Los Pies de Maradona
Los Pies de Maradona
Los Pies de Maradona
Los de Cristo en la cruz, acaso, son los pies más besados de la historia de la
humanidad. Pero los pies que más milagros le han dado al país todavía están metiendo
nada. El mango apenas si alcanzaba para parar la olla en ese modesto hogar de Villa
Don Diego, que guardaba, con orgullo, las pocas monedas que podía para comprar
betún, esa pomada que necesitaba para darle lustre a los botines de uno de sus pibes.
Esos pies, los de Diego Armando, eran los que más brillaban en los picados de tierra.
Esos pies, los de Maradona, señores, terminaron pintando las obras más grandes que
se jamás se hayan visto en las canchas del fútbol mundial. La magia que
estos permitían es uno de los grandes misterios que la ciencia nunca podrá explicar.
Los pies y las piernas de Diego fueron noticia por las gambetas, por los castigos
breve que parecía condensar todo el poder y por mucho más. Pero no todo está
escrito. Si miramos una vez más para abajo, aparecen las historias de los que vivieron
bien de cerca los pies del Maradona. Son testimonios de quienes se asombran del
asombro. Uno de ellos es Sergio García, el arquero del seleccionado que ganó el
Mundial Juvenil de Japón 79. En diálogo con Enganche, “Chiquito” dijo que los pies de
Maradona tenían una particularidad: “Diego tenía un problema, que muy pocos saben.
Tenía un sobrehueso en cada uno de los empeines. Imaginate si la pelota pega en ese
La primera vez que Maradona salió campeón con Argentina fue en el 79. El equipo lo
había seleccionado Carlos Peucelle. Y lo dirigió el Flaco Menotti. Diego brilló con el
anécdotas que no son anecdóticas. Tamaña impresión la que se llevó Sergio García
cuando lo vio a Maradona vendarse: “Le veía el pie muy ancho y alto, con muchísimo
algodón sobre el empeine. ¿Por qué te vendás así, Diego? ‘Porque tengo un pequeño
problemita’, me respondió. Y ahí fue cuando me percaté del sobrehueso que tenía en
los dos empeines. Los emparejaba con algodón y mucho vendaje”. La historia tiene
ribetes literarios. Pero los testimonios recolectados son consecuentes con este relato.
Fernando Signorini fue el preparador físico de Maradona durante diez años. Ahora
trabaja en Atlético Zacatepec, de México. Y aportó otro dato vital para la afianzar la
teoría: “Ya te digo, (Diego) tenía el empeine del pie un poco más alto. Para el que no lo
sobrehueso? ¿Puede decirse que Diego superó una adversidad más en su vida? ¿Esta
malformación, por así llamarla, agiganta aún más la leyenda? Las preguntas empiezan
a sucederse, pero de inmediato, Signorini pide la palabra: “Eso no explica nada. ¿Sabés
la cantidad de gente que tiene esa tipología? Diego no nació para ser explicado. ¿Por
qué querer explicar todo? Maradona lo tuvo desde que nació eso. Pero no superó
ninguna adversidad. Era una cosa natural en él, desde que jugaba en los Cebollitas se
acostumbró a eso. Muchos se ponen algodón en el empeine para evitar los golpes más
fuertes, que son en esa zona. No para nivelar eso que me decís. Lo fundamental de
volver a ser. Y logró mejor efectividad incluso de la que tenía antes”, agrega.
Goikoetxea (Athletic Bilbao), que le rompió los ligamentos del tobillo izquierdo y le
clínica Asepeyo. Y lo operaron enseguida. Diego estuvo 106 días sin jugar para los
catalanes. Tenía 22 años. Y el futuro futbolístico del astro argentino era toda una
incógnita. Las portadas de los diarios fueron letales. El diario Mundo Deportivo puso
en la tapa una foto de Maradona en camilla, acompañada por el titular “El crimen”.
Calificó, además, de asesino al defensor vasco por la “caza salvaje”. El diario Marca
Según relata en su biografía “Yo soy el Diego de la gente”, Maradona llamó por su
cuenta al médico deportólogo Rubén Darío Oliva, que vivía en Milán, y este logró una
Barcelona que a los quince días iban a ver cómo estaba mi tobillo operado, pero Oliva
a los siete días me sacó el yeso. Cuando el doctor del Barcelona me vio pisar (González
Adrio) se le cayeron los anteojos (...) Oliva les hizo entender que una de las claves de
tradicional, con yeso, hubiera perdido ese giro característico”. Ahí la apuesta la ganó el
funcionar.
“Le habían roto la mano a Picasso, fue tremendo verlo a Diego con treinta puntos en
eso que junto con el doctor Madero, viajaron a los Estados Unidos. Ahí empecé a
trabajar con él. Yo le sugerí que un tipo como él que era una Ferrari, necesitaba el
mejor mecánico, el mejor especialista del mundo. Eso fue entre agosto y septiembre
del 84. Ellos vieron a un médico estadounidense, que era director de los servicios de la
Liga de Fútbol Americano, donde se producen las lesiones más grandes”, contó
Signorini.
El doctor Oliva le recomendó quedarse en el país, porque tenía el afecto de Doña Tota.
El mismo periodista confió que Maradona tuvo que volver a aprender a patear tiros
libres: “Cuando Diego volvió a jugar, ante el Sevilla, volvió rengo. Movía el tobillo para
arriba y para abajo. No podía girarlo. Estuvo seis meses trabajando en kinesiología. Se
quedaba una hora después de los entrenamientos”. Signorini, por su parte, opinó que
el daño había sido tremendo: “El daño que le produjo la lesión era irreparable. El radio
de acción no iba a mejorar. Y se tenía que acostumbrar a vivir con eso. De modo que
empezó a practicar una nueva manera de apoyar el pie, de hacer el recorrido con la
zurda, de girar más la cadera, de acercarse más a la pelota. Así y todo, Maradona fue
capaz de superarse, gracias al esfuerzo y al talento”. El gol de tiro libre que le metió a
Los tobillos de Maradona eran como las muñecas de un pianista. Por eso, el vendaje
que usaba iba más arriba, que de lo normal. Incluso, Puma le diseñó unos botines
especiales. Con el talón más alto, porque luego de la lesión de Goikoetxea, el tobillo le
confeccionar. Le iban al pelo esos “timbos”. Siempre. Casi siempre, mejor dicho. En el
libro “Vivir en los medios”, el periodista Leandro Zanoni recordó que, antes del debut
ante Camerún en el Mundial 90, Maradona se lesionó la uña del dedo gordo del pie
derecho y ni siquiera podía ponerse los botines para entrenar. Probó con zapatos más
grandes, pero igual le dolía. Andaba todos los días en chancletas. Argentina saldría
segunda en ese Mundial, pero hay tres imágenes imborrables: los penales atajados por
Goycochea, las lágrimas de Diego en la final y el tobillo gordo, extasiado, que tenía la
apariencia de un pomelo.
En el Mundial 90 el mundo hizo foco en los pies de Diego. Carlos Bilardo confesó
desconocer si Diego tenía un sobrehueso en cada uno de sus empeines (“La verdad es
que yo le veía los pies normales, no lo sé, los médicos de la AFA nunca me informaron
montón, te puedo decir que cuando iba a la cancha, también veía cómo lastimaban a
todo, Maradona tenía una ventaja en Italia. Tenía jodida una zona que no limita. El
tobillo deja jugar, la rodilla no. Bien vendado, el tobillo deja jugar”, expresó el director
técnico campeón mundial en 1986. Y agregó, para rematar: “Maradona era muy hábil
Maradona eran cuidado por el doctor Rubén Madero, y por dos masajistas: uno era
Salvatore Carmando que cuidó el físico de Diego en el Napoli (del 84 al 91). El acceso a
la información era restringido por el cuerpo médico, pero Rubén Moschella, por
hermetismo bilardista y reveló detalles del tratamiento que le practicaban al Diez para
concentración en el centro Fluvio Bernardini, predio que utilizó Argentina para la
concentración en Trigoria. Dijo que el noventa por ciento de esa Selección estaba en la
enfermería. Y destacó que los trances que superó Maradona fueron de película.
”Diego siempre tuvo el tobillo hinchado, previo a los partidos en la noche anterior se le
la mañana el tobillo aparecía desinflamado, parecía magia. Eso sí, cuando empezaba a
jugar, otra vez se empezaba a inflamar. Lo que usaban con Diego era un preparado con
un fármaco, una masa, una cera negra, parecía alquitrán, y eso surtía efecto, además
de toda la medicación que le daban”, comentó Moschella y añadió: “El dormía con el
tobillo a la miseria. Tenía tres tobillos juntos en uno. Cualquier otro jugador no hubiera
podido ni pisar. Pero él quería jugar todos los partidos. La peor parte se la llevó ante
Brasil (Nder: se infiltró para poder jugar) Y Alemão, que era amigo suyo, salió
Alguna vez, el arquero paraguayo José Luis Chilavert contó que el secreto de su buena pegada estaba en
el (breve) tamaño de su pie. Signorni escuchó esta aseveración y se sonrió. Aseguró que Maradona
calzaba 38/39. “En el futbol no hay secretos. La clave está en algo que es inexplicable y que le da mucha
bronca a aquellos que son adeptos a las teorías conductistas. Les da bronca lo que no tiene explicación.
Entonces, con ese criterio, tampoco serviría el amor, la amistad la belleza. Creo que es un misterio,
como dice Menotti. Los grandes jugadores pueden contemplarse y no explicarse. Te digo más, hay
mucha gente de pie chico en el mundo, que juega muy mal al fútbol, ja ja.”. Sea como fuere, los pies de
Maradona siguen hablando desde el retiro. Tanto que el periodista Blanco se animó a confesar una
particularidad: “Cuando Maradona estaba en el Napolí, tuvimos que volver a Barcelona para que le
sacaran los clavos del tobillo. Pero como no tenían las herramientas adecuadas, la cabeza de un clavo se
rompió y le quedó incrustada dentro de su pie. Aún hoy la tiene, no se la pudieron sacar”. Los clavos en
los pies de Cristo y Maradona. Una imagen más. De la vida. Y del fútbol.