Tema 1

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Tema 1:

Pérez Herrero, “Introducción” en La América Colonial (1492-1763)

Nos propone ver que existen diferentes tipos de debates en torno a los habitantes que existían en el nuevo mundo. Este
nos planteara que durante los siglos XVI los historiadores de viejo mundo se enfocaran en debatir si los habitantes de
estas colonias eran humanos o no y si la corona posee títulos jurídicos para su posterior colonización y evangelización.
Durante el siglo XVII, las interpretaciones que dan estos historiadores presentaran un cambio de valorización al
introducirse el concepto de rentabilidad colonial y ver los beneficios de estos conquistadores en el nuevo mundo. Ya
durante el siglo XIX, se pude ver que los historiadores latinoamericanos con una idea de historia nacionalista unificadora
centraron su discurso en ver como las sociedades originarias habían sido oprimidas y como a comienzos del siglo XIX,
habían vueltos a recuperar su libertad por medio de los procesos de independencia permitiendo ver que se generara la
idea de crisol de culturas, originándose una complicada relación de amor- odio entre los indios y los españoles.

Ya durante el siglo XIX estas lecturas han tenido diferentes tipos de interpretaciones para diversos fines. Para los
defensores de la teoría de la dependencia, la época colonial fue el momento en el que se establecieron las relaciones de
poder desigual y la dependencia hacia lo externo. Para los teóricos económicos, es durante este momento en donde
parte el no desarrollo económico en América Latina centrado en la forma en que el continente se integró al sistema
mundial en el siglo XVI (teoría de colonialismo como todos los males económicos). En paralelo a estos lo historiadores
franquistas, convirtieron a la historia americana en un laboratorio donde demostraron la grandeza de España por medio
de la creación del término virreinal, en cambio los historiadores exiliados, es decir los republicanos centraron su esfuerzo
en analizar sus movimientos de independencia y trataron de demostrar que el reformismo borbónico había sido un
precedente modernizador. Por su parte los historiadores liberales fueron más drásticos. Defendieron que la historia de
américa del siglo XIX, representaba el inicio de la formación de la nación y el comienzo de las libertades, subrayando que
la época colonial era el símbolo de la opresión, los peligros y las extorciones.

En las últimas décadas del siglo XX, se ha comenzado a señalar que las metrópolis no siempre obtuvieron efectos
beneficiosos en el largo plazo de sus experiencias colonialistas y que algunas de las riquezas fácil procedentes de los
territorios coloniales eran de los espacios metropolitanos (incapacidad institucional del sistema imperial en torno a los
gastos – absorción por partes de las elites coloniales de beneficios y no permitiendo la construcción de un sistema fiscal
fuerte). Paralelamente se han comenzado a revisar los viejos argumento de que el colonialismo económico
inevitablemente producía efectos perversos sobre las regiones colonizadas y que si no se alcanzó el pretendido
desarrollo no fue por la orientación hacia el exterior sino por los frenos institucionales e intereses políticos existentes.
Más recientemente tras el revés de la crisis de la década de los 1980 una gran parte de los economistas han vuelto a
apostar por el crecimiento hacia fuera como gatillo normalizador.

Asimismo, se ha comenzado a realizar en los últimos años una profunda revisión del discurso del colonialismo, así como
de las teorías poscoloniales de las relaciones metrópoli-colonial, así como de las teóricas centro- periferia. Desde
posiciones de la posmodernidad y ante el escenario de la globalización de fines el sigo XX y comienzos del siglo XXI, la
historia colonial ha comenzado a mostrar algunas de las caras ocultas que hasta la fecha se habían mostrado escondidas.
El colonialismo ha sido demostrado como la fase del imperialismo. Parablemente al haberse identificad en el discurso
colonialista los impulsos expansivos de los colonizadores como hechos violentos emanados de las acciones de los
hombres se ha confeccionados una imagen contrapuesta. En contrapuesta, el origen de los males de américa latina se ha
localizado en la época colonial, chupada de haber generado relaciones de dependencia con el exterior, desigualdad
interna y haber extendido sociedades caracterizadas por la presencia de un fuerte machismo.

La nueva historiografía está dejando claro que ciertos tipos de nacionalismo se han convertido en un importante freno
para la construcción de sociedades multiculturales y pluriétnica por haber estado basado en criterios unificadores y
homogeneizadores. La globalización económica está mostrando que se están tensionando las diferencias sociales,
étnicas y religiosas. La intrascendencia y la contrición del discurso de odio. La historia nos enseña a través de los
ejemplos que posiblemente se cambiamos de sintonía y nos alejamos del nacionalismo, el regionalismo y el
etnocentrismo estaremos en una mejor disposición para construir un mundo más plural en el que todos tengamos
cabida sin necesidad de someternos a proceso de aculturación con una fuerte carga negativa.

En los últimos años se ha comenzado a reconocer que si creamos sociedades más justas debemos analizar cómo se
ejercicio el poder, lo cual supone tener que estudiar los procesos de su conformación. Para el caso de américa latina esto
nos lleva a analizar de las sociedades del antiguo régimen hacia los siglos XVI – XVII. El estudio de las formas de
organización de poder y la creación de sociedades estamentales en el que la desigualdad y las relaciones de poder
personales eran los elementos principales del sistema.

A los estudiosos de las sociedades del antiguo régimen, les resulta familiar que diferentes grupos étnicos- culturales
convivieran pacíficamente en un territorio. En una sociedad estamental de antiguo régimen permitía la cohesión de los
diferentes grupos sociales, la nobleza de espada, toga, la iglesia, comerciantes, gremios convivían como resultado de una
interdependencia constante que equilibrarla en jugo de suma cero, sino que cada grupo vivía y tenía su lugar
precisamente como consecuencia de la existencia del otro. Eran sociedades en las que más cosas de las que podamos
imaginar se pactaban continuamente o se sometían a votación, el hecho de que no existiera una normatividad general
codificada para todo el conjunto de la sociedad ofrecía un complejo abanico de formas de convivencia.

Con todo ello se comprueba que la independencia política que las colonias tenían hacia el siglo XIX, supuso un corte de
las relaciones de dependencia política, pero ello no significo un cambio en las relaciones de poder interés derivadas de
las estructuras sociales y de poder de sistemas de antiguo régimen. El paso de la minoría a la mayoría de edad de la
población, de vasallos a ciudadanos. El tránsito de las democracias mafiosas a estados de derecho etc.

Las sociedades liberales del siglo XIX y la proclamación de la igualdad jurídica de los ciudadanos ante la ley supusieron
homogeneización generadora de tensiones interna de resolver. En el análisis de las estructuras de las sociedades de
antiguo régimen permite a los ciudadanos de comienzos del siglo XXI sensibilizarlos de como en otras épocas y bajo otras
estructuras sociales y políticas se establecieron normas que facilitaron la convivencia entre los distintos grupos. En la
actualidad interesa comprender las formas de integración y exclusión social, étnicas y culturales, el colonialismo etc.

Stern, S. (1992) “Los paradigmas de la Conquista: historiografía y política”

Analiza los distintos paradigmas desde los que se analiza la conquista: cada una de las partes involucradas en este
proceso histórico, tendrá su propia mirada. Hay una coincidencia general: el poderoso simbolismo que encierra el año
1492. El autor sintetiza las miradas de este hecho histórico de la siguiente manera:

GRUPO MIRADA

Amerindios Desgraciado cambio histórico. Paso de la independencia a la


colonización.

Ibéricos (españoles y Un capítulo de su historia que les dejó una reputación controvertida: la
portugueses) de imperialistas.

Latinoamericanos Nacimiento doloroso de diferentes culturas a partir del enfrentamiento


de los antiguos y los nuevos pobladores de américa.

Plantea la siguiente hipótesis: que la mirada de este hecho trasciende a América y a aquellos involucrados en la
conquista porque simboliza una reconfiguración de la historia mundial. La conquista de América fue un hecho
continental, cuya dimensión implicó toda una revolución que cambio la historia de las enfermedades, del consumo de
alimentos, del uso de la tierra y las técnicas de producción. En Europa también hubo cambio. Desde este momento, la
civilización europea logra imponerse como no lo había hecho antes, y el capitalismo logra consolidarse a otra escala.

Medio Oriente, el sur de Europa y el norte de África dejan de ser los escenarios de los principales hechos: el
Mediterráneo deja de ser el centro de gravedad, pasando a estar en el norte del Atlántico.
Los españoles, en 1492 vivieron hechos cruciales: llegaron a América, expulsaron a los moros y judíos de su territorio, a la
vez que unificaron los reinos de Castilla y Aragón. El simbolismo del proceso que comienza con la conquista es tan
importante, que genera controversias, ya que se puede analizar desde diferentes puntos de vista. Para algunos sectores
(por ejemplo, los simpatizantes con los movimientos indigenistas) marca el comienzo de siglos de explotación, muerte y
resistencia. Otros, llegan al extremo de crear una leyenda negra, en la que los conquistadores españoles resultan ser
verdaderas caricaturas. No faltan los que ven en la conquista un simple encuentro de culturas, en el que ambas partes
se benefician y crean así una leyenda rosa. El autor llama a esta última postura HISPANOFILIA: una postura
conservadora que agradece la conquista ya que permitió la “modernización” americana. Para este autor, esto se debe a
que se lo analiza con fervor político y no desde la reflexión.

Para los conquistadores, la empresa que realizaban no tenía un solo significado: había varios paradigmas que los
guiaban, y se apoyaron en las intrigas políticas ya que muchas veces, había conflictos de intereses. Al respecto, Sterm
sostiene que no todos podían realizar sus sueños, por lo que no resultan extraños las traiciones, crueldades, asesinatos e
intrigas. Los hombres de la Iglesia, sostiene, no fueron ajenos a estos males: muchas veces actuaron más como políticos y
abogados que como sacerdotes. No faltaron aquellos que denunciaron los abusos, y hasta de dieron situaciones
contrapuestas: ya que hubo denuncias por abusos cruzadas, tanto desde la Iglesia hacia los conquistadores como en
sentido inverso.

Esta contraposición de intereses creo un partidismo, que la Corona española término usando a su favor: ante las
denuncias de abusos, para evitarlas y “proteger” a los amerindios lo mejor era cortar las libertades y aumentar la
vigilancia.

Tampoco fue genuino el interés de otras potencias ante el sufrimiento americano: crearon una leyenda negra no como
una denuncia, sino que lo hicieron para desprestigiar a quienes competían con ellos en la carrera imperialista. Por su
parte, los indígenas también hicieron dificultaron la concreción de las utopías de los conquistadores, principalmente
porque se resistieron a entregar los recursos naturales, reservándose para ellos una importante parte de los circuitos
comerciales. En algunas regiones, no siempre quedaba claro quién era el que salía más beneficiado: los españoles no solo
competían entre ellos mismos, lo hacían también con los indígenas.

La utopía de la preeminencia social también choco con los intereses amerindios: la conquista necesitaba de alianzas con
ciertos señores locales, pero estas eran frágiles. Cuando comenzaron a expandirse por las zonas del interior, muchos de
esos acuerdos se rompieron y surgieron alianzas entre los pueblos locales, por lo que se dieron traiciones, cruzamientos,
ambigüedades, etc. todo porque los amerindios se rehusaban a aceptar el predominio social español. La utopía de la
evangelización tampoco fue fácil: los locales no eran sumisos a las nuevas creencias, rituales y enseñanzas.

La forma en que recibieron a los conquistadores, sostiene, se relaciona más con el significado de una nueva era que con
el asombro: los desastres causados por la conquista, quizás eran el anuncio de un nuevo inicio de las relaciones de los
humanos con los dioses, los que podrían regresar una vez que acabaran los nuevos males.

Lo anterior explica por qué en algunos casos fueron receptivos, pero esto no significó una verdadera cristianización,
aunque los sacerdotes pensaran lo contrario: muchos pueblos locales querían ganarse el acceso a los nuevos
conocimientos que les ofrecía la Iglesia, accediendo además al poder que esta manejaba. También les interesaba tener
buenas relaciones con el nuevo Dios, por lo que veían útil desarrollar una relación con sus sacerdotes. Pero todo esto no
implicaba abandonar sus creencias: tomaban de la nueva religión, lo que les resultaba útil e interesante.

La utopía religiosa fue la que más pronto se desvaneció. En Yucatán, por ejemplo, se descubrió hacia 1562 que hasta
aquellos que estudiaban la nueva fe con mayor pasión, en realidad, continuaban practicando sus ritos en secreto,
incluyendo entre estos, hasta sacrificios humanos.

Como se puede ver, los amerindios no fueron actores secundarios en el proceso de la conquista, como intenta establecer
la leyenda negra. Tampoco se puede considerar que los males de la conquista se deban a un choque de culturas, ya que
esto trae consigo el peligro de concluir que “perdieron” los más débiles, lo que encierra la idea de que resultaban más
atrasados o inocentes. Para Sterm, cada una de las partes tenía su propio código cultural, y no terminaron de
reconocerse, de ahí los resultados. En 1492 comenzó un descubrimiento, que incluyó a ambas partes, tanto del otro
como de sí mismas, ya que se tomó conciencia, en muchos casos, de las propias debilidades.

Si bien hay una gran influencia política en cuanto al estudio y producción del hecho de la conquista, esta historiografía
igualmente ha continuado revisando el proceso iniciado en 1492. Las controversias sobre la devastación y destrucción
provocadas por la conquista, abrieron la mirada a otras dimensiones, como las epidemias, mortandad, degradación del
entorno natural, etc. Por otra parte, se ha dejado atrás aquella forma de narrar esta historia en la que se dejaba a los
indios en un lugar marginal, solo como víctimas del proceso.

Los paradigmas académicos sobre la conquista pueden resumirse en tres grandes grupos:

 Torpe intercambio cultural.


 Cruel paso de la inocencia a la crueldad.
 Rebeliones populares destinadas al fracaso.

Cualquiera de estos tres modelos cae en el error de pretender dar explicaciones generales desde hechos particulares. Por
ejemplo, ver a la conquista como un trauma, deja de lado a aquellos grupos que en algunas ocasiones fueron cómplices
(en forma activa o pasiva) con los conquistadores.

Poner a los indígenas en el lugar de las víctimas, no solo los deshumaniza y los reduce a simples objetos de abuso.
Irónicamente, también quita la dimensión humana a los europeos, asignándoles a todos ellos una actitud homogénea,
que ningún grupo humano nunca a ha tenido. Deshumanizar tanto a uno como otro de los actores de este proceso
histórico, cierra las puertas a otro tipo de miradas. Se deben analizar las luchas políticas y las iniciativas que se dieron
dentro de cada uno de los grupos involucrados. De esta forma, se libera a los amerindios de ser los personajes
devastados sin reacción alguna, y a los europeos se los libera de representar la figura de los grandes demonios históricos.
Para concluir, el autor sostiene que hay que aceptar el problema que plantea el estudio de la conquista, alegrándonos de
que aún no permanecemos indiferentes a las cuestiones de poder, dolor y diferencias étnicas y culturales, vigentes aún
en nuestro tiempo.

Las expediciones de conquista no impulsaron un solo paradigma de conquista, ni entre los pueblos españoles y
amerindios considerados por separado ni en las nuevas sociedades que construyeron en conflicto y colaboración entre sí
y con la descendencia africana y racialmente mixta

Las expediciones impulsaron, en cambio, una época de contiendas feroces y faccionalismos, una profunda lucha por
definir las reglas sociales las relaciones que prevalecerían y ganarían legitimidad en un “nuevo mundo” habitado por
pueblos diversos

El año 1492 simboliza los tempranos albores modernos de nuestro propio día. El sol aún no se ha puesto, ni siquiera es
claro que hayamos llegado a la media tarde de este tiempo histórico. Desvincular la reflexión de los discursos
polarizadores de las afrentas y el poder, la legitimidad y la crítica, puede facilitar la generosidad del intelecto y del
espíritu que permite alcanzar una comprensión de una época y sus pueblos en términos que superen el maniqueísmo

Una historia de la conquista separada de las sensibilidades políticas es una historia separada de las preocupaciones y
pasiones centrales de los conquistadores y amerindios del siglo XVI. Es una historia separada, también, de los grandes
temas de nuestra propia época.

El riesgo de una historia de la época de la conquista noblemente independiente es el de tomarse autodestructora. Su


vitalidad se desprende de ambos extremos del diálogo, y da lugar a relatos que compiten entre sí, y a mitologías. La
solución al dilema es acogerlo.

El hecho de que el año 1492 demande discusión, aunque desafíe un lenguaje común de discusión provoca reflexión e
investigación. Acoger el dilema no es sólo permanecer fieles a los agentes humanos de la época de la conquista. Es
también reconocer, con alivio, que todavía no somos cínicos indiferentes a las dolorosas convergencias del poder, el
rango étnico y los encuentros multiculturales de nuestro propio tiempo

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