Prod. Ovina. Sistemas 2019 1
Prod. Ovina. Sistemas 2019 1
Prod. Ovina. Sistemas 2019 1
En América no existían ovinos antes de la llegada de los conquistadores españoles quienes los
introdujeron al continente. En el siglo XVI Juan Núñez del Prado introduce desde Perú los
primeros ovinos a Tucumán, que por su destino incierto se cree ejercieron poca influencia
posterior.
En 1549, Nuflo de Chaves, fundador de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), introdujo por primera vez
ovinos y caprinos en Asunción, desde donde llegaron a Santiago del Estero en 1556, la primera
ciudad fundada en lo que es hoy el territorio argentino (Carranzzoni, 1997). 2
Hacia 1573, Juan de Garay lleva desde el Río de la Plata los primeros ejemplares al Litoral. En
1587 Juan Torres de Vera y Aragón trajo desde el Perú 4.000 ovejas que fueron diseminadas entre
las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes (Zeballos, 1898).
Hacia fines del siglo XVI, se produjeron varias entradas de ovinos al territorio argentino por el
norte y también por el Río de la Plata, coincidiendo con la fundación de las principales ciudades
(Montoya, 1984). A la región de Cuyo fueron introducidos desde Chile por los nativos Huarpes en
el año 1561 y a la Patagonia llegaron recién en 1703 llevados por el jesuita Van der Meeren hasta
los alrededores del lago Nahuel Huapi (Carrazzoni, 1997).
Encontrando buenas condiciones para su subsistencia, se reprodujeron sin trabas durante dos siglos
y medio, adaptándose a las características del clima y el suelo donde se desarrollaron, dando origen
a los animales denominados “criollos”, que son la base para la actual ganadería ovina, aunque al
comienzo el lanar resultó poco atractivo para los ganaderos ya que el consumo de su carne no se
justificaba por la abundancia de carne vacuna. Teniendo en cuenta la gran diversidad de regiones,
situaciones climáticas y variaciones ambientales adonde fueron llevados estos ovinos y la
capacidad de adaptación que manifestaron para producir en todos ellos de forma extensiva, es
importante destacar que esto no hubiese sido posible de no contar con la riqueza genética
suficiente.
El origen genético de los ovinos que iniciaron la formación de la población argentina de ovinos
criollos fueron las ovejas denominadas Churras y Montañesas Españolas y algunos pocos
ejemplares del tipo Merino, que se embarcaron hacia América durante los primeros años de la
conquista española (Calvo, 1983). Debido a la heterogeneidad de la población de ovinos y como
consecuencia de los apareamientos libres se generó una enorme variabilidad fenotípica, muy difícil
de clasificar en tipos bien definidos. Sin embargo, Juan Manuel de Rosas, en su libro
“Instrucciones a los mayordomos de Estancia” (1819), señala que: “las ovejas pampas y criollas
son diferentes”, indicando así la existencia de dos variedades; la primera descendiente del Merino
Español y la segunda de las ovejas Churras o montañesas.
Esta diferenciación en dos grupos, pampas y criollas, también es mencionada por Zeballos (1898),
aunque no las distingue fenotípicamente a ambas y las describe como “ovejas de patas finas y
peladas”.
Otro criterio es el que sostiene Wernicke (1933), quien dice que las ovejas "criollas" y "pampas"
serían ramas desprendidas de un solo grupo de ovinos (sirio-pirenaico-africano) y que se habría
diferenciado por regiones bajo aspectos de tipos "churro" y "berberisco", respectivamente.
La variedad "criolla" prevalecía en el noroeste, donde existía la industria casera del tejido y la oveja
"pampa", en la región Litoral (Helman, 1953). Según este mismo autor, se podría diferenciar un
tercer tipo de ovino, con tendencia marcada al policerismo (presencia de más de dos cuernos),
llamadas “chilenas”, por su origen, o “capitanas” por la característica de su cornamenta. Para
Mandrini (1987) las pampas eran de mejor calidad porque eran los animales “adoptados” y criados
por los indígenas de origen mapuche, cuya cultura textil los hacía conocedores de lana e hilados y
por tanto sabían seleccionar sus animales, en cambio los criollos eran manejados por los
colonizadores, que por su origen no relacionado con los ovinos, no criaban bien sus ovejas. El
factor humano es importante en el desarrollo de entidades genéticas.
Durante la época colonial, en Buenos Aires y en toda la región pampeana, se utilizaban más los
vacunos que los lanares, aunque los productos que se obtenían a partir de estos últimos eran
numerosos y de gran utilidad como por ejemplo la grasa para la fabricación de velas y jabones, los 3
cueros para preparar pergaminos, badanas y gamuzas y la carne para consumo familiar (Helman,
1952).
En el año 1810, los ovinos denominados de tipo “criollo” eran los más difundidos en el país,
mientras que los del tipo “pampa” eran menos numerosos, pero se les atribuía una mejor calidad
lanera. En general a ambos tipos se los describe como animales de cuerpo pequeño, lana corta, de
variados colores, cara y patas despejadas y con escaso peso de vellón. Luego de la Revolución de
Mayo de 1810, comienza una etapa de mayor libertad comercial, lo cual provoca el aumento de las
exportaciones de lana. En ese año se exportaron 55.000 kg de lana y al año siguiente, las
exportaciones ascendieron a 100.000 kg, mientras que el stock ovino era de 3.000.000 de cabezas
(Giberti, 1970).
Debido a la importancia que iba adquiriendo el comercio internacional de lanas y a la creciente
demanda de lanas finas y uniformes comenzó un proceso de absorción de las ovejas criollas de la
región pampeana con la introducción de razas mejoradas procedentes de Europa. En 1813, el
cónsul de los Estados Unidos, Thomas Hasley, importó el primer plantel de raza Merino,
constituido por 100 madres, aunque con poco éxito ya que debido a un incendio en el campo a los
seis años se perdieron la mayoría de las ovejas importadas (Hernández, 1868).
La oveja criolla se explotaba en forma marginal hasta la década de 1850, en que por la Guerra de
Secesión Norteamericana, se crea una mayor demanda de lana de Europa por imposibilidad de
importar algodón del sur de USA, cuando se desencadena un cambio radical en el sector ovino de
la Argentina, hacia la producción de lanas (Calvo, César, 1978).
En 1855, ya normalizado el comercio internacional, comienza una etapa con importantes
importaciones de reproductores ovinos que alcanza su punto más alto en 1865, acelerando el
proceso de absorción de las ovejas criollas y provocando su desaparición definitiva de la región
pampeana (Hernández, 1868). Este proceso se conoce históricamente como la “merinización” de la
población ovina que coincidió con un favorable impacto de la producción lanera en la economía.
De este modo, los volúmenes de lana exportados en 1865 ascendieron a 40.000 toneladas, siendo
Bélgica el principal comprador y el stock ovino era en ese momento de 40.000.000 de cabezas.
Hacia fines del siglo XIX, con la incorporación del alambrado en las explotaciones agropecuarias,
la producción ovina de la región pampeana se fue especializando, formándose dos grandes grupos,
uno de majadas generales dedicado a la producción de lana y carne, y el otro al manejo de planteles
para la obtención de reproductores mejorados (cabañas).
Diversos factores ambientales influyeron sobre la baja productividad de la raza Merino en la región
pampeana (sarna, inundaciones, intensas lluvias), lo cual provocó la desmerinización de la región
pampeana y su paulatino reemplazo por la raza Lincoln que fue introducida desde Inglaterra. La
raza Merino lentamente fue trasladada a otras regiones como la Mesopotamia y la Patagonia
(AACM, 1998).
La demanda de carne ovina en el mercado internacional y el desarrollo de la industria frigorífica
favorecieron el crecimiento de la raza Lincoln y sus cruzas en la zona pampeana debido a su aptitud
carnicera.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX se produjo un leve descenso de la producción ovina
en la zona pampeana. Contrariamente durante ese período, la región patagónica se consolidó como
la principal zona ovina del país.
En años sucesivos se realizaron nuevas importaciones, entre 1935 y 1938 se generó un gran
entusiasmo que provocó la introducción de ovejas y carneros desde Sajonia, Estados Unidos, 4
Francia y España (Hernández, 1868). Este proceso disminuyó su intensidad desde 1939 hasta 1948,
debido a los bloqueos comerciales anglo-franceses.
Como se observa a través de este proceso histórico, se produjeron distintos cambios en la estructura
racial de la majada ovina nacional, donde la población ovina criolla fue ocupando paulatinamente
un menor lugar en cuanto a número de animales, pero de gran importancia para la economía y para
la situación social de los pequeños productores del noroeste argentino. En el censo de 1937 queda
registrado cómo en las provincias del noroeste se concentró el mayor número de ovejas criollas. Se
estima que en la actualidad se mantienen las mismas proporciones.
La producción ovina Argentina durante la segunda mitad del siglo XIX se constituyó en la
actividad agropecuaria más rentable y en el motor del acelerado proceso de acumulación
capitalista. El principal producto de exportación era la lana, actividad que insertó al país en el
mercado mundial; esa producción se desarrollaba principalmente en la Provincia de Buenos Aires.
La actividad era dependiente de los precios internacionales; cuando éstos se modificaron la carne
ovina cobró importancia, siendo posible la exportación de carnes congeladas debido al desarrollo
de la industria frigorífica. Hasta 1898 la exportación de reses ovinas fue mayor que la de reses
vacunas (Sábato, 1993). Es así que al período entre 1880 a 1930 se lo denominó “años de oro”:
existía una gran demanda de lana, cueros y luego de carne congelada, los precios de estos
productos eran altos y el acceso a los mercados europeos era posible. Según datos extraídos de
diversas fuentes como INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) y la ex SAGPyA
(Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación) en 1895 el país contaba con
74.379.000 cabezas ovinas. Posteriormente, la ganadería vacuna comenzó a ocupar un importante
lugar junto a la agricultura. Estas dos actividades fueron paulatinamente desplazando a la ovina
hacia otras regiones del país, principalmente la patagónica.
El número de cabezas ovinas en el país tuvo varias fluctuaciones entre 1930 y 1963, variando entre
los 44 y los 56 millones. Ya a partir de 1963 el número de cabezas comenzó a tener un marcado
descenso llegando al final de este período (1980) aproximadamente a los 28 millones de cabezas
(USDA, 1999). Este proceso de disminución de stock se debió por un lado al resultado de varias
crisis internacionales, y por el otro a la prohibición del ingreso tanto de la carne ovina como de la
lana al Reino Unido (principal comprador de aquella época) (Barrera, 1992). La lana encontró otros
mercados, principalmente, China y Rusia, sin embargo no ocurrió lo mismo con la carne, viéndose
su producción destinada a cubrir las necesidades de consumo del propio establecimiento o las
ventas de corderos a fin de año.
La denominada "crisis ovina" en la década de los `90 tuvo en la Argentina varios orígenes pero el
principal fue la caída abrupta de los precios internacionales de la lana luego del colapso del sistema
de precios de sostén implementado por Australia hasta 1989, manifiesta en una disminución
mundial de 200 millones de cabezas ovinas (-16%), esta reducción fue importante en aquellos
países de mayor producción: Australia, Nueva Zelandia, Uruguay y Argentina. Otras causas para la
reducción del stock ovino tienen que ver con el aumento relativo de la rentabilidad de la agricultura
que desplazó al ovino de la pradera pampeana y la paridad cambiaria desfavorable para la
exportación (peso/dólar). A estos factores se sumaron en la Patagonia las consecuencias de
procesos de desertificación acentuados por períodos de sequía en donde hubo políticas como el 5
“crédito de reconversión ovina” para palear la desertificación; esta política fracasó y se endeudaron
los medianos productores por las dificultades de pago. También nevadas intensas (1994 y 1995)
que provocaron grandes mortandades de ovinos y la erupción del volcán Hudson (1991) cuya
ceniza cubrió gran parte del norte de Santa Cruz.
Fuente:
(1) Censos INDEC.
(2) Encuesta Nacional Agropecuaria- SAGPyA e INDEC.
(3) Estimación Dpto. Ovinos y Lanas- SAGPyA.
Elaboración: Dpto. de Ovinos y Lanas – SAGPyA.
(4) Estimación de Sistema de Gestión Sanitaria – SENASA.
Entre 1980 y 2015, el stock ovino se redujo a menos de la mitad (pasó de 32 a 14,9 millones). El
punto más bajo se dio en el año 2002 y luego comenzó una recuperación parcial en la última
década. La caída tendencial del stock obedece a diversos factores. Por un lado, el proceso de
sobreexplotación de los campos en la región patagónica, producto del mal manejo de las majadas.
Por otro lado, sequías prolongadas, fuertes nevadas y erupciones volcánicas (Volcán Hudson en
1991, Chaitén en 2008, Puyehue en 2011) también generaron importantes pérdidas de animales.
En nuestro país, al igual que a nivel mundial, el stock de ganado en pie presenta una tendencia
decreciente en los últimos cinco años alcanzando unos 14,3 millones de cabezas en 2018. El mismo
se destina principalmente para producción de lana y, en menor medida, carne.
La producción primaria se encuentra atomizada siendo el 80% de los agentes de este eslabón
pequeños productores. La industrialización y exportación, tanto de lana como de carne, están
concentradas.
Las principales provincias productoras de lana son Chubut (29,8% del total) y Santa Cruz
(16,65%). En carne, Santa Cruz alcanza al 51% de la faena, seguido por Chubut con 23% y Buenos
Merino. (Norte)
Patagónica 59%
Corriedale. (Sur)
Los sistemas de producción ovina pueden ser clasificados de distintas maneras, teniendo en cuenta
el objetivo de producción pueden ser Sistema productor de Lana, de Carne, de Leche, o mixtos
(lana-carne, carne-leche, etc.).
Otra forma de clasificarlos es en cuanto a la forma de explotación sea Extensiva, Semi-intensiva o
Intensiva; o bien en cuanto a la importancia de la producción en sistema monocultivo (como sucede
en casi toda la Patagonia, en donde la oveja no compite con otra actividad agropecuaria), o sistemas
mixtos ganaderos (Mesopotamia) o agrícola-ganaderos (Pampeana), pudiendo ser también sistema
de subsistencia.
Partiendo de esto, la producción ovina en Argentina se concentra principalmente en cuatro zonas
que tienen características definidas: Patagonia, Pampeana o central, Mesopotámica y Noroeste
Argentino (NOA).
a) Mesopotamia:
Posee un 12 % de existencias ovinas del total nacional, distribuyéndose, principalmente en el Sur
de la Provincia de Corrientes, y en los departamentos del Norte de Entre Ríos.
En ésta zona tradicionalmente la actividad principal fue la ganadería mixta, cría de lanares y
bovinos de forma extensiva, cuya complementación permite el uso adecuado de los recursos
naturales de la zona.
Las principales razas cultivadas en la zona son: Corriedale, Romney Marsh, e Ideal, en ese orden de
importancia. Como Consecuencia de esto, la producción lanera se discrimina de la siguiente forma:
Cruza Fina: 65 %, Cruza Mediana: 35 % y Fina 5 %. El principal objetivo es la producción de
carne – lana.
En estos sistemas mixtos de la Mesopotamia se utiliza una carga animal de 1,2 EV/ha, lo que se 8
traduce en 6,5 a 7 EO/ha.
b) Llanura Pampeana:
Posee alrededor del 18 % de la población ovina, siendo Bs. As. la que aporta el 17 % y el resto La
Pampa.
En ésta zona el ovino se integra con otras explotaciones ganaderas bovinas y agrícolas,
encontrándose muy pocos establecimientos que explotan al ovino como único recurso. Aunque las
ovejas forman parte de la estructura productiva de la mayoría de los establecimientos de la zona, su
rol es secundario (majadas de consumo). El planteo forrajero sobre el campo natural admite 2 a 4
ovejas por hectárea.
La producción de lanas de la zona es una consecuencia de la composición racial que impera en la
misma: 38 % Cruza gruesa (Raza Lincoln), 31 % Cruza mediana (Raza Romney Marsh), 28 %
Cruza fina (Raza Corriedale) y 3 % Fina (Raza Merino).
La producción regional de lanas constituye el 40 % del total nacional.
c) Patagonia:
En su conjunto aporta el 59 % de las existencias ovinas del país.
En la mayor parte de la región patagónica, la oveja reviste carácter de única explotación ganadera
(monocultivo), encontrándose zonas del norte (parte de Rio Negro y Neuquén) y al extremo sur
(Tierra del Fuego) en donde se practica una ganadería mixta ovino-bovino. Recientemente hay
establecimientos en donde se está implementando la cría conjunta con guanacos.
La economía de las explotaciones depende básicamente de lo que aporta el lanar, el cual es
proveedor habitual de la alimentación cárnica.
Produce un 44 % del total de lanas del país.
Su producción se compone de un 54% lana fina, 44% mediana y 2% gruesa. Esto depende de las
razas criadas allí: de los 12.000.000 de cabezas que posee, 7.000.000 son Merino Australiano,
seguida por Corriedale, sobre todo en Tierra del Fuego y Santa Cruz (Pcia. con las mayores
existencias Corriedale del país).
Las cargas animales son variables debido a la amplitud del territorio. Se utiliza la denominada EOP
(Equivalente Oveja Patagónica) que equivale a los requerimientos medios anuales de una oveja de
49kg., al servicio, esquilada en septiembre y que gesta, cría y desteta un cordero de 20kg a los 100
días. Es más favorables las zonas antes mencionadas como mixtas en donde se utilizan 1,5 a 2
EOP/ha y la mayor parte de Chubut y Santa Cruz una carga de 0,3 a 0,5 EOP/ha por el grado de
En términos de industrialización de carne, Santa Cruz alcanza a participar del 51% de la faena a nivel
nacional, seguido por Chubut con 23% y Buenos Aires con 14%; estas mismas provincias poseen el 10%,
10% y 23% de los frigoríficos, respectivamente. La concentración de la faena responde a la mayor capacidad
instalada de los establecimientos localizados particularmente en Santa Cruz y Chubut.
Argentina oscila entre el 6º y 10° puesto de producción mundial de lana. Asimismo las lanas
representativas del país corresponde a lanas finas, provenientes de la raza Merino (45% del total de
las existencias ovinas) que abarcan un rango de finura de 18 a 24 micrones y lanas cruza fina,
provenientes principalmente de la raza Corriedale (38% del total de las existencias ovinas), que
abarcan un rango de finura de 25 a 29 micrones. En menor porcentaje también se encuentran lanas
correspondientes a razas Criollas (7%), (Ideal) 2%, Romney Marsh (3%), Lincoln (1%), otras razas
especializadas y sintéticas (3%).
Por lo antevisto podemos decir que en la Argentina se producen distintos tipos de lana dependiendo
la región y la composición racial de cada lugar, siendo la principal zona ovejera, la región
patagónica.
La producción de lana nacional según la zafra 2017/18 se estimó en 42.400 Tn. de lana sucia. De
este total se exportó alrededor del 95,3% (40.400 tn) en distintos grados de elaboración: Lana sucia
30,12%, lavada 5,52%, peinada, blousse y subproductos 64,34%.
El destino de exportación más relevante es China tanto para lana sucia, lavada, cardada y peinada
(tops) y desperdicios. También se destacan República Checa y Uruguay en lana sucia, India e Italia
en lana lavada, Alemania e Italia en tops, Bolivia e Italia en desperdicios y otros destinos en los
demás productos. Si bien se producen modificaciones de destinos en orden de importancia a través
de los últimos 10 años, los principales mercados se mantienen constantes.
10
En el año 2015 se registraron 85.545 establecimientos de producción primaria en todo el país, con
un total de 14,86 millones de cabezas. El 80% de los agentes primarios son pequeños productores
con menos de 100 animales que coexisten con grandes empresas (menos del 1% de los
establecimientos primarios) con establecimientos de más de 5 mil cabezas que concentran el 29%
del stock ovino. Cabe destacar que la escala mínima eficiente se estima entre 2.500 y 4.000 ovinos,
según la zona donde se encuentre el establecimiento productivo.
como las barracas son exportadoras. Dado que la mayor parte de la producción se exporta, se puede
tomar el nivel de concentración de las exportaciones como aproximación al grado de concentración
en la etapa industrial.
La Argentina posee una gran tradición como productor y exportador de carnes ovinas, ya desde
1860 con la introducción de la raza Lincoln. Las carnes ovinas patagónicas, que cuentan con
“denominación de origen” desde 1992 es un atractivo rubro de exportación y de consumo por parte
de turistas. Estas carnes cuentan con un “plus” en la competencia mundial al ser reconocida por la
UE (Unión Europea) como zona libre de fiebre aftosa por debajo del paralelo 42º (límite entre 11
Chubut y Rio Negro), de modo que permite el ingreso de carne con hueso a ese mercado y muchos
más.
La faena ovina argentina en 2018 llego a 2.481.631 cabezas, haciendo un total de 49.126 tn.d e
carne ovina en las distintas categorías pero con predominio del cordero en un 86,5%, siendo el
consumo: 1,06 kg /hab/año. La exportación en el año 2018 fue de 2.788 toneladas.
los animales a los productores primarios para faena. El otro esquema comercial es la actividad
frigorífica como servicio. En estos casos el productor primario paga al frigorífico el servicio de
faena y se queda con la carne para su posterior venta.
La faena está fuertemente concentrada en las 2 primeros frigoríficos, con una capacidad superior a
100 mil cabezas anuales, centralizando el 62% de las ventas externas. Junto a estas grandes
empresas, coexisten distintos establecimientos de diversas capacidades productivas, con
predominio de aquellos que faenan entre 1.000 y 10.000 y menos de 1.000 cabezas anuales. No
obstante, cabe destacar que gran parte del faenado se realiza informalmente en las mismas unidades
productivas -autoconsumo- o en frigoríficos con alto grado de informalidad y con dificultades para
obtención de subproductos como el cuero.
La estructura de los agentes productivos también se refleja en la concentración de las 12
exportaciones. En 2015, el 82% de ventas externas estuvieron centralizadas en 3 empresas (de un
total de 9 empresas exportadoras). Asimismo, si se compara la concentración empresaria en 2010 y
2015, se observa que a lo largo del período este fenómeno se agudiza. Esto tiene que ver
principalmente, no con un mayor volumen exportado por parte de las principales empresas, sino
con que muchos frigoríficos dejaron de exportar, volcando su producción al mercado interno por la
mejor evolución relativa de los precios internos.
Según una encuesta realizada por el INTA Anguil en el año 2008, existen en el país 48
establecimientos dedicados a la actividad tambo ovino, con unidades que entran y salen del sistema
permanentemente. De éstos, un 59 % son tambos fábrica, es decir que ellos mismos industrializan
la leche que producen, un 28 % vende la leche, y un 13 % elabora quesos.
En casi la totalidad de los tambos el ordeñe es mecanizado, contando con sistema directo al tarro y
tarima de ordeñe.
Sólo dos tambos cuentan con fosa, y en sólo dos de los tambos encuestados el ordeñe es manual.
Cabe destacar que en el 56% de los casos la actividad representa el único ingreso del productor, y
que un 24% de los tambos pertenecen a instituciones del estado como el INTA o universidades.
El resultado de dicha encuesta arrojó que durante la temporada 2007-2008 el volumen de leche
producida a nivel nacional fue de 500.155 litros, con un total de 3.692 ovejas en ordeñe, y la
producción de quesos fue de 90.937 kg.
Estos valores contrastan fuertemente con los de la UE que cuenta con aproximadamente 24
millones de ovejas en ordeñe y produce 2.837.000.000 litros de leche.
Sin embargo, los volúmenes promedio producidos por oveja se ubican en los 135 litros por
lactancia, que si bien es menor que el promedio en Francia, donde se ubica cerca de los 175 litros,
es mayor al promedio de la UE (118 litros). Por otro lado, mientras que en Francia la cantidad
promedio de ovejas en ordeñe por establecimiento se ubica en torno a las 290, en Argentina ronda
las 77, es decir, cerca de 4 veces menos.
En el caso de las razas que se utilizan para los tambos de oveja en Argentina, las mismas han sido
sintetizadas a partir de razas locales cruzadas con sangre frisona (raza lechera por excelencia). Esto
permite producir leche sin perder la adaptación a la zona en la cual se produce. EL INTA Anguil ha
sintetizado una raza llamada Pampinta y el INTA Trelew, ha sintetizado una raza en base a
cruzamientos de las razas Texel y Frisona.
Frisona x Manchega
Texel; 398 y cruzas;
Frisona y 140
cruzas;
100
Pampinta;
1259
Frisona;
Pampinta
1534
y cruzas;
261 13
Es stock mundial de ovinos según la FAO (2014) es de alrededor de 1.210 millones de cabezas, los
cuales se distribuyen por continente de la siguiente manera:
Asia 42 %, África 27 %, Europa 12 %, Oceanía 10 %, América del Sur 7 % y América del Norte y
Central 2 %.
En orden de mayor población: China, Australia, India, Irán, Sudán, Nueva Zelanda, Nigeria, Reino
Unido, etc.
La producción mundial de lana viene disminuyendo año a año. Durante los últimos 20 años, la lana
perdió mercado frente a productos competidores como las fibras sintéticas y el algodón. La caída se
genera desde el lado de la oferta, ya que los productores de varios países, especialmente los de
Australia, han decidido orientarse hacia sistemas donde prevalece la producción de carne,
reemplazado los ovinos de razas laneras por ovinos de razas doble propósito (carne y lana) y/o
razas carniceras. Asimismo, se vendieron existencias ovinas en algunos países productores,
principalmente en Australia para dedicarse a otras producciones más rentables como la agricultura
y la lechería.
La producción de lana se lleva a cabo en alrededor de 100 países en todo el mundo, en donde se
generan aproximadamente 2.1 millones de toneladas sucias anuales con alrededor de mil millones
14
De la producción mundial de fibras textiles, la lana representa el 1,6 %, mientras que la fibra
sintética es el 65% y el algodón 32%. Dos tercios de la lana producida en el mundo se usan en la
manufactura de prendas de vestir y poco menos de un tercio se utiliza para la fabricación de
interiores para el hogar, como las alfombras. La lana restante, cerca del 4%, es utilizada en la
industria, entre cuyas aplicaciones se incluye la fabricación de hojas aglomeradas de lana gruesa
para aislamiento térmico y acústico en la construcción de casas.
La producción de lana ha disminuido en cerca de 35% desde el año 1990, en el cual se alcanzó la
producción record de 3,3 millones de toneladas.
Desde al año 2003 la producción ha mantenido un decrecimiento de 3,4% anual, lo cual se debe a
los altos precios de la carne de ovino, que han alentado el sacrificio de ovejas en Australia y China,
lo cual ha mermado la producción mundial. En el caso de Nueva Zelanda, muchas de las granjas de
producción de lana han cambiado su giro hacia la industria lechera, lo cual ha repercutido también
en la baja de producción mundial.
Aunado a lo anterior, en el año 2009 se experimentó un periodo especialmente difícil para el sector,
ya que como consecuencia de la crisis financiera mundial, la demanda mundial de fibras y ropa en
general sufrió una caída, aunque se prevé que la demanda de lana crezca en los próximos años
como consecuencia de los cambios en las preferencias de los consumidores por las fibras naturales,
producidas sustentablemente y con ventajas como la resistencia al fuego, a los rayos UV,
resistencia térmica, bajo impacto ambiental, entre otros. La lana es además biodegradable y
renovable, por ejemplo, en la elaboración de telas de lana se utiliza menos de 1 kg de petróleo por
kg de tela, en cambio el poliéster, el acrílico y nylon utilizan entre 3 y 5 kilos de petróleo.
La ganadería ovina se desarrolla tanto en zonas cálidas como en zonas frías, lo que permite que la
mayoría de los países pueda practicar la actividad sin grandes dificultades. No obstante, la
producción se concentra fundamentalmente en China con 2.080.000 ton, Australia con 660.000 ton,
Nueva Zelanda con 450.000 ton, que centralizan el 37% de la producción mundial. Otros países 15
productores de relevancia son Sudán, Turquía, Reino Unido, Argelia e India con participaciones del
3% en el total mundial. En el período 2005-2015, la producción mundial de carne ovina creció a
una tasa del 1,2% a.a, alcanzando las 8.894 miles de tn. en el último año. Puntualmente, en el
período 2007-2010, la oferta mundial presentó un cierto estancamiento producto de la disminución
de las ventas externas por parte de los principales proveedores mundiales (Nueva Zelanda y
Australia) que, según OCDE, se volcaron a la producción láctea dado que ofrecía mayores
márgenes rentabilidad. Esto se tradujo en un aumento del precio a nivel internacional. Ya para
2011, la producción vuelve a acelerar su crecimiento (1,9% a.a en el período 2011-2015), por la
mejora en los precios internacionales que incentivó la producción de los principales países
proveedores. En este contexto, Nueva Zelanda y Australia comenzaron una reconversión de su
producción de lana a carne.
El comercio internacional está dominado por Nueva Zelanda y Australia que explican más del 60%
de las exportaciones mundiales (casi de 1 millón de toneladas anuales). El Reino Unido se
encuentra en tercer orden de importancia con el 8%, exportando canales y cortes refrigerados de
alta calidad.
A nivel regional existe competencia por las canales y medias canales congeladas de cordero desde
Chile y Uruguay, donde el primero abastece fundamentalmente a mercados europeos haciendo uso
de su cuota ovina, mientras que Uruguay se orienta hacia destinos de Medio Oriente (Ministerio de
Agroindustria, 2015). Si bien estos países no se destacan a nivel internacional por su dinámica
exportadora, tienen un mercado desarrollado con fuerte potencial. En 2014, las ventas uruguayas de
carne ovina al mundo fueron un 580% superior a las exportaciones argentinas, mientras que las
chilenas más que las duplicaron.
Desde el lado de la demanda, la carne ovina representa menos del 5% del consumo mundial de
carnes, siendo Nueva Zelanda, Australia y los países europeos los principales consumidores. En
Argentina, en particular, la carne ovina representa sólo 1,2% de la canasta de consumo cárnica. Si
bien Arabia Saudita no presenta dato para el último año, fue otro de los países que mostró un fuerte
crecimiento. Los países europeos tradicionalmente importadores como Francia, Reino Unido y
Alemania tuvieron un crecimiento menor, por lo que mejora la posición de China y EEUU.
Por su parte, Argentina tiene muy baja participación en las importaciones de los principales
demandantes de carne ovina y, puntualmente en el caso de China y EEUU, no tiene penetración en
dichos mercados. Dado que estos países presentaron una demanda pujante en los últimos años,
podrían constituir potenciales destinos para las exportaciones argentinas.
El mercado internacional demanda, en promedio, un 66% de cortes congelados y un 34% de cortes
refrigerados. Estos últimos son principalmente requeridos por mercados europeos y EEUU, con
precios promedio más elevados en relación a los cortes congelados, particularmente en aquellos
productos de mayor calidad y con alto contenido de valor agregado. Por su parte, China y los Países
Árabes demandan cortes de menor valor, pero en importantes cantidades (MAGYP, 2015).
Mundialmente se producen 9.147 millones de litros de leche ovina, que representan un 1.4% sobre
el total de leche producida. La producción de leche ovina se destina a la elaboración de quesos, el
resto a consumo directo y alimentación de corderos. La producción mundial de leche ovina se
concentra en pocos países caracterizados por rentas bajas y condiciones ambientales poco 16
favorables para la explotación de otros tipos de rumiantes. En estos países el principal destino de la
leche es el consumo humano.
La producción de leche se encuentra concentrada en Asia, Europa y África 50%, 31% y 19%
respectivamente. Sin embargo, el rendimiento por animal es significativamente mayor en la Unión
Europea (UE). El 75% de la producción mundial se encuentra concentrada en 12 países (millones
de litros): China (1.125), Turquía (790), Grecia (750), Siria (610), Italia (560), Irán (534),
Uzbekistán (500), Rumania (485), Sudan (480), Somalia (468), España (360) y Francia (254).
Se estima que la mayor parte de la producción de leche de oveja (más del 90%) se destina a la
producción de quesos, siendo la UE quien muestra el mayor desarrollo en producción de quesos,
tecnologías, calidad de productos y agregado de valor. La producción de quesos de oveja encuentra
su mayor grado de desarrollo en España, Italia, Grecia y Francia -siendo los últimos tres países los
que explican el 89% de las exportaciones de queso de oveja registradas por la FAO. Europa y
América centran su consumo fundamentalmente en queso.
Sistema mixto ovino-caprino en el oeste de Formosa. Sistema mixto región NOA de llamas y ovejas.