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índice
de qué hablamos
ñac a t e
Ñ
cuando hablamos de amor
Presentación / 5
R E V I S TA D E P S I C O A N Á L I S I S
école lacanienne de psychanalyse Tema
Número 0 / Montevideo 2007. El amor, ese pájaro rebelde / 8
Raquel Capurro
ISSN: 1510-2289 "decí por dios que me has dao" / 21
Gustavo Castellano
Redactor responsable: Cinco paradojas del hablar de amor / 39
José Assandri Sandra Filippini
Pablo de María 940 Tristan e Isolda, un poema de (fol’?) amor /60
María Teresa Arcos
Comité Editorial Farouche Claudel /76
María Teresa Arcos Gonzalo Percovich
José Assandri (Dirección) Glamour de transferencia /92
Amelia Castañola José Assandri
Gustavo Castellano Contratos masoquistas / 114
Ana Grynbaum
Gonzalo Percovich
Actualidad analítica
Primer Lector
El psicoanálisis debatiéndose con la iniciación /133
Guy Le Gaufey
Guy Le Gaufey
Colaboraron en este número
Documentos
Danielle Arnoux
2 La melancolía amorosa /145
Susana Bercovich
Robert Burton
Hugo Gordó
Estela Maldonado
n Lo que se lee
La aparición de la sexualidad /155
Diseño e ilustraciones: Maca Raquel Capurro
á
Pensar... contra la cosa sexual /158
Impresión: Gráfica Don Bosco M. Amelia Castañola
c Edición amparada en el Decreto El día que Jacques Lacan adoptó a Gérard Haddad /161
218/996 (Comisión del Papel) José Assandri
a Depósito legal: 343.290
Fronteras
Por contactos con Ñácate:
t Juan Tenorio y Giacomo Casanova:
[email protected]
momentos del paradigma fáunico /173
e Ercole Lissardi
ñácate
Decir más sería decir de más. Que esta ñácate que empieza a andar,
se diga por sí misma.
4
e
presentación:
de qué hablamos
cuando hablamos
de amor
6
En alguna ficción borgeana, en una incierta enciclopedia china, tal
vez pueda leerse que el amor se divide en: amor divino, amor cor-
n tés, amor de la lumbre, amor loco, eros negro y rosa, amor de trans-
ferencia, etc., amor sin barreras, amor puro, el amor del príncipe
á Carlos, amor griego, la tragedia amorosa de Tristán e Isolda, amor
fraterno, amor a primera vista, amor que no figura en esta clasifi-
c
cación, amor eterno jurado y perjurado, amour Lacan, amor en tiem-
a pos del cólera, amor lésbico, amor de los elefantes y las gallinas,
amores perro, amoríos de Casanova, amores que matan, amor al
t
arte… ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
e
Sabiendo que ciertos tiempos generaron figuras del amor, sabiendo
que el amor es una hoguera en el dispositivo analítico donde algu-
nos analistas se tuestan, el lector queda invitado a compartir la sec-
ción temática de ñácate, donde encontrará las versiones escritas de
las intervenciones realizadas en las jornadas convocadas en mayo
de 2006, bajo el título De qué hablamos cuando hablamos de amor.
e
s un pájaro reb
# el amor,
ese pájaro
rebelde
R a q u e l C a p u r ro
Freud se sorprende al descubrirse objeto de amor
de sus primeras pacientes. Para un hombre de
¿Qué sentido puede tener, que sentido tiene, que llegue al punto
de hablarles de amor ? […] En efecto, [dice] hablar de amor
parece poco compatible con el esfuerzo que no ceso de prose- 1 J. Lacan, Encore, Seuil, Paris,
1976, p- 76. La traducción es nuestra 9
guir desde hace tanto tiempo en dirección a constituir al dis-
2 en todos los casos.
curso analítico como pudiendo “hacer semblant” de algo que 2 Hemos optado por no tradu-
3
sería ciencia . cir “semblant” por apariencia, aunque
sería el término más aproximado a n
“Hacer semblant” es difícil de traducir, pero digamos que sería el condición que, al igual que el término
“fenómeno”, no supongamos ningún á
esfuerzo de producir un discurso cuyo juego de lenguaje aparece- otro tipo de “cosa” detrás.
ría cercano al de la ciencia, con algunos de sus rasgos, parecido, 3 (…) Ceci est peu disais-je
compatible avec ce qu’il faut bien dire c
como si… Para hacer “semblant de ciencia” sería imprescindible en
que, depuis le temps, je ne cesse de
este punto proponer una teoría sobre el amor, eso sería hacer algo poursuivre, c’est-à-dire cette direction a
“serio”, vestirse y aparecer con su ropaje. Es decir, sería pretender d’où le discours analytique peut faire
semblant de quelque chose qui serait
colocar el discurso en la serie de producciones de saber que, a par- science. (…). J. Lacan, Encore, op. cit. t
tir de cierta época, situable en el giro galileico o en el momento car- p. 76.
e
e l a m o r, e s e p á j a r o r e b e l d e
Adónde te escondiste
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste ,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
……………………………….
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me lo has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
……………………………………
Descubre tu presencia
Y máteme tu vista y hermosura;
Mira que la dolencia
De amor, que no se cura
8
Sino con la presencia y la figura .
Para ejemplificar esa figura del amor que pone de relieve la dis- 11 J. Lacan, Encore, op. cit., p. 70.
yunción entre el goce del cuerpo y la aspiración del amor llevada al 12 Juan, 17.11 y 17.21
13 En este punto Lacan sólo
máximo exponente, Lacan evoca los escritos de algunos místicos, matiza su posición en 1977. Desde
como San Juan de la Cruz11, cuyo poema veíamos más arriba. Decía 1946 sostenía con Freud que: “la dis-
Santo Tomás, y lo encarna la poesía de San Juan de la Cruz, que un cordancia primordial entre el yo y el ser
parece que es la nota fundamental
creyente no puede esperar recibir de Dios nada menor a Dios (…) de esa locura, gracias a la cual el
mismo. La ausencia de su presencia es la causa de su amor y de su hombre se cree un hombre. Formula
dolor. Con esta figura se toca el punto en que el amor se hace reli- paradójica que adquiere sin embargo
su valor si se considera que el hombre
gión. ¿Acaso el evangelio de San Juan, en un momento culminante, es mucho más que su cuerpo, sin
justo antes de la Pasión, no pone en boca de Jesús ese anhelo: “para poder dejar de saber nada más acerca
que sean UNO como nosotros”, “para que todos sean uno, como tú, Padre, de su ser. En ella se hace presente la
ilusión fundamental de la que el hom-
estás en mí y yo en ti, que también ellos sean Uno en nosotros” 12? bre es siervo, mucho más que todas
En su postura iconoclasta, Freud13 no vaciló en leer esa expectati- “las pasiones del cuerpo” en sentido
va del amor como el anhelo de Narciso. Lacan asiente y señala ade- cartesiano; esa pasión de ser un hom-
bre, diré, que es la pasión del alma por
más el formidable obstáculo que resiste a su efectuación: el cuerpo, excelencia, el narcisismo que impone
ese muro, ese amuro14, que dice “NO” al Uno por más que estreche- su estructura a todos sus deseos, aún a
mos al otro, y nos remite a nuestra singular e insuperable soledad. los mas elevados. En contra del cuerpo
y del espíritu, el alma aparece como lo
Sin embargo, un muro ofrece recursos, las paredes tienen forma, que es para la tradición, es decir, como
configuran aberturas, agujeros, metáforas de un cuerpo. El amor el límite de la mónada” “Acerca de la
acecha esas rendijas, esa geografía del cuerpo, de donde escapan causalidad psíquica”. J. Lacan, Escritos,
Tomo 1 Siglo xxi, México, p. 177 y 178.
signos, señales, prendas de amor. El amante es ávido de ellas, quie- El amor pues, freudianamente hablando
re apresarlas, enjaularlas, encerrarlas en una prisión. El tema de la es una pasión narcisista, el amor intenta
cárcel de amor, atraviesa como un espejismo nuestra literatura, colmar la brecha entre el yo y el ser.
14 J. Lacan, Encore, op. cit., p. 11.
desde 1492 con Diego de San Pedro hasta nuestro días en la novela 15 Diego de San Pedro, Cárcel
de Sylvia Molloy15. La captura amorosa intenta, allí donde el cuer- de amor, escrita en 1492, con el eco
po hace límite, conquistar el alma, ese lugar que la lengua fabrica y actual de Sylvia Molloy, En breve cár- 13
cel. Agradezco a Graciela Brescia su
que sostiene la ilusión de vencer las distancias, de vencer incluso a intervención del año 2006 sobre el pri-
la muerte. mero y a Claudia Pérez su monografía
inédita sobre ambos. n
Si fuese verdad, el alma no podría decirse […] sino a partir de lo 16 (…) On ne voit pas pourtant
pourquoi le fait d’avoir une âme serait á
que permite a un ser, al ser hablante –para llamarlo por su nom-
un scandale pour la pensée si c’était
bre– soportar lo intolerable de su mundo, lo que la supone como
16 vrai. Si c’était vrai, l’âme ne pourrait se
siendo allí extranjera, es decir fantasmática […] . dire,/ c’est ça que je vous ai écrit,/ que c
de ce qui permet à un être, à l’être par-
Quizá por esto los himnos patrios desde muy niños nos enseñan lant pour l’appeler par son nom, de a
esa palabra abstrusa, el alma, conjugada con amores sagrados en supporter l’intolérable de son monde,
ce qui la suppose d’y être étrangère,
intolerable promesa, “la patria o la tumba”: “Es el voto que el alma pro- c’est-à-dire fantasmatique. Ce qui t
nuncia y que heroicos sabremos cumplir”17. El alma, inmortal, en ese cette âme ne l’y considère, l’y dans ce
e
e l a m o r, e s e p á j a r o r e b e l d e
La voz poética se revela como la voz con la que se hace posible tratar
del amor, un amor que ante el límite de la superficie de los cuerpos,
los descubre como caja de resonancia, instrumento de percusión, tam-
bor ofrecido a aquello que el sentir amoroso buscará plasmar en el
cuerpo de la lengua. La lengua amorosa, canto y poesía, es el medio
que hace pasar del razonar del logos al resonar polifónico de la poïe-
sis, de la poética y que busca entrar por las rendijas del cuerpo, para
alcanzar un más allá, aquello que fue llamado alma. Por esa vía lalan-
gue es el lugar de un goce que toca al cuerpo.
Ya no puede sorprendernos que, en la misma sesión del 13 de
marzo de 1973, el alma, ligada a la cuestión del amor, haga su irrup-
ción el seminario. Las homofonías que brinda el francés y –en este
caso también el español– permiten jugar con la lengua: ama el alma,
uno ama, uno alma, y saltamos así al neologismo posible pues sólo
una letra separa los dos términos. Lacan lo produce, inventa el verbo
“almar”, yo almo, tu almas… ¿qué chispa enciende su fuego, su juego
significante? ¿No ha dicho que está hablando de amor? 22 Jean Allouch, “Del mejor
amado”, en Litoral, nº 35, Epeele,
Pero, al hacerlo da un paso más en su discurso, un paso al cos- México, p. 47. 15
tado del decir amoroso; en ese juego en el que se divierte hace apa- 23 J. Lacan, Encore, op. cit., p.
recer una supuesta carta dirigida a su público, y en ella, la palabra 78, “Eh bien, c’est là que le français
doit m’apporter une aide, … L’âme en
“alma”. Entonces el tono cambia, la carta de Lacan es árida, de una n
français, au point où j’en suis, je ne
aridez notoria, que Jean Allouch subraya y lee así: “[…] dejando de peux m’en servir qu’à dire que c’est ce
qu’on âme: j’âme, tu âmes, il âme, á
hablar de amor, privándose del goce que implica “hablar de amor”, Lacan
vous voyez là que nous ne pouvons
lee una carta que dice haber escrito para su público”22. nous servir que de l’écriture, même à y
c
inclure jamais j’âmais.
[…] se puede pues cuestionar la existencia del alma//es el tér- Son existence donc à l’âme peut être
certes mise en cause, c’est le terme a
mino apropiado para preguntarse si no es un efecto del amor.//
propre à se demander si ce n’est pas
Tanto es así que mientras el alma “alma” el alma, no hay sexo en un effet de l’amour. Tant en effet que
23 t
el asunto, el sexo no cuenta . l’âme âme l’âme, il n’y a pas de sexe
dans l’affaire, le sexe n’y compte pas”.
e
e l a m o r, e s e p á j a r o r e b e l d e
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
[ ...]
16 tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
n aunque te busque y no te encuentre
y aunque
á la noche pase y yo te tenga
y no.
c
Dimensión del límite al sueño de la fusión amorosa: “porque eres
24 El poema se titula “Corazón
a coraza”. Agradezco a Carlos mía y no, porque te tengo y no”, límite que no coarta al amor sino que
Etchegoyhen el haberme acercado este lo connota con cierto dolor irremediable, el de no ser Uno con el
texto que no conocía. M. Benedetti,
t www.poemas-del-alma.com/corazon-
otro: “tengo que amarte aunque esta herida duela como dos”. El espejo
coraza-htm revela su borde, el espejismo se diluye, el alma se escabulle.
e
R a q u e l C a p u r r o
* * *
17
e
e l a m o r, e s e p á j a r o r e b e l d e
La letra :
e
R a q u e l C a p u r r o
trabajo de cuerpo y alma en ese algo que precedió al estreno y que desarrolló el del llamado Tango,
actualmente conocido como Tanguillo á
podemos llamar la escena de la creación de Carmen. Luego vino su de Cádiz, y que, modificado, sustenta
pasaje al público, su estreno. el de las habaneras.
28 A. Oyarzabal. Op. cit. c
Estrenada la obra, fue condenada por su libreto “obsceno”30 y
29 Ibid.
por una música “erudita, obscura, sin color y poco romántica”. La 30 Se puede decir en esa a
mala recepción de Carmen produjo una profunda depresión en “eaubscène”, neologismo que lleva a
Lacan del agua al caldo, el de la agri-
Bizet, y se especula que posiblemente apresuró su muerte tres cultura, y sobre todo, el de la cultura. t
meses después del estreno, en junio de 1875. Nunca supo que Cf, Sesión del 19.04.1977
e
e l a m o r, e s e p á j a r o r e b e l d e
Dije mal del amor cuando dije que su campo era fundamental-
20 mente narcisista. El campo de la Verliebkeit (del enamoramiento)
es, a la vez, un campo profundamente anclado en el real, en la
31 Cf. al respecto Mayette regulación del placer, y al mismo tiempo, fundamentalmente
Viltard, “De la lluvia de fuego al nuevo 32
n narcisista .
amor. La Comedia Lacan”, en Litoral
36, México, 2005.
á 32 J. Lacan, Problemas cruciales Y agrega: “Seguramente otra dimensión nos es dada en esta singular
del psicoanálisis, seminario inédito del coyuntura”.31 Una dimensión del amor, dice, que ha sido explora-
16.12.1964. “J’ai médit de l’amour
c quand j’ai dit que son champ était fon- da por la experiencia romántica y a la que sugiere acceder por
cièrement narcissique. Le champ de la otra vía, la del non–sense, como lo hace Carroll. ¿De qué modo
a Verliebkeit, c’est un champ profondé- sería este un camino –un mi–dire– de acceso al real, en el que tam-
ment ancré dans le réel, dans la régu-
lation du plaisir, et en même temps, bién ancla el amor?
t foncièrement narcissique”.
31 Ibid.
e
s un pájaro reb
#
21
que me á
has dao” c
Gustavo Castellano a
e
CON LAS MÁSCARAS
22 CON LACAN
1 Como lo señala Aristóteles
en su “Poética”, es a través de la tra-
gedia que se podría llegar a la catarsis, Voy a tomar de Jacques Lacan una primera afirmación: el amor se
n a la purificación mediante la descar-
ga de las emociones. escribe en clave cómica. Clave debe ser tomado aquí en el más
2 En este caso, las definicio- estricto sentido musical del término. La armadura de clave en la
á
nes más ajustadas serían: a) Inflexión música es lo que pauta las alteraciones –sostenidos y bemoles– de
de la voz y modo particular de decir
c algo, según la intención y el estado
las distintas tonalidades y si el compositor quiere salirse de allí, ten-
de ánimo de quien habla; b) Carácter drá que introducir nuevos signos, que desharán o modificarán las
a o modo particular de la expresión y alteraciones hasta allí indicadas por la clave.
del estilo de un texto según el asun-
También en el teatro se utiliza la palabra tono2 para denotar el
to que trata o el estado de ánimo
t que pretende reflejar. (Diccionario género de una obra. ¿Será que cierta musicalidad de las palabras,
de la Real Academia Española) más que los contenidos, definen que algo sea trágico o cómico?
e
G u s t a v o C a s t e l l a n o
Aquiles, cada vez que se manifiesta como amor puro y simple –no
como amor negro, amor celoso– es irresistiblemente cómico.5.
CON FREUD
28
[...] el reír de algo que está ligado al hecho de que no hay que
reír, la risa loca de los niños en ciertas condiciones es de todos
modos algo que también merece retener la atención. Hay tam-
n bién una risa de la angustia, e incluso de la amenaza inminente;
la risa repentina de la víctima que se siente súbitamente amena-
á zada por algo que supera completamente los límites de su espera;
la risa de la desesperación. Hay risas, incluso, del duelo brusca-
24
c mente aprendido .
23 J. Lacan, “Las formaciones
del inconsciente”, sesión del Lo que Lacan remarcará en su lectura de Freud serán los llamados
a
18.XII.57, op. cit., p. 77.
“recursos”25 para que algo se torne cómico y en ese punto es que
24 Idem.
t 25 Cf. nuestro apartado Con subrayará la importancia de todo aquello que es imitación, doblaje,
Freud de este mismo trabajo. fenómeno de sosías y también –y muy especialmente– los fenóme-
e
G u s t a v o C a s t e l l a n o
de pregnancia.
* que la imagen tiene un cierto cometido: hay un efecto provoca-
do por el que ese algo, por efecto de lo cómico, queda ahora
repentinamente liberado, separado de la imagen.
n
¡Decí, por Dios, que me has dao,
á que estoy tan cambiado!
¡No sé más quien soy!
El malevaje extrañao
c
me mira sin comprender;
28 J. Lacan, “Las formaciones me ve perdiendo el cartel
a del inconsciente”. Sesión del
de guapo que ayer
18.XII.57; op. cit., p. 79, subrayado
mío. brillaba en la acción.
t No ves que estoy embretao,
29 Por tanto, ¿nunca encon-
trada? vencido y maniado en tu corazón.
e
G u s t a v o C a s t e l l a n o
CON CLUYENDO
Un:
Como ya hemos visto, para que algo se torne cómico habrá de pro-
ducirse esta disyunción de las imágenes, esta dislocación entre una
imagen que permanece erecta y otra que cae rodando por los pisos, 38 Estos dichos han sido atri-
como recuerda el caso paradigmático aportado por Freud. Nuestro buidos a Marguerite Anzieu, tam-
bién conocida como Aimée. “Mi
malevo es ejemplar en ese punto, porque deja disjunta una imagen madre [...] nos repitió varias veces
erecta –quizá y seguramente, aquella de un “pasado malevo y feroz”– que Lacan le parecía demasiado
de otra: la de este pobre hombre enamorado que se desconoce seductor y demasiado payaso como
para tenerle confianza”. Postfacio de
cuando justamente se reconoce como “embretao, vencido y maniado” Didier Anzieu a “Marguerite. Lacan
en el corazón de la que frente a él se pasea “tangueando altanera con 33
la llamaba Aimée”. Jean Allouch,
un compás tan hondo y sensual” (lo que constituye, claro está, una Epele, México, 1995, p.777.
39 Lo que seguramente impli-
imagen otra que brilla fálicamente).
caría un trabajo serio de demarca- n
Disyunción también por haber pasado de ser aquel que brillaba ción de esos pasajes. Más adelante
en la acción (y vemos que la imagen falicizada es siempre asunto de hago mención a un chiste de Lacan
en el curso del seminario RSI, de á
brillo, de “glanz”41 como dice Freud) y de la mirada. Porque el
1975.
ex–malevo, al pensar en la posibilidad de no verla más, siente 40 No exactamente el compás c
miedo de matar, se frena, no porque que rechace dar muerte a otro del tango que todos sabemos es “el
hombre, sino porque eso lo llevará a la cárcel o a su propio fin, algo dos por cuatro”; más bien se trataría
a
de un final en tiempo de vals, ¿por
a lo que finalmente... tampoco teme. Lo determinante es la alterna-
qué no en un “Romance de barrio”?
tiva angustiante de no verla más. La solución será que si se cruza 41 Algo que aparece en su t
una pelea –algo más que probable– optará por salir corriendo. Y a texto sobre el fetichismo.
e
“decí por Dios que me has dao”
tal punto queda por los pisos que es francamente genial esa frase
donde dice haber quedado sin recursos, ya no tiene siquiera “el
pucho en la oreja”, ese trazo mínimo que lo designaba como guapo,
como malevo.
Conclusión: no se es malevo sin pucho en la oreja.
Pero también, ese que no cree en nada, o que no creía en nada,
se ve a punto –¡y es lo único que le falta!– de ir a misa, hincarse a
rezar y pedirle a Dios ser oído, porque de hecho eso es lo que
empieza clamando: “¿Decí por Dios que me has dao?”. Grito dirigido
a la mujer, pero que deja a Dios implicado en el asunto.
Grito sí, pero más precisamente cadena significante y por tanto
articulación de una demanda, que alguien responda de eso que le
pasa, que alguien responda por ese veneno que han introducido en
su cuerpo a través de la mirada, que alguien se haga responsable de
ese veneno que ha subvertido las imágenes.
Demanda que no encontrará ninguna certeza de que la satisfac-
ción a lo demandado será proporcionada desde el lugar hacia
donde está dirigida. Surgirá entonces en ese registro del significan-
te, una carencia que en el grafo que Lacan construye en los años
reseñados inscribe como S de A tachada, S(/A): el significante de la
falta en el Otro, es decir que no hay en el Otro un significante que
pueda responder a la demanda.
Algo de esto había pescado Gardel, quien según cuentan leyen-
das orilleras, la primera vez que escuchó “Malevaje”, tomó la letra
en sus manos, la miró una y otra vez y le dijo a Discépolo:
34
Dos:
Tres:
#
37
cinco paradojas n
del hablar á
de amor c
Sandra Filippini a
e
[...]hay personas que no habrían estado nunca enamoradas si
no hubieran oído nunca hablar de amor, no en el sentido
romántico de una realización totalmente imaginaria del amor
que encontraría en ello una amarga objeción, sino en el
reconocimiento auténtico de lo que el amor debe al símbolo
y de lo que la palabra lleva de amor.
Jacques Lacan1
sus oídos. Una pregunta por el hablar de amor que con la repe-
tición del “hablamos” parecía duplicar la problemática y producir
una especie de eco que la expandía, a la vez que incitaba a bus-
car respuestas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
A fines del siglo pasado y principios de éste, han pululado las lis-
tas de los mejores y peores en todos los ámbitos y épocas. Los par-
tidarios de los excluidos gritan y reclaman justicia, los de los elegi-
dos guardan silencio; para ellos las listas sólo hacen público lo ya
sabido.
En la literatura, cada cierto tiempo se califica a uno como el
mejor de la historia. Sin embargo, no se ha hecho una clasificación
de ese tipo entre los escritores del Mal. Pareciera que el Mal mismo
40 impregnara a sus escritores y esas listas no pudieran hacerse, como
si juntarlos resultara insoportable. Aunque se pudieran discutir los
nombres y el lugar de cada uno, no se dudaría sobre quién sería el
n
primero de la lista. Ese lugar no tendría discusión, sería de aquel
cuyos libros se leen con reticencia, pues no escatima palabras para
á
describir las escenas más atroces, y no se detiene ni ante el pudor,
c ni el asco, ni los ideales de su época. Por el contrario, el impudor y
la blasfemia le incitan a gozar más.
a Más de doscientos años después de su muerte aún provoca
rechazo y las buenas costumbres exigen cuidarse tanto de él como
t del Mal que exalta como supremo en su filosofía. Sus libros, si son
citados, inmediatamente vienen acompañados de una justificación
e
S a n d r a F i l i p p i n i
que explica por qué se los lee o cita, y se los ubica discretamente en
las bibliotecas. Es uno de esos hombres que nadie querría ver al
lado de una hija, ni tampoco de un hijo. Indudablemente, se trata
de Donatien Alphonse François de Sade, el Marqués de Sade, alias
El Divino Marqués, alias El viejo, alias SADE. Hasta nombrarlo se
volvió un problema, recibió más de cien apodos a través de los
siglos.
Si bien dedicó muchas páginas a hablar de amor en cada una de
sus novelas y cuentos, cualquier asociación entre él y el amor pare-
cería forzada.
Sade fue un fiel exponente del amor libertino (aunque para los
libertinos el único valor de la fidelidad era la invitación a la trai-
ción); con él podríamos trazar esa peculiar figura del amor6.
Al hablar de amor (en rigor, sólo queda su escritura) las con-
tundentes afirmaciones de sus textos y de su correspondencia gene-
raron una paradoja que intentaremos explorar.
En su ensayo Ideas sobre la novela, delimitó algunos trayectos del
amor en la novela europea.
El hombre está sujeto a dos debilidades que afectan a su exis- 6 Al plantear figuras del
tencia, que la caracterizan. Por todas partes es menester que amor, sigo la proposición de Jacques
suplique, por todas partes es menester que ame: he ahí la base Le Brun en El amor puro de Platón a
de todas las novelas; las ha hecho para pintar los seres a los que Lacan, E. Literales, Córdoba 2004, p.
imploraba, las ha hecho para celebrar a aquellos que amaba. Las 12: “[...] el término figuras en su
sentido más preciso de figuras suce-
primeras dictadas por el terror o la esperanza, debieron ser som-
sivas y parciales cuya reunión y orga-
brías, gigantescas, llenas de mentiras y de ficciones... Las segun-
nización vuelve legible lo que sería
das, llenas de delicadeza y de sentimiento... [...] pero como el un amor puro, sin que necesaria- 41
hombre suplicó, como amó por todas partes, en todos los pun- mente se demuestre algo o se forme
7
tos del globo que habitó hubo novelas . un sentido. Tales figuras son ejem-
plos, en el sentido medieval y n
Y más adelante: moderno de la palabra, imágenes
parlantes que hablan junto a la teo-
ría y que hacen ver lo que no puede á
Finalmente las novelas inglesas, las vigorosas obras de ser elaborado o sostenido dentro del
Richardson y de Fielding, vinieron a enseñar a los franceses que rigor del razonamiento”. c
no es pintando las fastidiosas languideces del amor como se 7 Donatien A. F. de Sade,
puede obtener éxito de este género; sino trazando caracteres Ideas sobre la novela, Clásicos
a
varoniles que, juguetes y víctimas de esa efervescencia del cora- Babilonia, España, 1991, p. 12. Los
zón conocida bajo el nombre de amor, nos muestren a la vez subrayados son nuestros.
8
tanto los peligros como las desgracias . 8 Idem, p. 16. t
e
cinco paradojas del hablar de amor
Habrá que cuidar a los varones del amor, especialmente sus carac-
teres, o los invadirán todos los infortunios, como a la pobre Justine.
Los varones prisioneros del amor se alejarán de las exigencias del
dominio de sus sentimientos, así como de la realización de sus
pasiones con total indiferencia hacia el prójimo. En otras palabras,
renunciarán al libertinaje por amor.
Por los riesgos que implicaba para sus discípulos, el amor fue
un tema insoslayable en las enseñanzas de los libertinos:
c [...] tanto el vicio como la virtud son términos que sólo reflejan
conceptos muy relativos. No hay ninguna acción, por más sin-
gular que la consideréis, que sea verdaderamente criminal; nin-
a
9 Donatien A. F. de Sade, guna virtud que pueda llamarse realmente virtuosa. Todo está
La filosofía en el tocador, Clásicos en función de nuestras costumbres y del punto geográfico en el
t Selección, Madrid, 1999, pp. que nos encontremos; lo que aquí es un delito, a menudo es con-
120–121. siderado una virtud unas cien leguas más abajo [...] no hay
e
S a n d r a F i l i p p i n i
lares a los del Marqués: “uno no es sujeto del amor: uno ordinariamen-
te, normalmente es su víctima, lo que es completamente diferente”11
n
Los números que aparecen, el 13 y el 20, son las fechas de una carta 45
anterior y del intento de suicidio, respectivamente. Las cartas secre-
tas de Mme. de Montreuil con sus informantes tratan de una con-
n
sulta de urgencia del Marqués a un cirujano, la fecha de la consulta
coincide con la que él escribió como la del día que se había herido.
á
El Divino Marqués intentó matarse el 20 de noviembre de 1772.
El maestro libertino, que en su filosofía sólo hablaba de amor c
para desidealizarlo y exponer al máximo su total inconveniencia, y
que exigía de sus discípulos un total dominio y desprecio del amor, a
15 Idem, p. 54, traducción
cayó rendido a sus pies. La ferocidad de sus escritos contra el amor
nuestra.
muestran paradójicamente la razón de Sade, pues las consecuen- 16 Idem, pp. 56–57, los t
cias del amor fueron terribles para él. No solamente por el encierro subrayados son del original.
e
cinco paradojas del hablar de amor
TERCERA PA R A D O J A : H A B L A R D E A M O R N O E S S I N E L C U E R P O
En su último libro, Aquí nos vemos, John Berger, escritor, crítico de arte
y pintor, vagabundea por distintos países en busca del encuentro amo-
roso con sus seres queridos muertos. Las imágenes, los sonidos, los
olores de cada lugar le traen a cada uno de ellos. En el banco de una
plaza de Lisboa “encuentra” a su madre. En la prisa del encuentro
fugaz, ella insiste en que le pregunte todo lo que quiera saber, pues no
habrán otras oportunidades. Repentinamente, él responde: “Todos mis
50 29 Lacan compara las escenas libros tratan de ti, dije yo de pronto –le dijo el hijo a la madre – [...] Todos los
religiosas descriptas con situaciones libros tratan del lenguaje, y el lenguaje para mí es inseparable de tu voz”30.
eróticas actuales para mostrar el ero- ¿Qué escribe Berger en ese pequeño diálogo? Una inmensidad
tismo en juego en ellas, por ejemplo:
n
si se tratara “de tragar el esperma de que, luego de escrita o dicha, paradójicamente se reduce a algo
un delantero del equipo de rugby”. mínimo. Pues,
á 30 John Berger, Aquí nos
vemos, Alfaguara, Buenos Aires, [...] una verdad congruente, no la verdad que pretende ser toda,
c 2005, p. 44. Un libro nómade, como sino la del decir a medias, la que se evidencia por cuidarse de
le gusta llamarlo a su autor, porque llegar hasta la confesión que sería lo peor, la verdad que se pone
en él recorre espacios, geografías en 31
a en guardia desde la causa del deseo .
las que se va encontrando con quie-
nes amó y murieron.
t 31 J. Lacan, Aún, Paidós, Y explicita que a través de su escritura no trata de recuperar una
Barcelona, 1981, p. 113. historia no dicha o de solamente reencontrarse con la persona
e
S a n d r a F i l i p p i n i
[...] las pulsiones, eso es el eco en el cuerpo del hecho de que hay
un decir, pero que este decir, para que resuene, para que con-
suene [...] es preciso que el cuerpo sea allí sensible, y que lo es,
33
es un hecho .
[...] a los dos tipos que mejor habrían podido trabajar en esa
línea, hilar este hilo [el de lalangue] les habíamos dado un muy 53
lindo trabajo: Vocabulario de la Filosofía. ¿Qué digo?,
“Vocabulario del Psicoanálisis”. Ustedes ven el lapsus, eh? En
43
fin, eso vale por el Lalande . n
41 J. Lacan, Conferencia en
Milán del 30.3.74, citado del CD Pas á
La distancia de Lalande a lalangue marca dos relaciones diferentes
tout Lacan, pp. 5–6, la traducción es
al lenguaje, la del diccionario, que exaltando la dimensión del sen-
nuestra. c
tido con definiciones exhaustivas, pretenderá borrar la equivoci- 42 Idem, p. 5.
dad, acercándose así a la filosofía y alejándose del psicoanálisis. 43 J. Lacan, seminario inédi-
a
(Un diccionario filosófico o psicoanalítico desarrolla conceptos y to...ou pire, sesión 4.11.71.
André Lalande, Diccionario del len-
fomenta la consistencia de la doctrina, así como el hacer de ella un guaje filosófico, Labor, Barcelona, t
sistema.) Y la otra, la del psicoanálisis, tanto en su dispositivo como 1967.
e
cinco paradojas del hablar de amor
C U A R TA PA R A D O J A : D E L A M O R A L S A B E R , ¿UN P E Q U E Ñ O PA S O ?
“Saber, sabiduría y sabor son tres palabras de la misma raíz, derivadas del
latín sapere que significa <tener gusto>”44.
54 ¿Qué gusto tiene la doctrina psicoanalítica cuando es creada
como un saber sistematizado? Amargo, sin duda muy amargo.
Con sus neologismos y con un estilo que no era fácilmente acce-
n
sible al entendimiento, Lacan pretendía no ser saboreado o tragado
por la compresión ni por la academia. Una relación que no era sen-
á
cilla ni lineal, que podríamos llamar limítrofe, pues tampoco podía
c estar totalmente por fuera de ellas.
Con los neologismos y los oximoros, intenta generar una
a nueva relación al saber en la doctrina psicoanalítica. Por la inco-
44 Odon Vallet, Petite gram- modidad que generan en quien los escucha o lee y no puede
maire de l´erotisme divin, Albin
t Michel, París, 2005, pp. 7–8, tra- entenderlos inmediatamente, ambos hacen evidente la particula-
ducción nuestra. ridad de lalengua
e
S a n d r a F i l i p p i n i
45 J. Lacan, Conferencia en
Eso que puse en valor en la función de la transferencia, es esa la á
Milán 30/3/74, CD Pas tout Lacan,
verdad, la razón del amor transferencial es que el analista es p. 24, traducción nuestra.
supuesto saber. 46 Idem, p. 12, la traducción c
En general no sabe nada, no? [Nuevamente el gesto restrictivo] es nuestra.
En fin, es supuesto saber y, sin el análisis, no se sabría lo que el 47 Idem, p. 12, la traducción a
amor debe a esa suposición. Gracias al análisis se sabe, es un es nuestra.
48 48 Idem, p. 12, la traducción
pequeño paso, no?
es nuestra. t
e
cinco paradojas del hablar de amor
c
# Tristan e Isolda
un poema
de (fol´?) amor
M a r í a Te re s a A rc o s
LA POESÍA Y LA ÉTICA DE LA FIN´AMOR
4 J. Lacan, L´éthique... (1959/ incluso los esquemas de pensamiento, es de algún modo a contracorriente
1960), sesión del 27 de enero de
1960. que el arte, siempre, trata de reoperar su milagro”.
5 J. Lacan, L´éthique...(1959/ Así, segregado del orden del idioma de los curas y de los sabios,
1960), sesión de 10 de febrero de contraviniendo la normativa cristiana y la situación de la mujer en
1960.
la sociedad feudal, el poeta–caballero cantaba un amor adúltero y
6 Ibid.
7 Ibid., sesión del 20 de carnal por la esposa del señor, una mujer de rango elevado que en
enero de 1960. esos tiempos sólo cumplía con una función social, la de garantizar
8 Ibid., sesión del 10 de la continuidad del poder dinástico. A su servicio se aplicaban los
febrero de 1960.
9 El trabajo de Lacan sobre el ideales de la caballería que provenían del servicio al señor, la abne-
amor cortés en el seminario L´ étique gación, la obediencia, la fidelidad, la mesura, realizando una nota-
de la psychanalyse (1959/1960) es ble inversión de las condiciones a las que la sometían el contrato
precedido por un extenso comenta-
rio sobre das Ding de Freud, en el matrimonial y las costumbres.
Proyecto... de 1895. Das Ding, la Lacan se interesó por esa forma de la sublimación, la sublima-
Cosa freudiana, le proporciona el ción del objeto femenino, que surgió en un momento preciso de la
objeto en juego en la sublimación.
historia de la poesía y dejó huellas posibles de ser rastreadas hasta
La Cosa, en sí misma un vacío inima-
ginarizable, situada por fuera del nuestros días. La consideró ejemplar “en relación a lo que en suma el
narcisismo, de la relación especular pensamiento freudiano puso en el centro de nuestro interés en la economía
con el pequeño otro, es representa- del psiquismo, a saber, el Eros y el erotismo”5.
da por el objeto de la creación artís-
tica. La sublimación eleva un objeto Una curiosa erótica donde la dama, como la lengua, era purifi-
con función significante, “a la digni- cada y elevada en el canto. “Vaciada de toda sustancia real”6, trans-
dad de la Cosa”. Cfr. Guy le Gaufey, formada en objeto de servicio y de alabanza por significantes que el
“Para una lectura crítica de las fór-
mulas de la sexuación”, me cayó el
poeta modelaba “más con sus manos que con su alma”7 se volvía un
veinte No.12, México, otoño del objeto inaccesible. Lacan llamó a ese objeto “la dama como tal”8 y le
2005, p.12, y Jesús R. Martínez dio el valor de representación de la Cosa. “Es en tanto el objeto es ins-
Malo, “Cornatz lo còrn”, Litoral
taurado en cierta relación con la Cosa, que está hecho para cercar, para pre-
No.36, Epeele, México, julio del
62
2005, pp. 62–65. sentificar, ausentar a la vez la Cosa”, decía el 10 de febrero de 19609.
10 En su artículo “ De la lluvia En torno a la dama, a modo de cerco, se organizó un ritual del
de fuego al nuevo amor, la Comedia amor, el domnei o donnoi. El cortejo a la dama o vasallaje de amor
n de Lacan”, Litoral No.36, Epeele,
México, julio de 2005, p. 9, Mayette consistía en un sistema de reglas que establecían las coordenadas
Viltard señala que “el amor cortés es del goce y regulaban los rodeos de un juego que iniciaba el caballe-
á
sustraído del costado narcisista del ro y comandaba la domna. Como un señor, insensible a los ruegos
amor por la poesía. [...] el espejo
c de su amante servidor, ella tenía el poder de decisión sobre los
construye una imagen soporte de la
exaltación ideal, pero produce igual- favores que le otorgaba, imponiéndole sus tiempos, constriñéndo-
a mente un límite, y así organiza la lo a la espera.
inaccesibilidad del objeto. Por una “No hay posibilidad de cantar a la dama como tal” decía Lacan el 27
serie de artificios poéticos, el trova-
t dor, en su canción, “logra” cruzar de enero de 1960 “si no es dentro del presupuesto de una barrera, de algo
este límite, produce una disciplina que la aísla y la rodea”10.
e
M a r í a T e r e s a A r c o s
16 Forman parte de la materia y con esa nueva sustancia, los poetas franceses fabricaron la lla-
de Bretaña El roman de Tristán y las
mada “materia de Bretaña”16, una sustancia compuesta de antiguas
novelas del ciclo artúrico, donde se
destacan las del trovero Chrétien de leyendas celtas impregnadas de poesía de la fin´amor.
Troyes, Perceval o la Historia del Hacia 1160, Tomás de Inglaterra dio forma, en versos octosílabos
Griaal, Erec y Enide, Lancelote en
y en dialecto anglonormando –una lengua también compuesta– al
prosa o El caballero de la carreta.
17 En ese entonces, la palabra roman de Tristán17. Recogía en él una leyenda muy antigua, trasmi-
roman o romanz designaba a la vez la tida oralmente en episodios discontinuos y a veces divergentes, la
lengua común que hablaba el pueblo y del héroe Tristán y la rubia Isolda. Un cuento muy diverso (cest
un relato en verso, un poema de aven-
turas y de amor; doble acepción que la cunte est mult divers), dice Tomás, que será unido por sus versos (E
traducción “novela” no conserva. El pur ço l´uni par mes vers). Pero su construcción no unificará dema-
roman fue un género literario destina- siado (Ne vol pas trop en uni dire) lo que en la materia diverge (Ici
do, ya no a ser cantado como la lírica
diverse la matyre)18.
cortés, sino a la lectura en voz alta.
18 Tristan et Iseut. Les poèmes Veinte años después, en 1180, Berol escribía su versión del
français. La saga norroise, traducción Tristán en normando continental y pocas décadas más tarde, los
al francés moderno de Philippe Walter poetas alemanes Eilhart von Oberg –autor de la única versión com-
y Daniel Lacroix, éd. Lettres Gothiques,
Le Livre de Poche, Paris, 1989, p. 434. pleta que se conserva– y Gottfried von Strassburg, partiendo de los
19 La originalidad, tal como la textos franceses, hacían las suyas19. Cuatro poemas extensos, enton-
concibe la modernidad, no fue una ces, dos en lengua romance y dos en lengua germana a los que cada
preocupación de los escritores de la
Edad Media. El “autor”, en sentido
poeta dio variación y estilo particulares y de los que disponemos de
medieval, elaboraba y transformaba traducciones en prosa moderna20.
una trama legendaria conocida y recu- El Tristán se difundió rápidamente y el público lo recibió con
rrente. Auctor, en latín, deriva de
gran entusiasmo –como lo muestra la existencia de varios poemas
augere que significa “aumentar”,
“hacer crecer”. Cfr. Philippe Walter, breves franceses que relatan los encuentros de los amantes21– pero
“Préface” à Tristan et Iseut. Les poè- por poco tiempo. A mediados del siglo XIII se modificaron sus ape-
mes français. La saga norroise, op. tencias, apareció la primera prosificación francesa que fue también
64 cit., p. 15.
20 El filólogo Joseph Bédier fue una normalización, y el roman quedó convertido en una novela de
quien rescató de los archivos las anti- caballería, perdiendo la riqueza de las primeras versiones en verso.
guas versiones francesas en verso y La historia del amor de Tristán e Isolda no dejó de inquietar a
n publicó, en 1900, el Roman de Tristan
los que se acercaron a ella y de recibir, de distintas formas, la acep-
et Iseut, la primera reconstrucción de
la leyenda en francés moderno. tación o el rechazo. Censurada en su tiempo por promover un amor
á
21 El lai du Chèvrefeuille (Lai adúltero y carnal, fue condenada por Vives como pestefiris libris,
de la Madreselva) de Marie de France,
c convertida por Wagner en tragedia de amor romántico y elevada
el Tristan ménestrel (Tristán ministril)
de Gerbert de Montreuil, dos Folie de por Denis de Rougemont a la condición de mito de occidente.
a Tristan (Tristán loco) en los manuscri-
tos de Oxford y de Berna y el Tristan
rossignol (Tristán ruiseñor) dentro del
t Donnei des Amants (Galanteo de ena-
morados).
e
M a r í a T e r e s a A r c o s
LA ESTOIRE
juventud? Vives en el bosque como una sierva sin que nadie te sirva. Soy
reina, pero he perdido el nombre a causa del brebaje que bebimos en el
mar”(Berol)27.
Del mismo modo que en la lírica cortés, la producción del
amor, como milagro de la creación poética, se realiza a contraco-
rriente de las condiciones del orden social. Y son esas mismas con-
diciones, operando como obstáculos28 que lo producen y lo ani-
man, las que lo segregan y lo resguardan como a un prodigio,
como a una maravilla.
Tristán: “[...] j´ame Yseut a mervelle” escribe Berol29. “[...] quiero a
Isolda de un modo extraordinario.” traduce Isabel de Riquer “He deci-
dido que prefiero ser un mendigo junto a ella y vivir de hierbas y de bello-
tas que poseer el reino del rey Otrán”30.
27 Ibid., p. 95.
28 El 20 de febrero de 1973,
LA FOL´AMOR volviendo al amor cortés en su semi-
nario Encore (1972/1973), Lacan
Amors par force vos demeine! decía sobre la función del obstáculo:
Conbien durra vostre folie? “El amor cortés ¿qué es? Era esa
Trop avez mene ceste vie. especie, esa manera totalmente refi-
Béroul (vv. 2296–2298) nada de suplir la ausencia de rela-
ción sexual, fingiendo que somos
nosotros los que ponemos allí el
Fole amor31, la expresión que enlaza el amor y la locura, hace obstáculo. Eso es lo más formidable
su primera aparición en el roman en el contexto de un engaño. que se haya intentado jamás.”
Luego de espiar a los amantes –acusados de amarse par folie, “alo- 29 Tristan et Iseut. Les poèmes
français ..., op.cit., p. 86.
cadamente” dice la traducción– Marc concluye: “si se amaran con
30 T. de Inglaterra, Berol, M.
loco amor [s´ils s´amasent de fol´amor32] les habría visto besarse y sólo de Francia y otros, Tristán e Iseo, op.
67
les he oído lamentarse”(Berol)33. Y esto porque la fol´amor implica la cit., p. 82
pérdida del dominio, por eso busca y alcanza la consumación 31 Si bien la figura del amor
de Tristán e Isolda mantiene en las n
sexual: Isolda debe pedirle a su doncella que la sustituya en el versiones alemanas los mismos ras-
lecho nupcial la noche de bodas ya que ella ha perdido en el mar gos que en las francesas, no apare-
ce en lengua alemana una expresión á
su doncellez. “En verdad y como juramento lo digo: yacieron juntos en
equivalente a “fole amor”.
alegría culminando su gran amor, hasta que llegaron a divisar la tierra 32 Tristan et Iseut. Les poèmes c
de Marc”(Berol)34. français..., op.cit., p. 36
Lejos está Tristán del caballero cortés cuando llega de un salto 33 T. de Inglaterra, Berol, M.
a
de Francia y otros, Tristán e Iseo, op.
a la cama de Isolda, y ella de la noble dama cuando “sonriendo,
cit., p. 65.
sigue adelante con la cara tapada y anhelando llegar enseguida hasta su 34 Ibid., p.75. t
amigo”35. Por su audacia, su iniciativa y su búsqueda activa del pla- 35 Ibid., p. 130.
e
Tristan e Isolda un poema de (fol´?) amor
LA E S C E N A D E L F I LT R O
68
D´un henap beümes andui
Vus en beüstes e j´en bui.
Ivrë ai esté tut tens puis,
n
Mais male ivrece mult i truis.
36 Tristan et Iseut. Les poèmes Folie Tristan d´Oxford (vv. 473–476)
á français ..., op.cit., p. 318.
37 T. de Inglaterra, Berol, M.
La figura de la fol´ amor delinea sus rasgos durante el tiempo de
c de Francia y otros, Tristán e Iseo, op.
cit., p. 128. una escena donde se despliegan los efectos del filtro, de la poción
38 Ibid., p. 130. de amor que no les estaba destinada y que Isolda y Tristán beben
a
39 Cfr.Isabel de Riquer, “Intro- por el error de una doncella. La ingestión de la poción desencade-
ducción” a T. de Inglaterra, Berol, M.
t de Francia y otros, Tristán e Iseo, op. na la irrrupción inesperada y súbita de la erótica en el roman y cam-
cit., p.27 bia radicalmente el destino de los protagonistas.
e
M a r í a T e r e s a A r c o s
Isabel de Riquer40 considera el recurso del filtro41 que los obliga a 40 Isabel de Riquer, “Intro-
amarse con fol´amor como la mayor novedad del Tristán, ausente en ducción” a T. de Inglaterra, Berol, M.
de Francia y otros, Tristán e Iseo, op.
sus antecedentes y única en la literatura medieval. Como causa exó- cit., p.26.
gena del amor, oficiará de coartada frente al adulterio y a la traición. 41 Si bien los comentaristas lo
Pero, sobre todo, como un formidable artificio que los transforma llaman “filtro de amor”, aparece en el
roman como poison, bebida mágica
simultáneamente en amantes (y en amados para el otro) a la vez que
con resonancias de veneno y de
introduce el carácter contingente del amor, un amor que aparece por pasión, vin herbé, vino de hierbas,
azar, por el error de un extraño42. La intervención del azar, un prin- lovendrin que reúne a love y a drink
del inglés y trunk, bebedizo en ale-
cipio fundamental de la acción en el roman, alcanza aquí, en el
mán. Philtrokatadesmos designaba,
momento de la aparición del amor, su punto culminante43. entre los griegos, las técnicas para
El amor como imposición, como fuerza o potencia exterior ajena estimular o controlar los impulsos
a los protagonistas resulta, según el filólogo y medievalista Victor sexuales, entre ellas a las pociones de
amor. Philtro evoca un lazo amistoso
Millet, entre dos partenaires y katadesmos
un violento impedimento, una suje-
contraria al principal discurso sobre el amor desarrollado en las ción. Cfr. John J. Winkler, Désir et con-
literaturas laicas en lengua vulgar en Inglaterra, Francia y traintes en Grèce ancienne, trad. del
inglés de Sandra Boehringer y Nadine
Alemania durante el siglo XII. Tanto en la lírica trovadoresca
Picard, Epel, Paris, 2005, pp. 158–159.
como en la incipiente novela, o sea en aquellos géneros literarios
42 El azar, esa “extraña confi-
en donde el amor no tiene función principalmente dinástica guración significante”, decía Lacan
(como por ejemplo en la historiografía), la relación amorosa se el 10 de febrero del 1960, en el
basa en un principio ético y en la libre elección [...] La entrega seminario L´éthique... (1959/1960),
voluntaria por las cualidades éticas de la amada se considera la op.cit.,“las cosas que llegan con un
44
verdadera muestra de amor . sentido más pleno en tanto se sitú-
an en algún lugar donde no pode-
mos captar ningún esquema racio-
Aparición sorpresiva y violenta, que Gottfried acentúa en la metá-
nal ni causal, ni nada que de algún
fora del poderoso invasor : modo pueda justificar el surgimiento
en el real. En otras palabras, es tam-
69
Cuando por fin la muchacha y el hombre, Isolda y Tristán, bién en el lugar de la Cosa que
Breton hará surgir el amor loco.”
hubieron bebido los dos la poción, entonces hizo su aparición
43 Gottfried von Strassburg
ese poder que roba al mundo todo su descanso, el amor. [...] realza la intervención del azar esta- n
antes de que se dieran cuenta, plantó allí su estandarte triun- bleciendo un paralelismo entre la
45
fante y sometió a ambos a su poder . estructura general de la obra y la
á
iconografía medieval de la Rueda
de la Fortuna con sus cuatro esta-
En las versiones de Berol y de Eilhart el filtro introduce dos impe-
ciones de ascenso, culminación, c
rativos distintos, que suscitan una doble experiencia, la del deseo descenso y muerte. Cfr. Víctor
y la del amor. El deseo, de duración limitada, es un intenso apremio Millet, “Prólogo” a Gottfried von a
que no admite distancias, una enfermedad que sólo cesa con la Strassburg, “Tristán e Isolda”, en
Eilhart von Oberg; Gottfried von
presencia del amado; el amor, un lazo indestructible que se prolon- Strassburg, Tristán e Isolda, trad. t
gará mientras vivan. de Victor Millet y Bernd Dietz,
e
Tristan e Isolda un poema de (fol´?) amor
e
M a r í a T e r e s a A r c o s
ir beide vogetinne,
ir beide trôst, ir beide ger.
54
Mer unde sûr beredete er
.......................................................
e
M a r í a T e r e s a A r c o s
y la voz al diálogo de amor. Tristán atrapa el amor como significa- 67 “Y llegamos por las vías del
ción67 en el velado decir de Isolda, significación que al revelarse análisis, en relación con eso, a los
también en el decir velado de Tristán oficia como lazo imaginario efectos del lenguaje sobre el sujeto.
[...] [se tratará] de captar el momen-
de reciprocidad.
to de báscula, el momento de giro
Tristán e Isolda vivirán su fol´ amor, un amor fatal e imposible donde de la conjunción del deseo
para el orden social68. En la sesión del 15 de enero de 1974 del semi- con su objeto como inadecuado,
nario Les non–dupes errent, al poner en relación el amor y la verdad, debe surgir esta significación que se
llama el amor.” J.Lacan, Le trans-
Lacan se refiere a la fatalidad: fert…, op. cit., stécriture nº 1, p. 30.
Sesión del 23 de noviembre de
[El amor] es la verdad en tanto que no puede ser dicha del suje- 1960.
to, en tanto eso que es supuesto, eso que es supuesto poder ser 68 Refiriéndose a la concep-
conocido del partenaire sexual. El amor son dos “mi–dire” que ción del amor en Gottfried von
no se recubren. Y es eso lo que hace el carácter fatal. Es la divi- Strassburg, pero esto vale también
para las otras versiones: “Y nada más
sión irremediable. Quiero decir lo que no se puede remediar, [...]
lejano de esta concepción del alsacia-
lo que implica que el mediar sería anteriormente posible. Y jus- no –pese a todo lo que se ha dicho–
tamente, es no solamente irremediable, sino sin ninguna media- que la imposibilidad del amor en esta
ción. Es la conexión entre dos saberes en tanto que son irreme- vida, la evasión del mundo y la unión
diablemente distintos.Cuando eso se produce, es algo... total- de los amantes en el Más Allá que
69
mente privilegiado . Richard Wagner glorificó con tintes
sacrales en el libreto de su ópera.” V.
Millet, “Prólogo”a Gottfried von
La fatalidad de la separación en dos saberes distintos, que Lacan Strassburg “Tristán e Isolda”, E. von
sitúa como una condición estructural, se desplaza en el roman al Oberg; G. von Strassburg, Tristán e
amor mismo. Isolda, op. cit., p. 183.
69 J. Lacan, Les non–dupes
El amor, como una “potencia unificante”70, intentará suturar la errent, seminario inédito, sesión del
división irremediable. Cuando la muerte amenace a Tristán, la 15 de enero de 1974.
aspiración a la unión se volverá irresistible, desencadenando el 70 “Es muy singular que haya-
mos visto resurgir bajo la pluma de
final trágico: Tristán morirá por la ausencia de Isolda y ella por la 75
Freud esta idea del amor como
muerte de Tristán. potencia unificante pura y simple y,
Contra este límite último, la poesía de Eilhart erigirá nueva- si se puede decir, con una atracción
mente la unidad, en una imagen que da fin a su versión del roman: sin límites para oponerla a Thanatos: n
en tanto que tenemos correlativa-
mente y –ustedes lo sienten bien– de
[...] con certeza os digo que ambos fueron sepultados en una manera discordante, una noción á
una misma tumba. No sé si debo transmitíroslo, pero oí tan diferente y tanto más fecunda en
relatar que el rey mandó plantar un rosal sobre ella y la ambivalencia amor–odio.” J.Lacan, c
sobre él una vid y que ambos crecieron y se juntaron de Le transfert..., op.cit., stécriture nº 2,
tal manera que no había forma de volverlos a separar si p. 79. Sesión del 21 de diciembre de
1960. a
no era rompiéndolos71.
71 E. von Oberg; G. von
Strassburg, Tristán e Isolda, op. cit., t
p. 167.
e
s un pájaro reb
c
# Farouche
Claudel
G o n z a l o P e rc o v i c h
La parole n’est qu’un bruit et les livres ne sont que du papier.
1
Tête d’or
3 Claudel, Paul. Tête d’or. que es destruido y que se convierte luego en Fragmento de un drama.
Tèâtre, Tome I. Bibliothèque de la Fragmento de un drama es precisamente eso, un fragmento de un
Plèiade, p.. 173. Cébès. – ¿Adonde
drama, que comienza y termina en el acto IV. Ese joven Claudel
fuiste, desgraciado ? ¿Por qué par-
tiste ?... (¿y esta mujer que veo escribe y deja solo un retazo de un drama que lo presenta como un
ahí ?) – Simon. – ¿Por qué? ¿Quién reverendo parricida que se despide de su hermana cómplice -
lo sabe? Recuerdo un espíritu amante o amante-cómplice y que huye hacia el gigantesco mar.
«farouche»... p. 184. Simon –
Cébès, una fuerza me ha sido dada, Parricida que hace lo que se le viene en gana y que morirá en su
severa, salvaje! Es el furor de ley... El texto empezó llamándose Una muerte prematura... Escritos
macho y no hay nada de mujer en de juventud, salvajes, violentos, frescos. Pero este no fue más que
mí. p. 238. Tête d’or –¡Déjame
un retazo, un fragmento, de un drama que no tuvo lugar... No hay
hablar! Escucha, ¡ruido! Escucha,
¡nada! Y ustedes también, escú- ni inicio, ni final... Así se nos presenta. A la vez, ese título modifi-
chenme, tropas dispersas en sus par- cado: una muerte prematura... Es el título que a la manera de un deíc-
ques y pasturas, y ustedes, ¡perros tico nos señala precisamente el conflicto... Una muerte que solo
que creen ser el pastor! Sacude la
cabeza violentamente. Su casco cae puede ser mostrada, admitida, escrita, por un instante, es prematu-
y su larga cabellera rubia se expande ra... Tan solo un arrebato de juventud...
sobre sus hombros. Se vuelve rojizo, De ahí en más se suceden obras del mismo tenor, L’Endormie, (La
(fort rouge) –(¿farouche?). Todos
durmiente) obra poblada de ninfas, faunos y poetas deseosos, Tête
callan y lo miran, boquiabiertos.
¿Quién dice que soy una mujer? d’or (Cabeza de oro), magnífica obra teatral, esta sí terminada, que
Cierto, soy una virgen «farouche» y inspirada tanto en Shakespeare como en Esquilo, le merecerá
sobre la cual no pondrán la mano encumbrados elogios, al punto que dirán que es el propio Conde de
fácilmente. p. 243 (Luego de haber
matado al Rey). Tête d’or. – ...Tú Lautréamont en persona que se encarnó en Claudel.
me has rociado con tu sangre y estoy Simon Agnel es Cabeza de Oro, el héroe principal de la pieza
cubierto de ella como un sacrifica- teatral, el cual salva a un Reino del dominio de otros pueblos, gra-
dor. Me regocijo de esta púrpura. p.
cias a su poder de mando de los ejércitos, reconquista los territorios
260. (La Princesa como bête farou-
che) Otro Capitán. – ¡La montaña perdidos, devuelve la gloria a dicho Reino, tanto así que asesina al
78 está habitada por seres «farou- antiguo Rey, y se erige en Emperador, conquistando aún mas tie-
ches»! Esta tiene la piel de una bes- rras, y condena al aislamiento a la Princesa heredera del reino.
tia, la cabellera de una mujer.
4 Claudel dirá “(...) pero poner Cabeza de Oro, melenita de oro... Metonimia de la sacralización
n
la nariz en Tête d’Or, o en La Ville, de una mente conquistadora, avasallante, parricida, que impone su
supera mis fuerzas (...) me causa propia ley y llena de gloria a sus súbditos. Hombre que no vacila
á horror. (...) Hoy aprendí a ponerme
un instante en cometer sus deseos más salvajes, los más furiosos...
una máscara (...) Hoy no me muestro
c tan crudamente como lo hice en mi “Farouche” es el significante que parece representar al P.
simplicidad de infancia. Entonces Claudel de esos años, expresado más en su obra,3 que en su vida4.
cuando leo Tête d’Or, me provoca el “Farouche”, adjetivo que se utiliza comúnmente con los animales
a
efecto de un despellejamiento (...)
como si fuera yo tan crudamente, en salvajes, “farouche” que nos dice el diccionario: proveniente del
t la postura más desarmada y la más bajo latín forasticus: forastero, extranjero y del latín: forès “de
expuesta al público (...) Son obras afuera” y por extensión indómito, feroz, salvaje, bravo, cruel,
e
G o n z a l o P e r c o v i c h
UNA CONVERSIÓN
Dios existe, él está aquí. Es alguien, es un ser tan personal como yo.
El me ama, él me llama... Experiencia ominosa del espejo... No
verse ya en Camille, que le devuelve la opacidad de su deseo...,
ahora es Dios que lo regocija en su corazón de niño infeliz, que le
da certeza, que por un instante, místicamente le hace creer, le hace
creer en la pureza eterna de sus sentimientos. Como tan bien lo des-
cribe Arnoux diciendo que es un punto de viraje, de inversión, que
lo conduce a una experiencia mística... una transfiguración inversa,
donde la visión del horror deviene figura sublime...7
á
Rimbaud, es su alter–ego, no es Dios, es un cercano, idealizado,
amado escritor, como un amigo íntimo, es un amor en el borde de c
poder ser encarnado.
a
Alter–ego promotor de una experiencia estética, quien lo acom-
paña en ese imprescindible diálogo silencioso de producción artís- t
tica. Experiencia estética, el escribir, donde parece confluir en Paul,
e
Farouche Claudel
e
G o n z a l o P e r c o v i c h
***
28
DE UN BARCO EBRIO
87
e
Farouche Claudel
DE SU ESCRITURA
B E I N G B E A T O U S 39
Hubiera querido ser santo... como una Cabeza de Oro, con su aure-
ola, brillando junto a Dios. Lacan nos da una magnífica definición
del santo, en el contexto del Seminario La Transferencia, dice prime-
ro, refiriéndose al Orián de Le Père humilié:
91
ENVOI
á
c
# glamour
de transferencia
José Assandri
Cuando el Verbo se encarna las cosas empiezan a andar francamente mal.
Ya no es / el humano / en absoluto feliz, ya no se parece en lo más
mínimo al perrito que mueve la cola, ni tampoco al buen mono
que se masturba. Ya no se parece a nada. Está devastado por el Verbo.
e
g l a m o u r d e t ra n s fe r e n c i a
la lengua española, podría decirse “el amor eso es dar lo que no se tiene”.
La formulación utiliza el pronombre demostrativo para dar más
fuerza a lo dicho, a la cosa que es dicha21. Pero hay otro asunto que
también concierne a la lengua francesa: Oh, l’amour!!! La lengua fran-
cesa ha pasado por ser la lengua del amor, incluso el amor ha pasa-
do por ser un invento francés, para molestia de algunos franceses22,
para alimento de la ficción de otros no–franceses. Entonces, decir en
lengua francesa “l’amour c’est donner ce qu’on n’a pas” tiene un peso
diferente a decirlo en español, ya que pone en juego todos los
supuestos acerca de lo que enseñaría l’amour français. La ficción de
los no–franceses respecto al amor francés tiene sus variantes, que
pasan de la poesía a la fellatio, para llegar hasta nosotros en la can-
ción de los Redonditos, “Amor francés”. Pero para tratar de manera
conveniente el “amor francés” vale la pena citarse con un francés:
21 “Employé au lieu de l’arti- No hay afirmación más ingenua que la de ese desagradable pro-
cle, pour présenter ou suggérer avec
fesor diciendo del amor: ‘esa invención francesa del siglo XII’.
plus de force la personne ou la
chose désignée par le nom, et déve- Los franceses no inventaron más que un lenguaje y leyes para
23
loppée.” Le Robert Électronique. fines que exigen el silencio y la ausencia de ley .
22 A modo de ejemplo, el
libro de Vernon Rosario, en inglés se La cita es de Georges Bataille. Para decirlo claramente, la invención
titulaba, The erotic imagination:
french histories of perversity, Oxford francesa del siglo XII es eso que se llamó amor cortés, o fin’ amors. La
University Press, 1997. Su traducción fuerza de ese amor fue tal que transformó a don Alonso Quijano en
al francés corrigió esa ficción sobre
el francés: L’irrésistible ascension du Don Quijote. En la novela de Cervantes, el barbero y el cura, auto-
pervers. Entre littérature y psychia- ridades del saber en esa época, el médico y el psicólogo de nuestro
trie, EPEL, París, 2000. tiempo, hicieron un “escrutinio de la biblioteca” de don Alonso.
23 Georges Bataille, L’amour
100 Allí encontraron abundantes novelas de caballería, y su diagnósti-
d’un être mortel, Œuvres Complètes,
Gallimard, París, 1976, Tomo VIII, p. co fue que esa literatura le sorbió el seso al buen señor de cincuen-
501. El artículo de Bataille es una
nueva versión de dos capítulos de un ta y cinco años. “Faire l’amour”, incluso “faire l’amour à une femme”24,
n
libro que dejó sin editar. El libro, eso que podemos traducir al español como “hacer el amor” y “hacer-
Historia del erotismo, incluía un le el amor a una mujer”, en su origen como expresión significaba el
á apartado titulado Las formas com-
puestas del erotismo, con tres capí- cortejo amoroso, hacerle la corte a una mujer. No hacerle el amor a
tulos: I) El amor individual; II) El amor una mujer simplemente era ignorarla. Es decir, bajo el signo del
c divino; III) El erotismo sin límite. El
artículo El amor de un ser mortal es amor cortés, el amor se trataba de una serie de reglas y comporta-
a una reescritura de los dos primeros mientos prestablecidos con los que el trovador, el amante, requería
capítulos. a la Dama, que en general, estaba casada con otro. En el amor cor-
24 Esta expresión aparece
t hacia el siglo XVI, según Le Robert tés, la forma en que se incluía el cuerpo estaba reglado, desde cómo
Électronique. se podía llegar al beso hasta el yacer juntos. Es decir, los contactos
e
J o s é A s s a n d r i
carnales estaban mediados por una serie de reglas, que no son exac-
tamente las nuestras, que respondían a esa figura del amor llama-
da amor cortés. Podemos medir la distancia que nos separa de esos
tiempos a partir de la expresión “hacer el amor”. En nuestros tiem-
pos no quiere decir otra cosa que coger. Incluso, la “prueba de amor”,
expresión que a veces aparece utilizada para llevar a la cama a
alguien, era algo también reglamentado en el amor cortés. La “prue-
ba de amor” (asai) era yacer juntos, desnudos, supuestamente sin
que sucedieran cosas carnales entre hombre y mujer. Lo interesan-
te es que “hacer el amor” muestra la fuerza de los significantes lin-
güísticos, que permanecieron en el tiempo pero con muy diferente
sentido. Así como la locura de Don Alonso Quijano transformó a
una mujer vulgar en una Dama, Dulcinea del Toboso, nuestro tiem-
po invirtió al lenguaje cortés nombrando lo vulgar del sexo, el
coger, allí donde hacerle el amor a una Dama, se trataba de cortejar.
EL VA L O R D E L A M O R
29 La relación entre el don y el es algo mensurable, no es pasible de ser cotizado, y lo que es peor
amor, de hecho apareció bajo la
forma del “don activo del amor” en
para los que penan un amor, no puede ser intercambiado. Y es por
Los escritos técnicos de Freud, clase eso que Bataille señala que el amor individual es un problema para
22, 7 de julio de 1954: “Por eso mis- el Estado: la “verdad” particular del “valor” del amado se opone la
mo, pero inversa y diría correlativa-
mente, amar es amar un ser más allá “verdad” universal del Estado y la sociedad. No es casualidad que
de lo que parece ser. El don activo del quien está fuera de una relación amorosa considere que lo que allí
amor apunta hacia el otro, no en su
sucede es un exceso, que no tiene medida. Justamente, se trata de
especificidad, sino en su ser.” Jacques
Lacan, Los escritos técnicos de Freud, “valores” que no pueden ser medibles, porque no son “valores de
Paidós, Barcelona, 1981, p. 402. cambio”, sino de “valores de uso”, de los que las personas no son
30 “De hecho el sentimiento
de Gide por su prima ha sido el más que portadores. Ese valor, ese glamour, ese encanto supuesto del
colmo del amor, si amar es dar lo amado, sólo lo ve el amante. En este asunto, el amor está presente
que no se tiene y si él le ha dado la mediante la relación a la falta y el deseo. Algo que esposible rastrear
inmortalidad”. El artículo fue publi-
cado por primera vez en Critique, muchos años atrás, hasta llegar a El banquete de Platón. Allí, en 200b,
revista dirigida por Georges Bataille. Sócrates le dice a Agatón: “ […] quien desea algo es porque carece de ello,
Jacques Lacan, “Juventud de Gide, o
la letra y el deseo”, Escritos 2, Siglo y quien no desea nada, es porque no carece de ello.” Eso que Bataille llama
Veintiuno, México, 1995, p. 734. amor está centrado en el deseo, un amor que toma como punto de
31 “La significación del falo”, partida el don del amado de algo que sólo ve el amante.
conferencia de mayo de 1959: “Ese
privilegio del Otro dibuja de esa En Lacan, ya desde su primer seminario público, se comienza a
manera la forma radical del don de perfilar la formulación “amar es dar lo que no se tiene”29. Pero su
lo que no tiene, es decir, lo que se
forma aforística la podemos situar en 1958, en el artículo “Juventud
denomina su amor.” Escritos, Tomo
2, Siglo XXI, México, 1995, p. 670. de Gide, o la letra y el deseo”30. Ese año también aparece el aforis-
32 Ibid., p. 607. “La dirección mo, con escasos meses de distancia, en su intervención en Munich31
de la cura”, ponencia de julio de
1958: “Aquello que de ese modo le y en el coloquio de Royaumont32. Luego de ese tiempo, son varios
es dado al Otro colmar y que es pro- los seminarios en los que aparece el aforismo33. En ese recorrido,
piamente aquello que no tiene, eso que no se tiene, en su ambigüedad, a veces aparece relacionado
puesto que a él también le falta el
102 explícitamente al falo, en otras con la falta, otras con el deseo. Si
ser, es lo que se denomina el amor,
pero es asimismo el odio y la igno- tomamos el “valor” que señala Bataille y el “don” que aparece en el
rancia”. En este texto es importante
tener en cuenta la crítica que hace aforismo de Lacan, un matiz de diferencia entre ambos parece estar
n
Lacan al “amor genital”, esa ficción en que para Bataille la cuestión se sitúa en eso que aparece como
de la oblatividad engendrada por el objeto en el amado, mientras que en Lacan parece más importante
á psicoanálisis por aquellos años.
33 Sin ser exhaustivos, Las el dar del amante. Con Lacan tomaremos específicamente dos
relaciones de objeto, Las formacio- momentos. El primero de ellos previo a 1958, el seminario Las rela-
c
nes del inconsciente, La ética, La
transferencia …, La angustia,
ciones de objeto, la sesión del 23 de enero de 1957. El segundo, en el
a Problemas cruciales para el psicoa- seminario La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida
nálisis, El objeto del psicoanálisis, El situación, sus excursiones técnicas, la sesión del 7 de junio de 1961.
reverso del psicoanálisis, RSI ...
t 34 Jacques Lacan, Las relacio- El seminario Las relaciones de objeto podría considerarse como el
nes de objeto, Paidós, Barcelona, tiempo de fabricación de la formulación, aunque no llega al estado
e
J o s é A s s a n d r i
de aforismo. La relación entre el amor y el dar aparece en los dos 1994, p. 143. “Si de algo no cabe
casos de Freud que Lacan indaga en ese seminario: Dora34 y la lla- duda es de que entonces Dora se
encuentra en el momento en que
mada “joven homosexual”35. En este tiempo, a pesar de que para ama a su padre. Lo ama precisamente
Lacan se da tanto lo que se tiene como lo que no se tiene, hay una por lo que él no le da”.
35 Ibid., p. 147. “Lo que la
discusión con relación al dar, al don. Una discusión con la sociolo- chica le demuestra aquí a su padre, es
gía y la antropología en la que aparece explícitamente el nombre de como se puede amar a alguien, no
Claude Levi–Strauss, y oculto pero tal vez más importante, el nom- sólo por lo que tiene, sino literalmen-
te por lo que no tiene, por ese pene
bre de Marcel Mauss36. Mauss, en sus elaboraciones sobre el don, simbólico que, como ella sabe muy
tomó al potlatch como paradigma. El potlatch era una práctica de los bien, no va a encontrar en la dama,
porque sabe perfectamente dónde
aborígenes del norte de América, práctica en la que Mauss aísla tres está, o sea en su padre, que no es,
reglas: la obligación de dar, la obligación de recibir y la obligación por su parte, impotente”.
de devolver. Pero es en la devolución donde está el punto clave, por- 36 En esta sesión de seminario
el nombre de Claude Levi–Strauss
que se trata de devolver con usura. ¿Cómo es que se devuelve con aparece junto a su libro Las estructu-
usura? ¿Cuál es el beneficio de devolver un don acrecentando el don ras elementales del parentesco.
Queda oculto el nombre de Marcel
recibido? El don no se reduce al monto en sí, a lo que se da, sino que
Mauss. Su Ensayo sobre el don apa-
hay un plus que va junto a lo que se da. Al devolver con usura, ade- rece en Sociología y antropología,
más de lo que se da, en el don viajan también el poder y el prestigio: Tecnos. Mauss fue citado por Freud y
también por Lacan. Levi–Strauss es
quien más da es quien tiene mayor prestigio y poder. Ese plus que quien elabora una introducción a
viaja en el don inflamó a Mauss, a tal punto, que llegó a imaginar Sociología y antropología. Para las
una sociedad distinta, basada en las versiones que él tenía de los disciplinas humanas de ese tiempo
fue una clave fundamental el asunto
aborígenes del norte de América. Hasta Mauss, todas las teorías eco- del don, con la figura del potlatch.
nómicas habían supuesto una escena originaria bajo la forma del Para elaborar la figura del potlatch
Mauss parte de observaciones de
trueque. Era toda una novedad una sociedad que no tomaba al true- Franz Boas. En los últimos tiempos
que como central sino al don. El trueque, al ser un intercambio, se han producido una serie de obje-
supone un “valor de cambio”, una equivalencia que es la que per- ciones y precisiones desde el punto
de vista antropológico, que no es 103
mite intercambiar. Para Mauss, una sociedad cuyo eje fuera el don pertinente considerar aquí.
podía llegar a reducir el salvajismo de la economía, porque se trata- 37 Recuérdese aquí la cita de
Freud del comienzo: “El hombre
ría de hacer circular un plus, que no es la usura de la ganancia sino
trata de satisfacer su necesidad de n
la usura del plus del don. El beneficio no estaría en sacarle al otro agresión a expensas del prójimo, de
sino en darle al otro. Una notable ficción que buscaba otra forma de explotar su trabajo sin compensarlo,
de usarlo sexualmente sin su con- á
lazo, un lazo que no fuera la explotación descarnada del otro37. sentimiento, de desposeerlo de sus
Algunas elucubraciones etimológicas respecto al don reúnen a bienes, de humillarlo, de infligirle
c
Mauss con Derrida. Mauss se detiene en la palabra gift que en inglés sufrimientos, de martirizarlo y
matarlo.”
significa regalo, don, encanto, pero que para él tiene parentescos con 38 J. Derrida, Dar (el) tiempo, a
el término Gift en alemán, cuyo significado es veneno. Por otro lado, op. cit., p. 42. Allí remite a “La far-
macia de Platón”, en La disemina-
Derrida se pliega a una dudosa etimología del término dosis, para él ción, Editorial Fundamentos, España, t
también vinculada al veneno, y que en su cercanía con el don, esta- 1997, pp. 198 y 199. El término
e
g l a m o u r d e t ra n s fe r e n c i a
No soy yo, fue Platón quien lo inventó –quien inventó que sólo
la miseria, Penía, puede concebir el Amor así como la idea de
hacerse embarazar una noche de fiesta. Y, en efecto, dar lo que
41
se tiene, es la fiesta, no es el amor .
50 Conferencia Alla Scuola Entonces, no les he dejado entrever en absoluto ni siquiera que
Freudiana, 30.3.74, en Pas tout Lacan, en el medio de este nudo, sean ustedes libres de lo que sea –si
edición en Disco Compacto de l`école
lacanienne de psychanalyse. op. cit. eso no es caer de ello ofreciéndose como alimento para el
51 Agradezco aquí la ayuda de amor: porque eso es el analista ¡eh!– es alguien que se hace
50
Françoise Ben Kemoun para desenre- consumir…
dar estos términos. Según el
Dictionnaire étymologique de la lan- El término consumir es clave en ambas conferencias, pero mientras
gue française de O. Bloch et W. Von
Wartburg, édition quadrige, Paris, en Bruselas, la transcripción francesa opta por el término francés
2002, pp. 152 y 153. “consommer, consumer, en la de Milan, el término es consommer. Coloquialmente
XIIº. Emr. Du lat. consummare, propr.
‘faire la sommer (summa)’, d’ou en francés se emplea el término consommer tanto para consumir un
‘achever’. Dans l’anc. Langue et sur- café como para consumar un matrimonio. Sin embargo, en la etimo-
tour au XVI et XVII, souvent employé logía francesa hay dos términos, consumer y consommer, cuya eti-
au sens moderne de consumer, par
suite d’une confusion due au double mología da diferencias notables51. La etimología de ambos térmi-
sens de consumer.” Mientras que nos es la misma en español52 y francés, e incluso algunas de sus sig-
“consumer, XII, Empr. Du lat. consu-
nificaciones y confusiones son similares. Pero es necesario estable-
mere, au sens de ‘detruire peu à peu’;
signifie aussi du XIV au XVII ‘conso- cer la diferencia entre “consumarse mi vida” o “hacerse consumar”, lo
mer’, sens égalment latin.” que sería el logro o la culminación de una vida, cuestión absoluta-
52 En el Breve Diccionario eti-
mológico de la lengua castellana, de mente distinta a “consumirse mi vida” o “hacerse consumir” en tanto
Joan Corominas, Gredos, Madrid, implica la destrucción, la desaparición de la vida. Si el analista es
1987, se puede leer: consumir, h alguien que “se ofrece como alimento para el amor”, es alguien
1260, ‘destruir, extinguir, gastar’.
Tom. Del lat. consumere, íd., deriv de que se ofrece a ser “consumido”, como perfectamente lo indica la
sumere ‘tomar’, que muchas veces se etimología de consumir, es decir, dejarse tragar. Pero es justamente
aplicaba ya a los alimentos. Mientras
consumar conduce a somero, en ese dejarse consumir que se consuma el análisis. Esa ambigüe-
1220–50, ‘superficial, no profundo’. dad en la lengua francesa “consommer/consumer”53, se transfiere a
Deriv. Del antiguo somo 922 (hasta las traducciones al español. Éstas se han hecho particularmente evi-
hoy cat. som ‘somero’), que en cast.
sólo se conservó antiguamente y dentes en la traducción del artículo de Jean Allouch, “Del mejor
110 como adverbio (en somo ‘encima, en amado” y del artículo de Mayette Viltard, “De la lluvia de fuego al
lo alto’), procedente del lat. SUM-
MUS ‘el más alto’.
nuevo amor, la Comedia de Lacan”54. La frase de la conferencia en
53 Podemos decir que Lacan Bruselas citada más arriba aparece traducida de esta forma:
n
estaba al tanto de esta distinción en
tanto el término consumición ya había
á sido puesto en juego hacía unos años
En este lugar anhelo que acabe de consumarse mi vida
55
.
por Georges Bataille. No podemos
desarrollar aquí este asunto. Esta traducción hace más patente la dificultad que generan los tér-
c 54 Mayette Viltard, “De la llu- minos, porque alguien bien podría entender que para Lacan, con-
via de fuego al nuevo amor, la
a Comedia de Lacan”, Litoral 36, sumarse su vida, sería la fomentación del amor, la idea de un ana-
Epecle, México 2005, p. 3. Allí lista amado eternamente y sin resto. Esos tratos amorosos llamados
donde dice “El Paraíso: experiencia
t de consumación del pensamiento transferencia justamente tratan de lo contrario. O en todo caso con-
[…]” Esa cita de Sollers que hacía vendría más decir que hay un consumirse la vida al consumarse
e
J o s é A s s a n d r i
como alimento. Porque “callar el amor” posiblemente esté más cerca Viltard, hacía un juego de palabras
del consumirse que del consumarse. Pero para cercar un poco más ese con “igniciación” (iniciación+ígneo).
En francés aparecía “consumation”
“callar el amor” en Lacan, para abordar de otro modo ese “consu- y no “consommation”. L’Unebévue
mar/consumir”, la forma en que culminaba sus intervenciones en Nº 21, Paris, 2004, p. 165.
55 J. Allouch, “Del mejor
Bruselas frente a los católicos, puede ser ejemplar: amado”, Litoral 35, Epeele, México
2005, p. 14, 15 y otras. Si bien con-
sumarse puede leerse del lado de la
Mi lugar no es éste, sino la cabecera del lecho donde mi pacien-
culminación, del acabar algo, un
te me habla. analista consumado no es lo mismo
Por eso, que el filósofo no se levante, como ocurrió con Ibn Arabi, que un analista consumido.
para venir a mi encuentro prodigándome las marcas de su consi- 56 J. Lacan, El triunfo de la re-
deración y amistad, para finalmente abrazarme y decirme: Sí. ligión... op. cit., p. 65. Muhammad
Por supuesto, como Ibn Arabi, le responderé diciéndole: Sí. Y su ibn Alí ibn Muhammad ibn Al–Arabí
Al–Hatimí, el gran maestro del sufis-
alegría aumentará al constatar que lo habré comprendido. mo, nació el 7 de agosto de 1165 en
Pero al tomar conciencia de lo que habrá provocado su alegría, Murcia. Ibn Arabí relata de esa
56
deberé agregar: No . forma su fugaz pero trascendental
encuentro con Averroes: “Pasé una
jornada en Córdoba, en casa de Abú
“Mi lugar no es éste”, podríamos agregar: ni un púlpito ni una cáte- al–Walid ibn Rushd (Averroes), quien
dra desde donde difundir algún tipo de amor57. En la cabecera del anteriormente había expresado su
deseo de conocerme personalmen-
diván donde “mi paciente me habla” no es posible prometer un amor te. Al parecer, le habían hablado de
eterno. Pero esas afirmaciones de Lacan también son una soberbia ciertas revelaciones por mí recibidas
sátira. Invitado por un canónigo a dar una conferencia en una durante mi retiro espiritual, lo que
despertó su curiosidad y extrañeza.
Universidad católica, eso que Lacan mismo llamó “discurso a los Así, mi padre, que era amigo suyo,
católicos”58, culminó con las enseñanzas de un místico árabe, un me llevó con el pretexto de que
debía solucionar unos asuntos en
maestro del sufismo, Ibn Arabi. Por lo menos se puede decir que se
Córdoba. En aquella época yo era
trata de una intervención que pone en cuestión al amor eterno todavía un joven imberbe. Al entrar
según podría entenderlo un católico. No hay mayor espejismo del en su casa, el filósofo se levantó
para acogerme con grandes signos 111
amor que la eternidad, porque el amor divino aspira a no consu- de amistad y afecto y me besó.
mirse, y pondría al ser mortal a resguardo de desfallecimientos, Después me dijo: ‘¿Sí?’, y yo le res-
prometiendo continuarse en el más allá. Pero dejemos ese amor pondí: ‘Sí’. Mostró alegría al ver que
le comprendí. Al observar el motivo n
eterno, porque de hecho Lacan prefería al paciente que le hablaba. de su júbilo, le dije: ‘No’. Entonces
Tomemos otra ocurrencia con Jacques Lacan que dice de otra forma Ibn Rushd se sorprendió, palideció y
diríase que dudaba de sí mismo. á
sobre estos asuntos de los signos, es decir, de esos signos que no se Seguidamente me hizo la siguiente
trata de borrar sino de acoger de la mejor manera. Se trataba de un pregunta: ‘¿Qué respuesta has
c
sujeto que había regalado algo a Lacan, y que insistentemente, en la encontrado a las cuestiones de la
Revelación y de la gracia divina?,
sala de espera, trataba de lograr que Lacan le dijera “gracias”. ¿coincide tu respuesta con la que se a
Nótese aquí que no se trata simplemente de una palabra, sino que nos da en el pensamiento especula-
tivo?’. Y yo le contesté: ‘Sí–No’, ‘Y
ese tal Lacan, le hiciera las gracias: t
entre el Sí y el No los espíritus vuelan
más allá de la materia y las cabezas
e
g l a m o u r d e t ra n s fe r e n c i a
“No puedo decirle hasta qué punto eso me agradó” se trata de una res-
puesta similar a la de Ibn Arabi: Si/No, hay sí y hay no. La respues-
ta de Lacan, al no rehusar el regalo, pero tampoco dar las gracias,
relanza la pregunta por el amor en ese instante. La ocurrencia se
produjo en la sala de espera de Lacan, con lo que se hace claro que
el lugar del analista no es solamente la cabecera del lecho del enfer-
mo. Y no lo es justamente porque los signos de amor aparecen en los
se separan de los cuerpos’. Al escu- alrededores del lecho, mucho más allá del lecho. Ese peso que tiene
char esto, Ibn Rushd palideció e el signo de amor promueve que el acto analítico se juegue en cada
incluso tembló y escuché sus labios
murmurar: ‘No hay más fuerza y sesión, en cada oportunidad y no en una diacronía. En tanto que un
poder que la que viene de Dios’. signo de amor exige signos cada vez, necesita una puntualidad y no
Luego había comprendido”.http:// una construcción calculada. “No puedo decirle hasta qué punto eso me
w.w.w.laotrainformacion.com/p_8.htlm
57 Para el caso vale la pena agradó” no es un rehusamiento calculado por ninguna técnica, sino
considerar el llamado “amor geni- que se trata de un encantador rehusamiento, un glamoroso rehusa-
tal” promovido por algunos.
58 J. Lacan, La ética del psico- miento. Es necesario que haya glamour para seguir el juego del amour,
análisis, Paidós, Buenos Aires, 1988, al tiempo que se rehúsa al amour. Un glamoroso rehusamiento es un
p. 217. rehusamiento que permite seguir el juego, que deja que cierto gla-
59 J. Allouch, Hola … ¿Lacan?,
112 mour, cierto encanto que haga signo al amour. Tal vez esto sea de lo
op. cit., p. 129. Por cierto, una des-
cripción tan precisa deja sospechar único que un analista puede estar advertido60, de que un análisis
que quien estaba en la sala de espe-
ra pudo llegar a ser el propio recopi-
sólo puede consumarse dejándose consumir, sólo puede haber un
n
lador de las ocurrencias. acceso a otra cosa pasando por la trampa y la pendejada.
60 J. Lacan, La ética, op. cit., Que el amor se diga con tantas dificultades, que sus palabras sean
á p. 358. 22 de junio de 1960, “Lo
que el analista tiene para dar, con- equívocas, o incluso tontas y vacías, que sea necesario recurrir a ese
trariamente al partenaire del amor, cortocircuito de la lengua que es el oxímoron, que se llegue a hacer
c
es eso que la más bella desposada
caso incluso de la pendejada, tal vez tenga como finalidad recordar-
del mundo no puede superar, esto
a es a saber: lo que él tiene. Y lo que nos que además de que el amor es ciego y es sordo, también es mudo,
él tiene es, como en el analizado, no no hay palabras que puedan decir de él suficientemente. Pero la
otra cosa que su deseo, con la única
t excepción que éste es un deseo curiosidad de las lenguas insiste, porque aunque glamour rime per-
advertido.” fectamente con amour, no es un término que provenga del francés,
e
J o s é A s s a n d r i
c
# contratos
masoquistas
Ana Grynbaum
No digo con ello que quienes utilizan prácticas sadomasoquistas
son dechados de comportamiento ilustrado; los individuos que
entrevisté manifiestan la misma tristeza, soledad, ira y angustia
que colorean las relaciones de la mayoría de la gente. Sí creo, sin
embargo, que mis informantes sadomasoquistas tienen algo que
decir acerca del valor de una comunicación franca, al menos
cuando se hace el amor. Hay en ello, tal vez, otra de las irónicas
bromas de Dios: podemos aprender algo sobre el amor en los
melodramas del daño.
Robert J. Stoller1
I I – C O N T R AT O S M A S O Q U I S TA S
18
Comienzo de ejecución: 8 de diciembre de 1869 .
a 18 Tomamos la traducción al
español de G. Deleuze, Presenta-
ción de Sacher–Masoch, Lo frío y lo
t cruel, Amorrortu Editores, Buenos
Aires, 2001, pp. 143–144.
e
A n a G r y n b a u m
Mi esclavo,
Las condiciones bajo las cuales os acepto como esclavo y os
sufro junto a mí son las siguientes:
122 Renuncia totalmente absoluta a vuestro yo.
Fuera de la mía no tenéis ninguna voluntad.
Sois entre mis manos un instrumento ciego que ejecuta todas
n mis órdenes sin discutirlas.
...tendré derecho a castigaros y a corregiros a mi capricho...
Obraré siempre sin culpa hacia vos y no tendré ningún deber.
á
[...]
Al igual que vuestro cuerpo, vuestra alma también me pertenece...
c si me sumerjo en la frivolidad librándoos a la privación y piso-
22 Ibid., p.112.
teándoos, tendréis que besar sin rezongos el pie que os haya
23 Ibid., p.113.
a pisoteado.
24 Ibid., p.103.
25 Tomamos la traducción al ... no tendréis derecho a dejarme contra mi voluntad...
t español de G. Delueze, op. cit., Fuera de mí no tenéis nada; para vos lo soy todo...
25
pp.145–146. Vuestro honor me pertenece. Soy vuestra soberana ...
e
A n a G r y n b a u m
III– EL M A S O Q U I S M O V I S T O D E S D E E L C O N T R AT O
n
El “masoquismo” no es tal por fuera de la dimensión consensual. El
contrato, en tanto acuerdo oral o escrito entre dos partes interesa-
á
das, es un artefacto, materia del acuerdo entre el masoquista y su
c figura de poder. A través de los contratos se dibuja la puesta en
escena de ciertas fantasías. El contrato prepara la escena S&M con
a mayor o menor detalle, según el caso. Los roles son claramente
establecidos, los argumentos a escenificar también. El masoquista
t 28 T. Reik, op. cit. juega como actor secundario –ese que sostiene a la estrella, sin el
29 G. Deleuze, op. cit., p.79. cual la estrella no existiría; libretista y director (dice cómo y hasta
e
A n a G r y n b a u m
I V – PA R O D I A S M A S O Q U I S TA S
127
V – PA R A D O J A S M A S O Q U I S TA S
n
Hay una transgresión en la erótica masoquista, en esta inversión de
los lugares supuestos: supuestamente todos queremos ser amos,
á
pues no –dicen– algunos queremos ser esclavos. Analizándolo deta-
lladamente, el masoquista no es un esclavo –cosa que Lacan señaló c
en su seminario sobre La lógica del fantasma34– el masoquista “juega”
al esclavo, y así traspasa los límites del dolor, la culpa, la vergüenza. 33 G. Agamben, Profanacio- a
nes, Adriana Hidalgo editora,
Es un héroe, a su modo. No es posible pensar la posición del maso-
Buenos Aires, 2005, p. 60.
quista si no se va más allá de la estereotipada división activo/pasivo 34 J. Lacan, Seminario, texto t
que en su teatro representa. Jugando como pasivo logra activar su inédito, 31 de mayo de 1967.
e
contratos masoquistas
39
VI– PLACER Y PODER
mecanismos del poder en la sociedad y a la vez facilita una liberación este sentido.
40 L. Bersani, Homos, c
catártica de las tensiones inherentes a la distribución social de ese
Manantial, Buenos Aires, 1998.
poder”45. Acepta que 41 Ibid., p.99.
a
42 Ibid., p.101.
En cierto modo, el reconocimiento se identifica con un desafío 43 Ibid., p.101.
político. Hacer desaparecer las “lindezas convencionales”, vol- 44 Ibid., p.103. t
verse “más consciente” de las desigualdades del poder en todas 45 Ibid., p.103.
e
contratos masoquistas
Para ser gráfico: “Todos tienen la oportunidad de pisotear las caras de los
otros con sus botas, pero ¿por qué no cuestionar ante todo el valor de
ponerse botas con ese objeto?”47.
El autor no sólo no cree en el papel transgresor de las prácticas
S&M sino que afirma:
El autor afirma que si bien “El S/M hace explícitas las satisfacciones
eróticas que sostienen las estructuras sociales de dominación y sumisión.
[...] es plenamente cómplice de una cultura de la muerte”50.
Bersani propone que “[...]el autodespedazamiento [...] tal vez sea
la secreta razón de la universalización del placer por parte del S&M. [...]
En este autodespedazamiento, el yo renuncia a su poder sobre el
mundo”51. Para pensar en ello convoca a Freud:
Opina Bersani que “El psicoanálisis nos desafía a imaginar una des-
aparición no suicida del sujeto o, en otros términos, a disociar el maso-
quismo de la pulsión de muerte”53. Y continúa:
131
actualidad
analítica
#
133
el psicoanálisis n
debatiéndose á
con la iniciación c
Guy Le Gaufey a
Traducción: t
Amelia Castañola y José Assandri
e
¿Qué es lo que más incita a pensar que el análisis
sería, a su modo y en su estilo, una iniciación? Lo
n
para sostener la idea de una práctica esotérica,
á
reservada a un pequeño número de personas que
e
Eso se espesa aún más cuando se llega a las cuestiones prácticas. No
tanto a “¿cómo se vuelve uno psicoanalista?”, o “¿qué es un psicoa-
nalista?”, si no más bien: “¿cómo se hace para tener analizantes?”
puesto que no existe aún ningún título que esté garantizado por nadie
en condiciones de hacerlo con algo de seriedad. Cada uno en esa posi-
ción inicial debe pues librarse a ese peligroso ejercicio que consiste en
hacerse pasar, con cierta verosimilitud, por lo que muy bien sabe no
ser... aún: un analista. La falta de título oficial presenta, en este punto,
algo auspicioso que es el obligar a comenzar ese recorrido de la ver-
dad por un engaño grande como una casa, un “bluff” de primera, de
manera que el “coming out” del analista tiene lugar muy a menudo
entre Lemberg y Cracovia: por qué no me decís que sos psicoanalista, de
manera que yo mismo termine por pensar que lo sos (puesto que no hablás
más que de eso), cuando en verdad... ¡no lo sos! En fin... ¡no todavía!.
Es así, que muy a menudo, eso suele declararse en una chicana
que revela la falta de escalón final en lo que, desde el principio,
podría muy bien pasar por una iniciación: en el momento de serlo
y de decirlo, el enunciado se escapa, y deja a aquel o a aquella que
iba a hablar en primera persona... sin palabra. El “soy psicoanalis-
ta” no funciona, y deja más bien sobrevolar una duda inoportuna;
no, decididamente, en este punto, más vale que otro se ocupe de
decirlo. Que otro enuncie, o signifique, o deje creer que alguien está
en posición de recibir pacientes, o incluso, a veces, se los envíe.
Alcanzaría entonces que este otro esté situado como no pudiendo
él mismo no ser analista para que la cuestión de la iniciación se cie-
rre de nuevo favorablemente: sólo los analistas estarían en posición 135
de saber quién es analista y quién no.
Es precisamente ese punto que Lacan atacó desde 1967 con su
n
“Proposición sobre el psicoanalista de la escuela”. Hoy no intentaré esta-
1 ”Hay paladas” exclamó un
blecer si esta proposición fue coronada por el éxito o no. Me alcan-
día, sin demasiada ironía, a la salida á
za con saber que tomaba de contragolpe numerosas iniciativas que de una presentación de enfermos en
apuntaban entonces a la “obtención del título de psicoanalista”, Sainte-Anne.
c
todas las cuales se regulaban, aunque de manera diversa, a partir
de un reconocimiento directo y exclusivo de “pares” ya introduci- a
dos en plaza.
Inversamente, Lacan insistía en esa misma línea con el hecho de t
que si, indudablemente, hay “algo de” analista1, mucho más difícil
e
el psicoanálisis debatiéndose con la iniciación
2 Es el ejemplo favorito de de sostener es que haya algún Uno, sea donde sea. De creerle, la
los gramáticos tratando de explicar individuación del analista se desliza fuera de la captura conceptual
el partitivo, pero es también un tér-
mino con fuertes implicancias reli- que querría apropiárselo, como si este analista nunca existiera real-
giosas: del milagro de la multiplica- mente más que en sentido partitivo, en calidad de pedazo – pero,
ción de los panes a las exégesis
sabias del “Este es mi cuerpo”, el ¿pedazo de qué? ¿No sería bienvenida una pizca de reflexión gra-
pan está en todos los momentos matical para apreciar en su justo valor esta súbita importancia del
crísticos, por lo tanto central en la partitivo?
cuestión de la referencia en la cul-
tura cristiana (y juedocristiana). O si ¿Qué diferencia se puede hacer entre “un pan” y “algo de pan”?
no, a menudo, es el hombre el que 2[2]
Muy pragmáticamente, no parece absurdo decir, guardando
es tomado como referencia. Como
en esta cita de Gide, extraída de
todas las proporciones, que uno se las ve con “un pan” cuando hay
Retorno de la URSS: “A primera vista cáscara todo alrededor, y con “algo de pan”, cuando tal no es el
el individuo se funde acá en la masa, caso: un pancito es un pan, mientras que una gran rebanada de pan,
está tan poco particularizado que
parecería que se debería, para es algo de pan. El partitivo exhibe así, con menor o mayor ostenta-
hablar de las personas, usar el parti- ción, la traza del corte gracias al cual advino tal. El pedazo de pan,
tivo y no decir en absoluto: des
torpemente partido, o la rebanada finamente cortada, bien pueden
hommes, mais de l´homme”.
[2] (NdeT) Mantenemos aquí secarse y endurecerse, no serán por ello menos partes de un con-
la expresión en francés para hacer junto más vasto al que pertenecieron, sin que se sepa bien, por otra
más patente la dificultad de traduc-
ción del partitivo. “Algo de…” suele parte, si este elemento anterior era antes ya “un” pan o “algo de”
ser la manera más comúnmente uti- pan, puesto que el partitivo no dice en sí mismo si proviene de un
lizada para traducir el artículo parti- ser ya parcial, o al contrario de un ser tomado en su enteridad3.
tivo francés, inexistente como tal en
castellano. Semejante a “un poco Sería así entonces para el analista como para el pan (en referen-
de, algo de”, el artículo partitivo cia a La carta robada4). Aunque se estime siempre posible darle toda
acompaña a sustantivos (como com-
plemento directo) que no son nume-
la vuelta y ver ahí un individuo (es así con cualquier pedazo de
rables, para designar que se trata de pan), no valdría más que por la falta de cáscara aquí o allá, y sería
parte de dichos sustantivos. Una de precisamente eso que, en la perspectiva abierta por Lacan con su
136
las particularidades del partitivo es
que la parcialidad que designa con- Proposición, permitiría vislumbrar que una de las raras calificacio-
tiene, supuestamente, los elementos nes exigibles consistiría en el hecho de que el impetrante5 no esté ya
de aquello de lo cual es extraída. El
demasiado encostrado, que lleve aún viva huella del corte que lo
n ejemplo favorito de los tratados de
gramática franceses, al cual Le habrá hecho advenir al partitivo.
Gaufey hace referencia en esta nota, ¿En qué esta perspectiva –un poco demasiado idílica así enun-
á “manger le pain” / ”comer el pan”
versus “manger du pain” / “comer ciada– pone en la mira la cuestión, bastante pantanosa, de la inicia-
c
pan”, muestra que un bocado de ción? En que ella nos introduce en el punto mismo del abrocha-
pan contiene los elementos que per- miento, ahí donde se podría decidir si el analista es un iniciado, o
miten distinguir que se trata de pan.
a Cabe notar que el artículo partitivo a no. Si soltamos el partitivo aceptando bondadosamente que el ana-
menudo se traduce al castellano por lista es en efecto un analista, entonces tendremos muchas dificulta-
una omisión.
t 3 Lo más simple sería pensar des para resistir a esa pendiente enjabonada de la transmisión
que hubo un principio en el que según la cual, de manera tan obstinada como la duplicación de un
e
G u y L e G a u f e y
Casi como con el dedo, se toca acá por qué es de extrema nece-
sidad que un procedimiento de iniciación desarrolle un fin, y un
fin situable: porque ella apunta a producir una unidad. En la opa-
cidad de la pertenencia que pretende establecer, inventa en un
mismo paso, la unidad del grupo y la unidad del elemento que
viene a agregarle; y eso gracias a la noción tan natural, tan banal,
de “parte”. Está por lo tanto excluído que ella se prolongue inde-
finidamente, y esa es una de las razones del conflicto salvaje y
silencioso que opone el verbo “iniciarse” al concepto de “inicia-
ción”: ahí donde el primero se permite la licencia de una progre-
sión indefinida en el campo de los saberes o de los saber-hacer, el
segundo corta en seco instaurando una ruptura cualitativa que
permite coagular unidad y pertenencia, y ese precipitado se llama
identidad.
He ahí por qué el “parcial” inventado por Lacan viene a hacer
obstáculo a que el análisis didáctico vire plenamente a la inicia-
ción, aunque pueda hacerlo en todo momento dado que nada
garantiza la existencia de una distancia estable entre “parcial” y
“parte”. Es en esta distancia, ¡oh! cuán enunciativa, que se juega
sin cesar el viraje del análisis a una iniciación. Entre ese parcial y
la parte, sopesando muy atentamente las palabras, se puede ya
decir, sí, que “no hay relación”. La parte está en relación con el
todo: es su función, es de lo que se ocupa. Pero el parcial no sos-
tiene su cualidad más que en el negarse a la puesta en relación; y
en ese sentido es, en la enseñanza de Lacan, la primera etapa del
“no hay relación sexual”, enunciado del cual estamos todavía 143
lejos de haberle tomado la medida12, pero es necesario empezar a
reconocer que fue forjado con la ambición de que ninguno lo
12 (NdeT) La publicación del n
logre. Ese “ninguno” englobando –¿sorpresa?– a aquel mismo que libro de Guy Le Gaufey, Le pastout
lo profirió13. de Lacan, ha permitido avanzar
mucho más de lo que era posible á
Sin su sesgo conclusivo que suelda pertenencia e identidad, la
entonces. Le pastout de Lacan, EPEL,
identidad ya no es gran cosa, pero ese “no gran cosa” es precisa- París, 2006. El notodo de Lacan, c
mente lo que importa cuando uno quiere inclinarse más sobre las Ediciones Literales-El cuenco de
raíces de la unidad que sobre la unidad misma; cuando uno no se plata, Buenos Aires, 2007.
a
13 Véase la sesión del 9 de
da más el lujo exorbitante, reflexionando, que consiste en pensar
enero de 1979, donde Lacan , a su
que para estar incluído en una situación, es necesario primero perte- manera, hace explícitamente la con- t
necer a sí-mismo. Moraleja: el coming out quizás no es lo que se cree, fesión.
e
el psicoanálisis debatiéndose con la iniciación
144
á
14 Acepción que se le da fácil-
c mente en francés (y también en
español) al “out” inglés. Es cierto
que el “coming out” inglés juega
a
con los dos sentidos del “out” : el
que se encuentra en to speak out
t (hablar claramente y distintamente),
y el que designa un exterior.
e
s un pájaro reb
documentos
# la melancolía
amorosa
Robert Burton
145
e
146
e
En 1621 se publicó en Inglaterra un voluminoso
PREFACIO
Bien creo que no han de faltar quienes desaconsejen alguna parte de este tratado de melancolía amo-
rosa y objeten –al igual que Erasmo en su ”Prefacio” a Sir Tomás Moro sospecha respecto a su obra–
“que es un tema demasiado ligero para un teólogo, demasiado cómico”, que hablar de los síntomas
del amor resulta excesivamente fantasioso y propio sólo de un poeta libertino, de un joven galán sen-
sible y enamoradizo, de un cortesano afeminado o de personas ociosas. Y dirán que es tal la verdad,
pues ocurre que, dada la depravación humana, como observa Caussin, “el solo nombre del amor
odioso resulta detestable para oídos castos”. Y por eso algunos, con afectada seriedad, desaprobarán
el conjunto de esta obra por sus meros títulos, antes de haber leído una sola palabra; y se escudarán
para ello tras Petronio, “y fingirán una gran irritación porque tales discursos obscenos violentan sus
oídos, de modo que puedan así gozar de admiración por su gravedad de filósofos y su porte formal”.
No soportan oír hablar de los juegos del amor ni de discursos amorosos sin mostrar aversión en su
rostro, en sus gestos y en sus ojos, en sus externos ademanes, y, sin embargo, son por su pensamiento
tan malos como los demás, sí no peores.
Pero hagamos saber a estos Catones censores y falsarios que –como el italiano Guazzo cuenta que
“Lord John contestó a la reina”– un hombre de edad avanzada, serio y discreto es el más adecuado
para disertar sobre temas amorosos, pues tiene probablemente más experiencia, ha efectuado más
observaciones, posee más juicio, puede mejor discernir, resolver, discutir, aconsejar, hacer mejores
advertencias y ofrecer preceptos más sólidos, dar mejor información a sus oyentes sobre tales asuntos
y, en razón de su madurez, divertirlos con mayor prontitud. Además, no hay temor que valga en la 149
acepción que aquí se da del amor, nada hay que deba obviarse: el amor es una especie de melancolía
y una parte necesaria de mi tratado que no puedo omitir: “uno ha de entregarse de lleno al trabajo
que emprende”, como Jacobo Micilo declaraba para justificarse, en su traducción de los Diálogos de n
Luciano. Y lo mismo declaro yo: he de cumplir con mi cometido y así lo llevaré a efecto. Haré mía la
á
breve excusa de Mercero en su edición de Aristeneto: “Si he malgastado mi tiempo en escribir, que
no sean ellos tan ociosos como para leerme”. Pero estoy convencido de que no ha sido un tiempo tan
c
malgastado.4
a
t
4 Ibid.. Primera Sección. Miembro I. Subsección I: Prefacio, p. 13.
e
documentos / la melancolía amorosa
“Las fronteras del amor son anchas y largas, y posee un amplio paseo, bordeado de espinos, por cuya
causa –como Escalígero reprocha a Cardano– no es fácil recorrerlas”. Por temor a ser objeto de la
misma censura, examinaré todas las formas del amor, su naturaleza, comienzos, diferencias, objetos;
qué lo vuelve honesto o deshonesto, virtud o vicio, pasión natural o enfermedad, cuál es su poder y
cuáles sus efectos, y hasta donde alcanza. De todo lo cual, aunque algo se ha dicho ya en la Primera
Partición, en estas Secciones sobre las Perturbaciones (“pues el amor y el odio son las primeras y más
comunes de las pasiones, de las cuales nacen todas las demás y a todas acompañan”, como sostiene
Piccolomini; o, en palabras de Nicolás Caussin, son ellas el primum mobile de todas las demás afeccio-
nes, a las que arrastran consigo) me detendré con mayor prolijidad en todas sus partes y en varias de
sus ramas, para que así pueda mostrarse mejor lo que el amor es, cómo varía según su objeto y cómo
su carencia o –lo que es más frecuente y común– cómo un amor inmoderado y excesivo causan
melancolía.
El amor, universalmente considerado, se define como un deseo, término de significado más amplio.
Y, aunque León Hebreo, el escritor más prolífico sobre este tema, no establece diferencia alguna en su
tercer Diálogo, en el primero los distingue y define el amor a través del deseo. “El amor es un afecto
voluntario y un deseo de gozar de lo que es bueno”. “El deseo aspira, el amor; goza; el fin del uno es
el comienzo del otro: lo que amamos está presente, lo que deseamos está ausente”. Es empeño nece-
sario –dice Plotino– considerar, en lo que al amor se refiere, si se trata de un dios o de un demonio, o
de una pasión del espíritu, si es en parte un dios, en parte un demonio, en parte una pasión”. Este
autor concluye que el amor participa de esos tres elementos, que surge de un deseo de lo que es bello
y armonioso, y lo define como “una acción del espíritu que desea lo que es bueno”. Platón lo llama el
“gran demonio” por su vehemencia y soberanía sobre todas las demás pasiones, y lo define como un
150 apetito “por el que deseamos la presencia de lo bueno”. Ficino, en su Comentario, añade la palabra
‘hermoso’ a esta definición: “el amor es un deseo de gozar de lo que es bueno y hermoso”. Agustín
amplía esta definición común, y considera que el amor es un deleite del corazón, “por algo que aspi-
n
ramos a obtener o con lo que gozaríamos poseyéndolo, y así lo codiciamos por deseo y descansamos
con su goce”. Escalígero (Ejercitación 301) censura tales definiciones y prefiere no definir al amor en
á
virtud del deseo o el apetito, “pues, cuando gozamos las cosas que deseamos, el apetito no permane-
c ce”. Según su definición, “el amor es una afección por la que nos unimos a lo que amamos, o por la
que perpetuamos nuestra unión”, en lo que, en parte, concuerda con León Hebreo.
a
Ahora bien, este amor varía a medida que varía su objeto, que siempre es “bueno, amable, hermoso,
t gracioso y placentero”. “Todas las cosas desean lo que es bueno” según se nos enseña en las Éticas,
o, al menos, lo que les parece bueno. Como bien razona Agustín, “¿qué mal, dime, es el que deseas?
e
R o b e r t B u r t o n
Bien creo que ninguno en ninguna de tus acciones”. Es decir, “creo que no desearás daño ni mal
alguno en ninguna de tus acciones, pensamientos o deseos”; “no quieres ningún mal, ni querrás
tener un mal grano, un mal terreno ni un árbol sin frutos, sino todo ello bueno: desearás un buen sir-
viente, un buen caballo, un buen hijo, un buen amigo, un buen vecino, una buena esposa”. De toda
esta bondad viene la belleza: de la belleza, la gracia y el encanto, que son como rayos que provienen
de las partes excelsas de una cosa v que nos hacen amarla y codiciarla: en efecto, si no fuese placente-
ra y graciosa a nuestros ojos, no la perseguiríamos. “No ama –dice Aristóteles, Moralia, IX, 5–, Más
que el hombre que antes ha gozado del encanto y la belleza”. Según varía este hermoso objeto, así
también lo hace nuestro amor, pues, como sostiene Proclo, “todo lo hermoso es digno de amor”, y lo
que amamos es bello y gracioso a nuestros ojos o, al menos, así lo percibimos y estimamos. “Lo digno
de ser amado es el objeto del amor, cuyo alcance y finalidad es llegar a obtenerlo: por su gracia ama-
mos, y nuestro espíritu codicia su disfrute”. Y es ello lo que no parece especialmente hermoso y
bueno, pues lo bueno, lo hermoso y lo único no pueden separarse. La belleza irradia, dice Platón, y
por tal irradiación y esplendor produce admiración y, cuanto más hermoso es el objeto, con mayor
ansia persigue”. Según la define el propio Platón, “la belleza es un fulgor vivo o un claror radiante,
que resulta del bien en expansión por las ideas, las semillas, las razones, las sombras, que aguijonea
nuestro espíritu y, así, por tal bien, aquéllas se reúnen y hacen uno”. Otros considerarán que la belle-
za consiste en la perfección de la entera composición, “propiciada por la congruencia de simetría,
medida, orden y proporción de las partes, y que el encanto que procede de esta belleza recibe el
nombre de gracia, y que por ello todas las cosas hermosas son graciosas”. Pues la gracia y la belleza
se encuentran tan maravillosamente unidas, “con tanta dulzura y gentileza ganan nuestras almas.
Con tanta vehemencia las incitan, que confunden nuestro juicio y no pueden discernirse. La belleza y
la gracia son como esos rayos y fulgores que salen del sol glorioso y divino”, que son diferentes entre
sí, como diferentes son los objetos de que proceden, hasta emocionar y complacer todos nuestros sen-
tidos, “ya que las distintas especies de belleza se perciben en nuestros ojos, en nuestros oídos, o son
concebidas en el interior de nuestra alma”, como Platón discute extensamente en su diálogo sobre la 151
belleza, Fedro, y en Hipias, y así, tras refutar numerosos errores sofísticos, concluye que la belleza es
una gracia que hay en todas cosas, deleite de los ojos, los oídos y el alma misma. De esta manera,
n
como Valles ha deducido de ello, cuanto deleita nuestros oídos, nuestros ojos y nuestra alma tiene
que ser, necesariamente, bello, hermoso y placentero para nosotros. “Y nada puede agradar más a
á
nuestros oídos, o pacificar nuestros espíritus, que la música”. Casas, pinturas, orquídeas, jardines,
campos hermosos, un hermoso halcón, un hermoso caballo nos son más gratos: todo lo que agrada a c
nuestros ojos o nuestros oídos, lo llamamos bello y hermoso. “El placer pertenece a los demás senti-
dos, pero la gracia y la belleza sólo a estos dos”. Cuando los objetos varían y son diferentes, también a
de modo diferente impresionan nuestros ojos, nuestros oídos y nuestra propia alma. Es esto lo que
propicia que algunos distingan tantos tipos de amor como objetos existen. Un tipo de belleza nace de t
Dios: de ella y del amor divino san Dionisio y otros padres de la Iglesia y teólogos modernos han
e
documentos / la melancolía amorosa
escrito volúmenes enteros –De amare Dei, según los llaman–, así como numerosos discursos parenéti-
cos. Otra belleza nace de sus criaturas: hay una belleza del cuerpo, una belleza del alma y una belle-
za que sale de la virtud, a la que Agustín llama “belleza de los mártires, que vemos con los ojos del
espíritu”; una belleza que, como dice Cicerón, si pudiéramos discernirla con los ojos del cuerpo,
“provocaría admirables afectos” y maravillaría nuestra alma. Existe otra belleza que se deriva de las
extremidades, y gracias que proceden de los gestos, de las palabras, de los varios movimientos y pro-
porciones de las criaturas, varones y mujeres (especialmente de las mujeres, que llevaron a los anti-
guos poetas a representar a las tres Gracias en compañía de Venus, y a servirla y sostener su velo):
esta belleza y estas gracias son casi infinitas, y sus nombres varían según sus objetos: el amor al dine-
ro se llama codicia: el amor a la belleza, lujuria: el deseo inmoderado de placeres, concupiscencia: la
amistad, el amor, buena voluntad, etc. Y es ello virtud o vicio, honesto o deshonesto, excesivo o falto,
como se mostrará en este lugar: amor heroico, amor religioso, etc. Todos ellos pueden reducirse a una
división bipartita, a tenor de los órganos fundamentales que se ven afectados, y que son el cerebro y
el hígado: “amor y amistad”, que Escalígero (Ejercitat., 301), Valles y Melanchton asientan en el philein
y el eran de Platón, quizá tomados del discurso de Pausanias en que habla de “dos Venus y dos amo-
res: una Venus es anciana, no tiene madre y desciende de los cielos, y así la llamamos ‘celestial’; la
más joven es la nacida de Júpiter y Dione, y a la que comúnmente llamamos Venus”. Ficino, en su
comentario a este texto, y siguiendo a Platón, llama a estos dos amores “dos demonios” —lo que
para nosotros sería un ángel bueno y uno malo–, que planean siempre sobre nuestras almas. “El uno
nos eleva hasta el cielo, el otro nos hunde hasta el infierno. Uno, el bueno, nos estimula a la contem-
plación de esa belleza divina por la que obramos con justicia y cumplimos con los buenos oficios,
estudiamos filosofía, etc. El otro, el vil, aunque es malo, debe respetarse: en efecto, ambos, de hecho,
son buenos en su propia naturaleza: la procreación es tan necesaria como la busca de la verdad: mas
si a uno lo llamamos malo es porque se abusa de él, aleja nuestras almas de la contemplación del otro
y la dirige hacia objetos viles”.5
152
t
5 Ibid., Primera Sección. Miembro I. Subsección II: Comienzos del amor. Objeto, definición, división. p. 20 a 22.
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R o b e r t B u r t o n
L A Ú LT I M A Y M E J O R C U R A D E L A M E L A N C O L Í A A M O R O S A E S D E J A R Q U E
LOS AMANTES COLMEN SU DESEO.
El último recurso y remedio más eficaz, al qué solo debemos recurrir en último término, cuando nin-
gún otro medio ha surtido efecto, es permitir a los amantes que estén juntos y disfruten uno del otro.
“El remedio más eficaz es que el amante goce de su amada”, dice Guaineri. El mismo Esculapio no
encuentra mejor remedio para esta enfermedad, “que dejar que los enamorados satisfagan sus
deseos.”
Tal es el tratamiento específico: sangrarles en la vena “himenea”, pues el amor es una pleuresía y, si
es posible, mejor que sea así.
Arculano sostiene que se trata de la más rápida y mejor cura. Es éste el último precepto de
Savonarola, y un remedio primordial e infalible, el último, único y más seguro recurso.
Cuando ya lo habéis intentado todo, dice Avicena, “no hay cura más rápida ni más segura que unir a
los dos amantes según sus deseos y anhelos, conforme a la costumbre y la ley; de tal modo hemos visto
a este paciente, que había languidecido hasta quedarse en la piel y los huesos, recuperar su salud en un 153
instante tras satisfacer su deseo: no tenía ya motivos para estar descontento; y, aunque nos pareció
extraño en principio, concluimos que, en tales casos, se ha de obedecer a la Naturaleza”.6
n
6 Ibid. Segunda Sección. Miembro V. Subsección: La última y mejor cura para la melancolía amorosa es per- t
mitirles ver su deseo satisfecho. p. 223.
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la aparición
de la sexualidad*
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Juan Tenorio
y Giacomo
Casanova:
momentos
del paradigma
fáunico
E rc o l e L i s s a rd i
173
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El extraordinario esfuerzo de revi- De Rougemont y Singer se interesan más por
los mitos y las leyendas y las obras literarias de
sión de la propia historia cultural difusión masiva (de Tristán e Isolda y los trovado-
res del amor cortés a Romeo y Julieta pasando por
que se produjo en Europa a lo largo Dante, Bocaccio y Petrarca y saltando después al
revival del paradigma durante el Romanticismo,
de los siglos XIX y XX condujo etc) mientras que Le Brun analiza las formas más
radicales del amor, concentrándose en el misticis-
–entre otras muchas cosas– al inten- mo cristiano de San Agustín a Fénelon y termi-
nando con las clases que Lacan le dedica a las tra-
to de fijación de lo que podríamos gedias de Paul Claudel en el Seminario La
Transferencia y a la noción de Goce –particular-
llamar el paradigma amoroso, es decir: mente entre los místicos cristianos– en el
Seminario Encore.
una tradición, una sucesión de figu- No voy a abundar acerca del paradigma amoro-
so, todos conocemos más o menos su substancia y
ras que a lo largo de la historia de sus figuras, y sobre todo sabemos la fuerza con que
a lo largo de la historia de Occidente sus valores han
Occidente encarnan en toda su pure- modelado a las personas en su búsqueda de objetos
de amor ya sean inmanentes o trascendentes.
za la idea del amor exclusivista y
Lo que me interesa es señalar la existencia de
otro paradigma cuyo itinerario hasta donde yo sé
trascendentalista, funcionando así
aún no ha sido trazado, y que es, por consiguiente, en
como un ejemplo, como un espejo en tanto tradición con una lógica y una coherencia
propias, culturalmente invisible. Ese otro paradig-
174 ma, al que propongo denominar paradigma fáunico,
el que debieran de aspirar a reflejar-
ha sido rechazado y reprimido –tanto como el
n
se las almas nobles. paradigma amoroso ha sido fomentado– por las
instituciones sociales –por la Iglesia en particular,
pero no menos por el Estado y sus leyes. No por
á
El amor y Occidente de Denis de Rougemont, de eso ha dejado de configurar el paradigma fáunico
1938, La naturaleza del amor de Irving Singer, de (también desde los griegos en adelante) una alter-
c
1966, y El amor puro de Platón a Lacan de Jacques nativa –clandestina durante largos períodos pero
a Le Brun, de 2002, testimonian el esfuerzo por eficiente– a la hora de seleccionar el sujeto sus opciones
establecer ese paradigma, señalando todos ellos, –para decirlo en términos de marketing.
t por supuesto, a El banquete de Platón como la ins- Permítanme provisoriamente definir al para-
tancia fundadora del paradigma. digma fáunico de manera puramente negativa, en
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E r c o l e L i s s a r d i
diametral oposición respecto del paradigma amo- estaba estampada sobre todo tipo de objetos de
roso, dejando para más adelante la determinación uso cotidiano, y muy especialmente en los pro-
en términos positivos de sus contenidos. Por pios del gineceo: desde una fuente de jardín a un
ahora diremos entonces sencillamente que el frutero de cerámica, un candelabro, una moneda,
paradigma fáunico no predica ninguna trascen- el reverso de un espejo o un cofre donde se guar-
dencia y ninguna exclusividad. dan objetos íntimos o valiosos (Alcibíades en El
Antes de comenzar a señalar los momentos de banquete hace referencia a un cofre con forma de
ese paradigma, una observación metodológica: sátiro). Y esas representaciones podían mostrarlos
solamente consideraremos figuras que encarnen en cualquier actividad, desde la vendimia a la
al paradigma fáunico para toda una época, para guerra y desde los juegos infantiles a las tareas
toda una sociedad o para toda una civilización. domésticas y a la abierta fruición sexual, copulan-
do o simplemente masturbándose.
* * * De la misma forma estaban presentes conti-
nuamente en el habla cotidiana: cada vez que se
Las primeras figuras míticas en que encarna el hablaba de sexo –y entonces el tema era tan recu-
paradigma fáunico –los sátiros griegos y sus equi- rrente como ahora– no faltaba algún motivo para
valentes latinos, los faunos– son originarias del mentar a los sátiros. Lamentablemente en la
universo de los ritos de fertilidad, y están clara- Grecia Clásica pocos poetas o eruditos se moles-
mente destinadas a representar la potencia sexual taban en recoger la bagatela del habla cotidiana.
en tanto avidez insaciable e indiscriminada. Nada Apenas los escritores de comedias lo hacían. En
más lejano de la atmósfera impoluta de la acade- las Tesmoforias de Aristófanes hay un pasaje que
mia platónica. A lo largo de la Antigüedad esas muestra a las claras de qué se trataba al mentar a
figuras evolucionan alejándose del universo ritual los sátiros. El delicado Agatón (el mismo de El
y acercándose al del puro placer, individual y pri- banquete de Platón) explica a un pariente de
vado, que es el propio del paradigma fáunico. Eurípides que “un poeta, según las piezas que va
Para comprender la naturaleza de estas figuras a escribir, así debe comportarse. Si uno escribe 175
míticas es necesario alejarse de la versión esque- tragedias de tema femenino, su cuerpo debe par-
mática y pudibunda que de ellas dan los manuales ticipar de las maneras femeninas”; el pariente, ni
n
y las enciclopedias al uso, que los presentan exclu- corto ni perezoso le pregunta “¿entonces cabalgás
sivamente como figuras votivas vinculadas a los (se sobreentiende que sobre un sexo masculino)
á
cultos y a los ritos de Dioniso y de Baco. cuando escribís una Fedra?”, a lo que el poeta res-
Lejos de ser así, la vida cotidiana de los grie- ponde “lo que no poseemos la imitación nos c
gos estaba saturada por la presencia de esos ver- ayuda a conseguirlo”; entonces el pariente dice
daderos demonios de la concupiscencia que eran “entonces cuando escribas una de sátiros llama- a
los sátiros. Su figura híbrida me que te ayudo con la verga dura por detrás”.
–humanos con orejas puntiagudas, cuernos en En el imaginario griego los sátiros son una t
la frente, pata de cabra y apéndice caudal equino– fuerza de la naturaleza siempre dispuesta a la
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Juan Tenorio y Giacomo Casanova: momentos del paradigma fáunico
cópula. Son bisexuales, como sus inventores, pero excitar directamente el deseo en el que lo contem-
a lo bestia, o sea, ignorando los protocolos y regu- pla. Obras maestras en esta tendencia al realismo
laciones del Deseo que respetaba el ciudadano son el Sátiro en reposo de Praxíteles y, ya desver-
griego. Representan la disponibilidad perpetua, gonzadamente, el justamente famoso Fauno
la avidez perpetua, el Deseo perpetuo, la erección Barberini.
perpetua. Se los invoca en ese sentido: para decir
del que incurre en excesos sexuales que es un sáti- * * *
ro, o de una libidinosa que lo que necesita es un
sátiro, o para motivarse encomendándose a esa Rancio anticlerical como soy –a la manera que
representación de la potencia sexual sin límite. sabían serlo mis mayores, los montevideanos del
Hércules es la fuerza, Apolo la belleza , el sátiro es medio siglo– confieso que me costó, de tan evi-
la potencia: a cada cual se lo invoca en la vida dente que es, comprender cuál fue la encarnación
cotidiana en el momento adecuado. dominante del paradigma fáunico durante la
Estos homúnculos animalescos lo que señalan Edad Media y el Renacimiento. Mi perspectiva
es la dimensión animal de lo humano, la oscura era sencilla: la Edad Media y el Renacimiento –me
raíz animal del deseo. La civilización griega no decía– es el momento (¡mil añitos!) en que la
desprecia, como lo hará luego la cristiandad, esa Iglesia alcanza el máximo de su control sobre la
dimensión animal de lo humano. El platonismo vida cultural de Occidente, el pecado de la carne
es ciertamente sólo uno de los costados de la civi- es el enemigo número uno de la salvación (sea
lización griega. esta lo que sea), por consiguiente el paradigma
Los sátiros son miríadas. Se representan nor- fáunico entra en eclipse total, el que florece
malmente desnudos e itifálicos. Son sensuales, durante este período es precisamente el otro para-
borrachines, juguetones –y además, según digma, el platónico, el paradigma amoroso, san-
Eurípides, embusteros y cobardes. Son anónimos, cionado por la cristiandad como el preferible.
ya que lo que justifica tener un nombre es ser el Y sin embargo el candidato estaba a la vista.
176 titular de un discurso y los sátiros no tienen dis- La figura que en ese extenso período encarna al
curso porque la avidez sensual es la parte animal paradigma fáunico es precisamente ese personaje
del hombre, y los animales no hablan. De muy que la Iglesia inventa para que como gran
n
pocos sátiros conservan la tradición o la literatura Seductor y gran Tentador nos incite a caer en el
una anécdota y, por consiguiente, un nombre. peor de los pecados, el pecado de la Carne; me
á
Cuando asumen alguna forma de protagonismo refiero, por supuesto, a Satanás, que recibe al ser
c –como parte del cortejo de Dioniso o en las come- investido, a manera de distintivo nada menos que
dias satíricas– su actuación es coral, colectiva, en los detalles que caracterizaban al fauno: orejas
a rebaño. puntiagudas, cuernos, patas de cabra y rabo. El
A lo largo de la Antigüedad el sátiro y luego el susurro rasposo y caliente de Satanás ¿acaso sólo
t fauno latino fueron evolucionando en su repre- promovía la autorrepresión?, ¿no promovía tam-
sentación hacia un naturalismo cuya intención es bién allá en lo profundo del almita el deseo de
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E r c o l e L i s s a r d i
ceder golosa y culposamente a las tentaciones? voracidad sexual en toda su potencia, como en la
Pregúntenle nomás a San Antonio. Cuenta la antigüedad, sino la vaga e inconsistente nostalgia
leyenda que San Antonio resistía, pero sin duda de un mundo natural, de una arcadia, de una
que no toda la feligresía tenía su temple, ni sus edad de oro que existió alguna vez, antes de que
ganas de resistir. se desencadenara la opresión progresiva del pro-
Creo que para alguien más versado que yo en ceso civilizatorio.
teología y en cultura medieval sería relativamen-
te sencillo desarrollar el punto. Yo aquí me limito * * *
a hacer notar que con la incorporación de esta
nueva figura el paradigma fáunico sigue sin dis- De manera que, en el umbral de la Modernidad,
curso, aunque por razones diferentes a lo que el paradigma fáunico tuvo que encontrar una
sucedía con los sátiros y los faunos en la nueva encarnación. La encontró en la España
Antigüedad. La Iglesia, policía de todos los dis- Barroca. Esa figura es Don Juan.
cursos durante estos largos períodos, no se dedi- Si bien el mito de Don Juan nace en España a
caba precisamente a divulgar ni a permitir la principios del siglo XVII se convierte de inmedia-
divulgación de los argumentos de su Demonio. to en un mito europeo, con una velocidad de difu-
sión que sólo puede alcanzar algo que ha sido
* * * larga e impacientemente esperado. Goldoni decía
que para los cómicos de su época, tan seguro era
Con el Renacimiento y el retorno de la cultura el éxito de la representación de cada nueva ver-
pagana –retorno filtrado, tamizado por la ideolo- sión de Don Juan, que creían que el personaje
gía cristiana– los duendes grecolatinos de la tenía un pacto con el diablo. Ninguna figura míti-
sexualidad retornan, pero ya no para consumo ca de la Modernidad consiguió una difusión tan
popular sino para consumo exclusivo de paladares amplia y tan profundamente arraigada, ni siquie-
delicados, elitistas y culteranos. Profundizando el ra Don Quijote, o Fausto, o Robinson Crusoe.
costado juguetón e inocente del modelo clásico, Entre los siglos XVII y XX centenares y centenares 177
los faunos de la Modernidad –de Rubens a de obras de teatro, óperas, operetas, cuentos,
Mallarmé y Debussy– son faunos completamente novelas, telenovelas, películas, ensayos, etc etc
n
estetizados, edulcorados, inofensivos, domestica- etc, retoman y reelaboran y reinterpretan al per-
dos, son faunos ya no de selva agreste sino de jar- sonaje y a su peripecia. De hecho es difícil encon-
á
dines de ensueño, son faunos de peluche, pasteu- trar en toda la historia de la cultura universal un
rizados, representaciones dirigidas a las élites protagonista y un asunto que hayan dado ocasión c
sensibles y cultas, primero de la aristocracia y a una tradición más difundida y rica que la que
luego de la burguesía, meros bibelots para vitri- lleva por titular a Don Juan. a
nas frente a las que las damas se sonrojan y los Se supone que Don Juan encarna el abomina-
caballeros se aclaran nerviosos la garganta antes ble vicio de la voracidad sexual, vicio que debe t
de espetar alguna trivialidad. Ya no expresan la ser castigado. No en vano es un fraile –un tal
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Juan Tenorio y Giacomo Casanova: momentos del paradigma fáunico
Gabriel Téllez, emboscado tras el seudónimo Entre las innumerables versiones de Don Juan (de
“Tirso de Molina”– el que primero transforma la Molière a Byron y a Musset y a Pushkin, y de
leyenda en representación escénica. Pero aún Tolstoi a Rostand y a Zorrilla y a Apollinaire y a
entre católicos y en plena Contrarreforma es Bernard Shaw) sin duda que la más notable es la
difícil de hacer tragar que la tal avidez sexual de Mozart y Da Ponte. Kierkegaard en su estudio
merezca un gran castigo (la aficción a las faldas de lo que llama El erotismo musical sugiere que la
de por sí no le hubiera granjeado a Don Juan razón de esta superioridad radica en que Don
más que guiñadas cómplices). De manera que el Juan representa la “genialidad erótico–sensual”,
tal Téllez hace de Don Juan, presuntamente la cual sólo puede ser expresada en toda su poten-
como consecuencia de su gula sexual, un estafa- cia por medio de la música. En Don Giovanni,
dor y un asesino, con lo cual se alcanza, de con- pues, se encuentran un tema y un medio de
trabando, ahora sí, el umbral razonable de casti- expresión que estaban mutuamente predestina-
gabilidad. dos con el artista que podía llevar a cabo esa
Aparentemente. Porque el éxito, el interés fusión.
inextinguible, la fascinación del público por el De hecho, escuchando la ópera de Mozart
Burlador de Sevilla no se debían, por cierto a la uno se queda con la impresión de que Mozart
reprobación que despertaría la maldad de Don quiso, a través de la música, darle la palabra a
Juan sino a que encarnaba gloriosa y furiosamen- aquel a quien le estaba vedada. Porque efectiva-
te el espectáculo del apetito sexual en cuanto mente, tal como los sátiros, y como los faunos, y
fuerza incesante e incontenible. Es más, la maldad como el hermano Satanás, Don Juan carece de
misma de Don Juan se convierte en un nuevo atri- discurso. El Don Juan original, el de Tirso, fun-
buto fascinante, y, subliminalmente, en un ele- ciona veladamente como un tribunal en el que se
mento clave de su éxito: en efecto, esa fuerza de la juzga al burlador y en el que el acusado nunca
naturaleza es tan incontenible que, de ser necesa- tiene la palabra. Así funcionan, por supuesto, los
rio, para lograr su objetivo ignora e infringe las tribunales de la intolerancia. Es cierto que en la
178 leyes de Dios y las de los hombres. Extremo que tradición de cientos de donjuanes que seguirán
constituye, precisamente, la fantasía íntima que al de Mozart no faltarán todo tipo de discursos
apenas se atreven a confesarse los integrantes de en pro y en contra más o menos explícitos, pero
n
una sociedad cada vez más sofocantemente regu- los discursos en contra serán siempre la gran
lada. No deja de haber una cierta justicia poética mayoría, y los discursos a favor serán, cuando
á
en que fueran precisamente los aparatchik de la mucho, discursos defensivos, nunca de clara y
c represión sexual los que produjeran –involunta- franca autolegitimación.
riamente– el símbolo popular de la imbatibilidad
a del deseo. El camino de la represión está sembra- * * *
do de este tipo de paradojas.
t El Don Giovanni funciona como una especie de
* * * parteaguas en la historia del mito de Don Juan.
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E r c o l e L i s s a r d i
Antes, florecían las versiones, después abundan xión, largamente por encima de sus contemporá-
las interpretaciones, que normalmente toman neos. En el terreno puro y duro de los argumentos
como referente a la ópera de Mozart. me quedo con el pasaje en el que demuestra que lo
El puntapié inicial en el empeño de reflexión que el paradigma amoroso tiene de superior al fáu-
psicoanalítica que acosará largamente a Don Juan nico es que el placer que obtiene Werther es de
lo había dado E.T.A. Hoffmann (en 1813, apenas
un cuarto de siglo después del estreno de la ópera
de Mozart) en su híbrido de cuento y ensayo Don
Juan. Aventura fabulosa ocurrida a un viajero entusias-
ta (entusiasta de la música de Mozart, se entiende).
Su interpretación, sin fundamento objetivo
alguno, mero receptáculo de la fértil fantasía de
Hoffmann, propone que, corriendo de una mujer
a otra, Don Juan persigue la realización del Ideal,
y no lográndola, se rebela, convirtiéndose enton-
ces la seducción de las virtuosas en una forma de
vengarse del Creador y de su mundo. La inter-
pretación de Hoffmann tiene el mérito de seguir
consiguiendo adeptos (espíritus románticos) casi
doscientos años después de formulada.
Stendhal, un cultivador y estudioso del para-
digma del amor–pasión, en el capítulo 59, titulado
Werther y Don Juan, de su libro Del amor llega a con-
clusiones bastante similares a las de Hoffmann al
interpretar a Don Juan: según él a la saciedad
siguen el tedio y la decepción, hasta que no queda 179
otro goce que sentir el poder y hacer abiertamente
el mal por el mal. A pesar de semejante afirmación,
n
Stendhal termina concediendo que no es posible
demostrar en el papel la superioridad de uno de
á
los paradigmas, el amoroso o el fáunico, el werthe- calidad superior al que obtiene Don Juan. Puede
riano o el donjuanesco, y que la opción es algo que que tenga razón, pero el placer de Werther, como c
cada uno resuelve en la intimidad. El mero hecho bien sabemos, es un placer envenenado. Como
de plantear la oposición del paradigma amoroso y queda claro leyendo a Stendhal, el placer werthe- a
el fáunico como una cuestión meramente existen- riano es de cuño netamente masoquista: “los goces
cial y no metafísica (Bien y Mal, Virtud y Pecado) del amor –dice– están en razón directa con el temor t
pone a Stendhal, también en la lucidez de refle- que se experimenta”.
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Juan Tenorio y Giacomo Casanova: momentos del paradigma fáunico
Freud, que era un verdadero conocedor de las consciente, rebelde y transgresor, lanzado en
óperas de Mozart, no incurrió en la tentación de busca de su placer; el cobarde y miedoso
psicoanalizar a Don Juan. Se limitó a rozar el tema Leporello encarnaría al sentimiento de culpabili-
del donjuanismo. Me parece particularmente dad de Don Juan consecuencia de no haber segui-
interesante la observación que hace en el escrito, do los designios del orden, de la cultura, del
de 1921, Sobre algunos mecanismos neuróticos en los padre; finalmente el Comendador (padre que
celos, la paranoia y la homosexualidad, donde evalúa vuelve desde la tumba) representaría el deseo de
un cierto donjuanismo propio de las costumbres Don Juan de ser castigado por sus transgresiones
sociales de su tiempo. Freud dice que se trata de (deseo que, por lo demás, se realiza ampliamen-
un “juego” cuya finalidad sería “purgar y neutra- te). Siguiendo esta veta la conclusión sería que el
lizar la innegable inclinación a la infidelidad”. De atractivo y el éxito de la saga donjuanesca se
ahí a postular –utilizando nuestra terminología– debería a la generalizada identificación con los
que el paradigma amoroso es otro (quizá el prin- sentimientos de culpa y los deseos de castigo vin-
cipal) de esos mecanismos destinados a neutrali- culados a la figura paterna. Muy interesante.
zar la voracidad sexual, y que el único paradigma Lacan, por su parte, reflexionó largamente
que en realidad da cuenta de la erótica humana sobre el mito de Don Juan –a partir del referente
es el fáunico, hay un solo paso que Freud prefiere mozartiano, que le parece el culminante. Se
no dar. encuentran trazas de esa reflexión en seminarios
Los acólitos del Maestro siguieron sendas más de los años cincuentas, sesentas y setentas. Como
creativas (en el sentido de más fantasiosas). Kierkegaard deja de lado aspectos psicosociológi-
Marañón, por ejemplo, se dedicó a divulgar la cos de Don Juan y asume su dimensión mítica,
habladuría santurrona y envidiosa (sin funda- concentrándose en explicar por qué Don Juan es
mento alguno, por supuesto) según la cual el tal un mito femenino. Para Lacan La Mujer, con
Don Juan es en realidad macho de “virilidad mayúsculas (o sea ese constructo cultural al que
débil, o equívoca”, agregando que su sexualidad llamamos en abstracto La Mujer) no existe. Que
180 es “vacilante”, y que el “hombre verdadero, o La Mujer exista, dice, es un sueño de mujer. Es
varón perfecto” no es donjuán. De ahí a decir que algo que cada mujer elabora, construye. En el
Don Juan es en realidad homosexual (interpreta- mito de Don Juan se sintetiza, se dramatiza la
n
ción frecuente aún hoy) hay sólo un paso que construcción de esa identidad. Don Juan, dice, es
Marañón –concedámoslo, a su pedido– no dio, un fantasma femenino que colma un anhelo feme-
á
pero que muchos de sus lectores sí dieron en su nino. Y lo colma porque es precisamente ese hom-
c nombre (aportándole así al predicador sexual y bre para el que La Mujer, esa abstracción, sí exis-
todólogo la poca sobrevida que le va quedando). te. Para Don Juan no existen las mujeres concretas
a No menos fantasiosa –y muy en línea con la en su singularidad sino que existe la femineidad,
ideología represiva del original de Tirso de el odor di femina. Una puede, por consiguiente,
t Molina– es la interpretación que hace Otto Rank. dice Lacan, estar absolutamente segura de su
El personaje de Don Juan representaría al yo deseo, de ser el objeto en el centro de su deseo, y
e
E r c o l e L i s s a r d i
de que a causa de ninguna otra puede perderlo Giovanni, la nueva encarnación comenzaba a ges-
–puesto que las desea a todas. Y una puede cons- tarse cuando Giacomo Casanova decide escribir
truir esa Mujer en sí misma a partir de mimeti- sus memorias. Y conste que cuando digo “en el
zarse con ese objeto de deseo –la Mujer, con mismo momento” estoy siendo muy preciso. Pero
mayúsculas– de Don Juan. En otras palabras: se esa es otra historia, apasionante y novelesca, que
desea a Don Juan porque se desea su objeto de no cabe en los límites temporales de esta lectura.
deseo. Lo esencial del mito femenino de Don Juan El mito de Casanova nace durante su vida como
es que, sin distinciones, las posee una por una y a leyenda –o como fuente inagotable de chismes–,
todas (como dice Don Giovanni purché porti la pero es sólo en 1822, veinticuatro años después de
gonnella, o sea, basta con que lleve faldas). Puede su muerte, al publicarse por primera vez sus
hacer una lista y contarlas: y al hacerlo las inclu- Memorias, que comienza a tomar las dimensiones
ye en el círculo de la identidad. que hoy le conocemos. A lo largo del siglo XIX fue
Es claro que el mito de Don Juan sintetiza, dra- famoso como libro de circulación clandestina. Ya
matiza el proceso de acceso a la imago Mujer. para 1870 Severino, el protagonista de La Venus de
Haciéndolo permite comprender las formas con- las pieles, colocaba a las Memorias del veneciano en
cretas en que ese proceso de apropiación del el Olimpo bibliográfico, codeándose con sus
deseo del otro se da en la realidad. Por ejemplo: si Homeros y sus Shakespeares.
no hay a mano nada que se parezca a un Don Juan El mito se desarrolla vigorosamente a partir de
se lo puede construir imaginariamente, o se lo comienzos del siglo XX. Es por entonces que se
puede buscar en las miradas de quienes no se populariza la expresión “un casanova”, sinónimo
parecen en nada a un Don Juan (de ahí la etapa de la anterior “un donjuán”. Desde entonces las
“lolita” de las niñas). versiones e interpretaciones se suceden, pero
La necesidad femenina del mito de Don Juan, toman un impulso especial a partir de 1960, fecha
que Lacan deduce, se suma a la necesidad mascu- de la biografía de Rives Childs, que sigue siendo
lina del mito (por demás obvia puesto que se de referencia. Esa es también la fecha de la prime-
trata del reverso de la femenina: el mito de Don ra edición fiel de las Memorias –todas las anterio- 181
Juan permite al hombre acceder al deseo de lo res, a lo largo de un siglo y medio, habían sido
femenino en sí, más allá de las mujeres concretas, amputadas, pulidas o mejoradas. Las versiones
n
deseo que es fuente de potencia). Y ambas expli- cinematográficas y televisivas se suceden y en
can la diseminación incontrolable del mito apenas 1997 le llega al gran seductor el visto bueno femi-
á
concretado. nista al publicarse Casanova, el hombre que realmen-
te amaba a las mujeres, de Lydia Flem. c
* * * Ese visto bueno era previsible, porque esta
nueva encarnación de la voracidad fáunica era a a
En el mismo momento en que la encarnación don- la vez la antítesis de Don Juan. En ninguna de las
juanesca del paradigma fáunico alcanzaba su 132 conquistas que confiesa en las miles de pági- t
suprema expresión con el estreno del Don nas de sus Memorias Casanova recurre al engaño
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Juan Tenorio y Giacomo Casanova: momentos del paradigma fáunico
ni a la violencia. Antes bien lo caracteriza la fili- políticas de represión sexual de la Iglesia. Fue
grana de sutilezas y generosidades que emplea escrito por otros, por el Poder. Casanova, por el
para conseguir sus objetivos: no deja en sus bene- contrario, se escribe, se inventa a sí mismo, es el
ficiadas más que buenos recuerdos, ninguna producto de su íntima compulsión de revisar su
Elvira lo persigue escupiendo bilis, y hasta se per- vida, para presentarla como un evangelio de la
mite quebrar alguna lanza por los derechos de las felicidad en la Tierra. Atrincherado en su refugio
mujeres. del Castillo de Dux, como Proust en su habitación
En tanto encarnación del paradigma fáunico el hermética, parte en busca de los años dorados de
mito de Casanova introduce notables variaciones. la Europa prerrevolucionaria como Proust partirá
En primer lugar: si los sátiros, los faunos y hasta en busca de la Francia de la preguerra, la de la
el mismo Satanás estaban hechos de la materia Belle Époque.
con que están hechos los sueños, por el contrario Después de Casanova, la ecuación muje-
en la Modernidad el mito necesita de la garantía res–memoria–escritura seguirá siendo el eje en
de la realidad. Don Juan estaba basado en un per- torno al que gire el universo de la faunidad.
sonaje real (el conde de Villamediana o Juan de
Austria según se siga a Marañón o a Américo * * *
Castro), que se desvanece hasta casi borrarse a
medida que el mito cobra fuerza. Con el mito de Al comienzo de este artículo les proponía que
Casanova sucede algo similar, aunque el mito dejáramos para más adelante el intento de alcan-
nunca consigue despegarse del personaje real de zar una definición del paradigma fáunico en tér-
cuya memoria (e imaginación) se ha nutrido. minos positivos –ya no en tanto opuesto al para-
En segundo lugar, una novedad decisiva: con digma amoroso.
la aparición de las Memorias de Casanova la fau- Pues bien, éste sería el momento de tocar el
nidad toma la palabra. Esta es en mi opinión la tema, una vez que hemos dejado claro que es a
novedad radical del libro de Casanova: por pri- partir de Casanova que el fauno habla por sí
182 mera vez es expuesta, de pe a pa y en todo su mismo y declara su propio evangelio.
regocijo y esplendor, la esencia de la faunidad Un intento de definición precisa de los conte-
desde la faunidad misma. Más aún que los hechos nidos del paradigma fáunico debe comenzar
n
de su vida es el don de la escritura lo que convir- necesariamente allí donde su discurso aflora por
tió a Casanova en la segunda encarnación del primera vez y en toda su pureza, o sea interro-
á
paradigma fáunico en la Modernidad y en la pri- gando a la obra monumental de Casanova. Para
c mera voz de la faunidad. Ya nadie habla por el esa tarea no hay mejor herramienta que el libro
fauno: a partir de Casanova el fauno habla por sí casi secreto y genial que el húngaro Miklos
a mismo y declara su propio evangelio. Sin la Szentkuthy publicó a fines de los años treinta, en
explosión de la escritura en su vejez Casanova, el que interpreta el pensamiento y la actitud vital
t como tantos aventureros y seductores, hubiera de Casanova tal y como se evidencian en las
sido olvidado. Don Juan fue el producto de las Memorias.
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