Violencia Doméstica
Violencia Doméstica
Violencia Doméstica
También entra el aspecto de la educación y del entorno social que se vive desde niños, a
un hombre que es maltratado psíquica o físicamente por su pareja, se le atribuye que es
un hombre "débil", o es agredido por sus amigos o compañeros de trabajo y es
precisamente por esto que no está dispuesto a denunciar y mucho menos a buscar
ayuda. Esto es una consecuencia directa del machismo, ya que socialmente se considera
débiles a las mujeres y por lo tanto incapaces de maltratar a los hombres.
En la pareja, el maltrato contra la mujer tiene unas causas específicas: los intentos del
hombre por dominar a la mujer, la baja estima que determinados hombres tienen de las
mujeres; causas que persiguen instaurar una relación de dominio mediante desprecios,
amenazas y golpes.
Los hombres que maltratan a su pareja son motivados por una necesidad de dominar y
controlar a su pareja. En una revisión de múltiplos trabajos los principales resultantes
indican que los agresores suelen presentar con frecuencia alteraciones psicológicas como
falta de control sobre ira, dificultades en la expresión de emociones, déficits de
habilidades de comunicación y de solución de problema y baja autoestima.“Existen
diferentes tipos de hombres violentos -agresores limitados al ámbito familiar, agresores
con características borderline/disfóricas y agresores violentos en general/antisociales- que
requieren programas de tratamiento, adaptados a sus características y necesidades
específicas”
Es por esto que, en la búsqueda de prevenir la violencia, se trata de dar herramientas a
los adolescentes para identificar los rasgos típicos de las personas violentas y ser
conscientes de esa violencia de baja intensidad que comienza generalmente antes del
matrimonio, durante el noviazgo. Así nace el concepto de violencia en el noviazgo.
Violencia contra el hombre en la pareja
La detección del niño expuesto a violencia doméstica puede llegar por diversos caminos;
el más común de ellos es que la madre haya hecho una consulta y revele la situación. El
problema también puede salir a la luz porque otro profesional, como el pediatra o profesor
lo haya detectado, o porque el propio niño lo verbalice.
Los niños en edad escolar muestran síntomas de ansiedad, depresión, conducta agresiva
y estrés postraumático, así como otros problemas asociados como dificultades para
dormir, concentrarse y para afrontar las peculiaridades de su entorno. Sus actitudes,
competencia social y su funcionamiento escolar se ven afectados y, a medida que crecen,
tienen mayor riesgo de presentar fracaso escolar, cometer actos vandálicos y presentar
psicopatología, incluyendo abuso de sustancias (Osofsky, 1999). Los adolescentes que
son testigos de violencia doméstica presentan mayores índices de implicación en actos
criminales (Fagan, 2003) y tienden a justificar el uso de la violencia en sus relaciones
amorosas (Lichter y McCloskey, 2004).22
Violencia filio-parental
En el Código Penal de países como España (art. 173.2.) se conoce por violencia familiar
los maltratos que se efectúan entre los integrantes de la unidad familiar nuclear, donde
entre la víctima y el agresor existen vínculos: genéticos, legal, de convivencia, de
dependencia económica y/o afectiva. | Violencia Filio Parental
No se incluiría, por tanto, en esta definición la violencia ocasional sin antecedentes y que
no se repite. Esto excluye, de manera casi generalizada, el parricidio, que presenta
características particulares que lo distinguen y que, a menudo, constituye un episodio
único, sin que se registren antecedentes. Se excluyen, también, la agresión sexual a los
padres y los asaltos premeditados con armas letales por considerarse de un perfil
diferente, así como la violencia que aparece en un estado de disminución importante de la
consciencia (autismo o retraso mental grave) y que no se repite cuando este estado
remite: violencia en el curso de intoxicaciones, de trastornos mentales orgánicos, de
trastornos del curso o contenido del pensamiento, etc.
Violencia contra el adolescente
El abuso psicológico es el más amplio de todas las violencias por porque pueden incluir
abusos de tipo sexual y físico causando trauma a la víctima. Este tipo de abuso es visto
como manipulación entre la pareja. Mujeres señalan que el abuso verbal, incluyendo
la coerción, el aislamiento, la privación, las amenazas, la humillación y la frialdad afectiva,
son incluso peor que el abuso físico. Mientras que el abuso físico es episódico, el
psicológico es progresivo y se mantienen por plazo largo.27
La mujer maltratada es aquella mujer que permanece en una relación donde su pareja
la agrede sistemáticamente.28 El ciclo de la violencia tiene tres etapas sucesivas
primordiales. En la primera etapa se incrementa la tensión y la víctima intenta
progresivamente tratar agradar al abusador para que suceda la violencia. Si la violencia
sigue este ciclo, la víctima puede enfrentarse con la pareja porque ha visto que la
violencia es inevitable. Al hacer esto la tensión cada vez se vuelve mayor. La segunda
etapa es donde se inicia la violencia de cualquier forma y siempre es dolorosa.
Finalizando el ciclo, el abusador pide perdón a su pareja, por el remordimiento y
probablemente dice que jamás sucederá por la realización de un comportamiento positivo.
La persona afectada puede sentirse recompensada y lo perdona, creyendo que no va a
suceder la violencia de nuevo.27 Cualquier persona sana piensa que la mejor decisión
seria abandonar la relación ya que hay amenaza de violencia, pero no se descarta tan
ligeramente. Cinco razones por cual la terminación de la relación es cuidadosa son las
siguientes. La víctima teme por su seguridad personal u otros miembros de la familia tanto
como el capital económico y de vivienda del mismo. Otra razón por cual no se deshecha
la relación, es la esperanza de cambio en el perpetrador. Creencias personales que la
víctima no está dispuesta a cambiar. Una de las razones más persuasivas, algunas veces,
es la misma familia quien dice que no terminen la relación. 29 La presión de vida en general
a veces no deja que uno tome la decisión correcta.
La violencia intrafamiliar es un problema multicausal que se asocia con varios factores sociales,
individuales, políticos y comunitarios. Entre los factores individuales se incluyen el sexo, edad,
otros factores biológicos y fisiológicos, nivel socioeconómico, situación laboral, nivel de educación,
uso de alcohol o drogas y haber sufrido o presenciado maltrato físico en la niñez. Aunque todos
estos elementos inciden, no necesariamente determinan las situaciones de violencia. Cada factor
de riesgo tiene su propio impacto marginal en la probabilidad de que una persona se comporte
violentamente o sea objeto de violencia.
Tipos de violencia intrafamiliar Dado que la principal víctima de violencia intrafamiliar es la mujer,
consideramos las siguientes definiciones extraídas del Reglamento de Violencia de Pareja(8).
Abuso verbal: utilización del lenguaje hablado para humillar, ridiculizar, amenazar o denigrar al
otro miembro de la pareja. Abuso emocional o psicológico: subvaloración o descalificación del
otro, el autoritarismo, la imposición de ideas o deseos. Puede acompañar o preceder la violencia
física como una forma de control a través del miedo y la degradación. Intimidación en los tratos,
incluyendo la coacción utilizando terceros. Aislamiento: acción ejercida para controlar cada
aspecto de la vida del otro miembro de la pareja como su tiempo, sus actividades, su contacto con
los otros. Así mismo cuando a una persona no se le permite trabajar, recibir llamadas telefónicas o
ver amigos o familiares y debe estar fuera o desconectada del mundo exterior. Abuso económico:
la agresión se ejerce cuando se controla el acceso de la pareja al uso del dinero, el manejo y gasto
del mismo. Abuso sexual: desde un punto de vista médico-social (no jurídico) se refiere a todas las
conductas que atentan contra los derechos sexuales y reproductivos de una persona. Incluye
acoso sexual, violación, actos sexuales realizados contra el otro miembro de la pareja o contra la
persona con la que se haya convivido o procreado. Abuso físico: Se refiere a las conductas que
atentan contra la integridad física del otro miembro de la pareja. La violencia psicológica se
detecta con mayor dificultad. A diferencia de la violencia física, no deja huellas visibles y el
agredido tiene que luchar contra la palabra del agresor que suele tachar a la víctima de exagerada
o loca, por lo que consideramos que las estadísticas presentan un sub registro sobre este tipo de
violencia.
La violencia intrafamiliar, también nombrada como violencia familiar o violencia
doméstica, puede incluir distintas formas de maltrato, desde intimidación hasta golpes
pasando por el acoso o los insultos. El violento puede ejercer su accionar contra un solo
integrante de la familia (como su pareja o su hijo) o comportarse de forma violenta con
todos.
Los expertos en este tipo de violencia en el seno del hogar establecen que existen diversos
denominadores comunes que vienen a identificar al maltratador. En concreto, las personas
de este tipo coinciden en estas características:
• Son individuos muy dependientes a nivel emocional que manifiestan dicha dependencia a
través de la agresividad.
• Se muestran seguras de sí mismas e incluso aparentan ser altivas. Sin embargo, baja esa
imagen que se crean se esconden ciudadanos que suelen tener problemas de autoestima.
• Necesitan humillar y acometer la sumisión de su pareja para sentirse bien y superiores.
• Es frecuente que tengan carencias afectivas y problemáticas de características similares
que arrastran de su infancia o de su etapa adolescente.
• Tienen celos patológicos.
• No son capaces de demostrar sus sentimientos.
Además de todo ello habría que señalar que la violencia intrafamiliar que tiene lugar en
cualquier hogar suele estar conformada por tres fases claramente diferenciadas:
• Una primera etapa donde se va produciendo lo que es una acumulación de tensión, donde
toman protagonismo desde episodios de celos pasando por faltas de respeto verbales o
discusiones fuera de toda normalidad.
• En la segunda fase es en la que se produce el episodio agudo de violencia, donde esta se
manifiesta a través de golpes de manera habitual.
• La última etapa de la violencia intrafamiliar es la que se conoce por el nombre de Luna de
Miel, ya que el maltratador se calma, muestra cierto arrepentimiento e incluso procede a
llevar a cabo continuas muestras de cariño y de amor hacia su víctima.
Pese a que este tipo de violencia se encuentra penado por la ley, estos delitos no suelen ser
denunciados ya que las víctimas pueden sentir vergüenza, temor o culpa por delatar a un
familiar. Los expertos, sin embargo, insisten y recomiendan a las víctimas que superen el
miedo y hagan las denuncias correspondientes para romper con el vínculo violento.
Ahora bien, de acuerdo con consideraciones consignadas anteriormente, la mujer es la principal
víctima de violencia intrafamiliar por lo que se tratará el impacto de esta problemática sin perder
de vista que los niños la sufren también de manera directa e indirecta, así como otros miembros
del grupo familiar. En la actualidad existen cifras que permiten conocer también la violencia que se
ejerce contra algunos hombres al interior de la dinámica familiar. Las cifras no permiten precisar la
real magnitud de hombres víctimas de este tipo de violencia, ésta se mantiene en el ámbito
privado, pues influyen factores sociales, culturales e individuales que hacen al hombre abstenerse
de denunciar a su pareja. Así mismo, se hace difícil conocer acerca del tema, porque se entraría en
el campo de las contradicciones y polarizaciones, en éstos términos, no es posible vislumbrar esta
temática, tampoco explicar como se manifiesta la violencia hacia el hombre y cual es el trasfondo
que hay detrás de ello. Pues son múltiples las razones por las cuales tanto el hombre como la
mujer justifican el maltrato y estarían incluidos aspectos como: ingesta de alcohol, prestar
atención a cosas triviales como ver televisión, el futbol, cuando el hombre gana menos y afecta el
ingreso familiar, mala comunicación con la pareja y finalmente el desconocimiento por parte del
hombre acerca de la Ley de violencia intrafamiliar (
Esta fase difiere según los casos. La duración puede ser de semanas, días, meses o años. Se va acortando
con el transcurrir del tiempo.
FASE 2. EPISODIO AGUDO DE VIOLENCIA
Aparece la necesidad de descargar las tensiones acumuladas
El abusador hace una elección acerca de su violencia. Decide tiempo y lugar para el episodio, hace
una elección consciente sobre qué parte del cuerpo golpear y cómo lo va a hacer.
Como resultado del episodio la tensión y el stress desaparecen en el abusador. Si hay intervención
policial él se muestra calmo y relajado, en tanto que la mujer aparece confundida e histérica debido a la
violencia padecida.
Cobra:
Agresivo con todo el mundo
Propenso a amenazar con cuchillos o revólveres
Se calma internamente, según se vuelve agresivo
Difícil de tratar en terapia psicológica
Uno depende emocionalmente de otra persona, pero insiste que su pareja haga lo que él quiere.
Posiblemente haya sido acusado de algún crimen
Abusa de alcohol y drogas.
En ocasiones la violencia del agresor oculta el miedo o la inseguridad, que sintió de niño ante un padre
abusivo que lo golpeaba con frecuencia, al llegar a ser un adulto prefiere adoptar la personalidad del padre
abusador a sentirse débil y asustado. En otros casos, los comportamientos ofensivos son la consecuencia de
una niñez demasiado permisiva durante la cual los padres complacieron al niño en todo. Esto lleva al niño a
creerse superior al llegar a ser un adulto y a pensar que él está por encima de la ley. O sea, que puede hacer
lo que quiera y abusar de quien quiera. Piensa que se merece un trato especial, mejor que el que se les da a
los demás.
CARACTERISTICAS DE LA MUJER VICTIMA DE VIOLENCIA
La violencia se establece progresivamente en la pareja. La mujer se deja maltratar, en algunos casos, porque
se considera la principal responsable del buen funcionamiento del matrimonio y cree que éste depende de sus
propias habilidades para evitar conflictos y situaciones de violencia o ruptura matrimonial.
La principal razón que demora o impide el abandono de la víctima es el temor a las represalias, seguida de la
dependencia económica y el miedo a perder los hijos.
Algunos rasgos de la mujer victima de violencia son:
Cree todos los mitos acerca de la violencia doméstica.
Baja autoestima.
Se siente culpable por haber sido agredida.
Se siente fracasada como mujer, esposa y madre.
Siente temor y pánico.
Falta de control sobre su vida.
Sentimientos encontrados: odia ser agredida pero cree que le han pegado por su culpa, que se lo
merecía.
Se siente incapaz de resolver su situación.
Cree que nadie le puede ayudar a resolver su problema.
Se siente responsable por la conducta del agresor.
Se aísla socialmente.
Riesgo de adicciones.
Acepta el mito de la superioridad masculina.
Teme al estigma del divorcio
A veces las mujeres no se separan y sufren en silencio por miedo a perder su seguridad económica y la de
sus hijos. Esto sucede sobre todo en la mujer que no tiene educación.
Otras veces no se separan debido a las amenazas de más violencia o de muerte, si intentan separarse. "Si le
dices algo a la policía te mato".
Cuando se pregunta a algunas mujeres por qué aguantaron maltrato durante años, la respuesta más común
es ésta: "Por mis hijos; no quería que se criaran sin un padre". Parece una respuesta válida, pero si la
analizamos profundamente descubrimos su inconsistencia. Sucede que en una situación de violencia los hijos
también sufren.
El crecimiento en una atmósfera de miedo, tensión y terror influirá negativamente en su desarrollo emocional y
más tarde se manifestará en el abandono escolar, en el uso de drogas, en desórdenes psicológicos y en
violencia y delincuencia.
En muchos casos influye el factor económico. Soportan cuanta vejación venga con tal de no perder la
seguridad económica para sí y sus hijos. Se trata generalmente de mujeres con poca preparación académica,
conscientes de que sin el marido no podrían vivir cómodamente.
La mujer repetidamente abusada se destruye psicológicamente. Su yo, su identidad individual. Eso la
incapacita para tomar las decisiones correctas. Cae en la ambivalencia efectiva ("¡Qué bueno es él cuando no
me golpea!"); su autoestima queda por los suelos hasta creer ella misma que merece tales insultos y golpes.
Cuando una persona cae a ese nivel, su capacidad de decisión queda prácticamente anulada, porque el
principio vital está herido de muerte. Si a una persona así aplastada se le amenaza con un "Si me denuncias,
te mato", se sentirá paralizada. Quizás en un último intento de supervivencia reaccione, pero usando las
mismas armas que a ella la han destruido.
Las mujeres que aguantan una relación abusiva indefinidamente acaban perdiendo su salud física y menta, se
enferman, toda la familia termina enferma. Las mujeres en situaciones abusivas pierden su autoestima. No
saben protegerse, ni se dan cuenta del peligro que corren.
El maltrato continuado genera en la mujer proceso patológico de adaptación denominado "Síndrome de la
mujer maltratada".
Este síndrome se caracteriza por:
Pérdida del control: Consiste en la convicción de que la solución a las agresiones le son ajenas, la
mujer se torna pasiva y espera las directrices de terceras personas.
Baja respuesta conductual: La mujer decide no buscar más estrategias para evitar las agresiones y
su respuesta ante los estímulos externos es pasiva. Su aparente indiferencia le permite autoexigirse y
culpabilizarse menos por las agresiones que sufre pero también limita de capacidad de oponerse a éstas.
Identificación con el agresor: La víctima cree merecer las agresiones e incluso justifica, ante críticas
externas, la conducta del agresor. Es habitual el "Síndrome de Estocolmo", que se da frecuentemente en
secuestros y situaciones límite con riesgo vital y dificulta la intervención externa. Por otra parte, la
intermitencia de las agresiones y el paso constante de la violencia al afecto, refuerza las relaciones de
dependencia por parte de la mujer maltratada, que empeoran cuando la dependencia también es económica.
Indefensión aprendida: Tras fracasar en su intento por contener las agresiones, y en un contexto de
baja autoestima reforzado por su incapacidad por acabar con la situación, la mujer termina asumiendo las
agresiones como un castigo merecido.
En ocasiones las mujeres permanecen con su pareja violenta porque creen que las alternativas que tienen
son peores a su situación. Se convencen de que las cosas no están tan mal y piensan que son ellas las que
incitan a la violencia por no haberse quedado calladas, se culpan y se censuran. Hay que destacar
especialmente el síndrome de indefensión aprendida, porque en la situación de los malos tratos, éstos
nunca vienen por un motivo concreto. Al ver que no hay manera de evitar los malos tratos se quedan
paralizadas, se inmovilizan. Por eso desde fuera da la impresión de que la mujer no quiere remediar el
problema.
Las mujeres involucradas en estas situaciones, impulsadas por su desvalorización, no perciben la humillación
que implica el esfuerzo de intentar arrancar amor, interés o cuidados auténticos a quien no puede o no quiere
darlos o sentirlos.
Ante los actos de violencia se culpabilizan y sienten que merecen ser castigadas por cuestionarse los
valores ideológicos que sostienen la familia, por no asumir adecuadamente su papel de madre y esposa. Por
eso intentan adaptarse a los requerimientos de su marido para ser aceptadas y no maltratadas, asumiendo un
papel de subordinación, con las falsas expectativas de que si ella se comporta bien no dará lugar a que su
marido la maltrate.
Algunos teóricos han tratado de arrojar luz sobre la ocurrencia de estos vínculos paradójicos entre víctima y
agresor, fundamentalmente apelando a claves afectivas o emocionales que aparecen en el contexto del
entorno traumático. Dutton y Painter (1981) han descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio
de poder y la intermitencia en el tratamiento bueno-malo, generan en la mujer maltratada el desarrollo de un
lazo traumático que la une con el agresor a través de conductas de docilidad. Según Dutton y Painter, el
abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre
el equilibrio de poder, siendo el vínculo traumático producido por la alternancia de refuerzos y castigos.
Sin embargo, esta teoría descansa aparentemente sobre la base del condicionamiento instrumental que,
desde nuestra perspectiva, es válido para dar cuenta de algunos aspectos del repertorio de victimización
(principalmente de aquellos referidos a la indefensión aprendida), pero falla en cubrir el complejo aparato
psicológico asociado con este tipo de vínculos paradójicos.
Según nuestro entendimiento, la incertidumbre asociada a la violencia repetida e intermitente es un elemento
clave en el camino hacia el desarrollo del vínculo, pero no su causa única. Además, la teoría no toma en
consideración que alguna esfera de desequilibrio de poder es en cierta medida inherente a muchas relaciones
humanas: en las parejas traumáticas no parece ser una consecuencia sino un antecedente al abuso.
Cuando la individualidad, con sus rasgos, sus proyectos y sus ideas, deja de ser el eje de nuestra vida para
que otra persona ocupe totalmente ese lugar, se produce un desequilibrio y un vacío interior, la anulación de
la personalidad y la gestación de una enorme dependencia. Todo lo que dice, hace o piensa el otro pasa a
ser vital para nuestra seguridad. La extrema necesidad de aprobación y la esclavización espiritual y hasta
física llevan a un estado de inquietud permanente. Todo se vuelve amenazante para ese amor dependiente.
En este sentido, el hombre violento también es dependiente de su esposa. Su baja autoestima le lleva a
controlar todo lo que ella hace, pues se siente inseguro de que lo quiera y lo acepte por él mismo. De ahí que
utilice todas las técnicas de abuso emocional para socavar la autoconfianza de la mujer, haciéndole creer que
no puede arreglárselas sola y que es una inútil.
EN CONCLUSIÓN:
Al abordar temas como las causas, efectos, características de la victima y el agresor, así como también el
circulo de la violencia y se toman las circunstancias familiares, el estereotipo femenino de la tolerancia, la
pasividad y la sumisión, complementario del masculino de la actividad, la independencia y el domino,
estaremos en condiciones de comprender mejor cómo se llega a ser una mujer victima de violencia.
BIBLIOGRAFÍA
Leer más: