El Perdón. UCDM
El Perdón. UCDM
El Perdón. UCDM
Introducción
El perdón le da alas a la oración para que su ascenso sea fácil y su progreso veloz. Sin su
fuerte apoyo, sería inútil tratar de ir más allá del primer peldaño de la oración o incluso
intentar ascender. El perdón es el aliado de la oración; su hermano en el plan para tu
salvación. Ambos vendrán a sostenerte y a mantener tus pies firmemente plantados, y tu
propósito fuerte e inalterable. Contempla la ayuda más grande que Dios ordenó que
estuviese contigo hasta que llegues a Él. Y con esto llega el fin de las ilusiones. A
diferencia de la naturaleza intemporal de su hermana, la oración, el perdón tiene un final.
Pues se vuelve innecesario cuando el ascenso se completa. No obstante, por ahora tiene
un propósito más allá del cual no puedes ir ni es necesario que lo hagas. Logra esto y
habrás sido redimido. Logra esto y habrás sido transformado. Logra esto y salvarás el
mundo.
I. Perdonarte a ti mismo
1. Ningún regalo del Cielo ha sido tan malinterpretado como el perdón. De hecho, se ha
convertido en una calamidad; en una maldición allí donde debía bendecir, en una cruel
burla de la gracia, en una parodia de la
santa paz de Dios. Pero aquellos que aún no han elegido dar los primeros pasos en el
camino de la oración no pueden sino usarlo de esa manera. La benevolencia del perdón
resulta imperceptible al principio, porque no
se entiende lo que es la salvación ni realmente se busca. Lo que se concibió para curar se
usa para herir porque no se desea el perdón. La culpa se convierte en la salvación, y el
remedio parece ser una terrible alternativa a la vida.
2. Así pues, el perdón-para-destruir se adapta mucho mejor al propósito del mundo que el
verdadero objetivo del perdón y los honestos medios por los cuales se alcanza. El perdón-
para-destruir no pasará por alto ningún pecado, ningún crimen ni ninguna traza de culpa
que pueda buscar, encontrar y “amar”. Amado de su corazón es el error; y las faltas lucen
enormes y crecen y se agrandan ante su mirada. Selecciona cuidadosamente todas las
cosas perversas y pasa por alto lo amoroso como si de una plaga se tratase: algo odioso,
teñido de peligro y de muerte. El perdón-para-destruir es la muerte, y eso es lo que ve en
todo lo que contempla y odia. La Misericordia de Dios se ha convertido en un cuchillo
retorcido que busca destruir al santo Hijo que Él ama.
3. ¿Te perdonarías a ti mismo por todo esto? Aprende, entonces, que Dios te ha dado los
medios a través de los cuales puedes retornar a Él en paz. 3o veas el error. No lo hagas
real. Selecciona lo amoroso y perdona el pecado al elegir en su lugar la faz de Cristo. ¿De
qué otra manera puede la oración regresar a Dios? 7 Él ama a Su Hijo. ¿Podrías acordarte
de Él y al mismo tiempo odiar lo que creó? Odiarás al Padre si odias al Hijo que Él ama.
Pues tal como veas al Hijo, así te verás a ti mismo, y tal como te veas a ti mismo, eso será
Dios para ti.
4. De la misma manera en que siempre oras por ti, del mismo modo es a ti al que siempre
se le concede el perdón. Es imposible perdonar a otro, pues son únicamente tus pecados lo
que ves en él. Quieres verlos en él y no en
ti. Por eso es por lo que perdonar a otro es una ilusión. Sin embargo, es el único sueño feliz
en todo el mundo; el único que no conduce a la muerte. Sólo en otro puedes perdonarte a ti
mismo, pues lo has hecho culpable de tus pecados y ahora tienes que encontrar tu
inocencia en él. ¿Quién sino el pecador necesita que se le perdone? Jamás pienses que
puedes ver pecado en nadie excepto en ti mismo.
5. Éste es el gran engaño del mundo, y tú, el que más se engaña a sí mismo. Siempre
parece que el malo es otro, y como resultado de su pecado tú sales perjudicado. ¿Sería
posible la liberación si esto fuera cierto? Pues en
tal caso serías el esclavo de todos, ya que lo que cualquiera de ellos hiciera dictaría tu
destino, tus sentimientos, tu desesperación o esperanza, tu desdicha o alegría. No serías
libre a menos que él te concediera la libertad. Y al ser malvado, sólo puede hacer el mal.
No puedes ver sus pecados sin ver los tuyos. Mas puedes liberarlo y también liberarte a ti
mismo.
6. El perdón, verdaderamente concedido, es el camino en el que se encuentra tu única
esperanza de libertad. Otros cometerán errores al igual que tú mientras esta parodia de
mundo parezca ser tu hogar. No obstante, Dios Mismo le dio a todos Sus Hijos un remedio
para todas las ilusiones que creen ver. La visión de Cristo no utiliza tus ojos, pero tú
puedes mirar a través de los Suyos y aprender a ver como Él. Los errores no son sino
diminutas sombras que desaparecen rápidamente, y que sólo por un instante parecen
ocultar la faz de Cristo, la
cual continúa inmutable tras todas ellas. Su constancia permanece en tranquilo silencio y
perfecta paz. Él no sabe de sombras. Suyos son los ojos que ven más allá del error al
Cristo en ti.
7. Pide entonces Su ayuda, y pregúntale cómo aprender lo que es el perdón tal como Su
visión lo ve. Tienes necesidad de lo que Él da, y tu salvación depende de que lo aprendas.
La oración no puede ser liberada para que llegue hasta el Cielo mientras el perdón-para-
destruir permanezca contigo. La Misericordia de Dios eliminará de tu santa mente esta
manera de pensar mordaz y venenosa. 5 Cristo te ha perdonado, y en Su visión el mundo
se torna tan santo como Él. 6 Quien no ve maldad en el mundo ve como Él. Pues lo que Él
ha perdonado no ha pecado, y ya no hay más culpa. El plan de la salvación se ha cumplido
y la cordura ha llegado.
8. El perdón es la llamada a la cordura, pues ¿quién sino un demente se fijaría en el
pecado cuando en su lugar puede ver la faz de Cristo? Ésta es la elección que tienes ante
ti; la más simple y, sin embargo, la única que puedes hacer. Dios te pide que salves a Su
Hijo de la muerte, ofreciéndole el Amor de Cristo. Ésta es tu necesidad, y Dios te ofrece
este regalo. Tal como Él da, así tienes que dar tú también. Y de este modo, la oración se
restaura a lo amorfo, a la intemporalidad más allá de todo límite, sin nada del pasado que le
impida volver a unirse al perenne canto que toda la Creación le entona a su Dios.
9. Mas para alcanzar este fin debes primero aprender, y hacerlo antes de llegar allí donde
el aprendizaje ya no tiene objeto. El perdón es la llave, mas ¿quién puede usar una llave
cuando no sabe dónde está la puerta para la que
se hizo y para la que únicamente sirve? Por lo tanto, hacemos una clara distinción, de
modo que la oración pueda ser liberada de la obscuridad y llegar a la luz. El papel del
perdón debe invertirse y limpiarse de todo uso malvado y de las metas de odio para las que
se ha empleado. El perdón-para-destruir debe ponerse al descubierto en toda su perfidia y
luego abandonarse para siempre. No debe quedar ni el más mínimo vestigio de él si el plan
que Dios estableció para tu retorno ha de lograrse al fin y el aprendizaje concluir.
10. Éste es el mundo de los opuestos. Y tienes que elegir entre ellos a cada instante
mientras el mundo siga siendo real para ti. No obstante, debes aprender cuáles son las
alternativas que verdaderamente tienes o no serás capaz de lograr tu libertad. Deja, pues,
que te quede claro lo que el perdón en realidad significa para ti y aprende lo que debería
ser para hacerte libre. El nivel de tu oración depende de ello, pues ahí espera su libertad
para elevarse por encima del mundo del caos y llegar a la paz.
II. El perdón-para-destruir
1. El perdón-para-destruir adopta muchas formas, al ser un arma del mundo de las formas.
No todas son obvias, y algunas se ocultan cuidadosamente bajo lo que aparenta ser
caridad. Pero todas las formas que parece adoptar tienen una única meta: separar y hacer
que lo que Dios creó igual sea diferente. La diferencia resulta evidente en algunos casos en
los que la intencionada comparación no puede dejar de notarse, ni es realmente su
propósito que no se note.
2. En este grupo se encuentra, en primer lugar, el caso en el que una persona “mejor” se
digna a rebajarse para salvar a una “inferior” de lo que en realidad ésta es. En este caso, el
perdón se basa en una actitud de refinada altivez, tan lejana del amor que jamás podría
dejar de ser arrogante. ¿Quién puede perdonar y despreciar al mismo tiempo? ¿Y quién
puede acusar a otro de estar inmerso en el pecado y al mismo tiempo percibirlo como el
Hijo de Dios? ¿Quién puede enseñar lo que es la libertad esclavizando? En esto no hay
unión, sino
aflicción. Eso no es realmente misericordia. Eso es la muerte.
3. Hay otro caso de perdón-para-destruir, muy parecido al anterior si se entiende
correctamente, en el que la arrogancia no se manifiesta de forma tan flagrante. Ahí el que
“perdona” a otro no proclama ser mejor. En lugar de ello dice que aquí hay alguien cuya
pecaminosidad él comparte, y dado que ambos han sido indignos merecen la retribución de
la ira de Dios. Esto puede parecer humilde e incluso inducir a una rivalidad con respecto a
quién es más pecador o más culpable. Esto no es amor por la Creación de Dios ni por la
santidad
que es Su don eterno. ¿Puede acaso Su Hijo condenarse a sí mismo y aun así acordarse
de Él?
4. En este caso la meta es apartar de Dios al Hijo que Él ama y mantenerlo separado de su
Fuente. Ésta es también la meta de aquellos que buscan ser mártires a manos de otro. El
objetivo detrás de esto tiene que verse claramente, pues puede pasar por mansedumbre y
caridad en lugar de crueldad. ¿No es acaso muestra de misericordia aceptar el rencor de
otro y no responder sino con silencio y una dulce sonrisa? ¡Fíjate qué bueno eres, que
soportas con paciencia y santidad la ira y el daño que otro te inflige sin mostrar el amargo
dolor que sientes!
5. El perdón-para-destruir con frecuencia se oculta tras un manto así. Muestra el rostro del
sufrimiento y del dolor como prueba silenciosa de la culpa y de los estragos del pecado. Tal
es el testimonio que le ofrece a uno que podría ser su salvador y no su enemigo. Pero al
habérsele convertido en enemigo, tiene que aceptar la culpa y el duro reproche que de este
modo se ha descargado sobre él. ¿Es esto amor? ¿O se trata más bien de una traición
hacia uno que necesita que lo salven del dolor de la culpa? ¿Qué otro propósito podría
tener esto sino mantener a los testigos de la culpa alejados del amor?
6. El perdón-para-destruir puede manifestarse también en forma de regateos y tratos. “Te
perdono si satisfaces mis necesidades, pues en tu esclavitud radica mi liberación.” Dile esto
a cualquiera y te vuelves un esclavo. Y tratarás de deshacerte de la culpa mediante más
regateos que no ofrecen esperanza alguna, sino más dolor y miseria. ¡Cuán temible se ha
vuelto ahora el perdón y cuán distorsionado el fin que persigue! Ten piedad de ti mismo, tú
que de este modo regateas. Dios sólo da y no pide recompensa alguna. No hay otra
manera de dar excepto como da Él. Todo lo demás es una parodia. Pues ¿quién intentaría
hacer un trato lucrativo con el Hijo de Dios y al mismo tiempo dar gracias a su Padre por su
santidad?
7. ¿Qué le quieres mostrar a tu hermano? ¿Intentarías reforzar su culpa y con ello la tuya?
El perdón es tu medio de escape. Es una lástima convertirlo en un medio de mayor
esclavitud y dolor. En el mundo de los opuestos hay una manera de utilizar el perdón para
la meta de Dios y para encontrar la paz que Él te ofrece. No aceptes nada más o habrás
buscado la muerte y orado para separarte de tu Ser. Cristo es para todos porque está en
todos. Es Su faz lo que el perdón te permite ver. Es Su faz en la que ves la tuya.
8. Todas las formas que el perdón adopta que no te apartan de la ira, de la condena y de
comparaciones de cualquier clase son la muerte. Pues eso es lo que sus propósitos han
establecido. No te dejes engañar por ellas, sino abandónalas como algo sin valor, ya que lo
que ofrecen es ciertamente trágico. No quieres seguir en la esclavitud. No quieres tenerle
miedo a Dios. Quieres ver la luz del sol y el resplandor del Cielo refulgir sobre la faz de la
tierra, redimida del pecado y en el Amor de Dios. En este punto la oración es liberada junto
contigo. Tus alas han quedado libres, y la oración te elevará y te conducirá a tu hogar
donde Dios quiere que estés.
III. El perdón-para-salvar
1. El perdón-para-salvar tiene una forma y sólo una. No pide prueba alguna de inocencia ni
pago de ninguna clase. No discute ni evalúa los errores que desea pasar por alto. No
ofrece regalos falsamente ni promete libertad mientras ordena la muerte. ¿Acaso iba Dios a
engañarte? Él sólo te pide que tengas confianza y la buena voluntad de aprender cómo
llegar a ser libre. Él ofrece Su Maestro a quienquiera que pida y busque comprender Su
Voluntad. Su buena disposición para dar está más allá de tu comprensión y de tu simple
entendimiento. No obstante, ha dispuesto que aprendas el camino que te lleva a Él, y lo
que Su Voluntad dispone goza de certeza.
2. Criatura de Dios, los regalos de Dios son tuyos, no por razón de tus planes, sino por Su
santa Voluntad. Su Voz te enseñará lo que es el perdón y cómo concederlo tal como Él
dispone se debe hacer. Por lo tanto, no busques comprender lo que todavía está más allá
de tu alcance, sino más bien deja que sea una forma de conducirte allí donde los ojos de
Cristo se convierten en la manera de ver que eliges. Abandona todo lo demás, pues no
hay nada más. Cuando alguien te pida ayuda de la clase que sea, Él es Quien contestará
por
ti. Sólo tienes que hacerte a un lado y no interferir. El perdón-para-salvar es Su tarea y es
Él Quien responderá por ti.
3. No determines la forma que debe adoptar el perdón de Cristo. Él sabe la manera de
convertir cada llamada en una ayuda para ti, conforme te apresuras a llegar por fin a casa
de tu Padre. Ahora Él puede hacer que tu paso sea firme y tus palabras sinceras, no con tu
propia sinceridad, sino con la Suya. Deja que Él se haga cargo de cómo vas a perdonar, y
así cada ocasión será para ti un paso más en dirección al Cielo y a la paz.
4. ¿No estás cansado del cautiverio? Dios no eligió esta amarga senda para ti. Lo que has
elegido todavía puede des-hacerse, pues la oración es misericordiosa y Dios es justo. La
Suya es una justicia que Él puede entender,
pero tú aún no. De todos modos, te dará los medios para que la aprendas de Él y llegues
por fin a entender que la condenación no es real y que fabrica ilusiones en su propio
malvado nombre. Sin embargo, la forma que los sueños parezcan adoptar es irrelevante,
pues las ilusiones no son ciertas. La Voluntad de Dios es la verdad, y tú eres uno con Él en
Voluntad y propósito. Con esto terminan todos los sueños.
5. “¿Qué debo hacer por Tu santo Hijo?” debe ser lo único que preguntes siempre que se
requiera tu ayuda y se busque el perdón. No necesitas juzgar la forma en que se te pide. Y
no seas tú quien determina la manera en la que el perdón debe llegar para salvar al Hijo de
Dios. La luz de Cristo en él es su liberación y es ésta la que responde a su llamada.
Perdónalo tal como el Cristo decide que debes hacerlo, y contémplalo a través de Sus ojos
y también habla por Él. Él conoce la necesidad; la pregunta y la respuesta. Y te dirá
exactamente qué debes hacer, en palabras que puedas entender y también utilizar. No
confundas Su función con la tuya. Él es la Respuesta. Tú, el que escucha.
6. ¿Y acerca de qué te habla Él? Acerca de la salvación y del regalo de paz. Acerca del fin
del pecado, del fin de la culpa y del fin de la muerte. Y acerca del papel que Él desempeña
en el perdón. Limítate a escuchar. Pues Él será escuchado por todo aquel que invoque Su
Nombre y ponga su perdón en Sus manos. Le ha dado el perdón para que lo enseñe, para
que lo salve de la destrucción y para hacer que los medios empleados para la separación,
el pecado y la muerte se conviertan de nuevo en el santo regalo de Dios. La oración es Su
Propia Mano derecha, liberada ahora para salvar conforme se permite venir al verdadero
perdón desde Su eterna vigilancia y Amor. Escucha y aprende, y no juzgues. Es a Dios a
Quien te diriges para oír lo que
debes hacer. Su respuesta será clara como el día, mas Su perdón no es lo que tú crees
que es.
7. Pero Él lo sabe y eso es suficiente. El perdón tiene un Maestro que no fracasa en nada.
Reflexiona sobre esto por un momento, y no intentes juzgar el perdón ni limitarlo a un
marco mundano. Deja que se eleve hasta Cristo, Quien lo recibe como un regalo para Sí.
Él no te dejará sin consuelo ni dejará de enviarte Sus ángeles desde lo alto para que te
respondan en Su Propio Nombre. Él está junto a la puerta para la cual el perdón es la única
llave. Dásela para que Él la use en tu lugar, y verás la puerta abrirse silenciosamente
revelándote la radiante faz de Cristo. Contempla a tu hermano ahí, tras la puerta; el Hijo de
Dios tal como Él lo creó.