Carta de Santiago
Carta de Santiago
Carta de Santiago
CARTA DE SANTIAGO
Introducción
a) Lengua y estilo
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la aliteración (1,2.6.14.25; 3,5.17; 4,9); el hexámetro imperfecto que encontramos
en 1,17 es probablemente de su propia cosecha. Carece prácticamente de
anacolutos.
b) Contenido de la carta
1. Saludo
2. Prólogo (1,2-18)
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creación, para que vivamos de acuerdo con la vocación que de él hemos recibido
(1,18; cf. 5,12-20).
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controvertida , es claro que contiene un diálogo con el que Sant quiere preparar el
que se pueda tomar postura clara frente al tema de la relación fe-obras, como se
ve por el v. 18cd («muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por mis obras la
fe») y el resto del contexto (vv. 17 y 19ss). Según Frankemolle, la objeción en
2,18b es doble y contrapondría la fe sola a las obras solas. Sant tomaría entonces
una postura mediadora en la controversia. A los defensores de una fe sola, sin
obras, ya había respondido en 2,14ss, mostrando lo absurdo de su pretensión.
Dado el peligro que corre la comunidad, insiste en ello en 2,19-20: no basta la
mera confesión de fe monoteísta, por buena que ésta sea, como puede verse por
el hecho de que los demonios también creen que hay un solo Dios, pero no les
aprovecha de nada, porque no están dispuestos a cumplir la voluntad de Dios
(2,19). Ésta es la razón por la que ahora a Sant le interesa más desarrollar el
motivo de la relación de las obras con la fe. Tampoco las obras solas sirven de
nada. Por eso Sant quiere mostrar la fe desde sus obras. Las obras son signo de
la fe, una tesis con la que Pablo estaría de acuerdo (cf. Gal 5,19-26; 1 Cor 3,5-17;
2 Cor 5,2-10; Rom 2,12-3,8; cf. también Mt 5,13-16; 7,15-23). En consecuencia,
puede reafirmar la conclusión de que la fe sin obras no sirve de nada (2,20). El
fragmento concluye con los ejemplos de Abraham y de Rahab, muestra de
obediencia lúcida a Dios, los cuales prueban positivamente a partir de la Escritura
la mutua implicación de la fe y de las obras (2,21-26). Abraham es conocido como
modelo de fe. A partir de Gn 15,6 y 22,9, Sant señala que el hecho de que
Abraham, por la fe en Dios, superara la mayor de las tentaciones, demuestra que
su fe era honda y auténtica. En este sentido, Abraham fue justificado por las obras
(2,2la.23-24): esta fórmula, con todo, no debemos entenderla como si con ella
Sant quisiera decir que la justificación aconteciera por las obras (de la Ley), en el
sentido que esta fórmula, típicamente paulina, tiene en Rom 3,21-31, sino en el
sentido de que fe y obras actúan conjuntamente. Pero para Sant -como para
Pablo, si se entiende bien la fórmula paulina que se refiere explícitamente al
proceso de la justificación en sí mismo- la fe y las obras no actúan como dos
magnitudes coordinadas, sino que las obras están subordinadas a la fe y se
convierten en el signo que pone de manifiesto la solidez de la fe (2,22).
3,1-12: Con la interpelación «mis hermanos» (3,1; forma inclusión con 3,12, donde
se repite «hermanos»), señala Sant que empieza un nuevo fragmento, en el cual,
con imágenes familiares en la cultura helenista, quiere poner a sus lectores sobre
aviso a propósito de los peligros que anidan en el poder desenfrenado de la
lengua (3,1-12). El fragmento parece motivado por la presencia de maestros en la
comunidad los cuales, por lo visto, crean problemas (13,1-2): de ahí su prevención
contra el afán de ser maestro; supuesto que todos pecamos, Sant insiste en que el
juicio será más severo para ellos, dado que el criterio para el mismo es la
coherencia entre el hablar y el obrar. Luego, con la ayuda de las comparaciones
de la brida con la que dominamos los caballos, el timón con el que gobernamos
los barcos, y el fuego pequeño capaz de incendiar todo un bosque, muestra la
importancia de un miembro tan pequeño como la lengua, capaz de corromper todo
el cuerpo (2,3-6) y más difícil de amaestrar que las fieras salvajes (2,7- 8).
Concluye con una exhortación a poner fin a la ambigüedad de la lengua, que lo
mismo se utiliza para alabar a Dios que para maldecir a los hombres (3,9-12).
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3,13-18: El siguiente pasaje, que clarifica la crítica que acaba de hacer contra la
pretensión de ser maestro, contrapone la sabiduría que viene de arriba a la
terrena (3,13-18). Una vez más insiste Sant en que el buen obrar es el criterio que
permite discernir la auténtica sabiduría de la falsa (2,13-16), indicando cuáles
son las cualidades de la sabiduría verdadera (2,17). El fragmento concluye con
una promesa escatológica: el «fruto de la justicia» (cf. Flp 1,11; Heb 12,11), es
decir, la justicia plena en el marco de la paz, será el don otorgado por Dios a los
que, en virtud de la sabiduría que proviene de arriba, trabajan por la paz (cf. Mt
5,9) y la reconciliación en la comunidad (3,18).
4,1-12: En el bloque que sigue a continuación (por un lado 4,1-12 y, por otro, 4,13-
17 y 5,1-6), Sant denuncia la situación sumamente negativa en que se encuentra
la comunidad y que está en contradicción con su vocación cristiana. En el
primero de los textos (4,1-12), se indica que la raíz de todo ello está en el
egoísmo mortal que se ha apoderado de la comunidad y que se manifiesta en
todo tipo de división y violencia, fruto de su incapacidad de orar adecuadamente
(4,1-3); el contexto hace pensar de modo particular en los conflictos con los
maestros, que Sant ha criticado en el capítulo 3. Luego, con la imagen del
adulterio, que ya los profetas veterotestamentarios utilizaron para significar la
idolatría del pueblo de Dios (cf. Os 1-3), les recuerda que hay que optar por Dios o
por el mundo (4,4; el tema había resonado ya en l,26s; 2,5; 3,6), teniendo en
cuenta los derechos de Dios que ha infundido en nosotros su Espíritu (4,5). Con
una cita de Prov 3,34, en la cual se recuerda que Dios resiste a los soberbios y da
su gracia a los humildes (4,6), Sant prepara la transición a la parte parenética del
fragmento, en el cual exhorta a someterse a Dios y a resistir al diablo (4,7-10). El
conjunto concluye con la exhortación a no calumniar ni juzgar al hermano, dos
lacras que impiden la vida comunitaria, y lo fundamenta en el hecho de que sólo
Dios es el legislador y juez, el único por tanto que tiene derecho a juzgar a alguien
(4,1 ls).
4,13-17; 5,1-6: Sigue un pasaje en el cual Sant hace dos serias advertencias
contra la autonomía engañosa de los cristianos ricos (4,13-17 y 5,1-6). La raíz
de la denuncia está en la dicotomía entre la fe que creen tener por ser miembros
de la comunidad y el obrar que no da testimonio de dicha fe: no hacen el bien que
podrían hacer (4,17); explotan al pobre (5,4- 6). En el primer fragmento (4,13-17)
critica la autoconfianza orgullosa con la cual los ricos hacen sus planes
económicos, sin contar con que su vida es fugaz y que todo está en las manos de
Dios. En el segundo (5,1-6) amenaza a los ricos, en tono claramente profético (cf.
Is 13,6; Am 8,3; también ls 14,31; 15,3; 23,1.6.14; Jr 31,20; Ez 21,17; Zac 11,2; Le
6,24-26; 1 Henoc 94,8s) y con toda seriedad con el juicio por su actitud antisocial
(cf. también ya antes l,10s; 2,6s). Su riqueza está podrida, pues, como ya había
advertido Eclo 29,10, el oro que no se emplea en favor del hermano, enmohece.
En un contexto claramente sapiencial (Eclo 34,25-27), les recuerda que el salario
del que han privado a sus trabajadores explotados por ellos clama al cielo (5,4).
Mientras los ricos han vivido en delicias (cf. Eclo 27,13; Le 16,19) y han
condenado y asesinado al inocente que no les oponía resistencia (cf. Sab 2,10.19;
Sal 37,14.32), no han caído en la cuenta de que se estaban ceban- do para el día
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del Juicio definitivo (5,5-6; cf. Jr 12,3; 25,34; 46,21; Jds 12; 2 Pe 2,13).
Epílogo (5,7-20). El motivo del Juicio con que concluía el pasaje anterior da paso
al epílogo, en el cual Sant exhorta a sus lectores a vivir de acuerdo con la fe en la
venida inmediata del Señor (5,7- 20). En el marco de la espera de la Parusía y del
Juicio, Sant exhorta, en un primer fragmento (5,7-11) que forma inclusión con el
comienzo de la carta (1,2-4), a perseverar con toda paciencia en medio de las
pruebas, incluidas las que comporta la vida comunitaria (5,9), siguiendo el ejemplo
de los profetas y de Job (5,1Os). Siguen una serie de exhortaciones sobre el
funcionamiento de la comunidad: ante todo, y en consonancia con una tradición de
Jesús, que queda recogida también en Mt 5,34-37, Sant recuerda la prohibición de
todo tipo de juramento (5,12). Sigue la recomendación de la oración,
especialmente en caso de enfermedad, en cuyo caso conviene llamar a los
presbíteros de la Iglesia para que unjan con óleo al enfermo y recen por él; ello le
aliviará y se le perdonarán los pecados, caso de que los tuviere (5,13-15). Este
tema da pie a la recomendación de confesarse mutuamente los pecados y de
rezar unos por otros, subrayando con el ejemplo de Elías el poder de la oración en
general (5,16-18). Con la interpelación «hermanos míos» (5,19a) Sant da paso al
pasaje final de la carta, en el cual recuerda a sus oyentes/lectores la
responsabilidad que tienen frente al hermano que se desvía de la verdad y la
importancia de la corrección fraterna (5,19-20).