Cruells 2015
Cruells 2015
i Transformació Social
Institut de Govern i Polítiques Públiques
de la Universitat Autònoma de Barcelona
LA INTERSECCIONALIDAD
POLÍTICA:
TIPOS Y FACTORES
DE ENTRADA EN LA AGENDA
POLÍTICA, JURÍDICA Y DE LOS
MOVIMIENTOS SOCIALES
Barcelona 2015
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
2 LA TEORÍA DE
LA INTERSECCIONALIDAD
2.1 Presentación
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Para terminar, el capítulo cierra con unas conclusiones en las que se resumen los as-
pectos más relevantes de todo este apartado teórico y su relación con el análisis de los
casos estudiados en esta investigación, los cuales abren el siguiente capítulo.
No obstante, aunque esta sea la fecha oficial en la que aparece el término, la preocu-
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pación y existencia de análisis en este mismo país, así como en otros países, en torno
a la articulación entre diferentes desigualdades es previa. Autoras feministas america-
nas como bell hooks (1981), Angela Davis (1981), Moraga y Anzaldúa (1981), Lugones y
Spelman (1983), entre otras, o voces provenientes de los movimientos sociales como el
grupo Combahee River (1977) manifestaron y analizaron la diversidad del grupo mu-
jeres y cómo sus experiencias de desigualdad social y política se construían tanto en
función de la desigualdad de género como de la raza, la clase social y/o la orientación
sexual. Paralelamente, en Europa, en la década de los 80, podemos observar que existe
también esta preocupación y varios análisis sobre cómo se articulan las desigualdades.
En Gran Bretaña, surgen varias obras en las que se introduce fundamentalmente la
relación entre etnicidad, clase y/o género para entender el modo en que se produce la
estratificación social en la sociedad británica (Yuval-Davis y Anthias 1983; Lewis 1985;
8
Gilroy 1987 ). Fuera de la tradición anglófona en la que la raza/etnicidad tuvo un papel
clave, en los países nórdicos, y otros como Alemania, Rusia o España destaca en mayor
medida el análisis conjunto de las relaciones entre clase y género. Las revisiones que
ofrecen autoras como Lutz et al.(2011), Lykke (2011), Platero (2011) o Carbin y Edenheim
(2013) de los análisis realizados en la década de los 80 en estos países europeos inciden
precisamente en este predominio de la clase y el género, aunque también apuntan a
que se puede encontrar algún estudio acerca de la relación entre género y etnicidad.
7. Es de interés, en esta dirección, la distinción que propone Nina Lykke (2011) entre aquellos es-
tudios previos a la obra de Crenshaw donde se analiza de forma implícita la intersección entre
desigualdades y los estudios posteriores en que dicho análisis se lleva a cabo de forma explícita,
o incluso bajo otros términos.
8. Para una revisión de estas obras y de otras publicadas en esta misma década en UK y principios de
los 90, véase Brah y Phoenix (2004).
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Sin embargo, esta expansión del estudio sobre la interseccionalidad ha podido provo-
car también cierta confusión acerca de su contenido (Oleksy 2011; Choo y Ferree 2010).
Hay autoras que han descrito que el concepto se extiende de forma general como un
12
‘buzzword’ (Davis 2008; Nash 2008), de tal manera que mientras por un lado le permi-
te viajar rápidamente, por el otro lado su concreción puede variar significativamente.
De este modo, en su desarrollo a lo largo de estas dos últimas décadas surgen distintos
enfoques del concepto, dilemas asociados e intensos debates que se centran en clari-
ficar tanto su alcance, terminología y contenido en cuanto paradigma metodológico y
teórico, como sus impactos y su aplicación práctica en la acción colectiva, las políticas
públicas o el derecho (Lutz et al. 2011; Walby et al. 2012a; y Cho et al. 2013). Todo ello lo
expongo en las siguientes secciones de este capítulo teórico.
9. Véase por ejemplo en filosofía (Young 1997; Walby 2009; Garry 2011), sociología (Collins 1998; Brah
y Phoenix 2004; Yuval-Davis 2006; McCall 2005; Ferree 2009; Choo y Ferree 2010) ciencia política
(Hawkesworth 2003;Verloo 2006; Weldon 2006; Hancock 2007; Squires 2008; Lombardo y Verloo 2010;
Bustelo 2009; Kantola y Nousiainen 2009; Hankivsky y Cormier 2011; Krizsan et al.2012), psicología
(Shields 2008; Cole 2009), Derecho (Crenshaw 1989; Makkonen 2002; Grabham 2009; Burri y Schiek
2009; Schiek y Chege 2009; Barrère y Morrondo 2011), o Literatura (Olesky 1994; Brah 1996).
10. Véase Knapp (2005) para un análisis detallado sobre cómo viaja este concepto desde EEUU hasta
Alemania, o Lewis (2013) para un análisis sobre el paso de este concepto desde EEUU hasta Europa.
11. Algunas revistas académicas en las que se han publicado volúmenes específicos o una gran can-
tidad de artículos sobre esta cuestión son; Signs, European Journal of Women’s studies, Social Poli-
tics, Hypathia, International Journal of Feminist Politics, o Women’s Studies International Forum.
12. Mantengo el original de esta palabra en el texto pues en varios escritos en castellano se usa
incluso en su lenguaje original. Su traducción seria ‘expresión en boga’ o ‘expresión de moda’.
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Por el otro lado, la autora pone el foco en la ‘interseccionalidad política’ para analizar
cómo las estrategias políticas que se centran en una dimensión de la desigualdad aca-
ban marginalizando en sus agendas las soluciones sobre los efectos interseccionales de
la desigualdad. Bajo esta perspectiva, realiza en concreto una crítica al derecho antidis-
criminación estadounidense y a las estrategias políticas adoptadas históricamente por
las luchas sociales feministas y antirracistas que se centran en una sola categoría (ya
sea la raza, o el género), por no haber sido capaces de dar cuenta de la heterogeneidad
interna de los grupos sociales y de la intersección entre desigualdades. Por ejemplo,
respecto al derecho antidiscriminación estadounidense en su análisis de la sentencia
DeGraffenreit c. General Motors en la que cinco demandantes afroamericanas alegaban
una discriminación interseccional a la hora de ser despedidas por esta empresa, mues-
tra como la corte sólo permitió que las demandantes fueran protegidas en la medida en
que su experiencia de discriminación coincidiera o bien con la de las mujeres blancas
despedidas o bien con la de los hombres negros despedidos por esta empresa. Como
este no era el caso, sino que se las despidió por razón de género y raza a la vez, su causa
fue refutada (Crenshaw 1989). Respecto a las luchas antirracistas y feministas, Crenshaw
nos brinda otro ejemplo muy clarificador acerca de la actuación de ambos movimientos
13. A pesar de que el objetivo central en sus escritos es centrarse en la desigualdad interseccional,
la autora afirma que a veces la experiencia de desigualdad de las mujeres afroamericanas es similar
a las de los hombres afroamericanos, mientras que en otras ocasiones puede ser similar a la de las
mujeres blancas (1989).
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para presionar para que la Policía de la ciudad de Los Ángeles no recogiera datos sobre
la violencia de género sufrida por las mujeres afroamericanas. Los movimientos femi-
nistas presionaron para que no se recogieran esos datos porque querían visibilizar que
el problema de la violencia de género era un problema extenso que afectaba al conjunto
de mujeres y no solo a unos grupos en particular, y los movimientos antirracistas por-
que consideraban que ésta era una forma de estigmatizar todavía más a la población
afroamericana. El problema para Crenshaw es que finalmente la falta de datos sobre la
situación de las mujeres afroamericanas no permitía dar cuenta de la experiencia de
estas mujeres en concreto y establecer respuestas políticas más flexibles y adaptadas a
la diversidad interna de mujeres afectadas por el fenómeno de la violencia de género.
En definitiva, para la autora, invisibilizar la intersección entre raza y género puede pro-
vocar, por un lado, el desplazamiento hacia los márgenes de aquellos individuos y gru-
pos sociales cuya desigualdad tiene múltiples causas. Por el otro lado, puede provocar
también que las estrategias políticas de los movimientos antirracistas acaben ‘replican-
do y reforzando la subordinación’ por razón de género, al igual que los movimientos fe-
ministas acaben reforzando la subordinación por razón de raza (Crenshaw 1991, 1252).
Sus argumentos apuntan por consiguiente a una crítica a las concepciones reducidas de
la identidad grupal por parte de las diferentes estrategias políticas (de los movimientos
sociales o las políticas públicas), pero no tanto para anular las categorías identitarias,
sino más bien para hacerlas más complejas. Las identidades se construyen socialmen-
te pero tienen un significado en nuestro mundo para la autora, y suelen ser además el
espacio de resistencia y empoderamiento de muchos grupos sociales desaventajados.
Para Crenshaw, pues, el hecho de que las identidades se construyan socialmente no sig-
14
nifica que no exista ‘algo como “Negros” o “Mujeres”’ (1991, 1297) o que no haya que
organizarse políticamente alrededor de estas categorías identitarias. Más bien, para la
autora, de lo que se trata es de reconocer que la conformación identitaria de la agencia
de un grupo social es una coalición en la que interaccionan varias categorías. En este
sentido, propone que las estrategias políticas por la igualdad partan de una concepción
de la identidad más compleja.
14. Traduzco aquí el término que ella usa “Blacks” por “Negros”, pero sin la connotación obviamente
despectiva con la que a veces se utiliza este término en castellano. En adelante, cuando esta autora
u otras usan el término ‘color’ lo traduzco entonces por ‘personas de color’.
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Si para Collins estos son los diferentes dominios en que se produce la opresión de ma-
nera interseccional, las prácticas de resistencia contra esta opresión deben sin duda
producirse también en todos ellos. Para llevar a cabo esta resistencia, la autora conside-
ra fundamental visibilizar, reconocer y luchar desde la posición diferenciada de los gru-
pos en la matriz. Basando su reflexión en la posición de las mujeres de color, concluye
que a pesar de que existan experiencias diferenciadas de opresión entre estas mujeres
y que sus respuestas a los retos que se les plantea sean distintas, les une que tienen
retos comunes: tales como revertir su peor acceso a la vivienda, al trabajo, la educación
etc. Bajo esta mirada, introduce, como lo hace Crenshaw, una crítica a la política de la
identidad simple, y coincide con ésta en que dicha crítica no implica anular las cate-
gorías de identidad grupal. Más bien todo lo contrario. Para Collins hay que reconocer
estas posiciones comunes y hay que convertirlas en espacios de empoderamiento y
de cambio social en todos los ámbitos de la vida social. En este sentido demuestra, por
ejemplo, cómo el pensamiento de las mujeres afroamericanas ha sido excluido siste-
máticamente de las agendas académicas y reclama la necesidad de que haya un pensa-
miento negro feminista que aporte el punto de vista de esta posición. Un punto de vista
necesariamente parcial, como el de cualquier otra posición. Esta parcialidad de toda
posición y el conocimiento situado que produce, lleva a esta autora a defender el diálo-
go transversal y la coalición como las vías para acercarse a la verdad o para conseguir
abordar la interseccionalidad y el cambio social en la arena política.
Un aspecto central de ambos enfoques para esta tesis es la importancia que otorgan a
visibilizar que existen diferencias intragrupales que hay que abordar políticamente a
través de las agendas académicas, de los movimientos sociales, de las políticas públicas
o del derecho. Es por consiguiente un concepto de interseccionalidad que revela una
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fuerte carga política y que nos remite al papel central de estas agendas en la producción
y solución de la desigualdad interseccional. De igual modo, se trata de dos contribucio-
nes que dan cuenta de la producción de la desigualdad en las estructuras sociales y po-
líticas a través de una mirada sobre la agencia, posición de desventaja y marginalidad
de las mujeres afroamericanas en cuanto grupo social.
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La distinción que ofrece McCall entre estos tres métodos es útil a la hora de precisar qué
tipo de perspectiva está guiando nuestro estudio de la desigualdad, tanto a nivel acadé-
mico como en otros ámbitos, y de gestionar los obstáculos que podemos encontrar con
cada uno de los métodos. En este sentido, para McCall debemos tener en cuenta que el
enfoque anti-categórico si bien ha sido el más influyente a la hora de cuestionar las ca-
tegorías analíticas de la modernidad que obstaculizan el cambio social no consigue es-
capar de la lógica del lenguaje de clasificar la realidad permanentemente. En esta mis-
ma dirección, otras autoras (Walby 2007) añaden que esta perspectiva hace muy difícil
el análisis de la desigualdad al intentar eliminar las categorías. En cuanto al enfoque
intra-categórico, mientras su virtud radica en que permite visibilizar a grupos sociales
que han sido excluidos de los análisis en base a su experiencia de la desigualdad inter-
seccional, su debilidad consiste en que no alcanza a analizar las relaciones entre grupos
sociales con la misma profundidad. Finalmente, el enfoque inter-categórico permite un
análisis de la interseccionalidad más complejo (dentro de y entre las categorías), pero
puede correr el riesgo, según Ferree y Choo (2010), de centrarse excesivamente en el
proceso que estructura la interseccionalidad y olvidar, o subestimar, la agencia de las
personas que se encuentran afectadas por estas categorías y procesos.
Al igual que McCall, Angie Marie Hancock (2007a, 2007b) nos propone entender la inter-
seccionalidad como un paradigma normativo y de la investigación empírica. Sin em-
bargo, a diferencia de la primera, en su revisión de los diferentes estudios realizados en
EEUU en el ámbito de la ciencia política, se centra en diferenciar aquellos modelos de
políticas públicas no interseccionales de lo que vendría a ser el modelo propiamente
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El valor de la aportación de Hancock es doble a mi entender. Por un lado, nos ofrece una
herramienta analítica para sistematizar los enfoques institucionales que tratan las des-
igualdades. Y por el otro lado, delimita los límites y elementos clave del corpus norma-
tivo y empírico de la interseccionalidad. Éstos son: la conexión entre las desigualdades,
la inclusión del contexto y la relación entre niveles. No obstante, su propuesta respecto
al tipo de relación que existe en la intersección entre las diversas desigualdades ha sido
matizada por parte de autoras como Sylvia Walby o Laurel Weldon.
Desde la teoría de la complejidad Walby insiste en que cada uno de los sistemas o domi-
nios institucionales (como el económico, el político, el de la violencia o el de la sociedad
civil) toma a los demás sistemas como su entorno, y en cada uno de estos sistemas inte-
ractúan las diferentes desigualdades (que ella denomina como regímenes de desigual-
dad). Para ella es un error pensar por lo tanto que la desigualdad de clase deba poner el
foco únicamente en el sistema económico, o que la de etnia deba hacerlo en el cultural.
Más bien, para esta autora las diversas desigualdades ‘se constituyen parcialmente en
cada uno de los sistemas económico, político, de la violencia y la sociedad civil’ (2009,
276), y a su vez dependerá de cada contexto y momento histórico cómo se produzca o
no la relación entre las desigualdades. Ahora bien, aunque la naturaleza de las intersec-
ciones dependa del contexto, esta autora indica que raramente en estas intersecciones
cada una de las desigualdades tiene el mismo peso. Es decir, que el patrón suelen ser las
intersecciones asimétricas. De su aportación, es importante remarcar además que en la
intersección entre sistemas y regímenes de desigualdad no se anula la ontología propia
de cada uno de estos regímenes y sistemas. Con lo cual, para Walby más que hablar de
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una mutua constitución entre desigualdades, como lo hace Hancock, es mejor hablar
de ‘mutua transformación’, en cuanto es un término que remite en menor medida a la
idea de una fusión completa en la que desaparezcan las partes en juego.
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La aportación de Myra Marx Ferree permite profundizar aún más en esta cuestión del
carácter político de la interseccionalidad. Esta autora, partiendo de que las desigualda-
des son dinámicas, localizadas, mutuamente constitutivas y que operan en diversos
niveles (individual e institucional) nos ofrece una mirada ‘interactiva de la interseccio-
nalidad’ (2011, 56) en la que el discurso adquiere un papel crucial. Siguiendo a Walby
(2007) considera que los diferentes campos organizativos (la organización de la familia
o la reproducción, la economía, o las naciones) no tienen una única dimensión que los
construye como el género, la clase o la etnicidad simultáneamente, sino que cada cam-
po sirve de entorno y co-construye a los demás de tal forma que las diversas desigual-
dades de género, clase y raza se vinculan entre ellas. Desde esta perspectiva, introduce
además la necesidad de prestar atención al discurso, en la medida que éste ordena,
controla y categoriza estos procesos de co-construcción y determina las acciones políti-
cas que se llevaran a cabo para combatir la desigualdad y la opresión (2011, 57). De aquí
la importancia, para la autora, del discurso y del papel de los movimientos sociales u
otros actores políticos a la hora de enmarcar cognitivamente los problemas sociales, la
relación entre desigualdades y el funcionamiento de estos campos organizativos.
15. Ver Winker y Degele (2011) para una aplicación analítica de estos tres niveles propuestos por
Yuval-Davis.
16. Yuval-Davis específica años más tarde que es mejor hablar de ‘aspectos o caras’ más que de nive-
les, ya que la noción de nivel implica una cierta gradación entre niveles infra y súper estructurales
(2011, 158). Para la autora cada uno de estos aspectos o caras son ontológicamente irreducibles, no
hay gradación entre ellos, y se relacionan también de forma dinámica.
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Al igual que Yuval-Davis, pues, enfatiza el papel que tienen los actores sociales y políti-
cos a la hora de priorizar una u otra desigualdad. Sin embargo, su propuesta incide en
mayor medida en los límites que estos actores pueden encontrar al intentar provocar
el cambio. De su análisis empírico acerca de cómo se institucionalizan los discursos
en torno a las desigualdades por razón de género, clase y raza en Alemania y Estados
Unidos concluye que en cada contexto hay desigualdades que devienen hegemónicas
en la institucionalización de los discursos académicos y políticos. Además, añade que
una determinada institucionalización del discurso, en el que una desigualdad es más
central que otra, condiciona la posibilidad y el modo de institucionalizar las demás des-
igualdades (Ferree 2009). Esta institucionalización de los discursos se asienta a través
de los marcos interpretativos, los cuales funcionan como ‘estructuras de oportunidad
discursiva’. Para ella, en cada contexto hay una estructura de oportunidad discursiva
abierta, dinámica ‘e imbricada en el poder’ (Ferree 2009, 87) que puede tanto constreñir
a los actores que quieren modificar los marcos interpretativos, como abrir espacios de
debate y cambio del status quo interpretativo. En consecuencia, va a ser fundamental
para esta tesis tener en cuenta el papel de los procesos de enmarque y el rol de los ac-
tores políticos en ellos: las hegemonías, sus alianzas, conexiones o competencia y su
capacidad para ir modificando el significado de estos marcos.
Sin embargo, más allá de la definición de la perspectiva interseccional como una he-
rramienta con esta doble función, a la hora de concretar en mayor medida su conteni-
do sustantivo y su alcance surgen cuestiones a resolver, cuya respuesta condiciona el
modo de aprehender esta perspectiva. La primera de estas cuestiones gira en torno a la
pregunta de cuál es la naturaleza de las intersecciones y de cada una de las desigualda-
des en juego. La segunda, lo hace alrededor de hasta qué punto las categorías identita-
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Ahora bien, qué sucede con cada una de las desigualdades en esta intersección es un
debate abierto en el que, como hemos visto, hay opiniones divergentes. La pegunta cen-
tral aquí es: ¿desaparece en la intersección la ontología de cada dimensión?, o dicho de
otro modo ¿se trata de una fusión completa o bien las partes no desaparecen? Si bien
por un lado se ha defendido que la naturaleza de las intersecciones viene determinada
por esta fusión completa en la que las partes desaparecen (Hancock 2007a; Lugones
2007), por el otro lado se defiende que muy a menudo en las intersecciones no se pro-
duce esta fusión sino que más bien lo que hay son asimetrías entre las desigualdades
y que por lo tanto la ontología de cada desigualdad persiste (Weldon 2006; Walby 2007).
Es importante clarificar, empero, que el problema de fondo en esta discusión no remite
únicamente al hecho de demostrar si hay una fusión completa o no en las interseccio-
nes, sino al hecho de cómo entendemos que funcionan los procesos de producción de
la desigualdad: si entendemos que se trata de un único sistema en el que en su interior
se producen sistemáticamente cruces entre las desigualdades, o bien si entendemos
que se trata de varios sistemas de desigualdad u opresión que se entrecruzan pero que
no pierden su ontología y que además son capaces de producir efectos diversos (inter-
seccionales, aditivos, asimétricos u autónomos). Desde esta última perspectiva, la des-
igualdad interseccional sería una entre otro tipo de desigualdades, como por ejemplo la
que se puede producir en función de una sola desigualdad.
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La posibilidad de distinguir entre estos diferentes efectos sugiere, por lo tanto, que
cuando desde la teoría de la interseccionalidad se afirma que los procesos de produc-
ción de la desigualdad son complejos esto no equivale a decir que la desigualdad que
17. Cabe anotar aquí que evidentemente las posibilidades que puedan tener las mujeres de eludir
dicha prohibición realizando por ejemplo el embarazo en otro país donde esta práctica sea legal va-
riará en función de su clase social.
18. Véase para un mayor detalle las páginas 68 y 69 del artículo de Hannett (2003).
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Asumir que las categorías tienen también este carácter fijo, no debe conducirnos no
obstante a contribuir a fijarlas todavía más, ya que a menudo estas categorías son res-
trictivas y tienen efectos excluyentes (Butler 1992; Mouffe 1992). En este sentido, hemos
visto antes que McCall apunta a la necesidad de utilizarlas de forma estratégica úni-
camente y como punto de anclaje para el análisis de la relación entre categorías, sin
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posición de los grupos sociales, sin ser capaces de salir por consiguiente de la lógica iden-
titaria misma. Sin embargo, si volvemos nuestra mirada al pensamiento negro feminista
de Crenshaw y Collins, el cual ha sido más fuertemente criticado por esta razón (Puar
2011), observamos que si bien sus aportaciones parten del análisis de la posición social de
las mujeres afroamericanas en un contexto particular su foco de atención se sitúa más
bien en el rol que adquieren las estructuras a la hora de determinar ‘las condiciones de
vida en las que están situadas las mujeres racial y económicamente marginadas’ (Cho et
al.2013, 797). Es decir, sus análisis profundizan en mayor medida en como se produce la
dominación, y se adentran así a estudiar la manera en que estas lógicas se (re)producen
en los movimientos sociales, el derecho, las políticas o la academia. Asimismo, posterior-
mente a estas autoras, hemos podido comprobar que el énfasis se pone en estudiar los
procesos bajo los cuales se produce la desigualdad, de manera que a día de hoy podemos
afirmar que existe un elevado consenso sobre la necesidad de que el foco de los estudios
interseccionales se ponga en los procesos más que en las identidades.
De igual modo, como acabo de señalar hace un momento, debemos partir de que las
categorías de desigualdad y las identidades sociales son un constructo, un resultado
de las dinámicas de la desigualdad y no su origen. Por lo tanto, el estudio de la inter-
seccionalidad, en la medida en que tenga el objetivo de comprender cómo y porqué se
produce la desigualdad en nuestra sociedad así como combatir esta desigualdad, no
puede limitarse a analizar el resultado de estos procesos. Es más, debemos entender
la interseccionalidad como un enfoque cuyo potencial radica precisamente en su ca-
pacidad de captar tanto ‘los resultados estáticos (identidades y estereotipos) que el pro-
blema saca a la luz’ como ‘sus dinámicas y líneas de fuerza’ (MacKinnon 2013,1024).
Darle una mayor centralidad a estos procesos más que a las categorías/identidades nos
permite resolver otra pregunta que se le cuestiona a la teoría de la interseccionalidad:
¿cómo priorizamos en los estudios sobre la desigualdad interseccional qué dimensiones
deben entrar en el análisis? Si hacemos una mirada retrospectiva sobre los estudios in-
terseccionales observamos que éstos acaban priorizando unas dimensiones sobre otras.
Entre las feministas afroamericanas la raza/etnicidad, la clase y el género han sido cen-
trales en su análisis de la interseccionalidad, mientras que otras autoras le han dado más
importancia a la edad, sexualidad, religión, y/o discapacidad (Yuval-Davis 2006). La clase
es también a menudo desplazada de muchos de los análisis que se llevan a cabo, en espe-
cial en Gran Bretaña donde la etnicidad tiene un mayor protagonismo (Walby et al.2012a).
El ejercicio de estas priorizaciones se vincula a menudo con el contexto (Lewis 2008, 2013;
Ferree 2009, 2011). Por ejemplo, en Alemania la clase y el género han predominado, a la
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vez que ha habido resistencias a utilizar la categoría raza debido, según Lewis, tanto a
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la ‘memoria del holocausto’, como ‘al discurso políticamente correcto del multicultura-
lismo’ y la promoción de una ‘autoimagen igualitarista’ (Lewis 2013, 878). En cambio, en
EEUU la categoría raza ha tenido un mayor protagonismo, tanto en la academia como en
el activismo feminista (Ferree 2009). Estas tendencias muestran, de este modo, que hay
desigualdades que devienen más hegemónicas que otras en los discursos académicos o
políticos, y que además dichas institucionalizaciones condicionan al mismo tiempo el
modo en que las demás desigualdades se van a poder institucionalizar (Ferree 2009).
Para resolver esta cuestión, lo que nos puede permitir identificar qué dimensiones
son clave en un estudio o diagnóstico es poner nuestra atención en primer término
en cómo se produce la desigualdad en cada contexto particular. Fijar qué desigualda-
des y relaciones entre desigualdades son relevantes para el análisis va a depender del
contexto. No se puede establecer a priori en base a un reclamo normativo, sino que
es ‘una cuestión empírica abierta’ (Hancock 2007b, 251) que depende de ‘como se han
ido construyendo las desigualdades y sus relaciones en unas condiciones históricas
y contextuales específicas’ (Yuval-Davis 2006, 202). Para ello es fundamental analizar
estas condiciones históricas situadas y los procesos que emergen en ellas. Ahora bien,
el contexto no es el único elemento que interfiere a la hora de acotar la lista de des-
igualdades. La pregunta de investigación que se haga incidirá de igual modo en la lista
de desigualdades que se analizan (Christensen y Jensen 2012). Al mismo tiempo, en la
medida en que se producen hegemonías de unas determinadas desigualdades frente
a otras, puede optarse por visibilizar esas otras desigualdades más excluidas. Aunque,
para que esto ocurra no es suficiente con que sea una cuestión abierta a determinar
analíticamente, sino que requiere de que haya también una política activa de reco-
nocimiento de la voz de aquellas luchas, grupos y personas que abogan por defender
estas dimensiones de la igualdad que se invisibilizan (Collins 2009 [1990]; Calhoun
1994; Hankyvsky y Cormier 2011; Verloo 2013). Por tal motivo, incluso la propia selec-
ción de las desigualdades que hagamos en los diagnósticos y estudios llevados a cabo
en el ámbito académico, de las políticas públicas u otros, apela a la puesta en práctica
de la interseccionalidad política. Veamos ahora en el siguiente apartado a qué refiere
exactamente este concepto que se integra bajo la teoría de la interseccionalidad, y
que además es el objeto principal de esta tesis.
19. Para un análisis más detallado de estas resistencias en Alemania, y otros contextos como Francia
o Reino Unido, véase también Stolcke (1988), Yuval-Davis (2006), Lutz et al.(2011) o Siim (2013).
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
examen del derecho antidiscriminación estadounidense analizó hasta qué punto este
derecho es capaz de ofrecer soluciones a la discriminación específica que sufren las
mujeres afroamericanas, en su artículo de 1991 examinó el modo en que los discursos
de los movimientos antirracista y feminista, y de las políticas antidiscriminación
acaban marginalizando a las mujeres de color que sufren violencia de género y que
se encuentran en la intersección de como mínimo dos dimensiones: la raza y el
género. Asimismo, en este último texto introdujo un análisis sobre cómo los discursos
promovidos por las ciencias sociales incorporan el problema de la violencia que afecta
a estas mujeres, aunque fue sobre todo Patricia Hill Collins quien, en su obra Black
Feminist Thought, le dedicó una mayor atención a las hegemonías que se producen
dentro de la agenda académica, y al desplazamiento sistemático del pensamiento
negro feminista en este campo.
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informan la teoría. Para facilitar la lectura, abordaré en primer lugar el campo de las
políticas públicas y el derecho, y en segundo lugar pasaré al análisis de la interseccio-
nalidad política en el ámbito de la acción colectiva, focalizándome en los movimientos
sociales. Posteriormente, dedicaré un apartado específico a los factores que promueven
u obstaculizan esta entrada en ambos campos.
Una vez clarificado este primer punto, pasaré luego a rastrear cómo y en qué medida se
ha conseguido hacer entrar la perspectiva interseccional en las agendas jurídicas en los
diferentes niveles: internacional, europeo y nacional. Posteriormente, explicaré de forma
más extensa la iniciativa de la UE y de algunos estados miembros de tomar en consi-
20
deración la discriminación múltiple , por ser una de las iniciativas más relevantes. En
concreto realizaré aquí una revisión histórica de este desarrollo y me detendré también
a esbozar qué modelos finalmente se están llevando a la práctica a la hora de tratar las
diversas desigualdades y de responder al fenómeno de la desigualdad interseccional.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 53
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Otro caso de interés en este mismo sentido es el analizado por Toni Williams (2009) acer-
ca de la reforma legal canadiense de 1996. Ante la sobre-encarcelación sistemática de
la población aborigen en general y de las mujeres aborígenes en particular se incorporó
en este país el desarrollo de una metodología jurídica interseccional basada en que los
jueces tuvieran en cuenta a la hora de emitir sus sentencias la influencia del contexto, la
historia y la posición social desigual de estos grupos sociales. Así es que se permitía un
trato diferencial en función de la posición de subordinación y desigualdad previa de la
persona afectada. Sin embargo, Williams muestra cómo, a pesar de la aplicación de esta
reforma, la ratio de encarcelamiento de la población aborigen ha seguido aumentado en
los últimos años. A partir del análisis que realiza de las sentencias pronunciadas entre
el año 2005 y 2006 demuestra que la continuada sobre-encarcelación de estos grupos
sociales se debe a la tendencia a no aplicar esta metodología cuando el delito es grave y
a optar en numerosas sentencias por valorar la prisión como la mejor respuesta debido a
20. Utilizo aquí este término ya que en la UE se ha optado por usar el termino de discriminación múl-
tiple más que el de discriminación interseccional, aunque se haga referencia al mismo fenómeno.
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
los riesgos criminológicos de recaer en el delito que padecen estas personas por su expe-
riencia de racialización y vulnerabilidad económica. Desde esta perspectiva de los riesgos,
21
calificada de corte neoliberal , incluso se interpreta que la prisión es el mejor sitio en el
que rehabilitarse debida cuenta de los riesgos que conllevan las condiciones de vida de
estas personas en su comunidad para la comisión futura de nuevos delitos.
A parte del grave problema que supone para las personas afectadas que estas expe-
riencias acaben estigmatizándolas, discriminándolas u oprimiéndolas, existe el proble-
ma añadido de que teóricamente se califique a estas intervenciones como la inclusión
de una perspectiva interseccional excluyente (véase por ejemplo Lépinard o (2014) o
Siim (2014)). A entender en esta tesis, y en consonancia con otras aportaciones como
la de Lombardo y Rolandsen (2014), la implementación de la perspectiva interseccio-
nal contiene un elemento normativo infranqueable que es su intrínseco vínculo con la
reducción de la desigualdad social, cultural, económica y política. Es decir, aplicar una
perspectiva interseccional conlleva visibilizar e intentar resolver la desigualdad inter-
seccional que se produce debido a la puesta en práctica de unos sistemas de opresión
y desigualdad, pero en ningún caso su aplicación conlleva redundar en el ejercicio de
la desigualdad interseccional. Dicho en otras palabras, considero que existe una con-
tradicción inherente al propio concepto de interseccionalidad si creamos una categoría
analítica denominada ‘interseccionalidad excluyente’. El tipo de prácticas que acabo de
señalar no podemos incluirlas como un modo de aplicar la perspectiva interseccional
puesto que más bien se trata simplemente de nuevas desigualdades interseccionales
que se están construyendo desde la praxis y agendas de gobiernos y agentes judiciales.
En definitiva, se trata de acciones contraproducentes porque no llevan a cabo el objetivo
intrínseco de la perspectiva interseccional de ampliar la igualdad para los grupos socia-
les que se encuentran afectados negativamente en la intersección.
Ahora bien, dicho esto, creo que no por ello debemos menospreciar el reto y la pregunta
que estas experiencias nos lanzan: ¿cómo la entrada de la interseccionalidad en las
agendas jurídicas y estatales puede sortear las metodologías y lógicas neoliberales o
las ideologías antiinmigración o de carácter colonizador existentes en estos ámbitos?
Un debate alrededor de dicha pregunta va a ser imprescindible, y el tipo de respuestas,
ya sean éstas teóricas o fruto de las resoluciones prácticas, son las que nos permitirán
avanzar hacía la consecución de unos impactos positivos sobre aquellos grupos sociales
con un menor poder dentro del conflicto. Para esta investigación, me limitaré a recoger
esta cuestión para testear que los casos de estudio seleccionados no se traten de casos
fallidos en la medida en que más que contribuir a buscar soluciones al fenómeno de la
desigualdad interseccional lo que hagan sea ahondar en esta desigualdad propiamente.
21. El modelo criminológico basado en los riesgos se centra únicamente en la responsabilidad indi-
vidual de los delincuentes sin atender a las cuestiones sociales que acompañan al delito. Se percibe
además a la población criminológica como un problema que hay que gestionar de manera eficiente,
incluso desde los sistemas de gestión privada del delito y las prisiones como la vía más adecuada
(ver Williams 2009 para más detalle).
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 55
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
22. Para un mayor detalle acerca del grado de protección y numero de ejes que reciben atención en
estos tratados véase Degener (2011).
56 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
25
hasta once . De manera añadida, la CEDH, en comparación con los otros dos textos,
incluye en su redactado del artículo 14 que a parte de estos ejes explicitados también se
considerará cualquier otra situación de discriminación que pueda surgir. En consecuen-
cia, no solo se deja abierta la lista de ejes de discriminación y se abre la puerta a que
otros ejes sean considerados por los diferentes estados que han ratificado esta conven-
ción (Schiek 2012), sino que incluso sería posible que la combinación entre ejes pudiera
26
llegar a considerarse como una discriminación más (Uccellari 2008, 38) . Igualmente,
debemos destacar que mientras la CEDH y la Carta de Niza mencionan explícitamente
la dimensión de clase social a través de los ejes de origen social y fortuna, el Tratado de
la Comunidad Europea eliminó esta dimensión. Las consecuencias que puede conllevar
que una dimensión de desigualdad de tal magnitud no sea incluida dentro de tratados
básicos que deben orientar los ordenamientos jurídicos de los estados miembros son
nefastas (Kantola y Nousiainen 2009; Walby et al.2012a; Schiek 2012). Ahora bien, a pesar
de este vacío normativo en relación a la clase social, podemos considerar el conjunto
de estos tratados como un punto de anclaje para el desarrollo de la protección de ejes
previamente olvidados (como por ejemplo el de orientación sexual, o la edad), y como
un primer paso para poder avanzar en la introducción de la desigualdad interseccional.
Esta separación de los ejes de discriminación, así como las nulas menciones y referen-
cias explícitas a la categoría de desigualdad interseccional se refleja en la interpretación
fragmentada que se hace en la práctica jurídica. Así es por ejemplo que la praxis del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) o del Tribunal Europeo de Justicia, ha
resultado en un trato de los casos donde básicamente solo se debate sobre un eje de
desigualdad (Schiek y Mulder 2011). En aquellos pocos casos en los que se han debatido
varios ejes el resultado ha sido una interpretación nada sensible a la interseccionalidad
(Vakulenko 2007; Radacic 2008), y que no alcanza a contemplar ‘ningún efecto acumu-
lativo o interseccional de la discriminación’ (Schiek y Mulder 2011, 262). De hecho, no es
hasta el año 2012, con la sentencia de B.S c. España, la cual analizaremos en esta tesis,
que se realiza por primera vez desde un tribunal europeo una interpretación intersec-
cional de la discriminación (Yoshida 2013).
Finalmente, cabe mencionar que a nivel legislativo se hace alguna referencia puntual a
la discriminación interseccional -de diferente intensidad- en textos legales de algunos
23. Sexo, orientación sexual, origen racial o étnico, edad, religión o convicciones, y discapacidad
24. Sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convic-
ciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio,
nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual
25. Sexo, la raza, el color, la lengua, la religión, las opiniones políticas u otras, el origen nacional o
social, la pertenencia a una minoría nacional, la fortuna, o el nacimiento
26. Es de interés aquí mencionar el análisis de Uccellari (2008) y Moon (2011) de la situación en Sud
África, cuya legislación contiene una extensa lista de ejes de discriminación a la vez que permite
la nueva entrada de ejes no mencionados en función de que la persona demandante justifique su
existencia tanto como signo de desventaja como por ser un elemento importante de su identidad.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 57
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
27
estados nacionales (Burri y Schiek 2009) . A nivel práctico, los casos en que se consi-
dera esta discriminación son escasos a día de hoy y los pocos que hay básicamente se
han producido en Canadá, EEUU, el Reino Unido y uno en Noruega (Moon 2011; Kriszan
et al.2012: Mackinnon 2013).
27. Estas autoras indican que hay cinco países de la UE -Alemania, Austria, Bulgaria, Rumania y Espa-
ña- que hacen alguna mención en sus textos legales (véase por ejemplo la Equal Treatment Act 2006 en
Alemania, la Disability Act 2005 en Austria, Antidiscrimination Law 2003 en Bulgaria o la Equality Men
and Women Act 2006 en Rumania). No obstante cabría añadir a esta lista, que ya previamente, en 1998,
Canadá incluyó en su Human Rights Act una interpretación interseccional de la discriminación, en el
2000 lo hizo Sudáfrica en su South African Promotion of Equality and Prevention of Unfair Discrimina-
tion Act y más recientemente Reino Unido ha incluido una mención en su Equality Act 2010.
28. Si bien en este apartado se irá comentando algunas de estas experiencias nacionales, para quien
quiera realizar un análisis más detallado de este desarrollo en diferentes países europeos y en la UE
véase el volumen 11(2) de 2009 de la revista International Feminist Journal of Politics (que incluye la UE,
58 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Estos desequilibrios y jerarquías dentro del marco de protección legal de las diferentes
dimensiones de desigualdad de la Unión Europea han sido analizados y criticados por
diferentes expertas/os en los últimos años (Bell 2002; Hannett 2003; Burri y Schiek 2009;
Schiek y Chege 2009; Schiek y Lawson 2011; Deneger 2011; entre otras). Éstas concluyen
que la desigual protección de las diversas dimensiones de desigualdad no solo es un
problema en sí mismo por los agravios que conlleva entre las personas y grupos socia-
les afectados y porque además no están justificados racionalmente (Schiek 2012), sino
también porque puede ser un obstáculo para la entrada de la interseccionalidad en la
agenda jurídica. En la siguiente sección abordaré esta cuestión en mayor detalle.
30
El cambio de agenda hacia la incorporación de la discriminación múltiple en la UE y
los estados miembros, se hace eco de la preocupación existente en los debates teóricos
del impacto negativo que tienen esta segmentación y jerarquías para avanzar en la
lucha por la igualdad. En la UE se pone en marcha la implementación del enfoque inte-
grado para conseguir una legislación y estructuras unificadas que lidien con el conjunto
de desigualdades y se recomienda a los estados miembros a seguir esta pauta (Alonso
Noruega, España, Gran Bretaña, Hungría, Republica Checa, Eslovaquia, Estonia and Latvia), el libro
editado por Krizsan et al.en 2012 (que incluye la UE y 10 países de la CEE, y Gran Bretaña, Italia, Espa-
ña, Portugal, Francia, o Países Nórdicos como Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca), o el volumen
19(4) de 2012 de la revista Social Politics (que incluye Holanda y de nuevo otros como España, Italia,
Portugal, Gran Bretaña, etc.).
29. La directiva 2002/73/EC ya incorporaba esta petición a los estados miembros a impulsar organis-
mos específicos.
30. Debemos tener en cuenta que en la política de la UE se ha optado por el uso del termino discrimi-
nación o desigualdad múltiple y no del término interseccional.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 59
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2012). Aún así, la traslación de este enfoque a los diferentes países europeos no ha sido
uniforme, puesto que esta traslación ha dependido, como veremos a continuación, de
la idiosincrasia y trayectoria previa de cada uno de ellos.
30. Debemos tener en cuenta que en la política de la UE se ha optado por el uso del termino discrimi-
nación o desigualdad múltiple y no del término interseccional.
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Si atendemos ahora al ámbito de los estados miembros, los análisis empíricos rea-
lizados hasta el momento detectan no sólo la entrada del modelo múltiple sino la
existencia de una mayor variedad de modelos y de la combinación entre ellos en la
31
práctica política. En Portugal, Italia y España surgen modelos intermedios entre el
modelo múltiple (paralelo) y el puramente interseccional (mutuamente constituyen-
te) que dependen de la intensidad (puntual o sistematizada) y del nivel (práctico o
legislativo) en el que se vaya aplicando (Lombardo y Bustelo 2012). En los países de la
CEE se están implementando por el momento tres modelos en función de cómo se
institucionaliza la relación y jerarquía entre el género y otras desigualdades: el jerár-
quico -en el que hay una categoría que adquiere mayor prioridad y tiene instituciones
específicas-, el integrado -en el que se trata a todas las desigualdades de forma simé-
trica y bajo el mismo paraguas institucional-, y el estratificado -en el que se combinan
instituciones que integran diversas desigualdades de forma simétrica, pero a la vez se
mantienen estructuras y leyes diferenciadas para otras desigualdades- (Krizsan 2013).
Finalmente, en el Reino Unido se identifica que los que se han implementado con ma-
yor intensidad son sobre todo el modelo unitario (donde sólo se tiene en cuenta una
desigualdad), el asimétrico (donde una desigualdad es dominante pero hay otras que
se tienen en cuenta de forma secundaria), el múltiple (paralelo) y el aditivo (donde las
intersecciones se entienden como una suma). El modelo mutuamente constituyen-
te, donde se concibe que las diferentes dimensiones se unen para crear una nueva
apenas ha conseguido una transposición práctica, y el mutuamente conformador, en
el que se concibe que las desigualdades interaccionan pero no se eliminan por com-
pleto, puede conllevar a la larga una combinación de modelos todavía por determinar
(Walby et al.2012b).
31. Para un análisis en mayor profundidad del caso español, véase Bustelo (2009), Lombardo y Bustelo
(2012), Platero (2009, 2011) y López y Peterson (2011).
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 61
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Un elemento en común de los grandes movimientos sociales del siglo XIX y XX que
han luchado por alcanzar una mayor igualdad en nuestras sociedades (entre otros el
movimiento obrero, abolicionista y feminista en el siglo XIX, y los denominados nue-
vos movimientos sociales surgidos a partir de los 60 y principios de los 70, como los
movimientos LGTB, movimientos en defensa de las minorías étnicas, por los derechos
civiles, o la segunda ola de los movimientos feministas), es que todos ellos se organizan
a priori alrededor de una dimensión de la desigualdad; sea esta el género, la clase, la na-
cionalidad, la raza, la orientación sexual, o la etnicidad (Ibarra 2005; Della Porta y Diani
2011). De hecho, a partir de la década de los 60, hablamos de movimientos cuyo signo
distintivo es precisamente el impulso de una política de la diferencia donde el ideal de
liberación de la opresión no pasa por la búsqueda de una igualdad que trasciende las
diferencias, sino por el reconocimiento mismo de la diferencia grupal (Young 1990).
62 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
mática las vindicaciones de las mujeres negras y de las mujeres trabajadoras y la interre-
lación entre dichos sistemas de opresión. Del mismo modo detecta que en el movimiento
abolicionista si bien hubo una cierta apertura a integrar la dimensión de género ésta fue
puntual y poco intensa. Todo ello condujo a que las relaciones entre ambos movimientos
quedasen marcadas más bien por episodios de desencuentros que no de alianzas. En esta
misma dirección, pero ya en la década de los 90, persiste la escasa capacidad del movi-
miento antirracista y feminista en este mismo país para integrar otras dimensiones de
desigualdad y la heterogeneidad interna de las mujeres y de la población afroamericana
(Crenshaw 1991). Conclusión que reiteran a su vez Hankock (2007a) o Mohanty (2003)
cuando advierten de las dificultades de estos y otros movimientos de salir de esta lógica
de anular la diversidad interna en pro de la unidad de grupo.
Más allá de estos dos movimientos, observamos que esta pauta de desplazar otras di-
mensiones de la desigualdad se repite en otros movimientos. En su análisis sobre el pen-
samiento marxista Heidi Hartmann (1979) concluye que “la relación entre marxismo y
feminismo, en todas las formas que ha adquirido, ha sido desigual’, en la medida que el
feminismo ha quedado subsumido siempre bajo la unidad marxista. Alexandra Kollon-
tai (1907) llega a esta misma conclusión a partir de su análisis empírico del movimiento
obrero en Rusia. Biglia (2005) o Ruiz (2013) observan más recientemente cómo en el con-
texto italiano y español las cuestiones feministas se siguen desplazando en la praxis del
movimiento obrero en particular y de otros movimientos en general. Del mismo modo,
aunque el movimiento LGTB haya integrado dos desigualdades –la orientación sexual y
la identidad de género- esta última y los objetivos de las personas trans y bisexuales han
quedado a menudo relegadas a un segundo plano dentro de este mismo movimiento
(Coll-Planas 2010). Esta segmentación, pues, y la falta de reconocimiento del papel que
juegan las relaciones entre los sistemas de opresión ha derivado en especial a que se pro-
duzcan asimetrías entre los diferentes movimientos y sus actores internos.
No obstante, si bien las asimetrías han sido la pauta general debemos tener en cuen-
ta que la cooperación entre movimientos y organizaciones dedicadas a las distintas
luchas ha sido constante. Es decir, que las asimetrías no conducen únicamente a una
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 63
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
ruptura de los vínculos y alianzas entre movimientos y organizaciones sino que a me-
nudo se han establecido dinámicas de cooperación continuadas entre estos actores a
partir de las cuales se ha intentado presionar para modificar dichas asimetrías y para
ir cambiando paulatinamente las agendas uni-dimensionales. En este sentido, si mira-
mos la histórica asimetría entre género y clase en los movimientos obreros vemos que
la constante cooperación y presencia feminista dentro de las luchas obreras, en algu-
nos contextos como el Reino Unido, parecen haber alcanzado actualmente un nivel de
presión alto y una mayor centralidad en la agenda de los sindicatos (Walby 2011). Al
mismo tiempo, podemos destacar alguna experiencia en la que las intersecciones en-
tre desigualdades se empiezan a tomar en cuenta, así como fructíferas alianzas entre
organizaciones y entre movimientos. La Marcha por la vida de las mujeres el año 2004
en Washington analizada por Cole y Luna (2010) es un buen ejemplo de ello en cuanto
en esta marcha confluyeron el movimiento de mujeres de color y de mujeres blancas y
en ella, fruto de esta alianza, se construyó el problema de la lucha por la vida y los de-
rechos sexuales de las mujeres poniendo en el centro tanto la dimensión de raza como
de género. La existencia de este tipo de dinámicas de cooperación entre organizaciones
se produce incluso entre organizaciones fuertemente segmentadas por ejes, las cua-
les a pesar de esta segmentación apuestan cada vez más por trabajar en alianza entre
33
ellas, a través por ejemplo de los amicus curiae en los litigios jurídicos, y de pensar en
formulas para trabajar la interseccionalidad (Golberg 2009). Experiencias como la de la
organización Somos Hermanas manifiestan a su vez como la centralidad del trabajo en
alianza con múltiples organizaciones y movimientos en la estrategia organizativa que
se adopte por parte de las organizaciones puede permitir integrar de forma mucho más
flexible estas relaciones entre las opresiones y una política de la identidad basada en las
coaliciones más que en la unidad de grupo (Carastathis 2013).
32. Un estudio precursor al de Strolovitch que incide en las asimetrías internas dentro de organiza-
ciones políticas es el de Cathy Cohen (1999).
33. Esta estrategia consiste en la participación en procesos judiciales como terceras partes de enti-
dades sociales o individuos a petición del juez o jueces, la cual se aplica en el contexto anglosajón y
también en tribunales internacionales como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
64 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
A su vez, debemos remarcar que en las dos últimas décadas la tendencia a la segmen-
tación de los movimientos por grupos sociales ocurre paralelamente al desarrollo de
movimientos y formas de protesta que, a modo de paraguas o de espacio de unión,
aglutinan diversos movimientos y/o luchas por la igualdad. Éste es el caso del movi-
miento antiglobalización y los movimientos que surgen dese el 2011–todavía presentes
con fuerza actualmente- en países como España, Grecia, Portugal, EEUU, México, Israel,
Turquía, o Brasil. En conjunto, se trata de movilizaciones que permiten una gran con-
fluencia de luchas, las cuales se expresan a través de numerosas asambleas, comisio-
nes y plataformas. Es decir, que son movimientos heterogéneos y con un componente
reivindicativo amplio que permiten una ágil expresión y movilidad entre luchas y rei-
vindicaciones (Della Porta 2005; Fernández et al.2012; Cruells e Ibarra 2013).
Sin embargo, todo y que estos últimos movimientos tienen este componente más hete-
rogéneo no por ello podemos asumir a priori que sean más capaces de integrar entre sus
vindicaciones una interpretación interseccional de la desigualdad. De hecho, respecto al
movimiento antiglobalización varios estudios insisten en que ha habido una ausencia
o desplazamiento por ejemplo de las cuestiones feministas en la agenda de este movi-
miento (Eschle 2005; Macdonald 2005). Mohanty señala asimismo cómo la categoría de
‘género racializado’ ha sido totalmente invisible a pesar de su centralidad para el movi-
miento antiglobalización en la medida en que ha sido la experiencia y lucha de las mu-
jeres de color/indígenas pobres la que ha permitido ‘el análisis y políticas más inclusivas
en las luchas antiglobalización’ (2003, 530). Las condiciones que permiten que este tipo
de movimientos puedan llegar a incorporar una lectura más interseccional de la opre-
sión y la desigualdad queda, por consiguiente, todavía para esclarecer.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 65
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mismo movimientos ha sido una constante, y que puede darse intensamente, tal y como se
ha observado con la amplia proliferación de coaliciones entre luchas a nivel transnacional
(Della Porta y Tarrow 2005). Es más, no debemos perder de vista que las dinámicas de coo-
peración dentro de un mismo movimiento social son necesarias para la existencia, mante-
nimiento y posible éxito del movimiento, a la vez que son el resultado del compromiso de
todos los actores que lo conforman en la búsqueda de unas metas comunes (Gamson 1975;
Staggenborg 1986; McCammon y Campbell 2002). Desde la teoría de la interseccionalidad,
como hemos apuntado anteriormente, se percibe a su vez que las alianzas entre actores
han estado muy presentes dentro de las formas de acción colectiva de organizaciones y
movimientos y que además éstas configuran el marco en el que es posible trabajar la entra-
da de la perspectiva interseccional. Como detallaré en mayor medida en el siguiente apar-
tado, desde esta teoría se apunta a que debemos profundizar sobre la puesta en práctica de
estas dinámicas y las metodologías dialógicas que redunden en su fortalecimiento (Reagon
1983; Collins 2009[1990]; Jakobsen 1998; Butler et al.2000; Cole 2008, 2010; Yuval-Davis 2011).
Como se ha dicho en la introducción de esta tesis, en los últimos treinta años académica-
mente se han puesto muchos esfuerzos en desarrollar el corpus teórico y normativo de la
interseccionalidad, en identificar las desigualdades interseccionales que afectan a diferen-
tes grupos sociales, y en demostrar cómo las actuales agendas políticas y jurídicas invisibi-
lizan o incluso contribuyen a aumentar la desigualdad interseccional (Verloo et. al 2012). En
contraposición, el análisis acerca de las condiciones que mejor pueden permitir la entrada
de la interseccionalidad en las agendas y la práctica política y jurídica ha recibido en gene-
ral una menor atención. Pero si bien esta ha sido la tendencia general, también es cierto que
sobre todo en la última década diferentes autoras han empezado a preocuparse por esta
cuestión y nos aportan conclusiones de interés para avanzar en este tipo de análisis.
66 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
partir del año 2005, se partía de la hipótesis de que esta integración favorecería la posibi-
35
lidad de incorporar una lectura interseccional de la desigualdad . En el ámbito jurídico
se observó que la fragmentación de las leyes que daban cobertura a cada una de las di-
mensiones de desigualdad tanto en la UE como en los estados miembros sufría de una
cobertura desigual en función de las desigualdades (European Comission 2007). Esto ge-
neraba jerarquías y en la práctica provocaba, por ejemplo, que en las demandas antidis-
criminación las personas demandantes a pesar de haber sido discriminadas o de haber
sufrido desigualdad por la intersección de diferentes dimensiones acabaran optando por
litigios centrados en la dimensión que ofrecía mayor cobertura y garantías (Hannett 2003)
36
. En cuanto a las estructuras de igualdad se percibía que con estructuras separadas en
función de cada una de las desigualdades se hacía más difícil la coordinación entre ellas
para tratar la desigualdad interseccional (Verloo et al.2012).
Análisis posteriores acerca del impacto de estos cambios en las estructuras y leyes han
demostrado, no obstante, que integrar estructuras o unificar leyes si bien pueden ser
elementos que favorecen la entrada de la interseccionalidad en las agendas no es una
condición suficiente (Verlooet al.2012). Así se ha señalado que el desarrollo de leyes no
implica que necesariamente se reduzcan las jerarquías entre dimensiones (Bell 2002;
Burri y Schiek 2009, Schiek y Lawson 2011), o que las estructuras integradas dejen de
37
tratar estas dimensiones en paralelo, de forma aditiva o asimétrica (Squires 2009 ;
Lombardo y Verloo 2010). Asimismo, dependiendo de cómo se apliquen estas estructu-
ras integradas se puede llegar a generar competencia entre grupos y de hecho repercu-
tir incluso negativamente en el avance de la inclusión de una perspectiva interseccional
en sus agendas. Además, también importa el contexto a la hora de encontrar la me-
jor formula institucional y jurídica para impulsar la perspectiva interseccional (Burri y
Schiek 2009; Alonso 2012). En especial, el análisis que ofrece Alba Alonso (2012) del caso
portugués es muy sugerente en este sentido, ya que nos muestra como en este contexto
específico, debido a su trayectoria institucional previa y al tipo de relación existente con
la sociedad civil organizada, trabajar con estructuras diferenciadas pero con una fuerte
conexión entre ellas puede ser el camino más adecuado para llegar a atender a la larga
la desigualdad interseccional.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 67
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Este argumento responde a una de las preocupaciones de los/las policy makers y aca-
démicos/as, entre éstos de las feministas de estado, de que la entrada del enfoque in-
terseccional pueda implicar olvidar o desplazar el foco sobre los efectos autónomos de
cada una de las desigualdades. Frente a estas dudas, creo importante enfatizar que el
objetivo del enfoque interseccional ha sido, y es, poner más en el centro de las agendas
políticas el intentar solucionar las desigualdades específicas que surgen como resulta-
do de la intersección de varias dimensiones, en la medida en que éste ha sido un obje-
tivo olvidado históricamente. Esto implica, que hay que impulsar estrategias y meca-
nismos capaces de cambiar la sistemática segmentación de las agendas, porqué como
subraya Crenshaw (1991) éstas no son neutrales unas con otras y porqué dificultan el
impulso de acciones y políticas que atiendan a la resolución de la desigualdad intersec-
cional. Incorporar este objetivo, empero, no es contradictorio con seguir actuando para
la erradicación de todas aquellas desigualdades que se producen debido a un eje de
desigualdad. Por el contrario, el reto que se nos plantea es mantener en el centro esta
difícil relación entre reconocer las ontologías de cada desigualdad, a la vez que, y con
la misma fuerza, se reconozca la relación entre desigualdades. Sin embargo, su concre-
ción práctica y la búsqueda de la mejor formula en cada contexto queda todavía por ver.
Recordemos, como he señalado hace un momento, que actualmente está en cuestión que
la creación de estructuras o leyes integradas conduzca a poner en el centro el enfoque in-
terseccional. Además, aunque en determinados contextos puedan ser factores altamente
favorables para tal fin, no son los únicos que intervienen. Por ejemplo, en relación a los
organismo de igualdad unificados que se han creado en varios países y que incorporan
una gran variedad de ejes de discriminación, el modo en que la discriminación entre en
68 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
la agenda así como su efectividad dependen a su vez del tipo de composición, indepen-
dencia, ideología, relación con otros agentes, funciones, recursos económicos disponible,
y vías de financiación de estas estructuras de Igualdad (Rey Martínez 2012). Asimismo,
una estrategia colectiva entre las diferentes políticas segmentadas para hacer entrar la
perspectiva interseccional en las agendas, como el mainstreaming interseccional, podría
tener también un papel relevante a pesar de que por el momento no cuente con un desa-
rrollo práctico (Verloo 2006; Bacchi y Evelin 2009; Lombardo y Rolandsen 2012).
De igual modo, es crucial el papel de la sociedad civil organizada para la defensa de las
diversas desigualdades así como de la desigualdad interseccional a nivel transnacional,
estatal y regional. Tradicionalmente ya se había identificado que la efectividad de la ar-
quitectura institucional que promueve la igualdad de género depende, entre otros facto-
res, del vínculo entre estas estructuras y las entidades y movimientos sociales (Lombardo
y Bustelo 2012). Actualmente, se identifica asimismo que los movimientos sociales y las
entidades pueden influir en el impulso de la interseccionalidad en las agendas y la prácti-
ca política y jurídica (Williams 2003; Bond 2003; Lombardo y Rolandsen 2012; Lombardo y
Bustelo 2012; Alonso 2012). Dicha influencia está sujeta sin embargo a diversos aspectos:
el grado de consulta y acceso a los procesos de decisión que se ofrezca a la sociedad civil
organizada por parte de los gobiernos; a la creación de espacios de consulta en los que se
establezca un diálogo entre las diferentes organizaciones y movimientos (feministas, an-
tirracistas, LGTB, sindicales, etc.) y su coordinación; o a las alianzas que establezcan estas
entidades y movimientos en relación a cuestiones concretas (Lombardo y Bustelo 2012).
Su influencia, por lo tanto, depende por un lado del modelo democrático en el que ac-
túen y del amplio o limitado ejercicio de la consulta, de los espacios de coordinación
y decisión de gobiernos y de la sociedad civil organizada. Hoy en día contamos funda-
mentalmente con la existencia de unos sistemas democráticos representativos en la
mayoría de países occidentales que adolecen de fuertes déficits a la hora de permitir
que la población en general pueda participar de los procesos de decisión, y más aún si
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
En el ámbito del derecho, se señalan de nuevo varios factores que pueden interferir a la
hora de incorporar una perspectiva interseccional. El primero de ellos es que se creen
nuevas leyes y regulaciones (Makkonen 2002). Sin embargo, no hay un consenso claro
sobre la relevancia de este factor, ya que a pesar de que este tipo de iniciativas puedan
tener impactos positivos para avanzar en la incorporación de una perspectiva inter-
seccional y deban celebrarse, se argumenta que es incluso más crucial el papel de los
agentes responsables de aplicar las leyes. Satterthwaite (2004, 2005) después de analizar
el impacto de la aplicación de la nueva Convención de la ONU sobre los derechos de las
personas migrantes trabajadoras, que equivaldría a una de estas nuevas legislaciones
de carácter más interseccional, señala que el derecho internacional en materia antidis-
criminación ya contiene actualmente el potencial necesario para integrar esta perspec-
tiva, y que la clave no es tanto la formulación de nuevas leyes, sino el papel que puedan
tener aquellos actores encargados de aplicar las leyes ya existentes.
70 | LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD
Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
Si nos trasladamos al ámbito jurídico, las resistencias no son menores. Como exponen
Barrère y Morondo (2011) la cultura jurídica hegemónica descansa sobre ‘la separación
entre Derecho y Sociedad: una separación especialmente sagrada para la tradición kelse-
niana. Así a consecuencia de esta última, se ha ido consolidando la idea de que la discri-
minación jurídica es un fenómeno (ontológica y epistemológicamente) distinto a la dis-
criminación social’ (2011, 39). Con ello, el Derecho se ‘aleja de una percepción del mismo,
no sólo como posible instancia productora y reproductora de discriminación (también
jurídica), sino también como instrumento de intervención sobre la misma’ (2011, 39).
Según estas autoras, un primer paso para avanzar en el nivel estructural de la opresión,
y desplazar la tendencia actual del derecho antidiscriminación europeo ‘profundamente
marcado por el carácter casuístico e individualizado de la aplicación judicial’ (2011, 37),
es propugnar que el Derecho vincule la discriminación con los sistemas de opresión, de
ahí su concepto de subordiscriminación. Con este mismo espíritu surgen las propuestas
de Radacic (2008) o de Peroni y Timmer (2014) de cambiar el enfoque de igualdad de trato
más ampliamente implementado desde varias instancias judiciales internacionales, eu-
ropeas o nacionales por un enfoque de la desventaja o de la vulnerabilidad.
38. En concreto, el ‘gender mainstreaming’ se creó en 1995 como una estrategia de intervención de
las políticas de igualdad para ir más allá del desarrollo de acciones positivas y específicas contra la
desigualdad de género. Lo que se pretendía era incidir en el conjunto de la maquinaria de las políti-
cas públicas –la corriente principal de las políticas- para que la igualdad de género fuera un principio
central de cualquier agenda política, en lugar de ser un añadido. Así se situaba en el centro la inter-
vención en los sistemas y las estructuras, ya sean públicas o privadas, que generan discriminación
y desigualdad entre mujeres y hombres. Con ello, se reconocía que las prácticas institucionalizadas
del propio Estado son uno de los elementos clave en la reproducción estructural de la desigualdad y
por ello también que el propio Estado debía transformarse para poder combatirla.
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
estatal hegemónica. En cualquier caso, éste es un debate abierto que deberíamos rese-
guir a medida que avancen este tipo de actuaciones (Verloo 2006; Bacchi y Evelin 2009;
Grabham et al.2009; Barrère 2010; Igareda 2012; Lombardo y Rolandsen 2012).
Junto con los factores de la creación de leyes y/o del papel de los operadores jurídicos, par-
te de la literatura académica también identifica que la referencia explícita a la noción de
interseccionalidad en las leyes (a través de provisiones específicas por ejemplo) sería un
aspecto favorable para impulsar a nivel práctico su interpretación jurídica (Conaghan 2009;
Schiek y Lawson 2011). En Canadá, cuya Carta de Derechos Humanos contiene una lista
abierta de dimensiones a tener en cuenta y una mención específica a tratar como una nue-
va dimensión de la desigualdad el cruce entre varias de ellas, ha permitido que se empiece
a reconocer y remediar la experiencia particular de aquellas personas que se encuentran
en la intersección (Moon 2011, 163). Al mismo tiempo otros países han incorporado alguna
39
provisión, aunque éstas son más limitadas (Burri y Schiek 2009: Moon 2011 ) . Sin embar-
go, el posible potencial de este factor para introducir la interseccionalidad en el derecho se
cuestiona por parte de otras autoras. Hay quien apuesta más bien por que la intersecciona-
lidad se introduzca como un método jurídico que visibilice los límites del derecho a la hora
de tratar las relaciones de poder (MacKinnon 2013).
De manera añadida a este último factor, puede ser importante a su vez para la entrada
de la interseccionalidad la concreción de las exigencias que acompañan al test compa-
rativo. En la práctica del derecho antidiscriminación a menudo es muy difícil demostrar
a partir del test comparativo que una persona ha sido discriminada, y más si se trata de
una discriminación interseccional (Hannett 2003; Burri y Schiek 2009; Uccellari 2009).
Una posible solución pasaría pues por eliminar la exigencia del test comparativo y bus-
car el fundamento de esta discriminación en la pregunta de porqué una persona ha
sido discriminada de este modo en concreto y clarificar las dinámicas existentes que
la sustentan. Esta propuesta tiene el potencial de obligar en cierto modo a examinar
las dinámicas que producen la desigualdad y nos acerca así a una interpretación de la
discriminación que tenga en cuenta las causas estructurales que la producen.
39. Moon (2011) muestra como en la Equality Act del 2010 del Reino Unido, se limita el trato de la
discriminación interseccional a dos ejes y solo cuando refiere a una discriminación directa que en su.
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Tesis Doctoral MARTA CRUELLS
De lo apuntado hasta aquí, tenemos en resumen que las condiciones potenciales que
por el momento se han identificado acerca de la permeabilidad de las políticas públicas
y el derecho hacia la perspectiva interseccional son: el tipo de estructuras y leyes; las
formas de enmarcar las identidades/targets de la política y los paradigmas ideológicos
dominantes; el rol de los actores implicados y las dinámicas entre éstos; y las condicio-
nes que apelan a la experiencia subjetiva de las personas afectadas por la desigualdad
interseccional y su capacidad de acción.
Sin embargo, analistas y activistas han concebido con frecuencia la identidad colec-
tiva de los movimientos sociales como una unidad monolítica común (Diani y Pilati
2010). De esta manera a veces se pasa de una lógica de la unidad a una de la unifor-
midad del grupo (Hancock 2007a). Se percibe que la solidaridad grupal depende fun-
damentalmente de que los miembros y actores internos se identifiquen a través de
unos atributos o características comunes dados de antemano –ser mujer o tener un
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Frente a esta problemática, diversos trabajos plantean cuáles deben ser las estrategias
de los movimientos sociales para desmantelar estas ficciones de uniformidad. Por un
lado, se enfatiza la necesidad de construir la identidad en base a los objetivos, valo-
res, perspectivas o demandas más que a partir de reclamos identitarios o categorías
grupales como mujeres, gais, lesbianas, mujeres afroamericanas, trabajadores/as entre
40
otras (Mouffe 1992; Butler et al.2000; Weldon 2011; Yuval-Davis 2012 ) . En este sentido,
Polletta y Jaspers (2001), por ejemplo, destacan cómo los movimientos que definen su
identidad apelando a sujetos amplios como ‘ciudadanos’ o ‘gente’ pueden tener a priori
una mayor capacidad inclusiva.
Por el otro lado, como he señalado antes, si bien hay que deconstruir las ‘identidades
exclusivas’, a veces puede ser necesario mantener reclamos identitarios, nombrar las
identidades, ya que estas identidades son espacios de empoderamiento y de resistencia
para muchos grupos sociales (Crenshaw 1991; Collins 2009 [1990]; Bickford 1997; Verloo
2013). No obstante, este punto de anclaje en las identidades no debe caer en una política
de la identidad simple, sino en una donde la identidad sea concebida como una coali-
ción, que articula y nombra las diferentes posiciones sociales, identidades y múltiples
formas de opresión que afectan a la diversidad de sus miembros (Crenshaw 1991; Ca-
rastathis 2013; Chun et al.2013). Asimismo, debemos considerar que hay experiencias de
entidades y movimientos que a pesar de basarse en reclamos identitatrios no por ello
acaban anulando las diferencias. En la práctica de algunas organizaciones y movimien-
tos observamos que a veces la unión no se fomenta sobre el hecho de compartir carac-
terísticas biológicas entre su miembros, sino más bien de compartir el mismo opresor
(Carastahis 2013, 955), o por compartir historias similares de opresión (Cole y Luna 2010;
Chun et al.2013). A su vez, recordemos que el estudio de Golberg (2009) antes menciona-
do concluye que los motivos por los que los grupos se organizan a través de identidades
basadas en un solo eje pueden ser de carácter más pragmático y externo, por ejemplo
para conseguir financiación, o por la misma estructura de la ley antidiscriminación, y
que además no por ello desde esta política se deja siempre de trabajar en alianza con
otros grupos activistas para hacer entrar la interseccionalidad en las agendas. Una de
las estrategias legales de trabajo en red y alianza para hacer entrar el enfoque intersec-
41
cional puede ser la de los Amicus curiae .
40. Esta autora incluso propone la política dialógica transversal como método para trabajar la coo-
peración sin caer en exacerbar la política de la identidad, la cual consiste en: fomentar un espacio
dialógico que se fundamente en los valores compartidos de sus miembros, se base en que las posi-
ciones y conocimiento de cada uno de sus participantes son limitadas con lo que la presencia de los
demás resulta imprescindible, c) en que los/as participantes no representan a nadie sino que actúan
como ‘defensores de’ y donde además igualdad y diferencia se acompañen, pero no se reemplacen.
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Un segundo aspecto que puede influir en que los movimientos sociales ignoren o nie-
guen la interseccionalidad son las asimetrías internas que se dan en las luchas sociales.
En las dinámicas de la protesta social aunque se reconozca la existencia de heteroge-
neidad interna, es un subgrupo dominante el que finalmente tiende a convertir en nor-
ma sus experiencias, percepciones y valores (Eschle 2005; Strolovitch 2007; Cole 2008;). A
la vez, estas asimetrías afectan al modo en que los movimientos enmarcan los proble-
mas sociales e injusticias identificadas y al tipo de soluciones que proponen.
Los marcos son los esquemas interpretativos que los activistas desarrollan para movilizar a
posibles adherentes (Snow et al.1986; Ibarra and Tejerina 1998; Polletta y Jaspers 2001). Ayu-
dan a conformar la identidad colectiva y definen el problema social por el cual se movilizan:
‘cómo llegó a ser una realidad y quien es responsable de su solución’ (Verloo 2013, 907).
Pero en la elaboración de estos marcos no todos los miembros y grupos de un movimiento
tienen la misma capacidad de incidencia. Es más, debido a las asimétricas posiciones que
tienen diferentes actores en un movimiento, algunos objetivos y vindicaciones consiguen
una mayor centralidad, o unos son subsumidos en los otros (Walby 2011). Estas asimetrías
son clave y pueden conducir a priorizar un sistema de opresión sobre otro, y a ignorar o
desplazar objetivos y demandas. Por consiguiente es de interés preguntarse por cuáles son
los factores que permiten equilibrar estas asimetrías. Algún estudio en este sentido apun-
ta a que aplicar normas y procedimientos en los procesos de toma de decisiones de los
movimientos y organizaciones que hagan más equitativa la representación de todos los
miembros es fundamental (Strolovitch 2007). O bien se indica que es también relevante
la diversidad de formas organizativas que se puedan desarrollar. Por ejemplo Rolandsen y
Roth (2011) concluyen en su análisis sobre la inclusión de la desigualdad por razón de raza
y género en la agenda europea que para poder lidiar con estas asimetrías fue necesaria una
estrategia múltiple: a) que este grupo desaventajado optara por auto-representarse y defi-
nir sus intereses a través de la creación de una organización especifica, y b) que se crearan
espacios de confluencia en los que trabajar conjuntamente con entidades basadas en uno
de los dos ejes de desigualdad para incluir la interseccionalidad.
41. Véase la nota al pie 33 en la que se explica esta estrategia con mayor detalle.
LA TEORÍA DE LA INTERSECCIONALIDAD | 75
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Junto con Verloo numerosas autoras (Reagon 1983; Mouffe 1992; Bickford 1997; Jakobsen
1998; Butler et al.2000; Young 2000; Yuval-Davis 2006, 2011; Walby 2007, 2011; Braidotti 2008;
Cole 2008, 2010; Lykke 2011; o Carastathis 2013) coinciden en que las alianzas y vínculos
entre actores son el camino para incorporar la complejidad del orden social y la desigual-
dad interseccional. Pensar, pues, sobre los aspectos y métodos que faciliten estas alianzas
es una tarea ineludible. Así lo han hecho Ferre y Roth (1998, 644) quienes detectan que ‘los
individuos constructores de puentes los cuales mantienen las vías de comunicación siem-
pre abiertas’ entre grupos juegan un papel importante. O Carastathis quien añade que son
precisamente las personas cuya opresión se ve afectada por múltiples desigualdades las
que se encuentran en mejor posición para trabajar e intensificar las alianzas, ya que estas
personas ‘se enfrentan a los retos existenciales de construir puentes tanto interna como
externamente’ (2013, 960). Lombardo y Verloo (2010) indican además que son los grupos
con menor poder y capacidad de incidencia los que buscan en mayor medida las alianzas.
Si bien estas alianzas parecen tener un rol importante para favorecer la entrada de la
perspectiva interseccional en los movimientos sociales debemos tener en cuenta que
no se trata de una condición suficiente para que se incorpore el enfoque interseccional.
Como afirman Negri y Hardt (2011), puede suceder que simplemente las luchas por la
igualdad se ubiquen como eslabones de una cadena para conseguir un objetivo, llegan-
do así al desarrollo de un modelo múltiple más que al interseccional.
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sociales. Entre éstas, las condiciones que destacan estos estudios son: la construcción
de las identidades, el rol y relaciones entre actores, el equilibrio de las asimetrías y la
confluencia de marcos interpretativos.
2.4 Conclusiones
En conjunto, el alcance de este enfoque es de carácter amplio. Por un lado, a nivel analí-
tico puede constituirse como un paradigma y un método desde el cual analizar la des-
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igualdad. Ya hemos visto, por ejemplo, que la aplicación de este enfoque en el campo de la
ciencia política ha resultado en numerosos estudios que han profundizado y delimitado
el tipo y variedad de modelos institucionales que se aplican para tratar las desigualdades
y sus relaciones, mientras que a nivel sociológico cada vez se llevan a cabo más estudios
sobre el funcionamiento y efectos de la desigualdad intragrupal e intergrupal. A nivel
empírico, por el otro lado, tiene el potencial de constituirse como una praxis política y
legislativa capaz de lidiar con las diferentes formas de la desigualdad. En esta praxis, no
obstante, dicho enfoque tiene como elemento normativo la consecución de una mayor
igualdad en nuestras sociedades y la resolución de la desigualdad interseccional. En con-
secuencia, debemos evitar clasificar como praxis interseccional aquellas prácticas que
precisamente revierten finalmente en una mayor desigualdad interseccional.
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