31,50,08,20, esto es, 29,530594). Si
se acepta que el número de años solares es 8.528, el valor que dicha cifra arroja para el año
solar es de 365,03252 días, muy alejado del que le adscribe Ptolomeo en el Almagesto (365 +
1/ – 1/
4 300 días o 365,24667 días). Además esas cifras serían inconsistentes con la relación
expresada en la página 4. (Véase también nota 9 supra.) A lo largo del texto abundan las
discrepancias de este tipo. Por lo general se ha adoptado la que se presenta en el te xto griego
tal y como fuera establecido en la edición de Heiberg, excepto cuando es claramente errónea,
como en este caso.
Por lo que se refiere a los otros períodos lunares las relaciones expresadas por Ptolomeo
conducen a los siguientes valores:
1 mes anómalo = 27,554603 días
1 mes dragónico = 27,212222 días
11 Naturalmente, Ptolomeo no habla de Mercurio, Venus, etc., sino de Hermes (Mercurio),
Afrodita (Venus), Ares (Marte), Zeus (Júpiter) y Crono (Saturno), anteponiéndoles siempre la
expresión ‗la estrella de‘. Los correspondientes nombres árabes son: ‗Atárid, al-Zahra, al-Mirrlj,
Al-Mustari y Zuhal.
12 En la teoría ptolemaica, los dos componentes básicos del movimiento planetario están
representados por el movimiento del centro del epiciclo sobre el deferente —que es el que
describe el movimiento en longitud— y el del planeta en el epiciclo, esto es, la anomalía, que
produce los fenómenos sinódicos, que están en una relación determinada con el Sol. Ptolomeo
calcula las vueltas en anomalía para cada planeta; dicho de otro modo, computa cuántas
vueltas dará cada planeta en el epiciclo en un cierto número de años halíacos, que es
justamente su período sinódico: el tiempo que tarda el planeta en volver a su posición inicial
para un observador situado en la Tierra, y los resultados obtenidos son los siguientes, que
concuerdan con las estimaciones actuales:
13 Ptolomeo dice que los cielos se mueven de este a oeste, para lo cual utiliza la expresión εις τα
προηγούμενα, usando εις τά έπoμενα, para el movimiento contrario. Sin embargo, no sería
adecuado traducir ‗hacia el oeste‘ y ‗hacia el este‘, respectivamente, pues para ello Ptolomeo usa
expresiones inequívocas (δυσμαί y άνατολαί), que se limitan a situaciones en las que está
implicado un observador terrestre. Además, Ptolomeo utiliza a veces las expresiones είς τά
προηγούμενα τώ ζωδίων (y la contraria) para referirse al movimiento en la eclíptica, en donde los
cuerpos se mueven de oeste a este, por lo que el movimiento hacia el este se describe como
‗hacia atrás‘ y el movimiento hacia el oeste como ‗hacia delante». Hemos optado por traducir ‗en
el sentido de los signos‘ (hacia el oeste) y ‗en el sentido contrario a los signos‘ (hacia el este),
para una más rápida comprensión del texto, pero hay que tener en cuenta que el uso de tales
expresiones no conlleva la utilización de coordenadas eclípticas.
14 Este es el modelo solar. Ptolomeo expone sus parámetros: la excentricidad de la órbita solar
15 Las expresiones que aparecen entre corchetes se han añadido con el fin de hacer más
inteligible el texto, o bien estaban incorporadas como tales adiciones en el manuscrito.
16 Véase el modelo lunar en las pp. 33-35 de la introducción. Obsérvese que uno de los
parámetros más difíciles de calcular, el radio del epiciclo, está dado en este y en los demás
modelos. La excentricidad de la órbita lunar es de 12 ½º, diferente a la que aparece en el
18 Según el manuscrito árabe, pues en el texto griego no aparece; sin embargo, el valor que
aparece en el Almagesto es de 1/4 por lo que éste es el valor que hemos adoptado en el cuadro
de la nota 26 infra.
19 Sobre el modelo de Venus, véanse las pp. 30-31 de la introducción y la nota 26 infra.
20 Esto es, la inclinación es de 1;50º (1,8333...º), pero en el texto árabe aparece 4;50º
(4,8333...º).
21Con relación al modelo de Marte y sus parámetros, véanse las pp. ......de la introducción y la
nota 26 infra. Hay que señalar que en estas cifras hay de nuevo discrepancias, según el texto
árabe, el apogeo de la excéntrica distaba del equinoccio de primavera en la fecha indicada
110;54º (110,9º) y el centro del epiciclo distaba del apogeo de la excéntrica 350;7º (356,11667º).
25 Así, pues, Ptolomeo sitúa la parte alta del deferente 10º más al este que en el Almagesto.
e id r ie*** rc P
Mercurio 60 a 3 1/6º 22,3 6,30º 2 ½º 1 año tróp.
Venus 60 a ¼ * 1/6º 43 1/6º 3,30º 1 año tróp.
Marte 60 a 6 1 ½ 1/3º 39 1/2 1 ½ 1/3º 686,98039 d.
Júpiter 60 a 2 3/4, 1 ½º 11 ½º 1 ½º 4332,3889 d.
(11,86... años)
Saturno 60 a 3 ** 2 1/3º 6 ½º 2 ½º 10.758 d.
(29,45... años)
* Véase nota 16 supra.
** 60 a 3;25 en el Almagesto.
*** Obsérvese que en el caso de los planetas superiores L = i d. También hay que señalar que, al
contrario de lo que sucedía en el Almagesto, la inclinación del epiciclo con respecto al deferente
ya no oscila en el caso de Mercurio y Venus, simplicándose notablemente la teoría de las
latitudes.
Libro Primero:
Parte II27
Estas son las formas de los planetas en sus esferas. Como hemos
dicho, la causa por la que aparecen anomalías en los movimientos
celestes no se basa en las estrellas fijas; lo que sucede es que esta
esfera se mueve de forma similar al movimiento universal, cuya
naturaleza debe ser simple, que no se mezcle con nada y que en
modo alguno reciba situaciones contrarias. Todos los planetas que
se encuentran afectados por este movimiento [el movimiento
universal] se mueven con él de este a oeste y a los lados, es decir, de
delante hacia atrás, a la derecha y al norte, que son las direcciones
del movimiento local. El movimiento local es el primero de todos los
movimientos y cosas cuya naturaleza es eterna, únicamente allí se
encuentra este movimiento; es la causa de las alteraciones y
contradicciones cualitativas y cuantitativas existentes en las cosas
que no son eternas y origina cambios que no se producen del mismo
modo en las cosas eternas, tal como nos parece en apariencia, pues
se producen en su propio ser y en su sustancia 28.
Respecto al Sol pensamos que tiene una sola anomalía que se
aprecia en su movimiento en la eclíptica, porque no existe nada más
fuerte que el Sol en todo cuanto se mueve y le dé otra anomalía en
su trayectoria. Los restantes planetas tienen dos tipos de
anomalías: la primera, similar a la que hemos citado según su
27 Aquí comienza la parte de las Hipótesis de los planetas descubierta por Goldstein (véanse pp.
15-17 de la introducción).
28 Obsérvese cómo aquí la exposición, de los movimientos planetarios atiende a características
físicas en vez de matemáticas, al contrario de lo que sucedía en la parte primera del libro I.
29Ptolomeo incide de nuevo en cuestiones que constituyen una innovación de las Hipótesis con
respecto al Almagesto y una mejora y simplificación de la teoría de las latitudes. Por un lado, la
inclinación del deferente es fija, no oscila, ni tampoco lo hacen los epiciclos con respecto al
deferente; además, ahora los planos de los epiciclos son paralelos al plano de la eclíptica.
31 En un principio parece que Ptolomeo va a tomar la misma actitud con respecto al orden de
los planetas que en el Almagesto: «Por lo que se refiere a las esferas de Venus y Mercurio,
vemos que los astrónomos más antiguos las colocan por debajo de la del Sol, pero que otros
después de ellos las sitúan por encima, debido a que el Sol nunca ha sido oscurecido por ellas
[Venus y Mercurio]. Para nosotros, sin embargo, ese criterio parece tener un elemento de
incertidumbre, ya que es posible que algunos planetas puedan estar de hecho por debajo del
Sol, sin estar siempre, sin embargo, en uno de los planos que hay entre el Sol y nuestro
observador, sino en otro y, por consiguiente, podría no vérseles pasar por delante de él, igual
que en el caso de la Luna, cuando pasa bajo [el Sol] en la conjunción, no produciéndose
oscuradón en la mayoría de los casos» (Almagesto, IX, 1). Pero a continuación Ptolomeo aduce
nuevas razones para optar por el orden que adopta (véase nota 34 infra).
visto, antes de este tiempo, una ocultación del Sol [por alguno de los
planetas], y por esta causa el hombre puede imaginar que las
esferas de los cinco planetas están más elevadas que la esfera del
Sol. A quien desee conocer la verdad no le queda claro cuanto
hemos dicho primeramente, porque al ocultar un cuerpo pequeño
[el planeta] al grande [el Sol], no es perceptible tal ocultación por lo
poco que oculta y la situación del resto del cuerpo solar que
permanece expuesto. Cuando se produce un eclipse solar, y la Luna
oculta una parte del Sol igual o mayor al diámetro de uno de los
planetas, entonces el eclipse no es perceptible. Además, sólo se
produce tal fenómeno en largos períodos de tiempo, y se da al estar
el apogeo y perigeo del epiciclo más próximo al Sol; pero [el planeta]
se encuentra en el plano de la eclíptica dos veces en cada órbita del
epiciclo, al trasladarse de norte a sur y de sur a norte. Cuando el
centro del epiciclo está en uno de los nodos, y el planeta también
está en este nodo, entonces el planeta está en el apogeo o en el
perigeo, y puede suceder que el planeta oculte [parte del Sol]. De
acuerdo con los que describen las observaciones y las examinan
cuidadosamente, transcurre mucho tiempo antes de que finalice la
vuelta de estos dos, es decir, la vuelta del epiciclo y la vuelta de los
planetas, y se produzcan conjunciones por encima de la Tierra. Con
esta condición está claro que no se puede emitir un juicio cierto
para los dos planetas, ni siquiera para los planetas en los que se
está de acuerdo que se hallan por encima de la esfera del Sol, es
decir, Marte, Júpiter y Saturno.
32 Todas las distancias están dadas en radios terrestres. (Véanse las pp. 36-40 de la
introducción.)
33Ptolomeo intenta encajar la esfera de Marte entre la de Venus y la del Sol, pero le falta sitio,
ante lo cual opta por disminuir la distancia del Sol y aumentar la de la Luna. Sin embargo,
Ptolomeo no cuantifica estas disminuciones y aumentos. Sobre las discrepancias de las cifras
en las esferas de Venus y el Sol, véanse las pp. 36-38 de la introducción.
34 Ptolomeo añade una nueva razón en favor del orden de los planetas por él adoptado (véase
nota 31 supra): los modelos de Mercurio y la Luna tienen más movimientos que los de los otros
planetas (véanse las pp. 29-30 y 36 de la introducción). Obsérvese que cuando Ptolomeo dice
que «las esferas más cercanas a la atmósfera se mueven con muchas clases de movimientos y
en esto se asemejan a la naturaleza del elemento adyacente a ellas» (el subrayado es nuestro),
esto es, a la atmósfera o al aire, parece estar olvidando la tradicional distinción aristotélica
entre mundo sublunar y supralunar (éste es uno de los aspectos en los que se pueden apreciar
influjos ajenos al aristotelismo en Ptolomeo, seguramente estoicos). Además, nótese cómo
utiliza como razón que inclina la balanza en favor de este orden de los planetas motivos en
absoluto matemáticos (véanse pp. 35-36 de la introducción).
35 En realidad, en el manuscrito del Museo Británico dice ‗de las otras fijas‘, pero está claro que
36 Sobre las distancias y radios planetarios, véanse las pp. 36 a 40 y los cuadros I y II de la
introducción.
37 Puesto que una miríada de estadios son 10.000 estadios, la longitud de la circunferencia
Sobre el valor atribuido a los estadios y las dimensiones del cosmos ptolemaico, véanse las pp.
39-41 y el cuadro II de la introducción.
38 Como se puede apreciar, existe una discrepancia entre las miríadas de estadios a las que se
encuentra el límite de la esfera de Júpiter con la de Saturno. Según el texto, es de 44.769;22 ó
44.769,367 miríadas de estadios. Pero la cifra obtenible por la simple multiplicación de la
cantidad de radios terrestres que tiene la esfera de Júpiter por el número de estadios o
miríadas de estadios del radio terrestre es otra, 40.669,4 miríadas de estadios. No hemos
encontrado manera de enmendar la cifra de 4476;22 que aparece corrupta en el manuscrito
(tampoco Goldstein, loc. cit., pp. 8 y 11). Sobre las distancias planetarias, véanse pp. 36-41 de
la introducción.
39 Hiparco. Lo único que nos ha quedado de las obras de este astrónomo (siglo II a. n. e.) es un
fragmento de su Comentario al Poema de Arato. No obstante, Ptolomeo se debe referir aquí a
una obra denominada Sobre los tamaños y distancias. Papo (hacia 320), Teón de Esmirna (siglo
II) y Calcidio (300 a 350) citan la misma obra de Hiparco, según la cual el Sol tiene 1.880 veces
el tamaño de la Tierra y ésta 27 veces el de la Luna.
Por segunda vez decimos aquí que si todas las distancias están de
acuerdo con los valores citados, entonces los volúmenes de sus
cuerpos están también de acuerdo con lo que hemos dicho. Si sus
distancias son más grandes que las que hemos descrito, entonces
estas dimensiones son los valores mínimos [posibles]. Si sus
distancias son las que hemos definido, entonces Mercurio, Venus y
Marte exhiben paralaje. Marte, cuando está en el perigeo, tiene una
paralaje similar a la del Sol cuando está en el apogeo. Venus,
cuando está en el apogeo, tiene una paralaje similar a la del Sol
cuando está en el perigeo. Mercurio, cuando está en su perigeo,
tiene una paralaje igual a la de la Luna cuando está en el perigeo.
La paralaje de Mercurio en su apogeo es igual a la de Venus en el
perigeo. La proporción de cada una de ellas con la paralaje lunar y
solar es igual a la razón de las distancias que hemos mencionado
con las distancias del Sol y de la Luna.
La primera aparición de las estrellas y su desaparición bajo los
rayos del Sol se da cuando las estrellas están sobre el horizonte, en
el orto o en el ocaso, y el Sol está cerca del horizonte. Entre ambos
hay un arco de la circunferencia máxima que se traza por el centro
del Sol y el cénit44. En las estrellas fijas de primera magnitud, al
estar en la eclíptica, [el ángulo] es de 15º aproximadamente, para
de las estrellas. Hoy sabemos que el volumen de Júpiter es mayor que el de todos los demás
planetas juntos (incluidos Urano, Neptuno y Plutón, desconocidos en la época de Ptolomeo y sin
tener en cuenta, por supuesto, el Sol). El volumen de Júpiter es 1.300 veces el de la Tierra, y el
del Sol, 1.300.000 veces el de ésta. Por lo que se refiere a las estrellas fijas, por ejemplo,
Aldebarán, una de las estrellas más brillantes que se halla en la constelación de Taurus, tiene
un volumen 216.000 veces el del Sol. Estas cifras quedaban comple tamente fuera de la
imaginación de Ptolomeo.
44 Este arco se denomina arcus visionis e indica la distancia a la que se debe encontrar el Sol
45 Se refiere al orto acrónico de los planetas exteriores, fenóme no que se produce cuando el
planeta es visible por primera vez al ponerse el Sol.
Libro Segundo46
46Aquí comienza el libro II de las Hipótesis de los planetas. Esta parte sólo sobrevivió en árabe
bajo el título de Kitáb al-iktisás, por lo que se consideró que era una obra diferente al Kitáb ad-
manshurát (véanse pp. 15-17 de la introducción). Seguramente los autores árabes le dieron
familiarmente este último título debido a la peculiaridad de las ‗piezas serradas‘ que presenta
Ptolomeo en esta segunda parte (véase nota 49 infra). Esta parte comienza en el folio 93.* del
manuscrito anteriormente citado (véase nota 27 supra).
47 Aunque Ptolomeo adopta numerosas tesis aristotélicas, no hay duda de que recibió influjos
de otras escuelas filosóficas que le llevaron a efectuar críticas a ciertos aspectos de la
representación aristotélica del mundo, dominante no sólo en Grecia, sino en el occidente
medieval. En este caso, Ptolomeo realiza uno de los primeros ataques contra el primer motor
aristotélico y propone en su lugar una suerte de fuerza vital como motor de los cuerpos
celestes, a semejanza de lo que sucede con los animales (véanse pp. 48-49 de la introducción).
48 Esta es la primera vez que aparece el término manshürát, de difícil traducción. Neugebauer
(1975, pp. 922-926) habla de capas o esferas, según sean o no huecas. Por otro lado, W.
Hartner («Falak» en Encyclopaedia of Islam, pp. 780782) traduce manshürát por ‗casquete‘.
Pero este término referido a esferas tiene en castellano el significado muy preciso de «sector de
una esfera menor que una semiesfera». El significado del término manshürát en Ptolomeo es
distinto. Aunque en el párrafo anterior Ptolomeo considera que los movimientos de cada uno de
los astros se efectúa en esferas, también afirma que no es necesario suponer que la esfera es
completa, sino que basta con imaginar una especie de tambor —en el caso de que sea una
sección de la esfera maciza del epiciclo o un cinturón, si es una sección de una esfera hueca.
En ambos casos, las secciones se forman a partir de círculos paralelos al ecuador; esto es, los
manshürát son trozos cortados de una esfera, del tipo antes mencionado. Como señala W.
Hartner (ibi- dem), es probable que manshürát sea la traducción del griego πρίσματα, del mismo
origen que nuestro ‗prisma‘ (de πρίω, serrar), aunque en este caso no sería un cuerpo formado
por dos superficies paralelas poliédricas, sino esféricas.
49 Con esta crítica y las que expone a continuación se refiere al sistema de esferas
compensadoras de Aristóteles. Según dicho sistema, el movimiento de cada planeta era
producido por un número determinado de esferas, en contacto entre sí de tal modo, que el
movimiento de una era transmitido a la siguiente, y así sucesivamente. Este modelo, que era
grosso modo el de Eudoxo y Calipo, necesitaba de una serie de esferas que compensaran la
creciente velocidad que irían tomando a medida que descendieran desde la esfera de las
estrellas fijas; así, pues, tenían los mismos ejes y la misma velocidad, pero en sentido contrario,
anulando de este modo los movimientos particulares de cada planeta y transmitiendo tan sólo,
de un conjunto de esferas de un planeta al siguiente, el movimiento diurno de las estrellas fijas.
forma que la nube se diferencia del aire que la rodea por el color,
mientras está seca, y lo mismo sucede con los líquidos teñidos que
se diferencian de los que no lo están por la densidad, si tales
líquidos fuesen similares entre sí.
Pero si admitimos que los polos pueden estar fijos, entonces, ¿a cuál
de las dos esferas unidas están sujetos los polos? Porque no es
posible que estén sujetos a las dos [simultáneamente], debido al
movimiento; pero si estuvieran unidos a una, no podrían estarlo a
ella sin estar sujeto a la otra. También [podríamos preguntarnos]
cuál de los polos mueve la esfera que está suelta. En consecuencia,
todo esto produce desconcierto. El físico afirma que la razón de la
estabilidad de los cuerpos que se mueven puede ser uno u otro de
los dos tipos mencionados, lo que no aporta distinción ni diferencia;
es decir, que aunque diga que la causa de aquello sean las esferas
enteras o los trozos que están entre ellas, no hay motivo de
separación ni diferencia, sino que se distingue cuando una esfera es
hueca y la otra no lo es. El físico podría afirmar, si quisiera, que es
debido al tipo de movimiento que hay en los trozos similares a
anillos o tambores por múltiples razones: en primer lugar, porque
en el cielo no hay muchos movimientos, debido al comportamiento
de las esferas giratorias, ya que es posible imaginar que esto
[ocurre] con pocos movimientos, pues en los trozos de los cuerpos
esféricos del tipo de las piezas serradas se produce el movimiento
giratorio similar al movimiento del éter que se origina con el
movimiento primero, ya que, en cualquier caso, no existe nada que
impida que se ponga en movimiento con su [propio] giro y con la
50 Originalmente, cierto juego de los magiares del que probablemente se originó la ejecución
similar, o baile de los derviches cuando celebran cierta fiesta. Un conjunto de bailarines danzan
en un corro, sin que entre ellos exista contacto y dando vueltas, a la vez, cada uno de ellos. (N.
de la Trad.)
51 Ptolomeo intenta construir un modelo físico, sin embargo, en ningún momento aparecen
valores cuantitativos que permitan una comprensión y elaboración real. Si a ello añadimos la
falta a veces, confusión otras, de figuras en los manuscritos, así como la ilegibilidad de la
mayoría de las letras usadas para referirse a figuras en su mayoría inexistentes (véanse pp. 42 -
43 y 77 y la reproducción de parte del manuscrito de las pp. 50, 101-102), se comprenderá la
dificultad que este texto entrañó siempre para los historiadores de la ciencia.
52 Esto es, dentro del círculo HT encaja el sistema de Saturno. En todos los sistemas, el círculo
interno sirve de nido del sistema de la siguiente estrella.
53 Obsérvese cómo se utiliza el mismo término, ‗esfera‘ (falak), en diversos sentidos: para
referirse a una esfera propiamente dicha, a capas delimitadas por círculos (ya sean éstos
paralelos entre sí, o formen una especie de media luna) e incluso al sistema compuesto por
varios cuerpos que determinan el movimiento de cada estrella. Como en el contexto y con las
figuras que hemos incorporado queda claro en qué sentido se utiliza en cada momento, hemos
creído conveniente conservar la traducción literal de falak.
54 Esto es, las esferas o capas AC, CF y FH. Es en la segunda, CF, donde se hallan las estrellas
fijas.
55 En oscuro, en la figura de la reproducción del manuscrito en la p. 50.
El modelo de Saturno
Respecto a esas cosas, basta con lo que hemos dicho. A
continuación explicaremos lo necesario para la colocación y
situación de las esferas de Saturno. En torno a A, centro de la
eclíptica, se encuentra la esfera estable de las que se mueven, es
decir, la definida por el círculo BΓ, como si el ‗motor‘ estuviese a su
alrededor abarcándola; si lo trasladásemos dé su sitio máximo y lo
situásemos en la parte exterior de lo que hay debajo, entonces
pasaríamos por el punto A, en el plano de la eclíptica, la línea BΓ; e
igualmente alrededor del plano del círculo inclinado que rodea la
Tierra y encima del centro del círculo excéntrico, Z, alrededor del
que se mueve el epiciclo, está el punto F y el centro de la esfera del
epiciclo H; dibujemos sobre el centro dos círculos E y K y tracemos
en el plano del círculo inclinado la línea NH sobre el centro Z;
dibujemos las figuras que rodean los epiciclos y que son ns y bg 56 y
dibujemos alrededor del centro A el círculo LY que delimita [el
sistema] que está debajo57.
Imaginemos, por otro lado, los puntos BΓ y LY sobre el eje que pasa
por el punto A, el eje de la eclíptica; pensemos los puntos N, I, Q, Ξ
sobre el eje que pasa por el punto Z que es el eje del movimiento de
la eclíptica respecto al centro giratorio. Por otro lado, imaginemos
los puntos F y A sobre el eje que pasa por el centro Z, perpendicular
58 En realidad es una capa delimitada por superficies esféricas (véase nota 53 supra).
sobre el eje que es igual al eje que pasa por NZΞ, entonces se mueve
hacia el este, igual que el movimiento del epiciclo. Sin embargo, la
esfera delimitada por los círculos IQ y LY 59 no se mueve con el
movimiento de la esfera NI, sino que conserva la posición que tiene
BN porque los polos de la esfera NI son NΞ e IQ y los de la pieza IL
son IQ, y están en el mismo eje; con la esfera NI se mueve también
la esfera rodeada por LY, porque los polos de la esfera NI, esto es,
IQ, no coinciden con los de LY sobre el mismo eje. Sí [entonces] la
esfera rodeada por LY gira sobre los puntos del eje principal sobre el
cual están BΓ, de este a oeste y en la misma cantidad en la que se
mueve de oeste a este la pieza BN, que se mueve según el motor,
entonces la esfera que rodea el círculo BΓ tiene la misma posición
que la que rodea al círculo LY, esto es, la esfera IL, que es la
segunda de las esferas móviles y pertenece a las esferas de Saturno.
Por tanto, la esfera rodeada por LY es la tercera de las esferas
móviles y pertenece a las esferas de Júpiter.
Por lo que se refiere a los epiciclos, la esfera en la que se halla el
epiciclo viene delimitada por los círculos E y K, es hueca y se mueve
sobre el eje NΞ con un movimiento equivalente al de la esfera que la
rodea, es decir, BN, sólo que se mueve en sentido opuesto, porque
mueve la pieza próxima al apogeo hacia el oeste y la próxima al
perigeo hacia el este; la esfera que está rodeada por el círculo ns
está en relación con la estrella que está en Π y que es movida por la
esfera bg en el sentido en que se mueve ella misma, porque sus
polos no están sobre el eje de aquélla, y se mueve con la estrella en
59Esto es, otra ‗capa esférica‘. Como gracias a las figuras se puede ver cuando estas ‗capas‘ son
esféricas, medias lunas, etc., omitiremos desde ahora todo comentario.
60 Véase la figura C.
61 Es decir, en las esferas, capas esféricas o piezas serradas, la parte interna de una de ellas és
la externa de la interior, y viceversa. Por eso, y por simplicidad, no se consideran como dos
caras, sino como una sola.
Por otro lado, tenemos las dos esferas de los epiciclos: la esfera del
epiciclo, ns, que es hueca y no tiene inclinación porque su eje νζ; es
paralelo al eje NΞ, y la esfera que está rodeada por ésta, bg, la que
soporta la estrella y está inclinada con respecto a la primera, porque
su eje βγ no es paralelo al eje NΞ.
Con respecto a la posición de las piezas serradas, imaginemos que
alrededor del círculo BΓ, y bajo el círculo LY, se encuentra la esfera
del éter, e imaginemos que gracias a su rotación mueve de este a
oeste los trozos esféricos que rodea. La primera pieza serrada en
este lugar pertenece a la esfera contenida por los círculos BΓ y NΞ;
dicha pieza se toma de lo que se encuentra entre BΓ y su [pieza]
opuesta según la situación en que se encuentre, pero que sea
vertical al eje BΓ, que es el eje de la eclíptica. La segunda pieza se
recorta de la esfera contenida entre los círculos NΞ e IQ, en el lugar
Si, por otro lado, colocamos los puntos BΓ sobre el eje de la eclíptica
que pasa por el punto A y situamos Θ, L, M y K sobre el eje del
círculo excéntrico que pasa por el punto Z, paralelo al eje de la
eclíptica, entonces A es a Z como Z es a S. Ahora la esfera BΘ se
mueve de este a oeste y con ella lo hace ΘK, porque BΘ se mueve
sobre el eje del ecuador mientras que ΘK lo hace sobre un eje
Modelo de Mercurio
Con respecto a las esferas de Mercurio, consideremos que la
séptima de las esferas móviles está limitada por el círculo BΓ,
trazado alrededor del centro A; pasemos por dicho punto A la línea
ΔA en el plano de la eclíptica y también pasemos por dicho punto la
línea EA en el plano del deferente que rodea la Tierra; en ella
marquemos el centro del círculo excéntrico, que se mueve alrededor
del centro Z, que es el centro de las esferas del epiciclo cuyo centro
sea el punto C. Si trazamos alrededor del centro Z los dos círculos
NΞ y KL, obtenemos el plano del epiciclo inclinado en el que se
mueve la estrella que está en él; tracemos sobre el centro C los dos
círculos que rodean las esferas de los epiciclos, es decir, ns y bg, y
alrededor del centro H dibujemos dos círculos que rodeen los
anteriormente citados, esto es, ΣT y MR. Además tracemos el círculo
DV sobre el centro A, que es el que se encuentra debajo de todos los
círculos citados. Imaginemos los puntos BD y VΓ sobre el eje de la
eclíptica y los puntos Σ, M, R y T sobre el eje del deferente que rodea
la Tierra y que pasa por el punto H; [imaginemos] también que los
puntos NK y LΞ están sobre el eje del círculo excéntrico que pasa
por el punto Z y es paralelo al eje que pasa por el punto H.
66 Véase la fig. C.
similares a los de las esferas (de las que estas piezas constituyen
sectores) por lo que se refiere a la dirección, denominación y
uniformidad de movimiento, como hemos mencionado en las
esferas, y [con relación] a la anchura a ambos lados de los planos; y
eso en cada una de las dos formas de consideración (como hemos
demostrado en la parte anterior).
El modelo de la Luna
Sólo nos falta exponer la situación de estas cosas en la Luna.
Imaginemos la situación de la octava esfera móvil alrededor del
punto A, centro de la eclíptica, que es la esfera limitada por el
círculo BΓ; pasemos por el punto A, y en el plano de la eclíptica, la
línea AD, y en el plano del deferente la línea EA, y marquemos sobre
ésta el centro del círculo excéntrico, es decir Z, y el centro de la
esfera del epiciclo, es decir, C; sobre el centro C tracemos el epiciclo.
Imaginemos la Luna sobre el punto o y alrededor de Z tracemos los
círculos NΞ y KF que rodean el epiciclo; alrededor del centro A
coloquemos los dos círculos que encierran a estos dos [últimos], es
decir, ΣT y JM. Imaginemos ahora los dos puntos B y Γ sobre el eje
de la eclíptica [que pasa] por el punto A; supongamos [también] los
puntos Σ y T sobre el eje del deferente que pasa por A y hagamos lo
mismo con los puntos NΞ y KF sobre el eje del círculo excéntrico
que pasa por Z y que es paralelo al del deferente. Las relaciones
propias de la Luna se pueden determinar mediante las líneas AZ y
ZC y la línea que va de C al centro de la Luna.
67 Sorprendentemente, aquí sólo se asigna una esfera al Sol, por lo que el número total de
esferas resulta ser cuarenta y uno.
69Estas tablas no aparecen en el manuscrito. Unos. autores han considerado que dichas tablas
habían sido elaboradas especialmente para las Hipótesis de los planetas, pero otros opinan que
se refiere a las Tabulae Manuales.