Moribunda Urdenpilleta Tortonese
Moribunda Urdenpilleta Tortonese
Moribunda Urdenpilleta Tortonese
La Moribunda
Transcripción desde video por Andrea Di Cione. Las palabras que vienen
subrayadas son porque no se entiende lo que dicen. En unos días las
entenderemos y corregiremos.
Personajes:
Las hermanas Te Kanawa: Kiri, Karen y Kara.
PRIMER ACTO.
Kara: Karen…
[Silencio.]
Kara: Me siento rara, Karen. A veces cuando camino por la casa, Karen, siento
que estamos en un sueño. No puedo dormir, Karen. No duermo. Nadie duerme.
La vida no es un sueño, Karen. Yo sé que soy superficial, e infantil. Vos has
leído mucho más que yo. Has estudiado, has dado cátedras… Yo sólo vivo
para escucharla cantar, y ya no canta, Karen. Carilina, ¡carilina! ¿Por qué no
nos tocamos, Karen?
Karen: No me obligues a quererte. ¿Pero desde cuándo en esa casa ese tipo
de emotividades efusivas?,,, que el besito, y el abracito, y la saliva en la córnea
ajena. ¡Qué asco! Pero, ¿qué es lo que pretendés?, eso es lo que quiero saber,
¿qué querés?, ¿absorverme el globo ocular y tragártelo? ¿Eso es lo que
querés?
Parecés poseída. Estás poseída. Ya tenés la cara como la de Virginia Luque…
¿Estuviste escuchando la radio? Repito: ¿estuviste escuchando la radio?
Kara: No.
Karen: ¡No me mientas! ¿No te dije mil veces que la podredumbre baja por los
cables de la radio? ¿Que se mete en las casas por los resquicios de las
puertas como un chiflete? Busca almas débiles, penetra, empolla, enhueva y
crea monstruos hijos de la podredumbre. Y vos sos la candidata: vos, poseída
inmunda. “Inmundis“, enchastrada, arrastrada, “inmundis“.
Y parece que no quisieras aceptar: ya muere. Hoy se muere. Tenemos que
estar atentas a todo: a los catéteres, los emplastes, los ungüentos, los
ligamentos, el goteo, el bombeo, el sondeo, el conteo… hay que espantarle las
moscas, hay que cambiarle las arpilleras… Si hay deposiciones de ella, hay
que cambiarla, hay que tratar de que ella no vea sus propias deposiciones. Es
elemental.
¿Quién le va a reventar esos sabores gigantescos tornasolados? ¿Vos? No
claro, yo, la estúpida, para que me salte el jugo negro en la cara… Un poco
más de dignidad, de secroído, de don de gentes para la tragedia.
¡Hay reglas! Hay un orden, una moral, un civismo. ¡Los hay! Mirá chiquita, te
voy a decir algo de mujer a mujer: hay un tiempo para parir, y hay otro tiempo
para cagar.
Karen: En este momento Kiri duerme la siesta. A lo mejor, lo que te voy a decir
te va a sonar un poco crudo, pero en esta casa mientras yo, tu hermana mayor,
esté con vida y tu otra hermana más mayor siga con vida, se van a respetar los
horarios tradicionales. ¡Se acabaron los horarios no se entiende! Se acabaron.
Y la siesta es un horario tradicional. En esta casa no ha cambiado nada. ¡Nada!
Karen: ¡Se hizo la luz eléctrica! Habrá terminado la guerra… hay que subir.
Karen: Si yo no puedo, por la enfermedad que tengo en las manos. Andá vos.
Metete por los sistema de ventilación. Andá tranquila, mantenete incólumne,
reza dos o tres palabras. Si se acabó la guerra, volvé y avisame, no te vayas
sola. No toqués el caño hirviente. Andá corazoncito. Vos, mosca, tranquilité.
Andá, andá. Si aparece el capitán con cabeza de buey que quiere degollarte,
vos mosca, porque todo va a desaparecer.
Kara: ¡¡Auuuuuuuuuuuuch!!
Karen: Muy bien. Lanza los quesesillos a tu derecha. No, no, a la derecha, mi
amor. Lanza las guillerminas contra el canusillo. Ahí está. Mirame. Eso.
Bamboleá la caja y embanderame la guillermina y el quesesillo. Ahí está. Dale,
mi amor. Ahí viene bajando… Dale, con sumo cuidado, mi amor. Ahí baja. No,
está subiendo. Bajá, mi amor, hacia abajo. ¡No chillés, carajo! Vente bajando.
Estás enredada, pero tira para abajo. Desenrédalos. No, así no, te vas a hacer
una grieta en el ojete. ¡Lánzate! ¡Lánzate, lánzate!
Kara: No.
Karen: Da igual. ¿Conseguiste? Muy bien, muy bien. Vamos a poner la mesa.
Estaba con el corazón en la boca.
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[Kara acerca la mesa. Sobre ella hay unos vasos con agua y un candelabro con
una vela encendida.]
Karen: Vamos a poner la mesa y vamos a comer como una familia decente.
Kara: Vamos a rezar, Karen, te lo pido por Dios. [Ambas juntan las manos un
instante en posición de rezo.] ¡Ya está!
[Kara comienza a sacar latas de una bolsita. Se las muestra a Karen de una en
una, y las coloca sobre la mesa.]
Karen: ¡Hartás! ¡Hasta acá estoy de latas de paté de foi! ¡Hasta acá! ¿Cuándo
vas a agarrar una buena suprema Maryland? Es que tenés miedo. Tenés
miedo, eso es lo que te pasa. Agarrás al boleo lo más chiquito que encontrás.
¡Agarrá bultos grandes!, ya te lo tengo dicho.
[Karen quiere beber, pero sus manos atrofiadas se lo impiden. Batalla un rato
con el vaso, y finalmente desiste. Mientras, Kara come lentamente. Le alcanza
una latita y un abrelatas a su hermana, quien vuelve a perder la batalla y
termina arrojando la latita a un rincón. Kara la recoge y comienza a abrirla con
el abrelatas.]
[Finalmente, Karen tiene la latita de paté abierta en sus manos. Logra ingresar
un bocado, se saca la cuchara de la boca y mira la latita.]
Karen: ¿Querés que te corte los deditos de los pies? ¿Bien picaditos en juliana
querés que te los corte? No es el tipo de conversación que esperabas para una
noche de invierno, mientras estás comiendo con tu hermana mayor y mientras
tu otra hermana más mayor se está muriendo, ¿no es cierto? Querida hermana
Kara, si supieras lo encantadoras que me han resultado siempre tus
coqueterías, tus apliques, tus peinados, tus miraditas de soslayo, tus sonrisas,
tu entusiasmo…
¡Cómo me gustaría arrancarme de cuajo el tronco cerebral! Sí, ahí donde están
la amígdala y el hipocampo, donde se concentran la memoria y la inteligencia
emocional, el sistema límbico, eso. Al sistema límbico me gustaría
arrancármelo de cuajo. Mucho más posterior en la evolución humana fue la
operación de las neocortezas conectadas. Está comprobado científicamente de
qué modo en esta danza –porque es una danza– entre pensamiento y
sentimiento, la facultad racionarquía a la facultad emocional produciendo, o
bien imposibilitando de este modo el pensamiento mismo. Ahora, el amor –abro
corchetes–… yo no consigo entender el amor, no lo entiendo. ¿Vos lo
entendés?
[Se apagan las luces. Sólo queda la luz de la vela sobre la mesa. Se escuchan
pasos que se acercan.]
Kara: ¡Karen!
Kara: ¡Karen!
Karen: ¡Seriedad!
Karen: ¿Hermana? ¿Estás muerta? Si estás muerta, ¿él está con vos? ¿Podés
hablar el idioma que él entiende?, ¿le podés hablar a ese Dios? Si es así,
escuchá bien, decile que se acuerde que nosotras siempre estuvimos de parte
de la hermana Pelloni.
SEGUNDO ACTO.
Kara: Karen, estás muy contenta. Algo pasa, Karen, estás más contenta de lo
común.
Kara: Contame.
Kara: Mirá que sos loca, Karen. Un poco más de olor a primavera…
Karen: ¡Ya llegó! Si quedamos sin amor, y pues siempre brilla el sol…
Karen: Faltarían acá unos pebetitos, unas croquetitas, unos arrolladitos, unos
cornalitos, unos pañuelitos… un colibrí. [Subiendo a la habitación del Kiri.] Me
voy a probarle la coronita, a ver cómo le queda.
[Se escucha a Karen en la habitación de Kiri: “Así, a ver… No me abras ese ojo
de golpe… date vuelta, así. ¡Ay! Te quedó igualita a Laurita Hidalgo“. Mientras
tanto Kara se escondió detrás de una cortina. Karen baja y comienza a
buscarla. La llama, cacareando.]
Karen: Cocorocò, coco cocó. Karita… [Kara la soprende desde atrás. Karen se
sobresalta.] Nunca más me vuelvas a hacer lo que acabás de hacer. Acabo de
ver el túnel con la luz en el fondo y Víctor Sueyro que me esperaba con los
brazos abiertos.
Kara [le ofrece un plato]: Es una picada, Karen. La tengo guardada desde la
primavera pasada. ¿Mirá lo que tiene? Tiene cachos de esto… ¿cómo se
llama?
Karen: Zanahoria.
Karen: No, ¡Está vivo, está vivo! ¡El zapallo está vivo! ¿Y la remolacha? Mirá
que es mucha la gente que va a venir…
Karen: ¡Qué amor! ¿De dónde sacaste esas medialunitas con miel tan
deliciosas? ¡Cómo te quiero!
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Karen [tomándole la cara]: Envenenadita de por vida. No, mi amor, vení, vení.
No sabés cómo está: está toda dorada, dorada, dorada, completamente
dorada. La herida grande ni se le nota. Esas uñitas negras que tenía, se las
saqué. Arranqué unas conchillas amarillas de su alhajero y se las pegué con La
Gotita.
Karen: ¡Estupendas! No, pero lo mejor de todo es que mandó a decir que en
cuanto llegue el primer contingente de invitados ella va a bajar y va a cantar.
¡Va a cantar!… No, pucherote, no. No, no, no, no, no. Un banano de Ecuador.
Una barcaza egipcia con alitas. Vamos. Alegrón, alegrón.
Karen: Mmmmm. Ahí, en el silloncito Chesterton. Para que pueda ver toda la
mansión, con las alas de brillante, las pelota-paletas, las bow-windows… Esto
tiene que ir más de contraste.
Kara: Karen, ¿sabés a quien invité? A Kafka y a Kuitca. Yo decía meterlos acá,
abajo del sobretodo.
Karen: Y Rousseau y Rousselot por allá. Mirá que después va a venir toda esa
caterva de franceses, que son raros, y además fuman cosas raras. Yo te
advierto: son raros. Como por ejemplo Flaubert, Rimbaud, Mallarmé,
Apollinaire, Jean Genet, Jean Cocteau, Cocó Chanel, Madame Bovary, Molière,
Gigí Ruá…
Kara: …Cuchá-Cuchá…
Karen: … Malraux…
Karen: Pero ojo, eh, que hay comentarios que hieren. Por ejemplo, ¿cómo una
gran cantante con el Do de pecho va a quebrar el iceberg? El paquebote
gitante se hunde, y se mueren todos menos ella. La gente es hija de puta.
Karen: ¿Y el viaje inaugural del Zeppelin? Que cantó Kiri allá arriba… ¿te
acordás? De un lado estaba la zarina Alexandra, del otro lado el Rasputín ese
con un olor a chivo que rajaba la tierra…
Karen: Krrreemlim.
Karen: Con qqkkg, no es con ggg. [Se ríen.] Estoy como una concha en su
propia tinta.
Kara [mezclando las cartas]: Ahí está, yo corto. Vos sos pie.
Kara: Sí, sos base, Karen. Sos pierna, cabeza, cabeza de compañía, eso.
Agarrá las cartas, te doy a elegir.
Karen: Che, los jocker yo te los regalo. No los soporto, son de una mala suerte
espantosa. Bueno, mirá, algo del sueño te voy a contar…
Kara: Yo te lo prometo.
Karen: …
Karen: …
Kara: No, no, no, no. No estoy dispuesta a tolerar esto. Tachame la Generala.
Karen: Mientras tanto te voy bajando una escalerita virtual. Bueno, te sigo
contando un poquito el sueño. Un hombre de tres metros de alto, Karita, con
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Kara: Pensalo.
Kara: Envido.
Karen: Ah, sos un lince para ganar. Me quedé con una carta.
Karen: No, no, no, limosnas no. Bueno, te sigo contando. La cuestión es que en
un momento empezó a hablar, y me dijo: “El verano que viene nos
encontraremos en este preciso lugar e iremos –porque hablaba muy
correctamente– … iremos caminando por sobre las aguas hacia allí“, y me
señalaba un lugar en el horizonte. Yo dije “¿Dónde?“, “Allí“ –yo pensé que era
Paraguay– “y allí fundaremos una nueva sociedad. Seremos los nuevos Adán y
Eva“. Le dije “¿Yo voy a ser Eva, verdad“, “Síii“,
Karen: mmmmm….
Karen: No sé.
Kara: Diez. Más dos que le pido al vecino, son doce. Más tres tuyas, son
quince [apoyando las cartas sobre la mesa]: Escoba de Quince. Yo con todo,
Karen, cierro Canasta.
Kara: Disculpame que te pare así, pero ¿qué estás haciendo con la cara? No te
entiendo.
Karen: Nos quedamos dormidas, con el querosén ese, jugando a las cartas. No
vino nadie. Se me pasó la hora de la inyección. No sé cuántas horas se me
pasaron.
Karen:¿Cómo sabés?
Kara: No lo sé, no tengo la menor idea. Estoy tan nerviosa… Quería decir algo,
siete menos cuarto…
Karen: Mirá, hagamos una cosa. Por hoy, eh, sólo por hoy te lo voy a permitir:
agarrá la radio, manipulá la papa, sintonizá las coordenadas, el sistema de
husos horarios… la hora, Karita. Andá, Karita. Andá a saber con lo que me
encuentro.
Karen:¡Agarrá la papa!
Karen: ¡Apagá esa radio! Está… es, como una enorme pila de carne picada
con ojitos, y boquita, y piecitos, y… Igual balbuceó, y mandó a decir que
aunque ninguno de todos sus admiradores fue siquiera capaz de enviar una
esquelita de salutación para el día de su honomástico, dice que igual ella va a
tocar el piano, y va a cantar. Entonces agarré esa albóndiga gigante, y la até
con los arneses en la banqueta de la pianola de arriba. Lo que no sé es cómo
va a tocar: no hay muñón, no hay mano, no hay nada.
Kara:…
CUARTO ACTO
Karen: Pero no era acá, no es acá. Lo primero que yo quiero saber es quién
inventó la silla tijera.
Karen: No era acá, no era acá. Bueno, hacemos un parate, luego retomamos,
caminamos doscientos kilómetros más, pasamos Necochea, y ahí estamos.
Kara: No, andá vos sola. Además, ¿vos notaste que estás lenta? Porque estás
lenta…
Karen: Por eso, creo que me he agarrado una difteria, una tos convulsa, como
un dengue bárbaro… Por eso me puse el trapo sostenedor este, porque la
mandíbula, el maxilar inferior cae, y la lengua se ha agrandado. Por eso hablo
como boluda, pero no soy boluda.
Kara: Mirá que íbamos por la playa y todos decían “Mirá a esa boluda“. Yo lo
escuché.
Karen: Mirá qué lindos, tienen como una sonrisa… son mejores que nosotras.
Kara: Mirá lo que traje, Karen, para que nos divirtamos. Son tipo variedades.
Ponete crema.
Kara: ¿No ves que estás boluda, Karen? Ponete crema que el sol está
fuertísimo.
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Karen: Mirá, Nivea Body Milk. Yo te voy a explicar cómo se pone la Nivea Body
Milk. No, no tiene instrucciones. ¿Vas a cortar las papitas? Bueno, esto se
coloca en la palma de la mano, no demasiado y luego se sitúa en el lugar y se
la expande hacia arriba… [señalando las papas] más finitas… y con las yemas
de los dedos se va hacia arriba… más finitas, así… y se estira hacia arriba el
cremamen, evitando… bien finitas, cortá bien finitas…
Kara: ¡Basta! ¡Pará! Es que no las puedo cortar más finitas las papitas. ¡No, no!
Estás arriba de la papa. Dejame disfrutar a mí también. No puedo.
Karen: No sabés disfrutar vos. Digamos que viene cada una por su lado. Se
pone otra capa de Nivea Crem en la palma de la mano, y se extiende hacia la
cara ya con el palmotazo… cortalas bien finitas, pero finititas. Finitas cortalas,
pero que sean finitas.
Kara: ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! ¿Querés que se pueda ver el mar a través de la
papa? No doy más, Karen.
Karen: Ah, no. Estás muy mal. Quería conversar de algo nomás…
[Se para y le canta al mar.] Ohhh, ohhh.
Kara: Karen, tratá de olvidarte. Vení, sentate. Vení acá, Karen, vení. ¿Querés
la papita, Karen?
Karen: Dale, poneme una papita ya que jodés. [Kara le coloca unas rodajas de
papa en los ojos.] Ah, ahora sí. Así es otra cosa. I love San Bernardo.
Kara: Karen…
Karen:¿Qué?
Karen: Dejalas a las olas. Cuando vos naciste ya estaban, y cuando vos te
mueras van a seguir estando.
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Kara: Karen, pero se está viniendo para acá la ola. Tené cuidado, Karen. Karen
te vas a mojar. ¡Cuidado con el agua, Karen! ¡Cuidado! [Se para y le tira un
balde de agua encima.]
Kara: No me hagas este tipo de jodas, Karen. Karen, no te hagas la muerta, eh.
Karen… No me gusta que te hagas las muerta.
Karen:¿Ésa?
Kara: La caca puede ser mía, pero esto no. Yo no la pienso lavar. Sos una
asquerosa.
Karen: Bueno, dámela igual. Siempre me echás la culpa a mí. Bueno, tapame
con la toalla.
Karen: Sí. Ya está la línea de los pendex mirando. [Gritando hacia un costado]
¡Qué mirás, mi amor! Andá a ser feliz un poco más lejos, querida. Andá a
pedirle a tu mamá que te muestre los órganos reproductivos. ¡Tan chiquitita y
ya tan Puerto Pollensa!
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Kara: Vos no me lo vas a querer creer, pero te quedó bárbara. Mirá lo que es
esto: un modelo exclusivo. Escuchame, llevate esto.
Kara: No es así, Karen; no sé cómo es, pero… Mirá [le muestra una Bananita
Dolca].
Karen: Kara, ahí viene. Tomá, agarrala, dejame de joder con la Bananita Dolca.
Acá viene Hipólito. Acacacá acacá… Mirá los zapatos… ja, ja, ja… los
mocasines… ahí va subiendo… ja, ja, ja…
Kara: Pará, Karen, pará. ¿Qué está pasando? ¿Qué pasa Karen?
Kara: No, ¡basta! ¡basta Karen! [y la abofetea]. ¡Se acabó el verano! Eso es lo
que pasa: se acabó el verano… Que se apague la luz del sol, por favor.
Kara: No, no puede ser. No se puede ser tan tarada. Has llegado a un punto
de taradez intolerable.
No, ¿y mi amor?
Kara: Karen, por ahora nos vamos a quedar en el otoño. No sé por cuánto. Yo
voy a disponer de ahora en más. Cuando ella esté mejor, ahí ya veremos cómo
barajamos las estaciones.
Karen: Se murió.
toda esa horrible infección, la estrella de mis ojos. Sol de mi vida entera, tú, mi
ángel y mi pasión. Si así tiene que ser, hermana mía, después de mis últimos
rezos, cuando bajo la hierba florida y lujuriante te enmohezcas entre los
huesos, entonces dile a los gusanos, que te devorarán a besos, que yo guardo
la forma y la esencia divina de este amor descompuesto.
Fin.