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Cruells 2015

Este documento presenta el capítulo 2 de una tesis doctoral sobre la teoría de la interseccionalidad política. Brevemente resume el origen del término interseccionalidad en 1989 y su desarrollo posterior en múltiples disciplinas. Luego, revisa las perspectivas de ocho autoras clave sobre la teoría de la interseccionalidad y concreta la perspectiva que guiará la tesis. Finalmente, adelanta que el siguiente capítulo se centrará en explicar el concepto de "interseccionalidad política" y cómo entra en agendas polí

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Cruells 2015

Este documento presenta el capítulo 2 de una tesis doctoral sobre la teoría de la interseccionalidad política. Brevemente resume el origen del término interseccionalidad en 1989 y su desarrollo posterior en múltiples disciplinas. Luego, revisa las perspectivas de ocho autoras clave sobre la teoría de la interseccionalidad y concreta la perspectiva que guiará la tesis. Finalmente, adelanta que el siguiente capítulo se centrará en explicar el concepto de "interseccionalidad política" y cómo entra en agendas polí

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Doctorat en Polítiques Públiques

i Transformació Social
Institut de Govern i Polítiques Públiques
de la Universitat Autònoma de Barcelona

LA INTERSECCIONALIDAD
POLÍTICA:
TIPOS Y FACTORES
DE ENTRADA EN LA AGENDA
POLÍTICA, JURÍDICA Y DE LOS
MOVIMIENTOS SOCIALES

Tesis doctoral: Marta Cruells López

Directora: Emanuela Lombardo


Tutor: Joan Subirats

Barcelona 2015
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

2 LA TEORÍA DE
LA INTERSECCIONALIDAD
2.1 Presentación

ste capítulo expone en conjunto una revisión crítica de la teoría de la inter-

E seccionalidad. Para ello, el capítulo se organiza en dos grandes apartados. En


el primer apartado se incluye una explicación del origen de esta teoría y de su
desarrollo, así como de la concreción del tipo de perspectiva interseccional que va
a guiar esta investigación. En concreto, me detendré en este apartado a revisar bre-
vemente los orígenes de este concepto teórico. Veremos que a pesar de que la fecha
oficial en la que surge este concepto se sitúa en 1989, la perspectiva interseccional
ya se aplicó en algunos estudios teóricos previamente a este momento. En las subsi-
guientes décadas su desarrollo ha sido intenso y se ha extendido a un buen número
de disciplinas teóricas. Para poder captar todo este desarrollo expondré una revisión
crítica de los enfoques y definiciones del concepto de interseccionalidad que nos ofre-
cen ocho autoras clave: Kimberlé Crenshaw, Patricia Hill Collins, Leslie McCall, An-
gie-Mary Hancock, Sylvia Walby, Laurel Weldon, Nira Yuval-Davis y Myra Marx Ferree.
Se han seleccionado estas autoras porque en conjunto permiten recoger las tenden-
cias y debates fundamentales que se han desarrollado alrededor de la teoría de la
interseccionalidad desde su inauguración hasta día de hoy. Finalmente, el apartado
cierra con una propuesta concreta de cómo entender este concepto y de cómo lo uti-
lizaré a lo largo de la presente tesis. Para concretar la perspectiva interseccional que
se adoptará en esta investigación retomo aquellas tensiones más relevantes que han
acompañado al desarrollo de esta teoría y clarifico mi posicionamiento sobre ellas.

El segundo apartado, lo dedicaré a ofrecer una aproximación ya más detallada al


concepto de ‘interseccionalidad política’, que es el foco de esta tesis. Debida su cen-
tralidad, este apartado es más extenso e integra varias subsecciones. En la primera
de ellas, se clarifica que principalmente este concepto refiere a cómo la desigualdad
interseccional se toma en consideración por las agendas y prácticas políticas, legis-
lativas y académicas. La segunda sección, entra ya a ofrecer una revisión acerca de
cómo entra el enfoque interseccional en el ámbito de las políticas públicas, el derecho
y en la acción colectiva de movimientos sociales a lo largo de las últimas décadas. Fi-
nalmente, la tercera subsección la dedico a revisar los estudios cuyo objetivo ha sido
clarificar qué condiciones son las que más pueden favorecer la entrada de la intersec-
cionalidad en estas agendas y prácticas políticas y jurídicas.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 33
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Para terminar, el capítulo cierra con unas conclusiones en las que se resumen los as-
pectos más relevantes de todo este apartado teórico y su relación con el análisis de los
casos estudiados en esta investigación, los cuales abren el siguiente capítulo.

2.2 Origen, desarrollo y concreción


de la perspectiva interseccional
2.2.1 Origen del término interseccionalidad
El término ‘interseccionalidad’ se ha establecido dentro del ámbito académico como
aquel que indica la relación y articulación entre las desigualdades sociales y aparece
en 1989 en el artículo publicado por Kimberlé Crenshaw en EEUU Demarginalising the
intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist
Theory and Antiracist Politics.

No obstante, aunque esta sea la fecha oficial en la que aparece el término, la preocu-
7
pación y existencia de análisis en este mismo país, así como en otros países, en torno
a la articulación entre diferentes desigualdades es previa. Autoras feministas america-
nas como bell hooks (1981), Angela Davis (1981), Moraga y Anzaldúa (1981), Lugones y
Spelman (1983), entre otras, o voces provenientes de los movimientos sociales como el
grupo Combahee River (1977) manifestaron y analizaron la diversidad del grupo mu-
jeres y cómo sus experiencias de desigualdad social y política se construían tanto en
función de la desigualdad de género como de la raza, la clase social y/o la orientación
sexual. Paralelamente, en Europa, en la década de los 80, podemos observar que existe
también esta preocupación y varios análisis sobre cómo se articulan las desigualdades.
En Gran Bretaña, surgen varias obras en las que se introduce fundamentalmente la
relación entre etnicidad, clase y/o género para entender el modo en que se produce la
estratificación social en la sociedad británica (Yuval-Davis y Anthias 1983; Lewis 1985;
8
Gilroy 1987 ). Fuera de la tradición anglófona en la que la raza/etnicidad tuvo un papel
clave, en los países nórdicos, y otros como Alemania, Rusia o España destaca en mayor
medida el análisis conjunto de las relaciones entre clase y género. Las revisiones que
ofrecen autoras como Lutz et al.(2011), Lykke (2011), Platero (2011) o Carbin y Edenheim
(2013) de los análisis realizados en la década de los 80 en estos países europeos inciden
precisamente en este predominio de la clase y el género, aunque también apuntan a
que se puede encontrar algún estudio acerca de la relación entre género y etnicidad.

7. Es de interés, en esta dirección, la distinción que propone Nina Lykke (2011) entre aquellos es-
tudios previos a la obra de Crenshaw donde se analiza de forma implícita la intersección entre
desigualdades y los estudios posteriores en que dicho análisis se lleva a cabo de forma explícita,
o incluso bajo otros términos.
8. Para una revisión de estas obras y de otras publicadas en esta misma década en UK y principios de
los 90, véase Brah y Phoenix (2004).

3 4 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Posteriormente, desde los años 90 hasta hoy, el debate y consecuentes publicaciones en


torno a la interseccionalidad han crecido exponencialmente. La interseccionalidad ha
9 10
viajado a través de múltiples disciplinas académicas y contextos , se ha convertido
en un debate central en distintos contextos nacionales, y en un contenido también
imprescindible de los cursos de grado, seminarios, conferencias en el campo de los es-
11
tudios de género, y de distintas revistas académicas (Davis 2008; Carbin y Edenheim
2013). Así es que a día de hoy se considera incluso a la teoría de la interseccionalidad
como un campo específico de estudio (Cho et al.2013).

Sin embargo, esta expansión del estudio sobre la interseccionalidad ha podido provo-
car también cierta confusión acerca de su contenido (Oleksy 2011; Choo y Ferree 2010).
Hay autoras que han descrito que el concepto se extiende de forma general como un
12
‘buzzword’ (Davis 2008; Nash 2008), de tal manera que mientras por un lado le permi-
te viajar rápidamente, por el otro lado su concreción puede variar significativamente.
De este modo, en su desarrollo a lo largo de estas dos últimas décadas surgen distintos
enfoques del concepto, dilemas asociados e intensos debates que se centran en clari-
ficar tanto su alcance, terminología y contenido en cuanto paradigma metodológico y
teórico, como sus impactos y su aplicación práctica en la acción colectiva, las políticas
públicas o el derecho (Lutz et al. 2011; Walby et al. 2012a; y Cho et al. 2013). Todo ello lo
expongo en las siguientes secciones de este capítulo teórico.

2.2.2 Contenido sustantivo y alcance


de la teoría de la interseccionalidad
El desarrollo de esta teoría, como acabo de mencionar, ha sido intenso y en él pode-
mos encontrar numerosas contribuciones relevantes. Sin embargo, debido a la ampli-
tud de autores/as y disciplinas que han incidido en dicho desarrollo, en las siguientes
páginas se llevará a cabo una revisión crítica de la mano de aquellas aportaciones que
a mi entender nos permiten captar en conjunto las tendencias y debates centrales en
esta teoría. Para ello se han seleccionado a ocho autoras, provenientes del ámbito del
derecho, la ciencia política, la sociología y la filosofía fundamentalmente.

9. Véase por ejemplo en filosofía (Young 1997; Walby 2009; Garry 2011), sociología (Collins 1998; Brah
y Phoenix 2004; Yuval-Davis 2006; McCall 2005; Ferree 2009; Choo y Ferree 2010) ciencia política
(Hawkesworth 2003;Verloo 2006; Weldon 2006; Hancock 2007; Squires 2008; Lombardo y Verloo 2010;
Bustelo 2009; Kantola y Nousiainen 2009; Hankivsky y Cormier 2011; Krizsan et al.2012), psicología
(Shields 2008; Cole 2009), Derecho (Crenshaw 1989; Makkonen 2002; Grabham 2009; Burri y Schiek
2009; Schiek y Chege 2009; Barrère y Morrondo 2011), o Literatura (Olesky 1994; Brah 1996).
10. Véase Knapp (2005) para un análisis detallado sobre cómo viaja este concepto desde EEUU hasta
Alemania, o Lewis (2013) para un análisis sobre el paso de este concepto desde EEUU hasta Europa.
11. Algunas revistas académicas en las que se han publicado volúmenes específicos o una gran can-
tidad de artículos sobre esta cuestión son; Signs, European Journal of Women’s studies, Social Poli-
tics, Hypathia, International Journal of Feminist Politics, o Women’s Studies International Forum.
12. Mantengo el original de esta palabra en el texto pues en varios escritos en castellano se usa
incluso en su lenguaje original. Su traducción seria ‘expresión en boga’ o ‘expresión de moda’.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 35
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

En un primer momento dedico mi atención a las aportaciones de Kimberlé Crenshaw


y Patricia Hill Collins, en cuanto nos ofrecen uno de los enfoques pioneros surgidos a
finales de los 80 y cuya influencia sigue vigente hoy día. En segundo lugar, me centro en
las otras seis autoras restantes -Leslie McCall, Angie-Mary Hancock, Sylvia Walby, Laurel
Weldon, Nira Yuval-Davis y Myra Marx Ferree-, cuyas aportaciones surgen más bien a
partir del año 2005 y reflexionan sobre el primer enfoque, lo matizan, y abren nuevos
debates de interés a recoger en esta investigación.

2.2.2.1 Interseccionalidad y grupos sociales


El enfoque pionero de la interseccionalidad, que ha tenido una alta repercusión sobre
el modo de aprehender este concepto, ha sido el de Kimberlé Crenshaw (1989, 1991). En
sus obras la autora analiza, por un lado, la ‘interseccionalidad estructural’ que indica
la experiencia de la desigualdad interseccional en la vida de las personas y los grupos
sociales. A partir del análisis de la experiencia de desigualdad vivida por las mujeres
13
afroamericanas Crenshaw muestra cómo estas mujeres se encuentran, a menudo ,
afectadas a la misma vez por la desigualdad de raza, género y clase social, en ámbitos
como por ejemplo el de la violencia (1991) o el laboral (1989). Su análisis concluye que
las experiencias de estas mujeres revelan como las estructuras de clase, raza y género
interactúan entre ellas y no son independientes unas de las otras.

Por el otro lado, la autora pone el foco en la ‘interseccionalidad política’ para analizar
cómo las estrategias políticas que se centran en una dimensión de la desigualdad aca-
ban marginalizando en sus agendas las soluciones sobre los efectos interseccionales de
la desigualdad. Bajo esta perspectiva, realiza en concreto una crítica al derecho antidis-
criminación estadounidense y a las estrategias políticas adoptadas históricamente por
las luchas sociales feministas y antirracistas que se centran en una sola categoría (ya
sea la raza, o el género), por no haber sido capaces de dar cuenta de la heterogeneidad
interna de los grupos sociales y de la intersección entre desigualdades. Por ejemplo,
respecto al derecho antidiscriminación estadounidense en su análisis de la sentencia
DeGraffenreit c. General Motors en la que cinco demandantes afroamericanas alegaban
una discriminación interseccional a la hora de ser despedidas por esta empresa, mues-
tra como la corte sólo permitió que las demandantes fueran protegidas en la medida en
que su experiencia de discriminación coincidiera o bien con la de las mujeres blancas
despedidas o bien con la de los hombres negros despedidos por esta empresa. Como
este no era el caso, sino que se las despidió por razón de género y raza a la vez, su causa
fue refutada (Crenshaw 1989). Respecto a las luchas antirracistas y feministas, Crenshaw
nos brinda otro ejemplo muy clarificador acerca de la actuación de ambos movimientos

13. A pesar de que el objetivo central en sus escritos es centrarse en la desigualdad interseccional,
la autora afirma que a veces la experiencia de desigualdad de las mujeres afroamericanas es similar
a las de los hombres afroamericanos, mientras que en otras ocasiones puede ser similar a la de las
mujeres blancas (1989).

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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

para presionar para que la Policía de la ciudad de Los Ángeles no recogiera datos sobre
la violencia de género sufrida por las mujeres afroamericanas. Los movimientos femi-
nistas presionaron para que no se recogieran esos datos porque querían visibilizar que
el problema de la violencia de género era un problema extenso que afectaba al conjunto
de mujeres y no solo a unos grupos en particular, y los movimientos antirracistas por-
que consideraban que ésta era una forma de estigmatizar todavía más a la población
afroamericana. El problema para Crenshaw es que finalmente la falta de datos sobre la
situación de las mujeres afroamericanas no permitía dar cuenta de la experiencia de
estas mujeres en concreto y establecer respuestas políticas más flexibles y adaptadas a
la diversidad interna de mujeres afectadas por el fenómeno de la violencia de género.

En definitiva, para la autora, invisibilizar la intersección entre raza y género puede pro-
vocar, por un lado, el desplazamiento hacia los márgenes de aquellos individuos y gru-
pos sociales cuya desigualdad tiene múltiples causas. Por el otro lado, puede provocar
también que las estrategias políticas de los movimientos antirracistas acaben ‘replican-
do y reforzando la subordinación’ por razón de género, al igual que los movimientos fe-
ministas acaben reforzando la subordinación por razón de raza (Crenshaw 1991, 1252).

Sus argumentos apuntan por consiguiente a una crítica a las concepciones reducidas de
la identidad grupal por parte de las diferentes estrategias políticas (de los movimientos
sociales o las políticas públicas), pero no tanto para anular las categorías identitarias,
sino más bien para hacerlas más complejas. Las identidades se construyen socialmen-
te pero tienen un significado en nuestro mundo para la autora, y suelen ser además el
espacio de resistencia y empoderamiento de muchos grupos sociales desaventajados.
Para Crenshaw, pues, el hecho de que las identidades se construyan socialmente no sig-
14
nifica que no exista ‘algo como “Negros” o “Mujeres”’ (1991, 1297) o que no haya que
organizarse políticamente alrededor de estas categorías identitarias. Más bien, para la
autora, de lo que se trata es de reconocer que la conformación identitaria de la agencia
de un grupo social es una coalición en la que interaccionan varias categorías. En este
sentido, propone que las estrategias políticas por la igualdad partan de una concepción
de la identidad más compleja.

Este enfoque de Crenshaw, que se fundamenta en el análisis de la posición social de


las mujeres afroamericanas, lo encontramos a su vez en la aportación de la activista
y teórica feminista negra Patricia Hill Collins (2009 [1990]), cuyos escritos han sido a su
vez repetidamente citados dentro de la teoría de la interseccionalidad. La propuesta
de Collins es conceptualizar los diferentes ejes de opresión como entrelazados en una
matriz en el marco de la cual se constituyen los individuos en diferentes y cambiantes

14. Traduzco aquí el término que ella usa “Blacks” por “Negros”, pero sin la connotación obviamente
despectiva con la que a veces se utiliza este término en castellano. En adelante, cuando esta autora
u otras usan el término ‘color’ lo traduzco entonces por ‘personas de color’.

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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

posiciones de poder. Con esta metáfora de la “matriz de dominación” explica la inte-


racción e interdependencia entre líneas de opresión, y advierte de la posibilidad que
las personas y grupos se encuentren en posiciones diferentes de opresor y oprimido
simultáneamente. Para Collins no se puede adoptar, en consecuencia, una perspectiva
jerárquica de las categorías y rehúsa establecer a priori la primacía de una sola dimen-
sión de la desigualdad. La matriz de dominación, además, indica como se organizan
estas intersecciones en los diferentes dominios, que para la autora son: el estructural
(instituciones sociales), el disciplinario (técnicas de vigilancia y burocracias), el hege-
mónico (cultura, ideología y conciencia) y el interpersonal (trato entre personas). Si bien
esta organización de la opresión puede variar de un contexto a otro, la idea de la matriz
sería para Collins el patrón común que nos muestra la organización del poder y la des-
igualdad en cualquier sociedad.

Si para Collins estos son los diferentes dominios en que se produce la opresión de ma-
nera interseccional, las prácticas de resistencia contra esta opresión deben sin duda
producirse también en todos ellos. Para llevar a cabo esta resistencia, la autora conside-
ra fundamental visibilizar, reconocer y luchar desde la posición diferenciada de los gru-
pos en la matriz. Basando su reflexión en la posición de las mujeres de color, concluye
que a pesar de que existan experiencias diferenciadas de opresión entre estas mujeres
y que sus respuestas a los retos que se les plantea sean distintas, les une que tienen
retos comunes: tales como revertir su peor acceso a la vivienda, al trabajo, la educación
etc. Bajo esta mirada, introduce, como lo hace Crenshaw, una crítica a la política de la
identidad simple, y coincide con ésta en que dicha crítica no implica anular las cate-
gorías de identidad grupal. Más bien todo lo contrario. Para Collins hay que reconocer
estas posiciones comunes y hay que convertirlas en espacios de empoderamiento y
de cambio social en todos los ámbitos de la vida social. En este sentido demuestra, por
ejemplo, cómo el pensamiento de las mujeres afroamericanas ha sido excluido siste-
máticamente de las agendas académicas y reclama la necesidad de que haya un pensa-
miento negro feminista que aporte el punto de vista de esta posición. Un punto de vista
necesariamente parcial, como el de cualquier otra posición. Esta parcialidad de toda
posición y el conocimiento situado que produce, lleva a esta autora a defender el diálo-
go transversal y la coalición como las vías para acercarse a la verdad o para conseguir
abordar la interseccionalidad y el cambio social en la arena política.

Un aspecto central de ambos enfoques para esta tesis es la importancia que otorgan a
visibilizar que existen diferencias intragrupales que hay que abordar políticamente a
través de las agendas académicas, de los movimientos sociales, de las políticas públicas
o del derecho. Es por consiguiente un concepto de interseccionalidad que revela una

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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

fuerte carga política y que nos remite al papel central de estas agendas en la producción
y solución de la desigualdad interseccional. De igual modo, se trata de dos contribucio-
nes que dan cuenta de la producción de la desigualdad en las estructuras sociales y po-
líticas a través de una mirada sobre la agencia, posición de desventaja y marginalidad
de las mujeres afroamericanas en cuanto grupo social.

En aportaciones posteriores podemos ver, no obstante, que este concepto se va ma-


tizando y que en especial se desplaza este foco que ambas autoras ponen en la loca-
lización y agencia de un grupo social en concreto hacia los procesos de dominación
y el funcionamiento de los sistemas de desigualdad. En esta dirección, McCall (2005),
Yuval-Davis (2006), Hancock (2007a, 2007b), Ferree (2011) Weldon (2006) o Walby (2009)
proponen estudiar el fenómeno de la desigualdad interseccional teniendo en cuenta
en mayor medida la relación entre los sistemas y las dimensiones de la desigualdad, la
relación entre los diversos niveles (ya sea por ejemplo el intersubjetivo, institucional o
discursivo) y el contexto en que se produce la desigualdad.

2.2.2.2 Interseccionalidad y sistemas, niveles y contexto


El año 2005, McCall contribuyó a la teoría de la interseccionalidad desde una perspecti-
va distinta a la de los primeros enfoques que hemos visto hasta el momento. Concreta-
mente, esta autora sitúa y piensa la interseccionalidad como un paradigma metodoló-
gico a la hora de analizar la desigualdad social.

A partir de rastrear las investigaciones realizadas en el área de los estudios de género,


que pretenden abordar la complejidad de la desigualdad social, es decir que incluyen
varias dimensiones de desigualdad, McCall distingue tres enfoques metodológicos que
subyacen en estos estudios: el anti-categórico, intra-categórico e inter-categórico (2005,
1773-4). El anti-categórico busca deconstruir las categorías analíticas como el género, la
sexualidad, la clase o la etnicidad. Bajo este enfoque, el cual se desarrolla fuertemente
desde corrientes posmodernistas, posestructuralistas o la teoría queer (ver por ejemplo
Butler (1992), Braidotti (1994), Villa (2011) o Puar (2011)), se considera que fijar las catego-
rías simplifica la realidad social, excluye a los que quedan fuera de la norma que instau-
ra la categoría, y no permite alcanzar el cambio social que se persigue, ya que éste pasa
precisamente por deconstruir estas categorías. Es decir, que las categorías aquí forman
parte del problema. El intra-categórico, en contraposición, que es el que inaugura el
estudio de la interseccionalidad de la mano de Crenshaw y Collins, tiende para la au-
tora a ‘centrarse en grupos sociales que se encuentran en las intersecciones (…) con la
finalidad de desvelar la complejidad de las experiencias de vida en estos grupos’ (2005,
1774). Este enfoque se centra en captar la complejidad de la desigualdad social pero

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 39
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

dentro de un grupo social determinado, y lo hace en consecuencia según McCall a partir


de estudios de caso de cada uno de los grupos sociales que estas investigaciones elijen.
Este enfoque, por consiguiente, a diferencia del anterior, reconoce el carácter estable de
las categorías aunque crítica también su rigidez si se las entiende de forma homogénea
y unitaria. Finalmente, el enfoque inter-categórico adopta, aunque de forma provisional,
las categorías analíticas existentes para poder analizar la desigualdad entre los grupos
sociales. No obstante, las interpreta como ‘categorías imperfectas y siempre cambian-
tes’ (2005, 1785). Este carácter de cambio de las categorías permite seguir hablando de
los grupos sociales pero sin fijar las identidades de forma permanente, así como poner
el foco de atención en mayor medida en los procesos de producción de la desigualdad
que se dan en cada contexto particular. Además, desde esta perspectiva, debido a que
el foco ya no es únicamente analizar la complejidad dentro de un mismo grupo social
sino analizar la relación entre grupos o entre categorías, se requiere para la autora de
análisis comparativos.

La distinción que ofrece McCall entre estos tres métodos es útil a la hora de precisar qué
tipo de perspectiva está guiando nuestro estudio de la desigualdad, tanto a nivel acadé-
mico como en otros ámbitos, y de gestionar los obstáculos que podemos encontrar con
cada uno de los métodos. En este sentido, para McCall debemos tener en cuenta que el
enfoque anti-categórico si bien ha sido el más influyente a la hora de cuestionar las ca-
tegorías analíticas de la modernidad que obstaculizan el cambio social no consigue es-
capar de la lógica del lenguaje de clasificar la realidad permanentemente. En esta mis-
ma dirección, otras autoras (Walby 2007) añaden que esta perspectiva hace muy difícil
el análisis de la desigualdad al intentar eliminar las categorías. En cuanto al enfoque
intra-categórico, mientras su virtud radica en que permite visibilizar a grupos sociales
que han sido excluidos de los análisis en base a su experiencia de la desigualdad inter-
seccional, su debilidad consiste en que no alcanza a analizar las relaciones entre grupos
sociales con la misma profundidad. Finalmente, el enfoque inter-categórico permite un
análisis de la interseccionalidad más complejo (dentro de y entre las categorías), pero
puede correr el riesgo, según Ferree y Choo (2010), de centrarse excesivamente en el
proceso que estructura la interseccionalidad y olvidar, o subestimar, la agencia de las
personas que se encuentran afectadas por estas categorías y procesos.

Al igual que McCall, Angie Marie Hancock (2007a, 2007b) nos propone entender la inter-
seccionalidad como un paradigma normativo y de la investigación empírica. Sin em-
bargo, a diferencia de la primera, en su revisión de los diferentes estudios realizados en
EEUU en el ámbito de la ciencia política, se centra en diferenciar aquellos modelos de
políticas públicas no interseccionales de lo que vendría a ser el modelo propiamente

40 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

interseccional. Así es que distingue tres modelos: el unitario, el múltiple y el intersec-


cional. El modelo unitario, al que precisamente Crenshaw y Collins dirigen su crítica,
es aquel en el que una desigualdad es la dominante y se la concibe de forma estable
y uniforme. En el múltiple lo que se hace es tener en cuenta varias desigualdades, las
cuales tienen el mismo nivel de importancia pero se tratan en paralelo, y de nuevo se
las percibe como categorías de desigualdad estables. Finalmente, en el modelo inter-
seccional es donde se consideran varias desigualdades en juego, pero se entiende que
éstas dimensiones de la desigualdad se constituyen mutuamente en su interrelación y
que se trata de categorías fluidas y abiertas. Bajo este enfoque, para Hancock además
la relación entre el nivel individual e institucional en los que se produce la desigualdad
es dinámica (2007a), de tal modo que los análisis que incluyan este paradigma deben
integrar ambos niveles a la vez y ver su articulación (2007b). Asimismo, bajo este mode-
lo la prioridad que se le otorgue a unas u otras categorías identitarias es una cuestión
empírica abierta que debe investigarse en cada contexto concreto.

El valor de la aportación de Hancock es doble a mi entender. Por un lado, nos ofrece una
herramienta analítica para sistematizar los enfoques institucionales que tratan las des-
igualdades. Y por el otro lado, delimita los límites y elementos clave del corpus norma-
tivo y empírico de la interseccionalidad. Éstos son: la conexión entre las desigualdades,
la inclusión del contexto y la relación entre niveles. No obstante, su propuesta respecto
al tipo de relación que existe en la intersección entre las diversas desigualdades ha sido
matizada por parte de autoras como Sylvia Walby o Laurel Weldon.

Desde la teoría de la complejidad Walby insiste en que cada uno de los sistemas o domi-
nios institucionales (como el económico, el político, el de la violencia o el de la sociedad
civil) toma a los demás sistemas como su entorno, y en cada uno de estos sistemas inte-
ractúan las diferentes desigualdades (que ella denomina como regímenes de desigual-
dad). Para ella es un error pensar por lo tanto que la desigualdad de clase deba poner el
foco únicamente en el sistema económico, o que la de etnia deba hacerlo en el cultural.
Más bien, para esta autora las diversas desigualdades ‘se constituyen parcialmente en
cada uno de los sistemas económico, político, de la violencia y la sociedad civil’ (2009,
276), y a su vez dependerá de cada contexto y momento histórico cómo se produzca o
no la relación entre las desigualdades. Ahora bien, aunque la naturaleza de las intersec-
ciones dependa del contexto, esta autora indica que raramente en estas intersecciones
cada una de las desigualdades tiene el mismo peso. Es decir, que el patrón suelen ser las
intersecciones asimétricas. De su aportación, es importante remarcar además que en la
intersección entre sistemas y regímenes de desigualdad no se anula la ontología propia
de cada uno de estos regímenes y sistemas. Con lo cual, para Walby más que hablar de

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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

una mutua constitución entre desigualdades, como lo hace Hancock, es mejor hablar
de ‘mutua transformación’, en cuanto es un término que remite en menor medida a la
idea de una fusión completa en la que desaparezcan las partes en juego.

En esta misma dirección se expresa Weldon cuando cuestiona aquellas perspectivas


que han entendido la idea de interseccionalidad como un único sistema en el que
todas las diversas desigualdades interaccionan. Si entendemos de este modo la in-
terseccionalidad asumimos para Weldon que no hay efectos autónomos de cada una
de las desigualdades, y el problema es que deja de tener sentido entonces sugerir o
reclamar que una dimensión de la desigualdad tenga más peso en un contexto que
en otro. Este tipo de reclamos ‘requiere la existencia de dinámicas separadas identifi-
cables para cada uno de los ejes’ (2006, 241). En consecuencia, su propuesta es pensar
la interseccionalidad entendiendo que se pueden producir tanto efectos autónomo
como interseccionales, y que no se trata de un único sistema sino de varios, cuya on-
tología no se pierde con la intersección.

Las implicaciones de ambas aportaciones para analizar cómo entra la intersecciona-


lidad en las agendas políticas son relevantes, puesto que este carácter complejo –con
múltiples dinámicas y contextos a tener en cuenta– que le otorgan a la intersecciona-
lidad sugiere que las estrategias de resistencia y las soluciones para avanzar hacía una
mayor igualdad van a ser necesariamente diversas también. En el siguiente apartado
abordaré en mayor detalle esta controversia acerca del funcionamiento de los procesos
de producción de la desigualdad.

Mientras las perspectivas de Walby y Weldon profundizan en el tipo de relación que


existe entre las diversas dimensiones de la (des)igualdad, las de Yuval-Davis y Ferree
lo hacen respecto al modo en que se priorizan las desigualdades en juego en la arena
académica y política. Yuval-Davis (2006) en su crítica a la noción de la doble o triple
discriminación argumenta que cada desigualdad tiene una base ontológica propia a la
vez que se construye de forma interrelacionada, y lo hace en un contexto y momento
histórico específicos que deben ser tomados en cuenta. Es decir, que las intersecciones
dan como resultado una desigualdad articulada y compleja, que toma forma en un
contexto particular. Por lo tanto, no se trata de aplicar una lógica aditiva desde la cual
las desigualdades se suman (por ejemplo entender que una mujer lesbiana sufre una
doble discriminación por ser mujer y lesbiana), sino que el cruce entre las desigualda-
des en juego provoca una situación específica de desigualdad o de poder que necesita
de soluciones ad hoc. A su vez, según Yuval-Davis, la interseccionalidad no puede mi-
rarse únicamente desde el nivel individual o intersubjetivo, ya que la desigualdad social

42 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

adquiere forma también, y al mismo tiempo, en el nivel institucional/organizativo –a


través de las agencias y leyes estatales, sindicatos, ONG o la familia-, y en el represen-
15
tativo/discursivo –a través de los símbolos, textos e ideologías- (2006)16. Así es que, al
igual que Hancock, incide en esta relación dinámica entre distintos niveles, aunque se
distancia de esta autora al ampliar el abanico de niveles que debemos tener en cuenta y
al considerar que la prioridad que se le de a una u otra categoría no es sólo una cuestión
abierta a determinar analíticamente en cada contexto, sino también una cuestión polí-
tica que depende de que las luchas sociales avancen en el reconocimiento y visibilidad
de aquellas desigualdades más invisibilizadas.

Es precisamente este carácter político de la noción de interseccionalidad que ofrece


Yuval-Davis el que quiero remarcar aquí. Su enfoque advierte que es importante tomar
en consideración cómo se produce el conocimiento y le conduce a pensar, al igual que
a Collins, sobre qué tipo de política dialógica entre los diferentes actores sería necesa-
ria para garantizar que la intersección entre desigualdades se incluya en las agendas
académicas o de los movimientos. Con este apunte, Yuval-Davis incide en el papel que
las alianzas y vínculos entre actores pueden tener a la hora de alcanzar la perspectiva
interseccional en los movimientos sociales. Sobre ello volveré en mayor detalle en la
sección (2.3.2.2), dedicada a los factores que favorecen la entrada de la perspectiva in-
terseccional en la acción colectiva.

La aportación de Myra Marx Ferree permite profundizar aún más en esta cuestión del
carácter político de la interseccionalidad. Esta autora, partiendo de que las desigualda-
des son dinámicas, localizadas, mutuamente constitutivas y que operan en diversos
niveles (individual e institucional) nos ofrece una mirada ‘interactiva de la interseccio-
nalidad’ (2011, 56) en la que el discurso adquiere un papel crucial. Siguiendo a Walby
(2007) considera que los diferentes campos organizativos (la organización de la familia
o la reproducción, la economía, o las naciones) no tienen una única dimensión que los
construye como el género, la clase o la etnicidad simultáneamente, sino que cada cam-
po sirve de entorno y co-construye a los demás de tal forma que las diversas desigual-
dades de género, clase y raza se vinculan entre ellas. Desde esta perspectiva, introduce
además la necesidad de prestar atención al discurso, en la medida que éste ordena,
controla y categoriza estos procesos de co-construcción y determina las acciones políti-
cas que se llevaran a cabo para combatir la desigualdad y la opresión (2011, 57). De aquí
la importancia, para la autora, del discurso y del papel de los movimientos sociales u
otros actores políticos a la hora de enmarcar cognitivamente los problemas sociales, la
relación entre desigualdades y el funcionamiento de estos campos organizativos.

15. Ver Winker y Degele (2011) para una aplicación analítica de estos tres niveles propuestos por
Yuval-Davis.
16. Yuval-Davis específica años más tarde que es mejor hablar de ‘aspectos o caras’ más que de nive-
les, ya que la noción de nivel implica una cierta gradación entre niveles infra y súper estructurales
(2011, 158). Para la autora cada uno de estos aspectos o caras son ontológicamente irreducibles, no
hay gradación entre ellos, y se relacionan también de forma dinámica.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 43
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Al igual que Yuval-Davis, pues, enfatiza el papel que tienen los actores sociales y políti-
cos a la hora de priorizar una u otra desigualdad. Sin embargo, su propuesta incide en
mayor medida en los límites que estos actores pueden encontrar al intentar provocar
el cambio. De su análisis empírico acerca de cómo se institucionalizan los discursos
en torno a las desigualdades por razón de género, clase y raza en Alemania y Estados
Unidos concluye que en cada contexto hay desigualdades que devienen hegemónicas
en la institucionalización de los discursos académicos y políticos. Además, añade que
una determinada institucionalización del discurso, en el que una desigualdad es más
central que otra, condiciona la posibilidad y el modo de institucionalizar las demás des-
igualdades (Ferree 2009). Esta institucionalización de los discursos se asienta a través
de los marcos interpretativos, los cuales funcionan como ‘estructuras de oportunidad
discursiva’. Para ella, en cada contexto hay una estructura de oportunidad discursiva
abierta, dinámica ‘e imbricada en el poder’ (Ferree 2009, 87) que puede tanto constreñir
a los actores que quieren modificar los marcos interpretativos, como abrir espacios de
debate y cambio del status quo interpretativo. En consecuencia, va a ser fundamental
para esta tesis tener en cuenta el papel de los procesos de enmarque y el rol de los ac-
tores políticos en ellos: las hegemonías, sus alianzas, conexiones o competencia y su
capacidad para ir modificando el significado de estos marcos.

2.2.3 La perspectiva interseccional en esta tesis


En primer lugar, sugiero concebir la perspectiva interseccional como una herramienta con-
ceptual capaz de visibilizar y analizar la desigualdad compleja en nuestras sociedades. En
conjunto, todas las contribuciones analizadas nos remiten a que los procesos de producción
de la desigualdad son complejos, en la medida que se ven involucrados diferentes sistemas
de opresión, niveles y una multiplicidad de sujetos que en tanto grupos sociales afectados
ya no se pueden pensar como identidades monolíticas. En segundo lugar, la perspectiva
interseccional es una herramienta que al visibilizar esta realidad nos enseña de manera
añadida los límites de aquellas prácticas políticas y jurídicas que fragmentan esta realidad
y que olvidan las interacciones tanto en los procesos de producción de la desigualdad como
en los efectos de los mismos sobre los grupos e individuos en nuestras sociedades.

Sin embargo, más allá de la definición de la perspectiva interseccional como una he-
rramienta con esta doble función, a la hora de concretar en mayor medida su conteni-
do sustantivo y su alcance surgen cuestiones a resolver, cuya respuesta condiciona el
modo de aprehender esta perspectiva. La primera de estas cuestiones gira en torno a la
pregunta de cuál es la naturaleza de las intersecciones y de cada una de las desigualda-
des en juego. La segunda, lo hace alrededor de hasta qué punto las categorías identita-

44 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
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rias y de desigualdad son estables. Y la tercera, finalmente, se vincula con la pregunta


de qué énfasis otorgamos a las identidades y categorías frente a un análisis del poder y
las estructuras que producen la desigualdad.

2.2.3.1 La pregunta por la naturaleza de la intersección


y de las desigualdades en juego
La respuesta que insistentemente se ha dado desde la teoría de la interseccionalidad
a la pregunta acerca de la naturaleza de la desigualdad interseccional, es que esta des-
igualdad es el resultado de la interacción entre varias dimensiones de desigualdad. Es
decir, que la intersección entre las desigualdades da forma a una nueva desigualdad.
Esta respuesta además se ha puesto en contraposición a la tendencia que ha habido
a considerar las categorías de desigualdad de forma independiente y de entender en
consecuencia que el resultado de su interacción es meramente una suma de cada una
de las categorías. Por ello, cuando afirmamos que se produce una desigualdad intersec-
cional por razón de raza, género y estatus social no estamos diciendo por ejemplo que
una mujer afroamericana de clase baja acumula tres desigualdades que funcionan au-
tónomamente, sino que la desigualdad que vive esta mujer es una desigualdad distinta
fruto de la intersección entre estas tres desigualdades.

Ahora bien, qué sucede con cada una de las desigualdades en esta intersección es un
debate abierto en el que, como hemos visto, hay opiniones divergentes. La pegunta cen-
tral aquí es: ¿desaparece en la intersección la ontología de cada dimensión?, o dicho de
otro modo ¿se trata de una fusión completa o bien las partes no desaparecen? Si bien
por un lado se ha defendido que la naturaleza de las intersecciones viene determinada
por esta fusión completa en la que las partes desaparecen (Hancock 2007a; Lugones
2007), por el otro lado se defiende que muy a menudo en las intersecciones no se pro-
duce esta fusión sino que más bien lo que hay son asimetrías entre las desigualdades
y que por lo tanto la ontología de cada desigualdad persiste (Weldon 2006; Walby 2007).
Es importante clarificar, empero, que el problema de fondo en esta discusión no remite
únicamente al hecho de demostrar si hay una fusión completa o no en las interseccio-
nes, sino al hecho de cómo entendemos que funcionan los procesos de producción de
la desigualdad: si entendemos que se trata de un único sistema en el que en su interior
se producen sistemáticamente cruces entre las desigualdades, o bien si entendemos
que se trata de varios sistemas de desigualdad u opresión que se entrecruzan pero que
no pierden su ontología y que además son capaces de producir efectos diversos (inter-
seccionales, aditivos, asimétricos u autónomos). Desde esta última perspectiva, la des-
igualdad interseccional sería una entre otro tipo de desigualdades, como por ejemplo la
que se puede producir en función de una sola desigualdad.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 45
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

La mejor manera de resolver este dilema es rastreando si efectivamente se producen


efectos diversos de desigualdad en la vida de las personas o bien lo contrario. Por ejem-
plo, en cuanto a los efectos autónomos, los que vienen determinados por una desigual-
dad, contamos con evidencias empíricas en las que se puede ver que básicamente está
en juego una desigualdad. Un caso que considero ilustrativo en este sentido es la prohi-
bición del derecho a decidir de las mujeres sobre su propio cuerpo, la cual en numeroso
países del mundo se promulga y aplica de forma indistinta para el conjunto de mujeres.
Cuando se establece esta prohibición para el conjunto de mujeres lo que observamos
es que al margen de que las mujeres tengan diversas posiciones sociales en función de
su clase social, raza, origen u orientación sexual dicha prohibición va dirigida a todas
ellas y a todas se les prohíbe poder decidir la interrupción del embarazo. En este senti-
do, podríamos argumentar que lo que está en juego es únicamente la desigualdad de
17
género . En cambio, dicha prohibición tiene efectos interseccionales cuando lo que se
prohíbe es la posibilidad de algunas mujeres de decidir que sí quieren tener hijos. Ello
lo hemos podido comprobar a la lo largo de la historia cuando en diferentes contextos
se han aplicado políticas de esterilización únicamente a unas determinadas mujeres en
función de su raza, etnia o diversidad funcional (Davis 1981; Yoshida 2013). En cuanto a
las asimetrías, siguiendo el argumento de Walby (2009) éstas se pueden producir tanto
debido al grado de influencia de cada una de las desigualdades en un contexto deter-
minado, como debido a la extensión de los sistemas implicados en el ejercicio de una
desigualdad. Para ilustrar esta dinámica podemos pensar en la más fuerte influencia de
la desigualdad y opresión por razón de raza en el período del holocausto nazi pero en
coexistencia con otras dimensiones como la ideología política. Finalmente, para ilustrar
posibles efectos aditivos de la desigualdad, me serviré del estudio de Hannett (2003)
18
sobre la sentencia de Nowke c. los servicios legales gubernamentales . La sentencia recoge
que la demandante, una mujer de color, sufrió una discriminación aditiva al participar
un proceso de selección laboral en los Servicios Legales del Gobierno inglés, en la medi-
da en que en este proceso las personas blancas fueron más seleccionadas que las per-
sonas de color, incluso teniendo un peor nivel educativo, y además entre éstas personas
blancas las mujeres fueron menos seleccionadas y si eran seleccionadas era con peor
salario. La única persona que no fue seleccionada y se la ubicó con peor calificación en
el proceso fue la mujer de color que se presentó. Según Hannett este caso indica que en
el proceso de selección se discriminaba por un lado por razón de raza y por el otro por
razón de género, de tal forma que finalmente Nowke acumuló ambas discriminaciones.

La posibilidad de distinguir entre estos diferentes efectos sugiere, por lo tanto, que
cuando desde la teoría de la interseccionalidad se afirma que los procesos de produc-
ción de la desigualdad son complejos esto no equivale a decir que la desigualdad que

17. Cabe anotar aquí que evidentemente las posibilidades que puedan tener las mujeres de eludir
dicha prohibición realizando por ejemplo el embarazo en otro país donde esta práctica sea legal va-
riará en función de su clase social.
18. Véase para un mayor detalle las páginas 68 y 69 del artículo de Hannett (2003).

46 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

experimentan los individuos y grupos sociales es únicamente interseccional. Para el


objeto de esta tesis dicha conclusión tiene consecuencias relevantes, puesto que si par-
timos de que pueden producirse múltiples efectos de desigualdad, para erradicar esta
desigualdades, será necesario también diferenciar el funcionamiento de cada una de
estas formas y pensar en respuestas específicas. Esto nos sitúa en un escenario político
más complejo. Pensemos por ejemplo en el tipo de respuestas políticas que deberíamos
ofrecer si quisiéramos reducir estos procesos de producción de la desigualdad. Como
veremos en el capítulo de la interseccionalidad política más adelante, las estrategias
para combatir la desigualdad se han centrado históricamente en los efectos autóno-
mos, no obstante si asumimos que pueden producirse también efectos asimétricos o
interseccionales, obviamente, deberíamos integrar una mayor diversidad de estrate-
gias. Del mismo modo, creo que este escenario nos conduce a tener que testear cómo
se produce la desigualdad en la práctica, sin asumir a priori que sólo se va a producir de
una única manera y con los mismos efectos. En definitiva, es necesario contextualizar
y testear empíricamente la ontología de las intersecciones.

2.2.3.2 La pregunta por la estabilidad o no de las categorías


El papel que se le otorga a las categorías de desigualdad (del género, la raza, el origen
nacional, el estatus social, o la edad) o a las categorías identitarias (mujeres, trabaja-
dores, mayores, jóvenes, o negros), ha sido un debate central, aunque no exento de
controversia, tanto en el marco de las teorías posmodernistas o posestructuralistas
de la tercera ola de los feminismos (Zerilli 2005), como en la teoría de la interseccio-
nalidad. El problema radica aquí en cómo entendemos el papel que estas categorías
adquieren en la vida social y en cuál es nuestra respuesta a como deberíamos utili-
zarlas teórica y políticamente.

El punto de partida común en la teoría de la interseccionalidad es que estas categorías


se construyen socialmente. Es decir, no son categorías naturales, esenciales o dadas pre-
viamente sino que son construidas desde la normatividad y la praxis social en nuestras
sociedades, pero que efectivamente nos constituyen. Las primeras autoras americanas
que hablan desde la perspectiva interseccional realizan, como hemos visto, una fuerte
crítica a la política de la identidad, en cuanto ésta ha convertido a las identidades en
categorías universales que no han sido capaces de dar cuenta de la diversidad interna
de los grupos sociales. En esta dirección se criticó por ejemplo que la categoría mujeres
de los movimientos feministas no respondía a la experiencia del conjunto de mujeres
sino a las de raza blanca, occidentales y de clase media o alta, o que la categoría de clase
social defendida desde los movimientos obreros tampoco respondía al conjunto de la
clase proletaria sino solo a la experiencia de los hombres blancos de clase social baja.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 47
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Al identificarse este carácter constructivo de las categorías el debate se amplió y lo hizo


en dos direcciones. Por un lado, surgieron preguntas sobre el modo en que estas catego-
rías sedimentan y fijan en las normas y prácticas sociales. Y por el otro lado, surgió tam-
bién la discusión acerca del carácter normativo y excluyente de estas categorías y, por
consiguiente, acerca de la necesidad de seguir apoyándonos analítica y políticamente
en dichas categorías o sujetos construidos si con ello vamos a impedir la posibilidad de
subvertirlas (Butler 1992).

Por lo que refiere al primero de estos debates, acerca de la estabilidad y posibilidad de


cambio de estas categorías, es importante partir de la idea de que las categorías contie-
nen este doble carácter: estabilidad y dinamismo (Young 1994; Fergusson 2007; Choo y
Ferree 2010; Ferree 2011; Walby et al.2012b). En el proceso de construcción histórico de
las desigualdades, las categorías se van modificando pero a su vez sedimentan en las
prácticas sociales, discursivas e institucionales y adquieren estabilidad y fijación en un
contexto y momento determinado del tiempo. Se trata de un proceso, pues, en el que
tanto el cambio y construcción abierta de las categorías así como su fijación y estabilidad
juegan un papel crucial. Sin embargo, en contraposición a algunas tendencias actuales
a percibir que este carácter dinámico y fluido de las categorías ofrece a los individuos la
total capacidad de modificarlas, debemos señalar que su estabilidad y sedimentación
es muy arraigada, y por consiguiente las posibilidades de subvertirlas no están siempre
al alcance de la mano. Retomo aquí las palabras textuales de Fina Birulés cuando insiste
en el hecho de que ser conscientes de que estamos construidos social y culturalmente
no conlleva que podamos modificar con mayor facilidad nuestras identidades. Más bien
al contrario, si ahondamos en esta cuestión lo que se visibiliza es ‘la fragilidad y contin-
gencia de nuestra capacidad de actuar’ (Birulés 2014, 62). Asimismo, la construcción o
deconstrucción de estas categorías no depende de que decidamos nombrarlas de otro
modo o de que simplemente no las nombremos y las obviemos. Como nos recuerdan
Zerilli (2005) o Ferguson (2007) estas categorías no apelan al conocimiento o la verdad,
y por mucho que teóricamente o científicamente afirmemos, por ejemplo, que hay 5
sexos, esto sólo tendrá un significado en el momento en que sedimente en complejas
prácticas sociales. Es decir, se trata de categorías cuyo significado está enraizado y se
produce al fin y al cabo a través de una praxis social y discursiva compartida.

Asumir que las categorías tienen también este carácter fijo, no debe conducirnos no
obstante a contribuir a fijarlas todavía más, ya que a menudo estas categorías son res-
trictivas y tienen efectos excluyentes (Butler 1992; Mouffe 1992). En este sentido, hemos
visto antes que McCall apunta a la necesidad de utilizarlas de forma estratégica úni-
camente y como punto de anclaje para el análisis de la relación entre categorías, sin

48 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

perder de vista el carácter inherente de cambio de este punto de anclaje. Crenshaw y


Collins, en contraposición, argumentan que en la medida en que conforman el lenguaje
para la resistencia y el empoderamiento de muchos grupos sociales éstas deben utili-
zarse de forma política más que estratégica, pero sin caer en el esencialismo y partien-
do de que toda identidad es y va a ser una coalición compleja.

La voluntad que hay detrás de ambas propuestas de no caer en reforzar excesivamente


estas categorías pero no por ello dejar de utilizarlas en caso necesario para hacer viable el
análisis o la acción política de determinados grupos sociales, es fundamental. No obstan-
te, entre ambas argumentaciones, considero que la posición de McCall es más problemá-
tica puesto que al definir el uso de estas categorías como una mera cuestión de elección
estratégica, esconde en cierto modo el vínculo que como individuos y grupos sociales
tenemos con estas categorías en la praxis social y discursiva. No olvidemos que como
individuos nos vemos abocados a unas mismas prácticas sociales, estructuras y objetos
que conforman con el tiempo el significado de las categorías que nos constituyen (Young
1994). La propuesta de entender el uso de estas categorías como una cuestión política,
como la que se ofrece desde el pensamiento negro feminista, me parece más sugerente.
Ello no implica, empero, que debamos apostar por usar políticamente estas categorías en
todo momento, sino que más bien se trata de usarlas en aquellas ocasiones en que pue-
dan tener un potencial político para el empoderamiento y la resistencia. De hecho consi-
dero que una de las contribuciones más relevantes de esta corriente de pensamiento es
su crítica a la política de la identidad simple, donde las identidades se conciben de forma
monolítica, a una política de la identidad compleja, en la que toda identidad es entendi-
da como una coalición y en la que por lo tanto las alianzas y vínculos también entre los
actores, individuos y grupos vinculados al problema de la desigualdad es imprescindible.
En este sentido, creo relevante estudiar en esta tesis el papel que pueda jugar la forma
en cómo se enmarquen las identidades de los grupos sociales y de las categorías de des-
igualdad, y qué tipo de construcción de la identidad está favoreciendo una mayor alianza
y conexión entre actores y dimensiones de la desigualdad.

2.2.3.3 Categorías identitarias versus desigualdad estructural


En esta sección me centraré en la pregunta sobre el énfasis que le otorgamos a las
identidades y categorías frente a un análisis del poder y las estructuras que producen
la desigualdad.

A menudo se ha recriminado desde fuera y dentro mismo de la teoría de la interseccio-


nalidad que a pesar de que los estudios interseccionales han hecho una fuerte crítica
a la política de la identidad se han preocupado excesivamente por las identidades y la

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 49
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posición de los grupos sociales, sin ser capaces de salir por consiguiente de la lógica iden-
titaria misma. Sin embargo, si volvemos nuestra mirada al pensamiento negro feminista
de Crenshaw y Collins, el cual ha sido más fuertemente criticado por esta razón (Puar
2011), observamos que si bien sus aportaciones parten del análisis de la posición social de
las mujeres afroamericanas en un contexto particular su foco de atención se sitúa más
bien en el rol que adquieren las estructuras a la hora de determinar ‘las condiciones de
vida en las que están situadas las mujeres racial y económicamente marginadas’ (Cho et
al.2013, 797). Es decir, sus análisis profundizan en mayor medida en como se produce la
dominación, y se adentran así a estudiar la manera en que estas lógicas se (re)producen
en los movimientos sociales, el derecho, las políticas o la academia. Asimismo, posterior-
mente a estas autoras, hemos podido comprobar que el énfasis se pone en estudiar los
procesos bajo los cuales se produce la desigualdad, de manera que a día de hoy podemos
afirmar que existe un elevado consenso sobre la necesidad de que el foco de los estudios
interseccionales se ponga en los procesos más que en las identidades.

De igual modo, como acabo de señalar hace un momento, debemos partir de que las
categorías de desigualdad y las identidades sociales son un constructo, un resultado
de las dinámicas de la desigualdad y no su origen. Por lo tanto, el estudio de la inter-
seccionalidad, en la medida en que tenga el objetivo de comprender cómo y porqué se
produce la desigualdad en nuestra sociedad así como combatir esta desigualdad, no
puede limitarse a analizar el resultado de estos procesos. Es más, debemos entender
la interseccionalidad como un enfoque cuyo potencial radica precisamente en su ca-
pacidad de captar tanto ‘los resultados estáticos (identidades y estereotipos) que el pro-
blema saca a la luz’ como ‘sus dinámicas y líneas de fuerza’ (MacKinnon 2013,1024).

Darle una mayor centralidad a estos procesos más que a las categorías/identidades nos
permite resolver otra pregunta que se le cuestiona a la teoría de la interseccionalidad:
¿cómo priorizamos en los estudios sobre la desigualdad interseccional qué dimensiones
deben entrar en el análisis? Si hacemos una mirada retrospectiva sobre los estudios in-
terseccionales observamos que éstos acaban priorizando unas dimensiones sobre otras.
Entre las feministas afroamericanas la raza/etnicidad, la clase y el género han sido cen-
trales en su análisis de la interseccionalidad, mientras que otras autoras le han dado más
importancia a la edad, sexualidad, religión, y/o discapacidad (Yuval-Davis 2006). La clase
es también a menudo desplazada de muchos de los análisis que se llevan a cabo, en espe-
cial en Gran Bretaña donde la etnicidad tiene un mayor protagonismo (Walby et al.2012a).
El ejercicio de estas priorizaciones se vincula a menudo con el contexto (Lewis 2008, 2013;
Ferree 2009, 2011). Por ejemplo, en Alemania la clase y el género han predominado, a la
19
vez que ha habido resistencias a utilizar la categoría raza debido, según Lewis, tanto a

50 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

la ‘memoria del holocausto’, como ‘al discurso políticamente correcto del multicultura-
lismo’ y la promoción de una ‘autoimagen igualitarista’ (Lewis 2013, 878). En cambio, en
EEUU la categoría raza ha tenido un mayor protagonismo, tanto en la academia como en
el activismo feminista (Ferree 2009). Estas tendencias muestran, de este modo, que hay
desigualdades que devienen más hegemónicas que otras en los discursos académicos o
políticos, y que además dichas institucionalizaciones condicionan al mismo tiempo el
modo en que las demás desigualdades se van a poder institucionalizar (Ferree 2009).

Para resolver esta cuestión, lo que nos puede permitir identificar qué dimensiones
son clave en un estudio o diagnóstico es poner nuestra atención en primer término
en cómo se produce la desigualdad en cada contexto particular. Fijar qué desigualda-
des y relaciones entre desigualdades son relevantes para el análisis va a depender del
contexto. No se puede establecer a priori en base a un reclamo normativo, sino que
es ‘una cuestión empírica abierta’ (Hancock 2007b, 251) que depende de ‘como se han
ido construyendo las desigualdades y sus relaciones en unas condiciones históricas
y contextuales específicas’ (Yuval-Davis 2006, 202). Para ello es fundamental analizar
estas condiciones históricas situadas y los procesos que emergen en ellas. Ahora bien,
el contexto no es el único elemento que interfiere a la hora de acotar la lista de des-
igualdades. La pregunta de investigación que se haga incidirá de igual modo en la lista
de desigualdades que se analizan (Christensen y Jensen 2012). Al mismo tiempo, en la
medida en que se producen hegemonías de unas determinadas desigualdades frente
a otras, puede optarse por visibilizar esas otras desigualdades más excluidas. Aunque,
para que esto ocurra no es suficiente con que sea una cuestión abierta a determinar
analíticamente, sino que requiere de que haya también una política activa de reco-
nocimiento de la voz de aquellas luchas, grupos y personas que abogan por defender
estas dimensiones de la igualdad que se invisibilizan (Collins 2009 [1990]; Calhoun
1994; Hankyvsky y Cormier 2011; Verloo 2013). Por tal motivo, incluso la propia selec-
ción de las desigualdades que hagamos en los diagnósticos y estudios llevados a cabo
en el ámbito académico, de las políticas públicas u otros, apela a la puesta en práctica
de la interseccionalidad política. Veamos ahora en el siguiente apartado a qué refiere
exactamente este concepto que se integra bajo la teoría de la interseccionalidad, y
que además es el objeto principal de esta tesis.

2.3 Interseccionalidad política


Al inicio de este marco teórico se ha apuntado que buena parte de la obra de Kimberlé
Crenshaw se centró en el estudio de la interseccionalidad política. En sus primeros
escritos la autora quiso mostrar como las agendas organizadas en función de una
sola dimensión fallan a la hora de dar cuenta de las intersecciones. Mientras en su

19. Para un análisis más detallado de estas resistencias en Alemania, y otros contextos como Francia
o Reino Unido, véase también Stolcke (1988), Yuval-Davis (2006), Lutz et al.(2011) o Siim (2013).

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 51
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

examen del derecho antidiscriminación estadounidense analizó hasta qué punto este
derecho es capaz de ofrecer soluciones a la discriminación específica que sufren las
mujeres afroamericanas, en su artículo de 1991 examinó el modo en que los discursos
de los movimientos antirracista y feminista, y de las políticas antidiscriminación
acaban marginalizando a las mujeres de color que sufren violencia de género y que
se encuentran en la intersección de como mínimo dos dimensiones: la raza y el
género. Asimismo, en este último texto introdujo un análisis sobre cómo los discursos
promovidos por las ciencias sociales incorporan el problema de la violencia que afecta
a estas mujeres, aunque fue sobre todo Patricia Hill Collins quien, en su obra Black
Feminist Thought, le dedicó una mayor atención a las hegemonías que se producen
dentro de la agenda académica, y al desplazamiento sistemático del pensamiento
negro feminista en este campo.

Desde esta primera aportación, el análisis de la interseccionalidad política ha continua-


do dando a conocer que la praxis jurídica y política que segmenta sistemáticamente
el problema de la desigualdad en distintas dimensiones no es capaz de ofrecer una
solución a la desigualdad interseccional y de captar la complejidad de los procesos de
producción de la desigualdad. Es más, han surgido otros estudios que amplían este
análisis de la interseccionalidad política y se dedican a desmantelar cómo las mismas
estructuras estatales o judiciales contribuyen a reproducir esta desigualdad intersec-
cional (Williams 2009; Spade 2013). De igual forma, a medida que la teoría de la intersec-
cionalidad ha ido impactando en la academia, el derecho y las organizaciones estatales
e internacionales, empiezan a surgir algunos estudios dedicados a examinar la manera
en que la perspectiva interseccional está entrando en las agendas y a estudiar qué ac-
ciones, estrategias y condiciones son las que más favorecen su impulso.

En cualquier caso, aunque el alcance del concepto de la interseccionalidad política se


ha ampliado en estas dos últimas décadas, en todas sus versiones dicha noción siem-
pre remite a la ‘dimensión aplicada de la interseccionalidad estructural que nos ofrece
un marco de contestación del poder y con ello nos permite vincular la teoría a las emer-
gentes y existentes luchas sociales y políticas’ (Cho et al.2013, 17).

Esta tesis se centra en dicha dimensión política de la teoría de la interseccionalidad y


en concreto en profundizar en el estudio acerca de cómo y porqué las agendas políticas
y la práctica jurídica están incorporando la perspectiva interseccional. Antes de aden-
trarnos en el análisis empírico de esta tesis, nos detendremos primero en la revisión de
los modos en que las agendas y prácticas estatales, legislativas y de movimientos socia-
les han incorporado la cuestión de la interseccionalidad, y de cómo estas experiencias

52 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
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informan la teoría. Para facilitar la lectura, abordaré en primer lugar el campo de las
políticas públicas y el derecho, y en segundo lugar pasaré al análisis de la interseccio-
nalidad política en el ámbito de la acción colectiva, focalizándome en los movimientos
sociales. Posteriormente, dedicaré un apartado específico a los factores que promueven
u obstaculizan esta entrada en ambos campos.

2.3.1 La entrada de la perspectiva interseccional


en las agendas políticas y legislativas
2.3.1.1 Políticas públicas y derecho
La entrada de la interseccionalidad en las agendas y prácticas políticas y legislativas es
muy reciente. Tanto a nivel internacional, Europeo como nacional, su incorporación en
la agenda o bien no se ha producido, o cuando lo ha hecho ha sido de forma muy pun-
tual y se encuentra en una fase inicial. Esta falta de acciones relevantes para introducir
la perspectiva interseccional se ha producido incluso a pesar de que los diferentes aco-
res políticos reconozcan la necesidad de tener en cuenta la desigualdad interseccional
(Satterthwaite 2005; Hankyvsky y Cormier 2011; Schiek y Lawson 2011). Asimismo, en
ocasiones los gobiernos y legisladores tienen en cuenta la posición interseccional de
determinados individuos pero no para resolver su desigualdad interseccional sino para
desarrollar medidas y acciones que finalmente tienen como resultado su estigmatiza-
ción y mayor discriminación (Siim 2014; Lépinard 2014: Rolandsen 2013).

A continuación, reflexionaré primero sobre estas experiencias estigmatizantes a la hora


de tratar la interseccionalidad. Considero necesario clarificar de entrada si a este tipo de
experiencias las podemos considerar como una aplicación de la perspectiva intersec-
cional, para saber si debemos incluirlas en el análisis acerca de la entrada de la perspec-
tiva interseccional. Como ahora apuntaré, en contraposición a las argumentaciones de
Siim (2014) o Lépinard (2014), creo importante no valorar a estas experiencias como una
entrada de la perspectiva interseccional en las agendas, sino más bien valorarlas como
discriminaciones interseccionales producidas por gobiernos y legisladores.

Una vez clarificado este primer punto, pasaré luego a rastrear cómo y en qué medida se
ha conseguido hacer entrar la perspectiva interseccional en las agendas jurídicas en los
diferentes niveles: internacional, europeo y nacional. Posteriormente, explicaré de forma
más extensa la iniciativa de la UE y de algunos estados miembros de tomar en consi-
20
deración la discriminación múltiple , por ser una de las iniciativas más relevantes. En
concreto realizaré aquí una revisión histórica de este desarrollo y me detendré también
a esbozar qué modelos finalmente se están llevando a la práctica a la hora de tratar las
diversas desigualdades y de responder al fenómeno de la desigualdad interseccional.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 53
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Interseccionalidad excluyente e incluyente: una falsa dicotomía.


En los últimos años se han promovido políticas y leyes en países como Holanda, Dina-
marca, Alemania o Noruega que incorporan la intersección entre género y origen ha-
ciendo entrar de forma creciente en sus agendas el problema de las mujeres migrantes,
pero no para empoderarlas sino para estigmatizarlas y ponerlas en posiciones de vul-
nerabilidad (Verloo 2013; Lépinard 2014; Siim 2014). En este sentido, se han identificado
acciones, como la regulación alemana de los matrimonios transnacionales, en cuyo tras-
fondo persiste la idea de que las mujeres migrantes deben ‘emanciparse ellas mismas de
su problemática cultura’ (Verloo 2013, 901). Es decir, que se utilizan determinados están-
dares de la emancipación de género (supuestamente conseguidos por la cultura autóc-
tona) como un valor nacional ‘para enfatizar la inferioridad de otras culturas (Islámica)’
(Verloo 2013, 902). De este modo, la emancipación de género se culturaliza a partir de la
creación de un valor universal: la identidad cultural-secular europea (Rolandsen 2013).

Paralelamente, en otros países europeos se han implementado acciones legislativas,


como la ley redactada en Francia el año 2004 por la que se prohíbe el uso dentro del
sistema educativo de símbolos religiosos ostentosos como el hiyab, la ley del año 2010
en este mismo país donde se prohíbe el uso del Burka en espacios públicos (Lépinard
2014), o el surgimiento también de peticiones en España por parte de algunos gobiernos
locales para prohibir el uso del burka y el velo integral en espacios públicos, bajo argu-
mentos de igualdad de género y de seguridad pública. Lo relevante de todos estos casos,
en términos de desigualdad interseccional, es que las soluciones jurídicas adoptadas a
favor de la prohibición acaban afectando finalmente de forma negativa a las mujeres
afectadas (Delphy 2010; Ramírez 2011; Platero 2012).

Otro caso de interés en este mismo sentido es el analizado por Toni Williams (2009) acer-
ca de la reforma legal canadiense de 1996. Ante la sobre-encarcelación sistemática de
la población aborigen en general y de las mujeres aborígenes en particular se incorporó
en este país el desarrollo de una metodología jurídica interseccional basada en que los
jueces tuvieran en cuenta a la hora de emitir sus sentencias la influencia del contexto, la
historia y la posición social desigual de estos grupos sociales. Así es que se permitía un
trato diferencial en función de la posición de subordinación y desigualdad previa de la
persona afectada. Sin embargo, Williams muestra cómo, a pesar de la aplicación de esta
reforma, la ratio de encarcelamiento de la población aborigen ha seguido aumentado en
los últimos años. A partir del análisis que realiza de las sentencias pronunciadas entre
el año 2005 y 2006 demuestra que la continuada sobre-encarcelación de estos grupos
sociales se debe a la tendencia a no aplicar esta metodología cuando el delito es grave y
a optar en numerosas sentencias por valorar la prisión como la mejor respuesta debido a

20. Utilizo aquí este término ya que en la UE se ha optado por usar el termino de discriminación múl-
tiple más que el de discriminación interseccional, aunque se haga referencia al mismo fenómeno.

54 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

los riesgos criminológicos de recaer en el delito que padecen estas personas por su expe-
riencia de racialización y vulnerabilidad económica. Desde esta perspectiva de los riesgos,
21
calificada de corte neoliberal , incluso se interpreta que la prisión es el mejor sitio en el
que rehabilitarse debida cuenta de los riesgos que conllevan las condiciones de vida de
estas personas en su comunidad para la comisión futura de nuevos delitos.

A parte del grave problema que supone para las personas afectadas que estas expe-
riencias acaben estigmatizándolas, discriminándolas u oprimiéndolas, existe el proble-
ma añadido de que teóricamente se califique a estas intervenciones como la inclusión
de una perspectiva interseccional excluyente (véase por ejemplo Lépinard o (2014) o
Siim (2014)). A entender en esta tesis, y en consonancia con otras aportaciones como
la de Lombardo y Rolandsen (2014), la implementación de la perspectiva interseccio-
nal contiene un elemento normativo infranqueable que es su intrínseco vínculo con la
reducción de la desigualdad social, cultural, económica y política. Es decir, aplicar una
perspectiva interseccional conlleva visibilizar e intentar resolver la desigualdad inter-
seccional que se produce debido a la puesta en práctica de unos sistemas de opresión
y desigualdad, pero en ningún caso su aplicación conlleva redundar en el ejercicio de
la desigualdad interseccional. Dicho en otras palabras, considero que existe una con-
tradicción inherente al propio concepto de interseccionalidad si creamos una categoría
analítica denominada ‘interseccionalidad excluyente’. El tipo de prácticas que acabo de
señalar no podemos incluirlas como un modo de aplicar la perspectiva interseccional
puesto que más bien se trata simplemente de nuevas desigualdades interseccionales
que se están construyendo desde la praxis y agendas de gobiernos y agentes judiciales.
En definitiva, se trata de acciones contraproducentes porque no llevan a cabo el objetivo
intrínseco de la perspectiva interseccional de ampliar la igualdad para los grupos socia-
les que se encuentran afectados negativamente en la intersección.

Ahora bien, dicho esto, creo que no por ello debemos menospreciar el reto y la pregunta
que estas experiencias nos lanzan: ¿cómo la entrada de la interseccionalidad en las
agendas jurídicas y estatales puede sortear las metodologías y lógicas neoliberales o
las ideologías antiinmigración o de carácter colonizador existentes en estos ámbitos?
Un debate alrededor de dicha pregunta va a ser imprescindible, y el tipo de respuestas,
ya sean éstas teóricas o fruto de las resoluciones prácticas, son las que nos permitirán
avanzar hacía la consecución de unos impactos positivos sobre aquellos grupos sociales
con un menor poder dentro del conflicto. Para esta investigación, me limitaré a recoger
esta cuestión para testear que los casos de estudio seleccionados no se traten de casos
fallidos en la medida en que más que contribuir a buscar soluciones al fenómeno de la
desigualdad interseccional lo que hagan sea ahondar en esta desigualdad propiamente.

21. El modelo criminológico basado en los riesgos se centra únicamente en la responsabilidad indi-
vidual de los delincuentes sin atender a las cuestiones sociales que acompañan al delito. Se percibe
además a la población criminológica como un problema que hay que gestionar de manera eficiente,
incluso desde los sistemas de gestión privada del delito y las prisiones como la vía más adecuada
(ver Williams 2009 para más detalle).

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 55
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

La entrada de la perspectiva interseccional


en la praxis jurídica internacional, europea y nacional
Si nos adentramos en el repaso histórico de la entrada de la perspectiva interseccional
en el ámbito legislativo vemos que en el contexto internacional, de las Naciones Unidas,
se han desarrollado hasta el momento cuatro convenciones (CERD, CEDAW, CRPD y la
CMW) en las que se protege específicamente la discriminación por razón de raza, gé-
nero y discapacidad, y otras dos convenciones (ICESCR y ICCPR) en las que se protegen
otros ejes de discriminación como por ejemplo por razón cultural, religión, minorías
22
lingüísticas etc. Sin embargo, el desarrollo de estos tratados se basa en la protección
por separado de las diferentes dimensiones de desigualdad y sólo en las secciones de
observaciones generales y recomendaciones incluidas en algunos de dichos tratados,
las cuales no son vinculantes, se insta a tomar en consideración la discriminación mul-
tidimensional, en cruces tales como el género y el origen, o el género y la discapacidad
(Makkonen 2002; Uccellari 2008; Barrère 2010; Degener 2011). Contamos, por lo tanto, a
nivel internacional con un despliegue normativo que sigue operando con ejes de discri-
minación por separado y por el momento con una tímida incorporación de la discrimi-
nación interseccional o multidimensional.

A nivel práctico, la aplicación de una interpretación interseccional en el contexto ju-


rídico internacional encuentra resistencias. Uno de los casos analizados más contro-
vertidos por lo que refiere a la inclusión de una lectura interseccional ha sido el de la
interpretación por parte de los tribunales internacionales de las violaciones masivas
a mujeres en conflictos armados como los de Ruanda o Yugoslavia. Las sentencias de
estos casos han sido valoradas como un intento fallido de incorporar la interseccionali-
dad (Copelon 1994; Buss 2009), en la medida en que en dichas sentencias predominó la
dimensión étnica del conflicto de tal forma que la comprensión legal dominante sobre
estos acontecimientos (la violación masiva a mujeres) y sobre el genocidio en general
ha ignorado finalmente la más compleja relación existente entre la desigualdad de gé-
nero, clase y origen étnico o nacional (Buss 2009).

En los tratados europeos de derechos humanos, de nuevo encontramos una separación


de las dimensiones de desigualdad y en este caso ninguna referencia explícita a la des-
igualdad interseccional. Sin embargo, sí cabe destacar como el Tratado de la Comunidad
Europea de 1997, la Carta Europea de derechos Fundamentales de Niza del año 2000 y
la Convención de Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales
(CEDH en adelante) incorporan un amplio abanico de dimensiones a tener en cuenta.
Mientras los ejes incluidos bajo el artículo 13.1 del Tratado de la Comunidad Europea
23 24
de 1997 son seis , los incluidos en la Carta de Niza llegan hasta quince y en la CEDH

22. Para un mayor detalle acerca del grado de protección y numero de ejes que reciben atención en
estos tratados véase Degener (2011).

56 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

25
hasta once . De manera añadida, la CEDH, en comparación con los otros dos textos,
incluye en su redactado del artículo 14 que a parte de estos ejes explicitados también se
considerará cualquier otra situación de discriminación que pueda surgir. En consecuen-
cia, no solo se deja abierta la lista de ejes de discriminación y se abre la puerta a que
otros ejes sean considerados por los diferentes estados que han ratificado esta conven-
ción (Schiek 2012), sino que incluso sería posible que la combinación entre ejes pudiera
26
llegar a considerarse como una discriminación más (Uccellari 2008, 38) . Igualmente,
debemos destacar que mientras la CEDH y la Carta de Niza mencionan explícitamente
la dimensión de clase social a través de los ejes de origen social y fortuna, el Tratado de
la Comunidad Europea eliminó esta dimensión. Las consecuencias que puede conllevar
que una dimensión de desigualdad de tal magnitud no sea incluida dentro de tratados
básicos que deben orientar los ordenamientos jurídicos de los estados miembros son
nefastas (Kantola y Nousiainen 2009; Walby et al.2012a; Schiek 2012). Ahora bien, a pesar
de este vacío normativo en relación a la clase social, podemos considerar el conjunto
de estos tratados como un punto de anclaje para el desarrollo de la protección de ejes
previamente olvidados (como por ejemplo el de orientación sexual, o la edad), y como
un primer paso para poder avanzar en la introducción de la desigualdad interseccional.

Esta separación de los ejes de discriminación, así como las nulas menciones y referen-
cias explícitas a la categoría de desigualdad interseccional se refleja en la interpretación
fragmentada que se hace en la práctica jurídica. Así es por ejemplo que la praxis del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) o del Tribunal Europeo de Justicia, ha
resultado en un trato de los casos donde básicamente solo se debate sobre un eje de
desigualdad (Schiek y Mulder 2011). En aquellos pocos casos en los que se han debatido
varios ejes el resultado ha sido una interpretación nada sensible a la interseccionalidad
(Vakulenko 2007; Radacic 2008), y que no alcanza a contemplar ‘ningún efecto acumu-
lativo o interseccional de la discriminación’ (Schiek y Mulder 2011, 262). De hecho, no es
hasta el año 2012, con la sentencia de B.S c. España, la cual analizaremos en esta tesis,
que se realiza por primera vez desde un tribunal europeo una interpretación intersec-
cional de la discriminación (Yoshida 2013).

Finalmente, cabe mencionar que a nivel legislativo se hace alguna referencia puntual a
la discriminación interseccional -de diferente intensidad- en textos legales de algunos

23. Sexo, orientación sexual, origen racial o étnico, edad, religión o convicciones, y discapacidad
24. Sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convic-
ciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio,
nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual
25. Sexo, la raza, el color, la lengua, la religión, las opiniones políticas u otras, el origen nacional o
social, la pertenencia a una minoría nacional, la fortuna, o el nacimiento
26. Es de interés aquí mencionar el análisis de Uccellari (2008) y Moon (2011) de la situación en Sud
África, cuya legislación contiene una extensa lista de ejes de discriminación a la vez que permite
la nueva entrada de ejes no mencionados en función de que la persona demandante justifique su
existencia tanto como signo de desventaja como por ser un elemento importante de su identidad.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 57
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

27
estados nacionales (Burri y Schiek 2009) . A nivel práctico, los casos en que se consi-
dera esta discriminación son escasos a día de hoy y los pocos que hay básicamente se
han producido en Canadá, EEUU, el Reino Unido y uno en Noruega (Moon 2011; Kriszan
et al.2012: Mackinnon 2013).

El intento de la UE para introducir


la perspectiva interseccional en su agenda política
28
La política europea, seguida por varios estados miembros , es la que por el momento
ha mostrado una más clara voluntad de incorporar la interseccionalidad en su agenda,
a pesar de que de nuevo apenas lo haya conseguido en la práctica. Tradicionalmente, la
política de igualdad europea (desde los años 80 hasta el 2000) y de los estados miembros
se había organizado de forma segmentada, donde cada desigualdad tenía sus propias
estructuras, objetivos, estrategias políticas y regulaciones. Con esta segmentación, se
produjo también un distinto desarrollo, consolidación y nivel de protección de cada una
de las políticas (Lombardo y Verloo 2010).

En la Unión Europea, vemos que el recorrido de la igualdad de género en la legislación


europea fue pionero, aunque también un ‘camino lento y difícil’ (Kantola y Nousiai-
nen 2009). La igualdad de género es la primera en contar desde 1975 con directivas
europeas, aunque éstas alcanzan básicamente el ámbito laboral. No es hasta el 2004
cuando, bajo la Directiva 2004/113, se amplia la protección al campo de los bienes
y servicios, y se ratifica la obligación de los Estados miembros a tener un organis-
mo gubernamental para la protección de la discriminación por razón de sexo que se
29
nombraba en una directiva previa del año 2002 . En contraposición, la desigualdad
por razón de etnia, edad, orientación sexual, o religión no se empieza a regular hasta
el año 2000, tres años después de la redacción del artículo 13.1 del Tratado de Ám-
sterdam, que como hemos visto amplia las dimensiones de desigualdad a proteger
y permite un mayor e intenso desarrollo legislativo en materia antidiscriminación.
La discriminación étnica o racial, pues, se regula con la Directiva 2000/43/EC, y con
ello se consigue una protección que abarca el ámbito educativo, mercantil, sanitario
y de bienes y servicios, la cual aunque más amplia que la de género a diferencia de
ésta tiene el problema de que su cumplimiento no es obligatorio, y depende del litigio
individual (Lombardo y Verloo 2010). Los demás ejes de desigualdad (religión, edad
y orientación sexual), menos protegidos, cayeron bajo la directiva marco 2000/78/EC

27. Estas autoras indican que hay cinco países de la UE -Alemania, Austria, Bulgaria, Rumania y Espa-
ña- que hacen alguna mención en sus textos legales (véase por ejemplo la Equal Treatment Act 2006 en
Alemania, la Disability Act 2005 en Austria, Antidiscrimination Law 2003 en Bulgaria o la Equality Men
and Women Act 2006 en Rumania). No obstante cabría añadir a esta lista, que ya previamente, en 1998,
Canadá incluyó en su Human Rights Act una interpretación interseccional de la discriminación, en el
2000 lo hizo Sudáfrica en su South African Promotion of Equality and Prevention of Unfair Discrimina-
tion Act y más recientemente Reino Unido ha incluido una mención en su Equality Act 2010.
28. Si bien en este apartado se irá comentando algunas de estas experiencias nacionales, para quien
quiera realizar un análisis más detallado de este desarrollo en diferentes países europeos y en la UE
véase el volumen 11(2) de 2009 de la revista International Feminist Journal of Politics (que incluye la UE,

58 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

de no discriminación en el empleo y la formación. Estos ejes, no obstante, junto con


el de discapacidad, se han querido equiparar en protección al de raza por parte de la
Unión Europea, y así se hizo constar en el 2008 cuando la Comisión Europea hizo una
propuesta para una nueva directiva que ofreciera esta igualación en la protección. A
día de hoy, sin embargo, todavía no se ha aprobado dicha directiva.

Estos desequilibrios y jerarquías dentro del marco de protección legal de las diferentes
dimensiones de desigualdad de la Unión Europea han sido analizados y criticados por
diferentes expertas/os en los últimos años (Bell 2002; Hannett 2003; Burri y Schiek 2009;
Schiek y Chege 2009; Schiek y Lawson 2011; Deneger 2011; entre otras). Éstas concluyen
que la desigual protección de las diversas dimensiones de desigualdad no solo es un
problema en sí mismo por los agravios que conlleva entre las personas y grupos socia-
les afectados y porque además no están justificados racionalmente (Schiek 2012), sino
también porque puede ser un obstáculo para la entrada de la interseccionalidad en la
agenda jurídica. En la siguiente sección abordaré esta cuestión en mayor detalle.

Los desequilibrios, sin embargo, no tienen lugar únicamente en el ámbito legislativo,


sino que se producen también en el ámbito de la organización institucional. Por ejem-
plo, tanto la política de género como de discapacidad han contado con unidades propias
(en la Dirección General de Empleo y Asuntos Sociales, otros espacios de la Comisión
europea y del Parlamento europeo), mientras que las demás desigualdades no han teni-
do un organismo propio, y no es hasta el 2008 que quedan integradas bajo el organismo
común de la Agencia de Derechos Fundamentales –en el que se incluyen todos los ejes
a excepción de la desigualdad de género que mantiene un organismo propio-. Así mis-
mo, los fondos económicos destinados por parte de la UE para combatir las diferentes
dimensiones de desigualdad varían en función de las prioridades que adquieren dichos
ejes en la agenda gubernamental (Williams 2003).

30
El cambio de agenda hacia la incorporación de la discriminación múltiple en la UE y
los estados miembros, se hace eco de la preocupación existente en los debates teóricos
del impacto negativo que tienen esta segmentación y jerarquías para avanzar en la
lucha por la igualdad. En la UE se pone en marcha la implementación del enfoque inte-
grado para conseguir una legislación y estructuras unificadas que lidien con el conjunto
de desigualdades y se recomienda a los estados miembros a seguir esta pauta (Alonso

Noruega, España, Gran Bretaña, Hungría, Republica Checa, Eslovaquia, Estonia and Latvia), el libro
editado por Krizsan et al.en 2012 (que incluye la UE y 10 países de la CEE, y Gran Bretaña, Italia, Espa-
ña, Portugal, Francia, o Países Nórdicos como Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca), o el volumen
19(4) de 2012 de la revista Social Politics (que incluye Holanda y de nuevo otros como España, Italia,
Portugal, Gran Bretaña, etc.).
29. La directiva 2002/73/EC ya incorporaba esta petición a los estados miembros a impulsar organis-
mos específicos.
30. Debemos tener en cuenta que en la política de la UE se ha optado por el uso del termino discrimi-
nación o desigualdad múltiple y no del término interseccional.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 59
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

2012). Aún así, la traslación de este enfoque a los diferentes países europeos no ha sido
uniforme, puesto que esta traslación ha dependido, como veremos a continuación, de
la idiosincrasia y trayectoria previa de cada uno de ellos.

Los modelos implementados desde la UE


y los estados Miembros para tratar las desigualdades

Si atendemos primero al ámbito de la UE, observamos que este cambio en la política de


igualdad europea basado en el enfoque integral y en la noción de discriminación múlti-
ple no ha conducido a la incorporación de un modelo interseccional, sino a un modelo
en el que las diferentes desigualdades se tratan en paralelo, es decir, al modelo múlti-
ple apuntado por Hancock (2007a). Hay análisis que detectan ventajas en este cambio,
como el aprovechamiento de las economías de escala, una mayor coherencia en la in-
terpretación legal de la discriminación, y la posibilidad de abordar los casos de discrimi-
nación interseccional (Bell 2008; FRA 2009). Otros estudios, en contraposición, apuntan
a que este enfoque sufre de una falta de coordinación entre las agendas específicas que
se aglutinan, de la competencia entre grupos, la todavía jerarquización de los diferentes
ejes, de diluir los niveles de experticia conseguidos, y del desarrollo de una legislación y
unos objetivos políticos, que más que centrarse en lo estructural acaban convirtiendo el
problema de la desigualdad en un problema de discriminación individual (Verloo 2006;
Kantola y Nousiainen 2009; Lombardo y Verloo 2010; Walby et al.2012b).

Paralelamente a la delimitación de estos modelos, ha surgido en la UE una discusión


teórica en torno a los criterios que permitirían indicar, no sólo qué tipo de perspectiva
interseccional se está incorporando, sino también la calidad de estas interpretaciones.
Un estudio de referencia en esta dirección en el ámbito de las políticas públicas es el de
Lombardo y Rolandsen (2012), en el cual se concluye que las interpretaciones incorpo-
radas en las políticas de la UE han sido de baja calidad. Más allá de este resultado, es de
interés remarcar aquí la lista de criterios establecidos en la medida en que nos pueden
servir en esta investigación a la hora de valorar los datos empíricos. Estos fueron: el gra-
do de visibilidad, explicitación e inclusión de las desigualdades en juego; la articulación
de la interseccionalidad; la generización o degenerización, es decir, la inclusión de la
categoría género cuando entran otras desigualdades en la lectura que se hace; la com-
prensión estructural de la desigualdad y no solo de sus efectos y de su concreción en las
experiencias individuales; la reducción de la estigmatización de las personas afectadas
por la desigualdad y la atención a los grupos privilegiados; y la consulta y diálogo con la
sociedad civil organizada y los grupos e individuos afectados por la desigualdad. Si bien
la mayoría de ellos gozan de un consenso dentro de la literatura dedicada a la teoría de
la interseccionalidad, hay dos que generan más controversia: el de la explicitación y el
del grado de generización. Tanto en el ámbito de la ciencia política como en el jurídico

30. Debemos tener en cuenta que en la política de la UE se ha optado por el uso del termino discrimi-
nación o desigualdad múltiple y no del término interseccional.

60 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

hay contrarréplicas que argumentan que el hecho de no explicitar las desigualdades


no tiene porque reducir la calidad de estas interpretaciones (Burri y Schiek 2009; Walby
2009), y asimismo se argumenta que la inclusión o no de la desigualdad de género es
una cuestión empírica que hay que dilucidar para determinar la relevancia o no de esta
desigualdad en cada caso particular (Walby et al.2012b).

Si atendemos ahora al ámbito de los estados miembros, los análisis empíricos rea-
lizados hasta el momento detectan no sólo la entrada del modelo múltiple sino la
existencia de una mayor variedad de modelos y de la combinación entre ellos en la
31
práctica política. En Portugal, Italia y España surgen modelos intermedios entre el
modelo múltiple (paralelo) y el puramente interseccional (mutuamente constituyen-
te) que dependen de la intensidad (puntual o sistematizada) y del nivel (práctico o
legislativo) en el que se vaya aplicando (Lombardo y Bustelo 2012). En los países de la
CEE se están implementando por el momento tres modelos en función de cómo se
institucionaliza la relación y jerarquía entre el género y otras desigualdades: el jerár-
quico -en el que hay una categoría que adquiere mayor prioridad y tiene instituciones
específicas-, el integrado -en el que se trata a todas las desigualdades de forma simé-
trica y bajo el mismo paraguas institucional-, y el estratificado -en el que se combinan
instituciones que integran diversas desigualdades de forma simétrica, pero a la vez se
mantienen estructuras y leyes diferenciadas para otras desigualdades- (Krizsan 2013).
Finalmente, en el Reino Unido se identifica que los que se han implementado con ma-
yor intensidad son sobre todo el modelo unitario (donde sólo se tiene en cuenta una
desigualdad), el asimétrico (donde una desigualdad es dominante pero hay otras que
se tienen en cuenta de forma secundaria), el múltiple (paralelo) y el aditivo (donde las
intersecciones se entienden como una suma). El modelo mutuamente constituyen-
te, donde se concibe que las diferentes dimensiones se unen para crear una nueva
apenas ha conseguido una transposición práctica, y el mutuamente conformador, en
el que se concibe que las desigualdades interaccionan pero no se eliminan por com-
pleto, puede conllevar a la larga una combinación de modelos todavía por determinar
(Walby et al.2012b).

En conjunto, podemos concluir de este apartado que la entrada de la perspectiva inter-


seccional ha sido débil en el contexto internacional, europeo y nacional y especialmen-
te en la agenda y praxis jurídica. Aun así la UE y sus estados miembros son los actores
que más recientemente han impulsado algunas medidas de interés en esta dirección,
y empiezan a desarrollar una mayor variedad de modelos a la hora de tratar las rela-
ciones entre desigualdades. Estas iniciativas, no obstante, se están llevando a cabo por
el momento con un predominio de los modelos múltiple, unitario y asimétrico, con

31. Para un análisis en mayor profundidad del caso español, véase Bustelo (2009), Lombardo y Bustelo
(2012), Platero (2009, 2011) y López y Peterson (2011).

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 61
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

muchos problemas prácticos para poner en el centro el fenómeno de la desigualdad


interseccional y con la incorporación de una perspectiva interseccional de baja calidad.
En este sentido, todas estas prácticas y avances nos muestran la complejidad de la rea-
lidad político-institucional a la hora de intentar abordar la lucha por la igualdad social
y nos remiten a que un análisis de la entrada de esta perspectiva en dichas estructuras
gubernamentales y legislativas, como el que en esta tesis se propone, debe tener en
cuenta las diversas estrategias ya desarrolladas y otras potenciales por venir. Veamos a
continuación que ha ocurrido en el ámbito de la acción colectiva.

2.3.1.2 La acción colectiva


Centrándonos, dentro del campo de la acción colectiva, en la acción de los movimien-
tos sociales y sus grupos internos veremos a continuación cómo estos actores, desde
la década de los 60 hasta hoy, se han organizado principalmente a partir de la seg-
mentación de la defensa de las diversas desigualdades. A pesar de esta segmenta-
ción veremos asimismo que con el transcurso de los años este modelo unitario o
segmentado se ha ido matizando y que surgen modelos de carácter más asimétrico,
y que incluso se puede identificar alguna experiencia puntual que indica una tímida
incorporación del modelo interseccional.

Un elemento en común de los grandes movimientos sociales del siglo XIX y XX que
han luchado por alcanzar una mayor igualdad en nuestras sociedades (entre otros el
movimiento obrero, abolicionista y feminista en el siglo XIX, y los denominados nue-
vos movimientos sociales surgidos a partir de los 60 y principios de los 70, como los
movimientos LGTB, movimientos en defensa de las minorías étnicas, por los derechos
civiles, o la segunda ola de los movimientos feministas), es que todos ellos se organizan
a priori alrededor de una dimensión de la desigualdad; sea esta el género, la clase, la na-
cionalidad, la raza, la orientación sexual, o la etnicidad (Ibarra 2005; Della Porta y Diani
2011). De hecho, a partir de la década de los 60, hablamos de movimientos cuyo signo
distintivo es precisamente el impulso de una política de la diferencia donde el ideal de
liberación de la opresión no pasa por la búsqueda de una igualdad que trasciende las
diferencias, sino por el reconocimiento mismo de la diferencia grupal (Young 1990).

La capacidad de estos movimientos segmentados en función de las diversas desigualda-


des para tratar la heterogeneidad interna de los grupos sociales y la intersección entre los
sistemas de opresión ha sido analizada en repetidas ocasiones. Angela Davis (1981) en su
fantástico análisis sobre las relaciones entre el movimiento abolicionista y el sufragista
muestra cómo dentro del movimiento sufragista en EEUU no se partió de la relación entre
género, raza y/o clase social, sino que más bien se subordinó y desplazó de forma siste-

62 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

mática las vindicaciones de las mujeres negras y de las mujeres trabajadoras y la interre-
lación entre dichos sistemas de opresión. Del mismo modo detecta que en el movimiento
abolicionista si bien hubo una cierta apertura a integrar la dimensión de género ésta fue
puntual y poco intensa. Todo ello condujo a que las relaciones entre ambos movimientos
quedasen marcadas más bien por episodios de desencuentros que no de alianzas. En esta
misma dirección, pero ya en la década de los 90, persiste la escasa capacidad del movi-
miento antirracista y feminista en este mismo país para integrar otras dimensiones de
desigualdad y la heterogeneidad interna de las mujeres y de la población afroamericana
(Crenshaw 1991). Conclusión que reiteran a su vez Hankock (2007a) o Mohanty (2003)
cuando advierten de las dificultades de estos y otros movimientos de salir de esta lógica
de anular la diversidad interna en pro de la unidad de grupo.

Más allá de estos dos movimientos, observamos que esta pauta de desplazar otras di-
mensiones de la desigualdad se repite en otros movimientos. En su análisis sobre el pen-
samiento marxista Heidi Hartmann (1979) concluye que “la relación entre marxismo y
feminismo, en todas las formas que ha adquirido, ha sido desigual’, en la medida que el
feminismo ha quedado subsumido siempre bajo la unidad marxista. Alexandra Kollon-
tai (1907) llega a esta misma conclusión a partir de su análisis empírico del movimiento
obrero en Rusia. Biglia (2005) o Ruiz (2013) observan más recientemente cómo en el con-
texto italiano y español las cuestiones feministas se siguen desplazando en la praxis del
movimiento obrero en particular y de otros movimientos en general. Del mismo modo,
aunque el movimiento LGTB haya integrado dos desigualdades –la orientación sexual y
la identidad de género- esta última y los objetivos de las personas trans y bisexuales han
quedado a menudo relegadas a un segundo plano dentro de este mismo movimiento
(Coll-Planas 2010). Esta segmentación, pues, y la falta de reconocimiento del papel que
juegan las relaciones entre los sistemas de opresión ha derivado en especial a que se pro-
duzcan asimetrías entre los diferentes movimientos y sus actores internos.

Esta misma tendencia se detecta en las organizaciones de movimientos las cuales se


organizan de forma segmentada y desplazan sistemáticamente los objetivos que afec-
32
tan a sus subgrupos internos más desaventajados (Strolovitch 2007) . Además en este
caso la continua fragmentación por ejes de desigualdad de dichas organizaciones se
ve agravada por cuestiones pragmáticas debido por ejemplo a los criterios de acceso a
subvenciones que priman un target bien definido y acotado (Golberg 2009).

No obstante, si bien las asimetrías han sido la pauta general debemos tener en cuen-
ta que la cooperación entre movimientos y organizaciones dedicadas a las distintas
luchas ha sido constante. Es decir, que las asimetrías no conducen únicamente a una

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 63
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

ruptura de los vínculos y alianzas entre movimientos y organizaciones sino que a me-
nudo se han establecido dinámicas de cooperación continuadas entre estos actores a
partir de las cuales se ha intentado presionar para modificar dichas asimetrías y para
ir cambiando paulatinamente las agendas uni-dimensionales. En este sentido, si mira-
mos la histórica asimetría entre género y clase en los movimientos obreros vemos que
la constante cooperación y presencia feminista dentro de las luchas obreras, en algu-
nos contextos como el Reino Unido, parecen haber alcanzado actualmente un nivel de
presión alto y una mayor centralidad en la agenda de los sindicatos (Walby 2011). Al
mismo tiempo, podemos destacar alguna experiencia en la que las intersecciones en-
tre desigualdades se empiezan a tomar en cuenta, así como fructíferas alianzas entre
organizaciones y entre movimientos. La Marcha por la vida de las mujeres el año 2004
en Washington analizada por Cole y Luna (2010) es un buen ejemplo de ello en cuanto
en esta marcha confluyeron el movimiento de mujeres de color y de mujeres blancas y
en ella, fruto de esta alianza, se construyó el problema de la lucha por la vida y los de-
rechos sexuales de las mujeres poniendo en el centro tanto la dimensión de raza como
de género. La existencia de este tipo de dinámicas de cooperación entre organizaciones
se produce incluso entre organizaciones fuertemente segmentadas por ejes, las cua-
les a pesar de esta segmentación apuestan cada vez más por trabajar en alianza entre
33
ellas, a través por ejemplo de los amicus curiae en los litigios jurídicos, y de pensar en
formulas para trabajar la interseccionalidad (Golberg 2009). Experiencias como la de la
organización Somos Hermanas manifiestan a su vez como la centralidad del trabajo en
alianza con múltiples organizaciones y movimientos en la estrategia organizativa que
se adopte por parte de las organizaciones puede permitir integrar de forma mucho más
flexible estas relaciones entre las opresiones y una política de la identidad basada en las
coaliciones más que en la unidad de grupo (Carastathis 2013).

Junto con estos movimientos dedicados a la defensa de determinados grupos sociales, en


los 60 explosionan movimientos, como el ecologista o pacifista, cuyos objetivos no se plan-
tean en función de un grupo en particular sino de una temática general. A pesar de que
estos movimientos no se organicen para luchar por la igualdad de un determinado grupo
social, no por ello se ha dejado de analizar cómo interpretan la intersección entre los siste-
mas de opresión. Una mirada al movimiento ecologista nos muestra cómo a pesar de que
a menudo no ha sido capaz de incorporar la dimensión de género o étnica y de raza en su
lectura del problema ecológico, si que más recientemente ha ido desarrollando una cierta
mirada interseccional sobre el funcionamiento del sistema económico y su vinculación con
la destrucción del plantea y la desigualdad de género o la desigualdad por motivos étnicos
y raciales, así como organizándose en algunos casos en alianza con los movimientos femi-
nistas o indigenistas en distintas partes del mundo (Mohanty 2003; Walby 2011).

32. Un estudio precursor al de Strolovitch que incide en las asimetrías internas dentro de organiza-
ciones políticas es el de Cathy Cohen (1999).
33. Esta estrategia consiste en la participación en procesos judiciales como terceras partes de enti-
dades sociales o individuos a petición del juez o jueces, la cual se aplica en el contexto anglosajón y
también en tribunales internacionales como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

64 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

A su vez, debemos remarcar que en las dos últimas décadas la tendencia a la segmen-
tación de los movimientos por grupos sociales ocurre paralelamente al desarrollo de
movimientos y formas de protesta que, a modo de paraguas o de espacio de unión,
aglutinan diversos movimientos y/o luchas por la igualdad. Éste es el caso del movi-
miento antiglobalización y los movimientos que surgen dese el 2011–todavía presentes
con fuerza actualmente- en países como España, Grecia, Portugal, EEUU, México, Israel,
Turquía, o Brasil. En conjunto, se trata de movilizaciones que permiten una gran con-
fluencia de luchas, las cuales se expresan a través de numerosas asambleas, comisio-
nes y plataformas. Es decir, que son movimientos heterogéneos y con un componente
reivindicativo amplio que permiten una ágil expresión y movilidad entre luchas y rei-
vindicaciones (Della Porta 2005; Fernández et al.2012; Cruells e Ibarra 2013).

Sin embargo, todo y que estos últimos movimientos tienen este componente más hete-
rogéneo no por ello podemos asumir a priori que sean más capaces de integrar entre sus
vindicaciones una interpretación interseccional de la desigualdad. De hecho, respecto al
movimiento antiglobalización varios estudios insisten en que ha habido una ausencia
o desplazamiento por ejemplo de las cuestiones feministas en la agenda de este movi-
miento (Eschle 2005; Macdonald 2005). Mohanty señala asimismo cómo la categoría de
‘género racializado’ ha sido totalmente invisible a pesar de su centralidad para el movi-
miento antiglobalización en la medida en que ha sido la experiencia y lucha de las mu-
jeres de color/indígenas pobres la que ha permitido ‘el análisis y políticas más inclusivas
en las luchas antiglobalización’ (2003, 530). Las condiciones que permiten que este tipo
de movimientos puedan llegar a incorporar una lectura más interseccional de la opre-
sión y la desigualdad queda, por consiguiente, todavía para esclarecer.

De lo expuesto, podemos concluir que la tendencia a segmentar las dimensiones de


desigualdad que hemos visto en las políticas públicas y el derecho internacional, eu-
ropeo y nacional, se reproduce en el ámbito de las luchas sociales. No obstante, si bien
esta segmentación ha sido la tendencia general durante décadas, también es cierto que
ha convivido con el desarrollo de modelos asimétricos, en los que se tiene en cuenta
más de una desigualdad pero en los que unas desigualdades se subordinan a otras. Asi-
mismo, es importante señalar que esta segmentación no ha implicado la ausencia de
una cooperación, trabajo en red y/o alianzas entre movimientos.

Desde la teoría de movimientos sociales, numerosos autores enfatizan la importancia de


atender a las dinámicas de cooperación interna y entre movimientos (Gamson 1975; Mc-
Carthy y Zald 1977; Meyer y Whittier 1994; Ferree y Roth 1998; o Van Dyck 2003). Estos au-
tores/as nos recuerdan que el diálogo entre movimientos sociales y entre los grupos de un

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 65
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

mismo movimientos ha sido una constante, y que puede darse intensamente, tal y como se
ha observado con la amplia proliferación de coaliciones entre luchas a nivel transnacional
(Della Porta y Tarrow 2005). Es más, no debemos perder de vista que las dinámicas de coo-
peración dentro de un mismo movimiento social son necesarias para la existencia, mante-
nimiento y posible éxito del movimiento, a la vez que son el resultado del compromiso de
todos los actores que lo conforman en la búsqueda de unas metas comunes (Gamson 1975;
Staggenborg 1986; McCammon y Campbell 2002). Desde la teoría de la interseccionalidad,
como hemos apuntado anteriormente, se percibe a su vez que las alianzas entre actores
han estado muy presentes dentro de las formas de acción colectiva de organizaciones y
movimientos y que además éstas configuran el marco en el que es posible trabajar la entra-
da de la perspectiva interseccional. Como detallaré en mayor medida en el siguiente apar-
tado, desde esta teoría se apunta a que debemos profundizar sobre la puesta en práctica de
estas dinámicas y las metodologías dialógicas que redunden en su fortalecimiento (Reagon
1983; Collins 2009[1990]; Jakobsen 1998; Butler et al.2000; Cole 2008, 2010; Yuval-Davis 2011).

2.3.2 Factores que favorecen la entrada de la interseccionalidad


en las agendas políticas y legislativas

Como se ha dicho en la introducción de esta tesis, en los últimos treinta años académica-
mente se han puesto muchos esfuerzos en desarrollar el corpus teórico y normativo de la
interseccionalidad, en identificar las desigualdades interseccionales que afectan a diferen-
tes grupos sociales, y en demostrar cómo las actuales agendas políticas y jurídicas invisibi-
lizan o incluso contribuyen a aumentar la desigualdad interseccional (Verloo et. al 2012). En
contraposición, el análisis acerca de las condiciones que mejor pueden permitir la entrada
de la interseccionalidad en las agendas y la práctica política y jurídica ha recibido en gene-
ral una menor atención. Pero si bien esta ha sido la tendencia general, también es cierto que
sobre todo en la última década diferentes autoras han empezado a preocuparse por esta
cuestión y nos aportan conclusiones de interés para avanzar en este tipo de análisis.

A continuación procedo a analizar primero las condiciones potenciales que facilitan la


permeabilidad de las políticas públicas y el derecho a la inclusión de una perspectiva
interseccional y posteriormente lo hago en el caso de los movimientos sociales.

2.3.2.1 Políticas públicas y derecho


En primer término, una parte de estos análisis se han centrado en examinar el tipo de
34
arquitectura institucional dedicada al fomento de la igualdad de los estados nacionales
y de la UE o la ONU que se necesitaría para abordar el fenómeno de la desigualdad inter-
seccional. Como hemos mencionado antes, tanto la UE como algunos estados nacionales
han optado por promover estructuras o leyes integradas. En estas apuestas, impulsadas a

66 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

partir del año 2005, se partía de la hipótesis de que esta integración favorecería la posibi-
35
lidad de incorporar una lectura interseccional de la desigualdad . En el ámbito jurídico
se observó que la fragmentación de las leyes que daban cobertura a cada una de las di-
mensiones de desigualdad tanto en la UE como en los estados miembros sufría de una
cobertura desigual en función de las desigualdades (European Comission 2007). Esto ge-
neraba jerarquías y en la práctica provocaba, por ejemplo, que en las demandas antidis-
criminación las personas demandantes a pesar de haber sido discriminadas o de haber
sufrido desigualdad por la intersección de diferentes dimensiones acabaran optando por
litigios centrados en la dimensión que ofrecía mayor cobertura y garantías (Hannett 2003)
36
. En cuanto a las estructuras de igualdad se percibía que con estructuras separadas en
función de cada una de las desigualdades se hacía más difícil la coordinación entre ellas
para tratar la desigualdad interseccional (Verloo et al.2012).

Análisis posteriores acerca del impacto de estos cambios en las estructuras y leyes han
demostrado, no obstante, que integrar estructuras o unificar leyes si bien pueden ser
elementos que favorecen la entrada de la interseccionalidad en las agendas no es una
condición suficiente (Verlooet al.2012). Así se ha señalado que el desarrollo de leyes no
implica que necesariamente se reduzcan las jerarquías entre dimensiones (Bell 2002;
Burri y Schiek 2009, Schiek y Lawson 2011), o que las estructuras integradas dejen de
37
tratar estas dimensiones en paralelo, de forma aditiva o asimétrica (Squires 2009 ;
Lombardo y Verloo 2010). Asimismo, dependiendo de cómo se apliquen estas estructu-
ras integradas se puede llegar a generar competencia entre grupos y de hecho repercu-
tir incluso negativamente en el avance de la inclusión de una perspectiva interseccional
en sus agendas. Además, también importa el contexto a la hora de encontrar la me-
jor formula institucional y jurídica para impulsar la perspectiva interseccional (Burri y
Schiek 2009; Alonso 2012). En especial, el análisis que ofrece Alba Alonso (2012) del caso
portugués es muy sugerente en este sentido, ya que nos muestra como en este contexto
específico, debido a su trayectoria institucional previa y al tipo de relación existente con
la sociedad civil organizada, trabajar con estructuras diferenciadas pero con una fuerte
conexión entre ellas puede ser el camino más adecuado para llegar a atender a la larga
la desigualdad interseccional.

34. Refiere al conjunto de agencias y departamentos gubernamentales o cuasi-gubernamentales que


regulan y promueven la igualdad (véase para un mayor detalle de la definición de este término Walby
et al.2012b).
35. En el caso de la ONU todavía no se ha empezado a trabajar en este enfoque integrado a nivel de
estructuras y leyes. Autoras como Bond (2003) pero argumentan que habrá que hacer cambios en
esta dirección ya que las Naciones Unidas no cuentan actualmente con un fundamento teórico, unas
estructuras institucionales y una práctica jurídica capaz de abordar la desigualdad interseccional.
36. En EEUU Best et al.(2011) analizan las sentencias realizadas en el ámbito de la igualdad de oportu-
nidades en el empleo desde 1965 hasta 1999 y demuestran además que existen el doble de oportuni-
dades para ganar las demandas si éstas se plantean argumentado la discriminación bajo un solo eje.
37. Tampoco garantiza obviamente que deje de abordarse solo como un problema de discriminación
individual. Recordemos, que la individualización ha sido precisamente la tendencia en Europa (Krizsan
et al.2012), y en especial del derecho antidiscriminatorio europeo que se está trasladando a los distintos
estados miembros (Barrère y Morondo 2011).

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 67
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Más allá de la preocupación de integrar en las agendas institucionales el problema de la


desigualdad interseccional, si retomamos las aportaciones teóricas de Walby et al.(2012b)
y Weldon (2006), que señalan que hay tanto efectos autónomos de cada dimensión como
asimétricos, aditivos e interseccionales, debemos pensar también sobre el tipo de estruc-
turas que finalmente se diseñen deben responder a esta complejidad. Por ejemplo, debe-
mos considerar que si bien implementar acciones y estructuras más integradas pueden
ser útiles para abordar la interseccionalidad mutuamente constituyente, para tratar el
modelo de mutua conformación, que conlleva tener en cuenta al mismo tiempo los efec-
tos autónomos de cada desigualdad, puede ser conveniente una combinación entre mo-
delos (Walby et al.2012b). Estas dos autoras argumentan en esta dirección que el modelo
unitario o el asimétrico han sido útiles para resolver las especificidades de cada desigual-
dad y que, por lo tanto, no se puede apostar normativamente por un único modelo si en
la práctica esto va a suponer desplazar la ontología propia de cada desigualdad.

Este argumento responde a una de las preocupaciones de los/las policy makers y aca-
démicos/as, entre éstos de las feministas de estado, de que la entrada del enfoque in-
terseccional pueda implicar olvidar o desplazar el foco sobre los efectos autónomos de
cada una de las desigualdades. Frente a estas dudas, creo importante enfatizar que el
objetivo del enfoque interseccional ha sido, y es, poner más en el centro de las agendas
políticas el intentar solucionar las desigualdades específicas que surgen como resulta-
do de la intersección de varias dimensiones, en la medida en que éste ha sido un obje-
tivo olvidado históricamente. Esto implica, que hay que impulsar estrategias y meca-
nismos capaces de cambiar la sistemática segmentación de las agendas, porqué como
subraya Crenshaw (1991) éstas no son neutrales unas con otras y porqué dificultan el
impulso de acciones y políticas que atiendan a la resolución de la desigualdad intersec-
cional. Incorporar este objetivo, empero, no es contradictorio con seguir actuando para
la erradicación de todas aquellas desigualdades que se producen debido a un eje de
desigualdad. Por el contrario, el reto que se nos plantea es mantener en el centro esta
difícil relación entre reconocer las ontologías de cada desigualdad, a la vez que, y con
la misma fuerza, se reconozca la relación entre desigualdades. Sin embargo, su concre-
ción práctica y la búsqueda de la mejor formula en cada contexto queda todavía por ver.

Recordemos, como he señalado hace un momento, que actualmente está en cuestión que
la creación de estructuras o leyes integradas conduzca a poner en el centro el enfoque in-
terseccional. Además, aunque en determinados contextos puedan ser factores altamente
favorables para tal fin, no son los únicos que intervienen. Por ejemplo, en relación a los
organismo de igualdad unificados que se han creado en varios países y que incorporan
una gran variedad de ejes de discriminación, el modo en que la discriminación entre en

68 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

la agenda así como su efectividad dependen a su vez del tipo de composición, indepen-
dencia, ideología, relación con otros agentes, funciones, recursos económicos disponible,
y vías de financiación de estas estructuras de Igualdad (Rey Martínez 2012). Asimismo,
una estrategia colectiva entre las diferentes políticas segmentadas para hacer entrar la
perspectiva interseccional en las agendas, como el mainstreaming interseccional, podría
tener también un papel relevante a pesar de que por el momento no cuente con un desa-
rrollo práctico (Verloo 2006; Bacchi y Evelin 2009; Lombardo y Rolandsen 2012).

Más allá del tipo de organización estructural y de determinadas estrategias de coopera-


ción que se lleven a cabo entre cada una de las políticas de igualdad, si retomamos lo di-
cho en secciones previas un factor crucial que no debemos menospreciar es el peso que
tienen las formas de enmarcar las categorías identitarias y de desigualdad. La forma en
que cada una de las políticas enmarque las identidades de los grupos sociales afectados
por la desigualdad puede conllevar una apertura a la hora de reconocer la diversidad
interna y de promover así las alianzas y unos objetivos de carácter más compartido
entre las diferentes políticas.

De igual modo, es crucial el papel de la sociedad civil organizada para la defensa de las
diversas desigualdades así como de la desigualdad interseccional a nivel transnacional,
estatal y regional. Tradicionalmente ya se había identificado que la efectividad de la ar-
quitectura institucional que promueve la igualdad de género depende, entre otros facto-
res, del vínculo entre estas estructuras y las entidades y movimientos sociales (Lombardo
y Bustelo 2012). Actualmente, se identifica asimismo que los movimientos sociales y las
entidades pueden influir en el impulso de la interseccionalidad en las agendas y la prácti-
ca política y jurídica (Williams 2003; Bond 2003; Lombardo y Rolandsen 2012; Lombardo y
Bustelo 2012; Alonso 2012). Dicha influencia está sujeta sin embargo a diversos aspectos:
el grado de consulta y acceso a los procesos de decisión que se ofrezca a la sociedad civil
organizada por parte de los gobiernos; a la creación de espacios de consulta en los que se
establezca un diálogo entre las diferentes organizaciones y movimientos (feministas, an-
tirracistas, LGTB, sindicales, etc.) y su coordinación; o a las alianzas que establezcan estas
entidades y movimientos en relación a cuestiones concretas (Lombardo y Bustelo 2012).

Su influencia, por lo tanto, depende por un lado del modelo democrático en el que ac-
túen y del amplio o limitado ejercicio de la consulta, de los espacios de coordinación
y decisión de gobiernos y de la sociedad civil organizada. Hoy en día contamos funda-
mentalmente con la existencia de unos sistemas democráticos representativos en la
mayoría de países occidentales que adolecen de fuertes déficits a la hora de permitir
que la población en general pueda participar de los procesos de decisión, y más aún si

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 69
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

se trata de aquellos grupos entre la población que se encuentran en una posición de


desigualdad más que de poder. En consecuencia, las iniciativas que profundicen en este
cambio democrático serán imprescindibles. Por el otro lado, las alianzas que se generen
entre entidades y movimientos para reducir tanto los efectos autónomos de cada des-
igualdad como los interseccionales será otro elemento clave. En esta dirección, serían
de gran interés los análisis que en adelante se centren en ver la posible relación entre
los avances de la perspectiva interseccional en los movimientos sociales y los avances
de dicha perspectiva en las estructuras institucionales.

En el ámbito del derecho, se señalan de nuevo varios factores que pueden interferir a la
hora de incorporar una perspectiva interseccional. El primero de ellos es que se creen
nuevas leyes y regulaciones (Makkonen 2002). Sin embargo, no hay un consenso claro
sobre la relevancia de este factor, ya que a pesar de que este tipo de iniciativas puedan
tener impactos positivos para avanzar en la incorporación de una perspectiva inter-
seccional y deban celebrarse, se argumenta que es incluso más crucial el papel de los
agentes responsables de aplicar las leyes. Satterthwaite (2004, 2005) después de analizar
el impacto de la aplicación de la nueva Convención de la ONU sobre los derechos de las
personas migrantes trabajadoras, que equivaldría a una de estas nuevas legislaciones
de carácter más interseccional, señala que el derecho internacional en materia antidis-
criminación ya contiene actualmente el potencial necesario para integrar esta perspec-
tiva, y que la clave no es tanto la formulación de nuevas leyes, sino el papel que puedan
tener aquellos actores encargados de aplicar las leyes ya existentes.

Precisamente, en estudios realizados de sentencias dictadas en el Reino Unido o por el


TEDH se detecta la relevancia que adquiere el rol de los operadores jurídicos en la apli-
cación del derecho (Hannett 2003; Radacic 2008). En el caso británico, por ejemplo, a pe-
sar de haberse creado nueva legislación que equipara la cobertura de derechos de cada
desigualdad y de integrar estructuras institucionales, se identifica que esto no ha sido
suficiente y que por consiguiente una condición imprescindible si se quiere impulsar la
perspectiva interseccional es el cambio de ideología que impera en la interpretación del
derecho antidiscriminatorio actual en este país, la cual se centra en la igualdad formal
más que en la igualdad sustantiva. Este es un punto sobre el que además hay un fuerte
consenso y sobre el que se reitera que es fundamental modificar la perspectiva liberal
en el derecho, bajo la cual la desigualdad se entiende meramente como un problema de
igualdad de trato que afecta a individuos concretos. Solo una interpretación centrada
en las causas estructurales que producen la desigualdad puede facilitar comprender y
atender la desigualdad interseccional (Barrère y Morondo 2011; Young 2009).

70 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

Si partimos, como se hace en esta tesis, de que la desigualdad interseccional depende de


los proceso de producción y reproducción de la misma desde las estructuras institucio-
nales, prácticas sociales, normas, símbolos e ideologías, este factor deviene fundamental.
No obstante, modificar ideologías e intervenir en estos procesos que acaban reproducien-
do la desigualdad no es una tarea fácil. Para ello se requieren acciones y estrategias de
gran calado, cuyo problema es su capacidad de éxito. Una experiencia previa que muestra
esta dificultad es la apuesta que se ha hecho desde las políticas de igualdad de género de
38
implementar el ‘mainstreaming de género’ en organismos de gobiernos internaciona-
les, europeos y nacionales (Verloo 2013). El problema de esta estrategia ha sido que, en su
transcurso desde 1995, ha encontrado numerosos obstáculos (Meier y Celis 2011; Alfama
y Cruells 2013) y no ha alcanzado aún sus objetivos, altamente ambiciosos. De hecho,
estos obstáculos han sido a menudo excesivos, lo cual le da a la estrategia del mainstrea-
ming de género un carácter ‘casi utópico’, nos dice Verloo (2013: 904).

Si nos trasladamos al ámbito jurídico, las resistencias no son menores. Como exponen
Barrère y Morondo (2011) la cultura jurídica hegemónica descansa sobre ‘la separación
entre Derecho y Sociedad: una separación especialmente sagrada para la tradición kelse-
niana. Así a consecuencia de esta última, se ha ido consolidando la idea de que la discri-
minación jurídica es un fenómeno (ontológica y epistemológicamente) distinto a la dis-
criminación social’ (2011, 39). Con ello, el Derecho se ‘aleja de una percepción del mismo,
no sólo como posible instancia productora y reproductora de discriminación (también
jurídica), sino también como instrumento de intervención sobre la misma’ (2011, 39).

Según estas autoras, un primer paso para avanzar en el nivel estructural de la opresión,
y desplazar la tendencia actual del derecho antidiscriminación europeo ‘profundamente
marcado por el carácter casuístico e individualizado de la aplicación judicial’ (2011, 37),
es propugnar que el Derecho vincule la discriminación con los sistemas de opresión, de
ahí su concepto de subordiscriminación. Con este mismo espíritu surgen las propuestas
de Radacic (2008) o de Peroni y Timmer (2014) de cambiar el enfoque de igualdad de trato
más ampliamente implementado desde varias instancias judiciales internacionales, eu-
ropeas o nacionales por un enfoque de la desventaja o de la vulnerabilidad.

Este conjunto de propuestas, y otras de carácter estatal como el ‘mainstreaming de la


interseccionalidad’, son muy sugerentes y a mi entender absolutamente necesarias, sin
embargo habrá que ver su capacidad de incidencia en la mencionada cultura jurídica y

38. En concreto, el ‘gender mainstreaming’ se creó en 1995 como una estrategia de intervención de
las políticas de igualdad para ir más allá del desarrollo de acciones positivas y específicas contra la
desigualdad de género. Lo que se pretendía era incidir en el conjunto de la maquinaria de las políti-
cas públicas –la corriente principal de las políticas- para que la igualdad de género fuera un principio
central de cualquier agenda política, en lugar de ser un añadido. Así se situaba en el centro la inter-
vención en los sistemas y las estructuras, ya sean públicas o privadas, que generan discriminación
y desigualdad entre mujeres y hombres. Con ello, se reconocía que las prácticas institucionalizadas
del propio Estado son uno de los elementos clave en la reproducción estructural de la desigualdad y
por ello también que el propio Estado debía transformarse para poder combatirla.

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 7 1
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

estatal hegemónica. En cualquier caso, éste es un debate abierto que deberíamos rese-
guir a medida que avancen este tipo de actuaciones (Verloo 2006; Bacchi y Evelin 2009;
Grabham et al.2009; Barrère 2010; Igareda 2012; Lombardo y Rolandsen 2012).

Junto con los factores de la creación de leyes y/o del papel de los operadores jurídicos, par-
te de la literatura académica también identifica que la referencia explícita a la noción de
interseccionalidad en las leyes (a través de provisiones específicas por ejemplo) sería un
aspecto favorable para impulsar a nivel práctico su interpretación jurídica (Conaghan 2009;
Schiek y Lawson 2011). En Canadá, cuya Carta de Derechos Humanos contiene una lista
abierta de dimensiones a tener en cuenta y una mención específica a tratar como una nue-
va dimensión de la desigualdad el cruce entre varias de ellas, ha permitido que se empiece
a reconocer y remediar la experiencia particular de aquellas personas que se encuentran
en la intersección (Moon 2011, 163). Al mismo tiempo otros países han incorporado alguna
39
provisión, aunque éstas son más limitadas (Burri y Schiek 2009: Moon 2011 ) . Sin embar-
go, el posible potencial de este factor para introducir la interseccionalidad en el derecho se
cuestiona por parte de otras autoras. Hay quien apuesta más bien por que la intersecciona-
lidad se introduzca como un método jurídico que visibilice los límites del derecho a la hora
de tratar las relaciones de poder (MacKinnon 2013).

De manera añadida a este último factor, puede ser importante a su vez para la entrada
de la interseccionalidad la concreción de las exigencias que acompañan al test compa-
rativo. En la práctica del derecho antidiscriminación a menudo es muy difícil demostrar
a partir del test comparativo que una persona ha sido discriminada, y más si se trata de
una discriminación interseccional (Hannett 2003; Burri y Schiek 2009; Uccellari 2009).
Una posible solución pasaría pues por eliminar la exigencia del test comparativo y bus-
car el fundamento de esta discriminación en la pregunta de porqué una persona ha
sido discriminada de este modo en concreto y clarificar las dinámicas existentes que
la sustentan. Esta propuesta tiene el potencial de obligar en cierto modo a examinar
las dinámicas que producen la desigualdad y nos acerca así a una interpretación de la
discriminación que tenga en cuenta las causas estructurales que la producen.

Finalmente, igual de relevante es el nivel subjetivo de la experiencia de las personas


afectadas y los efectos que ello puede tener en este impulso de la protección de la des-
igualdad interseccional en el ámbito del derecho antidiscriminación. Como concluyen
Jubany, Güell y Davis (2011), después de analizar 1000 casos de discriminación en dife-
rentes países europeos, hay varios elementos que influyen a la hora de que estas perso-
nas lleguen a denunciar y lo hagan alegando una desigualdad interseccional. Éstos son:
el capital social, la cultura política, la posición de vulnerabilidad de estas personas por

39. Moon (2011) muestra como en la Equality Act del 2010 del Reino Unido, se limita el trato de la
discriminación interseccional a dos ejes y solo cuando refiere a una discriminación directa que en su.

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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS

no disponer de permiso de residencia, y el hecho de que naturalicen o no las experien-


cias de discriminación o de que las entiendan como discriminaciones en las que están
en juego más de un factor.

De lo apuntado hasta aquí, tenemos en resumen que las condiciones potenciales que
por el momento se han identificado acerca de la permeabilidad de las políticas públicas
y el derecho hacia la perspectiva interseccional son: el tipo de estructuras y leyes; las
formas de enmarcar las identidades/targets de la política y los paradigmas ideológicos
dominantes; el rol de los actores implicados y las dinámicas entre éstos; y las condicio-
nes que apelan a la experiencia subjetiva de las personas afectadas por la desigualdad
interseccional y su capacidad de acción.

2.3.2.2 La acción colectiva


En el ámbito de los movimientos sociales y las organizaciones de movimientos, la lite-
ratura ha identificado diversas cuestiones para entender su grado de permeabilidad a
una perspectiva interseccional.

En primer lugar, se apunta a los procesos de construcción de las identidades colectivas


en los movimientos sociales. Teniendo en cuenta que la forma cómo se concreta la
identidad colectiva de un movimiento social es fundamental para provocar la acción
y posibilitar alianzas (Tarrow 1998), se ha sugerido que cuando los movimientos se ba-
san en una ‘identidad exclusiva’ (Della Porta y Diani 1999), tienden a negar o ignorar la
interseccionalidad (Ferree y Roth 1998; Cole 2008; Verloo 2013). Las identidades colecti-
vas, los objetivos y las demandas de un movimiento social se concretan mediante un
proceso dinámico (Melucci 1995; Tarrow 1998; Della Porta y Diani 1999). Son fruto de
una continua negociación, contestación e interacción entre los actores que integran el
movimiento social y los que lo rodean (otros movimientos, posibles aliados, enemigos,
medios de comunicación). En consecuencia, la identidad colectiva tanto de los movi-
mientos sociales que se organizan en función de grupos sociales desaventajados como
de los que lo hacen en base a temas generales (de justicia social o paz, por ejemplo), ni
es fija, ni está definida de antemano.

Sin embargo, analistas y activistas han concebido con frecuencia la identidad colec-
tiva de los movimientos sociales como una unidad monolítica común (Diani y Pilati
2010). De esta manera a veces se pasa de una lógica de la unidad a una de la unifor-
midad del grupo (Hancock 2007a). Se percibe que la solidaridad grupal depende fun-
damentalmente de que los miembros y actores internos se identifiquen a través de
unos atributos o características comunes dados de antemano –ser mujer o tener un

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determinado color de la piel- o de ‘un conjunto uniforme de experiencias’ (Hancock


2007a, 65). Así se tiende a anular la diversidad de las experiencias de opresión y las
diferencias intra-grupales y a priorizar una desigualdad (el género, la raza, o la clase)
sobre las demás (Ferree y Roth 1998).

Frente a esta problemática, diversos trabajos plantean cuáles deben ser las estrategias
de los movimientos sociales para desmantelar estas ficciones de uniformidad. Por un
lado, se enfatiza la necesidad de construir la identidad en base a los objetivos, valo-
res, perspectivas o demandas más que a partir de reclamos identitarios o categorías
grupales como mujeres, gais, lesbianas, mujeres afroamericanas, trabajadores/as entre
40
otras (Mouffe 1992; Butler et al.2000; Weldon 2011; Yuval-Davis 2012 ) . En este sentido,
Polletta y Jaspers (2001), por ejemplo, destacan cómo los movimientos que definen su
identidad apelando a sujetos amplios como ‘ciudadanos’ o ‘gente’ pueden tener a priori
una mayor capacidad inclusiva.

Por el otro lado, como he señalado antes, si bien hay que deconstruir las ‘identidades
exclusivas’, a veces puede ser necesario mantener reclamos identitarios, nombrar las
identidades, ya que estas identidades son espacios de empoderamiento y de resistencia
para muchos grupos sociales (Crenshaw 1991; Collins 2009 [1990]; Bickford 1997; Verloo
2013). No obstante, este punto de anclaje en las identidades no debe caer en una política
de la identidad simple, sino en una donde la identidad sea concebida como una coali-
ción, que articula y nombra las diferentes posiciones sociales, identidades y múltiples
formas de opresión que afectan a la diversidad de sus miembros (Crenshaw 1991; Ca-
rastathis 2013; Chun et al.2013). Asimismo, debemos considerar que hay experiencias de
entidades y movimientos que a pesar de basarse en reclamos identitatrios no por ello
acaban anulando las diferencias. En la práctica de algunas organizaciones y movimien-
tos observamos que a veces la unión no se fomenta sobre el hecho de compartir carac-
terísticas biológicas entre su miembros, sino más bien de compartir el mismo opresor
(Carastahis 2013, 955), o por compartir historias similares de opresión (Cole y Luna 2010;
Chun et al.2013). A su vez, recordemos que el estudio de Golberg (2009) antes menciona-
do concluye que los motivos por los que los grupos se organizan a través de identidades
basadas en un solo eje pueden ser de carácter más pragmático y externo, por ejemplo
para conseguir financiación, o por la misma estructura de la ley antidiscriminación, y
que además no por ello desde esta política se deja siempre de trabajar en alianza con
otros grupos activistas para hacer entrar la interseccionalidad en las agendas. Una de
las estrategias legales de trabajo en red y alianza para hacer entrar el enfoque intersec-
41
cional puede ser la de los Amicus curiae .

40. Esta autora incluso propone la política dialógica transversal como método para trabajar la coo-
peración sin caer en exacerbar la política de la identidad, la cual consiste en: fomentar un espacio
dialógico que se fundamente en los valores compartidos de sus miembros, se base en que las posi-
ciones y conocimiento de cada uno de sus participantes son limitadas con lo que la presencia de los
demás resulta imprescindible, c) en que los/as participantes no representan a nadie sino que actúan
como ‘defensores de’ y donde además igualdad y diferencia se acompañen, pero no se reemplacen.

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Un segundo aspecto que puede influir en que los movimientos sociales ignoren o nie-
guen la interseccionalidad son las asimetrías internas que se dan en las luchas sociales.
En las dinámicas de la protesta social aunque se reconozca la existencia de heteroge-
neidad interna, es un subgrupo dominante el que finalmente tiende a convertir en nor-
ma sus experiencias, percepciones y valores (Eschle 2005; Strolovitch 2007; Cole 2008;). A
la vez, estas asimetrías afectan al modo en que los movimientos enmarcan los proble-
mas sociales e injusticias identificadas y al tipo de soluciones que proponen.

Los marcos son los esquemas interpretativos que los activistas desarrollan para movilizar a
posibles adherentes (Snow et al.1986; Ibarra and Tejerina 1998; Polletta y Jaspers 2001). Ayu-
dan a conformar la identidad colectiva y definen el problema social por el cual se movilizan:
‘cómo llegó a ser una realidad y quien es responsable de su solución’ (Verloo 2013, 907).
Pero en la elaboración de estos marcos no todos los miembros y grupos de un movimiento
tienen la misma capacidad de incidencia. Es más, debido a las asimétricas posiciones que
tienen diferentes actores en un movimiento, algunos objetivos y vindicaciones consiguen
una mayor centralidad, o unos son subsumidos en los otros (Walby 2011). Estas asimetrías
son clave y pueden conducir a priorizar un sistema de opresión sobre otro, y a ignorar o
desplazar objetivos y demandas. Por consiguiente es de interés preguntarse por cuáles son
los factores que permiten equilibrar estas asimetrías. Algún estudio en este sentido apun-
ta a que aplicar normas y procedimientos en los procesos de toma de decisiones de los
movimientos y organizaciones que hagan más equitativa la representación de todos los
miembros es fundamental (Strolovitch 2007). O bien se indica que es también relevante
la diversidad de formas organizativas que se puedan desarrollar. Por ejemplo Rolandsen y
Roth (2011) concluyen en su análisis sobre la inclusión de la desigualdad por razón de raza
y género en la agenda europea que para poder lidiar con estas asimetrías fue necesaria una
estrategia múltiple: a) que este grupo desaventajado optara por auto-representarse y defi-
nir sus intereses a través de la creación de una organización especifica, y b) que se crearan
espacios de confluencia en los que trabajar conjuntamente con entidades basadas en uno
de los dos ejes de desigualdad para incluir la interseccionalidad.

Finalmente, también la existencia de una fuerte divergencia entre marcos interpreta-


tivos es un factor que puede obstaculizar el enfoque interseccional en los movimien-
tos sociales. Dentro de un mismo movimiento, debido a la diversidad de miembros y
grupos que lo integran, coexisten distintas formas de enmarcar los problemas. Si estas
interpretaciones son muy divergentes o contradictorias pueden entrar en competición
entre ellas. De este modo, la existencia de fuertes divergencias ‘a menudo obstruye las
alianzas’ entre sus miembros y acaba reduciendo a la larga las posibilidades de tratar
las desigualdades interseccionales (Verloo 2013, 907).

41. Véase la nota al pie 33 en la que se explica esta estrategia con mayor detalle.

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Quiero clarificar aquí brevemente, no obstante, que de esta afirmación no podemos


extraer que bajo cualquier circunstancia debamos priorizar el buscar la convergencia
entre los actores políticos. De hecho, en repetidas ocasiones la mejor opción es precisa-
mente la crítica y la oposición. Por citar un ejemplo ilustrativo, podemos recurrir a las
aportaciones de Walby (2011) y Yuval-Davis (1993) sobre la relación entre los movimien-
tos feministas y nacionalistas. Ambas autoras inciden en la importancia de la crítica
impulsada por los movimientos feministas frente a aquellos movimientos nacionalis-
tas que enmarcan el papel de las mujeres en la nación desde el mito de la domesticidad.
Así es que más que un aliado el feminismo se convierte en estos casos en un actor crí-
tico en el interior del nacionalismo como vía para garantizar la defensa de las mujeres
en tanto ciudadanas de pleno orden en la esfera pública.

Junto con Verloo numerosas autoras (Reagon 1983; Mouffe 1992; Bickford 1997; Jakobsen
1998; Butler et al.2000; Young 2000; Yuval-Davis 2006, 2011; Walby 2007, 2011; Braidotti 2008;
Cole 2008, 2010; Lykke 2011; o Carastathis 2013) coinciden en que las alianzas y vínculos
entre actores son el camino para incorporar la complejidad del orden social y la desigual-
dad interseccional. Pensar, pues, sobre los aspectos y métodos que faciliten estas alianzas
es una tarea ineludible. Así lo han hecho Ferre y Roth (1998, 644) quienes detectan que ‘los
individuos constructores de puentes los cuales mantienen las vías de comunicación siem-
pre abiertas’ entre grupos juegan un papel importante. O Carastathis quien añade que son
precisamente las personas cuya opresión se ve afectada por múltiples desigualdades las
que se encuentran en mejor posición para trabajar e intensificar las alianzas, ya que estas
personas ‘se enfrentan a los retos existenciales de construir puentes tanto interna como
externamente’ (2013, 960). Lombardo y Verloo (2010) indican además que son los grupos
con menor poder y capacidad de incidencia los que buscan en mayor medida las alianzas.

Si bien estas alianzas parecen tener un rol importante para favorecer la entrada de la
perspectiva interseccional en los movimientos sociales debemos tener en cuenta que
no se trata de una condición suficiente para que se incorpore el enfoque interseccional.
Como afirman Negri y Hardt (2011), puede suceder que simplemente las luchas por la
igualdad se ubiquen como eslabones de una cadena para conseguir un objetivo, llegan-
do así al desarrollo de un modelo múltiple más que al interseccional.

En resumen, este conjunto de estudios contribuyen a esclarecer cómo la perspectiva


interseccional se puede situar más en el centro de la agenda de movimientos y organi-
zaciones, y nos proporcionan de nuevo elementos para pensar en las condiciones que
favorecen u obstaculizan la entrada de la interseccionalidad en la agenda de las luchas

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sociales. Entre éstas, las condiciones que destacan estos estudios son: la construcción
de las identidades, el rol y relaciones entre actores, el equilibrio de las asimetrías y la
confluencia de marcos interpretativos.

2.4 Conclusiones

Recogiendo lo dicho en las páginas precedentes, la perspectiva interseccional se entiende


en esta tesis como una herramienta conceptual y política capaz de visibilizar y analizar
la desigualdad compleja en nuestras sociedades. En este sentido, lo decisivo de esta pers-
pectiva es que a partir de dar cuenta de la desigualdad interseccional –la que se produce
debido a la intersección entre varias desigualdades- ha sido capaz de visibilizar la dinámica
compleja que determina la producción de la desigualdad en nuestras sociedades. Al salir
de la segmentación, este enfoque muestra cómo se articulan las desigualdades en una se-
rie de sistemas y contextos, y visibiliza que pueden darse diferentes efectos o formas de la
desigualdad. Dicho en otras palabras, es una perspectiva que al detectar la interacción ha
arrojado luz sobre la complejidad de los procesos de producción de la desigualdad, mos-
trando cómo se ven involucrados diferentes sistemas de opresión, niveles (intersubjetivo,
institucional, discursivo e ideológico) y una multiplicidad de sujetos que en tanto grupos
sociales afectados ya no se pueden pensar como categorías identitarias universales. En esta
dirección, pues, es un enfoque que descompone la política de la identidad simple y aboga
por una política de la identidad en la que las categorías se entiendan como coaliciones y
constructos socio-discursivos. El uso político y analítico de estas categorías es además una
cuestión abierta que debe cuestionarse permanentemente sin por ello olvidar el carácter
constitutivo de realidad de estas categorías, o su posible potencialidad para el empodera-
miento y la resistencia en determinados momentos.

De manera añadida, la perspectiva interseccional es una herramienta que al visibilizar


esta realidad nos enseña los límites de aquellas prácticas políticas y jurídicas que frag-
mentan esta realidad y olvidan las interacciones tanto en los procesos de producción
de la desigualdad como en los efectos de los mismos sobre los grupos e individuos en
nuestras sociedades. En esta dicotomía entre procesos y efectos, dicho enfoque englo-
ba, a entender en esta tesis, ambas dimensiones pero pone el foco especialmente en el
primero a la hora de estudiar cómo y porqué se produce la desigualdad, así como a la
hora de buscar soluciones a este problema.

En conjunto, el alcance de este enfoque es de carácter amplio. Por un lado, a nivel analí-
tico puede constituirse como un paradigma y un método desde el cual analizar la des-

LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 77
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igualdad. Ya hemos visto, por ejemplo, que la aplicación de este enfoque en el campo de la
ciencia política ha resultado en numerosos estudios que han profundizado y delimitado
el tipo y variedad de modelos institucionales que se aplican para tratar las desigualdades
y sus relaciones, mientras que a nivel sociológico cada vez se llevan a cabo más estudios
sobre el funcionamiento y efectos de la desigualdad intragrupal e intergrupal. A nivel
empírico, por el otro lado, tiene el potencial de constituirse como una praxis política y
legislativa capaz de lidiar con las diferentes formas de la desigualdad. En esta praxis, no
obstante, dicho enfoque tiene como elemento normativo la consecución de una mayor
igualdad en nuestras sociedades y la resolución de la desigualdad interseccional. En con-
secuencia, debemos evitar clasificar como praxis interseccional aquellas prácticas que
precisamente revierten finalmente en una mayor desigualdad interseccional.

Ahora bien, el análisis que en este capítulo se ha ofrecido sobre la implementación


práctica de la perspectiva interseccional en las tres últimas décadas nos muestra que
la inclusión de este enfoque en las agendas y prácticas políticas y legislativas es inci-
piente, y que las medidas implementadas en esta dirección son todavía puntuales. Esta
incipiente incorporación del enfoque interseccional en estos ámbitos se debe tanto a la
dificultad de transponer a la práctica un concepto de carácter teórico y complejo, como
a que por el momento no se cuenta con suficientes evidencias empíricas que permitan
esclarecer teóricamente bajo qué circunstancias y a través de qué mecanismos y medi-
das se puede impulsar en mayor medida su entrada en diversos contextos.

Hasta el momento, de lo que sí disponemos es de algunos estudios que intentan detec-


tar estas circunstancias y los posibles factores que pueden influenciar positivamente la
entrada de una perspectiva interseccional. Si hacemos una lectura conjunta de dichos
estudios vemos que éstos toman en cuenta unas u otras condiciones en función del
ámbito de estudio. En los estudios realizados en el ámbito de las políticas públicas el
foco se ha puesto sobre todo en analizar el peso del tipo de arquitectura institucional
o bien del rol de los actores de la sociedad civil organizada y sus espacios de participa-
ción, pero por el contrario no se han tenido en cuenta las circunstancias y percepciones
subjetivas de las personas afectadas o de los actores involucrados en el proceso. En los
estudios llevados a cabo en el ámbito de las movilizaciones sociales vemos, en cambio,
que el foco se ha puesto más bien en el enmarque de las identidades, la competencia
entre marcos, las relaciones entre actores y del tipo de procesos de participación. Fi-
nalmente, en el ámbito del derecho si bien observamos que la atención se ha dirigido
principalmente hacia el papel de las leyes y paradigmas ideológicos, también encon-
tramos algún estudio en el que se atiende al rol de los actores y sus vínculos y/o a las
circunstancias individuales de las víctimas.

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El estudio de casos que se desarrolla en el siguiente capítulo parte de este conjunto de


condiciones que se han detectado en cada uno de los ámbitos, con el objetivo final de
contribuir a clarificar su papel y relevancia.

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