370 Jacques - Lafaye - Albores - de - La - Imprenta
370 Jacques - Lafaye - Albores - de - La - Imprenta
370 Jacques - Lafaye - Albores - de - La - Imprenta
Reseña
Índice
Advertencia liminar
Preámbulo
Parte I. Orígenes de la imprenta en Europa: su introducción en la
península Ibérica
I. Condiciones técnicas de la primitiva imprenta: el papel, la
tipografía; la prensa y la tinta
II. Expansión de la imprenta en Europa: sus bases económicas
III. Las bases sociológicas del negocio editorial y librero
Parte II. Modalidades de la imprenta y perfil del libro en España
IV. Debilidad estructural de la imprenta en la península
V. El control económico e ideológico por la monarquía y la
Iglesia
VI. Qué clase de libros se imprimieron y/o vendieron en la
península
Parte III. Lectores, bibliófilos y bibliotecas
VII. Lectores y bibliotecas particulares
VIII. El libro como objeto de colección
IX. Las primeras bibliotecas enciclopédicas de España
Parte IV. Transferencia de la imprenta a nuevos mundos
X. La imprenta en México
XI. La primera imprenta del Perú, la de Antonio Ricardo
XII. Llega la imprenta a manila, vía Macao
A modo de ampliado colofón
Apéndices
Advertencia liminar
Preámbulo
8. Marca del impresor Josse Bade. Nacido en 1462, fue uno de los
primeros impresores e París, activo durante unos 30 años, ya entrado
el siglo XVI. El grabado representa su taller; en medio se observa la
prensa de tuerca, que se reputa otra invención de Gutenberg. La
Parte I
Orígenes de la imprenta en Europa
Su introducción en la península Ibérica
Capítulo I
Condiciones técnicas de la primitiva imprenta: el papel, la
tipografía; la prensa y la tinta
Capítulo II
Expansión de la imprenta en Europa: sus bases económicas
§. La relación impresor-autor-librero
Por lo general un impresor no era editor; lo fue con mayor
frecuencia el librero, que disponía de capital para tomar el riesgo
calculado de encargar la impresión de un nuevo libro, en función de
la demanda estimada. En otros casos, el autor (si se trataba de obra
contemporánea) acudía a un patrón o mecenas, tanto para
conseguir permiso de publicar (imprimatur, palabra latina tomada
de la nomenclatura eclesiástica) como para asumir los gastos de la
publicación. En el primer siglo de la imprenta los autores en vida
fueron muy minoritarios respecto de los clásicos antiguos y teólogos
medievales. Entre los vivos, la mayoría eran religiosos que según la
regla de su orden no podían pretender derechos de propiedad de su
obra. El privilegio de venta exclusiva del editor era comúnmente
Capítulo III
Las bases sociológicas del negocio editorial y librero
Parte II
Modalidades de la imprenta y perfil del libro en España
Capítulo IV
Debilidad estructural de la imprenta en la península
Capítulo V
El control económico e ideológico por la monarquía y la Iglesia
24. Este libro del mallorquín Ramón Llull es parte de su Ars Magna,
obra profunda en la que, antes de Leibniz, se combina la filosofía con
la matemática. Religioso misionero en Berbería, Ramón Llull,
padecería el martirio en Bugía o Túnez, según tradición imposible de
averiguar. Biblioteca Universitaria de Sevilla.
Sólo después de todo este aparato legal se podía hacer caso del
lector con una “Epístola al lector” del propio autor, seguida de otras
epístolas, o sonetos, en casos de amigos del mismo, en que se
elogiaba al libro y su autor. En estos parajes se solía insertar la “Fe
de erratas”, que no al final del libro como hoy. Por fin aparecía el
texto del libro propiamente dicho. Las hojas no se numeraban de 1
a n…, como ahora, sino por pliegos, lo cual hacía más difícil buscar
una referencia. No había índice final con títulos de capítulos y
números de páginas; el primer y único índice fue de materias, según
criterios muy distintos de los actuales, que dificultan la búsqueda
de datos. La última página se conoce como “colofón” (palabra griega
que significa final) en que se decía que “este libro se acabó de
imprimir en el taller de fulano, en tal ciudad y en tal fecha”. No se
ponía qué clase de papel, qué clase de tipo ni de puntos, menos aún
ISBN, como hoy, dado que estos conceptos se inventaron
posteriormente a medida que progresaba la tipografía. Todos estos
señalamientos se agregaron uno tras otro, bajo la imposición oficial
de poder identificar al librero y a los responsables intelectuales, así
como tasar los beneficios; de aquí la obligación posterior de
imprimir también el “precio fuerte de venta” del ejemplar al cliente.
Todo lo anterior, con la excepción de una portada con el título, no
aparece todavía en los incunables, puesto que la legislación sobre la
imprenta se ha iniciado en los primeros años del siglo XVI. Pero sí
apareció temprano la marca de la fábrica de papel (en filigrana) y la
del impresor, dibujo alegórico o emblemático, así el ancla y el delfín
de la imprenta veneciana de Aldo Manucio, o la vid de Plantin con el
Capítulo VI
Qué clase de libros se imprimieron y/o vendieron en la
Península
Parte III
Lectores, bibliófilos y bibliotecas
Capítulo VII
Lectores y bibliotecas particulares
de la baja nobleza, y que entre los que sabían leer, los que
entendían latín eran minoritarios. Ya hemos señalado que el libro
era un objeto precioso (razón por la cual se menciona a
continuación de las joyas, platería, paños preciosos… en los
inventarios de bienes de difuntos) sólo al alcance de nobles,
pudientes comerciantes, miembros de “profesiones liberales” (por así
decir anacrónicamente) y naturalmente eclesiásticos. Se ha de hacer
una importante distinción entre varias categorías de lectores, a
sabiendas de que en conjunto fueron una selecta minoría,
estadísticamente hasta muy minoritaria en la población global.
Capítulo VIII
El libro como objeto de colección
37. Frontispicio de Dos libros, el uno que trata de todas las cosas que
traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven al uso de la
medicina, y el otro que trata de la Piedra Bezaar, y de la Yerva
Escuerconera, compuestos por el Doctor Nicoloso de Monardes…,
impreso por Hernando Díaz, Sevilla, 1569. El frontispicio de este libro
tiene la particularidad de ostentar la efigie del autor, enmarcada en
un medallón, cuya leyenda latina puntualiza que el famoso médico
sevillano tenía entonces 57 años de edad. Además de ser autor de
mucho éxito, Monardes fue ilustrado bibliófilo, como ya señalamos.
Del impresor no se sabe con seguridad si fue el mismo que tuvo taller
en Baeza hasta 1565, o un homónimo de Sevilla (Véase al respecto en
“Fuentes bibliográficas e iconográficas” el insustituible Diccionario de
Capítulo IX
Las primeras bibliotecas enciclopédicas de España
del libro, a dos tintas, con el sello latino y el sello castellano, del rojo
emblemático de la espada de la orden, que los caballeros llevaban
estampada en el hábito. (Véase la Chronica de las tres Ordenes… por
fray Francisco de Rades en “Fuentes bibliográficas e iconográficas”).
El impresor Pegnitzer fue uno de los “Compañeros alemanes”
(Pegnitzer, Herbst y Glockner), primeros de esta profesión activos en
Sevilla, contratados por los Reyes Católicos en 1490. Biblioteca de la
Universidad de Sevilla.
Parte 4
Capítulo X
La imprenta en México
ciudades españolas, incluso Sevilla con ocho títulos (con ser puerto
de embarque y gran centro editorial), se mencionan con una sola
cifra. (Tomamos prestados estos datos y los que siguen del
admirable opúsculo de Miguel Mathes, publicado por la Secretaría
de Relaciones Exteriores, de México; véase “Fuentes bibliográficas e
iconográficas). Es ilustrativo de la eficacia de las redes de difusión
de libros de Europa el hecho de que algunos procedían de
Estrasburgo, Haguenau, Évora, Turín, Pavía, Rouen. Este acervo de
libros (muy modesto en comparación con las bibliotecas de hoy) es
un verdadeto palmarés de los impresores de la Europa de aquel
tiempo, con Simon de Colines, Petit, Vascosan, Lejeune, Hugues de
la Porte… (París); Crespin, Rouillé, Béraud, Boyer… (Lyon); los
Birckmann y los Quentell… (Colonia); los Froben y los Peter…
(Basilea); Simon Cocus, los Nutius y los Plantin (Amberes); Koberger
(Norimbergo); Velpius (Lovaina); Rivera (Lisboa); Andrés de Burgos
(Évora); Viotti (Roma), más 17 editores de Venecia, entre ellos
Giunta… por no decir nada de los de España: Sevilla, Alcalá y
Salamanca sobre todo. Recíprocamente (como lo ha señalado
Kobayashi), de Santiago Tlaltelolco salió impresa en 1579 la
Rhetorica christiana de Diego Valadés, primera obra de autor criollo
que fuera exportada de América a Europa. Por fin señalemos que
formaban parte de este acervo de libros, guardados en un convento
situado en la extremidad de la laguna junto al pueblo indio de
Santiago Tlaltelolco, cinco incunables: uno de 1496, impreso en
Venecia por Otino de Luna (una obra de Antonio Andrea,
comentario a Aristóteles); otro de 1491, impreso también en Venecia
Capítulo XI
La primera imprenta del Perú, la de Antonio Ricardo
Capítulo XII
Llega la imprenta a Manila, vía Macao
Apéndices
§. Apéndice I
Marco geográfico y cronológico de la imprenta en la Península
Ibérica
(anónimo)
1492 Leiria (Abraham D'Ortas), Pamplona (A. G. de Brocard, o
“Arnao Guillén de Brocar”)
1493 Braga (Johannes Gherling)
1494 Monterrey (Rodríguez de la Pasera)
1495 Lisboa (Valentin Moravus y Niklaus Sachsen —N. de
Sajonia) Mondoñedo (anónimo)
1496 Granada (Pegnitzer), Salamanca (L. Hutz y L. Sanz)
1497 Oporto (Rodrigo Alvares)
1499 Montserrat (Luschner)
1500 Perpiñán (J. Rosenbach)
Siglo XVI
1502 Alcalá de Henares (Polonus), Logroño (Borchart)
1505 Évora (Kronberger)
1509 Setúbal (Hermáo de Campos, esto es, Hermann von
Kempen)
1510 Orense (Labandeira)
1511 Medina del Campo (Gazzini de Piamonte)
1526 León (J. de León)
Granada (11), Lérida (8), Logroño (5), Madrid (19), Medina del
Campo (14), Palma de Mallorca (7), Pamplona (6), Salamanca (50),
Santiago de Compostela (6), Segovia (5), Sevilla (46), Tarragona (5),
Toledo (35), Valencia (45).
§. Apéndice II
Mapas de ciudades con imprenta, universidad, sinagogas,
obispados
§. Apéndice III
Provisiones legales sobre imprenta y libros (siglos XV-XVI)
nuestra corte, doquier que nos seamos, del dia que vos enplasare
fasta quince dias primeros siguientes so la dicha pena, so la qual
mandamos a qualquier escrivano publico que para esto fuere
llamado que de ende al que vos la mostrare testimonio synado con
su sygno, por que nos sepamos en como se cunple nuestro
mandato.
Dada en la muy noble e muy leal çibdad de Sevilla, a dies e ocho
dias de disienbre, año del Nasçimiento de Nuestro Señor Iesuchristo
de mill e quatroçientos e setenta e siete años.
Yo el Rey. Yo la Reyna.
Yo Fernand Alvares de Toledo, secretario del Rey e de la Reyna
nuestro señores la fise escrevir por su mandado.
E en las espaldas Rudericus dottor, Iohanes dottor. Registrada
Diego Martines.
ellos sin que primero sea esaminado e dado liçençia para ello como
dicho es, e sin que cada uno de los dichos libros vaya señalado del
prelado por quien fuere visto e esaminado o de la persona o
personas que por ellos o por qualquier dellos fueren nonbrados para
ello e tuvieren su liçençia espeçial para lo faser, e con que la tal
liçençia la entregue al tal librero o ynprimidor o su treslado signado
de escrivano publico. E encargamos a los dichos prelados que ponga
en ello mucha diligençia e que por esto a los dichos libreros o
ynprimidores o mercaderes o factores de los dichos libros no se les
ponga enbargo alguno en despacharlos, antes con mucha diligençia
y lo mas breve que ser pueda les fagan despachar e tengan mucha
vigilancia, e que por ser mas brevemente o mejor despachados non
consientan que les sea llevado cosa alguna de presente ni otra cosa
ni libro por rason del dicho despacho ni que les venda los dichos
libros por menos preçio de lo que valiere, e que solamente fagan que
pague el salario que como dicho es les fuere tasado por el ver e
esaminar los dichos libros. E mandamos a las personas que en ello
ovieren de entender que no lleven otra cosa alguna so pena quel que
lo contrario fisiere pague lo que asy llevare con las setenas para la
nuestra camara e mas quede a nos de le dar otra mayor pena
segund vieremos quel caso lo mereçe. E mandamos a los dichos
libreros e ynprimidores e mercaderes e factores que fagan o traygan
los dichos libros bien fechos e perfectos e enteros e bien corregidos e
emendados e escriptos de buena letra e tinta e con buenas
margenes e en buen papel e non con titulos menguados por manera
que toda la obra sea perfeta e que en ella no pueda aver ni aya falta
Dada en la muy noble çibdad de Sevilla, a beynte e dos dias del mes
de março, año del nasçimiento de nuestro Salbador Jhesu Christo
de mill e quatrozientos e noventa años.
Yo el Rey. Yo la Reyna.
Yo Juan de la Parra Secretario del Rey e de la Reyna nuestros
señores la fiz escrevir por su mandado.
Don Alvaro, Joanes doctor, Fernandus dotor, Antonius dotor.
Don Fernando e doña Ysabel por la gracia de Dios etc. a bos el
Concejo, asistente, alcaldes, alguazil mayor, beynte e quatros,
caballeros, jurados, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la muy
noble çibdad de Sevilla, e a las guardas e escribanos de halhondiga
del pan della, e a cada uno e a qualquier de bos a quien lo de yuso
en esta nuestra carta contenido atañe, salud e gracia. Sepades que
Niculas de Manardis e Dibido Lebaçeris mercaderes de libros,
estantes en la dicha çibdad, nos hizieron relacion por su petiçion
que ante nos en el nuestro Consejo presentaron diziendo que byen
sabyamos como nos a su suplicaçion les aviamos dado una nuestra
carta e en ella ynserta una ley que çerca / que çerca [sic] de los
libros fabla, para que todos sus libros los dexase llevar para sacar
libre desembargadamente por todos estos nuestros Reynos e
Señorios syn les pedir ni llebar derechos algunos, como mas largo la
dicha ley se contiene, la qual dize que no enbargadamente bos las
dichas guardas e ofiçiales de la dicha alhondiga no dexays cargar
libremente los dichos sus libros, diziendo que son obligados a traer
pan a la dicha çibdad a el halhondiga como los otros que sacan
otras mercadurias, en lo qual diz que ellos an reçebido e reçiben
mucho agravio e daño, porque los dichos libros segund la dicha ley
no son de calidad de las otras mercadurias ni por ellos deben traer
pan e vino a la dicha çibdad e no otra cosa alguna. Por ende que
nos suplicavan e pedian por merçed que cerca dello les
probeyesemos de remedio con justiçia, o como la nuestra merçed
fuese. E por quanto segund la forma de la dicha ley los dichos libros
son francos de todos derechos e ynpusyçiones en lo qual entran e se
conprehenden los derechos de la dicha halhondiga, tobimoslo por
byen. Por que vos mandamos que dexedes e consyntades a los
dichos Nicolaso de Manardis e Dibido de Labezaris sacar e llevar los
dichos sus libros a qualesquier partes donde quisiere syn les pedir
ni demandar que trayan trigo a ella ni les pedir otra ynpusyçion,
segund que en la dicha ley se contiene. E los unos ni los otros no
fagades ni fagan ende al por alguna manera so pena de la nuestra
merçed e de diez mill maravedis para la nuestra Camara. E demas
mandamos al ome que vos esta nuestra carta mostrare que vos
enplaze e pareszcades ante nos en la nuestra Corte, do quier que
nos seamos, del dia que vos emplazare hasta quinze dias primeros
syguientes so la dicha pena, so la qual mandamos a qualquier
escribano publico que para esto fuere llamado que de al que vos la
mostrare testimonio syngnado con su signo porque nos sepamos
como se cunple nuestro mandado.
Dada en la muy noble çibdad de Sevilla, a treynta dias del mes de
abrill, año de Nuestro Señor Jhesu Christo de mill e quatroçientos e
noventa e un años.
§. Apéndice IV
Memorial de Páez de Castro sobre bibliotecas reales1
Parte primera
Señor: En este felicissimo principio del Imperio, y Reynado de V. M.
Sacratissimo y Poderossisimo Señor, es cosa cierta, que concurrirán
todos los que tienen conocimiento, y experiencia de los negocios, y
partes, que constituyen la Republica; a pedir lo que piensan
convenir a la salud universal. Unos suplicarán, que la Milicia se
reforme; para que se industrien, y exerciten muchos, y tenga V. M.
copia de grandes Capitanes, y Hombres de Gobierno; para que se
alcance aquella parte tan principal de los Romanos, que puso mas
temor, y espanto a Anibal, que los Soldados, y provision de dineros.
Y era, que muriendo en reencuentros, y batallas cada dia tantos
Capitanes Romanos, se le ponian delante otros tantos a la
improvista tan diestros, o mas que los passados. Otras seran de
parecer, que se atienda principalmente a las cosas de la Mar, con
exemplo de los mismos Romanos, que nunca fueron Señores, hasta
que entendieron, que consistia su grandeza, en ser poderosos por la
Mar; y el exemplo de los Athenienses, que se libraron de Xerxes,
dexando la tierra, y metiendose en el agua; y cierto está bueno de
ver, quánto importa tener Ciudades armadas, y bastecidas, las
quales sean movibles, y se puedan llevar con sus fundamentos a las
partes que conviniere. No faltará quien avise de las cosas de
justicia, y consejo para la concordia, y igualdad entre todos estados.
Parte segunda
Parte tercera
El lugar mas a propósito, donde se pudiesse labrar, pienso que sería
Valladolid; assi porque V. M. reside alli muchas veces, como por la
Audiencia Real, y Universidad, y Colegios, y Monesterios, y
frequencia de todas Naciones. El edificio ha de ser muy firme, y
perpetuo: principalmente ha de ser proveído contra los casos de
fuego, que siempre suelen acontecer por culpa, como dice el
Derecho: y las cosas, que alli se pondrán, si una vez se quemassen,
podria ser que no se hallasen en el Mundo. El segundo cuidado ha
de ser de la luz, abriendose las ventanas al Medio-Dia: y de tal
grandeza, y altura, que no se estorven, los que leyeren, unos a otros
con las sombras; y que desde qualquier assiento se vea el Cielo;
porque esta es la señal de la luz principal.
Sala Primera
Quanto al repartimiento, creo que bastarán tres Salas: la primera
para Libros; los quales haviendo de ser raros, y puestos por orden
de armarios cerrados, aunque sean muchos, ocuparán poco, y
estarán seguros: porque esta Libreria ha de ser como Oráculo, para
todo lo que se dudare. Serán los Libros de mano antiguos, o bien
trasladados en todas las quatro lenguas principales: y si algunos se
pusieren estampados, procurarse ha, que estén corregidos, y
cotejados con buenos Libros de mano. Ponerse ha la Sagrada
Segunda Sala
En la segunda Sala se pondrá lo siguiente. Cartas universales de
marear, y Cosmographia de todo lo que hasta oy se sabe del mundo,
hechas con mucha diligencia; en las quales estén señaladas las
particiones con los Reyes vecinos, y sus demarcaciones, y derrotas
para todo lo descubierto. Principalmente se hará una de las Indias
Occidentales muy grande, a imitación de la Tabla de Europa, que
está en el Palacio de San Marcos en Roma, que labró el Papa Paulo
Segundo. Globos de diversas grandezas, con sus aparejos, assi para
el Cielo, como para la tierra. Cartas de Provincias particulares con
toda certidumbre, assi de estas partes, como de las Indias. Pinturas
de Ciudades muy famosas, bien sacadas; no solamente de Europa,
sino de lo que se sabe del Universo. Muchos instrumentos bien
labrados, y muy ciertos de Astrología, y otras Mathematicas.
Sala Tercera
La tercera Sala será como Archivo, y parte más secreta, en la qual
se pondrán las cosas; que tocan al estado, y gobierno, de esta
manera. Las concessiones, que los Santos Padres de Roma han
dado a los Reyes de España, assi de sus Patronazgos Reales, como
de las Rentas, que tienen Eclesiasticas. Las Letras Decretales de los
Concilios autenticadas, en que les cometen la execucion de lo
Parte última
Resta tratar la quarta, y última parte, que es dar la orden, como
estas cosas se junten con la más facilidad, que ser pueda; y assi
procederé proveyendo cada Sala particularmente por la orden que
he dicho.
Sala Primera
Quanto a lo que toca a la primer Sala, que son los Libros: tres
Plazas principales hay en Italia, de donde han salido muchas
Librerias, assi la del Rey de Francia, como de otros: que son Roma,
Venecia, y Florencia. De Levante se traherán muy buenos Libros,
como se estenderá la fama, que V. M. R. atiende a cosa tan ilustre; y
se juntarán Libros muy escogidos en poco tiempo. En los Reynos de
Sicilia, y Calabria hay muchas Abadías, y Monesterios, que tienen
copia grande de Libros Griegos, y no se aprovechan de ellos; antes
se pierden por mal tratamiento, y se roban de personas
particulares. Yo ví, estando en Roma, que los mismos Abades, y
Archimandrita trahian muchos Libros a presentar a Cardenales, y
otros a vender; y sé, que muchos están a las goteras, perdiendose
cada dia mas. En esta Corte está Juan Ossorio de Sylva, que sabe
tambien lo que en esto passa. De manera, que se hacen dos grandes
daños: el uno, perderse estos Libros, que harian gran provecho,
donde fuessen entendidos: el otro, que los Frayles no tienen que
leer, porque no los entienden, como los entendian, quando alli se
pusieron. Con Provisiones de V. M. para los Ministros se podrian
tomar, y pagarles lo que valen, con Libros Latinos estampados.
Sala Segunda
Quanto a la segunda Sala se proveerá de esta manera. Darse ha
orden a los Cosmographos de V. M. que atiendan a labrar las
Cartas, que les fueren demandadas; los quales también harán los
globos grandes; y de estos estados se comprará gran parte. Los
Ministros de estas partes, y de las Indias embiarán cosas muy
raras; y por las navegaciones de Portugal se juntarán otras muchas.
Las antiguallas se llevarán de Italia, y Sicilia; y en España se suelen
hallar sin peligro que sean contrahechas. Las pinturas, que
hovieren de estar hechas en los muros, y techumbre, en España
havrá quien las haga, dandoles la invencion, o se llevarán Maestros
de estas partes, y de Italia.
Los retratos se llevarán de estos Estados, porque hay las imagines
de muchos Principes Vuestros Antecessores, bien antiguas, y otros
se harán en Italia. Los instrumentos, y modelos se proveerán de
estas, y otras partes con gran facilidad. Quanto mas, que las mas de
estas cosas se presentarán a V. M. y serán tantas, que no se
recibirán todas.
Sala Tercera
Quanto a las cosas de la tercera Sala, yo creo, que deben ya estar
todas juntas: parte en los Archivos, y Recamaras de V. M. y parte en
poder de los Secretarios de V. M. y de los Consejos, y Chancillerias:
y se puede tener atencion a suplir lo que faltare por via que se
entiende, mejor que aqui se puede tratar.
No pienso, Sacratissimo Rey, y Señor nuestro, que hay ninguno tan
barbaro, y enemigo de las letras, invenciones, y ingenios humanos,
que no le pareciesse bien un edificio labrado, como tengo dicho, y
aderezado de tales ornamentos. Quién no juzgaria por hombre de
mas razon al que tuviesse cercada su camara de las memorias, que
dexaron aquellos entendimientos, que mostraron el valor de nuestro
animo, si es exercitado; y son tan gentiles Cortesanos, que nunca
hablan si no son preguntados; y respondiendo, luego aciertan, como
si hablassen con acuerdo: que al que durmiesse cercado de
thesoros, como los Reyes de los Persas? Estos tenian su camara,
donde dormian, cercada de esta manera de otras recamaras. A la
cabecera una, que llamaban la almohada del Rey, en que siempre
havia cinco mil talentos de oro, que eran mas de treinta millones: a
los pies otra, que llamaban el estrado del Rey, con tres mil talentos
de plata, que serian mas de quince millones: y dentro de su camara
una vid de oro, que juzgando por el lugar, valdría mas que la
§. Apéndice V
Primeros impresores de México (índice cronológico)
§. Apéndice VI
Biblioteca de fray Juan de Zumárraga,
primer obispo, y arzobispo, de México
2 Las instituciones que aparecen entre paréntesis indican el lugar donde actualmente se hallan
los títulos listados en este apéndice.
§. Apéndice VII
Principales fuentes para el estudio del libro hispano (Siglos XV-
XVI)
3 Impreso ya el presente libro, han llegado a mis manos (muy tarde por culpa del correo) dos
obras de obligada referencia que afortunadamente no contradicen mi ensayo, pero sí lo
complementan; me refiero a Historia de la imprenta hispana(Editora Nacional, Madrid, 1982), de
Carlos Romero de Lecea, Antonio Odriozola, Guillermo S. Sosa, Agustín Millares Carlo y
Joaquín Salcedo Izu, y El libro en España y América. Legislación y censura (siglos XV-XVI),
Arco/Libros, Madrid, 2000), de Fermín de los Reyes Gómez. [J. L.].
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